Viaje a Chile durante la época de la Independencia

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VIAJE A CHILE

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V I A J E A CHILE




ADVERTENCIA D E LOS TRADUCTORES

Este nuevo volumen, destinado a la <Biblioteca de Obras de Autores Extranjeros relativas a Chile,, contiene la traducci6n de la parte correspondiente a nuestro pais de un libro titulado Sketches of Buenos Aiws and Chile ( I ) cuyo autor es Mr. Samuel Haigh. Mr. Haigh era u n comerciante inglCs que vino por primera vez a Chile en 1817, enviado por una firma de Londres, segiin se cuenta detalladamente en el prefacio. Permaneci6 en Santiago hasta Junio de ( I ) London, James Carpenter and Son, Old Bond Street, 1829, XVIII, 316 pigs. Davidson, printer, Serleis Place, Carey Street, London. Un mapa.

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1819 y se volvi6 ese aiio a Inglaterra, regresando d e nuevo a Chile en 1820, para abandonar definitivamente este pais a fines de 1821. Presenci6, por lo tanto, hechos m u y transcendentales de nuestros primeros afios de independencia y, como era un hombre pudiente, bien relacionado y sagaz, pudo sacar gran provecho d e sus testimonios. Fue amigo d e San Martin, de O’Higgins y demris jefes de la revoluci6n; simpatizo a fondo con la causa patriota y presto a ella algunos servicios, no siempre desinteresados. De una cultura intelectual limitada, ya que no pudo hacer estudios serios, era Mr. Haigh, u n hombre de ciertas luces y aun de u n espiritu inclinado a la delicadeza. Demuestra esta observaci6n s u frecuente gusto por las citas poCticas-aunque sin consignar las fuentes-y s u niarcada predilecci6n por las bellezas naturales, por 10s grandes paisajes y por 10s rasgos nobles de 10s hCroes. S u estilo adolece, como es natural, de graves defectos: tiene obscuridades de lenguaje que s610 merced a la sencillez del concept0 general se libran de constituirse en molestos o b s t h d o s . El libro de Mr. Haigh es de alto inter& hist6rico. Consigna detalles d e mucho valor y s u s aseveraciones merecen fe, aunque tenga frecuentes errores sobre puritos donde se ve Clara la equivocaci6n. Sus noticias sobre la revoluci6n de la Independencia, las costumbres de 10s habitantes y carricter de 10s hombres pitblicos, dice m r i s o tnenos, don Diego Barros


- 3 Arana ( I ) son casi siempre exactas en sus rasgos generales, si bien en 10s incidentes incurre en algunos errores, naturales para un extranjero que no pudo tener medios seguros de informaci6n sobre acontecimientos que no presenci6 y sobre 10s cuales oy6 versiones equivocadas o que entendi6 mal. Aiiade el historiador citado, que, segun Haigh, estos pueblos que con tanto ardor lucharon por s u libertad, eran dignos de alcanzarla; que todos ellos habian ganado con la independencia y que por nada renunciarian a ella. Haigh es fragmentario en sus notas. Muchas de ellas mezclan puntos d e muy diversa indole, per0 eso no obsta para que se lea con u n agrado superior al que proporciona cualquiera otro cronista extranjero de esa Cpoca. Como la idea de esta colecci6n es s610 publicar lo referente a Chile, hemos traducido h i c a m e n t e 10s capitulos respectivos; per0 damos a continuaci6n 10s titulos de 10s capitulos no vertidos, a fin d e seguir a1 narrador antes d e entrar en materia. Capitdo I.-Observaciones pre1iminares.-Ataque britinico a Buenos Aires.-Memorias del general Miller.-Narraci6n personal del autor.-Llegada ( I ) L a Libertad EZectoraZ, edici6n de la tarde; Santiago, lunes 4 de Abril de 1887. El sefior Barros da en este articulo una traducci6n 1ibCrrima del capitulo en que Mr. Haigh narra la batalla de Maipo, atiadiindole algunas notas, de que nos serviremos en el texto, aunque no asi de la versi6n del sefior Rarros Arana.-N. de Zoos T.


-4a1 Rio de la P1ata.-Desetnbarco en Buenos Aires; descripci6n general de esta ciudad.-Costumbres, etc., de s u s habitantes. CapituZo 11.-Los caballeros de Buenos Aires.Elegancias. -Gobierno.-Poblaci6n.-Corridas de toros.-Teatros.-Carreras de caballos y rifias de gallos.-Cacerias de ciervos sa1vajes.-Comercio.Partida hacia Chile. Capitdo 111.-Viaje por las Pampas.-Nuestra comitiva.-La aldea de Luj5n.-Desagrados del viaje.-Ve1ocidad.-Animales si1vestres.-Llegada a San Luis. Capitula IV.-Punta de San Luis, etc.-Poblaci6n.-La travesia o Desierto.-Rio Desaguadero. -La lucha sudamericana.- Llegada a Mendoza.Hospitalidad de 10s habitantes, etc. Cajitdo V.-Partida de Mendoza.-Viaje a1 traves de la cordillera durante el invierno.-Ankcdotas.-Sorprendidos por u n a tempestad de nieve y obligados a buscar asilo en una casucha. ALFREDOOVALLER.

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FESLIXNIETO DEL RiO.


PREFACIO

Como 10s generales, coroneles y capitanes, encargados de negocios, c6nsules, cornisionistas, mineros y mineralogistas, que, en diversas epocas, han creido conreniente presentar al mundo algunas noticias sobre sus peregrinaciones por el ccotro hemisferio,, yo tambien me tomo la libertad de ofrecer al publico ilustrado e inteligente algunos apuntes respecto a una regi6n donde, para iisar una frase nAutica, he andado < a la capa)) durante 10s iiltimos once arios. E n la primera parte de este periodo, tuve la oportunidad de presenciar 10s sucesos politicos de mayor transcendencia, cuyo significado fuC el dar cima al magno objeto d e libertar a Chile y el Peru del domini0 de la Corona espaiiola. Cuando un lector conoce de antemano en general las ocupaciones de iin autor, le comprende mucho


mejor s u espiritu; y por lo tanto, voy a exponer cuales fueron 10s motivos que me indujeron a visitar por primera vez estas ((remotas playas)). A principios de 1817, cuando s610 tenia veintid6s aiios, yo desempeiiaba u n envidiable empleo en una casa londinense de grari respetabilidad y opulencia, dedicada a1 comercio extranjero. Una maiiana del ccalegre mes de Mayos al entrar a mi oficina, que estaba a una milla al oeste de la Bolsa, vi sobre el escritorio una carta dirigida a mi. Era de un rico pariente que me instaba a visitarle inmediatamente en s u casa, 'pues podria darme una noticia ventajosa. A1 ver estas mdgicas palabras, tan consoladoras para cualquiera, no perdi tiempo en transladartne a la ciudad a fin de saber quC beneficio me tenian preparado 10s dioses. EncontrC a mi honorable pariente en s u sanctum sazctumuz (sic) u oficina particular, sentado en u n taburete delante de s u escritorio. AI entrar, y s i n mds prebmbulos, dirigi6se a mi con un tono solemne e impresionante. Me confirm6 las grandes noticias recitn llegadas de Sud AmCrica, y entre las cuales no era la de menor importancia el hecho de haber quedado Chile abierto al comercio extranjero, merced a la victoria de Chacabuco, ganada por 10s patriotas. Dijome que esta era la ocasi6n de intentar algo por , la fortuna y que, como el y dos de sus socios proyectaban exportar un cargamento ((con lo mejor del mercado)>,yo podria tomar s u manejo y asi tendria oportunidad de Ilenar mi bolsa con lingotes de or0


- 7 y plata y hacikndome, segdn s u expresibn, ccun hombre por mi mismo)). La entusiasta inanera c6mo se me comunic6 esta propuesta, oper6 en mi una revelacibn. L a idea de zarpar hacia un pais donde hay una ciudad cuyos pavinientos son de plata y otras cuyos templos estdn cubiertos de oro, me contagi6 inmediatamente con la fiebre amaviZZa y senti toda la delirante alegria de tan doradas perspectivas, abiertas de sdbito a mi espiritu. Como n o habia tiempo que perder, se me notific6 que deberia estar listo para partir en el plaz a de una semana, guardando la m i s estricta reserva, ya que la gente podria suponer que mi pariente y sus colegas eran especuladores. Puestas las bases de la cuestibn, regrest a mi oficina para dar cuenta a mi patr6n de mi proyecto de renuriciar para siempre a su sueldo y a s u s libros de contabilidad, pues esa maiiana habia recibido una ccnueva I U Z S y tenia u n ccserio llamado)) para ((emprender un viaje muy largos. Trat6 de demostrarme que yo no deberia ni podria abandonarlo jamis; que la noticia era demasiado prematura; que no todo lo que reluce es oro; que yo estaba equivocado en mis esperanzas; que 61 tenia un proyecto para mi en el Brasil, etc. Y o fui sordo a todos s u s argumentos y termink por decirle que volveria otra vez cor el fin de arreglarnos, per0 que mi resoluci6n de emprender el viaje era inamovible. Sin embargo, no ciejaba sin ciertos escrdpulos la


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compaiiia de mi digno amigo brasilero, pues siempre me trat6 con las mejores atenciones durante 10s varios aiios que estuve a s u servicio; pero estos sentimientos se disiparon rdpidamente al contemplar cuAn prodigiosa era la diferencia de mi nueva con dici6n. Encontrando a la seiiora Fortuna asida tan de s6bito cca mi espalda)), sufri la misma confusi6n d e Macbeth cuando fuC declarado bar6n de Cawdor. E n seguida fuime solo a dar una vuelta por Hyde Park, para meditar mds friamente en mi problerna y cai en la agradable fantasia 'que se llama edificar castillos, d e la cual no sali hasta que comenz6 a ponerse el sol. Antes acostumbraba a cenar en uno de esos s6rdidos establecimientos denominados chop-houses, situado en una obscura avenida cerca de la BaZsn, entre el sebo y 10s comerciantes turcos, corredores de algod6n y cafC, judios y agiotistas; pero ahora senti el efecto de ideas mbs altas y me dirigi a u n hotel elegante del Wcst end donde pedi una comida selecta y una botella de buen clarete para beber en honor del Cxito de mi empresa. Por la noche me retirC a mi alojamiento, pero n o pude dormirme sino a1 venit- el dia, soiiando que Moctezuma m e recibia en audiencia y me presentaba a las virgenes del sol; que regresaba de las ruinas del Potosi en u n barco cargado de dinero y que le compraba a1 contado s u s tierras al marques de Stafford. AI otro dia fuinie al Kent para ver a mi madre e informarla del brillante progreso de mis negocios y


- 9 de mi inmediata partida de Inglaterra. Asombr6se la buena anciana y se opus0 a mi viaje, per0 luego cambi6 de opini6n a1 hacerle ver cuBn enormes serian las riqzezas con que regresaria. Volvi a la ciudad y me encamin6 a las vecindades de Aldermanbury. E n la primera entrevista con mi pariente no se hizo cuestibn, por cierto, d e las condiciones de mi trabajo, ya que las circunstancias en que se m e buscaba para abrirme el caniino de la riqueza, me indicaban que estaba tratando con personas de la mayor liberalidad. Jdzguese, pues, que sorpresa tendria al saber que mi nuevo patr6n habia conseguido de sus socios, con alguna dificultad, que se me acordase la enorine suma de twscientas lidpas uZ afio, como una bella recompensa por la administracih de s u barco y cargamento. Lector! Si has tenido alguna vcz la desgracia de caerte desde la cima d e u n Brbol al suelo, tendrBs alguna idea de lo que 10s poetas expresan con su lirismo. Y o tuve en mi juventud esa sensaci6n, per0 aquella caida n o f u i tan rBpjda como la que mi esperanza resisti6 a1 pasar de lo sublime a lo ridiculo en estas circunstancias. Mi espiritu, que habia estado durante tres dias en el ardor de la fiebre, baj6 a cero y todas las visiones de or0 que habian encendido mi imaginaci6n, disipBronse como las nieblas de Escocia. No obstante, ya era demasiado tarde para lamentarse: la cosa estaba hecha y me resign6 a incorporarme a1 servicio d e tan respetada y generosa firma;


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y , en consecuencia, para acortar este relato, como el barco estaba comprado, el cargamento escogido y enfardado, s e g ~ ns u orden, y puesto a bordo con felicidad, por la gracia de Dios, s610 faltaba la revisi6n d e la Aduana y el contrato de seguro en el Lloyd, cosas que se hicieron y, el 19 de Junio de I 8 I 7. Despuds d e recibir las 6ltirnas instrucciones del triunvirato, con las mds ardientes promesas d e ayuda, tom6 asiento en la diligencia de Gravesend al lado de u n agradabilisimo compafiero que no era otra cosa que una cccaja de muestrariox, tan grande como el cofre de un banquero y a mis ojos igualmente valiosos. E n Gravesend el buque estaba a1 ancla en el rio con su vela d e trinquete suelta a1 viento, mientras el capitin me esperaba en el White Hart. UespuCs de comer, nos embarcamos y tomamos p6liza de cargamento y destinacibn, para ((el buen barco La Catdinn d e que era capitdn John Warner,, con rumbo a Ruenos Aires y Chile. En la tarde siguiente descendimos por el rio y a1 otro dia el prictico nos abandon6. Como el viento soplaba mds hacia el Este, 10s acantilados del <querid0 Dover, perdi6ronse rdpidamente a nuestros ojos y le dije ubuenas noches,, a mi tierra natal.


La Tormenta se va.-Hacia la Cumbre.-Los le.-Aconcagua.-Chacabuco.-Llegada General San Martin.-Gran fiesta, etc.

Valles de Chia Santiago.--

Viva la Patria, exclamaron 10s muleteros al dia siguiente, cuando vieron aparecer el sol sobre las cumbres de la montaiia. Sin la preocupacih de la toilette, nos pusimos de un salto en pie, ya que ni nos habiarnos quitado 10s zapatos durante nuestra permanencia en la Cordillera. L a tormenta se habia disipado: ni una nube cubria el' cielo; el dia era claro y frio; todo lo cual nos predispuso a organizar la partida. Algunos de la comitiva fueron en busca d e las mulas y a1 fin de unas dos horas 10s pobres animales hicieron s u aparici6n completamente abatidos y hambrientos, con las orejas y pescuezo cubiertos de nieve, e implorando con tanta humildad


alglin alimento, que era imposible no condolerse de su situaci6n; habianlos encontrado debajo de unas rocas, aglomerados en u n piiio compacto, como si tratasen de abrigarse entre si. El mezquino musgo de 10s alrededores habiales dado alglin alivio, per0 no lo bastante para satisfacer su hambre. Nuestros preparativos de marcha completbronse como a las once, hora en que ya teniamos puestos 10s zapatos para la nieve, en vez de nuestros botines ingleses, a fin de caminar mejor. Dichos zapatos son de cuero de carnero, amarrados fuertemente a1 pie y tobillo y protegidos en la planta por una suela gruesa y flexible que se ajusta con correas por sobre el empeine. Nuestros guias dieronnos tamtiCn peZZones y pieles de oveja, que se acomodan en la montura, para evitar las consecuencias de las frecuentes caidas que inevitablemente sufre quien viaja sobre la nievc aun no transitada. Asi equipados, a semejanza d e un grupo de lapones, emprendimos el ascenso a la cumbre, sobre el lomo de nuestras bestias. Aquella era la mbs larga y 6spera ladera que hasta entonces hubiCramos practicado, circundada por un camino de agudos zigzags en espiral, tan angosto en ciertos parajes, que resultaba niaravilioso el que las mulas pudiesen sentar pie en la falda de la montaiia. DespuCs de una hora larga alcanzamos al tCrmino rnbs alto d e nuestra jornada. Aunque este sitio sea el mbs bajo de la gran cadena, la cumbre estb, seg6n se calcula, a trece mil pies sobre el nivel del mar. Algunas leguas al Sur, el

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- I3 Tupungato ostenta su soberbia cima levemente inferior en altura a1 Chimborazo. Mientras escal6bamos el camino, 10s rayos del sol calentaban la ladera y est6bamos protegidos del viento; per0 al llegar a la cumbre nos cogi6 una cortante rifaga que parecia penetrar en nuestros cuerpos, a pesar de ir bien protegidos conponchos y capas. L a cara la Ilevibamos envuelta en chales, sin dejar al descubierto otra cosa que 10s ojos y las narices. A poco andar descubrimos 10s valles de Chile, per0 s610 pudimos divisar a nuestros pies un solitario campo de nieve y de nubes, pues la distancia toda estaba cubierta por la niebla. E n aquellas altas regiones vimos numerosas cruces, iguales a las que se observan en todo el camino para marcar 10s sitios en que niuchos infelices han encontrad o prematura muerte, no recibiendo otro canto fhnebre que el hambriento grito de 10s c6ndores sobre lo Linico que de ellos subsiste: 10s esqueletos ((estirados y blanqueados bajo la brisa del norten, cuando viene el deshielo primaveral. A nuestra derecha, encerrado por las montafias, hay un grar? lago, cuya extensa masa de agua hace un curioso efecto bajo las nubes. L a capa de nieve por el lado de Chile es m i s profunda que por el otro lado, lo que impide a nuestras mulas seguir adelante y nos obliga, en comecuencia, a desniontarnos para emprender a pie el viaje por el valle.


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A uno de 10s peones se le hizo regresar a Mendoza con las mulas y entonces 10s muleteros, despues de reforzar con lazos nuestras maletas, arrastrdronlas montafia abajo. Todos ibamos provistos de palos tan largos como el bast6n d e Pr6spero ( I ) , que nos servian para conservar nuestra estabilidad y tantear el sendero. Asi, pues, en numero de quince (incluso nuestros amigos de la casuclza) coinenzamos nuestra jornada al trav6s d e la nieve. A poco andar comprendi la utilidad de 10s pellejos de corder0 en que estAbamos envueltos, pues 10s porrazos eran incesantes y como la huella era completamente invisible, muchas veces pisdbamos en falso y unos rodaban en una distancia de ocho o diez pies, mientras otros resbaldbamos varias yardas. A pesar de todo, la caravana entera conservaba s u Animo y hacia vibrar el eco de 10s desfiladeros con s u s gritos y cantos. Esa maiiana tuve y o u n altercado con mi p i a (que era u n muchacho intratable) a causa de una mula que y o habia escogido para mi y que no quise entregarle cuando me la reclam6 para s u USO. Por este motivo concibi6 una verdadera animadversi6n en mi contra con un mal espiritu que pus0 luego de manifiesto; no habiamos recorrido aiin gran cosa a pie cuando se coloc6 tras de mi y empujando con su bast6n contra mi espalda que afortunadaniente la tenia cubierta por un (I)

Personaje de The Ten@est, de Shakespeare.-N.

del T.


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jedldn, me arroj6 a cierta distancia y cai de cara sobre la nieve; al verme asi ri6 burlonamente y me dijo una chocarreria. DespuCs de esto, se comprende que no quedaria yo de m u y buen humor, pero, reconociendo que todo era fruto del despecho, modifique mis resentimientos hasta mds tarde en que aproveche la ocasion de ver a mi atacante parado sobre un pequeiio monticuio, para darle u n puntapi6 acompaiiado de un bastonazo en 10s honibros, que lo Liz0 rodar como una pelota cerca de diez pies y revolcarse durante varios minutos en u n espeso torbellino de nieve, con gran diversicin de s u s secuaces, sobre quienes ejercia una tirania odiosa. A1 vera s u ejefe, en tal estado, aquellos mostraban s u s dientes riendo como hienas. E n el resto del dia no demostr6 nids deseos d e reanudar el pasatiempo, sino que se mantuvo a respetable distancia. Caia el sol cuando llegamos a las casuchas de Calaveras, pero sin salir aun de la region nevada. Como previamente se habia despachado desde Mendoza u n propio para que nos tuvieran listas las mulas en el lado de Chile, Cstas nos esperaban en la linea donde se acaba la nieve. Llegamos a1 cerro de Mercurio, per0 no encontramos alli las bestias, pues habian pernoctado pastando en el valle de Ojos d e Agua, a cargo de un muletero chileno. Este traia consigo dos cabritos, que fueron asados a medias ai caer en nuestras manos, pues el apetito era tal que no estaba en situaci6n de esperar la hora de comida. Nunca he asistido a un banquete mds delicioso,


Aquella mafiana no habiamos comido nada, excepto unas pocas migajas extraidas del sac0 de galletas, ni bebido otra cosa que la humedad de la nieve con que moj5bamos nuestros labios. En la noche 10s claros rayos de una fria luna cayeron como diluvio sobre las laderas de 10s cerros que, con s u t ~ n i c ablanca de la cumbre a la base, hacian el m5s hermoso y fanthtico efecto. DespuCs de la cena, entramos a la casuchn de las Calaveras para dormir; premio merecido a la ruda fatiga de nuestra nueva manera de viajar. E n u n o de mis golpes, habiame herido seriamente u n pie al caer contra el agudo filo de una roca, por lo cual a mi llegada a Calaveras, vi que estaba dicho pie cubierto de sangre y para quitarle el frio lo meti en u n m o n t h de nieve. AI amanecer, las mulas de refresco fueron traidas a la puerta y, habiendo fortalecido nuestros fisicos con algo de carne buey, libres ya de trajes cordilleranos, de pieles y de zapatos montafieses, continuamos el descenso por el valle. A u n habia nieve en el sueio, per0 el camino era bastante practicable para las mulas. El continuo reflejo del sol sobre la nieve durante el &a anterior casi nos tenia ciegos; ademis, con el frio, 10s labios se nos amorataron y se nos habian hinchado con un grueso doble del normal, hasta el punto de que cuando quisiinos hablar se nos partieron y manaron sangre. Estos son efectos casi inevitables del viaje a1 travks de la Cordillera en invierno; y sd de personas que han permane-



- IS dero, cdonde se hallan esparcidos huesos de IiortlbresP ( I ) . AI preguntar cui1 era la causa de que alli hubiese tan gran cantidad de restos humanos, se nos inform6 que, a principios de aiio, habiase librado una violenta lucha entre un destacamento del ejdrcito de San Martin, a las drdenes del coronel Martinez y la guardia espaiiola dejada alli para defender el paso. Aquellos huesos, eran, pues, de 10s gudus (como se llama a 10s espafioles) muertos en la acci6n y abandonados, para alimentar ccel buche de 10s gavilanes, (2). L a aduana e s t i en !a parte m i s angosta del valle, cuya ~ n i c adefensa consiste en u n parapeto de piedras movedizas, construido a1 travds de la quebrada, sin poder defensivo alguno actualmente. Alli pasamos la noche. Uno de 10s muleteros, de propdsito o por estupidez, preocupjbase de molestarme, ponidndose siempre frente a mi cuando yo me sentaba junto a1 fuego en nuestros vivaques. M i s de una vez le manifestk mi desagrado por su costumbre, pero sienipre aparent6 no entender, hasta que recurri a un medio con el cual logrd corregir al contumaz. Esa noche, seg6n la costumbre, ocupaba kste el sitio consabido y, como estuviera inclinado guisando su (I) ((Where scattered lay the bons of men)) (alusi6n poitica, sin cita de autor.-N. del T. ( 2 ) <The mans of kites)).


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valdiviano yo, con el mayor sigilo, vaciC el proyectil de una de mis pistolas de bolsillo y se lo dispark con pblvora, sobre el ti,asem ( I ) . Esta subita explosion le hizo saltar por encima del fuego con la agilidad de una cabra montks. Estreg6se durante u n rat0 la parte amagada, en medio de las estrepitosas risss de sus colegas, y en adelante nunca m i s crey6 conveniente ponkrseme cerca, junto al fuego. A1 siguiente dia, despugs de cruzar una regi6n aun mhs rica en irboles y vegetaci6n general, Ilegamos al rio Aconcagua, casi al frente de la aldea del mismo nombre. Este rio es muy correntoso y en ciertas kpocas se hace dificil vadearlo; sin embargo, procedimos a atravesarlo, u n o por uno. Aqui debo detenernie para relatar la aventura del cu> dr6pedo que conducia mi inestimable caja de muestras, en 10s momentos en que cruzaba el rio delante de mi. Sea que esta mula (todas son notablemente sagaces) conociese el valor del muestrario mejor que yo mismo, o sea por u n capricho, no estoy seguro de ello, apenas habia llegado a la mitad de la corriente, cuando-jkon~~~~r!-vi hundirse en las ondas mi desgraciada valija, porque su conductora habia creido oportuno arrodillarse para darse u n refresco. Antes que yo pudiera levantar a la bestia de s u posicibn, el perjuicio estaba hecho y mi desgraciado cofre completamente inundado. Conocien-

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Asi en el texto.


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do s u contenido ( I ) , llort amargamente la fatal ablucidn, hasta que lleguk a Santiago donde se me inform6 que 10s comerciantes chiienos (que no eran malos peritos) jamris compran s e g h muestras, prefiriendo siempre ver la mercaderia, lo que indica que ccaquellas no hacen faltaa; esta precaucidn viene seguramente de un antiguo e intimo conocimiento del forzado comercio del Pacifico, merced a1 c u d , sin duda, se han iniciado completamente en todos 10s ccmisterios del oficio)). Pasado el rio Aconcagua, llegamos en salvo una hora despuks a la aldea de Villa Nueva de 10s Andes, que est6 elegantemente situada en u n sitio muy f6rtil y cuyos habitantes, aunque escasos, son agricultores unos y muleteros otros, per0 todos cosecheros de trigo, maiz, uvas y variadas frutas. El pueblecito cuenta con una cdrcel y una iglesia y se gobierna por un alcalde a quien mostramos nuestros pasaportes. L a residencia de este funcionario esta en la plaza, que es un recinto circundado de pequeiias casitas de barro blanqueado. La lujuriosa verdura de 10s suburbios, junto con la magnifica vista sobre la Cordillera, hacen el m i s singular efecto. Habia alli una pequefia guarnici6n militar cuyos ( I ) Tan extrafio sistema de lavado hizo perder sus colores a la mayor parte de 10s ge'neros estampados, pues se disolvi6 el almid6n en 10s de uduraci6n garantida,, se borr6 el lustre de las otras telas y se dafiaron todas las hermosas bayetas de Halifax.


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soldados usaban la desnudez que yo me suponia: gorra, poncho y ojotas d e cuero. Como a nuestro muletero Mancilla ( I ) , vecino de este lugar, le tentara el deseo de llegar a Chile,---nombre con que designaba a Santiago,-hecho un perifollo, resolvi6 quedarse en 10s Andes uno G dos dias para embeIlecerse. Per0 mi amigo y yo, que despuks de tantas dificultades no estbbamos dispuestos a perder tiemPO y teniamos ansias de llegar a la capital, arrendamos inmediatamente 10s caballos necesarios para lograr nuestro prop6sito. Dejamos al muletero a la puerta de su casa con la cabeza reclinada sobre el regazo de s u mujer (que le examinaba estrictamente el cabello) y, ordenbndole que al dia siguiente saliese con la gente y 10s bagajes, galopamos tendido con el prop6sito de dormir en Chacabuco, o sea a catorce leguas de Santiago. El camino era montafioso, per0 en una hora llegamos a la cumbre de la cuesta de Chacabuco, desde donde se domina la llanura en que s e levanta Santiago. E! I Z de Febrero de 1817, 10s patriotas, bajo las 6rdenes del general San Martin, ganaron en esos campos la gran victoria que inmortaliz6 el nombre del lugar. El citado jefe, tan cdebre por las hazaiias que realiz6 en Chile y el Perli, erigi6 sobre 10s llanos de Chacabuco 10s fun-

( I ) E n el texto dice Manzillo; pero el apellido verdadero no puede sw otro que el que acloptamos-N. de( T.


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damentos de esa fama, extendida luego por toda Sud-Ani d r i ca. Era gobernador de Mendoza a fines de 1816 cuando reuni6 SLIS ejdrcitos con 10s de O'Higgins y Carrera, derrotados en Rancagua. Como existiese u n desacuerdo entre estos dos jefes, San Martin se inclin6 a la causa del primero, y ambos, con 10s restos del ej6rcito por ellos mandado, pasaron a Mendoza donde el general argentino merced a s u gran diligencia reuni6 tales despojos en u n solo cuerpo y 10s fusion6 con las tropas levantadas por 61 en dicha ciudad y en las provincias vecinas. A1 fin de seis meses m6s o menos, vi6se de este modo a la caheza de unos cinco mil hombres listos para rescatar a Chile del domini0 espafiol. San Martin madur6 sus planes con mucha cautela, pues 10s realistas estaban completamente desorientados respecto del punto dondt. deberian esperar a1 enemigo, y a la saz6n habian despachado parte de s u s tropas liacia el Sur, temiendo que 10s patriotas liiciesen una irrupci6n por el Planch6n o territorio de 10s Indios Pehuenches, para juntarse con 10s secuaces de O'Higgins que eran muy numt'rosos en la provincia de Concepci6n. E n una palabra, con prestez a , sigilo y estratagemas, desorient6se tan eficazmente a1 gobernador espafiol que kste distribuy6 sus tropns por divisiones aisladas en diversos y remotos puntos de Chile. El paso por donde San Martin efectu6 al tiltimo la invasi6n era considerado como inaccesible y, por


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eso, este lado de la capital estaba resgaardado con escasas tropas. El 1 7 de Enero de 1817, el ejercito patriota salio distribuido en tres divisiones a realizar una tarea a que la Naturaleza parecia oponer 10s mbs formidables obstAculos. L a marcha fuC larga, arriesgada y peligrosa y para s u conocimiento, yo no podria recomendar a mis lectores un relato mbs fie1 que el contenido en las Memorias del general Miller. Superfluo es decir que despuCs de pasar frios, hambres, fatigas y toda clase de privaciones; despugs de perder muchos hombres, a causa del hielo intenso en la cumbre de 10s Andes y miles d e caba110s y mulas, fatigados, las tres divisiones se encontraron del lado de Chile, en el sitio deseado, a pesar de no saber nada u n o del otro durante las separadas marchas entre las montafias. Todo el ejercito se reuni6 el 1 2 de Febrero en las alturas que dominan la Cuesta de Chacabuco. Los realistas se encontraban en el plan donde se mantenian ordenados en batalla: en tal situaci6n 10s atac6 San Martin dando lugar a una acci6n general, que termin6 en pocas horas con la completa derrota de 10s realistas; al dia siguiente el ejCrcito patriota entraba triunfalmente en la capital de Chile. De paso por el llano nos fijamos en 10s restos de <las herramientas quebradas que arrasaron con el tirano), pues eran muchas las osamentas que blanqueaban expuestas al viento y a1 sol, y que el verde magnifico del trigal con su balance0 queria ocultar a nuestra vista.


- 24 No puedo imaginarme una sensaci6n mds humillante para la pobre naturaleza humana, que el pasar por un campo de batalla, una vez libre del' inter & propio de una accidn esperada y de la excitaci6n de la pelea, siendo las ~ n i c a smuestras visibles de la ruina y devastacidn de 10s hombres, 10s huesos diseminados de sus criaturas. La noche que llegamos a este sitio dormimos en las casas de la hacienda, que durante la batalla sirvieron de cuartel principal al general espaiiol. Esta hacienda era la mAs grande de las que vimos en Chile; s u suelo era muy fertil compuesto de una tierra negra arenosa. Aqui vimos a u n nativo arando un campo; el arado se componia de un pesado trozo de madera, lo nibs rudo posible, tanto en s u factura como en s u forma, a1 que un pedazo de fierro servia de punta. Esta nidquina arrastrada por dos bueyes, y guiad a por u n huaso ( I ) , apenas si entraba en el suelo, levantando a 10s lados algo de arena, y aun asi tan pobre labor bastaba a todos 10s prop6sitos en una tierra por la cual la naturaleza ha sido pr6diga. Habia tambikn un patio que servia para todos 10s menesteres de un gran fundo, 10s del vino, de la fruta, del ganado y de 10s caballos. El clima en esta Cpoca del aiio (Octubre) era verdaderamente delicioso, aunque algo caluroso a medio dia. Las noches son de u n fresco muy agradable, (I)

Campesino.


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el cielo sin nubes tachonado de estrellas, que tienen u n brillo que raras veces s e ve en Europa, junto con la constelaci6n de la Gran Cruz del Sur y el grupo de Magallanes, producen Lin aspecto de sublimidad en una noclie (le Chile. E n Chacabuco nos encontramos con todo lo necesario; habia bastante carne, aves, frutas y vegetales; por primera vez desde nuestra salida de Mendoza entramos a una casa (excepci6n hecha de nuestra estadia en la casucha). Era grande y bien edificada, con u n palo de bandera; el interior era de un barro obscuro, y ni las paredes ni las puertas estaban blanqueadas ni pintadas. AI amanecer del 29 de Octubre salimos en marcha para avistar la ciudad de Santiago, que vimos desde una peqsefia altura como a una distancia de tres leguas, con sus torres blancas abrillantadas por el sol poniente ( I ) . Tuvimos una travesia agradable por una alameda de fragantes Arboles, algo parecidos al Cbano de 10s Alpes; a eso de las cinco j7a habiarnos pasado 10s suburbios y nos encontramos en el puente que conduce al pueblo de Santiago. El puente, que es de piedra, s e compone de cinco arcos y es una construcci6n elevada y bonita; fuC mandado construir por O’Higgins, padre del actual general, cuando era capitAn general de Chile. Des( I ) La poblaci6n entre Santa Rosa y Santiago es m u y escasa, en invierno 10s caminos quedan desiertos, pues en esa 6poca la montaiia se cierra para 10s arrieros.


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de la mediania del puente se contempla ana bonita vista del pueblo, de 10s campos que lo rodean y del rio Mapocho. El pais comparado con todo lo que hasta ahora habia visto en AmCrica del Sur, presenta u n aspecto menos primitivo; el cultivo s e extiende bastante por 10s costados de la cordillera m i s baja, y las plantaciones en las pendientes, alternadas con las haciendas y las casas de campo, le dan gn aspecto poblado e industrioso. El Mapocho no es u n estero ancho, salvo en la estaci6n lluviosa y durante el deshielo en que crece considerablemente, tanto que en varias ocasiones ha inundado parte de la ciudad, a pesar de la defensa de un dique de ladrillo llainado Tajamar, extendido a lo largo de todo ese lado del pueblo que bordea el rio. L a ciudad d e Santiago no iguala en tamafio a la de Buenos Aires, per0 es iriucho m i s agradable a la vista. Las calles son de buena anchura, bien pavimentadas con piedras redondas, con una vereda buena a cada lado. Por lo general las casas son s610 de u n piso, a causa de 10s temblores; las murallas son de cuatro pies de aiicho y edificadas de grandes ladrillos, llamados dobits (sic), hechos de barro amasado; per0 estin bien blanqueadas lo que les da un aspecto agradable. Las ventaiias que dan a la calle tienen una reja de fierro ornamentada, bien pintada y aun dorada. Toda casa tiene u n gran port6n que sirve de entrada Czica. Algunos de 10s departamentos a la calle se arrien-


- 27 dan para tiendas, con una pequeiia puerta, y sin comunicaci6n con la residencia de la familia. En general, el pueblo esta regularmente edificado, todas ]as calles se cortan en angulo recto, que es el estilo de casi todas las ciudades espafiolas. Pasamos por la plaza principal, cuyos edificios, salvo el palacio del gobernador, son de muy pobre aspecto; en u n extremo hay tambiCn u n niercado. L a Catedral, que se encuentra en la plaza, aun no estaba terminada cuando la vi, per0 su estilo arquitect6nico era mas serio y puro que todo lo que antes habia visto. Pasando la plaza enfrentamos la casa de un comerciante para quien y o traia cartas. Lo encoiitt 6 coiiiieudo, con todos s u s inquilinos, en casa del doctor Cox. Los ingleses que por entonces habia en Santiago no alcanzaban a doce, y como eran extranjeros (10s m i s habian venido de Ruenos Aires despuds de la batalla de Chacabuco), siempre se asociaban entre ellos; todos estaban interesados en el comercio menos el doctor Cox ( I ) . Esa noche el general San Martin daba una gran fiesta y baile, en honor del comodoro Rowles (comandante de S . M. B. en el Pacifico), cuya fragata, la Am$hz'on, estaba anclada en la bahia de Valparaiso. Todos 10s ingle-

( I ) Este caballero es muy respetado por SLI caricter caritativo y por sus maneras agradables; hacia 2 0 aiios que residia en Santiago como medico prhctico. Antes habia sido cirujano en la marina rusa.


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ses se encontrarian en la fiesta y galantemente invitaron al sefior Robinson ( I ) y a mi; en consecuencia, en la tarde, despues de afeitarnos por primera vez desde que salimos de Mendoza, nos vestinios como correspondia y nos dirigimos al Cabildo, un edificio p6blico grande, donde se celebraba la manifestaci6n. S e habia arreglado el espacioso patio del Cabildo, u n cuadrado grande, se habia cubierto con un tel6n a manera de techo, que estaba adornado con las banderas unidas d e Chile y de Buenos Aires y de otras naciones amigas; todo estaba profusamente iluminado por diversas IAmparas en 10s costados y por ricos candelabros d e crista1 colgados en diferentes partes de la pieza. L a gran sala y 10s dem6s departamentos ofrecian refrescos y cena, otras piezas estaban destinadas para 10s oficiales superiores, tanto civiles como militares. Esa noche fui presentado al general San Martin . por el seiior Ricardo Price, y quedk muy impresionado por la persona de este Anibal de 10s Andes. Es alto y bien formado, todo su conjunto es muy marcial; su aire es muy expresivo; s u cutis es bastante cetrina, su pelo negro y g r a d e s s u s patillas sin bigotes; ojos grandes y negros, con un fuego y una animaci6n que serian notables en cual( I ) El sefior I. L. Robinson es hoy comerciante en Arequipa, Perii, donde cas6 con una peruana.


- 29 quiera eircunstancia. Tiene rnodales de gran caballero. Cuando lo vi departia con gran facilidad y muy afablemente con 10s que le rodeaban; me recibi6 muy cordialmente, pues es muy afecto a la naci6n inglesa. En la fiesta, que fui. miiy brillante, se encontraban las personas mds caracterizadas de Santiago, como tambiCn 10s principales oficiales militares; cientos d e parejas bailaban valse y en todos 10s semblantes se reflejaba la alegria. Cuando contemplaba esta escena, tan diferente a la que se nos habia presentado durante nuestro ultimo, triste y penoso viaje, el ser tan repentinamente trasportado en, medio de la civilizaci6n y de la elegancia, desde las serranias de la Cordillera a la reuni6n de ccbelleza)) y ucortesia, de la capital, me parecia encantador. DespuCs cuando tratC de describirle este sentimiento a un caballero espafiol, me contest6 inmediatamente con una sonrisa profam:--cud. debe haber sentido lo que un alma escapada del Purgatorio hacia el Paraiso,. Varios de mis compatriotas estaban enrolados en el ejkrcito patriota, y entre 10s presentes en la reuni6n, estaba el capitdn O'Brien y 10s tenientes Bowness y Lebas; todos estos se habian encontrado en la batalla de Chacabuco. Algunos oficiales del buque Amphion, de Su Majestad, tambiCn estaban'presentes. Durante la cena que se sirviG esplCndida y s u n -


- 3s tuosamente, se cambiaron varios brindis patri6ticos y encomiAsticos entre 10s oficiales, tanto civiles y militares, y nuestro comandante naval. Despuks comenzo nuevamente el baile, el que, s e g ~ ncreo, se prolong6 hasta el amanecer; per0 como me encontraba cansado, me retirk poco despuCs d e media nochr, a tomar mi primer reposo en la capital d e Chile.

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La ciudad de Santiago.-Plaza Superstici6n.-Cerenionias siones.-Tajamar.-Sumario

principal.-Los habitantes.religiosas. -Frailes.Diverpolitico.

La ciudad de Sant.iago fu6 fundada en 1541 por Pedro de Valdivia. Est2 situada en u n valle extenso y f6rtil y regado por 10s rios Maipo y Mapocho, a 10s 33' de latitud sur y a 10s 55' 0. de longitud con respecto a Greenwich. L a extensi6n que ocupa no guarda relaci6n con la que necesitaria l a escasa poblaci6n: cada rnorada ocupa una gran porci6n de terreno, siendo ella generalmente de un piso con un espacioso patio delante y UII jardin con huerto en el fondo. ((Acequias)) conlo de tres pies de ancho, corren por el medio de las calles, bien dotadas por el rio Mapocho, lo que permite conservar las calles en u n


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estado de limpieza muy superior a las de Buenos Aires. TambiCn a veces las acequias se llevan a traves de 10s jardines, algunos de 10s cuales, pertenecientes a las mejores casas, estdn muy bien cuidados y ornados con fuentes de piedra en el cen tro. Contienen naranjos, granadas, limones, viiias y una gran variedad de:plantas y flores indigenas de la regi6n. En Santiago la vegetaci6n es siempre viva, pues apenas se siente el invierno en este pais delicioso donde rara vez se ve la nieve. Tambikn abundan en Chile muchas plantas arom6ticas y medicinales, y podria decirse sobre el particular que tiene la bendici6n de San Patricio, pues no se encuentra en todo 61 un s610 reptil venenoso. S610 se edifican las ig!esias con piedra y ladrillo; y las casas d e adobes, amasados al sol, tienen techo de tejas rojas. Las murallxs de las casas son muy gruesas, desde dos pies hasta una vara, o yarda espafiola, lo que las hace muy estables y junto con lo seco del clinia les asegura una gran d u r a c i h . La plaza principal tiene por el lado norte la catedral y el palacio arzobispal, por el este el palacio del gobernador y la prisi6n del estado; tanto el costado sur como el poniente se componen de tiendas, con un portal, lo que constituye u n alivio fresco durante el calor del dia. Las tiendas no tienen vidrieras, y generalinente se componen de una sola pieza. Ninguno de 10s tenderos es muy rico y esos comerciantes espatioles que habian llegado a la opu-


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lencia bajo el antiguo regimen, desaparecian rdpidamente en la kpoca a que hago referencia, pues el gobierno patriota les habia puesto' una contribuci6n para mantener la guerra del pais, a ellos que habian obtenido s u riqueza- por el monopolio espaiiol; y , aunque parezca algo duro para 10s individuos, nadie bien inspirado sc atreveri a decir que es mds que una vuelta de mano d e la justicia si se considera que ellos obtuvieron esas riquezas por una imposici6n semejante sobre 10s nativos. Los artesanos en Santiago son principalmente joyeros, talabarteros y herreros, per0 s u trabajo es muy rudo y sin gracia; sus carpinterias s610 trabajan con la hachita, y sus ininensas visagras y candados son de una construcci6n que le pareceria muy rara a uno que nunca hubiera trabajado mds que en 10s alrededores de Sheffield y de Birmingham. El sastre espaiiol, auzque no puede por su estilo mejorar u n mal modelo, tiene la gracia d e echar a perder uno bueno; el 6nico vestido que hace cientificamente es el capote espaiiol, o capa, que es de tan voluminosas dimensiones que frecuentemente se hereda de generaci6n e n generaci6n. En las inmediaciones de Santiago hay varios molinos d e agua para moler trigo y maiz. Los principales edificios son la Moneda, el Cabildo, la Aduana, 10s palacios del Gobernador y del Arzobispo, la Catedral y las iglesias d e Santo 110mingo y d e la Merced. 3


- 34 Se estima en 40,000 el nGmero de habitantes de la ciudad con sus alrededores, per0 no nie parece que llegue a tantos. Son 10s santiaguinos sumamente afables y de hdbitos caballerosos; he observado que son preferentemente atentos con 10s extranjeros,-tanto que no era fuera de us0 que detuvieran a u n extranjero en la calle, en la puerta o ventana d e alguna casa para invitarle y darle hospitalaria acogida. S u manera de vivir dista mucho del lujo; sus platos corrientes son sopas y ollas. El pan es excelente en Santiago, pues el trigo chileno es considerado como uao de 10s mejores. En la maiiana se toma mate y chocolate; como a eso de las dos se almuerza y en seguida se duerme ana siesta hasta las cuatro. E n la tarde toman-mate y despuks se sirve la comida. Apenas si tienen una somera idea de c6mo arreglar una mesa; despuis de las comidas nunca se quedan de sobremesa; 10s hombres son muy medidos y sobrios; su Gnico vicio es un cigarro despuis de las comidas. Hoy por hoy, algunas d.5 las familias mds distinguidas han entrado por las costumbres europeas, principalmente en lo referente a las horas, en esas casas donde ha habido enlaces con extranjeros. Hay en Santiago un convento, edificado por 10s jesuitas, muestra de la gran laboriosidad e inteligencia de esa extraordinaria secta que se'encuen-


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tra en toda la AmCrica espaiiola. El relato de 10s obstaculos sorprendentes que han tenido que vencer para adelantar la educacion y edificaci6n del pais en que han entrado, lo misnio que en la conversi6n d e 10s indios nativos, ocuparia varios voltimenes; y aunque s u principal objetivo es el de aumentar el poderio de s u secta, lo que provoc6 la envidia de la corte espatiola, siempre estaria por verse si fuC procedente para 10s intereses del pais, s u aniquilamiento en el pcriodo que se llev6 a cabo. S u inteligencia y s u industria eran objeto de universal alabanza, y por cierto desde entonces no han sido reemplazados. Todos 10s conventos tienen corredores y claustros al estilo g6tico. Cada monje tiene s u celda separada, amoblada con la mayor sencillez: u n tiesto con agua, una imagen del Salvador, y del santo de sii devocidn, unns pocos libros religiosos, una mesa y 4 una silla. Los corredores tienen pinturas de muchos de 10s mrirtires y santos que han sufrido persecuci6n y muerte por s u fie1 abnegation por la causa cat6licoromana. Sir Thomas Becket -y -varies otros santos ingleses que vivieron durante 10s tiempos de nuestros Eduardos y Enriques, se ven frecuenteinente pintados riidarnente en las murallas, con cortas leyendas sobre sus vidas y de c6mo murieron. San Francisco, en la Catiada de Santiago, es un


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convent0 notable por lo espacioso y por lo bueno; s u s patios tienen grandes palmeras y cedros. Algunas veces se erige u n gran crucifijo de ma-

dera en medio del patio de 10s conventos, junto ai cual 10s padres hacen penitencia y se flajelan; en el pedestal de la cruz puede verse u n buen nfimero de cortas oraciones. Cuando contempli. estos tristes emblemas de la muerte amontonados en orden piramidal y ccsonriendo en hileras horribles,, me acordd de una d e las observaciones de Hamlet sobre el pobre Yorik--cPodemos volver a lo que sirve de base Hasta ahora n o he encontrado entre 10s padres y 10s frailes ninguno intolerante, que ni aun $e toman el menor trabajo para conseguir prosdlitos entre 10s extranjeros. Seguramente, en un period0 anterior, .ellos procuraban enardecer a 10s nativos contra 10s herejes a s u fe; fui informado d e u n modo verosiniil, por u n inglds que habia visitado Chile 20 aiios atrbs, que todas las clases bajas del pueblo estaban empapadas en esa idea, que todo protestante tenia una cola parecida a la atribuida al CmalditoB. Por cierto eso era debido al celo de 10s padres para inculcar esa creencia, como que tendia a conservar s u dominio sobre 10s nativos, que veian peligrar. El mismo caballero me inform6 que la opini6n precitada estaba tan formada entre algunos d e 10s habikantes, que cuando visit6 Santiago por primera vez, una senorita d e edad, mbs curiosa que las de)).


mis, le levant6 las colas de la levita, para comprobar, por una demostraci6n ocular, si acaso ac, tualmente poseia ese ccapCndice satAnicoB. Estos absurdos ya n o existen, porque el poder d e la superstici6n viene muy a menos en todas las clases. Es necesario admitir que hay algo en la pompa y suavidad del culto cat6lico romano, bien calculado para influenciar las mentes de la gente ignorante. Sus festividades solemnes son magnificas procesiones con itxpresionante servicio en la iglesia acompaiiado de musica y canto de esplkndidos coros de religiosos y la devoci6n aparente d e la congregaci6n que se postra. Cuando he visto en el interior d e una iglesia 10s reflejos d e luz de las velas de cera, cuando he contemplado la refulgencia del altar mayor, Ias alhajadas y doradas imdgenes y cuadros, 10s candeleros de plata de la misa, y sobre todo cuando he escuchado las sonoras notas del 6rgano que bajan raudas a la nave ilurninada, unidas a la mlisica del violin, del clarinete, del oboe, entonces he comprendido c6mo esta religi6n mantiene ese poder soberano sobre 10s sentidos, para lo cual parece tan particularmente dirigida. No es mi Animo hacrr cuesti6n sobre alguno de 10s principios diferentes a 10s que recibi; s610 hago constar mispropias inipresiones como u n mer0 espectador de estas cosas. Por cierto que 10s frailes viven muy confortablemente y tienen todo el aspecto de ser la clase mAs ro. busta de 10s habitantes; son muy educados y afables


- 38 y s6lo muy rara vez se encuentra u n o de mala catadura y malhumorado que considera como enemigo a cualquiera que no sea de s u religi6n. A menudo he sido invitado a participar de s u hospitalidad e n la que siempre hacen gala de u n humor excelente. Varios amigos y yo fuimos invitados un.dia por un fraile ~ S C O Cque ~ S ,habia residido muchos aiios en Chile, donde era hermano de la Orden recoletana. S u convento estaba muy bien situado, como a media legua de Santiago, al pie de un cerro que verdeaba, con u n jardin y un viiiedo sumamente grandes. Nos obsequi6 con una cantidad de cosas buenas, en uni6n de varios de s u s hermanos que n o eran de cclas siere vacas flacas de F a r a h , . Como habia vino m i s que suficiente para alegrarnos, u n o de mis amigos me susurr6 al oido esto: cces el padre Paulo realizado en s u s copass. E n Santiago 10s rnis opulentos son 10s hacendados, algunas de cuyas propiedades producen una renta considerable; generalmente estin situadas en 10s valles ubkrrimos de Aconcagua, Maipo, Rancagua, Melipilla y 10s alrededores de Santiago. Antes dije que 10s comerciaiites espaiioles habian sido expulsados, y a por violencia o por miedo a ellos y que poquisimos tenderos tienen fortuna. Las clases bajas en Santiago son muy pobres, per0 entonces sus necesidades son muy pocas y la benignidad del clima y la fertilidad del suelo tienden tambikn a disniinuir m i s sus necesidades absolutas.


- 39 En Santiago, entre 10s nativos no hay coinerciantes por mayor: todos 10s que trabajan en el comercio tienen tienda. Algunos miembros de la Municipalidad y a u n del Cabildo que es la corte principal, son tenderos. Pocos iinportadores vienen a Santiago siendo la unica plaza de la tan estendida costa de Chile, en que ellos pueden procurarse s u s necesidades. Casi exclusivamente en 10s pueblos grandes y aldeas es donde se usan 10s articulos europeos, porque la gente del pueblo tiene sus propias manufacturas como 10s ponchos y sus rudos tejidos de lana y algod6n. Por SLIS costurnbres esta gente no seria considerada como industriosa en Europa: un clima idCntico, poco que hacer, y la natural inclinaci6n humana a la indolencia, conspiran para que Santiago no sea ni con mucho un pueblo de trabajo; ademis, poco p e d e esperarse de un lugar tan distante d e la costa, donde comparativamente nada se irnporta, salvo lo que sirve para el consumo de 10s habitantes cuyo ndmero, en total, no sube de 40 mil. Hasta 10s ingleses languidecen algo y despuCs de un tiempo se ponen menos activos, arriendan sus alniacenes constantemente abiertos y sin compradores (menos cuando llega un cargamento) y por su manera d e vivir, a veces se pasan hasta 2 y 3 meses sin recibir ni uii diario ni una carta de s u suelo natal. Cuando se copsideran todos estos fac-


- 40 tores, no sorprende que la gente naturalmente viva en un estado de laxitud y de indolencia, ahora que el pais no e s t i agitado por guerras civiles. Actualmente 10s hombres visten bien en Santiago, en especial 10s elegantes partidos de la localidad. S61o ahora ultimo han entrado por las modas europeas. Cuando visit6 por primera vez a Santiago una toilette muy comdn entre 10s j6venes distinguidos era una chaquetita adornada con botones de metal broncezdo, y un poncho; per0 ahora visten notablemente mejor. Las nifias son muy bonitas con SLI cutis mucho mejor de todas las que he visto en Sud-America; algunas tienen ojos azules y pelo obscure, tienen muy buen humor y son muy amables. Sus entretenciones no difieren mucho de las de la repdblica de Buenos Aires, per0 apenas si se han acercado tanto a las costumbres europeas. Tocan y bailan a la guitarra, muchas al piano, y son muy vivas en s u trato y conversaci6n. Aunque son de rdpida comprensi6n s u educaci6n es muy reducida; como se comprende gozan con sus escasas lecturas. Muy rara vez he visto en s u s bi. bliotecas mbs que DOEQuijote, 32 BZas, las novelas de Cervantes, Pabloy Vi~ginia y algunos otros libros, entre 10s cuales nunca faltan el misal, la H i s t o ~ de i~ Zos mdrtil.es y algunos libros religiosos. No SC como no se encuentran en un estado mental aun m6s sano que las nitias de esos paises, donde tienen la imagi. naci6n siempre agitada por la ccdltima novela, y que


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por lo tanto, tienen una buena dosis de sentimentalismo del cual careccn las que tienen modos mds avanzados de pensar en Chile. Con todo he conocido varias niiias en Sud-Am& rica, muy adeptas a la literatura inglesa y francesa y que poseian perfectamente ambos idiomas. Los habitantes de Santiago tienen muy pocas diversiones, per0 muy agradables. Los Domingos y dias festivos la gente se reune como a una milla del pueblo, en el extremo del Tajamar, a s u entretenci6n favorita: las carreras de caballos, s e Ilevan a cab0 lo mismo que las de Mendoza. En estos dias de fiesta, las niiias van al Tajamar, muy elegantes, en sus calesas, arrastradas por una mula, con un negro o mulato como’postiIl&, que la cabalga. Los carruajes se arreglan todos e n fila a un lado; 10s caballeros hacen,gala de sus conocirnientos ecuestres, se llevan vallejeando y se detienen junto al coche cuando se encuentran con alguna de sus amistades. Muchos de 10s peatones tambidn se pasean sobre la muralla del Tajamar, que no es ni con mucho el paseo mds agradable de Santiago: un camino ancho y recto como de una milla de largo, que tiene de trecho en trecho escaiios de piedra y que a ambos lados del camino estin sombreados por irboles siempre verdes. A la entrada hay un gran puente. L a cordillera, a la cual es paralelo el camino, le da por las tardes una magnifica variedad de colores,-producidos por 10s refle-


- 42 jos de 10s ultimos rayos del sol poniente sobre 10s nevados picachos de las montafias. Mientras don Bernard0 O’Higgins era gobernador se form6 en I 8 I 7 u n paseo mbs extenso y niejor en la Cafiada; est5 plantado de blamos, en varias hileras, y hoy dia est6 nibs d e moda que el Tajamar. Para que el lector se forme una idea cabal del estad0 politico del pais, a mi Ilegada, es necesario dar una mirada retrospectiva sobre 10s diferentes partidos e intereses que desde antes agitaban ya el horizonte politico. Chile habia gozado de una paz ininterrumpida y de gran tranquilidad desde la conquista espafiola, menos al Sur del Biobio donde habia continuas guerras con 10s indios araucanos. S610 la tirania del gobierno espafiol pudo levantar en armas una naci6n tan pacifica donde 10s habitantes parecen compartir con la naturaleza 10s encantos de s u clima. La opresi6n y violencia de 10s hombres tanto civiles como militares que mandaban d e Espafia para gobernar a 10s nativos, sus crueldades horribles con 10s pobres indios indefensos (nada se hizo por evitar que perecieran en la esclavitud de las minas), el sistema de gobierno espafiol que no permiti6 a la gente la. libre explotaci6n del suelo, prohibihdoles hasta el cultivo d e la vid, del olivo y del tabaco, oblighdolos a recibir sus vinos y aceites de la madre tierra, y lo mismo s u tabaco; 10s derechos enormes a todas las mbufacturas europeas, cuya introducci6n se entreg6 a1 monopolio de 10s comer.


- 43 ciantes de Cridiz, que s610 fletaban anualmente unos cuantos veleros, con articulos que el regalista gobernador de las provincias (interesado en la venta), obligaba a 10s nativos a comprar, a precios exhorbitantes, quisieran que no quisieran;-este y otros innumerables actos de represalia, de parte de Espafia hacia las colonias, repetido afio tras aiio, sin que hiciera nada en beneficio de la gente, concluyeron por hacer darse cuenta a 10s nativos de sus males,d e modo que cuando son6 en las playas del Plata la trompeta de la Librrtad, el estallido tuvo eco favorable en las montaiias chilenas. Los acontecimientos ocurridos en la nueva rep6blica d e Buenos Aires no podian por menos de inspirar a 10s ciudadanos chilenos un deseo ardiente de emanciparse de la esclavitud; o por lo menos, si no podian librarse enteramente del yugo aplastante, hacer u n intento para zafarse de 61. No parece que hubiera sido la primera intenci6n de la gente d e Chile la de separarse enteramente de la madre patria, siendo sus deseos solamente el modificar las leyes en favor de 10s nativos que en verdad gobernarian para el monarca espaiiol. Con este objeto 10s principales habitantes d e Santiago depusieron en Julio de 1 8 1 0al Capit6n General, formando una junta compuesta de 6 individuos 10s m i s caracterizados, junta que arbitr6 varias leyes de grandisima importancia. Proclam6 la libertad de prensa, la abolici6n de todos 10s derechos que cobraba el clero, estatuyendo


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que en adelante solamente el Estado les pagaria si1 salario; comercio libre con toda naci6n amiga de Espafia; la abolici6n de la esclavitud de 10s negros, declarando que a contar desde la fecha de la formaci6n del Congreso (que luego se form6), todo hijo de esclavo seria libr: y aquellos iniportados posteriormente, despues d e alghn tiempo, recibirian tarnbiCn 10s beneficios d e la libertad.. Estas leyes nuevas e n un pais hasta entonces acostumbrado a una pasiva obediencia, parecian prematuras, pues la gente que estaba cegada por la ignorancia no podia repentinaniente estar preparada para u n estado de cosas tan moderno; aunque estos inconvenientes son siempre inevitables en una revolucibn, la experiencia prueba que cuanto antes se informa una gente del domini0 de s u s privilegios, estd dispuesta a alcanzar s u objetivo en menos tiempo. Naturalmente el nuevo estado politico motiv6 varios conflictos civiles, hasta el punto que, en 181I , permiti6 a tres hernianos de una distinguida familia d e la capital, apoderarse del comando rnilitar y disolver el Congreso. La familia d e 10s Carrera era la mds influyente en la ciudad. Los hermanos Jose Miguel, Juan Jose y Luis eran todcrs tres j6venes d e talento y de porvenir, sobretodo el mayor de ellos. Eran sumamente buenosmozos y conocian 10s hltimos adelantos militares del dia; 10s tres eran oficiales en el ejkrcito, muy queridos por 10s soldados, debido :a s u afabilidad y a s u imponderada liberalidad, que desgraciada-


- 45 mente, cuando subieron al poder contribuy6 a precipitarlos en la vanidad y la disipaci6n de donde vi. no el ascendiente y Liltiniamente el triunfo al partido de O’Higgins, dando origen al derrarne de mucha sangre y desgracia en todo el pais. Despuks que 10s Carrera tomaron el niando y disolvieron el Congreso, se constituy6 una nueva Junta a cuya cabeza qued6 JosC Miguel Carrera. Mientras tanto el virrey del Perli, que esperaba ansioso 10s resultados de 10s disturbios que la incapacidad de 10s diferentes leaders d e 10s partidos en Chile habian diseminado entre la gente, despach6 una divisi6n a las 6rdenes del General Pareja, desde Lima, que desenibarco cerca de Talcahuano a principios del afio 1 8 1 3 . A la llegada de esta divisibn, las disenciones que existian entre 10s partidos de don Bernard0 O’Higgins y d e 10s Carrera, que estaban a punto de tomar las armas, se dieron tregua por u n tiempo y aunaron sus fuerzas en contra del enemigo comLin. Los realistas fueron derrotados en dos acciones parciales; per0 10s patriotas n o continuaron sus triunfos y dieron tiempo a 10s realistas para defenderse en 10s pueblos d e Chillin y de Talcahuano. Los realistas tambien ganaron a 10s indios, 10s li. bres y valerosos araucanos, que llegaron a ser sus aliados. Se libraron varias batallas de menor importancia entre patriotas y realistas, en las cuales el General O’Higgins conquist6 bue:ios laureles por s u valor


- 46 y perseverancia, por 10s cuales siernpre se distinguia; per0 el poco celo rnilitar desplegado por 10s Carrera les cost6 el ser suspendidos en s u grado y despojados de s u rango y enviados a Santiago, en cuyo camino fueron hechos prisioneros por 10s realistas. ’Higgins y Mackenna tomaron el mando 6rcito. Otro refuerzo a las 6rdenes del General Gainza lleg6 a Chile y fuC derrotado por O’I-Iiggins y Macke obligado a encerrarse en Talca. Pur ese entonces lleg6 de Lima con poder del virrey para actuar corno mediador el capitin Hilliar, a bordo del Pkoebe de S. M. B. El Director Supremo, Lastra, design6 representantes para negociar la paz, 10s que fueron aconipaiiados a T a k a por el capitin Hilliar a quien le servia de intkrprete el seiior Juan Santiago Barnard. El 5 de Mayo, de 1 8 1 4se firm6 u n tratado, entre el General espaiiol y estos representantes, por el cual tratado, Gainza se comprometia a evacuar el pais, con todas s u s tropas, antes d e dos rneses. El virrey debia reconocer la soberania de Chile, per0 Cste, sin embargo, debia niandar diputados a las Cortes espaiiolas, corporaci6n que convinieron en acatar durante ala prisi6n de Fernando el rnuy amado)), en Francia. S e carnbiaron representantes para el cumplirniento de este tratado. Per0 este tratado no pasaba de ser una mera farsa de 10s espatioles, y corno se veri tnds adelante, al consentir en 61, Gainza no tuvo otro


- 4-7. objetivo que el darse tiempo para recibir u n nuevo refuerzo de Lima para s u real causa. En efecto, el general Osorio desembarc6 en Talcahuano con una divisi6n de ej6rcito fuerte de 5,000 hombres, con la que se hizo dueiio del campo. Por el tratado, 10s Carrera quedaron en libertad y n o tardaron en deponer a Lastra y colocar al frente del Gobierno a Jose Miguel nuevamente, per0 la conducts anterior de estos :res hermanos tenia ya cansada a una fracci6n importante del pueblo, la que solicit6 la cooperaci6n de O’Higgins, que entonces se encontraba en Talca. Asi las cosas, cuando 10s dos partidos se encontraban en el llano d e Maipo, recibieron inesperadamente de Osorio la orden de rendirse a discreci6n. Ua no habia mris esperanza para la causa de la libertad que vencer en el campo de batalla; asi comprendi6 las cosas O’Higgins y generosamente se pus0 a1 servicio de Jose Miguel Carrera con el ob. jet0 de vencer al enemigo aun haciendo causa com6n con su rival. O’Higgins dej6 avanzar al enemigo, al que rode6 en el rio Cachapoal, per0 fuC derrotado por fuerzas superiores y se repleg6 con el resto de su tropa en Rancagua, en cuyas cercanias acampaba Carrera con el grueso del ejercito. Los realistas ernprendieron u n furioso sitio a la ciudad de Rancagua, la que fuC defendida heroicamente. Carrera no le prest6 ayuda alguna a s u nuevo


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aliado, con lo que 10s espafioles se toinaron la plaza despuds de vencer una desesperada resistencia de m i s de 36 horas, en la cual sucumbi6 niis de la mitad de los sitiados. O’Higgins, vidndose perdido. resolvi6 salir de la plaza con la tropa que le quedaba (como ZOO hombres), ponidndose a s u cabeza arras6 a sus asaltantes, abrikndose paso a travds de ellos con s u grupo de valientes. Esta acci6n tan heroica desconcert6 u n momento a 10s realistas que no lo persiguieron. S e consider6 altamente culpable la conducta de Carrera que contemplaba impasible la derrota de su aliado, atribuydndose a que por envidia lo habia racrificado abandonindolo a su suerte. Cuarido O’Higgins di6 la sefial de retirada, Carrera con I ,500 hombres se vi6 obligado a volver a Santiago. Per0 10s santiaguinos que ya estaban hartos con 10s continuos motines, clamaron por Osorio y las tropas patriotas que no desertaron, en n6mero d e 600 hombres cruzaron 10s Andes, junto con muclias familias linajudas, con O’Higgins, Mackenna y 10s tres Carrera. San Martin se uni6 a 10s fujitivos patriotas en Mendoza, donde abraz6 la causa de O’Higgins; 10s tres Carrera siguieron ;I Ruenos Aires. . r Mientras tanto el general Osorio tom6 posesi6n de Santiago, con las protestas m i s solemnes de amnistia general para todos 10s que habian tomado parte en la revoluci6n, pero cuando, atraidos por esta estratagema, regresaron a Santiago 10s cabeci-


- 49 llas y jefes de las principales familias, comenz6 u n cruel sistema de persecuci6n y de terror. Prendi6 a 10s miembros de las m i s respetables y opulentas familias patriotas, lo misrno con las que se sospechaba de tales y las tenia a bordo de u n buque en Valparaiso. Eran encerradas como esclavos de la costa de Africa, faltos de las comodidades indispensables de vida, ni aun se les pertnitia 10s privilegios de la cubierta. S e mand6 el buque a la isla dc Juan Fernbndez; afortunadamente la travesia era corta, de lo contrario hubieran perecido de hambre. Muchas eran ya personas de edad, y entre todas eran cincuenta, m6s o menos, s610 iba una seiiora, doiia Rosario de Rosales, quien solicit6 acompafiar a s u padre, un anciano de 70, lo que por cierto mucho la honra. No se les permitia a estos desterrados n i n g u na correspondencia con sus familias en Chile. Sufrieron las m i s duras privaciones durante s u destierro en la hasta entonces inhabitada isla ( I ) . San Bruno, un infame monstruo de crueldad, era uno de 10s principales secuaces de Osorio en el >aque0 y matanza de 10s infortunados habitantes de Santiago. Asesin6 personalmente a varios patriotas confinados en la carcel, so pretext0 de rebeli6n y de querer escaparse (2). --'swat, . %,

E n esta isla se forj6 la fAbula de Robinson Crusoe. malvado igualaba a Marat en su fria crueldad, y las horrendas acciones que se le atribuyen de mutilaciones de (I)

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Marc6 del Pont sucedi6 a Osorio, caballero espaiiol, que se distinguia por las caracteristicas usuales de 10s gobernadores sudamericanos: falsos, rapaces, crueles. S e rnantuvo a cgrgo de 10s negocios hasta que San Martin invadi6 y tom6 posesi6n de Chile. Despuds d e la batalla de Chacabuco, Marc6 file hecho prisionero y deportado a San Luis de las Pampas, donde estuvo varios afios. Los chilenos ya libres, agradecidos, hicieron Director Supremo a San Martin, per0 declin6 ese honor a favor de don Bernard0 O'Higgins, hijo del pais, y que no excitaba !a envidia como un jefe militar extranjero, GJtado de influencias soberanas. San Martin, conserv6, sin embargo, el niando de 10s ejkrcitos combinados de 10s Andes, y era generalisus vfctimas, s610 eran dignas de 10s demagogos de la revoluci6n francesa. Se le apres6 en Chacabuco y mandado a Santiago, amkrra. do en un burro, mientras el populacho lo envilecia a s u paso con pedradas y barro, de modo que descans6 cuando lo metieron en un calabozo de la carcel. E n pocos dias, fuC condenado a muerte por asesino, fuC arrastrado al cadalso, sobre una palizada, llorando como un nifio, y mostrando esa imbecilidad de tiranos y opresores, cuya crueldad s610 es igualada por su cobardia. Su cara era horripilante, pues el populacho casi le habia vaciado un ojo, y cuando el verdugo le sac6 la venda, Ian26 un chillido agonizante que, sin embargo, excit6 a la multitud. FuC colgado en la mafiana, y s610 a la entrada del s01, bajaron el'cadhver.


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simo de todas las fuerzas en el pais. Los realistas siempre quedaron en posesi6n de la plaza fuerte de Talcahuano, al sur de Chile, que j u n t o coil Valdivia, era el iinico punto que les quedaba despuks de la decisiva batalla de Chacabuco. El general O’Higgins siti6 por tierra a Talcahuano, per0 el dominio del mar les pertenecia a 10s espaiioles que poseian varios buques de guerra. S e mantenia una buena correspondencia entre 10s patriotas de Chile y del Perd, con la que se prepararon las cosas para librar a este ultimo del yugo es p a iio I. Tal era la s i t u a c i h politica en Sud Amkrica cuando lleguk a fines del aiio 1817. Aun quedaba u n poderoso partido espaiiol en Chile, del cual casi toda era gente muy opulenta, per0 las cargas que se les impuso por sus ideas politicas; luego les despoj6 del oro, lo que les impedia ejercer esa influencia que tiene generalmente ese formidable metal. El ejkrcito patriota estaba en gran apogeo despuks de la batalla de Chacabuco, y se crey6 invencible; hablaban alegre y burlescamente d e 10s espaiioles, y 10s oficiales alardeaban d e que antes de fines del aiio pr6ximo, bailarian en el palacio de Pizarro en Lima.


Viaje a Valparafso.-O’Higgins.Casablanca-El OcCano I’acifico.-Descripci6n de Valparaiso.-Baile chileno,Los negocios. -Comercio de Mackay.

Apenas hacia diez dias que me encontraba en Santiago, recibi una carta del capitrin Warner anuncirindome la llegada del CataZinn a Valparaiso con mi carga. AI efecto, dispuse mi viaje a ese puerto, alquild u n guia y,salimos muy de maiiana, con la intenci6n de dormir en Casablanca, distante unas 20 leguas. A la entrada a Santiago por el camino de Valparaiso hay un obelisco, erigido a la memoria de O’Higgins, padre del general de hoy dia ( I ) . ( I ) Se podria decir que Chile nunca tuvo un hombre m i s 6til que Cste; ha dejado monumentos de natural energia y gusto que inmortalizarin SLI nombre mientras exista el pais. Era natural de Irlanda, y lleg6 muy joven a Chile t o m 0 aventurero comerciante. Residi6 en Santiago por muchos


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Por siete leguas el camino es piano, yendo la primera parte por u n llano arenoso. Las haciendas o fundos, estin alinrados con altas murallas de barro protegidas en la parte superior por u n techito de pasto para evitar el que Sean destruidas por las fuertes lluvias del invierno; pues, salvo esa estaci6n, el clima es tan seco, que las m u rallas resisten por muchos atios. Este camino, n o presentaba coni0 el de la cordillera, el menor aspecto de trinsito y seguramente, le daria a1 extratijero alguna idea sobre la poblaci6n de la capital; todos 10s transeuntes que encontramos fueron algunos que

afios, ganQndose por si1 prudencia y laboriosidad una inmensa fortuna y la buena voluntad de todos 10s habitantes. E n una ocasi6n en que muri6 el CapitQn General, O’Higgins fuC elegido Comandante interino, pero fuC un gobierno tan del agrado de la Corte de Espafia, que fut agraciado con el cargo de Virrey del Ferh. E1 proyect6 el tajaniar o dique de piedra que defiende la ciudad de las inundaciones del rio Mapocho, per0 su mayor enipresa fuC la del camino carretero por dos grandes cuestas o montafias, entre Santiago v Valparaiso. El tanibien hizo el camino entre Lima y el Callao y fut en suma un benefactor general del pueblo y del pais. Fud un ejeinplo raro de gobernador sudainericano desinteresado, y su conducta hace un brillante contraste con la de rnuchos otros enviados de la peninsula, que s610 tenian en vista su propio interts mercenario. S u inenloria es muy querida por 10s nativos, y nunca se menciona por ninguno de 10s partidos sin0 con el mayor respeto y gratitud.


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en sus caballos llevaban pasto a la ciudad, y unos cuantos arrieros. Desputs de atravcsar el rio Puraguel, distante 4 leguas de Santiago, llegamos al pie de la Cuesta de Prado, que en Europa se tendria por una montafia muy alta, per0 comparada con 10s Andes aparece diminuta. En la cumbre de esta cuesta contemplt la rnejor vista de la cordillera que hasta entonces habia admirado, pues es mucho niris alta del lado de Chile que del otro. Ya estaba, sin embargo, tan familiarizado con la vista de estas magnificas montafias, que no me impresionaron como le habria pasad0 al extranjero que se acerca a ellas por el lado del mar. Nadie ha pasado la Cuesta de Prado, viniendo de Valparaiso, sin nianifestar su agrado y adrniraci6n por el sin igual panorama. Esta cuesta es u n recuerdo memorable del genio de O’Higgins; es un carnino carretero que del lado de Valparaiso tiene 33 vueltas en zig-zag; permite el paso c6modo de dos carruajes sirnultrincamente. Como no tiene cerca, y aigunas veces las ruedas pasan tan pr6ximas del borde del camino, siendo 10s vehiculos tan desastrozos, que el pasajero, espera por mornentos ver precipitarse por el precipicio el armatoste con animales y todo. La primera posada desde Santiago, es Rustarnante, que estri, seg6n se dice, a unas 11 leguas. E s de notar que en Sud Amtrica estrin m s y lejos de estimar bicn las distancias. Las midcn en las


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Pampas por el galope del caballo y como 10s nativos tienen rudimentarias ideas de geometria, a veces cometen grandes errores. Por ejemplo: a menudo estiman una distancia en 6 leguas, y cuando u n o espera, lo que ellos llaman posta corta, de 5 leguas, probablemente sea de 8 leguas. Los cerros en esta Cpoca del aiio se ven color cafC y sin pasto, 10s pocos arbustos, esparcidos a distancia en s u s laderas, luego 10s quema el sol y solo el aloe y el espino, que abundan en esta parte de las montafias de Chile, crecen a mucha altura, lo que hace muy caracteristica del Nuevo Mundo. So10 en determinados valles hay buena vegetacion, como para compensar la esterilidad de 10s campos vecinos estos valles son suniamente fkrtiles; el suelo es muy rico, arenoso, solo exige muy poco cuidado del agricultor. Chile no est5 suficientemente dotado de agua, per0 la atmosfera es tan deliciosa y favorable a toda clase de cultivo, que si estuviera bien regsdo todo el pais, se convertiria 61 solo en el granero de toda Sud America. De Bustamante a Casablanca hay g leguas, como en la mitad del camino cruza la Cuesta de Zapata, esta cuesta. labrada en zig-zag lo mismo que la de Prado, sin ser tan alta como ella. Desde la cumbre de la Cuesta de Zapata se tiene una buena vista del camino, en linea recta 9 leguas, a cuyo tkrmino se divisa la torre de la iglesia de Casablanca.

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Esta vista produce muy buen efecto en u n pais tan silvestre; mirando camino abajo desde el Windsor Park ai castillo se tiene algo parecido. Por la mafiana rnuy temprano el llano est6 cubierto de rocio, que luego evapora el sol levante, para convertirlo en nubes, que miradas desde arriba parecen u n mar. El camino recto comienza al pie de las niontafias; recorre uno de estos fkrtiles valles, ricos en trigo, verdura y fruta. El vi-llorrio de Casablanca es chico, con escasos habitantes, per0 es de gente educada y agradable. Para no cansar a1 lector con descripciones de cada villorrio que he visto, dare aqui el molde de uho que puede servir perfectamente para todos 10s dem6s que he conocido en Chile. E n el centro la plaza en la que generalmente se encuentra la iglesia principal; las calles se ‘cortan formando 6ngulo recto; las casas aun edificadas con barro, casi siempre blanqueada y techadas con teja o techo d e paja. Las puertas toscas son si pintadas de u n rojo chillbn, o casi siempre enteramente en en bruto; las ventanas sin vidrios, est6n protejidas por barrotes de fierro. El interior, muy sucio, tiene suelo de ladrillo o de barro; un lado de la pieza, alto como I pie desde el suelo, cubierto con una carpeta, se llama el ccestrado,. Las paredes, blanqueadas en u n prittcipio, con algunos cuadritos, pintados en vidrio, de santos o m6rtires les sirven de adorno; sobre una mesa,


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aderezada de altar, hay una irnagen de Nuestro Salvador en la cruz; una o dos mesitas bajas con algunos bancos y pisos viejos completan el mobiliario. Las mujeres se sientanen el estrado, vestidas con una bata suelta de algoddn, sin medias, con bufanda de bayeta o u n chal de lana que les cae desde 10s hombros, nunca se levantan cuando entra u n extranjero, a menos que sea mujer, per0 en u n tono desagradable dicen: cReso a Ud. las manos caballero,, que nos hace el efecto de u n saludo. Sin embargo, es s610 la costumbre del pais, muy luego se disipa la primera impresi6n de frialdad. Los hombres tambi6n son muy educados; visten de diablo fucrte con ponchos, y grandes sombreros de paja; fuman continuamente s u s cccigarros de hojas o de papel)), siempre tienen la atnabilidad de ofrecerle uno; per0 si Ud. no sabe fumarlo, ligerito le guifian el ojo al vecino y lo creen un cham7 b6n (uno que nada sabe). La duefia de casa hace el mate, despuks de chuparse la mitad, y ofrece el resto; debe sorber inmediatamente la bombilla caliente, o tubo (aunque haya pasado en ese rat0 por 10s labios d e todos 10s asistentes), sino quiere ser mal mirado o inFultado. En mi precipitacidn para manifestar mi complacencia por sus costumbres, me quem6 la boca m i s de una vez, con gran diversi6n de 10s circunstantes. Casablanca, en aquel entonces no tenia ninguna fonda y por eso hube de dormir la primera noche en casa del AZcnZde, donde encontr6 a u n corpulent0

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caballero inglds recidn llegado de Valparaiso, con el cual dormi en el mismo cuarto, sobre el piso i n m u n do lleno de pillgas, a cuyas caricias mi compafiero estaba menos acostumbrado que yo. A,media noche I:ic clespert6 con sus lamentos: decia que le estaban devorando las pulgas y en s u angustia, salt6 del lecho, esclarnando con gran energla: W a s it for this I left my father’s house? 0 that he were here to write me down an ass: Y yo, silenciosamente, particip6 de la intenci6n de s u oportuna cita. AI dia siguiente proseguinios nuestro camino hacia el puerto, distante doce leguas de Casablanca; el camino es ligerarnente inontatioso durante cerca de la mitad de s u trayecto, y despuds atraviesa una Ilanura de cuatro leguas, estdril como la geceralidad de la regi6n. Pasada esta Ilanura, llegamos a la Caestu dcZ Paerto desde cuya cima divisamos de repente el panorama grandioso del Oc6ano Pacifico. La eminencia sobre la cual estdbamos tenia algunos centenares de pies sobre el mar, el cual bafiaba all6 abajo la invisible orilla del precipicio. Hay algo de encantador en esta primera visi6n del enoriiie Ockano. Asi lo dicen casi todos 10s viajeros. En mi pareci6 reanimar sensaciones e ideas de tiempos pasatlos. Todas las visiones novelescas de mi primera juventud renacieron de subito, des. plegindose a mi vista en una vasta y a z u l estension, como u n brillante espejo que reluciera bajo el sol. S i n u n a vela, sin la espuma de una ola, sin nada


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que turbara s u cctetnida quietuds, esas aguas permanecian asi de inm6viles, como el dia de su descubrimiento. Pens6 en el Templo del Sol del Cuzco; en Lima, con SLIS puertas de plata. Los Incas, 10s Pizarro y 10s Almagro, acudieron a mi memoria, semi-vivos, al primer golpe de vista sobre u n Ocdano. que fuC el escenario de s u s hazafias. La politica espafiola arroj6 de estos mares toda bandera que n o fuese la propia, y sus olas, no han sido surcadas s i n 0 por algunos filibusteros y por hombres como nuestro salvaje y aventurero Drake, cuyo nombre formidable en otro tiempo se ha empequefiecido hasta ser s610 una palabra para asustar a 10s nifios. Las madres chilenas y peruanas, de la costa, cuando quieren hacer callar a s u s pequefiuelos les dicen: uAgui viene D m k e ) ) ( I ) . La bahia de Valparaiso se domina integra desde la cumbre de la Cuesta ded PueTfto, per0 la ciudad misma n o es visible mientras uno no .se acerca, pues est5 oculta por rocas escarpadas que la espaldean. Est6 edificada sobre una estrecha faja de arena al pie de 10s cerros, de tal modo que en algunos puntos no hay sin0 una calle que orilla la ribera y s610 tiene una fila de casas, las cuales tienen una bella perspectiva sobre la hermosa bahia. Sin embargo, la parte denominada el Alinendyad, es considerable ( I ) Eres como Drake. Sir Francis Drake destruy6 casi todas las ciudades y lugarejos de la costa.


- 61 y alli se han construido numerosas cabafias habitadas por la clase mds baja del pueblo. i Q U C diverso aspecto presentaba Valparaiso en I 8 17, comparado con el que ahora ostenta! Once afios atrds, s610 residian dos ingleses en todo el puerto, rnientras ahora hay cerca de dos mil. En aquellos tiempos el gobernador era Lastra. La ciudad est8 protegida por dos fuertes, per0 ninguno d e ellos de calibre o resistencia considerables, siendo el m8s digno de menci6n el de San Antonio. La bahia es amplia, per0 n o segura; abierta al norte, cuando sopla este viento con fuerza, causa grandes perjuicios y a veces el agua inunda en parte la ciudad. Un gran crucifijo marca el sitio doride naufrag6 una fragata espafiola, cuya tripulaci6n integra pereci6; el suceso tuvo lugar en ]as rocas que avanzan sobre la playa y que separan la ciudad del barrio del Almendral. En el tiempo de que hablo, habia s610 media docena de buques mercantes a1 ancla en la bahia y, de ellos, tres de matricula neoyorquina. El buque Amphion, d e S. M. B., comodoro Bowles, estaba tambiCn alli. Este marino manifestaba s u asombro a1 encontrar el primer puerto de Chile en tan humildes condiciones. L a Aduana nada tenia que hacer, y yo opinC que si esto hubiera sido igual algun tiempo antes, mi cargamento hubiera tenido mejor destino hacia otra regi6n menos despoblada que 6sta. Sin embargo, procedi a desembarcar mi cargamento de cuyo numero de bultos tornaron nota


- 62 10s oficiales de la Aduana, sin abrirlos; per0 envidndblos bajo sello a la Aduana de Santiago. Para esto prepardronse doscientas cincuenta niulas, las cuales con dos fardos cada una sobre 10s lomos, comenzaron a trepar lentamente en fila d e a una por el torcido camino que conduce a la capital. El muelle de Valparaiso, tiene el fuerte a un costado y en el estdn 10s departamentos del gohernador. Alli esta tambien el mercado donde se expende carne de toda especie (salvo de ternera), aves de corral, caza, vegetales y abundante fruta venida del hermoso valle de Quillota, que es considerado como el mds rico de todos en la provincia entera. El precio de la vida era m u y barato, per0 debido a la afluencia de extranjeros, SLI costo ha crecido considerablemente, porque es observado que donde 10s ingleses hacen s u aparicibn, tiene la peculiaridad de alzar el precio de 10s viveres, pues pagan lo que se les pide; esto sin niencionar las liberalidades adicionales que con frecuencia acuerdan. Cuando yo estuve en Valparaiso, eran m u y pocas las familias de gran situacibn, las que tenian casa propia. Una noche, el gobernador Lastra ofreci6 en s u residencia u n baile a1 cual se me invit6, como asimismo a.1 coronel Alvarado. Las damas no eran como las que uno encuentra en la alta sociedad de Santiago; per0 habria sido imposible ofrecer u n baile sin ellas dada la abundancia de invitaciones. Sin embargo, es tal gracia d e esta gente, que se desen-


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vuelve perfectarnente y se asemeja mucho a la de superior rango. Recuerdo que un oficial de la fragata Amphion, alii presente, me cont6 que s u compafiera le habia preguntado despues de bailar si por suerte tenia ya contratada una lavandera, pues en cas0 contrario ella le ofrecia s u s servicios. La poblaci6n de Valparaiso se estirnaba entonces en cerca de seis mil habitantes, per0 actualmente ha crecido hasta bordear el doble de ese ndmero. La brisa del mar es continua durante una parte de la noche, hasta las diez de la mafiana, m6s o m e nos, que es cuando un fuerte viento de tierra sopla desde las colinas, 10 que obliga a 10s barcos a buscar seguridad y refugio mar afuera. La costa al rededor del puerto es alta y en muchos sitios casi perpendicular, con gran oleaje y resaca espumosa al pie. Es frecuente ver juguetear en la bahia algunas ballenas que emblanquecen el agua con sus caracoleos. Y o vi durante un rato uno de esos Leviatanes de las profundidades mostrando medio cuerpo sobre la superficie. E n otros tiernpos, habia como veinticinco vagabundos y aventureros, la mayor parte de ellos ingleses o norteamericanos, que buscaban arriesgadamente su fortuna en una goleta desvencijada donde apenas cabian todos ellos; y en esta fr6gil embarcacibn, recorrian las costas hasta el Perh tras de aventuras. Cada uno era u n valiente y el navio se llamaba Mzmte o Gdoria. El jefe de esta arriesgada


- 64 banda se llamaba Guillermo Mackay, mariner0 escoccs. Con mucho trabajo pudieron juntar el dinero s u ficiente para comprar algunas provisiones para s u empresa y las empaquetaron tan apretadarnente en el barco, que parecian impedir a este avanzar u n paso. Pero u n dia que paseaba yo a caballo por cerro vigia, que domina a Valparaiso a una altura de algunos cien pies, vi que el barco se alejaba lentamente de la bahia. Era una tarde risueiia en que el reflejo de las nubes sobre el Pacifico, daban a1 mar un aspect0 azul livido. No pude menos que acongdjarme a1 contemplar el destino de esa audaz y desesperada cuadrilla cuya vida iba recta a una indudable destrucci6n. Desde ese instante aparecian aquellos hombres como separados del resto del mundo. Nor friend upon the lesserimg etrand Linger’d to wave the unseen hand, Or speak the faremell, heard no more; But1 one, imheeded from the bay The vessel taker his mowrnful way Like some ill-destind bark.

Pero, he aqui lo que ocurri6. Como seis semanas despuks, una hermosz maiiana, mientras soplaba una alegre brisa, entraba a la bahia u n magnifico navio y echaba anclas frente a la fortaleza, bajo las miradas at6nitas de todo el pueblo. Y cui1 no seria


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la sorpresa del oficial que fuC a recibirlo, al ver a Mackay y a sus camaradas como dueiios del buque. Tratibasede ElMercurio, unbarco espaiiol decuatrocientas toneladas, cuyo cargamento se avaluaba en trescientos mil pesos y que, reciCn venido de Cbdiz, constituia la primera captura hecha a Ius espaiioles desde el estallido d e la revolucidn. Mis tarde lo compr6 el Gobierno de Chile para destinarlo a transporte. Los piratas habian recorrido la costa ayudados fielmente por un propicio viento de sur a norte, hasta llegar a las afueras d e Arica donde descubrieron u n gran bajel fondeado en el puerto. Concibiendo al punto su plan, esperaron la noche y, en botes con remos forrados para no hacer ruido, deslizironse silenciosamente por la orilla y , tan de subito abordaron el buque, que el guardia fuC tomado por sorpresa y la tripulacih, despues de una dCbil resistencia en que murieron algunos espaiioles, bajaron voluntariamente al bote o saltaron al agua ganando la orilla a nado. Los asaltantes cortaron entonces 10s cables de amarra y sacaron el barco de la linea de las baterias que, con la alarma dada habian abierto ya un nutrido fuego. Un moinento despues estaba en salvo y navegaba mar afuera, 5


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** * Hahiendo finiquitado mis negocios en Valparaiso, regie& a la capital para vigilar la distribuci6n d e mis mercancias. Los derechos, en ese tiernpo, eran de treinta y cinco por ciento n d v a l o ~ e my, eran regulados por el fiscal y por el administrador, dos empleados jefes de la Aduana. E n otros tiempos estos caballeros prestibanse al soborno mediante una propina, y asi atribuian un avalfio menor a las mercaderias. Per0 despuCs han ocupado estos puestos personas de caricter e integridad, hasta el punto que en una ocasi6n como un conierciante se atreviera a proponer una prima para modificar 10s derechos en s u favor, estuvo en eminente riesgo de perder s u valioso cargamento, pues 10s administradores de la Aduana dieron parte de s u actitud a las autoridades. S610 mediante mucho tacto y despuds de grandes dificultades, el acusado pudo librarse del comiso, n o sin tener que pagar por estas diligencias algunas propinas. Dcspachados de aduana 10s bultos por mi consignatarios, sirvientes cholos transportAronlos al almacCn, que fuC inmediatamente invadido por 10s tenderos de la ciudad. Las ventas comenzaron. Pude notar que muy pocos comerciantes tenian dinero listo para sus transacciones y que muchos d e ellos eran pobres; de modo que s e hacia absolutamente necesario concederles cridito por dos o cua-


- 67 tro meses. Era una Cpoca nueva en el comercio de Santiago; antes, un surtido entero compr5banlo al instante algunos opulentos espafioles, pagando al contado; pero la revoluci6n arroj6 del pais a estos traficantes y , 10s que permanecieron y conservxon capitales, no volvieron a coinerciar, por miedo de que el Gobierno pudiera confiscirselos, seg6n era corriente. Por eso, en adelante, s610 buscaron el medio de ocultar s u numerario y con frecuencia lo enterraban en las huertas o cercas d e las casas. Por estos motivos, mis especies tuvieron que ser divididas en pequeiios lotes, en relaci6n con 10s medios y crtditos de mis client'es, niuchos d e 10s cuales s610 compraron un caj6n deseando no pocas veces tomar aun menor cantidad, lo que no me fuC posible admitir, pues mi negocio era al por mayor. Durante la primera sernana se vendi6 a buen precio casi la mitad d e la existencia; per0 en segulda nada comparable a la lentitud de las ventas en pequefio, que necesitaron un aiio integro para dar salida a todo el stock. Entre tanto, llegaron de Inglaterra varios buques con mercaderias, 10s cuales, hecha la realizacih de las novedades o d e lo m i s escogido, quedaban en la misma situaci6n que las mias. A veces pasaban dias y semanas sin que entrara un comprador al almacCn. Las asperezas de 10s negocins en Sud America son mucho m i s considerables de lo que la gente se imagina en Inglaterra: por ejernplo, si se vence un docurnento y el deudor no tiene como cubrirlo, no vacila en deciros


- 68 que no puede pagar; y, si uno se dirige al Cabildo o Consejo de Comercio para compeler a1 pago, 10s miembros de esta Corporaci6n se niuestran tan indulgentes que conceden al moroso el tiempo que desee. Y est0 se explica, pues muchos de 10s consejeros estin en la misma situaci6n del demandado, por ser tambien comerciantcs y tener deudas provenientes de compras. Ahora, si os resolveis a entablar embargo en la tienda del deudor, cualquiera persona que pueda probar c6mo es verdad que cualquiera de 10s bienes alli existentes le pertenece, puede tomar posesi6n de el (?); de donde resulta que aunque obtengiis justicia, no encontraries c6mo compensar vuestro trabajo, a menos que haya dinero liquido. A pesar de sus riesgos, este metodo de comerciar es necesario; pues si se piensa vender s610 al contado una vida entera no bastaria para dar salida a u n cargamento grande. El relajado sistema legal relativo a1 credit0 y s u complaciencia para con el deudor, coloca al vendedor, cualquiera que sea, a merced de la palabra cliente. Me he extendido acerca de est0 a consecuencia de las frecuentes quejas de Inglaterra por el atraso de remesas desde la America del Sur, lo que se atribuia a influencia d e 10s agentes que las retardaban para aprovecharlas en expeculaciones privadas. No dudo que est0 haya ocurrido, ciertamente, per9 no creo que sea una prictica generalizada; casas de esta clase, y respetabilidad que sietnpre han mos:


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trado el m i s vivo inter& por activar el envio de dinero recogido, han tenido infortunadamente, cuando sus compradores han caido en insolvencia, que sufrir por 10s diversos rumores que son a menudo inescrupulosamente propagados por algunos fabricantes y embarcadores, y que en varias ocasionek han llegado a ser seriamente perjudiciales para su crCdito. Poco despues del regreso de Mackay d e tunada expedicibn, recibi una carta d e mi agente en Valparaiso, en la cual me decia que Mackay estaba dispuesto a comprar la Catalina para armarla en corso, y como n o tenia yo oferta d e carga para retorno, me trasladC al puerto a fin d e tratar el asunto. El buque era admirablemente apt0 para un filibustero, por s u rapidez y por tzner troneras para doce caiiones. Con alguna dificultad arreglanios el precio en 18,000pesos, por la cual suma hice la venta con gran provecho de s u s propietarios, pues se realizaba una ganancia de casi tres veces el precio pagado en Londres por el buque, pocos 'meses antes. Hecho en forma debida el traspaso del bergantin obtuve del Comodoro Bowles la cancelaci6n del registro y se lo di a Mt': Warner para que lo llevara a Londres. El Catalina fu6 rebautizado con el nombre de La F u d m a y, cumplidas las formalidades de la entrega, arri6se la bandera britinica y se enarbo16 en s u lugar el nuevo pabell6n naval d e Chile, con u n saludo del barco pirata. Mackay pag6 el va-


- 70 lor del CataZina varias semanas antes de s t i venci-. miento. Era curioso ver a 10s rnarineros que habian acompaiiado a Mackay, la mayor parte de 10s cuales tenian cinco mil d6lares cada u n o por s u cuota en la presa. Para ellos el dinero no tenia valor, y 10s doblones fueron desparramados en Valparaiso con la m i s abierta prodigalidad. Era frecuente que un marinero comprase a u n huaso venido del interior, s u caballo, frenos y montura, tal como estaban, dando por ello a1 contado el doble d e s u precio. El necio, habiendo cerrado el negocio, hacia que el primitivo dueiio se bajase del animal y , montado 61, echaba a correr por la playa hasta que jinete y caballo daban juntos en tierra; entonces el infeliz dejaba que el caballo se quedase al garete ( I ) y no pocas veces el huaso lo recobraba, volvikndose sobre 61 a su casa con el dinero recibido cotno precio de la bestia, en el bolsillo. Como mi piloto y un carpintero escoc&, tambikn de mi tripulacih, desearon entrar al servicio del patriota corsario, obtuve para el primero el puesto de teniente y para el otro el de ucabo de presasr. Mr. Partridge, o sea el piloto, sali6 a1 crucero y continu6 durante alghn tiempo en el oficio, per0 nunca supe despuks q u i habia sido de 61. L a historia del carpintero escocks, es mAs Clara. Era aparentemente un hombre profundamente religioso; un si(I)

Adrift.


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bado, durante nuestro viaje estuvo sentado varias horas en el bauprCs, leyendo s u biblia, aparte del resto de s u s devotos compaiieros. Seg6n entiendo, tenia parte de la propiedad de un bergantin en Escocia. Mucha sorpresa me caus6 este hombre cuando vino a pedirme que le consiguiera utl puesto a bord o de la Cutalina, en el mornento de ser vendida a i*n (brigante) filibustero. L e dije que si 10s espafioles lo cogian lo ahorcarian en la punta de una verga sin las inmunidades de u n clkrigo, a lo que me respondi6: cciCree Ud. que se puede obtener mucho dinero en estas naves? p al asegurarle que yo creia que si, dijo: es para eso que yo he venido y probar4 mi suerte,. Pobre muchacho!-su estrella no era la mejor. En la primera salida de L n Fortuna, se hizo la captura de un barco a1 norte de Lima y el carpintero fu4 puesto a bordo como cab0 de presas; pero, frente al Callao una balandra de guerra espafiola, recaptur6 el buque y llevci s u tripulaci6n a Lima en calidad de prisionera. El carpintero estuvo dos aiios encerrado on 10s calabozos de la fortaleza de San Felipe.

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IV Expedici6n espaiio1a.-Retirada de OYHiggins.-Reuni6n de las fuerzas patriotas-Sorpresa de Cancha Ray2da.Consternacih de 10s habitantes de Santiago.

En el corto espacio de seis meses, tiempo durante el cual permaneci en el pais, la libertad, que parecia definitivamente establecida en Chile, estuvo a punto de perderse por un simple accidente, y todo el territorio de este delicioso pueblo corri6 el peligro de volver a l yugo del muy amado rey Fernando. Una expedici6n espaiiola de tres mil quinientos hombres, veteranos que se habian distinguido en las guerras de la Peninsula, lleg6 a Lima a fines de Noviembre de 1 8 1 7 ,y habiendo incrementado sus cuadros con tropas peruanas en esa capital, se reembarc6 rumbo a Talcahuano en Diciembre, bajo el mando del general espaiiol Osorio que he mencio-


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nado antes como Gobernador de Santiago. Dicha expedicidn desetnbarc6 en Talcahuano en Enero de 1818, donde aument6 todavia su contingente con la guarnici6n de esa plaza, avanz6 formando una fuerza efectiva de seis mil hombres m i s o menos, sobre la capital de Chile. OHiggins habia hecho poco tiempo antes uti infructuoso intento para rendir a Talcahuano por asalto, y , a consecuencia de gruesas perdidas sufridas en esa ocasidn, recibi6 orden d e retirarse, lo que efectu6 felizmente antes del desembarco del enemigo. San Martin acampaba en L,ns Tablas, o llanuras altas, a cuatro leguas de Valparaiso, con una divisi6n de dos mil hombres; pero, a1 saber la llegada del enemigo, abandon6 s u campo y march6 a juntarse con O'Higgins en el Sur. Estos dos Generales efectuaron la reuni6n d e sus fuerzas a fines de Febrero. Entre tanto, continuaron avanzando con prudencia, cruzaron el rio Maule y ocuparon la ciudad de T a k a , plaza de considerable importancia. El 1 3 de Marzo, San Martin, niovi6 s u s posiciones hacia San Fernando, y avanz6 con todas sus fuerzas, sobre el eneniigo. S u ejkrcito consistia en diez mil hombres de tropas regulares, mAs o menos, siendo la caballeria de casi dos mil plazas. Las fuerzas realistas alcanzaban escasamente a seis mil hombres, y eran deficientes en caballeria; per0 la infanteria europea tenia visible ventaja en disciplina y experiencia, sobre las filas patridticas. El general Osorio habia avanzado considerable-


- 75 mente desde Talca al Norte, pero al conocer 10s verdaderas fuerzas del ejkrcito patriota, acerca d e cuyo estado parecia hasta entonces ignorante, retrocedi6 sin perder tiempo a esa ciudad. El rg de Marzo, llegaron a la vista de Talca y alli se empeii6 una acci6n parcial en que s610 tomaron parte las caballerias, resultando que 10s espaiioles se retiraron a las cercanias d e la poblaci6n. Los realistas preparironse entonces delante d e la ciudad y , a eso d e las ocho d e l a noche, cuando 10s patriotas efectuaban algunos cambios de posici6n, les sorprendieron. favorecidos por la obscuridad nocturna, con una descarga de artilleria y de fusileria. El ataque fuC tan repentino e inesperado, que el pdnico se apoder6 de las filas patriotas y la confusi6n se hizo tal que fuC imposible organizar la resistencia, hasta que cincuenta minutos despuCs el herrnoso ejCrcito se desbandaba hacia direcciones abandonando todo en el campo. Asi quedaban una vez m i s 10s destinos del pais en manos de 10s espaiioles. Y o estaba en Santiago al ocurrir este suceso y recuerdo que fuC en la madrugada del Viernes cuando Monteagudo, procurador general del ejkrcito que estuvo de paso en Santiago camino de Mendoza, comunic6 primer0 la desastrosa noticia, que produjo en todas las clases sociales una consternaci6n indescriptible. Los vecinos acudieron con viva agitaci6n a la gran plaza, frente a1 palacio del gobierno, en busca d e inforrnes, per0 alli no se tenia comunicacih algu-


- 76 na del cuartel general, per0 10s numerosos oficiales fugitivos que llegaron dispersos a la ciudad durante el dia, confirmaron la noticia de la completa derrota y de la ninguna esperanza de resistir, pues el enemigo marchaba ripidainente sobre Santiago. El Sibado en la maiiana las cosas tomaroh u n aspect0 mucho msis sombrio; hasta ese momento no se recibia informe alguno de San Martin, O’Higgins u otro jefe de distincih, presumi6ndose que todos’ habian perecido o caido prisioneros. Las m i s extraiias versiones comenzaron a circular acerca de‘ ellos; alguiios decian que se habian embarcado en las inmediaciones de Valparaiso y que navegabah mar afuera; otros, que habian cruzado la Cordillera; y, por ~ l t i m o ,un test@ ocdar (eyewitness) afirmaba que habia visto a San Martin fusilado sobre el campo de batalla. E n medio de tan dolorosa incertidumbre, todos 10s patriotas de cierta fortuna o importancia politica, comenzaron a prepararse para atravesar 10s Andes Ilevindose *vajillas y valores. Las calles vidronse llenas con mulas d e acarreo y vehiculos de 10s emigrantes que salian de la ciudad con s u s familias. El n ~ m e r ode 10s que huyeron a Mendoza f u t grande y es de notar espe las personas de alta situaci6n oficial fueron las primeras en partir. Las escenas desarrolladas en las calles de la capital fueron verdaderaniente dolorosas: tal vez no se repetird nunca en 10s hogares santiaguinos una emigraci6n de tanta gente en masa hacia un pais ex’


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tranjero; grupos de mujeres, con ligritnas en 10s ojos y con 10s cabellos sueltos, juntas las nianos y demostrando la m i s intensa angustia; la plaza constantemente llena de toda clase de gente Avida por saber de sus parientes y amigos enrolados en el ejtrcito,-el cual no se tenia noticia alguna satisfactoria-todo formaba una escena que s610 el pincel de u n maestro hubiera podido copiar fidedignamente. Y , asi como se creia al enemigo en plena marcha hacia Santiago, creo con certeza que cincuenta dragones habrian bastado en esas circunstancias para capturar la capital. El banda realista de la ciudad no se m i d 6 de ocultar si1 alcgria, y m i s de u n a vez oi en las calks aislados gritos de i Viva el Rey! Por ultimo, desputs de un terrible interval0 de incertidumbre, lleg6 el tan deseado parte de S a n Martin, escrito en San Fernando, y en el cual daba el sorprendente y feliz informe de que el ala derecha del :ejtrcito compuesta de tres mil hombres m i s o menos y mandada por el bravo coronel Las Heras, habia permanecido intacta la noche d e Cancha Rayada; este oficial la hizo salir del campo en buen orden y San Fernando era el punto de reuni6n para 10s dispersos. Don Luis de la Cruz ley6 publicamente estas noticks en la Plaza, mostrando a1 pueblo la cart3 auttntica d e San Martin, para convencerlo de la verdad, lo que reanim6 la esperanza de 10s patriotas e infundi6 en la ciudad una alegria c ~ m u n .El activo y celoso Manuel Rodriguez st re-


- 78 parti6 con Cruz la direccicin del nuevo movimiento y corrio hacia todos lados arengando y levantando el espiritu popular. AI asumir, entre tanto, el poder, Rodriguez procur6 combatir el mal ejemplo dado por algunos ciudadanos que habian abandonado sus puestos en la hora del peligro y preferido una ignominiosa fuga cuando la libertad de la patria estaba en juego; todas las propiedades pitblicas de Santiago y pus0 guardias en 10s boquetes d e 10s Andes para impedir su transporte fuera del pais. No :obstante, en ese tiempo la mayor parte de 10s patriotas habian abandonado la ciudad y estaban en camino d e cruzar la Cordillera. Un caballero habia quemado su calesa al pie de 10s Andes para que no cayese en manos de 10s realistas; tan cierto estaba de que n o habria resistencia posible a la toma de Santiago. Una especie de apatia comenz6 a reinar entre 10s vecinos y por el aspecto relativamente desierto de las calles y el silencio que en ellas reinaba, parecia colegirse que el pueblo esperaba ansiosamente su sentencia. A veces Ia calma del ambiente es el anuncio deatronadora tempestad. L a mayor parte de las casas se cerraron para que la autoridad pudiera mantener el orden con toda energia; a pesar de lo cual algunos almacenes sufrieron el saqueo en pleno dia. Asi marchaban las cosas cuando O’Higgins entr6 a la capital el dia mikrcoles, acompaiiado por varios jefes, como el general Quintana y 10scoroneles Necochea, Zapiola, Me-


- 79 lirin y Martinez. Todos se reunieron en una casa pertenecietite a la viuda del general Mackenna ( I ) dbnde celebraron una triste asamblea. Per0 estos oficiales que ni siquiera se habian cambiado ropa desde la noche del desastre, lo primer0 que hacian era tener un consejo para la salud ptiblica. E n esos momentos y o estaba e n la sala; Manuel Rodriguez con s u habitual animaci6n y con la mbs cierta esperanza d e la victoriosa batalla que podria librarse a las puertas de la capital. O’Higgins que estaba malamente herido en el brazo por una bala de fusil, fuk de nuevo encargado del poder y este acontecimiento se anunci6 con salvas d e artilleria. San Martin lleg6 al dia siguiente por la tarde con el coronel Paroissien y con el capitdn O’Rrien, su principal edecdn, siendo tambien saludado desde la plaza de arnias con 10s caiiones de la guarnici6n. Y o me encontraba en Palacio cuando entr6 el general: venia cubierto de polvo y parecia sufrir gran cansancio. Muchos dias hacia que no se cambiaba ropa ni botas, pero, no obstante s u aniquilamiento fisico, mantenia s u buen humor. El Palacio se vi6 pronto invadido por u n gran nrirnero de ciudadanos que inquirian detalles respecto del general. ((No os desesperkis,, les dijo Cste, ((la Patria existe aun y triunfarb,, palabras que infundieron nueva energia en el espiritu desfalleciente de 10s patriotas. ( I ) Que habia muerto

don Luis Carrera.

poco tiempo antes en un duelo con


- 80 Como las tropas dispersas fueron llegando durante algunos dias, se las reuni6 y reorganiz6 en varios cuarteles, con orden de acampar esos restos del ejCrcito nacional a dos leguas de Santiago. El Doming0 29 de Marzo, el coronel Las Heras que con tanta bravura y sangre fria rechaz6 al enemigo !a noche del 19, march6 al campamento d e Molina con tres mil doscientos hombres. Todos 10s ingleses prominentes comieron ese dia en casa de Mr. John Begg y se les junt6 durante la comida, el capitin Miller ( I ) , que habia llegado con la divisi6n d e Las Heras. Miller era capitdn de artilleria y habia tenido la suerte de salvar la h i c a pieza d e artilleria d e Buenos Aires que 10s patriotas pudieron traer del campo de batalla. El capitdn nos dijo que el ~ l t i m odesastre se debia exclusivamente al pinico que se apoder6 d e la tropa <peron, aiiadi6, <&a se juntard y peleard de ,nuevo para reconquistar su g l o r i a ~ . L a vista de un espeso torbelliso de palvo observado en 10s suburbios, trajo de nuevo la consternaci6n entre la gente, pues se crey6 que.venian m u y cerca las avanzadas enemigas; y no hubo paz hasta probarse que aquello no era sin0 una larga caravana d e mulas montadas por algunos patriotas que se replegaban ante 10s invasores. S e r i oportiino anotar aqui cual fuC la tictica d e d e 10s espafioles la noche del 19, tal como parece (I)

Hoy general.


- 81 natural, y por que no sacaron todo el provecho del kxito en s u sorpresa nocturna. Fueron inducidos a obrar asi, por dos circunstancias: primerametite, esa noche, dos de s u s columnas habian avanzado en divisiones separadas y al comenzar el ataque encontraron resistencia algunos minutos en el octavo regimiento de 10s Negros; como la noche era muy obscura, al retirarse estas tropas, las dos divisiones realistas se unieron para tomar, segun pensaron, al enemigo por el flanco; pero en esa maniobra equivocaron sus propias fuerzas con las del adversario y se hicieron agudo fuego durante un rato. Est0 sembr6 tal confusicin entre 10s espafioles que una parte de s u ejkrcito en plena retirada cruz6 el rio Maule por el sur de Talca. En segundo lugar; las tropas que permanecieron en el campo, dikronse con furia al pillaje, lo que Las Heras aprovech6 para salvar indemne s u divisi6n. Aun con la presencia de San Martin, de O’Higgins y de todos 10s jefes en el sen0 del ejdrcito, tan saludable como la herrnosa disciplina de las tropas de Las Heras, el saber que un ejkrcito de once mil hombres hubiera sido derrotado por fuerzas comparativamente insignificantes, infundia tantas dudas acerca de la posibilidad de batir ai enemigo que muchos patriotas civiles mostraban mayor inquietud que de costumbre por s u seguridad futura. Los comerciantes ingleses en numero de veinte mPs o menos, reunikronse para determinar qud ac6


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titud adoptarian ante ese sorpresivo estado d e cosas. Pocos rneses antes, cuando el patriotism0 general estaba en su esplendor y cada cual rivalizaba con su vecino en mostrar amor a la libertad y odio a las armas del tirdnico invasor, 10s comerciantes britdnicos participaban del entusiasmo p6blico. Y tan era asi, que en una ocasi6n estando el gobierno urgido d e dinero para el ejtrcito, la mayor parte de ellos acudi6 con generosas donaciones a fin de ayudar a1 pago, por lo cual 10s donantes recjbieron cartas oficiales de expresivas gracias por su liberalidad. AI empezar SE marcha desde Talcahuano, todas las tropas regulares estaban acampadas y nosotros 10s comerciantes tuvimos esto presente para formar un cuerpo de caballeria a fin de protegrr nuestros intereses y el orden urbano. Con este prop6sito se celebr6 u n mitin, donde se acordd aprobar esa medida y nombrar coronel d e nuestra tropa a un individuo verdaderamente patriota y anirnoso. S e g h mis recuerdos, la discusi6n vers6 muy en especial sobre cual seria el uniforme mds imponente y adecuado. Alguien propuso que fuera parecido al de 10s H6sares Negros de Brunswick, con una calavera y dos canillas cruzadas en la gorra; per0 esta indicaci6n se rechaz6 por considerdrsela demasiado sombria. AI dltimo, me parece que se decidi6 adoptar una chaqueta roja, pantalones amarillos y cliako con una pluma. Esta asamblea no volvi6 a reunirse mis, pues como la ola creciente d e la guerra envol-


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vi6 toda actividad, algunos descubrieron que sus est6rnagos no estaban preparados para la cciencia militar,, prefiriendo seguir la vida pacifica para la que se sentian Ilamados. La defensa se hizo, sin embargo, imperativa, por las necesidades de la defensa general. Nada teniarnos que esperar de la clemencia de Osorio si llegaba a apoderarse de la capital, pues y a se habia intimado la orden d e fusilar a todos 10s extranjeros sorprendidos directa o indirectamente, vendiendo armas, municiones o buques de guerra; y d e enviar con grillos a1 Callao para encerrar en la prisi6n a todos 10s que practicaran el comercio en general. Con tal programa a la vista, la opini6n comun entre nosotros f u k la d e cruzar la cordilfera camino d e Mendoza, ya que no teniamos representante britrinico que intercediera por nosotros en nombre de nuestro propio gobierno. El comodortr Rowles se habia alejado en Febrero, a pesar d e habkrsele pedido por intermedio d e una comisi6n d e compatriotas, que permaneciera en aguas chilenas hasta que la batalla pr6xima quedara decidida. Per0 41 expu. so que su presencia era reclamada en el Rrasil por negocios d e suma importancia y sostuvo que no habia el menor tenior d e que los patriotas fueran de. rrotados. A la verdad, en este parecer estaba de acuerdo con todos 10s naturales del pais, e n vista del numero del ejercito patriota; y el general entusiasmo de las tropas mandadas por un jefe tal como


- 84 San Martin, era suficiente para considerarnos libres de todo peligro de 10s invasores. El giro de 10s asuntos movi6 a nuestra colonia para velar por s u seguridad personal y se opin6, sin discrepancia, por la cordillera. Per0 como 10s bienes que yo tenia a mi cargo eran cuantiosos, resolvi no abandonarlos mientras pudiera yo prestarles alguna proteccih, en lo cual disenti de la opini6n comun, siguiendo tarnbiCn mi manera de pensar y por iguales motivos, Mr. John J. Barnard y Mr. John Begg. Asi pues, resolvimos quedarnos hasta que el enemigo tomara posesi6n de la ciudad. La partida de nuestros amigos ingleses caus6 sombrios presentimientos a 10s patriotas chilenos. Y o estaba en un balcdn, cuando mis paisanos pasaron en larga fila por la calle con s u s servidumbres y bagajes, todos montados, saliendo de la ciudad para n o volver mientras amenazase la tempestad de la guerra. Nosotros quedamos bastante solos despuCs de la partida denuestros amigos, y como 10s mtos, o populacho, comenzaban a insubordinarse, en vista de que las tropas habian marchado integras a campaiia, creimos conveniente pensar en poner nuestras propiedades a1 abrigo de sus ataques. Asi pues, procedimos a atrincherar puertas y ventanas y a mantener cerradas las puertas de calle, como una precauci6n contra alguna sorpresa de la canalla (I). (I)

CanaiZZa, en el texto.


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Armamos tambidn a nuestros sirvientes y empleatlos, preparindonos para u n sitio. Y o introduje mis caballos y mulas al sal6n principal de la casa, convertido en establo, para ocultarlos a la vista d e 10s centinelas del fuerte del Santa Lucia que permanecen sobre una alta roca y dominan 10s jardines y patios de todas las casas adyacentes. Hice todo est0 porque las cabalgaduras eran tan valiosas y raras, que 10s soldados requerian todas las que caian a su alcance, diciendo a1 tomarlas: p o r e / uso de/ Estado, se%or ( I ) . Era muy curioso escuchar 10s votos y promesas ofrecidas a diferentes santos para que triunfase la causa patriota, merced que de ellos imploraban ansiosamente. La dueiia de la casa en que yo residia, una opulenta y devota seiiora, fu6 a verme una maiiana en s u calesa, y me dijo que en el oratorio d e la casa habia cierto n6mero d e ornamentos e imigenes que deseaba ofrecer a Nuestra Seiiora del Carmen, para contribuir al dxito d e Ia causa patriota. Ademds se llev6 algunos espejos con marco de plata como regalo para las preces de u n convento; me dejd, sin embargo, u n gran cuadro de la Virgen Maria, para que protegiera, s e g h me dijo, tanto a la casa como a mi. Empaquetados ya par 10s sirvientes 10s mirtires y espejos, se despidi6 la seiiora, pues debia ir a ofrecerlos a diversos altares. Como dos dias despuds que salieran d e la ciudad (I)

Espafiol en el texto.


- 86 nuestros amigos itigleses, estuvo a visitarme secretamente un espafiol para decirme: xsi Ud. me da u n recibo por una gruesa suma de dinero en que aparezca que yo le he comprado las mercaderias y cosas de s u propiedad para mostrirselo a Osorio, mis grandes influencias con el general ayudadas del documento, podrin salvarle a Ud. s u s bienes de la confiscacih. Esto beneficiari a Ud. y a mi, pues en algunos dias m i s Ud. 10 perderri todo, ya que la causa patriota est6 desahuciada y varios de sus jefes le han hecho traici6n. Y o le dare a Ud. quince mil pesos en doblones y un caballo de carga para que Ud. se 10s lleve ocultatnente, manera por la cual Ud. tendri una bella ocasi6n para salvar una considerable suma junto con la vida. Sepa Ud. que 10s espaiioles tien-en noticia de que Ud. vendi6 un barco pirata con cafiones y munictones y que ademis Ud. guarda armas en su domicilios. Y o escuchk al espafiol con profunda atenci6.n hasta el fin de s u discurso, y et1 seguida le contest& ((AutCmar, nut zuZZ~ss( I ) , frase que le expliquk significaba mi d e c i s i h de salvarlo todo o perderlo todo, cargando yo con todas las consecuencias ( 2 ) . AI oir mi negativa, el espaiiol abri6 desmesuradamente 10s ojos y me expres6 s u asombro por mi Zocurn ( 3 ) al rechazar tan ventajosa ofcrta; per0 yo Latin en el texto. 0 CCsar o nadie. Las mercaderias existentes valian en casa, entonces, mbs de cien mil pesos. (3) Espafiol en el texto. (I)

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le expresC que era mi desgracia el tener cierto modo de pensar peculiar, que rara vez coincidia con el de mis vecinos, especialmente cuando el desacuerdo se referia a puntos dificiles. El d6mine (don) se envolvi6 entonces en su capa y sali6 solemnemente, encogiCndose d e hombros con desprecio, y maravillado d e mi egregia estupidez. Sin embargo, para no omitir diligencia por la salvaci6n de las mercaderias en cas0 de que 10s espafioles triunfaran, hice una venta ficticia d e aquellos con recibo por una gran suma de dinero, en favor de un viejo realista de probada y ,. ...... honradez, don Antonio Sol y d e las personas de Londres a quienes pertenecian las especies, y asi, cas0 d e ocurrirme algo con la derrota de 10s patriotas, pudiera el seiior Sol proteger las mercaderias con s u propio nombre y aprovechar alguna oportunidad para re. rnitir su valor en dinero, en alg6n barco de guerra britinico, a sus verdaderos propietarios en Inglaterra. Habiendo ejecutado asi todo lo que estaba d e mi parte para la salvaci6n de las mercaderias, comencC a meditar sobre quC haria por mi propio, y pronto resolvi que participaria del destino del ejdrcito nacional y si, por s u derrota, quedaban cccon uti solo golpe cruel), ( I ) desvanecidas mis ilusiones comerciales, viCndome obligado a huir, entraria a1 servicio de la Repliblicn. (I)

At one fez2 swoo$s.


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’ Lo que me habia dicho el espaiiol respecto de las armas guardadas en mi casa, era muy cierto, pues alli tenia cerca de dos mil sables de caballeria en una pieza y, por temor de que sucediera lo que me habia dicho el inteligente espaiiol y para evitar que el populacho se armara, fui a ver al Director O’Higgins, a quien le propuse depositar 10s sables en el arsenal, como una medida de seguridact. L e dije que si la batalla se perdia, no por eso consideraria yo responsable al Estado del depdsito, toda vez que me sentiria satisfecho de conservarlo si la suerte era favorable. Arreglados 10s t6rminos de este nuevo trato, el Director envi6 esa misma tarde a s u ayudante con una guardia de soldados y u n carro de bagajes, para llevarse de casa las espadas. La crisis se acercaba velozmente, pues 10s realistas habian avanzado hasta 10s llanos de Maipo, donde 10s esperaban 10s patriotas. Cuando el enemigo estaba a6n a cierta distancia 10s oficiales habian obtenido permiso para visitar a s u s arnigos de la capital, per0 luego recibieron todos la orden de volver a las filas. Muchos afectuosos y tristes adioses se vieron en Santiago a la partida de estos oficiales hacia el campamento, no faltando entre ellos quienes dejaran sus esposas u otros tiernos lazos

<And flinty is her heart con view To battle march a lover true, Con hear, perchance, his last adieu, Nor own her share of pain..


- sg Pero esta no era dureza de coraz6n; las amables, gentiles y fascinadoras chilenas sentian realmente ese dolor que expresaban sin afectacih ninguna. Aqui aprovechark la ocasi6n para desmentir la impresi6n que algunos viajeros han tratado d e introducir en el rinimo publico, relativa al estado moral de Santiago, y particularmente en cuanto al bello sexo. Es falso que esta ciudad sea u n centro desmoralizado. Ciertos extranjeros han recibido esta falsa idea al visitarla por prirnera vez, porque la han recibido d e sus propios compatriotas recikn llegados que nada podian conocer de las mejores ciases sociales; y pienso que cl mbs incontestable argument0 en favor de la virtud y caricter femeninos de Santiago es que la mayor parte de 10s extranjeros respetables, franceses e ingleses, despuks de residir alli algun tiempo, han escogido a la cotnpaiiera de s u vida en el bello sex0 de la localidad, sin que en n i n g h cas0 se haya oido decir que uno de estos rnaridos se arrepintiera de esta determinaci6n. Recuerdo que en mi primer viaje, algunos ingleses, tan ignorantes como y o era entonces sobre la materia, me contaron algo sobre la inmoralidad general de Santiago; pero J despuks vi que encontraron raz6n para cambiar de idea y confirmarse en ello pronto a1 ligarse en nudo matrimonial con alguna bella hija del pais.


V Estado del ejCrcito patriots-Oficiales nativos y extranjeros. -El general Brayer. -0’Higgins.La noche anterior completa a la bata1la.-La batalla de Maipo.-Derrota , del ejercito espafiol.

Reorganizados 10s regimientos, las fuerzas patriotas consistian a principios d e Abril en cuatro mil setecientas plazas de infanteria y ochocientas de caballeria, todas en muy buenas condiciones, y como hacia poco se les habia dado vestuario nuevo, las tropas tenian u n hermoso y marcial aspecto. La pdrdida total de la artilleria e n Cancha Kayada, fuC repuesta; disponidndose de dos enormes caAones tirados por bueyes, fuera de u n buen parque de artiIleria. Salimos una tarde a ver el carlipamento y a 10s amigos militares que en 61 estaban, como tambiCn a admirar la silenciosa y sombria bravura de 10s solda-


- 92 dos, entre 10s cuales era de notarse particularmente 10s negros ( I ) : a la vista de todo, tuvimos un presen-

timiento favorable para la causa de la libertad. El sever0 silencio de esos hombres indicaba cla ramente que tenian intenci6n de llegar fatalmente a las manos con el enemigo; y a la verdad que habian declarado d e antemano que no darian ni pedirian cuartel. Los jefes a las 6rdenes de San Martin eran 10s generales Balcarce, Alvarado (2) y Quintana; 10s coroneles Las Heras, 10s dos Encaladas (3), Wartinez, Miliin, Necochea (4), Zapiola y Blanco; 10s capitanes Lavalle ( 5 ) , Martinez, etc., fuera de algunos menos importantes qlre, sin embargo, se habian distinguido por s u valor en varias ocasiones; tambitn figuraban algunos meritorios oficiales extranjeros que habian venido de Europa a serrir la causa de la libertad. Entre estos citar6 a Beauchef, D’Alba, Vie1 y Brandsom, franceses, C’Brikn, Lowe y Lebas, ingleses. El general Brayer que habia sido u n distinguido oficial al servicio franc&, recompensado por Napole6n con Legi6n de Honor, tenia hasta entonces el mando de la caballeria patriota; per0 por una disputa surgida entre 61 y el cornandante en Blocks, de uniforme negro.-N. del T. El texto dice: Alverado.-N. del T. (3) I) n Esca1ados.-N. del T. (4) n Nicochea.-N. del T. (5) AI presente general Lavaile que anteriormente depuso y fusil6 al general Dorrego en Buenos Aires. (I)

(2)

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jefe, solicit6 permiso para retirarse de las filas. Como esta petici6n en vispera de la batalla fuese considerada muy inoportuna, San Martin le expres6 en tbrminos poco1 medidos su sorpresa, y desputs de manifestarle que hiciese lo que se le antojase, concluy6 por decirle: ((SeiiiorGeneiral, uted es un c...> (I).

DespuCs encontramos al general Brayer con su edecin, en la Cafiada, viniendo del campamento del ejhrcito que abandonaba para siempre y camino de 10s baiios de Colina, a cinco leguas de Santiago. El 3 de Abril, Mr. Barnard y yo visitamos el cuartel general por ultima vez. El ejbrcito se habia movido desde Molina, c e r a de la hacienda Espejo, a tres leguas de Santiago m i s o menos, y alli esperaba a1 enemigo. Esa tarde 10s realistas cruzaron el rio Maipo avanzando por la Ilanura. Nosotros vimos a distancia sus armas brillantes, resplandecer a 10s rayos del sol poniente. Entonces enviironse pequeiios destacamentos de caballeria patriota para reconocer al enemigo. Durante el avance de 10s espafioles que fub conducido con mucha lentitud, menudeaban a su retaguardia y a sus flancos las operaciones d e guerrilla, y una parte de las tropas empleadas en esto practicaban escaramuzas en el llano a cierta distancia. ( I ) La palabra e s t i en el tetto, escrita conforme a la pronundaci6n inglesa.


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Era casi de noche cuando Barnard y yo regresa[nos a Santiago, y antes de andar media legua encontramos en el camino principal algunos escaramuzadorcs patriotas con un hombre herido; y por ellos supimos que una partida de enemigos andaba por alii; en vista de lo cual, mi amigo y yo hicimos un rodeo de casi una legua y entrando a la ciudad por el caniino de Valpataiso. El dia 4, continuaron las escaramuzas, sin que ocurriera nada especial; per0 en la noche 10s realistas tomaron sus posiciones frente a Espejo de Molina. Esa noche tuve una oportunidad de atestiguar la sangre fria ( I ) de O’Higgins, eran como las nueve-la noche estaba obscura como Erebo, y la ciudad de Santiago sumergida en la mayor alarma ante la noticia de la proximidad del enemigo, hab i h s e puesto centinelas en todas las esquinas, las patrullas habian sido dobladas y profundas trincheras habian sido abiertas te las bocas de mile que dan a la Cafiada en !a direcci6n de Valparaiso. Los patriotas ternian que 10s espaiioles iniciasen u n ataque nocturno y sorpresivo a la ciudad. En tal estado de expectacibn, lleg6 a1 campamento el mayor d’Albe ( 2 ) , con la nueva de que una dirisi6n del enemigo se acercaba a la ciudad por el camino de Sanzfraid, en el texto. Este era hijo del Bar6n d’Albe, el gmrdador delpartefeuilk de Napole6n. E r a ayudante de campo del mariscal Soult en la guerra peninsular. (I)

(2)


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Valparaiso y que llegaria con toda probabilidad hasta ella en hora y triedia m i s . En Santiago no habia tropas de linea, sino algunos cuerpos de milicianos. Cuando lleg6 tal noticia a palacio yo estaba alli, y el Director, al verse urgido para que buscase s u salvaci6n en el ejercito patriuta contest& K N ~ , morirk aqui y si llegan 10s enemigos, me encontrar i n en mi puesto,. Por mi parte, conocedor de la milicia urbana compuesta en su mayor parte por comerciantes, tan valerosos que para ellos oir el redoble de un tambor era como ver al diablo (I), resolvi no esperar s u choque con las tropas regulares y, a1 volver a casa. orden6 que mi caballo estuviese listo, pues a la entrada ( 2 ) de 10s espaiioles, me marcharia a1 campamento. Ensillada la cabalgadura y provisto de pistolas, me echk vestido sobre la cama e n espera de 10s acontecimientos. El tietnpo pasaba fatigosamente y lleno de ansiedad, pues yo esperaba, a cada instante, que mis oidos recibiesen el saludo de 10s primeros fuegos del invasor. Q2cidn vive, era la voz que repercutia en todas las calles por boca de 10s centinelas, dirigikndose a las patrullas y transeuntes. La Patria, Gente de pas, eran las continuas respuestas, no siendo fricil para las personas que jamis se han hallado en tales circunstancias, concebir cua(I) (2)

Tht they would as lief hear the devil as a drum. Entre'(sic) en el texto.


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les eran mis sensaciones en esos momentos. Mis amigos ingleses, lo mismo que yo, dormian en s u s respectivas casas para protegerlas de 10s ladrones callejeros; y, en cuanto a mi, es ficil suponer que estaba suficientemente atento. Dos horas iban transcurridas en este desagradable estado de incertidumbre, y aun estaba tirado sobre mi lecho, despierto. Cansado, exhausto de cuerpo y de espiritu desde varios dias atris, tanto que a pesar de mi esfuerzo para guardar abiertos 10s ojos cai al fin en u n profundo sueiio, del cual no volvi hasta la salida del sol hora en que a1 mirar hacia afuera, vi a mi cabalio esperando tranquilamente cerca de la puerta, mientras la ciudad mostraba una perfecta quietud. Era esta la manana del doming0 5 de Abril, la m i s deliciosa 6poca del aAo en Chile; ni una nube obscurecia el azul brillante y eterno del cielo; 10s pijaros trinaban y la fragancia de 10s naranjos esparcia un exquisito perfume en la brisa; sentiase en el ambiente la balsimica dulzura peculiar a este clima; las campanas tocaban a misa y una religiosa sensaci6n dominaba 10s sentidos, junto con la santidad del dia; parecia u n sacrilegio que tan amable reposo fuese turbado por el ruido turbulent0 de la batalla. Sin embargo, como supe habfan ocurrido las cosas; por Io cual, habiendo colocado un nuevo fierro y un doble paiio a mi capa y puesto todo en mi montura, me arm6 con un par de pistolas y un sa-


ble, mont6 a caballo con s610 tres doblones ( I ) en el bolsillo y acudi a juntarme con Barnard y Begg, mis compatriotas. Pronto vieronse tambiin equipados y armados lo mismo que yo, hecho lo cual salimos de la ciudad con rumbo a1 campamento patriota (2). Con la verdad, senti algo como una satisfacci6n al dejar la capital esa mafiana, pues en pocas horas habria llegado a s u colmo el trernendo estado de esperanza y terror que alternativamente dorninaba a todos desde el fracas0 de Cancha Rayada. E n efecto, algunos habitantes de Santiago habian perdido algo el juicio. Alejados como una legua de la ciudad por el llano, oimos a intervalos 10s primeros ecos del cafioneo; al llegar a las lineas patriotas encontramos que ambos ejercitos luchaban ardoro. samente y el fuego proseguia con su interminable rug i d 0. El movimiento se habia efectuado aquella maiiana en la siguiente forma: ( I ) Mi consignatario habia ganado Mendoza cuando 10s ingleses salieron de Santiago, llevando consigo el contenido de la caja de fondos; despues de su partida yo no habia vendido nada. (2) E l informe de d’Albe la noche anterior, era en lo posible correcto. DespuCs se sup0 que una divisih espafiola habia errado su camino en la noche, tomando la direcci6n de Santiago, per0 a1 reconocer su error habiase detenido a las nueve, m i s o menos, reuniCndose con el grueso del ejCrcito a1 amanecer.

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AI rayar el alba del dia decisivo, ccgrande con el destinoz, de la libertad y de Chile, sorprendidse al enemigo en marcha desde Espejo, con maniobra de flanqueo para ocupar el camino de Santiago. Parecia que las intenciones de Osorio eran de colocarse entre la ciudad y el ejkrcito patriota, con lo cual consideraba mejorar apreciablemente s u posici6n. San Martin pus0 al instante en acci6n sus tropas, y avanz6 hacia el enemigo, en columnas cerradas, cayendo sobre 61 a marcha ripicla cuando era a6n tiempo de impedir el kxito de la maniobra destinada n ocupar el camino real. Entonces Osorio se detuvo y tom6 posiciones en la cadena de cerros frente a la hacienda de lo Espejo en la forma siguiente: S u derecha ocupaba el regimiento de Burgos y la izquierda 10s Infantes de Don Carlos; el centro se componia de tropas levantadas en el Peru y Concepcion; todo en columnas cerradas protegidas e n sus flancos por un regimiento de Coraceros a la izquierda y cuatro escuadrones de dragones a la derecha. El terreno que ocupaban era la cima de u n cerro e n u n a milla de extensi6n mAs G menos; y en cuya extrema izquierda habia una pequeiia trinchera aparte, en la cual colocaron cuztro piezas de artilleria y unos doscientos hombres, numero que despuks se aument6 a seiscientos. El ejkrcito nacional estaba dispuesto en esta otra forma: El ala izquierda bajo el mando del general Alva-


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rado; al centro, por el general Balcarce; la derecha por el coronel Las Heras y las reservas por el general Quintana. La acci6n comenz6 como a las 1 1 de la maiiana y file iniciada por la artilleria patriota del ala derecha, que tenia como blanco a intervalos la izquierda avanzante d e 10s realistas. Antes del medio dia la batalla se hizo general. AI descender de la colina, 10s Infantes de Don Carlos fueron tornados por el certero fuego de la artilleria del coronel Blanco, cuyos efectos hacianse visibles, pues cada descarga llevaba la destrucci6n y el debilitamiento a las columnas realistas. La lucha se hizo tan severa q u e s u suerte permanecia largo tiempo dudosa. El corone1 Manuel Escalada con u n escuadr6n de granaderos a caballo carg6 sobre la eminencia en que estaban emplazadas las cuatro piezas de artilleria, y tom6 posesi6n de ella, tornando estos caiiones contra s u s priniitivos dueiios. Yor la derecha 10s realistas llevaban ventaja; el pesado y bien dirigido fuego del regimiento de Burgos contra el ala izquierda patriota compuesta en s u mayor parte de negros, sembraba en ella prirnero la confusi6n y luego la dispersi6n completa con pCrdida de cuatrocientos hombres, muertos en el campo. En tan critic0 momento lleg6 alli la reserva a las 6rdenes d e Quintana. Los de Burgos habian avanzado tan precipitadamente, que sufrieron tambien de algun desorden parcial; fud al retirarse u n poco para rehacerse, cuando la reserva patriota avanz6 hacia ellos, bajo


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IO0

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un nutrido fuego d e admirable precisi6n y eficacia y tan regular que parecia de ejercicios. Sin duda, fuC este el momento m i s critic0 del combate y tan seria asi, que Quintana al recibir el refuerzo de u n escuadr6n d e granaderos a caballo, di6 la orden de cargar. El choque fuC tremendo, el fueg6 ces6 casi instantineamente y las bayonetas de ambos bandos se cruzaron. Los respectivos gritos de Viva e l Rey; Viva la Patria, mostraban que cada pulgada de terreno era disputada con frenesi; per0 el hum0 y el polvo nos impedian distinguir quienes llevaban la victoria. Por ultimo el slogan ( I ) real se apag6 y 10s patriotas avanzaron ruidosamente al grito d e Viva la Libertad, y proclamando la victoria. Cuando 10s de Burgos vieron rotas sus lineas, abandonaron toda idea d e resistencia huyendo en todas direcciones y principalmente hacia Espejo de Molina, perseguidos por la caballeria y despedazados sin piedad. Este caricter cruel d e la lucha fuC, sin embargo, propio de 10s dos ejkrcitos. L a carniceria fuC tan grande en esta ultima faz de la batalla, que yo oi decir a alguuos oficiales con servicios en Europa, que nunca habian visto ellos nada tan sangriento como eso. Casi a1 mismo tiempo que las cargas se sucedian contra el ala derecha del enemigo, el coronel Las (I)

SZogan, grito de guerra en Escocia.-N.

ded

I:


Heras destruia s u izquierda que se retira,a a Espejo. E n el centro la acci6n se llevaba con gran empuje, hasta que a1 ver sus dos extrenios rotos, 10s espaiioles retrocedieron precipitadamente en plena derrota, hacia Espejo. Esta granja tiene tres patios (court yards) y est6 rodezda por una gruesa muralla de adobe, capaz de proteger a doscientos hombres, lo que hace sorprendente el que 10s realistas no hayan tomado alli buenas posiciones, siendo muy practicable una defensiva que les liabria ahorrado muchns bajas y tal vez les hubiera proporcionado una honrosa capitulaci6n; per0 como no conservaban orden alguno, s610 pensaron en salvarse de cualquier modo. Los patriotas mandados por Las Heras avanzaron a lo largo del calZq’bn, hacia las casas de la granja. Apenas llegaron alli, 10s realistas mostraron por la ventana que daba encima de la puerta principal, una bandera blanca en seiial de capitulaci6o. Acord6seles ksta, per0 en ese mismo instante un caii6n cargado de balincs y disparado desde el interior del patio hizo volar las puertas. Entonces 10s patriotas no dieron m6s tiempo cuartel e inmediatamente cargaron hacia dentro del patio, dofide fueron recibidos por u n nutrido fuego de fusileria desde las ventanas, puertas e intersticios de la casa. No dur6 mucho sin embargo esta resistencia, pues 10s patriotas penetraron en gran ndmero y desalojaron rdpidamente al enemigo, que no hizo m i s resistencia y abandon6 como pudo la hacienda en rdpida retirada al grito


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I02

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de ccs6lvese quien puedas ( I ) , lo que no impidid que fuese perseguido y destrozado sin piedad. M u chos huyeron al traves de la vifia que habia detr6s de las casas, pero el m6s bajo c6mputo indica que cayeron quinientos hombres e n la granja y en la viiia. L a hermosa propiedad de lo Espejo presentaba u n aspecto terrible despues de la accibn, con s u s puertas y ventanas perforadas por las balas, SLIS corredores, rnuros y pisos sembrados d? sangre coagulPda y restos de masas encefdicas, y 10s alrededores cubiertos de cadhveres. La casa estaba repleta con el bagaje de 10s espaiioles y en ella la devastaci6n era horrible. No pocos soldados procuraron robar durante el combate y lo que es m6s lamentable, algunos oficiales se dedicaron inis a proveer SLIS bolsillos que a 10s acontecimientos del dia; no es, sin embargo, precis0 hacer menci6n de varios casos de esta rapacidad, pues la conducta general de tropa y oficiales fu6 admirable en s u desesperada y entusiasta lucha, con el coraz6n por la causa de la libertad y con las manos por la ... de la mismas (fkrth hearts foy F~eedom‘scause and with hands f o r F~eedom’sb h d ) . Parte del Regimiento de Burgo: se retir6 sobre una eminencia, donde no pudo actuar la caballeria patriota; per0 alli se rindi6 y cay6 prisionera. En ese momento de la batalla, al ser dcrrotados 10s de (I)

(CSauve qui peutn en el texto.


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Burgos, Mr. Barnard y yo (que habiamos permanecido junto al Estado Mayor del general San Martin), cabalgibamos al lado de este general, cuando el capitsn O’Brien volvi6 d e la carga anunciando la victoria. Entonces San Martin nos pidi6 que fuCsemos en busca del coronel Paroissien, cirujano mayor del EjCrcito, porque necesitaba verlo intnediatamente; al instante tomamos cierta direcci6n al travCs del campo y llegamos a un molino, una media milla a retaguardia, donde encontramos a1 coronel entregado a s u debcr. Este niolino habia sido convertido en hospital durante la batalla y s u patio delantero estaba lleno de heridos, negros en su mayor parte, que venian traidos del campo. El cirujano jefe en ese momento amputaba una pierna a u n oficial, que habia sido tocado por una bala de fusil, y tenia las manos cubiertas de scngre. AI entregarle la orden del general, el coronel (terminada ya la operaci6n) escribi6 u n despacho para O’Higgins que estaba en Santiago, y me pidi6 que se lo Ilevara, diciCndole a1 mismo tiempo que era precis0 enviar luego carros y carretas para transportar 10s heridos a 10s hospitales de la ciudad. El trozo de papel en que iba escrito este despacho, fuC recogido del suelo y estaba salpicado con sangre. DejC el molino, me encamink a la ciudad y en pocos minutos lleguC a la Caiiada que es un gran suburbio sobre el camino de Valparaiso. La ciudad estaba casi desierta, pues 10s habitantes


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de ambos sexos y de cierto rango, permanecian en este suburbio esperando en el mds triste estado de ansiedad, saber CHOW the sounding battle goe, If por for them or for thein foes; I1 they must mourn, or may rejoice..

AI entrar a la Caiiada, anunci4 la victoria con un sonoro grito de ciViva la Patria!)) desplegando al aire el ensangrentado billete que llevaba para el Director. Apenas habia terminado inis palabras, cuando a una aclamaci6n de la multitud esta me cerr6 el paso y la avalancha de gente s e ech6 sobre mi para cerciorarse de la noticia, mientras yo me sentia casi sofocado con el calor y el polvo. Un anciano de a caballo, en u n rapto de patriotismo, cruzo sus armas al rededor mio y estuvo a punto de ahogarme en 61 con s u entusiasta abrazo del cual pude librarme merced a una maniobra que el no debe haber mcontrado nada de simpdtica ( I ) . AI desembarazarme de este grupo, corri a lo largo de la Caiiada, las campanas sonaban en alegre repique y por todas partes atronaban el aire gritos de j Viva la Patiia! j Viva Sun Martin! j Viua la Libeutad! Mientras mds me acercaba a la ciudad, la multitud haciase mds densa, atraves4 de u n galope (I)

Se entiende que tal vez lo rechaz6 violentamente, pues de2 T.

el autor pone fedt, subrayado.-N.

'


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por una calle extraviada -del confin urbano, y despues de saltar una ancha y reciCn abierta trinchera, seguido por varios jinetes galopt5 hacia el palacio haciendo u n rodeo. Las puertas estaban obstruidas por la c a n a h ( I ) en medio d e la cual descubri a mi sirviente, a1 q u e entregui: mi caballo para abrirme en seguida dificultosamente paso a1 travt5s de la multitud, consiguiendo al fin entrar a la sala de a u diencias. Alli fui sorprendido con la noticia de que el Director se habia encaminado al campo de batalla. Como desde la noche del 19 estaba seriamente herido, 10s mCdicos habian opitiado que las fatigas del servicio activo le serian fatales, por lo cual ese dia permaneci6 mAs o inenos tranquil0 en la ciudad, con algunos niilicianos durante las primeras horas de la inaiiana; per0 no bien lleg6 hasta sus oidos el estruendo de la artilleria, s u valor se sobrepuso a todo considerando y, pouit5ndose a1 frente de la milicia salic5 de la ciudad para toniar parte en el combate. El coronel Fontecilla (2) que habia quedado en s u lugar recibi6 por lo tanto el despacho y la misi6n que yo traia. AI abandonar el palacio, acudi a casa del doctor Gana, cuya familia se habia distinguido siempre por s u patriotism0 y por lo cual sin duda habria sido tratada duramente por el tirano Osorio. L a madre y wmt~d+’’:*’~P,p,

(I)

(2)

CanaiZe en el texto. FueirkciZZa, en el texto.

:.

p.JACIONA$

-- 23 WILENA


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tres de s u s bellas hijas, estaban en terrible alarma, pues cuatro de 10s hijos figurabar: ese dia entre 10s combatientcs. Corno yo les asegurara, que La Pat?& acababa de obtener una victoria completa, las seiioras vertieron ldgrimas de pura alegria, sin conocer a6n la suerte de sus hijos y hermanos ( I ) . Recibi de ellas ccabrazos)) llenos de simpatia y muy diversos de las rudas manifestaciones que se me habian hecho en la Caiiada. E n seguida corri a mi casa para imponerme del estado de cosas en ese barrio. Mi empleado que era un espaiiol, comia en esos momentos acompaiiado de varios amigos: habian oido algunos informes respecto de la batalla y parecian bastante satisfechos ante el acontecimiento. Comenck por halagarles esta idea, diciindoles que sus compatriotas tenian el triunfo, lo que provoc6 en ellos gran alegria; per0 cuando les confesk la verdad la escena pas6 como de tin sol brillante a una obscura Iluvia. Despuis de una rdpida colacidn, volvi a montar en un caballo de refresco para volver al teatro de la batalla. Todas las campanas de la ciudad repicaban u n 3LbiZate y 10s clkrigos hacian disparar cohetes desde las torres. Esta es una prictica sudamericana para 10s dias de fiesta no siendo el de 10s gastos d e p6lvora el mds pequeiio item de 10s presupuestos parroquiales. ( I ) Don Juan' Gana, teniente, y el inenor de 10s hijos habfa muerto.


- 107 Encontrk a mucha gente que se dirigia al campo, algunos para ver a 10s am,igos y parientes, otros por curiosidad y otros que tal vez no habrian deseado hacer publicas.sus verdaderas opiniones. Tambikn iban numerosos frxiles. Uno de ellos, de la Orden de Santo Domingo, grueso, vestido con 10s ornamentos, rosario en mano, sombrero festoneado, y con la sotana arremangada hasta las caderas, corria al galope. AI preguntarle que podia inducir a u n hombre de su pacifica profesidn para visitar una escena de carniceria, me contest6 que 61 era u n buen patriota y ademds zln buen cristiano, por lo cual se proponia felicitar a 10s generales y auxiliar a 10s heridos graves. Lo dejC sobre el terreno practicando esta 61tima piadosa intenci6n. Apenas habian transcurrido dos boras despues de la batalla, 10s huasos de la regi6n (que durante todo el tiempo estuvieron observando la lucha fuera de la linea de fuego), se dedicaron a despojar a 10s muertos y moribundos, dejando desnudos a rnuchos de aquellos, retirdndose en seguida con el b o t h . Y o vi a un hombre que huia con una presa considerable, consistente entre otras cosas, en una docena de fusiles, atravesados sobre el arzon de la silla: y tengo motivos para saber que niuchos de estos infelices heridos, especialmente espatioles, no exhalaron ni u n dkhil gemido durante este profanador pillaje; no pocos que sobrevivian, fueron dejados como muertos. Me detuve para observar uti cadiver que me pa


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reci6 ser el de mi amigo el capitin Sowersby; pero luego se comprob6 ser de un espafiol, oficial del Regimiento de Burgos que tenia la frente traspasada por una bala de fusil, y junto a 61 vi u n pequeiro folleto que recogi, el cual junto con una gran escarapela roja espaiiola que hall4 en el suelo, fueron para mi 10s unicos trofeos de aquel memorable sitio. E n seguida camint hacia el callej6n de Espejo donde, al pie de la colina, estaban reunidos San Martin y sus jefes subalternos. E n ese instante lleg6 O’Higgins, cuyo encuentro con8SanMartin fuC muy interesante. Ambos generales a caballo, se abrazaron y se felicitaron mutuamente por el Cxito de la jornada. Las tropas ocupabanse en conducir a 10s oficiales y soldados realistas que habian caido prisioneros, entre 10s cuales figuraban 10s generales Ordhiiez, Primo Rivero, Morgado, etc. Nada puede dar idea de la furia salvaje de 10s soldados negros en el ejCrcito patriota que habian concentrado s u acci6n contra el mejor reginiiento del ejercito enemigo, en cuyo choque perdieron la mayor parte de sus hombres. Estos se habian complacido antes en la idea de fiisilar a s u prisioneros. Vi a u n viejo negro rabioso porque 10s propios patriotas protegian de su furia a 10s oficiales enemigos. Formdronse dos lineas de jinetes y entre ellas se sacaron del campo a 10s prisioneros. Mis amigos Begg y Barnard junto conmigo, fuimos obligados a


- 109 servir en esa diligencia, corn0 precauci6n para que 10s soldados no intentaran sacrificar a 10s cautivos. Mientras avanzAbamos asi lentamente, u n oficial es. pafiol que iba de a pie a mi lado, iba con tal fatiga que s610 podia andar dificultosamente, por lo cual me . rog6 que lo tornara a la grupa, cosa que estaba a punto de hacer cuando el coronel Paroissien me previno que con ello expondria la vida del oficial y mia, porque, de seguro, 10s negros harian blanco de nosotros. Marchamos, pues, sin innovar hasta cerca del rnolino, donde un centinela se hizo cargo del prisionero, regresando yo a Santiago mucho despu6s d e la puesta del sol. Fuera de 10s oficiales nativos que ya he rnencio. nado antes en mi relato de la batalla, distinguikronse altamente en ella vnrios extranjeros, entre 10s cuales nornbrar6 a O’Brien, Sowersby, Viel, Beauchef, D’Albe, Lowe y Lebas. El Coronel Manuel Escalada fuk despachado a Buenos Aires en la tarde de la batalla con la noticia de la victoria, coiiii si6n a1 traves de las Pampas y de la Cordillera, en cuyo desempefio s610 emple6 el corto plazo de diez dias. Nosotros enviamos tambiCn u n correo a nuestros amigos ingleses que estaban vivaqueando cerca d e la curnbre de 10s Andes desde hacia casi una semana. El general Osorio, comandante en jefe del ejerci. to realistq huy6 del campo como a la una de la tarde, acompaiiado de cien guardias m5s o menos; tom6 el camino de Valparaiso y pas6 por la cuesta


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de lo Prado como a las tres. El activo capitdn O’Brien escogi6 ,entonces treinta granaderos a caba110 y corri6 a perseguirlo de cerca; e informado de que 10s fugitivos habian tomado el camino del puerto, pens6 que seria probable que ye dirigiera a San Antonio con el prop6sito de etnbarcarse en algun buque de paso por ese punto; por est0 el capitdn hizo u n corto desvio por la Cuesta Vieja y se apost6 en direcci6n a Valp%raiso. Osorio, despuks de cruzar la Cuesta Nueva, permanecia al mismo tiempo largo rato para descansar, en las chozas que habia al pie de 10s cerros, desde donde tom6 despuks por 10s desfiladeros de las montaiias hasta el rio Maule cerca de cuyas fuentes lleg6. AI tercer dia desputs de la acci6n, propuso a sus secuaces un d e x a n s o para ellos y 10s caballos ya que el momento dlgido de la persecuci6n habia pasado. Asi se acord6, per0 mientras todos dormian el general escogi6 una docena de sus guardias y 10s mejores animales, atraves6 el rio y se desliz6 astutamente, dejando al resto de sus compaiieros entregado a su propia suerte. AI descubrir estos la ptrfida conducta del jefe, el oficial a quien correspondia el comando se entreg6 a las fuerzas patriotas mds cercanas con sus camaradas y soldados, todos 10s cuales fueron llevados a Talca como prisioneros de guerra. S e ha calculado que del hermoso ejtrcito espaiiol compuesto de seis mil hombres que tomaron parte en la batalla de Maipo, no regresaron a Talcahuano mds de doscientos; 10s restantes quedaron muertos


o prisioneros. Por consiguiente es casi imposible imaginar una victoria m i s completa. Asi termin6 la eternamente memorable batalla de Maipo que por el ndmero de 10s combatientes e importancia de sus resultados, excede en mucho a cualquier hecho de armas librado al oeste de 10s Andes. L a carniceria fiii: inmensa relativamente a la masa de soldados, pues entre doce mil hombres tres mil quinientos quedaron fuera de cornbate ( I ) . Con esta victoria qued6 tan firmetnente establecida la libertad que para lo sucesivo qued6 deshecha la dominaci6n espariola en Sud AmCrica; pues si la ac-. ci6n se hubiese declarado en favor de 10s realistas es probable que Chile o el Peru estuvieran hasta hoy bajo el domini0 de la corona espafiola. L a batalla de Maipo prepar6 el camino para la de Ayacucho que fuC peleada victoriosamente por 10s independientes del Per6 el 9 de Diciembre d e 1824, contra doble nhtnero, y que arrebat6 a Espafia la ultima porci6n de todo s u antiguo y vasto domini0 americano. (I)

HOTSde combat. E n franc& en el texto.


El mayor Arcos.-El capitQn Biddle.-Ejecuciones de Juan JosC y Luis Carrera.-Asesinato de Rodriguez.-Regocijos en Chile.-Batalla naval.-La Escuadra c1dena.Blanco y Callow.

Durante el reinado del Terror, o sea el periodo entre el 19 de Marzo y el 5 de Abril de 1818, el puerto de Valparaiso estuvo sumergido en el mismo estado de constercacidn que la capital. El mayor Arcos ( I ) , perteneciente al ej6rcito patriota, al llegar las noticias de 10s desastres patriotas se refugi6 en la corbeta nortearnericana Ontnrio que era el unico navio de guerra surto en el puerto. El gobernador ( I ) Arcos era un espafiol a1 servicio de Francia durante la guerra peninsular, que estuvo en el Estado Mayor del mariscal Jourdain en la batalla de Vitoria.

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- 114 Calder6n declar6 a Arcos desertor por lo cual fu6 entregado y remitido a Santiago en calidad de prisionero, por haber asegurado que la causa patriota estaba perdida. Entonces bloqueaba el puerto una escuadrilla espafiola que impedia la salida de 10s navios ingleses alli fondeados. El Wyizdhnvz,barco del trafico de Oriente, estaba en el puerto recikn Ilegado de Inglaterra. El capitdn Biddle recibi6 pues de sus connacionales y de 10s britdnicos la solicitud de proteger 10s buques y las personas ya que 10s espafioles amenazaban de un rnomento a otro tomarse la ciudad. E n esta emergencia el capitdn Biddle se condujo de manera altamente honrosa tanto como hombre cuanto corno oficial: expres6 s u determinaci6n de que si 10s espafioles entraban a Valparaiso, k l se pondria a la cabeza de todos 10s barcos, y, si era necesario, 10s defenderia mar afuera tanto de 10s fuertes como de la escuadra espafiola. Esta conducta del capitdn Riddle ha sido recordada con frecuencia en tCrminos de admiraci6n y gratitud por muchos de inis paisanos residentes a la saz6n en Valparaiso. El O n t a ~ tenia i ~ s610 veinticuatro ((carronadas))y el W~mdhamestaba tambikn arinado y equipado f.am the seveirat Ships in the a d o u r . Asi estaban las cosas en Valparaiso cuando Ilegaron las noticias del triunfo de Maipo que fueron anunciadas por u n saludo de todas las baterias. El 8 de Abril, tres dias despues de la batalla de Maipo y antes que el suceso fuera conocjdo en Men-


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doza, dos de 10s herrnanos Carrera, J u a n JosC y Luis, que desde alg6n tiempo habian sido presos, mientras venian catnino de Chile estando confinados, fueron condenados a niuerte y fusilados. Monteagudo, que como se recordari habia pasado por Santiago dos dias despuks del desastre de Cancha Rayada y habia cruzado la Cordillera, fu6 el juez principal de la causa. Sufrieron esta pena por haber intentado trastornar el Gobierno de Chile, de donde estaban desterrados. Es imposible no simpatizar hasta cierto punto con estos desgraciados herrnanos, cuyo amor a la patria era, sin duda, uno de 10s mayores incentivos de s u atentado y que acaso se vieron desesperados por el exceso de severidad el dia que recibieron la condena a destierro perpetuo; y en todo cas0 aquella circunstancia pudo alegarse para atenuar la gravedad de su traicidn, si asi puede llamarse. Mucha gente encontro demasiado cruel la sentencia y por ello se reproc116 a Monteagudo, cuyo cargcter no era ciertamentc inclinado a la dulce Misericordia. Los presos salieroii del calabozo, tornados entre si del brazo, y , dzspuks de estrecharse afectuosamente, entregironse con gran presencia de 6nimo a su destino. L o s Carrera eran emparentados con las primeras familias y su partido era muy considerable en Chi le. Apenas habiase amortiguado la sensacion que

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caus6 la muerte de 10s Carrera, ocurri6 u n nuevo suceso que, por s u terrible aspecto, excit6 el asombro y la e x e c r a c i h de la mejor parte de la sociedad chilena. El poderoso patriota don Manuel Rodriguez, que tan grandemente se habia distinguido durante el mAs rudo y critic0 period0 que sufriera Santiago, al tomar sobre si el gobierno ad intei&, al traer d e nuevo la confianza al Animo de 10s patriotas por medio de s u actividad y energia y al luchar bizarramente en 10s llanos de Maipo, habia sido colocado en arresto secret0 pocos dias despuks. Parece ser que el cargo que se le hacia era el de abrigar la intenci6n de derribar el gobierno de O’Higgins, per0 como no hubo proceso, no pudo aducirse ninguna prueba que testimoniase el hecho. Supuesto todo, se le condeti6 al ostracismo y se le decreto una pensi6n para s u mantenimiento fuera del pais. Corno en Valparaiso estaba a1 ancla u n navio destinado a Calcutta, se acord6 aprovecharlo para el preso, y por lo tanto, se sac6 a &stede Santiago por la noche bajo una numerosa escolta mandada por u n tal Navarro que habia sido capitin del ejircito real y liiego espaiiol renegado. La segunda noche, cuando iban cerca de MelipiIla y pasaban a lo largo de un trecho apartado y sombrio del camino, Rodriguez recibi6 la muerte a manos de este individuo que le dispar6 u n pistoletazo en la cabeza. Este suceso produjo las m i s vivas demostraciones de pesar en todo Chile y se hicieron


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muchas conjeturas a1 respecto, sin que las autoridades escaparan a la censura. Y o vi despuCs a Navarro en Mendoza, donde se decia (yo nunca hablC con 61) que CI inismo aseguraba que habia recibido 6rdenes de personas investidas de alta autoridad, para ultimar a Rodriguez en la forma descrita; sin embargo, no puedo sostener la verdad de esta aseversci6n. Ciertas personas, seg6n sC, rechazaron el cargo con indignacibn, per0 el asunto fu6 siempre tratado con alguna sospecha, pues el acto se cometi6 a media noche y se le consider6 siempre con gran misterio. No creo que ninguno de 10s personajes acusados fueran reos de haber sancionado u n asesinato tan friamente deliberado, si hemos de juzgar por la reconocida dulzura de sus caracteres ejercida en otras ocasiones. Se dijo que la guardia dispar6 sobre Rodriguez en el momento en que trataba de evadirse, y est0 parece veridico si se considera el carActer intrCpido e independiente del guerrero, sienipre listo para recuperar su libertad, especialmente en aquellos momentos en que se le llevaba bajo secreto. Aquello fuC un asunto lamentable, del cual aun hoy dia se habla en Chile con horror. Y o conoci bastante a Manuel Rodriguez cuyos sentimientos eran 10s d e u n ardiente y virtuoso republicano. Contribuy6 con sus guerrillas a distraer y molestar a las fuerzas espaiiolas durante la Cpoca en que se esperaba la invasi6n de San Martin a Chile, y fud uno de 10s mds celosos cooperadores y ~

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corresponsales del General. S u actividad le hizo evitar todos 10s intentos hechos para apoderarse de su persona cuando el gobierno espaiiol ofreci6 una gruesa s u m a a1 que entregara s u cabeza; y , en cambio, sorprendio no pocas veces a destacamentos enemigos y 10s derrot6 en forma muy honrosa. Con marchas forzadas, emboscadas, falsas noticias, etc., desconcert6 a don Marc6 del Pont (sic). de tal manera que la causa patriota debe a Rodriguez u n a profunda gratitud, pues contribuy6 con s u c hazaiias a las victorias finales Era este tal vez el hombre mds popular de Chile, siendo en muchos puntos de u n carricter diverso a1 de 10s jefes del Gobierno, que le prepararon tan triste fin ( I ) . Rodriguez tenia treinta aiios de edad, cinco pies y ocho pulgadas de alto, era extreniadamente activo y de muy buena contextura; s u pre sencia era rxpresiva y agradable. En u n principio fuk abogado y , ademds de sus cabales cuaiidades de militar, era defensor elocuente con oratoria en otro tiempo endrgica y persuasiva. No obstante la pesadumbre que estos dos acontecimientos causaron entre 10s amigoc, d e cada una de las victimas, la alegria por el tdrmino de la dominaci6n real en Chile, a causa de la illtima victoria, era sin limites. Asambleas publicas, bailes: banquetes y fiestas, se sucedieron incesantemente durante varias semanas. Puede decirse que 10s regocijos co(I)

Which Zed to his meZancho& e d .


menzaron la misma noche del triunfo, pues, como 10s espaiioles anticipaban el triunfo de s u s compatriotas, se habian pseparado numerosas cenas en honor de 10s conquistadores realistas, y que fueron consumidas por 10s muy importunos peso muy patriotas hukspedes. Algunos ciudadanos ofrecieron tanibikn grandes banquetes nl director y a 10s jefes del Ejkrcito. Y o recuerdo haber asistido a una comida seguida de baile ofrecida por don Felipe Solar, que sobrepuj6 a todas las manifestaciones de este gdnero vistas en Chile hasta entonces. S u magnifica casa y jardines estaban abiertos y hermosamente iluminados; el efecto de las luminarias entre 10s granados y naranjos, recordaba una tierra fkrica. El Director, todos 10s jefes y las familias distinguidas encontr6banse alli. L a fiesta era amenizada por una gran banda militar que tocaba aires marciales en 10s intervalos del baile, a todo lo cual hay que aiiadir la profitsion de refrescos y la cena. A1 venir el dia la concurrencia acudio a la Plaza principal donde, como nota final, se bail6 una contradanza espaiiola. Fuera de 10s domingos, hubo dos veces ilumina, ciones y fuegos de artificio en la plaza principal. Estos eran muy superioses a 10s que se ven en Inglaterra y su efecto en las noches de Chile, es de u n brillo sin igual. Por otra parte, ninguna iluminaci6n puede ser m i s hermosa que la de una ciudad espaiiola de Sud Amkrica, pues las calles son regulares y en cada casa flamea una abigarrada bandera de


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seda, alternada con festones de la misma tela tendidos de un lado a otro de las calzadas, desde 10s mojinetes de las casas, en las cuales lucen profusamente las luminarias. Este hermoso espectdculo con las figuras y divisas proyectadas sobre las murallas blancas, da a las calles el aspect0 de galerias bien alumbradas. Cinco dias despues de la batalla de Maipo, el vencedor San Martin parti6 a Buenos Aires, donde fuC recibido como un Libertador bajo arcos triunfales y en medio de vehementes demostraciones de regocijo. Aquello file una sucesi6n de comidas y fiestas; manifestaciones todas que fueron eclipsadas por el baile y cena verdaderamente magnificos que 10s comerciantes britdnicos ofrecieron en esa ocasi6n. El objeto de la visita del general a Buenos Aires era concertar con el Gobierno ciertas niedidas para dar rdpido fin a la guerra, por medio de ej6rcitos de acci6n arm6nica destinados a invadir por tierra el Per6, mientras San Martin lo haria por la costa. El barco oriental Wyndham, cuyo antiguo propietario era el capitdn Joseph Andrews, f u e comprado por el Gobierno de Chile y e n Valparaiso recibi6 aparejos de fragata, con el nombre de Lautam. Con una abigarrada tripulacibn compuesta de unos cuatrocientos hombres, entre ingleses, norteamericanos y chilenos se hizo a la mar, bajo el mando del capitdn O’Brien, que habia sido teniente en la marina brithica. A1 salir del puerto encontr6se el barco cbileno con la fragata espaiiola Vmganaa y el ber-


gantin de guerra PezueZa; inmediatamente O’Brien lanz6 su buque sobre la Venganxa, y seguido de unos treinta hombres salt6 sobre la cubierta enemiga, visto lo cual por 10s tripulantes espaiioles, abandonaron s u s puestos para treparse a 10s aparejos y esconderse, dejando el buque en conipleta posesi6n de 10s patriotas; per0 en ese critic0 momento, cuando 10s dos barcos se habian separado, 10s espafioles se dieron cuenta del corto n6mero de s u s asaltantes y comenzar3n u n violento fuego sobre ellos, en medio del cual cay6 O’Brien con el coraz6n abierto por una bala de fusil. Lti Lautam abord6 de nuevo a la Vengansn por unos instantes, lo que permiti6 recoger a1 resto de sus marineros, per0 a1 separarse por segunda vcz de s u adversario, kste y el bergantin escapironse a toda vela. El combate habia sido observado desde las alturas de Valparaiso e iniiiediatamente se habia enviad o a Santiago u n correo con la gloriosa noticia de la captura de la fragata espafiola. Con este motivo hubo gran regocijo y hasta se orden6 una iluminaci6r1, per0 cuando s e sup0 la verdad del suceso, p h o s e repentino tkrmino a las fiestas. L a escuadra chilena que por entonces estaba en s u infancia, recibi6 pronto un refuerzo con la llegada del CamberZand, buque del comercio de Oriente, comprado por el Ministro de Chile seiior Irisarri. Era u n barco muy hermoso de mil doscientas toneladas


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y dotado de una buena bateria, que se rebautiz6 con el nombre de Snn Martin, bajo el mando del capitdn Wilkinson. Un norteamericano, Mr. Higginson, fu6 nombrado comodoro en consideracidn a s u talento naval, per0 como tenia m i s de sesenta aiios de edad, renunci6 luego el cargo, y en s u lugar se llam6 al coronel Blanco Cicerone Encalada, que en otro tiempo habia sido guardiamarina en la escuadra espaiiola. Tan grande era la escasez de peritos marinos en la nueva republica, que se hizo necesario poner a un oficial del ejdrcito al mando de la flota. Cuando O’Higgins comenz6 s u retirada delante de Talcahuano, 10s vecinos patriotas de Concepci6n, temerosos de las crueldades realistas, retirdronse con el ejdrcito nacional abandonando sus caSas y bienes, por lo que muchas personas de considerable fortuna en s u provincia, estaban reducidas a u n estad0 de tan gran miseria, que muchas de las chozas de 10s suburbios santiaguinos fueron ocupadas por estos inmigrantes, entre 10s cuales no pocos se sostenian merced a la caridad de 10s habitantes. Aqui debo recordar un rasgo de mi compatriota Mr. Williams Bowers, teniente de marina, que entonces residia en Santiago, a donde habia llegado como capitin de un buque mercante. Mas o menos catorce aiios antes, Rowers, siendo niiio, habia eido capturado por 10s espaiioles frente a Lima, en un ballenero y enviado con 10s d e m i s tripulantes a la fortaleza de San Felipe, donde algunos murieron victimas del sever0 tratamiento del pesado viaje.


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DespuCs de dos aiios el joven Bowers logr6 escaparse en la mds forma m i s extraordinaria; y busc6 refugio en un buque rnercante que lo condujo a Talcahuano, donde encontr6 defensa y proteccion en el seno de u n a familia de nombre Sorano ( I ) , la cual le suministr6 10s medios de volverse a su patria. Esta familia encontribase entre las refugiadas a que me referia mds arriba, y en muy angustiosa situaci6n. Por suerte, Mr. Bowers oy6 hablar de ella e inniediatamente fuC en busca de sus antiguos amigos, les auxili6 con dinero y cuid6 de que vivieran confortablemente durante su estadia en Santiago. Yo le oi decir que esta ocasion de inanifestar s u gratitud le habia proporcionado mayor dicha que ninghn otro acontecimiento de su vida. Por ese tiempo comenzaron a llegar numerosos buques de comercio extranjeros, provenientes de Inglaterra y de Estados Unidos, y dos navios en viaje directo desde Calcuta, cargados con nianufacturas y productos coloniales, cuyos precios bajarnn en proporci6n. Proddjose tambiCn asi en el mercado una gran abundancia de toda clase de articulos, a pesar de lo cual 10s derechos de ,internaci6n n o eran suficientes para las exigencias del Estado. E n ese tiempo llegaron adernds muchos extranjeros y Valparaisn comenz6 a parecer un puerto inglds. L a sociedad de Santiago era sumamente agrada(I)

Sin duda alguna aSerrano)).--N. d d T.


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ble, y se veia muy animada con la presencia de nuestros oficialcs de marina que obtuvieron licencia para visitar la capital, donde fueron siempre tratados con gran hospitalidad y atenci6n por las hermosas chilenas, en una serie de fiestas, pues cada vez que se reunia algun grupo se organizaban tertulias. Estos visitantes fueron 10s que introdujeron las cuadrillas en 10s salones, baile hoy predilecto entre las chiienas. El capitin Shirreff de la fragata And~omacheestaba de estacion en aquel tiempo. Las chilenas invitan rara vez a comer a s u s casas y tampoco tienen en ellas la elegancia y el confort domksticos que algunos consideran indispensable. El clima suave da a sus casas una temperatura deliciosa, except0 durante 10s cortos meses de invierno, durante 10s cuales se encienden hogares de carb6n dentro de las piezas, en braseros ( I ) de plata o cobre. El vidrio se usa muy poco para las ventanas, salvo en las mejores casas. Las paredes generalmente son pintadas, blanqueadas o con estuco, per0 hay algunas empapeladas. El mobiliario bueno es escaso; las sillas y mesas de madera coinun, inglesas o norteamericanas, se usan corrienteniente; y en cuanto a las piezas de habitacidn so10 en parte tienen alfombra, vi6ndose en el resto 10s ladrillos desnudos. (I)

Braseras en el texto.


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Los vecinos son aficionados a las excursiones campestres, por lo que con frecuencia organizan paseos a las haciendas o casas de campo de 10s alrededores donde pasan todo el dia en medio de alegres bailes y mdsicas, a que t a m b i b suelen ser invitados 10s ingleses dispuestos siempre a compenetrarse del buen humor de tales fiestas campestres ( I ) . Los domingos, era costumbre nuestra salir a caballo, mAs o menos una legua fuera de la ciudad y no era raro que en estos hermosos paseos nos acompaAaran algunos chilenos y 10s oficiales de nuestra marina. Cierto n6mero de aspirsntes a la gloria militar, vinieron eritontes de Europa a Chile. Fuera de 10s mencionados en 10s capitulos precedentes, tenemos a Coronel Charles, a dos hermanos de O’Donnel, a Hill, a Gravat, a Grannen y a Sowersby. Este ultimo, prusiano por origen, per0 inglCs por s u madre, estuvo en la batalla de Maipo, habia pertenecido al ejkrcito franc&, asistido al incendio de Moscow, y hecho prisionero en la retirada de Rusia. Se le consideraba u n brillante oficial de caballeria. El coronel Charles habia estado con sir Robert Wilson y con 10s aliados en Alemania durante la campaiia de 1 8 1 3 . Debo hacer notar que 10s oficiales extranjeros que ayudaron a la causa patriota eran comunmente mozos de gran caricter y valor, como que la mayor (I)

F2ta cham#etre (sic) en el texto.-N.

de2 T.


- 126 parte de ellos habia servido en 10s ejCrcitos de E u ropa. Estos oficiales tenian en alta estima el valor y solidez de las tropas chilenas; y en efecto, iiada es tan err6neo como la opini6n reinante en Europa respecto de la indisciplina y estado semisalvaje de 10s ejkrcitos sudamericanos. Los soldados van perfectamente bien vestidos, con uniforme azul con adornos verdes y pantalones azules, grises o blancos. En 10s dias de parada, he visto desfilar regimientos que nada tecdrian que envidiar a 10s d: las Tullerias o de Hyde Park. Las promociones no son tan ripidas como se imagina, y 10s oficiales extranjeros, a menos que tengan u n it1 C r i t o e x t r aor d i n a r i 0 , ti en en tan t a d i fic u 1tad en su s ascensos como en sus propios paises. Se sigue la tgctica espaiiola. En el detalle de 10s hechos cuido mucho de no enterizi ate, or set dowit a u g h t in nzatice y en conformidad con este axioma voy a relatar un acontecimiento que ocurri6 en Valparaiso en el nies de Septiembre de I 8 I 8, en circunstancias que 10s negocios me habian llamado a esa ciudad, de modo que fui testigo de toda la transacci6n. Me alojaba en casa d e Mr. John Callow, u n inglCs que tenia una especie de almacCn de articulos navales. Callow era u n hombre que, desde una huinilde posicibn, habia adquirido por sus propios medios, una pequeiia fortuna y arrendaba una de las m i s hermosas casas de Valparaiso, donde tenia sus negocios. Alli residi6 durante a l g h tietnpo, con su


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esposa, una inglesa, y como en la ciudad no habia ninguna fonda decente, ellos me dieron alojamiento durante mi estadia en el puerto. E n el tiempo a que me refiero, el cormel Blanco, cuya menci6n hice por haberse distinguido en la batalla de Maipo, habia obtenido s u ascenso y Ilegaba a Valparaiso en calidad de comandante del Departamento de Marina; pero como s u residencia no estaba a6n preparada, tom6 u n departamento en la casa d e Callow, que daba sobre la orilla del mar y tenia una hermosa vista a la bahia. Una matima temprano, antes de levantarme, mi huesped entr6 a mi cuarto con gran alarma y con cara de asombro, diciendome que acababa de recibir orden del Coinandante para recoger sus cosas y abandonar la casa en veinticuatro horas. A la pregunta de lo que deberia hacer, yo le induje a que rehusara obedecer tan arbitraria disposici6n, y como le prometiera que si el asunto era llevado adelante yo recurriria a1 Director Supremo en Santiago, avi176 s u Animo de quedarse y resolvi6 no abandonar s u ciudadela, en cualquier evento, mientras no encontrase otra residencia conveniente para s u negocio. Enviamos al Comaiidante una respuesta sobre la cuesti6n, el cual replic6 que si la casa no quedaba desocupada a las cuatro d e la tarde del dia siguiente, vendria fuerza armada para expeler vi et armis a sus moradores. Nada m i s ocurri6 ese dia, no asi al siguiente. Mr. y Mrs. Callow y yo esttibamos juntos en la mesa.


- 128 Apenas se habia levantado el mantel y bebiamos el <king)),comiendo algunas nueces y hablando sobre libertad de la vieja Inglaterra, cuando de repente penetr6 a la sala un pelot6n de bigotudos fusileros, encabezados por iin sargento mulato, que, sin ceremonia ( I ) , oblig6 a mi digno huesped a desaparecer bajo la custodia de dos de sus esbirros. AI ver como 6stos se llevaban a s u marido, Mrs. Callow lanz6 un grito desgarrador que reson6 en la pieza. Emocionado el obscuro sargento, me expres6 que aquello lo hacia a qu peqar, per0 que s u s 6rdenes eran le obligaban a tomar posesi6n de la casa y a desalojar a s u s habitantes. El Comandante me hacia saber, sin embargo, que y o retuviera mi departamento mientras permaneciese en Valparaiso, circunstancia que me indujo a guardar en CI varios objetos de valor perteneciente a Mr. Callow, para seguridad de ellos. CerrC la puerta y sali de la casa acompafiando a1 trav6s de las calles de Valparaiso a la desconsolada sefiora que lloraba como una triste hija de Sion. Cond6jela hasta la residencia de mi amigo Mr. Bunster, a 10s cuidados de cuya esposa d e j d a confiada, y en seguida subi hacia el Fuerte para saber quC era del marido. Un centinela negro present6 s u bayoneta en la puerta, y me dijo estas m6gicas palabras: Ed izgZ7d.r esth incammicudo. Oido lo cual girt5 sobre mis talones. AI bajar del Cerro, divis6 a nuestro ejecutivo Co. (I)

Sans cLrhnonie; en franc& en el texto.-N.

ded T,


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mandante paseando por la playa en compaiiia de su edecan el mayor Diaz. Me acerqu6 a 10s dos jefes y les solicit6 me informaran quit crimen habia cometido mi compatriota para merecer asi el encierro en una prision y la pkrdid a de su libertad de hablar. El coronel Blanco replic6 con cierto 6nfasis que Callow habia cometido acto de rebelion contra la autoridad, rehusando abandonar s u casa a1 recibo de la orden; y puesto que si el Rey de Inglaterra necesitase tambitn una e n s u pais, la obtendria inmediatamente, 61, que a su vez en Valparaiso era la primera autoridad, dcbia ser obedecido. Contestkle que S u Majestad, de quien tenia la honra de ser subdito, nunca habia arrojado del hogar a s u s fieles s6bditos con tan violento sistema; pues cuando era el caso, dibales oportuno aviso conforme a las leyes; y que, frecuentemente, antes de tomar posesion de la propiedad, satisfacia la avidez de algun obstinado vasallo, pag6ndole cuatro veces el precio del inmueble. Recurri a1 mayor Diaz, que conocia mi pais, para que atestiguara mis afirmaciones y este caballero asi lo hizo inmediatamente. E n seguida se me concedio pase para visitar a Callow y volvi a1 Fuerte. Encontrt a mi respetable huesped en el cuarto d e giardia, con grilbs dobles en 10s pies y acompafiad o de dos sucios desertores. Estaba muy abatido con la idea de haber sido arrebatado en esa forma a la dicha del cdulce ho9


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gar, y a las simpatias de una tierna y amada esposa. Y o le consold; le dije que se le consideraria como un mdrtir d e la glorioea causa d e la libertad y d e 10s derechos del ciudadano inglCs; le habld d e Hampden y de Sidney (cuyos nombres me pareci6 escuchaba por primera vez), y de 10s extraiios sucesos por 10s cuales el primer jefe inglds exigiria reparaci6n. Con est0 le reanitne y sali del Fuerte para irme a redactar una protesta contra tan dsperas medidas usadas con mi paisano, protesta que hice firmar por todos 10s ingleses respetables de Valparaiso y de Santiago. Callow obtuvo s u libertad esa misma tarde, per0 sus mercaderias y muebles fucron embalados, lo que le ocasion6 considerables pdrdidas, fuera d e un serio menoscabo en s u s negocios. Pronto lleg6 a1 puerto el capitdn Shirreff del barco d e s. M. Azdmnache, y se le pus0 a1 corriente del asunt6, per0 no obstante sus activas e inteligentes gestiones ante el Gobierno d e Chile, s610 consigui6 se decretasen para Callow por raz6n d e las ptrdidas y daiios sufridos, la suma d e cuatrocientos pesos, suma que se le pag6 despuds en papel mo. neda d e dicho Gobierno, con un descuento de treinta y cinco por ciento. Asi termin6 esta curiosa cuesti6n.


VI1 Captura de la fragata espaiiola Marin Isabed y de transportes.-Lord y Lady Cochrane.-Teatro en Santiago.-Monasterios d e monjas.-Indios peruanos.-Un frai1e.-Ri- , tos re1igiosos.-Partida de Santiago a Mendoza.-Jornad a a1 travCs de las Pampas y llegada a Buenos Aires.Embarque para Rio de Janeiro y llegada a Inglaterra.

Poco despues de llegar Blanco a Valparaiso la escuadra chilena se hizo a la mar con el prop6sito de interceptar una expedici6n espafiola que debia venir del Cabo de Hornos. Los barcos eran: el San Martin, con 56 caiiones; el Chacabmo, con 20; el Arazlcano, con 16, cuyos capitanes llamdbanse Wilkinson, Worster, Diaz y Morris. E1 comodoro Blanco llevaba su insignia en el San Martin. L a flota se hizo a la vela con direcci6n a Talcahuano y tuvo la suerte de encontrarse alli con la fragata espaiiola Maria Isabel que encabezaba el convoy desde Es-


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paha. L a San Martin pas6 al costado y le lanz6 una andanada que oblig6 a 10s espaiioles a abandonar el buque, tomando entonces posesi6n de 61 10s patriotas; pero como se varase, cost6 muclio trabajo asegurar la presa y sacarla del puerto. Siete transportes cot1 tropas que fueron llegando sucesivamente cayeron tambitn en captura al entrar al puerto de Talcahuano, quedando asi por completo frustrada la postrera expedici6n espaiiola al Per6. Por entonces no podia tenerse demasiada confianza en el gobierno de O’Higgins, respecto a la preparaci6n de la escuadra, pues Csta se componia de elementos heterogtneos cuya armonia, sin embargo, result6 desputs sorprendente. E n cada buque habia oficiales y tripulantes ingleses, nortearnericanos y nativos que, a pesar de todo, obraban sin confundirse. L a noticia del fracas0 de la expedici6n espaiiola causo en Chile gran regocijo, y la oportuna captura de 10s transportes se consider6 providencial. Ademas la flota recibi6 u n refuerzo con la GaZvarizo, perteneciente al capitin Guise; oficial que habia traido este buque equipado y armado desde Inglaterra. En Noviembre llegaron Lord y Lady Cochrane, a bordo d e la Rosa, capitgn Illingsuvorth; ese marino habia recibido indicaci6n de Irisarri, rnientras permaneci6 en Inglaterra, para tomar el mando de la escuadra chilena. Vino dicho Lord a la capital y, despuCs de algunas discusiones motivadas porque se suscit6 una opini6n contraria a la admisi6n de un


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almirante eatranjero, San Martin di6 tdrmino al asunto insistiendo para que Cochrane obtuviese el comando. Como Lady Cochrane estuviera en el apogeo d e s u belleza cuando lleg6 a Santiago hizo una enorme impresi6n entre 10s vecinos. E n Chile se creia vulgarmente que las mujeres inglesas andaban muy lejos de ser hermosas, prejuicio que no es extraiio; a juzgar por 10s ejemplares que habian tenido ocasi6n de conocer; s u ciencia en esta materia no se extendia sino a nuestras compatriotas Mistress Blach, la esposa del Sastre, y Mistress Walker, que era dueiia de un hotel, no figurando ninguna d e las dos entre las mris favorecidas hijas de Eva, por lo menos en apariencia. Fuera de estas inglesas, s610 ocasionalmente habia pasado por Santiago la esposa d e un capitrin de marina mercante. Por lo tanto, podia tenerse u n a baja idea de la belleza y elegancia d e la mujer britrinica. Per0 ante Lady Cochrane, la opini6n se desengaii6, y cada vez que se hablaba d e esta dama todos decian: iqub hermosa! jqud Zhda! Sin embargo, ocurri6 que Lady Cochrane infiri6 cierta ofensa a1 Cabildo, que habia ido oficial. . mente a pagarle sus visitas; pues mientras tal cerenioiiia se efectuaba, ella expres6 a 10s caballeros pertenecientes a dicha Corporaci6n s u disgust0 por verlos fumando siempre, pues 10s seiiores cabildantes consideran como parte de s u s personas el cigan o que rara vez dejan d e llevar en la boca. S e erigi6 en Santiago un teatro de temporada, en


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el cual se hicieron representaciones durante dieciocho noches, con actores, en s u mayor parte espaiioles, que habian caido prisioneros en Maipo. El conjunto general del teatro era bastante bueno y aunque la casa era de madera con vigas reforzadas y amarradas con lazos d e cuero, sin embargo el recinto resultaba s6lido y cbmodo. Los trajes d e 10s actores eran mucho mejor tenidos que lo que se hubiera podido esperar, y aun algunos eran costosos. El desarrollo d e la funci6n siempre tranquil0 y ordenado, no sin que se fumara en 10s entreactos, aunque est0 n o podia traer consecuencias, pues el unico techo del edificio era la constelada bbveda celeste, lo cual resultaba muy agradable en un clima tan benigno, bajo un firmamento sin nubes y una luna Clara y brillante. El unico inconveniente de este teatro ponianlo 10s numerosos soldados con s u s grandes gorras y s u s fusiles al honibro plantados como postes en diversos sitios del local para resguardar el orden y quitar a1 mismo tiempo la vista sobre el escenario. Mucho se ha hablado aqerca d e la influencia clerical en Sud AmCrica entre todas las clases d e la poblaci6n; Fero, como una prueba de que el clero n o es tenido en tanta reverencia, voy a transcribir un extract0 d e mi cuaderno d e notas correspondiente al 29 de Julio de 1918 que fuC cuando se represen. t6 en Santiago la pieza a que alli se alude. El argumento es muy sencillo y me atrevo a decir que se funda en la realidad. Un sacerdote que es confesor d e una seiiora s e


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enamora perdidamente de ella y es correspondido. El esposo, llama a la puerta, mientras 10s amantes departen. El clCrigo se oculta y la seiiora imagina cualquier pretext0 para que s u inarido se aleje; sin embargo, como este ha de volver muy pronto, en el interval'o eIIa viste a s u amigo como si fuese una imagen d e santo y le hace subir sobre una mesa. AI regresar, el marido ve a s u mujer arrodillada ante la imagen y se regocija ante la devoci6n que se demuestra. Como la estatua, a su parecer, debe representar a l g h santo de una categoria muy superior, 61 le pide tambiCn una gracia, despuks de lo cual el fraile habla y le dice que debe hacersele una procesi6n para llevarlo a s u convento. El devoto sale y vuelve luego con s u s vecinos para efectuar lo ordenado por el santo, cumpliendo con todos 10s rituales del caso, per0 en esos momentos llega el Alcalde atraido por el tumulto, entra y descubre la impostura. Inmediatamente se apodera del fraile, a quien por via d e recompensa se le asigna una sonora paliza. Este es el esquema d e una pieza que vi representar, despues de una gran procesi6n. Ahora dark un specimen d e una farsa teatral espaiiola que tambien presenciC. Un cazador aparece en busca de caza, con una seiiora que se supone sea su mujer. Matan cada uno un pajaro y se sientan con toda naturalidad a prepararlos para servirselos de comer; ella se encarga de desplumar las aves y el sale un momento. Entonces llega un indio salvaje


- 136 que procura obtener las simpatias de la dama, y, riiientras la corteja en la forma rnris civilizada que le es posible, entra el marido, mata al galan; en seguid a la mujer se va. El cazador, no sabiendo que hacer con el cadriver, por hltimo lo coloca de pie en una posicidn extraiia y abandona el recinto. En ese instante entra el derin y al ver que el indio no le rinde ning6n homenaje, le asesta u n golpe, de cuyas resultas el cuerpo se desploma. El sacerdote piensa que ha dado muerte al salvaje, per0 apacigua s u conciencia, suponiendo que la victima se ha ido a1 infierno por no ser tin cristiano. Cae el teldn y asi termina este famoso espect6culo. E n el mismo teatro vi tambien representar el Otelo de Shakes peare, traducido al espaiiol, sin m i s seniejanzas con el original que lo negro de la cara de Otello y el ahogo de DesdCmona. Hay en Santiago, tres conventos de monjas, d e 10s cuales el m6s grande es el de las Catalinas; aqui las monjas se dejan ver una vez al aiio, tras de las rejas que dan a u n costado de la Iglesia. Durante las sagradas visperas las monjas se juntan para cantar delante de dichas rejas. circunstancia que quiso aprovechar u n amigo mio para que lo acompaiiara a ver esa cerernonia. Asi, pues, nos encaminamos a la iglesia de las Catalinas. En el trayecto y o hacia algunas prudentes reflexiones acerca de la utilidad de estos institutos, rnezcladas con cierta tristeza por tanta juventud, inocencia y amor, condenados a ccperderse en la


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sombria soledad de u n conventos, en vez de permanecer en el mundo para ser la gracia y el adorno de la sociedad. Consideraba cuAntas mujeres han sido obligadas por el capricho de padres crueles, a tomar el velo, y han llegado a ser cf,a.ased zaith cave, OY crossed in hopcZers Zove, (pzig. 270). Quien sabe, pensaba yo, si no hay alguna con toda la belleza y el talento de Eloisa, condenada a perder sus mejores arios en la rigidez de la vigilia, de la oraci6n y del ayuno. Mientras tales cosas hilvanaba yo en la mente, entre a la Iglesia y me aproxime al enrejado, donde mi imaginaci6n vi6se de subito contenida y gradualmente menoscabada mi piedad por el destino de esas mujeres; habia alli unas cuarenta fisonomias, per0 que fisonomias! Parecian piiias desecadas! L a mayor parte eran viejas y entre toclas no vi una sola por la cual yo me hubiera resuelto a escalar una m u ralla o quebtar u n cerrojo. Por ultimo, empez6 el canto, u n griterio tan salvaje y discordante, que me hacia vibrar cada uno d e 10s nervios. Aunque no soy gran conocedor en materia de musica, sin embargo, tengo cierto gusto por ella y, en consecuencia, esa vez tom6 mi sombrero y sali de la iglesia con la firme resoluci6n de no volver jam& a u n monasterio e n busca de la s u blimidad y de la belleza. En mis frecuentes viajes a Valparaiso, me detenia algunos momentos en la aldea de Curacavi que es la mitad del camino entre el puerto y la capital, y


- 138 donde un indio tenia una especie de albergue. Este individuo era un aborigen del Per6, que se jactaba d e llevar en sus venas la sangre de 10s Incas; era estudioso y fuera d e la lengua quichua, podia leer y escribir el latin y el espafiol. A pesar de tener cerca de ochenta aiios de edad se habia casado con una joven criolla, de la cual tenia dos hermosas hijas. Era muy aficionado a 10s temas historicos, siendo su t6pico favorito el de las guerras de Palestina. Como me preguntase una vez si yo conocia la espada con la cual Ricardo Coraz6n de Le6n mat6 a 10s paganos, yo le contest6 que si y le asegurC que era sumamente grande: entonces me dijo que 61 deseaba ir tambien a Inglaterra para verla. Per0 n o pudo realizar esta ambicion, porque una mafiana se le encontr6 muerto en s u silla, con 10s anteojos en las narices, un cigarro en la boca y una Biblia latina entre las manos. En el lugarejo de Renca, situado a una legua y media de Santiago, residia un hombre fuerte, robusto y rudo buZZet headed ? (pag. 272) que era cape lldn o cura de la aldea; era u n camarada muy jovial, y, no obstante 10s dogmas de s u religih, tenia las mds belicosas costumbres; asi, en varias ocasiones, cuando la causa patriota corria peligro, el cura, arrojaba su sobrepelliz y se ponia a la cabeza de algunos guerrilleros. Ademds se distingui6 en la batalla d e Maipo. Y o me acostumbrk a la compaiiia de este sacerdote, de tan buen humor, y de vez e n cuando, me iba

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a verlo y comiamos juntos. No era el ayuno precisamente s u fuerte, pues comia carne en cuaresma, y su bebida no la traian del arroyo. S u conversaci6n era m i s inclinada a 10s hechos de pelea y batalla que a 10s naturales temas de s u apacible profesi6n. S e lamentaba con frecuencia de que el Clero C a t 6 lico roman0 no gozase d e 10s beneficios del matrimonio. .Qu6 cosa m i s inhumana, exclamaba, que condenar a u n hombre fuerte y sano como yo, a perpetuo celibato; yo no he encontrado ni en el nuevo ni en el viejo testamento nada que autorice esa ley, y pienso que 6sta es un error,; y aiiadia: cen este particular prefiero la religi6n de Ud.)); cosa d e que yo estaba perfectamente convencido, pues se rumoreaba en la aldea algo, respecto de algunos ninos de la parroquia, que tenian cierto parecido m i s que accidental con mi santo amigo. Este me hacia recordar a1 fraile Robin d e las Selvas Raben Hood’s F r i a ~Tuck, tanto en s u aspect0 cum0 en s u s principios acerca d e las cosas agradables de esta vida; tanto que un dia le cont6 muy a su agrado la historia de este terrible personaje, de cuya comparaci6n ri6 sinceramente. Mi amigo era algo leido, conocia bastante el mundo, y sus feligreses le respetaban mucho, pues ante eilos observaba siempre una digna gravedad. El carnaval era esperado en Santiago con la acostumbrada algarabia, jovialidad y buen humor que caracteriza esta diversi6n religiosa en todos 10s paises cat6lico-romanos. Un dia, durante la Cuaresma,


- 140 mi amigo el capellbn, me invit6 a vet- una ceremonia que debia verificarse en s u parroquia. Cerca de doscientas mujeres de todas categorias, se habian recluido por nueve dias en la iglesia, para hacer penitencia todo el tiempo-o sea lo que se llama q-eycicios. Merced a la oraci6n constante, 10s cantos y 10s ayunos, sufrian un grado tal d e entusiasmo, que presentaban el mbs extraordinario aspect0 que yo hubiera visto jambs. Iban conmigo algunos de mis cornpatriotas ingleses, y, cotno nos detuvikramos cerca de la iglesin, pudimos todos oir 10s lamentos y suspiros de las mujeres desde mucho antes que se abrieran las puertas. AI hacerse esto, toda la concurrencia sali6 con el cabello suelto sobre 10s hotnbros, inuchas llorando y entrelazando o retorciendo las nianos, y otras dadas a u t i griterio lastimoso. Todo esa gente estaba en u n gradu tal de frenesi que hacia un efecto deplorable contemplarla. Sus atnigos esperaban a la puerta y a medida que las penitentes salian, apoderibanse de ellas para conducirlas a s u s casas: algunas subian en calesas, otras a caballo y las d e m h se encaminaban a pie hacia s u s aldeas. De este modo en el espacio de media hora estas singulares devotas se dispersaron, bajo la protecci6n de s u s acompaiiantes. Esa tarde en la misma aldea, unos cincuenta hombres envueltos en sibanas, cotnenzaron a andar por la PZaaa, dindose latigazos sobre s u s propias espaldas hasta que la sangre corri6 abundantemente; algunos de ellos Ilevaban grilletes en las piernas y


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gemian a1 infligirse ellos mismos el tormento. Los utensilios d e que sc valian para eso, eran algo semejantes a 10s Iitigos de contramaestre, per0 algunos tenian clavos en las puntas. E n medio de la Plaza habia una gran imagen d e 1s Virgen Maria, a la cual se acercaban 10s penitentes para rezar. Esta maceracion se realizaba en memoria de 10s sufritnientos que soport6 Nuestro Salvador en el catnino del Monte Calvario. Y o no pude dejar de manifestar al capellin mi disgusto por semejante exhibition, a lo que 61 me respondi6: ((Ah!bah! la mayor parte de esos hombres son unos terribles picaros que trierecen el patibulo por s u s crimenes)). Como el manejaba las conciencias de esos pobres, yo no itisisti. Y o no habria relatado 10s dos hechos anteriores si 10s hubiera recogido de Oidas o sin el real y verdadero testimonio d e mis propios ojos. Habiendo realizado todo mi cargamento y remitido s u product0 a 10s propietarios en Inglaterra, y n o habiendo recibido sin0 dos cartas de mi coristante protector durante el aiio y medio largo que ya llevaba d e permanencia en Chile, una maiiana mientras me afeitaba ( I ) pens6 que debia volver a mi ( I ) W h e n ( w a s in the suds. El autor hace aquf un juego de palabras intraducible, porque To be in the suds significa vulgarmente .estar entre la espada y la pared)). Por eso aiiade (f0.r I was shaving) para hacer ver que en realidad estaba en agua y jab6n y no en circunstancias criticas.-N. del T.


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patria para ver q u t amigos Vivian y w i l e s habian muerto. Sin m i s tardanza, al siguiente dia contratC un buen guia, llamado Morales, hombre profundamente conocedor de 10s caminos, no del mundo entero, per0 si de las cordilleras y de las pampas; y el 1 . 0 d e Junio de 1819, encontrtme en la curnbre de 10s Andes entre 10s c6ndores y 10s guanacos. El guanaco se clasifica, por lo general, como perteneciente a1 ganado lanar de Sud-AmCrica, per0 a mi me parece que se acerca m i s a1 camello. Es u n animal dotado de afectos y memoria, como lo prueba la ankcdota siguiente: EnviC d e regalo u n par d e estas bestias a un amigo, dueiio de una granja en el Surrey. El macho murid en la travesia, y la hembra lleg6 bien a 10s niuelles d e Londres. Y o les habia comprado a una india vendedora cuando todavia s610 tenian algunos meses. Mientras 10s animalitos estovieron e n mi poder, la india venia a verlos una vez a la semana y ellos siempre demostraban la mayor alegria cuando ella les hablaba y brincaban y hacian esfuerzos para acercirsele. AI llegar a Inglaterra, la hembra despues de alg6n tiempo se prend6 d e un caballo cochero de mi amigo y cuando el ca. ballo iba a pastar no permitia que nadie se aproximara a s u favorito. Asimismo, cuando el coche salia, la guanaca escoltaba a s u compaiiero y se indignaba terriblemente si a1 volver encontraba cerrado el portal6n de la caballeria. Desputs de cometer una serie de extravagancias,


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como matar a1 groom, asustar a un nifio y, en m L d e una ocasi6n penetrar a la cocina y espantar a la cocinera con sus escupos (spit), ((Miss Fanny, fuC declarada insoportable por mi amigo y quien me hizo devoluci6n de ella; entonces yo la puse bajo el cuidado de Mr. Cross, Jefe de la Academia de bestias salvajes de Exeter Change. AI cuarto dia de mi salida de Chile IleguC a Mendoza. El general San Martin habia residido aqui algunos meses y en una intentona de cruzar las pampas e n viaje a Buenos Aires estuvo a punto de caer en manos de JosC Miguel Carrera ( I ) que recorria las pampas con una banda de aventureros, por lo que San Martin vi6se obligado a regresar a Mendoza. Tanto en Chile como en Buenos Aires, fraguibanse entonces numerosas intrigas politicas, lo que disgust6 tanto a San Martin que renuncid a todo comando y entr6 a Mendoza vestido d e civil. E n se. guida cay6 alli peligrosamente enfermo. ( I ) Jose Miguel Carrera en represalia por la muerte de sus hermanos, j u t 6 una banda de montoneros en las pampas, donde hizo una guerra de devastaci6n a sangre y fuego du. aante varios afios, hasta llegar en una ocasi6n a la ciudad de Buenos Aires. Por hltimo, fuC derrotado y hecho prisionero cerca de Mendoza, siendo fusilado en la plaza principal en .el mismo sitio en que hablan perecido sus hermanos c h c o aiios antes. Cuando 10s partidarios de Carrera escalaron el Gobierno de Chile en 1827, hicieron desenterrar 10s cuerpos d e 10s tres hermanos para darles sepultura en Santiago con todos 10s honores militares. ,'


- I44 Antes de mi salida d e Santiago, yo habia recibido dos cartas de altos jefes militares y civiles ami-

gos de San Martin, con el encargo de entregarlas en las propias manos del General y de destruirlas cas0 d e que 6ste hubiese muerto. Inmediatamente de llegar a Mendoza me dirigi a s u casa y, despuks de informar al general Quintana sobre el objeto de la visita, fui introducido al cuarto del General. EncontrC al hCroe de Maipo postrado en s u lecho d e enfermo y tan pfilido y demacrado que s610 por el brillo de 10s ojos pude trabajosamente reconocerlo. Recibi6rne con dCbil sonrisa y me salud6 alargindome la mano. A1 entregarle las cartas se irgui6 en la cama para leerlas. Y not6 que el contenido de ellas le causaba gran satisfacci6n; di6las en seguida a1 general Quintana, quien, despu6s de leerlas, hizo con la cabeza u n signo de conformidad. S e me dijo que volviera de nuevo a visitar la casa antes de abandonar la ciudad. Poco despuCs el general San Martin recibi6 la jefatura del ejircito chileno y organiz6 la expedici6n a1 Peru: tenia entonces 44 aiios. Era originario del interior; su padre habia sido gobernador de una provincia en Sud-America y habja enviado a s u hijo a Espafia para educarlo. Alli Sail Martin entr6 ai servicio del ej6rcito espafiol y milit6 bajo las o d e nes de Wellington en la Peninsula; pertenecia al regimiento d e Burgos, cuando el ejdrcito franc& del general Dupont capitul6 e n Bail&. FuC tainbitn


- I45 edecAn del Marques de Solano y escap6 dificilmente d e ser muerto cuando las turbas de CAdiz asesinaron a este noble seiior. AI terminar la guerra peninsular, San Martin regres6 a Buenos Aires, donde cas6 con una dama d e dicha ciudad; organizd un regimiento d e caballeria y se distingui6 por s u gran heroism0 en la acci6n que contra algunas tropas espaiiolas se libr6 e n S a n Lorenzo. Mhs adelante obtuvo el puesto d e Gobernador de Mendoza y alli estaba cuando el ejercito patriota fud arrojado de Chile, pais que despues invadi6, coin0 se dijo en el capitulo precedente. Mucho me apen6 la noticia d e que pocos dias an. tes una severa desgracia domdstica habia deshecho la felicidad.de mi estimable amigo don Manuel Valenzuela. Parece que dste disponia de algunos indicios para sospechar contra la fidelidad de s u esposa q u e tenia cierta intriga con u n oficial, cuyos pasos sigui6 por medio d e una estratagema hasta el dormitorio d e la mujer, a donde se precipit6 d e s6bito; como iba armado, apunt6 s u primera pistola contra la dama, per0 err6 el tiro y entonces el amante, que se interpuso, recibi6 el segundo proyectil en medio del pecho, cayendo instanthneamente muerto. L a seliora huy6 d e la casa y don Manuel cay6 e n poder d e la policia, per0 recuper6 su libertad una vez que se comprob6 el asunto ( I ) . (I)

Yo vi a don Manuel en Mendoza seis meses despuCs de

este suceso; su hija, que era una interesante joven, hacfa 10s AlBLlOTECA NACiC)M&hO RFCCION CHILENP


- 146 SegGn lo prometido, volvi a ver a San Martin y me entreg6 algunas cartas para su seiiora que residia en Buenos Aires y para varios d e sus amigos. Acto continuo me despedi del general. Cuatro dias habia permanecido en Mendoza cuando Morales y yo montamos a caballo, dando una vez m i s nuestro adi6s a la amable ciudad. El alquiler de un caballo desde este punto hasta la Punta d e San Luis es d e un real por legua; per0 desde aqui hasta Buenos Aires s610 se cobra la mitad d e esta suma. Consignark en beneficio de 10s viajeros un breve apunte d e este viaje, tal como lo encuentro descrito en mi cuaderno d e notas; L a primera etapa del camino es arenosa y e n muchas partes hay pedregales. Nosotros Ilegamos a n Zo de Coma, a cinco leguas, nos detuvimos apenas un momento y seguimos hacia Retama, que es u n hermoso lugarejo. Aqui 10s oficiales registraron mi bagaje y continu6 hasta Arroyo de C h a c h , nueve leguas m i s lejos,,a donde llegamos a las nueve, despugs d e recorrer veintiuna leguas desde las dos d e la tarde. Nos pusimos en marcha otra vez al amanecer y haciamos las seis leguas que nos separaban d e Catitas antes de almuerzo. Este lugar e$ un punto

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honores de la mesa paterna, con singular gracia. La madre permanecia en un convent0 desde la desgracia. Don Manuel muri6 a1 aiio siguiente y en su lecho de muerte hizo llamar a su mujer para otorgarle su perdhn, con lo cual tal vez pudo partir en paz y evitar cualquier enredo en 10s bienes de la familia. Falleci6 en 1828.


- I47 pobrisimo. Hasta la Dormida hay seis leguas mris, nueve hasta Corocorte, nueve a Corral de Cuero y once a1 Desaguadero. Durante todos estos trayectos 10s caballos se portaron muy bien y ese dia hice cuarenta y una leguas. Emprendimos con numerosas cabalgaduras adiestradas el paso de la Travesia ( I ) y al anochecer llegamos a Punta de San Luis (2). del T. La Aarracibn del autor continfia hasta su llegada a Buenos Aires, describiendo minuciosamente su estadia en Punta de San Luis, donde encontr6 a 10s desterrados Monteagudo y Sarratea, quienes le refirieron la matanza d e 10s prisioneros espafioles de Maipo, hecha alli algunos meses antes. Describe tambiCn su encuentro con 10s montoneros que, unidos a ciertas tropas de Artigas, operaban en las inmediaciones de Fraile Muerto. Su entrevista con Belgrano es particularmente interesante, pues nos revela algunos rasgos de este jefe, y, muy en especial, el estado precario del ejCrcito a sus 6rdenes. AI fin d e algunos dias, el autor llega a Buenos Aires (el 20 de Junio de 181g), no sin nuevas peripecias; como su peligro de quedar en manos de una banda de gauchos que por suerte le reconocieron el valor de su pasaporte chileno, y la cafda de a caballo que sufri6 en una regi6n donde el camino iba cubierto de agua. De Buenos Aires pas6 en el Tyne a Montevideo y de aqui al Rio de Janeiro, donde despach6 sus negocios en dos dias y se embarc6 ‘para Inglaterra a bordo del Lascellu. No damos la traducci6n de esta parte d e la obra de Mr. Haigh por falta de espacio y por no considerarla dentro del caracter de esta Biblioteca de Autores Extranjeros en su relaci6n con Chile. El capftulo siguiente contiene 10s apuntes del regreso del autsr a nuestro pais despuCs de permanecer del T. seis meses en 1nglaterra.-N. (I) Una parte del desierto.-N.

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Viaje a Buenos Aires y por el Cab0 de Hornos hasta Valparafso.-Progresos en Chile.-Los Bafios de Cauquenes.Pasaje a bordo del Owen Gbndower para Inglaterra.

Despues de permanecer en Inglaterra unos seis meses, resolvi efectuar un nuevo viaje a Sud-AmCrica y para ello fletC el bergantin Enterprize, carga. do de mercaderias a mi consignaci6n, y me embarquC: el I O de Agosto de 1820 en Gravesand con destino a Chile. No necesitaria mencionar otra vez las delicias de un largo viaje en un barco pequebo, pues todo el que haya gozado de tales privilegios, n o 10s olvidari ficilmente. Un c a p i t h ignorante y un piloto aun m i s vulgar que se sientan a la mesa en mangas de camisa; sopa d e guisantes y gruesas tajadas de jam&, con galletas que han recibido dos veces las caricias del horno; la mesa llamada ade oficialesa donde por lo g e -


- 150 neral se habla de cosas como el tremendo tiempo o el peligro corrido una obscura noche, en que soplaba el huracdn, de perderse en el (gulph stream,, estos eran 10s entretenimientos ( I ) que se gastaban sobre el <obscure mar azul, (2); per0 como es abso1utamer:te imprescindible embarcarse en un buque para cruzar el Ockano, comprenderin 10s lectores que todas estas cosas se sufren con la mAs inmutable filosofia a cambio d e verse otra vez anclado en el puerto exterior de Ruenos Aires. A poco de mi llegada recibi una carta de mi amigo el juez Prevost, Ministro de 10s Estados Unidos, solicithdome pasaje por el Cab0 de Hornos en mi buque y dicihdome que 61 estaba en el puerto interior a bordo d e un barco americano, desde que se le habia expulsado d e Buenos Aires, algunos dias antes. Y o me alegrk d e poder recibir en mi barco a este caballero y le envie inmediatamente un bote para que se trasladara. Parece que se le habia obligado a salir d e la capital platense por una costumbre burlesca que adoptara durante el tiempo de las luchas intestinas que prevalecieron en esa ciudad en 10s meses anteriores. Todas las maiianas el Ministro dgrkmeus (sic) en el texto.-N. del’ T. Como las antedichas frases podrLn no ser inteligibles para algunos d e mis lectores, expondrC en llano inglCs que estos barcos mercantes son a veces malamente abastecidos de velamen y vfveres, son muy sucios, bajo y sobre cubierta, y, por fin, cada detalle es en ellos ingeniosamente inc6modo. (I)

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abria 1as ventanas e interrogaba a1 primer transeunte: CQuzdn manda koy? pregunta no superflua, en una plaza donde 10s gobernadores permanecian c o m h mente s610 poco dias en s u cargo. Sin embargo, u n o de estos seiiores, result6 ser mis nervioso que 10s otros, y ai saber la irregularidad del juez, hizolo llamar y le comunic6 que abandonase el territorio en el plazo de cuatro horas, afiadihdole que si no podia irse a Chile por tierra, temeroso de caer en manos de Jose Miguel Carrera y de s u s montoneros, buscase u n asilo a bordo d e alg6n buque perteneciente a s u propia patria. No deje que mi capitin desembarcase con s u s papeles, para no tener que pagar derechos de trinsito por el cargamento; asi plies, s610 desembatquk para ver quC ocurria y como encontrase la ciudad presa de disenciones intestinas, a1 dia siguiente zarpamos con rumbo a Valparaiso. Algunos dias antes de nuestra Ilegada, se habia librado una batalla en las calles de Buenos Aires, entre 10s colorados y 10s vecinos, que termin6 con la muerte de unos trescientos combatientes caidos en la Plaza y calles cercanas. En la tarde de mi embarque levamos ancla y seguimos por el rio para alcanzar el ockano, tomando el canal del sur; por la noche anclamos en Punta del Indio, y aqui, aunque s610 habia u n vigilante, cuatro d e nuestros mejores marineros estimaron conveniente usar el bote del capitin y bajar a tierra ocultamente sin permiso. Esa misma noche el vien-


- 152 to pampero sop16 tan impetuosamente que nos vimos obligados a ganar el mar. Todos, incluso el juez y yo, ayudamos a levar el ancla y tnuy luego salimos del rio. AI dia siguiente, a mediodia, estibamos a cincuerita millas d e la boca. Como nos hallibamos tan escasos de marineros, se hizo necesario consultar al resto de la tripulaci6n acerca d e si deseaban que tottiziramos el rumbo del Cab0 de Hornos; 10s reunimos en la popa y, como yo deseaba ir a Chile, en vez de volver a Montevideo por 10s elementos que nos faltaban, les ofreci una gratificacion, ademis d e sus salarios, con lo cual obtuve su adhesi6n unininie para tomar la via del Cabo. Eramos s d o diez: el juez y s u sirviente, el capitin, dos marineros, el vigia, u n cocinero, un grumete y yo, fuera del cirujano, que venia como pasajero desde Inglaterra. Sin embargo, con esta pequeiia tripulaci6n emprendimos el viaje que se considera como el inis peligroso del mundo, ofreciindose voiuntariamente 10s marineros para ir arriba y tomar drizas. Navegamos entre las islas d e Falkland y el Continente. El tiempo se mostr6 propicio y el dia 14 doblamos el tempestuoso Cab0 de Hornos, cerca d e la isla de Diego Ramirez. Esperamos entrar el dia siguiente al Ociano Pacifico, cuando s e levant6 una tormenta del noroeste que nos arroj6 trescientas niillas a sotavento, trascurriendo veintid6s dias antes de que estuvieramos de nuevo a la vista de las islas de Diego Ramirez. E n ese espacio de tres se-


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manas el tiempo se mostr6 sumamente duro, casi sin interrupciones; el mayordomo, uno d e 10s marineros y el grumete cayeron enfermos a causa d e las inclemencias y del exceso d e trabajo. Me vi obligad o yo mismo a tomar drizas y a ponerme a1 tim6n, porque 10s demis estaban completamente agotados. El juez Prevost me prest6 mucho auxilio en el acondicionamiento del buque para la seguridad general. Nuestro cocinero era un gigante, en talla y en fuerzas, y, n o mareindose, podia subir a cubierta, tomar drizas y levantar las velas, operaciones en las cuales nos prest6 grandes servicios. Por fin entramos ai tranquil0 mar Pacific0 y, el 23 d e Diciembre d e I 82o,-dia I 3 5 d e nuestra navegaci6nI-anclibarnos en la bahia d e Valparaiso. Cuando llegamos a Chile, encontramos 10s h i mos muy excitados a consecuencia d e la expedici6n que en el mes de Junio se habia enviado contra el P e r k Estaba ella compuesta d e cinco mil hombres, mandados por el general San Martin, y se hallaba entonces acampada a cinco leguas d e Lima. Esta expedici6n no habia podido organizarse sin considerables esfuerzos, a causa de las estrecheces del Erario, y se llev6 a cabo, finalmente, mediante la ayuda d e 10s comerciantes extranjeros, que suministraron lo necesario, otorgando un buen emprkstito a1 Gobierno de Chile. Por este tiempo, Lord Cochrane bloqueaba a Lima. Valparaiso habia adelantado mucho desde mi Gltima visita a este


- I54 puerto. S e habian establecido alli varios comerciantes ingleses y norteamericanos. El juez Prevost y y o salimos a1 dfa siguiente para la capital. En Casablanca nos hallamos con un ing!Cs que habia sido mayordomo de buque y que mantenia alli una posada. Sobre una tabla habia pintado, en izgZks, las siguientes palabras: cAcomodaci6n.Good beds for a gentleman and his horse). Esta curiosa ensefia colgaba d e la cima d e un alto mistil, a1 lado del camino; nos detuvimos en la posada y la encontramos no mal surtida d e provisiones y licores. S e notaban muchos adelantos en el camino que va a la capital: las habitaciones estaban m&s limpias y mejor amobladas y hasta era posible encontrar tC o cafC en cada relevo. El dia de Pascua comimos en Pudahuel un poco d e came seca d e cabro y en la tarde llegamos sin novedad a Santiago. Como n o pretendo dar en este libro una descripci6n geogrifica d e Chile, prefiero que mis lectores vean sus detalles y limites en un mapa del pais. DirC, sin embargo, que la naturaleza lo ha dividido en tres secciones. La del norte, aunque desierta, abunda en niinas de cobre y plata; la del centro est& compuesta de ricos valles, en 10s cuales se produce el trigo en abundancia, per0 con pocos bosques; la del sur, provincia d e Concepci6n, es tambidn muy fkrtil y en ella se encuentra madera d e construcci6n d e tamafio considerable. Los rios principales son el Biobio, el Itata, el Ca-


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chapoal, el Maule y el Maipo. Hay, ademds, muchos otros cursos d e agua que bajan desde la Cordillera, per0 ninguno de ellos es navegable. Este pais tiene poblaci6n muy poco densa; el ndmero total d e sus habitantes no alcanza hoy dia a mill6n y medio. El tercer dia despuks d e mi llegada a Santiago vendi todo mi cargamento, con buenos beneficios, sobre el precio d e factura; pero, cotno la suma que representaba era muy considerable, tuve que dar credit0 por largos plazos. Durante mi estada anterior en el pais, no habfa podido hacer ningdn viaje d e observaci6n ni hacia el sur ni hacia el norte del pais; pero, como ahora tenia algunos dias disponibles, hice una e x c u r s i h de unas cuarenta leguas hacia el sur, a fin d e mejorar mi salud y en compafiia de algunos amigos. Visit6 10s bafios de Cauquenes, famosos por sus aguas minerales, que se estiman como muy beneficiosas. Enviamos adelante a 10s sirvientes, para preparar nuestros alojamientos, y no pudo menos d e llamar nuestra atenci6n durante el camino, la belleza de las haciendas, a cuyas casas Cramos invitados frecuentemente por 10s patronas, de manera que durante el viaje nada tuvimos que pagar. Todos 10s que hayan visitado 10s bafios d e Cauquenes no podrAn menos d e recordar las liberalidades d e don Antonio Valenzuela, cuyas amplias casas y hermosa hacienda est i n situadas en las vecindades de Rancagua y cuyas


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puertas estin siempre abiertas a 10s viajeros. Este caballero nos obsequi6 con una suntuosa comida, compuesta de todos 10s platos nacionales y regada con varias clases d e vinos. El sur de Chile abunda mds en drboles que las cercanias de la capital y s u s paisajes son mds pintorescos. L a deliciosa cabalgata desde las casas d e cuatro leguas, don Antonio hasta 10s Baiios,-unas -se conservard a h fresca en la memoria de algunos d e mis lectores. S e hace a lo largo d e una estrecha barranca, a cuyo fondo corre un torrente. Junto a 10s manantiales hay grandes rocas y un puente hecho de cordeles se halla suspendido sobre el rio. A1 fondo se divisan 10s Andes. Los bafios termales d e Cauquenes estdn a cien pies sobre el rio; las vertientes de la montaiia son casi perpendiculares; en la cima hay una especie d e plazoleta, formada por cabaiias. Estos baiios son muy frecuentados por 10s enfermos de todas partes d e Chile y se recomiendan especialmente a 10s reumdticos y a 10s que sufren de dolencias cr6nicas. S w aguas mds calientes no suben d e 110' Farenheit. Cuando el enfermo sale d e su baiio, se le envuelve en frazadas y se le lleva en una Camilla hasta su cama, con el objeto de promover la transpiraci6n. L a temporada de baiios dura un mes para cada enfermo; per0 vale la pena ir a Cauquenes, aun cuando sea tan s610 para gozar del paisaje. Durante mi estada en Chile, en este periodo, Ilegaron las importantes noticias d e la captura de


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Lima por el ejdrcito patriota. Grandes fueron 10s regocijos con este motivo y el acontecimiento fuC celebrado con banquetes e iluminaciones. Los ingleses tenian en esos momentos una considerable escuadrilla en Valparaiso, bajo el mando de sir Thomas Hardy. Este oficial se hallaba en Santiago, como tambiCn el honorable Orlando Bridgeman, el honorable R. C. Spencer y el c a p i t h D. O’Brien. Es muy d e celebrar que 10s oficiales d e marina enviados por Inglaterra a este hasta ahora desconocido pais, tuvieran condiciones tan especiales para favorecer el desarrollo d e 10s intereses britanicos, mediante su habilidad en tratar con el Gobierno de Chile. E n muchas ocasiones se necesit6 tanta firmeza como ductilidad, a fin d e evitar exacciones respecto a la propiedad d e shbditos britanicos. Los oficiales arriba nombrados no solo se desempeiiaron a satisfaccih de sus compatriotas, sino que tambiCn contribuyeron a formar una impresion agradable de 10s ingleses entre 10s chilenos, por su conducta privada y buenas maneras. Sus nombres, como tambiCn 10s d e Bowles, Shirreff, Hall, etc., viven a6n en el recuerdo de 10s habitantes d e la metropoli. Habiendo terminado satisfactoriamente mis negocios, resolvi volver a Inglaterra. El honorable Robert Spencer, del buque Owen GZendower, d e S. M. B., estaba entonces en Valparaiso y me ofreci6 muy amablernente pasaje a bordo d e su fragata. Habia tambidn en este barco varios espaiioles


- 158 de Lima, a quienes el seiior Spencer, sacrificando s u s propias coniodidades, ofreci6 alojamiento e n su camarote, para que pudiesen volver a su patria. Entre estos pasajeros, que subian a diecisiete, estaban el general Ricaforte; el coronel del regimiento d e Burgos; don Antonio, u n juez d e Lima; la marquesa d e Cbceres y varias senoras espafiolas. El Owen Glendower sali6 d e Valparaiso el I O de Octubre de 1821, y despuCs de una travesia muy agradable a lo largo del Cab0 d e Hornos, llegamos a la bahia d e Rio Janeiro a 10s treinta y cinco dias d e navegacih. Alli bajaron a tierra 10s pasajeros espafioles, para embarcarse directamente a Cidiz. Seis dias m i s tarde, el Owen Glendower se hizo d e nuevo a la mar, Ilegando, sin novedad alguna, despuCs d e ciento cuatro dias de navegacibn, desde Valparaiso a Spithead, e n donde saludamos a1 buque insignia, el cual nos devolvi6 la cortesia. E n seguida tomamos uno d e 10s botes y nos dirigimos a la costa, desembarcando e n Portsmouth. Faltaria a 10s mbs elementales deberes d e gratitud si no dejase constancia aqui d e la caballerosa forma en que fui tratado por el honorable sir Robert Spencer y por todos s u s oficiales, mientras permaneci a bordo del Owen GZendower. Antes d e terminar, debo hacer algunas reflexiones acerca d e 10s que, teniendo sienipre a la vista el derecho divino, estiman que las nuevas Republicas sudamericanas podrian ser reconquistadas fbcilmente, a causa de sus disenciones civiles, si se per-


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mitiese a Espaiia que enviara tropas a esos paises.

Es est0 un error. No hay duda d e que Espafia habria podido conservar sus colonias si en los principios d e la revoluci6n americana hubiese manifestad o disposiciones conciliatorias hacia 10s criollos; pero, cuando esos pueblos pidieron simplemente el reconocimiento d e s u s derechos, Espaiia instaurd una era de persecuciones contra 10s 'desgraciados colonos y estableci6 la ley marcial en todos 10s territorios sujetos a s u dominio. L a extrema crueldad con que procedieron 10s jefes espaiioles, contribuyd a quebrantar 10s filtimos lazos que unian a la Madre Patria con 10s americanos. Los nombres d e Morillo, Morales, Tristin, Marc6, Ossorio, etc., estin escritos en caracteres d e sangre en todas estas regiones y sus hechos han apartado para siempre de Espaiia estas valiosas colonias. El espiritu d e independencia acon s u coraz6n d e le6n y s u s ojos d e iguila, , se encuentra ahora demasiado arraigado en estas Rephblicas para que exista probabilidad alguna d e que vuelvan al antiguo yugo, y aun cuand o 10s comienzos de su historia se hallen manchados por 10s disturbios civiles, todos estin firmemente resueltos a no volver j a m i s a someterse a extraiio poder.

FIN


c

INDICE PAGS.

......................

ADVERTENCIA DE LOS TRADUCTORES

PREFACIO ........................

:................................

I

3

I. La Tormenta se va.-Hacia la Cumbre.-Los Valles de Chile.-Aconcagua.-Chacabuco.Llegada a Santiago.-General San Martin.Gran fiesta, etc .......................................... 11, La ciudad de Santiago.-Plaza principal.-Los habitantes.-Superstici6n.-Ceremonias religiosas.-Frailes. - Diversiones. - Tajamar. -Sumario politico ............................................. 111. Viaje a Va1paraiso.-0’Higgins.-Casablanca. -El OcCano Pacffico.-Descripci6n de Valparaise.-Baile chi1leno.-Los negocics.-Comercio de Mackay ........................................... IV. Expedici6n espaiio1a.-Retirada de O’Higgins. -Reuni6n de 13s fuerzas patriotas.-Sorpresa de Cancha Rayada.-Consternaci6n de 10s habitantes de Santiago....................................

II

31

53

73


- 162 PAGS.

V. Estado del ejdrcito patriots.-Oficiales nativos y extranjeros-El general Brayer.-O'Higgins. -La noche anterior a la batal1a.-La batalla de Maipo.-Derrota completa del ejdrcito es....................................................... paiiol V I . El mayor Arcos.-El capitdn Biddle.-Ejecuciones de Juan Jose' y Luis Carrera.-Asesinato de Rodriguez.-Regocijos en Chile.-Batalla naval.-La Escuadra chi1ena.-Blanco y Callow VII. Captura de la fragata espaiiola Maria ?.abeZy de trasportes.-Lord y Lady Cochrane.-Teatro en Santiago.-Monacterios de monjas.-Indios peruanos.-Un fraile.-Ritos re1igiosos.Particla de Santiago a Mendoza.-Jornada al trave's de las Pampas y llegada a Buenos Aires. -Embarque para Rlo de Janeiro y llegada a Inglatcrra ................................................ VIII. Viaje a Buenos Aires y por el Cab0 de Hornos hasta Valparais0.-Progresos en Chile.-Los Baiios de Cauquenes-Pasaje a bordo del Oweiz GZendover para Inglaterra.. ..........................

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I

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