Presentación del Libro de Iván Olano

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VARIACIONES SOBRE LA EMBRIAGUEZ Iván Olano Duque Conocí a Iván cuando tuvo en suerte (eso espero) hacer parte de mis clases de Estudio Musical Básico y Armonía. En medio de las rutinas del desarrollo auditivo y la reflexión sobre el sentido de las progresiones armónicas, descubrí en Iván un extraordinario talento y una muy fina sensibilidad que alimentaba con un afán sin tregua para sumergirse en el gran repertorio de la música y la literatura. A lo largo de tres años de clases, que no fueron otra cosa que la búsqueda de una ‘‘manera de enfrentarse al incesante universo’’ - como nos lo ha enseñado Borges -, se tejió también una suerte de complicidad en gratas e interminables especulaciones sobre la naturaleza del arte. Esa pequeña historia es el origen o la explicación de este equívoco que me tiene aquí ---un profesor de solfeo y armonía- usurpando la función de un experto en crítica literaria o filosofía del arte. La invitación de Iván para participar en la presentación de su libro de ensayos más que una muestra de amistad, es un gesto de valentía. Voy a justificar mi presencia en este acto siguiendo el consejo de Chesterton: ‘‘Hasta un mal tirador se dignifica aceptando un duelo’’. Voy pues, tratando de no defraudarlo, a intentar un breve comentario de mi experiencia como lector de esas ‘‘Variaciones sobre la embriaguez’’, un conjunto de ensayos de los que el título mismo ya es un diálogo entre dos conceptos fundamentales: la variación, fundamento y razón de toda música y la embriaguez, entendida aquí como esa condición del alma cuando entra en contacto con la extrañas fuerzas del arte. El ensayo, ese género del pensamiento, como lo define Iván en el prólogo de su libro, posee un extraordinario linaje con un augusto catálogo de nombres que se remonta a los clásicos griegos, aunque el nombre les fue ajeno. Uno no puede dejar de mencionar a Montaigne-inaugurador del género- con sus essais, a Francis Bacon, a Samuel Johnson, a Coleridge, Wilde, Stevenson y Chesterton, en el ámbito anglosajón; a Emerson, a Henriquez Ureña, a Jorge Luis Borges, a Nicolás Gómez Dávila o Alfonso Reyes, en el ámbito americano. Reyes decía que el ensayo es el ‘‘centauro de los géneros’’ y Chesterton habló de una ‘senda tentativa y sinuosa’. Y es que el ensayo ---sustantivo que se sostiene altivo sin los intentos y las pruebasdel verbo, mi querido Julián- no pretende impartir conocimientos ni demostrar una verdad, como hacen los textos teóricos de la academia. El ensayo es un ejercicio desinteresado de lectura personal; lectura que se solaza en el ejercicio de escribir por el mero placer de la reflexión, pero en el que también se puede expresar el concepto profundo de crítica (crítica literaria, crítica artística). Recuerdo que Oscar Wilde proponía la crítica de arte como un género artístico; vale decir, que la exposición de los argumentos de un autor sobre su tema de ensayo también es una estructura estética. La libertad en la reflexión hace que la modernidad lo haya escogido como un medio privilegiado para la comunicación y la expresión sin que se vea constreñido por imperativos estrictamente artísticos o estrictamente científicos.


La Retórica y las oratorias grecorromanas, que tanta falta le hacen al ejercicio de la mera sensatez, definían tres géneros de discursos: el genusiudiciale (género judicial), el genusdeliberativum (género deliberativo) y el genusdemonstrativum (género demostrativo o epidíctico). Este último, que pretendía incidir sobre los altos valores de una comunidad, podía ser laudatorio y vituperador. El ya mencionado pero poco leído Alfonso Reyes, dice en su ensayo ‘‘La crítica en la edad ateniense’’ que el género epidíctico es el antecesor del ensayo. Georg Lukács, en su correspondencia con el gran ensayista húngaro Leo Popper, dice que en el ensayo hay una renuncia al derecho del método porque no obedece a las reglas de juego del trabajo científico; el ensayo se permite lo fragmentario porque no aspira a una construcción cerrada y por eso ha sido mirado con sospecha, acusado de falta de rigor, por los sacerdotes del discurso científico. Harold Bloom tiene una bella expresión para hablar del tema; dice que el ensayo es un ‘‘vagabundeo del significado’’ y a ese ocioso errar no lo perturban las ideas tradicionales sobre la verdad, lo que permite una actitud crítica no exenta de ironía. ‘‘No se atienda, pues, a las materias, sino a la manera como las expongo’’, propone Montaigne desde finales del siglo XVI y esta sugerencia se ha convertido, con el paso de los siglos, en una norma implícita, con la bendición de Theodor WiesengrundAdorno y Walter Benjamin, probablemente los más conspicuos exponentes del ensayo del siglo XX. Adorno lo define como ‘‘la forma de la categoría de nuestro espíritu’’. Creo que debemos a Adorno la caracterización de una autonomía, de una subjetividad y un forma crítica en el ensayo; dice textualmente: ‘‘… es la forma crítica por excelencia, y precisamente como crítica inmanente de las formaciones espirituales, como confrontación de lo que son con su concepto, el ensayo es crítica de la ideología.’’ El teórico español Pedro Aullon de Haro, dice, bellamente, que ‘‘… el ensayo, ni comienza por el principio ni acaba cuando se alcanza el final de las cosas sino cuando cree que nada tiene que decir’’ El indiscutible carácter personal está plasmado en la confesión de Montaigne: ‘‘Yo soy la materia de mi libro’’ y, justamente, vamos al ensayo para encontrar la forma en que un autor asume sus dudas y certezas. En este sentido creo que cobra mayor fuerza el título que Iván escogió para su libro, porque un ensayo es una serie de variaciones sobre lo posible. El ensayo moderno, vivificado en las fuentes Nietzscheanas, sabe que la vida no es ese conjunto orgánico, cerrado, que predicaba la filosofía de la ilustración; ese ensayo ha encontrado caminos distintos a las certezas de la ciencia positiva; se ha revelado contra la idea de progreso del pensamiento, contra la linealidad de la Historia y a fecundado, en cierto sentido, las preguntas que se hacen las narrativas artísticas, en la literatura y la música. El sociólogo francés Pierre Bourdieu, a quien sus seguidores consideran el gran renovador de las ciencias sociales hizo un franco elogio del ensayo; cito: ‘‘No hay mejor prueba de todo lo que separa la escritura literaria de la escritura científica que esta capacidad, que le pertenece por derecho propio, de encontrar y condensar en la singularidad concreta de una figura sensible y de una aventura individual,


que funciona a la vez como metáfora y metonimia1, toda la complejidad de una estructura y de una historia que el análisis científico tiene que desarrollar y extender muy laboriosamente’’ Los latinos acuñaron el proverbio: ‘‘verba volant, scriptamanent’’, queriendo significar que con las palabras dichas, las que hienden el aire, se puede discutir mientras que las palabras escritas yacen rígidas en el papel y no responden a la polémica. Eran los tiempos de Cicerón y Quintiliano. La modernidad, curiosamente, invirtió el significado de esta locución y a querido conferir mayor validez a un documento escrito que a una exposición verbal. Pero Gutenberg no es culpable; yo siento que en cada lectura podemos entablar un diálogo profundo con las palabras escritas. Parte del placer de la frecuentación del ensayo estriba en una polémica callada con unas ideas que se expresan en una prosa expositiva de elevado estatus poético. Creo que el buen ensayo es una experiencia estética que aguza la reflexión y alienta la polémica. Los cinco ensayos que integran esta serie de variaciones son una reflexión sobre la naturaleza de ese estado del alma cuando entra en contacto con el arte; un estado que es emocional o fisiológico, o una combinación de ambas y que Iván denomina ‘estremecimiento’, ‘embriaguez’. El primero, un término construido desde el latín tremiscere, es un sobresalto en el ánimo, una repentina agitación de las emociones. En la embriaguez hay perturbación y hasta enajenamiento. Dije, hace un momento, que leer un buen ensayo es entrar en un diálogo de identificación o de polémica con las opiniones del autor. Pues bien, en la primera página del libro de Iván, en sus palabras de presentación, afirma, ¡oigan esto! que ‘‘la música es una manifestación elemental del álgebra’’. Si semejante imprecación no es un error del editor entonces es una provocación deliberada porque sabía que yo lo iba a leer. Lo sensato, evidentemente, es la proposición inversa: ‘el álgebra aspira, tal vez, a ser una manifestación elemental de la música’. (Continuar con el comentario de los ensayos) A pesar de que se podría bosquejar una trayectoria del ensayo colombiano ---si es que cabe la denominación- desde algunos textos de Bolivar, pasando por los importantes aportes de Baldomero Sanín Cano, Rafael Maya y sus ‘‘Consideraciones críticas sobre la literatura colombiana’’ (1944), los ensayos poéticos de Jorge Gaitán Durán en la revista Mito, ‘‘américa es un ensayo’’ de Germán Arciniegas, hasta los más recientes de R. H. Moreno Durán y William Ospina, hay una sensación de soledad, de falta de vasos comunicantes en un género que es bastante esquivo a la hora de las clasificaciones de los académicos. Desafortunadamente es necesario decir que esta forma de escritura, sea o no un género y se considere o no como parte importante de la literatura, es en nuestro medio una suerte de flor exótica, si se piensa en la rareza, o la flor modesta de Gregorio Gutiérrez, si se observa el desdén en los ámbitos 1

Metonimia: cambio semántico por el cual se designa una cosa o idea con el nombre de otra, sirviéndose de alguna relación semántica existente entre ambas. (tomemos una copa)


académicos y editoriales. Es notoria la carencia de estudios sobre los valores formales y estéticos del ensayo en Colombia.

Yo celebro el sello editorial Hombre Nuevo Editores, de Medellín, al asumir el reto de publicar libros de autores colombiano, hechos para la reflexión y no para el mero esparcimiento. Es esta empresa la que ha permitido el acceso a la obra de Estanislao Zuleta.

Hombre Nuevo Editores es un sello editorial cuyo objetivo es publicar libros que posibiliten la ref época, abordando temas significativos referidos a problemas de interés público con una utilidad principalmente a la publicación de autores colombianos en las áreas de periodismo, literatura y en de actualidad e interés general. Ha editado gran parte de la obra de Estanislao Zuleta.


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