La parte más dura
En el trabajo siempre me ha costado consolar a las mujeres. Las tomo en mis brazos cuando se derrumban, llorando. Les doy palmaditas en la espalda, las apretó con fuerza, les digo, está bien, vas a salir de esta, está bien…Y mientras las sostengo las envidio, porque en el fondo de mi corazón sé que podría haber hecho algo y yo también tengo ganas de gritar, pero me pregunto, si yo grito quién me calma a mí, si yo caigo quien me coge, si me derrumbo quién me sostiene. Así que les doy lo que en secreto quiero para mí, me lo trago todo dentro y sigo para delante, porque la última vez que me derrumbe y realmente me vine abajo, tendría como ocho o nueve años y sabéis lo que me dijeron, levanta, los hombres no lloran, y cuando te dicen eso a los ocho años, no cambia a los quince ni a los veinte ni a los veinticinco. Para entonces estoy tan cubierto por esta máscara que cuando finalmente estoy preparado para abrirme o expresar algo de verdad, ni siquiera sé cómo hacerlo. Y en qué clase de persona me convierte el abrazar a una madre que acaba de perder a su hijo con el rostro totalmente impasible. Porque tengo que contenerme el estrés, o la rabia, o la impotencia, o esta pena, porque tengo que sentir una pelota en la garganta cada vez que quiero llorar. ¿Acaso me haría más débil? En el colegio era más débil si lloraba, cuando me peleaba, daba igual cuánto daño le hiciese al otro, perdía si lloraba. Quizás llorar te haga un perdedor. Es eso por lo que cuando veo a un hombre, a una mujer, o a un niño, mal, cuando veo algo que está mal, porque está mal, y quiero llorar, no lo hago, ¿por qué sería un perdedor? ¿Sería un perdedor? No puedo ser un perdedor, ni tampoco puedo ser débil, tengo gente a la que dar ejemplo, gente que depende de mí. Pero es que cada vez que me aguanto las lágrimas me siento más débil, me siento más estúpido, más idiota, delante de los padres, de las madres, de las víctimas, delante de todos, , me siento un mentiroso, porque quiero llorar, y que me cojan y que me agarren y que me calmen. Porque los hombres si lloramos, aunque nos cueste más.