Perfiles demandados por la empresa conferenca para dar en la sesiones de jueves educativos

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CONFERENCIA Los perfiles que demandan las organizaciones a los titulados superiores Agradezco su atención al invitarme a participar en este curso, pues éste es un tema que me suscita un alto grado de interés, es importante en la sociedad actual y merece la pena reflexionar juntos sobre algunas de sus aristas. Mi intervención va a girar en torno a tres ejes: En primer lugar, analizaré el nuevo marco económico y social y sus efectos sobre la transición de los individuos al mercado laboral. Pasaré después a exponer los principales cambios institucionales que se producen en el ámbito de la enseñanza y en la lógica de los mercados y concluiremos subrayando el papel que puede jugar la Universidad en la elaboración de programas de formación e inserción de sus titulados. El nuevo marco económico y social Uno de los problemas que se plantean en el actual marco económico y social es, sin duda, el de las relaciones entre sistema educativo y sistema productivo, que está en el centro de las preocupaciones sociales y de la comunidad científica desde los años 60; sin embargo, este problema hoy se aborda en términos de la relación "formación-empleo" y desde propuestas muy diferentes a las tradicionales. Además, estrechamente unido a este tema aparecen otros como el paro o la inserción social y profesional de los jóvenes. Este cambio de terminología y la ampliación de la problemática que conlleva se explica por el cambio habido en el contexto económico y social. Al mismo tiempo, se multiplican las "formas particulares de empleo": empleos temporales, a tiempo parcial... Es lo que llamamos precariedad del empleo. De hecho, los empleos precarios se han convertido en un requisito para el empleo, al tiempo que en el pórtico de entrada al paro. Cada vez más, el reclutamiento de personal se hace partiendo de formas de empleo inestable o limitado para después prolongarse a una contratación definitiva. Pero, a la inversa, en caso de volver a la coyuntura desfavorable, son los asalariados precarios quienes, en primer lugar, se ven afectados por el despido. El efecto combinado de los cambios económicos, tecnológicos y demográficos en el mercado de trabajo se ha traducido en una escasez de puestos y en una fuerte competencia para conseguirlos. Esto hace que se estén redefiniendo las relaciones de trabajo y empleo, en un contexto como el andaluz, caracterizado por unos niveles de desempleo elevados y una generalización del trabajo por cuenta ajena y, consecuentemente, se generen transformaciones importantes que afectan sin duda a la inserción: formas de empleo cada vez más precarias, reconfiguración del estatus laboral, nueva definición de las cualificaciones y competencias, vínculo cada vez más laxo entre el trabajo realizado y sus formas de remuneración y mayor dificultad para un número creciente de personas excluidas que puedan crearse una relación laboral sólida. En este nuevo contexto, los itinerarios de inserción al mundo del trabajo están constituyendo durante las dos últimas décadas un tema relevante, tanto desde el punto de vista científico como social. Este interés ha hecho que se hayan elaborado una gran cantidad de informes por diversos institutos, equipos de investigación y departamentos universitarios.

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En dichos informes se ponen de manifiesto las transformaciones que se están produciendo en los mercados de trabajo, debido a los efectos generados por la interacción de los cambios que se están generando desde el punto de vista económico, tecnológico y demográfico. En tal sentido, el sistema educativo, en general, y la Universidad, en particular, tendrán que ser lo suficientemente sensibles para detectar las necesidades formativas que requiere la actual situación, caracterizada por la innovación y por la interdependencia, y lo suficientemente flexibles para acomodar las estructuras del sistema y los contenidos curriculares a las necesidades actuales de nuestra sociedad. La fuerte presencia de la contratación temporal a lo largo de todo el ciclo humano productivo hace que el individuo se encuentre casi de forma permanente en un proceso de transición. En tal sentido, difícilmente podemos hablar de inserción cuando no se estabiliza ningún estado, tampoco deberíamos hablar de transición en singular como si se tratara de un proceso único y homogéneo, cuando existen tantos recorridos en realidad. La relevancia, por tanto, de conocer las transiciones e itinerarios que realizan los jóvenes españoles desde la Universidad al mundo del trabajo es incuestionable tanto desde el punto de vista teórico como práctico. En primer lugar, porque el fenómeno de la transición es clave en cualquier ámbito de la realidad social y, por consiguiente, es necesario conocerlo para observar qué tipos de efectos va a producir en los individuos, en los grupos y en la sociedad en general, máxime en unos momentos en que la transición educativa, que es la que aquí nos interesa, se está prolongando, modificando y diversificando con una gran rapidez, lo que exigirá, como consecuencia lógica, un incremento de formación, tanto reglada como no reglada i y un esfuerzo de adaptación por parte del joven y del propio sistema a esa nueva realidad. Conocer, por otra parte, y, en segundo lugar, cómo se producen esas transiciones, qué efectos tienen sobre los individuos, sobre los grupos y sobre la sociedad, y de qué forma tendrá que responder el sistema educativo universitario a fin de que tal proceso de transición sea lo más corto y fluido posible, es de una relevancia práctica incuestionable. Un conocimiento en profundidad de los itinerarios de transición de la formación universitaria al mundo del trabajo, posibilita una planificación más adecuada de las políticas formativas y un mejor ajuste con el mercado de trabajo. El contexto socioeconómico no es homogéneo, está muy diversificado según las zonas y suponemos que incide como elemento de diversificación de itinerarios y altera y modifica las condiciones en las que se realizan dichos itinerarios. Los componentes estructurales -sistema educativo, sistema productivo y organización del trabajo, sistema de acceso al empleo, tejido asociativo, red de equipamientos y serviciosconfiguran itinerarios, así mismo, diversos. Por último, las capacidades, actitudes, aptitudes y estrategias que utilizan los individuos en el proceso de inserción son, sin duda, también, de suma relevancia en la diversificación de itinerarios. Una investigación centrada en el análisis de la inserción en la vida activa podría explicar los mecanismos que intervienen en tales procesos, por un lado, las interrelaciones entre formación y empleo –influidas, en gran medida, por la coyuntura económica- y, por otro, la variedad de usos, estrategias y comportamientos que se desarrollan -determinada, esencialmente, por las propias características personales de los sujetos. Como consecuencia de esta presión, cada vez más fuerte, la organización del trabajo se ha modificado profundamente; es decir, se ha abierto un amplio abanico de posibilidades organizativas de trabajo que nuestro sistema tendrá que introducir de forma generalizada, tendentes todas ellas a una mayor flexibilidad,

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que permitan a los jóvenes completar sus estudios (Tiempo parcial, tiempo flexible, fin de semana, autoocupación, empleo cooperativo, empleo discontinuo). Los cambios institucionales: La democratización de la enseñanza y la nueva lógica de los mercados. El argumento que ha estado en la base de todas las reformas educativas que se han sucedido en el mundo occidental durante los últimos años ha sido cómo adecuar el sistema de enseñanza a los cambios sociales y económicos y cómo democratizar la enseñanza y orientarla en ese sentido. Al mismo tiempo que el sistema educativo universitario se desarrolla y amplia su autonomía relativa frente a la relación con otros sistemas sociales, y quizá como consecuencia de algunos desajustes que esto produce, empieza a surgir un movimiento de presión cada vez más fuerte a lo largo de los años 70 y 80 que reclama a la institución encargada de socializar a las nuevas generaciones en nuestras sociedades, es decir, al sistema educativo, que se haga cargo de manera más explícita y eficaz de la dimensión laboral de esa socialización. En otras palabras, mientras que la escolarización en los diferentes niveles de la enseñanza se convertía en el modo de socialización dominante de los jóvenes en casi todos los países occidentales, ésta es puesta en cuestión por diversas fuerzas sociales al demandársele la formación de competencias y cualificaciones que puedan ponerse en juego directamente en el mercado de trabajo. Empiezan a surgir, pues, movimientos de cambio en la línea de lo que se va haciendo en Europa (aunque con algunos años de retraso): redefinición de planes de estudios y aparición de nuevas titulaciones orientadas a satisfacer las nuevas necesidades de los mercados. Todos estos cambios institucionales que se operan sobre la base de un paro creciente -sobre todo de jóvenes- y de un fuerte cuestionamiento del funcionamiento de la Universidad, inducen a toda suerte de interrogantes sociales y, como consecuencia, a nuevas fórmulas de formación. Entre ellas, se desarrollan sistemas informales de formación profesional (expertos, masters etc.…), pero con planteamientos novedosos. Se habla de un nuevo sistema que mueve enormes recursos e implica a una gran cantidad de nuevos profesionales "formadores". De hecho, en esta última década se ha producido un altísimo incremento de organismos dedicados a la formación, tanto en el sector público como privado y en los niveles universitarios y no universitarios. En la mayoría de los países de Europa, este nuevo sistema suele ser descentralizado y estar asumido por las diferentes entidades regionales y locales, ya que al estar más cerca de los problemas se va a dar oportunidad de intervenir a los actores sociales implicados, sindicatos, empresas, y a los propios titulados (parados) en la inserción y en la propia definición de la que vaya a ser la formación profesional a organizar e impartir. En nuestro país, la actividad económica y el sistema de enseñanza son incompatibles, pues el segundo está orientado a la generalidad mientras que el primero está orientado cada vez más a la diferenciación. En este sentido, y a pesar de los esfuerzos realizados, sólo el 20% de la población en edad laboral dispone del nivel de formación acorde con las necesidades productivas. El 25% de las demandas empresariales se dirigen, por ejemplo, a técnicos comerciales para los que el sistema educativo no tiene una respuesta formativa adecuada. Por otra parte, al alargarse tanto el periodo de formación en el ámbito educativo, los jóvenes se instalan en un tipo de socialización en el que no se contempla los hábitos de trabajo ni se produce el consiguiente cambio en las actitudes y ambiciones y, como es lógico, se da un relativo retraso en la aceptación de responsabilidades.

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Hemos de pasar, pues, de la sociedad protectora tradicional a una sociedad más autónoma e independiente. Ello exige unos modelos de crianza y de educación más flexibles e innovadores que faciliten esa transformación en los jóvenes, orientada a crear sus propios proyectos de vida a través del esfuerzo y del trabajo. Con frecuencia la barrera más fuerte para entrar en el mercado de trabajo es la inadecuada preparación de los buscadores de empleo, quienes no han tenido la oportunidad de familiarizarse con los cometidos que las empresas necesitan cubrir. Y ello difícilmente podrá lograrse sin una reforma en profundidad del sistema educativo que habrá de adecuarse a la nueva realidad del mercado de trabajo nacional, europeo y mundial. Así mismo, desde el punto de vista de la inserción laboral de los jóvenes titulados, las prácticas en las empresas pueden ser un elemento importante, ya que contribuyen a su socialización en el mundo del trabajo, favorecen su contratación por parte de las empresas y completan la formación profesional y técnica que reciben en los centros universitarios. En la situación actual, la separación entre sistema educativo y mundo laboral es tal que no favorece el desarrollo de un proceso de transición adecuado hacia la inserción, pues ninguno de los dos contextos realiza bien la parte que le corresponde. Sólo la integración de ambos contextos -educativo y laboral- de manera sistemática y generalizada puede contribuir a superar esos desajustes, configurando un proceso de transición más fluido y efectivo que los que definen la situación actual. Ahora bien, para que esto sea posible, es necesario que el sistema permita acceder a tipos de ocupaciones suficientemente prestigiadas desde el punto de vista social, utilizando los lugares de trabajo como entornos de aprendizaje y vinculando la experiencia laboral con la enseñanza académica. Tendríamos así un mecanismo de inserción laboral, que puede ser positivo tanto para los jóvenes como para las empresas que los reciben en sus periodos de formación. La Universidad como motor de formación y desarrollo. La formación ha sido esencial en la historia de la civilización para que el ser humano haya podido lograr las actuales cuotas de progreso y de bienestar. No obstante, cuando la formación ha adquirido un mayor interés ha sido con las distintas revoluciones tecnológicas que se han producido en finales de siglo y principios del siglo XXI y, más concretamente, en las tres últimas décadas, pues se entendía que los cambios y la incertidumbre que éstos generaban sólo podrían afrontarse a través de la formación. La formación no sólo surge como una necesidad momentánea ni se centra en unos niveles y sectores de actividad, sino que se ha convertido en una necesidad estructural, permanente y generalizada, que nos va a afectar a todos a lo largo de nuestra vida. Las próximas décadas se van a caracterizar, desde el punto de vista de los recursos humanos, por una fuerte rotación, movilidad y cambios en el trabajo. Lo habitual será que un individuo cambie de trabajo cinco o seis veces a lo largo de su vida activa, y ello le exigirá, como es lógico, reciclajes y formación continua. Por ello, la formación en la Universidad no debe reducirse a la mera instrucción ii; es decir, a aquellos conocimientos y habilidades susceptibles de ser aplicados en un momento dado, sino que debe abarcar educación y desarrollo. Por otra parte, ha de estar integrada en la sociedad y coordinada con el resto de las actividades productivas.

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El objetivo último de la formación en la Universidad no es sólo la enseñanza, sino la producción de bienes y servicios de mayor calidad y más competitivos. Por consiguiente, la formación se ha de entender como una inversión de la sociedad para mejorar sus recursos humanos y lograr así mayores niveles de calidad y competitividad en los productos o servicios que elabore y saque al mercado. Las nuevas generaciones deben saber algo elemental: sin preparación no hay futuro. Y en ese empeño deben exigir a la sociedad los medios necesarios y a la Universidad los niveles de calidad y de exigencia para que ese futuro sea esperanzador y puedan desarrollarse de un modo satisfactorio. La Universidad aún no ha logrado articularse con el resto de las instituciones sociales y organizaciones empresariales. Sin esta vertebración ni las empresas dispondrán del material humano necesario para sobrevivir en un mundo tan competitivo como el actual, ni los jóvenes españoles tendrán acceso a algo esencial que garantiza la propia Constitución: un puesto de trabajo digno. Se ha dicho y con razón que una sociedad concreta es el resultado de una Universidad concreta, de su modelo educativo, de su capacidad y de su prestigio para conformar en uno u otro sentido la sociedad de la que se nutre. Sin embargo, la masificación y apatía del alumnado, las cortas inversiones, la formación del profesorado son, entre otros factores, aquellos que han ido minando de forma inexorable lo que todos esperamos de la Universidad. Asimismo, la Universidad como centro de formación superior, que presta un servicio a la sociedad, debe procurar por todos los medios conocer cuál ha sido el grado de aplicabilidad práctica de los conocimientos impartidos, pues ello supone considerar las consecuencias de su actuación y mantener un compromiso ético con la sociedad. Junto a la dimensión técnica y profesional, la Universidad y los programas de formación en general que se lleven a cabo han de desarrollar con igual fuerza los valores de las personas, fomentar su capacidad crítica, estimular su creatividad y contribuir a conformar un esquema de pensamiento tolerante y comprensivo. La formación universitaria y el empleo La tendencia al uso generalizado de la noción de formación traduce de una cierta manera el movimiento según el cual se tiende hoy a redefinir los contenidos enseñados en los diferentes niveles y ramas del aparato educativo para articularlos más estrechamente con el sistema de empleo, o sea, lo que generalmente se llama "la profesionalización de los estudios". El término formación se convierte así en una palabra polisémica que contiene un amplio abanico de significados: reciclaje, perfeccionamiento, aprendizaje, promoción social, formación profesional, educación permanente, educación popular... Todos estos términos, de uso corriente en los diferentes campos de la acción social, pueden considerarse contenidos, de alguna manera, en el concepto formación. En la mayoría de los trabajos existentes en este campo, el término formación incluye no solamente el conjunto de conocimientos teóricos y prácticos relacionados con una técnica o un oficio, sino a la vez un conjunto de disposiciones, de saber-estar, aptitudes, maneras de pensar y exigencias adquiridas, simultáneamente, al aprendizaje de ese oficio o de esa técnica. Y el fomento de los valores éticos.

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Así definida, esta noción puede entenderse que designa las cualidades sociales con que la escuela o la Universidad, en tanto que modo de socialización dominante en las sociedades industriales desarrolladas, dota a los individuos, al mismo tiempo que los instruye, en competencias específicas; es decir, se trata de un proceso más complejo que incluye el currículum oculto, así como los efectos latentes de la "experiencia" escolar. No puede reducirse, pues, a la sola formación, aunque ésta última esté en el corazón de la noción de formación cuando se trata de una actividad profesional. En otros términos, la formación puede ser entendida como uno de los aspectos de los procesos de socialización de los individuos y, más precisamente, como un proceso orientado hacia la integración progresiva en las relaciones del trabajo asalariado. Cuando estos procesos son realizados en la Universidad, están, simultáneamente, orientados siempre por y hacia otras funciones sociales que las exclusivas del trabajo. Sin embargo, cuando se realizan en la empresa estos procesos de socialización se orientan a la formación en competencias técnicas específicas y en las claves culturales que les permitan comprender las relaciones jerárquicas y las relaciones entre los grupos profesionales que la constituyen. Está claro que persona cualificada no es sólo aquella "técnicamente preparada", sino que a la hora de contratar, las empresas buscan, sobre todo en ciertos contextos y situaciones, otras cualidades además de la competencia técnica, tales como la capacidad de integrarse en la cultura de la empresa, en el grupo de compañeros, así como la capacidad de decisión, autonomía, etc..., que son producto de la socialización y contienen un alto contenido de formación, configurando lo que llamamos el "currículum oculto". O sea, que al hablar de formación nos referimos no sólo a las competencias técnicas, sino también a otra serie de aspectos psicológicos y sociales, habilidades personales y de relación, que constituyen lo que llamamos la identidad individual y profesionaliii. Vincular la formación a los procesos de socialización, significa que no sólo hay que plantearse aportar ciertos conocimientos que consideramos definidos, decididos o construidos desde una mayor proximidad con el mundo del empleo y del trabajo, sino que optamos por mantener a las personas a formar dentro de un contexto de experiencias que les permiten desarrollar cualidades personales tan positivas como las de iniciativa y búsqueda, confianza en sí mismo... Mantener en funcionamiento la maquinaria educativa-formativa adaptada a situaciones particulares (paro) supone recrear, por el tiempo que sea necesario, un contexto socializador que tienda a hacer a las personas en su personalidad, competencias personales y no sólo técnicas y en sus sistemas de valores, personas capaces de comprender, responder y moverse en el mundo en que viven y de cara al empleo. De aquí se deducen serias consecuencias que afectan a los contenidos, metodologías y a todos los elementos que definen la pedagogía de este tipo de enseñanza, que no puede ser algo tradicional, una enseñanza académica, sino algo activo, movilizador, algo realista, crítico y renovador. Pero, además, hay que tener en cuenta que estos efectos son posibles sólo si el propio medio social, como contexto "natural" de la socialización, se organiza con las medidas políticas y económicas necesarias para influir en este mismo sentido positivo. No podemos dejar de tener en cuenta los aspectos objetivos que definen las posibilidades del medio para la creación de trabajo, en forma de empleo o autoempleo. Hay que promover, objetiva y estructuralmente, con las acciones políticas y económicas adecuadas, los cambios necesarios en el medio para que éste posibilite la generación de empleo y de trabajo, haga posible la vida adulta y la participación social frente a la exclusión.

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Es necesario, ciertamente, remarcar que el sentido de las causalidades no es forzosamente unívoco: si el paro es con toda seguridad un factor de socialización que repercute en todos los aspectos de la vida social y cultural de los individuos que lo sufren, es también muy probable que los individuos menos socializados de partida -por su entorno familiar, escolar y de residencia- y, además, ya poco integrados en el sistema social, sean quienes resulten más afectados y tengan más dificultades en su inserción profesional. En fin, construir una inserción profesional a través de una serie de empleos precarios (o evitar que la sucesión de estos no se reduzca al paro recurrente) exige la movilización de las capacidades individuales, la construcción día a día de estrategias personales que, a su vez, no son accesibles a todos indistintamente. Ante un similar grado de cualificación, es la capacidad para realizar elecciones entre vida personal y vida profesional (proyecto o calendario familiar), para presentar un "proyecto profesional" a los empleadores, para mantener, a través de empleos dispersos y períodos de paro recurrentes, un comportamiento de actividad coherente y determinado, lo que permite comprender, a medio y largo plazo, la diferencia en las trayectorias. Los perfiles que se demandan y las estrategias de búsqueda de empleo que se utilizan. La formación y socialización que desarrollan los jóvenes son del todo necesarias para acceder a los nuevos puestos de trabajo de esta década, además de las cualificaciones técnicas, personales y las llamadas "destrezas blandas", dirigidas a la integración y a la adaptabilidad al cambio. Entre esas capacidades y habilidades, cabría destacar algunas de las que gozan de mayor consenso: *Confianza en si mismo y en sus capacidades. *Imaginación creativa. *Facilidad para relacionarse. *Capacidad para trabajar en equipo. *Capacidad para comunicar y escuchar. *Capacidad para aprender con rapidez. *Polivalencia. *Conocimientos técnicos. *Actitud positiva. *Compromiso con los objetivos de la empresa. Lo más importante en la formación es preparar a la gente para que entienda que el mundo sufre alteraciones. Por consiguiente, habremos de formar a profesionales polivalentes para que las empresas puedan responder de un modo satisfactorio a los cambios de una sociedad que cada día es más compleja y extensa. Las primeras trabas a las que hay que hacer frente son las culturales, resultado de una educación en la que no sólo no se inculcan, sino que incluso se minimizan, valores como la iniciativa, la creatividad, la ambición, la competencia, el riesgo o el liderazgo. Además, cada vez existe un mayor consenso al concebir la formación no solamente como una mera adquisición de conocimientos y destrezas, sino como un proceso de adaptación permanente de dichos conocimientos y destrezas a los cambios del entorno laboral, lo cual implica, asimismo, una adecuación constante del perfil psicosocial de los individuos. Este proceso de adaptación continua, tanto desde el punto de vista de los conocimientos y destrezas como de las propias características psicosociales, podría realizarse

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de un modo más riguroso y efectivo si se impulsara la orientación profesional que en nuestro país por desgracia no se ha desarrollado. La orientación profesional, no entendida en su acepción tradicional y restringida exclusivamente al ámbito educativo, sino como un instrumento de asesoramiento y motivación para la formación y el reciclaje permanentes, que permite una mayor adecuación de sus potenciales con las demandas del mercado y posibilita un mayor conocimiento de sí mismo y de las técnicas de búsqueda de empleo. El contenido típico de los textos y publicaciones en general que informan sobre las estrategias de búsqueda de empleo suele reducirse a cinco amplias categorías: Importancia de la búsqueda organizada de empleo, pasos para determinar las ocupaciones apropiadas a cada uno, métodos de búsqueda de empleo, las técnicas de búsqueda de empleo y los tipos de contrato. Estas estrategias pueden desarrollarse desde un punto de vista pasivo y activo, individual o grupal, a través de un curriculum integrado de formación. Plantearse una estrategia eficaz de búsqueda de empleo, no obstante, implica un proceso largo, complejo y costoso, a través del cual el joven habrá de: Definir: ¿En qué va a trabajar? Planificar: ¿Cómo lo va a conseguir? Autoanalizar: ¿Con qué puntos fuertes cuenta? ¿Qué aspectos debe mejorar? Elaborar una estrategia orientada a la acción. Investigar: Rastrear oportunidades en el mercado de trabajo. Rastrear prensa y otros medios. Comunicar: Redes de amigos, familiares, empresas. Afrontar: Entrevista con ánimo y convicción. Registrar: Contactos establecidos y seguimiento de éstos. El tipo de profesionales que requiere actualmente el mercado Aunque es difícil establecer unos perfiles genéricos que se adecuen a cualquier tipo de empresa, después de analizar la literatura al respecto, así como las respuestas de los expertos, podemos considerar que el mercado de trabajo actualmente requiere personas con conocimientos técnicos y con una actitud positiva hacia el trabajo, responsables y con una idea clara de la profesionalidad, con experiencia profesional a través de prácticas en empresas, que no sean conflictivas, capaces de reciclarse con agilidad, de utilizar las nuevas tecnologías, con un nivel de autoestima aceptable que les lleve a confiar en si mismos, con capacidad de iniciativa y con capacidad de adaptación continua y orientación hacia la polivalencia. Las personas con permanencia de uno o dos años en el desempleo son el colectivo que más dificultad tiene para incorporarse al mercado laboral. Cuando, además, se es mujer, la dificultad es mayor. Sin embargo, las nuevas formas de empleo dibujan un panorama laboral futuro radicalmente diferente al actual con puestos más heterogéneos, más autoempleo y menos organización pesada, en donde la mujer estará en una situación mucho más favorable. El joven vive una situación de precariedad permanente. Aproximadamente el 85% de los menores de 30 años tienen un contrato temporal, que no les garantiza su permanencia estable en el mercado. Una de las prioridades en la que convergen tanto la preocupación social como las políticas gubernamentales durante los últimos años es en la necesidad de incrementar los niveles de educación y formación para el empleo. Se entiende que una mayor y más adecuada preparación de los individuos les posibilitará un proceso

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de inserción más rápido y satisfactorio. La educación y la formación están hoy dominadas por su relación con el mundo del empleo y tienen un carácter esencialmente instrumental. Uno de los problemas que se observan en los mercados de trabajo es el desajuste laboral, fenómeno que consiste en la inadecuación entre la oferta y la demanda de trabajo e implica que trabajador y empresa no llegan a consumar su relación laboral. Existe desajuste cuando las cualificaciones profesionales o educativas que demandan las empresas para cubrir sus puestos de trabajo no coinciden con las que poseen los trabajadores, o cuando los puestos de trabajo se hallan en unas regiones y los desempleados en otras. Así, es posible la coexistencia de exceso de demanda de trabajo en algunos mercados con exceso de oferta en otros; esto es, la existencia simultánea de desempleo y de puestos de trabajo sin ocupar. Desde el discurso técnico-funcionalista se nos ha querido justificar la idea de que el cambio tecnológico implica necesariamente una mayor complejidad en los puestos de trabajo, lo cual, a su vez, requiere un incremento en el grado de cualificación de los trabajadores. Pero esta relación simple y lineal no está demostrada, más bien al contrario. Esta tesis de la descualificación, además, está muy extendida en el tiempo y en el espacio, aunque no se puede generalizar a todos los puestos de trabajo y a todos los sectores, porque cada uno de ellos tienen su propio ritmo de desarrollo.

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Importancia de la Formacion continua Importancia de la Formaciรณn Dual o en Alternancia iii ABC DE La Formaciรณn. Que perfil buscan los empresarios en el Siglo XXI ii


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