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RELATOS DE OTOÑO 2016 Muchas son las personas que acuden a lo largo del año a la Biblioteca Pública de Albacete: unos buscan fantasía, otros información, otros estudiar…. Y hay quienes encuentran en la Biblioteca un lugar, o un motivo de inspiración, para poder escribir. Son escritores. Son NUESTROS escritores, porque escribir es una voluntad, no un don ni un momento de inspiración pasajera. Y los relatos que forman esta “serie” tienen esa determinación. Tienen, en definitiva, algo que contar. Y lo cuentan. Los relatos que te ofrecemos en las próximas semanas no están escritos por autores que puedan consultarse en una Biblioteca: son lectores que, por esta vez, han cambiado la afición de leer páginas por la de escribirlas. Para la Biblioteca de Albacete es un placer ser mucho más que el lugar donde se guardan los libros: queremos contribuir a ese inmenso patrimonio cultural que es una biblioteca con la vida de quienes nos visitan y nos dan la razón de ser. Añadiendo su obra. Suyo es el mérito, nosotros sólo ponemos la intención y los medios. A lo largo del verano y el otoño te ofrecemos el fruto de quienes, con su silencioso trasiego, habitan esta biblioteca. Estás invitado a pasar a leer, estudiar, investigar y… escribir. Disfrútalo.
UNA HISTORIA TRILINGÜE M.J.M. Arellano Perdóname, Juan, la imprudencia de advertir a la gente de tu existencia. (Alberto Cortez)
Llevé mis vacaciones a San Francisco, y a un apartamento de alquiler entre el 26 de diciembre de 1998 y el 9 de enero de 1999. A pesar del agotamiento por doce horas de vuelo desde Londres, más las de Barajas al aeropuerto de Luton, me animó el cambio horario: ¡A mi reloj debía restar nueve horas! Tras darme una ducha tibia, me dispuse a pasear contemplando la bahía. Pasada media hora, ya no observaba el mar, sino a aquel niño con tristes ojos, carente de cariño. Cubría sus rubios cabellos con una gorra puntiaguda: parecía un duende. Y era un trashumante de las esquinas que, sentado en el suelo, acallaba su hambre con caridad ajena. Me
pidió en inglés algunas monedas. Pregunté su nombre (What's your name?), y respondió: "My name's Juan". ¡No John, sino Juan! Entonces, le dije en español que recogiese sus cosas y se viniera conmigo, porque lo invitaba a comer. Su mirada se iluminó y comenzó a dar saltos de alegría. Mientras almorzábamos en un restaurante, yo quise saber dónde dormía, y contestó que en el metro o bajo un puente. -¿Por qué no tienes casa ni quien te cuide? - El casero me echó a la calle después de morir mi mamá, y ella nunca tuvo familia en México ni aquí. - ¿Y tu papá? - Era un borracho. Bebía para olvidar su apellido alemán y a su padre o abuelo: no sé a cuál de los dos. Al que fuera, nunca le perdonó que tuviera algo que ver con una guerra europea. Pero no quiso contarnos más detalles. Un día se largó y nos dejó tranquilos. Después de la comida, fuimos al centro a comprar ropa para Juan, y al apartamento para que
se aseara. Después visitamos un zoo. Al día siguiente -ya bien cenados, descansados y desayunados- vimos peces bellísimos en el Aquarium. Los sucesivos días, subimos a columpios de un parque de atracciones; navegamos en velero que pasó bajo un puente llamado Golden Gate; entramos en el Fairyland (El Mundo de las Hadas); jugamos en The Exploratorium a que éramos científicos; vimos el estreno de "Ever after" (Siempre después), película dirigida por Andy Tennant; paseamos por el embarcadero; o nos presentábamos en cualquier lugar que se nos ocurriera. También celebramos su noveno cumpleaños (17 de diciembre), con retraso, junto a los deseos de una duradera amistad. Que el niño tuviera el apellido de un padre que lo abandonó, no me agradaba. Ya el primer día se lo cambié, y a él le gustó tal bautizo: "Te llamaré Juan Gaviota". Se me ocurrió por la canción de Alberto Cortez con tal nombre. Todas las noches acababan igual que la canción: "Si no te importa, puedes quedarte, que tengo un par de cuentos para contarte". El primero, te lo leo, para que nunca sientas miedo; y el segundo, te lo canto, para que tengas felices sueños.
Lectura del primer cuento: Él Solo en casa. Niño de nueve años salió del dormitorio al pasillo. Al fondo había un anciano observándole con ojos tranquilos y una sonrisa. Asustado, el chaval buscó la calle. No volvió a casa hasta acompañarse de su madre y de una compra tardía. Dijo: ¡Mamá, en casa hay un fantasma! Contestó ella: Los fantasmas no existen, hijo. ¿Entramos? . . . Tardó en olvidar tal episodio, pero el tiempo siempre ayuda, y pasaron muchos años. Ya anciano y solo, con ojos tranquilos y una sonrisa, cruza el pasillo hacia el dormitorio. Encuentra a un niño de nueve años, buscando la calle, asustado de ver la propia vejez.
Segundo cuento, hecho canción: Mi pequeño príncipe [El texto en negrita y cursiva es de la canción "Auf immer und ewig", de Chris Rea, incluida en la banda sonora de la película con mismo título, o "Ever after" en inglés]
No sunny day / No sky of blue. Just a pale moon / On the wings of the wind. Días sin sol / ni cielo azul. Siempre pálida luna / en las alas del viento. No diamonds rings / No pretty dreams. Two people caught in chains / Of each other. Sin diamante en anillo / ni un despertar bonito. Cada cual atrapado / en cadenas del otro. And there was no other way. This was how it was to be. The flame will haunt you, / constantly. There´ll never be a day. No pudo ser de otro modo. Fue… lo que pasó después. Y ya, constantemente, / te sigue aquella llama que nunca tuvo un día.
Auf immer und ewig? / Ewig und für immer? Ever since and forever? / Always and ever after?
¿Para siempre y siempre? / ¿Siempre y para siempre ¿Desde entonces y siempre? / ¿Siempre y años después?
No sunny day / No sky of blue. Only at night you live / The Cinderella Story. Días sin sol / ni cielo azul. Sólo vives de noche / buscando a Cenicienta.
Final de esta historia
Juan siempre se despertaba muy feliz y hablador, a veces en inglés, otras en español, y muchas mezclando los dos idiomas. Yo también me despertaba feliz, como si viviera en un cuento eterno. Tanto, que olvidé la realidad: las vacaciones llegaban a su fin. ¡Sólo nos queda un día! Cuando se lo dije, él me abrazó, y gimiendo
como una gaviota desvalida, me decía llorando: Por favor, no me dejes. Busqué un sacerdote. Se llamaba padre José. Le conté nuestra historia, y prometió cuidar de Juan hasta que yo pudiera volver. Desde Albacete telefoneaba cada día. La primera llamada fue el lunes 11: mi pequeño príncipe se encontraba en la escuela, y el cura me decía que lo veía bastante serio, pero tranquilo. En la segunda, ya estaba durmiendo, y el padre José me aconsejó que la próxima vez llamase a la hora de la cena, porque el chaval se quedaba al mediodía en el comedor escolar. En la tercera, muy preocupado, me informaba de que Juan había desaparecido, dejando escrito en una nota: "Me voy para encontrar a mi Cinderella". Me aseguró que, aunque lo estaba buscando, nadie sabía dar señas de por dónde anduviese. También había avisado a la policía, entregándole la única foto que de él tenía: la que le hicieron en el colegio. Prometió avisarme en cuanto supiera algo. En la cuarta llamada, a la tristeza del sacerdote hube de darle los ánimos que yo no tenía. El padre José murió cuarenta y tres días después, no sé si por la edad, por la preocupación de no encontrar a Juan, o por ambas cosas juntas. Mas yo
perseveré en la búsqueda. Han pasado diecisiete años de muchos anuncios en la prensa estadounidense y española… ¡Y ha aparecido Juan, con 26 años, ante los 43 míos! ¡Ha aparecido un joven que dice ser Juan, el que quería llegar a España y no logró pasar más allá de México! ¡Ha aparecido quien, comprendiendo que solo no me encontraría, volvió en busca del padre José para preguntarle mi nombre, mi dirección y mi teléfono, cuando éste ya no estaba! ¡Ha aparecido alguien que dice ser el dueño de dos locales llamados "Talleres de Juan Gaviota", porque de niño creyó que con un buen coche podría llegar a mi país! ¡Ha aparecido Juan, con su esposa nacida en Mexicali! Los tres nos hemos abrazado y hemos llorado, por fin, de alegría. ¡Ha aparecido Juan, y estamos en sábado y 9 de enero del 2016! Pero yo sigo atrapada en aquel otro sábado 9 de enero del 1999; atrapada en las mejores y peores vacaciones de mi vida; atrapada en ese tiempo cuando, no supe o no pude, traerme a España a aquel niño. ¡Sí, ha aparecido Juan! Pero no es a él a quien espero. Como si fuese una madre soltera que ha perdido a su hijo, lo busca, lo encuentra, y todavía lo sigue buscando… así, todas las noches lo llamo
cantándole "Mi pequeño príncipe" para poder dormirme, para poder soñar con mi chiquillo de 9 años. Mi nombre es Mercedes, sin merced alguna. Soy Cinderella o Cenicienta, cuya madrastra es terca suma de azares. Por lo vivido y lo perdido, os diré: "No todos los cuentos acaban bien, sobre todo, si se parecen demasiado a la realidad"
FIN
DIA
TÍTULO
AUTOR
4 de julio
La alquimista de los aromas
Adoración M. González Mateo
11 de julio
Me busco en el Montecillo
Iluminado Jiménez Hidalgo
18 de julio
El juego de las runas. The set of runes Freya
25 de julio
Patricia y el mar
Carmen Hidalgo Lozano
1 de agosto
Aquellos veranos azules
Natalia Lucina
8 de agosto
Albacete en verano
Daniel Molina Martínez
16 de agosto
Poemas
Trinidad Alicia García Valero
22 de agosto
Mi cítrica vida
José Antonio Puente Juárez
29 de agosto
Atanpha
Manuel Olivas García
5 de septiembre
Una fantasía erótica mortal
Daniel Peña Medina
12 de septiembre
Aterricé como pude
Sebastián Navalón Morales
19 de septiembre
La gran ceremonia
Fabián Fajardo Fajardo
26 de septiembre
Un gato de Brooklyn
Toñi Sánchez Verdejo
3 de octubre
El desconocido del tren
Astrid Avero Chinesta
10 de octubre
Gabriel
Sara Monteagudo Moya
17 de octubre
El libro de las partituras
Carlos Hernández Millán
24 de octubre
Sin billete de regreso
Irene Blanca Sánchez
31 de octubre
San Juan y Toda
Mª Soledad Roldán Márquez
7 de noviembre
Voy en mi canoa
Alejandro Campos Benítez
14 de noviembre
Las nubes también viajan
Mª Ángeles Marcos Pérez
21 de noviembre
Una historia trilingüe
M.J.M. Arellano
28 de noviembre
Otra vez
Bartolomé Sáez Ochoa
5 de diciembre
Un frío invierno
María Martínez Segura
12 de diciembre
El vodevil de Grenelle
Llanos Olivas García