Es un sueño de un día gris, en donde las sombras ya no muestran profundidad y el viento disimula la quietud. En la calle no hay ni un alma, y la desolación marca el camino. Ya no hay nada que hacer. Lo que tuvo que ser hecho lo fue, y el resto quedó sin hacerse. No se ve nada fuera de su lugar, ni parece haber lugar para nada más. Es un paisaje que se siente cotidiano. Entonces, una pequeña disonancia interrumpe por un instante la melodía. Un error que el pensamiento no alcanza a comprender. Una falla que delata que seguimos soñando.