Yo Cecilia

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Yo, Cecilia... Segunda Edición 2012 Alejandra Govea Hernández. México, Querétaro 2011 Registro ante Safe Creative: 1007156833178

Se prohibe la reproducción total o parcial de este libro por cualquier tipo de medio, salvo expresa autorización por escrito y con pacto sellado a sangre en una noche de luna llena con la autora de la misma.

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Vendrá un tiempo en que, con gran júbilo, nos saludaremos a nosotros mismos ante nuestra propia puerta, frente a nuestro propio espejo, y con una sonrisa ambos agradeceremos la bienvenida del otro, y diremos, siéntate. Come. Volverás a amar al extraño que fue tu yo. Ofrécele vino. Obséquiale con pan. Devuélvele tu corazón, a ese otro yo, al extraño que te ha amado toda la vida, al cual ignoraste por otro, que te conoce desde el fondo del alma. Coge las cartas de amor que guardas en la estantería, las fotografías, las notas desesperadas, arranca tu propia imagen del espejo. Siéntate. Festeja tu vida.

Derek Walcott



CAPÍTULO 1 ...................................................................................................................................... 9 CAPÍTULO 2 .................................................................................................................................... 16 CAPITULO 3 .................................................................................................................................... 22 CAPITULO 4.................................................................................................................................... 27 CAPÍTULO 5 .................................................................................................................................... 35 CAPÍTULO 6 ................................................................................................................................... 43 CAPITULO 7 .................................................................................................................................... 50 CAPÍTULO 8 ................................................................................................................................... 56 CAPITULO 9 ................................................................................................................................... 62 CAPÍTULO 10 .................................................................................................................................. 68 CAPÍTULO 11 ................................................................................................................................... 77 CAPÍTULO 12 .................................................................................................................................. 86 CAPÍTULO 13 .................................................................................................................................. 95 CAPITULO 14 ................................................................................................................................ 105 CAPÍTULO 15 ................................................................................................................................ 112 CAPÍTULO 16 ................................................................................................................................ 121 CAPÍTULO 17 ................................................................................................................................ 126 CAPÍTULO 18 ................................................................................................................................ 136 CAPÍTULO 19 ................................................................................................................................ 145 CAPÍTULO 20................................................................................................................................ 151 CAPITULO 21 ................................................................................................................................ 158 CAPÍTULO 22 ................................................................................................................................ 167



CAPÍTULO 1

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Cinco de la tarde. A esta hora tendría que estar dormida o viendo la maratón de alguna serie policiaca, mientras espero que Andy llegue por mí. Habíamos quedado para ir al cine, se muere por ver la película de romance más cutre jamás vista. Pero no, heme aquí, en casa de Nico haciendo una reseña sobre la extraña vida de Salvador Dalí. No todo esta tan mal, debo admitir. La compañía es agradable, demasiado agradable. No estoy segura si son mis hormonas o el hecho de que Dalí me parece un anciano bien conservado, pero no puedo dejar de ver a Nicolás. Me ha recibido después de levantarse muy tarde este sábado. Mientras él investiga en la internet, descubro que la cara que pone cuando esta pensativo es la más sexy que tiene. Arquea un poco la ceja izquierda y saca la lengua mientras lee. Es adorable, tanto que es digno de verse, incluso de tocarse y lo haría si pudiera. Con mis dedos repasaría el contorno de sus ojos, también las ojeras que se le dibujan en estos momentos. No entiendo como la idiota de su…bueno, lo olvido, no quiero pensar mucho en ella. Con toda la confianza del mundo me recuesto en su cama, sintiéndome afortunada de haber llegado tarde el día que se asignaron los equipos en el taller de Historia del Arte. Juro que sí, de lo contrario, no estaría en la habitación de Nicolás Cortés, la persona más genialoza del mundo. —¿En qué piensas?—pregunta él sin despegar los ojos de la pantalla. Ahora busca en otro sitio web. —En nada—sonrío. Si, tal vez Nico no es tan popular como los muchachos que salen en las películas que son capitanes del equipo de lo que sea en la escuela. Más bien, es famoso entre aquel reservado grupo de tercer año que lo conocemos por ser muy simpático con todo el mundo, inteligente y caritativo. Una prueba de ello eran los eventos que había organizado él solo para juntar dinero y regalar comida a varias instituciones sociales. Para resumir los halagos, debo decir que Nico es el Robin Hood de nuestra preparatoria, el Napoleón Bonaparte del equipo de ajedrez y el Don Juan Tenorio que atrapó mi corazón desde el primer instante. Mientras divago románticamente con él, repaso una a una sus maravillosas y extrañas cualidades, hasta que recuerdo un pequeño detalle. Uno que me molesta bastante desde hace algunas semanas: su ex novia. Probablemente el único defecto que tenga. ¿Cómo he podido olvidarme de Rebecca? Su foto aún yace pegada en el espejo del cuarto de Nico. No puedo negar que Rebecca Mejía es bastante guapa como para dejar de admirarse y demasiado sexy para pasar desapercibida. De hecho, me siento tentada a buscar su foto en el diccionario para comprobar que aparece como ejemplo de la palabra Lolita. Ya saben, por la actitud seductora y la forma de

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hablar. Aún con todo eso, debo admitir que es buena persona, un poco hipócrita y manipuladora si me preguntan, pero nunca se ha metido conmigo. Incluso he charlado con ella en el baño de la escuela por lo que siento que no tengo nada en su contra, excepto solo su relación pasada con Nico. Como sea, dejaré a un lado el hecho de que él sigue pensando en ella. No quiero ponerme de mal humor cuando estoy tan contenta. Después de un rato, miro mi reloj: van a ser las siete de la noche y no hemos terminado el trabajo. Nicolás se la ha pasado contándome chistes o dándome los resúmenes de cada programa que ve en la tele. También jugamos Rock Band un rato y eso, aunado a los silencios cómodos, nos ha atrasado demasiado. Puedo justificar fácilmente la pérdida de tiempo: cuando tienes una fijación romántica como la mía, ni las tareas de Dalí ni los amigos esperando en el cine parecen importar. En ocasiones así, solo el “objeto romántico” sale a nuestra vista, iluminado por alguna luz incandescente a sus espaldas. —Lo siento, me senté arriba de la lámpara—Nico se excusa, y a la vez se explica aquel extraño hecho. Juro que puedo estar enclaustrada en su cuarto respirando el olor de su perfume por mucho tiempo como si se tratara del mismísimo aire. Es más, puedo convertirme encantada, en uno más de sus muebles y artículos de colección, pero Nico rompe mis pensamientos: —No sé tú, pero yo me muero de hambre... Por algo tan simple como el hambre. —¿Te parece si ordenamos una pizza? O ya sé: podemos salir a comprar unos tacos. Yo invito…—me toma de una mejilla y la aprieta con la misma fuerza de una abuela besucona. El departamento de electricidad de mi cuerpo comienza a trabajar por su toque como muchas veces antes. Nico ni siquiera se da cuenta de eso mientras ordena algo de comer por teléfono. Es ridículo lo que él me provoca, tanto así que estoy dispuesta a pedirle que se aleje de mi piel a una distancia segura. Obviamente pensará que soy una loca psicótica que no debe ser tocada casualmente por el hombre de sus sueños. No hay porqué ilusionarse; esas muestras de afecto son propias de Nico. Su aire cálido se hace presente con todas las personas que lo conocen y lo tratan a diario como yo. Él es, por poner un ejemplo justo, como un pequeño planeta y todos orbitamos a su alrededor inevitablemente. Sé que yo solo soy satélite más y he aprendido a aceptarlo. Por eso no me hago ilusiones románticas más serias y me limito a encerrar nuestros nombres en un corazón secretamente detrás de mis libretas. Luego de unos minutos más de charla, comienzo a pensar diferente en cuanto a su amabilidad. —Que Dalí se tire a un pozo. Estoy aburrido.

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Si bien, no debería pensar en Nico más que como un amigo, casualmente él vuelve a tocarme sin pretexto alguno. Se recuesta conmigo en la cama, fastidiado por el trabajo. Toma un mechón de mi cabello y se improvisa un mostacho con el mismo. —Dime la verdad, ¿cómo luzco?—imita la pose de la fotografía de Dalí en el libro de arte. Mi cabello es un poco largo, pero aún así, su rostro se acerca a menos de treinta centímetros del mío. Aún puedo oler la esencia del jugo de arándano que ambos tomamos. —Te...ves muy bien, “Nico Dalí”—tartamudeo, soltando el mechón de sus manos, mostrándome incómoda por la situación tan penosa en la que me encuentro. Nicolás sonríe de nuevo levantándose rápido de la cama. —Perdón, no era mi intensión despeinarte o invadir tu espacio personal—admite y luego torpemente...—. Es más, déjame acomodar tu cabello. Él coloca el mechón detrás de mi oreja, y se vuelve a lanzar a la cama sonriendo cuando ve el color rojo de mis pómulos. Me siento tan estúpida por sonrojarme en aquel momento, nunca lo hago y esta situación no es la mejor para comenzar. Por alguna razón extraña, Nicolás permanece cerca de mí, lo cual me pone súper nerviosa. Seguramente el muy bastardo sabe que me siento ligeramente atraída por él. Solo hay algo que puede calmarme en aquel momento. La receta estúpida e infalible para los nervios según Cecilia: —Popó de perro— digo rompiendo el hechizo de sus ojos. —¿Popó de perro? ¿Lo ven?, les dije que era algo estúpido. —Cuando estés nervioso hasta la coronilla, repite una palabra asquerosa y de mal gusto. O algo así, ya se me olvidó porqué dije eso en primer lugar— hablo por hablar. Mierda. He pensado en voz alta, muy alta y la sonrisa en el rostro de Nico me comprueba que efectivamente la he cagado. Espero que en este punto él ya se haya acostumbrado a mi boca que a veces dice estupideces y otras, suelta groserías como marinero de agua salada—En algunos ratos, soy peor que el mismísimo Jack Sparrow—. Gracias al cielo, Nico se limita a sonreírme. —Eres adorable Cecilia. Contigo, hasta la popó de perro lo es—dice antes de levantarse nuevamente de la cama. ¡Alerta de cumplido! O al menos eso creo. Ahora si debo sonrojarme, pero me pregunto: ¿seré adorable como Ricitos de Oro?, ¿adorable como un bebé? Si fuera así, ¡qué aburrido! —Tú también lo eres—confieso, pero Nico se me queda viendo feo—. Me refiero a lo adorable, no a la popó. Él se pone de cuclillas enfrente de mí, tratando de asimilar mis palabras. —¿Piensas que soy adorable?—pregunta.

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Uy. Veo venir un momento del cual me puedo arrepentir o recordar para siempre. Estoy segura. —Sí, ya sabes. Eres un buen muchacho y todas esas cosas geniales— me tuerzo los dedos esperando que me corra de su casa, pero no lo hace—. Si, simplemente eres genial—vuelvo a repetir. Se siente tan bien decirlo ya que de hecho, ni siquiera mis mejores amigos están al tanto de mi interés por Nico. Los conozco, son sumamente chismosos, y francamente lo que menos necesito es que también se metan en mi vida romántica. —Por eso me caes muy bien: ves en mí lo que ni siquiera yo veo— luego, me toma de la mano—. No eres como Rebecca que piensa que soy un mal hombre y que la trato del asco. Supongo que sabes que por eso me dejó, ¿no? Por eso me engañó con otro. ¿Nico engañado? ¡Sacrilegio! —¿Becky te engañó?—pregunto con asombro y boca abierta. —Si, por eso corté con ella—dice, apesadumbrado. Eso apesta, pero en verdad que yo no sabía de nada. De haberlo sabido, no hubiera traído a colación el tema de Becky. Esperen, el tema lo trajo él porque seguro sigue enamorado de ella. Esta no es la plática romántica que me esperaba exactamente después de tomarle de las manos, seguro que Nico no tarda en gritar ¡Becky, regresa a mí! de forma dramática. Hablar de su relación con ella era lo último que quería en ese momento, pero quiero seguir siendo "adorable" para él y trato de seguir el juego de psicóloga de pacotilla y su paciente guapo, pero atormentado. —Mira…—le miro a los ojos, tratando de llamar su atención—si ella te engañó es porque es una hija de bruta sin moral, ya que tú no eres exactamente un mal hombre. Es más, técnicamente ni siquiera eres uno, ¿cuántos años tienes, Nico?, ¿dieciséis, diecisiete? —Dieciocho— responde con voz gruesa. Casi está a punto de ser hombre según los libros de biología. Durante nuestra plática, recorro su cuerpo con la mirada: si bien, no es nada musculoso, Nico tiene un cuerpo que me hace desear tener un mejor cuerpo yo misma. Bajo mi vista un poco más allá de su cintura, me detengo a ver el cierre de sus jeans—sí, claro, sus jeans—y me distraigo pensando en lo que puede haber debajo. Me odio, soy una pervertida. —En fin, la edad no importa en el amor. Tal vez la madurez un poco, pero no me hagas caso, no tengo experiencia en el ámbito romántico. —Y eso parece una locura—Nicolás me interrumpe—. Pensaría que tienes a muchos chicos haciendo fila para estar contigo. Normalmente, después de semejante halago hacía mi persona, pensaría en besarlo seriamente, pero prefiero ignorarle y sigo con el tema de su relación.

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—No conozco su relación con profundidad, pero si puedo decirte que Becky parece una persona egoísta y a la que solo le importa su propio bienestar—él continua escuchando atento, casi como presenciando una cátedra en la Universidad Nacional—. En cambio tú...se ve que eres atento con ella o más bien, con las mujeres en general. No eres patán como muchos que conozco sino al contrario, eres un caballero en toda la extensión de la palabra. Además, creo que ella no se puede quejar de haberte tenido como novio: eres el más guapo de tercer año y créeme, todas nos morimos por ti. —¿Ah, sí? ¡Ups! Esa última se me ha escapado sin remedio, pero como si nada, lo niego todo. Aún así, quisiera echar todo atrás y no haberlo dicho, pero lo olvido cuando veo que él se acerca a mí. No creo que vaya de nuevo por mi cabello porque sus manos toman mi rostro delicadamente. Me mira pensativo, como si estuviera decidiendo si cortar el cable rojo o el negro para evitar que explote una bomba. No quiero ser un débil cable, yo quiero ser la bomba. Sus ojos se posan en mi boca, mientras se acerca cada vez más. Su aliento me pega en los labios hasta que finalmente, luego de una considerable espera... ¡Bam! Me besa. Algo dentro de mí estalla sin remedio. Después de todo, fui la bomba que hizo explosión con el roce de sus labios. Primero me da un pequeño beso de prueba para ver si no me retiro. Se parece demasiado a mi primer beso, cuando tenía cinco años. Después de abrir los ojos, y mirarnos fijamente, Nico parece arrepentido: —Lo siento, yo...—él trata de buscar palabras para decir. —¡No te disculpes! Está bien, supongo. —¿Si? Ya sabes, deberíamos estar haciendo tarea. —Sí, tienes razón—contesto resignada. Antes de que mi corazón comience a latir normalmente, Nico me sorprende y vuelve a besarme. De nuevo, no pongo objeción alguna, así que él continúa con otro y uno más. Él cierra los ojos mientras mueve sus labios contra los míos. Yo no hago lo mismo, sino que me mantengo con los ojos bien abiertos como una loca. ¡Wow! Nicolás me está besando y solo por haberle dicho adorable y popó en una misma frase ¿Qué pasará si le digo que es un sueño? ¿Me besará más o menos? ¿Se fijará más en mí y luego, nos daremos cuenta de que somos claramente el uno para el otro e irremediablemente seremos felices para siempre? Ni idea, pero no es por nada, veía venir todo esto. Las miradas que me lanzó la primera vez que lo conocí me lo dijeron y yo, nunca les hice caso. Luego de un rato, comienzo a besarlo también, he salido de mi estado de shock para tratar de tomar la iniciativa. Lo tomo del cuello para atraerlo más a mí, no me importa verme efusiva porque así me siento. Me siento genial, me siento grande y muy madura por alguna razón.

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Yo soy la que doy paso a los besos franceses y lejos de representar el final de la sesión por la seriedad que eso implica, Nicolás la continúa con mayor entusiasmo. Su lengua suave, de sabor arándano, recorre la mía de manera deliciosa, haciendo que mi cuerpo se erice de pies a cabeza. Sus brazos me sujetan sutilmente, haciendo una especie de prisión entre su cuerpo y la cama. Es como en las películas, en serio, solo falta la música cursi de fondo. A pesar de que comienzo a temblar por los nervios, siento que esto es lo mejor de lo mejor. No, borren eso, esto es lo ¡máximo! Por eso me relajo un momento sin pensar en nada más. Ni la madurez, ni la película, ni Dalí me importan ahora que de la nada, estoy con Nico de la manera que siempre soñé dormida, despierta o una combinación de ambas. Soy sumamente torpe para besar a comparación de él pero no me importa. Simplemente planeo disfrutar de los besos de Nicolás Cortés pase lo que pase.

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CAPÍTULO 2

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La estoy cagando en grande. —¿En dónde estás?— pregunta Andy por teléfono, mi amiga se escucha claramente alterada. No sé qué contestarle exactamente, pero no estoy en la tierra, eso es seguro. —En...mi casa. Es decir, en la casa de Nicolás, ¿por? —¿Qué carajos haces allá?—ella grita así que tengo que alejar el altavoz de mi oído—Quedamos de vernos a las 8:00 para ir al cine. Ya ni siquiera recuerdo qué película era. Es más, no sé con exactitud quién es Andy y honestamente, si sé la hora es porque ella me lo dijo. Es de esos momentos en los que no sabes cómo demonios llegaste a tal punto y repasas uno a uno los pasos que diste para estar como estás. —Estamos haciendo el trabajo de la clase de arte. Nos hemos tardado más de lo normal porque Wikipedia no sirve— alcanzo a responderle a Andy, apenas si puedo aguantar un jadeo—. Ya sabes cómo se las gastan los informáticos hoy en día, David lo dice todo el tiempo, ¿recuerdas? Bill Gates es un...—soy interrumpida. —Cuélgale— me dice al oído Nicolás. Su voz me pone la piel de gallina, pero de buena manera. O bueno, no sé si es sólo su voz o el hecho de que besa mi cuello con pasión lujuriosa mientras hablo por teléfono. Hace unas cosas con las pestañas que... —Pues apúrate y mueve tu gran trasero a mi casa, tal vez alcancemos la función de las 9:30—ordena la extraña con la que hablo por teléfono. —Haré todo lo posible por llegar, pero no sé a qué hora vamos a acabar porque sabes que este trabajo es importantísimo Andy así que..."kjj", ¡estoy pasando por un túnel!, "kjj"—le cuelgo, lanzo el teléfono a un lado y regreso a la maravillosa tierra media de los brazos de Nicolás. Ni idea de cómo pasó todo, simplemente en dos segundos se nos ocurrió quitarnos casi toda la ropa. No hubo tiempo para ponernos a pensar en qué carajos nos estábamos metiendo y bueno, también soy muy fácil de convencer, lo acepto—Más si ese proceso se inicia con besos y palabras bonitas—. No sé cómo me quitó la blusa sin darme cuenta. Sé que algo va pasar porque llevamos más de una hora devorándonos a besos y acariciándonos sin pudor alguno, solamente en ropa interior. No dejo de preguntarme en qué punto habíamos dejado a Dalí a un lado y en cuál habíamos decidido manosear nuestros cuerpos de manera tan...pecaminosa, como diría mi abuela. Ah, sí lo recuerdo: yo adorable, él adorable, todos semidesnudos. Nicolás es maravilloso con las manos, las caricias son lo suyo. De repente me da un poco de vergüenza cuando comienzo a sentirme húmeda ahí abajo,

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pero supongo que él se encuentra igual porque siento que algo duro se roza contra la tela de mis bóxers casi desde que comenzamos. ¡Quién diría que Nicolás tenía un gran equipo escondido debajo del soso uniforme escolar! Bueno, es que con ese uniforme todos nos vemos aburridos. Dios mío, ¿qué hago yo pensando de esa manera tan pervertida? Mamá, ¡perdóname! Después de mi boca, Nico comienza a besar mi cuello nuevamente y a lamer tiernamente el lóbulo de mi oreja. Eso provoca que suelte muchas risitas ahogadas, sobre todo porque con sus manos, masajea la parte en donde me siento todos los días. Sin duda, mi trasero esta mejor en sus manos que en la butaca del cine al lado de Andy. Gracias al cielo que no hay nadie en su casa, porque estamos a punto de comenzar con las palabras obscenas y sería una lástima decirlas en voz baja. —¿Te gusta?—me pregunta él sin despegarse de mi cuello. ¿Qué si me gusta? ¡Me encanta! No tenía idea de que Nico era igual de sensual que el mismísimo Edward Cullen. Es más, si me dice lo del León y la Oveja seguro que me da una especie de orgasmo prematuro—aunque, no sé cómo rayos se sienta tener uno—. —Estás loco—le respondo a duras penas, buscando su boca para besarle. A pesar que sus besos son adictivos, comienzo a reaccionar y a pensar en lo que estamos haciendo. Y si, no parece lo correcto pero a ¡qui-én ra-yos le im-por-ta! El hombre que más me gusta en la vida real, mucho más que Brad Pitt y Johnny Depp juntos, se encuentra encima de mí, besándome y sudando como un atleta listo para las primeras Olimpiadas Eróticas 2010 con sede en medio de mis piernas. Auspiciadas espero, por una buena marca de desodorantes. ¿Debo acabar con el momento?, me pregunto cuando la boca deliciosa de Nico va bajando hacia mis insipientes pechos, mientras recita las sabias palabras de Dalí. Es la frase que abre nuestro ensayo y la única que me elevará la temperatura de ahora en adelante. —La única diferencia entre un loco y yo...—baja tortuosamente el tirante de mi corpiño—es que el loco cree que no lo está—descubre mi pecho, observándolo detenidamente, luego me mira a los ojos—. Mientras que yo, mi querida Cecilia, sé que lo estoy. Estoy complemente loco por ti ahora mismo. Finalmente comienza a besar aquella parte que nadie nunca me había visto, mucho menos besado. Siento la desesperación de Nicolás cuando comienza a besar mis pechos y lejos de darme miedo, me gusta demasiado. Comienzo a gemir cuando en verdad no quiero hacerlo. Me da vergüenza. ¡Sé que está mal! Sé que él sigue pensando en su ex novia —una con mejor cuerpo y más bonita que yo, lo que significa que lo que estamos haciendo es solo para pasar el rato—, pero sin embargo, aquí estoy yo sin hacer otra cosa más que retorcerme en mis propios jugos sin poder evitarlo. De algún lugar, la palabra salvadora llega a mi mente. —Vómito de bebé— digo jadeando.

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Bendito sea el cielo por las palabras asquerosas porque la burbuja se rompe y ambos paramos todo, dándonos cuenta de que se siente bien, pero que tenemos que parar, aunque parezca demasiado tarde. —Creo que estamos yendo muy lejos para nuestra primera “cita de estudio”—le digo, cubriéndome el cuerpo con una de sus almohadas. —Supongo que sí—dice él, mirando sin descaro mi cuerpo. Aquello me hace sonrojar al instante, jamás un chico me había visto así. No podemos evitar esbozar una sonrisa de complicidad al mirar nuestros increíbles cuerpos desnudos. En este caso, la sonrisa parece una nueva oportunidad para comenzar de nuevo. Ya estamos casi desnudos, así que ¿por qué no hacerlo? Nico y yo afirmamos con nuestras calientes cabezas y el juego de bésame aquí, luego acá se retoma en el cuarto. En ocasiones así, las hormonas son las que ganan. ¡Pobre moral! Poco a poco la temperatura de mi cuerpo comienza a elevarse, más aún cuando Nicolás pasa las manos sobre mis bóxers tratando de bajarlos un poco. Su mano llega a mi entrepierna y sus dedos provocan que mi pecho se llene de suspiros. Sus ojos no se despegan de los míos, claramente me quiere preguntar algo y aún así no espero lo que me dice entre jadeos. —Es tu primera vez, ¿verdad?—suelta con el rigor de un látigo. No, no es mi primera vez. Además, ¿qué le hace pensar que lo voy a hacer con él? Olvídenlo, lo haré de todos modos, no me importa porque en realidad me muero por estar con Nico, ahora mismo. Eso sí, yo no soy virgen desde hace exactamente dos semanas por culpa de mis hormonas adolescentes y el atractivo sex appeal de un supuesto amigo de mi amigo David. "Mi primera vez", es dos años mayor que yo, y por supuesto, no quiero recordar ni su nombre. Después de aquel encuentro juré que jamás quería volver a saber del sexo o en su caso, de ciertas técnicas sexuales que mi mente aún no logra comprender. La razón: no me pude sentar en dos días, ni siquiera pude hacer pis como Dios manda. Como sea, reacciono y vuelvo a la habitación porque Nicolás no deja de mirarme expectativo. ¿Qué le digo?, ¿sí o no? Después de pensar los distintos desenlaces de la historia, decido ser sincera con él. —Sí, es obvio que será mi primera vez. Bueno, eso no es precisamente sinceridad, pero si contamos que esa SI sería mi primera vez con él, entonces no es una mentira después de todo. Veo como Nicolás suspira al escuchar la palabra monosilábica. Es su sueño, el de él y de todos los hombres sobre la tierra: desvirginar a una chica. Aquello es como el premio Nobel para muchos, de seguro Nicolás se siente orgulloso y eso es obvio cuando sus labios se curvan con una sonrisa traviesa. Regresa sus manos a mi entrepierna, listo para hacer esa cosa con los dedos de las cuales yo no quería saber nada. —No, espera. Será mejor que no comencemos así—habla de la voz de mi experiencia.

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Él parece sorprenderse por mi iniciativa, pero me sigue la corriente. Comienza de nuevo con los besos y levanta mi cadera para deshacerse de mi ropa interior. Mis calzoncillos morados de encaje, acertadamente de la marca Picara, son lanzados a un lado de su mesita de noche, cayendo encima de su reloj de Homero Simpson. Me observa un momento de pies a cabeza. Seguro se dio cuenta de que soy muy delgada y ya no le gusté. Me quedo ahí, ansiosa, deseando saber qué es lo que piensa, o con quién me estará comparando. Sé por supuesto que lo hace con Rebecca. Mi mente me dice que no piense en esas cosas, que disfrute en esta ocasión de lo que no disfruté la primera vez que estaba con otra persona, que viéndolo bien no me gustaba tanto. Ahora estoy más nerviosa que la primera vez, pero no soy la única: Nicolás se retira sus bóxers con las manos temblorosas y de algún lugar de su mesita, saca un preservativo. Se ve tan lindo cuando lo coloca concienzudamente, pero luego, al ver su desnudez, decido pasar los ojos al poster de Muse que yace colgado en la cabecera de su cama. ¿Con que eso es lo que había debajo de sus jeans? Como sea, los penes siempre me han puesto nerviosa y Matt Bellamy lo nota cuando lo miro a los ojos evitando ver al chico que está desnudo sobre mi cuerpo. Buena suerte me dice Matt guiñándome un ojo y solo puedo contestarle Gracias mientras siento a Nico entre mis piernas. —¿Estás segura de que quieres hacer esto?— pregunta haciendo que mi corazón se acelere como un loco. ¿Segura? Si he llegado tan lejos es porque inconscientemente he querido esto durante mucho tiempo. —Creo que sí, ¿y tú? Nicolás asiente, y con delicadeza, como si fuera una maldita flor, abre mis piernas elevando un poco la derecha. ¿Es ese una especie de truco sexual y soy yo quien lo experimentará? Ni idea, no puedo pensar cabalmente. Justo antes de comenzar con eso que ya todos saben, sorpresivamente, él detiene su clara euforia por entrar y delicadamente deposita un beso en mis labios. Es un beso hermoso y húmedo porque su lengua acaricia la mía delicadamente. Su saliva caliente hace que todo sea perfectamente sensual. Es el mejor beso de mi vida. —Eres un cielo Ceci— susurra en mis labios. Ceci, eso sonó perfecto. Es un momento tan tierno que hasta me dan ganas de llorar, pero no lo logro, unos ruidos extraños surgen en el jardín principal de la casa. No le tomo importancia, estoy a punto de ser desvirginada por segunda vez en mi vida, pero las ventanas tiemblan al cerrarse fuertemente las puertas de un auto. Sobre mí, Nicolás se tensa mientras dice, o mejor dicho, grita las palabras más desastrosas de la noche: —¡Es mi mamá! —¿Tu mamá?—chillo, haciéndolo a un lado bruscamente.

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Aún tengo ganas de llorar, pero ahora de vergüenza absoluta. Nicolás me lanza el corpiño, mientras toma una manta tratando de cubrirme y con la otra hace malabares para colocarse los bóxers al revés. Después de todo con esa acción me doy cuenta de que no es un patán. Como puedo me pongo la blusa y el pantalón, al igual que Nicolás que se acomoda su cabello totalmente enmarañado gracias a mi. —¡Nicolás!—grita su mamá desde el patio. —Má. Estamos arriba haciendo tarea—le contesta nervioso desde la ventana. Luego, se escucha que ella entra a la casa. ¡Seguro la señora viene para el cuarto! De nuevo conforme escucho los pasos, acercándose a donde estamos, repaso toda aquella tarde y aún no sé cómo diablos llegué a tal punto. Definitivamente, debí de haber ido al cine con esa que se llama Andy.

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CAPITULO 3

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De alguna manera, nos la arreglamos para en tres segundos, estar frente a la computadora escribiendo cosas sin sentido. ODE%/#EY39EDJF jamás fue una palabra, creo. —Y así fue como Salvador Dalí se convirtió en el genio de la pintura que hoy conocemos...—le dicto nerviosa a Nico, viendo a su mamá entrar por la puerta con una sonrisa—. Buenas noches— le digo algo tímida y sobre todo, casual. Tan casual que ni se imagina lo que estaba haciendo con su hijo. Lo más seguro es que no sospeche nada, porque ella me sonríe de oreja a oreja. Tan linda. —Mamá—comienza Nico súper alterado, su nerviosismo nos delatará si no se controla—. Ella es mi compañera de clases, Cecilia Guindi. En ese momento extiendo mi mano, probablemente con olor a sexo. ¡Asco! —Un gusto conocerla—me recibe la mano contenta. Apretamos las manos y ella se acerca para saludarme con un beso en mi caliente mejilla. —Para mí también, Cecilia. Nicolás me ha hablado mucho de ti. Wow, ¿en serio? —Si, en serio—contesta ella. Creo que pensé en voz alta. —Nico me contó que ambos son fanáticos de los Simpson, ¿cierto? —Ciertísimo. Ya sabía que los conocimientos innecesarios sobre alguna serie de televisión me harían sobresalir algún día. —Traje de cenar, así que si quieren comer los espero en la cocin...— interrumpe su frase. Sin esperarlo, la señora pasa los ojos hacía la cómoda de Nicolás y tanto él como yo, hacemos lo mismo. De algún lugar extraño—y gracias a mis alucinaciones por meterme crayones en la nariz de pequeña—comienzo a escuchar la canción de la película Tiburón. Algo malo va a pasar o mejor dicho, pasa. La canción no miente nunca. Escandalosamente mis calzoncillos aún están en el reloj y milagrosamente la señora no logra descifrar qué son. Incluso ladea la cabeza para poder distinguirlos bien. Es un momento digno de trágame tierra. Juro que si sobrevivo, lo mando a una revista de aventuras adolescentes. —Perdón, les decía que los espero en la cocina, muchachos—cambia de tema. Ella nos suelta una sonrisa amable como si nada pasara. Me doy cuenta de que Nicolás es muy parecido a ella: tienen los mismos ojos tristones y sin esperanza, como la de los perros en la perrera a punto de ser sacrificados.

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Suspiro aliviada en este punto porque no hizo un bullicio como tal vez lo habría hecho mi mamá. —Me encantaría quedarme a cenar señora, pero debo irme. Ya es muy tarde y mi mamá llamará a la policía si no llegó en un rato. Lo hizo una vez y casi nos arrestan por uso indebido de los servicios policiales. Todos en la habitación reímos. La verdad es que soy buenísima rompiendo el hielo. Le lanzo una mirada de complicidad a Nicolás que reacciona a la par que yo. —Préstame tus llaves Má, la llevo a su casa—le pide. —De nuevo, fue un gusto conocerla señora, muchas gracias por la cena que no probaré. ¡Nos vemos! Al dar la vuelta después de despedirme de ella, pienso en mi mente: “Gracias también por mezclar los genes con los de su marido. Nicolás es una obra maestra que besa como los dioses” Me siento una princesa, o bueno, al menos siento que Nico me da mi lugar, por decirlo de alguna manera. Su mamá le da las llaves con un dejo de orgullo. Mi hijo es todo un caballero y todas esas cosas que esperan decir las madres de varones. En el auto no pienso lo mismo de Nico. No decimos nada durante el viaje de diez minutos a mi casa. Es el ambiente más hostil para un humano, mucho más que el de Marte o el de la ciudad capital en la hora pico. Estamos apenados, eso es claro: él no deja de jugar con los dedos en el volante y yo de ensortijarme el cabello que horas antes le había servido de bigote improvisado. Entonces, prendo la radio del auto. —¡....Your sex is on fire!—grita animosamente el vocalista de Kings of Leon. Obviamente la apago de inmediato, es una canción bastante comprometedora para la situación embarazosa que atravesamos. Es una pena, seguramente así actuaremos de ahora en adelante, me siento mal e incómoda—¿ya he dicho incómoda?—. Nico era uno de mis mejores compañeros de clase, yo era su mayor fan. ¡Nuestra relación platónica era perfecta! ¿Qué pasará ahora? Llegamos a mi casa, viene el momento más raro de la noche: la despedida. ¿Qué le digo? Hey Nico, besas muy bien. Eres el mejor "free" que alguien pueda tener. Me gustaría continuar otro día en donde nos quedamos No, esa opción no es la mejor. Es preferible quedarme callada. —Bueno, gracias por traerme. —De nada, Ceci— me sonríe desalentado, pero el hecho de que vuelva a decirme así es alentador para mí—. Por cierto, yo termino el trabajo. No tienes que preocuparte por nada—agrega. Quiere hacer mi tarea, ¡es el hombre perfecto! O al menos lo es para mí, porque en la secundaría tenía un novio que me obligaba sutilmente a hacerle

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los trabajos de Inglés, por supuesto que cuando me pidió que hiciera la de Geometría, lo mandé al carajo. —No es necesario. Yo haré mi parte— digo, con tono sufrido. —Insisto, después de todo yo tengo la culpa de no haberlo terminado— susurra, viéndome al fin a los ojos en todo el viaje. Tiene toda la razón, pero no se lo digo, prefiero sonrojarme, así que simplemente le doy la razón y abro la puerta del auto, pero recuerdo algo y me regreso a decírselo. —Sobre lo que paso hoy, bueno, te prometo que jamás le diré a nadie. Ni siquiera a Andy. Es más ya lo olvidé, no sé ni de qué estamos hablando. No quiero que se preocupe por mi bocota pero lo digo todo al hilo, creo que ni siquiera me di a entender porque él rueda los ojos hasta cambiar el verde por un blanco. Me choca esa actitud rezongona de cualquier persona que no sea yo. Debí haberlo sabido, el sexo cambia a las personas, aunque técnicamente él y yo no habíamos hecho nada. —Está bien, también te prometo que no le diré a nadie, pero solo si yo hago el trabajo, Guindi— me dice al fin, hablándome duro y apretándome nuevamente una mejilla. Eso, que actúe fuerte, me gusta muchísimo. Alzo los hombros en respuesta, sinceramente a estas horas el trabajo me vale un comino. —Buenas noches—salgo del auto de su madre y sin querer cierro la puerta con más fuerza de la normal. Idiota que soy, no había razón para hacerlo. Fue un error de mano, pero Nicolás lo nota como una especie de berrinche premenstrual de mi parte y arranca el auto con un chirrido. Seguro que está enojado, ya jamás me hablará otra vez. O peor, le dirá a todo el mundo lo que pasó en su casa conmigo, aunque no creo eso, él también me lo prometió y confío en sus palabras. A pesar de todo entro en pánico. Ya en casa, me muerdo las uñas mientras veo los comerciales en la tele a la hora de ver la repetición dominical de Glee. Decido tomar una ducha mientras pienso cuál será el plan de acción y tengo todo en mente antes de terminar de hacerme el shampoo: lo negaré todo si él dice algo, así de fácil. Nadie le creerá nada porque yo siempre he sido la virginal y él, es famoso por sus demostraciones públicas de amor con Rebecca. Luego, cuando ya me estoy cepillando el cabello, sé con certeza que puede que ese plan no sea tan acertado. Aún estoy en su equipo en historia del arte así que negar o más bien, ignorar a Nicolás, será un todo un reto. —A la mierda. No me importa—me repito ya metida en la cama calientita. Me convenzo a mi misma de no pensar en lo que estuvo a punto de pasar, ni en sus consecuencias y de hecho, no lo consigo, sino al contrario, las imágenes pasan una a una en mi sugestionada y adolescente cabeza. ¿Qué habría pasado si su madre no hubiera llegado? ¿Me habría gustado hacerlo con

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Nico? ¿Le habría gustado a él? Cuando comienzo a sentir de nuevo cosquillas en donde no se debe, es cuando sé que debo parar. Esto ha ido demasiado lejos. Cierro los ojos tratando de dormir. Sé que viene otro día y no habrá nada que pueda arruinarlo a menos de que yo quiera. Lo que pasó con Nico no fue nada, bueno, si fue algo bastante grande que espero no pase a mayores. Él está en su rollo y yo en el mío. Él tiene una persona en la cual pensar y yo, pues... probablemente encontraré una pronto. Al menos eso espero. No hay nada de qué preocuparse así que al fin caigo en los brazos de Morfeo, aunque antes de comenzar con las zzzz profundas, hay una interrupción: mi teléfono comienza a sonar a eso de las dos de la mañana. Es Andy que seguramente no puede dormir por pensar en que la dejé plantada, así que no contesto. No tengo ganas de atender ni al Santísimo. Despierto en la mañana siguiente, todo parece perfecto. El sol entra por mi ventana, la casa huele a los hot cakes de mi mamá y yo me siento genial. Incluso hasta me he levantado antes de que mi despertador me perturbe, pero un minuto después la música escandalosa de mi alarma suena a todo lo que da. Me levanto a recoger todo el desastre de un día antes cual Blancanieves y al levantar libremente mi ropa del canasto, noto que algo importante me falta. —Uhm, faltan mis bóxers—digo y luego—¡Mis bóxers!—lanzó un grito largo, como de película de miedo. Para ser más específica, de Psicosis. Vuelvo a gritar otra vez en un alarido hasta que mi mamá llega alarmada a asomarse a mi cuarto. —Aquí están. Los dejaste ayer secando en el patio—la muy linda e inocente me da otros calzoncillos limpios, pero esos no son los que busco. Para mi maldita mala suerte, sí, he dejado los morados en la casa de Nico. Me golpeo la cabeza contra la pared por idiota ante los ojos de mi madre, que me observa angustiada. Debo de respirar profundamente, repitiéndome relájate cada segundo porque he cometido un error gravísimo. Ahora al menos si quería que el incidente sensual quedara atrás, con eso no lo iba a lograr para nada.

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CAPITULO 4

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Luego del desastre de los calzones, y de enviar a mi mamá fuera de mi cuarto, en dos segundos me pongo el uniforme de la escuela. Cada que lo uso, no puedo evitar sentirme como una colegiala traviesa—me he dado cuenta que en estos tiempos, los uniformes son una mera fantasía sexual de los hombres—. Desayuno o mejor dicho, engullo tres hot cakes en tan sólo tres minutos y en otros cinco ya estoy en la ruta del autobús de camino a la escuela ya que el vago de mi papá se niega a llevarme. Andy, mi amiga, se sube en la parada acostumbrada y siento la gloria cuando la veo sentarse a mi lado. Se supone que eso se siente al ver a las personas en las que confías, ¿no es así? —¿Cómo estás MALA AMIGA?—nótese el énfasis en las últimas dos palabras—. Espero que estés consciente de que ayer te esperé como idiota en el cine—me reclama mientras se devora una barra de cereal. —Lo siento, Andy—le abrazo dramáticamente—. El trabajo se demoró más de lo que esperábamos—me pongo nerviosa cuando pienso porqué la dejé plantada. Andy ha notado el nerviosismo en mi voz y por la forma en que me mira sabe que me tramo algo, aunque no sé si contarle lo que pasó con Nicolás. Pondría un grito en el cielo si le digo que me besé—y casi me acosté— con el ex novio de su ídolo pagano Rebecca Mejía. Para que sepan, Andy la respeta mucho y yo debería hacer lo mismo ya que las tres somos parte del grupo de danza moderna en donde Rebecca es la bailarina principal, mientras que mi amiga y yo somos trapos que solo asistimos para obtener puntos extras en nuestro servicio social. Y bueno, en el fondo admito que me gusta bailar. —Te veo preocupada, ¿no terminaron su trabajo?—ella sabe que pasé la tarde con Nicolás. Debo ser cuidadosa con lo que digo, Andy es más pilla que un detective hiperactivo. —Sí, aunque nos costó un poco de trabajo, ya sabes, Nicolás es muy distraído—ni siquiera la miro. No dejo de notar el tono familiar con el que hablo de Nicolás. Soy tonta. —Ah, sí. Becky lo menciona todo el tiempo en su Twitter—dice Andy. —¿En su Twitter?, ¿tiene Twitter?—pregunto. Lo que más me sorprende es que alguien la siga. ¿De qué se supone que habla: el estado actual de su esmalte de uñas y sus problemas para encontrar un vestido para la graduación? Ya lo creo que sí. —Sí, ya sabes. Actualiza los pormenores de su relación con Nico cada que puede aunque, ahora...—Andy se muerde el dedo—ya no lo ha hecho. Desde que terminaron ha estado muy deprimida.

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Es el colmo, seguro Becky quiere que todo el mundo sepa que es una víctima en la relación. Que se joda, yo no le tengo la misma lástima que Andy ahora que sé que engañó a Nicolás. Me pregunto con quién lo habrá engañado para que mereciera la pena: ¿el hermano gemelo de Brad Pitt? Como sea, no importa, por nadie en este mundo vale la pena engañar a nadie...mucho menos a Nico. —No sé si Becky esté deprimida, pero Nico está muy repuesto por la ruptura— me tuerzo un rizo sin poder evitar recordar su cuerpo desnudo sobre el mío, su respiración, su... —¿En serio lo crees?, ¿él te mencionó algo? ¿Por qué he hablado? ¿Le cuento lo que pasó, arriesgándome a un interrogatorio constante y quizás repetitivo sobre mi noche con Nico? Uhm, no. Probablemente convierta todo en un chisme así que no, no le diré nada. —Mencionarme algo así en específico, como "Rebecca esto..." pues no. Al menos no que yo recuerde, y sabes que yo me acuerdo de todo, todo igual que los elefantes. Eso si lo noté igual de simpático que siempre, así que no creo que estuviera triste por Becky o algo por el estilo. Casi podría asegurar que ya la superó por completo. ¡Ups! Siento que dije demasiado. —¡Qué mal entonces!—suspira desanimada—Hacían bonita pareja así que imagínate, si ellos no funcionan, ¿qué esperanza hay para las mortales como nosotras? Si, si, como sea. Es estúpido que esté celosa por lo que Andy está diciendo, pero aún así, me sirve para tomar valor y no pensar en Nicolás de forma romántica. Aunque por otro lado, ahora estoy encabronada con el mundo, eso suelo hacer cuando no sé lidiar con mis sentimientos. Paso por el pasillo sin saludar, por lo mismo nadie me pide la tarea ya que saben que si lo hacen los cuelgo del asta bandera a la hora del receso. Llego al salón y lanzo mi mochila al suelo, aún necesito agallas para pedirle a Nico mi ropa interior. Al verme en el reflejo de la ventana, me siento una cualquiera, como Paris Hilton en su peor noche. Siento una P escarlata dibujada en la frente y si, la P no es precisamente por París. Incluso me la froto con saliva, pero ¡ésta no desaparece! Así pasan las primeras clases, aunque en ninguna he visto a Nicolás. Menos mal. En la de Informática, decido abrirme una cuenta de Twitter para seguir los movimientos de Becky de manera discreta. Efectivamente, no había escrito nada desde su rompimiento. Al menos esa era una buena señal. Pero sigo preocupada, Nico no da señales de vida en casi todo lo que va de la jornada escolar, justo cuando necesito hablar con él y enfrentar una realidad que estaba dispuesta a olvidar. En la hora del receso Andy, el sabelotodo de David y yo saboreamos dulces rancios de la fiesta de mi primo Santiaguito. —No estuve de acuerdo con el trillado concepto de economía del maestro—dice David mientras se come un tamarindo más duro que una

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piedra—. La economía es otra cosa distinta, sobre todo en estos tiempos en que...—no lo escucho, tengo otras cosas en mente. Además de que no creo entender cuál es su punto al discutir economía a la hora del receso con dos chicas aficionadas a los dramas televisivos. Es una pérdida de tiempo que David intente hablar con nosotros de temas profundos, si me preguntan. El maestro de economía, el mismo del que David habla, sale justamente del salón en esos momentos y cuando pasa a mi lado menea una mano enfrente de mi mirada perdida. —Te has estado durmiendo en las clases Guindi, no creas que no me he dado cuenta—me reclama. Me da pena, el profesor tiene razón, pero no lo admito. Tengo un plan mejor: —No, no para nada. De hecho hace rato pensaba que...—miro a David tratando de recordar sus palabras—el concepto que nos dio de economía es bastante trillado porque, yo creo que la economía en estos tiempos...—me quedo callada dos segundos. En primera porque no recuerdo lo que mi amigo había dicho y en segunda porque acabo de ver a Nicolás llegando al salón. Ya saben, mi mente romántica lo ve todo en cámara lenta con una luz blanca detrás de él, su mochila al hombro y el cabello ondeando al fresco aire mañanero. Creo que he babeado un poco. —En estos tiempos, ¿qué, Guindi?—pregunta el profesor, pero yo no le contesto. No puedo hacerlo; el corazón me late en la garganta. —Nada profe, se me fue la idea. Era demasiado ambigua—doy un suspiro y él voltea a ver a donde está mi vista. El profesor sonríe y mueve la cabeza en desaprobación. Creo que ha visto que babeo por Nicolás. —Si claro, en mi clase piensas en economía. Es la última vez que te la paso—dice antes de irse. A Andy se le hace extraño mi comportamiento, pero por suerte Nicolás se pierde de vista, ni siquiera vio que lo vi. Es más, ni quiero verlo de nuevo. Estoy enojada con él por haberme orillado a lo que hicimos un día anterior. Porque es obvio que yo soy la victima aquí, él me incitó para que hacer lo que habíamos hecho y ahora, si de por si no podía concentrarme, menos lo haría con él en el salón. De seguro que se sabe irresistible y que ya no puedo vivir sin él y lo peor es que toca clase con de arte. Me despido del par de locos, es decir, de Andy y David, que aún discuten una idea mezclada entre economía y la novela de la tarde. Incluso creo que la cosa se pone seria porque empiezan a manotearse y apuntarse con el dedo. En ocasiones como esta no entiendo cómo podemos ser amigos siendo tan diferentes: David, el chico grande pero súper inteligente y sarcástico, casi parece más maduro que nuestros maestros. O qué decir de Andy, la niñita ruda

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pero súper tierna, preocupona y enamorada de las historias románticas aunque nunca quisiera admitirlo. Ni hablar de mí que soy una mala combinación entre Barbie, por lo hueca y multiusos, y la loca de la esquina de mi casa. Camino al salón muy decepcionada, y después de analizar mi compleja personalidad, me doy cuenta de que nadie me querrá jamás, mucho menos lo hará Nico. Tal vez si tuviera el cuerpo de la Barbie aunque esa no es una opción a corto plazo si tomamos en cuenta el nulo desarrollo de mi escuálido cuerpo. Parece que de repente me he convertido en una especie de emo o algo así. Quiero llorar por ser tan rara, o eso creo, no sé qué me pasa. A medio pasillo, estoy a punto de derramar una lágrima, pero algo me jala cuando paso enfrente del laboratorio de primer año. Todo es tan rápido que apenas si veo que lo que me jaló al solitario salón, no es ni más ni menos que Nico. —¡Wow!, casi me arrancas un brazo—es en serio, mis brazos son muy delgados. Repito, soy escuálida. —Lo siento, te dije que era un poco tosco—él se disculpa, aunque noto cómo sigilosamente me acorrala contra la puerta. No quiero reaccionar con mis sentimientos, así que me hago la loca. Normalmente, si en mi estado enamoradizo me hubiera pasado esto, yo estaría llorando de la emoción porque Nico, si Nicolás Cortés me apartó a la intimidad que solo un laboratorio con olor a químicos te puede dar. —¿Qué te traes? —Nada, es solo que quería hablar contigo de lo que pasó ayer en mi casa—se separa un poco—. No tuvimos tiempo de aclararlo todo y te dejé en tu casa sin haberlo hablado con sus debidas reservas. Ni que lo diga: me lancé de un portazo fuera de su auto. Así nadie pudo decir nada. Pero... —Tampoco ahora. Tenemos clase de Arte, ¿recuerdas? El trabajo de Dalí que hacíamos ayer. Porque, si lo terminaste ¿verdad? —Elemental mi querida Guindi, me tardé toda la mañana haciéndolo— sonríe mostrando un poco los colmillos—. Ha sido mi mejor trabajo en años, en verdad que estaba inspirado. Comienzo a sentir calor en mi pequeño cuerpo, Nico está tan cerca de mí diciendo esas cosas y de repente tengo la necesidad de quitarme el saco del uniforme. No sé si reír o llorar por lo que él acaba de decir sobre la inspiración y su posible causa. Aquello puede ser una insinuación o solo un comentario cualquiera, pero por la forma en la que suspiró al decírmelo, intuyo que fue lo primero. Mi corazón regresa a la marcha, con más vida que Madonna a sus cincuenta años. —Así que, ¿porqué estabas inspirado?—le pregunto en un tono insinuante que da pena. Nico lo nota y comienza a reírse mientras se acerca más a mí. Me ha atrapado con sus ojos claros, su aroma de 212 esta volviéndome loca. Pero es

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obvio que no es momento de ponernos románticos o calientes para el caso, aún hay unos calzoncillos perdidos. —Vómito de perro—digo de la nada para poner mi mente en otro lugar. —Ceci, tendrás que dejar de pensar en los fluidos desagradables de los perros. —Ya sé, pero es que tengo que hablar contigo y debo estar concentrada—digo, haciéndolo a un lado. —Te escucho. —Ok, pero no te lo diré ahora. ¿Cómo te explico que tenemos clases con la "Hippie"?— así le puso él a la maestra de Arte. —Iker entregará el trabajo por nosotros, así que tenemos una hora para hablar. Esto es más importante. Tenía que ver conmigo, así que YO era importante para Nico. De nuevo, el calor va en aumento por lo que decido quedarme a pesar de todo. Me gusta el peligro, soy como el muñeco de Max Steel de Santiaguito, o mejor aún, Indiana Jones es un idiota a mi lado. Sé que Nicolás me quiere besar porque no quita los ojos de mi boca, o igual y tengo algo atorado en los dientes, así que disimuladamente me paso la lengua para deshacerme de cualquier imperfección. —Tienes razón, es importante, pero se supone que íbamos a olvidarlo todo. Actuar como si nada hubiera pasado— me cruzo de brazos y Nico se aleja más de mi. —Yo sé que anoche las cosas se salieron de control y que prometimos olvidarlo todo, pero aún así quiero pedir una disculpa sincera. Tú eres una de mis mejores amigas, y no puedo creer que me aproveché de ti de esa manera. ¿Mejores amigas? Espero que no con todas haga lo que hizo conmigo. —Claro, por supuesto—digo para seguirle la corriente. —Me pasé toda la noche pensando en ti, en lo que hicimos, y sé que no te merecías algo como lo que estuvo a punto de pasar. Tú...eres diferente— ¿Nico pensando en mí toda la noche? Me pellizco, esto debe ser un jodido sueño—. Me dejé llevar por mis instintos, y trataré de que no vuelva a suceder— Bla, bla, bla. Mientras habla, él suaviza su expresión y pasa discreto una caricia en mi mejilla. Me encanta su actitud. No dejo de pensar en que si esto fuera Crepúsculo, y Nico fuera Edward y yo la tipa desabrida esa, definitivamente estaría muerta porque mi vampiro personal me hubiese mordido a la primera provocación. Me veo enfundada en ropa de invierno y a la vez siendo desvestida por Nicolás vampiro y su cabello alborotado en medio del frío bosque. "Y entonces, Nico se enamoró de Cecilia. Qué estúpido Nico. Qué Cecilia tan masoquista" —¿Me estás escuchando Ceci?—pasa una mano frente a mí, igual que el profesor de economía. —Sí, me decías lo del instinto y todo eso sobre Crepúsculo, ¿no?

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—¿Crepúsculo?—pregunta extrañado—. Bueno, como sea, ya dije lo que pienso, pero tú ¿qué dices sobre todo esto?, ¿estás de acuerdo? —¿Sobre qué? —Pues de eso que te dije—suelta desesperado. Pobre Nico, ya debería de saber que mi mente es de pequeño alcance. —No pienso nada diferente a lo de anoche: olvidemos todo y sigamos siendo amigos. Ya sabes, agrégame en el Facebook, sígueme en el Formspring. Molestémonos entre clases, o cuéntame algún secreto que nadie más sepa. Sostén mi cabello cuando vomite algo—ok, esa era innecesaria—o llora alguna vez delante de mí y listo. Así seremos amigos. Nico se sienta en las mesas y me mira pensativo unos segundos. —No tengo cuenta de Facebook y no tengo una mínima idea de lo que es un Formspring—admite—. Además, siempre te molesto entre clases, así que esa no cuenta o al menos, podemos palomearla de la lista. —Tienes razón, aunque podrás molestarme más seguido. —¿Contarte algún secreto?, creo que con el que compartimos basta. Si, con ese bastaba. Lo mejor era que si lo consideraba como asunto confidencial quería decir que no le diría a nadie. Ahí está, el primer paso para la amistad: el secreto secretoso. —Lo del cabello, creo que primero tendré que estar cerca de ti cuando pases una situación en la que tengas que vomitar: llámese fiesta por si te emborrachas, ir a comer contigo por si te indigestas o estar a tu lado por si te embarazas. Comienzo a reírme, todo eso me sonaba a que ¿Nico quería pasar más tiempo conmigo? No, de seguro la prueba del pellizco no funcionó. En verdad estoy soñando y en cualquier momento llegará mi hermana a despertarme a gritos. —Por último, llorar. No lo hago nunca, a menos que en verdad sea algo grave, así que eso será un poco difícil así que...al diablo, podemos ser amigos, ¿no?—se baja de la mesa y extiende sus brazos hacía mi. Debo dejarme querer, el abrazo amistoso no se le niega a nadie. Mi mamá me dijo que estaba en la biblia, o ¿era un vaso de agua lo que no se negaba? No sé. Me acerco queriendo parecer fastidiada, como que no quiero abrazarlo. Aún así lo hago y se siente muy bien. Desnudo o no, Nicolás abraza delicioso. Mis manos se hunden en su espalda y por un impulso, comienzo a acariciarlo lentamente. Nico, lejos de separarse hace lo mismo, pero comienza a olisquear mi cabello, incluso siento cómo me da un beso en el cabello. Me separo de él, antes de que nuestro abrazo se vuelva nuevamente pornográfico. —¿Amigos?—susurro, con su rostro a centímetros del mío. —Sí, amigos, no puede ser tan difícil, ¿o sí? Aún no terminaba de decir la frase y yo, ya había atrapado sus labios contra los míos. ¡Cómo se atreve a acorralarme en el laboratorio!, era obvio que eso iba a pasar. Comienzo a besarlo con la desesperación que no me

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permití en su casa porque estaba súper nerviosa, pero ahora todo es distinto. Estamos de nuevo solos y honestamente no me importa nada, menos cuando lentamente su lengua tibia acaricia la mía. Nico pasa sus manos por debajo de mi saco, arrugando mi blusa por la fricción de sus manos. —Anoche me gustó muchísimo—le confieso entre besos, apenada pero feliz por decir en verdad lo que pienso sobre anoche. —Lo sé, fue sorpresivo, pero por mucho, pasé una de las mejores tardes a tu lado—besa la línea de mi mandíbula. En ese momento, la música que anuncia el fin del receso suena en aquel momento, sacándonos del estado zen sensual en el que nuevamente habíamos entrado. —¡Maldita sea! me dejé llevar de nuevo—Nico se golpea la cabeza—. Creo que fue el olor a químicos de este lugar. Sí, claro...los químicos. —Te entiendo, creo que comencé a marearme en cuanto entré aquí—le miento—, pero bueno, lo importante es que ya no vamos a volver a hacer esto, ¿verdad? —¡Exacto! Nunca más. Me acomodo la falda que está ligeramente fuera de su lugar, y me abrocho los botones de la blusa. —Mejor vámonos, tenemos un trabajo que mostrarle a la "Hippie" —La maestra no nos dejará entrar a clases. Es muy tarde ya. —Tienes razón—Nico se detiene—. Habrá que pensar en algo para gastar el tiempo. Su sonrisa me paraliza y por eso ni me muevo cuando comienza a besarme nuevamente. Esta vez no es algo desesperado, ni por la calentura del momento. Esta vez tenemos más tiempo... Luego del término de la hora y de la sesión de “lo que nunca jamás iba a volver a pasar”, Nico y yo salimos del laboratorio ante la mirada de los niñitos de primer año que esperaban entrar para disecar algo. Nos observan con una sonrisa en sus rostros. Saben lo que estábamos haciendo por el rubor en nuestras mejillas y las perlas de sudor en nuestras frentes. Eso sí, antes de irnos, prometemos ahora sí y de una vez por todas, no volver a comprometer nuestra amistad. Si, lo de nunca hacerlo había sido una especie de promesa al aire. Lo sé porque mientras caminamos hacía el salón, me doy cuenta de que tanto Nico como yo tenemos los dedos cruzados.

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CAPÍTULO 5

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Cinco, seis, siete, ocho. Doble aplauso a la derecha, doble aplauso a la izquierda. Una patada arriba y movimiento de cadera después, o algo así es lo que le entendí a la coreografía de Rebecca. Como cada viernes, estamos en el diminuto salón cerca de las canchas de futbol de la escuela, ensayando la coreografía de una nueva canción en el taller de baile. —Recuerden hacer bien el "Pa´de puré"—dice ella, y yo, aguanto una risa cuando le escucho decir eso. Hasta yo que soy idiota puedo decir perfectamente Pa de Buré. En serio, si los maestros franceses del baile escucharan a Rebecca, se volverían a morir. La verdad, si no fuera porque necesito hacer mi servicio social cuanto antes, no estaría metida en aquel cuarto de cinco por cinco metros con otras veinte sudorosas chicas más, y sobre todo con Rebecca. Me encanta bailar, pero con gusto lo haría sola en mi cuarto en la única compañía de mi DVD de Britney Spears. Ajá si, cuando ella aún no caía en drogas. Quizás pueden imaginarse que no puedo ver a Rebecca ni en pintura porque si, por muy estúpido que se escuche, es mi rival de amores. No la soporto, me cae mal y quisiera que subiera de peso de repente. La verdad es que estoy celosa hasta el tuétano por lo que ella significa para Nico. Incluso me retuerzo al pensar que lo besó alguna vez. Lo sé, es enfermo pero no puedo evitarlo. Aún faltan quince minutos para salir de clases y la "Jefa Apache", es decir, Rebecca, convoca a reunirnos al centro del salón. Tiene un anuncio importante: —En nombre de la maestra Peralta, quiero anunciarles a todas que han invitado a nuestro ensamble al concurso de baile estatal. Todas menos yo han comenzado a saltar de emoción por el anuncio. Yo lo que menos quiero es que las personas me vean moviendo el trasero lujuriosamente con las canciones de Lady Gaga. Con las miradas fisgonas del equipo de ajedrez tenemos es más que suficiente, ya que "entrenan" afuera del salón—¿quién dijo que ese era un deporte?—. Entre los pervertidos se encuentran nada más y nada menos que David, Nico y su amigo Iker, que le cierra un ojo a Andy cada vez que la ve. Hoy no es la excepción. Mi amiga me saca de concentración, casi quiere llorar porque al fin participará en una presentación y no hago más que alegrarme por ella. —¡Imagínate Ceci! Será la oportunidad perfecta para estrenar la cámara de mi papá. Además voy a llamar a mi abuela para que vaya al concurso y me apoye— me dice emocionada y ruedo los ojos. Ese concurso no es la gran cosa, la verdad. Perdió credibilidad cuando los colegios más ricos comenzaron a comprar los trofeos. Rebecca nos calla

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amablemente con un Shh. En verdad que es tan linda…si eso fue un sarcasmo, en realidad ¡la odio! —Aunque, hay una pequeña cuestión que platiqué con la maestra y ella me dio la completa aprobación— dice arqueando una ceja. Todas se miran intrigadas, como si fuera el final de viernes de la telenovela del momento. —¿Qué será?—me pregunta Andy dándome un codazo que seguro me saca moretón. No se me ocurre qué decirle así que me quedo callada, esperando también que Rebecca se deje de hacer la interesante y nos cuente todo de una buena vez. —Sin rodeos—grito, haciendo otra voz y escondiéndome detrás de Andy para que Rebecca continúe. —Ya saben que en años anteriores, nuestra escuela tenía la mejor reputación: éramos el mejor ensamble de baile antes de la salida del maestro Anaya y claro, antes de la compra de los trofeos del Colegio Español. Ahora queremos retomar de nuevo ese status, por lo que he acordado con la maestra Peralta que este año, haremos audiciones. Solo las mejores estaremos en el grupo final de baile para poder aspirar a los primeros lugares. Todas parecen conformes porque nadie objeta o reacciona para el caso... —¿Audiciones? Excepto yo, que levanto la mano a todo lo que da. Como siempre, soy la inconforme en todo. —Sí, ¿algún problema?— contesta Rebecca de forma chillona. Sonríe pero en el fondo sé que esta queriéndome asesinar por cuestionarla. Y lo hará, socialmente hablando, por supuesto. —Bueno, no es un problema exactamente, pero en un principio la mayoría nos unimos al grupo porque nos dijeron que aquí no importaba que nos moviéramos perfecto. Simplemente bastaba con tenerle gusto al "arte"— hago las comillas. —¿Y?— se cruza de brazos. —¿Y? Pues ahora harás audiciones, lo cual se me hace algo discriminante. Si se me va un mal paso en la audición, me eliminas, lo cual se me haría injusto considerando mí tiempo en el grupo. —No será discriminante, incluso podrán entrar nuevas chicas. Además si te equivocas, será mala suerte y podrás participar el próximo año—esboza una sonrisa hipócrita. —No habrá próximo año. De hecho, no sé si estés enterada de que estamos en tercero— le digo, tratando de parecer lógica y sarcástica. No se me da para nada—por cierto, eso también fue un sarcasmo—.

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—Ah, tienes razón. Entonces, déjame lo digo de nuevo: si te equivocas, será tu mala suerte por lo que nunca podrás participar en una verdadera competencia de baile. En este punto, normalmente me quedaría callada y le daría la razón para después, hacerle alguna travesura como esconderle sus libros o cortarle un mechón de cabello al día, pero como se trata de Rebecca... —Tienes un buen punto, pero yo opino que si TODAS estamos aquí desde un principio, TODAS deberíamos participar. Además claro, de que entren nuevas chicas al grupo. Me levanto y algunas asienten con la cabeza, están de acuerdo conmigo. Vaya, es la primera vez que me pasa. ¿Será hora de pensar en una carrera política en el Congreso? —Pues yo opino que debemos quedar solo las mejores y si hay que cortar a alguien, lo haremos, Cecilia— hace énfasis en mi nombre—. Por el bien del equipo—se acerca a mí, ha alzado el tono de voz. Una décima más y se convierte en un grito. Su actitud comienza a molestarme en serio. —¿Y a ti quién te dice que eres de las mejores? Ni siquiera sabes en qué año vamos. Es más, no puedes ni decir "Pa de Buré" correctamente, ¿cómo se supone que podemos confiar en ti para ser nuestra líder? Acabo de decir las palabras incorrectas. Todas lanzan un suspiro de miedo al escucharme decir eso. Incluso los de ajedrez se asoman a la puerta para ver el espectáculo. Solo falta que digan: ¡Pelea! Saben ahora que Rebecca me comerá viva y creo que tienen razón porque en sus ojos verdes veo escrita la frase "Muerte a Cecilia" Pero de una buena vez les digo que Rebecca no me va a intimidar. Nunca en mi vida aceptaré una injusticia de tal grado. A mí nadie me va a juzgar por mis dos pies izquierdos. No señor. —Digas lo que digas, haremos audiciones—da un paso hacía mi, enfrentándome. —Está bien, que se hagan audiciones, pero yo no quiero que me juzgues tú. No puedes ser juez y parte, Rebecca—yo también hago énfasis en su nombre. Mi auditorio aplaude contento, me han dado la razón absoluta. Me siento Hitler en pleno discurso del Tercer Reich o como el Papa dando un discurso en el Vaticano. Rebecca y sus amigas tuercen la boca, incluso puedo ver que Andy lo hace también, y me enojo un poco, se supone que la pigmea esa es mi amiga. Nadie de ellas pierde los estribos, sino que fingen una sonrisa macabra de “me las vas a pagar”. —Veré que puedo hacer al respecto—dice Becky con los dientes apretados. Da un suspiro para relajarse y…—Bueno, nenas, es todo por el día de hoy. Todas tomamos nuestras cosas y salimos del salón. Eso sí, antes de irme me doy cuenta de que Rebecca recoge sus cosas del suelo de una manera sexy,

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con el trasero sacándoles una fotografía a los pervertidos de afuera. Soy la primera en salir del lugar, estoy realmente alterada por el conato de pleito con ella. Paso al lado de Nico que guarda en un estuche sus piezas de ajedrez, pero por supuesto, ni siquiera lo miro porque no quiero que alguien se entere de que hemos roto la promesa un par de veces, para ser exactos cinco: dos en el laboratorio, dos más en la biblioteca y la más prohibida de todas, en la sala de maestros. Los encuentros no han pasado de besos e uniformes desabotonados, de risitas nerviosas y de miradas de complicidad absoluta entre clases. Eso es todo y la mejor parte, es que nadie lo sabe. Así que en el momento en que salgo, Nico se convierte en un sexy árbol más para ignorar, un sexy árbol que la mayoría de las veces me ha tomado desprevenida para besarme como nadie nunca lo ha hecho. Sí, él me hace volar e imaginarme que el amor es como lo dicen en las canciones. Suspiro al pensar siquiera la palabra amor entre Nico y yo. De pronto, alguien me llama mientras camino, llevándose mis pensamientos románticos. —Ale, espera— escucho la voz exaltada de... —Ah, eres tú Jorge. Mejor conocido como Jorgito, el único que se cree con derecho de llamarme por mi segundo nombre porque me conoce desde el kínder. Mi mamá es mejor amiga de la suya desde jóvenes, así que es natural verlo seguido revoloteando por mi casa o igual a mi me obligan a ir a la de él. Justo como el domingo que se viene. —¿Irás el fin de semana a la casa?— Jorge pregunta curioso. Le falta que saque la lengua como los perros y persiga su propia cola. Si me babea o trata de montarme la pierna, lo mato. —Creo que sí. Mi mamá ya nos amenazó a papá, Caroli, a Christian y a mí — osea, mi familia entera. —Perfecto, entonces supongo que mientras los papás juegan cartas, nosotros tendremos tiempo de ir al cine a ver...—Bla, bla, bla. Si no fuera porque estoy esperando a Andy, lo dejaba parloteando solo. Creo que es el único hombre que me ha deseado con todas sus fuerzas—e le nota—, pero a mí la verdad no me atraen los chicos con aspecto de Hobbit. Sé que es discriminante, pero dicen los psicólogos que de la vista nace el amor, ¿no? Debo admitir que definitivamente, yo tampoco soy una belleza andando, como lo es Becky por ejemplo. Así que en ese momento me pregunto por qué Nico me sigue buscando. ¡Porque eres fácil!, grita mi mente en ese momento. Lo sé, es por eso. —Entonces, ¿qué dices, vemos la de terror o la de romance?— dice. Me he perdido el monologo de Jorgito. —No sé, no me gusta ir al cine. Mentira: ¡amo ir al cine! Amo el olor de las palomitas, la sensación de los boletos en mi mano, la sonrisa de la chica de la taquilla…

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—Entonces rentamos una película, hay muy buenas en el Blockbuster. —Uhm, no lo creo— le tuerzo la boca. Si, lo creo. Me moría por rentar al menos cinco películas. En realidad me encanta recorrer cada uno de los pasillos pensando cuál será la próxima película que veré. —Está bien, mi papá acaba de comprar algunas clásicas, ¿te gusta “La Naranja Mecánica”?, ¿”La Boda de mi Mejor Amigo”? —Las odio. Mentira, mentira: amaba esas películas, pero no quiero salir con Jorgito o con nadie que no sea Nicolás. —Entonces...— dice él con su cara triste. No hay para dónde ir o dónde correr. Jorgito me tiene acorralada, me mira como diciendo: "Algún día tienes que darme el sí, perra" —Pues...— suelto casi resignándome, pero un voz sale para salvarme. —¡Eh, Guindi!— me grita Nico para que lo espere. ¡Aleluya!, pienso mientras Nicolás se va acercando a nosotros. Jorgito no puede evitar poner su cara de asco. —Ush, de seguro quiere que le pase la tarea—le digo a Jorge, bajito para que Nicolás no me escuche—. Ya sabes, solo nos hablamos para eso y nada más. No solemos frecuentarnos mucho, es más, ni siquiera sé porqué me habla—trato de disimular el hecho de que a veces me encierro con Nico en lugares extraños. —Necesito tu parte del trabajo de Arte hoy mismo—llega mi salvador corriendo—. Hola, "George" Normalmente Nico le pone apodos a todo el mundo. El de Jorge es el más decente. —Dejé mi libreta en casa. ¿Podría pasar a dejártela por la tarde?—le guiño un ojo en complicidad. —Ok, déjala con mi mamá. No creo estar cuando tu llegues—Nico también cierra un ojo, pero Jorge ni siquiera lo sospecha—. Por cierto, tenemos que discutir el proyecto de fin de mes, ¿tienes tiempo...ahora? Nico mira a Jorge, y le hace una discreta señal para que se vaya. —Sí, sí, claro. Jorgito ya se iba, ¿verdad?—suelto fastidiada—. Nos vemos el fin de semana. Nico y yo avanzamos hacía el estacionamiento de la escuela, dejando atrás a Jorgito. No puedo estar más aliviada. —¿El fin de semana?—pregunta Nico con una sonrisa—. Pensé que había llegado a salvarte, pero ahora veo que te arruiné todo—él suelta la botella de agua de mis manos y la abre para darle un trago. Genial, ahora Nico esta celoso y además, se cree con derecho de tomarle a mi botella solo porque ha compartido saliva conmigo de otras maneras. ¿Acaso cree que soy algo así como su propiedad? Bueno, ¿a quién engañamos? Prácticamente lo soy, si no en cuerpo, al menos en alma.

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—Al contrario, te debo una. Hubiera aceptado ir al cine con él si no llegabas, aunque de todas formas lo veré el fin de semana, ¿no veías mis intenciones kurtcobianas de suicidarme?—sonrío. —¿Porqué no quieres salir con él?, parece buen chico. Un poco gay y retraído, pero buen chico. —Lo es, pero la onda de salir con seres extraños y leprechauns adictos a los videojuegos no es lo mío. Reímos a la par como siempre. Yo, con mi risa de Bob Esponja y Nico con la suya, tan grave y seca, aunque luego la cosa se pone seria. —Y digamos que otro ser extraño, con habilidades para el ajedrez y un amplio repertorio de pasos de baile te invitara a salir esta semana, ¿le dirías que si o que no? —Dile a Iker que no me interesa. Le gusta a Andy, no a mí—suelto tajante. —No hablo de Iker, lo sabes— él acorta la distancia. ¿No? —Entonces... —Es más que obvio que yo soy el que quiero salir contigo. ¿En serio? Pensé que ya salíamos, aunque besarse a escondidas no es salir precisamente. Por eso es que la invitación de Nico a salir es lo más lindo que me ha pasado últimamente, pero... —Sabes que si salgo contigo, no ocurrirá lo mismo que en tu casa, o en el laboratorio ni la sala de maestros. Sé que todas las mujeres fáciles en el mundo lo dicen, pero en realidad, yo no me comporto de la manera en que lo hice en tu casa. —Lo sé y créeme que eso no es lo que busco de ti. Quiero salir contigo a algún lado, ¿qué tiene eso de malo? —Nada, si no esperas que todo termine como en tu casa—le advertí nuevamente. Si, seguramente quería repetir el numerito. Eso si no lo iba a hacer. Los besos eran una cosa, pero lo demás: dejarme llevar por la calentura de la manera en que lo hicimos en su casa, ya no pasaría. Y menos cuando unos calzoncillos seguían perdidos. —Que así sea entonces, una salida sin compromisos la próxima semana. Solo amigos, ¿te parece?—me extiende la mano y se la estrecho porque me gusta la idea, aunque se la suelto rápido porque a lo lejos veo que Andy viene en camino. —Vete— lo aviento, haciéndolo a un lado. Nico se despide dándome un beso en la mejilla. Ash, si no fuera porque todo es un secreto, lo alcanzaba y se lo regresaba con más intensidad. Andy llega un poco molesta a donde estoy, Nico se ha perdido de vista rápidamente. —¿Qué pasa, sigues enojada por las audiciones?—tengo que preguntar, mi amiga me mira feo.

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—No es eso, pero la verdad, creo que fuiste injusta con Becky: ella solo quiere lo mejor para el equipo— me reclama. —¿Lo mejor?, mis polainas Andrea. Sabes que busca lucirse, siempre ha sido así y lo seguirá siendo, así que no te enojes conmigo, enana—la abrazo, pero ella se suelta. Alerta naranja de abrazo rechazado. —Ahora, si ni tú ni yo quedamos en el grupo, será por tu bocota Cecilia. Siempre es lo mismo contigo. Alerta roja de pelea, sin embargo, tiene la razón por lo de bocona. —No puedo creer lo que estoy escuchando y siento que hablas con el estómago, así que tomaré el autobús a mi casa por mi cuenta para que pienses lo que me acabas de decir Andrea Colín. Adiós—me doy media vuelta, estilo diva de Hollywood. —Pues, como quieras— me dice ella. —Y así lo quiero, ¿cómo ves?— me regreso. —Lo veo bien, muchas gracias. —Qué bueno, me alegro por ti— me cruzo de brazos y luego me echo a reír rompiendo el hielo del momento. Andy hace lo mismo y luego de reírnos un rato, chocamos las manos. Esa es una señal de que nuestra amistad es tan genial que arreglamos las diferencias peleándonos un rato. —Perdón por haberte dicho lo de Rebecca, pero como ya la conozco, es seguro que nos corte el cuello en las audiciones sin siquiera darnos una oportunidad. —No lo hará, eso es seguro. Yo me encargaré de eso y—le cierro un ojo—también discúlpame por lo de la bocota: sé que siempre hablo de más, metiéndonos en problemas. Gracias por decirme mis errores. —De nada, sabes que siempre lo haré, ya que en eso se basa la amistad: en la confianza de decirnos todo, ¿no? Algo se atora en mi garganta en ese momento. —Claro, la confianza y esas patrañas lindas—contesto. Yo no soy completamente honesta con ella y me siento mal por eso. Solo espero no arrepentirme después por ocultarle mi no relación con Nico a mi mejor amiga.

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CAPÍTULO 6

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Un fin de semana aburrido en la casa de los Rivera después, me encuentro en la biblioteca de la escuela, haciendo lo impensable: estudio para un examen. Claro que mientras lo hago, platico con Andy y David los pormenores de mi visita a la casa de Jorgito: —Y entonces, cuando estábamos a punto de perder en el Maratón, Jorgito preguntó: "Si la capital de Brasil es Brasilia, ¿la de Rusia es Rusilia?—les cuento, imitando la voz sosa de Jorgito—. A Caroli casi le da un infarto. Además, mi papá y yo no dejábamos de reírnos por su torpeza ante la mirada atónita de sus papás y mi mamá, que nos amenazó de muerte con una sola mirada. Comenzamos a reírnos, pero la señora Archundia, la bibliotecaria, nos silencia detrás de sus gruesos lentes de fondo de botella. Amargada, pienso cuando David me interrumpe. Él ni siquiera me ha puesto atención. —Situaciones como las de Jorge pasan cuando las personas no estudian y se quedan a reírse todo el día como retrasadas en la biblioteca en lugar de estudiar para el examen de biología—es obvio que habla de Andy y de mi, pero vamos, yo no soy retrasada, sino dispersa—. Mejor hagan algo de provecho y vayan a buscar el libro que nos encargó el maestro Cazares. Creo que de allí tomará muchas preguntas. Mi amiga y yo nos miramos fastidiadas, pero en realidad, buscar el libro es mejor que hacer el acordeón para el examen. Nos levantamos para ir en busca del libro sagrado de las preguntas. Yo soy como Frodo y Andy es mi fiel Sam. Cada una toma uno de los pasillos que tienen libros de Ciencias Naturales, porque nuestra biblioteca es tan grande que podemos perdernos si vamos solas. Yo busco libro por libro, eso de los índices y la organización nunca ha sido lo mío. A pesar de eso, tengo suerte y en la segunda fila encuentro al fin lo que David me había pedido. Lo tomo contenta y grito a medio pasillo. —¡Enana, lo tengo!— y luego hago el paso oficial de la victoria, ya saben, una combinación entre baile de los 70's y 80's. Por supuesto que soy observada por todos los alumnos del lugar con una mezcla de lástima y admiración por hacer semejante estupidez en un lugar público. —Sí, definitivamente lo tienes Ceci—dice Nico detrás de mí. —Hola— le digo contenta sin despegar los ojos del libro—. ¿También estás estudiando para enfrentar a la Santa Inquisición de Cázares? —Nop, casualmente no necesito estudiar mucho. Todo lo tengo en la mente— contesta despreocupado. —Sí, claro. Eres un bastardo inteligente. Quiero aclarar, que Nico y yo entramos en una etapa de insultos sexys. También entramos en la etapa de mirarnos lascivamente a espaldas de los

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demás y a mandarnos recados impuros entre clase y clase. Aunque, eso sí, él no deja de ser tierno conmigo. —Ahora que si tú necesitas asesorías, yo puedo ayudarte a estudiar— toma mi mano y me acerca a él. —Hey, Andy anda por aquí, tienes que tener cuidado—susurro alarmada, pero no lo suelto. ¡Qué astuta, ¿no?! Debo concentrarme, no quiero que mis manos comiencen a sudar. —Ya tuve cuidado. ¿Recuerdas que me dijiste que a Andy le gustaba Iker?— me dice señalando al otro lado de la sala de lectura. A pesar de que hace meses que no llevo lentes, alcanzo a ver la figurita de mi amiga recargada en un estante de libros, platicando con Iker y lisonjeándose un mechón de cabello. Comienzo a reírme porque sé que en el fondo ella debe de estar muy contenta y las mariposas deben de estar invadiendo su cuerpo, como lo han hecho con el mío teniendo a Nico tan cerca. —No te confíes, ella se distrae fácilmente. En una de esas nos ve platicar tomados de la mano y saca todas las conjeturas del mundo. Parece que hablo un idioma diferente, porque él parece ignorar lo que le digo, y no suelta mi mano. Yo me pongo nerviosa y comienzo a sentir un delirio de persecución, le tengo miedo a que Rebecca aparezca y me arme un lio. Aunque, no tendría que hacerlo. Ella y Nicolás terminaron hace un tiempo. —Pensé que no saldrías con Jorge el fin de semana. El domingo los vi en el supermercado—dice rápido. ¿Esos son celos? Tendré que averiguarlo. —Lo que pasó fue que nuestras familias tenían una parrillada, pero al tonto de su papá se le olvidó el carbón así que me obligaron a acompañarlo para comprarlo a la tienda. Eso es todo. ¡Qué estúpida!, yo no tengo por qué darle explicaciones. Él no me las da, así que yo no debo hacerlo, pero, para ser sincera, a partir de nuestra inclusión en el mundo del romance, yo no le he visto en actitudes románticas con otras chicas. Somos como exclusivos o algo así. Al menos lo somos en secreto. —Menos mal que eso fue todo—él suspira—. Comenzaba a ponerme celoso. Ah, entonces si eran celos. Mi cuerpo comienza a elevar su temperatura. Mi proceso de homeóstasis comienza su carrera biológica para regular las funciones de mi cuerpo. Mi ventrículo izquierdo bombea la sangre y mis alveolos pulmonares están a punto de hacer explosión. Basta, estudiar biología afecta demasiado mi cerebro, aunque viéndolo bien, sacaré buenas calificaciones. —No tendrías porqué, porque en primer lugar tú y yo no somos nada— le digo con algo de tristeza. —No somos nada, porque no quieres.

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—Sí, claro. Ahora yo tengo la culpa—ruedo los ojos en desaprobación—. En fin, tengo que estudiar bastante, así que debo regresar a mi mesa. Camino, pero Nico me jala sutilmente. —Pero antes de irte, dame un beso—me dice suplicante. No me lo esperaba, en serio. Aunque después de todo, debo besar bien, ¿no? Pero obviamente no voy a ceder tan fácil...esta vez. —No voy a hacerlo, menos aquí con tanto libro, gente y con la señora Archundia viéndonos del otro lado de su escritorio. —Ya lo hemos hecho antes, Ceci. Ella también es fácil de distraer— arquea una ceja y su voz es envolvente, como la de un demonio besucón e intuitivo—. Solo dame uno pequeño, de amigos—me hace la señal con los dedos y si, es una muy pequeña. Y como un beso no le hace daño a nadie... —Maldición. Está bien. Me acerco a su boca y le doy un pequeño beso en la comisura de sus labios, pero él me retiene un segundo de más. Vale, eso fue como una chispa de fuego en el pajar de mis hormonas; comienzo a arder. El beso no dura nada, ni un suspiro, pero eso basta para que una voz detrás de nosotros se aclare en un tosido incómodo. Me separo de inmediato. —Entonces así es se hace el R.C.P. De hecho David y yo fuimos a un curso de primeros auxilios hace mucho, ¿no, amigo?—le digo a David que permanece enfrente de nosotros con su mirada rígida. Él ha visto el beso. —Perfecto Guindi, se lo haré saber a mi instructor—dice Nico alejándose de los dos, hasta ese momento me suelta de la mano. —Genial, solo recuerda que no debes hacer mucha presión en el esófago. Puede explotarte como una bolsa de palomitas. Nico se despide o mejor dicho, emprende la fuga dejándome con David que me mira rígido, como cuando tiene hambre. —Cecilia, voy a preguntarlo solo una vez— mi amigo me habla fuerte—: ¿qué hacías besando a Nicolás? —¡No lo estaba besando! Era obvio que él y yo departíamos conocimientos sobre…—David se cruza de brazos. Es el más inteligente que conozco y no se va a tragar mi mentira—Está bien, lo estaba besando, pero por el amor de Dios, ¡no se lo digas a nadie! Fue solo un besito—le imploro. —¿Desde cuándo lo hacen? Yo tenía entendido que salías con Joa… —Cállate, ni lo menciones—en un acto maduro, me tapo los oídos—. Con él no tengo nada que ver. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al momento en que David mencionó su nombre. Pensar en sus caricias y en su aliento sobre mi cuello no ha sido para nada agradable. Todo lo contrario a mis varios deslices con Nico. —Entonces, estas saliendo con Nicolás—David afirma, pero...

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—No salimos exactamente. Más bien es algo complicado—yo lo desmiento. —No es complicado, Cecilia. Si le gustas, debería hacerte su novia o algo así— dice con justa razón. Olvidé decirlo antes: David es moralista hasta la coronilla. Está en contra del sexo antes del matrimonio, las apuestas, el aborto y si, justo como los Jonas Brothers, lleva un anillo de santidad. —Lo sé, es decir, no es cierto. Lo que tú sugieres es algo muy romántico y tradicional. Ser "no novios" es un válido estilo de vida trato de defender mi punto—. Además, ahora que has visto todo, necesito discreción absoluta, así que solicito mi derecho a la tumba. David abre los ojos de par en par y no es para menos: el Derecho a la Tumba es un recurso que se debe de utilizar solo en ocasiones extremadamente importantes en las cuales, es aceptable que entre los miembros de nuestra manada haya secretos. Solo lo he utilizado una vez con Andy: ella no le ha dicho nada a David de mi encuentro amoroso del tercer tipo con su amigo Joaquín. Y honestamente, no sé si ellos lo han ocupado para ocultarme algo. —¿Tan importante es que guarde el secreto? —Lo es, así que por favor, no le digas a nadie lo que viste. Mucho menos a Andy, ya sabes el aprecio criminal que le tiene a… —"Lolita"—contestamos al unísono. Rebecca tampoco le agrada a David. A él le chocan las tipas superficiales que lo hacen menos. —Entonces, ¿estamos? —Estamos—me contesta David, chocándome la mano. Emprendemos el camino de nuevo al escritorio, en donde yace Andy con cara de idiota. Creo que es por el efecto Iker y su falsa sonrisa de medio lado. Justo antes de llegar, David me detiene un poco, me toma de los hombros y hace que mi mirada se cruce con la suya. Es un momento amigo, padre/ amiga, hija. —Cecilia, yo prometo guardarte el secreto, pero tú trata de no cagarla ¿vale? Solo asiento con la cabeza. ¿Cagarla yo? Vaya, como si me conociera algo. Soy a prueba de errores. Mi mente maligna comienza a carcajearse de repente. La verdad es que mi aventura con Nico es casi como el crimen perfecto. Retomando el estudio, mientras repaso una a una las hojas del desgastado libro decido que seguiré en el juego lo más que se pueda. Solo los perdedores renuncian y yo definitivamente, no soy una. —La semana próxima será un caos. Los exámenes acabarán con mi vida—David comenzaba a hiperventilar—. Primero tenemos el de física el catorce de este mes, luego el de informática y el de biología para el quince. Sin

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contar claro, la estúpida exposición de arte. La verdad, yo no sé quién carajos dijo que el arte fuera una materia escolar. —Cállate, dices eso de la clase porque eres malísimo haciendo cosas con las manos—le contesta Andy. —Admítelo. Eres más malo que el colesterol. La clase de arte es la más fácil de todas. Incluso ya tengo preparada esa exposición con Nico. Habíamos decidido el tema en una de nuestras "citas de estudio": la percepción del amor en el arte. ¡Somos unos genios! —Pero la exposición es hasta el día dieciocho, ¿no?—contesta Andy Mientras hablamos de fechas, los números me retumban en la cabeza, como una especie de señal. Recuerdo que estamos en febrero y en esa fecha no hay nada especial. Ni cumpleaños, ni aniversarios, ni fiestas o la visita de alguien a casa. Mientras ellos comienzan a discutir por alguna estupidez, saco el celular para checar el calendario. No quiero olvidar nada: hace dos años olvidé el cumpleaños de mi hermana y me lo echó en cara más de seis meses. Veo que no hay ninguna notificación de nada, así que olvido el calendario por un segundo. Aún así, siento algo en el pecho, como cuando quieres decir algo, pero no sabes la respuesta y ésta, te atormenta hasta que la recuerdas. Lo ignoro y prosigo con el texto del libro de biología, tratando de no escuchar cuando David tontea a Andy. "La reproducción celular" es el título que leo pero no logro relacionarlo con nada en ese instante sino hasta que nos vamos de la biblioteca. Dejo la pila de libros en el estante, pero uno, el más pesado, se me cae en un pie. —Mierda—digo en voz alta porque el dedo en donde el libro cayó, me duele demasiado. Recojo el libro que yace abierto en un tema escabroso. Las letras de mediano tamaño indican solo una leyenda: Sexualidad. Una alerta suena en mi cabeza en aquel momento, me dice que siga hojeando. Una de las páginas indica algo familiar para mí, el coito—lo sé, se escucha feo, pero así se llama—. Conforme paso las hojas con dibujos malos sobre los penes, me detengo en una importante, la del embarazo. Embarazo. Falta de menstruación. Abro los ojos de par en par cuando veo que efectivamente, este mes no he tenido la visita de alguien importante. Comienzo a hacer cálculos, lo que nunca hago porque me chocan los números, pero esto es de vida o muerte. Así, a la ligera, me doy cuenta de que hace casi un mes desde que fui a esa fiesta y lo hice con Joaquín. —Más de un mes desde mi última regla—susurro en voz baja. Mierda, mierda, mierda. Esto huele a ¿pañales sucios? Andy me llama desde la puerta para que me apresure, pero su voz suena lenta. Casi no puedo escucharla porque mi mente hace cuenta de los días desde que no me baja: cuarenta y tres días para ser exactos.

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Siendo así, no tengo tiempo para nada, más que para querer llorar. Llego corriendo al lado de mi amiga y la abrazo. Estoy cagándome del susto. —¿Qué pasó?—me toma Andy del rostro—. ¿Te encontraste a Jorgito y trató de besarte? Dime si fue así para ir a partirle la cara. —No, Andy…— hago la pausa más dramática de mi vida—creo que quizás estoy embarazada—le digo, comenzando a llorar ante su mirada atónita.

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CAPITULO 7

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Orinar en una taza de plástico frente a tu mejor amiga, es una de las cosas más asquerosas que alguien puede hacer. Por alguien me refiero a mí. Jamás en mi vida le había encontrado algún olor a la orina, pero ahora es otra cosa: juro que todo, incluso Andy huele a eso. Después de estudiar en la biblioteca, corrido a mi casa a asaltar mi alcancía para comprar pruebas de embarazo (Por cierto, esas mierdas son caras). Ahora, después de prepararlas, solo esperamos el resultado de las seis que acabo de marcar como mías. —No te culpo Ceci, Joaquín es guapísimo —dice Andy mientras repasa una a una las fotos que tengo en mi celular del susodicho. Nota: debo borrarlas todas. Dudo de la percepción de Andy, ya que a ella todos los hombres le parecen guapos. Aunque, bueno, Joaquín si es guapo. No sé porqué, pero a pesar de no ser tan bonita, soy una bastarda suertuda porque he tenido novios que son totalmente de mi agrado. Pero... —Ahora no me importa, quédate con Joaquín si quieres. Yo estoy a punto de morir por los nervios— hablo con mi almohada en la cara, recostada en mi cama. —En serio, ya dime: ¿te gustó hacerlo con él? Otra vez el mismo tema: ¿te gustó?, ¿te dolió? —Andy, por el amor de Dios, ve de una buena vez a entregarle la virginidad a alguien. Las respuestas a tus preguntas te las he dicho mil veces. Mi amiga hace un puchero extraño mientras que en ese momento recuerdo aquel evento: Joaquín luciendo sexy, con una actitud arrogante, mirándome con lujuria toda la noche y coqueteándome de una manera que debería ser un crimen. —Claro que no me has dicho nada. Solo sé que un día llegaste contándome que ya no eras virgen, ni siquiera sé con exactitud en dónde ni bajo qué circunstancias. No sé si recuerdas que ese día no fui a la famosa fiesta. Así era Andy, quería saberlo todo, todo el tiempo. Sabía cada detalle de mi vida, y no porque yo se lo hubiera dicho, sino porque investigaba. La mayoría de las veces lo intuía o incluso lo googleaba. Por eso, me daba miedo de que se enterara de lo que tenía con Nicolás. Y sí, quizás ella tenía razón: yo no le había contado claramente lo que había pasado aquella noche con Joaquín. Me daba algo de vergüenza contarle que mi primera vez no había sido una experiencia digna de un princesa o algo parecido. De todos modos está bien, nunca fui una romántica empedernida, obsesionada con mi primera vez en una cama de rosas con el príncipe encantado. Eso se lo dejo a las niñas rosas y cursis.

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—Mira, si no te lo he contado es porque no tiene importancia—le contesto, quitándome la falda del uniforme y lanzándola a la pila de ropa de mi cuarto. —Claro que importa Cecilia. Dejaste de ser niña para ser mujer — le da un tono poético a sus palabras. —Te juro que si vuelves a decir eso, te mato— la amenazó con el dedo. No creo poder aguantar otra cursilería del estilo. Al menos no ahora que estoy a punto de un colapso nervioso. —Cuéntame entonces cómo pasó. Por cierto, ¿desde cuándo te depilas las piernas? — me toca la pantorrilla a contrapelo. ¿Desde cuándo?, desde que a Nico se le dio por acariciarme las rodillas. Tenía que cambiar de tema y distraerla un poco, antes de que ella lo hiciera conmigo y yo le soltara todo. —No fue nada del otro mundo, la verdad solo recuerdo que Joaquín me atraía desde hacía mucho y aquella noche, pues lo hicimos. Lo hicimos en el cuarto de sus papás y aunque en un principio me pareció buena idea, luego, conforme pasaban los minutos me arrepentí más y más. Él me gustaba pero, eso era todo. No fue como si él me hubiera obligado, sino que yo misma no me impuse limites. —Pero no me contestaste, ¿te gustó? —No, la verdad es que a ninguno de los dos nos gustó: como yo lloraba porque me dolía, él se salió de repente y fin de la historia. —Seguro no usaron condón— afirma Andy. —Obviamente si, por eso es que todo esto me resulta incomprensible— le digo callándome porque escucho los pasos apurados de mí hermana. Grita mi nombre en toda la casa para que vaya a donde está. Caroli se nota alterada, se le hace tarde para las prácticas en el hospital. Andy se queda en el cuarto resguardando las pruebas de embarazo. Le he pedido que me espere para revelar el misterio misterioso juntas. —Te llaman— mi hermana me extiende el teléfono. Seguramente es David que se siente excluido por nuestra junta extracurricular de chicas, o peor aún, puede que sea el disfuncional de Jorgito. Ruedo los ojos fastidiada, tengo muchas cosas más que atender. —Dámelo— me lo pongo, el oído —¿Qué onda? —Hola Guindi— escucho la voz ronca de Nico al otro lado del teléfono. Oír su voz me pone la piel chinita y me saca un suspiro malicioso. Me hace sentir tan patética, tan hormonal. —Hola tú— digo con mi hermana observándome atenta.—Es un compañero de escuela— le digo a ella, para luego ir a contestar al cuarto de mis papás sin que Andy se dé cuenta. Camino sigilosa en calcetas y me tiro en la cama enorme de mis padres. —¿A quién le debes tantas explicaciones sobre mí? —dice él del otro lado.

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—A Caroli, mi hermana nazi. El término nazi no es gratuito. Carolina es en verdad un engendro del demonio: a veces resulta autoritaria, mandona, malhumorada, bipolar, etc, etc. Se encuentra haciendo sus prácticas para titularse de Médico General, por lo tanto casi no duerme y eso resulta fatal para nosotros en casa. Mi hermano Chris la alucina por completo, mi mamá la defiende horrores y mi papá la hace enojar a propósito. Yo simplemente le sigo la corriente para que me deje ocupar su ropa y me ayude de vez en cuando con las tareas escolares. Mi hermana es buena persona, aunque no lo crean, demasiado noble y vulnerable debajo de ese disfraz de caníbal. —Qué miedo—dice Nico después de lanzar una carcajada—Pues la verdad, te llamaba para invitarte al boliche hoy en la noche— se escucha nervioso y yo, no sé cómo reaccionar. ¡Me está invitando a salir con él! —¿Te gusta el boliche? Si no, podemos ir a otro lado— agrega cuando escucha que no digo nada. Paro la emoción, no estoy en condiciones de ir a ningún lado. Menos con este pequeño asunto pendiente que involucra seis palos estratégicamente marcados con mi orina. —Bueno, no sé si pueda ir. Tengo que planear algunas cosas... Si, los próximos dieciocho años de mi vida si es que resultaba embarazada y no creo que Nico quiera esperarme tanto tiempo. —Pero harás todo lo posible por ir, ¿no? Puedo pasar por ti en un rato más. En eso, Andy grita desde mi cuarto que ya todo está listo, lo que significa que probablemente las pruebas ya están bien sazonadas. No le hago caso y entonces, ella se asoma por la puerta. Por su cara, presiento que ha visto el resultado (Les dije, era muy curiosa). No está muy feliz que digamos, se ve que está a punto de llorar. Pasó saliva, evitando que también a mí se me salgan las lágrimas, pero la voz de Nico detrás de la otra línea hace que finalmente derrame una gran y gorda lágrima salada. —Ceci, ¿sigues ahí? —Sí, aquí estoy—apenas puedo contestarle. —Entonces paso por ti a las ocho —dice, con una chispa de alegría. Alzo la vista al cielo, mirando con un poco de resentimiento a Dios por esto tan injusto que me está pasando. ¿Por qué ahora que al fin significo algo para el chico que más me gusta en el mundo, viene esta repentina noticia de que estoy embarazada? Pero supongo que no es culpa de Dios, es culpa mía y por supuesto, de Joaquín Cabrera. También supongo que ahora, no merezco el interés sincero de Nico. Él es un buen muchacho y yo solo lo hundiría como el iceberg hizo con el Titanic. —No creo poder verte en la noche, u otro día para el caso. Lo siento.

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No quiero decirle lo que le estoy diciéndole, pero también no es justo acaparar a alguien como él, haciéndole perder el tiempo con una persona potencialmente sin futuro prometedor. —¿Por qué no? ¿Por qué no? Pues porque al parecer estoy embarazada, así de fácil. No podía decírselo, según él, yo era más virgen que la misma Virgen María. Si le digo lo contrario, de seguro me odiaría más que si lo rechazo como estoy a punto de hacerlo. Conozco a los hombres, el orgullo es lo que los mueve. —Porque si lo nuestro ha comenzado de la manera en que lo hizo, seguro así seguirá siempre. Además, yo quiero estar con alguien que no me oculte ni se avergüence de mí. —¿Bromeas?, tú eres la que has decido esconderte porque yo… — le interrumpo. —Además, tú obviamente sigues pensando en Rebecca. Vi su foto en tu cuarto. —Ella y yo no tenemos nada que ver desde que tú y yo... —Sí, sí como sea Nicolás. El punto aquí es que creo que esto se acabó. Fue lindo mientras duró y pues nada, lamento haberte besado desde un principio. Fue una pérdida de tiempo— le digo tratando de esquivar el nudo en la garganta. Andy vuelve a gritarme. No comprende por qué estoy llorando mientras estoy en el teléfono. —¿Me quieres decir que terminamos? —No terminamos porque nunca comenzamos nada, pero si así lo quieres ver, no voy a hacerte cambiar de opinión. Debo irme, tengo algo en el horno, así que...adiós. —Pero…— le cuelgo y salgo corriendo al cuarto. Me limpio las lágrimas al entrar en el baño, en donde Andy yace sentada en el suelo con las pruebas. —Lo siento, Ceci. —¿Lo sientes? ¿Por qué lo sientes? ¿estás segura? ¡Debe de haber algún margen de error! Estas cosas están hechas en Malasia o algo así y David siempre dice que las cosas allá son elaboradas en barcos en donde las normas de calidad les valen un carajo. —Segurísima. Le atinaste a cinco de un total de seis— Andy sacude una de las varitas. —Ah no, espera, esa también dio positivo. Ok, esto es demasiado. Además, ¡qué mierda!, yo nunca paso un test, ¿porqué tenía que aprobar justamente este? Me siento en la tasa del baño. Inútilmente, para sentirme bien, prendo el aromatizador creyendo que el olor a manzana y canela cambiará mis ánimos. —¿Qué piensas hacer, Ceci? ¿Abortarás o algo así? Paso mis manos a mi vientre. Yo no soy una sentimental de las que creen que los bebés tienen pensamientos desde la creación siendo aún un pequeño

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renacuajo, pero tampoco me siento capaz de hacer algo frío e ilegal como abortar. —Créeme, prefiero vivir embarazada nueve meses a pasar algunos años en la cárcel. Esa es una solución cara que queda descartada. Tal vez lo dé en adopción. —Uy, esa es buena idea. Angelina Jolie puso de moda eso de adoptar niños. —Lo sé. Solo habrá que ver la reacción de mis padres cuando se enteren. Ambas agachamos la mirada, sabemos que ese será un paso nada agradable de este proceso. Andy es sabia, y comienza a verle el lado positivo de la situación: —Y, ¿qué te gustaría que fuera: niño o niña?— pregunta ella con una sonrisa. Buena pregunta. —Las niñas no están mal, ya sabes, al menos tú y yo somos geniales, pero los niños son diferentes y lindos. Hago yo misma una pausa en la conversación. Estoy pensando en cosas que no quiero pensar, así que lo olvido. —No nos hagamos ilusiones aún. No sabemos qué pasará. Si, no sabía lo que iba a pasar ahora. No tenía ni idea para empezar, de cómo le iba a decir a mis papás, ni al idiota de Joaquín. Tenía miedo de la reacción de los tipos y tipas en la escuela cuando el vientre me creciera pero honestamente, tenía más miedo de la reacción de Nico. Me aterraba pensar en el parto pero sobre todo, en lo que venía después cuando tuviera a un bebé entre mis brazos, dependiendo de mí totalmente para elegirle un futuro independientemente de que se quedara conmigo o no. —Todo saldrá bien. Verás que si—ella me abraza cuando ve que vuelvo a llorar. —Yo estaré contigo y estoy segura de que no seré la única, ya lo verás... Quisiera creer las palabras de Andy, mucho más ahora que viene lo que viene.

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CAPÍTULO 8

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Estar embarazada no es tan malo como parece. Bueno, borren eso. Puede que sea malo, solo que no lo he notado para nada. Si, tal vez en unos meses, cuando suba de peso y tenga hemorroides, cambie de opinión al respecto, pero ahora, la verdad no tengo mucho de qué quejarme. No he tenido vómitos ni mareos, o más sueño del que normalmente tengo. Al contrario, siento que tengo una pila inagotable y de no ser por mi obvio estado, correría sin chistarle las veinte vueltas a la cancha que el maestro de educación física me acaba de pedir. Le digo que me duele la rodilla y comienzo a hacer el camino a trote lento, muy lento. Nico pasa al lado mío varias veces, pero yo ni siquiera lo volteo a ver. Si lo hago, probablemente me den ganas de abrazarlo o alguna cosa romántica, así que mejor me concentro en hablarle a Andy o en burlarme de la pésima condición física de David. Me he acostumbrando a rechazar a Nico, ya que hace dos semanas que corté con él y eso, junto con mi problema de fertilidad, ha hecho que lloré como un bebé todas las noches. Ya saben, escucho mi canción depresiva favorita—una de Cat Stevens que le encanta mi papá—y luego me mentalizo para llorar un rato. Todo esto claro, mientras escribo cosas emos sobre el amor y sus decepciones en mi libreta/diario. No sé por qué me pongo así, si yo no quiero a Nicolás en el amplio sentido de la palabra. Simplemente él me gusta demasiado, eso es todo. Así paso todos mis días, aunque en las clases es peor. Hacer como que Nico no existe, es algo de locos. En arte, le hablo solamente para propósitos necesarios como pasarme el lápiz o prestarme goma. Él me observa como si fuera un bicho raro, creo que no comprende el porqué de mi repentino alejamiento. Se me queda viendo con una expresión de "¿Y qué rayos le hice a esta loca para tratarme así?". No pienso decírselo por supuesto. Por primera vez en mi vida me siento una rompecorazones, una inalcanzable hija del infierno. Obviamente, embarazada o no, eso me eleva un poco la autoestima. Incluso me siento como la desgraciada de Rebecca, que es capaz de traer a Nico delirando de amor. Hasta que llegué yo por supuesto, aunque eso no duró mucho para mi gusto. Luego del ensayo del viernes, veo que Nicolás y Rebecca se van juntos de la escuela. De no ser porque me dan unas ganas tremendas de vomitar, los seguiría, pero mejor me dirijo al baño a hacer lo propio, con Andy deteniéndome el cabello para evitar manchármelo. Suspiro al recordar que Nico había prometido hacerlo alguna vez. —Pobre Ceci. El sobrino te la está haciendo pesada. —Ni lo digas. Es mi primera náusea verdadera—le digo bajito porque una chica está en el baño lavándose las manos, pero sale de inmediato dejándonos solas.

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Andy me ve con ojos tristes, y luego, hace igualmente una cara de vómito. Sé que está sintomatizándose igual que yo. Si yo lloro, ella lagrimea; si yo vomito, ella siente náuseas. La nuestra es una amistad muy rara, y esta es una de esas pruebas. —Creo que nos debemos algo rico después de tantos días de stress, así que porqué no vamos a comprar un té helado y luego nos sentamos a observar a la gente que pasa. Con eso seguro te sientes mejor—sugiere Andy. Ella tiene razón: me siento como en el cielo cuando nos sentamos en la plaza comercial con nuestras respectivas bebidas, a comenzar el sagrado ritual de crítica destructiva. —No sé tú, pero esa tipa tiene celulitis en las piernas—me callo un momento—. Espero que dentro de algunos meses a mi no pase igual, ¿te imaginas? ¡Con celulitis a los diecisiete! —No lo creo, tienes buenos genes, no como esa chica de rosa a la que se le ve horrible el pelo—señala Andy a una chica con obvios problemas de cabello grasoso. Nos quedamos como parias un rato en frente del café más famosillo de la plaza. Todo va bien, nos divertimos sanamente, hasta el momento en que la vida me recuerda que me odia, que no soy para nada su hija favorita y que probablemente me voy a quedar sola toda mi existencia ya que sin esperármelo, veo que Nicolás y Rebecca están sentados en una de las mesas para dos de aquel café. La postura de ambos es de obvio coqueteo: cuerpo erguido, sonrisa socarrona y sexy, cejas levantadas y lo más notable: ambos muerden sus labios. Me siento terrible y sin querer, comienzo a hiperventilar; quiero salir corriendo. Andy también ve la escena y se alegra por completo, ni siquiera se ha dado cuenta de lo que me pasa. —Vaya sorpresa. No tenía idea de que esos dos habían regresado. —Es obvio que no lo han hecho—suelto con la boca llena de hielo. Quiero atragantarme y morir de una buena vez. Figuradamente, claro. —Pues si no lo han hecho, lo harán—suspira—. Me da gusto: ellos hacen... —Muy bonita pareja—imito su voz chillona a la perfección. La escena me ha arruinado la tarde espantosamente, así que le pido a mi amiga que nos vayamos del lugar antes de que comience de nuevo con los mareos, pero Andy no me hace caso: la muy chismosa quiere saber todo el asunto. Nos quedamos como paparazzis, de incógnitas detrás del kiosko de telefonía celular. Después de un rato, el trenecito lleno de niños de la plaza comercial, pasa casi encima de nosotros pitándonos el claxon para que nos quitemos. Por supuesto que toda la gente alrededor nos mira como si fuéramos estúpidas. —Esa es una señal del cielo para que nos larguemos de aquí—digo sin ganas.

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Andy me da la razón y se escapa al baño, los litros de agua y té chai le están jodiendo la vejiga. Yo me adelanto a una tienda de bebés que había visto en la entrada. Entro, y la dependienta, una señora mayor, me observa con ojos amables. —¿Cuántos meses tienes?—ella pregunta, poniendo su mirada en mi vientre. ¿Cómo lo supo? ¿Lo adivinó por el brillo de mis ojos? —Eh, yo no... —Por supuesto, no estás embarazada. Solo observas por curiosidad— ella me guiña un ojo. —Sí, es simple curiosidad—acto seguido, me abotono el suéter por cualquier cosa. No quiero que alguien más se dé cuenta. Me quedo observando las ropitas y los zapatitos que cuestan cantidades estratosféricas de dinero, pero juro que las pagaría si mi mesada las pudiera costear. Cualquier bebé con esos atuendos se vería genial, lindo y tierno. Si tuviera un bebé vestido así, saldría a presumirlo por la tarde en un carrito en donde todos pudieran verlo y apachúrrale las mejillas diciendo lo lindo que es, mientras se mueren de envidia porque saben que nunca tendrán un hijo tan bonito y carismático como el mío. Si fuera simpático y risueño, lo metería a uno de esos concursos de las tiendas departamentales o incluso le hacía una carrera de modelo para una marca de papillas y cereales, convirtiéndome así en el sueño de toda mamá: ¡ser manager de mi propio hijo! ¡Cuidado Bebé Gerber! Un dedo en mi espalda me hace reaccionar y lo agradezco demasiado, comenzaba a babear como perro de Pavlov por mi fantasía. —¿Qué haces?—es la voz Nico. ¡Ups! Yo no debería de estar aquí, y él tampoco. —Nada, solo busco un regalo para una tía—le contesto y luego me arrepiento de haberlo hecho. Sin más, camino dejándolo dentro de la tienda. Antes de salir, la dependienta me desea suerte. Afortunadamente Nico no se percata de ello, y va detrás de mí. —Cecilia, deja ya de comportarte como una niña inmadura y dime qué fue lo que te hice para que me trates así—me toma del brazo. —No soy una niña— contesto enojada—. Bueno no, tienes razón, soy una niña al lado de la perfecta Rebecca. De hecho, entré a la tienda a comprarme pañales. —¡Qué comentario más maduro!—él suelta sarcástico—. ¿Y qué tiene que ver Rebecca con todo esto? Una música malvada se planta en mi cerebro al escuchar el nombre de mi archienemiga, así que entró en modis caninus. Es decir, decido ser una completa perra con él. —¿Qué tiene que ver?— también imito su voz—. No soy idiota, los acabo de ver ligando en el café, pero ¿sabes qué?: no me importa en absoluto. Si

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quieres mentirme diciendo que no tienes nada que ver con ella, es tu problema Nicolás Cortés Alba, no el mío. Nicolás permanece callado, tratando de sopesar lo que le dije. Me ha salido genial, estoy tan orgullosa de mi lado canino. Ese orgullo solo me dura unos segundos porque luego, me contesta muy serio. —Eso te lo dije hace dos semanas, cuando tú me dijiste que no querías nada conmigo. Me rechazaste, y no solo eso, me ignoraste desde ese día y ahora ¿vienes a seguirme en mí salida con ella? —No te sientas tan importante, no te seguí. Andy y yo venimos aquí todo el tiempo—me excuso. Nico levanta una ceja, seguro no me cree—. Es en serio. Somos clientes distinguidos de esta plaza. —Sí, sea como sea...—él pasa las manos por su melena castaña—. Odio tener que decirlo así, pero tú fuiste quien me rompió el corazón, así que no tendría que explicarte nada. Hablando de corazones rotos, el mío le hace compañía al suyo en el piso imaginario de la decepción amorosa. Aún así no cedo, ni soy amable con él. —No te pido explicaciones, Nico. Solo te pido que me dejes comprar en paz. Nico mira a todos lados, mientras yo me arrepiento por todo lo hecho en los últimos meses. De todo, menos estar con él. Quisiera abrazarle y decirle que no vuelvo a rechazarlo, que es con él con quien quiero estar, pero básicamente, no puedo ni debo hacerlo. —Bien, me parece justo—Nico regresa a la tierra, al igual que yo—. ¿Sabes? Ahora las cosas serán distintas: estoy pensando en regresar con ella, así que... ¡Bum!, una bomba de emociones cae sobre mí. Se siente tan feo escucharlo por Nico, pero es lo mejor. Le miró con ojos llorosos, cuando de reojo veo que Andy llega a la escena. No hubo tiempo de disimular que hablaba con él. Nico la saluda despidiéndose luego, y dejándome un mal sabor de boca. —¿Qué te hizo?—pregunta mi amiga. —Descubrió que lo espiábamos y me reclamó. Eso es todo. —Ni hablar, tendremos más cuidado para la próxima. —No habrá próxima, Andy. En verdad, no quiero saber nada de ellos. —¿Por qué no? Pensé que Nico y tú se llevaban muy bien. —Nos llevábamos, tiempo pasado. Andy no deja de extrañarse por mi comportamiento y en verdad, no me importa. No voy a decirle nada, mucho menos ahora que Nico acaba de mandarme al diablo por Rebecca. Después de la plaza, voy a mi casa y de ahí, directo a mí cuarto. Llego a instalar mi trasero a la computadora, es lo único que me puede reanimar en estos momentos en que quiero dejar de lado el drama por esta ocasión. Reviso primero quién está conectado en el chat y molesto a David un rato mientras juego un poco con la pecera del Facebook.

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Por último reviso mis correos y hay dos que puedo destacar fácilmente: el primero es de Joaquín, que dice que se muere por verme, que me extraña. Como me vale un carajo lo que él quiera, lo borro al igual que he hecho con todos sus mensajes anteriores. El segundo correo, para mi mala suerte, es la primera actualización que tengo del Twitter y que acaba de llegar. Son las diez de la noche cuando un balde de agua fría cae sobre mi cuerpo. “@ becky_pretty: feliz porke estoy con el amor de mi vida!! *-*” —¡Nooo!—grito, golpeando el monitor de mi computadora, como si él tuviera la culpa. Efectivamente, Nico y Rebecca volvían a ser novios, tal y como él me había dicho. ¿Cómo rayos era que Nico había actuado tan rápido? —¡Cállate “Mounstrilia”!— se asoma mi hermano menor a la puerta de mi cuarto—. Por primera vez en tu vida, sé una niña normal y evita gritar como un cerdo para demostrar tus emociones. Chris me molesta en ese momento, así que lo corro lanzándole un zapato a la cabeza—maldigo el día que le dije a mi mamá que quería un hermanito varón—. Está a punto de darme un paro cardiaco, siento dormido mi brazo izquierdo. Estoy tentada a llamar a mi hermana a la guardia en el hospital para que me diagnostique. Maldita sea @becky_pretty y también de paso Nicolás Cortés. Alzo mi puño al aire e imploro por una oportunidad para vengarme de ellos, aunque a decir verdad no sé cómo puedo hacerlo si soy un poco cobarde después de todo. Resignada apago la computadora y tomo mi libreta. Me quito la ropa quedando solo en bóxers y camiseta; me tiro a la cama, prendiendo antes los altoparlantes de mi teléfono celular para escuchar mi canción. —La, la, la, la, la, la, laaa...— tatareo el principio, arrancando en gordas y saladas lágrimas. —¡Por Dios Cecilia!—grita mi padre desde la sala—. ¡¿Otra vez esa jodida canción?! Oficialmente le he arruinado su gusto por esa canción. No me importa, estoy triste y necesito sopesar mi primera—y espero que única—desilusión amorosa de mi vida.

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CAPITULO 9

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Voy caminando en los pasillos de un magnífico palacio. Las campanadas de la torre suenan a todo lo que da. Bajo del carruaje con la ayuda de un mozo muy lindo, que me besa la mano una vez que piso el suelo. Llevo mi cabello completamente amarrado con un tocado lleno de plumas, en la mano llevo un antifaz. El vestido ampón me estorba para caminar e irremediablemente me tropiezo. No caigo porque David y Andy me llevan del brazo, me han salvado de darme el golpe de mi vida. —Las fiestas en Versalles eran las más populares de Francia. La Reina estaba rodeada de sus mejores y más íntimos amigos… Si, se nos hace tarde. Estamos a punto de entrar a la mejor fiesta de nuestra vida. Somos los más populares, todo el mundo nos sonríe y nos hace señas diciéndonos: ¡Llámame! Aunque es irónico, aquí no existen los teléfonos. Otro mozo nos ofrece una copa del mejor champagne del mundo, y uno más, nos regala un panecillo dulce decorado vistosamente. Todo es del mismo color de mi vestido, rosa brillante. No puedo ser más feliz, en serio. —También se decía que la reina tenía muchísimos amantes entre los cortesanos, pero según su amiga más querida, en realidad solo hubo un hombre que le pudo robar el corazón… ¡Cómo no voy a ser feliz! A lo lejos en el balcón del palacio, veo de reojo a Nicolás, vestido con un traje de negro terciopelo. Suspiro, antes de que el mundo comience a parecerme una tontería y caiga en el hechizo de sus ojos. —A expensas del rey, ella y su amante vivieron felices, gastándose el dinero de la corona de Francia. Voy hacia él, no quiero hacer otra cosa que no sea abrazarlo ridículamente hasta que nuestro ADN consiga mezclarse. Él me sonríe como siempre, haciéndome sentir estúpida y vulnerable. Es todo un sueño cuando lentamente, toma mi rostro perfectamente maquillado y acerca sus labios para besarme, pero… —Por supuesto, tiempo después todo aquello acabó…— suena un duro golpe. Y si, también mi fantasía con Nico en Versalles ha terminado de un golpazo en la mesa. —¿Qué?, ¿cómo está eso de que se acabó?—pregunto, tratando de disimular el hecho de que estaba babeando mientras miraba al protagonista de mis fantasías. Gracias a Dios que Becky está en otro salón, ya que si hubiera visto la manera en que veía a su novio, probablemente me hubiera arrancado el cuero cabelludo. —Sí, se acabó—dice mi maestra de historia. Por cierto, estábamos viendo una salpicada de historia universal.

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—¿Eso quiere decir que María Antonieta nunca fue feliz con el tipo ese?, pero ¿qué pasó?—pregunté alarmada ante la mirada adormilada de todo el mundo. Siempre protestaba por todo, así que estaban acostumbrados a mis quejas acaloradas con algunos maestros. —La Revolución Francesa, Ceci. Eso pasó— dice David detrás de mí. —Ah sí, la guillotina y todo ese rollo. Qué va. Tenía que saberlo, nadie en este mundo puede ser feliz, ni María Antonieta con su belleza impactante y mucho menos yo. —Todo ese rollo, como dice su compañera, lo veremos la próxima clase, así que de tarea tienen que hacer un resumen del capítulo cinco del libro y juro por Dios que si veo que el mismo resumen se repite varias veces, los mando a todos a finales, directo y sin escalas jóvenes—nos advierte la maestra Christina. Todos se levantan de sus lugares para ir a la cafetería a comprar algún bocadillo para evitar dormirse en la última clase. Yo prefiero quedarme recostada en la banca, estoy comenzando a tener nauseas y un poco de migraña. Este bebé es una lata, seguro que sería hiperactivo aunque, normalmente eso es lo que me pasa cuando me pongo a alucinar cosas estúpidas, así que no creo que el feto tuviera la culpa. Uy feto. Andy odia esa palabra ya que dice que no nos podemos referir así a un bebé en pleno proceso, pero yo me rijo bajo la sabiduría de los capítulos de Dr. House, así que le llamó así casi todo el tiempo. No quiero que llegue el momento en que tenga que deshacerme de él, entregándoselo a otras personas cuando lo amé más que a nada. Por eso prefiero guardar mi distancia con el huésped que llevo dentro. Cierro los ojos a manera de relajarme un poco y recuesto mi cara sobre la lapicera de metal que alivia el calor que comienzo a sentir cuando escucho que alguien toca la puerta. —¿Se puede?—pregunta una voz chillona, con una especie de jadeo sensual. ¡Por Dios ese truco lo hacía Britney en el ‘98! Es algo viejo si me preguntan y cualquier imbécil que caiga es un...bueno, pues un imbécil. Lo he dicho. No tengo que levantar la vista para ver que es Rebecca, ni tampoco tengo que ser un genio espacial de la NASA para saber que busca a Nico, su novio que está en el salón tratando de ponerme incómoda. Ruedo los ojos y bufo un poco, luego sacó mi celular para escuchar música. No quiero enterarme de lo que hablan pero obviamente, no me voy a ir del salón para dejarlos solos. ¡Qué se jodan! Si quieren estar juntos, que se vayan a un hotel o mejor aún, que se vayan a la casa de Nicolás a “hacer tarea”. Adecuadamente, al darle al botón de orden aleatorio, una canción de Blur sale a la luz. Tomó mis lápices para usarlos de batacas, y comienzo a tocar

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molestamente mis libretas, agitando la cabeza aunque eso me maree aún más. Siento las miradas de los tórtolos encima de mí, pero no me importa. —¡Uhu, when I feel heavy metal, Uhu!—canto horriblemente hasta que la música se detiene porque he recibido un mensaje de texto. Nico y Becky parecen agradecer al cielo porque me he callado y entonces comienzan a susurrarse cosas. Bueno, Becky lo hace, Nico solo parece sonreír excitado. Bastardo. Entonces leo el mensaje que ni más ni menos, es del padre de mi pequeño bebé, es decir, feto: Joaquín. "Hola linda, hace tiempo que no te veo y me vuelvo loco por hacerlo. Hay fiesta hoy en casa de Darío, deberías pasar un rato, estaré ahí esperándote", es lo que dice su mensaje. No quiero ir a verlo, pero necesito hacerlo. De antemano sé que me va a decir lo mismo que dicen tooodos los hombres cínicos cuando embarazan a una estúpida como yo: "¿Estás segura de que ese niño es mío?" Por eso, parcialmente decido que no iré. La noticia puede esperar unos meses más, y cuando se le haga extraña la enorme barriga que me cargaré, le diré: sorpresa, vamos a ser papás. Pronto, comienzo a teclear las palabras de rechazo: "Lo siento Joaquín, no puedo ir porque para mañana tengo que hacer un resumen de historia sobre Maria Antonieta, que por cierto nunca fue feliz igual que yo…" en ese momento, paró de escribir. Veo de reojo que Becky besa apasionadamente a Nico, ante mis narices. Lo peor de todo es que Nico la recibe con los ojos cerrados. La sangre comienza a hervirme cuando la suripanta esa pasa sus manos sobre su cabello, ¡mi cabello! La quiero matar cuando muerde con furia sus labios, ¡mis labios! Pero Nico no hace nada para detenerla, incluso acaricia su rostro. No puedo evitarlo, de nuevo me va a dar algo, una apoplejía o algo así. Entonces, hago un movimiento digno de villana de telenovela de las cinco. Borro todo lo que había escrito y mejor aún, marcó el número de Joaquín, que seguramente por desesperado y caliente, contesta al segundo timbrazo. —¡Hola tú!—le digo a Joaquín con una exagerada alegría, lo que hace que los estúpidos esos volteen a verme. Gracias a Dios, pararon de besarse. —¡Qué milagro, amor!—contesta Joaquín del otro lado del teléfono. Recordé lo incomoda que me ponía cuando Joaquín me decía así, pero ahora me hacía sentir bien. Necesitaba yo misma saber que no estaba sola, que yo también podía conseguir labios si quería, al igual que Nico había hecho. Aunque fueran unos labios que no quisiera. —Recibí tu mensaje, así que decidí llamarte—me lisonjeo el cabello—. ¿Qué me decías por mensaje? —Que te extraño, hace más de un mes que no sé de ti desde que… El sexo, eso es lo que Joaquín quiere decir.

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—Sí, de hecho yo también te extraño—grité haciendo cara de estúpida enamorada—. Además tengo que hablar contigo de un asunto muuy importante que no puede esperar—traté de hacer voz sexosa, no me salió. —Perfecto, entonces allá te espero y podremos "hablar" de todo lo que quieras. Por supuesto que entendí la connotación en su cambio de voz. Seguro creía que me moría por acostarme de nuevo con él. Sí, claro. Yo no volvería a tener sexo con nadie ni aunque fuera Brad Pitt—Aunque siempre puede haber excepciones si se trata de él, ¿no?—. —Genial, te veo en la tarde. Sonrío como añorando la tarde, mientras miro mi celular cual maldita princesa de Disney. No sé con certeza si Nicky me ha visto, pero sí lo hicieron, de seguro que me vieron enamoradísima de mi teléfono. En ese momento, llega Andy y David, que se ve súper enojado. —¿Qué te pasa?, ¿subieron el precio de la comida chatarra? David no me dice nada, hasta que Andy se distrae copiando la tarea de la próxima clase. —Es por el imbécil de Nicolás. ¿No se supone que andaba contigo?— comenta David con voz baja. —No, claro que no. Yo nunca te dije que andábamos formalmente— aclaro. —Bueno, no importa si andaban formalmente o no, pero el punto es que se veía contigo a escondidas cuando de seguro ya andaba en planes de reconciliación con Rebecca ¡Qué poco hombre, en verdad!—y se le queda viendo a Nico mientras despide en la puerta a Becky. Aunque nadie lo crea, David tiene su lado rudo y salvaje detrás de esa carita que no rompe un plato y que no falta a la iglesia los domingos. Obligado por su mamá, claro está. —La verdad es que no me importa mucho, amigo. No te preocupes por mí, yo estoy bien—le abrazo. —Eso dices, pero no puedes negar que de un tiempo para acá, has estado deprimida. Estás más pálida, siempre te duele la cabeza y esas cosas raras que te pasan cuando estás deprimida. Quise decirle la verdadera razón de mis malestares, pero no pude, el maestro de Matemáticas entra en ese momento. Entonces, antes de comenzar la clase, David cree que me da una solución a mis problemas: —No te preocupes, en la tarde hay fiesta en casa de Darío—se acerca y Andy hace lo propio para escuchar la conversación. —Sí, ya sabía—dice la enana—Iremos, ¿verdad? ¿Cómo rayos se habían enterado tan rápido? Uhm, lo olvidaba, estábamos hablando de Darío, el chico con la única casa con alberca de la escuela. O bueno, más bien el único con una alberca disponible para las borracheras sin control que se organizaban algunas veces.

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—A mí me gustaría ir. Aumentarían nuestros puntos de popularidad si nos presentamos—dice David, como si fuera lo más importante de la vida. Además, seguramente Joaquín estará en la fiesta— me da un codazo. —Ya sé, de hecho me acaba de invitar por teléfono. —¿Lo ves?, deberías intentar mejor algo con Joaquín, y no con el idiota este— mira a Nico que voltea confundido. —No le busques pelea, que seguro Nico te partiría el trasero a arañazos. Andar con gatas de seguro le sirve de algo—río, haciendo que el maestro me calle y bajo la voz—. Mejor concentrémonos en lo importante, ¿cómo quedamos para dentro de un rato? Al menos la fiesta me puede ayudar a olvidarme de todos mis problemas, aunque sea por unas horas. Aunque, viéndolo desde una manera objetiva y filosófica de acción y reacción, las fiestas no me han traído nada bueno: fue en una en donde me embaracé, así que habrá que ver qué sucede en esta.

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CAPÍTULO 10

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Después de la escuela, hemos ido a la casa de Andy a comer y a pedirle permiso a su mamá para ir a la fiesta. Cuando le da la bendición a la enana, emprendemos el viaje a mi casa. Por cierto, cabe mencionar que dejé empeñada mi alma a cambio de llevar a Andy de regreso a las diez de la noche. Es un fastidio, lo sé, pero solamente así mi amiga puede salir a algún lado. Llegamos a mi casa súper apuradas. Se supone que la fiesta comenzaba a las seis y nosotras aún estamos tratando de descubrir qué ropa nos llevaremos. Como yo no tengo ganas ni siquiera de arreglarme, me enfundo apenas en unos jeans y una blusa cualquiera—se la pedí "prestada" a Caroli, pero ella no sabe—, acompañados de mis tenis Converse que combinan con todo, incluso con el vestido de graduación que planeo llevarme cuando salga de la Prepa, si es que salgo. Todo muy a la Bella Swan. Andy es otro rollo, por eso me pide prestada una blusa negra que la hace ver más grande porque en realidad, yo soy más grande de talla, un poquitín más alta. No le importa y me obliga a que le alacíe el cabello. —¿Planeas contarle todo a Joaquín en la fiesta?—pregunta y luego suelta un ouch porque la he jalado con el peine. —No lo sé, habrá que tantear el terreno. Ya sabes, si dice que no puede vivir sin mí y que soy la cátsup de su papa, entonces le digo lo del feto con bombo y platillo. —¿Y si no? —Pues no y ya. Puedo alegar demencia y decir que el bebé es obra del Espíritu Santo o simplemente no decirle nada—bromeo. En eso, mi mamá nos grita que David ha llegado por nosotras. Su hermano mayor le prestó el auto un rato, así que por esta noche, tenemos cómo ir y regresar de la fiesta sanas y salvas. Lo que también significa que tendré mi alma de regreso a más tardar a las once de la noche. Llegamos a la famosa casa de Darío minutos después, ya que no está muy lejos de donde David y yo vivimos. Hay demasiada gente, tanto dentro como afuera de la casa, lo cual empeora mi migraña perpetua. Mientras caminamos para la sala, veo muchas caras conocidas de mi periodo rebelde en el cual salía con Joaquín. De eso hace dos meses. En una esquina, preparando las bebidas me encuentro con Manolo, un amiguísimo de Joaquín que esta con Cosa Uno, es decir, con Priscila una amiga de Becky. Una historia corta: de hecho, Priscila y yo éramos súper amigas en la secundaría, pero cuando bajo de peso y comenzó a arreglarse más, se sintió más guapa que todo el mundo. Por supuesto, me mandó a un tubo al entrar a la preparatoria, y nuestra amistad se volvió más hostil que un talibán.

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—Hola Ceci, ¡tanto tiempo sin verte!— me dice Manolo abrazándome y dándome un beso en la mejilla—. ¿Qué te ofrezco de tomar? Quizás un vodka con arándano como te gusta, ¿verdad?—comienza a prepararlo en un vaso. La Cosa Uno parece ofenderse, pero yo no tengo la culpa de que su "free" sea tan amable conmigo. —No, no, muchas gracias Manolín. Hoy no tomo porque estoy en un tratamiento de vitaminas y eso, con el vodka puede que haga que se me crucen los cables. Mejor te acepto un refresco. En ese momento, Priscila me extiende una lata de refresco completamente enojada; supongo que cree que le robo tiempo con el alcahuete de Manolo. —Miau—suelto, con una sonrisa—. Eso significa en tu idioma: gracias, Pris. Eres tan amable como recuerdo—le digo sarcástica. Me despido de ellos, no sin antes preguntarles por Joaquín. —Anda por aquí en algún lado, llegó conmigo—dice Manolo, con una sonrisa en los labios. Si, seguramente Joaquín había distribuido con sus amigos la noticia de lo que pasó entre nosotros, pero nadie iba a decir nada al respecto, al menos no fuera del círculo. Todos ellos eran una especie de chicos doble cara, ya que hacían de las suyas por debajo del agua. No podían dejar a un lado el hecho de ser hijos de familias respetables, así que no les convenía que se dijera que eran promiscuos o incluso drogadictos. Hasta la fecha, no sabía a ciencia exacta si Joaquín lo era también. En ese momento reacciono ante mis pensamientos, ¿y si el feto, próximo a ser bebé, sale adicto a alguna sustancia? ¡¿Y si resulta ser un bebé del crack?! Me altero un rato aunque después me calmó, no creo que Joaquín sea lo que estoy pensando. Será coqueto y guapo, pero estoy casi segura que no es adicto al crack. Vaya, ni siquiera sé qué es el crack. Después del encuentro con Manolo, voy de nuevo cerca del patio en donde David y Andy se han hecho de un lugar. Prueban una combinación de agua de piña con alcohol barato que estoy segura los fumigará como cucarachas después de dos vasos pequeños y por supuesto, me tocará pedir a mí los taxis y limpiarles el vómito antes de llegar a sus casas. Al grupo se han unido los igualmente desadaptados de Jorgito y Camila San, otra compañera de la clase que es súper rara. Es de esas niñas que cada cinco minutos cambian de afición. Ahora mismo anda vestida como las niñas japonesas que acompañan a Gwen Stephanie, pero hace un mes traía la onda reguetonera a todo lo que daba. Así que ahora, probablemente si parpadeaba, seguramente la vería vestida como los rockeros de The Cure. Me uno a todos ellos, obviamente, con mi ruda y legal lata de refresco. Nos sentamos en el suelo formando un círculo a platicar sobre la escuela y demás, aunque conforme avanza la conversación, Jorgito me aparta a un lado. —Te ves muy linda hoy—me dice sobre el vidrio de sus lentes—. ¿Esa ropa es nueva?

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¡Dios, perdóname!, pero es que Jorgito es muy raro. No puedo evitar sentir escalofríos cuando me dice algún cumplido. —Ah, esto. Bueno, los pantalones los saqué de la ropa sucia y la blusa es de mi hermana—le contesto moviendo la cabeza al compás de la música. Trato de distraer la conversación, pero él sigue insistiendo en hablarme solo a mí: —Me da mucho gusto que hayamos salido el día de hoy—continúa—. Hace mucho tiempo que he estado esperando este momento. Jorge se acerca más a mi costado. En estos momentos es cuando quiero que el torpe de Nico o la Cruz Roja vengan y me salven pero no, estoy sola ante las garras noñas de Jorgito. —Bueno, técnicamente no es una salida entre tú y yo porque verás, yo vine con mis amigos Andy y David, así que... Jorge pone una cara de decepción, así que me arrepiento un poco de haberlo hecho sentir mal. Hay mejores formas de darle a entender que no quiero nada con él, lo sé, pero a veces él es muy terco al respecto. Decido enmendar mi error mandándolo por otro refresco, lo cual le causa satisfacción. Lo puedo ver en su rostro. Aprovecho que Jorge no está para ir al baño y buscar de paso a Joaquín. La fila del tocador de la entrada es enorme, creo que si las cosas no avanzan el bebé nacerá en la taza del inodoro. De repente, me doy cuenta que detrás de mí, esperando también, se encuentran Rebecca y Cosa Dos, conocida también como Dalila. Ambas me lanzan una sonrisa cuando me ven. Se me hace muy extraño, pero aún así se las devuelvo. Probablemente Becky me ha perdonado la insurrección del otro día. —¿Lista para las audiciones de mañana?—pregunta ella con voz normal, tratando de hacerme conversación. Supongo que el jadeo sensual lo ocupaba únicamente con Nicolás. —Ah sí, claro. Estoy más que lista— miento. Hasta ese momento recuerdo las jodidas audiciones. Estos días había estado tan deprimida y embarazada como para recordarlas. No había preparado absolutamente nada, de seguro me darán una patada fuera del grupo y ellas tendrán razón: solo las mejores estarán en el concurso. Tener a Becky detrás de mí me saca ronchas, así me quedo inmóvil unos segundos. Tal vez si no me muevo, me ignore y se vaya sin hacer del baño. Ojalá, porque su perfume me está provocando nauseas. La gente en la fila comienza a gritar que es mi turno para el baño. Entro rápido al tocador que está todo inundado y el bote de basura se desborda de papel higiénico, así que hago pis evitando que mi piel toque la porcelana de la tasa. No quiero contraer una enfermedad además del embarazo. Al salir de baño, Rebecca me desea suerte para las audiciones. —La necesitarás—finaliza tajantemente antes de cerrar la puerta. Perra, le digo en mi mente con todo el odio de mi corazón.

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Regreso a donde están mis amigos para ahogar mis penas en refresco de manzana, porque si, Nicolás está con una caníbal del baile. Tanto Andy como David se dan cuenta de mi bajón emocional. —Estas así porque no ha llegado Joaquín, ¿verdad?—dice Andy en mi oído derecho. —¿Es porque Nico está en la fiesta con "Lola"?— pregunta David en el izquierdo. A los dos le digo que no, y saben que les miento, así que no dicen nada. Simplemente se unen a mi silencio, los tres sentados en el piso como los perdedores que somos. Estoy a punto de sugerirles que nos vayamos cuando se escucha una canción conocida para los tres. Los pulsos electrónicos de la melodía, hacen que nos miremos un instante. —Amigos, tenemos que bailar—dice Andy con cara de que una bomba va a explotar si no lo hacemos. Se levanta y nos jala con todas sus fuerzas, aunque no hace falta, esa canción nos encanta demasiado. Es una de las favoritas de nuestra manada por lo que nos hacemos un espacio para tratar de bailarla, o mejor dicho, para saltar toda la canción cantándola como tontos. Es uno de esos momentos insignificantes al primer instante, pero cuando comienzas a ver todo en cámara lenta y a mirar a tus amigos con ojos acuosos, es cuando te das cuenta que de insignificante no tiene nada. Tengo que decirles que los quiero mucho, e internamente me siento culpable por ocultarles cosas a los dos siendo ellos mis mejores amigos en la tierra. —¿Les he dicho hoy que los quiero, chicos? —Nunca nos has dicho que nos quieres—grita David para que pueda escucharlo por encima de la música ruidosa. —Claro que sí. —No, él tiene razón: nunca lo has hecho—Andy se le une en su reclamo. —Bueno, ya. El punto es que lo hago ahora, ¿no? Nos abrazamos formando un círculo, el cual he llamado Círculo de Amor…aunque no sé porqué exactamente. Al término de la canción, seguimos en la pista moviendo el trasero y riendo con una estupidez sublime. Berreando el mamase, mamasa, mamacosa de la canción de Rihanna, me distraigo cuando veo que Nico llega al lado de Rebecca al otro lado de la fiesta. No me importa, estoy disfrutando con mis amigos, así que mis problemas con Nicolás pueden esperar. Él se ve muy guapo, y hasta un poco sugerente. Puedo oler su perfume hasta donde estoy. Me quedo un rato fantaseando, hasta que soy interrumpida por una mano indiscreta en mi cintura. —Hola Ceci—es Joaquín, que me embarra su cuerpo sutilmente. Debí haberlo sabido. David y Andy sienten la necesidad de dejarme sola con Joaquín en la improvisada pista de baile de la sala.

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—Pensé que no ibas a venir, que ya no querías verme—dice saludándome de beso, que más que en la mejilla, fue en la comisura de los labios. En parte era cierto, no quiero verlo después de la última noche que pasé con él, pero catastróficamente, vamos a tener un bebé. Bueno, más bien, yo voy a tener a su bebé mientras probablemente él espere afuera del hospital si es que me apoya en esto. —He estado muy ocupada con la escuela. Ya no tengo tiempo de salir como antes. —Ya veo, así que por eso ya no tienes tiempo para mi, ¿no?—me reclama de manera tristona, sus ojos verdes crecen a modo de hacerme sentir lástima. Joaquín me ofrece whisky que llevaba para la ocasión, pero yo se lo rechazo tajantemente. Estoy tan nerviosa en esos momentos que no sé si decirle de una buena vez todo o esperar a que estemos solos. Aunque estar solos significaría otra cosa para él. Quiero comenzar a ser sincera, por lo que debo decírselo esa misma noche. Debo confesar que también lo hago por despecho ya que Nico está bailando con Becky ciertas canciones que no debería. Me siento mal al verlos, tanto que desearía con todas mi fuerzas ser Becky por una canción y estar entre los brazos de Nico otra vez. Que me abrace y me diga que soy su cielo. —¿Cecilia?—Joaquín me saca de la nube de mi tormento—. Dijiste que querías hablar conmigo. —Sí, es cierto—apenas le pongo atención a Joaquín cuando Becky se voltea y su trasero golpea el “ya saben qué” de Nico—. Sí, tengo que contarte algo, se trata de...no importa. Vamos a bailar. Oh, y si que lo vamos a hacer. Si “Nicol-ass” baila de forma sensual con su novia, ¿por qué yo no he de bailar así con Joaquín, por cierto, futuro padre de mi hijo? Entonces aflojo mi cadera, pego el cuerpo a un encantado Joaquín y comienzo a bailar, ante la mirada de Nico. —Vaya, parece que me has extrañado tanto como yo a ti—dice él cuando paso mis manos alrededor de su cuello. Mientras bailo con Joaquín, vuelvo a recordar porqué me gusta: su cabello claro, sus labios exageradamente rosas y sus pequeños ojos me llaman nuevamente. Estoy tentada a besarlo, pero la mirada punzante de Nicolás sobre mí, lanza un infalible truco mental que me impide hacerlo. Quizás él sea una golfa, pero yo no. Me aburro después de algunas canciones y doy por terminado mi espectáculo de baile pre-audiciones. —Ahora sí, tenemos que hablar—le digo cansada, y sudorosa. —Lo sé, pero ven conmigo. Iremos a un lugar más privado—me toma de la mano y me lleva disparado a la planta de arriba. Convenientemente, entramos a lo que parece ser el cuarto de una niña, ya que hay muñecas por todos lados. Eso ya es demasiado privado para mi

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gusto, sobre todo cuando le pone seguro a la puerta y se acerca para besarme. Bueno, más bien, intenta hacerlo, pero yo me resisto después de que sus labios tocan los míos. Debo admitir que Joaquín me atrae demasiado, hormonalmente hablando, pero ahora sé que eso no es suficiente. Al menos no para darle un beso y mucho menos para tener algo que ver con él nuevamente. —Espera Joaquín, yo me refiero a hablar como en los viejos tiempos. Ya sabes…con palabras— le digo haciéndolo a un lado, sentándome en la cama. Joaquín rueda los ojos fastidiado y se sienta a mi lado bufando. Yo no tengo la culpa que él le dé doble sentido a todo lo que dice. —Ok, pero oficialmente te digo que eres una aguafiestas—me dice—. ¿De qué quieres hablar?—y se acuesta en la cama, tiene unas sabanas preciosas de Rosita Fresita. Paso saliva, es el momento de la verdad verdadera. —Joaquín Cabrera. Ya sabes que tú y yo hicimos cosas hace más de un mes. ¿Lo recuerdas?— le di una introducción al asunto, como le hacían mis maestros en la escuela en la resolución de problemas. Hasta ahora, todo va muy bien. —Por supuesto que lo recuerdo. De hecho nunca lo voy a olvidar, después de todo fui tu primera vez—se levanta de la cama. Se acerca a mí y comienza a darme besos en la línea de la mandíbula, dándome escalofríos. Estoy sucumbiendo a la sensación de su aliento tibio en mi oído, pero aún así no quiero besarlo. Por primera vez en mi vida no voy a traicionar lo que siento. —Me da gusto que tengas eso en mente, pero verás, ahora las cosas se van a poner serias...— digo conteniendo la respiración. Joaquín para de besarme y me mira con miedo. —¡Ah!, ya sé de qué se trata todo esto. —¿Ya sabes?—le pregunto exaltada. ¿Cómo carajos se enteró? ¿Vio tiradas en la basura las ochenta mil pruebas de embarazo que me hice? —Sí, esto es típico en niñas como tú. Siempre me pasa lo mismo, suelo tener ese impacto en las mujeres—se ríe, yo no entiendo nada—. Mira Ceci, siento que hayas malinterpretado lo de la otra noche, pero creí que ya sabías que eso que hicimos fue únicamente por diversión—me explica lento, como si fuera yo estúpida. Ya entiendo lo que trata de decirme y por eso, siento que la sangre se me sube la cabeza y que ésta, me va a explotar. —¿Por diversión? Dime por favor, ¿quién rayos se divirtió?, porque déjame decirte que yo no lo hice—le dije riendo también. —Eso no importa, el punto es que quiero que sepas que esto no va a terminar en que tú y yo seamos novios—sus ojos, piscinas de moco verde, tratan de convencerme de sus palabras—Sabes que ahora mismo no busco compromisos. Básicamente no eres tú, soy yo.

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Típica frase de un hombre cobarde. —¿Y quién dijo que yo quiero ser tu novia?—le doy un golpe en el hombro. —Acabas de decirme que las cosas se van a poner más serias. —Se van a poner más serias porque... —me quedo callada. ¿En realidad quiero que el feto crezca sabiendo que Joaquín es su padre? Si, es guapo e incluso tiene dinero, pero eso no evita que sea un patán de primera. Así que no, Joaquín no tendrá absolutamente nada que ver con el bebé aunque éste tenga el mismo rostro que su padre cuando nazca—. Olvídalo, tienes razón, yo tampoco quiero nada serio. Si, al menos no con él. Derrotada, camino hacia la puerta para quitarle el seguro y regresar a la fiesta, pero... —Aunque, eso no evita que podamos divertirnos una vez más—insinúa Joaquín en mi oído, tomándome por la cintura y frotando su “ya saben qué” detrás de mí. ¡Asco!—Ya hemos aclarado que ninguno de los dos quiere algo serio, así que, ¿porqué no recordar viejos tiempos? Una descarga de rabia combinada con adrenalina recorre mi cuerpo, haciendo que me volteé y le aplique un golpe de Jujitsu —¿O era karate?—que mi hermano me enseñó. Era el famoso "Rompebolas", inventado por los monjes shaolines de las series japonesas de televisión. Luego de que mi puño se cierne en sus partes, Joaquín cae al suelo de dolor con las manos en su entrepierna; creo incluso que está llorando. No puedo evitar reírme un poco. —Lo siento Joaquín, justo en este segundo no quiero tener nada serio. Ya sabes: no eres tú, ni soy yo, fue simplemente mi puño—me pongo de cuclillas, quiero decirle una última cosa—. Además, no te creas tan irresistible: tienes un pene diminuto—le susurro antes de irme y patearlo un poco. Entonces, salgo de la habitación como una de esas diosas griegas, hermosa y orgullosa. Bajo las escaleras en donde, efectivamente, Andy y David están hasta el tuétano de borrachos. ¿En serio estuve tanto tiempo con Joaquín? Todos los invitados de la fiesta, incluyendo mis amigos, están jugando a la botella o algo así y no quieren irse cuando se los pido. En cambio, me piden que juegue yo también. David gira la botella por mi cuando me reúso a jugar. —¡Por Dios!, ¿en qué año estamos, 1997? Este juego ya pasó de moda— refuto, la botella gira y gira—. Yo prefiero no jugar, porque… Entonces la botella se detiene, su linda boquilla permanece apuntando al menos indicado de la fiesta. No es Jorge, ni mucho menos Joaquín porque a él lo he dejado con las bolas destrozadas. Es Nicolás y todo el mundo, menos Rebecca, grita emocionado, exigiendo que nos besemos. —No voy a besarlo. Su novia está aquí—rio nerviosamente, observando los furiosos ojos de Becky. —¡Qué importa! Ella ya besó a alguien más—me dice Andy y luego susurra: —Te lo dije, es una golfa.

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Mi corazón comienza a latir más fuerte cuando mi besador se acerca a dónde estoy. —Es solo un juego, Cecilia—dice Nico, con una sonrisa burlona—.Y las reglas dicen que tienes que besarme. ¡Maldita sea! Me siento impotente, ante la mirada de todos los que esperan que embarre mis labios con los de Nico. No puedo ubicar bien mis demás sentimientos, pero claramente sé que me siento humillada. La nariz me pica, tengo muchísimas ganas de llorar. Me trago el nudo en la garganta, e inesperadamente, tomo a Nicolás del rostro y acerco mi boca hacía la suya. Él cierra los ojos y de igual forma se acerca a mí, pero yo no tengo la intensión de besarlo. Solamente quiero que me escuche más claro: —No me importan las reglas, yo no soy un jodido juego—digo en su boca, y luego me voy, ante los abucheos de todos los participantes que retoman el juego. Andy y David, están tan alcoholizados que ni siquiera se dan cuenta de lo que realmente pasó. Les obligo a ir a pie camino a casa, ya que David no está en condiciones de manejar. Cuando apenas llevamos recorrida una cuadra, un auto nos hace sonar el claxon. —Suban, yo los llevo—es Nico, en el auto de su mamá. De nuevo. ¡Maldita sea! Para colmo, decidieron salirse de la fiesta a la misma hora que nosotros. Becky va en el asiento de copiloto, y por su cara de constipación estomacal, presiento que no está muy contenta de llevarnos. —No será necesario. Nosot...— soy interrumpida. —¡Siiiiii!—grita Andy eufórica—. ¡Nico para reina gay!, ¡Nico para reina gay!—David se le une en su celebración estúpida. Con estos amigos, no necesito más enemigos. —Suban. Aceptaré mi título luego—dice Nicolás sonriendo. Subimos, y Rebecca nos hace cara de asco. Es más, yo tengo asco. Aún no me recupero del estúpido no beso con Nicolás. Pinta para ser un largo viaje a casa, pero olvido todo cuando por el retrovisor, Nico me observa y me dibuja un lo siento mucho con sus labios. Eso basta para encandilarme otra vez con él, sin importarme mucho su perfecta novia sentada a su lado.

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CAPÍTULO 11

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Por órdenes de la Jefa Apache, Nicolás se dirige primero a dejarla a su casa. Ella alega entre dientes que esta súper cansada, que tiene que guardar todas sus fuerzas y cordura para las audiciones de mañana. Yo sé que más bien no soporta el hecho de estar en el mismo auto que nosotros. —No puedo esperar para enseñarle mañana mis nuevos pasos a la maestra Peralta— le dice a Nico. Solo a él porque a nosotros nos ignora por completo. Yo me mantengo callada y serena en el asiento trasero, en medio de Andy y David que comentan los pormenores de una fiesta que al parecer me perdí. Según esto, David había aprendido a abrir botellas con la hebilla del cinturón, Andy le había pedido una pieza de baile a su inalcanzable Iker y habían bailado toda la noche hasta que su papá llegó por él. —¡Y no sabes!— grita Andy en el auto—. ¡Jorgito se besuqueó con Camila San!—y luego, arranca en carcajadas. —Lo peor de todo es que después lo encontré en el patio llorando porque sentía que te había traicionado, Ceci—también David se une en las risas. Trato de ignorar sus comentarios. No estoy de humor como para soportar a dos borrachos, a Nico y a su estirada novia. Sin esperármelo, Becky parece aceptar el hecho de que vamos en el mismo auto solo para joderme. —Entonces, ¿es verdad que sales con Jorge, el de mi salón?—pregunta intrigosa, levantando una de sus cejas perfectamente depiladas. —No, gracias a Dios, no Rebecca, ¿por?—le contesto. —Porque deberías andar con él—se voltea para mirarme con desdén— Son tal para cual. En ese momento, vuelvo a sentir lo mismo que sentí con Joaquín: estoy súper encabronada, a diferencia de que ella no tiene testículos que pueda romperle. Así que entonces, tomo a Becky del cabello meticulosamente planchado y la azoto hasta que me canso contra el vidrio del automóvil ante las porras de mis amigos. Bueno, no, en realidad eso no pasó jamás, pero es lo que me dan ganas de hacerle a la bruja desgraciada. En cambio, me quedo callada mirándola, tragándome todo lo que siento en esos momentos. —Eso fue grosero, Rebecca—dice Nico bajito. Siento que Andy va a decirle algo también. Está enojada, pero le doy un codazo y le pido discretamente que no haga comentarios al respecto. Después de cinco minutos más de hostilidad, llegamos a la casa de Becky. Antes de bajarse, le tose a Nico para que este salga y le abra la puerta. Después de que el tonto lo hace, simplemente se baja sin despedirse de nosotros y ambos cruzan el portal de la casa. —Sí, adiós perra desalmada—dice Andy bajito y luego se echa a reír.

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Es oficial, Rebecca ha bajado del pedestal en que Andy la tenía. Eso es bueno, tal vez puedo dejar de ocultarle lo de Nico. Puedo ver entre los barrotes del portón que ella le reclama a Nico por traernos en el auto aunque él parece ignorarla, no deja de pasar sus manos por el cabello. Señal de que está nervioso. —¡Qué persona tan asquerosamente desagradable es Rebecca!—David se baja del auto y cierra la puerta—. Ok, señoritas no volteen, se ganó que orine en sus margaritas. Hablando de desagradables. Andy y yo cerramos los ojos asqueadas hasta que David nos dice que estamos a salvo de verlo medio desnudo, otra vez. Miro de nuevo a la pareja y para mi mala suerte, veo cuando se despiden de beso en la boca. Por supuesto, eso hacen los novios: dejan a su novia en la casa, le dicen que ha sido una velada extraordinaria y ya por último, se dan un beso que ambos recordarán toda la noche. Suspiro y pongo mi cabeza entre las piernas, tratando de borrar la imagen de mi cabeza. David ve mi incomodidad y hace sonar el claxon para que Nico se apresure en su despedida. Un instante después, sube con las mejillas coloradas, está apenado. —Necesito que alguien se pase al asiento del copiloto. No quiero pensar que soy su chofer y no su reina—dice riendo. —Yo lo hago—me apunto sin pensarlo porque instintivamente quiero ser Rebecca. Nico me sonríe cuando cambio de lugar, pero David me hace caras raras. No me importa, él va a mi lado y hasta donde estoy, puedo oler su perfume, el único que no me marea últimamente. Andy ignora completamente lo que pasa con los tres y enciende el radio del auto. —Uy. La estación de música vieja—dice emocionada al escuchar “Eclipse Total del Corazón”. Para mi mala suerte, comienza a cantarla a todo pulmón en el asiento trasero—ella es amante de los clásicos ochenteros—. Lo peor de todo es que David se le une pero únicamente en el coro, el muy tonto no se sabe lo demás. —Discúlpalos, no sé ni quienes son—le digo a Nico, cubriéndome el rostro de la repentina vergüenza. Con esos amigos para qué carajos quiero a Rebecca y a las Cosas, ¿no? Pero Nico me flashea con esa sonrisa suya y se une también al canto mientras nos dirigimos a la casa de Andy. —¿También tú?—pregunto. Nico me contesta ¡cantando!: —“Esta noche quiero más, que me abraces fuertemente, en tus brazos soñaré que el amor es para siempre...—mientras canta, me guiña un ojo— Entre penumbras un rayo de luz, nos envuelve a los dos” Y todos me miran esperando algo, ¿se supone que tengo que cantar? —“Erase una vez una historia de amor, y ahora es sólo un cuento de horror...— me aclaro un poco la garganta— Nada puedo hace Eclipse Total del

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Am…” ¡Mira Andy, llegamos a tu casa!—arruino el momento apagando el radio. Joaquín tenía razón, soy una aguafiestas. —Nico, cantas más hermoso que un centavo. Gracias por traerme— dice Andy antes de medio desmayarse en mis brazos. Bajo para acompañar a mi amiga y evitar que tenga problemas por llegar en estado etílico. Casualmente, sus padres no estaban. Solo su hermana menor Adrianita estaba para recibir las instrucciones de cuidado. —¿Porqué Andy huele raro?—pregunta la niña de nueve años, ayudándome a detener a su hermana. —Porque pasó por el basurero, nena—le digo inocentemente. —No es cierto, está borracha—sonríe maliciosamente. ¿Los niños de hoy en día eran taaan precoces? Pf, si el feto me sale así, seguro me voy a volver loca y tendré que ir a terapia durante varios cientos de años. —Ok, Dakotta Fanning, ahora que sabes toda la verdad, debes cuidarla lo mejor posible—le amenazo—. Debes de ponerla a dormir de lado y si se vomita, por favor cuida que no se ahogue en sus fluidos y procura que se lave los dientes después de hacerlo, ¿vale?—y pongo un billete de veinte pesos en sus manos. La desgraciada tose—¿porqué todo el mundo tose cuando quiere algo?—, obligándome a ponerle otros veinte para no decirle a sus papás. Salgo de la casa dejando a mi amiga al cuidado de su hermanita estafadora. —¿Cuánto dinero te sacó?—pregunta David. —Cuarenta —Te fue bien. La desgraciada me ha sacado hasta cien morlacos en una noche—y ríe. Comienza el viaje de nuevo, nadie ha dicho nada, ni siquiera David que no estaba de acuerdo con mis sentimientos por Nicolás. Después de doblar una esquina familiar, me doy cuenta de que vamos directo a la casa de mi amigo, no a la mía. Los nervios comienzan a invadirme, eso me deja sola con Nico aproximadamente diez minutos desde una casa a la otra. ¿Qué haré en ese tiempo? ¿Lo ignoro? ¿Lo beso? ¿Lo ignoro primero y luego lo beso? ¿Debo hacerlo todo al revés? —¿Cecilia?, ¿sigues en la tierra?— hemos llegado al destino, David incluso ya está fuera del auto. —Si claro. Nos vemos mañana—suelto, con mi risita nerviosa. Se despide de nosotros y por el espejo retrovisor puedo ver que sutilmente me dice: —¡No vayas a cagarla Ceciliaaaa! De acuerdo, eso no fue muy sutil que digamos. Entonces, solo quedamos Nicolás y yo, juntos en el auto. Los diez minutos comienzan a correr, y él decide romper el silencio.

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—Es una lástima que tu novio no haya podido traerte—comenta mientras esperamos el verde en un semáforo. —¿Cuál novio?—me hago la inocente. —Pues el tipo ese con el que bailabas. Joaquín creo que se llama. Me carcajeo exageradamente y le miro como si estuviera loco. Además, ¿cómo sabe el nombre?, ¿me está acosando o algo así? —¿Joaquín, mi novio? Para nada, apenas si lo conozco—bajo el vidrio, los nervios me hacen sudar como cerdo. —Es que como te vi bailando con él, yo pensé que… —Pues sí, era una fiesta y en las fiestas, se baila. Tú lo sabes muy bien porque también bailabas con tu novia—eso sonó a reproche, así que cambio mi estrategia—. Como sea, solo he visto a Joaquín dos veces en mi vida y espero jamás volver a verlo, es un tipo muy pesado. —¿Te molestó o te hizo algo?, porque yo pudo ayudarte—se ofrece. —No es necesario, la verdad es que puedo arreglármelas sola— ajá, con una buena patada en las partes adecuadas. Los minutos se han ido volando, hemos llegado a casa y yo ni siquiera aproveché los preciosos minutos al lado del muchacho que más me gusta. ¡Solo hablamos del idiota sin bolas de Joaquín! ¡Qué bodrio! El auto se estaciona en la cochera de mi vecino. En ese momento siento que mi trasero está pegado al asiento, no se quiere ir de ahí. —Mil gracias por traernos. En serio, la manada te debe una y por supuesto, nos comprometemos a entregarte tu titulo de reina gay a más tardar mañana—bromeo. Salgo del auto—gracias al cielo mi trasero cooperó—antes de que me ponga a llorar por la despedida tan hermética. Nico no ha dicho absolutamente nada después de lo de Joaquín. Seguro ya lo sabe todo, ya sabe que le miento y ni siquiera quiere hablar conmigo. Estoy a punto de abrir el portón de la entrada de mi casa cuando escucho que Nico sale del auto. —Antes de que te vayas, quiero pedirte disculpas en nombre de Rebecca. Ella se portó muy mal contigo en el auto—Nico juega con sus llaves— . Si te sirve de algo, no creo que tú y Jorge sean el uno para el otro. Ni yo, pero así es la vida. Al ritmo que voy, probablemente termine al lado de Jorge, con hijos potencialmente alérgicos al sexo apuesto. Justo como su padre y si, también su madre. —¿No?—levanto una ceja, esperando una buena respuesta de su parte. —Por supuesto que no, estarás con alguien…encantador, así como tú. Puedo verlo en tu futuro—dice apenado. ¿Me ha dicho encantadora? Esperen, creo que me he perdido. —Define encantador: ¿como los tipos que hipnotizan a los perros o encantador como George Clooney? Ambos comenzamos a reír, el ambiente se vuelve más ligero así como los viejos tiempos en que no habíamos compartido saliva. Aunque en el fondo,

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no quiero regresar el tiempo si no, no hubiera tenido la oportunidad de estar tan cerca de él en la forma en la que estuve. Mierda, ahora me entran ganas de llorar, pero las contengo como una campeona. —Me refiero a que la persona con la que estés, debe de ser un reflejo de lo que eres—se sienta en los maseteros de afuera de mi casa. Los sonidos de la noche, hacen que su voz suene como en esas grabaciones de poemas. Es tan irreal. —No entiendo, ¿es un discurso de un libro de superación femenina o estás hablando de mi?—le acompaño, sentándome a su lado. —De ti, concretamente—me toca la nariz. —Está bien, continúa que sigo sin entender. —A lo que me refiero es que si tú eres graciosa, él también deberá serlo. Si tú disfrutas las cosas simples, él también debe hacerlo. Si eres bonita, él deberá ser el maldito Leonardo DiCaprio para merecer estar a tu lado. Vuelvo a reír, Nicolás esta bromeando con todas esas patrañas estúpidas. Algo quiere de mí, lo sé. Es hora de entrar a casa a llorar con mi querido Cat Stevens. —Ay Nico, no creo que Leonardo quiera estar conmigo, o cualquier hombre para el caso—palmeo su espalda antes de levantarme—. No soy graciosa, ni tampoco bonita y bueno, en lo único que tienes razón es en lo simple. Soy más simple que el color blanco de mi fachada—señalo la pared detrás de nosotros. Camino buscando mis llaves de nuevo, no tiene caso hablar de mi patética vida humana, pero Nico me detiene. —No eres simple Ceci, solo creo que tienes miedo—toma mi mano. —¿Miedo a qué? ¿A enamorarme de alguien al que probablemente le arruine la vida con mis problemas? Ahora que lo menciona, yo creo que sí. —A estar con alguien, específicamente conmigo. —¡Claro que no! No eres tú, Nico—acaricio su rostro, sintiendo los vellitos de su incipiente barba—. Es solo que tú y yo no podemos andar, pensé que ya había quedado claro. Por cierto, esta conversación injusta es auspiciada por Dios y sus querubines vengativos que me recuerdan que he obrado mal al acostarme con Joaquín. —¿Por qué no puedes andar conmigo? Eso es algo que jamás me aclaraste—se acerca tomándome nuevamente de la mano, está calientito y suave. Estoy perdida, la exposición de más de cinco minutos a su piel, causa una adicción más peligrosa que la del chocolate. Debo de ser fuerte, rechazarlo con todas mis fuerzas.

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—No puedo andar contigo porque, uno, tienes novia y dos, porque…— me callo, no quiero soltar lo del bebé—. Bueno, ya te dije no eres tú, soy yo— usando los recursos del imbécil de Joaquín. —No te creo. Mírame y dime que no sientes algo por mí—levanta mi mentón, usando la maldita técnica de “mírame y atrévete a mentirme en la cara”—Sé que te sientes igual que yo. Desde lo que pasó en mi casa pude ver que la fascinación era mutua. A ver, un momento… —¿Fascinación?—pregunto incrédula. ¿Nico sentía fascinación por mí, Cecilia Alejandra Guindi Herrera? Vaya, esa era nueva. Leonardo Dicaprio, puedes irte a un carajo, no me importas tú ni tu irresistible cabello rubio o tu facilidad para hundirte en el océano. —Vale, no soy bueno para describir sentimientos así que por eso googleé la palabra, y fascinación es exactamente lo que me pasa desde que te conocí, ¿te acuerdas de eso? Oh, sí, lo recuerdo como si hubiera sido hace casi año y medio. De hecho fue hace año y medio. —Claro. Tú estabas paseando en ese globo aerostático en forma de corazón y entonces antes de llegar a la colina, me soplaste un beso y...—me callo, Nico me hace caras raras—. Espera, esa fue la vez que conocí a Orlando Bloom en mis sueños. Definitivamente, estar con él me ponía sumamente estúpida. —Con razón no recordaba esa parte—dice con una sonrisa confundida—. Recuerdo que era mi primer día en tu salón, habían disuelto mi grupo por las deserciones de primer año, separándome de Rebecca—¿En serio?, yo apenas si lo recordaba—. Tuvimos el primer encuentro con Cazares de "O Contestas o Repruebas". Yo no sabía la dinámica ni nada por el estilo, pero tú sin conocerme, me ayudaste, dándome la respuesta a la primera pregunta que me hizo. Me salvaste el pellejo en ese momento y lo agradecí demasiado. Mis archivos mentales rebobinaron mi vida hasta ese punto, haciéndome recordar aquel momento con perfecta claridad y ahí me tienen, haciéndole señas a Nico como estúpida, imitando a una cadena de aminoácidos para darle la respuesta cuando el maestro estaba distraído. Otro momento de trágame tierra, por eso había tratado de borrarlo de mi mente. —Así soy yo, un alma caritativa "per sé"— digo humildemente sin despegar mi mirada de la suya. —Aunque también tu peculiaridad te hace extremadamente interesante —me hace el cabello a un lado—. Recuerdo la vez que te encontré en el pasillo cantando "Mi vieja mula ya no es lo que era". Cualquiera se hubiera callado al ver que no estaba sola, excepto tu claro, que seguiste haciéndolo sin importar que estuviera yo presente.

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—¿Qué puedo decir? Los Simpson son mi vicio desde que tengo memoria. —Igual que el mío—admite—. Esa es una de las muchas cosas que tenemos en común. Nos quedamos otra vez callados, esta conversación supone que debemos terminar besándonos con “I Belong to You” de fondo porque, como lo predije en un principio, hemos descubierto que somos el uno para el otro y estamos dispuestos a encarar lo que venga solo con nuestro amor, fascinación o lo que sea. Pero no, la vida no es tan fácil e ideal, ni yo soy tan egoísta como para darle el sí sabiendo en el problema en que lo meto. —Tengo que entrar, así que...—termino con el momento—. De nuevo, gracias por el aventón—extiendo mi mano, ya que es la única manera en que puedo despedirme. —De nada—me contesta desanimado—Buenas noches Ceci. —Buenas noches, Nicolás—suspiro tan fuerte que el pecho me duele. Cada quien camina para su lado, pero como soy necia por herencia de mi madre y estúpida por parte de mi padre, no quiero que la velada termine así. Debo hacer algo. —¡Espera!—le grito antes de que suba al auto y corro hacía donde está. Llegó rápido chocando contra él en un abrazo de esos que nos dábamos cuando terminábamos de besarnos. Me quedo con la cabeza recargada en su pecho unos segundos, mientras él revuelve mi cabello entre sus manos. Me despega de su pecho y toma mi rostro para besarme, pero... —Lo siento, esta vez tengo que decirte que no—me suelto de su abrazo—. Rebecca es la reencarnación del mal y créeme que después de esta noche, la odio más a nadie, pero aún así, no merece un engaño. Nico asiente, me da la razón a lo que acabo de decir. Eso es bueno, ambos comenzamos a recobrar los principios de moral que habíamos perdido antes. —Está bien, entiendo porqué no debemos hacerlo, pero aún así, debo decirte que esta ha sido una gran noche. Sobre todo, los últimos veinte minutos contigo—sonríe—. En verdad, fui un idiota en la fiesta y créeme que haré todo lo posible para enmendar todos los errores que he cometido contigo. Yo le creo porque es más de lo que esperaba de él. Pensé que era una niña más con la que podía jugar entre sus rupturas con Becky, pero ahora sé con certeza que Nico siente algo parecido a lo que siento yo. Es tan lindo estar segura de cosas así. —Tienes razón. Ahora sí, ¡buenas noches!—grito con efusividad para luego plantarle un beso en la mejilla que lo pone colorado igual que yo. Eso no le va a hacer daño ni a Becky ni a nosotros, que nos despedimos al fin por el resto de esta loca noche. En mi rostro se dibuja una sonrisa perpetua y puedo ver lo mismo en Nicolás haciéndome reflexionar sobre su

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propia frase: "La persona con la que estés, debe de ser un reflejo de lo que eres". ¿Será? Entro a mi casa después de que Nico arranca el auto, voy flotando o algo así, tanto que no me importa cuando Chris me llama “Niña Cara de Rata” desde su cuarto. El mundo parece casi perfecto y planeo disfrutar esa sensación aunque sea por una noche. Voy a mi cuarto, Caroli está tirada en su cama viendo la repetición de la novela de las nueve en un estado casi senil. Creo incluso que está babeando. —Apaga la tele, tengo que ensayar algo para mañana—le ordenó, mientras estiro las piernas en el tocador cual bailarina rusa. Estoy tan de buen humor que tengo la creatividad necesaria para improvisar algo para el día de mañana. Decido la canción ganadora con un simple toque de mi pequeño dedo meñique en el botón de play de mi celular que está en modo aleatorio. La canción comienza a sonar haciendo que Caroli se emocione y termine de apagar la televisión. —Vaya Ceci, esa canción me gusta, ¿vas a bailar eso? —Elemental mi querida hermana, Nazi—le guiño un ojo, copiando la famosa frase de Nico, mi "muso" del momento. ¿Es buena la canción?, por supuesto que sí. ¿Voy a bailarla para audicionar?, doblemente sí. ¿Le voy a dejar el ojo cuadrado a Rebecca?, lo intentaré.

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CAPÍTULO 12

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Lo he dicho antes y lo repito ahora: los ronquidos de Caroli son capaces de arruinarme cualquier bello despertar que me atreva a tener. Estaba soñando que Nico y yo íbamos a alguna playa desierta, comenzábamos a besarnos tirados en la blanca arena mientras rodábamos alegres. Justo cuando habíamos decidido repetir nuestra primera cita, una gárgara nocturna de Caroli me saca de concentración, arruinando un sueño precioso...y sexy. Tengo casi una hora despierta por lo mismo, acostada en mi cama pensando en lo que pasó anoche. Aún tengo en la nariz el perfume de Nico y sus palabras me retumban tan fuertes que me aferro a la almohada como si lo estuviera abrazando a él. Desde antes de dormir, me he resignado a solo quedarme con esa noche y darle punto final al tema del romance para centrarme en otro súper importante: mi embarazo. Una punzada culpable corre desde mi garganta hasta mi vientre. Comienzo a revisarlo en la obscuridad de la madrugada y noto que un pequeño bulto se me forma como cuando he comido demasiado. Lo acaricio prometiéndole más atención, lo cual significa ir al doctor, tomar vitaminas y esas cosas, además de —¡chan, chan, chan!— decirle a mis papás cuanto antes. Les diré a mis papás este fin de semana, sí, eso haré. Mejor aún, les mandaré un mensaje de texto anónimo con las palabras "Una de sus hijas está embarazada". Probablemente pensarán en Caroli de inmediato, lo cual sería lo peor del mundo porque arruinaría su costosísima carrera médica, aunque cuando se enteren que soy yo, suspirarán aliviados porque sabrán que de sus tres hijos, yo era la que tenía menos futuro. Ok, esa opción es cruel tanto para ellos como para mí, además puede que Caroli me mate si invento cosas sobre ella. Mi despertador suena irremediablemente a la misma hora de siempre y a pesar del sueño interrumpido, me siento una rockstar que se despierta el día de una entrega de premios. —Hoy son las audiciones, y más te vale que no la cagues, Cecilia—me dice mi reflejo en el espejo antes de meterme a la ducha. Le guiño un ojo con el pulgar arriba. No voy a decepcionar a la recién despertada Cecilia del espejo. Anoche, en lugar de hacer mí resumen de historia, saqué la mejor coreografía del mundo mundial con la ayuda de Caroli. No tiene demasiados pasos jazzísticos como estoy segura los tendrá la de Becky, pero sin duda es genialoza, creativa y sin olvidarme claro, es sensual. El sexo vende, eso es lo que dicen los gurús de la mercadotecnia —he ahí el éxito de Becky con los chicos—. Me arreglo más de lo normal porque se me pega la gana, aunque no uso tanto maquillaje porque no sé qué tenga mi rostro, pero cuando uso mucho color, tiendo a verme un poco golfa. Por eso lo dejo lindo pero sencillo.

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Por suerte, mi papá nos lleva a mí y a Chris a la escuela camino a su trabajo, por lo que llego temprano para comenzar a hacer mi tarea antes de que comiencen las clases. El salón se va llenando de mis compañeros poco a poco. Andy llega más fresca que la lechuga mientras que David está hecho un desastre; tiene el aspecto de una ardilla atropellada. Ha pasado mala noche, además de que su hermano le dio un buen regaño por haber dejado el coche cerca de la casa de Darío. —No vuelvo a tomar bebidas inventadas por adolescentes con bajos recursos. Estoy seguro que ayer bebimos algún tipo de anticongelante para autos—dice mi amigo, frotándose las sienes. Por su semblante puedo decir que se la pasó vomitando. Yo sé de esas cosas. —Yo estoy de maravilla gracias a que Adriana me ha dado una pócima mágica para olvidar la resaca—suelta Andy con un entusiasmo ridículo. —¿Y qué te dio?—preguntamos David y yo. Ella saca de su mochila algo rosado, lo muestra con gran alegría. —Un frasco entero de Pepto Bismol—contesta maravillada y luego le da un trago a la cosa más asquerosa del mundo. Tanto mi amigo como yo, sucumbimos a las acciones de Andy. Corremos al respectivo baño para devolver lo que desayunamos. El lugar está lleno de gente, así que saco a una chica a medio vestir para poder ocupar la tasa. Luego del escándalo, salgo más seca que el desierto del Mojave, con un extraño sabor a... —¿Tocino?—inspecciono mi aliento ante la mirada de varias chicas que se aglutinan como siempre en el baño—. No recuerdo haber comido eso. Las Cosas están ahí, observándome con asco, pero no me importa. Mientras me lavo las manos, puedo escuchar claramente su intento de conversación. —Priscila, veo que tuviste una fiesta muy salvaje—dice Cosa Dos hacía mi—. Sobre todo cuando subiste las escaleras de la mano de "tu novio" a hacer cosas que no debes—se ríe. La idiotica de Priscila no entiende las indirectas, pero yo sí. No les hago caso, así que enjuago mi boca, me acomodo el cabello y me voy a clases. Un par de enanas sin gracia no me van a intimidar con sus suposiciones de la fiesta. Cuando llego al salón, lo primero que se me antoja hacer es ver a Nico, que ya está en su lugar como siempre, pasándole la tarea a Iker que ha prometido hacer una "paráfrasis" de su resumen de Historia. Suspiro al verlo, él es tan bueno y lindo con todo el mundo. Durante las horas siguientes, no puedo evitar sentir su mirada sobre mí, observándome, lanzando su sonrisa malévola cada que puede. Es imposible concentrarse así en las clases, tanto que por ratos se me olvida la coreografía y comienzo a pensar cosas extrañas con él. Todas van de lo bizarro, pasando por

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lo romántico y terminando en lo pervertido. Si, en lo pervertido, con uniformes hechos trizas y el escritorio de los maestros incluido. —Vaya, en verdad que me siento halagado—una voz me interrumpe— , pero he decidido dejar el desprendimiento de tu uniforme para después—dice Nico, al lado mío en clase de arte. Genial, he vuelto a hablar en voz alta, pero ahora de cosas sexuales. No puedo ser, en verdad. —No me hagas caso, no era contigo con quien alucinaba—le digo, con un leve sonrojo en mis mejillas. Él me lanza una sonrisa incrédula, y luego mientras la maestra de arte muestra fotos de desnudos artísticos, y todos los ojos se posan en ella, Nico aprovecha y toma mi mano. —Sobre lo de ayer—él se aclara la voz, su dedo roza mi dedo índice—. Hoy haré algo para cambiar las cosas entre tú y yo. La maestra cierra el libro, y Nico me suelta, dejando sembrada la semilla de la incertidumbre. Poco a poco se va acercando la hora de la salida y junto con Andy, aprovecho para afinar los detalles en nuestras presentaciones. La maestra de Matemáticas se tiene que ir temprano para amamantar a su recién nacido, así que nos dan la clase libre. Siento algo de empatía por ella, después de todo en unos meses yo estaré igual si es que puedo quedarme con el bebé. No es que tenga pensado abortar o algo así, pero él o ella, tiene la esperanza de encontrarse unos padres adoptivos tan geniales como Angelina Jolie y Brad Pitt. David y yo vamos para el salón de baile antes de que comiencen las audiciones. Él me acompaña a pesar de que no tiene clase de ajedrez porque cree que verles las piernas a varias chicas sudorosas, será un placebo para hacerlo sentir mejor. Andy nos alcanza después de un rato, ha regresado corriendo de comprar una botella de agua pero está exaltada, su rostro muestra una mezcla de excitación y alegría. —¿Qué rayos te pasa ? —No...me...vas…a creer— forma apenas una frase, está sin respiración—. El karma ha hecho efecto en Rebecca. En un microsegundo, Andy nos pone al tanto del chisme en potencia que tiene entre manos. Involucra a Rebecca, Nicolás... —...Y entonces, ella toda enojada le dice "¡No puedes hacerme esto Nicolás, guau, guau, guau!”—imita el ladrido de un perro—. "¿Es por otra verdad? ¡guau, guau, guau!” Y probablemente, ¿a mí? David me observa porque sabe lo que estoy pensando. —¿Y qué le contestó él?

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—"Si, Rebecca, en parte es porque hay otra persona"—ahora imita la sensual voz ronca de Nicolás—“Sin olvidar claro, que me engañaste con otra persona, ¿lo recuerdas? No sé cómo se me ocurrió volver contigo” Mi amiga está feliz, no deja de decir que el karma es un perro traicionero, aunque lamenta el futuro incierto de la "otra persona" que Nico mencionó, ya que afirma que Becky juró cazar y destruirla sin piedad. Paso saliva, si yo soy efectivamente la otra, entonces estoy muerta. Alterada, le digo a Andy que me lleve detrás de los salones donde aquellos dos discuten acaloradamente. Podemos ver a lo lejos los ojos endemoniados de Becky y el humo saliendo por sus oídos, seguro que la cabeza de Nicolás está a punto de ser arrancada de un mordisco. Entonces, tengo miedo de que él la esté dejando por mí. —Mierda, mierda, mierda—me escurro en la barda en la que estábamos ocultas. Aún así veo cómo Rebecca, en su último esfuerzo, comienza a llorar y se abraza de Nico que la recibe sin mucho entusiasmo. —¿Ahora qué? Deberías de estar feliz porque Becky está recibiendo su merecido. Es más...— Andy toma mi mano—Agita tu puño en señal de victoria para que sepa las consecuencias de decir que Jorgito es tu novio. ¡Eso es! Tomo mi celular y entonces le marco a Jorgito. En un minuto lo tengo en frente de mí respirando profundo y antes de que pueda decir pío, tacleo a Andy al suelo que me grita a todo pulmón que estoy loca. Los casi ex novios voltean a verme, y entonces hago la movida maestra del siglo: beso a Jorgito en un idiota intento porque Nico me vea y piense que soy más mala para su corazón que el mismísimo colesterol. Así no dejará a Rebecca y será infeliz el resto de su estancia en la preparatoria a su lado, justo como yo estando sola sin él. No quiero que mi cara toque más de lo debido la de Jorgito, así que me despego a los pocos segundos, limpiándome la boca. —¡Listo, vámonos!—le digo a Andy, Jorge aún está en shock por mi espantoso beso. Nos vamos del lugar, y la verdad es que no sé si mi plan funcionó ya que Nico y Becky ignoraron mi movimiento. —Cecilia, ¿estás drogada?—Andy me toma del rostro, mirándome a las pupilas—. Estás consciente de que besaste a Jorgito, ¿verdad? —Ajá, lo sé—le digo riendo. Hasta ese punto me di cuenta de que había hecho algo sumamente estúpido y sin sentido. —¿Y por qué lo hiciste?, sobre todo delante de Rebecca ¡El karma se te va a regresar! Aléjate de mi antes de que eso ocurra—me lanza a un lado mientras regresamos al salón de baile. Este es el momento de decirle la verdad a Andy, pero tengo que hacerlo de una manera en que no se sienta herida y sé exactamente cómo hacerlo. Pongo mi cara de dolor, y suspiro profundo:

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—Amiga, tengo que decirte algo. Mira, yo... Pero la profesora Peralta entra en ese momento, con el antiguo profesor de baile, el sexy y extremadamente gay, Arturo Anaya. Interrumpen la naciente conversación, porque es hora de comenzar las audiciones. La maestra ha invitado al ex profesor que dejó la escuela hace algunos años para bailar en un espectáculo de la cuidad. Eso quiere decir que el bastardo será exigente y probablemente nadie logre superar sus estándares. Todas están muy nerviosas, incluida mi amiga por supuesto, que cree que esta es mejor oportunidad que American Idol. Yo por mi parte, he decidido que no me importa, así me mantendré con calma hasta que sea mi turno y entonces sí, estaré que me cago de miedo. Sobre todo porque afuera hay muchos compañeros de la escuela, esperando a que hagamos el ridículo de nuestras vidas. —¿Qué habrá pasado con Becky?—pregunta Andy con una sonrisa en su rostro. Le contesto levantando los hombros, la verdad es que me importa una reverenda cosa de nada lo que esté pasando con ella y su destino. Tal vez está con Nico o tal vez no. No quiero pensar en eso, mucho menos cuando la maestra por lista de asistencia, manda a llamar a Andy. Si, el precio de llamarse Andrea Colín tiene sus consecuencias justo ahora. Mi amiga está temblando incluso cuando le da el CD al maestro Anaya. Éste le contesta un “Gracias” cuando la tonta le dice que es su fan. La música suena, dándome cuenta hasta ese momento que audicionará con la canción de Ashley Simpson. Grito de emoción mientras hago una porra para ella con la ayuda de David y luego se nos une Iker. —¡Quiero un hijo tuyo!—le grito haciendo que ella se ría. Esto alienta a Andy que comienza a bailar más coqueto, moviendo su traserillo a todo lo que da. Es tan curioso verla bailar, es casi igual que una muñequita enojada haciendo pucheros, trabajando toda la actitud que la canción exige. Verla, me hace desear tener una niña. Al final de la canción, todos estallan en aplausos y pedidas de procreación igual que la mía. —Muy bien— la maestra levanta la ceja, parece que está satisfecha por ahora—. Siguiente. Y así, una a una pasa para dar sus mejores pasos o tropiezos, en algunos casos. Luego de un rato, comienzo a odiar la G de mi apellido. —Cecilia Guindi, tú eres la siguiente. Changos, es mi hora de hacer el ridículo. También es la hora en que casualmente Becky asoma sus narices en el salón. Parece seria, tiene cara de que va a asesinar a alguien. ¿Qué habrá pasado? ¿Su cara de odio será un signo de mi propio Apocalipsis? ¿Soy yo la que comienza a oler mal?, pienso mientras el tufo extraño comienza a invadir el salón. Respiro profundo evitando no

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vomitar enfrente de mi auditorio, le doy la pista a Peralta enfrentando mi destino como una campeona. —Es la primera: "Heads Will Roll"—digo mientras me suelto el cabello. El sonido del sintetizador inunda el salón de baile mientras yo me quedo de pie hasta escuchar la hipnótica voz de Karen O. Esa es mi señal para comenzar con los pasos que Caroli me sugirió en la noche y no sé porqué pero antes, todo me parecía genial. Ahora siento que me veo ridícula bailando, saltando y arrastrándome "sensualmente". Cambio de opinión cuando los pervertidos del Club de Ajedrez comienzan a aullar como perros. Comienzo nerviosa, parezco un potrillo recién nacido con cada paso y con cada vuelta. Andy repite mi técnica de animarme junto con los pervertidos, aunque en esta ocasión, Nico se les une. Mi corazón se estremece como gusano y de repente comienzo a divertirme con lo que estoy haciendo, sin importarme mucho si estoy haciendo un buen trabajo o si Becky encuentra raro que Nicolás haya llegado justamente cuando bailo. No me importa quedar o no en el equipo; el punto es que estoy haciendo mi mayor esfuerzo. Además, si no quedo dentro, siempre podré recurrir a las quejas con el director. Soy un dieciseisavo judía y un octavo otomí, así que puedo alegar discriminación y crimen de odio. Es más, ¿por qué no pensé esto antes? Me hubiera evitado la pena de estar retorciéndome y acariciando mi propio cuerpo ante la mirada de…oh, esperen la canción terminó hace diez segundos. —Ok, Guindi. Es suficiente, has hecho un trabajo extraordinario—el maestro me saca de concentración. —Por eso decía que ya me levantaba del suelo—le contesto completamente sonrojada, sudada y demás. Una vez que he pasado, me quito un peso de encima y me tiro en el suelo a ver a las demás compañeras. Todas son maravillosas a mi parecer, pero no sé si los jueces del momento opinen lo mismo. Para sorpresa de muchos, las Cosas hacen una audición conjunta. Bailan bien, no lo puedo negar, demasiado coordinadas para mi gusto. Yo a la que quiero criticar es a Becky, y cuando pasa al centro de salón, tengo que aguantar las ganas de lanzar un grito. La desgraciada no sabe decir Pa de Buré correctamente, pero aún así sus bailes crean expectación en todos. Obviamente ahora sé que no seré mejor que ella. Poker Face suena, haciendo que Becky esboce una sonrisa al comenzar a bailar, ha dejado la cara seria y ahora se ve más perfecta de lo normal. Todo le sale bien, su perfecto cuerpo va de un lado a otro, su cola de cabello brinca de aquí para allá. Se ve que es súper flexible y me pregunto: ¿esa flexibilidad la habrá usado con Nico? Está bien, no debo pensar en eso porque esa cosa llamada celos tiende a pudrir mi alma. Desgraciada, le digo en voz bajita, descargando mi frustración. Poco a poco, el semblante de Rebecca va cambiando conforme llega el término de la canción y en los últimos Mum, Mum, Mum, Mum se cubre el rostro y sale disparada del salón llorando como si

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aquello fuera un funeral. ¿Era de verdad o era una especie de performance Lady Gaguesco? —El karma, nena, el karma— repite Andy—. Aunque, había bailado bien. Luego del desplante, Becky no regresa al salón y las audiciones terminan un rato después. Los resultados estarán listos la próxima semana, así que únicamente nos queda esperar. Salimos satisfechas del salón, con la frente en alto. Al menos no se nos rompió el pantalón o algo así. No veo a Nico por ningún lado así que esa es buena señal, tal vez ha desistido conmigo por lo de Jorgito. Andy me recuerda que tenemos una plática pendiente. Le propongo caminar hacia su casa, ella sabe que me traigo algo. Es como si lo oliera en el aire. —¿Qué querías decirme hace un rato? —Es algo muy raro. Un secreto secretoso— susurro. La intriga la mata, y comienza a reírse como loca por el secreto que está a punto de conocer. —¡Ya dímelo Ceci!, ¿es algo malo? ¡Ah, ya sé! Vas a tener gemelos. —No creo— rio, tocando madera—. Es algo que tiene que ver con Nico y con Rebecca. —Súper, ¿no me digas que sabes quién es la otra? No, ¡seguro Nico es gay y mantiene en secreto una relación con el Profe Anaya! —¿Es gay? Es decir no es gay, sino lo primero. —¡Sabes quién es la futura difunta!—afirma, tapándose la boca. Asiento con una risa nerviosa que me sale sin remedio, como si estuviera inhalando gas de dentista. Es algo involuntario y cómico por alguna razón estúpida. —Sí, de hecho...—tomo una gran bocanada de aire—Soy yo—estallo en risas. Andy comienza a reírse igual o más fuerte que yo. Incluso cae al suelo delante de varias personas que esperan el autobús. Si, seguro cree que le estoy mintiendo o que es una broma. Pero, ¿por qué? ¿En serio soy tan fea como para no gustarle a Nico? Ella sigue en el suelo y grita que se ha orinado. —¡Andrea, basta!—la detengo—. No es gracioso que te rías. Estoy en un grave problema. Al ver mi rostro sabe que no le miento y recobra la consciencia. —¡Ceci!, ¿tú y Nico "Rico"?! —¡Taran!—suelto desanimada. Sé que Andy está a punto de cortar su amistad conmigo. Lo veo en su rostro. En un flash back, recuerdo los momentos que pasamos juntas. No quiero perderla, pero sé de antemano que le fallé, y le omití parte de mi vida. Pero, lejos de odiarme, Andy me abraza rudamente, aunque antes de eso siento que va a golpearme.

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—Agradece que no te mate. Este chisme es tan jugoso y que tienes que soltarlo antes de que me dé un paro cardiaco, ¿vale?—me toma el rostro—. Ahora, cuéntamelo todo con detalles, aunque estos puedan parecer intrascendentes, estúpidos o asquerosos. Quiero toda la verdad, Cecilia. Es oficial: amo a Andy. Es la mejor amiga que una miserable como yo puede tener. —¿Recuerdas la vez que íbamos a ir al cine a ver esa película de romance?—le abrazo por el costado mientras seguimos caminando. Será un largo camino a casa.

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CAPÍTULO 13

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"Estuvimos juntos Me olvidé del resto del mundo" Walt Withman Es increíble que después de algunos días, Andy no pueda aceptar el hecho de que Nico y yo tuvimos algo. Más bien creo que ella está fascinada con todo el asunto. Ya saben, a ella le encantan las indiscreciones jugosas. —Entonces, ¿Nico en serio te vio desnuda?— suelta a la par que la maestra Christina y ésta, nos calla por enésima vez en una hora. No estoy segura, pero creo que Nico ha escuchado toda la conversación porque nos mira sonriendo. Obviamente, a mí ya se me han subido los colores y la temperatura de mi cuerpo comenzó a elevarse desde que dijo la palabra desnuda. ¡Oh Dios, ¿por qué tengo que ser tan hormonal?! Oh sí, es por el embarazo. Por cierto, he decidido contarle todo a mi familia el fin de semana aprovechando que Caroli tendrá algunos días de descanso. Es algo raro que estemos todos juntos, y quiero que todos se enteren de una buena vez. Eso ha ocupado mi mente varios días desde mi decisión y después de todo, me siento tranquila. Al menos sé que Andy me apoya al cien por ciento, aunque no sé quién más se quedará conmigo cuando sepan de mi embarazo. Las clases terminan y noto que Nico trata de acercarse a mí durante la salida. Me ha localizado a lo lejos y esquiva a los chicos que se arremolinan como moscas por todos lados. —¡Alerta de Nico! Corre o si no aplicaremos la alerta de Becky—aviento poco a poco a Andy entre los alumnos. Son medidas extremas, lo sé, pero Becky ha impuesto en todas las chicas de tercero, una especie de cacería de brujas. Según ella—y tiene mucha razón—, “la tipa” por la cual Nico la dejó, estudia en esta escuela y va en el mismo grado que nosotras. De hecho, supimos que encerró a Camila San en el baño cuando se enteró de que le había pedido prestado un lápiz a su ex, y ni hablar de la tonta que se atrevió a resbalarse en las escaleras, y a la que Nico ayudó de no caerse. Créanme, por los variados insultos que Becky le propinó, hubiera sido mejor que se cayera de bruces delante de toda la escuela. Yo, además de miedo, siento pena por Becky, no solo porque Nico la botó, sino porque estuvo a punto de no quedar en el grupo de baile, la única cosa en la que puede reinar completamente. Dicen las malas lenguas, y con eso me refiero a Andy, que tuvo que ir a hablar con la maestra Peralta para que la admitiera, aunque yo no le veía el caso, había bailado bien y el drama a la Lady Gaga le había salido genial. Como sea, Nico se ha convertido en una maldición para todas, excepto para mi amiga y para mí.

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Extrañamente, las únicas que no hemos sido enfrentadas por Becky somos nosotras, eso porque Andy tiene sus amoríos con Iker y yo porque...bueno, la razón exacta no la sé. Creo que todo se debe a que ella me considera un ser inferior, por lo tanto no me ve como una amenaza a pesar de que estoy con Nico en arte y de que, secretamente, nos hemos besado. Suspiro al pensar en los besos de Nico, ya ni siquiera recuerdo cuándo fue el último. Es una verdadera tristeza, pero por ahora, alejarme de él es lo mejor para mí porque no quiero tentar a mi suerte, por mi propia seguridad y la del bebé. Lo que menos quiero son problemas, con los que se van a armar en casa después de la bomba que dejaré caer, tengo suficiente, así que me escondo de Nicolás muy a mi pesar subiendo al autobús discretamente. —Eres cruel Ceci, deberías hablar con él. Han pasado semanas desde que dejó a Becky, ¿no es suficiente ya?—dice Andy agachada junto conmigo en el asiento. No queremos que Nico nos vea, así que después de una distancia segura, retomamos las posiciones normales. —No soy cruel, simplemente soy prudente. Además, no creo siquiera que Nico la haya dejado por mí. Él no ha vuelto a mencionar el tema romántico entre nosotros. Quizás tiene otra novia. Quizás simplemente no me quiere ni a mí ni a Becky. —¡Claro que fue por ti que la dejó! De hecho, Iker...— un rubor se cruza en sus mejillas al mencionar a su galán en turno—. Me contó el otro día que Nicolás le dijo que ustedes se habían dicho que se gustaban, que casi se besaban y que él no podía estar más emocionado por eso. Dice que, ¡incluso canta canciones con tu nombre!—grita emocionada. No puedo evitar esbozar una sonrisa, Nico en serio piensa en mí como yo pienso en él. Ya saben, corriendo uno hacía el otro en un campo de girasoles, vestidos de blanco justo al atardecer con esa famosísima canción. Wouldn't it be nice if we were older. Then we wouldn't have to wait so long ♫ —Por favor Ceci, este no es momento de alucinar ni cantar canciones— dice Andy chasqueando los dedos enfrente de mí. Estaba pensando en voz alta—. Estamos decidiendo tu futuro con Nico “Rico”. —Ese futuro no importa. Ya sabes que él y yo no podemos estar juntos... —Ya lo sé, pero yo había pensado que puedes hacerle como las villanas de telenovela. Y fue así como a Andy, se le ocurre que convenientemente puedo atribuirle el bebé a Nicolás: hacerme su novia, hacerlo salvajemente con él y luego, extrañamente dar a luz a un bebé perfectamente formado a los siete meses de gestación. Después de lo que acaba de decir, le suelto tremendo golpe en la nuca. ¡Cómo puede pensar que yo le haría eso a Nicolás! No podría hacerlo, él es mi máximo sueño, la persona con la que me gusta alucinar cuando no encuentro otra solución a mis problemas. El chico que hubiera querido que fuera el padre del bebé que espero. Mierda. Aquí es cuando caigo

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en la conclusión de que amo a Nicolás. Si, lo amo con todas mi fuerzas. Es más, el feto lo ama también…creo. Esto es como una revelación ante mis ojos, y debo decir que me siento peor por haberle mentido, pero para ser sinceros, yo no amaba a Nico cuando le dije que era virgen. ¿O sí? Bueno, como sea, Andy sin saber de mis conjeturas filosóficas, solo se preocupa por quedarse sin cómplice una vez que les diga a mis papás la verdad. —No había pensado en eso—comenta Andy en el camino. —¿En qué?—pregunto, mirando a la gente por la ventanilla. —En que después de que tus papás se enteren, te van a castigar hasta el fin de los tiempos. Incluso el bebé… —Feto, Andy, feto. —El be-bé—hace énfasis en cada silaba—, estará castigado por tus errores y ya no podrás salir para nada. Tiene razón, pero... —No creo, mis papás nunca jamás me han castigado. Ni siquiera cuando Chris y yo rompimos la urna con las cenizas de bisabuelito, así que tal vez me regañen y todo eso, ¿pero castigarme?, ¡qué va!—digo muy segura de mis palabras, por supuesto que me mordí la lengua y la nariz me creció algunos centímetros. —Bueno, mira, seguro se van a enojar muchísimo contigo, lo que es obvio porque estas embarazada—lo ha dicho demasiado fuerte, por lo cual le golpeó la espinilla—. Por lo tanto, yo Andrea Colín, el día de hoy he planeado para ti una especie de despedida del mundo de la adolescencia, así que, ¿qué te parece una tarde solo para mí y para ti? Comeremos lo que quieras en donde quieras. Es más, Adrianita invita porque he encontrado dónde tiene el dinero que nos estafa. Andy espera impaciente mi respuesta, le digo que sí solo porque Dakota patrocina la salida. Si por mí fuera, me quedaba postrada en la cama hasta el día de mi juicio final; la fatiga del embarazo comienza a pegarme y solo quiero estar dormida o comer, que es lo que Andy me está proponiendo. —Y, ¿a dónde iremos?— pregunto ilusionada. —Podemos ir a la plaza. Sé que es tu lugar favorito—me aprieta las mejillas. Ella me conoce muy bien, la plaza comercial es mi favorita. Puedo estar ahí todo el día, con estrellitas en mis ojos por las increíbles rebajas y el brillo de los aparadores que me dejan más ciega de lo normal. La verdad, extrañaré mi plaza querida. —Perfecto. Entonces, ¿vamos a mi casa y luego para allá?—le pregunto. Mi amiga se levanta porque hemos llegado a la parada de su casa. —No, no— rueda los ojos—. Yo tengo que ir a mi casa a bañarme y esas cosas, así que mejor nos vemos allá a las cinco enfrente de los cines—me dice gritando mientras se baja del autobús.

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Llego a mi casa, Chris tiene rato que llegó de la escuela. Obviamente me cuenta cosas que son de mi obvio desinterés como por ejemplo, la razón por la cual, Goku es parecido al Dalai Lama o porqué John Cena es el hombre más fuerte de la tierra. Le escucho los cinco minutos que me he prometido desde que dijo que se sentía solo. Después del tiempo de calidad con mi hermano menor, hago escala en mi cuarto, específicamente en mi cama. Me recuesto con uniforme puesto, trato de relajarme lo más que puedo y cierro los ojos un segundo, que se convierte en horas. Al abrirlos caigo en la cuenta de que es hora de mi cita con Andy, así que me quito el uniforme rapidísimo y me enfundo en lo primero que mi mano toma del closet de Caroli—La verdad es que me gusta usar su ropa para molestarla—. La plaza está a cinco minutos en autobús, por lo que de inmediato, llego a la famosa entrada de los cines, pero no veo a Andy por ningún lado. Le marco a su celular para ver en dónde se encuentra mientras la sigo buscando, pero esté, me manda al buzón de voz. —Andrea, más te vale que vengas a recogerme a los cines. Tienes veinte minutos de retraso y eso que yo llegué tarde porque, bueno, ya sabes que tengo el "Síndrome del Parpado Pesado" pero tú no tienes excusa. Así que te doy exactamente...— miro mi reloj—Cuarenta y cinco segundos para que traigas tu trasero a...—paro de hablar. Una imagen gloriosa se presenta ante mis ojos, de hecho camina hacía mi lentamente—. Enana, te dejo. Espero que tú no tengas nada que ver con que Nicolás esté en la plaza dirigiéndose sensualmente hacía mi. Adiós—le cuelgo. En eso, Nico llega a donde estoy y pretende que no me ha visto para chocar conmigo a propósito. —Lo siento, estaba distraído—me sonríe—. Oh Cecilia, ¡eres tú! La verdad es que no tenía ni idea de que te iba a encontrar aquí en este exacto lugar y a partir de las cinco de la tarde—suelta en tono burlón. Entiendo la indirecta de inmediato: mi amiga y él se han puesto de acuerdo para arreglar este encuentro. No puedo evitar sentirme usada por aquellos dos, pero, aún así los amo a ambos. —¿En serio?—hablo en el mismo tono tonto—. Tú y esa tipa que se cree mi amiga, quieren que muera, ¿no? La “Jefa Apache” anda detrás de todo lo que respire cerca de ti—me cubro el rostro con mi sudadera. Tengo delirio de persecución, eso es obvio, pero a Nico solo le causa gracia mi reacción. —¿”Jefa Apache”? Oye, ese apodo le gana a Iker con su "Depredadora"—comenta risueño—. No te enojes con Andy, ella no tiene nada que ver con esto, o al menos eso creo. Yo tenía una cita con Iker para comprar el juego de...—voltea nervioso al aparador de la tienda de

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videojuegos—¡Halo 3!, pero ahora me acaba de llamar para cancelarme porque está con Andy. Supongo que ella te canceló también, ¿no? Se acerca a mí, mirándome a los ojos. Demonios, no puedo evitar perderme en su rostro mientras lo hace. ¿Qué? ¿Se está dejando la barba y el cabello largo también? No lo sé, el punto es que me fascina cada cosa de él. Me detengo, estoy pensando en cosas románticas de nuevo. Es por eso que he tratado de evitar esta charla porque no quiero caer en sus brazos. Sé que si se me acerca más, lo beso, sobre todo que ahora ya no está Becky en medio de nosotros. —Andy no ha cancelado, así que supongo que la esperaré aquí...sola— me cruzo de brazos y comienzo a golpear el piso con mis zapatillas. ¡Por favor, que se vaya! ¡No me tortures más! —Ok, bueno, me voy— arquea una ceja, se da la vuelta muy tranquilo—. Que te diviertas esperando, de hecho, creo que vi a Jorgito en la tienda de oftalmología así que lo más probable es que te haga compañía. Nos vemos, Peque—grita mientras camina en sentido opuesto a mí. ¿Peque? Un hueco en el estómago me impulsa a hacer una estupidez. —¡Nico!—le grito y voy corriendo detrás de él, pero no se detiene—¿Por qué me dices Peque? Además, no te vayas. Podemos esperar a aquellos tontos tú y yo—se detiene. Por supuesto, soy de reacciones lentas así que choco contra su espalda, lo cual me aturde demasiado. Nico aprovecha esto para darme un tremendo beso que me toma desprevenida. No puedo ni siquiera manotear como buena damisela en peligro porque mis brazos me dicen: relájate y bésalo como besas a tus almohadas. Como uno siempre tiene que escuchar al cuerpo, tomo su cintura y lo atraigo más a mí. Es un beso inocente, sin lengua de por medio, pero aún así es a-som-bro-so. Me separo cuando necesito aire, Nico sonríe sobre mis labios. —Tenía tantas ganas de besarte—acaricia mi mejilla, creo que he comenzado a derretirme. —Ehm...yo...Halo 3...Jorgito—no puedo formar una frase coherente. Nico me aprieta bruscamente en una especie de abrazo primitivo y luego me toma de la mano. —Mejor vamos a pasear tú yo juntos. Andy me dijo que te gustaba dar de vueltas sin sentido por la plaza así que, démoslas juntos—comienza a caminar. Se siente tan raro caminar más de dos metros tomados de la mano. Estoy segura de que todo el mundo nos observa, pero aún así no me suelto. Mi mano tiene una especie de pegamento imaginario llamado amor. Eso que hace que vea a Nico como el ser más maravilloso de la tierra detrás de Robert Pattinson. Bueno no, borren eso, habíamos quedado que Robert era un peneque al lado de Nico. Conforme pasamos por cada pasillo de la plaza, Nico y yo nos detenemos en ciertos puntos estratégicos como en el Arcade para jugar

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un juego en donde matamos zombies—sí, que lo sepa el mundo: odio a los muertos vivientes—; en el Starbucks para comprar provisiones militares de Té Chai y por lo mismo, también voy al baño cientos de miles de veces; entramos al súper mercado para asaltar el departamento de embutidos para terminar con todas las muestras gratis del lugar porque sí, tengo hambre. Por último, salimos de la plaza para ir a comer a un pequeño restaurant al que Nico quiere llevarme. Obviamente, no nos hemos despegado ni un momento y si, nos hemos besado algunas—muchas—veces. Me siento culpable, pero sobre todo, me siento feliz. Más que nunca, aunque se escuche súper simple. Nico ordena un Club Sandwich y unas papas. Yo ordeno lo mismo pero doble, más unos nachos con extra queso y una malteada, obviamente. —Nunca había visto a una chica que comiera tanto—dice mientras lanza un nacho a mi boca—. No entiendo, ¿en dónde te cabe todo?—me toca el estómago. Le doy un manotazo violento, he reaccionado por impulso porque no quiero que sienta el bulto que se ha formado en mi vientre y no precisamente por la comida. Nico solo retira su mano viéndome raro. —Nouh je onhe mo cabhe—me paso el nacho—. Perdón, digo que no sé en dónde me cabe— rio para romper el momento incómodo. Soy muy desagradable, lo sé, pero no puedo evitar ser yo misma cuando estoy con él. Supongo que siento la misma familiaridad que con Andy o con David. Además, Nico no parece incomodarse con mis desplantes de niña rara, debe de ser porque —¡Oh Dios, qué lindo!—me acepta tal y como soy. Después del drama del nacho, insisto en pagar mi parte y para que yo no me enojara, quedamos en 50/50. Salimos cuando la noche cae sobre el cielo. Caminamos hacía mi casa ya que no está tan lejos y antes de llegar, Nico se detiene, me toma de los hombros. Presiento que todo se va a poner serio. —Ok, entonces, ahora que has visto que es muy fácil estar juntos, que nos divertimos demasiado y que nos gustamos, bueno, al menos tú me encantas no sé si yo... —¡Duh!, tú también me gustas, creo que es obvio—lisonjeo mi cabello como la adolescente que soy. Nico sonríe y se pone rojo como un jitomate, haciendo que las diminutas pecas de sus mejillas se realcen más que nunca. —Bueno, entonces ¿no crees que...— me toma de la mano—podamos formalizar esto? —Defíneme formalizar—digo nerviosa. Sé lo que viene, pero no sé qué diablos voy a contestarle. Nico es la primera persona a la que me interesa decirle que si a todo. Todo lo que quiero hacer es estar con él. —¿Quieres ser mi novia, Ceci? ¿Quieres andar conmigo? O como le dijo Iker a Andy, ¿quieres ser mi vieja?—se carcajea, pero siento que es de nervios.

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Me quedo pasmada, mirando al horizonte, aunque un pedazo de mi cerebro se queda pensando en la parte en donde Andy me había ocultado el hecho de que andaba al fin con Iker, pero puedo pensar en eso luego. Ahora Nico espera una respuesta de mi parte. Tiene la misma expresión esperanzada e impaciente que Jorgito, parece algo sospechoso. —Pero explícame algo primero, ¿tu insistencia por estar conmigo no se debe a que, como buena película adolescente, apostaste a que andarías conmigo antes de la graduación y luego me dejarías ante la mirada vengativa de Rebecca y de todo el mundo?—me quedo sin respiración por mi teoría estúpida. —No, no creo Ceci—responde Nico confundido, me mira con cara de angustia. —Ah, en ese caso... Un sonidito de reloj molesto comienza a zumbar en mis oídos, apenas comienzo a sentir las mariposas en el estómago. Nico espera una respuesta real y concreta, mi corazón también. Ya sé lo que debo decirle, el ángel de mi conciencia me dice que no, pero el diablo quiere desesperadamente decirle que sí. Así que en estos casos, solo hay alguien en quien debo confiar: "Dios, por favor, si crees que debo andar con Nico y sabes que debemos estar juntos, dame una señal contundente" —¿Qué dices, Ceci?—pregunta haciendo cara de cachorro. —Shh, estoy esperando algo—me concentro para que la señal llegue de algún lado, pero nada. Ni un rayo, ni un trenecito tratando de atropellarme, nada. Quiero llorar, quiero morir, quiero...Un momento, algo pesado cae sobre mi hombro, seguido del vuelo de un ave arriba de nuestras cabezas. ¡Es la señal! ¡Aleluya! Nunca jamás estuve tan contenta de que un ave se hiciera del baño encima de mí. Esa es la señal contundente de que Dios quiere que Nico y yo, su más infiel servidora, estemos juntos. No hay duda. Comienzo a reírme como lela mientras Nico saca pañuelos desechables de su pantalón para limpiarme con urgencia. Debería de hacer lo mismo, ese sudadera rosa de Caroli es nueva. —¿Por qué estás tan contenta? Un ave acaba de cagarte Ceci, ¿desde cuándo es eso un acontecimiento?—limpia lo que queda de la "gracia" de la paloma. —Es un acontecimiento desde que...—pausa dramática, la última de este capítulo—Mi novio me limpia sin asco alguno. Nico se detiene, esboza una sonrisa nerviosa. —Entonces, tomaré eso como un sí. Asiento una y otra vez con la cabeza, que es detenida cuando Nico me toma para darme uno de muchos besos que probablemente nos daremos porque ¡somos novios! ¡Lo somos! ¡Nicolás Cortes Alba y yo, Cecilia Guindi Herrera, andamos!

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—Ahora es oficial. No tendremos que escondernos de nadie—dice él, aún con sus labios encima de los míos. —Ehm, si. Sobre eso. Debemos mantener bajo perfil en la escuela. Ya sabes que Becky y su ejército de atrapa-quita novios andan por ahí y no quiero que se arme un escándalo. Él no está de acuerdo, pero respeta mi decisión de no quererme meter en problemas. A pesar de mi respuesta, sé que con el tiempo, tendré que mezclarlo con mi "pequeño" problema fetal, pero ahora no pienso en eso. Quiero disfrutar el hecho de que Nico—epito por si a alguien no le quedó claro— es mi novio. —Solo te pido una cosa—Nico comienza nervioso—. Por favor, por favor, avísale a Jorge de lo nuestro. No quiero que sus ñoños labios vuelvan a caer sobre los tuyos. Ahora son míos nada más…al fin. Comienzo a reír como loca, y un calor interno recorre cada poro de mi cuerpo porque ahora pertenezco a una persona, por así decirlo. Eso es la cosa más linda del mundo. —Ok, se lo haré saber. Con la euforia del acontecimiento, Nico me deja afuera de mi casa. Nos despedimos con un beso que puede durarme toda la noche, con eso puedo soñar mil y un cosas lindas, así que cuando entro a la casa, aún sigo idiota. Camino sobre una nube de algodón azul con sabor a mermelada de chocolate o al menos, eso es lo que me imagino. Mi mamá me llama de su cuarto cuando escucha que cierro la puerta de la casa. Está con mi papá, ambos quieren saber si estoy sana y salva. —Saliste con Andrea—afirma mi mamá, está leyendo el periódico. —Si—contesto con un sonoro suspiro mientras me tiro a la cama y comienzo a hacer algo así como ángeles de nieve entre las sábanas. —Niña, ¿estás drogada?— pregunta papá sin despegar los ojos de la televisión, está haciendo el zapping nocturno. En su mano tiene su preciado control remoto que es como su cuarto hijo. Me levanto, componiendo mi actitud, aclarando la garganta. —No, papi lindo. No estoy drogada. —¿Papi lindo?—mi mamá hace a un lado su periódico—. ¡Mis polainas Cecilia!, ¿qué te traes? No sé de dónde salió lo de papi y por eso ella se altera extrañamente. En mi estado de estupidez, aprovecho que mi mamá ya está enojada y que mi papá escucha atento nuestra discusión para darles una idea de lo que me pasa. Algo leve, no planeo decirles todo ahora, a menos que mi boca quiera que gracias a ella me maten. —Papás,estoyembarazada—suelto lo más rápido que mis pulmones me lo permiten— ¡Porfavor,nomematen! Ok, la boca habló.

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Sé que estoy en problemas cuando mi mamá comienza a llorar, con el Dios Bendito en la boca y mi papá rompe el control de la televisión. Me he quedado sin un hermano y por el rostro de muerte de mis padres, quizás también ellos se queden sin hija.

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CAPITULO 14

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Primer acto: Llega la estúpida de Cecilia—osea yo—, completamente feliz porque se acaba de hacer novia de Nico, y les dice por accidente a sus papás que está embarazada. Segundo Acto: Su mamá comienza a llorar mientras se repite por lo bajo: "Dios mío, ¿qué hicimos mal?" varias miles de veces. Su papá sin embargo, le ha dejado a un solo canal de televisión porque su querido control remoto está muerto, lo cual significa que es hora de ponerse serio por primera vez en su vida. Ambos convocan a la familia a una reunión en el comedor, tienen que resolver el problema a como dé lugar. Tercer Acto: —Entonces, cuéntanos como llegamos aquí, Cecilia Alejandra— pregunta mi mamá y mierda, usó mi nombre completo. Eso es malo, muy malo viniendo de ella. Cabe explicar que esto es como una especie de juicio: mis papás están en la cabecera de la mesa, vistiendo sus pijamas. Al otro extremo, estoy yo y a los lados están mis hermanos. Por cierto, Caroli está que se la lleva el diablo. Me mira con ojos de cuchillo desde que se enteró. —¡Mamá!—grita Chris tapándose los oídos—. No quiero escuchar cómo Moustrilia jugó a la flor y a la abejita con un tipo. Caroli le propina una patada por debajo de la mesa. Esto hace que se quede callado el resto de la plática/sermón. —Pues, yo...—comienzo nerviosa—Me enteré del embarazo hace unas semanas. —¡¿Unas semanas?!—exclama mi mamá con la mano en la boca—. Por Dios niña, ya estamos en abril, nosotros sin saberlo y tú sin cuidados prenatales o vitaminas. Caroli, por favor, agéndanos una cita cuanto antes con la ginecóloga de tu hospital. Caroli asiente, pero mi mamá se le queda viendo feo, como esperando a ver a qué horas mueve su trasero. —Mamá, es casi la media noche, no voy a llamar a... —Pretextos Caroli, pretextos—le contesta enojada Ok, mi mamá comienza a ponerse insoportable, en su plan de diva. Me lanza una mirada que me ordena que continúe, pero antes de que pueda abrir la boca, ella misma me interrumpe: —¿Y quién es el papá? En este punto comienzo a sudar como cerdo. Si le digo que se llama Joaquín, mi mamá irá a buscar a todos los Joaquines de la ciudad con el único propósito de hacer que pague lo que me ha hecho porque si, lo vengativa lo saqué de los Herrera. Entonces, mi mente comienza a trabajar rapidísimo para

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inventarme la historia de mi vida en menos de diez segundos porque mi mamá puede oler las mentiras como los perros huelen el miedo. —No lo conocen— les contesto segura—. De hecho, él ni siquiera es de este país. ¿Ah, no? Me sorprendo a mi misma por mi capacidad para inventar cosas. —Entonces, ¿es italiano? porque si lo es, ¡bienvenido a la familia!— interrumpe mi papá—. Ya sabes que los Guindi tenemos raíces de aquel país. Somos una familia de abolengo—continua orgulloso. Lo que dice mi papá es un absurdo que solo él y Chris se creen: han alegado toda la vida que descendemos de italianos o algo así solo por el apellido y el "porte" que nos cargamos. —Lo conocí en el Festival de Comunidades Extranjeras de la escuela— una festividad recién inventada por mí—. Él es de...Finlandia. —¡¿Finlandia?!—preguntan todos. Yo estoy preguntándome lo mismo, no sé una mierda sobre Finlandia. ¿Por qué no dije España o Colombia? ¡¿Por qué?! —Sí, Jo...nas es de allá y se fue sin dejarme datos de localización o algo parecido. Es una pena, ¡no saben todo lo que he sufrido en su ausencia! —Me suena a que te estás inventado todo Cecilia—amenaza mi mamá. Le juro y le perjuro que no mientras cruzo los dedos, poniendo cara inocente para que ella me crea. —Oye Ceci, ¿y parecía delfín?, porque los finlandeses de la tele parecen delfines. Es más, su nombre de luchador, si fuera luchador sería: ¡Jolfín, el terror del cuadrilátero!—asegura Chris y por supuesto, Caroli termina con su pie izquierdo. Omitimos el comentario tan acertado de Chris que casi da con el nombre verdadero, y continuemos con el interrogatorio. —Ahora dime, ¿por qué carajos no se cuidaron?—Mamá pega un golpe en la mesa—Finlandia es un país de primer mundo, ¡cómo es posible que Jonas no tuviera precaución! Y tú Cecilia, ¿de qué sirve que tengamos televisión por cable desde hace más de quince años? Seguramente, todos se preguntarán la intromisión de la televisión por cable en este punto. Verán, mi mamá nunca ha sido muy comunicativa respecto a los temas de sexo y mi papá, menos. Nunca nos hablaron directamente sobre el tema, pero casualmente mi mamá siempre usaba ejemplos con las protagonistas de las novelas: "¡Qué mal!, Olivia debió cuidarse al tener relaciones sexuales con Westley, ahora probablemente quedará embarazada. Si hubiera usado un CONDÓN probablemente eso no habría pasado" decía ella como no queriendo y nosotras captábamos el mensaje, aparentemente. Debo decir a mi favor que en mi caso particular, mi embarazo fue una súper racha infernal de mala suerte porque de hecho, Joaquín usó condón todo el tiempo. ¡Yo lo vi y eso que odio los penes!

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—¡Por supuesto que me cuidé!, no soy idiota. Más bien tuve mala suerte—bajo la mirada—. Supongo que la fricción tuvo que ver con que el condón se...—soy interrumpida por mi papá. —Ok niña, no es necesario ser tan gráficos. Yo entiendo el punto porque a un amigo de un amigo le pasó lo mismo hace ya... ¿cuántos años tienes Caroli? —Veinticuatro. —Ah, sí. Veinticuatro años—termina mi papá con su comentario indiscreto. Mi mamá rueda los ojos y al igual que Caroli, aplica la técnica de la patada. —Como sea, ese Jonas es un hijo de puta que solo vino a este país a embarazarte, dejándonos con el jodido problema—suelta la enojada de Caroli. Mi papá la interrumpe. —Cuida la boca Carolina, que si lo que dices fuera cierto, entonces tú serías el primer problema sentado en esta mesa—le dice. Si, como se habrán dado cuenta, también ellos jugaron a “la flor y la abejita” antes del matrimonio. Como resultado de eso, está mí querida hermana Nazi así que ella, solo se cruza de brazos ofendida. —No sé qué tan factible sea, pero tengo un plan—les digo. —Escúpelo—me pide mi mamá en lenguaje de Chris. —Son tres palabras: adopción, Brad Pitt, Angelina Jol... —Ese ni siquiera es un plan, ni son tres palabras— interfiere Caroli—Eso es estúpido. —No es estúpido— habla mi papá, creo que ha tenido una revelación—. Tal vez no sea Brangelina quien le adopte pero, ¿recuerdan a la tía Susana? Ella puede ser una opción. Esa tía es la solterona de la familia. Vive en la capital y es rica como ninguna otra. Mis otras tías dicen que está amargada porque la dejaron plantada en el altar y jamás se casó. Ahora vive enclaustrada a sus cuarenta y dos años, viviendo con la compañía de su gato Goyo, heredero de toda su fortuna. —Te lo digo así Rubén Omar: primero muerta antes de que un nieto mío se vaya a vivir con la loca de Susana así que no, no es una opción. —Bueno, era sólo una sugerencia—mi papá levanta las manos. Mi mamá respira profundo. Seguro está cansada de escuchar la sarta de idioteces que se nos ocurren, pero habla serenamente: —Caroli, lo que le pasa a Ceci no es ningún problema, simplemente es un evento de su vida que se adelantó más de lo que hubiésemos querido. Eso es todo—regresó "Ceci", eso es bueno, muy bueno—. Cuando tus abuelitos se enteraron de que estaba embarazada, no hicieron el escándalo que correspondía a la época sino al contrario, me apoyaron en todo: para casarme

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con tu padre, me apoyaron económicamente e incluso te cuidaron una vez que naciste—le sonríe a la mal encarada de Caroli. Yo tenía unas ganas de llorar tremendas, imagínense: ¡mi mamá veía cómo su hija querida caía en el mismo abismo que ella! Con razón estaba devastada, aunque la sonrisa que le lanzó a mi papá me decía lo contrario. —No todo ha sido tan malo para nosotros dos—él toma la mano de mi mamá —. Así que nos encargaremos de que no sea tan malo para ti también. Sobre todo porque el tal Jonas ni siquiera está enterado del obvio estado en que te dejó. De mi parte y creo que de la de tu madre, tienes nuestro apoyo y el de mi cartera. Claro, hasta donde aguante. Yo sonrío mientras lloro, con un “gracias” en la boca, pero Caroli habla ante el veredicto de mi papá. —¿Eso es todo?, ¿no van a decirle algo más?—se levanta enojada de la mesa—. Supongo que sí han escuchado que esta torpe se embarazó de un extraño dudoso a los ¡diecisiete años! y ¿eso es todo lo que se les ocurre decirle? ¿cómo le hacen para no estar igual de enojados que yo? Mis papás no le contestan, se quedan callados observando mi cara de miedo. —Nadie ha dicho que no estamos enojados. Al contrario, yo estoy furiosa porque obviamente esto es en parte culpa de nosotros—estalla en lágrimas—. No me cabe en la cabeza el hecho de que mi hija no tuviera la confianza de decirme que tiene más de un mes de embarazo. Tal vez yo no les hablé de sexo, pero creo que les di la confianza suficiente para acudir a mí siempre que tuvieran un problema. Al parecer eso no funcionó y por eso enfrentamos esta situación. Escuchamos a mi mamá llorar en silencio, en los brazos de mi padre. El remordimiento y las ganas de morirme se cruzan en mi camino porque me choca que mi mamá esté llorando por mi culpa. Me siento la mierda más grande del ancho universo. Sé que ese hueco en el pecho se me quita siempre con un abrazo de mi mamá y por imbécil se me había olvidado. Estaba tan ocupada siendo "niña grande", manoseándome con los chicos que me gustan, que se me olvidó recurrir a ella como cuando sueño que los zombies atacan la tierra y me despierto para acurrucarme a su lado. Soy un estúpida por haberle ocultado todo desde un principio. Al menos creo que si le hubiera contado desde el primer día, hubiera evitado herirla de tal manera. —Mami, perdóname por todo, por favor—me levanto y la abrazo. En un principio se queda tiesa, sin quitar los brazos de encima de mi papá, pero cuando escucha que estoy llorando, me rodea para llorar junto conmigo. Mi papá nos abraza a ambas un rato, y luego siento algo pesado recargado en mi espalda. —¿Qué carajos haces, Chris?—le pregunto a mi hermano. —Pues todos se están abrazando, así que... —Cállate y aprieta—suelto fastidiada.

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Él responde dándome un abrazo de oso y mi papá comienza a reírse. Caroli sale del comedor y se va a nuestro cuarto. Azota la puerta una vez que llega. —Ya es muy tarde, vámonos a dormir—mi papá se levanta y se masajea el estómago—. Además, tengo ganas de hacer pis y así no puedo pensar cabalmente—bosteza. —Sí, yo igual. Tengo el tanque lleno—Chris le acompaña en sus asquerosidades. Pongo cara de repulsión, pero desgraciadamente yo soy igual que ellos a veces. Lo desagradable de mi personalidad lo saqué de los Guindi, que de italianos tienen un cuerno. Antes de irse, mi papá me da un beso, aunque puedo sentir que es un beso reservado, como de lástima. Es normal, lo sé y por lo tanto, no lo tomo personal. Cuando puedo, me doy cuenta de que quedamos solo mi mamá y yo en la mesa. —Entonces, déjame ver—se levanta a la cocina, regresa con lápiz y papel para comenzar a enlistar cosas. Las listas se le dan muy bien. En el restaurant en donde trabaja las hace todo el tiempo para ordenar ingredientes, para ver cuáles son sus pendientes o simplemente, para tener un control de la situación. Justo lo que necesitamos ahora. —Este es el plan: terminarás la preparatoria y luego entrarás a estudiar una carrera justo después de que des a luz. Por cierto, ¿has pensado qué vas a estudiar? Me quedo a media tinta, ya que aún no estoy completamente segura de ese tema. Originalmente, yo quería ser de todo: psicóloga, criminóloga, escritora, filósofa y hasta Madre Teresa de Calcuta, pero con el embarazo, y gracias a la eterna sugerencia de un tío, se me ocurrió una sola carrera que podría ajustarse a lo que estaba a punto de vivir: —¿Educadora en preescolar?—digo, no muy segura de mis palabras. —Muy bien—apunta satisfecha mi madre en su lista. Pone educadora con mayúsculas junto a una carita feliz. No podía escoger otra cosa: tendría asegurado un trabajo después de terminar la carrera gracias a las influencias de la familia; tendría un horario bastante estable; la paga no estaría tan mal y estudiar sobre niños me ayudaría bastante a comprender al que estoy a punto de tener. ¡Es perfecto! —Tu papá y yo podemos apoyarte con los gastos de la carrera, pero tendrás que trabajar medio tiempo para pagar todo lo relacionado al bebé. Yo asiento con la cabeza muy a mi pesar. No es momento de ponerme en plan de princesa floja...más aún. —Cuando termines la carrera podremos pensar en rentar alguna casa para ti y el niño. Necesitas ser independiente a pesar de todo. Al final será lo mejor, créeme porque si no, pasará como con tu prima Dafne y el asunto terminará por destruir esta familia.

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Mi mamá me cuenta de nuevo la macabra historia de Dafne Herrera, la oveja negra de la familia: la tipa que se embaraza cada que puede y deja a sus vástagos al cuidado de sus pobres abuelos que no saben qué hacer con tantos niños. —Má, tú sabes que yo no soy como Dafne—le contesto. —Uno nunca sabe—ella sigue escribiendo—. Mira, según yo sabía exactamente la clase de personas que son mis hijos pero ahora, ya no estoy tan segura. Sus palabras me hieren demasiado. Pensé que de cierta manera estábamos bien pero veo que no, así que no puedo evitar soltar nuevamente una lágrima. —Ni yo sé quién soy mamá, no es necesario que lo digas de esa manera—me limpio los ojos con el mantel—. Quédate haciendo tu lista, buenas noches. Me levanto de la silla y me voy para el cuarto en donde comienzo a llorar bajito, postrada en mi cama. Escucho que Caroli bufa y se tapa los oídos con la almohada. Ha decidido ignorarme pero ¿saben qué?, me vale un caracol lo que piense ella. Luego de algunos litros de agua con sal derramados por mis ojos, prendo mi celular casi a las doce de la noche y este, suena contento. Tengo un mensaje: "Perdón, es tarde pero no puedo dormir por estar pensando en ti y en lo genial que me lo pase a tu lado. ¡Gracias por aceptar ser mi novia Peque! TQM. Nico" Sonrío en la obscuridad de mi cuarto al leer el mensaje de Nico, pero a pesar de eso, mi corazón me sigue doliendo. No por falta de amor erótico, más bien de amor fraternal. Nadie nunca lo admite pero también se sufre de amor por ese lado. También duele cuando la familia no nos corresponde, o cuando les fallamos y obviamente, yo les fallé a ellos masivamente. Continúo llorando un rato hasta que me canso o más bien hasta que siento que un bulto se recuesta junto a mí y me abraza por detrás. —Mi hija preciosa, ya no llores—escucho el susurro de mi mamá al oído. Comprendo por enésima vez que mi mamá siempre nos va a perdonar y querer a todos, a pesar de nuestras estupideces y malas decisiones porque según ella las madres vienen a sufrir por los hijos. Pero yo no quiero que ella sufra por mi culpa, así que me prometo no volver a cagarla tan horriblemente, solo por el bien de ella. Su presencia me calma como nada en el mundo y cierro mis ojos porque comienzo a sentir que me pega el sueño. Mi mamá me rasca la cabeza como cuando era pequeña y no podía dormir. Además escucho suavecito la tonada de la canción que nos cantaba antes de dormir. Aquella noche me duermo entre los brazos de la persona que más amo—¡Lo siento Nico!—, con un solo pensamiento: quiero ser la mejor madre del mundo, igual que mi mamá.

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CAPÍTULO 15

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A pesar de todo lo complicado que me pasa, debo decir que estas han sido las mejores semanas de mi vida. Les dije a mis papás lo del embarazo, lo cual no es la mejor noticia de sus vidas, pero al menos ya no lo ven como la peor cosa que nos pudo haber pasado como familia. Caroli casi me ha perdonado, lo cual está bien porque ella no perdona tan rápido y sin vengarse previamente. Para no quedarme atrás con la escuela, debo contarles que al tener mi cabeza más despejada, mis calificaciones parecen mejorar y también en baile, hemos comenzado con los ensayos diarios para el Intercolegial. Pero aún me falta la cereza del pastel: Nico y yo, ya saben... ¡Andamos! En verdad, él es el novio más extraño que alguien pudo haber pedido en la tierra. ¿Porqué digo extraño?, porque para mí lo es. Nadie me había tratado como él me trata, ni siquiera el noño de Jorgito. Todos los días cuando llego al salón lo encuentro sentado cerca de las escaleras del segundo piso. No me dice nada porque yo así se lo he pedido—cof, cof, por Becky cof, cof—. En cambio, sonríe al verme de lejos y cuando paso a su lado, su mano roza la mía solo un instante, lo cual hace que mi corazón se acelere más rápido que una canción de metal y él entra al salón como si nada hubiese pasado. En clases, a veces lo descubro mirándome y no puedo evitar sentirme como un oso panda en un zoológico, pero aún así es algo lindo. A la hora del almuerzo, nos citamos en la sección de matemáticas de la biblioteca en donde podemos estar juntos, tomándonos de las manos y dándonos uno que otro beso a escondidas de la señora Archundia. Si, justo como en los viejos tiempos, pero ahora es oficial. Solo que de nuevo nadie lo sabe, o bueno, al menos eso creo. —¿Qué harás hoy después de las clases de baile?—pregunta Nico, alejándose de mi cuando la bibliotecaria se asoma a ver qué hacemos. Saco un libro de geometría y pretendo estar leyendo. —Iré al doctor—le digo como si nada, pero luego me golpeo mentalmente cuando Nico pone cara de preocupación. —¿Estas enferma, Peque? La verdad es que estoy embarazada, pienso, aunque obviamente no le diré nada. —No, no es esa clase de doctor. De hecho voy al...oftalmólogo, ya sabes, por no usar lentes cada vez estoy más ciega. —Ah, muy bien, entonces te acompaño... Mierda. —¡Noo!, no será necesario, mi mamá y mi hermana me acompañan. —Me parece bien ir de todos modos, serviría para presentarle mis credenciales a tu mamá, además de que me muero por conocer a tu hermana.

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No, no pueden conocerse. Seguro mi mamá lo confundirá con Jonas y armará un drama al respecto, sin mencionar que claro, Caroli lo castraría quirúrgicamente con lo que tuviera a la mano. —Mira, la verdad yo preferiría que no... —Está bien, no iré—él contesta serio. Parece comprender la indirecta de "Carajo, te he dicho que no te quiero ahí". —Pero podemos hablar por messenger cuando regrese, o por teléfono si lo prefieres—acaricio su espalda baja, siento como se retuerce por un escalofrío. Lo sé, chatear es patético pero es lo único que podemos hacer por ahora sin levantar sospechas en mi casa, pero en ese momento veo la carita de tristeza sexy que pone Nico. Uy, esa expresión me gusta—. O tal vez podamos, ya sabes...— arqueo una ceja. Cualquier hombre de la tierra descifraría el tono en mi voz, es casi como el llamado de una hembra en celo. ¡Y cómo no!, si al escucharlo, Nico se pega a mí de forma sumamente indiscreta. Si fuera otro, obviamente me ofendería la forma en que me ha aprisionado contra el estante de libros. De hecho, tengo uno encajado en el trasero pero, ¡qué me importa! —Ok, te escucho—me dice acercándome desde la cintura. Se me olvida qué tengo que decirle o más bien dicho, se me olvida pensar en absoluto. Entonces le digo lo primero que se me viene a la mente: —Pues sí, no sé si escuchaste que Iker y Andy intentaron hacerlo...por messenger. —Con hacerlo, ¿te refieres a chatear? —No, ya sabes... “cibersexo”—hago las comillas y todo. Esperen, ¿acabo de decir eso? ¿En serio le acabo de proponer a Nico que tengamos cibersexo con tan poco tiempo de noviazgo? En un principio le iba a decir que podíamos hablar por teléfono, pero la idea se salió totalmente de contexto. Él comienza a reírse. —Si sabía que ellos lo habían pensado, pero no tenía ni idea de que tú...— baja la voz—quisieras hacer eso. Se asustó por lo que le dije, seguro piensa que soy una pervertida, pero no es así: las fotos de los tipos medio desnudos aparecieron de repente en mi computadora, seguro que eran de Caroli. Yo nada más las abrí pensando que eran fotos inocentes. —Tienes razón, olvídalo. Lo que pasa es que se me cruzaron los cables y te dije lo que Andy me había contado. Eso es todo—digo nerviosa y sudando la gota gorda. —Sí, esos dos son muy raros. Sobre todo Iker que siempre quiere vivir demasiado rápido. —Andy también es así. Supongo que por eso se llevan tan bien. —Ajá, cada quien tiene a su cada cual, ¿no?—me besa la frente.

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Por suerte, la música que indica el fin del receso suena, librándome del momento incómodo que acaba de ocurrir. Me despido de mi novio y de los libros de matemáticas hasta el siguiente día. Yo salgo primero cargando mis libretas y los chicos que conozco me miran admirados. Incluso escucho a alguien decir: "Cecilia es una matada, ¡estudia en el receso!" Incluso el maestro de economía me mira orgulloso. ¡Ja!, si supieran que lo único que hago es cimbrar las bases de un noviazgo basado en la mentira de un embarazo de encubierto, no me verían con tal admiración. De repente me doy cuenta que detrás de mi sale Dalila, la más tonta de las Cosas y un pánico se apodera de mi. ¿Nos habrá visto? ¿Le dirá a Becky? Pero Cosa Dos se va a su salón con cara de despistada, así que no creo que ese sea el caso. Además, ella es la última que esperaría ver en la sección de Matemáticas así que no, no creo que arruine el secreto y me voy a mi salón súper tranquila. Más tarde, en el taller de baile vuelvo a ver a las Cosas. Ellas me observan con burla. —¿Y éstas qué se traen?— pregunta Andy antes de comenzar la clase. —Yo que sé, siempre se ríen de todo como si fueran tontas, así que es difícil saberlo ahora. La maestra Peralta llega al salón acompañada de Rebecca que se ve muy relajada, mucho más de lo que se le ha visto en días. Su ceño ya no se encuentra fruncido y les sonríe a todas las niñas del salón, que apenas si le contestan. Aún están asustadas por la cacería de hace algunos días. Comenzamos a hacer ejercicios de calentamiento, y mientras lo hacemos, los chicos del taller de ajedrez comienzan a llegar para hacer sus torneos ñoños en donde apuestan el almuerzo. David se acerca para saludarnos junto con Iker que le silba coquetamente a Andy. Detrás de ellos, llega Nico, que pasa sus ojos por el salón disimuladamente y en eso, percibo que Becky se tensa, está enfrente de mí. A mí no me importa que ella trate de lucirse en sus movimientos, estirándose más y esas cosas para que Nico voltee a verla. No le pongo atención, me da flojera y risa, sobre todo cuando él la esquiva para verme de lejos y saludarme, aunque luego hace lo mismo con Andy para disimular un poco el asunto. En ese momento, Becky voltea alarmada a verme. No puede creer que Nico me estaba viendo a mí en lugar de ella, pero me le pierdo de vista de la misma forma que mi novio que regresa con su grupo. Sin más preámbulos, Peralta nos enseña otra de las secuencias de baile de la canción con la que competiremos. Por sugerencia mía, de Andy e incluso de la misma Becky, se decidió que como Lady Gaga es lo de hoy, bailaríamos un mix de su canción Bad Romance. Después de la intervención de la maestra, hacemos una especie de ensayo con lo nuevo y ya saben, pa de buré para acá y splits por allá es lo único

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que se ve en aquel salón, aunque una patada en la espinilla me toma desprevenida. —¡Ups, lo siento!—dice Becky cuando ve que me ha golpeado—. No fue a propósito. —Ok, pero ten más cuidado—le pido sin romper la formación de baile. Seguimos con el coro y ella me da un codazo que se convierte en aventón. —Disculpa, no te vi. En este punto comienzo a enojarme con la desgraciada, que también me pisa cuando cruzamos caminos. —Seguro no me viste, ¿verdad?—pregunto enojada, pero ella me ignora. Ya por último, y para colmarme la paciencia, justo para terminar el último acento que nos enseñó la maestra, Becky se planta enfrente de mí para chocar conmigo y como ella es mucho más alta y densa, yo soy la que caigo al suelo. —¡¿Qué mierda estás pensando?!—le grito levantándome del suelo—Te la pasaste golpeándome toda la jodida canción Rebecca, ¿hay algo que trates de decirme? Andy se da cuenta y me toma del brazo para que no haga nada estúpido. Rebecca se queda callada con una sonrisa en la boca, yo estoy que me lleva el diablo y todas observan atentas el pleito. —Tranquilas señoritas—nos separa la maestra sin darle mucha importancia al asunto. —Repitan la secuencia desde el principio—ordena y todas regresan a lo suyo, incluida Andy. Yo sigo alterada, pero tampoco voy a hacer un drama en el salón delante de todo el mundo y más cuando sospecho que Rebecca ya se huele lo mío con Nico. Pero c'est la vite, diría el torpe de Iker. Lo hecho está hecho y si Rebecca decide convertirme en su piñata, entonces está bien porque ya me cansé de ocultarme también en la escuela. Así que, que se joda, no le tengo miedo. Decido calmarme e ir al baño. Un poco de agua en mi rostro puede hacer milagros cuando estoy más tensa que un tendedero. Mientras me enjuago, escucho que alguien cierra la puerta y camina hacia mí, siento que me toma de la cintura. Sé quién es, seguro se quedó con ganas de seguir charlando de cosas pervertidas. —Nico, lo del cibersexo fue broma—suelto cuando me limpio los ojos con mi blusa. Miro a través del espejo, pero no veo a Nico sino a Rebecca, que me suelta cuando ve que muero de miedo. ¿Recuerdan que acabo de decir que ella no me da miedo? Ok, rebobinen, bórrenlo y pongan lo siguiente: Rebecca Mejía me da más miedo que los mismos zombies o incluso más que los tipos sin gusto por la moda. Sobre todo ahora que me ha encerrado en el baño a propósito justo como a Camila San. Una vez, en una clase de prevención de desastres

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naturales, nos dijeron que ante una situación de peligro, mantuviéramos la calma y que cubriéramos nuestras partes importantes si veíamos que se acercaba el peligro y como Becky es peligrosa con P mayúscula, sé que lo mejor es ignorarla, ni siquiera debo mirarla a los ojos, aunque por si acaso, me cubro la entrepierna. Le miro a través del espejo, y trato de ignorar su cara de furia mientras me lavo las manos. —Entonces Nico y tú están saliendo...—afirma pero yo no le contesto—. No te hagas idiota Cecilia, sabes que te estoy hablando. —Lo sé, no tienes que gritarme—le enfrento. Aunque por dentro me estoy muriendo de miedo. —Contéstame—se planta frente a mí, desafiante. —¿Qué te contesto? Tú no has preguntado nada. —En el fondo sabes que sí. No me hagas perder la paciencia. —Ok, para que no me aterrorices como lo hiciste con las demás chicas, te voy a decir la verdad—suspiro profundo—: Nico y yo no estamos saliendo. En realidad somos novios, que es muy diferente. Dicho todo, paso a su lado para irme, pero ella me toma del brazo y me azota en contra de la puerta del baño. Yo reacciono con las técnicas de defensa personal que Chris me enseñó hace mucho y la lanzo a ella hacia el lavadero. Becky comienza a reírse en un tono macabro, por un segundo me siento en una película de terror. —Eres una tramposa Guindi. Te metiste con Nico cuando tú misma ya tenías a alguien más. Detrás de tu cara de mosca muerta eres la más cínica de la escuela—toma un mechón de mi cabello y lo revuelve. Calma, contrólate aunque haya invadido tu espacio personal, me digo a mi misma. —No sé de qué me hablas. —¿Ah no?, ¿qué me dices de Joaquín? Y no me niegues que te revolcabas con él porque Priscila le sacó toda la verdad a Manolo y él nos dijo que ustedes se habían enredado en las vacaciones de Navidad. Mis ojos se abren de par en par. Me quedo callada porque he sido descubierta por mi peor enemigo, además de que después de todo, las Cosas no eran tan estúpidas como había pensado y Joaquín no era tan discreto como yo hubiera querido. Tampoco debo olvidarme de un pequeño detalle: ¡Maldito Manolo, hijo de su desgraciada madre millonaria! Para terminar de poner tenso y telenovelesco todo el asunto, tratando de destrabar la puerta, escucho la voz desesperada de Nico pidiendo que le abramos. —Sea lo que sea que estés discutiendo allá adentro Rebecca, debe parar. —¡Tírate a un pozo, Cortés! Él asunto es con tu nueva novia, no contigo—ella le grita y luego se dirige a mi—Mira, flacucha sin chiste, yo conozco a Nicolás mejor que tú: se va a aburrir de ti una vez que haga contigo lo mismo que hiciste con Joaquín. Lo sé porque así me pasó a mí, solo que

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ahora me va a dar mucho gusto ver cuando te deseche por otra. Sobre todo ahora, que sabe la clase de persona que eres. Todo lo que ella me ha dicho me deja en shock, sabe muchas cosas de mí y puede arruinarlo todo. Puede decirle la verdad a Nico que está afuera. Mentalmente le suplico que no diga nada, que mi novio no se entere del asunto de Joaquín por su sensual boca. Becky se separa de mí y sale del baño más enojada que yo, que me escurro por la puerta del baño y me pongo a llorar ovillada en el suelo, poniendo mi rostro en mis rodillas. Ella me tiene en sus manos: si le dice todo lo que sabe a Nicolás, puede significar el final de lo que recién comenzamos. Es decir, en un principio seria mi culpa, pero de todos modos es más fácil odiarla a ella que a mí misma. Estoy frita, no, peor aún: estoy requete muerta. En la puerta, Nico y Rebecca se hacen de palabras. Todo termina con ella mandándolo al diablo. —Ceci, ¿te hizo algo?—Nico que ha entrado me toma de la barbilla para verme llorar. Horror, debo de verme espantosa, mocosa, despeinada y sudada. Ahora ya no querrá hablar conmigo de cosas sensuales, claro, si es que quiere seguir hablándome. —Yo...ella...lo sabe todo. Por favor, no me deseches como me acaba de decir porque yo te quiero. En verdad que si— le digo entre sollozos y balbuceos. —A ver, a ver, cálmate Peque—me acuna entre su pecho y me pierdo, es el mejor lugar del mundo—. Perdón, yo la cagué. Debí haberte advertido que ella ya sabía de nosotros. —¿Cómo que ya sabía?—le miro. —Es que antes del taller me detuvo porque quería hablar conmigo. Quería saber si era verdad lo que sus amigas le habían dicho sobre nosotros, así que le dije que sí, que tú y yo estábamos muy contentos y se puso como loca, ya sabes, dijo cosas despectivas de ti que preferí ignorar porque es obvio que esta despechada. —¿Qué te dijo? —No vale la pena repetirlo, son cosas absurdas—él sonríe, pero ve que no me quedo tranquila y continua—. Dijo que andabas con otro tipo y un montón de idioteces más—no, no, no, por favor Dios, que no esté a punto de decir lo que creo que...—¿Te acuerdas del chico de cabello largo con quien bailabas en la fiesta? —¿Ajá? —Pues Rebecca dijo que él y tú habían tenido algo que ver ese día— suelta una carcajada y yo le acompaño sin muchas ganas—. En verdad que se pasa, ya no sabe qué inventar porque ese tipo y tú, pues nada que ver, ¿verdad? Mierda, que me parta un rayo ahora. ¿Qué le contesto?

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—Para nada, te digo que solo he hablado con él dos veces en mi vida— miento. Si, por enésima vez en mi relación con Nico. Él respira aliviado y hace que nos levantemos del suelo, limpia con su playera lo que queda de mis lágrimas. Me mira con ojos de borrego, como que el verde le brilla más. —Oye, por cierto, sobre lo que dijiste hace un momento...yo también te quiero—dice tímido. No lo merezco, en serio. Nico es tan...y yo soy tan.... Ugh, bueno, me lamentaré después, ahora solo me importa lo que me acaba de decir. Él me quiere, yo obviamente lo quiero a él así que ¡TRÁGATE ESO, REBECCA! Ante la afirmación de sus humildes sentimientos hacia mi persona, simplemente le sonrío y atrapo su boca lo más rápido que puedo. Nico me responde y también él me lanza contra la puerta del baño, pero esta ocasión, no es de amenaza como Becky sino es algo eufórico, apasionante y...no hay más qué decir, esto es amor. Mi cabeza me dice que algo no anda bien cuando aún besándolo veo que ya estoy sentada en el lavabo con las manos debajo de su playera del uniforme y las manos de Nico yacen en...mi...trasero—Dios, perdóname—. Lo maravilloso es que él es quien decide parar todo y decentemente me baja de donde estaba. —Siempre me pasa lo mismo contigo: me dejo llevar ¿no?—admite en una sonrisa—. Soy un bruto, perdóname— me abraza. —No, no. Está bien, yo también me declaro culpable. Dice mi mamá que siempre he tenido manos traviesas—le hago cosquillas. Salimos del baño esperando que nadie haya visto el numerito, si no, nos castigarían por semejante demostración pública de cariño y eso señores, está “estrictamente” prohibido en el reglamento escolar. Antes de que llegar a la vista de todos, Nico me toma de la mano mientras caminamos al salón y me da un beso en la mejilla. Si seguimos sin soltarnos, todos sabrán que lo nuestro es más que oficial. —Tengo miedo Nico—le digo riéndome como idiota y colgándome de su brazo. Prefiero eso a llevarlo de la mano y bueno, contrario a lo que hubiéramos pensado, no llamamos la atención para nada. Todos siguieron en su rollo como diciendo: "Ah sí, Cecilia y Nicolás andan de la mano. Es totalmente normal" —Bueno, entonces nos vemos en la noche y me cuentas cómo te fue con el doctor, ¿vale?—su manos van a mi rostro y acaricia mi mejilla. Todos presencian el momento en que Nico y yo nos besamos. Ahora sí, el hechizo de Becky parece romperse y el hechizo se rompe en todo el reino. Okay, no literalmente, pero ustedes entienden. Es como un ritual territorial, en donde Nico me toma como suya, ante todos los miembros de la comunidad y ellos parecen respetar que ambos somos territorios tomados. Bien, no me

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hagan tanto caso. He leído muchos cuentos de hadas y he visto mucho Animal Planet. —Todos nos están viendo, incluso Becky—le digo. —¡No me importa quién nos vea!—él lanza una carcajada—. El punto es que ahora, somos oficialmente "Nicolia". —¿"Nicolia"?—le interrumpo—. Ahm, había pensado en algo así como "Cecilás" o "Nicilia", tal vez. Maldita sea, ¿por qué nuestros nombres no combinaban genialmente como nuestros corazones? —Los tres suenan fatales...—hace una mueca rara—Pero de todos modos, no importa cómo nos apoden de ahora en adelante, Ceci. Esto...— aprieta mi mano—. Es lo que me interesa: estar contigo.

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CAPÍTULO 16

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Siempre había tomado a mi mamá de exagerada cuando hablaba de nosotros, sus hijos. En serio, ya saben, diciendo en cada uno de nuestros cumpleaños que somos lo mejor que le ha pasado en su vida y por supuesto, contándonos todo lo que sintió desde la primera vez que supo que estaba embarazada. Al menos yo he escuchado hasta los detalles del parto y el estado en que se encontraba la placenta en donde vivía antes de nacer. Asco, lo sé. Yo nunca he entendido eso del amor instantáneo por un hijo. He visto miles de programas en donde las madres, al ver por primera vez a los hijos, comienzan a llorar y a sollozar que los aman más que nada. Es algo fuera de mi comprensión, sobre todo porque ni siquiera creo en el amor a primera vista. Bueno, excepto la primera vez que vi a Brad Pitt en Entrevista con el Vampiro, pero eso es potencialmente diferente. Este es el día en que probablemente eso cambie, según mi mamá, ya que es mi primera consulta obstétrica. Debo de decir que de tétrica tiene mucho, ya que nunca he ido al ginecólogo. Nada más de imaginarme a un tipo viendo y escarbando mi "tesoro”, me pone muy nerviosa. Me da mucha vergüenza. No es como si fuera muy pudorosa que digamos, pero al menos necesitaría saber su nombre si el tipo o tipa me va a espiar allá abajo. Caroli hizo un excelente trabajo informándome acerca del doctor que va a atenderme, pues resulta que quien lo hará es un tipo guapo que le encanta. Es su residente en las prácticas en el hospital público en el que trabaja. Si, aquel que dice parece modelo de tinte para las canas—no sé porqué mi hermana tiene una obsesión con tipos mayores—. Nunca había visto a Caroli tan feliz, risueña y de buen humor como este día. Al menos no desde que asesinaron a la mamá de Bambi. Al principio de la consulta, Roberto—así se llama mi futuro cuñado—, me pregunta cosas que no quiero que mi mamá escuche: —¿Desde cuándo eres sexualmente activa? —Desde el veinticuatro de enero, ¿no, Cecilia?—contesta mi mamá por mí, muy profesionalmente. Típico, siempre pasa eso cuando voy a consulta en su compañía. Mi mamá se crispa al decir la fecha, ya que prácticamente apenas descubre que le mentí para salirme a tener sexo con Joaquín. Yo solía decirle que iba a todos lados con Andy y con David, pero en realidad eran puras mentiras piadosas. ¿Mi favorita? “Mañana tengo examen. Debo estudiar como loca” Es por eso que me sentí culpable y en un ataque de locura, se me ocurrió confesarle a mi familia el nombre del verdadero padre. Mi mamá estuvo aliviada de que no fuera ningún finlandés, y al menos saber se nombre le hizo sentirse un poquitín mejor. En alguien tenía que fijar su odio, ¿no?

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Como sea, luego de las preguntas indiscretas, procedemos al tan secretamente anhelado ultrasonido. Es algo que me tiene emocionada, pero a la vez, hace que me haga pis encima del miedo. Al fin sabré que esto no es un sueño o al menos que no se trata de un bebé de comida. Roberto prende el famoso ecógrafo, y pasa otro instrumento raro en mi vientre, revolviéndolo y haciéndome cosquillas. No puedo evitar reír como loca, aunque el gel pegajoso que embarró me hace sentir incómoda. —Niña, por Dios, ¡compórtate!—dice mi mamá, pellizcándome mientras esboza una sonrisa, como en los viejos tiempos. Cuando mi estupidez me permite poner atención, veo que la pantalla negra se va aclarando poco a poco. Bueno, al menos eso es lo que dice Roberto ya que según él, el bebé también se estaba moviendo mucho. Si, seguro también estaba riendo, creo. —Muy bien señoritas, al parecer todo está en orden—comenta él, y luego, señala un punto en la pantalla—. Ahora, si se fijan en donde está mi dedo, podrán ver al protagonista de la tarde: el bebé de Ceci. Yo comienzo a buscar el cuerpecito entre los espectros negros de la pantalla, pero no veo nada de nada. No creo que esa imagen sea de mis propias entrañas, más bien parece el radar de un barco busca-ballenas. —Doctor, creo que este bebé no tiene cabeza, ¿es normal? Roberto estalla en risas, Caroli hace lo mismo para seguirle la corriente, pero sé que en el fondo quiere matarme por decir lo primero que se me vino a la mente. —No, "hermanita"—señala Caroli el monitor—. Éste es el feto. ¿Lo ven? ¡Es un feto! Aunque lo que me señala es un punto, más parecido a una nuez que a un bebé. No le encuentro mucha fascinación al asunto hasta que me doy cuenta de que su corazón late desbocado. Si, justo como el mío cuando veo o abrazo a Nico. Lo compruebo más aún cuando prenden el sonido del aparato, un tum tum constante hace eco en la habitación y entonces, comienzo a creer en el amor a primera vista. Ya no hay duda, ese renacuajo negro e hiperactivo es mío y ya lo adoro más que a nada ni nadie. —Es...súper—es lo único que me ocurre decir. Algo explota dentro de mí, y no es algo que haya explotado antes. Todo parece real al ver la cosita que se mueve cada vez más rápido, como si estuviera bailando o queriendo llamar la atención. El hecho de saber que ese pequeño bailarín va a ser mi hijo, es lo mejor que me ha pasado en mi mugrosa vida. ¿Saben lo que eso significa? Que voy a poder influir en alguien completamente y alienarlo a mi manera. Enseñarle todo lo que yo siempre quise saber y aunque se escuche muy gay, quiero llenarlo de amor por todos lados para que al verme, se sienta seguro. Que sienta cuando esté conmigo que está en casa, donde quiera que nos encontremos. Al paso que va mi vida, ese niño y yo vamos a ser felices juntos, caminando hacia el horizonte al atardecer.

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Solo él/ella y yo. —Ceci, ¿no estás emocionada?— pregunta mi mamá que está a punto de llorar. Yo ya lo estoy haciendo, así que no puedo burlarme de ella. Además, creo estar soñando despierta otra vez. —Por supuesto. Más que en toda mi vida—le contesto, sonando muy madura por primera vez en muchos días. Una enfermera imprime una foto para mí y antes de que se me olvide, le pregunto al doctor lo que Andy quiere saber desde que descubrimos que estaba embarazada: —¿Es niño o niña? —¿En verdad quieres saberlo? La sorpresa es más linda cuando te enteras del sexo hasta que el bebé nace—dice mi mama. Ella qué va a saber. En sus tiempos no había aparatos tan avanzados y la sorpresa del sexo del bebé era más involuntaria que algo que planearas. Prueba de eso era mi hermano Christian, que tuvo que usar ropa rosada en su primera semana de vida porque mi mamá juraba y perjuraba que iba a tener su tercera hija. —Me gustaría saber el sexo. La sorpresa es para los tibios del siglo pasado—me limpio el gel del vientre. Caroli me hace caras, he manchado su blusa nueva. ¡Ups!, lo siento, tenía que verme decente para su novio doctor. —Aún no es posible determinarlo, solo tienes ocho semanas y los órganos sexuales aún no son perceptibles. Esperemos que en tu próxima visita te pueda tener buenas noticias. Ok, aún el bebé no se cocina adecuadamente lo que está bien, se toma su tiempo para estar lindo. Yo también tardo horas arreglándome, así que no hay resentimientos. Quedaremos en que el bebé no es rosa ni azul, sino amarillo. Amarillo como un Simpson. Debo esperar unas cuantas semanas lo cual no me molesta porque mientras tanto, puedo organizar una apuesta con Andy y David sobre el sexo del bebé. Genial, seré rica porque ellos son súper malos adivinando. Después de que Caroli coquetea un rato con el doctor y éste último me receta vitaminas prenatales, vamos directo a casa. Mi mamá está tan contenta porque nosotros parecemos felices: Caroli se consiguió una cita con Roberto y yo, tengo una foto que me prueba que tengo que madurar y como un reloj con su fastidioso tic-toc me dice que cuanto antes, Nico tiene que saber la verdad. La observo a conciencia e internamente me pregunto qué pensaría él si hipotéticamente este fuera su bebé e hipotéticamente fuera deseado. Mi corazón revolotea de felicidad solo de imaginar aquel universo alternativo en donde Nico llora conmigo al escuchar el corazón de nuestro pequeño Homero Simpson.

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La culpabilidad vuelve a lanzarme punzadas en el pecho, asĂ­ que lo decido: me doy una semana para decirle la verdad a Nico. Me prometo que antes de que ese tiempo acabe, ĂŠl sabrĂĄ todo de alguna u otra manera. A pesar de cualquier consecuencia.

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CAPÍTULO 17

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Estar tirada en la cama con mi novio, después de haber comido una tonelada de pizza, no es precisamente la idea que tenía de una cita perfecta. Al menos no hasta ahora, que los dedos fríos de los pies de Nico acarician los míos. El aire fresco de primavera entra por su ventana, haciendo que la cortina vaya de un lado a otro, haciendo apenas ruido. Ambos estamos en silencio, escuchando la música al azar de una estación de radio. —Tienes los pies helados—digo, recostada en enfrente de Nico. Él envuelve nuestros pies en las cobijas de su cama y luego, acomoda las almohadas. No sé si lo que estoy a punto de decir es lo más romántico de todo el mundo, pero hasta el olor de sus babas viejas en la almohada es celestial. Nico me acomoda entre sus brazos y besa mi frente, si seguimos así me quedaré dormida en el mejor lugar del mundo. No puedo ser más feliz. Sus padres están en una especie de retiro matrimonial o lo que sea que nos haya permitido estar solos esta tarde. ¿Para qué lo pregunto? No me importa. Después de la escuela, hemos venido a su casa y no hemos hecho otra cosa más que comer, hablar y ahora, escuchar música tirados en la cama. Lo sé, es un gran avance estar en el cuarto donde comenzó todo manteniendo la ropa puesta, ¿no? Para mí, estar así con él es perfecto. Me hace olvidar un poco el embarazo, ya que cada día me siento más cansada y mis achaques empeoran: náuseas, vómitos y calambres me atacan sin sentido. Claro, mi madre y Caroli dicen que es normal en una mujer embarazada, que simplemente soy una quejumbrosa de primera. Bla, bla, bla. El punto es que nadie me entiende. Estoy hecha pomada y no es como si pudiera gritarlo a los cuatro vientos. De hecho, cuento los días que tengo para decirle a Nico del bebé, y si mis clases de matemáticas no me dejan mentir, hoy es el día límite que tengo para confesarle la verdad. ¿Les digo algo? Me muero por hacerlo. Estoy cansada de ocultarme siempre, de ponerme ropas grandes para disimular la barriga casi invisible y de inventar escusas tontas para mis vómitos repentinos. Y hablando de ellos: —Dios, no sabía que la pizza hawaiiana te caía tan mal, Ceci—Nico espera afuera de su baño mientras yo devuelvo hasta la cena de ayer. —Olvidé decirte que…—ahí va una horcada—. Soy alérgica a la piña— otra más. Termino después de unos minutos, odiándome por arruinar el momento totalmente sereno y romántico que vivía. Antes de salir, lavo mis dientes con el práctico, pero estorboso kit anti vómitos que Andy me había armado. Tiene de todo, incluyendo cepillo portátil, pasta dental, enjuague y algunas mentitas.

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Salgo cansada y muy apenada por el horrendo espectáculo que debió ser escucharme vomitar por minutos, pero a Nico pareciera no importarle: —Uy, me encanta esta canción—sus ojos se abren al escuchar una de sus canciones favoritas y sube el volumen de la radio para ponerse a cantar— “Driving in your car, I never, never want to go home…” Su voz no es tan dulce como la de Morrisey, pero es muy divertido escucharlo cantar y sobre todo, verlo bailar. Nunca lo había hecho frente a mí. Extiende una mano, me pide que le acompañe a divagar. Con esfuerzos me levanto de la cama porque mi cadera me está matando, pero no quiero perderme este momento. —Esa canción es más trágica que el mismísimo Shakespeare— confieso en su oído— ¿“Morir a tu lado es una celestial manera de morir”? —Así es esto del amor: uno podría hacer cualquier cosa con tal de estar al lado de quién amas, incluso morir, como dice la canción. —¿Ah sí?—arqueo una ceja y le miro— ¿Cualquier cosa?—recuesto mi cabeza en su hombro mientras seguimos bailando o algo así. En realidad solo nos movemos de un lado a otro—Vaya Romeo, no sabía que eso pensabas. —Por ti haría lo que fuera—levanta mi rostro y toma mi mentón, más decidido que Edward Cullen. Sus palabras reflejan sentimientos más intensos de los que yo me imaginaba. Nunca le había dicho que le amaba, o al menos no con la densidad que mis sentimientos me dictaban y tampoco él había sido claro en cuanto a su amor hacía mí. Estaba dicho que nos queríamos, que nos gustábamos y que por supuesto, nos deseábamos, pero no era algo que hubiéramos externado ampliamente. Tal vez por miedo, o quizás porque lo único que me importa es estar a su lado, pero a pesar de que lo siento más fuerte que nada, jamás le he dicho a Nico que lo amo con todo mis dos seres. Entonces, una cuestión particular ronda mi cabeza: si yo amo a Nico, y ambos haríamos lo que fuera por estar juntos, ¿no era este el momento adecuado para decirle la verdad? ¡Bingo! No podía haber amor sin confianza, así que este era el momento ideal para hablar con él. Hubiera comenzado de inmediato, pero él dice algo que no me esperaba. Mucho menos después de haber vomitado en su baño y de verme desastrosa en mi uniforme de la escuela: —Haría lo que fuera porque… te amo, Ceci. ¿Es en serio? Me quedo sin aliento, creo que hasta con la boca abierta. Tengo miedo de contestarle de inmediato, y mucho más de cambiar de tema. Esto es algo delicado, debo ser cuidadosa con mis palabras… ¿a quién engañó? ¡No sé cómo decirle que le amo también! —Yo…yo. Las palabras me faltan, y entonces decido que lo mejor es demostrarle cómo me siento: tomó su boca y él me responde de la misma manera. Hace mi cabello a un lado, y comienza a darme pequeños besos en todo el rostro. Hago

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que nos sentemos en el filo de la cama, tomo su rostro como si fuera un panquecito y le beso despacio. Un beso a la vez, sin apresurarnos tanto como otras ocasiones. Con reservas, Nico me acaricia con delicadeza, haciéndome cosquillas. Es todo muy lento y lindo, justo como me hubiera gustado que fuera mi primera vez. Sé que nunca había pensado en el sexo de una forma romántica, pero no podía evitarlo al estar con Nicolás. Con él, el amor y el sexo pueden estar en la misma ecuación. Él besa mi rostro despacito, como si yo fuera de algodón de azúcar y me fuera a derretir con el toque de su lengua. Sus manos llegan con cautela a mí recién abultado vientre y a diferencia del día en que le di un manotazo, esto se siente tan bien. Es como si el bebé que espero, fuera de su carne y hueso. Como si fuera eso lo correcto. Sé que él intuye que algo me pasa, porque me mira con ojos de cachorro y me siento tan culpable. Entonces lo abrazo, me siento más segura. Tanto como para que cumpla mi promesa de los seis días. —Nico, hay algo que no te he dicho. Comienzo a sudar, tengo que hallar las palabras para decírselo sin que suene a que yo soy una perra que se lo ha ocultado todo. —Tú no me amas— afirma. —No, no, no es eso. Perdón por no decirlo justo después de ti, pero tenía miedo de arruinar el momento como seguramente voy a hacerlo ahora— le doy un pequeño beso—. Lo que quiero decirte es algo un poco más serio, que tiene que ver con mi pasado. —Pues habla, me estás asustando. Y como un patrón patético de mi relación con Nico, algo llega a arruinar el momento importante como siempre. Mi móvil suena en ese instante, y para colmo, suena con el horrendo grito de Tarzan. Quiero morirme, no sin antes, matar a Chris por haberlo cambiado. —¿Si?—se escucha la voz de un hombre, uno conocido. —Niña, son las seis de la tarde—dice mi papá, muy rígido. Seguro mi mamá está detrás de él presionándolo—. Tienes quince minutos para estar en la casa o te quedas sin salir una semana. —¿Una semana? Pero papá, estoy con Andy y… —Acabamos de verla haciendo el super con su mamá, esa mentira no cuenta esta vez. Así que, te quedan trece y medio. ¡Apresúrate! Y cuelga. Grito fuerte y luego de morder mi teléfono, lo lanzo a la cama en un ataque de histeria. No me puedo dar el lujo de no salir mañana, sobre todo que dado el ridículo tiempo que me dio mi papá, apenas puedo llegar a casa y lo de Nico tendrá que esperar otro día. —Es tu papá, ¿no? —El mismo—acarició su cabello—. Debo irme o si no me castiga. Últimamente ha estado muy estricto conmigo. —Podemos arreglar eso hoy mismo, más rápido de lo que dices Schaundenfreude.

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—¿Schaunde…qué? —Nada, nada. Me refiero a que yo podría hablar con tus papás. Ya sabes, para tomar confianza y conocernos. Nada formal si no quieres; quizás algo casual tipo: ¡Hey, soy Nico, el novio! Mis papás no están preparados ni para lo casual y mucho menos lo formal. Mejor se me ocurre pasar eso a otra semana, otro mes tal vez. Con la excusa de que debo irme, salimos corriendo de la casa, pero antes de arrancar, recuerdo mi celular abandonado en la cama. Regreso por él, subiendo rapidísimo y bajando a la misma velocidad mortal. Tan mortal que doy mal un paso y caigo de nalgas uno o dos escalones abajo. Así como caigo, me levanto con un fuerte dolor en el trasero. Mi padre me las va a pagar junto con Chris. Seguro que un moretón iba salirme en una pompa. De hecho, la izquierda me duele horrores pero no se lo digo a Nico, quien me lleva a mi casa, bueno, a la esquina de mi casa para que nadie pueda vernos. Me despido de él, agradeciéndole la tarde que pasamos, todo claro, antes de que llegara mi estúpido timbre a interrumpirnos mientras trataba de decirle algo importante que quizás no pueda esperar más: —¡Hey, Nico! Él me mira a través de la ventana del auto con una sonrisa preciosa, una que no le conocía. Nico espera a que yo diga algo, pero no sé si puedo confesarle en ese preciso momento que estoy embarazada de Joaquín. Estos han sido los mejores días de mi vida, y estoy consciente de que ese pequeño detalle puede arruinarlo todo. —¿Qué pasa? No le contesto, así que él se baja del auto y regresa conmigo, me mira angustiado. Este es el momento decisivo de la verdad verdadera. —¿Te acuerdas que tenía que decirte algo hace rato? —¡Ah, sí! Antes de Tarzan, pero, ¿qué era? Dímelo. Pongo cara seria, y tomo aire como si fuera mi última bocanada en la vida. Esto es como quitarse un curita: entre más rápido, mejor. Menos sangre, menos dolor. Solo dos palabras: —Estoy embarazada—suelto rápido, como cuando se lo dije a mis papás. Nico me mira serio, y busca un atisbo de vida en mis ojos. Su cara de confusión me está matando, ¿por qué no dice nada? ¿Acaso ha muerto por dentro al igual que yo? De pronto, algo sorprendente pasa: él comienza a carcajearse de lo lindo, tanto que incluso se cae al suelo ante mi mirada atónita. Esta no era la reacción que esperaba, así que no puedo evitar reírme también. —¿Qué clase de broma es esa?—el aire apenas le alcanza—. Es lo más inverosímil del mundo.

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Ay Dios, desearía que fuera una broma, porque así las náuseas no me torturarían cada mañana, y mis pantalones no quedarían tan ajustados a mi cuerpo. —¡Pff, por supuesto que es una broma!—sonrío inocente, pero tengo un nudo en la garganta—Me has atrapado. —Eres la peor bromista de la historia, mujer—me da un beso una vez que ha recuperado la respiración. —Por eso te adoro: siempre encuentras la manera de hacerme reír—me abraza, y hasta se limpia las lágrimas que se le han escapado de la risa. Se despide nuevamente de mí y sube a su auto aún con una enorme sonrisa. Antes de entrar a la casa veo que dobla la esquina, le digo adiós a lo lejos. ¡¿Qué demonios voy a hacer ahora si cree que todo es una broma?! Al llegar, es obvio que mi mamá pregunta por qué tengo cara de asco y estoy toda arrugada. Voy directo a explicarle, pero olvidan preguntar en dónde estaba o con quién. Tal vez lo sospechan, así que sin decir nada, voy a mi cuarto. Me preocupo un poco porque mi trasero me duele cuando camino, pero no me siento diferente fuera de eso, así que me recuesto sin problemas y me pongo a llorar sin razón alguna. Soy una sensible sin remedio y me odio. No tardo en quedarme dormida, y en toda la noche no puedo evitar soñar con Becky. ¿El sueño? El mismo que me ataca desde siempre: Nico botándome para irse con ella. Todo claro en una especie de escena de Glee. Lo curioso esta vez, es que todo termina conmigo cayendo una y otra vez por las escaleras. De hecho, en el sueño siento que todo el cuerpo me duele. Entonces, siento a media noche que Caroli me zarandea para que me despierte. —¡Deja de gemir!—me dice, irónicamente, gritando.—Llevas toda la noche retorciéndote en la cama. ¿No me digas que viste de nuevo aquella película de terror con David? —Pues no, pero si tengo pesadillas—le digo preocupada y adolorida. Además, me doy cuenta en ese momento de que he hecho algo que no hacía desde los once años. Siento mis cobijas mojadas. ¡Me he orinado! Veo que en la obscuridad, Caroli retuerce una mueca de asco cuando escucha lo de mi pequeño accidente. —¡No puedo creerlo, eres un cerdo Cecilia!— se levanta para prender la luz. Al abrir mis cobijas para salir a cambiarme de pijamas, lanzo un grito horrorizada. —Caro, esto no es normal ¿verdad?—le digo mostrándole mi mano, que tiene un poco de rojo. De inmediato ella ve que efectivamente estoy sangrando y alcanzo a escuchar que llama a mis papás mientras me dice que no me mueva. Yo como siempre que estoy en una situación de emergencia, me bloqueo. Incluso cuando veo qué es lo que potencialmente está pasando, mi vientre comienza a

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dolerme aún más, como si fuera sugestión o algo así. En cámara lenta veo que mi mamá llega completamente angustiada y mi papá, tan sereno como ya es costumbre en él, me carga en brazos. Chris ya está montado en la camioneta cuando todos salen en pijamas para llevarme al hospital. Sé que hemos llegado porque escucho por todos lados "Dra. Guindi esto…", "Dra. Guindi ¿es su hermana?", "Dra. Guindi, ¿hace cuánto que está sangrando?" Cuando escucho eso, salgo de mi silencio y comienzo a llorar histérica, pero mi mamá trata de tranquilizarme. Por suerte, Rob, mi ginecoobstetra personal, está de guardia y llega rápido a revisarme. No quiero que le pase nada al bebé, en realidad, —saltando lo desastroso que ha sido el embarazo en mi vida — creo que él y yo nos hemos divertido bastante. —Tranquila, el bebé está bien—dice Rob y mi mundo se vuelve a levantar—. Por lo que se puede ver en el ultrasonido, hay un poco de desprendimiento de la placenta, eso explica el sangrado ¿Hiciste algún esfuerzo? Pues no tanto, lo único que hice fue vaguear con Nico y lavar mi uniforme después, pero entonces, comienzo a relacionar todo, todo: los achaques, la caída y el duro esfuerzo de lavar mi ropa. —Me caí—confieso. —¡Porqué no dijiste nada!—mi mamá me grita delante de todos. —No sé, no fue tan grave. Solo un moretón en la pompa y ya. Rob me regaña: que debo tener más cuidado, que ahora soy más vulnerable y bla bla bla. Eso ya lo sé, soy floja pero no idiota. Aunque si, en un principio no le di importancia a esa pequeña caída porque en el mundo hay mujeres a las que les pasan más cosas y no parecen sangrar en pleno embarazo por eso. —Tendrás que guardar reposo—Rob advierte—. Si acaso podrás levantarte al baño hasta que nos aseguremos que todo está bien. Es terrible pero tiene razón. No podré ir a la escuela aunque eso no es lo malo, lo que me preocupa además del bebé es que no podré hablar con Nico y romperé mi promesa de los seis días. —Desde que llegó al salón, se la ha pasado fastidiándome y preguntando en dónde estás— me dice Andy por teléfono al día siguiente. Sigo en el hospital y no puedo moverme ni para acomodarme en la cama. —Dile que me operaron de apendicitis y que como estoy internada, nadie puede pasar a verme excepto mis familiares directos—le pido, inventándole cualquier excusa estúpida. —O mejor aún, dile que tengo un virus “come carne” o algo así y que si se acerca, se le caerá la cara. No sé, invéntate algo. —¿Que no le había dicho ya lo del bebé?—pregunta al fondo David, quien por cierto, no me habla directamente porque le oculté lo del embarazo.

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Se le pasará, lo sé. —Dile al entrometido ese que no me creyó del todo. Además aún me queda un día. Consuelo de tontos. Es como si milagrosamente quisiera prolongar ese único día que me queda y extenderlo hasta el infinito como en maldito Buzz Lightyear, pero no puedo. Nico me ha llamado mil veces pero no he contestado, no quiero enfrentar la realidad. La cama del hospital parece más segura, sobre todo porque ni mamá ni Caroli se han despegado de mí todo el día. Además, todos son muy amables conmigo solo por ser hermana de la Nazi: las enfermeras me sonríen, los practicantes guapos me guiñan un ojo cada que pasan a revisarme, en fin. Soy la linda niña embarazada. Ya casi para caer la noche, aún no tengo noticias de cuándo me darán de alta, lo que significa que tendré que echarme a reposar mientras veo lo mala que es la televisión abierta, haciendo el zapping cada cinco minutos. Si, justamente como estoy ahora. —Deberías arreglarte un poco—me dice una enfermera amiga de Caroli, mientras me revisa el suero. —¿Porqué?, ¿vienen los internos otra vez?—levanto una ceja intrigada, algo cero sexy y me suelto el cabello. —No, para nada—suelta una sonrisa picara—. Tu novio llegó a visitarte. —¿Cuál novio?, yo no tengo novio. Bueno—susurro en su oído—, si tengo, pero él no sabe que estoy aquí. —Yo creo que sí lo sabe. Allá afuera charlando con tu mamá está un chico alto y muy guapo. ¿Será en verdad él? Lanzo un grito al pensar en la respuesta. Si Nico está cerca de mi mamá puede llegar a ser peligroso. —Tengo que salir—bajo un pie de la cama pero Perla, la enfermera, me detiene. —No debes moverte. —Rob dijo que podía ir al baño, así que si voy a donde está él, equivale más o menos a esa distancia. Y así sin más me bajo de la cama, cubriéndome la abertura del trasero de la bata con una mano y con la otra jalando la base de la bolsa del suero. Camino despacito pero no menos rápido, justo para llegar a la escena que más me temía. ¿Porqué rayos nadie nunca escucha a Andy? o mínimo, ¡¿porqué ya nadie le tienen miedo a las bacterias come-caras?! ¿Qué no saben que el Holocausto Zombie se puede propagar por situaciones así? Al llegar al pasillo, presenció la escena que más me temía. Siento horrible cuando veo cómo mi mamá manotea enfrente de Nico, le está gritando demasiado fuerte por lo que todo el mundo está atento al escándalo. Él la observa con miedo y confusión extraña. Una chispa se enciende en sus ojos cuando ve que llego con esfuerzos a dónde discuten. —¿Ceci? —me llama él con cara de angustia.

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Me doy una idea de lo que está pasando. —¿Qué pasó?—pregunto tranquila. —Pasa, Cecilia, que este desgraciado se ha atrevido a venir hasta aquí y le estoy diciendo lo que pienso—dice con su voz diabólica. —Por su culpa, estás como estás. ¿Te parece poco?—nos grita a ambos. Mi mamá de verdad impone, tiene cara de la Virgen María pero debajo, es la reencarnación del mal. Por lo tanto pasan unos segundos para que Nico o yo le contestemos algo. Es como estar en un concurso de la televisión: el tic, tac del reloj se vuelve a imponer en mi cabeza, comienzo a sudar como un cerdo. Mi mamá, Nico y todos los chismosos esperan una respuesta, y yo lo único que tengo para ellos es nada más y nada menos que nada. Adrenalina pura. —Señora, con todo respeto, no he podido ni siquiera entender todo lo que me ha dicho... —Si mamá, ¿qué onda?—le hablo como si nada pasara, si le demuestro miedo me va peor. —Mira, mejor cálmate y ve al cuarto mientras yo hablo con...—detiene mi mano, que ya la llevaba a un lado. Mentalmente rezo para que ella se quede callada. Que se enoje tanto y no pueda siquiera hablar para terminar de cagarla pero... —No hace falta que me digas quién es este. Seguro que es el incauto que te embarazó. Aún así la caga. —¡¿Qué?! ¡¿Estás embarazada?! Pero, si tú y yo no...ya sabes— suelta Nicolás alarmado, haciendo que su gruesa voz se haga chillona. Me mira de inmediato el estómago, y luego pasa sus manos a la cabeza. Sus ojos se hacen vidrio, parece que quiere llorar tanto como yo. Si lo sé, lo físico entre de él y yo jamás llegó a concretarse en su cuarto. Me siento tan mal en ese momento: comienzo a sentir que el aire me falta, además de una necesidad tremenda de gritar que todo el mundo se calle, pero no puedo ni siquiera hablar para defenderme. De nuevo estoy bloqueada, aunque eso no le importa a mi mamá que comienza a manotear de nuevo enfrente del ahora, pálido Nico. Quiero decirle la verdad a mi madre, pero mi cabeza comienza a emitir un pitido molesto que me nubla los oídos y hasta la visión. —Por favor muchacho, no me vayas a salir con que tú no tienes nada que ver en el asunto, o que no sabías que si tienes relaciones con alguien, cosas como estas pueden pasar. De una buena vez te lo digo Joaquín, no te vas a librar de esta M-E-Q-U-I-E-R-O-V-O-L-V-E-R-C-H-A-N-G-O. —¿Joaquín?—escucho que Nico lo pregunta, y sus ojos, llenos de furia, se dirigen hacia los míos buscando explicación alguna—. Yo me llamo Nicolás, señora—contesta él a duras penas.

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Mi mamá dibuja una gran “O” con su boca y apenada, baja la mirada al piso. Antes de siquiera tratar de explicar algo, siento que todo se pone negro y que un gran agujero se abre en el piso. —Nico, yo...—alcanzo a decir antes de que mi cuerpo choque con el mugroso suelo del hospital, comprobando que ahí no había un jodido agujero. Simplemente me he desmayado.

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CAPÍTULO 18

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¿No es horrible cuando estas soñando cosas agradables y de repente, te despiertas queriendo volver a dormir? Cierras tus ojos y los aprietas fuerte, fuerte porque tienes la estúpida esperanza de que haciendo eso, tu mente diga: "Ah claro, te regreso a la parte en donde te quedaste" y de repente, vuelvas a dormir para continuar con aquel sueño perpetuo que quisieras que jamás acabe. Bueno, a mí me ha pasado, pero todo lo contrario durante varias noches. Las pesadillas y sueños extraños han jugado con mi mente de manera horrible, haciendo que al puro estilo de las películas de Freddy Krueger, me niegue a dormir. Ni los zombies ni Rebecca tienen la culpa esta ocasión, más bien ahora si fue cosa mía. Una escena escabrosa y un chillido tras otro se escuchan cada que consigo caer en el sueño. Creo que de no ser por la situación que atravieso, Caroli ya me hubiera sacado del cuarto a patadas desde hace varios días. Despierto con un tremendo dolor de cabeza, además de que tengo un sabor rancio en la boca—dice mi mamá que así sabe la hiel, supongo que es algo científico—. Casi puedo jurar que así se despiertan los borrachos todos los días cuando se debaten entre ir a rehabilitación o no. Yo también llevo algunos días debatiéndome entre ir o no, pero a la escuela, no piensen mal. La verdad es que últimamente no me dan ganas de nada, ni siquiera de molestar a Chris o de hablar con mis amigos. No es que quiera estar triste a propósito. Esto que siento es involuntario, aunque sí, yo contribuí para estar en este estado. Así que para darle un nuevo, dramático e inesperado giro a mi vida, esta mañana he decidido ir a pesar de que aún me duele todo: mi cuerpo, mi mente y sobre todo, mi corazón. Ajá, suena extraño, ¿no? En realidad nadie en el mundo se ha muerto por amor o la pérdida de este. Es solo que este amor que yo perdí era diferente. Me lo repito una y otra vez desde aquel día en el hospital en donde, en un minuto tenía todo y luego nada de nada. Detengo mis telarañas mentales lo más que puedo. Si me pongo sentimental y esquizoide no querré ir a la escuela jamás. Me preparo rápido para ir a clases, y veo que mi familia secretamente se alegra porque he decidido salir de mi encierro, incluso mi mamá me da más dinero para el almuerzo y mi papá me lleva sin poner peros. Si estuviera en modo normal trataría de sacarle provecho a la situación, pero ahora eso no me importa. Sé que debo concentrarme, sobre todo distraerme con lo que en realidad eran mis prioridades a principios del año: mis amigos, la escuela, las tareas o no sé, quizás también una campaña en contra del sexo entre los adolescentes. Para estas fechas ya debí tener algún tipo de asociación, o mínimo, haber hecho una

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marcha alrededor de la escuela. En serio, no sé en qué rayos estaba pensando cuando me acosté con Joaquín. De eso sí me arrepentiré toda la vida. Cuando llego al salón, rechazo la idea entre lo que pude hacer y no hice por tonta. No es hora de lamentarme por nada, más bien para comenzar a tomar cartas en el asunto. Debo ponerme al corriente en todas mis clases y materias si quiero salvar el año. Seguro con eso tengo para olvidarme de todo un rato hasta que lo veo, él me ve. Hace más de una semana que no lo hacía. —Siento raro que Nico y tú se miren con odio—Andy suspira y yo le acompaño, dirigiendo mi mirada hacia otro punto del salón. No puedo ver el rostro de Nicolás. Siento tanta vergüenza de hacerlo, incluso más que cuando me vio desnuda. No merezco estar siquiera cerca de él porque soy la mierda más grande del mundo y apesto más que tres costales de estiércol. Respiro profundo y al mirar de reojo, veo que Iker me lanza una sonrisa tristona como forma de saludarme. Se la regreso y entonces, recuerdo su famoso mantra: así es la vida. —¿Qué le voy a hacer, Andy?, así es la vida. Es lo que hay por ahora— repito, regresando mi mirada a los apuntes de David que estoy copiando de pies a cabeza. —Sé que voy a sonar muy mal por esto que te voy a decir porque soy uno de tus mejores amigos, pero...—David tuerce una mueca—te dije que no la cagaras, Cecilia. Te lo dije miles de veces, bueno, dos para ser exactos y si Nico te odia no es por nada. Tú contribuiste a tu propia desgracia. No estoy de humor para uno de sus regaños retrospectivos. Me dedico a escribir tan fuerte que las letras se marcan en la hoja siguiente. David no para de hablar, al igual que Andy que no deja de asentir haciéndome entender que tiene razón. Lo sé, ¡maldita sea!, no necesitan acosarme. —¿Ves esto?—agito mi puño enfrente del rostro de David, debo lucir amenazante—Este, es el puño de hierro. Si no te callas y me dejas seguir copiando tus apuntes, puede que canalice mi rabia e inestabilidad emocional en mi puño y lo mande directo a tu tras... —Vale, tranquila—él baja mi puño—. Yo solo te digo lo que Nico le dijo a Andrea aquí presente. Además, es mi obligación como tu amigo decirte que fallaste para que no vuelvas a cometer el mismo error en el futuro. Me lo agradecerás algún día Ceci, yo sé lo que te digo. Bien, él tiene un buen punto, así que guardo mi extraña necesidad de violencia para otro día. La verdad, no hace falta que me repitan que fue mi culpa, que soy una mentirosa y que por eso me pasa lo que me pasa. —Si ya sé, he aprendido la lección a la mala. No necesitas decírmelo— paro de escribir—. Ahora, en este estado de epifanía y meditación en el que me encuentro, quiero pedirles disculpas porque quieran o no, también a ustedes les mentí e incluso también los metí en problemas. Andy vuelve a asentir porque, derivado de mi hospitalización y sus causas, su mamá le mandó a hacer un millón de pruebas de embarazo, además

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de que ahora solo puede estar con Iker ante la presencia de su hermana, la chaperona del demonio. Y qué decir de David, que lo enviaron el fin de semana a un retiro espiritual para reafirmar sus valores de "no sexo antes del matrimonio" con chicos ñoños y además, aburridos. Le dieron un anillo de castidad aún más grueso. —Espera, ¿epifanía?—pregunta Andy—. Yo más bien diría que estas en estado de depresión. Yo sí te perdono, mejor dicho, no tengo que perdonarte nada. Sabes que aquí el ofendido y moralista siempre resulta ser David—se dirige a él luego—. Mírala, ¿no ves que esta tan mal que ni siquiera se peinó?— me acaricia como si fuera un perro. No sé de qué habla, yo no estoy tan deprimida y además, si me peiné...un poco con los dedos ayer por la noche. —No soy moralista, Andrea. Solo quiero que se den cuenta de que lo que hacemos siempre tiene consecuencias—dice él. Sus sabías palabras son una prueba más de que David es la conciencia del equipo. Es el Pepe Grillo de Andy y mío. Sin él ni sus consejos, estaríamos probablemente en el limbo de la sociedad estudiantil. Si, aún más abajo. El día transcurre en aquella honorable escuela. Pasa la hora del almuerzo, la clase de matemáticas e incluso la de arte, pero no se preocupen, Nico pidió cambio de compañera de trabajo así que no hay drama de por medio. Solo trazos inestables y tal vez una que otra miradilla de odio por parte de Nicolás que según Iker, siente que debe estar alejado de mí. No me importa, tendré que soportarlo solo dos meses más hasta que voilá, todos vayamos a la universidad y comencemos nuevas vidas y nuevos dramas. Al terminar las clases, cada quién se va a su camino: Andy y yo nos dirigimos al salón de baile, aunque yo solo voy a darme oficialmente de baja al taller. No estoy físicamente apta como para contonearme a mí antojo y ellos no pueden esperarme: la competencia es en tres semanas. David me acompaña a la salida cuando dejamos a Andy en el salón de baile, pero antes de salir de la escuela, me tenso: en la parada de autobús se encuentra Nico. Es decir, no tendría que representar mayor inconveniente dado que me la pasé todo el día ante su presencia, pero sin esperarlo, me dirige la palabra: —Cecilia, ¿puedes venir un momento? Uy, dijo mi nombre completo y todo el mundo sabe que decir el nombre completo solo significa una cosa: —Vaya, creo que tienes un problema—susurra David. Escondo mis ganas de hiperventilar y de ovillarme en el suelo. Miro a David, quiero que se invente algún pretexto para llevarme con él. No sé, alguna tarea o alguna estupidez que nos aleje en la primera ruta de autobús que pase. —Te dejo, yo me voy a casa—dice David, haciéndole el alto al autobús. —No me dejes sola—le digo sin hablar para que Nico no me escuche—. O al menos lánzame a los coches para ser arrollada. No quiero estar aquí. Pero por más que suplico, David parece no entender.

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—Dile lo que le tengas que decir, discúlpate y se acabó. Si él está aquí es porque quiere las respuestas de tu boca, no de la de tu mamá o de Andy que ha hablado bastante a tu favor. Vamos, que se note que estás en tu momento de epifanía—y se sube al autobús dejándome sola. Si, s-o-l-a. Al diablo lo de epifanía, ni siquiera sé qué signifique. Está de más decir que estoy súper nerviosa, tengo ganas de llorar conforme camino hacía Nicolás. Él ni me mira, es más, se muestra fastidiado porque tardo mucho en llegar. Ajá, como si pudiera caminar más rápido sin sentir dolor. Finalmente me planto torpemente frente a él, estoy temblando y mi estómago suplica por devolver. No sé qué decirle, ni cómo comenzar a platicarle todo. La verdad, no tengo nada para romper la tensión porque hay un enorme iceberg entre nosotros, grande y estorboso. Ninguno de los dos dice nada en un principio, sin embargo, no hace falta ningún sonido. Es como si ambos supiéramos que lo nuestro se fue a un carajo casi desde que mi mamá dijo Joaquín en el hospital. —Pues, hola—lo saludo, pero el muy grosero no responde. Es de esperarse su reacción, no me sorprende para nada, eso sí, no puedo evitar sentirme incómoda. Quiero salir corriendo ya y regresar a la seguridad de mi cama, en donde Nico no está enfrente de mí pidiéndome respuestas con la mirada. —¿Cómo estás?—pregunto titubeante, pero es por rutina. —Creo que bien—responde, pero luego hace una pausa larguísima. — De hecho, estoy un poco curioso ahora que me preguntas. Te esperé porque me gustaría saber una cosa. —Claro, lo que quieras. —Bien, Cecilia. La verdad es que quiero terminar todo esto siendo sinceros, quizás sea la primera vez que lo hagamos. Te pido de favor que no omitas nada, y que por primera vez en tu vida, seas sincera conmigo. Sabía a dónde quería llegar. No iba a admitir del todo que era una mentirosa, porque no era verdad al cien por ciento. Nico me observa a los ojos, pero yo desvío la mirada. Me siento tan culpable, y de hecho, creo que por eso no quería enfrentarlo en primer lugar. Nico de todos modos continúa, no hay forma de que pueda leerme la mente. —Para empezar, quiero saber por qué me escogiste a mí. —No entiendo, ¿te escogí para qué?, ¿para ser novios, para ser mi pareja en la clase de arte o cómo? —No, me refiero a que tuviste que analizar bien tus opciones antes de trazar todo aquel plan maquiavélico y casi perfecto, ¿no? Yo tengo varias teorías en mi cabeza, pero tú eres la única que sabes la verdadera razón. —Te juro que me perdí. No sé de qué me estás hablando En serio, esta vez no me estoy haciendo la tonta. —Quiero saber qué viste en mí porque, al menos Jorgito estaba más disponible que yo. Él te seguía todo el tiempo y hasta donde sé, eres algo así

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como el amor de su vida, así que, ¿por qué no lo escogiste a él para ser el papá de tu bebé? Comienzo a reírme. Esa teoría de telenovelas en la voz de Andy no sonaba tan descabellada, pero viniendo de parte de Nicolás incluso suena ofensiva. —Ahora entiendo: piensas que traté de embarrarte a propósito con el asunto de mí embarazo, ¿cierto?—pregunto y Nico asiente de manera seria. Entonces, quito la sonrisa. Me cree capaz de hacer algo tan horrible. Maldita sea. Andrea y sus conocimientos sobre dramas mexicanos tenían toda la razón. Nico, no es estúpido, es demasiado obvio que piense lo peor de mí. Aunque algo dentro me decía siempre que él jamás se enteraría de nada y que si lo hacía, lo comprendería todo de pies a cabeza. Y si, en el más fantástico de los casos, me aceptaría con todo lo que representaba andar conmigo. ¡Vamos Ceci, criemos a ese bebé juntos y seamos felices! Más bien ahora, la estúpida de la situación fui yo. —Mira, en verdad lamento haberte mentido. Si te dije que era mi primera vez fue porque... —Tu vida sexual es algo que no me importa—escupe las palabras una por una—. Si eras virgen o no, es asunto tuyo y probablemente del imbécil de tu novio Joaquín, que supongo que ahora que todo se descubrió, se hará cargo del problema en que se metieron. Lo que acaba de decir me ha matado, en serio. Quiere decir que oficialmente me odia tanto que me terminó y me emparejó de paso con el otro, el más astuto de todos. Mi novio eras tú, me digo bajito, tratando de contener las lágrimas de nuevo. Sé que ya no éramos nada, pero aún así duele como una patada en las bolas. —No fue como si yo lo hubiera planeado todo, ¿sabes? Si dije lo que dije, fue porque quería estar contigo con todas mis fuerzas y pensé que omitir algunos detalles, era la única manera de hacerlo. —¿Omitiendo detalles? Vaya, al menos ese término me reconforta— se sonríe irónico—. Yo pensaba que si habías cedido en mi casa tan rápido era porque en realidad te gustaba y no porque quisieras que te "embarazara" por accidente— dice rápido, con su jodida boca envenenada y sus ojos no se pierden mi reacción. ¡No!, no acaba de decirlo. Incrédula por los varios significados hirientes que contiene su frase, le contesto rápido, mi boca está a punto de lanzar espuma de la rabia que recorre mi garganta. —Yo no sabía nada de mi embarazo cuando pasó lo que pasó entre tú y yo—comienzo con los dientes cerrados porque una extraña ira me corroe—. De haberlo sabido nunca me hubiera atrevido siquiera a tocarte, eso te lo juro. Me enteré poco tiempo después y bien sabes que es verdad porque me mantuve alejada de ti, pero tú me buscaste, y en realidad...

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—Sí, te busqué pero eso no te dio derecho a ocultar algo como un embarazo, Cecilia. ¿Acaso creías que iba a ser tan fácil?, ¿esperabas que nunca nadie se enterara? Ah, espera, ¡todos los sabían menos yo! En este punto, tengo un buen argumento. Lo practiqué durante semanas, debo decirlo de rápido y sin chispa de miedo, pero de un momento a otro, todo se me olvida. —Iba a decírtelo aquel último día en tu casa...—me interrumpe otra vez. Comienzo a encabronarme. —Me siento tan idiota —se voltea, dándome la espalda. —Nunca en mi vida me había sentido tan bien con nadie antes que contigo. Ni siquiera por Rebecca llegué a sentir lo que sentía al estar contigo. Lo sabes porque te lo dije y te lo demostré lo más que pude. Lo peor de todo, es que no sé si eso fue lo que te dio la pauta para que me hirieras como lo hiciste. ¿Herirlo a propósito? Nah, esa jamás fue mi intensión. Yo no voy por la vida tratando de destruir vidas ajenas, ni que fuera terrorista. Eso es prácticamente inconcebible para mí. —Yo te quería y ahora, solo puedo pensar que tu nunca sentiste lo mismo. —¿Bromeas? ¡Te quiero tanto que me duele que digas lo contrario!— digo exaltada. —Entonces si me querías, ¿por qué me mentiste? No sé si lo recuerdas, pero ¡yo mismo te pregunté si era cierto lo que Becky me había dicho y lo negaste!—me grita, bueno, más bien grita a otro lado y la gente nos voltea a ver. Trágame, madre tierra. Me siento como un perro aporreado. —Lo negué porque Becky quería entrometerse entre nosotros, ya sabes que nunca le caí bien y siempre te reclamó como suyo a pesar de que ya no eran novios. —Tienes razón, pero al menos ella fue sincera, despechada o no—lo admito, eso fue un golpe bajo—. A pesar de eso, me doy cuenta que Rebecca y tú son muy parecidas, más de lo que crees. Cecilia, la niña buena y que se hace la tonta. La que siempre se queja de la forma de ser de Rebecca, termina siendo exactamente igual a ella. Es cómico ¿no? Aunque la verdad, viniendo de tu parte, la traición me dolió más. —Yo no te fui infiel. Lo mío con Joaquín pasó mucho antes de lo que tuve contigo, así que no me puedes comparar en ese aspecto. Bueno, estoy progresando: al menos no niego mis errores, ahora, los justifico. ¿Eso no cuenta? —Sé que me voy a arrepentir por decirte esto, pero si hubieras tenido la confianza para acercarte a mí a contarme lo que te pasaba...yo podría haber sido el papá para el bebé que esperas. Sin embargo, lo hiciste pasar todo como una mala broma e incluso ahora te justificas tranquilamente. Perdón que te lo diga, el solo hecho de verte o escucharte, me molesta—dice frío.

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Esto es demasiado, mi amor hacía él se ha ido por el caño. Nicolás tocó un punto, uno muy sensible para mí en estos momentos. Si no puede perdonarme, me vale un carajo. No me importa, tengo mejores cosas y mayores pérdidas por las cuales lamentarme aunque no lo crean. —Escucha bien, es la única vez que te voy a decir esto porque sí, tienes razón: te fallé, así que mereces una explicación razonable—suelto enojada. Me preparo mentalmente para lo que voy a decir y en verdad me alegro de ser capaz de contestarle algo, a pesar de que me estoy muriendo por dentro: —Sí, mentí al decirte que no era mi primera vez, ¡supéralo! Tú también me ibas a utilizar ese día, y tal como lo hizo Joaquín me hubieras abandonado si te hubiera dicho que el bebé era tuyo aunque, ese nunca fue mi plan. Si no te dije nada sobre mi embarazo, fue porque tenía muchísimo miedo de lo que iba a pasar en mi vida. Suena estúpido y ahora lo sé, pero era miedo al fin y al cabo. Ni siquiera mi mamá lo sabía, así que no te sientas tan especial ni te hagas la víctima—respiro, hablar golpeado me cansa demasiado—. No me parezco a Rebecca, porque a diferencia de ella, yo no voy por la vida viendo a quién le jodo la vida. Mucho menos lo haría contigo, que representabas de pies a cabeza lo que siempre soñé en un hombre...hasta el día de hoy—comienzo a llorar—. Y antes de que comiences otra vez a insultarme discretamente con tus juegos de palabras, solamente déjame decirte dos cosas: uno, no serás el papá de nadie. Perdí al bebé dos días después... Al confesarle esto, Nico abre los ojos como platos y es muy claro cuando pasa un nudo en la garganta, al igual que yo. Seguro que Andy no le dijo nada al respecto. —Ceci, lo siento mu... —Y dos, —no dejo que me interrumpa—eres un pendejo que no sabe el significado de la palabraquerer. Ahora, solo verte y estar contigo, me enferma. Doy media vuelta, me alejo llorando alto y pidiéndole al cielo que el autobús que acabo de parar me lleve a casa, lejos de todo. La verdad aunque me aleje de Nico y de lo que me acaba de decir, aún tengo un recordatorio muy importante conmigo. Me levanto con cuidado la blusa del uniforme y busco debajo la cicatriz que me punza y me duele incluso cuando respiro. Cada que la veo no puedo evitar sentirme sola o pensar en que ahora, jamás tendré al bebé conmigo. Me maldigo a mi misma por todo lo que pensé desde un principio cuando me enteré que esperaba un hijo. Recuerdo bien que había mencionado las palabras castigo divino, pero no, bórrenlo entonces y pónganlo aquí. Perdí a Homero, y todo ese amor inmenso que llegué a sentir, también se fue a un carajo, a pesar de que dice mi mamá que en un futuro tendré muchos hijos. A mí no me importan esos muchos otros, en realidad yo quería este bebé con todas mis fuerzas, pero no estuvo en mis manos decidir eso. Sigo llorando, este ha sido uno de los peores días de mi vida.

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Una compañera del salón que va también en el autobús, me sonríe en el asiento continuo cuando ve que voy llorando. —Debes tener más cuidado con la herida, las operaciones son delicadas—se levanta de su asiento y toca el timbre para bajar en la siguiente esquina. —¿Cómo te enteraste? —El maestro Cazares nos dijo que te habían operado de apendicitis así que, ¿cómo sigues? Sí, claro, esa era lo que mi mamá se había inventado y Caroli, se había encargado de que el doctor expidiera un conveniente certificado médico para la escuela. No sé qué tan legal sea eso, pero era una buena forma de que nadie se enterara. —Mi apéndice desapareció, se supone que debería estar bien—le devuelvo la sonrisa—, pero me siento peor. Muchísimo peor, me repito bajito. Ella se baja sin ponerme más atención, pero yo me quedo. Ya no quiero llorar así que tomo todo lo que tengo dentro y lo guardo meticulosamente en esa cajita de mi conciencia llamada olvido, esperando que se quede ahí sin molestarme por algún tiempo. Eso sí, me costará mucho trabajo. Miro hacia atrás y me declaro oficialmente causante de mi desgracia, aunque sigo pensando que Nicolás es un imbécil. Mencionó la palabra fácil.

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CAPÍTULO 19

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Hay un dicho sabiondo que dice que si la vida te da limones, hagas limonada. Otro, que si te da la espalda, le agarres las nalgas. ¡Al diablo con esa frase! En realidad, son dichos campiranos inventados por gente mediocre que piensa que la vida es muy fácil. Aquí entre nos, puedo decirles que yo he tratado de hacer de todo con los jodidos limones y las nalgas de la vida, pero aún así sigo estancada en lo mismo. Ya saben: depresión, opresión o como quiera que le llamen a eso de sentirse triste la mayor parte del tiempo. No es una tristeza que se pueda opacar cantando a Cat Stevens una tarde entera. Esta vez presiento que es algo terapéuticamente más serio. A pesar de todo eso, hoy no es precisamente un buen día para actuar suicida o psicótica, menos cuando mi mejor amiga está a punto de vivir una de sus glorias soñadas. —¡Rómpete una pierna Andy!—alcanzó a gritarle, y ella me manda un beso. Creo que en las películas gritan eso para desear buena suerte a la hora de salir al escenario. Han pasado tres tortuosas semanas y estamos en el Concurso Intercolegial de Baile Estatal. Suena importante, ¿verdad?, aunque no es tan espectacular como los concursos de baile de la televisión. Sonrío al despedirme de mi amiga solo para no poner mi cara obvia de tristeza, sobre todo porque antes de irse, me ha dicho algo muy cierto: —Cómo me hubiera gustado que tú también bailaras hoy. Andy tiene razón, deberíamos estar juntas, pasando exactamente por lo mismo: tonteando por los nervios de salir a escena, sacarnos fotografías con esos disfraces ridículos que diseñó Becky. Cagué todo, incluso mi participación en el condenado concurso al lado de mi mejor amiga. Me dirijo a las gradas del gran auditorio junto con Iker y David un poco antes de que comience el evento. Apartándonos los lugares, está un chico, no sé quién es. Olvidé su nombre. —Cada día eres más astuta a la hora de ignorarlo—susurra Iker en mi oído. El presentador ha comenzado, los aplausos impiden que escuche hasta mi pensamiento, o en este caso, la afirmación dramática de Iker. —¿A quién dices que ignoro?—pregunto, haciendo que él suelte una carcajada. —A Nicolás. Mi mejor amigo, tu ex novio, derramaban miel, etcétera, etcétera. Si lo recuerdas, ¿no? —Ah, claro. Él...—señalo a Nicolás deliberadamente, rodando los ojos. Nico voltea mirándome feo, no puede creer que le haya lanzado mi famosa mirada de odio. No me importa lo que piense de mí, mucho más si

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como dijo Iker, lo ignoro desde hace días. Es lo único que puedo hacer en este caso: pasar de él para no sentirme mal. Hacer como que no existe se me da muy bien. Iker no puede evitar reírse ante mi desplante y me alborota el cabello para tratar de molestarme. Juro que si no fuera ya parte de la manada, ya mismo me hubiera encargado de regresarle su broma con uno de los trucos que Chris me ha enseñado. Me olvido de la venganza hacia Iker cuando presentan al primer grupo, que por el recatado atuendo es obvio que son de la Preparatoria Católica del Centro. No bailan mal, pero la falta de movimientos sexys y la canción de "Jesús es la Onda" seguro les restará puntos. Es obvio, la mayoría de los jueces son hombres. Además, por la cara que ponen al escuchar la canción, seguro también son ateos. Los demás grupos van pasando uno a uno, seguidos de muchísimos aplausos y porras de sus respectivas escuelas. El despliegue de talento y parafernalia es apabullante, haciéndonos saber al instante que se gastaron el presupuesto escolar en glitter y mallas de baile. Después de ver otras actuaciones, todos ponen atención al que parece el grupo estelar de la tarde: el Colegio Español—No sé porqué cada que escucho ese nombre, siento que saldrán bailando flamenco—, las grandes favoritas del concurso. Ante todo el alboroto, parecido al que arman las estrellas de rock cuando se presentan, el ensamble entero ejecuta su rutina de manera impecable. De hecho, lo hacen tan bien que me da miedo que sean la competencia de mi escuela. —Santa Madre de España, esas majas son buenas. Además, esa Violeta no está nada mal —nos dice David. —Ok, ¿y Violeta es...? —Ella es la principal del Colegio Español. No preguntes cómo lo sé. Ni creas que la he estado acosando en el Facebook o algo parecido. No quiero seguir investigando las fijaciones de mi amigo por alguien extraño, así que aguardo paciente el turno de la escuela. Después de un buen rato esperando con mi amigos y con, ehm...Nico, llega el momento esperado: el turno del H. Colegio Colinas de Santiago, léase, mi escuela adorada. Todas salen al escenario como siempre encabezadas por Becky. Lucen muy lindas, casi amazónicas, aunque la mayoría aún parecen unas niñitas, en especial Andy que parece la mascota del equipo por pequeñita. Se posicionan, y a la señal de la "Jefa Apache", la voz de Lady Gaga inunda los oídos de todos los asistentes. Cuando escucho las primeras notas, grito eufórica acompañada de mis otros dos amigos. Quizás exagero, pero la piel se me pone de gallina cuando comienzan a bailar. Casi de inmediato, veo como Iker saca una manta que dice "Andy, eres lo máximo" con letras enormes y fluorescentes. Mientras veo toda la coreografía y lo bien que lo están haciendo, no puedo evitar imitar sus pasos de baile y entonces, comienzo a sentirme mal de nuevo. Lo sé, me he lamentado tanto todo este capítulo, pero mi cajita del

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olvido anda descompuesta estos últimos días. Sin darme cuenta de repente tengo ganas de llorar y antes de que pueda evitarlo, el nudo en mi garganta hace que algunas lágrimas salgan a flote y que me quede sin voz, pero sigo aplaudiendo ante todo. Me da vergüenza estar llorando en un momento tan importante, por así decirlo, pero no puedo hacer nada para evitarlo. Por eso me limpio las lágrimas y demás fluidos con mi suéter nuevo. Porque si, parte de mi cambio consiste en usar mi propia ropa, no la de mi hermana. En un movimiento para buscar algo de mi bolsa con que limpiarme, me doy cuenta de que Nico me está viendo llorar. Genial, lo que me faltaba, esa mirada tristona heredada de su mamá. Cincuenta por cierto odio, cincuenta por ciento lástima. Disimuladamente él dirige su mirada hacia dónde bailan las chicas. Menos mal, prefiero que le vea el trasero a Rebecca. Es más, ¡que regrese con ella si quiere! No me importa mucho, creo. Iker que está en medio de los dos, se da cuenta del duelo silencioso. De cualquier manera no dice nada, solo mueve la cabeza en señal de desaprobación y me abraza por un costado. Solo falta que luego me dé un sermón como David y no, juro que en ese caso si lo agarro a golpes. Estoy harta de las charlas motivacionales que no ayudan en nada más que para darte cuenta de que a pesar de todo, sigues siendo infeliz. En fin, me centro a ver de nuevo el baile, aunque claro no con el mismo entusiasmo de antes. Después de todo, ¿cómo podría?, mi depresión ha arruinado todo en estas últimas semanas: reuniones, salidas al cine, cenas familiares, etc. La verdad es que empiezo a enfermarme de todo eso. Comienzo a perder mi genialozidad. Cuando la actuación de la escuela termina, me doy cuenta que solo he visto la mitad del número y que no me dio tiempo de criticar siquiera un poco. Además de que David me ha roto los tímpanos por lanzarle porras a Andy. En resumidas cuentas, esto ha resultado ser un verdadero bodrio. Hubiera sido mejor ver la repetición en el canal local, hundida en la comodidad de mi cama y mi bolsa de Doritos con queso. En fin, como los demás equipos no me importan mucho, salgo a comprar algún bocadillo para matar el tiempo hasta que los jueces digan quién es el ganador. Digo, de alguna manera tengo que comerme esos Doritos, ¿no? Todo pinta bien en la cafetería del lugar, hasta que una linda señora se forma detrás de mí, ni más ni menos que con un niño en brazos. Vale, eso no tiene nada de malo, pero para que sepan, últimamente he desarrollado una extraña aversión a los bebés de todas las edades. Lo descubrí mientras veía “Mira Quién Habla” con Chris, que no supo cómo manejar mi ataque de repentino llanto un domingo por la noche. El bebé me ve con sus ojitos hechos agua, parece que acaba de llorar. Entonces, cuando le lanzo mi segunda mirada de odio en el día, él se queda estático unos segundos y luego me suelta la sonrisa más linda y sin dientes del planeta. Yo me paralizo. —Dile "Hola" a la nena—le dice la madre, pero antes de que el bebé diga pio o haga alguna gracia, salgo de la fila.

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Corro lo más lejos que puedo de ese olor a bebé y a leche que de repente me provocan náuseas. Si no vomito es por dos cosas: uno, la vergüenza de devolver delante de todos los padres de familia y dos, Nico llega a donde estoy. —¿Estás bien?—pregunta preocupado. Solo ruedo los ojos y de nuevo, paso mi suéter para limpiar las lágrimas que sin querer se me han salido. —Sí, fue solo una reacción alérgica a tanta gente—saco un pañuelo de mi bolsa y me sueno la nariz fuertemente, pero ni con ese desagradable acto Nicolás parece retirarse—. Ya puedes irte, te dije que estoy bien—le digo enojada, pero sigue sin hacerme caso. Ya sé qué se trama. Seguro cree que estoy así por él, aunque, en parte si es por eso que estoy tristona y cabizbaja. Ahora de seguro quiere verme sufrir, está aquí para burlarse de mi o, en el peor de los casos, se muere porque le pida perdón. —No voy a irme si estás llorando. —Podrías hacerlo, no es como si yo te importara mucho. Además, creí que te causaba repulsión estar conmigo ¿no?—odio mi voz en ese momento. Los mocos me hacen escuchar pésimo—. Digo, incluso te cambiaste de compañera en la clase de arte, así que no sé qué rayos haces aquí tan “preocupado”— me limpio de nuevo las narices. —No podría sentir repulsión por ti. Aquel día dije eso porque estaba enojado contigo. Sabes que me hiciste mucho daño, y que no es fácil perdonar ese tipo de mentiras. Cómo si no lo supiera ya. ¿Acaso Nico quería una fiesta de "Perdóname, te quiero y no vuelvo a embarazarme de otro"? —Eso lo tengo claro—comienzo, con la voz sonándome horrible porque tengo un nudo en la garganta—. Bien sé que la cagué contigo y no hay vuelta atrás, para ti o para mí. Yo perdí mucho con todo este asunto así que, si yo puedo sobrevivir con esto, tú también puedes irte tranquilo dejándome sola. Después de todo, el ofendido con esta situación fuiste tú, así que...vete. Mis palabras lo han dicho todo. Nicolás asiente con la cabeza y da media vuelta para dejarme sola. Vaya, eso fue…descorazonador, por decir lo mínimo. De hecho, toco mi pecho, escuché que algo se rompió. Aún así no hay razón para llorar más en ese momento porque por muchas lágrimas que derrame, no haré que las cosas cambien. La prueba está en que Nico me dio la razón. Se fue así, alto, griego y orgulloso. Soy una bestia, ¡¿cómo lo dejé ir por mis estupideces?! Algo me dice que vaya detrás de él, y que me tragué el orgullo pidiéndole perdón de forma humillante para que regrese conmigo, pero yo misma sé que no vale la pena, así que regreso a donde están los demás. Obviamente Nico no regresó a los asientos. —Llegas a tiempo—dice David—. Están a punto de anunciar a los ganadores.

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—¡¿Qué?! ¿Tan rápido están los resultados?—pregunto, ante las miradas de enojo de mis amigos, casi quieren arrancarme la cara—Esta bien, solo no me muerdan. Al parecer estar deprimida altera tu noción del tiempo y el espacio. ¿Cuánto tiempo estuve llorando? ¿Una hora o algo así? —De hecho el auditorio esta rentado hasta las seis de la tarde, así que después de esa hora sueltan a los perros—dice David que curiosamente, está cruzando los dedos de las manos. —No es necesario que crucen los dedos. Las de la escuela van a ganar, lo presiento— dice Iker, aún con su manta entre las manos. —Pero las del Colegio Español han ganado el primer lugar desde hace varios años así que la tenemos difícil—le digo, haciendo uso de mi pesimismo emocional a pesar de que quiero que mis compañeras salgan ganadoras. Entonces Iker cambia su cara y lanza la manta a un lado para tomarme de las manos. —Es cierto, crucemos los dedos entonces, Ceci. Y ahí nos tienen a los tres, tomándonos de las manos como unas niñitas—Bueno, yo soy una niñita pero ellos no, se ven muy graciosos—, con nuestros ojos vidriosos y la plegaria a flor de piel como en misa de domingo. —¡Dios, si existes, danos una señal!—dice Iker, todo dramático. —¡Haz que la escuela gane!—le sigue David. —No lo hagas por el demonio de Rebecca. ¡Apiádate de la dulce y angelical Andrea!— remato yo aquella plegaria grupal. Es hora de la verdad, ya han dicho los lugares del fondo pero nosotros queremos el primer lugar ¿no? Rebecca no se ganó el repudio estudiantil por un tercer lugar. En ese momento, Nico llega con nosotros y en lo que creo es el espíritu esperanzador de la tarde, me toma la mano y me sonríe. Mi corazón sube y baja por mi garganta como un elevador hasta el ridículo punto del mareo. De nuevo, el mundo se detiene, es como si yo fuera otra persona. Me pierdo en sus ojos y estoy segura que él también lo hace en los míos. Antes de que me dé cuenta o que alcance a importarme, el presentador vuelve a hablar: —Y ahora, el Secretario de Educación, nos dirá quienes son el primero y segundo lugar de la competencia….

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CAPÍTULO 20

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Todo mundo en el auditorio está a la expectativa del ganador de aquel concurso. Todos excepto yo, claro. Mi corazón está vuelto loco, tanto que simplemente tengo ganas de… ¿vomitar? —sí, típico de mí—. Y no es para menos, la mano calientita de Nico aprieta la mía mientras esperamos el resultado. Ese Secretario de Educación se está haciendo el interesante, y por mi puede hacerlo todo lo que quiera. Es la primera vez en semanas que me siento bien. Es como si de repente el hueco en mi corazón desapareciera y en cambio, se hubiera cubierto con el extraño gesto de Nico. Esperen, el Secretario al fin se decidió a hablar: —Antes que nada, debo decir que ambos equipos hicieron una labor extraordinaria. El trabajo en conjunto es esencial en el desarrollo de una sociedad y deben saber que…— Bla, bla, bla. El tipo este es un aburrido y todos comienzan a abuchearlo por la tardanza. ¿Porqué simplemente no dice quién carajos ganó? Vaya, estoy poniéndome de mal humor. De repente me he vuelto un poco intolerante con las sorpresas. —No te preocupes. Ellas van a ganar—dice Nico con media sonrisa—. Me hubiera gustado que estuvieras con ellas haya arriba. —Igual a mí. No sé cómo reaccionar, bueno, a veces los hombres pueden ser bipolares y honestamente, no sé qué se trame Nicolás con todo esto. De todos modos, bipolar o no, me ha traído de vuelta a la tierra media del amor en donde babeo y me pierdo en otro mundo. En donde todo parece perfecto, o al menos, en donde él y yo parecemos estar “bien”. —Bien, ahora lo que todos quieren saber: los ganadores del Concurso Intercolegial de Baile Estatal de este año son…— me duele la mano, en verdad que Nico aprieta fuerte — ¡El Colegio Español! —¡Sí!—grito seguido del anuncio y todos mis acompañantes me miran como queriéndome asesinar—Es decir, ¡nooo! ¿Ven? Tener a Nico tan cerca me provoca idiotez impulsiva. Entonces, si el Colegio Español ganó y ahora mismo están subiendo al escenario a recoger su trofeo de falso oro blanco, ¿dónde rayos quedaron nuestras plegarias, Dios? Ah claro, en el mismo lugar en dónde dejó las mías cuando le pedí que me ayudara en el hospital. En fin, gracias por nada. —Esta es una reverenda mierda— dice Iker enojado— ¡Que cuenten los votos!—comienza a gritar agitando el puño, queriéndose subir a las taquillas del auditorio, pero Nico me suelta y lo tranquiliza. —No es como si fuera una elección presidencial, hombre, tranquilo. —¿Tranquilo? Las del Colegio Español traían menos ropa, seguro ganaron por eso ¡Jurado vendido!

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—Tampoco es un partido de futbol Iker—David le dice. Antes de que la cosa de ponga seria con Iker, Nico se lo lleva afuera de la sala del auditorio y nosotros, una vez resignados por el ridículo segundo lugar, nos dirigimos a dónde están las participantes de la escuela. A pesar de todo, se notan felices y contentas con su trabajo, incluso abrazan a las del Colegio Español como si fueran compañeras del mismo equipo. A eso le llamo yo verdadero espíritu deportivo. Yo estaría diciéndoles hasta de lo que se van a morir. Si, justamente lo que está haciendo Becky en ese momento. Andy sonríe a todo lo que da mientras conversa con la famosa Violeta, hasta que claro, llegamos David y yo, que la interrumpo con un tosido. ¿Qué les pasa a esas dos?, Andrea solo se puede reír conmigo. —Tú solo puedes reírte conmigo—suelto sin abrir los dientes. —¿Qué?, ¿de qué hablas?—me mira extrañada, creo que lancé mi hostilidad en voz alta—. Como sea, chicos, quiero presentarles a... —Violeta Araiza. Encantado de conocerte—David interrumpe a Andy para, literalmente lanzarse a los brazos de la bailarina que solo sonríe ante el entusiasmo de mi amigo. Ambos nos presentamos con ella, parece ser muy simpática y divertida. Parece de esas chicas que se notan son buenas amigas, con las que te puedes pintar las uñas o trenzar el cabello. Honestamente tiene potencial para entrar al círculo de amigos. En ese momento me doy cuenta de que la manada ya es más grande. Antes éramos solo los perdedores de Andy, David y yo, pero con Iker y...Nico, la familia crece hermosamente. No es como si por el apretón de manos y la sonrisa, Nicolás me vaya a ganar de nuevo, no. Es simplemente que tenerlo cerca me hace sentir bien. Recuerdo viejos tiempos en los que él y yo descubríamos las mieles del amor en su cuarto, aquellos en donde... —¿Ceci?, ¿entonces irás o no?—pregunta David. Vaya. Al menos evitó que me pusiera más romántica. —¿Ya nos vamos a casa? Les digo, el tiempo se me va volando. Ni siquiera me enteré de lo que estaban hablando. —Si, a la mía—dice Violeta. Mi rostro de confusión perpetua, (Es que admitámoslo, la mueca de desagrado ya esta indeleble en mí) hace que la chica me explique lo que se trama y son cuatro palabras muy simples: fiesta-en-su-casa. De inmediato muestro mi renuencia para ir porque... —No creo que sea buena idea. Saben que las fiestas no dejan nada bueno—les advierto. —Vamos Ceci, tienes que ir. Debes dejar a un lado tu depresión y salir a explorar el mundo. Además, sería una de las últimas fiestas con los chicos de la escuela—suplica Andy. Tiene razón pero prefiero irme a casa a comer Doritos y nada me hará cambiar de opinión. En plena plática, Iker llega con un pequeño pero hermoso

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ramo de flores para Andy, y está, hace orgullosa las presentaciones entre su novio y Violeta. Todo está bien, al menos hasta que inocentemente Nicolás llega a escena y los ojos de la chica parecen prenderse y apagarse como maldito árbol de Navidad. Una alarma suena en mi interior, es tan fuerte que hasta me zumban los oídos. ¡Alerta de lobo acechando el rebaño—Bueno, mi ex rebaño—! Incluso, la desgraciada esa me hace a un lado para presentarse con Nico, que reacciona como si nada ante el ataque de semejante lagartona. Olviden lo del potencial de amiga, esta tipa quiere guerra. —Ok, entonces si Ceci no va, primero la llevamos a su casa y luego nos vamos a la casa de Violeta—sugiere Iker y de repente, mi mente comienza a jugarme chueco. Puedo imaginar a la tal Violeta encima de Nico toda la fiesta, bailando, coqueteando y todo eso. Incluso puedo imaginar su boda y a sus lindos y hermosos hijos. Con las cejas pobladas igual que ella y esa carita de mosca muerta que se carga. Comienzo a producir tics constantes en mi ojo izquierdo y antes de que comience a imaginar la noche de bodas, decido abrir la bocota para apuntarme a los planes. —Cambié de opinión. Después de todo, las fiestas son divertidas. ¿Creen que me voy a perder de todo? Todos, aún sorprendidos por mi ataque bipolar de la tarde, emprendemos el camino a la fiesta luego de intercambiar direcciones, teléfonos, twitters, ADN, etcétera. Nos movemos en el Volkswagen de Iker, todos amontonados y apretados, llenos de los brillos del disfraz de Andy. Después de pasar a casa de todo el mundo a avisar como niños buenos que saldremos de fiesta, llegamos al lugar de reunión. Por cierto, la casa está ni más ni menos que en una de las zonas más acomodadas de la ciudad. Sí, claro Violeta, embárrame en la cara el hecho de que aparte de alta y atlética, también eres rica. Ella llega y como buena anfitriona nos ofrece un buen lugar en el bar de su patio, cerca de la enorme alberca que poco a poco se va rodeando de adolescentes ya salidos de la pubertad. Ajá, así como todos nosotros. Conforme van abriendo las botellitas de refresco con vodka, la conversación entre ellos se torna más amena y loca. Yo me aparto disimuladamente, solo echándole un ojo a Violeta que no puede evitar pasar dos segundos sin tocar a Nico de una u otra manera. Honestamente, esta es una prueba de que soy masoquista porque, yo no debería estar presenciando esto. ¡No señor!, pero mi autoestima está por los suelos. Bueno, mejor dicho, más allá de los infiernos. Luego de un rato, no aguanto más y me voy al baño, lejos de todos. A nadie le importa mi ausencia, creo que están un poquito cansados de mi actitud depresiva y en verdad lo entiendo. Hasta yo me aburro conmigo misma. Entro a la casa a husmear un poco y me topo con fotos de Violeta con toda su

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familia. Me da tanto coraje que como nadie me ve, comienzo a ponerlas boca abajo. —Creo que esa es mala idea—dice una voz detrás de mí. Mierda, ¡no hay crimen perfecto! Se me suben los colores de la vergüenza y volteo soltando una sonrisa, lista para decir lo siento. Al hacerlo, me encuentro con un chico que carga una bolsa repleta de la basura de la fiesta. Se nota igual o más alterado que yo. Supongo que la facha de nerd lo explica todo. —Perdón—suelto al fin, regresando una de las fotografías a su lugar. —Está bien. Letty no es tan bonita como ella cree—él levanta las fotografías. ¿Letty?, ¿quién rayos es Let...? Bueno, olvídenlo. Sé muy bien de qué me habla cuando en una de las fotos veo al chico al lado de Violeta. Es más que obvio que son hermanos y por la cara que se carga, se ve que no le da mucho gusto que un puñado de extraños hayamos invadido su casa. No se detiene ni un momento y sigue acomodando el desastre. Siento pena por él, así que le ayudo a arreglar al menos los retratos que hice a un lado. —Sé cómo te sientes. A mí tampoco me gustan las fiestas—le digo, ayudándole a llevar la bolsa. Él suelta una carcajada cargada de ironía y lo miro feo. No estoy para bromas. —Y entonces, ¿porqué estas aquí si no te gustan las fiestas? Es decir, no me molesta tener quien me dé una mano, pero debo preguntar. —Por presión social, anti depresión, celos. Llámalo como quieras, el punto es que aquí estoy, más a fuerzas que de ganas—comento mientras lo sigo hasta la cocina. Finalmente, él cierra la bolsa y se sienta en la barra. —Ustedes los adolescentes, ¡son tan dramáticos! El chico tiene razón aunque, no confiaría mucho en alguien que luce de la misma edad que yo. Aún así, me siento a su lado cuando me hace un espacio en la barra. Ok, esto es raro, incluso para mí. La familiaridad no se me da desde hace mucho y sin embargo, heme aquí, charlando con un desconocido como si nos conociéramos de toda la vida. —Por la cara que tienes y la forma extraña en la que suspiras cada que miras hacía el patio, puedo decir que sufres de un mal de amores, ¿no es así?— pregunta mientras nos alcanza una bolsa de ¿Doritos?—. Anda, cuéntame. Estas cosas siempre son interesantes—me ofrece uno. No sé cómo, ni en qué momento, la verborrea indiscreta comienza a salir de mi boca. Confesión tras confesión, Dorito tras Dorito. No puedo parar: Nicolás esto, Becky la desgraciada aquello, en fin. Cuando me doy cuenta, ya he llegado a la parte en que perdí a Homero y comienzo a llorar. Lo hago bajito, no como antes que lo hacía desesperadamente, deseando algo que ya

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no podía tener. Hasta ese momento, llego a la conclusión de que ya le conté toda mi vida y ni siquiera sé cómo se llama. —Leonardo, — contesta cuando se lo pregunto—pero puedes decirme como quieras, no me importa mucho—me extiende una toalla de cocina para limpiarme los ojos llorosos. —Pues Leo, yo soy Cecilia Guindi y esa fue mi triste y patética vida. ¿Alguna pregunta o sugerencia? —Uhm, la verdad que no—se baja de la barra—. Aunque, en primer lugar me es difícil comprender tu situación. —¿ Ah sí? —Usualmente las niñas bonitas como tú, no tienen tantos problemas con las relaciones: si salen de una, entran a otra de inmediato. Los hombres normalmente no son escasos para ustedes— ¿Bonita? En serio, de repente comienzo a sentir que el rojo se me sube a la cabeza y por mi reacción, él pasa por lo mismo—. Eso sí, ahora me doy cuenta que tú eres la excepción a todo eso que la televisión y el cine nos ha vendido desde hace años: las chicas lindas también sufren por amor. Dios, por favor solo espero que no comience a decirme cosas lindas, "Eres mi cielo" y todas esas cosas porque saben que sucumbo fácilmente. Y además, ahora que lo veo, Leo no es feo—Eso rimó—. No se parece a Violeta, ni mucho menos heredó la misma uniceja que ella. De hecho, la forma en la que mira hacía el horizonte es sumamente interesante y soñadora. Pero… ¡basta! No quiero ponerme más romántica y hormonal. —He llegado a la conclusión de que sufro porque yo me lo busqué. Debí alejarme de Nico una vez que supe que estaba...ya sabes—hago un arco en mi estómago para señalarle lo obvio. —Quizás no alejarte, pero debiste hablarle derecho y decirle por lo que estabas pasando. Ponte en su lugar, y entenderás entonces porqué se sintió traicionado. Pff, dio en el clavo, así que comienzo a sentir un poco, solo un poquito de empatía hacía Nicolás. No tanta como para perdonarle que esté bailando pegado con Violeta, pero ustedes entienden. —Si he de darte un consejo, te diré algo que el cuarteto Liverpool nos dejó como legado... —Claro, claro—le interrumpo—“Todo lo que necesitas es amor”, ¿no? O ya sé: es malo comparar a una chica llamada Lucy con el LSD. Leo se sonríe, no es algo tan atractivo, pero es tan adorable que podría morir. —Ehm, no. Me refería más bien a “Déjalo ser”. A veces la vida es una mierda, lo sabemos, pero, ¿te imaginas si nos atormentáramos cada segundo por eso? No podríamos vivir en paz, ni siquiera para disfrutar las pequeñas cosas como el canto de las aves, las luchas de la WWE o comer comida chatarra

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con una extraña en la cocina de tu casa, mientras tu hermana liga con su ex novio. —Auch, eso dolió. No tenias que recordarme que tu hermana trata de aprovecharse del tipo que me gusta. Ambos volteamos y vemos a Violeta encima de Nico, a tres segundos de robarle un beso. Maldita sea, ¡esta tipa es rápida! —Mira, si Mico... —Nico, se llama Nico—lo corrijo con una sonrisa. —Como sea, si él te dejó y si no supo perdonarte, entonces debes dejarlo ir tú a él. Todo en la vida tiene una razón de ser y aunque nos duela, tenemos que afrontar las consecuencias de nuestros actos. Tu misma lo has dicho—entonces, Leo remata con algo sumamente intrigante y filosófico:— Ahora, te pregunto a ti: Cecilia Guindi, ¿estás dispuesta a dejarlo todo atrás? Me quedo observando pensativa hacia el patio, en donde algunos chicos yacen medio borrachos, medio felices. A lo lejos veo a Nico, riéndose de lo lindo con Violeta y mis demás amigos. Ellos disfrutan su adolescencia, ¿por qué yo no hago lo mismo? Milagrosamente, aunque es obvio que he sido sustituida por esta noche, no parece molestarme. Simplemente siento que es lo correcto, él y yo probablemente no tenemos un futuro juntos. Ahora creo estar preparada para mandar el pasado atrás, así que solo asiento ante la pregunta de Leo. No será algo fácil, y de hecho tengo miedo, pero supongo que estaré bien. Leo me sonríe de nuevo y yo impulsivamente me lanzo a darle un abrazo prolongado en agradecimiento. No malinterpreten, la verdad es que no sé cómo pagarle porque él ha hecho lo que nadie ha podido en estas semanas: abrirme los ojos, animarme y sobre todo, no sentir lástima por mi patético yo. Juro que si no fuera demasiado, incluso hasta lo besaba—Bueno, es solo una sugerencia—. Me retiro de la fiesta. La verdad, el hecho de que ninguno de la manada me haya buscado me tiene muy decepcionada, pero por primera vez no haré drama. Me iré sin decir nada, sin saber siquiera el desenlace de lo que pasa entre Nico y Violeta en esa fiesta. Le digo adiós a Leo, que me acompaña a la salida del fraccionamiento, no sin antes pedirle su teléfono y su Facebook para localizarlo porque en realidad, los chicos como él nunca sobran. Lástima que no estoy buscando precisamente a alguien que me consuele de forma romántica, al menos no ahora…o en los próximos diez años. Realmente, como dijo, no soy de las que sale en una relación para entrar en otra. Primero debo sanarme, quitarme la mugre que llevo cargando conmigo desde hace semanas. ¿Así se siente la madurez? ¿Leo me ha contagiado ese espíritu positivo con solo un rato de charla? No lo sé, no me interesa saberlo, me da flojera pensarlo. Ahora, conforme camino, lo único que me importa ahora es saber cómo rayos regreso a casa.

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CAPITULO 21

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Han pasado varios días desde aquella revelación que me abrió los ojos. Varios días desde que caminé dos tortuosas horas hacía mi casa, sin nadie que me llevara, pero en fin. Ese no es el punto que quiero tratar. Ciertamente, conocer y hablar con Leo me ayudó de una manera que jamás hubiera imaginado y si, mi vida volvió casi a la normalidad. Ya saben: ver tele como adicta, decir idioteces, fantasear cada vez menos con Nico, tontear en la plaza comercial con mis amigos y sobre todo, tratar de buscar la siguiente cosa que me haga feliz. Bajo esa premisa es que, aunque no lo crean, acepté salir con Leonardo. Obviamente exclusivamente como amigos, nada romántico. Después de “facebuckear” con él durante días, acepté ir con él a un concierto que se daría en su universidad. Le dije que si solo porque me viene bien rodearme de universitarios, porque el próximo año seguramente yo seré parte de esta parte de la población. Además, con Leo todo está muy claro y relajado…nada serio. —Hoy te ves muy bonita—me dice Leo, mientras nos detenemos un momento en la fila de los boletos. Él también se ve lindo, lo admito. Sus rizos lucen geniales y peligrosamente sedosos. Sus ojos son más marrones, su boca más...ok. ¡Nada romántico! Recuérdalo Cecilia. —Aw, gracias. No le doy pie a otra cosa porque, estúpidamente, siento que le estoy siendo infiel a Nico. Cómo si le importara un bledo mi vida. Últimamente lo he visto súper raro en la escuela. Por supuesto, no me habla ni me voltea a ver, y hasta se esconde de mi sin darme la cara, como si estuviera yo apestada y la verdad, no es justo; yo me baño a diario. Andy e Iker se hacen los occisos, creo que definitivamente saben que lo nuestro está perdido y ni siquiera quieren mencionar su nombre en mi presencia para que yo no me haga ilusiones. Escuché que él y Violeta están saliendo, así que supongo que simplemente Nico me ha superado. —¿Por qué esa cara?—pregunta Leo cuando me escucha suspirar profundamente. Le miento, diciéndole que estoy cansada por los exámenes finales y también, dado que los universitarios fuman como una chimenea, mis pulmones han entrado en shock. Me siento mal porque Leo es un buen chico, pero estoy en un punto en el que si bien, no sigo sufriendo de amor, tampoco puedo abrirme a nadie más de forma romántica porque aún duele. —Es por Nico que estas así, ¿no? —pregunta cuando la primera banda comienza tocando covers alternativos de Coldplay.

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Maldita sea, ¡¿porqué tenía que ser esa banda?! Me hace recordar tantas cosas que indudablemente me ponen en estado emo, sobre todo al escuchar "Yellow", una punzada recorre mi pecho al recordar a mi amarillo Homero. —No sé de qué hablas. —Sí, es por él—reafirma despreocupado. —Creo que me equivoqué al traerte aquí entonces. —¿Qué? Espera, creí que éramos algo así como amigos o que estábamos en camino de serlo. Lo conozco hace apenas dos semanas, estábamos progresando para consolidar una buena amistad. ¿Qué fue lo que cambió ese hecho? ¿Algo hice mal? —Lo sé, yo también creí lo mismo, pero...me gustas—Leo grita a través del ruido de la batería para que pueda escucharle. Maldita sea, sabía que mi belleza algún día sería mi maldición. Leo me toma de la mano y me saca del bullicio para hablar. —Pensé que las niñas del tipo de mi hermana no eran de mi total agrado, pero no puedo evitar sentirme atraído por ti de cierta manera y eso no ayuda nada a una amistad—él mira a todos lados, menos hacía mi. Esta muy apenado, se le nota—. Tarde o temprano querré ser más que eso, y no estoy seguro que llegues a estar lista muy pronto, así que saldré herido y tu historia se repetirá en mí. Vaya, si no me dice que le gusto probablemente pareciera que me está juzgando por ser una niña mocosa como Violeta. Pero de cierta manera, Leo tiene razón. Me sonrojo un momento porque voy a ser sincera con él de la misma manera: —También tú me gustas. Me agrada estar contigo, y a diferencia tuya, tú si eres mi tipo—le miro con desdén y luego sonrío. Por un momento me siento como en "Orgullo y Prejuicio". ¿Qué sigue? ¿Comprometernos en matrimonio luego de dicha confesión? Nah, es una vil broma —La cuestión aquí, Leo-Leo, es que he andado medio loca estos días con todas esas cosas que me pasan y honestamente, tengo miedo de entablar relación hasta con mi sombra. Nos quedamos callados un rato incómodo, esperando a que alguno de los dos diga otra cosa, pero es más que obvio que si no he dado yo el paso de cortejo, tampoco Leo lo dará. Esto es muy raro, parece que vivo en un libro de tips femenistoides sobre las relaciones de pareja. Gracias al cielo, Leo es un tipo genial que retoma la conversación de manera natural, sobre temas igual, o más maduros que él: —Entonces, cuando mi mamá se dio la vuelta, le saqué la lengua a "Letty" y jamás le di la cabeza de su Barbie—me dice Leo en una carcajada. Estoy que me muero de la risa con su charla. No sé exactamente qué es lo que está contando, pero su risa es tan divertida y contagiosa, que me pierdo de manera muy absurda en la conversación. Hasta se me olvida que trataba de ligar conmigo. Seguro seremos buenos amigos.

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La música y los grupos siguen tocando uno a uno. La charla es tan genial que hasta me siento otra persona. Bueno, al menos hasta que a lo lejos, veo a Nico. No, no estoy loca ni es un espejismo provocado por el humo del cigarrillo porque incluso Leo también reconoce a la chica que va con él…es Violeta. Tengo la sensación de que a veces mi ciudad es un pañuelo, y odio que sea tan pequeña como para que Nico y yo estemos en el mismo lugar junto con nuestras “citas”. Por suerte, no están en plan romántico, y de hecho, creo que van acompañados con amigos de Violeta, así que bueno, eso me reconforta un poco más. —Ok, esto se está poniendo serio y con tintes sumamente dramáticos— admite Leo—. ¿Quieres quedarte? Pienso qué responderle. Lo más fácil—dramáticamente hablando—es quedarme y dedicarle en silencio a Nico, las canciones de soft rock que está tocando la banda mientras maldigo hasta el día de mi nacimiento, pero ¿es realmente necesario hacer tanto escándalo? Pues no, así que supongo que debemos irnos. Lo hacemos cautelosos, aunque es inútil porque por un segundo, entre el mar de gente, la mirada de Nico y la mía se cruzan sin remedio. ¡Estúpidos momentos sacados de una película! Ahora va a creer que estoy siguiéndolo. Leo me lleva cuando se lo pido, y vamos a cenar algo para no desaprovechar que me he arreglado más de lo normal. Desgraciadamente, los planes se nos arruinaron un poco, pero a pesar de todo, me la paso muy bien al lado de Leo. —Estoy muy orgulloso de ti—me dice al llegar a mi casa. Apenas puedo pensar, mis anginas estan llenas de las hamburguesas que comimos. Leo se sienta con esfuerzos en la acera y yo le sigo. Aún es temprano para el toque de queda con mis papás. —¿Lo dices en serio o es sarcasmo? —¡Por supuesto que no es sarcasmo! Manejaste muy bien la situación hace rato. Si “Letty” hubiera estado en tu lugar, se hubiera puesto a dedicarle en silencio las canciones de soft rock que estaba tocando la banda, mientras maldecía hasta el día de que nació, así que…al menos, tu forma de actuar fue mucho más madura de lo que esperaba—se alza de hombros—. Solo digo… —Sí, bueno—toso un poco al pensar que Leo leyó mi mente—, hacer eso hubiera sido muy patético, ¿no? Jamás se me hubiera ocurrido…— comienzo a reír nerviosa. La conversación termina cuando las luces de mi casa se encienden, señal de que mi mamá o mi papá están espiando lo que hago. —Ese es Nico, ¿verdad?— escucho que Leo repite obviando el tema de mis padres, y mi risa se apaga. ¡¿Otra vez el mismo tema?! En serio, me voy a enojar mucho con él por aferrado. ¡¿Por qué tienen que ser así los hombres?! Que si perdiste la virginidad con otro, que si me mentiste, que si es él. Estoy harta, en serio.

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—Supéralo, Leonardo. Ya te dije que Nicolás y yo hemos terminado para siempre. Él y yo no.... Me interrumpe. —Ehm, si eso lo sé—dice Leo en un tosido incómodo—. Solo te preguntaba si es Nico aquel que acaba de estacionarse enfrente de la calle— señala con un dedo. Miro hacía esa dirección y si, efectivamente, Nico baja del Volkswagen de su mamá y se dirige directamente a mi casa. Lo juro, me va a dar algo. Si no me desmayo, mínimo me hago pis. —Mejor nos vemos otro día—se despide Leo de mí, muy rápido, con un tímido beso en la mejilla—. Ustedes tienen mucho que arreglar... Ni siquiera pude disculparme con él por mi comentario fuera de lugar. En el camino, él se topa con Nico y ambos comparten una mirada rival estilo Edward Cullen y Jacob Black. Típico, rivalidad masculina ante todo mientras que la idiota y despistada protagonista observa egoísta aquella escena de celos y poder territorial. Aunque si he de admitir algo, debo decir que ahora no quiero ser Bella Swan. —Bella Swan, ¿qué?—pregunta Nico extrañado cuando llega a mi lado. Ups, de nuevo pensé en voz alta. —Nada, estaba pensando en películas de vampiros. Nada interesante— trato de sonreírle—Y, ehm, ¿cómo estás? Loco es lo que está. ¿No se supone que estaba en el concierto de la universidad? Lo saludo con cortesía. Me ha ignorado, lo sé, pero quiero que vea que he madurado y que soy una Cecilia diferente a la que conoció. Él también es diferente a como lo conocí: está más desaliñado, un poco pasado de peso— Como por un kilo— y no es por ser criticona, pero su cutis luce realmente mal. Alguien no se ha puesto su loción para piel mixta últimamente. —¿Yo? Estoy muy bien, ¿no se nota? —¡Uf, pero claro!—repito, tratando de no escucharme muy falsa. —Aunque, veo que tú ya estás más animada y mejor acompañada, ¿no?—le lanza a lo lejos una última mirada perruna a Leo. —Sin rodeos, Cortés. ¿Qué quieres? No creo que estés aquí por una casualidad cósmica. Lo que menos se me antoja son los jueguitos mentales o tener que dar explicaciones de lo que haga o deje de hacer solo porque esta celoso. Claro, si ese fuera el caso. —Perdón, pero—agacha la mirada—solo he venido a darte esto— extiende un sobre grande y amarillo—. Es tuyo. Con toda la tranquilidad del mundo, lo abro y saco algo moraduzco de su interior. Es suave, pequeño, de encaje. Son... —Mi bóxers—contesto asombrada, tomándolos entre mis manos como un tesoro.

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No puedo evitar encontrarles el olor a 212 de su perfume. Eso me da un indicio de que no estaban perdidos después de todo. Me sonrojo un poco, seguro Nico ha estado de pervertidillo con ellos. —Los encontré el otro día que ordenaba mi cuarto— admite apenado y si, no le creo nada—. No son la gran cosa, pero pensé que debías tenerlos de vuelta. A pesar de que sé que miente al decir que no son la gran cosa, los acepto como una derrota. Mi plan era que él conservara esa prenda como señal de nuestro amor puro, salvaje —Dadas las circunstancias en las que se me perdieron—e incondicional, pero no. Me los está regresando. Esto es un bodrio, no vuelvo a entregar mi ropa interior, es decir, mi corazón a nadie. —Supongo que eso es todo—dice él mirando al piso. Genial, me da los calzones y de repente no soy ni merecedora de que me vea a los ojos. Nico no se refiere solo a la visita. Se refiere también a lo nuestro: eso es todo. —Sí, creo que si— aguanto las ganas de llorar. —Bueno, ya me voy—se rasca la cabeza—Debo hacer algunas cosas. Ya sabes, aquí y allá, así que nos vemos luego, Ceci. Nicolás trata de sonar casual para no hacerme sentir mal aunque no lo consigue. Triste es el primer adiós, decía una sabía canción. —Adiós Nico—trato de dibujar la sonrisa más falsa y sincera de todos los tiempos. Lo veo irse así, rápido como llegó, y así igual de rápido, entro yo a mi cuarto a llorar como Magdalena por el adiós más frío de la historia del hombre. No hay vuelta atrás, no volveré a verlo tan seguido porque falta poco para salir de la escuela. Se olvidará para siempre de lo nuestro y su único recuerdo de mi será el de la chica embarazada que trato de engatusarlo a la antigua. No sé cuánto tiempo ni cómo lo logro, pero me quedo dormida hasta el día siguiente, apretando el sobre que me dio Nico con todas mis fuerzas. En la escuela, estamos en semana de los temidos exámenes finales: los últimos peldaños para nuestro escabroso futuro universitario, según palabras del maestro Cazares. Eso solo significa que en próximos días se vienen las despedidas, las fotos grupales, las ceremonias cursis, los uniformes rayoneados y cualquier cosa que se nos ocurra para no olvidar jamás la preparatoria. El futuro al que todos tememos en el tercer año se acerca pronto, incluso puedo oler la inseguridad en los pasillos. Todo el mundo está nervioso —Y sudoroso en el caso de David—por saber si entró o no a su universidad preferida o mínimo por averiguar si al menos salvaron el año. Yo misma tengo que enfocarme en eso y estar lista para preparar mi ingreso a la vida normalista que me espera aún cuando he perdido mi razón para estudiar una licenciatura en educación.

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Es un día como muchos otros, a excepción de que hoy tengo el corazón más roto que nunca. A pesar de todo, David y yo damos un repaso para el examen final de matemáticas cuando Andy llega completamente alterada. —Ceci...te tengo... dos noticias—dice ella, con la respiración entrecortada. —Déjame adivinar: es una buena y una mala, ¿no? —¡Lotería! Si, por supuesto, si hubieran sido dos buenas no estaríamos hablando de mi vida. Sería demasiada suerte. Mi amiga tiene un ataque de hiperactividad, así que deben ser noticias muy emocionantes por la forma en que hiperventila. —Escoge cuál quieres saber primero. —Dile que la mala—responde David, dándome un codazo. Andy me toma de las manos para luego respirar profundo. Por la expresión de su rostro, sé que la noticia no es mala. Es muy mala. —Nico se va a estudiar lejos—suelta Andy muy rápido. Me quedo inmóvil y algo dentro de mí me dice que debo reaccionar de alguna manera aunque no se me ocurre nada qué hacer. Mi estado zen de endorfinas provocadas por el dolor de mi corazón roto, se convierte en un lago de furia constante conmigo misma y con Nico. Efectivamente, lo busco por todos lados en el salón pero... —Él no viene a la escuela hoy. —¿Cómo?, ¡¿ya se fue?!—pregunto alarmada. Mi mente hace una lista de todas las cosas depresivas que haré con la partida de Nico. Uno: lloraré día y noche con su foto en la mano. Bien, no tengo ninguna, así que alguno de los dibujos que tengo de él servirán. —¿Cecilia? Dos: haré una lista de reproducción con canciones que me recuerden a él y me pongan más triste mientras recuerdo los momentos que pasamos juntos. Tres: me inscribiré en un grupo de ayuda que me ayude a... —¡Pensé que ya había superado la etapa del aturdimiento!—Andy me sacude, haciendo que la lista se borre de mi cabeza.—De hecho, aquí entra la buena noticia. —¿Hay buenas noticias después de eso? —Las hay, porque Nico no se ha ido lejos aún. Él está en su casa, descansando de la pelea de su vida. ¿Pelea? Vaya, me perdí al escuchar esa palabra. —Define pelea y bajo qué términos. ¿Fue una pelea verbal, una pelea física o una...?— David practica sus charlas de abogacía a las cuales no le ponemos atención. Como sea, luego de los datos innecesarios de David, Andy explica sin omitir detalles el asunto ese de que Nico había tenido un encuentro muy fuerte un día anterior.

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—Resulta que Iker lo invitó a relajarse un poco al día siguiente de que habló contigo, así que fueron a jugar futbol un rato, pero ¿a que no sabes quién estaba en el deportivo? Mi teoría de que la ciudad es un pañuelo vuelve a aplicarse, y solo en este sucio pedazo de papel, Nicolás Cortés y Joaquín Cabrera se juntaron por casualidad a jugar futbol en el mismo lugar. Como siempre, las personas que conocía estaban involucradas en un problema grave. Claro, en una situación así, la receta para cocinar uno de esa magnitud es infalible: mezclas al padre de tu no-hijo, que comienza a hablar mal de ti y tu virginidad en el deportivo de tu vecindario. Le agregas un ex novio celoso por algo que ya pasó hace tiempo. Para rematar, decoras la situación con un balón de futbol y ¡voilá! Obtenemos ni más ni menos que una bomba que explota a la menor provocación de un nombre: Cecilia Guindi. Así de dramático está este asunto. —En cuanto escuchó que aquel imbécil hablaba pestes de ti delante de sus amigotes, Nico se lanzó a golpearlo así sin más—Andy incluso actúa los puños al aire—. Mientras él lo golpeaba a puño limpio, le decía muchas groserías y otras cosas que mi "Kiki" no entendió muy bien porque lanzaba porras a favor de tu protector—y luego, imita la voz de Nicolás—"No te atrevas a volver hablar de ella", "te partiré el culo" y todo eso. Por suerte, Joaquín es un idiota y según sé, apenas logró darle unos golpes antes de que Manolo e Iker los separaran. Un revoltijo de sentimientos se aparece ante mí al escuchar la pelea mal narrada. ¿Será verdad que yo era la razón del pleito? ¿Es genuina la preocupación de Nicolás o simplemente es un ataque machista de posesión? —El hecho de que Nico se haya violentado por esa razón me suena más a un asunto de orgullo que para defender mi honor—suspiro con pesadez—. Si él sintiera algo por mí, no se hubiera despedido de mí de la manera en que lo hizo. ¡Me entregó los bóxers, recuérdalo!—grito dramática y todo el mundo me observa. —Cecilia, por Dios. ¡Él te quiere! —¿Quién?, ¿Dios o Nico?—pregunta David. —Nico se re-muere por Ceci, ¿no lo ves?—Andy le contesta—. Es capaz de enfrentar a un tipejo solo por defender su nombre y haber mancillado su preciada virginidad. Si no sintiera nada por ti, creo que se hubiera quedado con los brazos cruzados cuando Joaquín estaba hablando mal de ti o incluso, se junta con él a despotricar en tu contra, ¿no crees? Andy tenía un buen punto pero, ¿qué debía hacer? ¿Agradecerle? "Vale Nico, gracias por partirte la cara con mi ex. Juro por el cielo que se merecía una buena golpiza" ¿Reclamarle? "Nico, te odio por haberme dejado. Vete al diablo" O, ¿ambas? "Gracias por haberme defendido, pero te odio por haberte despedido de mi"

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No pienso más en el tema de Nico ese día, es demasiada desolación para mi pequeño cuerpo. Cuando llego a casa, Caroli comienza a insultarme como siempre: —Lo digo ahora y lo diré siempre: ¡eres un cerdo, Cecilia! Tienes el cuarto hecho un desastre. Comienza a levantar mi ropa, zapatos, libros y demás, hasta que toma con cuidado mi sobre amarillo. —¿Qué rayos hacen tus calzones en un sobre?—los saca para mostrármelos sobre mi cama—¡Eso es asqueroso! —Déjalos ser, ¿quieres? No hacen nada allí, no me importan—digo con la almohada sobre mi cabeza. —Tíralos, lávalos, póntelos, rómpelos en mil pedazos igual que mi corazón...—me convierto en Señorita Drama 2010. Después de un momento, mi hermana detiene su regaño y quita la almohada de mi rostro. Me observa, con esa mirada de ternura que raramente deja ver. —Ok, ¿sabes qué? No te preocupes, yo lavo tu ropa. Y tú, debes leer esto… "Peque"— me dice saliendo de cuarto, no sin antes, dejarme un papel color púrpura en la mano. Lo abro lentamente y lo único que puedo leer es ese mismo apodo con el cual mi hermana acaba de llamarme. Ese papel es un recado de Nico que estaba escondido en el sobre. Al darme cuenta de lo que es, corro nuevamente a donde esta Caroli y le arrebato los bóxers para regresar a mi cama a leer ese pedacito de papel que me quema las manos.

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CAPÍTULO 22

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Tal vez en este punto del partido, muchos de ustedes pensarán que lo que tengo en las manos es la carta de amor más romántica alguna vez escrita en la historia del hombre pensante, con frases de infarto y un poema de varias estrofas en donde Nicolás Cortés me declara—de nuevo—su incondicional e irrevocable amor. Una carta en donde afirma de una buena vez que no puede vivir sin mí, al igual que yo sin él y que efectivamente, como lo supe desde un principio, estamos hechos el uno para el otro. Pero no. Si, no y punto. O al menos no creo que me diga todo eso en las tres jodidas líneas que veo en aquel papel. —Hola Peque—dos puntos—. Espero que algún día me perdones por todo lo que te hice pasar—punto y seguido, pero de rayones negros de pluma—. En serio, siento que esto haya terminado de la manera en que lo hizo. Con cariño...Nico. ¡¿Qué?! ¿Ese era todo el amor que yo merecía en una carta? ¿Rayones que querían decir algo y que se arrepintieron? Bueno, no podía esperar mucho de un ex novio peleonero ni de su recado escondido al lado de mis calzones. Hice una rabieta en mi cama ante la mirada de Caroli, que no sabía qué rayos me pasaba. Seguro pensaba que la carta aliviaría mis penas. Para no preocuparla de más, me encerré en el baño más de media hora frente al espejo, notando que ciertamente era la perdedora más perdedora de todos los tiempos. Justo antes de leer la carta, me había visto de nuevo con una vida normal, con Nico a mi lado sonriendo, tratando de reparar los daños mutuos de nuestras acciones adolescentes y bla, bla, bla. Lo único que obtuve fue un tremendo dolor de cabeza y un regaño por parte de mi papá por acaparar el baño familiar más de lo que él hubiera querido. Después de un rato, me siento a ver tele al lado de Chris, que cambia constantemente de canal para hacerme enojar y al menos tener un atisbo de vida en mí. Ha sido un día muy pesado, larguísimo, así que mi esperanza es quedarme dormida hasta ver de nuevo mi triste amanecer. Vaya, eso fue totalmente emo. —Luces como una zanahoria—dice mi hermano antes de escuchar que el timbre de la casa suena—. Abre, y si son testigos de Jehová, diles que somos mormones. En este punto, ni siquiera sé de qué religión soy, pero no importa. Debo deshacerme de quién sea que toque la puerta porque la maratón de películas de mafiosos está a punto de comenzar. Ver cómo le disparan a alguien con menos suerte que yo, probablemente ayude a sentirme mejor. Mi hermano me levanta lanzándome hacía la puerta porque es obvio que yo seré quien niegue la entrada de Dios a mi casa. Típico: soy yo quien siempre termina debiéndole algo al Señor. Gracias

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al cielo, y para mi salvación espiritual, no son ni los testigos ni mucho menos los mormones. Es algo peor... —¡Hola Pequeño Rayo de Sol!—dicen Andy e Iker al unísono. Me les quedo viendo con cara de asco. —Andrea, te quiero, pero juro que es la última vez que digo las palabras hola, pequeño, rayo y de sol en una misma frase—Iker le reclama a su menudita novia. Ambos entran sin mi permiso y me sientan en uno de los desniveles de mi patio. Esto me huele a una nueva intervención de su parte. Si más no recuerdo, esta sería la segunda de la semana. —¿Qué hacen? ¿No tienen que ir a algún lado a besuquearse o algo?— pregunto con una sonrisa burlona. —No, el día de hoy no—contesta Iker. —Hemos venido para ver si tú eres la que terminarás por reaccionar— Andy me toma por los hombros y me sacude. —No entiendo nada de nada. —¿Leíste el recado de amor de Nicolás? ¡Ah claro! Seguro se refieren a ese burdo papel mal doblado. —Esa carta, de amor tiene lo que yo de virgen—les digo. —Uy, ¿tan mal estuvo?—Iker se sienta a mi lado—. Es que, mi amigo nunca ha sido bueno expresando sus sentimientos en papel, pero te aseguramos que quería decirte muchas cosas—mira a Andy con cierta complicidad. Si bueno, probablemente él tenga razón. A veces uno escribe una cosa y termina diciendo otra, o dice una cosa y escribe otra. Sé de lo que hablan, me pasa siempre en los exámenes. —¿Y ustedes cómo saben eso?—pregunto. —Fácil. Venimos de hablar con él y está muy mal, Ceci—mi amiga habla apesadumbrada. No creo que más mal que yo, eso puedo asegurarles. —Tan mal, tan deprimido, que ahora mismo ve la maratón de películas de mafiosos cutres solo para sentirse mejor consigo mismo—Iker suspira—¿No es súper patético? ¿También él? —Ehm si, algo, pero... ¿qué se supone qué debo hacer para solucionar este problema? ¿Le digo que lo siento y que en verdad quiero estar con él pase lo que pase?—Ninguno de los dos me contesta, solo me miran expectativos—. Además, ¿por qué debo dar yo el primer paso? —Creo que es por el hecho de que fue tu culpa que hayan terminado en primer lugar. Ya sabes: las mentiras, omisiones, embarazos, etcétera... Había olvidado esos pequeños detalles. Lo siento, es mi error. —Ya, ya. Tranquilos que entendí bien el punto.

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No tengo respuestas ni nada qué decir por un momento. ¡Dios, Jebús, Hashem o Michael Jackson, ilumínenme! Necesito una respuesta para esta encrucijada de la vida, para esta ola de intensos sentimientos, para este remolino de confusión que...esperen, una luz aparece en mi pequeño cerebro. Entro en una etapa de reflexión, seguro que eso es lo que ellos esperan de mi parte. —Sé que ustedes están aquí para darme una especie de empujón celestial hacía Nico, ¿cierto? —Por Dios que si—Andy exagera, pero yo continuo. —Ya que el amor aún existe entre nosotros pero... —¿Pero?—Iker —Es obvio que debo ser yo la que dé el primer paso porque... —Porque...—Andy. —¡Fui yo quien la cagó en primer lugar y debo enmendar mi error con Nico! ¡Din, din, din! ¡Premio mayor, premio mayor! Andy e Iker asienten al mismo tiempo con un "aja" en la boca. —¡Es un milagro!— Iker grita. Los tres nos abrazamos contentos, comenzamos a saltar y a cantar el "Aleluya" haciendo que mi papá nos calle desde adentro de la casa. Somos unos completos tontos por hacer cosas así. Algún día recordaremos estas cosas estúpidas, y nos dará muchísima vergüenza. Luego de la escena, había solo una cosa que preguntar: —¿Creen que...— hago una pausa porque me apena preguntarlo—Nico sienta lo mismo que yo? —No deberías ni preguntarlo, niña. Es más que obvio que él se muere por ti desde que te conoció—contesta Iker. —¿En serio? —Bueno, casi desde que te conoció, pero tú me entiendes. Andy me violenta dándome un golpe en la nuca, y aún con el dolor y todo, mi corazón comienza a latir eufórico al escuchar las palabras de Iker. Mi estómago se siente como un elevador de arriba para abajo porque hay esperanza al fin y al cabo, y ya saben lo que dicen de la esperanza: quien ríe al último, ríe mejor...Ok, no es eso lo que dicen, pero seguro entienden. No hago otra cosa más que sonreír, bueno, también estoy sudando un poco. El par de novios "de la epifanía" —porque gracias a sus palabras y sus golpes tuve una—, se van de mi casa dejándome muy contenta y si, también con mucho qué pensar y hacer. Las señales están ahí afuera, es más, ahora que el asunto suena mucho más optimista— me pongo a analizar la carta paso por paso. “Peque” es el apodo de cariño para mí, lo cual significa que probablemente si me llama así es porque aún siente simpatía por mí, ¿no? Es decir, yo no le digo apodos de cariño a nadie si no siento de hecho, cariño por

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la persona. “Espero que algún día me perdones” Si quiere mi perdón es para dos cosas: uno, quitarse la culpa y olvidarse de mí; o dos, porque en verdad le importo y le importa lo que piense de él. No puedo descifrar mucho lo que dice debajo de los rayones, pero seguro decía algo comprometedor que no quiso escribir “en voz alta”. Pudo ser cualquier cosa, desde un te quiero hasta una grave falta de ortografía. Nico no es perfecto, lo parece pero no lo es ni cerca. “Siento que esto haya terminado de la manera en que lo hizo” Es más que obvio lo que significa: ¡No quería terminar conmigo! —creo...—. “Con cariño” Además de la despedida, quiere decir que me re-ama también, como yo lo reamo a él. No hay más, debo decirle todo a Nico en cuanto pueda, así que tomo una hoja rosada de mi libreta favorita y comienzo a escribir yo también. Escribo la primera cosa que se me viene a la mente, palabras del alma. Mis manos sudan mientras paso pluma para el papel. Wow, soy realmente buena escribiendo. Termino la carta, completamente satisfecha por lo que escribí. Soy una genio, seguro Nico lo sabrá también y en menos de lo que canta un hablador...esperen, ¿era un hablador o un gallo? ¡Qué importa! La carta está hecha, lo que significa que para la tarde de mañana, seré totalmente feliz...de nuevo. Continuará...

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En la siguiente pรกgina...

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Miro mi reloj, casi son la tres de la tarde. Hago un chequeo a mí lista de pasos hacía la felicidad: brillo en los labios, listo. Falda nueva dos centímetros más arriba de lo normal—para parecer más sexy—, lista. Aliento fresco, listo. Discurso sincero y romántico salido de una película, listo. Reservación para el café donde cité a Nico en la carta, lista. Justo acabo de llegar al lugar en donde al fin se aclarará todo entre Nico y yo: el café en donde nos hicimos novios. Mientras lo espero, me gustaría contarles cómo pasó todo: hoy en la escuela, le entregué a Nico una respuesta a su recado de no-amor. La verdad, mi genialozidad solo pudo escribir las mismas líneas que él, citándolo en este lugar—no soy tan brillante escribiendo después de todo— y esperando que algo bueno se me ocurra para decirle frente a frente. Por supuesto, antes de darle el recado, confieso que tropecé frente a él por los nervios y le dije "Rico" en lugar de Nico. Nada grave, después de todo nadie se fija en esos pequeños detalles, ¿verdad? En fin, el caso es que ahora estoy aquí, vestida con mis mejores ropas y lanzándole mi mejor sonrisa a cualquiera que pasa junto a mí. En un principio me parece todo muy normal, pero luego, después un rato sentada completamente sola, creo que la gente comienza a preguntarse qué rayos hago en aquel lugar. Miro mi reloj de nuevo, tres y veinte. ¿En serio tardé tanto contándoles mi historia? Mierda, si que soy lenta, pero no por eso pesimista. Seguro que hay mucho tráfico, es por eso que Nico está un poquitín atrasado. O tal vez no sabe qué ponerse para esta ocasión especial, justo como que yo, que terminé por ponerme la blusa fucsia más llamativa de mi closet. Así que, bajo el pretexto de la moda, ¿qué son veinte minutos de retraso hoy en día? Eso pienso cada que pasa un minuto más, hasta que los veinte se convierten en, ¡cuarenta minutos! ¿Qué diablos puede retrasarlo tanto? Mantengo la calma, seguro que ayuda a apagar un incendio que se encontró en el camino o tal vez, puede que este comprando flores. Sí, yo creo que son las flores. Cincuenta minutos después: —No creo que tarde cincuenta jodidos minutos en comprar unas jodidas flores, ¿o sí?—pregunto histérica hacía la nada. —Nop, a lo mucho te tardas quince—me contesta el mesero—. ¿Vas a ordenar algo? Necesito la mesa y en verdad, no creo que tu cita venga. Es obvio que te dejaron plantada. ¿Plantada? Uy, eso suena decepcionantemente mal. El mesero guapo tiene razón, en esta ciudad nunca hay un incendio y estoy segura que las florerías son más eficientes de lo que estoy pensando. Nico me dejó plantada, no hay otra explicación más coherente. Salgo del restaurant sumamente triste y derrotada. Mi frente me pesa, como si tuviera una P de perdedora escrita en ella. Casi puedo ver la cara de lástima de David, Iker y Andy cuando les cuente mi fallida hazaña. Ni quiero imaginarme las carcajadas de burla que Nico lanzará la próxima vez que me

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vea, o quizás no porque he decidido que ya no iré a la escuela. Falta una semana para graduarnos así que no creo que nadie pregunte por mí. Siento que mientras camino por la calle, todos me observan. Me miran con sus ojos inquisidores porque seguro saben que Nico no quiere saber nada de mí. Entonces corro, —Ja, ja, como si eso fuera a aliviar mis penas— lo más rápido que mi corta falda me permita para no enseñar más de lo debido. Maldita falda, maldita blusa. Maldito David, aunque en realidad, él no tenía nada que ver con todo esto. Malditos Iker y Andy que me hicieron creer que todo iba a salir bien. No, olvídenlo, no puedo maldecir a nadie. La verdad es que no creo que me hayan llenado de ilusiones a lo tonto. Ellos sinceramente creían que lo mío con Nico tenía esperanza. Mis ojos comienzan a llorar haciendo que la gente me mire aún más porque ahora si soy la loca de fucsia, llorando porque su no-amado la dejó plantada. ¡Ay de mí! Me quiero morir, pienso en un instante y al siguiente, un auto a media calle parece escuchar mi petición. ¿Por qué mejor no quise volverme millonaria?, me pregunto cuando el auto está a pocos centímetros de mí. Cierro los ojos esperando el impacto. Las llantas sueltan tremendo chirrido al frenarse para evitar mi contacto, pero estoy casi segura que es demasiado tarde. —¡Mevoyamorir, mevoyamorir!—son mis últimas palabras, pero de pronto, no pasa nada y solo hay un silencio que se ve interrumpido por una sola voz. —¡¿Cecilia?!— abro los ojos poco a poco y me altero al ver de quién se trata. En serio que si no morí atropellada, lo haré de un coraje. —¡Nicolás!—le grito molesta—¡¿Qué haces tratando de matarme?! Él no llegó a la cita, pero sí estuvo listo y a tiempo para tratar de convertirme en plastilina humana. Siento mis piernas hacerse hilos, mientras que rompo en un llanto nervioso y mis entrañas se preparan para devolver mi almuerzo. Uno no tiene un encuentro con la muerte todos los días. Nicolás estaciona el auto mientras evito vomitar hasta mi corazón. Luego, llega para hacerme a un lado de la calle. Los brazos de mi atropellador me envuelven en los suyos de inmediato—esperen, ¿él puede hacer eso?— haciendo que todo malestar se apague lentamente. Mi cabeza queda a la altura de su pecho y puedo escuchar que su corazón está igual de nervioso que el mío. No tanto por el encuentro romaticoide, sino más bien porque él estuvo a punto de matar a alguien y yo estuve a punto de morir. —¡Te cruzaste en pleno verde!— me aprieta fuerte, siento que sus manos transpiran al momento en que me toma por la cintura. La furia dentro de mí se desata sin control y me suelto de su toque. —Todo esto es tu culpa— le doy un puñetazo en el hombro—. Si no me hubieras dejado plantada, no hubiera corrido como idiota y no hubiera estado a punto de morir — le propino otro puñetazo.

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Nico dibuja un gran signo de interrogación en su rostro ante mi actitud "violenta". —¿Plantada...?— mira su reloj—,¿pues qué hora es? —Faltan cinco minutos para las cuatro muchacho, ahora ¡estaciona bien tu maldito auto!— le grita un señor sumamente enojado ya que el auto aún bloquea el tráfico. A Nico le vale un cacahuate. —¿Ves? Cincuenta y cinco minutos de retraso ya es un plantón de proporciones épicas, Nicolás—me da vergüenza decir eso delante de los mirones, pero la verborrea comienza sin freno alguno—. Venía aquí con el único propósito de aclarar las cosas, pedirte una disculpa sincera y decirte que te quiero y adoro a pesar de que se note todo lo contrario dado el mal rato que te hice pasar hace semanas. Aunque, ahora veo que mi intento fue totalmente inútil y te irás lejos sin haber arreglado todo esto— recupero el aire—. Así que no importa, mueve tu auto, yo me largo de aquí —doy media vuelta. Limpio mis lágrimas y fluidos nasales porque debo de verme asquerosa, pero Nico me detiene. —Espera—levanta una ceja—, tú me citaste a las cuatro—sí, claro, las cuatro. Esa es la mentira más mentirosa del mund...—. Mira… Nico esboza una sonrisa. Saca de su pantalón el papel que le di, y se acerca para que lea que escrito con mi letra, un número se dibuja con la hora de la cita: cuatro de la tarde. ¡Ups! Ok, me equivoqué. Todo el drama innecesario y barato fue auspiciado por mí. Nada de fuerzas supremas ni querubines vengativos esta vez. —Entonces, vamos punto por punto—da un paso hacía mi—. Me decías que...venias a pedir una disculpa. Maldito sea, recordó lo de las disculpas. No importa, aquí voy. Primero lo ensayo en mi cabeza: “Lo he admitido ante ti varias veces, pero creo que nunca te he dado una disculpa sincera...” Me atrevo a tomar su mano porque dice David que tocando a la gente uno tiene mayor impacto y éxito. Cosas de "futuros" abogados. —Lamento no haberte dicho que estaba embarazada— paso saliva con un nudo en la garganta—. Quisiera volver atrás para ser sincera contigo y darte la oportunidad para que tú mismo eligieras no estar conmigo, pero no puedo. Juro que no era mi intensión que tú fueras el papá de ese bebé. De hecho, no me creo capaz de arruinar tu vida de esa manera. Una leve punzada recorre mi espina al pensar en Homero, pero curiosamente esta se detiene en cuanto Nico responde poniendo su mano encima de la mía. —¿Arruinado?— pregunta él con una sonrisa—. Nah, al contrario, llegué a la conclusión de que tarde o temprano te iba a rogar para ser parte de tu vida y de la de ese bebé. Cuando se me pasó el coraje, lo primero que hice fue pensar en ustedes dos, y en cómo sería la vida si hubieras tenido a ese bebé.

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—¿Y cómo crees que hubiera sido? —¡Genial! Hubiera sido lo máximo—admite emocionado, con los ojos vidriosos—Este mundo sería el doble de lindo si hubiera otra persona igual a ti. Vale, me ganó con el ¡Genial! Comienzan a rodar lágrimas de emoción por parte de ambos. Incluso, una señora cursi que ve la escena comienza a llorar junto con nosotros y hasta un tipo saca su celular para grabar la escena poco común que Nico y yo protagonizamos. —Ceci, yo en realidad, siempre te he... Un chofer de autobús interrumpe a Nico con muchas groserías y amenazas de muerte. —¡Déjelo terminar!— le grito al tipo, muy fuerte para que me escuche y deje de interrumpir—Perdón, ¿me decías? —No creo que sea buena idea que le grites a ese tipo, parece tener antecedentes penales y... —¿Vas a decirlo o no?— pregunto, con voz endemoniada. Seré peor que el camionero "grandote" si no me contesta pronto y termina con mi angustia. —Ok, ok. Te decía que yo...— pausa dramática, la última de la historia— también te amo, y mucho, muchísimo. Te quiero como eres, te quiero casi desde que te conozco— ¡Iker tenía razón!—Te quiero mucho, más de lo que...—ahora lo interrumpo yo, abrazándolo fuertemente por la cintura y acariciándole la espalda como si no hubiera un mañana. No sé cómo explicar lo que siento, pero lo intentaré: ¿han sentido alguna vez ese frenesí extraño?, ¿esa sensación de querer fundirse en un abrazo con ese alguien a quien tanto quieres? Yo lo siento estallar en mi pecho, como miles de millones de fuegos artificiales. Nico me abraza también, haciendo que mis huesos suenen por la efusividad de aquel gesto del cual no me cansaré nunca. Ahora estoy con él, después de tantas cosas extrañas que han pasado en nuestras vidas últimamente. Lo diré sin miedo a equivocarme: el amor que siento por él es más grande que nada que haya sentido. Juro que si me mamá supiera las cosas tan profundas que estoy pensando, me daría una bofetada para traerme a la tierra porque, según ella, la regla dicta que nadie, absolutamente nadie encuentra al amor de su vida a los diecisiete años, pero ¿saben qué...?, creo que yo soy la excepción a esa regla. Declaro ante ustedes, honorable amigos, que Nico es el pan de mi hot dog, la pelusa de mi suéter, la cátsup de mi papa...el amor de mi vida. Suena cursi, pero es lo que es. —Te repetiría que también te amo, pero creo que mi cara de que estoy a punto de morir de amor por ti ya lo dice todo, ¿no?— digo con los ojos acuosos—. Ahora, dime una cosa: ¿es cierto que te irás a estudiar lejos? Nicolás pone los ojos en blanco. —Te lo dijo Andy, ¿no es cierto?— se sonríe—. Debemos enseñarle a esa niña a que no diga mentiras, o al menos que aprenda a decirlas. A mí me dijo que te ibas de misionera al Congo así que, ¡imagínate!

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—¿Dónde queda el Congo?—pregunto. —¡A quién le importa si tú te quedas aquí!—Nico estalla en una carcajada de alivio. Es oficial: ¡SOY CONDENADAMENTE FELIZ! Nicolás me toma del rostro y junta mi nariz con la suya mientras me cuelgo de su cuello. Todo sería más romántico si la gente no nos estuviera viendo —o grabando para el caso del tipo freak—, pero en verdad que no me importa. No puedo pensar racionalmente y decirle que vayamos a otro lado a confesarnos nuestro amor porque estúpidamente me perdí en la familiaridad de sus ojos pequeñitos, y en la sensación de mariposas en mi estómago. —Entonces, ¿nos besamos ahora o estaciono bien el auto?—pregunta suave haciendo que yo suelte una risita por lo bajo. Mis pulmones parecen inflarse con helio y antes de despegar los pies de la tierra... —"Cállate y bésame"—le digo, imitando un falso acento varonil. ¡Siempre quise decir eso! Entonces, después de varias semanas sin hacerlo, ¡BAM!, me besa. Olvido hasta mi nombre, el idioma que hablo y el planeta que habito. Todo a mí alrededor da vueltas de repente, la música comienza a sonar y el desfile multicolor se forma en plena calle. Bueno, bueno, quizás solo último no pasó, pero este momento ameritaba alguna parafernalia del estilo. Olvido mis tonterías al besarlo nuevamente, lo olvido todo, incluso el dolor que alguna vez sentí. Nico une sus labios con los míos, primero de manera tierna, y luego, todo se convierte en un remolino de emociones, hormonas y desesperación adolescente. Es comprensible, pensé que jamás volvería a estar con él de ninguna manera posible. ¿Podrá esto funcionar?, me pregunto cuando Nico se detiene y me toma de la mano para abrirme la puerta de su auto. Seguro emprenderemos el camino a la felicidad, o simplemente iremos a la cita que nos quedó pendiente. Quién sabe. No tengo la respuesta a eso, ni a nada en este momento porque simplemente, a pesar de mis cambios, sigo siendo la niña boba de un principio: innecesariamente soñadora, pesimamente realista. Eso sí, estoy segura de que esta vez, la vida me ha dado una nueva oportunidad para hacer bien las cosas. Nada de madurar antes de tiempo, o apresurar las cosas de forma estúpida. Esta vez, haré todo lo que esté a mi alcance y hasta lo imposible para merecer a Nicolás Cortes. Pase lo que pase…

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M il gracias a todo aquel ser viviente que se leyó estas uhm, a ver...178 páginas de esta pequeña historia: mis amigos, conocidos, colegas escritores y sobre todo, las lectoras del FictionPress.net y Wattpad.com que han seguido la creación de estos personajes desde el principio y aguantaron mis incumplimientos y debrayes estúpidos al momento de subir cada capítulo a la página. Sé que la historia no es tan genial como se anuncia, y que probablemente todo el mundo crea que es una proyección de mi vida. En parte, tienen razón y en parte no. Yo, Cecilia... es una historia de ficción en su totalidad y cualquier parecido a la realidad, probablemente sea una coincidencia producida por lo que me ha tocado vivir a través de mi vida, bueno, no solo a mi sino también a todos los que me rodean. Mi familia no ha leído esto jamás—Dios, ojalá que nunca lo hagan—, pero si lo hacen, espero que no piensen que estoy loca y que al fin me crean que escribo cosas noñas y que la gente de hecho las lee. Gracias desperdiciadas a los músicos que inspiraron la redacción de esta historia: Muse, Best Coast, Artic Monkeys, My Chemical Romance, Kings of Leon, Jamie Lidell, Café Tacvba, Kinky, Yeah Yeah Yeahs, Lady Gaga y sobre todo, a la extraña canción de las Supremes “Keep Me Hanging On” que fue la que inició toda la historia. Gracias totales a mí misma, por quien estoy haciendo esta estupidez de jugar a publicar un libro que es una de las muchas huellas que espero dejar en esta cochina vida. Les quiere: Ale ♥

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