El comercio al mayoreo y al menudeo. La Feria de Saltillo y el Mercado Juรกrez Arnoldo Hernรกndez Torres
© Gobierno del Estado de Coahuila © Consejo Editorial del Estado
El comercio al mayoreo y al menudeo. La Feria de Saltillo y el Mercado Juárez Arnoldo Hernández Torres
Colección No. 10 Producción
Cuauhtémoc sur 349, zona centro Saltillo, Coahuila Primera edición, Coahuila, México, 2010
Impreso en Saltillo, Coah., México
H UMBERTO M OREIRA V ALDÉS GOBERNADOR CONSTITUCIONAL DEL ESTADO DAVID AGUILLÓN ROSALES SECRETARIO DE GOBIERNO A RTURO B ERRUETO GONZÁLEZ DIRECTOR DEL CONSEJO EDITORIAL
El comercio al mayoreo y al menudeo. La Feria de Saltillo y el Mercado Juárez
Presentación
LA VIEJA IDEA del desarrollo, llena de romanticismo y añoranza por el pasado, es trascendida por un hecho ineludible y que es siempre mucho más histórico y concreto que idílico. Se trata de las formas de relación entre los individuos de una sociedad y, específicamente, la relación cifrada en el intercambio de productos que hacen posible la subsistencia. La ciudad de Saltillo, la antigua llave de la tierra adentro, no es ajena a esa dinámica. Desde el momento mismo de su fundación se hizo necesario el abastecimiento de productos imprescindibles para sostener la vida de quienes se establecieron como avanzada de incursiones posteriores, para fundar pueblos en el septentrión. Más tarde, cuando la población alcanzó la estabilidad que garantizó su crecimiento, el intercambio de mercancías fue una consecuencia natural, naciendo así el comercio. Pues bien, éste es el tema que aborda Arnoldo Hernández Torres en su obra El comercio al mayoreo y al menudeo. La Feria de Saltillo y el Mercado Juárez. Lo que está en el trasfondo de este libro es ese núcleo de relaciones entre los individuos a partir de un intercambio de objetos de consumo, vitales todos para el desenvolvimiento de la comunidad y que terminan por construir una visión del mundo muy particular. Lo importante no es, sin embargo, la relación misma, sino lo que se propicia con ello: establecimientos para efectuar el intercambio, vías de comunicación, transportes, sistemas de información para optimizar la compraventa, movilidad social; en otras palabras la cultura, para darle rostro específico a una comunidad.
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El libro es un acierto pues documenta una etapa de la historia de la ciudad de Saltillo y, al hacerlo, documenta también las formas culturales que, con sus valores vigentes, predominaron en ese periodo. El autor logró encontrar la conexión que fue el detonante de importancia en esta actividad: La Feria de Saltillo y el Mercado Juárez, ambos de extraordinaria contribución a la hora de fortalecer la historia y la cultura de la capital coahuilense. Una, con su espíritu de fiesta enriqueciendo las relaciones seculares y religiosas de la población; la otra, constituyéndose en el punto clave donde, en buena medida, se fortalecía el proceso de socialización. El libro se complementa con un variado acervo fotográfico que ilustra adecuadamente las líneas argumentales desarrolladas por el autor a lo largo de sus casi ciento setenta páginas. Otro acierto, sin duda, en el que más de uno podrá reconocer a algún antepasado y a todos refrescará la memoria reactualizando el pasado que ya se vivió. Publicado por el Consejo Editorial del Estado de Coahuila en el marco de los festejos conmemorativos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, El comercio al mayoreo y al menudeo. La Feria de Saltillo y el Mercado Juárez, de Arnoldo Hernández Torres, es un libro imprescindible para comprender la lógica del desarrollo –a partir de la actividad comercial– de la historia y la cultura de una ciudad que ha sido de vital importancia para el poblamiento de buena parte del norte de México. Profr. Arturo Berrueto González Director del Consejo Editorial del Estado
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Reconocimientos
Agradezco a la Universidad Autónoma de Coahuila el apoyo que he recibido, a través de la Facultad de Economía, para la realización de la investigación de la cual es producto este libro. Al Gobierno del Estado de Coahuila que a través del Consejo Editorial, que dirige el profesor Arturo Berrueto González, hace posible esta publicación. Al Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas, cuyo presidente, el profesor Jesús Alfonso Arreola Pérez, impulsó la publicación de los textos sobre la Feria de Saltillo, y al Centro Cultural “Vito Alessio Robles” por permitirme publicar parte y/o completo cada uno de los artículos. Particularmente a Miguel Ángel Cepeda Reynosa, alumno de la Facultad de Economía, con quien publiqué dos de los artículos aquí utilizados. A José Luis Salas Arreguín (JLSA) por su apoyo en la búsqueda de documentación en el Archivo General de la Nación y por algunas de las fotografías que ilustran el libro. A Apolonio Contreras Castillo que tan amablemente me facilitó su colección de periódicos. Resulta imprescindible dar gracias por su amable ayuda al personal del Archivo Municipal de Saltillo, del Archivo General del Estado de Coahuila y del Consejo Editorial del Gobierno del Estado de Coahuila. El autor
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Introducción
EL COMERCIO ES EL PRINCIPAL servicio económico que surgió a partir de que se generó un excedente en la producción, el que podía ser intercambiado. Para efectuar el intercambio comercial se requiere de otros servicios como los transportes, las comunicaciones y particularmente los sistemas de información para la compraventa de materias primas, productos intermedios y productos de consumo final. En Saltillo esta actividad se ha desarrollado a lo largo de su historia debido a su ubicación geográfica, que lo hace cruce de caminos, lo que facilitó que se establecieran centros de acopio y distribución desde su fundación. Para los primeros colonizadores establecerse en Saltillo significaba la búsqueda de materiales que permitieran la producción de diversos artículos para su venta. Éstos, según su tipo, se podían comercializar al menudeo en el mercado o al mayoreo en la feria. Al mercado acuden los vendedores y compradores de los productos necesarios para la vida diaria, se trata de perecederos y otros que se venden al menudeo. Por su parte, la feria está ligada al día de fiesta patronal, a la venta de materias primas y artículos que no se producen en la localidad y aquéllos que se venden al mayoreo. En todos los tiempos, las ferias comerciales son ocasión de fiestas seculares y religiosas. Así se pueden ver en la antigüedad
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grecorromana, durante la Edad Media, en la época de la Ilustración y hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando se transformaron en ferias de exposiciones, tal como continúa su realización hasta nuestros días. Junto a la compraventa se efectuaban actividades de entretenimiento para divertir a la concurrencia, generalmente de las zonas circunvecinas. Comerciantes y ayudantes realizaban operaciones de compraventa de productos locales y de otras ferias regionales y del extranjero. Este libro nació de una investigación mayor, de ella se generaron cuatro ponencias que fueron publicadas después, la primera por la revista Provincias Internas del Cecuvar, las otras tres se publicaron en la Revista Coahuilense de Historia, del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas. Además parte del texto corresponde a otro libro que estudia la renta de alcabalas en Saltillo para los últimos años del periodo virreinal, pero tiene mucho que ver con el tema de la Feria de Saltillo. Juntar textos ya publicados, que en conjunto integran el tema del comercio en Saltillo, es una tarea que resulta bastante laboriosa, algunos de mis compañeros me sugirieron que era más fácil volver a escribirlos que tratar de sumarlos. Espero haberlo logrado para comodidad del lector, quien tiene la última opinión. De cualquier forma el resultado es responsabilidad del autor. El texto se divide en cuatro capítulos. En el primero se hace una descripción y análisis de la figura del comerciante y se distingue el comerciante al menudeo del comerciante mayorista, ya que su caracterización depende de su estatus social y económico. En el segundo capítulo se presenta la historia de la Feria de Saltillo como ocasión para la realización del comercio al mayoreo desde
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los últimos años del Virreinato hasta nuestros días, en ese recorrido se destaca la feria durante el movimiento de Independencia, a lo largo del siglo XIX, y se termina con una breve descripción de la feria de exposición que se realiza desde finales del XIX, durante el siglo XX y principios del XXI. En el capítulo tercero se presenta la evolución del comercio al menudeo en Saltillo, el cual tiene como centro el mercado, caracterizado principalmente por la venta de productos perecederos, para ello se describen los diferentes establecimientos que ha tenido la localidad, El Parián y el Mercado Juárez. También se destaca el paso del mercado al supermercado como centro comercial de las nuevas zonas urbanas, resultado del crecimiento de la ciudad. Finalmente, en el capítulo cuatro se presentan brevemente las dificultades sufridas por el comercio ante la falta de uniformidad del sistema de pesas y medidas, ya que para realizar las operaciones de compraventa se requiere contar y comparar, se describe la aparición del sistema métrico decimal y una tabla de pesos y medidas mexicanas antiguas y su equivalencia con el nuevo sistema métrico que se difundió durante el siglo XIX. Además se ofrece un anexo con iconografía relacionada con la historia de la Feria de Saltillo y del Mercado Juárez, imágenes que permitirán al lector apreciar la evolución de la actividad comercial de la ciudad.
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El comerciante
EL COMERCIANTE ES UN PERSONAJE especial, no puede serlo cualquiera, se trata de alguien que siempre puede ver la ocasión oportuna para comprar y vender al precio más ventajoso, dicho personaje debe estar dispuesto a vivir cualquier aventura o correr el riesgo que le permita aprovechar ese momento que puede ser ahora, en el corto o en el largo plazo, es decir, se trata de una relación particular del comerciante con el tiempo que no solamente maneja la anticipación, basada en los pronósticos de cambio o en la información privilegiada, propia del comerciante al mayoreo, porque separa el precio de venta que aumenta de un día a otro, del precio de compra que ya ha pasado, pero el precio de venta se puede retrasar para generar un encarecimiento artificial. A este manejo del tiempo hay que agregar la venta al instante, la que realizan los comerciantes que compran a otros comerciantes, se trata de las ventas al menudeo. Desde la época grecorromana se puede ser comerciante por dos razones, se trata de personas empobrecidas que tratarán de vender en pequeñas cantidades los productos deseados, de los que se aprovechan para venderlos más caros, o bien se trata de personas pertenecientes a las clases con poder económico, pero deseosas de aventuras y de mayores riquezas. Al respecto Claude Mossé señala que:
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…era asunto de marginados, campesinos agobiados por las deudas, hijos menores excluidos de la herencia familiar que se echaban a la mar con la esperanza de obtener algunas ganancias vendiendo caro lo que se había comprado a precio ventajoso. Para otros, en cambio, comerciar implicaba por una parte estar en posesión de un barco y, por otra, de una carga de productos para intercambiar. Por ello, los grandes comerciantes sólo podían ser los que ostentaban el poder en las ciudades, personas que vivieran a un tiempo de las rentas de sus tierras y de los beneficios que les aseguraba la posibilidad de disponer de excedentes (1991:51).
Desde entonces se tienen esas dos imágenes de quienes ejercen el comercio, tanto por parte de propietarios ricos y poderosos como por parte de marginados por la necesidad. La ampliación del comercio al menudeo y al mayoreo sirvió de base para el desarrollo de los transportes para los caminos terrestres y las rutas marítimas, además del uso del dinero para resolver las necesidades del intercambio de mercancías y de la medida de su valor, la mayoría de los autores ubican el inicio del uso del dinero con esas funciones desde la segunda mitad del siglo VI a. C. El comercio es el servicio por excelencia que lleva y trae los excedentes de la producción a los lugares donde faltan, ya sea por mar o por tierra, en los medios de transporte que lo permitan. Los granos, los metales y los productos metálicos, así como los textiles de algodón y de lana, además de los productos de lujo como telas finas, perfumes, especias, vinos y aceite son las mercancías que se intercambian prácticamente durante toda la historia del mundo occidental. Aunado al comercio, sobre todo al mayoreo, surge otro servicio también desde la antigüedad griega, el préstamo, el cual se ejerció por algunos esclavos liberados, sin que la intensidad de los intercambios permitiera la aparición de la figura de otro personaje,
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el banquero que, como el comerciante, también es intermediario entre el acreedor y el acreditado, que custodia el contrato que fijaba las modalidades del préstamo, además era el cambista que procuraba la moneda necesaria para el comerciante extranjero que requería de monedas locales y necesitaba que le valoraran su propio dinero. Dichas funciones las ejecuta de manera básica sin llegar a financiar inversiones productivas como lo hacen los bancos modernos (Mossé: 1991, 55-57). El comerciante al menudeo A los comerciantes en el mercado, en muchas épocas y lugares se les ha identificado con los mercaderes de baja condición social, a quienes se les atribuían todas las cualidades y los vicios del oficio, tales como la astucia para vender a precios más altos del justo, hábiles falsificadores de la calidad y del engaño acerca del origen
Comerciante del Mercado Juárez, venta de carne fresca y menudencias. (JLSA)
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de los productos, aprovechados de la escasez y la lejanía de los productores y ávidos de ganancias que no se merecían. La ganancia del comerciante al menudeo se basa en la operación al instante por ser revendedor. Dichos calificativos se neutralizaban si se trataba de pequeños productores que directamente vendían sus mercancías, por lo que se menospreciaba a los revendedores e intermediarios que compraban a otros comerciantes para vender al detalle. “La literatura antigua está totalmente sembrada de referencias a la figura y al oficio del comerciante, al gran comercio, a las más modestas prácticas de compraventa, a la relación entre agricultura y comercio y al problema del justo precio” (Giardina, 1992: 29). En general, la época romana está cargada de calificativos positivos y negativos en torno al personaje, al parecer resultan más numerosas las prácticas detestables del comerciante al menudeo. Con el paso del tiempo la figura ha cambiado, de manera que ser vendedor al menudeo exige el desarrollo de capacidades para recordar el nombre y los gustos de los clientes, mentalidad abierta para tratar a todos por igual sin importar la religión o condición social de los compradores, durante cada temporada del año o fechas especiales de cada comunidad. Tal personalidad exige del comerciante una inteligencia dotada para la previsión, que le permitía conocer antes que los demás los cambios de las situaciones de sobreproducción en escasez de mercancías, las buenas cosechas y las carestías, naturales o artificiales (Giardina, 1992:296). Este comerciante debe tener la disciplina para madrugar y presentarse en la tienda a primera hora, para iniciar las actividades
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según se requiera, desde barrer, acomodar la mercancía, encargar y recibir nuevos productos, prepararse para ir al banco a efectuar depósitos y pagos, en cada salida aprovechar para saludar a los clientes y amigos, algunos se dan tiempo para regresar a la casa a almorzar o llegar a la tienda para hacerlo allí mismo, igualmente para la comida, ya sea que la tienda cierre durante ese lapso o bien cierre hasta el día siguiente. En el mercado, hoy en día, el comerciante de artesanías y curiosidades debe considerar el gusto por los productos locales y combinarlo con el de artesanías de otras regiones del país, sin perder de vista la diferencia de precios entre las producidas en México o en China, ¡sí, las artesanías mexicanas!, debe desarrollar la habilidad para destacar los materiales, colores y texturas. La formación del comerciante al menudeo se adquiere con la práctica, a la vista de quien desea comprar, primero contará con un ayudante y, después, con un socio o un sucesor para continuar con el negocio. Ya que alguien así, no necesariamente es el hermano, el primo, el hijo o el ahijado, se trata de alguien que posea algunas habilidades, sólo hay que desarrollarlas. Una parte de las ganancias debe ser siempre devuelta a Dios omnipotente y a la Santa Virgen María, así como a los santos a los que se les tiene devoción y se les pide ayuda, como lo muestran los diversos altares, nichos o santuarios dispuestos en todos los mercados. Algún comerciante, en ciertas ocasiones, prefiere dedicar parte de su capital al préstamo con el cobro de un interés, ya que los bancos siempre resultan difíciles para dar crédito a los pequeños comerciantes, a los artesanos y a los campesinos. Cuando practican
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esta actividad siempre resultan criticados como usureros y condenados por la obtención de ganancias consideradas ilícitas debido a la aplicación de una tasa de interés poco razonable. Los pequeños comerciantes siempre se enfrentan a las disposiciones del gobierno local. Cuando se trata del pago de impuestos y otros requerimientos referentes al mantenimiento de los edificios, la limpieza y los servicios públicos, situaciones que obligan al agrupamiento en torno a líderes naturales o bien aglutinados a los partidos políticos, religiosos, gremiales o de cualquier otra índole. Generalmente, los comerciantes al menudeo llevan registro no sólo de su contabilidad, sino que también anotan las sumas que ellos regalan para los pobres y las instituciones de beneficencia, con el fin de poner sus propias almas a salvo de los tormentos del más allá, por si acaso, además, se registra la cuota para el gremio o sindicato, la Cámara de Comercio o para alguna ONG. Así Dios estará directamente interesado en procurar a estos empresarios los máximos ingresos. Para interceder por ellos, los comerciantes reconocieron en la antigüedad al dios Mercurio, después a san Nicolás de Bari como su santo patrono, protector ante las adversidades (Gurevie, 1992: 280) o la Virgen de Guadalupe, sobre todo en los mercados de México y en muchos establecimientos de comerciantes en pequeño. Las actividades comerciales se asociarán a los meses del año cuando crece la demanda de dinero y, por tanto, cuando se puede invertir con el máximo de ganancias, mientras calculan sus propios recursos y la manera de multiplicarlos, los comerciantes tienen la mirada fija en el calendario, porque: ¡El tiempo es dinero!
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Para el comerciante desperdiciar el tiempo y oportunidades es imperdonable, ya que siempre debe actuar con la rapidez que garantice ganancias extraordinarias. Por ello, dedicar tiempo de más a la toma de decisiones ante un negocio se transforma en un costo de oportunidad que resulta contrario a toda racionalidad mercantil y es objeto de desprecio. El comerciante tiene muy interiorizadas las leyes inexorables del tiempo que marcan los límites de la ganancia y de la temida pérdida, particularmente para quienes se dedican a la reventa, ya que el paso del tiempo devora el beneficio (Tenenti, 1992: 210). La conjugación del tiempo y la distancia introdujeron en el comercio la preocupación acerca del riesgo, así aparecieron los seguros –para proteger parte o el total del valor de las mercancías–, que vienen a dar mayores garantías de éxito a los negocios, los seguros también disminuyen los riegos de transporte de dinero en efectivo, sobre todo con los sistemas de información, cuyo acceso se vuelve limitado en la época del Renacimiento, pero con una demanda creciente desde otros sectores de la sociedad, hasta llegar a la gran red de información necesaria para las compras y ventas que, desde los últimos años del siglo XX, caracteriza nuestro tiempo: la Internet. El comerciante al mayoreo Por su parte, ser comerciante mayorista, importador de mercancías de países lejanos, con gran aprecio debido a sus materiales, colores y texturas, lo que significaba poseer grandes fortunas, importantes relaciones con los gobernantes y relaciones con las familias más poderosas del reino o de la nación, es decir, se trata de personajes con reconocimiento social por los riesgos que debían correr para
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beneficiar a la sociedad proveyéndola de las mercancías traídas con tanto esfuerzo. Entre estos comerciantes también se reconocían la avidez por la ganancia y la astucia, para realizar intercambios con las mejores ventajas, con otros comerciantes de diferentes etnias, religiones y reinos, características de la personalidad que se conocerá como la persecución del lucro. Tal personalidad exige del comerciante una inteligencia dotada para la previsión, al igual que la del comerciante al menudeo, que le permitía conocer antes que los demás los cambios de las situaciones de sobreproducción, escasez de mercancías, las buenas cosechas y las carestías, naturales o artificiales. Se trata de saber de la especulación sobre el tiempo, que se une al monopolio de la información. El comerciante al mayoreo es un personaje que cumple un papel especial en la sociedad sobre todo cuando se trata de los cambios que han marcado las nuevas épocas, tal vez como producto de su mentalidad que los hace previsores, de manera que la actividad y el modo de vida de estos hombres favorecen la formación de nuevas orientaciones éticas y tipos diferentes de conducta, por ejemplo, con las Cruzadas resurge el comercio que había decaído durante la alta Edad Media (Gurevic, 1992:255); con la conquista y colonización del Nuevo Mundo que genera la primera mundialización de la economía; o en la actualidad la globalización económica y social. El impacto más importante del comercio sobre la conducta social es, sin duda, sobre el gusto por adquirir las mercancías elaboradas en otros lugares o, después de la revolución industrial, cuando el desarrollo tecnológico permite la producción en gran escala: la moda en las ciudades.
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En Noruega o en España el hombre que se propone convertirse en mercader, ya desde el siglo XIII, según el Speculum, regale, expone su vida a muchos peligros, ya sea en el mar, ya sea en tierras paganas y entre pueblos extranjeros. Debe por ello atenerse constantemente a la prudencia en cualquier lugar donde se encuentre. En el mar es necesario saber tomar decisiones rápidas y estar dotado de gran valor. Cuando en cambio se llega a una localidad comercial o a otro lugar cualquiera, se debe mostrar educación e ir con cuidado para conquistar la simpatía general. Es necesario estudiar atentamente los usos ligados al comercio de los lugares a los que se llega. En particular es importante conocer bien el derecho mercantil. Para conseguir éxitos con el propio comercio, el mercader debe conocer las lenguas, sobre todo el latín y el francés porque son las más difundidas. El mercader navegante debe saber orientarse por la disposición de los astros y por los cambios del tiempo a lo largo del día, así como discernir los puntos cardinales. El mercader no debe dejar pasar ni siquiera un día sin aprender algo útil para él, si en verdad se quiere adquirir una reputación de sabio se debe aprender continuamente. La caracterización continúa señalando que el mercader debe ser pacífico y discreto, pero, si las circunstancias obligan enfrentarse al adversario, no hay que tener prisa por abandonar el lugar, después de valorar todo con atención, hay que actuar con firmeza. Una particular cautela se manifiesta en la elección de socios para el comercio. Una parte de las ganancias debe ser siempre devuelta a Dios omnipotente y a la Santa Virgen María, así como a los santos a los que se les tiene devoción y se les pide ayuda (citado por Gurevie, 1992: 257-258).
Tan larga lista de recomendaciones concluye con otra para el uso de las ganancias, al señalar que cuando las riquezas aumenten notablemente, lo mejor será retirar de los negocios dos tercios del capital y emplearlos en una sólida posesión agrícola, ya que este género de bien parece ser el más seguro, ya sea para el propietario, ya sea para sus descendientes (citado por Gurevie, 1992: 258).
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Esta recomendación será desdoblada hacia el financiamiento de otras actividades como la minería, la banca y la industria a lo largo de los siglos XIX y XX. El comerciante, en ciertas ocasiones, prefería dedicar parte de su capital al préstamo con el cobro de un interés, porque visualizaba grandes riegos en los viajes comerciales a tierras lejanas, en cambio el dinero siempre lo necesitaban todos: desde los soberanos hasta los nobles, los pequeños comerciantes, los artesanos y los campesinos (Gurevie, 1992: 260). Cuando practicaban esta actividad siempre resultaron criticados como usureros y condenados por la obtención de ganancias consideradas ilícitas, hasta la determinación de una tasa razonable fijada por la Iglesia, ya que ella misma se volvió prestamista de los fondos de diezmos, con una tasa del 5%, por arriba de esa tasa el préstamo era usurero. Dicha situación se legalizó con la aparición de los bancos como instituciones especializadas en el financiamiento, servicio que se generalizó durante la segunda parte del siglo XIX. Por tanto, el servicio de préstamo como actividad ligada al comerciante mayorista es una práctica que va desde el Renacimiento hasta el siglo XIX, en algunos lugares se vuelve a practicar cuando la banca comercial se enfrenta a periodos de recesión económica y deja de ofrecer el servicio, sobre todo a los pequeños inversionistas. La participación de los comerciantes en todas estas actividades relacionadas con la actividad mercantil les va a permitir relacionarse con las capas sociales más poderosas hasta volverse ellos mismos parte de la clase gobernante, integrantes de los consejos ciudadanos, para desarrollar una política tributaria que les sea ventajosa y con poder para controlar la justicia y la legislación local.
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La aceptación entre las capas sociales aristocráticas será una preocupación constante de los mercaderes a lo largo de los siglos, desde el XIV, cuando su peso social es tan fuerte que logran matrimonios con miembros empobrecidos de la aristocracia (Gurevie, 1992: 271), o en el caso de la Nueva España, en el último tercio del siglo XVIII, las hijas de los comerciantes se casaban con los peninsulares llegados a las villas como representantes de la nueva burocracia ilustrada impuesta por las Reformas Borbónicas. Los comerciantes también se ven a sí mismos como hombres instruidos, ya que un mercader analfabeto difícilmente puede tener éxito en los negocios. En las ciudades grandes y en algunas pequeñas aparecen las escuelas laicas con fines prácticos, donde los hijos de los pudientes aprenden a leer, escribir y hacer cuentas. Las necesidades de la clase mercantil contribuyeron a pasar de los números romanos a los árabes, más aptos para la contabilidad comercial y a la introducción del cero. El cambio del carácter del alfabeto, el paso de la minúscula carolingia a la cursiva estuvo directamente ligado al desarrollo de la correspondencia de negocios y en particular a la comercial (Gurevie, 1992: 277). En su registro de la contabilidad el comerciante anotaba, junto a las salidas y las entradas, las noticias más diversas de sucesos que, a su parecer, eran dignos de mención. Su horizonte se había ampliado no sólo por la visita a otros países y ciudades, sino también a causa de la instrucción. Al estudiar los mercados europeos, orientales o del Nuevo Mundo, el comerciante llegaba a conocer las costumbres y las instituciones de los distintos pueblos y era capaz de compararlas con la historia y la cultura de su propia ciudad o país (Gurevie, 1992: 278).
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Dicha experiencia dio lugar a las guías prácticas de la actividad comercial en las que se enumeran las mercancías, los pesos y las medidas y se indicaban los cursos de las monedas y los impuestos aduaneros, los impuestos a los mercaderes; se ofrecían en estas guías descripciones de las vías comerciales, modelos de cuentas, calendarios y, finalmente, consejos para la fabricación de artículos de distinto género (Gurevie, 1992: 279). Ser comerciante mayorista significa ser un hombre instruido y preparado para todo, tener en perfecto orden los negocios y antes de la muerte hacer las cuentas con Dios y con los socios. En los libros de contabilidad de los mercaderes y de las compañías comerciales se llevaban cuentas particulares del señor Dios, como también lo hacían quienes comerciaban al menudeo. Se trataba al Creador como un miembro de la compañía comercial, y la cuota que se le debía dependía del valor de las ganancias obtenidas por ésta (Gurevie, 1992: 280). Las cuentas con Dios hicieron que el cálculo y el interés penetraran también en la esfera de lo ultraterreno. El siglo XIII es la época en la que en la geografía católica del mundo de ultratumba, se afirma un nuevo reino: el purgatorio. Si en el precedente periodo medieval al alma del muerto le estaban destinados –inmediatamente o después del Juicio Universal– el paraíso o el infierno, ahora se abría frente a ella una nueva posibilidad: acabar en el cielo después de haber sufrido tormentos más o menos prolongados en el purgatorio. Para abreviar el tiempo de permanencia en el fuego del purgatorio, se celebraban misas fúnebres, se hacían generosas donaciones a la Iglesia y se prestaba ayuda a los pobres. En los testamentos de los siglos XIV y XV los ricos propietarios
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disponen que, inmediatamente después de su muerte, los albaceas y los herederos hagan celebrar una enorme cantidad de misas para que sus almas se libren lo antes posible de los tormentos del purgatorio y accedan al paraíso. El miedo a los tormentos de ultratumba difunde la práctica de los testamentos. El rico y el mercader se esfuerzan por asegurarse todas las comodidades posibles incluso en el mundo ultraterreno. Por tanto el comerciante siempre cuidará las buenas relaciones con la Iglesia católica y, posteriormente, con las iglesias protestantes puesto que no son irreconciliables el bienestar y la riqueza en este mundo con la salvación del alma (Gurevie, 1992: 289). La asistencia a las ferias, el aprovechamiento de la coyuntura favorable para sacar ventaja de las operaciones comerciales y financieras y el éxito en la especulación exigían una elevada preocupación por el tiempo. El comerciante piensa en días, no en siglos. Es completamente natural que junto a la reorganización del espacio aparezcan también los cambios en la percepción del tiempo. A los hombres de negocios ya no les sirve el calendario eclesiástico con sus fiestas móviles y el inicio del año oscilante entre el 22 de marzo y el 25 de abril; necesitan una forma de subdivisión para cálculos temporales más exactos y en relación con esta exigencia suya el inicio del año es el día de la Circuncisión de Cristo: el 1 de enero (Gurevie, 1992: 290). Pero los comerciantes necesitan también una medida precisa y uniforme de los pequeños intervalos de tiempo, relojes cuyos cuadrantes estén divididos en partes equivalentes. Inventados a finales del siglo XIII, se instalan en las torres de las casas consistoriales y de las catedrales los relojes mecánicos y en el siglo XV aparecen los relojes mecánicos para uso personal,
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generalizado hasta después de la revolución industrial, cuando la fábrica marca el ritmo de la vida diaria. En sustitución del tiempo impreciso ligado a la liturgia, aparece el tiempo secularizado y mensurable, dividido en intervalos de igual longitud. El tiempo teológico es desplazado por el tiempo tecnológico. Aumenta la estimación del tiempo, se considera lo más valioso y se reconoce que todo lo que se pierde puede ser recuperado, menos el tiempo (Gurevie, 1992: 291). En las guías se señala que en Génova las actividades son en septiembre, enero y abril, cuando las naves se hacen a la mar; en Valencia en julio y agosto, tras la recogida del grano; en Montpellier la necesidad de dinero es mayor en el periodo de las ferias que se celebran tres veces al año... (Gurevie, 1992: 292). El comerciante será uno de los principales participantes en la aventura de la conquista y colonización del Nuevo Mundo y será en quien se personifique el espíritu empresarial necesario para el desarrollo del nuevo sistema económico, consolidado desde finales del siglo XVIII, con una mentalidad abierta al cambio y dispuesta a evolucionar hacia otras actividades económicas, de las cuales tal vez la banca sea la más inmediata, a partir del renacimiento, limitada poco a poco con la aparición de los bancos centrales de cada reino convertido en nación capitalista. En la caracterización del comerciante-banquero, Alberto Tenenti (1992), señala que trató de observar a los destacados operadores económicos durante el siglo XV, evitando citar a otros mejor conocidos e incluso de mayor notoriedad. Utiliza sus libros de contabilidad, diarios y correspondencia, materiales que se han conservado y permiten ver cómo se identifican entre ellos mismos.
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Durante el siglo XVII el gran comerciante continuará en sus intentos de ennoblecerse y lograr el reconocimiento social, dicha búsqueda lo llevará a otras actividades relacionadas como las del financiamiento de las empresas del reino y, particularmente notables, las de la guerra, ya que el periodo se caracteriza por la lucha que llevará a la unificación de los reinos y su transformación en naciones. Una vez lograda la unificación nacional durante el siglo XVIII, el movimiento de la Ilustración permitirá una serie de cambios que transforman el Antiguo Régimen en el sistema capitalista. El comerciante al mayoreo cumplirá un papel revolucionario en esa transformación, de comerciante se desdoblará en empresario, banquero e industrial. Dicho proceso se experimentó en la nueva Nación Mexicana durante el siglo XIX. En Saltillo prácticamente se vivió a finales de ese siglo y a principios del XX, con comerciantes notables como Guillermo Purcell, Praxedis de la Peña, Marcelino Garza y Dámaso Rodríguez o, ya entrado el siglo XX, Isidro López Zertuche.
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PARA
LOS HABITANTES del Septentrión novohispano el momento de adquirir mercancías que no se producían en la región era el periodo de la feria, porque en caso de no poder acudir a realizar las compras de lo necesario para el año, había que esperar hasta la siguiente o comprar a los revendedores y a los contrabandistas, que introducían esos productos durante todo el año desde la tienda de los franceses instalada en el pueblo de Nachitoches, en la Louisiana. En la feria no solamente se compraban los artículos traídos de otras partes, también se vendían al mayoreo las materias primas que en esta región se producían.
La Feria de Santiago del Saltillo a finales del periodo virreinal, 1777-1815 En el noreste del Septentrión de la Nueva España, la feria de la villa de Santiago del Saltillo alcanzó su máximo apogeo en los años que van de 1777 a 1815, según lo indican los montos del impuesto de alcabalas recaudados durante esos años (Hernández, 2005). Esta feria, como seguramente lo fueron otras fiestas novohispanas que año con año se repetían hasta formar un sistema de circulación de mercancías en la región septentrional, se acompañaba de la más importante fiesta religiosa y de diversión popular que en conjunto sumergían a la villa en un estado de
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euforia, ajetreo, movimiento y circulación que contrastaban con la quietud en la que se desenvolvía la vida cotidiana. Diversos autores señalan la importancia de la Feria del Saltillo, aunque pocos ofrecen una visión del conjunto en sus tres versiones: religiosa, mercantil y de diversiones populares. Las referencias y reseñas conocidas se pueden agrupar de acuerdo con dichos aspectos. La fiesta religiosa se comenta particularmente en los informes de las visitas de funcionarios de la Corona y pastorales de los obispos de la diócesis de Guadalajara a donde pertenecía la parroquia de Santiago del Saltillo, tales como el de Pedro Tamarón y Romeral (1985); el diario de fray Agustín de Morfi que acompañó al caballero De Croix en su visita a las Provincias Internas (1949), el viaje oficial de ingenieros encabezado por don Nicolás de Lafora, y la historia del bachiller Pedro Fuentes (2001). Por su parte, José Miguel Ramos Arizpe (1988) es el primero que destaca la importancia de la feria en sus aspectos económicos; Charles H. Harris III (1990) trabaja la documentación privada de la familia Sánchez Navarro para señalar los lazos comerciales durante la feria; Vito Alessio Robles (1934 y 1938) y Pablo Cuéllar Valdés (1975) se enfrentaron a la falta de organización de la documentación disponible en los archivos locales en la época en que realizaron sus investigaciones, sin embargo tratan de cubrir los tres aspectos de la feria. En el mismo sentido la describen otros autores que desarrollan sus textos basados en documentos del Archivo Municipal, como José Cuello (1990 y 2004) y Leslie Scott Offutt (1993), así como el trabajo especializado en la Feria de Santiago del Saltillo de Jesús F. de la Teja (1998), en el cual se hace un recuento de las referencias acerca del evento, destaca los
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aspectos religiosos y populares, la administración y organización de la feria y la reacción ante el cobro de impuestos.1 De la fiesta popular queda testimonio en los papeles del cabildo, responsable de la diversión, de agradar a los vecinos y de cobrarles los derechos que de ellos recibía buena parte del año, como lo describe Laura Gutiérrez (1996). El presente trabajo, como parte de una investigación mayor, busca construir la historia de la Feria del Saltillo, durante el periodo de 1777-1815, pretende destacar la versión mercantil que le imprimió fama y reconocimiento a la fiesta considerando los aspectos religioso y popular junto a los cuales se desarrolló. Se intenta ampliar y profundizar los diversos aspectos de la feria en un solo trabajo, complementado con documentación adicional del Archivo Municipal, enriquecido con la documentación del Archivo General de la Nación y del Archivo General de Indias* y, en el aspecto mercantil, a partir de la información de los registros del impuesto de alcabalas que se cobraban en las operaciones de ventas durante la feria, bajo el supuesto de que la concomitancia de estos factores permiten una visión más comprensiva no sólo de la feria sino también de los sistemas mercantiles de la época.
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La documentación catalogada de los archivos históricos de Saltillo, General del Estado de Coahuila y del General de la Nación, no identifica un fondo o grupo documental que permita acceder a la información relativa a la Feria de Santiago del Saltillo. * La organización y trabajos de catalogación de la documentación colonial del Archivo General de la Nación de la ciudad de México no ha concluido. Gran cantidad de documentos relativos al Septentrión novohispano se remiten al llamado fondo Indiferente General que, en el mejor de los casos, sólo se encuentra inventariado. Dicha situación también se observa en el Archivo General de Indias en Sevilla, España.
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En el siglo XVIII, paralelamente a la reorganización de los reinos, el sistema económico mundial inicia la unidad nacional, alentada bajo la perspectiva del mercantilismo en su última etapa. En las últimas cuatro décadas del periodo colonial, el mercantilismo contribuyó a la formación de un mercado interno o nacional que actúa frente al mercado externo o internacional. Estrechamente ligado a la integración de los mercados nacionales, aparece un avance en la consolidación de los mercados regionales y locales, definidos tanto por la división política del territorio, para su administración gubernamental, como por sus condiciones geográficas: el clima y los recursos naturales, así como por su situación estratégica en el cruce del camino regional. Este proceso se desarrolló en la Nueva España en la época conocida como de las Reformas Borbónicas, impulsado desde el último tercio del siglo XVIII hasta la Independencia. En el ámbito económico, se pueden observar diversos cambios, tales como el cobro de impuestos y la ampliación de la burocracia para el cobro y la administración, el apoyo a la red de ferias comerciales septentrionales y el renovado impulso a la minería y las actividades relacionadas. Como resultado de dichas reformas se observó la intensificación de la producción local y del comercio.2 2
Para la provincia de Coahuila los cambios en el ámbito político fueron principalmente en la reorganización administrativa del territorio –la creación de la Comandancia de las Provincias Internas y de las Intendencias, así como la anexión de Saltillo y Parras a la provincia de Coahuila. En el ámbito militar se fortaleció el sistema de misiones y presidios a través de la política de poblamiento para consolidar la ocupación –el exterminio de indios “bárbaros” y la creación de nuevos presidios y misiones– y colonización del territorio –establecimiento de pueblos de indios tlaxcaltecas y facilidades para la inmigración de españoles a las villas.
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La fiesta religiosa No se sabe cuándo inició la Feria de Santiago del Saltillo, al parecer le pasó lo mismo que a la fundación de la villa, que hasta nuestros días no tiene fecha de fundación porque no se cuenta con el acta correspondiente. Quizá por haber sido un puesto de avanzada para descanso y abastecimiento, poco a poco se fue volviendo un lugar de asentamiento y comercio, ya que hay referencia de este lugar desde 1568.3
Santiago Apóstol. Catedral de Saltillo ...por los siglos de los siglos, UA de C y SEP Coahuila. 3
Antigua imagen de Santiago Apóstol. Catedral de Saltillo ...por los siglos de los siglos, UA de C y SEP Coahuila.
Ante lo cual el capitán Alberto del Canto, a quien se atribuye la fundación, procedió a organizar el cabildo y a realizar el primer reparto de tierras, para pasar a ser asentamiento de derecho, por lo que sólo se conoce el acta de reparto de noviembre de 1578, asentada en el Libro del Cabildo de la Villa de Santiago del Saltillo, 1578-1655 (Garza y Pérez, 2002:34).
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La fiesta religiosa se remonta a los orígenes de la villa del Saltillo que fue dedicada a Santiago Apóstol, cuya celebración se constituyó en la fiesta principal de la villa. En Santiago del Saltillo la fecha religiosa a conmemorar era el 25 de julio, día del santo patrono de la villa. Seguramente para los fundadores fue decisiva la asociación con el santo, considerando la importancia que tuvo para los españoles durante la reconquista de su territorio de manos de los árabes, proceso que culminó apenas ochenta años antes, porque se trataba de un santo poderoso para acciones de conquista, llamándolo matamoros e invocando su nombre: ¡Santiagooo! como grito de guerra. El santo resultaba muy apropiado porque la villa se encontraba en un territorio de comunidades seminómadas de huachichiles y borrados, grupos de los más feroces resistentes a la dominación. La fiesta para celebrar al santo patrono no todos los años se realizaba el 25 de julio, ese día se efectuaba sólo si las condiciones climatológicas lo permitían, ya que es común que en esa fecha se presenten las lluvias de verano, con truenos, relámpagos y, en ocasiones, granizo y fuertes aguaceros. Por ello, al igual que otras celebraciones cívicas, la fiesta se trasladaba ocho o diez y hasta doce semanas después, a finales de septiembre o durante octubre, cuando mejorara el clima. Los tlaxcaltecas avecindados en el pueblo de San Esteban, contiguo a la villa del Saltillo, colonia madre para varios asentamientos de la región, se dedicaron a las actividades agropecuarias, venían inscritos a la tradición Náhuatl por lo que había que cumplir con las celebraciones marcadas por el calendario agrícola, el cual señala el 6 de agosto como la mitad del verano, día para festejar
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las primeras cosechas. La cristianización de dicha fecha se dedicó a Cristo Crucificado, según se puede observar en otros lugares del noreste novohispano con influencia tlaxcalteca, como lo señalan recientes investigaciones: el Señor de Mapimí, Zacatecas; Santa Teresa de los Muchachos, Saltillo; Calandrias, Anhelo y Mesillas, en Coahuila; el Señor de Tlaxcala, en Bustamante, Nuevo León (Villarreal, 2003); el Señor de Mapimí en Cuencamé, Durango, o el Señor de Burgos en Jiménez, Chihuahua (Reyes, 2003). Al Cristo se le dedican las primicias de las cosechas como parecen indicarlo los adornos de las fachadas el día de la festividad.
El Santo Cristo de la Capilla. Catedral de Saltillo ...por los siglos de los siglos, UA de C y SEP Coahuila.
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Aun cuando se cambiaba la fiesta patronal a los días de la feria en el otoño, en la villa y el pueblo de San Esteban se festejaba al Cristo de la Capilla en el verano, el 6 de agosto.4 La fiesta popular La fiesta del santo patrono se celebraba con el ritual de las fiestas religiosas inscritas en la tradición desde la antigüedad griega, asociadas a una comensalía popular, en la cual se ingerían los alimentos ofrecidos a los dioses, tal como lo señala Oswyn Murray (1991), con el cristianismo dicho ritual se modificó en cuanto que, en lugar de comer las ofrendas, se sirven alimentos en puestos semifijos y ambulantes que se venden a los asistentes durante la víspera y el día de la fiesta patronal. El elemento popular de la fiesta consistía, además de la comensalía, en la ofrenda de danzas de los indios, desarrolladas en el atrio de la parroquia, quema de fuegos artificiales, corrida de toros, en la plaza de madera montada en la Plaza Real; puestos de diversión para niños como el de la manita, los caballitos y el circo; para los adultos la chuza, ruletas, lotería y carcamanes, además de cantinas y plaza de gallos. Así como la vendimia de frutas de la estación, pan, dulces, pulque, aguamiel y agua. Esto sucedía en cualquier fiesta religiosa popular en las villas de la Nueva España, tal como 4
La celebración del 6 de agosto, día del Santo Cristo de la Capilla desarrolló una devoción a la que se le atribuyeron intervenciones milagrosas en favor de los residentes y de habitantes de otras regiones aledañas, según lo narra el bachiller Pedro Fuentes (2001). Los milagros concedidos que presenta el bachiller Fuentes en su reseña están ligados a la propia historia de la villa, los problemas del asentamiento, los enfrentamientos con los indios ante sus incursiones y las dificultades de la vida diaria de la población, enfermedades, sequías y los riesgos durante la construcción del edificio parroquial, entre 1745 y 1800.
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lo describe Juan Pedro Viqueira para el caso de la ciudad de México (1987). La fiesta del Santo Cristo de la Capilla se conmemora desde 1608, cuando, según la leyenda, llegó a la villa en una mula que se detuvo frente a la iglesia parroquial y no hubo forma de llevarla a otro lugar, por lo que se decidió depositar dicha imagen en la capilla de La Ánimas de dicho templo, la escultura había sido traída de la Feria de Xalapa por uno de los comerciantes más prósperos de la villa, Santos Rojo. Esta festividad actualmente todavía se celebra, con un novenario al Santo Cristo y las actividades populares de la víspera y durante el día 6 de agosto. Una historia de esta fiesta la narra el bachiller Fuentes (2001), en dicha conmemoración convivían tanto los pobladores de la villa del Saltillo así como los tlaxcaltecas del pueblo contiguo, San Esteban de la Nueva Tlaxcala, fundado el 13 de septiembre de 1591, día de san Juan Crisóstomo; la dedicación a San Esteban se debe al nombre del pueblo de origen del grupo de 91 familias de indios tlaxcaltecas desplazados para colonizar y ser ejemplo de sedentarización para los indígenas de la región septentrional de la Nueva España, llamada desde entonces de Tierra Adentro, muy distinta de los asentamientos mesoamericanos, Saltillo se convirtió en la llave de entrada a las Provincias Internas de Oriente. La Feria Comercial de Santiago del Saltillo El correr de los años y el crecimiento de la población de la villa y del pueblo aumentaron la demanda de productos no generados en la localidad, por ello fue necesario agregar en la fiesta del santo
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patrono puestos de venta, que se instalaron junto al mercado de productos locales, al lado norte de la plaza de San Esteban de la Nueva Tlaxcala.5 La reorganización económica provocada por la actividad de la feria se vio intensificada durante la época llamada de las Reformas Borbónicas implantadas en el último tercio del siglo XVIII. Así la describe el Informe del Gobernador de la Mitra de octubre de 1791, citado por Vito Alessio Robles (1934: 190): Todos los años, en los últimos días del mes de septiembre se hace una feria en donde se proveen de cuanto necesitan para todo el año, no solamente los habitantes de Saltillo, sino todos los de las provincias del Nuevo Reino de León, Coahuila, y Texas y gran parte de los de la colonia del Nuevo Santander que concurren a vender en ella, lanas, cueros de venado, sal, mulas y algunos otros cortos efectos que producen aquellos países, y llevan en retorno, ropa, cueros curtidos, jabón, monturas y varios comestibles que vienen de Michoacán y la Nueva Galicia, a saber, arroz, azúcar, garbanzo y otros artículos que se cosechan en estas tierras. Con este motivo viene a ser la villa del Saltillo como un almacén donde no solamente se proveen en tiempo de feria las provincias de la comarca, sino que a ella recurren para surtirse por entre año de los artículos que se escasean, que son bastantes, por la imposibilidad de conservarlos en parajes calurosos. De todos estos principios que dejo asentados nace que su comercio es mayor él solo que todo el restante de las cuatro provincias, y que es el único lugar de algún modo provisto de lo necesario para la vida humana, y donde puede pasarse con menos incomodidad.
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La cual ha tenido diversos nombres, pero entre la gente del pueblo desde entonces se le conoce como la plaza del mercado, llegando a tener gran movimiento de mayoristas y al menudeo, no sólo de la región sino de las Provincias Internas de Oriente. Lo cual hizo que la fiesta del 6 de agosto se separara de la feria como la fiesta de Santiago Apóstol.
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Para 1811, el Chantre Miguel Ramos Arizpe en sus Memorias sobre el estado de las Provincias Internas de Oriente presentadas a las Cortes de Cádiz (1988:93), también hace una reseña de la Feria del Saltillo y destaca el valor del volumen del comercio, por encima de un millón de pesos. Cuando la feria empieza a tomar cierta envergadura económica, a mediados del siglo XVIII, los comerciantes van a ligarla a la red de ferias comerciales de la Nueva España. Los grandes mayoristas de la Feria de Xalapa van a tener mayor interés en la Feria del Saltillo por ser de gran concentración de compradores de productos terminados y de vendedores de materias primas. En la Feria del Saltillo, después de la visita del conde José de Gálvez, se inició el cobro de alcabalas a los vendedores, al principio fue de una cuota fija de 1500 pesos, cuya recaudación estaba a cargo del cabildo, pero a partir de 1777 se instaló la recaudación de los impuestos de alcabalas por un administrador responsable. El mercado regional septentrional y el mercado de Saltillo La expansión de la producción novohispana hacia el Septentrión significó la incorporación de la villa del Saltillo al mercado interno colonial, que en el ámbito local se manifestó en una intensificación del comercio de productos regionales como trigo, mulas, pieles y cebo, enviados a las regiones mineras de Zacatecas, Charcas y Durango; además, con propósitos de acopio y distribución en la región conformada por las villas del Saltillo y de Parras, las misiones y presidios de las provincias de Coahuila y Tejas, el Nuevo Reino de León y la colonia Nuevo Santander.
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De esa manera, en la villa del Saltillo y su entorno6 se dio un proceso distinto al vivido en otras partes de la Nueva España, al perfilarse este territorio como una micro-región económica, fundamentalmente comercial, que se integró al mercado interno novohispano, en razón de que, con excepción de algunos productos agrícolas y ganaderos, como el ganado ovino para San Miguel el Grande, Querétaro y la ciudad de México, y las mulas de las haciendas de Arriba, en Saltillo, para las recuas que transitaban por el ramal del camino real que corría desde Zacatecas hasta Nacogdoches, Tejas, en la frontera con la Louisiana, la mayor parte de la producción que allí se comercializó no se generó en la localidad,7 sino en otras partes de Europa y otras zonas de la Nueva España, como las telas, herramientas de labranza y para ganadería y la construcción, así como enseres domésticos que se ofrecían en la Feria del Saltillo. El grupo de comerciantes-hacendados de la región, principales actores locales de la feria, fue integrado tanto por peninsulares como por criollos, unidos por lazos matrimoniales, sociedades mercantiles o por su oficio político dentro del cabildo de la villa.8 El estudio sobre los comerciantes realizado por Scott Offutt (1993: 24), referido sobre todo a la década de 1790, señala que en la villa 6
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En la actualidad corresponde a los municipios de Saltillo, Ramos Arizpe, Arteaga y General Cepeda. Las características de los recursos naturales y climatológicos las describen: Cuello, 1981: 5-42 y 1990: 139-141 y Scott Offutt, 1993: 12-14. Sin yacimientos de plata, con mantos acuíferos insuficientes como para una producción agrícola y ganadera abastecedora de la región. Tanto Cuello, 1990: 146-148, como Scott Offutt, 1993: 48-60, coinciden en su identificación.
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del Saltillo había aproximadamente 60 comerciantes reconocidos como tales, aunque el censo de 17919 registra sólo 40, y al parecer no se especializaron sólo en un giro, pues en sus tiendas lo mismo se ofrecía ropa y telas, así como alimentos, enseres domésticos y otros productos variados, incluso libros (Scott Offutt 1993: 39, 46-47). Los vínculos con otros comerciantes se realizaron mediante líneas de crédito con negociantes de las ciudades de México y Veracruz, y, desde los últimos años del siglo hasta la Independencia, con los de Guadalajara. Entre los comerciantes se pueden identificar a mayoristas y minoristas, vendedores de productos importados y novohispanos, los que abastecieron durante el año y en la feria, y que compraron los productos locales y los realizaron en sus establecimientos, gracias a su relación con las haciendas agrícolas y ganaderas de la región. Es frecuente encontrar lazos familiares en las redes mercantiles, incluso entre los peninsulares que se asentaron permanentemente en la villa después de contraer matrimonio con las hijas de hacendados, de donde surge la figura del comerciante-hacendado. También era común que se apadrinaran los hijos de unos y otros, siendo los comerciantes mayoristas los padrinos más solicitados. Los lazos familiares funcionaron también hacia afuera, ya que existía parentesco con otros comerciantes, generalmente de la 9
AMS, PM, c 43, e 1, 122 f. Los principales comerciantes registrados son: Juan José Dávila, Tomás Travieso, Felipa Galindo, Isabel Gutiérrez, Juan Palomo, José Tomás Botello, Antonio de Lisarrarás y Cuéllar, Luis Vargas de Anda, Vicente Recio, Juan de Acuña, Agustín de Loya, José Ventura y Moreno, Francisco Forundarena, Ignacio Velasco, Manuel Morales, Cristóbal Rodríguez, Rafael Martínez de Abal, Juan García, José María Carrillo, Manuel de Peña, Felipe Calzado, Andrés Antonio de la Mata y Cos, Francisco José Pereyra, Juan Goríbar, Mariano de Ábrego, Juan Manuel del Campillo, Toribio de Alcalá, José Pereyra de Castro y Juan de la Fuente Fernández.
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ciudad de México, o bien eran representantes o socios de los grandes comerciantes capitalinos. Un elemento que indica el arraigo de los comerciantes extranjeros es el de sus posesiones de bienes raíces, tanto rurales como urbanas, aunque Scott Offutt (1993: 62, 66-73) indica que, con frecuencia, hacían operaciones de compraventa para revender más adelante. Esta autora señala a comerciantes que fueron propietarios de haciendas completas, días de agua y casas en la villa, como don Antonio de Cárdenas, quien al morir dejó una herencia de 16,100 pesos, de los cuales 4,300 pesos correspondían a propiedades inmuebles. En las haciendas aledañas a Saltillo, se procuró una combinación de producción ganadera para la venta en el mercado local y novohispano, con producción agrícola para el autoconsumo y venta de los excedentes en el mercado de la villa. Esto ocurrió en los casos de las haciendas más grandes, como La Encantada, Agua Nueva y San Juan de la Vaquería, pertenecientes al Marquesado de San Miguel de Aguayo y Santa Olalla, que constituyó el latifundio más grande de la región en esta época, lo mismo que en la hacienda de Guachichil de la Casa Fernisa, ubicada a media legua de distancia al sur de la villa, o en las haciendas de mayor producción agrícola como las de Santa Ana de los Rodríguez, Santa Ana de los Valdeses, Capellanía y San Diego, San Juan Bautista de los González, San Isidro de las Palomas de Adentro y San Isidro de las Palomas de Afuera, y en los ranchos y potreros. En general las haciendas de Abajo (ubicadas en las tierras bajas al norte de la villa) se dedicaban a la agricultura, por ser donde había más agua; y las haciendas de Arriba (ubicadas en las tierras altas del sur) se dedicaban a la ganadería, pero cualquiera que fuere el tipo
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de producción, muy buena parte de ella se realizaba en el mercado local de las haciendas del valle del Saltillo (ver mapa I). Mapa I. Las haciendas del valle del Saltillo en el siglo XVII
Por el origen y destino de los artículos comercializados, es posible advertir que el mercado local se integró al mercado regional del Septentrión novohispano, conformado por un circuito mercantil constituido por las Provincias Internas de Oriente, teniendo a Saltillo como centro de acopio y distribución y por las Provincias Internas de Occidente, con Chihuahua como centro de comercialización y de producción minera (ver mapa II).
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Mapa II . Provincias Internas
En el comercio de la región de Saltillo es posible identificar dos tipos de circulación: a) la ordinaria, que se realizó durante el año con productos locales y novohispanos, y b) la de temporada de feria, que era parte de una red de ferias de comercio integrada por: la feria de Taos en la provincia de Nuevo México, que se realizaba durante el mes de julio; la feria de Chihuahua en la provincia del mismo nombre, que se efectuaba durante el mes de enero; la feria del Saltillo, en la provincia de Coahuila, desarrollada durante los meses de septiembre y octubre; y la feria de San Juan de los Lagos, la de mayor importancia y núcleo de las mencionadas, al norte del Reino de la Nueva Galicia, que se hacía a fines de noviembre y
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diciembre, con un intenso intercambio para asegurar las ventas ordinarias, que durante el periodo de estudio fueron creciendo en participación a lo largo de cada año (ver mapa III). Mapa III. Las Ferias Novohispanas
Con los intercambios efectuados en dicho espacio, es posible identificar las esferas local y regional de la circulación como diferentes niveles mercantiles del sistema económico colonial. Dichos niveles se encontraban inmersos en un proceso de mercantilización que se reconoce por el uso de la plata –producto
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dominante– en forma de dinero, en pasta o quintada, mediante la cual se realizan los intercambios, particularmente los de la feria.10 La identificación de los niveles mercantiles permite ubicar en ellos los sectores que participaron en la economía septentrional novohispana, y su respectiva división social del trabajo; así, la esfera de la producción de las mercancías de productos primarios, corresponde a las Provincias Internas; los productos manufacturados, en forma creciente corresponden a la región de Guadalajara, desplazando a los de Querétaro y Puebla, y los productos de lujo provienen de las importaciones que, para el mercado del Saltillo, sólo se registraron provenientes de España y Europa. Para el periodo que se estudia no hay evidencia registrada de que se importaran productos de China, aunque es posible que se haya realizado su distribución a través del contrabando, que creció en importancia al no habilitarse otros puertos además del de Acapulco (Alessio Robles, 1934:164-165). La distribución de este tipo de productos se puede confirmar en el texto de Scott Offutt (1993:39), que al reseñar el inventario de la tienda de uno de los principales comerciantes, incluye productos de China, sin explicar cómo fueron introducidos en la localidad.
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Carrera Stampa, s/f. 182-200. Aquí hay que destacar que también las ferias en su reglamentación organizacional son producto de los primeros cambios introducidos por la dinastía de los Borbones, ya que con el establecimiento en definitiva de la principal feria de la Nueva España en Xalapa, a partir de 1729, se modeló el esquema jurídico que se aplicaría a las otras ferias novohispanas que a lo largo del siglo XVIII fueron creadas, o impuesto a las que estaban en operación. Este antecedente vino a ser básico para la integración de la región del Septentrión novohispano, al momento de instaurarse las reformas hacendarias y administrativas de las intendencias en combinación con la pragmática de libre comercio y su aplicación específica en cada localidad.
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Se puede inferir que el enlace de las regiones septentrionales con Guadalajara, centro del mercado regional del occidente de la Nueva España, se desarrolló a través de los centros mineros de Zacatecas: Real de Catorce y Sombrerete; y Durango, alrededor de los cuales crecieron una serie de puntos de abastecimiento de diversos satisfactores que, con el tiempo, se transformaron en centros de producción, acopio y distribución destinada a dichos centros mineros, como lo fue el caso del Saltillo. La vinculación de Saltillo con el mercado regional del occidente de la Nueva España se reforzó con la Diputación del Saltillo ante el Consulado de Comercio de Guadalajara, desde 1797,11 así como con los lazos comerciales entre familias. A este respecto puede citarse el caso de don Teodoro Carrillo, originario de Teocaltiche El Grande, criadero de mulas y centro de arriería de la zona de Guadalajara, quien al establecerse en Saltillo, a finales del siglo XVIII, llegó a ser de los más ricos y poderosos personajes de la localidad, y al casarse con María Loreto Sánchez del Bosque, última heredera de la familia Del Bosque, utilizó la influencia de sus relaciones familiares en las operaciones comerciales;12 Teodoro Carrillo era tan poderoso económicamente que pudo hacer un empréstito forzoso de 3,262 pesos como ayuda contra los insurgentes, en 1814. Así pues, la creciente articulación con el mercado regional de Guadalajara es la consecuencia tanto del crecimiento económico de la región del Saltillo, como de su posición estratégica en la ruta del camino real de la época, según se puede apreciar en el mapa IV que ilustra el camino real México-Zacatecas-Saltillo. 11 12
AMS, PM, c49, e24, 4f. AMS, PM, c62, e41, d7, 80f.
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Mapa IV. Camino Real México-Zacatecas-Saltillo
Para 1814, cuando la feria debía reestructurarse con la sustitución de los productos importados por los novohispanos, se logró, por primera vez, contar con una autorización legal para su realización según el documento emitido por la Regencia en Madrid, el 26 de marzo de 1814, citado por De la Teja (1998:18). Pero, al año siguiente, se remitió otro bando de don Manuel Pardo, teniente coronel de Caballería de los Reales Ejércitos, ayudante inspector de las Provincias Internas de Oriente de Nueva España y
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comandante de Armas de la villa del Saltillo, que comunica la transferencia de la feria de esta villa a la villa de Monterrey,13 después de gran insistencia por parte del comandante de las Provincias Internas de Oriente y, tal vez, como una muestra de rechazo por el apoyo prestado a los insurgentes. Con dicha acción, Monterrey logró concentrar el poder regional en lo económico, en lo político-militar y en lo religioso: la feria, la comandancia y el obispado. En conclusión, se puede decir que la Feria del Saltillo se realizó durante el periodo de estudio a la manera de las sociedades precapitalistas, con la conjugación de las tres versiones de la fiesta, siempre mezcladas: la religiosa, la popular y la mercantil. La Feria de Santiago del Saltillo durante la Independencia Como ya se señaló, la Feria de Santiago del Saltillo fue uno de los acontecimientos más importantes para la vida social de la villa y del pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala ya que en ella se conjugaban tres aspectos: el religioso, el popular y el económico; por ello era motivo de gran atracción para todo tipo de individuos que concurrían a su celebración. Estudiar la Feria del Saltillo implica observar los tres aspectos, sin embargo en este apartado se destaca el económico por ser el eje en torno al cual giraban el religioso y el popular. Aquí se sostiene que la importancia económica de la feria se debe a que sirvió de base al desarrollo socioeconómico logrado en la última etapa del periodo virreinal y al momento del estallido del movimiento de la 13
AMS, PM, c61/1, e76, 2f.
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Independencia se encontraba en los años de mayor actividad económica, lo que permitió la incorporación de la villa del Saltillo al mercado interno colonial que, en el ámbito local, se manifestó en una intensificación del comercio de productos primarios regionales para abasto de las zonas mineras de Zacatecas, Charcas y Durango; además, con propósitos de acopio y distribución en la región conformada por las villas del Saltillo y de Parras, las misiones y presidios de las provincias de Coahuila y Tejas, del Nuevo Reino de León y de la colonia Nuevo Santander, es decir, a las Provincias Internas de Oriente. Así en la villa del Saltillo y sus alrededores14 se dio un proceso distinto al que se presentaba en otros lugares de la Nueva España basado en la minería, mientras que para esta zona será básicamente comercial, por lo que formó parte del mercado interno novohispano, ya que, con excepción de algunos productos agrícolas y ganaderos, la mayor parte de la producción que allí se comercializó se generó en otras partes, por ser una zona sin yacimientos de plata y con mantos acuíferos insuficientes para alcanzar una producción agrícola y ganadera abastecedora de la región.15 Para el momento en que inició el movimiento de Independencia los vínculos comerciales continuaban a través del crédito con negociantes de las ciudades de México y Veracruz, y, desde los últimos años del siglo hasta la Independencia, con los de Guadalajara. Según los reportes del pago del impuesto de alcabalas,
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Actualmente Saltillo, Ramos Arizpe, Arteaga y General Cepeda. Las características de los recursos naturales y climatológicos las describen: Cuello, 1981: 5-42 y 1990: 139-141 y Scott Offutt, 1993: 12-14.
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los 25 principales comerciantes para los años previos y posteriores al estallido del movimiento insurgente de 1808 a 1813 fueron, de acuerdo al número de operaciones: D. Teodoro Carrillo, D. José María Carrillo, D. José Toribio de Alcalá, D. José María Valdés, D. Venancio Zepeda, D. Luis de Cuéllar, D. Melchor de Cárdenas, D. Eusebio Mexía, D. Pedro Acuña, D. José Grande, D. Ricardo Lobo, D. Juan Sánchez, D. Cristóbal Rodríguez, D. Francisco Taboada, D. Antonio Robledo, D. Miguel Fernández Rumayor, D. José Luis de Cárdenas, D. José Ignacio de Arizpe, D. José Jerónimo Cacho, D. Francisco Benito Taboada, D. Juan Nepomuceno Sánchez, D. Juan González de Hermosillo, D. José Luis de Cuéllar, D. Pedro Nolasco y D. José Cruz de Cosgalla. En la lista anterior se puede observar que sólo tres (D. José María Carrillo, D. José Toribio de Alcalá y D. Cristóbal Rodríguez) de los comerciantes de la década anterior continúan en la actividad mercantil, pero los apellidos de la mayoría siguen presentes (AGN, Libros de Alcabalas del Saltillo, C1, f 7/82). La intensidad de la actividad comercial también se puede observar por las compras efectuadas en otros lugares directamente por los vecinos de la villa del Saltillo, de entre quienes destacan: D. Manuel Carrillo, D. Antonio del Bosque, D. Pedro Aguirre, D. Julián Trejo, D. Juan Ángel Seguí, D. Ponciano García, D. Juan Pichardo, D. Francisco Sánchez, D. Tiburcio Carrillo, D. Juan Fuentes, D. Pablo Espronceda, D. Juan Flores, D. José Miguel Sánchez, Melchor Valdés, D. Mariano Solís y D. Francisco Aguirre, aunque en los registros consultados aparecen como vecinos, en la información trabajada por María Elena Santoscoy (1997) a la mayoría los reconoce como comerciantes.
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En dichos registros se encuentran otras personas que, simplemente, pagaron los impuestos de alcabalas para poder realizar ventas de efectos diversos, como: D. Miguel María Lobo y D. Julián de Goríbar; D. Juan Nepomuceno Valdés, D. Román de Letona, D. Ramón Trejo, D. Mauricio de Alcocer, D. Francisco Flores Valdez, D. Pedro Valdés, D. José María Galván, D. José Guevara, D. Francisco Grande, D. Pedro Trujillo y 14 personas más, registradas con gran actividad de compraventa, además de algunas instancias del gobierno como los juzgados de la Subdelegación y del alcalde de la villa, D. Domingo Andrés de Ibarra, administrador de tabacos y D. Ignacio Dávila, abastecedor de carnes de la villa (AGN, Libros de Alcabalas del Saltillo, C1, f 7/82). Esos mismos reportes registran a comerciantes de otros lugares como D. Lorenzo Ruelas, vecino de Sayula; D. Francisco Baca, D. José María Texeda, D. José María Rodríguez, D. Casiano Bocanegra y D. Antonio García Torres, vecinos de San Luis Potosí; D. Joaquín de Rosas, vecino de Santa María del Río; D. Francisco Martínez, vecino de Monterrey; y a D. Clemente Jáuregui, vecino de Camargo; además a los de otros lugares de la provincia: D. Juan Francisco de Riojas y D. José Antonio Flores, vecinos de Monclova; Juan Rodríguez, de San Buenaventura y Juan Sánchez, de Candela; el administrador de la hacienda La Enramada, D. Manuel de Oviedo y el mercader viandante D. Francisco Palomino (AGN, Libros de Alcabalas del Saltillo, C1, f 7/82). Los productos que se vendieron durante estos años, en su mayoría provenían de la propia Nueva España, por la frecuencia de envíos destacan San Luis Potosí, Parras, Monclova, Monterrey, México, Guadalajara, Revilla, San Buenaventura, León, Sayula y Cadereyta. Otros lugares de las Provincias Internas de Oriente también
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muestran intercambios de importancia con la villa del Saltillo y su feria comercial, tales como: Camargo, Altamira, Laredo, Mier, Aguayo, Tampico, Reynosa, Linares, Cerralvo, Pueblo Viejo de Tampico, Río Grande, Pesquería Grande y Borbón. Los efectos o productos de mayores ventas fueron: lana, algodón, piloncillo, caldos, aguardiente y vino, harinas, ganado y mulas. Además de jabón, jarciería, trigo, frijol, arroz, garbanzo, cerdos, reses, carne seca, manteca, chile, cueros, pieles, cordobanes, calzado y loza, así como cigarros, plomo, mantas, caña, chile piquín y dulces (AGN, Libros de Alcabalas del Saltillo, C1, f 7/82). Igualmente se observan en los registros envíos de otras provincias vecinas a la de Coahuila, como las ligadas al Occidente de la Nueva España, Guadalajara y el Bajío, así se tiene a Querétaro, San Miguel el Grande, Celaya, Aguascalientes, San Juan de los Lagos y Zacatecas (AGN, Libros de Alcabalas del Saltillo, C1, f 7/82). La falta de información estadística de los precios y volúmenes de producción vendidos impide hacer un análisis directo de la actividad comercial de la época, por ello se puede recurrir a la documentación que registra el pago de los impuestos por las ventas, llamados alcabalas, que sirven de indicadores indirectos. Los registros correspondientes a la villa de Santiago del Saltillo se encuentran, en su mayoría, en el Archivo General de la Nación, unos cuantos datos en el Archivo Municipal de Saltillo y, sorprendentemente, ninguno en el Archivo General de Indias, al menos hasta donde se tienen avances en la catalogación. El cobro de las alcabalas por la Administración Real y el establecimiento de tasas, plazos, suelos alcabalatorios y excepciones, eran determinados, según señalamiento de Garavaglia y Grosso
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(1987: 28-40), de la manera siguiente: el cobro se deducía a partir del valor mercantil del producto gravado, sobre el que se aplicaba un determinado porcentaje variable, ya sea con relación a diversos periodos o referido a ciertas receptorías que, por diferentes motivos, se favorecían o recibían tratamiento especial, salvo las transacciones inmobiliarias que pagaron el 6% durante el periodo de 1776 a 1811. Las tasas generales aplicadas para el reino de la Nueva España fueron: del 6% en el lapso 1778-1780; del 8% entre 1781 y 1790; y de 6%, nuevamente de 1791 a 1810. Durante los años del movimiento insurgente (1810 a 1821), la situación financiera de la Corona entró en una nueva crisis, lo que llevó a un aumento de la presión fiscal, que se tradujo en una serie de nuevos impuestos agregados a las alcabalas, con tasas variables que no fueron aplicadas uniformemente y en plazos también indefinidos, según se puede apreciar en la correspondencia de los administradores de la renta, pidiendo continuamente aclaraciones acerca de su vigencia. En 1816, los gravámenes cobrados para todas las compraventas y reventas, eran el 6% de alcabala y 2% de recargo para el pago del préstamo de 200,000 pesos, llamado ‘patriótico’; a lo que se agregaba, el 2% de derecho de convoy para algunas transacciones, y 6% como contribución temporal de guerra. Para los últimos años del periodo colonial (1817-1821), las tasas se fijaron en 6% de alcabala ‘permanente’, 2% de aumento y 8% de alcabala ‘eventual’.
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Las receptorías septentrionales consideradas de frontera16 tuvieron trato de excepción en los montos aplicados por concepto de alcabalas, a saber: 1. Administración Foránea de Sonora: Arizpe, Cieneguilla, Horcasitas, Álamos, Sinaloa, Culiacán y Cosalá; 2. Administración Foránea de San Luis Potosí: Coahuila, Saltillo, Santander y Monterrey; 3. Administración Foránea de Zacatecas: Mazapil-Parras, y 4. Administración Foránea de Durango: Chihuahua. En estas receptorías, las tasas aplicadas variaron de un mínimo del 2% a un máximo del 5.33%, y en algunas de ellas, por su situación particular, ciertos productos gozaron de exención total de las alcabalas.17 Dada la importancia de los volúmenes de mercancías que se comercializaban en Saltillo como consecuencia de la feria comercial anual que se realizaba desde principios del siglo XVII (Alessio Robles, 1938: 392), en 1777 se designó un funcionario a cargo de la Administración Real de la Renta de Alcabalas del Saltillo. Para la época que se estudia, el volumen del comercio se incrementó notablemente, lo que apoyó el establecimiento –además de la Administración de Alcabalas– de una Caja Real en 16
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Velázquez, 1974 y 1979, presenta la descripción de los territorios septentrionales según diferentes cronistas de la época, la cual señala reiteradamente la situación de guerra permanente entre las villas y pueblos de frontera con las tribus de indios nómadas. Además de las dificultades que derivan del clima y los recursos naturales, muy distintos a la región mesoamericana. “Razón del tanto por ciento que se exige en los lugares de este Reyno” [1788]. A.G.N.-Indif.RH y la real orden del 9 de mayo de 1790, A.G.N.-Alcabalas, T. 259. Citados en Garavaglia y Grosso, 1987: 29.
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1794. Con ello la plaza se convirtió en distrito administrativo, al frente del cual se nombró un ministro, y se designó además un subdelegado de la Intendencia y de la Real Hacienda, dependiente de San Luis Potosí. TePaske y Klein (1986, T. II: 16) señalan que la Caja Real de Saltillo fue fundada para apoyar la defensa de la frontera y para implantar la maquinaria administrativa española, aunque era la Caja de San Luis Potosí la que proporcionaba la mayor parte de los recursos necesarios para los presidios y colonias de Nuevo León, Nuevo Santander y Tejas. En dicho aparato administrativo cada caja novohispana tenía importancia por sí misma y las relaciones entre ellas eran esenciales en la determinación de la estructura fiscal del Imperio español en América. A partir de 1777, año en el que se inician las reformas administrativas con la creación de la Administración de la Renta de Alcabalas, se emprendieron otras acciones que afectaron a la villa. En ese mismo año se estableció la Comandancia General de las Provincias Internas, con un gobierno relativamente autónomo, situado entre el Virrey y los gobernadores provinciales (AMS, PM, c 45, e 31, 7 f). En 1779, la jurisdicción eclesiástica de Saltillo, junto con el derecho al cobro del diezmo, fue trasladada de la diócesis de Guadalajara a la recién creada diócesis de Linares. En 1787 la jurisdicción política de Saltillo, junto con la de Parras, fue transferida de la provincia de la Nueva Vizcaya a la de Coahuila (AMS, PM, c 39/1, e 69, 2 f).
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En ese mismo año, al crearse las Intendencias (ver mapa V), las provincias de Coahuila, Tejas, el Nuevo Reino de León y la colonia del Nuevo Santander, se integraron a la Intendencia de San Luis Potosí desapareciendo el cargo de alcalde mayor que fue sustituido por un subdelegado, sujeto al intendente de San Luis Potosí, quedando la actividad del Consejo Municipal supeditada a dicho subdelegado (AMS, PM, c 42/1, e 66, 1 f). Mapa V. Las Doce Intendencias de la Nueva España
El peso relativo de la Aduana del Saltillo explica que permanezca como tal después de que su territorio se incorporó a la provincia
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de Coahuila en 1787, como resultado del proceso de reorganización de las Provincias Internas a partir de la creación de las Intendencias (AGN Provincias Internas. Vol. 58, e. 2, f. 15113). Para ese año, “el administrador de alcabalas de Saltillo había logrado controlar los monopolios del tabaco, los naipes, la pólvora y el papel sellado” (Cuello, 1990: 143), pero nunca podría ser, al mismo tiempo subdelegado, según lo marca el artículo 77 de la Real Ordenanza para la creación de las Intendencias.18 El administrador de alcabalas y encargado de los estancos del tabaco, naipes, pólvora y papel sellado fue promovido a tesorero regional en 1793, sujeto a la autoridad de San Luis Potosí, con la responsabilidad de las nóminas de los presidios y misiones destacados en la frontera nororiental (Cuello, 1990: 143). La Audiencia de Guadalajara y el propio Virrey, pasaron a ser autoridades en última instancia para conflictos y consultas, salvo cuando era requerida la intervención del soberano. Las reformas administrativas, particularmente las fiscales, se fortalecieron con el levantamiento de censos y padrones. Éstos eran realizados con tal detalle, que registraban no sólo edad, sexo, raza y ocupación de los habitantes, sino también el inventario del capital por habitante, tanto líquido como en mobiliario, casas, tierras, ganado y armas disponibles, así como informes sobre salarios, y estimaciones sobre volúmenes de productos consumidos; por ejemplo, el informe acerca de la provincia solicitado por el Tribunal del Consulado de Veracruz, que permitía estimar las ventas y el monto de las alcabalas (AMS, PM, c 55/1, e 2, 24 f). 18
Real Ordenanza para el Establecimiento e Instrucción de Intendentes de Ejército y Provincia en el Reino de Nueva España, 1786. Facsimilar, 1984. Introducción por Ricardo Rees Jones: 89-90.
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Las series de captación de la Real Hacienda por concepto de alcabalas del Saltillo muestran una estrecha relación cíclica entre la actividad económica y la recaudación fiscal. Para 1810 se puede observar una intensificación en la recaudación en 234%, la cual supera los niveles de captación alcanzados en los primeros años cuando se registraron los pagos de este impuesto, en el lapso de 1777 a 1781. Los ingresos se desploman como resultado de la desconexión de los circuitos mercantiles después del estallido del movimiento de Independencia de 1810, la captación de 1811 cayó 76%, y para 1812, en un último periodo, se aprecia una recuperación que permite que se supere el monto de lo recaudado en 1807, que fue el más alto del periodo de 1781 a 1811, y a partir de este año hay una tendencia decreciente, incluso si se proyectan los datos hasta el final del periodo colonial en 1821 (ver la gráfica 1). Gráfica 1. Ingresos de la Real Renta de Alcabalas 1777-1821.
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En el periodo de 1791 a 1796 la tasa aplicada fue de 4%, para pasar al 4% de alcabala y 2% para fondo de milicias durante la siguiente guerra contra Inglaterra, de 1796 a 1802 (ver cuadro 1). AÑOS 1777 1778 1779 1780 1781 1782 1783 1784 1785 1786 1787 1788 1789 1790 1791 1792 1793 1794 1795 1796 1797 1798 1799 1800 1801 1802 1803 1804 1805 1806 1807 1808 1809 1810 1811 1812 1813 1814 1815 1816 1817 1818 1819 1820 1821
LIBROS REALES DE ALCABALAS Arnoldo Hernández Torres PRODUCTO TOTAL 3452.6 9380.8 7293.8 14265.4 14403.0 4615.6 4749.9 4952.8 7567.9 5245.9 6189.6* 6107.3* 6024.6* 5942.2* 5859.6* 7836.5 6132.5 6474.6* 8290.8 7391.9* 7514.7* 5900.3 6768.8* 8437.8 9559.4 7310.5 12250.3 14577.6 11987.5 14857.8 17783.5 15480.5 14282.4 17089.8*** 4075.3 18257.6 17719.9 10134.1 13768.5** 13833.3** 13898.0* 13962.8** 14027.5** 14092.3** 14157.0**
CAJA REAL DE SALTILLO TePaske y Klein PRODUCTO TOTAL 3487 9380 7293 14265 14403 4615 4749 4952 7567 5245 6153 4870 5931 6228 6604 7836 6132 6775 8290 11307 7954 5900 7090 8437 9559 7310 12250 14577 11987 14857 17783 15480 14282 17090 17381.5** 18041.8** 18702.0** 19362.3** 20022.6* 20682.9** 21343.2** 22003.4** 22663.7** 23324.0** 23984.3**
AL. NOVOHISPANAS Garavaglia y Grosso PRODUCTO TOTAL 3487 9380 7293 14265 14403 4615 4749 4952 7567 5245 6153 4870 5931 6228 6604 7836 6132 6775 8290 11307 7954 5900 7090 8437 9559 7310 12250 14577 11987 14857 17783 15480 14282 17090 17381.5** 18041.8** 18702.0** 19362.0** 20022.6** 20682.9** 21343.2** 22003.4** 22663.7** 23324.0** 23984.3**
CUADRO 1. INGRESOS DE LA REAL RENTA DE ALCABALAS 1777-1821 FUENTE: Elaboración propia con datos del AGN-Alcabalas. Vols. 610, 611, 608, 152, 420; AGN-INDIF. Alcabalas / San Luis Potosí /Saltillo Caja 3. *Estimado por el método de suavizamiento de Brown con un alpha de .25 .**proyectado. ***No incluye el mes de diciembre.
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En el año de 1803 se aplicó la tasa general del 6%, misma que se vio incrementada con motivo de la última guerra contra Inglaterra, entre 1804 y 1808, en un 2%, manteniéndose en ese nivel hasta el inicio de la Independencia, cuando se aplicaron nuevos préstamos forzosos para financiar la guerra contra los insurgentes y contra los indios bárbaros.19
Total de Almas
Este auge puede ser considerado como producto del crecimiento económico regional, hipótesis que se refuerza si se considera que la población, otro de sus principales indicadores, registró una tendencia a la alza que coincide con el aumento en la recaudación fiscal de alcabalas (véase gráfica 2 y el cuadro 2).
Gráfica 2. FUENTE: 1777, Censo, AMS, PM, c 31, e 2, 112 f.; 1785, Censo, AMS, PM, c 37/ 1, e 42, 58 f.; 1786, Padrón, AMS, PM, c 37, e 35, 1f.; 1787, Padrón, AMS, PM, c 39/1, e 73, 1f.; 1788, Padrón, AMS, PM, c 40, e 39, 1f.; 1791, Censo, AMS, PM, c 43, e 1, 122f.; 1813, Padrón, AMS, PM, c 60/1, e 72, 1f.
19
La lista de los donativos y préstamos forzosos que hizo la villa del Saltillo desde el año de 1809 al de 1816, se puede ver en AMS, PM, c 62, e 22, 2f.
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AÑOS 1777 1785 1786 1787 1788 1791 1813
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HOMBRES 3026 3980 4537 4087 5291 11042
MUJERES 3461 4188 4129 4204 5912 10779
TOTAL DE ALMAS 6487 8168 10812 8666 8291 11203 21821
CUADRO 2. CENSOS Y PADRONES DE LA POBLACION DEL SALTILLO Y SU JURISDICCION. 1777-1813. FUENTE: elaboración propia con datos de 1777, Censo, AMS, PM, c 31, e 2, 112 f.; 1785, Censo, AMS, PM, c 37/ 1, e 42, 58 f.; 1786, Padrón, AMS, PM, c 37, e 35, 1f.; 1787, Padrón, AMS, PM, c 39/1, e 73, 1f.; 1788, Padrón, AMS, PM, c 40, e 39, 1f.; 1791, Censo, AMS, PM, c 43, e 1, 122f.; 1813, Padrón, AMS, PM, c 60/1, e 72, 1f.
Si comparamos los datos de los dos últimos censos de población del periodo colonial –1791 y 1813–, con los montos registrados para los mismos años por la Real Renta de Alcabalas, se observa que los censos de habitantes de 1813 en Saltillo representaban el 195% del total de 1791, y la recaudación de 1813 representó el 268% de los ingresos alcabalatorios de 1791; es decir, se dio un incremento en los impuestos más que proporcional al crecimiento de la población (véase cuadro 1). De la misma manera, los volúmenes y estimaciones del valor de los efectos comercializados durante el periodo de estudio, permiten establecer una relación entre éstos y el incremento de las tasas impositivas del 4% al 8% para los mismos años (ver cuadro 2). Así, los valores comercializados en 1791 ascenderían a 97,660 pesos y para 1813 alcanzarían la suma de 126, 676 pesos, de tal forma que el incremento resulta del 29%. Éste indica un crecimiento económico combinado con un alza de las tasas de impuestos, que se mantuvo en el periodo en razón de que se volvió a aplicar la tasa general de alcabalas que, a pesar de las protestas, ya no se redujo en el resto del periodo colonial.
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En suma, la reconstrucción de la serie de datos de este estudio permite concluir que la tendencia que muestran los ingresos de la Real Renta de Alcabalas, para los últimos años, es la de un ciclo que termina. Por lo que, de mantenerse las mismas condiciones previas al estallido del movimiento insurgente, la actividad económica de la villa del Saltillo en torno a su feria comercial pronto entraría en una fase de desaceleración y el consecuente estancamiento. La Feria del Saltillo durante el siglo XIX El auge logrado con la realización de la Feria del Saltillo se vio interrumpido con el decreto que ordena su cambio a Monterrey. Posteriormente se autorizará una nueva feria para Saltillo, pero ésta no logrará la importancia económica de aquella época. La nueva Feria de Saltillo de1826 a 1889 tomará el carácter de feria regional. Ese mismo año, 1889, se realizó la Feria Mundial de París en la cual participaron los saltillenses con el monumento a Manuel Acuña, por ello muy pronto se difundió la modalidad de feria de exposición y diversión; su carácter de compraventa de mayoristas se dejó atrás porque, ahora, se contaba con otros medios de abasto y distribución de mercancías para todo el año: el ferrocarril, el cual llegó a Saltillo después de la feria de 1883. El estudio de la feria en el siglo XIX se puede hacer en cuatro periodos, a) de 1800 a 1814 el periodo final de la feria colonial; b) de 1815 a 1826 cuando sólo se realizaron las fiestas patronales; c) de 1826 a 1889 el periodo de realización de la nueva feria comercial de Saltillo y d) de 1889 a 1900 cuando se efectuaron las primeras ferias de exposición y diversión.
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El periodo final de la feria colonial Este periodo, prácticamente, se corresponde con el de inicio del movimiento de Independencia, que ya se presentó en el apartado anterior, sin embargo para dar una visión del siglo XIX en su conjunto, se puede decir que para esta etapa la feria había logrado amplia aceptación entre los comerciantes de toda la Nueva España, sobre todo porque acudían compradores y vendedores de las cuatro Provincias Internas de Oriente, lo que hizo de Saltillo su centro de acopio y distribución. Para 1814, cuando la feria debía reestructurarse con la sustitución de los productos importados por los novohispanos, se logró, por primera vez, contar con una autorización legal para su realización según el documento emitido por la Regencia en Madrid, el 26 de marzo de 1814. Dicho decreto autoriza la Feria del Saltillo para las Provincias Internas de Oriente, al respecto señala: Las ferias constituyen un incremento en la actividad económica del lugar en donde tienen efecto así como en la extensión que invisiblemente se difunde. En la organización de las ferias se aplicará tiempo y trabajo precisos porque el tiempo, la situación del lugar, producción, consumos de la provincia y las relaciones de su comercio con las provincias limitantes tienen muchas particularidades. La feria del Saltillo promovería avance en las provincias de Oriente, además que su suelo no tiene obstáculos que no permitan la llegada de criadores, mercaderes, fabricantes, etc. (AGEC, Fondo Decretos, C1, F46).
Ese mismo decreto autoriza otra feria para las Provincias Internas de Occidente:
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Chihuahua ha caído en desgracia ya que decayeron sus minas. Tiene un buen comercio con Nuevo México y con Sonora, cosa que hará a los vecindarios opuestos y fronterizos sean fomentados con prontitud y felicidad, también se verán aprovechados de esto los puestos militares ya que éstos son los que más sufren en lograr los caminos hacia Chihuahua. Si se hace en Chihuahua se tendría que retrasar la fecha un poco para que los mercaderes que asisten a la feria de San Juan de los Lagos puedan llegar hasta este territorio (AGEC, Fondo Decretos, C1, F46).
En la feria de la villa de Chihuahua se comercializaron volúmenes mayores, hasta cuatro veces, de las ventas efectuadas en Saltillo, según el reporte de la recaudación de la renta de alcabalas (Garavaglia y Grosso, 1987), porque se abastecía a esas provincias que contaban con mayor número de población, debido a la dinámica económica que imponía la actividad minera de Parral. Pero, al año siguiente, el 2 de octubre de 1815, se remitió otro bando de don Manuel Pardo, teniente coronel de Caballería de los Reales Ejércitos, ayudante inspector de las Provincias Internas de Oriente de Nueva España y comandante de Armas de la villa del Saltillo, que comunica la transferencia de la feria de esta villa a la villa de Monterrey (AMS, PM, c61/1, e76, 2f), después de gran insistencia por parte del comandante de las Provincias Internas de Oriente y, tal vez, como una muestra de rechazo por el apoyo prestado a los insurgentes. Con ello se podría concentrar el volumen de comercio en un nivel más aproximado al de la feria de Chihuahua, esto se puede observar en el cuadro 3 que registra el pago de alcabalas en las tres villas durante los primeros años del siglo XIX.
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CUADRO 3. INGRESOS DE ALCABALAS DE LAS ADMINISTRACIONES DEL SALTILLO, MONTERREY Y CHIHUAHUA. 1800-1810
Con dicha acción, Monterrey logró concentrar el poder regional, muchos años antes de las gestiones del gobernador Bernardo Reyes a finales del siglo XIX, cuando algunos historiadores ubican su despegue económico regional. Con ello reunió el poder económico con la feria, el político-militar con la Comandancia de las Provincias Internas de Oriente y el religioso con el obispado, inicialmente de Linares y finalmente de Monterrey. Por tanto, se puede decir que la Feria del Saltillo se realizó durante los últimos 40 años del periodo virreinal a la manera de las sociedades precapitalistas, con la conjugación de las tres versiones de la fiesta, siempre mezcladas: la religiosa, la popular y la mercantil. Las fiestas patronales de 1815 a 1825 Después del cambio de la feria comercial a Monterrey, sólo se celebraron las fiestas patronales del 25 de julio y otras fiestas
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religiosas que se efectuaron año con año, como la Epifanía (6 de enero) y Corpus Christi (40 días después de domingo de Resurrección) también asociadas a actividades de mercadeo local y de diversión, así se hicieron durante el periodo que no hubo autorización de la feria comercial, de 1815 a 1825. La organización de las “fiestas acostumbradas”, religiosas, comerciales, populares y, más tarde, las cívicas siempre fueron responsabilidad del cabildo por lo que debían avisar de su realización a los habitantes de la villa, aunque parece que no siempre se organizaban mediante un acuerdo, ya que en el Archivo Municipal se encuentra la primera acta del Cabildo de Santiago del Saltillo, de fecha del 23 de septiembre de 1696, en la cual se señala que: …estando juntos y congregados los miembros del cabildo, para tratar las cosas útiles a esta villa y al bien público, compareció el alférez Matías de la Peña, encargado de organizar las fiestas reales en el presente año, solicitando se le proporcionen del fondo de propios cincuenta pesos, para cubrir los gastos… (AMS, AC, L 1, t 111, a 15, f 21).
Por lo que el alcalde era el responsable directo de dichas actividades. Otras fiestas religiosas se agregaron como parte de las responsabilidades del cabildo, como la de la Virgen de Guadalupe que, a partir del 19 de septiembre de 1737, el cabildo acordó que: …teniendo conocimiento los capitulares de esta villa que en la Ciudad de México el Virrey ha nombrado por patrona universal a la Santísima Virgen de Guadalupe, mandando que en todos los pueblos y ciudades según sus posibilidades, se le hagan fiestas, han acordado que tan pronto pasen las que le están organizando al patrono y titular de esta villa, las harán a la madre de Dios… (AMS, AC, L 4, a 32, f 21).
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Las fiestas patronales debían realizarse en las fechas que acordara el cabildo, de acuerdo con los rituales oficiales que, para tal efecto, se practicaban desde mucho tiempo atrás, por ejemplo el 30 de agosto de 1754, se dispuso que “para conocimiento de todos los habitantes se acuerda promulgar por bando que se han señalado los días 21 y 22 del próximo mes de septiembre, para celebrar las fiestas del Apóstol Santiago, así como para el paseo del Real Pendón (AMS, AC, L 4, a 85, f 96). La fiesta religiosa popular en las villas de la Nueva España, la describe Juan Pedro Viqueira para el caso de la ciudad de México (1987). De la fiesta popular queda testimonio en los papeles del cabildo, responsable de la diversión, de agradar a los vecinos y de cobrarles los derechos que de ellos recibían buena parte del año, como lo describe Laura Gutiérrez (1996). Para las autoridades la celebración de las “fiestas acostumbradas” era un compromiso que había que cumplir cuando las dificultades del clima, particularmente las lluvias torrenciales de verano, lo permitieran, así, prácticamente lo hicieron con las fiestas patronales del 25 de julio, día de Santiago Apóstol, patrono de la villa del Saltillo, se realizaron junto con la feria en los meses de septiembre y octubre, según lo permitieran las lluvias de temporal, ahora del otoño, de manera que cada año se disponía su realización según se previera el estado del tiempo. Llama la atención que en las actas de cabildo no hay registro anual de las disposiciones para tal efecto. Un ejemplo de los acuerdos del cabildo se tomó del 3 de septiembre de 1805 cuando “se acuerda posponer el inicio de la feria hasta el día 30 del actual en virtud del copioso temporal que se ha experimentado desde hace más de 20 días” (AMS, AC, L 6, a 128, f 167 v). De cualquier manera, se acuerda también que durante “los días de la feria hasta la clausura de
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Plaza Tlaxcala con puestos semifijos y ambulantes, posiblemente al momento de la Feria del Saltillo, por la cantidad de compradores y vendedores. Vanguardia, 2 de enero de 1977.
la feria, las calles deberán estar bien iluminadas con farolas” (AMS, AC, L 6, a 131, f 168), igualmente se “dictan varias disposiciones para evitar desórdenes de la gente que concurre a la feria” (AMS, AC, L 6, a 132, f 168). Aun cuando se había tenido cuidado de iniciar la feria después de las lluvias de temporal, en algunos años se equivocaron como en ese mismo año de 1805. En las mismas actas de cabildo “se hace constar que el 26 de septiembre, 3 y 10 del actual no se verificaron las sesiones de cabildo acostumbradas por motivo de la feria y el temporal que se ha experimentado” (AMS, AC, L 6, a 133, f 168 v).
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Se preferían los meses de septiembre y octubre, no sólo durante el periodo colonial, sino prácticamente durante todo el siglo XIX, así lo vuelven a señalar las circulares que invitan a la feria en 1826. Por el buen clima, la comodidad de alojamientos y la abundancia de víveres para las personas y excelentes y muy proporcionadas pasturas para los animales, ofrecen las ventajas más positivas para todos los concurrentes; y para la seguridad personal y la de sus intereses en el tránsito, están acordadas por el Gobierno del Estado y Comandante General, las medidas más convenientes, de manera que los caminos serán con toda anticipación resguardados por partidas de tropa suficiente, no sólo para garantizar a los transeúntes del asalto de los bandidos, sino aun de la ferocidad del salvaje (AMS, PM, c 72/1, e 39, 1 f).
Cuando el cabildo no se reunía para tomar acuerdo en torno a las fiestas, el alcalde decidía las medidas correspondientes para su organización, generalmente consideraba los acuerdos de los años
Invitación a la Feria del Saltillo, a realizarse del 11 al 25 de octubre de 1861. AMS.
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anteriores, por ello se puede observar que se repiten, casi al pie de la letra, algunas disposiciones y sólo cambian las fechas para el año correspondiente. En general las disposiciones para la realización de la feria y las fiestas acostumbradas, durante todo el siglo XIX, consistían en: a) Definición de las fechas de realización; b) Envío de circulares que avisan al público y a participantes en la feria y las fiestas; c) Disposiciones de vigilancia de los caminos desde 20 días previos y 20 días posteriores, así como de las calles durante la celebración de la feria y las fiestas acostumbradas; d) Alumbrado de las calles durante la feria y las fiestas acostumbradas; e) Remate de pisos o cajones y cocinas; f) Remate de la plaza de toros y del palenque; g) Programa de actividades: Misa de inicio, paseo del Real Pendón o desfile de inauguración con las autoridades civiles y religiosas, corrida de toros, palenque de gallos, presentación de cantantes y grupos musicales, juegos para niños y adultos, compraventa de mayoristas, venta al menudeo y expendio de comida; h) Compromiso de las autoridades municipales para asistir a los principales eventos. En algunas ocasiones el gobernador de la provincia asistía a las celebraciones, en esos casos había que disponer del alojamiento, como en el año de 1800, cuando el cabildo acuerda “fabricar con los adobes que se tienen en existencia, una pieza en las casas reales, la cual se destinará para alojamiento del gobernador de esta provincia, si determina concurrir a la feria” (AMS, AC, L 6, a 47, f 82 v).
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Desde el punto de vista de los ingresos para el cabildo el más importante era el remate de pisos porque se captaba como Propios, se calculaba con diversos criterios, ya que en los registros de las actas de cabildo se dispone que, en 1796, se “cobrará a los dueños de cajones cuatro pesos por vara si los dan en arrendamiento y dos pesos si los atienden ellos mismos” (AMS, AC, L 6, a 19, f 34 v). Mientras que para 1805, el criterio era cobrar en su conjunto a un arrendatario de la plaza, así lo indica el acuerdo donde:
Corridas de toros, peleas de gallos y otros espectáculos, como los equilibristas, eran los principales atractivos de la feria. Fototeca AMS y Vanguardia, 14 de enero de 1977.
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…se le indica a don Benedicto Ramos arrendatario de la plaza, puestos y cocinas en la feria, entere los 800 pesos en que se le remataron y se consulte con el Intendente de San Luis Potosí, sobre los 30 pesos que reclama el pueblo de San Esteban, por las cocinas instaladas en su jurisdicción (AMS, AC, L 6, a 134, f 169).
Al mismo arrendatario, para 1810, el cabildo acuerda que “se nombra a José Benedicto Ramos para que se encargue de repartir los puestos, cajones y cocinas en la feria, encargándose así mismo de su cobro, procurando obtener más de los 1,300 que se recaudaron el año pasado” (AMS, AC, L 7, a 5, f 6 v). Mientras que para 1862 el remate de piso de la feria se redujo a 130 pesos lo cual indica que la importancia de la feria cambió radicalmente. Igualmente, la corrida de toros es una parte muy importante en las fiestas religiosas y en la feria. Por ejemplo, para 1786, el cabildo acuerda: Ygnacio Carrillo, vecino de la ciudad de Guadalajara, conviene con las autoridades de esta villa en cercar y vestir la plaza de toros, formando en ella lumbreras y balcones, además proporcionará 60 toros para 6 corridas, traerá toreros hábiles y músicos con trompetas, dando así más lucimiento a las fiestas del Apóstol Santiago (AMS, AC, L 5, a 119, f 168).
Se buscaba que dichas disposiciones se cumplieran año con año. Para 1829 las condiciones son otras, de manera que el cabildo “acuerda comprar seis toros más, aparte de los 24 solicitados, para la lidia en los días de feria de esta capital y para éstos deberán contribuir los dueños de puestos (AMS, AC, L 9, a 444, f 85). Para ese mismo año:
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Distribución de pisos para la instalación de los puestos, cajones y cocinas. Fototeca AMS.
Cesáreo Froylán, capitán de la cuadrilla de toreros, pide 32 pesos diarios por el tiempo que permanezca dando las 8 corridas de toros, conmemorando la independencia mexicana y los encierros tradicionales de la feria de esta capital, en el entendido que el ayuntamiento dotará de espadas, capotillos, papel para banderas, etc. (AMS, AC, L 9, a 449, f 86).
En 1830 se ofrecieron seis corridas de toros, se invitó a los ayuntamientos de Tierra Afuera y a los de Nuevo León y Tamaulipas (AMS, AC, L 10, a 108, f 14) y se contrató al teniente coronel don Nicolás del Moral por seis años como arrendatario de la plaza de toros durante la feria anual del mes de septiembre (AMS, AC, L 10, a 183, f 24 v). Además se pide la intervención de las autoridades para cuidar a los toros del maltrato del público, por lo que “se acuerda que los toros destinados para la fiesta brava en la feria, no deben sacarse de la plaza para ser coleados, se multará con 10 pesos a quien lo haga” (AMS, AC, L 10, a 169, f 22 v).
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El cabildo como responsable de la realización de la feria, prácticamente se declara en sesión permanente para estar al pendiente del desarrollo del evento, según las circunstancias, sobre todo porque el comportamiento de las ventas lo obligaba a intervenir, como en el caso de ventas bajas, para autorizar su prolongación por quince días más como en 1880 (AMS, PM, c 123, e 37, 6 f), o el compromiso por acuerdo del mismo cabildo de que “los sujetos encargados de organizar las fiestas del glorioso Apóstol Santiago, patrono y titular de esta villa, deberán incorporarse con los miembros del cabildo y salir desde la víspera hasta la conclusión de las ceremonias, honrándolos así en premio por su servicio” (AMS, AC, L 7, a 121, f 83). En cuanto a la vigilancia durante los días de la feria y de las fiestas acostumbradas, en 1810 los comerciantes, preocupados por los acontecimientos apoyan a las autoridades y para su constancia “Manuel María de Abreu pide certificación de su participación en las rondas de infantería formadas por comerciantes voluntarios patrullando durante la feria a causa de las noticias de insurrección
Teatro Acuña desde la calle Allende, puestos semifijos y la plaza de toros, aproximadamente en 1892. Fototeca AMS.
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y dona doscientos pesos para contribuir para armamento y monturas de las tropas” (AMS, PM, c 59, e 39, 4f). La nueva Feria de Saltillo, 1826-1889 La organización de la Nueva República necesitó de una Constitución en 1824, con la cual se creó el estado de Coahuila y Texas con su capital en la ciudad de Saltillo (véase el mapa VI), cuyo carácter requirió el reconocimiento de su importancia económica frente a la antigua capital, la villa de Monclova, por ello, después de la Constitución del nuevo estado, se autorizó, el 6 de junio de 1826, por el gobierno estatal la “licencia al ilustre Ayuntamiento para realizar una feria anual” (AMS, PM, c 71/1, e 45, 1 f). Mapa VI. La República según la Constitución de 1824.
Fuente: O’Gorman, 1994.
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Al parecer, a partir de 1826, se dio un apoyo renovado a las ferias como un mecanismo de comercialización para mayoristas, dicho impulso se puede observar en el programa de ferias y su respectivo reglamento, en el cual se ordenaba que se cuidara que sus fechas no coincidieran, para ello se les daba un carácter regional para cada zona de la nueva República. En los documentos respectivos se puede ver que ese mismo año se autorizaron varias ferias y se hizo la difusión correspondiente, como la de San Luis Potosí (AMS, PM, c 71/1, e 57, 1 f). Al año siguiente, de Monterrey envían doce ejemplares acerca de la feria anual, con ello se invita al ayuntamiento y al público para que asistan. Ésta comenzará el 21 de octubre (AMS, PM, c 72/1, e 39, 1 f). La feria se realizará después de la del Saltillo. Para asegurarse de que no se empalmen las fechas de realización de las ferias en la región se debían enviar ejemplares que las anunciaban, ya que las fechas podían variar de un año a otro. De Saltillo se enviaron ejemplares del aviso de la realización de la feria como el de 1853, cuyo ejemplar se presenta a continuación. (AMS, c 97, e 47, 7f).
Invitación a la Feria del Saltillo, a realizarse del 25 de septiembre al 8 de octubre de 1853.
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En 1870 se enviaron ejemplares a Monterrey, Piedras Negras, Fresnillo, Iturbide, Tula, Guanajuato, Allende e Hidalgo (AMS, PM, c 113/1, e 129, 14 f); en 1872, se agregan a los lugares anteriores, Mapimí, Medellín y Guadalajara (AMS, PM, c 115/1, e 93, 9 f); en 1874 se agregaron Ramos Arizpe y Tampico (AMS, PM, c 117/1, e 148, 4 f) y para 1875 la relación de lugares a los que se enviaron avisos de la feria anual llegó a ser de 105 villas y ciudades que producen mercancías que pueden ser vendidas durante la Feria del Saltillo, en el Archivo Municipal se conserva un juego de ejemplares impresos en papel de China de todos los colores, a continuación se muestra uno de ellos.
Fuente: 1875, AMS, PM, c 118/3, e 112, 11f.
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Aun cuando en 1826 se autorizó, después de la Independencia, nuevamente la realización de la Feria de Saltillo, ya no recuperó la importancia anterior, sólo fue una fiesta popular local, con arraigo regional que, por su ubicación en el cruce de los caminos de Tierra Adentro (ver mapa VII), le permitió mantener cierto nivel de actividad, suficiente para atraer a los comerciantes principalmente del noreste y de Estados Unidos. Mapa VII. El Camino Real de Tierra Adentro de la ciudad de México a Santa Fe.
Fuente: CONACULTA - INAH.
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De cualquier manera, la feria de 1828, al parecer fue de mayor actividad, uno de los comerciantes norteamericanos que asistió R.M. Potter, según lo señala Bill Karras (Villarreal Lozano, 1993) fue un comerciante que participó en la feria de ese año, quien, en una carta dirigida a su hermano le describe el trayecto de Matamoros a Saltillo de la siguiente manera: Íbamos con una recua de mulas cargadas de fardos, conducida por media docena de arrieros, a través de un país casi deshabitado y, por lo general, árido y pedregoso [Durante la feria] vendí entre doscientos y trescientos dólares diarios y la mayor parte de las ventas fueron al menudeo. Antes y después de la feria los negocios están muertos (citado por Villarreal Lozano, 1993:110-111).
Más adelante relata el regreso de los feriantes a sus lugares de origen, Potter se unió a una caravana de comerciantes para mayor seguridad, dado el peligro que acechaba en cada recodo del camino, al respecto señala que: Los comerciantes extranjeros parten en grupo con numerosos sirvientes y sus mulas cargadas de dinero. La inmensa multitud venida de Dios sabe dónde para ver las corridas de toros, comprar, vender o robar, se dispersa y desaparece como la nieve en el mes de marzo. Yo abandoné Saltillo en compañía de una docena de comerciantes, casi todos franceses, e igual número de arrieros y sirvientes. Con tal cantidad de comerciantes, cada uno de ellos transportando una considerable suma de dinero, es de creerse que la caravana llevara en total de seis a siete mil dólares (citado por Villarreal, 1993:111).
Al parecer el comerciante tenía razón, puesto que el cabildo pide ayuda a los participantes en la feria en ese año de 1828, “debido al gran número de gente foránea que acude a la feria, han aumentado los robos y otros ilícitos, motivo por el cual se solicita a los comerciantes su cooperación pecuniaria, para aumentar el número de vigilantes (AMS, AC, L 9, a 154, f 34 v). 82
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Pero la fiesta debe de ofrecerse, para ello las mismas autoridades acordaron ese año que continúe la iluminación y la música en solemnidad y regocijo de las fiestas (AMS, AC, L 9, a 138, f 31). Para el momento de la Guerra de México contra Estados Unidos, (1846-1848), la República se había organizado por Departamentos con un gobierno centralista, el mapa tenía el siguiente aspecto según Edmundo O’Gorman (ver mapa VIII): Mapa VIII. La República según el primer centralismo, organizada por departamentos.
Fuente: O’Gorman, 1994.
Durante la ocupación de Saltillo por las tropas norteamericanas sólo se efectuaron las fiestas religiosas, las fiestas de la Navidad se celebraban en enero, para 1847, al igual que la feria, las fiestas anuales eran motivo para dar cita aquí a gran cantidad de
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mexicanos. Según Villarreal Lozano investigadores de las noticias periodísticas sobre las actividades de los soldados de Indiana le permitieron a Oran Perry escribir un artículo acerca de Saltillo, aunque éste no señala la fuente; el texto se titula Sketches in Camp no. 16, describe la fiesta y destaca los riesgos de la aglomeración: …algunos vienen desde pueblos que están hasta trescientas millas de distancia. Las mesas de los vendedores se colocan en las calles, pletóricas de las más lujosas mercancías que el País puede ofrecer (…) Gran cantidad de personas se sienta en las calles para comer, y al levantarse, después de satisfacer su apetito, se percatan de que perdieron el sombrero y de que les robaron la cartera (Perry, 1908: 140 y sig.).
Durante la ocupación la feria se suspendió, pero después de la salida del ejército norteamericano, para el año siguiente, en 1849, la organización de su celebración estuvo presidida por el propio gobernador, jefe de este Departamento y una comisión del Ayuntamiento para atender la seguridad pública dispuso varias medidas que debían cuidarse desde veinte días antes y veinte días después de la feria: 1°. Que el gobierno cubra con una fuerza de diez hombres cada uno de los caminos siguientes, el de Aguanueva, el de Capellanía, el de Parras, el de Monclova y el de Monterrey, pagados a seis reales diarios; 2°. Que el Ayuntamiento doble las rondas que han sido de costumbre en el interior de la población, estableciendo una de caballería que atienda a la seguridad de la misma población y sus alrededores, las cuales rendirán a las dos de la mañana; 3°. Que con el mismo objeto de que habla la disposición anterior establezca dos patrullas que comenzarán a desempeñar desde las seis de la mañana y rendirán a las doce de la noche, y se compondrán de diez hombres cada una; 4°. Que por el tiempo esperado en la disposición primera, se establezcan por el Ayuntamiento ocho agentes de policía;
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5°. Que las patrullas que no sean de fuerza de línea y los agentes de policía, después de desempeñar sus obligaciones durante el día y parte de la noche, duerman el resto de ésta en el zaguán de las casas consistoriales; 6°. Que se nombre por el Ayuntamiento un vigilante en cada manzana, con obligación de atender a la seguridad de las personas que en ella habiten, de perseguir a los malhechores, de dar aviso de las personas desconocidas que residan o se hospeden en ella, cuyo aviso darán al Juez de Paz de su sección respectiva y éste al Presidente del Ayuntamiento; 7°. Que ninguna diversión o concurrencia pública se permita pasadas las doce de la noche, bajo la multa de diez a cincuenta pesos o de tres a diez días de reclusión que sufrirán los infractores de cada disposición, y 8°. La disposición del artículo 1° comenzará a tener efecto el día 20 del corriente y las de los siguientes desde el 23. 14 de septiembre de 1849 (AMS, PM, c 93, e 14, 1 f).
Estas disposiciones prácticamente se repitieron para el resto del periodo de la realización de la feria durante el siglo XIX. Se dice que de la muerte y de los impuestos nadie se salva, sin embargo, un clamor escuchado en forma permanente es la queja de los comerciantes por el cobro de los impuestos al comercio interior, las alcabalas, protestas que emitirán prácticamente durante todo el siglo XIX, hasta cuando Porfirio Díaz decreta su suspensión, sobre todo, después de la ampliación de la red del ferrocarril que logró unificar el mercado interno, al ofrecer gran cantidad y variedad de mercancías de casi todas las regiones de la República. Por ejemplo en 1854 se solicita que se suprima el cobro de los derechos de alcabalas, al menos durante los días de la feria, con el propósito de atraer más compradores y lograr la venta de todas sus mercancías al término de las fiestas (AMS, PM, c 98, e 5. 2 f). La queja se hizo en razón de que se restablecieron las alcabalas por el supremo decreto
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del 2 de junio de 1853 y quedando vigentes las autorizadas el 11 de julio de 1843, con las exenciones de derechos concedidos a esta feria, en virtud de que sólo los efectos nacionales pagarán la mitad. La fuerza de la tradición comercial en Saltillo hizo que sus participantes se organizaran como gremio desde 1886, cuando el país inició la estabilidad política, tanto tiempo buscada y necesaria para el desarrollo de las actividades económicas. Dicha organización es el antecedente de la actual Cámara Nacional de Comercio de Saltillo que, entre sus objetivos, busca asesorar, orientar y aconsejar en asuntos de la organización así como de los diversos giros comerciales en que se desempeñan sus asociados. Principios y objetivos también inscritos en la tradición del Consulado de Comercio de Sevilla, formado desde 1543, estrechamente vinculado a la Casa de Contratación fundada los primeros años de la dominación española en 1503, así como del Consulado de Comercio de México, creado en 1593 como una organización considerada como la universidad de los mercaderes de la Nueva España, que aglutinó a los comerciantes más poderosos apoyados por el propio cabildo de la ciudad, que contaría con similares funciones al de Sevilla: autoridad administrativa sobre asuntos del comercio y las comunicaciones, tribunal judicial de asuntos mercantiles, contratos, quiebras, fletes y otros aspectos del comercio. Con representantes en todas las poblaciones bajo su jurisdicción. Poder para intervenir en el manejo de caudales para inversiones y de la administración de la alcabala y otros impuestos. Actual logotipo de la Canaco de Saltillo www.canacosaltillo.com.mx
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La Feria de Exposición de 1889 hasta el final del siglo El crecimiento de la ciudad, después del auge vivido durante los últimos años del periodo virreinal se redujo al crecimiento natural propio de una población sin otro atractivo económico que el de la feria anual, que a partir de 1826 hasta 1889 se efectuó durante los meses de septiembre u octubre. El comercio seguía siendo entonces la actividad permanente y la feria atraía a propios y extraños para surtirse de artículos para las necesidades de todo el año, además se podían adquirir novedades, principalmente de importación, particularmente de Estados Unidos y de Europa, introducidas ya sea legalmente o de contrabando, vicio que parece ser interminable, puesto que se practica siempre que hay poca producción o alguna prohibición impuesta por políticas de protección de los productores locales. Dicho carácter comercial y regional de la feria se vio drásticamente disminuido con la llegada del ferrocarril el 13 de septiembre de 1883, pues a partir de ese día el abasto de mercancías quedaba asegurado para todos los días del año. Este acontecimiento coincidía con el cambio, en el nivel internacional, del carácter de las ferias, ahora dejaban de ser de compraventa de mayoristas para abrirse como ferias de exposición, llamadas exposiciones mundiales como la de París de 1889 o la de Sevilla de 1892, para celebrar el centenario de la Revolución Francesa o los cuatrocientos años del descubrimiento de América. Desde entonces, tal modalidad de las ferias se impuso paulatinamente en la Feria de Saltillo, la cual se transformó en feria de diversión y exposición de muestras de productores agrícolas, ganaderos, industriales y de servicios.
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Revoluci贸n
Estaci贸n del Ferrocarril Nacional Mexicano en Saltillo, estrenada en 1883 y locomotora de la 茅poca. Saltillo, visiones in茅ditas, Gobierno de Coahuila, 2000.
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La feria conservó el gusto y prestigio por las peleas de gallos y las corridas de toros, y para tal efecto se construyó una plaza, que se edificó en el terreno del actual Mercado Juárez, llamada Plaza de Tlaxcala; otra tradición, desde tiempo virreinal y que se continuó en la feria es el juego de naipes, aunque siempre prohibido y tal vez por ello, siempre de gran atracción para los participantes; los juegos de diversión para toda la familia como los carcamanes, juegos de azar de figuras, la manita que indicaba el lugar premiado o no; y el carrusel, precursor de los juegos mecánicos de hoy en día. La feria durante el siglo XX y principios del XXI Durante los años de la Revolución Mexicana hasta los años cuarenta del siglo XX la feria se realizó intermitentemente, cuando los conflictos políticos lo permitieran. A partir de 1946, con el apoyo del gobernador Ignacio Cepeda Dávila, se le dio carácter regional a la primera Exposición Regional Agrícola, segunda Ganadera, Comercial e Industrial y Feria de la Fruta de Saltillo, su realización fue en la Alameda Zaragoza, espacio que resultaba más apropiado por la disposición de los amplios jardines que la componen, además del Estadio Saltillo construido en el lado sur que ofrecía otro espacio protegido para el establecimiento de los puestos de espectáculos: festivales artísticos, circo, acrobacia, lucha libre y juegos de pelota. Este estadio fue inaugurado el 14 de noviembre de 1937 por el gobernador Jesús Valdés Sánchez; ahí se practicaban diversos deportes, pero particularmente el beisbol. En los años sesenta los saltillenses disfrutaron de un nuevo espectáculo, las competencias de motocicletas, llamadas Gran Premio Moto Islo, las tres realizadas las ganó Enrique Hernández Torres (1960, 1961 y 1962).
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El Estadio Saltillo, al lado sur de la Alameda, también se utilizaba para los diversos espectáculos de la feria, en los años cuarenta. Vanguardia, 6 de abril de 1977.
La feria se efectuó durante los primeros años de la década de los cincuenta. Fue interrumpida definitivamente hasta 1956 cuando se realizó en las instalaciones del Instituto Tecnológico de Coahuila. Luego se inició otra época con la primera Feria de Saltillo con nuevas áreas de interés para el público, además de las de entretenimiento para toda la familia, se dio gran relevancia a las bellas artes: se aprovechó el Paraninfo del Ateneo Fuente para presentar espectáculos artísticos, teatrales con dramas y comedias, así como exposiciones de obras de los grandes maestros mexicanos y de los participantes en concursos nacionales de pintura y poesía, los primeros ganadores de dichos concursos fueron dos jóvenes saltillenses: de pintura, Eloy Cerecero Sandoval y de poesía, Raúl Flores Villarreal. La fiesta brava se ofreció en la nueva plaza de toros inaugurada en 1949, construida más al norte, en la zona conocida como la Villa Olímpica y dedicada al matador saltillense
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Fermín Espinosa Armillita, con carteles que presentaban a los mejores toreros de la época. Cuando el incremento del número de alumnos del Tecnológico Regional exigía la construcción de otros edificios, obligó a un nuevo cambio de sede de la feria y se dispuso, en 1964, que sus instalaciones se montaran en un terreno con dimensiones mayores, situado en la parte suroeste del bulevar Valdés Sánchez y el periférico Echeverría, en el área de la Ciudad Deportiva, porque ahora la feria tendría un carácter estatal y de exposición de productores agrícolas, ganaderos, industriales y de servicios, además de la tradicional fiesta popular mexicana. Los cambios que se incorporaron fueron la disposición de pabellones o stands montados en grandes carpas que presentaban artistas de renombre con patrocinio de las cervecerías, el teatro del pueblo para la presentación de personajes del cine y la televisión, el Lienzo Charro y el espectáculo ritual de los Voladores de Papantla, dedicado a la lluvia; de esos años se recuerda el accidente cuando perdieron la vida cuatro de los participantes en dicho ritual al romperse una de las sogas de donde se echan al aire, sólo sujetos de una extremidad por el cordel, a pesar del trágico suceso el espectáculo continuó presentándose año con año. Las cuatro primeras ferias efectuadas en estos terrenos también se distinguieron por la presentación del programa Así es mi Tierra, evento radiofónico transmitido a nivel nacional con los cantantes vernáculos más famosos del momento. La feria estatal se ofreció por última vez junto a la Ciudad Deportiva en 1979, cuando el gobernador Óscar Flores Tapia decidió que había que reubicarla en otro espacio más adecuado para su realización y
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Uno de los espectáculos de mayor tradición es el de los Voladores de Papantla. www.tipsmifiesta.com.mx
sus terrenos se dedicaron para la ampliación de la Ciudad Deportiva y la construcción de un fraccionamiento para empleados del gobierno del estado conocido como Jardines del Lago. Después de varios años en los que se suspendió la feria, en 1987 el gobernador José de las Fuentes Rodríguez dispuso su reanudación. Se ubicó en el edificio del Centro de Convenciones y sus áreas exteriores con gran espacio para estacionamiento. El centro de la feria se presentó a partir de la exposición comercial, agrícola, ganadera, industrial, artesanal y cultural, que dispone sus stands en el interior del edificio. En el exterior se montan las instalaciones para los juegos mecánicos, el área de restaurantes, el área comercial de artesanías y curiosidades, así como los salones
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de baile, el Palenque, el Circo, el Teatro del Pueblo y los Voladores de Papantla. Para completar, la fiesta brava se efectúa en una plaza de toros, también llamada Armillita, situada más al norte del terreno. El Consejo de Organismos no Gubernamentales de Coahuila, Región Sureste, AC, desde 1998 es el coordinador de los trabajos del Patronato de la Expo Feria de Saltillo. Una buena parte de los recursos que se obtienen se destinan a la realización de los programas de apoyo a la comunidad a través de 86 organismos integrados al Consejo, otra se utiliza para mejorar la infraestructura de la feria que ahora, además de comercial, es agrícola, ganadera, artesanal, gastronómica, de espectáculos folclóricos, artísticos y culturales; juegos mecánicos, circo, rodeo y corridas de toros. Cualquiera que sea la modalidad en que se efectúe la feria y las fiestas cívicas, populares o religiosas, éstas continuarán y en ellas siempre se harán las ventas de todo tipo de mercancías, por lo menos chucherías y que ¡viva la fiesta!
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El comercio al menudeo en Saltillo
EL COMERCIO ES LA ACTIVIDAD económica que, tal vez, está presente en toda la historia de Saltillo. Asociados al comercio se realizan otros servicios como los transportes. Además se establecen centros de acopio y distribución como lo ha efectuado Saltillo desde su fundación hasta la actualidad. Para la realización del comercio se identifican dos lugares específicas, el mercado y la feria anual. Al mercado acuden los vendedores y compradores de los productos necesarios para la vida diaria. Generalmente se adquieren productos perecederos y de otro tipo que se adquieren al menudeo. Por su parte, la feria está ligada al día de fiesta y a la venta de materias primas y artículos que no se producen en la localidad y que se venden al mayoreo como ya se mencionó en el capítulo anterior.
El mercado como centro comercial de Saltillo Para los habitantes de cualquier centro de población es de vital importancia el acceso a los satisfactores de sus necesidades básicas, las cuales pueden ser atendidas en primera instancia, por el comercio al menudeo, particularmente en los mercados de víveres. El Parián En Saltillo, los primeros 20 años fueron de producción agrícola y ganadera, de autoabastecimiento para los españoles avecindados
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El Parián, primer mercado de Saltillo. Vanguardia, 17 de mayo de 1977.
en su valle. El mercado aparecerá después del establecimiento de los tlaxcaltecas en el pueblo contiguo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, quienes se especializaron en la producción agrícola y pudieron contar con productos para la venta a los españoles, vecinos de Santiago del Saltillo, la ubicación de su mercado, llamado El Parián, estaba en el lugar que hoy ocupa Bancomer, a espaldas de la iglesia de San Esteban. San Esteban disponía de un espacio abierto desde el frente del templo hasta la calle actual de Pérez Treviño; dicho espacio se dedicaba, en la parte frontal de la iglesia, a camposanto y atrio, en el lado poniente se ubicaba el convento y las casas del curato, y la huerta llegaba hasta la calle de la Santa Cruz, hoy de Acuña; en la parte más al norte de la huerta en contraesquina de la plaza, los
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padres franciscanos permitían que se instalaran los pequeños vendedores de comida, frutas y verduras, que no podían rentar un local en El Parián; a este espacio se le conoció como del Álamo Gordo, por uno de los árboles de la huerta. Más hacia el norte, frente a la Plaza de San Estaban de la Nueva Tlaxcala, en el lado norte se encontraba el palacio municipal de los tlaxcaltecas, el lado poniente se dedicaba a los corrales para la venta de ganado mayor y menor, tanto para engorda como para transporte o consumo, por lo que ahí mismo había otro espacio dedicado a la matanza o rastro, es decir que en el espacio del actual Mercado Juárez, prácticamente desde 1591, se dedican a la venta de víveres y artículos de consumo para la vida diaria. La laboriosidad del mercado de San Esteban lo transformó en el centro de la actividad comercial al menudeo, de manera que los tendajones de los españoles se fueron estableciendo en las calles que conducían a dicho mercado, la actual calle de Aldama, se conoció como la calle del Comercio, por la de Allende, la de Zaragoza y la de Juárez se conectaban las tiendas de las casas del comercio, frente a la Plaza Real de los españoles, con El Parián o mercado y la Plaza de San Esteban. Las dimensiones del espacio público de los tlaxcaltecas y la dedicación, principalmente al comercio al menudeo, durante el año, hizo casi natural que en él se efectuaran las fiestas patronales que se transformaron en la feria, durante la cual se hacía la celebración de Santiago Apóstol –patrono de la villa– el 25 de julio y del Cristo de la Capilla, el 6 de agosto, fecha especial para los agricultores tlaxcaltecas, por lo que se usaba dicho espacio para ambas festividades. Se disponía de las áreas de la Plaza del Álamo Gordo para el palenque y los puestos de diversiones, en sus alrededores se montaban cajones para los vendedores de
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Tiendas sobre las calles Zaragoza y Allende, respectivamente. Vanguardia, 8 de febrero y 17 de mayo de 1977.
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mercancías y en el espacio de los corrales se hacía lo propio para la venta de animales, en la Plaza Real se construía –de madera–, la plaza de toros y todas las calles eran invadidas por puestos de manta para la venta de mercancías, de comida y hasta de habitación porque los mesones del Saltillo y de la Nueva Tlaxcala resultaban insuficientes para atender a todos los concurrentes. En Saltillo, como muchos otros centros de población, el comercio ha impactado la organización de su planta física y el desarrollo urbano desde su fundación hasta nuestros días. Tal vez ello explique el cambio de la plaza central de la villa, la Plaza de San Francisco a la actual Plaza de Armas. Como se sabe, en San Francisco se inició la villa porque allí era el punto más adecuado para el acceso al agua, que es otra de las condiciones para la disposición del trazado de la población. El agua bajaba, por gravedad, desde el Ojo de Agua, donde se ubicaba el principal
Representación de la fundación de Saltillo. Mural en el Ateneo Fuente. Vanguardia, 2 de enero de 1977.
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manantial, de manera que su recorrido lo hacía por la calle Real de Santiago, ahora Gral. Victoriano Cepeda, desde allí bajaba por una acequia que permitía la distribución entre las casas principales, las pilas para el abasto hacia casas más distantes y seguía el recorrido hacia los predios dedicados al cultivo de frutas, verduras y hortalizas, todo esto hasta la llegada de los tlaxcaltecas, cuando hubo que construir otro ramal de la acequia desde el Ojo de Agua para abastecerlos. Además, en los terrenos hacia el poniente del valle donde se establecieron, había otros pequeños ojos de agua, lo que los volvía más apropiados para la agricultura, tal como lo hicieron. El cambio de la plaza principal tal vez se deba a la secularización de la misión de San Francisco y a la autorización del cabildo para la villa de Santiago del Saltillo, lo que ameritaba la distribución tradicional de erigir la parroquia diocesana al lado oriente, las casas reales en el lado poniente, las casas del comercio al lado norte, con la acostumbrada arcada para ofrecer los productos de venta a
Los portales tradicionales inaugurados hasta 1864 por don Benito Juárez. Vanguardia, 1977.
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la sombra de los portales y las casas de las autoridades al lado sur. En el caso de Saltillo esto no se cumplió al mismo tiempo; la distribución se logró con el paso de los años, por ejemplo los arcos fueron inaugurados muchos años después por don Benito Juárez, el 4 de mayo de 1864; en cuanto a las autoridades, éstas nunca habitaron en el citado punto. El cambio de la plaza acercaba al camino de acceso y salida de la villa y del pueblo de San Esteban, por lo que la nueva no quedaba en la orilla de la villa, ya que con el pueblo de San Esteban se constituía como su centro ligado al comercio. De cualquier forma, la plaza de San Francisco continuó siendo el centro para los españoles, vecinos de la villa, ya que sobre la calle Real de Santiago los marqueses de San Miguel de Aguayo y Santa Olalla construyeron su casa. La calle se continuó llamando Real de Santiago, a la nueva calle, sobre la nueva plaza, se le conoció como calle Principal y en ella se construyeron las casas de los nuevos vecinos españoles que se incorporaron a la vida social del Saltillo, algunas de dichas casas pertenecían a los hacendados para cuando visitaban la villa, tal como lo dispusieron los marqueses. La idea de que la villa se fundó en el Ojo de Agua no parece ser aceptable, corresponde más a la leyenda, en razón de que todavía para mediados del siglo XX era un lugar poco habitado, por las dificultades que implica la elevación del terreno que vuelve costosos los servicios públicos. Lo que sí parece cierto es que a partir de ese punto se hizo el reparto de los predios para los primeros vecinos y que se aprovechó la fuerza de gravedad para surtir la red de acequias para la distribución del agua. El Ojo de Agua principal lo describe fray Agustín de Morfi, en 1777, como un abundante caudal de una vara y seis pulgadas de
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anchura por siete pulgadas de profundidad, que brotaba de la falda de la mesa de Arizpe, que desde su afloramiento se precipitaba al cauce del arroyo formando una pequeña cascada, dicho salto dio pie al nombre de la villa del Saltillo, esta idea del nombre parece corresponder también a la leyenda, ya que la tradición que todavía hasta nuestros días se practica, en cuanto a la imposición de los nombres, es la de seleccionar el de un gobernante o personaje a quien se dedica el nuevo establecimiento de población, por ello resulta más aceptable que se le haya dedicado al rey en turno don Felipe II, quien, tras un largo reinado (1556-1598), todos sus títulos ya se habían utilizado, por lo que se usó el de conde del Saltillo, tal vez el último de sus títulos de nobleza. Dicho título, después de la muerte del monarca, lo ostentó su secretario, seguramente concedido por sus fieles servicios, don Antonio Eraso, vinculado a las familias de comerciantes más poderosas de Sevilla (Vila, 1991), y por esa razón se perdió la relación del título con Felipe II. En las posteriores fundaciones del noreste de la Nueva España utilizaron el nombre de algunos virreyes, como el del conde de la Monclova, duque de Linares, conde de Gigedo, marqués de Cerralvo, de Cadereyta, de Valero, conde de Monterrey, Valladares, Vizarrón y otros más. También se acostumbraba asociarlo a un santo, según el día más cercano a la fundación, o bien la dedicación al patrono del lugar de origen del fundador. Cualquiera que sea la interpretación será asociada a diversos argumentos ya que no se conserva el acta de fundación de la villa. El Parián o mercado fue el centro de la actividad comercial al menudeo del pueblo y de la villa durante el periodo virreinal, continuó después de la fusión de ambos poblados, durante el siglo XIX y los dos primeros tercios del siglo XX con el Mercado Juárez.
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El Mercado Juárez La competencia entre los comerciantes mayoristas y al menudeo se remonta hasta los primeros años de la fundación del pueblo de San Esteban contiguo a la villa del Saltillo. Los tlaxcaltecas de inmediato se dedicaron a la producción de frutas y verduras, carne de ganado menor y aves de corral, por lo que pudieron ofrecer su venta en puestos semifijos, en la Plaza de las Cruces, frente a la alhóndiga o pósito de granos dispuesto en la parte posterior de la casa de gobierno, en el espacio que hoy ocupa el edificio de Bancomer, atrás de la iglesia de San Esteban, punto que resultó muy propicio y los comerciante establecidos en el lado oriente de lo que hoy es la calle de Allende, se organizaron para establecerse en un edificio más apropiado y para ello se construyó
El Parián en 1870, calles Allende y Victoria. Fototeca AMS.
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El Parián, en 1849, donde se ofrecían productos de abarrotes, además de productos frescos que vendían los pequeños comerciantes, con más poder económico para competir con los mayoristas. El espacio de este edificio pronto resultó insuficiente, por lo que se autorizó la construcción de un mercado particular que expendiera carne y granos, acción que permitió cerrar definitivamente el pósito o alhóndiga. Los pequeños comerciantes se vieron obligados a buscar otro espacio para vender sus productos frescos, nuevamente en puestos semifijos, los cuales se instalaron en la huerta del Álamo Gordo, ubicado en los terrenos del convento franciscano de San Esteban, en lo que hoy es la esquina de Padre Flores y Aldama. De dicho lugar también fueron desplazados, al secularizarse las propiedades eclesiásticas, por ello se pasaron directamente a la Plaza de Tlaxcala, donde desde entonces se ofrecen los productos frescos para la vida diaria.
Plaza Tlaxcala, con el templo de San Esteban al fondo. Vanguardia, 7 de enero de 1977.
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La permanencia de los vendedores de productos frescos se enfrentaba a mayor competencia en los días de la Feria del Saltillo, la cual se instalaba en el mismo espacio de la Plaza de Tlaxcala, durante los meses de septiembre o de octubre de cada año, lo que provocaba gran congestionamiento en el lugar y las calles aledañas. Después de los días de feria los puestos de los vendedores permanecían cada vez más, en forma fija, lo que obligó a las autoridades gubernamentales a pensar en ofrecerles un edificio que les permitiera establecerse, pues la situación se conjugaba con el reducido espacio que ofrecía El Parián, entonces se procedió a vender dicho inmueble y con el producto de su venta se construyó un mercado con dimensiones mayores para albergar a todos los comerciantes de las dos áreas, para ello se utilizaría el espacio de la plaza de toros que también se encontraba al lado norte de la Plaza de Tlaxcala.
Plaza de toros y puestos semifijos, antecedentes del mercado. Vanguardia, 14 de enero de 1977.
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Otro mercado que pretendió dar abasto al comercio al menudeo y que era de pequeñas dimensiones con pocos locales fue el “construido, en 1873, por Jesús Salas llamado La Marqueta, el cual trabajó hasta 1884 cuando se venció la concesión y pasó a ser propiedad municipal. Estaba situado frente a la Plaza del Carmen (placita Madero)” (Cuéllar, 1995:72), dicho terreno fue cedido al Instituto Madero, por ello se sabe que ocupaba el terreno que va de la actual calle Instituto Madero a la placita Madero (Aldama, General Cepeda, Castelar e Instituto Madero). Su nombre se debe a que el gobernador Evaristo Madero dio el espacio para el Colegio Bautista. La Marqueta se especializó en el expendio de carnes y granos para dejar mayor espacio a los otros productos en El Parián (López, 1996:10). El nuevo edificio se construyó en los últimos años del siglo XIX y el primer Mercado Juárez se estrenó en 1902, el mismo año en que se incendió el Teatro Acuña. El mercado era un edificio majestuoso al estilo de las construcciones porfirianas de la época. Con fachada de cantera, de tres plantas, con un domo rematado por una torre que podía verse desde cualquier parte de la villa. La fachada principal, del lado sur, frente a la Plaza Acuña, contaba con cinco puertas de acceso; la principal era la central por la que se ingresaba al corredor mayor del mercado. En cada uno de los otros lados contaba con tres puertas, lo que permitía el fácil acceso de los productos y de las personas. La tercera planta era una nave central de menores dimensiones y desde allí una banda de música alegraba, los fines de semana, el comercio cotidiano de los saltillenses. Este nuevo mercado que por cerca de 23 años dio servicio a la comunidad, disponía en sus tres plantas de 220 locales, en los que se distribuían todo tipo de productos para el consumo diario:
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Plaza Tlaxcala en días de la Feria de Saltillo. Fototeca AMS.
abarrotes, venta de loza, panaderías, puestos de barbacoa y, temporalmente, peluquerías, además de otros expendios de productos que los saltillenses demandaban diariamente. Una de las preocupaciones principales era el mantenimiento del edificio y su aseo. Así lo contemplaba el reglamento del mercado que fue colocado en el interior, con la finalidad de preservar la limpieza del inmueble. Entre otras disposiciones se indicaba: El piso del mercado debe barrerse diariamente, después de humedecerlo, en las mañanas antes de ser abierto al público y en las tardes de dos a tres, habrá un lugar destinado para el depósito de las basuras, de donde serán recogidas por los encargados de la limpieza pública, en la mañana y en la tarde (AMS, PM, c155/1, L11, e6).
El crecimiento de la población de Saltillo demandó otros establecimientos que sirvieran al comercio al menudeo de productos
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El Mercadp Juárez y el jardín Acuña. Fototeca AMS.
perecederos, para atender esas necesidades, “en 1920 se estableció un pequeño mercado conocido como Mercado Colón, en el triángulo formado por las calles de Xicoténcatl, Moctezuma y Colón; fue un mercado particular y operó durante pocos años, pero fue útil en un tiempo que no había supermercados y las tiendas daban servicio limitado, además libraba a una porción de la ciudad de la necesidad de concurrir al centro” (Cuéllar, 1975: 135). El espacio de la Plaza Tlaxcala se redujo todavía más con la construcción del Teatro “García Carrillo” en 1910, en el lado sur del jardín Acuña, con un aspecto totalmente renovado al tono de los tiempos. El edificio del Mercado Juárez se incendió el 15 de noviembre de 1925, con relativa facilidad porque en sus interiores predominaba la madera. Provocó grandes pérdidas a los locatarios y completó
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Calle Aldama, Teatro García Carrillo y sitio de coches. Fototeca AMS.
el feo aspecto del espacio ya que el Teatro García Carrillo se había incendiado en 1918 y estaba fuera de servicio y con pocas posibilidades para su renovación. Con los 102,500 pesos del pago del seguro, se inició la construcción de otro mercado, en el mismo lugar. En el mes de febrero de 1926 dieron principio los trabajos, con la producción especial de ladrillos de la “Ladrillera Saltillo”; el segundo edificio del Mercado Juárez se estrenó en 1928. Era de una sola planta con techo de dos aguas y fachada más modesta que la del primer edificio, también se incendió el 14 de diciembre de 1952. La construcción del tercer edificio, el actual Mercado Juárez se hizo en el mismo lugar, se estrenó el 20 de noviembre de 1957,
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El segundo Mercado Juárez 1928-1952. Fototeca AMS.
con 200 locales. Al año siguiente se amplió la calle de Narciso Mendoza que se sumaba a la apertura del tráfico en la calle de Padre Flores, desde 1942, lo que facilitó el acceso al mercado y el espacio aledaño se mejoró para dar un mejor servicio.
El Mercado Juárez estrenado el 20 de noviembre de 1957, fachada principal. Fototeca AMS.
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El edificio actual del Mercado Juárez se remodeló en 2002, al tiempo de cumplir los 100 años en el mismo espacio de la ciudad. El cambio de fachada le regresó un aspecto más convencional, acorde con los otros edificios del área, por sus paredes altas con remates de cantera, y 155 locales más espaciosos para venta de productos nacionales: ropa, calzado; productos alimenticios, frescos y preparados, así como artesanías para ornato y de uso doméstico, además de otros servicios.
El actual Mercado Juárez remodelado en 2002, con 155 locales. (JLSA)
El Mercado Juárez estuvo amenazado por otra destrucción tal como si se tratara de un tercer incendio, cuando en 1973 se dio a conocer el proyecto de construcción de la Central de Abastos y un nuevo Mercado Juárez, con el propósito de dejar el espacio para un estacionamiento. Dicha acción se impidió por la inmediata reacción de rechazo por parte de los locatarios para lo cual se recurrió a todas
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las instancias de gobierno y la comunidad saltillense. El gobierno federal apoyó la demanda amparado en la disposición presidencial para la construcción del primer Mercado Juárez, en la cual se sugiere el nombre del Benemérito de las Américas, al tiempo en que se le honraba por el gobierno de Porfirio Díaz.
Centro de Abastos. (JLSA)
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El proyecto de la central de abastos –así llamada por los saltillenses– de todas formas se concluyó y se le impuso el nombre de “José María Jiménez”, lugar que hasta la fecha es para el comercio al mayoreo. En ese mismo espacio se construyó un mercado para el comercio al menudeo, llamándole también “Juárez”, éste fue inaugurado el 15 de noviembre de 1977. Desde entonces la ciudad tiene dos mercados con el mismo nombre.
Mercado Juárez, junto al Centro de Abastos “José María Jiménez”. (JLSA)
Del mercado al supermercado y los nuevos centros comerciales Durante la década de 1960 irrumpieron otras modalidades en la organización de las ventas al menudeo, cuando el crecimiento de la ciudad se extendió hacia otras áreas que resultaban cada vez más distantes de ése su centro comercial. Así nació el supermercado. Del vecino país del norte se importó el nuevo tipo de organización comercial que abarató los costos y cambió la forma de comprar.
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Dicha organización se planeó para las ciudades con una población media, con suficientes habitantes para atraer este tipo de tiendas en cadena, que se abastecen como mayoristas y venden al menudeo. En Saltillo el primer establecimiento de este tipo data de 1958 con la cadena local llamada Bodegas Populares, su almacén se ubicaba en la calle de Lerdo entre Xicoténcatl y Acuña, luego se extendió a otros rumbos de la ciudad, con la tienda de Venustiano Carranza y Colima, en la colonia República, en el propio centro por Allende y Pérez Treviño, hacia el sureste de la ciudad en las calles de Otilio González y La Llave, por el lado opuesto al suroeste, en la esquina de Cuauhtémoc y Colón y finalmente la reubicación de la tienda del centro por la calle de Hidalgo entre Aldama y Pérez Treviño. Estos almacenes tuvieron como antecedente a la famosa tienda El Globo, con productos de abarrotes selectos e importados –llamados ultramarinos–, propiedad de don Tomás Valdés y doña María de Jesús Dávila, la cual funcionó hasta los primeros años sesenta. De los locatarios del Mercado Juárez, algunos se ubicaron en otros establecimientos más grandes con acceso directo al público y mayor surtido, como lo fueron la tienda de don José Udave o la Casa Chapa de don Amado Chapa.
Calles de Allende y Ocampo. Fototeca AMS.
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Otro negocio, lejano del centro, lo fue la frutería de don Jesús María de las Fuentes, establecida por la calle Presidente Cárdenas y Bravo, la que se transformó en el primer automercado, base para otra cadena local con almacenes en Venustiano Carranza y Echeverría, Urdiñola, Guayulera, Lourdes, Fundadores e incluso en la vecina ciudad de Ramos Arizpe, cadena que no resistió la competencia por lo que recientemente fue adquirida por otra cadena regional llamada Merco, originaria de Monclova con sucursales en Sabinas, Acuña, Piedras Negras y hasta en Monterrey. Siguiendo el crecimiento de la ciudad, con la apertura de la colonia Guanajuato, la cual se pobló inmediatamente después de su construcción, se inauguró el Súper Gil, en 1973. Desde otras regiones del país irrumpieron en la ciudad otros establecimientos como el supermercado Autodescuento, abierto desde 1974 por su propietario, el regiomontano Rogelio Garza Sepúlveda, cadena originaria de Monterrey, la cual, a su vez, fue adquirida por la cadena nacional Gigante. Establecidos estos almacenes en los sesenta han proliferado increíblemente, al grado que una tienda Soriana, que apenas se instaló en 1968, originó la mayor cadena de supermercados del norte y ha cubierto no sólo a su oriundo estado Coahuila, sino a Durango, Nuevo León, Tamaulipas, Zacatecas, Chihuahua y Jalisco, en su primera etapa, hasta cubrir toda la República con 5,598 establecimientos. Para los primeros años del siglo XXI su crecimiento es tal que compite con otras cadenas comerciales en el nivel nacional y sus acciones financieras se cotizan en la Bolsa de Valores. Era imposible que no lo hiciera, al igual que sus similares, sus bajos costos, por los elevados volúmenes que manejan, le permiten negociar y ofrecer mejores precios.
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Estos establecimientos comerciales no sólo impactaron sobre las formas de comprar, también afectaron a gran número de tiendas tradicionales de abarrotes, misceláneas y ultramarinos. El empleo se vio disminuido drásticamente hasta en un 90% en los primeros años, pues ya no se atiende con personal sino que se trata de tiendas de autoservicio. Así, los hábitos de la compra diaria cambiaron. Los puestos individuales de frutas y verduras, carnicerías y pollerías, fueron desapareciendo. Los mercados empezaron a ser visualizados como sucios, atrasados o folclóricos, ante la modernidad y asepsia de los supermercados. Las misceláneas son sustituidas por minisupers que ofrecen servicio los 365 días del año, las 24 horas. Los supermercados, en sus comienzos, seguían el ritmo de la ciudad: de lunes a sábado, trabajo; domingo, descanso, pero debido al crecimiento de Saltillo y la competencia con otras cadenas comerciales, ahora el servicio incluye el domingo, con un horario más amplio, de ocho de la mañana hasta las once de la noche, el horario menor es sólo para los días festivos. Aun cuando el supermercado requiere durante varias horas la dedicación de muchas amas de casa, ahora estos espacios de ventas para el consumo se han vuelto también de esparcimiento, puesto que ofrecen establecimientos para disfrutar del tiempo libre. Se acude en familia porque las compras ya no las realiza la madre durante la semana, la familia va de paseo, transita por los pasillos repletos de todo tipo de productos dispuestos al alcance de la mano, para que sean deseados sin que se tenga la necesidad de consumirlos.
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Influencia del Mercado Juárez en las tiendas de sus calles aledañas; aquí una tienda Oxxo, en las calles de Allende y Aldama, cadena que ha desplazado a las tiendas de barrio. (JLSA)
El centro comercial de la ciudad con el Mercado Juárez se amplía a nuevas áreas de la ciudad con el supermercado. (JLSA)
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El supermercado se integró al centro comercial junto con otros establecimientos que complementan el paseo: cines, tiendas especializadas y restaurantes que ofrecen gran variedad de platillos locales, como tacos, gorditas o machaca, tortas y sándwiches, pollo frito, hamburguesas, comida italiana, china o sushi japonés. Para después de la comida, existen otras tiendas con golosinas para consumirse como postre, cafeterías para la media tarde, mientras llega la hora de entrar al cine y así completar la jornada de los días de descanso. La transformación del mercado en supermercado permitió la desaparición de la imagen del comerciante de ventas al menudeo, sobre quien caía aquella descripción de personas de baja condición social y practicantes de todos los vicios y abusos del oficio.
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El sistema métrico
LAS OPERACIONES DE compraventa significan un intercambio de equivalentes, en peso y medida, lo que implica contar y comparar. El proceso de unificación de pesos y medidas va ligado a la historia del comercio, desde la época grecorromana, se intensificó durante el Renacimiento y la Ilustración durante la cual se completó el absolutismo que unificó a los reinos como naciones, dicha unificación de pesos y medidas se volvió una necesidad apremiante para las operaciones de comercio internacional, después del triunfo de la Revolución Francesa. Para el comercio de la Nueva España, la arroba, el cuartillo y la libra fueron las medidas de carga, además de la vara la medida de longitud, tuvieron vigencia desde 1537 hasta la Independencia y continuaron hasta 1857 fecha en que se adoptó el sistema métrico decimal. Otras medidas que se usaron fueron la fanega, naranja, paja, buey y solar, todas éstas fueron desplazadas así como mano (conjunto de 5); pantle (de 40) y zontle (de 400), de origen prehispánico, o como los antiguos sistemas de medidas medievales españolas, basadas en las características humanas o en el esfuerzo humano: sesma (ancho de 6 dedos), jeme (distancia entre el índice y el pulgar extendidos) y cuarta (distancia entre el meñique y el pulgar).
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En marzo de 1857 cuando se publica la “Explicación de las pesas y medidas del sistema métrico decimal”, el gobierno mexicano adoptó este sistema, con el metro, el litro y el kilogramo como las medidas que debían regir en todas las transacciones comerciales y la vida cotidiana. Esta decisión significó el comienzo de una odisea de varias décadas donde el Estado se propuso modernizar al país con el sistema de medidas que usaban “las naciones más civilizadas del mundo”. En junio de 1895 se inició el proceso de cambio del antiguo sistema colonial de medidas por el nuevo. El Ministerio de Fomento distribuyó por todos lados unas tablas que establecen la equivalencia entre los valores de las antiguas medidas y las del nuevo sistema legal. Ello significó un trayecto cuesta arriba que científicos y burócratas recorrieron para convencer, enseñar u obligar a la población a usar aquellas medidas, así fue como México participó en la mundialización del sistema métrico decimal –hoy usado en todas las naciones del mundo con excepción de sólo tres: Myanmar, Liberia y Estados Unidos–, donde científicos, industriales y gobiernos se encargaron de abrirle paso al metro, al mismo tiempo que se establecían las bases del capitalismo global y los órganos de cooperación internacional (Vera, 2007). El vicario de Lyon, Gabriel Mouton (1618-1694), es su precursor. En su obra Observaciones de los diámetros aparentes del Sol y de la Luna (1670) expresa la idea de una unidad de medida universal. Se establece en la Revolución Francesa. En 1790, a propuesta de Talleyrand y Prieur, se encomienda a la Academia de Ciencias la tarea de encontrar dicha medida. El 19 de marzo de 1791 se define el Sistema Métrico Decimal y al metro como su unidad de longitud. Es igual a la diezmillonésima parte del cuadrante de meridiano terrestre. Desde 1983 se considera que es la longitud de trayecto
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recorrido en el vacío por la luz durante 1/299 792 458 de segundo (Artís y Artís, 1984: 9). En la historia muchos pueblos que se incorporaron a Occidente, por las buenas o por las malas, se convencieron a lo largo de los siglos que la estructuración de las medidas comunes, uniformes y estandarizadas son una herramienta muy conveniente para aprender, ocupar, territorializar, clasificar, catastrar y censar al mundo. Facilita el comercio, intensifica la comunicación, promueve los intercambios y el establecimiento de redes de transporte (Talacón, 2005). Así, la dominación natural y social en la estructura colonial comenzó a generar frutos gracias al cálculo, a los medios técnicos y a la estandarización de patrones de pesos y medidas, porque expresa y moviliza los incrementos de la productividad del trabajo, la expansión del mercado y la circulación de la riqueza. El uso de pesos y medidas como criterio que diferencia la civilización de la barbarie es uno de los ámbitos fundamentales de estudio de la metrología histórica, la cual aporta elementos heurísticos a la historia de la ciencia y la tecnología (Talacón, 2005). A partir del ocaso de la Antigüedad, se conocen en Europa tres grandes fases de actividad unificadora en la esfera metrológica: la carolingia, la renacentista (absolutismo) y la de la Ilustración (absolutismo ilustrado). El mayor impulso unificador se producirá en los principios del capitalismo, bajo la reforma revolucionaria métrica de la Francia republicana en 1791 y de manera definitiva en 1799. Desde aquel día el sistema métrico partió a la conquista del mundo. En 1868, un año después del ajusticiamiento de Maximiliano de Habsburgo, el sistema métrico tuvo dificultades
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para organizarse a escala internacional. Con ocasión de la Exposición Universal se reunieron en París treinta países que apuntalaron la organización internacional metrológica. Sin embargo, cuenta Witold Kula que la reunión fracasó por la guerra franco-prusiana, la caída del Segundo Imperio y la Comuna de París (citado por Talacón, 2005). No fue sino hasta 1875 que quedó instalada una comisión internacional con sede en París, en el pabellón de Breteuil. El 14 de septiembre de 1918 fue adoptado en la URSS por un decreto del Consejo de los Comisarios del Pueblo. En 1958 comenzó a aplicarse en Japón. En 1961 en la India. Actualmente de los países más importantes, únicamente los anglosajones no lo utilizan, pero han logrado dentro de sus fronteras una homogeneidad metrológica avanzada (Talacón, 2005). El sistema de pesas y medidas mexicanas antiguas El sistema de pesas y medidas del periodo virreinal de la Nueva España y de México hasta 1857 se formaba de medidas de peso, de medidas de semillas y áridos, de longitud, de agua y de superficie agraria. De acuerdo con el Diccionario de Pesas y Medidas Mexicanas Antiguas y Modernas y su Conversión para Uso de los Comerciantes y de las Familias el sistema se formaba como a continuación se describe. Las principales medidas de pesos son: • Arroba – Unidad básica de las medidas de peso. Es la cuarta parte del quintal. Se divide en 25 libras, 400 onzas, 6,400 adarmes.
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• Libra – La libra del comercio en general tiene 16 onzas, es la vigésima quinta parte de una arroba. • Onza – Equivale a poco más de 28 ½ gramos, es la 400ava parte de la arroba y la 16ava parte de la libra. • Adarme – Equivale a 1 gramo y 79 centigramos, es la 16ava parte de una onza. • Quintal – Tiene 4 arrobas, 100 libras, 1600 onzas. Las principales medidas de semillas y áridos son: • Carga – Es la unidad fundamental de las medidas de semillas. Se divide en 2 fanegas, 4 medias, 8 cuartillas, 24 almudes, 96 cuartillos. • Fanega – Es la medida de semillas y medida agraria. La de semillas es la mitad de la carga y tiene 48 cuartillos. Equivale a 90 litros y poco más de 8 decilitros. • Almud – Es la 24ava parte de una carga de semillas y equivale a 7 litros 56 centilitros. • Cuartillo – Hay dos clases de cuartillo: uno para medir semillas y áridos, y otro para medir líquidos y de éstos uno para medir aceite y otro para medir los demás líquidos. El cuartillo para semillas es la 96ava parte de la carga, equivale a 1 litro y poco menos de 9 decilitros. • Jarra – Es medida de líquidos. Tiene 18 cuartillos de líquidos en general y 16 de aceite. Equivale a 8 litros y una fracción, 8.212752 litros. • Azumbre – Medida de capacidad de líquidos, que se compone de cuatro cuartillos y equivale a 2 litros y 16 mililitros. Las principales medidas de longitud son:
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• Vara – Es la unidad principal de las medidas de longitud. Se divide en 3 pies o tercias, 4 cuartas, 6 sesmas o jemes, 36 pulgadas, 432 líneas. Equivale a 8 decímetros 3 centímetros y 8 milímetros. La vara cuadrada es la unidad de medida de superficie y equivale a 0.702244 metro cuadrado. La vara cúbica es la unidad de medida de volumen y equivale a 0.588480472 metro cúbico. • Pie – Al principio de las sociedades, los terrenos se medían con los pies, adelantándolos inmediatamente uno después del otro para estimar las distancias. Por eso los egipcios consideraron el pie que valía 262.5 milímetros, como unidad de medida. El pie, medida de longitud, equivale a poco menos de 28 centímetros. El pie cuadrado equivale a poco más de 78 centímetros cuadrados. El pie cúbico equivale a poco más de 217 centímetros cúbicos. • Pulgada – Es la 36ava parte de la vara, equivale a 2 centímetros y una fracción. La pulgada cuadrada equivale a 5 centímetros cuadrados y una fracción. La pulgada cúbica equivale a 12 centímetros cúbicos. • Línea – Es la 43ava parte de una vara. Equivale a cerca de 2 milímetros. Las principales medidas de agua son: • Buey – Unidad fundamental de las antiguas medidas de agua. Equivale a 159 litros por segundo. • Naranja – Medida de agua, es la 144ava parte de un buey. El área de la sección de una naranja es de 9 pulgadas cuadradas. Equivale a 0.004876 metros cuadrados.
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• Paja – Es la 2076ava parte de un buey. La 432ava parte de un surco, la 144ava parte de una naranja y la 18ava parte de un real. La paja se consideraba como unidad de medida en las mercedes o reparticiones de aguas urbanas, produce por minuto 1 cuartillo o libra de agua ó 45 centilitros y, por lo mismo, en un día natural producirá 141/2 quintales ó 648 litros. El área de la sección de una paja es de 1/16avo de pulgada cuadrada, equivale a 33 centímetros cuadrados. • Real – Es la octava parte de una naranja y tiene 18 pajas. El área de la sección de un real es de 1 1/16avo de pulgada cuadrada. • Surco – Es la 48ava parte de un buey, tiene 3 naranjas, 24 reales, 432 pajas. El surco se considera como unidad de medida en las distribuciones de aguas rústicas; produce por minuto 432 cuartillos de agua, o sea 6 ½ litros por segundo. El área de la sección de un surco es de 27 pulgadas cuadradas, equivale a 14 milímetros cuadrados y una fracción. Las principales medidas de superficie agraria son: • Sitio de ganado – Medida agraria, había para ganado mayor y para ganado menor. El sitio de ganado mayor era un cuadrado que tenía por lado 1 legua y de superficie 25,000,000 de varas cuadradas. Equivale a 1755 hectáreas y 61 áreas. El sitio de ganado menor era un cuadrado que tenía por lado 3333 1/6 varas y de superficie 11,111,111 1/9 varas cuadradas, equivale a 780 hectáreas 27 áreas 11 centiáreas y una fracción. • Labor – Es un cuadrado que tiene por lado 1,000 varas y de superficie 1,000,000 de varas cuadradas, equivale a 70 hectáreas 22 áreas y 44 centiáreas.
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• Hacienda – Es una superficie que tiene 5 leguas de largo por 1 legua de ancho, es una superficie de 125.000,000 de varas cuadradas, equivale a 8,778 hectáreas 5 áreas. • Estajo – Es un cuadrado que tiene por lado 100 varas, es una superficie de 10,000 varas cuadradas, equivale a 70 áreas, 22 centiáreas y una fracción. • Criadero de ganado – se divide en mayor y menor. El de ganado mayor es un cuadrado que tiene por lado 2,500 varas y por superficie 6.250,000 varas cuadradas, equivale a 438 hectáreas 90 áreas 25 centiáreas y una fracción. El criadero de ganado menor es un cuadrado que tiene por lado 16,662/3 varas y por superficie 2,777.777 7/9 varas cuadradas, equivale a 195 hectáreas 6 áreas 77 centiárea y una fracción. • Caballería de tierra – Es un rectángulo que tiene 1,104 varas de largo por 552 de ancho y una superficie de 609,480 varas cuadradas, equivale a 42 hectáreas 79 áreas 53 centiáreas y una fracción. Las unidades de pesas y medidas antiguas se sustituyeron por otras unidades del sistema métrico decimal, entre esas unidades se encuentran: • • • • • •
La vara se sustituyó por el metro La libra se sustituyó por el kilogramo La onza se sustituyó por el gramo El cuartillo se sustituyó por el litro La jarra se sustituyó por el decalitro La fanega se sustituyó por el hectolitro
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Iconografía LA FERIA DEL SALTILLO se efectuaba en la plaza Tlaxcala que ocupaba el espacio desde la hoy calle de Ocampo hasta la de Pérez Treviño. Desde el frente del templo de San Esteban hasta el frente del edificio del cabildo tlaxcalteca.
Vista del frente del templo de San Esteban con edificaciones que ocuparon el espacio de la Feria del Saltillo. Saltillo, visiones inéditas, Gobierno de Coahuila, 2000.
Vista panorámica del centro de la ciudad con la Plaza de Armas, los portales, el frente de San Esteban y los edificios que ocuparon el espacio de la Plaza Tlaxcala. Vanguardia, 10 de marzo de 1977.
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FIESTA POPULAR de la feria incluía diversos tipos de espectáculos y diversiones para todo público.
Invitación a la feria de exposición de 1988. Fototeca AMS.
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Disposición de puestos de comida y otros productos. Fototeca AMS.
Variedad de juegos mecánicos para niños y jóvenes. Fototeca AMS.
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Los juegos mecánicos también han evolucionado, del tradicional carrusel y la rueda de la fortuna a otros juegos de mayor velocidad como el boomerang o el huracán. Fototeca AMS.
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Mientras que los juegos de habilidades como el del tiro al blanco, las canicas y los aros, han sufrido pocos cambios. Fototeca AMS.
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Presentación de cantantes vernáculos, diversión para adultos. Fototeca AMS.
Espectáculo de pólvora, muy tradicional, pero fue prohibido por el riesgo. Fototeca AMS.
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Público que acudió a la presentación del “hombre mosca” dentro del programa de espectáculos populares. Vanguardia, 4 de mayo de 1977.
Presentación de cantantes de baladas populares, diversión para adultos. Fototeca AMS.
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EN EL MISMO ESPACIO DE LA PLAZA Tlaxcala se efectuaba el comercio al menudeo durante el resto del año, primero se hicieron las ventas de productos perecederos en puestos semifijos, con el propósito de establecerlos se edificó el primer mercado llamado El Parián, posteriormente, para liberar espacio se construyó el mercado particular llamado La Marqueta especializado en carne y granos, con lo que se cerró definitivamente el pósito o alhóndiga, pero de cualquier forma se volvieron a montar puestos semifijos, porque los locales del mercado no eran suficientes y se vendían o rentaban a precios inalcanzables para los pequeños comerciantes. Para resolver este nuevo problema se construyó el edificio del primer Mercado Juárez en el espacio que ocupaba la plaza de toros frente a la plaza o jardín Acuña.
El primer edificio del Mercado Juárez y el jardín Acuña. Fototeca AMS.
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El primer edificio del Mercado Juárez y la calle de Allende. Fototeca AMS.
El primer edificio del Mercado Juárez y la calle de Allende hacia el sur, al fondo se aprecia el Teatro Acuña, incendiado en 1902. Vanguardia, 14 de enero de 1977.
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El primer edificio del Mercado Juรกrez visto desde la actual calle de Allende. Vanguardia, 14 de enero de 1977.
El segundo edificio del Mercado Juรกrez. Vanguardia, 14 de enero de 1977.
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El tercer edificio del Mercado Juárez, visto de las calles de Allende y Aldama Vanguardia, 14 de enero de 1977.
El tercer edificio del Mercado Juárez, visto de la esquina de Pérez Treviño y Allende. Fototeca AMS.
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El tercer edificio del Mercado Juárez remodelado en 2002, con 155 locales, visto de la esquina de Pérez Treviño y Allende. JLSA, 2007.
El Mercado Juárez actual, pasillo central de la planta baja. JLSA, 2007.
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El Mercado Juรกrez actual, venta de alimentos preparados. JLSA, 2007.
El Mercado Juรกrez actual, pasillo central de la planta alta. JLSA, 2007.
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El Mercado Juárez actual, venta de productos para santería y remedios. JLSA, 2007.
El Mercado Juárez actual, venta de frutas y verduras frescas. JLSA, 2007.
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El Mercado Juรกrez actual, venta de ropa y trajes regionales. JLSA, 2007.
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El Mercado Juárez actual, venta de carne fresca. JLSA, 2007.
El Mercado Juárez actual, venta de artesanías para uso doméstico. JLSA, 2007.
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EL MERCADO JUÁREZ
se volvió el centro comercial de Saltillo ya que en su entorno se establecieron tiendas de todo tipo de productos.
Calle de Aldama, Teatro García Carrillo y Cía. Dámaso Rodríguez. Fototeca AMS.
Las tiendas de la calle de Allende a espaldas del Palacio de Gobierno. Vanguardia, 14 de enero de 1977.
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Tiendas de la calle de Allende, desde la de Aldama hacia el sur, se aprecian los establecimientos de ambos lados de la calle. Vanguardia, 7 de enero de 1977.
Tiendas de las calles de Aldama y Zaragoza hacia el sur. Vanguardia, 21 de marzo de 1977.
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La comercializaci贸n se reforz贸 con los anuncios de diversos productos a la venta en las tiendas m谩s distantes del centro. Vanguardia, 24 de febrero de 1977.
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Las tiendas se extendieron hacia las calles de Victoria y Acuña. Fototeca AMS.
La variedad de artículos se puede apreciar en el interior de la Mueblería Borja en las calles de Victoria y Acuña. Fototeca AMS.
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Otros anuncios de artĂculos y servicios ofrecidos en el centro comercial de la ciudad ampliado hacia otras calles como la de Victoria. Vanguardia, 23 de mayo de 1977.
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La importancia de los anuncios se puede apreciar en la primera plana del peri贸dico El Siglo XX. Vanguardia, 17 de febrero de 1977.
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Plomería y ferretería de Isidro López, calles de Zaragoza y Ocampo. Fototeca AMS.
Influencia del Mercado Juárez en las tiendas de sus calles aledañas, vista sobre la calle de Padre Flores. JLSA, 2007.
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Influencia del Mercado Juárez en las tiendas de sus calles aledañas, vista sobre las calles de Allende y Aldama. JLSA, 2007.
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LA FIESTA RELIGIOSA se desarrollaba con el novenario, la comensalía de platillos regionales y la venta de «chucherías» en puestos semifijos instalados en las calles circundantes.
La Plaza de Armas y la Catedral con los puestos de la fiesta. Fototeca AMS.
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Vista nocturna de la fiesta religiosa y popular en la Plaza de Armas frente a la Catedral. Fototeca AMS.
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Comercio en la Plaza de Armas durante las fiestas patronales. Litografía proporcionada por Lucas Martínez Sánchez.
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Archivos consultados
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Índice
Introducción ...................................................................... 11 El comerciante .................................................................. 15 El comerciante al menudeo El comerciante al mayoreo El comercio al mayoreo .................................................... 31 La Feria de Santiago del Saltillo a finales del periodo virreinal, 1777-1815 La fiesta religiosa La fiesta popular La Feria Comercial de Santiago del Saltillo El mercado regional septentrional y el mercado de Saltillo La Feria de Santiago del Saltillo durante la Independencia La Feria del Saltillo durante el siglo XIX El periodo final de la feria colonial Las fiestas patronales de 1815 a 1825 La nueva Feria de Saltillo, 1826-1889 La feria de Exposición de 1889 hasta el final del siglo La feria durante el siglo XX y principios del XXI
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El comercio al menudeo en Saltillo ................................... 97 El mercado como centro comercial de Saltillo El Parián El Mercado Juárez Del mercado al supermercado y los nuevos centros comerciales El sistema métrico ........................................................... 121 El sistema de pesas y medidas mexicanas antiguas Iconografía ..................................................................... 129 Archivos consultados ...................................................... 157 Bibliografía ..................................................................... 159
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C o l e c c i ó n No. 10 Esta obra fue editada por el Consejo Editorial del Estado e impresa en sus Talleres Gráficos “Profr. Arturo Berrueto González” Noviembre de 2010 El tiraje fue de 500 ejemplares