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N.º 45 JUNIO 2009

LIBROS • ARTE • MÚSICA • CINE • IDEAS • TENDENCIAS • OPINIONES • POLÉMICAS • HABLADURÍAS

WARHOL EN CINCO PALABRAS

ISSN: 1900-589X

4.900 pesos

Deseo Frivolidad Transgresión Aburrimiento Ironía


*Marca registrada por FNC - FoNC . 漏 FNC 2009 . Foto: Patricia Rinc贸n Mautner

Ante la visita de Andy Warhol, los cafeteros quisimos estar a la moda para darle la bienvenida.


EDITORIAL

Warhol, Warhol, Warhol...

N.º 45 - JUNIO 2009

L

Autorretrato, Andy Warhol, 1979 © Andy Warhol Foundation/CORBIS/ abc stock imágenes

Directora Marianne Ponsford Consejo Editorial Alejandro Santos, Héctor Abad, Alberto Aguirre, Piedad Bonnett, Jaime Cerón, Catalina Holguín, Nicolás Morales, Humberto Junca, Ricardo Silva, Manuel Kalmanovitz Editor Juan David Correa Ulloa Periodista María Alejandra Pautassi Practicante Gloria Susana Esquivel Colaboradores Eduardo Arias, Andrés Borda, Jaime Cerón, José Cepeda, Miriam Cotes, Juan Carlos González, Catalina Holguín, Humberto Junca, Manuel Kalmanovitz, Lorenzo Morales, Javier Moreno, Lucas Ospina, Daniel Pardo, Rodrigo Restrepo, David Roa, Vanesa Rosales, Mauricio Sáenz, Paula Silva, Ricardo Silva, Andrés Felipe Solano. Columnistas Marta Ruiz Antonio Caballero Nicolás Morales Carlos Castillo Cardona Caricaturista Rep Dirección de Arte Ana Virginia Isaza Celedón Asistente Andrea Aldana Corrección Liliana Tafur Fotografía Editor: León Darío Peláez Fotógrafos: Juan Carlos Sierra, Natalia Botero, Guillermo Torres, Daniel Reina

a repetición, la ironía, el arte al servicio de cineastas, y músicos, en la Factory de Nueva York, la “factory”, la producción en serie, la apro- desde 1962, se han convertido, al igual que las sopiación de productos de la publicidad para pas Campbell’s, en productos de consumo masiinsertarlos en la galería y, como por arte de magia, vo y hasta de prestigio social. Estaría feliz de ver convertirlos en arte de culto. Eso y muchas cosas cómo Mac incluyó en su galería de posibilidades más hizo Andy Warhol después de quitarse una A para manejar imágenes la posibilidad de que cada del apellido y convertirse, según declaró muchas usuario haga su propio retrato a lo Warhol. Poptraveces, él mismo en una marca registrada. En una tos, los han llamado con frecuencia. Poptratos de rutilante estrella de las masas que lo adoraron y lo los ídolos del fútbol colgados en las habitaciones adoran como si se tratara de una actriz de cine, de los niños de estrato alto; poptratos de recién como las que él amó cuando solo era un muchacho casados que creyeron en la originalidad de verse solitario víctima de la escarlatina en un Pittsburg como obras de arte. Poptratos, en fin, que son una perdido, en los años treinta. Como se señala en un parodia de Warhol, que, a su vez, parodiaba a la artículo de este especial que hemos consagrado a realidad. Warhol estaría feliz, en fin, de saber que la figura de Warhol a través de cinco palabras en su obra, como lo dice Lucas Ospina en un artícudonde agudos críticos y artistas escriben sobre el lo de este especial, se imprime en toallas playeras aburrimiento, el deseo, la transgresión, la ironía que se venden por centenas en las playas de Tolú. y la frivolidad, Warhol cumplió Porque Warhol era consciente del eso que en los años treinta advertía monstruo que estaba creando: nada Una rutilante Walter Benjamin en su ensayo La fue ingenuo en su proceder. obra de arte en la época de la repro¿Es irónico que la obra de Warestrella de las masas ductividad técnica: “que la obra de hol se haya convertido en una paroque lo adoraron y arte reproducida se convierte, en dia de sí misma? Pues no. Y no lo es medida siempre creciente, en reporque lo que hizo el hombre que se lo adoran como una producción de una obra artística tinturó el pelo a los 23 años, que deactriz de cine. dispuesta a ser reproducida”. fendió la cultura queer, que se codeó Warhol fue un hombre y un con la realeza europea cuando en los producto de su tiempo. Inmerso en años ochenta ya era venerado por el los grandes cambios sociales de los años sesenta, se mundo entero, que soñó ser como la reina Isabel dio cuenta de lo que significaba el American Way of y que murió casi tan nervioso y perturbado como Life. Por eso creó las parodias de la muerte, de la cuando la activista del feminismo Valerie Solanas abundancia, de los ídolos caídos en desgracia, de intentó asesinarlo en 1963, lo advirtió hace mucho los asesinos en serie, de las latas o las cajas de jabón tiempo, aunque muchos se nieguen a escucharlo: y las reinterpretó y repitió hasta la saciedad para “Un artista es aquel que produce cosas que la gente decirnos algo que quizás hoy, veintidós años des- no necesita, pero que él –por alguna razón– cree pués de su muerte, se hace más que evidente con que es una buena idea ofrecérselas. su propia obra: que todo es mercancía y que “el »Es mucho mejor hacer Arte Comercial que Arte negocio del arte es más interesante que el propio por el Arte, porque el Arte por el Arte no aporta arte”. En consecuencia, Warhol estaría feliz hoy nada al espacio que ocupa, mientras que el Arte Code ver cómo su sueño se cumplió. La idea de que mercial sí. Si el Arte Comercial no aporta nada a su sus productos, realizados en una suerte de concu- propio espacio, no tiene mercado”. Eso, mercado. binato con otros artistas, travestis, aves nocturnas, Bienvenido, Mr. América.

Directora Comercial Arcadia Sylvia Motta e-mail: smotta@semana.com Director de Producción Orlando González Director de Archivo Javier Cruz P. Publicaciones Semana S. A. Gerente General Elena Mesa Zuleta Gerente Comercial Isabel Cristina Calle Gerente de Circulación Iván Jaramillo Price Gerente de Mercadeo Truddy Harker Gerente Financiero y Administrativo Felipe Alban Daza Director Call Center Diego Fernando Almonacid Castillo e-mail: dalmonacid@semana.com Sede: Calle 93B N.º 13-47 Bogotá, Colombia PBX 6468400 Fax: 6210475 Correo electrónico: arcadia@semana.com Apartado aéreo No. 253459 ©Publicaciones Semana S. A. Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización expresa de Publicaciones Semana S. A. ISSN: 1900-589X Printed in Colombia

Notic ia s A genda

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E spec ial W arh ol 14 Fiebre de Warhol Cinco críticos de arte exploran el aburrimiento, la ironía, la transgresión, el deseo y la frivolidad en el artista norteamericano cuya obra se verá en Bogotá desde este 18 de junio en el Museo del Banco de la República Literat ura ¿Acoso sexual? Un lío de presunto acoso sexual por parte del premio Nobel Dereck Walcott hacia una estudiante destapó un escándalo en la Universidad de Oxford: a la literatura parece interesarle el tema 22

Li b ros Exquisitos La edición artesanal, hecha con el cuidado y la laboriosidad de otros días, parece volver de nuevo en España y Colombia. Reportaje 24 Arte De cuerpo presente ¿Quién es María José Arjona, esa mujer que muchos vieron sentada dentro de un silo en una reciente exposición en Bogotá? 26 Desprestigiada herencia Marco Mojica, el joven artista que ganó el Premio Botero en 2005, vuelve al ruedo con una exposición en la galería el Museo 27 A RQU I T EC T URA La historia en espiral El Guggenheim de Nueva York está de cumpleaños 28

Ho mena je Un ejército de sordos Gracias a este invento japonés, millones de habitantes del planeta hoy caminan pegados de un I-Pod. ¿Cómo eran los tiempos del cassette? 29

Perfil del genio creador de películas como Perro fantasma 32

Cine Guerra, dolor, amor... en fin, la vida Con el estreno de Vals por Bashir cobra relevancia la animación para adultos 30 El arca de Noe Up, la última aventura de Pixar, mereció los aplausos de la crítica en Cannes, ¿cuál es la historia de esta maravillosa y exitosa empresa? 31 El hombre pretencioso Jim Jarmusch fue abucheado por la crítica por su más reciente película.

La ú lti m a Dos preguntas El librero

Cr íti ca Libros Cine Música

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OPINIÓN La lengua absuelta 4 Por Marta Ruiz Le doy mi palabra 8 Por Carlos Castillo Mil palabras por una imagen 10 Por Antonio Caballero Sopor i piropos 38 Por Nicolás Morales

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noticias

Rock al Parque en sus quince

L Consulte toda la programación www.rockalparque.gov.co

invitados de los festivales Altavoz de Medellín, Miche Rock de Barranquilla, Underground de Cali y Grita de Manizales, 33 grupos ganadores de las convocatorias de 2009 y nueve grupos distritales invitados, festejarán los quince años de un festival que llegó a la adultez.

El guardián furioso

iván herrera

A pesar de todos sus esfuerzos por huirle y otros justifican diciendo que las seguna la publicidad, de guardar con celo inusi- das partes (especialmente si son escritas tado lo que escribe, J.D. Salinger vuel- por otros) no suelen ser las mejores. Y en ve a mojar prensa. El pasado la controversia no han faltado 2 de junio, el autor entabló teorías de conspiración. ¿No una demanda ante un triserá que el mismo Salinger bunal de Nueva York, desfue el que escribió la secuepués de enterarse de que un la y quiere publicarla? ¿No tal J.D. California publicaserá que Salinger de hecho ría una segunda parte de El pasó una demanda contra sí guardián entre el centeno, ahora mismo (después de todo ya protagonizado por un Señor han corrido rumores de que C, un anciano problemático Salinger es varios autores en que huye del ancianato (¡!) J.D. Salinger uno, incluyendo al mismísi—un homenaje, según ha mo Thomas Pynchon) para dicho el señor California, en el que in- proteger sus derechos a futuro? Ha quecluso aparece Salinger—. Por ahora, los dado demostrado, una vez más, que J.D. medios no salen de su estupor por lo que Salinger es un guardián feroz de su prialgunos consideran un reclamo absurdo vacidad y de sus derechos de autor.

El escritor colombiano William Ospina.

}El escritor tolimense William Ospina ganó el xvi Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos con su obra El País de la Canela. }El poeta antioqueño Juan Manuel

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Roca fue distinguido con el Premio de Poesía Casa de América de Poesía Americana por su libro inédito Biblia de pobres. }La novela infantil El mordisco de la media noche, del escritor y médico Francisco Javier Leal, recibió el Premio El Barco de Vapor-Biblioteca Luis Ángel Arango. }El pasado 20 de mayo se otorgó el Premio Príncipe de Asturias de las Artes al arquitecto británico Norman Foster. }El 27 de mayo se anunció que la escritora canadiense de relatos cortos Alice Munro ganó el Man Booker International Prize. }La escritora estadounidense Marilynne Robinson recibió el Orange Prize, que premia a escritoras de ficción, el pasado 3 de junio, por su novela Home.

La televisión más cultural del mundo

a televisión colombiana es la más cultura, y el canal institucional que suecultural y sana del mundo. Bas- le ser entretenido con sus debates en el ta con encender el aparato, para Congreso y los consejos comunitarios, que a uno le provoque más bien leer un que están más cerca del melodrama que libro, o si es fin de semana, salir a hacer de la propaganda. Pero a pesar del esejercicio. La debacle empezó con los rea- fuerzo de Palacio, no ha logrado los nilities que desplazaron por un buen lapso veles de audiencias de Aló, Presidente. Es a los dramatizados —que siguen siendo que Chávez es muy divertido. lo mejor de la televisión colombiana— y En realidad, mejor lo están haciena los informativos. La televisión se ha do en las regiones. En Antioquia, por nivelado por lo bajo. Pero a diferencia ejemplo, la oferta de canales es más de otras industrias, en esta la calidad es variada, equilibrada e interesante. Por inversamente proporcional al negocio. lo menos cuatro canales les han abierto Puede ser mala, pero el público sigue espacio a los productores jóvenes, a la pegado a la tele. Entiendo que no es un variedad y a la calidad. Y como la gente asunto solo colombiano. En muchos paí- ve lo que tiene para ver, no les va nada ses la televisión está llena de basura, que mal en audiencia. la gente consume hasta quedar hastiada. Caso aparte merece la televisión Quizá por eso Umberto Eco dijo alguna por cable. A pesar de las buenas series, vez que quienes más daño le hacen a la las películas suelen ser repetitivas. Los televisión son los televidentes. mejores canales culturales han ido desPartamos de la base de que la televi- apareciendo y los han cambiado por sión es, sobre todo, un océano de entre- otros que no ofrecen valor agregado. tenimiento y una pequeña isla de infor- Más deporte, o más dibujos animados, mación. Esa es su naturaleza. Quizá por o más de películas decadentes. Hasta la eso el periodismo ha ido desapareciendo pornografía está invadiendo los canales. de nuestra pantalla chica, salvo contadas excepciones como algunos programas de debate, y especiales como los de Pirry, que apuesta por los reportajes con profundidad y sensibilidad humana. Durante muchos años en los canales privados imperó el paradigma —equivocado por cierto— de que la gente quería divertirse y no ver la realidad, que estaba cansada de la sangre y de la guerra. Por eso les dieron la espalda a los periodísticos. Pero como somos un país desmesurado en todo, ahora las Las protagonistas de la serie Sin tetas no hay paraíso. telenovelas se han convertido en espacios del más descarnado realis- Realmente, la relación costo-beneficio mo donde abundan mafiosos, prepagos con la televisión paga no convence. y detectives. Todo esto me hace sospechar que Sobre el Canal Uno no hay mucho las angustias del gobierno por crear un por decir. En la práctica se reduce a dos nuevo canal privado están más inspiranoticieros (CM& y Noticias Uno) y el das en las cuentas que hacen los inverresto del tiempo a Jorge Barón. sionistas que en el interés público. Si a Canal Capital se convirtió en la Ce- la Comisión le interesáramos los televinicienta de la Alcaldía, que desde la ad- dentes, hace tiempo habría hecho algo ministración pasada abdicó de hacer un para que los contenidos mejoren, y no proyecto de comunicación ciudadana. insulten la inteligencia de la gente con Sus espacios de opinión están repartidos producciones de baja calidad. entre políticos y periodistas que debaNo me hago esperanzas. En el meten sobre todo la agenda nacional. De jor de los casos tendremos un tercer la ciudad, poco. Y Citytv, a pesar de su canal, para ver exactamente lo mismo apuesta seria por la televisión informati- que ya vemos en la media docena que va y muy bogotana, ha perdido mucho tenemos. Y en el peor, tendremos una de la identidad que tuvo en sus inicios. televisión parecida a la española. Lo que Obviamente Señal Colombia salva augura que algunos leeremos más y esla patria, con su agenda especializada en taremos más saludables que nunca. semana

Lo que hace quince años parecía una idea apenas incipiente —la de convocar algunas bandas de rock nacional e internacional durante un fin de semana en Bogotá—, terminó por convertirse en el festival de rock al aire libre más grande e importante de América Latina. Para que esto funcionara fue necesaria la convergencia de expertos en el tema, es decir, gente que de verdad oyera rock, y una voluntad política como la de Antanas Mockus para apoyar e impulsar un festival de esta naturaleza. Rock al Parque es una de las demostraciones más interesantes de que la cultura puede generar réditos insospechados. Durante estos quince años, cientos de bandas de la altura de Manu Chao, a.n.i.m.a.l, Ilya Kuriaki & The Valderramas; y nacionales como La Pestilencia, 1280 Almas, La Derecha o Ultrágeno, se inmortalizaron gracias a los tres días de convivencia y música que ya son una cita obligada de cualquier melómano. Desde este 23 de junio, seis grupos internacionales, nueve grupos nacionales



NOTICIAS

Gabo y la política era el tema de una conversación pactada entre Gustavo Bell, Jaime Abello, Rafael Pardo y José Luis Díaz-Granados, sobre las implicaciones de las participaciones públicas del Nobel colombiano. El auditorio de la Gilberto Alzate estaba a medio llenar el pasado 3 de junio. Y había cierta expectativa por la promesa de una conversación que nunca ocurrió. Primero, porque desde el moderador, Óscar Alarcón, todos los invitados leyeron textos del estilo de “Cuando yo conocí a Gabo...” y, segundo, porque no hubo ninguna polémica sobre actuaciones

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En La Casa del Teatro Nacional de Bogotá, se presentó la obra La escala humana a cargo del grupo de teatro Acción Impro de Medellín. El montaje resultó interesante y arriesgado, con una escenografía que representaba una casa llena de cajas de huevos, afiches y bombillos de colores. Acertado también el vestuario y la música en vivo al principio de la obra. Los que fallaron por momentos fueron los actores, quienes algunas veces parecían más preocupados por camuflar su acento paisa que por hacer reír al público. Y se robaron otra pintura. Después del escándalo que produjo el robo de un Goya en la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, la semana pasada el Ministerio de Cultura lanzó una alerta por la desaparición de la pintura de caballete de la época colonial Martirio de San Simón apóstol, de autor desconocido, que fue sustraída de la sacristía de la iglesia de San Francisco, ubicada en la calle 16 con carrera séptima, en Bogotá. Parece que el tráfico ilegal de arte sigue tan campante en Colombia y algunos inescrupulosos están dispuestos a vender el patrimonio nacional en el exterior. Ojalá que aparezca.

SEMANA

Mucho se ha escrito en la prensa sobre la polémica visita del escritor Mario Vargas Llosa a Bogotá el pasado 26 de mayo. Mucho se ha dicho y en el revuelo de noticias se perdió la verdadera razón de su visita, porque más que para hacer política —o hacer declaraciones políticas—, el escritor estuvo dos días en Bogotá por la presentación de Al pie del Támesis, obra de teatro que donó a la Fundación Notas de Paz de Cali. Durante una rueda de prensa que se hizo la mañana del 26 en el Club El Nogal, el escritor parecía más cómodo hablando de literatura: tocó temas como el teatro (según él, su primer amor literario), su gusto por Onetti (de quien dijo que “pocos escritores han descrito el mal con la claridad y sutileza suya”), habló de Al pie del Támesis y, en cuanto a política, habló en términos muy generales sobre los líderes de América, quizá sospechando lo que se vendría encima días después al llegar a Venezuela. Horas antes, se sabe, había lanzado un par de bombas mediáticas sobre el gobierno de Hugo Chávez.

que, a los comunes y corrientes, nos parecía que merecían algún comentario: ni Cuba, ni Pastrana, ni nada de nada. Pura historia patria sobre los días en que Gabo ganó el Rómulo Gallegos y donó el dinero al grupo venezolano Movimiento al Socialismo (mas). Todo fue tan formal, complaciente y aburrido que hasta Rafael Pardo se atrevió a pasar un video sobre su campaña presidencial (la pasada) en donde aparecía Gabo. ¡Por favor!

SEMANA

El pasado 21 de mayo varios militares entraron a la Universidad Nacional y a cuestas llevaban una procesión de santos vestidos de soldado. ¿El resultado? Como era de esperarse, no muy bueno: el registro del performance —porque, claro, se trataba de un performance— del artista Germán Arrubla y una instalación de quince santos que se pueden ver hasta el 4 de julio en el Museo de la Universidad Nacional. La reflexión es clara por lo obvia: Iglesia y Estado, y el endiosamiento de la guerra. Aún no queda claro, sin embargo, por qué están colgados los uniformes de militar a la entrada. Si el objetivo era, como dice la página web de la Dirección Nacional de Divulgación, que “para poder verlos (a los santos) en su invisibilidad hay que estar vestidos como ellos”, menos. Una periodista de Arcadia fue, se puso su chaqueta y recorrió muy juiciosa la instalación, solo para darse cuenta de que hubiera podido ver las estatuas vestidas de soldados y el video con chaqueta o sin ella. Mejor dicho: Mimetizarte (sugestivo nombre) tiene grandes pretensiones que se caen en su ingenua ejecución.

Durante todo junio y hasta el próximo 25 de julio, el Teatro Libre de La Candelaria presenta su versión de Los demonios, la novela de Dostoievski. Una adaptación excelente, por decir lo menos (son pocos los valientes que por estos días se toman el trabajo de condensar unas 1.000 páginas de narración, decenas de historias y casi cientos de personajes en una obra de dos horas y media). Se trata de una obra al mejor estilo del Teatro Libre, es decir: clásico. Tanto que la adaptación recuerda la tragedia shakesperiana Tito Andrónico (alerta de spoiler: sí, todos terminan muertos), aunque se pudieron ver efectos especiales dignos de las compañías más modernas: la ciudad ardiendo en llamas, disparos y simultaneidad de diálogos. Recomendación: ir bien descansado, llevar agua y entrar al baño antes de entrar a la sala, porque aunque los primeros 45 minutos de la obra son bastante lentos, el desenlace los vale.



Los libros que Arcadia quisiera ver en la lista de los más vendidos

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NOTICIAS

La puerta, Magda Szabó, DeBolsillo! Porque se trata de una de las escritoras húngaras más importantes del siglo XX, y esta novela, ya un clásico, es precursora de la literatura centroeuropea.

I A Co

Estimada Marta Ruiz: Leo con gran interés sus columnas en Arcadia. Están siempre muy bien escritas y es delicioso leerlas. La última tiene una reflexión que en parte responde a una inquietud que me ha estado dando vueltas en la cabeza desde que tengo conciencia social y política. En efecto, la sobreabundancia de información sobre el conflicto armado que nos consume está llevando a que, por un lado, una verdad tape la otra y, por otro, a que no sepamos qué hacer con las que vamos descubriendo. Queda el consuelo de que algunos están escribiendo para mañana. Ya es un lugar común preguntarse si estaremos perdiendo la capacidad de asombro.Tal vez nuevas reflexiones y análisis deban hacerse alrededor de este tema. ¿Será que una “memoria ejemplarizante” sirve sin una justicia ejemplarizante?

Manual de ateología, Varios autores, Terra firme Porque más allá de la prensa, este libro recoge las opiniones de inteligentes ateos como Carlos Gaviria, Héctor Abad y Eduardo Arias.

“Queda el consuelo de que algunos están escribiendo para mañana”.

Normas de papel, Mauricio García Villegas, DeJusticia Porque su autor es uno de los más brillantes columnistas de El Espectador y este libro se mete con un tema incómodo: ¿será que nuestras normas están hechas para incumplirlas?

Sobre la creación literaria, Gustave Flaubert, Fuentetaja Porque a pesar de que es un libro costoso, reúne buena parte de la correspondencia de un genio capaz de escribir cartas que están a la altura de sus novelas.

Papeles inesperados, Julio Cortázar, Alfaguara Porque se trata de un descubrimiento nada deleznable: diarios, comentarios, citas y reseñas regadas en papeles olvidados del gran Cortázar.

David Quintero Estimada Marta Ruiz: En su columna “Escribir para mañana” usted plantea: “Es eso lo que está pasando en Colombia”, y nos recuerda la macabra lista de acontecimientos que todos conocemos, y redondea su análisis señalando que “ esta sociedad ya no tiene capacidad de asombro ni de indignación”. ¿Cuál sería su explicación, si los lectores merecemos alguna, de su capacidad de asombro y de indignación frente a los hechos perpetrados por el régimen presidido por el señor Álvaro Uribe Vélez, en concordancia con sus comentarios de su anterior columna “¿Perdón?” Octavio Gómez Restrepo Rionegro, Antioquia Estimada Catalina Holguín: Con mucho agrado leí y digerí el contenido de su artículo “Aldea local” en la pasada edición de la revista Arcadia y encantado le respondo, más motivado a que visite nuestro proyecto Agenda Samaria en la Red, proyecto de mi hijo a quien le suministro contenidos para el desarrollo de este. No creo que a sus lectores interese lo que trato, y por una sola razón: soy el editor de contenidos de ese portal , un experimento personal desde dos disciplinas que apenas estamos socializando en la búsqueda de nuestro nicho en la sociedad de la información. Desde tantas ópticas ha tratado en su artículo la avalancha de transformaciones que en últimas son del conocimiento, y utilizando la tecnología que se han impulsado los cambios y a su vez presionan a los medios. Mezclamos radio con plataforma digital y arte: http://www.agendasamaria.org Juan José Martínez Estimados señores: Bueno el reconocimiento que hace Arcadia, a través de Juan David Correa, a ese notable escritor que es Evelio Rosero Diago, quien cada vez se parece más a sí mismo y, en los tiempos que corren, esa es una virtud estética. John Junieles Señores Arcadia: Aunque sé que el artículo del Museo Nacional apareció ya hace algunos números, quisiera señalar que me parece que la propuesta del arquitecto y urbanista Daniel Bermúdez es la solución al problema de tantos años entre el Museo Nacional y la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, pues si los gobiernos local y nacional no han solucionado nada en tanto tiempo, es porque no les interesa dar salida a esto. Por eso, como estudiante de esta Universidad creo que esta es la propuesta perfecta, pues nadie saldría perdiendo, sino al contrario, se podría recuperar un espacio “abandonado” a los alrededores del museo y la universidad, como lo nombra el arquitecto, pues este sector que los divide de la Plaza de Toros está perdido. Colombianita Sur

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Le doy mi palabra Por Carlos Castillo Cardona

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o era necesario revisar códigos ni decretos ni jurisprudencia ni era indispensable esculcar en el derecho internacional. Una simple revisión de los diccionarios, como el de María Moliner, bastaba para que magistrados, fiscales, procuradores y entidades de control no hubieran metido la pata de forma tan contundente cuando tuvieron que afrontar los casos de la yidispolítica o de la teodolindocracia. Co no es una palabra. Es­un elemento prefijo, variante del cum del latín, que expresa participación o cooperación. Está ligado a consocio, conllevar, coheredar. Co expresa lo mismo que con. Queda claro que cohecho resulta de acciones de cohechar o de dejarse cohechar, en cualquier acepción, (fácil, todas empiezan con co). Cohechar, de confectäre, es acabar, negociar, y consiste en ofrecer o hacer regalos a un juez o empleado para que obre de determinada manera, sea o no justa. Se relaciona con comprar o corromper que es igual a sobornar. Antiguamente, la palabra también tenía el sentido de obligar o coaccionar, acciones que se han mantenido vigentes en Colombia. Curiosamente, el verbo cohechar también tiene el sentido de levantar el barbecho o labrar la tierra por última vez antes de sembrarla. Esto tiene entre nosotros un gran sentido cuando se trata de sembrar un plebiscito. Pero, en todo caso, la partícula co está presente en todas estas palabras, lo cual indica que claramente existe corresponsabilidad, compañía, cooperación y correlación. Sí. Incluso es lícito pensar en eso de cohonestar, en hacer aparecer como honesto, justo o razonable lo que no es. También tiene el sentido de simular. Incluso, tiene que ver con armonizar o hacer compatible una cualidad, actitud o acción con otra. Por ejemplo, “cohonestar la

virtud con la alegría”. Aunque en nuestros casos los cohechadores han seguido tan alegres con su falta de virtud. Y, para que quede claro, los que elaboraron los diccionarios no fueron capaces de prever en sus definiciones nuestro alto grado de corrupción (también con co). Usualmente definen al cohechador como a la persona que cohecha a un funcionario público. Los diccionaristas no pueden imaginar que sean nuestros funcionarios públicos los que cohechan a los representantes del pueblo para que cambien su voto o se ausenten en el momento de las votaciones. Los que, para ser coherentes, se dejan cohechar con o sin cohesión, por las buenas o por la fuerza. Por supuesto no se trata, o por lo menos no lo sabemos, de que existan en nuestros casos una coherencia de ideas, doctrinas y que respondan a un altruista conjunto sin contradicciones. No. Parece ser un simple comportamiento mafioso, llevado por el interés de violar las normas en favor propio, por un lado, y el de obtener beneficios y favores mezquinos, por el otro. La única coherencia que se logró fue la de unirse en el acto ilegal y corrompido. Y es evidente que ninguno de los que vigilan el cumplimiento de la ley sintió alguna cohibición para hacerse el de la vista gorda y no quedar atado a la idea de que cohecho es un hecho que implica colaboración. Quizás porque entre las entidades que ejecutan, las que legislan y las que vigilan se ha logrado la cohesión, por aquello de que las partes están fuertemente unidas física o espiritualmente, como un todo, hecho de hormigón, aglutinado, compacto, consistente, denso y duro. Es una manera de gobernar: es una cohabitación que nos cohonde, es decir, que nos mancha, nos avergüenza y confunde.



noticias

En la próxima Feria del Libro, la galería Casas Riegner lanzará un curioso libro del artista Mateo López que, parece, ya tiene una leyenda encima. Resulta que este trabajo fue realizado para la Trienal de San Juan de Puerto Rico, en donde López no pudo estar porque le robaron sus computadores. Al final, todo terminó mejor de lo esperado y Mateo incluyó un bello texto para cerrar el episodio.

afp

La esfinge

Cada vez son más los escritores colombianos traducidos a otros idiomas. A las casi doce lenguas de Los ejércitos, de Evelio Rosero, ahora se suman a la lista dos de los más admirables y discretos escritores colombianos. Pronto saldrá en alemán una antología de cuentos de Julio Paredes, y en septiembre, para la rentrée francesa, aparecerá Sin remedio, de Antonio Caballero, en francés. Chapeau! Este 2 de julio, el escritor Ricardo Silva lanzará su más reciente novela, Autogol. La fecha coincide con la del mezquino asesinato del futbolista Andrés Escobar, a quien, de alguna manera, persigue la trama de la novela protagonizada por un locutor que pierde la voz en el momento en que Escobar metió el autogol en el partido Colombia contra Estados Unidos. En la novela aparecen periodistas como Eduardo Arias y Fernando Araújo. Este 23 de junio comienza el diplomado Cartagena de Indias: conocimiento vital del Caribe, de la Escuela de Verano de la Universidad Tecnológica de Bolívar (utb), que propone la realización de tres eventos consecutivos, de 2009 a 2011, sobre el bicentenario de la Independencia. Entre los conferencistas están nombres de la talla de Marco Palacios, Jorge Orlando Melo y Alberto Abello. Muchos se preguntan qué pasó con la galería La Cometa, inaugurada hace dos años por Esteban Jaramillo. La ausencia de exposiciones y de eventos en uno de los espacios mejor remodelados del país para exhibir arte rondaba en el ambiente. Pues bien, este 18 de junio se inaugura la estupenda muestra Entrelíneas de Elsa Zambrano. El presidente Barack Obama en Egipto.

ARCADIA sugiere...

...escuchar a través de internet UdeC Radio, la emisora de la Universidad de Cartagena, que tiene una seria e interesante programación. Los amantes de la música clásica pueden escuchar la franja “Pentagramas” (lunes a viernes de 1:00 a 3:00 p.m.), aquellos que prefieren la música del Caribe, como el reggae, el soca y el calipso, pueden sintonizar “Isla Morena” (lunes a viernes de 10:00 a 11:00 a.m.). Hasta la música africana tiene su espacio en el programa “African Swing” que se trasmite todos los domingos de 5:00 a 6:00 p.m. Además, los jóvenes pueden oír el programa “La Zona” (viernes de 5:00 a 6:00 p.m.) que alterna la opinión de radioescuchas y de expertos sobre temas actuales con la programación de música de nuevos talentos colombianos, convirtiéndose así en una vitrina para los músicos jóvenes del país. UdeC Radio hace parte de la red de emisoras universitarias de Colombia y puede sintonizarse desde la página web: http://www.unicartagena.edu.co/

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o es un turista vestido de turista en el Egipto de los faraones, aunque pueda parecerlo: esas gafas de sol, esos pantalones de dril. Es el presidente de los Estados Unidos, o sea, como quien dice, el faraón reinante. El que está detrás es otro, Kefrén, tal vez, o su padre Keops, el de la Gran Pirámide, y va, él sí, vestido de faraón de Egipto. O sea, de esfinge. La imagen del poder. ¿Qué dicen? El uno lleva ahí cuarenta y cinco siglos tendido en el desierto con la boca cerrada. El otro estuvo de visita hace ocho días, y echó un largo y elocuente discurso. Pero no es fácil saber qué dijo de verdad: la esfinge, cuando habla, habla en adivinanzas. El discurso que Barack Obama pronunció en la Universidad de El Cairo fue largo, digo (en términos de Obama: casi una hora), y elocuente (los suyos siempre lo son), y si se toma al pie de la letra (cosa muy peligrosa con las adivinanzas), esperanzador. Había ido allá, dijo, a anunciar “un nuevo comienzo”. Con la vastísima ambición de iniciar la reconciliación entre el mundo del islam y Occidente al cabo de mil trescientos años de confrontación religiosa, cultural y guerrera casi ininterrumpida. Hasta hace unos pocos meses, el presidente George W. Bush se empeñaba en continuar, hasta la victoria, esa guerra milenaria. Barack Obama dice que quiere intentar la paz. Dicho por otro presidente de los Estados Unidos, o por cualquier otro dirigente de Occidente que quepa imaginar, el propio Bush o el mismísimo em-

perador Carlomagno, la propuesta sonaría hueca y falsa. En los labios de Obama suena bien. Dentro de los límites de la sana cautela, claro: lo que dice Obama siempre suena muy bien, porque el hombre habla muy bien. Y después va y resulta que lo que hace no se ajusta demasiado a lo que ha dicho: recuerden lo de Guantánamo y los jueces militares y los huecos negros de las cárceles secretas de la cia. Casi siempre las adivinanzas de la esfinge tienen trampa. Por eso no importa tanto qué es lo que dice Obama, cuanto el cómo dice lo que dice. No hay que fijarse solo en sus palabras, sino también en sus silencios. Y en el discurso de El Cairo, el cómo fue bastante impresionante. Un cómo hecho de tres cosas: el tono, el vocabulario y el acento. El tono. Para volver a la comparación con Bush: un tono en las antípodas de la arrogancia y el desprecio; un tono de respeto igualitario, hacia los árabes a quienes se dirigía en lo inmediato, y hacia el más amplio ámbito del mundo islámico en su conjunto. Un respeto cultural y político, que incluía referencias a la religión y al álgebra, sin olvidar la poesía. El vocabulario. En una hora de ejercicio retórico desplegado para una audiencia musulmana, ni una sola vez mencionó Obama la palabra “terrorismo”: elocuente omisión. Y en cambio no eludió otras tan cargadas de peso histórico como “colonialismo”, inesperada y tan inimaginable en boca de un presidente norteamericano como lo hubiera sido en la de un antiguo faraón egipcio. Se refirió por su nombre propio a un país hasta ahora inexistente para la democracia de su país: Palestina. Y al respecto usó dos términos prohibidos y proscritos: “ocupación” (por parte de Israel) e “intolerable”. Y el acento. Al citar una sura del Corán —del “Holy Quran”, el Sagrado Corán— no le dio al nombre del libro su pronunciación inglesa, sino que lo acentuó como lo harían sus oyentes árabes. Y así pronunció también las palabras árabes de salutación “assalam ayakum”, sin aspavientos demagógicos, con la seguridad tranquila de alguien que sabe lo que significa lo que está diciendo. Piensen ustedes, por ejemplo, en Bush, para seguir con Bush, diciendo, por ejemplo, en México: “Saludos, amigos”. Habló muy bien Obama en El Cairo. Pero la esfinge habla en adivinanzas. Nunca se sabe bien lo que quiere decir. Y la tradición asegura que el que no lo adivina, muere.



AGENDA Medellín

Bogotá

Teatro

Closer. Exposiciones

Exposiciones

Bajo la piel de la tierra.

El domingo de la Revolución. Muestra fotográfica del

La alegría de leer pintura. Exposición de Angel Loockhart. Hasta el 12 de julio. LaLocalidad Complejo Cultural. Cl. 118 N.º 5-33. Informes: (1) 620 6246. In Situ. Exposición de instalaciones de Gabriel Antolinez, Carlos Bonil, José García, Alejandro Mancera, Andrea Rey y Adriana Salazar. Hasta el 4 de julio. Cu4rto Nivel Arte Contemporáneo. Cl. 93 B N.º 11 A-84. Informes: (1) 635 5153. Poética del silencio. Exposición de Édgar Negret. Hasta el 18 de julio. Mundo Galería. Cra. 5 N.º 26 A-19. Informes: (1) 232 2408. Una frágil conspiración. Exposición de Marco Mojica. 4 de julio Galería El Museo. Cra. 11 N.º 93 A-43. Informes: (1) 610 7301

Hojeando...Cuatro décadas de libros y revistas de artistas en España. Hasta el 27 de julio. Biblioteca Luis Ángel Arango. Cl. 11 N.º 4-14. Informes: (1) 343 1212. Mujeres con pájaros en la cabeza. Exposición de Juan Monsalve. Desde el 4 de junio. Luvina. Cra. 5 N.º 26 A-06. Informes: (1) 284 4757.

Teatro

Centre national des arts du cirque. Espectáculo de circo contemporáneo. Del 15 al 17 de julio. Auditorio León de Greiff. Cra. 30 N.º 45-03. Informes: (1) 316 5623. Ext 17610. ¿A dónde vas, Jeremías? Montaje del grupo Teatro Estudio de Medellín. Hasta el 27 de junio. Casa del Teatro Nacional. Cra. 20 N.º37-54. Informes: (1) 320 1448.

Cine

Archivo Ante. Hasta el 19 de julio. Museo de Antioquia. Cra. 53 N.º 52-43. Informes: (4) 251 3636. Afrocolombianidad. Muestra del artista Rubén Crespo. Hasta el 30 de junio. Galería de Arte Contemporáneo Paul Bardwell. Cra. 45 N.º 53-24. Informes: (4) 513 4444. Suite Vollard. Grabados de Pablo Picasso. Hasta el 9 de agosto. Museo de Antioquia. Cra. 53 N.º 52-43. Informes: (4) 251 3636.

Teatro

Los ciegos. Obra de Maurice Maeterlinck. Del 25 al 27 de junio. 8:00 p.m. Teatro Matacandelas. Cl. 47 N.º 43-47. Informes: (4) 215 1010. El atravesado. Adaptación de la obra de Andrés Caicedo. 24 de junio. 8:00 p.m. Entrada libre. Boletería desde las 7:00 p.m. Teatro Matacandelas. Cl. 47 N.º 43-47. Informes: (4) 215 1010.

Cine

Festivales

Primer Festival de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia. Todos los sábados del 4 de julio al 6 de agosto. Teatro Roberto Arias Pérez. Cl. 26 N.º 25-40. Informes: (1) 343 2673.

Al rojo vivo. Festival Malpensante. Del 25 al 29 de junio. Colegio Anglo

Conciertos

De regreso a mi tierra.

Concierto de música popular con cantantes líricos. 18 y 19 de junio. Teatro Municipal Enrique Buenaventura. Cra. 5 N.º 6-64. Informes: (2) 893 8591.

Pasto Encuentros

Mujeres en la Independencia: roles y causas. Seminario con los conferencistas: Antonio Cacua Prada, Javier Ocampo López, Alonso Valencia Llano y María Teresa Pérez. 25 y 26 de junio. Sala Múltiple Centro Cultural Leopoldo López Álvarez. Cl. 19 N.º 21-27. Informes: (2) 721 5777.

Barranquilla Exposiciones

El último maestro loco.

Acciones políticas. Exposición

Ciclo Alejandro Jodorowsky. 20 de junio: La corbata. Junio 27: Fando y Lis. 4 de julio: El topo. 11 de julio: La montaña sagrada. 18 de julio: Santa Sangre. 12:00 m. Centro Colombo Americano. Cra. 45 N.º 53-24. Informes: (4) 513 4444.

del artista Rosemberg Sandoval. Desde el 4 de junio. Museo de Arte Moderno de Barranquilla. Cra. 56 N.º 74-22. Informes: (5) 3690101.

El espacio sensible. Danza

Al andaluz.

Presentación de flamenco desde Granada, España: Israel Heredia (guitarra) y Zaida Martínez (bailarina). 26 de junio. 10:00 p.m. Teatro Matacandelas. Cl. 47 N.º 43-47. Informes: (4) 215 1010.

6.° Festival de Cortometrajes El Espejo. Muestra de cortometrajes y eventos teóricos. Del 24 al 30 de junio. Casa Ensamble. Av. Cra. 24 N.º 41-69. Informes: (1) 368 9268.

Montaje a cargo de los actores del Teatro Nacional. Del 2 al 4 de julio. Teatro Municipal Enrique Buenaventura. Cra. 5 N.º 6-64. Informes: (2) 684 3578. Ext.106. Cuentos de Calicanto. Cuentería basada en Las mil y una noches. Todos los viernes de junio. Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero. Cl. 5 N.º 24 A-91. Informes: (2) 620 0454 Ext. 112.

Encuentros

Instalaciones que hacen parte de la colección permanente del museo. Desde el 4 de junio. Museo de Arte Moderno de Barranquilla. Cra. 56 N.º 74-22. Informes: (5) 3690101. África. Exposición de fotografías de Héctor Acebes. Hasta el 7 de julio. Teatro Amira de la Rosa. Cra. 54 N.º 52-258. Informes: (5) 349 1117.

Poesía en Otraparte.

Presentación del libro Testamentos de Juan Manuel Roca. 18 de junio. 8:30 p.m. Casa Museo Otraparte. Cra. 43 A N.º 27 A Sur 11. Envigado. Informes: (4) 276 1415.

Encuentros

La recesión mundial y sus efectos en las teorías neoliberales contemporáneas. Conferencia de Wilson Roca Sarmiento. 23 de junio. 6:30 p.m. Teatro Amira de la Rosa. Cra. 54 N.º 52-258. Informes: (5) 349 1117.

Conciertos

Fiesta de la música. Artistas profesionales y amateurs comparten su música con el público. 20 y 21 de junio. Parque de los Deseos, Parque San Antonio, Parque El Poblado, Jardín Botánico, Estación Santo Domingo, Centro Cultural Moravia. Informes: www.fiestadelamusicamedellin.com

Cartagena Exposiciones

Los signos y el camino.

15 Festival de Rock al Parque. Del 27 al 29 de

Exposiciones

junio. Parque Metropolitano Simón Bolívar. Cl. 63 N.º 57-71. Informes: www.rockalparque.gov.co

Trivial. Imágenes del artista Carlos Andrade. Hasta el 30

Exposición del pintor colombiano Moisés Rubén Paternina. Hasta el 30 de junio. Lounge Bar El Coro. Hotel Sofitel Santa Clara. Calle del Torno N.º 39-29. Informes: (5) 650 4700.

de junio. Galería de Arte Jenny Vilá. Av. 4 Oeste N.º 1-51. Informes: (2) 892 1263.

Encuentros

Danza

¡El ballet vive! Celebración de los 15 años de Ballarte.

Máscaras: Más que una cara. Muestra de máscaras de todo el mundo. Hasta el 19 de julio. Museo de Arte

26 y 27 de junio. Teatro Roberto Arias Pérez. Cl. 26 N.º 25-40. Informes: (1) 343 2673.

Moderno La Tertulia. Cra. 1 Oeste N.º 5-105. Informes: (2) 893 2941.

Colombiano. Av. 19 N.º 152 A-48. Informes: www.tuboleta.com

Cali

Cartagena La Habana son. Festival cultural de música antillana. Del 27 al 28 de junio. Centro de Convenciones Cartagena de Indias. Getsemaní, Cra. 8. Informes: www.cartagenalahabanason.com

Convoc ato rias

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Premio Casa de las Américas

Películas entidades públicas y privadas

Congreso Nacional de Lectura

Artecámara 2009

Se abrió la convocatoria para concursar en la próxima edición del Premio Casa de las Américas, con obras inéditas en poesía y teatro. Se dará un premio único por género de 3.000 dólares y la publicación de la obra. Los interesados deberán enviar tres ejemplares de su obra (la obra no puede exceder las 500 páginas) a Tercera y G, El Vedado, La Habana 10400, Cuba, o a la embajada de Cuba en Colombia. Vigencia: 31 de octubre Informes: www.casa.cult.cu

El Ministerio de Cultura entregará la colección de películas del Plan Audiovisual Nacional a entidades que presenten proyectos de formación de públicos. Estas películas podrán ser exhibidas de manera gratuita por un periodo de cinco años. Entre las obras que integran la colección hay películas nacionales e internacionales y documentales. Podrán participar proyectos de entidades públicas y privadas sin ánimo de lucro. Vigencia: 28 de septiembre Informes: www.mincultura.gov.co

Fundalectura está organizando el 9.° Congreso Nacional de Lectura que se llevará a cabo del 18 al 21 de agosto, dentro de la Feria Internacional del Libro de Bogotá. En esta oportunidad el Congreso girará en torno al tema de la lectura en la primera infancia y contará con la presencia de expertos nacionales y extranjeros. El costo de la inscripción es de $250.000 para residentes en el país y 150 dólares para extranjeros. Vigencia: 30 de junio Informes: www.fundalectura.org.com

Con el propósito de apoyar el arte joven, la Cámara de Comercio de Bogotá abrió la convocatoria para ARTECÁMARA 2009. Podrán participar jóvenes residentes en Colombia, con obras de pintura, escultura, instalación, video, fotografía, artes electrónicas, artes sonoras y performance. Las obras escogidas serán expuestas en la quinta edición de la Feria Internacional de Arte de Bogotá ARTBO, del 21 al 26 de octubre. Vigencia: 26 de junio Informes: www.artboonline.com

JUNIO DE 2009



L I B R O Andy S Especial Warhol

Fiebre de Warhol todas las fotos perteneceN a © Andy Warhol Foundation/corbis/abc stock imágenes

Este 18 de junio se inaugura la que será, sin duda, la exposición internacional más trascendente del año. Warhol, Mr. America, una muestra gratuita en el Museo de Arte del Banco de la República que reúne cerca de ciento veinte obras del artista norteamericano más relevante del siglo XX. Arcadia presenta un especial en el que críticos de arte y especialistas en el tema, como Humberto Junca, Jaime Cerón, Lucas Ospina, Paula Silva y Manuel Kalmanovitz, se sumergen en el deseo, la transgresión, la ironía, la frivolidad y el aburrimiento, para reunir miradas particulares sobre la vida y obra de Andy Warhol.

Autorretrato, 1978.

La idea

El pasado 1 de junio llegaron las obras de Warhol a la bóveda del Banco de la República. De izquierda a derecha: María Wills, de la división de artes, una funcionaria del banco y la subdirectora cultural, Ángela Pérez.

Redacción Arcadia

B

ogotá ha sido escenario, desde hace diez años, de exposiciones de primer nivel gracias a que gente como José Roca, Elvira Cuervo de Jaramillo, Darío Jaramillo, Ángela Pérez, Gloria Zea, entre otros, quienes han creído que las obras de genios como Picasso, Goya, Moore, o colecciones como la Rau, o patrimonios de la humanidad como Los guerreros de terracota, eran posibles de mostrar en un país que, aceptémoslo o no, implica un alto riesgo para las aseguradoras y organizaciones internacionales encargadas de las obras. Este 18 de junio se abre la más importante exposición en un museo dedicada a Andy Warhol en América Latina y que irá después a Brasil y a Argentina. La idea de esta exposición nació cuando hace dos años José Ro-

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JUNIO DE 2009

ca, entonces director de artes plásticas del Banco de la República, conoció al curador Philip LarrattSmith y le propuso que la exposición de Warhol viniera a Bogotá. Una vez la Fundación Andy Warhol aceptó, se puso todo el trabajo del Banco de la República al servicio de la muestra. Roca renunció hace un año pero el proyecto quedó negociado. Ángela Pérez, subgerente cultural del Banco, cerró el contrato. Bajo la batuta de Carmen María Jaramillo, nueva jefe de la unidad de artes plásticas, María Wills entró al equipo de artes y tomó el control de la coordinación de la exposición. Pero esta exposición es también un esfuerzo en la consecución de recursos, patrocinios y alianzas. Detrás de ese proceso estuvieron María López, directora de la Fun-

dación Semana, Camila Montoya, de la Fundación Amigos de las Colecciones del Banco de la República, y la propia María Wills. Además, como es lógico, se realizó una alianza mediática con La W Radio y Publicaciones Semana (una figura sin antecedentes en Colombia para la consecución de fondos). La exposición, curada por Philip Larrat-Smith, comprende 26 pinturas, 57 serigrafías, 39 trabajos fotográficos y 2 instalaciones, así como 14 películas de Warhol.

Dónde y cuándo Del 18 de junio al 21 de septiembre 2.° piso, Museo del Banco de la República de Bogotá Cl. 11 N.° 4-14 Entrada gratuita

Juan carlos sierra

Bogotá


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Deseo Homosexual, travesti, creador de una estética que daría origen al glam rock, Warhol fue un vanguardista al mezclar el deseo de una sociedad ultracapitalista con su propia vida.

Humberto Junca Casas* Bogotá

E

n la década de los cincuenta gracias a su salud económica (y a la crisis de la Europa de postguerra), a la fuerza de la industria y al poder creciente de los medios masivos de comunicación —en especial de la televisión—, la publicidad se estableció en Estados Unidos como una nueva ciencia. Una ciencia poderosa basada en la imagen, que cambió las costumbres, los gustos y los hábitos de la sociedad. Una ciencia basada en lo que queremos tener y lo que queremos ser. Desde entonces, a través de la publicidad se generan los deseos más absurdos y se vende cualquier cosa: gaseosas, sopas en lata, políticos, arte y guerras. Antes de ser artista, Andy Warhol fue publicista. En 1945 ingresó en el Carnegie Institute of Technology, en su Pittsburgh natal, para estudiar Commercial Arts. Artes aplicadas al comercio, algo así como dibujo publicitario. Warhol deseaba más que nadie convertirse en una estrella, tener fama y fortuna, así que al terminar sus estudios, de manera inte*Artista plástico y profesor universitario.

ligente, se mudó a Nueva York. Curiosamente, la primera ilustración que publicó, acompañó un artículo de la revista Glamour, titulado: “Success is a job in New York” [El éxito es un trabajo en Nueva York]. En medio de los altos rascacielos del control mental capitalista, Warhol confirmó la efectiva manipulación publicitaria, el poder de la imagen repetida (que llega a todos lados) y el deseo que tenemos los consumidores de ser aceptados y estar en boca de todos, como una botella de Coca-Cola. “Comprar es más americano que pensar”, dijo el artista y con seguridad nadie deseaba ser aceptado, pensado o comprado, más que Warhol. Para conseguirlo —y como lo acomplejaban tanto su miserable familia inmigrante, su nariz, su calvicie, sus manchas en la piel— se reinventó como si fuese un anuncio publicitario o un maniquí: cambió su apellido, se operó la nariz, se maquilló, se puso una peluca y se consiguió un lugar que llenó de gente que lo idolatraba: The Factory. En ese sitio, especie de set cinematográfico, templo, taller y club social, Warhol reinventó la

Autorretrato en Drag, 1981; Torso (Pene), 1977, y Autorretrato en Drag, 1981-1982.

bohemia; habitada por personajes banales y desadaptados que, como él, se liberaron de su identidad y transformaron su imagen y su nombre para ofrecerse como objetos de deseo masivo. Warhol fue abiertamente homosexual (y fue repudiado por ello) y le encantaba estar acompañado de travestis porque los veía “no como sucios marginales, sino como vanguardistas culturales”. Así, se hicieron famosos en la escena cultural neoyorquina usando plumas, pestañas postizas y viejos zapatos de mujer, Jackie Curtis, Candy Darling, Rita Red, Penny Arcade, Wayne County, Río Grande, Holly Woodlawn. Ellos, a fines de la década del sesenta. impactaron tanto al músico David Bowie, que luego de conocerlos en The Factory regresó al Reino Unido con ganas de vestirse como mujer. Lo cual hizo en la gira de conciertos en apoyo a su disco de 1972 The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders From Mars, que cuen-

ta en secuencia la historia de un extraterrestre andrógino (Ziggy) que llega a la tierra y se convierte en estrella de rock para predicar un mensaje de amor entre los jóvenes y así restituir el equilibrio en el planeta. El golpe maestro de Bowie fue presentarse en los conciertos de promoción de este álbum encarnando al personaje que creó, dando origen al glam rock o al teatro rock, un género habitado por músicos amantes de los polvos y el labial como Kiss o Marilyn Manson. Ziggy cambió la moda y la sexualidad de una generación y causó tal furor entre los adolescentes británicos que obligó a Bowie a transformarse en el personaje que creó al verse forzado a interpretarlo, para satisfacción de su público, tanto dentro como fuera del escenario. Los fans de Bowie vivieron el colmo del deseo al enamorarse de un extraterrestre de sexo indefinido. Imposible alcanzar el placer en una situación así. Es como enamorarse de Jesús, enamorarse de Marilyn Monroe o de Warhol. Se dice que en The Factory todos hicieron hasta lo imposi-

ble por complacer al rey del arte Pop, pero Warhol era un solitario. Era de todos y de ninguno. Y al alcanzar la fama y la fortuna que siempre ambicionó, no fue feliz. Hay algo enfermizo en el comportamiento humano contemporáneo: se nos enseña a desear sin descanso a tal grado, que al final solo sentimos placer deseando. En su película de 1964 Blow Job [Mamada] el espectador ve el rostro de un hombre a quien le hacen una felación; pero en oposición al destape previsible de la pornografía, Warhol siempre oculta el objeto del placer y deja al observador a solas con sus propias fantasías. Esa es la terrible venganza de quien quería ser una máquina, hacer tantas obras como Picasso y ser tan famoso como la reina de Inglaterra. Andy Warhol, eterno insatisfecho, provocándonos siempre, manteniendo tan cerca y tan lejos eso que nos muestra y que parece tan “real” pero es tan artificial (tan travestido). Su vida y su obra son un retrato devastador del mundo que se ha construido sobre la promesa eterna de la publicidad y la estática del deseo. | JUNIO DE 2009

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Frivolidad “El arte existe (quizá), pero yo no creo en él”, declaró un Warhol convencido de que estaba en el mismo lugar que una estrella de cine: lo importante era su figura misma, que creó cientos de obras con el sello inconfundible de lo repetitivo y maquinal.

Paula Silva* Bogotá

T

odas las obras de Warhol son iguales. Desde la lata de sopa Campbell’s al inmóvil Empire State en 24 cuadros por segundo, Marilyn o los diez delincuentes más buscados, todos los objetos y sujetos que representa son tratados con la misma frialdad. A pesar del estallido de color de sus grabados o el hecho de que cada obra es capaz de llenar el espacio por sí sola, la mirada de Warhol sobre el mundo no es la mirada encariñada con la que a veces se nos ha hecho creer que el arte Pop (y sobre todo su trabajo) es un comentario sobre la sociedad de consumo norteamericana. Warhol trata a una botella de Coca-Cola de la misma manera que aborda a Mao Tse-Tung. Son simplemente cosas, íconos velozmente reconocibles por cualquier espectador. Pero Warhol nunca se detuvo en repetir incesantemente el mismo abordaje para cualquier tema, aparentando replicar la misma obra, sino que de hecho su procedimiento dependía enteramente de la repetición: un accidente se convertía en una serie entera de accidentes, de lograr una Marilyn pasó fácilmente a multiplicarlas idénticas en la misma obra a luego dejar solo sus labios rojos y *Crítica de arte. 16

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sonrientes. Warhol era un repetidor que hacía sus obras como una máquina. Automáticamente produjo miles y miles en su Factory, siempre preocupado porque ninguna fuera única u original. Por eso Warhol no se parece en nada a ninguno de sus artistas contemporáneos y menos aún a sus antecesores. Ellos pensaban, reflexionaban, articulaban conceptos y buscaban que su espectador hiciera lo mismo; Warhol no. Leer sus diarios es revelador. En Mi filosofía de la A a la B dice: “Pensar nunca me hizo sentir como si estuviera haciendo algo”. Se refería, ácidamente, a uno de los preceptos que rigió la totalidad de la práctica artística desde sus principios: que el artista es un ser crítico que articula su pensamiento en la obra y a la vez necesita de un espectador pensante y activo. Por el contrario, Warhol es el artista de la superficialidad campante. Al tratar a todos sus temas idénticamente los desviste de todo significado y los convierte en puros elementos visuales. No pretende entenderlos ni interpretarlos. Solo quiere multiplicarlos. Pero la multiplicación por sí sola no era un acto suficientemente superficial. Podía repetir imágenes hasta el cansancio, pero la existencia del grabado y la foto-

The Velvet Underground, Nico y Andy Warhol, en casa de Philip Law, durante el Exploding Plastic Inevitable Tour, en 1965; Jean-Michel Basquiat, por Andy Warhol; y Warhol, Janis Joplin, Tim Buckley.

grafía ya permitía que esto fuera posible desde hacía mucho tiempo. Cualquiera puede convertirse en un repetidor (casi podríamos decir copista), pero solo Warhol pudo convertirse en Warhol. Durante toda su vida procuró cautelosamente investirse a sí mismo del mismo estatus de superestrella de Elvis o Liz Taylor; convertirse en un producto con una campaña de mercadeo tan exitosa como la Coca-Cola. Se codeó con grandes personalidades y su Factory era el escenario diario de un desfile de personajes. El mundo del arte de Nueva York se tejió alrededor suyo y él se convirtió en el rey Midas. Era capaz de agrandar el valor (comercial) de cualquier cosa: desde una caja de esponjillas Brillo hasta las obras de Keith Harring o Jean-Michel Basquiat. Por eso las obras de Warhol no valen o significan nada sin Warhol. Su persona pública, su fama, su enorme influencia en el mundo del arte hacen que las decenas de Mona Lisa no provocaran que

fuera acusado de plagio. Esas imágenes dejan de ser una simple reproducción de otras imágenes que ya existían y se llenan del valor inherente a haber sido hechas en el taller de Warhol. Sin conceptualizar sobre ellas y sin querer que ningún espectador encontrara epifanías o estados místicos en su obra, después de haberlas vaciado de contenido las empezó a llenar de la excentricidad que lo hizo famoso. Y mientras ninguna de las obras de Warhol mantuvo la supuesta pretensión de originalidad del arte, él nunca actuó como los demás artistas. Su actitud hacia la vida y el arte se basó en la generación constante de apariencias. Se burlaba de quienes pretendían entrevistarlo, aparecía a veces fuertemente maquillado con una boa de plumas alrededor del cuello, siempre usó su abierta homosexualidad de manera prácticamente ‘performática’. Al no pretender hacer obras totalmente originales, al no alardear de la profundidad de su pensamiento artístico, al no llamar a su taller estudio sino fábrica, Warhol solo estaba siendo superficial en apariencia. En realidad todo su procedimiento era una sagaz estrategia para socavar las ideas mismas de arte y artista. Warhol fue el primer artista que no tuvo reparos en recono-

cer al arte como parte natural de un sistema de mercados y saberse a sí mismo como parte crucial de ese sistema. Igual que la bolsa de valores o Hollywood, todos antes de Warhol sabían que los productos (incluido el arte) no cuestan su valor real, sino que se precian según valores impuestos por la cultura y la sociedad. Pero la diferencia entre Warhol y los demás radica en que mientras antes de su aparición la noción de artista estaba basada en una supuesta genialidad (como la de Da Vinci o Picasso), su presencia puso de manifiesto sin pudor alguno que un artista podía no ser tan diferente de una estrella de cine. Por eso Warhol decía “el arte existe (quizá), pero yo no creo en él”. Warhol hizo de sí mismo una marca. Supo que sus obras no iban a valer tanto por innovadoras o profundas sino por estar marcadas con su firma. Creó un monstruo, y han existido muchos parecidos a él desde entonces (el que nos toca hoy en día se llama Demian Hirst). Inauguró el mito del artista que ya no es arrogante por creerse genial (como Picasso), sino que es un snob que se sabe mejor que los demás porque goza de la idolatría del medio; no necesariamente porque pretenda ser más inteligente. En realidad sí lo es. |



Transgresión No solo se cambió el nombre sino que puede considerársele un precursor de la defensa de la cultura queer. Warhol sobrepasó todos los límites y llegó a ser tan famoso como la reina de Inglaterra, uno de sus anhelos.

Jaime Cerón* Bogotá

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ara ser el artista que fue, Andy Warhol tuvo que cruzar muchos límites. Primero, disimuló su origen checoslovaco editando su apellido Warhola. Después, se mudó de su natal Forest City a Pittsburgh y finalmente a Nueva York. Luego, a pesar de estudiar diseño publicitario y trabajar en ese campo, terminó haciendo arte. Pero antes que nada atravesó el límite de la sexualidad hegemónica, que a la larga fue el más determinante respecto a su vocación transgresora, y no lo hizo a voluntad. Su papel, al validar experiencias culturales exteriores a la élite, como la cultura queer (homosexual), apenas están siendo comprendido y estudiado. Cuando Warhol hacía publicidad, se valía de los rasgos formales y procedimientos de las bellas artes (como el dibujo y la laminilla de oro), pero cuando hacía arte se basaba en los de la publicidad (como los esténciles y la serigrafía). Al ser consciente del virtuosismo que caracterizaba sus trazos, y de la manera como enlazaba su tra*Curador y crítico de arte. 18

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bajo a una sensibilidad artística ya aprendida y valorada, llegó a idear procedimientos para explorar otras situaciones y conquistar nuevas referencias. Al comienzo dibujaba sobre papeles impermeables, usando tinta china, y les superponía un papel absorbente para transferir la imagen en donde ya no se veía la destreza de sus líneas. Luego, llegó a dibujar con el lápiz sin punta, tomándolo con todos los dedos, para rayar agresivamente el papel y lograr evadir el refinamiento formal establecido. Finalmente, terminó empleando la fotografía (usó la polaroid desde 1962) y la serigrafía como las principales herramientas de su pintura. Su obra fue precedida por la fascinación obsesiva y delirante por la fama, que lo llevó a decir inicialmente que quería ser tan famoso como Matisse, luego que deseaba serlo tanto como Picasso y, finalmente, como la reina de Inglaterra. Ese culto banal por la fama, que implica la fantasía de elevarse sobre las masas, parece ser el síntoma social de nuestra época. En Warhol también se puede asociar a una creencia más remo-

Pequeña silla eléctrica. 1964; Jackie sonriendo, 1964, y Los hombres más buscados N.º 12, 1964.

ta que tiende a asociar el arte con una noción romántica de inmortalidad. La muerte era el motor que impulsaba con más fuerza su trabajo inicial, al punto que uno de sus proyectos cruciales es Muerte en América, que no solo enmarca su revisión de los accidentes, desastres, suicidios, disturbios o armas —incluida la silla eléctrica— sino la elección de las tres primeras divas que retrató, que fueron, en su orden, Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor y Jacqueline Kennedy, las cuales en ese momento ya estaban marcadas por el trauma. La primera celebridad que elige es Marilyn, y sus primeras obras sobre ella comienzan unas pocas semanas después de su aparente suicidio en agosto de 1962. Warhol eligió la foto fija, en blanco y negro, de la película Niágara de 1953, de la que usó un fragmento que sirvió de ma-

triz para todas las obras que realizaría en torno a ella en los años posteriores. La razón para utilizar una foto de casi una década de antigüedad tenía que ver con su carácter icónico respecto a la imagen pública de Monroe, que haría más evidente el significado de su muerte como celebridad. Elizabeth Taylor, que era tan famosa en Hollywood como Marilyn, es retratada por Warhol poco después, en relación con la catastrófica enfermedad que padeció durante la filmación de Cleopatra y que nuevamente emparentó en la mente publica a las dos actrices. Luego, el asesinato de Kennedy terminó conduciendo a Warhol a Jacqueline. El interés por la fama y por la muerte, llaman su atención sobre Pollock, el más famoso artista norteamericano de la historia, que murió al conducir ebrio. Warhol necesitaba descifrar la obra de Pollock y se fijó en la horizontalidad que dominaba sus imágenes como resultado de que pintara sobre el suelo, su rasgo más transgresor. Por eso colocó lienzos en blanco en la puerta de su casa, para que fueran pisados por sus invitados, dejando huellas oscuras (como

las que dejaba Pollock al pintar). Luego realizaría sus pinturas urinarias, hechas al orinar sobre lienzos vacíos secados en el piso para mantener el mismo carácter horizontal. Warhol pensaba que la obra de Pollock se podía entender como el residuo de un gesto líquido realizado sobre una superficie por un hombre de pie. En los setentas este gesto adquirió una connotación homoerótica cuando Warhol produjo sus Pinturas de oxidación, hechas de nuevo con la micción, pero depositada esta vez sobre pintura dorada, que conectaban la alta y la baja cultura —el arte abstracto y la lluvia dorada en los baños públicos— en una sola imagen. Una sola vez la censura se desató sobre su obra, por el mural los Trece hombres más buscados (que en inglés también significa los más deseados), que eran retratos de criminales. La razón fue tanto por el tema como el sentido de atracción que suscitaban las imágenes en el mismo Warhol. La idea de un hombre deseando o buscando hombres podría parecerles a las autoridades tan criminal como los mismos hombres retratados. |


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Aburrimiento El paso del tiempo fue una de las obsesiones de Warhol. Por eso, en sus 130 películas realizadas entre 1963 y 1968, se dedicó a filmar durante horas escenas aparentemente abúlicas que nos hablan de la vida de todos los días.

Fotograma de Heat, 1972; Andy Warhol con cámara y el set de la misma película, Heat, con Sylvia Miles y Joe Dallesandro.

Manuel Kalmanovitz G.* Bogotá

T

odo lo que hizo Andy Warhol tiene la marca del aburrimiento. Bueno, no todo. Los dibujos que hacía cuando era un “artista comercial”, de zapatos y flores y muchachos bonitos, no. Pero lo demás, sí. Sus pinturas, sus serigrafías. Y las películas, sobre todo las películas. Pero no es un aburrimiento soso el que se puede ver en sus cosas. Es la clase de aburrimiento que describía el poeta Joseph Brodsky a unos muchachos que se graduaban de Dartmouth en 1989. Una “ventana a la infinitud del tiempo”, les dijo. “Porque el aburrimiento habla el idioma del tiempo, que les enseña la lección más valiosa de sus vidas: la lección de su más completa insignificancia”. Una declaración famosa de Warhol es que quería ser una máquina. Y no hay nada más humano que eso. No sabemos si una máquina quiere ser otra cosa que lo que es, pero con seguridad solo un humano puede querer ser una máquina. En la búsqueda de la insignificancia, de la desaparición de su ser, *Crítico de cine y músico

había también una búsqueda del infinito. Los extremos se tocan. Es como si Warhol lo viera todo desde lejos pero con fijeza, tratando de entender, sin lograrlo del todo, lo que le pasaba por el frente. “La gente dice a veces que las cosas que pasan en el cine no son reales, pero lo cierto es que lo que no es real son las cosas que pasan en la vida real”, escribió en su libro Mi filosofía de la A a B y de B a A (aunque escribir no es la palabra, lo dictó a una grabadora y luego alguien lo transcribió). “Las películas hacen que las emociones sean tan fuertes y reales que las cosas que te ocurren en la realidad son como si las vieras en la tele: no sientes nada”. Eso es lo que se ve en sus películas. Alguien que ve algo y que no sabe qué sentir. O que no sabe si siente algo. O si no siente nada. Así es el limbo del aburrimiento y Andy Warhol ejemplifica eso como nadie. En el presente el aburrimiento tiene mala fama. Se nos vende la idea todo el tiempo de que hay que estar pendiente de algo más. Más canales, más noticias, más posibilidades, más funciones en el teléfono celular, más y más y más.

Claro, en un clima así, la aburrición, la falta de opciones, suena a pura herejía. A infierno y a tortura. Pero, para los interesados en las posibilidades del aburrimiento, basta ver la obra de Warhol para darse cuenta de que detrás de eso tan horrible está la capacidad de maravillarse con todo, con cualquier cosa: con unas cajas de jabón Brillo, digamos. Con una foto de publicidad de Elvis Presley disfrazado de vaquero. Con sillas eléctricas y choques automovilísticos. Con las estrellas del cine y la gente de la calle. Y hasta con lo más simple e invisible de todo: el paso del tiempo. Porque de eso tratan en realidad las películas de Warhol, del tiempo que pasa mientras uno como espectador las está viendo. No es el tiempo de la historia, de los grandes eventos, de las placas tectónicas debajo del océano moviéndose medio milímetro al año. Es el tiempo de los humanos, un tiempo democrático que le pasa a todo el mundo.

Un tiempo que, sin embargo, a veces resulta difícil de ver. Entonces por eso filma el Empire State durante 24 horas. O una persona durmiendo o comiendo o dos personas besándose durante minutos y minutos. Ahí se pone de manifiesto que existimos en el tiempo, igual que una mancha de tinta en un acuario hace ver el agua. Es algo fundamental del funcionamiento del mundo, pero solo tenemos acceso a eso, solo lo podemos ver, desde el aburrimiento. Aunque Warhol en sus escritos/grabaciones no lo decía así. “Hice mis primeras películas usando durante varias horas solo un actor en la pantalla haciendo lo mismo (…) Hice esto porque la gente por lo general solo va a cine a ver la estrella nada más, a tragársela, entonces por fin tenían la oportunidad de mirar solamente a la estrella todo el tiempo que quisiera sin importar lo que hace y pueden tragárselo todo lo que quieran. También eran más fáciles de hacer”. Aunque las películas de Warhol tienen algo más. Porque ese uso del tiempo puede verse en todas las películas ex-

perimentales estructuralistas, en las de Michael Snow o las de James Benning. Pero en las de Warhol hay, además, un interés vivo por lo que hace la gente, por las rarezas humanas que se desarrollan frente a ese telón de fondo que es el tiempo. “Solo quería encontrar gente genial y dejarlos ser ellos mismos y que hablaran sobre lo que hablan en general y filmarlos durante cierto tiempo y esa sería la película… para interpretar a la pobre niñita rica en la película, Edie [Sedgwick] no necesitaba un guión —de necesitar un guión, no sería la persona para el papel”. Son aburridas las películas de Warhol pero, como las pinturas y serigrafías, tienen también una vida interior peculiar. No tienen la estructura tradicional de introducción, nudo y desenlace, y aún así pueden ser hipnóticas y cómicas. Quizá sea porque tienen algo verdadero adentro. Porque, como decía Brodsky en su discurso, “lo que el aburrimiento tiene de bueno, lo que la angustia y la sensación del sinsentido propio y de todo lo demás tienen de bueno, es que no es un engaño”. | JUNIO DE 2009

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]

Ironía La ironía se devora a sí misma, pisa su propia sombra, es contenido de su misma burla. La iconolatría (adoración y celebración de las imágenes) de Andy Warhol incluye a Andy Warhol. La ironía se ironiza, se construye a partir de su propia destrucción. A partir de tres tipos de ironía se propone una pregunta: ¿fue Andy Warhol un ironista o está siendo devorado por la ironía?

Lucas Ospina Villalba* Bogotá

I

ronía de situación (donde se señala la discrepancia entre lo que es y lo que debería ser): en la carretera de Montería hacia el mar hay ventas de mercancía playera: vestidos de baño, gorras, flotadores, gafas y, como parte del paisaje, una exposición permanente de toallas estampadas: perros jugando cartas, mujeres en biquini, palmeras, atardeceres, balones deportivos, figuras de Disney… entre la variopinta selección está la cabeza silueteada de una vaca que mira de reojo y que luce una firma estilizada: “Andy Warhol”. La imagen ha hecho un largo viaje para llegar hasta la “capital ganadera de Colombia”. Así como Warhol se apropió de imágenes mundanas para alimentar su Factory, otros mercaderes reciclan las imágenes de Warhol para su fábrica. Pero les ha llegado la hora para su gran lección de cultura, Warhol está aquí, ¡la exposición Mr. America ha llegado a Colombia! Y además de la cultura está la ley, que se preparen estos piratas de la imagen: la Andy

*Artista plástico. Profesor de la Universidad de los Andes. 20

JUNIO DE 2009

Warhol Foundation tiene abogados ávidos por demandar. Los derechos del artista más influyente de los últimos tiempos se deben respetar, los artesanos y vendedores en sus calmas tierras cálidas no se pueden apropiar del arte Pop y hacerlo popular. Warhol, que trabajó a partir de lo efímero e hizo producción de la producción en masa, se la pone difícil a la cultura que exige obras maestras y permanencia; la imagen de la vaca en la toalla no es una viñeta vacuna para ganaderos: ¡es arte contemporáneo! Ironía dramática (donde el espectador sabe que algo le sucede a un personaje pero este lo ignora): un objeto: la foto de una actriz infantil que a los 8 años de edad, en 1936, era la persona más fotografiada del planeta; estaba en todos los medios, empezando por el cine, sus películas eran un éxito. La foto estuvo en el hogar de un niño de esa misma edad que iba a todas sus películas, pertenecía a su club de admiradores, coleccionaba su memorabilia, sumaba cartas a las cuatro mil que la estrella recibía a la semana; el premio a su constancia fue esa foto

Gran lata de sopa Campbell’s, 19 centavos, 1962; Caja de Brillo, 1964, y fotografía de Shirley Temple autografiada para Andy Warhol en 1936.

autografiada; sus padres, orgullosos, la colgaron en la sala de la casa junto al crucifijo. La niña, con letra creíble de niña (la autenticidad del artificio), le escribió a su amigo desconocido: “Para Andrew Warhola de Shirley Temple”. El muchacho creció y atesoró el fetiche toda su vida, hoy reposa en los archivos de un museo. Pero la fama es pasajera y en 1948 el foco de atención del joven Warhola cambió, se centró en un escritor tres años mayor que él, un rubio aniñado con perfil de fauno griego que sumaba premios al éxito de su primera novela. Warhola le mandó cartas con ilustraciones de sus historias. Décadas más tarde, en 1982, Truman Capote dijo que él a sus 23 años se había convertido “en la Shirley Temple de Andy Warhol”. Warhol miraba a sus célebres contemporáneos con la fijación del narciso que necesita actualizar su imagen ante el espejo: Temple, Capote, Marilyn…

Forbes, la publicación financiera, en la sección “Pieza de la semana” anuncia una subasta y le sopla al oído de los posibles compradores una frase repetitiva, banal, erudita: “La ironía de la obra Marilyn de Andy Warhol es que es un icono de un icono creado por un icono”. En sus dibujos de juventud, sus obras menos conocidas y valoradas, donde Warhol fijó con mayor candidez la fuerza de su mirada, hay una soledad que luego, para bien y para mal, se ha hecho demasiado ruidosa. Warhol mismo se encargó de convertir en fetiche su tímido y astuto silencio. Un silencio sospechoso que el tiempo ha travestido: no era tanto crítica como celebración. Ironía verbal (cuando se dice algo para significar lo contrario): “Cuando los Imperios caen —el romano, el griego— lo único que queda es el arte”. La ampulosa frase la dijo un coleccionista que en mayo de 2007 pagó 2,8 millones de dólares por un cuarteto de imágenes de Jacqueline Kennedy hechas por Warhol entre 1964 y 1966; un mes después, en otra subasta, el coleccionista pagó 1.5 millones de dóla-

res por una sola Jackie; seis meses después, el coleccionista vendió por 6.5 millones de dólares otro cuarteto de Jackies que tenía en su inventario; así, en menos de un año, el coleccionista logró doblar el precio de todas las obras. Su nombre es José Mugrabi, nació en Palestina en 1936; a los 16 años llegó a Colombia, hizo fortuna importando textiles y en 1982 emigró a Estados Unidos, retomó su negocio de telas pero pronto lo abandonó: “El arte se convirtió en mi refugio”. Mugrabi tiene entre 3.000 y 4.000 obras de arte, pero su cantera de Warhol es la materia prima de su negocio, tiene más de 800 piezas, 10% del total de obras atribuidas a este artista. “Es la Mona Lisa de nuestra época” dice Mugrabi al referirse a una de las Marilyn que posee; en 1988 pagó por ella US$ 4 millones, un precio exorbitante para la época, justificó su compra diciendo que adquiría algo más que una pintura: “Compré un pedazo de la cultura americana”. Mugrabi afirma que si Warhol estuviera vivo, el artista cruzaría la calle para venir a saludarlo. |


EL

REGRESO

RESTREPO

© Juan Carlos Tomasi

LAURA

DE

Hace cinco años José Saramago se quitó el sombrero ante Delirio. Demasiados héroes confirma la grandeza de su literatura. «Dura, tierna, perfeccionista, Demasiados héroes es una novela colombiana indispensable. Valió la espera.» EL PAÍS «Demasiados héroes es el resultado de la fuerza de una voz real, la de una madre real que se recuerda y se narra ante un hijo real, depurada eso sí por la poesía.» EL ESPECTADOR «La narrativa de Restrepo tiene una distinción estética digna de sus grandes predecesores, Gabriel García Márquez y José Saramago.» H B

LAURA RESTREPO EN Leopardo al sol Dulce compañía La novia oscura La Isla de la Pasión Delirio Olor a rosas invisibles

Historia de un entusiasmo

Delirio


AFP

LITERATURA

Ruth Padel, poeta que se quedó con el cargo al que aspiraba el premio Nobel Derek Walcott, para dimitir días después.

Polémica

¿Acoso sexual? El pasado mes, varios medios ventilaron la polémica en la que se vio envuelto el premio Nobel de Literatura Derek Walcott, al ser acusado de acoso sexual para impedir que fuera catedrático de poesía de Oxford. Historia de un complot orquestado por su colega Ruth Padel, digno de una novela.

A

dos horas en tren de Londres, la prestigiosa universidad de Oxford pareciera la única razón de ser del pueblo que lleva el mismo nombre. Las tabernas, que datan de la época de Shakespeare, están llenas de estudiantes y profesores, lo más selecto de la élite intelectual británica y de ultramar. La arquitectura inspira reverencia, los jardines silenciosos evocan la sutil actividad mental de humanistas, y gárgolas medievales se ríen en las alturas de los académicos que van y vienen llenos de libros y hondos pensamientos. Fue ahí, en los sacros recintos de la añeja universidad, donde se aireó un escándalo digno de una novela (y novelas de escándalos universitarios hay muchas), que reveló no solo la mezquindad en el corazón de las artes, sino el arte de ser mezquino, sigiloso y oportunista. En 1982, el periódico de la universidad de Harvard ventiló una denuncia por acoso sexual contra el premio Nobel de Literatura Derek Walcott. Ocho años después, Billie Wright y Linda Weiner recogieron este y otros casos en el libro The Lecherous Professor [El profesor lascivo]. El caso *Crítica literaria y periodista. 22

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de Walcott incluye la reconstrucción (desde el punto de vista de la estudiante acosada) de la conversación que desató la denuncia. El fragmento más jugoso dice: Walcott: No hables de poesía. No quiero hablar sobre poesía. Estudiante: Escribí un poema sobre un tipo con el que estuve el viernes pasado. W: ¿Qué hiciste con este tipo? E: ¿A qué te refieres? … Hicimos el amor. W: ¿Cómo lo hicieron?

fesores y estudiantes de Oxford. ¿El motivo? Walcott estaba compitiendo por la cátedra de poesía de Oxford, la única otorgada por votación pública. El puesto, cuyo prestigio es netamente simbólico pues la remuneración económica es nimia, se iba a otorgar al ganador de una votación realizada entre profesores y estudiantes de postgrado de Oxford el 16 de mayo de este año. Además de Walcott, estaban en la puja la poeta inglesa Ruth Padel y el poeta indio

Arvind Mehrotra. Ganara quien ganara, el puesto iba a ser asignado por primera vez en su ilustre historia de 300 años a alguien distinto a un hombre blanco europeo. Una semana antes de la elección, comenzó a circular por el campus de Oxford un paquetito de fotocopias de una selección de The Lecherous Professor, recordándoles a los futuros votantes que el hombre que repuntaba en las encuestas cargaba a cuestas no uno sino dos escándalos de acoso AFP

Bogotá

Philip Roth, J.M. Coetzee, Zadie Smith y Jonathan Franzen.

E: ¿Por qué habría de decirte? No es asunto tuyo. W: Imagíname haciendo el amor contigo. ¿Qué te haría? E: ¿Perdón? Creo que lo harías despacio y con mucho cuidado. Fotocopias de esta conversación y de los detalles del escándalo llegaron, 27 años después, a los buzones de cerca de 200 pro-

AFP

Catalina Holguín Jaramillo*

sexual. El 12 de mayo, cuatro días antes de la elección, Walcott se retiró del concurso en protesta por la campaña difamatoria. El puesto le quedó a Ruth Padel. Al aceptar el nombramiento, Padel declaró al periódico inglés The Guardian que lamentaba que su victoria estuviera “envenenada con actos cobardes que condeno y con los cuales no tuve nada que ver. Esas acciones le hacen un gran daño a la gente y a la poesía”. Durante nueve días Padel, tataranieta de Charles Darwin, gozó del prestigio otorgado por el nombramiento. Era la primera mujer que ocupaba el lugar que antes había sido otorgado a figuras canónicas como Matthew Arnold, W.H. Auden y Seamus Heaney. Pero durante esos nueve días, empezó a correr otro rumor igualmente podrido: que Padel había estado involucrada en la campaña secreta contra Walcott. El 25 de mayo, Padel renunció, aceptando que ella había mandado dos correos electrónicos a dos periodistas mencionando los alegatos de acoso sexual contra Walcott. Uno de los correos, enviado el 9 de abril a Olivia Cole del periódico The London Evening Standard, incluye la siguiente perla: “Al parecer hay un libro titulado The Lecherous Professor que tiene seis pági-


LITERATURA nas sobre dos casos de acoso sexual contra Derek Walcott, el cual podría mostrar lo que Oxford busca en sus profesores”. Un día después de su renuncia, durante una rueda de prensa en pleno Hay Festival en Gales (rueda a la que entró rodeada de guardaespaldas), la poeta aceptó haber enviado los correos, lamentó su falta de tacto y su ingenuidad, pero negó rotundamente haber orquestado el envío de las fotocopias difamatorias. Afirmó además que la campaña era un “plan para desacreditarla”. El puesto, por lo pronto, quedará vacío hasta que se propongan nuevos candidatos y una nueva elección. El escándalo parece sacado de una novela quizá porque tantas novelas anglosajonas tratan sobre líos (usualmente de faldas) en los corredores y jardines de la universidad. Abundan tanto, que se habla incluso de un subgénero, el de la novela académica o la Professorroman. Sobre la belleza, de la talentosa escritora británica Zadie Smith, tiene por protagonista a un profesor estudioso de Rembrandt que, además de cachondear a su mujer con una profesora, vive enfrentado con la nueva superestrella de la facultad, un tal Monty Kipps (que hasta se parece a Walcott). En Las correccio-

nes, del norteamericano Jonathan Franzen, que es la saga de una familia norteamericana, presenciamos la aparatosa y muy divertida caída del profesor Chip Lambert cuando se mete con una estudiante. Están también Ruido blanco de Don DeLillo, Desgracia del premio Nobel J.M. Coetzee, Moo de Jane Smiley, Nemesis de Joyce Carol Oates… La lista es larga y su más reciente adición apareció en el último número de la revista de poesía de Oxford. “Smear”, enviado anónimamente a la revista, digiere poéticamente el escándalo Walcott vs. Padel. Dada la profesionalización de la escritura creativa y el aislamiento geográfico de muchas universidades norteamericanas y británicas que conlleva a la concentración de la vida social y académica, no es extraño que las novelas reflejen este microcosmos con todas sus tragedias y dramas. La aclamada crítica norteamericana Elaine Showalter elabora sobre este tipo de novelas en Faculty Towers: the Academic Novel and its Discontents [Torres académicas: la novela académica y sus descontentos]. “Como el suburbio —explica Showalter—, el campus universitario puede ser un lugar pastoral, o fértil para la fantasía pastoral, el refugio, la to-

rre de marfil. Pero, al igual que en los suburbios, es un lugar de […] descontento, conflicto, desperdicio, tristeza, miedo”. Una de tantas Professorroman es La mancha humana del norteamericano Philip Roth, que cuenta la precipitosa caída del respetado profesor Coleman Silk tras hacer un comentario aparentemente racista y meterse con una mujer del personal de aseo. Roth enmarca el escándalo de Coleman en el año que a Bill Clinton le ventilan sus

“W: ¿Qué hiciste con este tipo? E: ¿A qué te refieres? … Hicimos el amor. W: ¿Cómo lo hicieron? E: ¿Por qué habría de decirte? No es asunto tuyo”. indelicadezas sexuales con Mónica Lewinsky. Aquella época, afirma Roth, “fue el verano cuando la náusea volvió a Norteamérica, […] cuando la mezquindad de la gente era simplemente aplastante, cuando algún tipo de demonio había sido desatado sobre la nación y, en ambos bandos, la gen-

te se preguntaba ‘¿Por qué estamos tan locos?’, cuando hombres y mujeres por igual, al levantarse en la mañana, descubrían que en la noche, en un estado más allá de la envidia y el odio, habían soñado con la inescrupulosidad de Bill Clinton. Yo mismo soñé con un cartel monumental, envuelto al estilo dadá como un paquete de Christo, enganchado de un extremo al otro de la Casa Blanca, que tenía el siguiente letrero: un ser humano vive acá”. Porque a eso precisamente se reduce el escándalo de Oxford que tantos titulares ha generado a lado y lado del océano. Al derecho a la privacidad y a ser juzgado públicamente únicamente por aquello que atañe al público. En el caso de Clinton, por su labor presidencial. Y en el de Walcott y la misma Padel, por su poesía. El escándalo, iniciado por anónimos puritanos, degeneró en un lanzamiento de lodo internacional que nada tuvo que ver ni con los versos de Walcott ni con los de Padel. Bien lo dijo el tercer contrincante, el poeta indio Mehrotra del que nadie habló y al que nadie le preguntó mucho: “Espero que alguna lección quede de este episodio, al menos, que la vida privada de los poetas debe, ocasionalmente, ser privada”. |

En el mercado

Desgracia J.M. Coetzee Mondadori, 2000 264 páginas Las correcciones Jonathan Franzen Seix Barral, 2003 736 páginas

La mancha humana Philip Roth Alfaguara, 2006 416 páginas

Sobre la belleza Zadie Smith Salamandra, 2006 480 páginas

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LIBROS

Editoriales independientes y exquisitas

Al mal tiempo, bellos libros A pesar de que a la crisis del sector editorial, tan sonada últimamente, se le sumó ahora la crisis económica, algunos editores, distribuidores de libros y libreros se la juegan en el mercado con libros exquisitamente editados y, en algunos casos, costosos.

David Roa*

Bogotá

P

robablemente la mayoría de gente que compra libros no le da mucha importancia a la calidad del papel o a la diagramación; a veces incluso poco importa la editorial que publica el producto. Sin embargo, en la práctica, para cualquiera es grato poder leer un libro con espacios generosos entre las líneas, márgenes amplias, con una fuente delicada y clara y con un papel lo suficientemente grueso que impida que las letras al respaldo distraigan la lectura. La editora Catalina González opina que en esos pequeños detalles se puede evaluar el gusto del editor. Del mismo modo, algunos lectores compulsivos están muy pendientes de estos cuidados, y no dudan en volver a comprar un título ya existente en su biblioteca si lo encuentran bellamente editado, o se arriesgan con una obra desconocida si la presentación del libro es impecable o la editorial que lo publica se ha ganado su confianza. Estos lectores son los que preguntan por las novedades de editoriales como Acantilado, Siruela, Valdemar o Galaxia Gutenberg. Los mismos que se sorprenden gratamente con iniciativas editoriales locales como Tragaluz Editores,

*Librero. 24

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Domingo Atrasado, Eafit o La silueta, entre otros. Visitan constantemente librerías que tienen, aunque sea en pequeñas cantidades, libros que llenan sus expectativas y motivan su curiosidad. De esto da fe Carlos Arturo Rangel, quien con su distribuidora Promolibro lleva unos diez años en el oficio de comercializar libros y quien asegura que son en su mayoría las librerías pequeñas las que demandan excelencia, respondiendo a las necesidades de clientes que quieren buenas ediciones, así los libros lleguen a veces muy costosos. En esto está de acuerdo Alba Inés Arias, quien al frente de la librería Lerner Norte de Bogotá, suele encargarle libros a Rangel como los bellísimos primeros tomos de las obras completas de Walter Benjamin (editorial Abada) que cuestan más de 200.000 pesos cada uno. Según ella, a pesar del costo elevado, los ejemplares no se quedan por mucho tiempo en las estanterías, pues se trata de libros que los clientes preguntan desde el momento de su publicación. Claro que no es el único motivo para tener este tipo de libros. Arias cree que la fidelidad de sus clientes también se gana proponiendo, y por eso no todo lo que pide a Promolibro y a otras distribuidoras por el estilo, como Ar-

De arriba abajo: Érase veintiuna veces Caperucita Roja, Editorial Media Vaca; Tres poemas Ilustrados, Jaime Jaramillo y José Antonio Suárez, Tragaluz Editores y Máximas, de La Rochefoucauld, de Eafit.

temio, Océano o Plaza y Janés, es por encargo de los lectores sino por iniciativa propia. Por ella y gracias a otros libreros que siguen esta suerte de credo secreto es que en algunos sitios de Bogotá, como las librerías Babel, Arteletra, Prólogo, Fondo de Cultura Económica y Biblos, se puede encontrar una amplia variedad de libros hermosos de editoriales para muchos desconocidas. Cabe anotar que, a veces, son los propios libreros los que se ven en la necesidad de importar los libros directamente para prestar un servicio que, a través de los distribuidores, se complica. Hoy en día los bibliófilos de Bogotá pueden encontrar libros de editoriales nuevas por estas latitudes, como la colección de cuentos Los ojos de Davidson, de H. G. Wells en la edición de Atalanta; El secreto del bosque viejo, de Dino Buzzati de la editorial Gadir, o Calcomanías, de Oliverio Girondo de la editorial Renacimiento. También la excelente presentación de Lo infraordinario, de Georges Perec, o El vacío perfecto, de Stanislaw Lem de Impedimenta, que junto a otras siete editoriales hace parte del proyecto Contexto, ganadores del Premio Nacional a la mejor Labor Editorial Cultural 2008, concedido por el Ministerio de Cultura de España. Algunas de estas, como Libros del Asteroide,

Barataria, Global Rhythm y Sexto piso, ya se pueden conseguir en Colombia. Según Enrique Redel, director de Impedimenta, la crisis parece convenirle, y ha podido comprobar sus sospechas con el incremento de las ventas de su editorial en los últimos tiempos. De hecho, afirma que ha tenido que elevar los tirajes de sus novedades de 2.000 a 3.000 ejemplares. Redel argumenta que en su país, probablemente el más afectado por la crisis económica en Europa, la gente anda con pocos euros en el bolsillo y por eso se ha vuelto más exigente a la hora de comprar. Estas condiciones les convienen a sus libros que, estando en el rango de precios de editoriales como Acantilado o Atalanta, procuran un estándar de calidad aun más alto.


LIBROS Claro que la gente de Impedimenta y las otras editoriales independientes del Proyecto Contexto saben que no les basta con su preciosismo editorial para salir bien librados de la desaceleración del mercado. Parte del reconocimiento que se les dio con el prestigioso premio que obtuvieron el año pasado, fue por desarrollar esta agremiación que les ayuda a la hora de mercadear sus productos, visibilizando a cada uno de los miembros y reduciendo costos a la hora de negociar conjuntamente, para realizar catálogos, distribuir libros o publicitar en prensa, y un largo etcétera. En el caso de Impedimenta, estas circunstancias no solo les ha permitido ganar el premio, que da visibilidad, sino tener una fuerte presencia en librerías en apenas dos años de existencia. Los precios de muchas de estas editoriales son apenas más altos que el promedio en España pero, lastimosamente, a Colombia llegan mucho más costosos. Sin embargo, esta circunstancia no amedrenta a los gomosos de las bellas ediciones. Es notable, por ejemplo, el éxito que tiene el libro Érase veintiuna veces Caperucita Roja, de la editorial Media Vaca, que ya no se consigue fácilmente en Bogotá a pesar de su precio elevado (120.000 pesos). Es irónico que, a diferencia de otros editores, los dueños de esta editorial hacen todo lo posible por conservar bajos los precios de sus excelentes publicaciones. Media Vaca es una “empresa” de dos personas: Vicente Ferrer y Begoña Lobo. Ellos se encargan de todo el proceso: elección del material, diseño, diagramación, producción, comercialización etcétera. Ferrer, quien además es un reconocido ilustrador en su país, sabe perfectamente cómo se llama la persona que hace los textos de sus libros y cómo la distribuidora que lo comercializa en Colombia. Dado el cuidado que demanda la realización de sus libros, Vicente y Begoña han hecho solamente tres al año durante la última década. No tienen empleados para poder conservar

sus precios bajos (sus libros cuestan entre 15 y 25 euros). Según ellos, tratan de llegar al público más amplio posible, pues no les gusta la idea de que sus libros solo sean accesibles para unas pocas personas. A Ferrer no le preocupa demasiado la crisis y afirma con tranquilidad que, como en el caso de Impedimenta, sus ventas no se han visto afectadas. Supone que la situación de su editorial es bastante singular puesto que, hasta en Valencia, su propia ciudad, hay mucha gente que apenas los está descubriendo, y en consecuencia, tienen todas las posibilidades de crecer como empresa. Agrega además que la Crisis, con mayúscula, se lleva bien con la Literatu-

Algunos lectores compulsivos están muy pendientes de estos cuidados, y no dudan en volver a comprar un título que ya esté en su biblioteca. ra, con mayúscula, y que sin duda ellos sobrevivirán a ella, aunque no tan seguramente a sus exigentes horarios de trabajo, su desorden alimenticio y sus pocas horas de sueño. Al parecer, editores como los del Proyecto Contexto o Editorial Media Vaca y los proveedores y libreros que trabajan con ellos, coinciden por ahora en desestimar la crisis. Para unos, como Rangel, la crisis es una característica natural del sector editorial, mientras que para otros la crisis es su momento ideal. Sería bueno pensar que es más lo segundo que lo primero, y que la proliferación de nuevas editoriales exquisitas e independientes en las mesas de novedades de las librerías es un síntoma de una buena época para el mundo de la edición. Una época en la que los editores son verdaderos editores. Gente como Vicente Ferrer o Enrique Redel, que pueden sentirse orgullosos de sus libros. |

De izquierda a derecha: El hombre de traje gris, Sloan Wilson, Libros del Asteroide; Del deber de la desobediencia civil, H.D. Thoreau, Domingo Atrasado-Taller Editorial Rocca; Dos puntos, Wislawa Szymborska, Editorial Igitur; Alejandro Magno, Robin Lane Fox, Acantilado y El rival de Prometeo, Sonia Bueno y Marta Peirano compiladoras, Impedimenta.

EDucación continua Facultad de artes

Diplomados

cursos

animación Experimental

taller de creatividad Visual

Fotografía, Expresiones, prácticas y saberes del lenguaje fotográfico

taller práctico Danza de la india

Julio 13 a noviembre 27

Julio 7 al 17

Agosto 5 a noviembre 14

Septiembre 1 a diciembre 4

teorías del arte contemporáneo Marzo 2010

Diplomado en Educación Musical Diplomado Guión cinematográfico Abril 2010

taller de Photoshop para fotografía Octubre 2009

análisis y crítica cinematográfica

Marzo 2010

Agosto 22 a octubre 10

taller de video arte experimenta colombia Octubre 2009

taller de fotografía digital Septiembre 2009

ilustración botánica Octubre 2009

Dibujo experimental Octubre 2009 MayorEs inForMEs

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Arte

Performance

De cuerpo presente María José Arjona se está consolidando como una de las más destacadas performers del país. Su obra Lineamentum, expuesta en ¡No más chicha!, la última muestra de la galería Alcuadrado, sorprendió por su sobriedad y su calidad. Rodrigo Restrepo* Bogotá

*Periodista. 26

junio DE 2009

los cuarenta utilizaron para introducir en el mercado el consumo de cerveza en el país. La exposición planteaba una reflexión sobre la posición del hombre contemporáneo frente a los grandes discursos, al transformar la fábrica abandonada —símbolo del progreso y del pensamiento moderno— en una serie de espacios poéticos. Arjona duraba seis horas al día frotando un bastoncillo de madera sobre el borde circular del cuenco. “Me interesaba la circularidad porque es algo orgánico: un contrapeso a todo lo que puede significar una fabrica”. Esa circularidad es recurrente en su obra. En History, performance presentado en la Trienal de Guanzhou, en China (2008), Arjona quiso mostrar cómo los acontecimientos suceden en un eterno presente circular y no de manera lineal como creemos en Occidente. Durante seis horas seguidas, Arjona lanzaba tres pelotas de letras mojadas en tinta china contra las paredes blancas del espacio de exposición.

Las pelotas representaban los tres tiempos –pasado, presente y futuro–, que iban dejando sus ‘marcas’ en la pared así como en las manos y el cuerpo. Al final era irrelevante qué marca se había estampado primero, pues todas estaban allí al mismo tiempo: pasado y futuro se colapsan continuamente en el ahora. “El performance —dice— es un animal que está totalmente anclado en el presente”. Fueron sus dos mentoras, María Teresa Hincapié y la serbia Marina Ambramovic, quienes inspiraron en ella una gran disciplina en el trabajo con el cuerpo y le señalaron la importancia del tiempo en el performance. “El tiempo es algo de mucho valor: es lo único que no compras, y es lo único que “se nos pasa y no podemos recuperar”. Por lo general María José tarda varios meses en plantear un nuevo proyecto, y casi todos sus performances son de larga duración. En The White Series (2008), expuesto en la Gallery Diet de Miami –donde reside actualmen-

te–, necesitó dos meses para llevar a cabo un ciclo de cinco acciones que exploraban la imposibilidad del lenguaje para expresar lo que sucede en la experiencia. En una ellas utilizó su cuerpo como amplificador de las voces de muchas personas que llamaban a la galería para definir qué era performance. En otra, aludiendo a Alicia en el país de la maravillas, doblaba 365 enormes pliegos de papel para llenar el espacio de conejos de origami. En otra más escribía cientos de veces, sobre una pared que previamente había sido manchada con burbujas de tinta roja, la frase ‘Remember to remember’, que además lleva tatuada en la nuca. “El cuerpo habla un discurso muy diferente a la mente. Habla un lenguaje que solo se entiende con la experiencia. Puedo describirle el performance, puedo mostrarle fotos y hasta videos, pero la experiencia es irremplazable. Me interesa cómo el cuerpo atraviesa por todas estas experiencias más allá de la identidad”. MIGUEL GIL

C

uando se atravesaba la puerta para entrar al silo –esa enorme torre en donde las fábricas cerveceras almacenan la cebada– lo primero que se sentía era la vibración de un sonido intenso que reverberaba en todo el espacio. El suelo estaba cubierto por una capa de agua que hacía las veces de espejo, de modo que se tenía la impresión de penetrar en la mitad de un túnel vertical. Tras unos instantes se veía un cuerpo sentado en una silla, suspendido a diez metros de altura. Ahí estaba María José Arjona, tocando un cuenco tibetano de los que usan los monjes para meditar. La obra se llamaba Lineamentum, que en latín significa línea dibujada. “Quería redibujar el espacio desde el cuerpo, generar un espacio virtual dentro del espacio y una visión trascendental. El silo se transformaba casi en una catedral, en un templo. El tiempo se detenía y te permitía el acceso a otra posibilidad de experiencia”, dice Arjona. Lineamentum hizo parte de ¡No más chicha!, la última exposición de la galería Alcuadrado, que hasta finales de mayo convocó a los artistas Miguel Ángel Rojas, Jaime Ávila, Pablo León de la Barra, Regina Silveira y María José Arjona para que intervinieran la Cervecería Andina, construida en 1949 como emblema de la modernidad en Colombia y cerrada en 1999. ¡No más chicha! fue el eslogan que las grandes cervecerías de

Arriba, Lineamentum. Abajo: History y The White Series.

Además de China, Miami y Colombia, María José Arjona expuso recientemente en Nueva York y su White Series irá al festival de performance In Transit 09 de Berlín. Su propuesta va más allá del hecho de ser colombiana, de ser mujer o de llamarse María José. Apela simplemente al cuerpo y por eso es tan universal. “Es lo que pasa cuando se medita: se va más allá de la identidad y se accede a otro espacio del cuerpo. Por eso la gente que medita se puede dar cuenta de las capacidades reales del cuerpo, y por eso los performances se vuelven ejercicios para acceder a un cuerpo capaz”. Cuando vio cómo un artista europeo se cortó un dedo en el Festival de Performance de Cali en 1998, María José se replanteó muchas cosas sobre su trabajo como artista. Tardó diez años en volver a exponer en el país. Su regreso se llamó Retorno. En este performance tardó siete días tiñendo con burbujas de jabón y colorante rojo la sala de cirugía de una clínica abandonada, y siete más “limpiando” las mismas paredes con burbujas de jabón transparente. Fue un acto de sanación, una reafirmación del cuerpo a pesar y contra la violencia, en la pasada exposición de AlCuadrado, Sin remedio. “Los cuerpos tienen capacidad de trabajar como entidades, mucho más allá de la identidad, de reabsorber la enfermedad y transformarla en algo constructivo. El cuerpo, en cualquier parte del mundo, siempre busca la forma de reafirmar la vida. Por eso el cuerpo es sagrado”. |


Arte

Exposición de Marco Mojica

Desprestigiada herencia Hace cinco años, el barranquillero Marco Mojica era prácticamente un desconocido fuera de su ciudad. Hoy, después de haber ganado en 2005 el Primer Premio Botero de Arte Joven, es obra se exhibe en la galería El Museo. María Alejandra Pautassi* Bogotá

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a primera vez que el artista Marco Mojica se enfrentó a la experiencia de ver una obra original fue en el 2007. Durante seis meses recorrió la costa este y el medio oeste de Estados Unidos —Chicago, Boston, Nueva York, St. Louis y Miami— con la idea “de visitar los primeros templos del arte”, como los llama con una sonrisa: el Metropolitan Museum, El MoMA, el Museo de Historia Natural, el Guggenheim, el Chicago Art Institute —en total más de diez— y hacer recorridos completos en busca de imágenes que quizá le sirvieran en su trabajo. ¿El resultado? Por ahora nada que pueda utilizar, una que otra sorpresa como que en St. Louis, Missouri, se interesaran por el arte colombiano (el Contemporary Art Museum de esa ciudad tiene cuatro obras de Doris Salcedo), y una conclusión enfática: “El Museo Metropolitano de Nueva York es un ladrillo”. No, él no está en contra de los museos, sabe que son instituciones y que tienen una función. “Pero, ¿quién se aguanta el recorrido desde la sala de arte egipcio hasta los impresionistas?”. Hace cuatro años Mojica recibió el Primer Premio Botero para Arte Joven con su obra Incidente. Se trataba de una pintura de la instalación Extractor de atmósferas del caleño Elías Heim, en la que se veía el gigantesco extractor tal como si estuviera expuesto en la sala de un museo, pero con un detalle adicional: una empleada lo estaba limpiando. Aunque no se trataba de una crítica abierta, el sentido del humor era evidente; la pintura de Mojica de alguna forma desmitificaba la instalación y, como no, la institución del museo, la forma como nos acercamos a las obras que allí se muestran. Desde entonces, el barranquillero *Periodista de Arcadia.

ha expuesto en Madrid, en Milán, varias veces en Bogotá y Barranquilla, en Boston y participó en una subasta en el Museum of Latin American Art de Los Ángeles. Y aunque al parecer el jugoso premio no se le ha subido a la cabeza (mantiene su bajo perfil, la misma rutina de trabajo —ocho horas durante el día, todos los días— y su mordaz sentido del humor), no queda duda que este le abrió muchas puertas. Tanto, que Mojica es considerado uno de los artistas jóvenes que más promete por su solidez conceptual e impecable técnica, y se ha hecho un nombre como pintor conceptualista, heredero de la tradición de Álvaro Barrios. Desde el 3 de junio se puede ver en la galería El Museo el más reciente trabajo de Marco Mojica: 27 obras en las que el barranquillero “se apropia” no solo de imágenes que se han convertido en hito del arte del siglo xx —la Rueda de bicicleta de Marcel Duchamp, el perro de Jeff Koons, las Cajas Brillo de Andy Warhol y el Spaghetti Man de Paul McCarthy—, de artistas modernos colombianos como Ramírez Villamizar y David Manzur, sino de las más diversas fuentes: el afiche italiano de la película Zombie de George Romero y la carátula del disco La conspiración del salsero Ernie Agosto. Con todo, su tema es el arte. Los prejuicios que rodean el mundo del arte. “Un mundo —según el artista—, en el que hay muchos clichés, como por ejemplo creer que uno no puede ser un artista contemporáneo si hace pinturas y que solo se es contemporáneo haciendo instalaciones o video”. De hecho, Mojica es una rara excepción entre los artistas jóvenes. Desde principios del siglo xx y con la aparición de la fotografía la pintura cada vez fue perdiendo su rango en el mundo del arte —la frase de Duchamp, “más bruto que un pintor” fue el co-

DANIEL REINA

considerado uno de los artistas más interesantes en Colombia. Por estos días, su más reciente

Conceptos espaciales, basada en la obra de Lucio Fontana.

mienzo de una larga carrera de desprestigio, hasta el punto de que si alguien hoy decide estudiar arte es muy improbable que lo haga con la idea de convertirse en “el próximo Manzur”—. Y aunque Mojica pinta, y lo hace con maestría, para él la pintura no es más que una herramienta. “Me interesa menos la pintura que la imagen pintada, cómo se ve la pintura dentro de nuestro contexto”. Un contexto en el que todavía se endiosa la originalidad, la idea de que el sentido que un artista es único y verdadero es comúnmente aceptada, y se da por hecho que el verdadero artista es ese pintor emocional, atormentado. Un contexto en el que, sí, los museos “son templos del arte”. Painter, un óleo sobre lienzo, basado en el performance de 1995 de Paul McCarthy, es un claro ejemplo del alcance conceptual de la obra de Mojica. En el original, McCarthy se burla del

tormentoso proceso de los pintores emocionales. Un personaje —grotesco, aunque es un artista, probablemente se trata de un profesor de arte— da instrucciones sobre cómo hacer una pintura: ‘I’m fuckin’ paintin’, I’m fuckin’ paintin’, I’m fuckin’ paintin’, se repite a sí mismo hasta la angustia. ‘Try to understand emotion’, sentencia, antes de lanzar brochazos sobre un lienzo gigante. Mojica pinta (imita) lo que serían los bocetos de la foto fija del video. En pocas palabras: la representación del boceto para una acción — valga anotar la contradicción— en la que se caricaturiza la figura del pintor. Algo similar ocurre con el cartel de Zombie, en el que un pincel que gotea pintura reemplaza el hacha de la película de George Romero y con la apropiación de la obra de Lucio Fontana, quien se dio a conocer a principios de los sesenta por rasgar sus lienzos para abrir el alcance espacial de un cuadro: la versión de

Mojica es un díptico, en uno de los cuadros se ve a dos mujeres peleando por unas tijeras y en el otro, ubicado en la pared contigua, se ven los cortes instructivos para hacer las rasgaduras. Ante la pregunta sobre la pertinencia de la pintura, Mojica responde: “Yo trabajo con una herencia desprestigiada. Y me gusta que así sea”. De ahí parte el humor en su obra, su ironía, los giros conceptuales de sus cuadros, la tautología y, ante todo, la pregunta por su oficio y el cuestionamiento de ciertas jerarquías en el arte. “Yo trabajo con material de tercera”. Las imágenes que todos los días ve en internet, en revistas, en libros de arte, en la televisión. Rara vez los originales en los museos y, todas, imágenes filtradas, que le llegan a su casa en Barranquilla con una buena carga cultural. “En estos momentos a todos nos llega la información así. Todos trabajamos así. Solo que yo trabajo con arte”. | junio DE 2009

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A R Q U I T ECTURA

Aniversario

La historia en espiral El Museo Guggenheim, de Nueva York, cumple cincuenta años de inaugurado este verano. Un acontecimiento que hace recordar a un arquitecto sin precedentes y a una trascendental generación de artistas Daniel Pardo* Nueva York

*Historiador y periodista.

do 500 exposiciones y ha sufrido dos renovaciones. En los tersos muros blancos del edificio en espiral se escriben dos historias. La de una mujer que, sin omitir que tuvo cuatro esposos, es considerada una de las más prestigiosas coleccionistas y mecenas del arte del siglo pasado. Y la de un hombre obsesionado con romper paradigmas arquitectónicos que, también sin omitir, trataba sin piedad las cuentas bancarias de sus clientes, y que hoy es considerado una ruptura en la arquitectura moderna. Los Guggenheim brotaron de la bonanza del siglo xix como una de las familias judías más poderosas del Upper East Side, de Manhattan. Solomon se retiró del negocio minero en 1919, se estableció como un comprador importante de arte, y creó en 1937 la fundación que iba a llevar su nombre. Su hermano Benjamin, financiero que murió en el Titanic, era el padre de Peggy, una mujer enamorada del arte, de los hombres y de los hombres que hacen arte. En 1920 se mudó a París, donde conoció a Marcel Duchamp y a Georges Bra-

Peggy Guggenheim, sobrina de Solomon, fundador del museo y una de las personalidades más carismáticas del arte del siglo XX. 28

junio DE 2009

Vista interior del Museo Guggenheim, inaugurado en 1949, en Nueva York.

que. En 1938 abrió una galería en Londres, donde exhibió a Alexander Calder y a Vassili Kandinsky. En 1942 se casó con Max Ernst y en 1946 se divorció. Peggy Guggenheim fue la cabeza de la generación de artistas exiliada en Nueva York durante la Segunda Guerra. Íntima amiga de Truman Capote y de Jackson Pollock, la clase alta neoyorquina nunca fue fanática de su obra ni de su personalidad: la calificaban de tonta, loca y ninfómana. En 1947 volvió a Europa y se afincó en Venecia, donde creó el museo que hoy exhibe parte de su colección. Más allá de sus intimidades, su filantropía hizo del Guggenheim una fundación relevante que dio a conocer, entre muchos, a Kandinsky y a Pollock, protagonistas determinantes del arte de la postguerra. En la obra de Broadway dedicada a su vida, Woman Before a Glass, su personaje se refiere al ‘espiral’ diciendo: “Por el amor de dios, ¡es un parqueadero!”. No es mentira que Peggy Guggenheim, después de que Wright construyó el edificio que respondía más a la ambición de un arquitecto visionario que a los parámetros convencionales de un recinto dedicado a exponer pintura, se desilusionó con la obra. Y es que en la cuadriculada Nueva York, quien quiera que se

AFP

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n junio de 1940, mientras los nazis invadían París, Peggy Guggenheim y Herbert Read hacían una lista de artistas a los cuales Peggy les compraría obra. Entre ellos estaba Pablo Picasso, a cuyo estudio Guggenheim entró en diciembre de ese año. “Madame —dijo el andaluz—, el departamento de lencería está en el segundo piso; éste es el tercero”. Peggy, libreta en mano, omitió el incidente y se presentó como una judía que estaba entre escapar de la persecución nazi o viajar por Europa comprando una obra de arte al día. Tanto Picasso como Man Ray, compañeros de estudio en ese momento, se rieron y se disculparon. Hoy, la bodega del Museo Solomon R. Guggenheim de Nueva York guarda doce Picassos donados por Peggy Guggenheim. Guardados mientras sus salas exhiben la obra de otro monstruo: Frank Lloyd Wright, el arquitecto que le dio forma al edificio que cumple cincuenta años de fundado, que ha hospeda-

pasee por la Quinta Avenida con calle 89, en Manhattan, notará que hay un lunar blanco pegado al Central Park. El Guggenheim fue, de entrada, un ataque a la rigidez de la capital financiera de Norteamérica. Además, siendo una rosca en forma de embudo, no tiene la lógica espacial necesaria para exhibir pintura. John Canaday, de The New York Times, lo llamó en 1959 “una guerra entre arquitectura y pintura de la que ambas salen lisiadas”. Esa no era la preocupación de Wright. No lo era, porque Frank Lloyd Wright es el arquitecto norteamericano más famoso del siglo xx. Aquel capaz de pensar la ciudad moderna de una manera revolucionaria luchando en contra de la deshumanización de las ciudades. Su teoría, materializada en la Casa Usonian (término que prefería a American), en la cual articulaba la naturaleza con la residencia, y separaba lo público de lo privado: la ciudad y la casa, unidas por enormes autopistas, son dos espacios diferentes. El triunfo de Frank Lloyd Wright: de dentro hacia fuera, la exposición que muestra 200 de sus dibujos y más de una docena de sus modelos a escala, revela cientos de proyectos que se quedaron en el papel del genial arquitecto. Si el Guggenheim hubiera sido construido para una exposición concreta, en esta mues-

tra habría encontrado su razón de ser. A eso se refiere Paul Goldberger, crítico de arquitectura de The New Yorker, en la última edición del semanario: “En su ascendencia hacia el cielo, la espiral es una metáfora autoritaria para una exhibición cronológica de no pintura”. El recinto se ajusta a la narrativa de esta obra, pero la exhibición no incursiona en la controversia de un arquitecto que ha sido calificado de megalómano y desobedecía sin vergüenza las pretensiones de sus clientes. Como pasó con el Guggenheim. Durante la construcción, James Johnson, director del museo, tuvo que pelear a menudo con Wright sobre sus ideas. Cuando el segundo murió, seis meses antes de la inauguración, pintaron el edificio de blanco en vez de marfil, como era su idea, y colgaron las pinturas en paredes artificiales en vez de hacerlo en los muros curvilíneos de la espiral, tal como Wright quería. Según Víctor Hugo, “la arquitectura ha grabado las grandes ideas de la raza humana. No solo todo símbolo religioso, sino toda idea humana, tiene un espacio en este vasto libro”. Según el libro Museo Guggenheim, entonces, esta espiral fue el protagonista central de la historia del arte y la arquitectura en el siglo xx. Que los cumpla muy feliz. |


HOMENAJE

Crónica sentimental

Un ejército de sordos El walkman cumple treinta años. Semblanza personal de un aparato que cambió para siempre la forma de oír música en el mundo. Lorenzo Morales*

Bogotá

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engo casi la misma edad del walkman, ese invento que inauguró la era de la música portátil. Empecé a usarlo cuando entré al bachillerato; era un walkman rojo que me trajo mi papá de un viaje a Cartagena. En los recreos traficábamos con casetes que nos grabábamos unos a otros y que luego oíamos a escondidas en clase. Engañar al profesor era un juego de impostores. Cuando él empezaba su charla, nosotros recostábamos la cabeza contra la mano,

de Sony en Tokio, pues toda la sal de su maravilloso invento consistía en prometerle a quien lo comprara la posibilidad de moverse con libertad con su música a todos lados. Nosotros lo usábamos para todo lo contrario: el walkman nos servía para fingir la quietud de las esfinges cuando en realidad gozábamos de una locomoción espiritual que nos sacudía el alma como si estuviéramos saltando en un concierto de Café Tacuba, mientras permanecíamos inmóviles,

ra periodistas, casi idénticas a los primeros walkman, existían hacía más de diez años pero los audífonos disponibles eran grandes y pesados. Por más pasión por la música, tenía poco encanto salir a trotar con una pesa de una libra amarrada a la cabeza y dos orejeras que parecían cacerolas. Al éxito del walkman contribuyó también la miniaturización de otros componentes. De las pesadas pilas tipo C para radios de celadores nocturnos, pasamos a la AA del pequeño control remoto de la tele. De los carretes del tamaño de una rodaja de piña saltamos a los casetes (un inventó de Phillips en 1965) que redujo a la mitad el grosor (y el

peso) de las cintas. El casete, que ahora cabía en un bolsillo, aprisionó la cinta entre una caja de plástico sellada, lo que evitaba que, como antes, las cintas magnéticas se salieran del carrete como serpentinas en una piñata. Además de ciencia, detrás de todo invento revolucionario siempre hay una leyenda mundana. La creación del walkman tiene dos. Unos dicen que fue un encargo de Morita, que quería oír ópera durante sus interminables jornadas a bordo de un avión. Otros dicen que necesitaba un antídoto contra la estridente música que sus dos hijos ponían a todo volumen en la casa. Es difícil saber cuál de las historias es la cierta, pero juntas ilustran una cualidad del walkman que, me parece, tienen pocos inventos recientes: sirve para dos cosas opuestas. En este caso, sirve para oír y no oír al mismo tiempo. La maravilla de los reproductores portátiles de música como el walkman y sus subsecuentes adaptaciones (Discman y ahora iPod) es que le alegran la existencia tanto al que quiere oír su música sin perturbar al resto del planeta, como al resto del planeta que no tiene el menor interés en oír su música. La popularidad del walkman, diría yo, dio origen a una nue-

va especie urbana. Me refiero a esos ejércitos de sordos que caminan por las calles del mundo, imperturbables y abstraídos, con dos cables que les escurren de cada oreja y que le indican al resto del mundo que esa persona no está disponible. Aunque con frecuencia he hecho parte de esas hordas de zombies, también he descubierto que la música portátil no siempre nos aísla del mundo. Al contrario, a veces llevar la música encerrada entre los tímpanos genera conexiones casi místicas con el entorno. Algunos recuerdos los tengo grabados con banda sonora, que no fue otra que la canción de turno en el walkman (a diferencia del iPod, en el walkman no se podía escoger la canción ¡ni había shuffle!). Ben Harper es atravesar los Pirineos en un tren; Coltrane, la vista al cañón del río Magdalena entre Puerto Bogotá y Honda. A quien le parezca una exageración que un par de audífonos puedan sublimar una escena cotidiana, lo invito a que una tarde soleada de domingo vaya a Fontibón y se pare junto a la reja de una de las pistas del aeropuerto El Dorado, ponga en su walkman el Spem in Alium, de Thomas Tallis, y vea pasar, uno tras otro, los aviones sobre su cabeza. Stop. |

Uno de los primeros modelos de walkman, en 1979.

donde ya teníamos el audífono que habíamos camuflado por entre la manga del saco. Hacíamos play y mirábamos al profesor a los ojos sin asomo de vergüenza. Lo que para él era quizás una mirada contemplativa, una hipnosis intelectual producto de su cátedra, en realidad era la mirada hueca de adolescentes en trance de rock. Ya habíamos cometido la fuga. Estábamos en las tierras de Pink Floyd, Sui Generis, The Doors y Pixies, lejos del salón y del tablero. Ese uso antipedagógico del walkman habría dejado perplejo al señor Akio Morita, presidente *Editor de Semana.com

recostados sobre nuestros pupitres de madera. Hagamos un rewind. El primer walkman —una marca registrada de Sony— salió a la venta el 22 de junio de 1979 y muy rápidamente se convirtió en un fenómeno mundial. A finales de 1980, la empresa japonesa había vendido más de dos millones de unidades, y otras compañías habían comenzado a sacar sus propias versiones. En 1995, más de 150 millones de personas en todo el planeta tenían un walkman y la palabra ya aparecía en el diccionario Oxford de inglés. La revolución del walkman fue ante todo la revolución de los audífonos. Las grabadoras pajunio DE 2009

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CINE

Animación para adultos

Guerra, dolor, amor, en fin... la vida Esta semana se estrena en Colombia la película Vals con Bashir, una tremenda narración animada en clave de documental, sobre la masacre perpetrada en el Líbano en 1982. Pero desde hace mucho los

AFP

animadores hacen películas para adultos. ¿Cuál es la historia? Javier Moreno* Lyon

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De arriba abajo: Escena de Vals con Bashir; Keanu Reeves en A Scanner Darkly, y dos fotogramas más de Vals... de Ari Frolman.

ubo un tiempo en el que la animación se debatía entre ser Disney o simplemente no ser. Disney era una máquina que absorbía los mejores talentos poniéndolos al servicio de la corrección que encarnaba la corporación en ciernes fundada a finales de los años veinte por Walt Disney. Sus películas, maravillas técnicas y artísticas, estaban por desgracia a merced de los parámetros de ese horroroso código de censura impulsado por los puritanos que castró al cine gringo entre 1930 y 1968. Pero incluso tras la caída del código, Disney persistió en tratar la animación como un entretenimiento meramente infantil, con un abanico de temas y tratamientos limitado gracias a su visión de los niños como individuos frágiles, impresionables y sin perspectiva crítica. Por fortuna, la animación precedía a Disney y sus moralismos. La animación había nacido con el cine libre de restricciones como un recurso que permitía violar los límites de lo real: el efecto especial primigenio. Hacia 1917, en uno de los primeros trabajos del director Max Fleischer, quien luego se consagraría como el creador de la pin-up animada (y ocasionalmente topless) Betty Boop, un payaso nace de una gota de tinta y escapa del lienzo para enfrentar a su pintor. En cortos con evidente sabor experimental, Fleischer combinaba tomas reales con animación convencional, rotoscopia (una técnica de su invención que consiste en calcar fotogramas de una película, colorearlos, y luego animar las imágenes resultantes) y stop motion. Sus tramas eran cómicas, terroríficas, didácticas o musicales, y por lo general estaban dominadas por un surrealismo sin concesiones que, visto a noventa y tantos años de distancia, no pierde un ápice de encanto transgresor. En los años treinta, sin embargo, llegó la rígida censura y

*Matemático y crítico de cine. 30

JUNIO DE 2009

Disney se alzó como rey. Nada de violencia, nada de sexo, nada de pecado, esas eran las reglas. En Rusia, mientras tanto, la animación se rendía a las órdenes del Partido Comunista, y en Japón crecería, tras la guerra, solo como un género infantil. Tendrían que pasar cuarenta años para que eso cambiara. Ralph Bakshi, un joven dibujante criado en Nueva York, que se había educado como animador dentro de la productora de Fleischer, decidió en 1970 que era hora de que la animación perdiera la compostura tras tantos años de ataduras. “Es absurdo —dijo— que haya hombres hechos y derechos sentados en cubículos dibujando mariposas que planean sobre campos floridos mientras que aviones americanos bombardean ciudades en Vietnam”. La animación debía recobrar la capacidad de tratar cualquier tema, untarse del mundo que la rodeaba, volver a ser simplemente cine y contar Guerra y Paz si así quería. Con esa idea se lanzó en el proyecto de animar El gato Fritz, el controvertido cómic del gurú contracultural Robert Crumb, y en contra de todas las condenas, o tal vez gracias a ellas, la película fue un éxito rotundo. Con ese impulso Bakshi continuó su batalla contra el establecimiento. Siguieron Heavy Trafic, una reflexión sobre la decadencia urbana, y Coonskin, una sátira ácida a los estereotipos raciales. Más tarde vendrían Wizards, una aventura fantástica que entre líneas comenta el holocausto judío, y finalmente ese famoso intento fallido de convertir en animación El señor de los anillos. La productora de Bakshi no sobreviviría muchos años más, quebraría en 1981 tras el musical rotoscópico American Pop, pero las bases del renacimiento de la animación estaban sentadas. No había marcha atrás. Muchas cosas han pasado desde entonces. En 1982 se estrenó La ratoncita valiente, que se apropiaba de la estética Disney pa-

ra contar el drama de unos ratones de laboratorio torturados. En 1988, Robert Zemeckis lanzó ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, que combinó como nunca antes (ni después) animación caricaturesca y actores de carne y hueso, mientras que en Japón aparecían Akira, basada en el manga postapocalíptico de Otomo, y La tumba de las luciérnagas, un drama sobre dos niños que agonizan en medio de la guerra. La lista desde entonces no hizo sino crecer: Tim Burton, Satoshi Kon, y a medida que la tecnología hace posible que en cine pase casi cualquier cosa la animación se enfrenta al reto de encontrar sus propias historias, esas que solo ella puede contar. Es en esta coyuntura donde nace Vals con Bashir, una película, como antes A Scanner Darkly, Ryan o Persépolis, donde la animación no es una opción sino una necesidad. Porque ¿cómo más conjurar las memorias de Ari Folman y sus amigos durante la guerra? ¿Cómo contar una verdad perdida entre las versiones oficiales y los muertos? ¿Cómo adentrarse en sus culpas por permitir que pasara lo que pasó? Solo la animación ofrece la distancia y las texturas para enfrentar ese pasado y entender plenamente el contraste entre la historia y la vivencia. Ahí está su poder y su riqueza. Aunque no es rotoscopia, Vals con Bashir se sostiene sobre las producciones setenteras de Bakshi, las técnicas iniciales de Fleischer y la visión compartida por tantos de que la animación es un lugar idóneo para explorar y narrar rincones de otra manera inaccesibles de la experiencia humana. En fin: guerras, represiones, juegos de la mente, álter vivencias, realidades paralelas. ¡Quién sabe! Tal vez Bakshi nos regale Guerra y Paz algún día. O En busca del tiempo perdido. Todo es posible de nuevo. El horizonte de la animación es, una vez más, infinito. |


CINE

Animación para todos

El arca de Noé

Pixar parece ser el sueño de cualquier animador y creador que busque la independencia y las buenas historias, antes que el mercadeo a lo Disney. Con Up, estrenada hace quince días en Colombia, el Festival de Cannes se rindió ante esta empresa hoy independiente Andrés Borda* Londres

Es por eso que Pete Docter, el codirector de la última película de Pixar, Up (la cual abrió el pasado Festival de Cannes convirtiéndose en la primera película animada en merecer el honor), dice que fue un hombre afortunado cuando, al salir de su universidad buscando trabajo como animador, fue acogido por Pixar. Y es que sin Pixar, Docter —un hombre introvertido que confiesa que a veces se siente aterrado del mundo y de la gente, que muchas veces fantasea con escapar de todos y de todo— nunca habría podido filmar junto a Bob Peterson la historia de un viejo que, como él, un día decide escapar de todos y de todo despegando su casa del suelo y saliendo a flotar con la ayuda de millones de glo-

bos de helio. Otro estudio habría tomado las riendas del guión y lo habría destruido. Pixar no: Pixar dejó en sus manos y en la de sus colaboradores el trabajo creativo. Docter no es el único genio que la familia Pixar ha rescatado del arrogante mundo de Hollywood. Está también Andrew Stanton, quien dirigió las increíbles Wall-E, Buscando a Nemo y A Bug’s Life; está Lee Unkrich, codirector de Monsters Inc.; está Brad Bird, el guionista y director de Los increíbles y codirector con Jan Pinkava de Ratatouille; y al final, después de muchos otros nombres con otros créditos, está John Lasseter, uno de los fundadores de esa especie de arca de Noé para animadores en la que

se ha convertido Pixar. El director de Cars y de las dos Toy Story. El hombre que ahora es director creativo en Disney y que está logrando, por fin, devolverles el poder creativo a los cineastas. Fue en 1995 cuando conocimos el primer largometraje animado de Pixar, cuyo logo aparecía opacado en los afiches por el gigante de la distribuidora, Disney. La película era Toy Story, y fue un éxito absoluto. Su popularidad se debió no solo al hecho de ser la primera película animada por computadores y en 3D, sino también por ser una gran historia. Sus personajes eran imitados por los niños. Buzz Lightyear y Woody fueron los íconos favoritos durante ese año en las lon-

Fotogramas de las películas de Pixar Toy Story 1, Buscando a Nemo y Ratatouille. AFP

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ollywood puede ser el peor enemigo de un cineasta. Un escritor tiene un buen guión, lo trabaja, lo corrige. Lo manda a través de su agente a varios estudios. Uno de ellos anuncia que le gusta, que quiere comprarlo. El guionista no puede contener su felicidad: van a hacer su película. De repente, el estudio dirá que el guión no está listo, que necesita trabajo. Habrá un montón de ejecutivos (ninguno de ellos ha escrito en su vida nada más largo que su firma) con listas larguísimas de correcciones: tendrán estudios de mercadeo justificando por qué el público no quiere ver ratones sino perros; pelearán con el guión por no tener un final feliz; se asustarán de los chistes políticamente incorrectos. El guionista defenderá como pueda lo que tardó años en hacer. Pero al final no hay caso: el ejecutivo sonríe y le dice al escritor que el guión ya no es de él. Que lea con cuidado el contrato que firmó. Que llamarán a otros guionistas para que lo corrijan. Y que gracias.

cheras, en las comidas rápidas, en los juguetes. El señor Cara de Papa (un juguete que todos los papás recordaban) vivió un increíble renacer. Los niños recreaban en sus casas y colegios batallas entre los personajes. Ese mismo año Disney —la compañía que Walt Disney había fundado a principios del sigo xx y que había instaurado una tradición increíble, emocionante de películas animadas, trágicas y emotivas al estilo de Pinocho, Bambi y El libro de la selva— lanzó Pocahontas. Y sí: también hubo loncheras y juguetes y dvd de la película. Pero cuando Halloween llegó, los niños tomaron su decisión y se fueron con los disfraces de Toy Story. John Smith y Pocahontas pasaron rápidamente al olvido. Y Pixar, a fuerza de película tras película, de éxito tras éxito, comenzó a hacerse nombre. A Bug’s Life, Toy Story 2, Monsters Inc., Buscando a Nemo, Los Increíbles, Cars, Ratatouille, Wall-E, y ahora Up: todas ellas, sin nada más en común aparte de la firma de Pixar, se convirtieron en éxitos inmediatos, comenzaron a hacer parte imprescindible de las vidas de su público de la misma manera en que Star Wars, Indiana Jones, y Bambi lo hicieron en la infancia de generaciones pasadas. Todo esto se lo debemos a John Lasseter, un hombre que sabe que antes que las loncheras y los juguetes y la plata lo importante es la película. Y que antes que la película, está el corazón de la película. Que no hay éxito en taquilla ni buena publicidad si la historia no es honesta, real, emocionante. Que los personajes inolvidables del cine, los que lo llevaron a él, de niño, a querer convertirse en un animador, eran inmortales no por ser el producto de un estudio de mercadeo, sino por venir de la obsesión de un hombre por contar una historia. Up, la historia del viejo con millones de bombas flotando con su casa hacia Suramérica, es una historia como estas. Es una aventura que, como Walt Disney alguna vez dijo sobre las películas que él prefería, nos hará reír y llorar por igual. Es otra película de Pixar que quedará grabada para siempre en esa historia del cine que es la memoria de los niños. |

*Crítico de cine. JUNIO DE 2009

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CINE

La más reciente película de Jim Jarmusch

El hombre pretencioso Pareciera que el director de culto norteamericano se salió de control en su más reciente película,

corbis/abc stock imágenes

que fue atacada estruendosamente por la crítica. Perfil de un incomprendido. Ricardo Silva Romero* Bogotá

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reo que ha llegado el momento de reivindicar lo pretencioso. Por ejemplo, el cine de Jim Jarmusch lo es, está plagado de citas literarias, de bromas que solo entienden algunos elegidos, de pequeñas afrentas al espectador amaestrado, pero sin duda esa es su gracia. Y sin duda le funciona. Los más reconocidos críticos norteamericanos, sin embargo, han aplastado el largometraje que acaba de estrenar, Los límites del control, porque “es un autoindulgente cubo de ridiculeces” (Slate), “se alimenta de su propia arrogancia” (USA Today) y “se cree demasiado genial para tener una trama” (New York Post), y aunque quizás tengan razón, aunque tal vez sea “esa obra de arte completamente intencional y expertamente guiada que falla casi por completo” (San Francisco Chronicle), lo dicen como si no supieran que se trata de un director que siempre hará lo que le dé la gana, como si les diera envidia que alguien aspirara a cierta originalidad sin haberles pedido permiso. Puede que la nueva película de Jarmusch, su décimo largometraje en una carrera a punto de cumplir los 30 años, sea otro de esos “nobles fracasos” que de vez en cuando cometen los grandes cineastas. Pero seguro que verla va a ser toda una experiencia: estamos hablando, a fin de cuentas, de un hombre incapaz de hacer una película que no sea suya. ¿Cómo se trasforma un tipo cualquiera en ese narrador sorprendente, analizado hasta el cansancio, que ve el mundo como un escenario impasible en el que están a punto de tropezarse un par de extranjeros que apenas entienden el idioma? ¿Qué debe sucederle a una persona para convertirse en el autor de clásicos de culto como Extraños en el paraíso (1984), Bajo el peso de la ley (1986), Una noche en la tierra (1991), Hombre muerto (1995) y Perro fantasma (1999)? Debe nacer el 22 de enero de 1953. Debe crecer en Cuyahoga Falls, Ohio, *Escritor y crítico de cine de Semana. 32

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Estados Unidos, con la esperanza de irse de ahí apenas pueda. Tiene que volverse canoso cuando cumpla quince años, tener una mamá que se gane la vida haciendo reseñas de películas, estudiar literatura en la Universidad de Columbia, obsesionarse con los textos delirantes de la época y enamorarse por primera vez en un lugar —la Nueva York de los años setenta— en el que aún sea posible hacer cine underground sin disculparse con nadie. “La poesía ya no era vista como una aburrida búsqueda de la verdad universal o la perfección literaria —explica el escritor norteamericano Paul Auster en un pequeño ensayo sobre Una noche en la tierra,—, y entonces dejó de tomarse tan en serio, aprendió a relajarse, decidió deleitarse con los placeres ordinarios del mundo”.

Y eso mismo le ocurrió a Jim Jarmusch: según dice el propio director, escribió una manotada de poemas cojos antes de graduarse; asimiló en París aquella frase de Oscar Wilde, “la vida es una cosa demasiado importante como para tomársela en serio”, mientras se ponía al día en todas las películas protagonizadas por solitarios; se metió de cabeza en la locura punk del club cbgb, en Nueva York (Joe Strummer, de The Clash, le enseñó a pararse el pelo), al tiempo que terminaba sus estudios en la academia de cine de nyu. Su debut, Vacaciones permanentes (1980), les presentó a los espectadores las reglas del juego. Observaría cualquier parte del mundo, incluso su país, con ojos de extranjero. Seguiría de cerca a esos héroes de pocas palabras que filosofan sobre nada. Se dejaría envolver

en las repeticiones de la cotidianidad “porque lo humano no es más que una serie de variaciones”. Insistiría en que la vida no es dramática sino episódica: probaría, en sus largometrajes, que no nos dirigimos hacia ese clímax que llamamos el destino sino que empezamos muchas historias que jamás terminamos. “Me considero un poeta menor que escribe poemas mesurados —confesó cuando ya era un cineasta reconocido—. Prefiero hacer una película sobre un tipo que saca a pasear a su perro que una sobre el emperador de China”. La verdad es que fue así desde el principio. Que nadie se queje ahora. Si Los límites del control es “una película en la que lo único que pasa es que uno la está viendo” (ifc), es porque se trata de una película de Jarmusch. Si vuelve a la misma es-

cena una y otra vez como un disco rayado, si en verdad es ese “trabajo no dramático que es mejor tomarse como una experiencia audiovisual” (The New York Times), si está cargada de referencias (se habla de guiños a Godard, a Hitchcock, a Quenau, a Gris, a Burroughs), es porque se trata de una película de Jarmusch. Los límites del control cuenta el alucinado viaje por España de un criminal solitario (que así se llama: ‘Hombre Solitario’) empeñado en cumplir una misión que solo él entiende. No fue nada fácil filmarla. Jarmusch logró poner la cámara en los parajes de Almería en los que Sergio Leone filmó su trilogía del “hombre sin nombre”. Consiguió los actores que quería, Bill Murray, Tilda Swinton, Gael García Bernal, John Hurt y Paz de la Huerta, para convertir el recorrido del protagonista en un sueño del que el espectador no logra despertar. Pero se sintió apurado, tenso, mirado de reojo, porque en el cine de hoy todo el mundo se cree un ejecutivo de alfombra roja. “Consigo mi financiación fuera del país pues los estudios quieren ser tus socios en el proceso creativo —dijo hace unos días—. “No permito que el dinero haga notas en mis guiones, no permito que el dinero entre al set, no permito que el dinero entre a la sala de montaje, pero la verdad es que ahora hasta los más pequeños productores del planeta actúan como si fueran Hollywood. Algún pobre diablo está haciendo una película por 500.000 dólares e insisten en reservarse el derecho de editarla: todo parece indicar que los cuadriculados se lo están tomando todo”. “Pero yo soy terco —agregó—, y créame que voy pelear”. Y haya salido bien o haya salido mal, ya que las dos cosas pueden pasar cuando se insiste en hacer lo que nadie había hecho (cuando se es, mejor dicho, un hombre pretencioso), Jim Jarmusch se hundirá con el barco de Los límites del control porque los grandes cineastas son capitanes honorables. |



CRÍTICA LIBROS

¿Demasiados fans?

Fábula feroz

Por Miriam Cotes Benítez

Por Vanessa Rosales A.

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emasiados héroes tiene como pretexto la búsqueda del padre por parte de un hijo abandonado desde que era un niño. Transcurre en Buenos Aires y recrea, sin muchas sorpresas, el submundo de la clandestinidad en el que vivían los militantes de izquierda en Argentina durante las dictaduras militares. Los tres protagonistas, y casi que los únicos personajes de la novela son Lolé, una colombiana de clase alta que en su juventud militó en la izquierda; Ramón, el papá, un argentino de pura cepa por lo demás bastante bien caracterizado y Mateo, un joven entre tierno y play que se pregunta por la historia de su padre y cuyos interrogantes groseramente ingenuos son, justamente, el recurso que utiliza Laura Restrepo para amarrar la historia. La novela es entretenida, fácil de leer y light a pesar del tema casi mítico que aborda. De un lado, la izquierda de los años sesenta y, de otro, la saga de un hijo para encontrar al padre. Sin embargo, en ambos casos no hay grandes preguntas sobre la existencia que, claro, pertenecerían más al ámbito de tratados filosóficos a los que Laura Restrepo, pese a sus estudios universitarios, no parece estar muy inclinada. Mientras la leí tuve la eterna sensación de que la técnica se hace demasiado transparente y le quita pasión al relato. Me explico: con el discurrir de las páginas de Demasiados héroes tuve la misma sensación que al ver ciertas películas gringas: obedecen a un esquema en el que de antemano se sabe cuál escena debe incluir esto o aquello, lo que hace que uno vea simultáneamente la película y la estructura sobre la cual se monta. Aunque esto suene a desventaja, en realidad tendría alguna utilidad menor: servir como un manual para talleres de literatura en los que los aspirantes a escritores puedan despiezar un texto y entender cómo se estructura una novela que probablemente nunca hará parte de la literatura pero que sí será buena para amplios públicos. En resumen: la novela “aguanta”, como diría Mateo, pero “aguanta” es una expresión que aunque no condena a muerte tampoco salva del todo. En la larga historia de la literatura universal ha habido escritores que no solo tienen lectores, sino que también tienen club de fans. A mi memoria acuden nombres que ilustran esta afirmación: Tolstói, Mar-

M Demasiados héroes Laura Restrepo Alfaguara, 2009 260 páginas - $39.000

cel Proust y, más recientemente, Truman Capote y Paul Auster. Aunque curioso, el hecho de tener fans no necesariamente habla de la calidad de la obra. Desde mi punto de vista se trata, en la mayoría de los casos, de una ocurrencia asociada a la personalidad magnética del escritor, a su figuración en las sociedades de mecenas o a su tendencia a frecuentar reuniones del jet set o a conceder entrevistas regulares en publicaciones periódicas de farándula o no. En el caso colombiano de épocas recientes hay dos nombres que me evocan inmediatamente este fenómeno: Andrés Caicedo, el debatido escritor caleño, que fiel a sus creencias se suicidó a una edad en la que todavía podía ser un cadáver bien parecido. El otro nombre es el de Laura Restrepo, quien cuenta con un club de admiradores que no acepta que la escritora, como nos sucede a todos, tiene altibajos en su producción, momentos de mucha lucidez y otros en los que, como decía Nietzsche, “el desierto crece”. Nunca he pertenecido al club de fans de Laura Restrepo. La considero una escritora con una voz propia y, por solidaridad de género, una posición que algunos critican como si fuera un pecado capital sobre todo cuando se da entre mujeres, reconozco que ha librado importantes batallas en un país donde nosotras no tenemos demasiado espacio para hacerlo… Pero su último libro, recién salido a la venta, y que leí con la mayor apertura, es decir, sin esperar encontrar una obra magna de la literatura pero tampoco apostando a que lo que iba a leer caería en esa barbarie literaria en la que con demasiada frecuencia caen ciertos escritores colombianos de los últimos años, tampoco logró que me suscribiera entre sus adoradores.

adera salvaje es la incursión literaria de un escritor forjado en el lenguaje cinematográfico. Tiempo atrás, Santiago Andrés Gómez creó, en su natal Medellín, una corporación de cine destinada al frenético deseo que él y sus amigos compartían por la creación fílmica. Se llamaba así: Madera salvaje y era el intento de materializar la conciencia rebelde, el brío existencial y la vida delirante que los mecía en esa Medellín revoltosa de los años noventa. La trama tiene un comienzo ordinario: una tribu de amigos que se lanzan a hacer un viaje al Cabo de la Vela. Un muchacho virginal que, al principio, reacio, se aventura a solas a saborear la marihuana en una finca. El escritor delinea, con incipientes trazos, el presagio de un suicidio, el oscuro afán que incentiva a sus compañeros hacia las drogas, el amor imposible por una mujer, Clemencia, con la que comparte el deseo de hacer cine. Es un libro autobiográfico, sin camuflajes y al principio, casi insufriblemente autorreferencial. En el Cabo, Santiago conoce el sexo, la marihuana, los deseos de un suicidio. Las conversaciones resultan banales, los personajes desdibujados. Pero lentamente, el lector va superando el hastío frente a lo que parece una poética forzada. Y vendrá una historia insospechada, un descenso abismal. No libre de lugares comunes, Madera salvaje es la fábula de un calvario demencial del que el escritor emerge como Lázaro. Salvo el frenesí que a veces propicia la cadencia narrativa —ineludiblemente salpicada por una mirada cinética, de talante documental— la novela no tiene ningún virtuosismo extremo. Los loops son débiles, hay planos enlagunados y en últimas, no es una obra cuya trascendencia conmocionará. Pero la historia, con su salvajismo y visceralidad, es rescatable. La supervivencia en medio de la devastación tiene siempre su costado magnético. Y ese es, al final, el subsuelo de esta historia. Santiago comienza a ver a sus amigos sumirse en un desquiciado afán concupiscente. Un suicidio, un asesinato, roces con la mafia, un encarcelamiento injusto y el hundimiento en el ardor de la juerga, constituyen el zumbido que va abriendo en él una avidez, un entorpecedor sin sentido que tiene forma de amor sin consumar y ánimos de documentar, en film, todo cuánto bu-

lle entre ellos. Su gran amigo es Cruz, que palidece como un felino enmudecido por el salvajismo de la droga y que es siempre el camarógrafo de sus proyectos fílmicos. En uno de los intersticios de ese ruido, el joven cede también a la marihuana, prueba la cocaína con su amigo y emprende su propia senda con las sustancias. El libro, que desde el principio tiene un tono tristón va adquiriendo una hondura cada vez más melancólica. Esa brecha, ese deathwish brotan desde aquella tarde que saborea el sopor de la marihuana. Y en su lucidez, Santiago reconoce los contornos que se diluyen en la intoxicación. Entonces se encandila con la realización audiovisual. Viaja a Cartagena con sus compañeros de ‘Madera salvaje’ a filmar un documental sobre el Festival de Cine. El documental es Diario de viaje y le ganaría al autor, con unos escasos 21 años, el premio de Colcultura. Aquello inflamará su corazón con una altivez que exacerba el vacío ya sembrado en él. Y ese vacío tiene un nombre muy preciso: Clemencia. La mujer a la que ama desde los días universitarios, poseída por otro. Cuando llega el premio, Clemencia anuncia su matrimonio y Santiago se entrega al frenesí de la cocaína. Y su vida se convierte en una “mórbida fantasía”; es el deseo como un acto vacío. Y conoce la bóveda del delirio, esta vez solo, calcinado por la cocaína. Sus padres lo internan en un instituto mental. Resurge y Clemencia aparece, libre, al final. Pero su amor es un acto fallido y harán cine, en una atmósfera enrarecida que termina con una Clemencia y un Cruz enamorados. Entonces, en la aflicción de su oscura soledad, Santiago se inyecta cocaína y una luz vivificadora lo restituye.

Madera salvaje Santiago Andrés Gómez Ediciones B, 2009 174 páginas - $35.000

PA R A Q U E LEA

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scuchar a Manuel Hernández, ex profesor de la Universidad de los Andes, hoy de la Universidad Central, siempre fue una manera de entender que la literatura y la filosofía hacen parte, irremediablemente, de la vida. En Metonimias y Antinomias, el ensayista y escritor bogotano es recuperado para fortuna de la memoria que tanta falta le hace al país. Se trata de una serie de conferencias y textos dispersos recuperados gracias a algunos de sus alumnos —que también le dedican escritos en el libro— como Lucas Ospina y Carolina Sanín.

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scribir la historia contemporánea del país es una tarea que deberían asumir más a menudo los periodistas. Hace poco comenzó a circular, sin tanto bombo, este texto que recupera la terrible historia de los célebres Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) que supusieron, entre otras, el nacimiento del paramilitarismo en Colombia y el recrudecimiento de la guerra por cuenta de siniestros personajes como Don Berna, Macaco y Don Mario. Sus autores son dos jóvenes periodistas: Santiago La Rotta, redactor de El Espectador, y Natalia Morales, redactora del diario La República.


Crítica libros

En lo profundo de la selva

No mentirás

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.M. Coetzee pertenece a una curiosa raza de escritores. A la dureza de su ficción, tan contraria a la mansedumbre de sus contemporáneos, hay que sumarle una rigurosa actividad como ensayista. Combinar con acierto estas dos formas de escritura no es cosa fácil ni común. Basta mirar a los que podrían ser sus pares latinoamericanos. Los ensayos de Gabriel García Márquez continúan inéditos y, por otro lado, Mario Vargas Llosa, que empezó por buen camino, terminó convertido en un opinador profesional con el riesgo latente de hablar sobre todo y decir muy poco, como sucede con su libro sobre Juan Carlos Onetti, una tesis de estudiante de maestría de literatura presentada bajo el ropaje del ensayo. En aquel libro es Onetti precisamente el que logra definir el carácter de su literatura y la gran diferencia con la de Vargas Llosa. Dice algo así como que la relación del peruano con la escritura es matrimonial mientras que la suya es adúltera o tiende al amantazgo, a la clandestinidad, a la pasión sin esperanza. ¿Cuál es la de Coetzee? No es precisamente una relación donjuanesca pero tampoco puede decirse que sea la de un solitario. Quizás tiende a la viudez. O mejor, es la de un despechado que escribe con dos manos, una destinada a la ficción y la otra a la crítica, como ocurre en Mecanismos internos, un título perfecto para el trabajo de relojero que realizó con la obra de varios escritores, entre algunos autores de Europa central. A través de sus ensayos sobre Italo Svevo, Robert Walser, Robert Musil y Joseph Roth, J.M. Coetzee traza un mapa del mal del siglo que germinó entre las dos guerras mundiales y que llevó por una vía u otra a que estos autores se extraviaran. El premio Nobel examina su obra sin condescendencia, con la seriedad de un juez que no descarta detalles para otros menores (Svevo y Walser querían ser actores antes que escritores. Svevo se sentía incómodo con el italiano literario y Walser con el alto alemán). En la rigurosidad de su estudio hay una velada y amorosa comprensión por aquellos escritores a los que la literatura devoró. No ocurre así con Sándor Márai y Walter Benjamin, a los que desnuda de manera implacable, al punto de permitirse el humor negro con el último. “Esta calle se llama calle Asja Lacis, nombre de aquella que como un inge-

Por Andrés Felipe Solano

Por Mauricio Sáenz

a luz del sol nunca tuvo un significado tan emocional. La narradora la recibe de frente por primera vez en seis años al llegar al sitio en el que el helicóptero venezolano va a recogerla. Y solo cuando ella, deslumbrada, se tapa los ojos, el lector entiende que regresa del corazón de las tinieblas. Porque en el inmenso gulag selvático el astro rey es aún más ausente que en su helado antecesor estepario, y en pleno trópico, los cautivos de las Farc malviven en medio de la oscuridad. Ese golpe de claridad se convierte, casi sin quererlo, en el clímax emocional de Cautiva, el volumen con el que Clara Rojas asume su turno de narrar su versión de los hechos que rodearon su cautiverio en la selva colombiana entre 2002 y 2008. Eso resulta sorprendente, porque los elementos del relato, que desafían la imaginación de cualquier novelista, deberían ser suficientes para mantener una tensión dramática en permanente ascenso. Clara narra en el libro hechos, a cual más impresionante, que comienzan cuando fue secuestrada por la guerrilla y llevada a lo profundo de la selva a pasar ocho años de penalidades. Un lapso interminable en el que vivió en las condiciones más lamentables, recorriendo de arriba abajo los caminos de la jungla, de campamento en campamento, en medio de las alimañas, las enfermedades selváticas, el acoso del ejército… Y cuenta cómo nada de ello le impidió concebir un hijo y dar a luz sin los más elementales requisitos de higiene, con una cesárea practicada literalmente a cuchillo, sobrevivir, perder a su bebé, doblemente secuestrado, recuperarlo y regresar sana y salva a contar su historia. Mientras tanto, refiere cómo sus compañeros de cautiverio alternativamente la amaban y la odiaban, y cómo se dilapidaba su entrañable amistad con su compañera de infortunio, la mujer por la que estaba allí, Íngrid Betancourt. Pero esos ingredientes jugosos se quedan sin cocción, pues Clara cuenta semejante historia con una prosa que a fuerza de ser sencilla y directa a veces adquiere el tono de un registro notarial. A ese texto, cuyo valor testimonial está por fue-

J Cautiva Clara Rojas Grupo Editorial Norma, 2009 251 páginas - $39.000

ra de toda duda, hay que navegarlo casi por completo para, al llegar a ese momento culminante, conseguir identificarse del todo con el enorme drama humano que representa. Porque ese libro que describe el caos del secuestro en medio de la manigua parece escrito con el bisturí del cirujano más cerebral. Clara describe sus propios sentimientos como si estuviera viendo una película que nada tuviera que ver con ella, y si bien sufrimos por su parto y su separación del niño, no hay manera de vibrar con las descripciones, o con el examen psicológico de sus compañeros cautivos, o de sus carceleros infames. Pues todo pasa por frente a nuestros ojos como una sucesión de personajes que han sido arrastrados allí por fuerza del destino, todos secuestrados, tanto los que cargan las armas como los que llevan las cadenas. Pero en ninguno de los pasajes es posible vibrar con sus motivaciones, sus deseos, sus ilusiones, sus pasiones. Todos pasan por allí como si la cosa no fuera con ellos, como si estar en la selva fuera un destino ineluctable. Y en su estilo distante, ni siquiera cuenta a fondo sus problemas con los demás secuestrados, ni su relación con Íngrid, más allá de dejar sentado que su pretendida grandeza no resiste el más mínimo análisis cuando se ve sometido a una prueba de semejante naturaleza. Al final, queda la sensación de que tenía razón quien dijo que esas cosas que pasaron en la selva allí se deben quedar. Y que si alguien ha sufrido lo que sufrió Clara Rojas, y quiere comunicarlo al mundo para que nunca más suceda, debe hacer lo que los tres secuestrados gringos cuando confrontaron el mismo deber: contratar un escritor profesional.

niero la abrió en el autor, dice la dedicatoria de Dirección única. Se supone que esa comparación es un cumplido. Stalin también admiraba a los ingenieros”. A su contemporáneo, W.G. Sebald, quizás el único que le pisaba los talones, lo saluda con desgano y suficiencia y en ensayos más puntuales se compadece de los pobres intentos de los biógrafos de William Faulkner por comprender su alcoholismo (“tal vez darle sentido a una adicción, encontrar las palabras para explicarla, darle sentido en la economía del yo, siempre será una empresa descabellada”). También se esfuerza por entender, así se trate de un logro muy menor, de dónde y por qué nace Memoria de mis putas tristes y valora su intención de “hablar en nombre del deseo de hombres mayores por chicas menores de edad, es decir, hablar en nombre de la pedofilia, o al menos mostrar que la pedofilia no tiene que ser necesariamente un callejón sin salida para el amante o la amada”. Al hacerlo, Coetzee nos entrega claves sobre sus propias preocupaciones literarias. Hay que recordar que Desgracia, una de sus novelas cumbre, en parte es la historia de un profesor, desbordado por el deseo, que tiene una relación con una alumna. Pero también hay francos y rendidos elogios a Saul Bellow, Philip Roth y en especial al que sin duda siente como su pariente más cercano, Samuel Beckett, del que afirma: “Parece definir el estado de ánimo de una era. Pero su alcance es más amplio; y sus logros, mucho más grandes. Beckett era un artista poseído por una visión de la vida sin consuelo ni dignidad ni promesa de gracia, ante la cual nuestro único deber —inexplicable, imposible de lograr, pero un deber de todas maneras— es no mentirnos a nosotros mismos”. Algo que J.M. Coetzee ha hecho a su manera.

Mecanismos internos J.M. Coetzee Mondadori 336 páginas - $36.000

PARA Q U E L EA

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ste es el conmovedor testimonio del poeta antioqueño Carlos Framb, quien ayudó a morir a su anciana y enferma madre. La narración se construye no solamente con el relato en primera persona, sino que también aparecen cartas y poemas que ayudan a reconstruir los hechos que pusieron al poeta en medio de una gran polémica que lo sindicaba de ser el asesino de su propia madre. Framb, quien terminó preso un tiempo, demuestra en estas memorias su indudable talento como escritor.

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n este libro se analiza el sicariato en la literatura colombiana de las últimas décadas. Eso que en los años noventa, por un afortunado y feliz término de Héctor Abad, terminó llamándose la “sicaresca”. Margarita Jácome, su autora, examina cómo este género se convirtió durante años en un tema recurrente hasta el cansancio en nuestra narrativa y busca, desde el discurso académico, mostrar cómo La virgen de los sicarios o Rosario Tijeras, entre otros, son creadores de un discurso que desde lo literario analiza la situación social, política y económica de Colombia.

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C R Í T I C A ci n e

Humillados y ofendidos

Puras emociones

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Por Juan Carlos González A.

ichael Haneke es el titiritero furioso. Obsesionado por la violencia y por la maldad humana, Haneke se comporta sin piedad alguna frente a sus personajes, títeres condenados de entrada por un hombre que es su creador y a la vez su principal verdugo. A diferencia de Claude Chabrol, compasivo con unos personajes burgueses que no duda también en criticar, el director alemán los culpa de generar su propia tragedia, de dar origen a sus propias miserias. Quiere castigarlos y, si le es posible, a nosotros también. Lo consigue a través de una puesta en escena rigurosa, que apela al suspenso psicológico producto de mentes enfermizas, de lastres del pasado, de personalidades fracturadas, de pequeñas y grandes obsesiones. Su cine da miedo: a veces no es bueno presenciar nuestros propios demonios interiores. Ahora encumbrado en el Olimpo de los autores consagrados con la Palma de Oro de Cannes, que obtuvo en mayo gracias a La cinta blanca (Das weisse band, 2009), tenemos la oportunidad de darle una mirada a su cine con motivo del estreno en el país de Juegos peligrosos (Funny Games, 2008), su largometraje previo. Con el, Haneke engrosa el curioso y selecto grupo de directores que han hecho remakes de sus propios filmes, tal como ocurrió con Hawks, Hitchcock, DeMille y Capra, autores que por motivos bien diversos, que iban de lo económico a lo estético, decidieron darle una nueva oportunidad a una película previamente dirigida por cada uno de ellos. Haneke había hecho la versión original en Austria en 1997 pero lamentaba que en los países angloparlantes prácticamente era desconocida ante la fobia —sobre todo en Estados Unidos— por el cine con subtítulos. Muy bien: Haneke decidió entonces hacer una versión idéntica —plano a plano— de su filme, pero ahora protagonizado por Tim Roth, Naomi Watts y Michael Pitt, y ambientado en Long Island. Lo demás es igual: la misma zozobra, la misma incomprensible anarquía que va a desbaratar el mundo feliz y sin sobresaltos de una familia que es secuestrada en su casa de campo por una pareja de psicópatas —que rememoran, como sin querer, a Alex y su alegre pandilla de La naranja mecánica— con la intención de hacerlos su-

Por Manuel Kalmanovitz

Juegos Peligrosos Director: Michael Haneke, 2007 Actores: Naomi Watts, Tim Roth y Michael Pitt.

frir. ¿Por qué los castigan? ¿Por tener dinero, por ser felices, por vivir ajenos a los sufrimientos de los demás? No lo sabemos, quizá no haya motivo alguno. Quizá los verdugos sólo quieren divertirse. Ann, George y su hijo serán ofendidos y humillados. Se les va a despojar de cualquier seguridad que posean y van a ser aplastados por una maldad física y psicológica que no conoce ni reglas ni piedad. Haneke se limita a ver cuanto sufren, como intentan sobrevivir ante tamaña odisea. En un momento dado los criminales se van y el director se queda con los personajes, observando sus reacciones, mirando como manejan a su modo el stress postraumático que los consume. El director parece disfrutar de ese dolor, de esa angustia que es ahora ante un enemigo ausente pero aún latente en el recuerdo. Pero los espectadores no vamos a presenciar esto y a quedar impunes. Haneke no va a permitirlo. Por eso nuestras expectativas frente al cine de género también van a rodar por el suelo, víctimas de un director que desea reprendernos por creer que ya sabemos que en este cine al final los malos son castigados. Pero esto no es Hollywood. Esto se maneja con otras reglas: es otro el que tiene el control —literalmente— y estamos, como Ann, a su merced y con las manos atadas. ¿Alguien podrá ayudarnos?

ómo ha sufrido el pobre Mickey Rourke. Todo para poder, en una nueva oportunidad en el trampolín de la fama (que da quién sabe a qué piscina, llena con quién sabe qué agua) dejarnos esto que es El Luchador. Es bien manipuladora esta película –pero era de esperarse viniendo de Darren Aronofsky—. En las películas de Aronofsky uno se siente lidiando con algún maniático callejero que lo zarandea a uno de las solapas de la chaqueta mientras le grita cosas enredadas y le salpica la cara con babitas de emoción. Obviamente es un tipo apasionado que quiere que uno comparta su pasión y su punto de vista. Su punto de vista no es muy profundo, aunque sí tiene el poder de su pasión. Por eso temblequeaba tanto la cámara en Pi, El orden del caos. Por eso tanto primer plano de la cara de Mickey Rourke inexpresiva, semidestruida, en El Luchador: quiere despertar emociones. Pero al terminar la película queda la duda de la razón de todo eso, el para qué, porque son emociones que se muerden la cola. Sus películas dicen “¡Miren todos! ¡Puedo despertar emociones! ¡Qué increíble!” y ya. Las emociones no son subproductos de lo que se dice, son el plato principal. Al menos en El Luchador. Vemos acá la triste historia de Randy ‘The Ram’ Robinson, un luchador que tuvo una época dorada en los años ochenta y que ahora recorre un circuito pobretón de torneos semi caseros en gimnasios escolares o comunales. Y cuando no lucha, lo vemos haciendo labores menores en un supermercado o rogándole a su casero que lo deje entrar a su casa-trailer a pesar de no haber pagado el arriendo. En síntesis, una vida horrorosa, sin espacio para la redención y mostrada de forma extraña, sin compasión; como si quisieran restregarnos la cara contra ese horror. Y con su familia, las cosas de Randy no marchan mejor: tiene una hija a quien nunca ve y la única posibilidad romántica que aparece en el horizonte, el único rayito de sol en semejante vida gris, es una desnudista (Marissa Tomei, otro rostro salido de la bruma de los 80) reacia a salir con clientes, pero que parece sentir

cierta ternura ante la brutalidad desprotegida e inepta de él. Podría ser otra versión de La bella y la bestia, aunque en este caso debería ponerse a la bestia por delante, porque el énfasis está totalmente en Rourke y su rostro extraño, tan de operación estética fallida, tan de accidente absurdo. Pero tiene su lógica ese énfasis. Si lo importante es despertar emociones, sin importar los medios, no hay nada como un rostro que muestre claramente, verídicamente, unas cicatrices horrorosas. Es un atajo esto de usar a Rourke, pero funciona, imposible negarlo. Lo de Rourke también resuena a otro nivel: podemos verlo como una especie de mártir de Hollywood, alguien que ha sufrido y se ha sacrificado por todos nosotros, los consumidores de películas estadounidenses. Al mostrarnos su lamentable estado actual nos hace ver de lo que somos culpables, nos muestra abiertamente los monstruos que esa fábrica de los sueños echa por su puerta trasera. Y, bueno, ahí también funciona. Pero la película se queda ahí. En la emoción superficial que despierta Rourke y ese entorno deprimente donde lo pone Aronofsky. Habría hecho falta que alguien usara ese rostro no para hacernos sentir culpables o para demostrar lo terrible que puede ser una caída, sino para ampliar nuestro entendimiento sobre lo que significa estar acá ahora. Pero bueno, habrá que esperar a que alguien más lo haga.

El luchador Directores: Daren Arronofsky, 2008 Actores: Mickey Rourke y Marisa Tomei

PA R A Q U E V EA

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er de otra edad, devolverse en el tiempo, o convertirse en otra cosa, parecen ser los más frecuentes recursos que utilizan los genios que escriben las películas de temporada de vacaciones en Hollywood. En 17, otra vez, protagonizada por Zac Efron (estrella de Disney) y Mathew Perry, la idea es contar la historia de un muchacho que en sus diecisiete elige el amor sobre el deporte, y en sus treinta y tantos, frustrado, quiere retroceder el tiempo para convertirse en un promisorio atleta. Una película que todos pueden perderse.

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l amanecer de los dinosaurios es la primera película de esta saga que se hace completamente en tercera dimensión. En esta oportunidad Manny, Sid y Diego, protagonistas de La era de hielo 3 compartirán sus aventuras con un grupo de dinosaurios y con Scrat, la incansable ardilla que protagoniza los cortos, quien tendrá un papel importante en esta nueva aventura. Una sorpresa: el paisaje en esta película dejará de ser helado y se volverá selvático a medida que los dinosaurios aparecen en la historia.


CRÍTICA MÚSICA

SALE EL SOL

ELEctrónicA pArA LAS mASAS

Por Eduardo Arias

Por josé Alejandro Cepeda

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ol Okarina no es un nombre artístico. Es el nombre de pila de una compositora (de apellido Suárez) que nació y se crió en Venezuela y que desde hace bastantes años vive en Bogotá. Su trayectoria musical que comenzó en su infancia, más exactamente a los siete años de edad, cuando les pidió a sus padres que la inscribieran en clases de música. “Estuve en coros y en clases de cuatro y de órgano (aunque en realidad lo que quería estudiar era piano) y, ya en Bogotá, seguí en la Universidad Javeriana la carrera de estudios musicales, con énfasis en la producción y composición musical”. Desde sus días de estudiante ella se ha involucrado en varios proyectos. Integró el coro Ars Humana, con el que viajó a Austria y grabó un disco de música colombiana. Durante tres años formó parte de la banda de rock Zoma, que participó dos veces en Rock al Parque y en el festival Rock desde el Volcán Pululahua, en Ecuador. Trabajó en diversos proyectos musicales como Itagán, liderado por Humberto Pernett; Milch, un grupo de trip hop; formó los grupos Azul Eléctrico y La Nave, que luego se convirtió en la Nave Fénix, que como ella dice, “volvió de las cenizas y tuvo oportunidad de renacer como Fénix Projekt, un espacio muy especial para mí pues tengo mucha música que no encaja fácilmente en los esquemas de Sol Okarina. Es música que viene del ruido y de la industria, no tan fácil de digerir”. También figura en los créditos de varias grabaciones como Bambuco ácido, de Victoria Sur; Golpe de ala, de Mario Duarte; Caída libre, de Jorge Sepúlveda, y En paz, el reciente lanzamiento de Ciegossordomudos. En Soluciones para todo menos para los problemas, el álbum tributo a Hora Local, Fénix Project contribuyó con el tema “Takones”. Todo este recuento para mostrar que Sumergible no es el trabajo de una niña que de la noche a la mañana decidió grabar un cd, sino el resultado de un largo y complejo proceso creativo y de formación. Lo anterior también explica por qué en Sumergible aparecen ritmos tan disímiles a los que Sol Okarina ha logrado darles su toque personal.

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Sol Okarina Sumergible Polen – Distribuye K Discos, 2009 $32.500

Varias de las canciones que componen este trabajo las venía trabajando ella desde hace unos cuatro o cinco años. Incluso llegó a pensar que esas canciones se quedarían en un cajón. Cuando estaba a punto de irse del país para estudiar una maestría, Felipe Álvarez, de Polen Records, le propuso grabarlas y el resultado es Sumergible, donde conviven canciones introspectivas con temas muy alegres y fiesteros. El cuatro con la guitarra eléctrica y los sonidos electrónicos; el rock y el hip-hop con el bossanova y el calipso venezolano. Que no están presentes por casualidad. “El bossanova aparece porque me gusta mucho y lo he interpretado bastante. Además, desde muy pequeña en Venezuela para la época de carnaval en mi casa bailábamos samba y el calypso venezolano, que tiene mucha influencia de la samba en su sonido y se fusiona con el cuatro de los llanos”. Sol Okarina juega con la versatilidad de voz, que apoya con efectos de sonido que le permiten obtener gran cantidad de matices. Valió la pena esperar. Sol Okarina sale avante con este álbum debut. Eso sí, a los seguidores de propuestas más atrevidas nos queda debiendo el cd de Fénix Proyekt para que se plasme todo el espectro de su creación musical.

n 1988, cuatro muchachos con sintetizadores y voces convocaron más de 70.000 personas en el Rose Bowl, de Pasadena, celebrando una carrera iniciada en Basildon, Inglaterra, en 1980, cuando aparentaban ser los niños inocentes del movimiento New Romantic. La velada resumía un verano perfecto y la gira de Music for the Masses (1987), demostrando que Dave Gahan, Martin Gore, Andrew Fletcher y Alan Wilder —influenciados por figuras como David Bowie pero marcados por el pilar alemán techno Kraftwerk—, harían historia: habían logrado llevar la música electrónica (acusada aún hoy de artificial, fría y pregrabada) a los espectáculos de estadio que solo parecían destinados a rockeros de guitarras, bajo y batería (luego descubrimos que los tenores, como los papas, también estaban a la medida). Los Ángeles, ciudad que lo ha visto todo, se enteraba de que el concierto sería disco doble y documental gracias a D.A. Pennebaker, cineasta de los mejores años de Dylan hacia 1965 (Don´t Look Back), el Festival de Monterrey (1967) o el caótico retorno de John Lennon en Toronto (1969). Es decir: Depeche Mode, como sugieren esas palabras francesas, se había metido en la leyenda del pop rápido y por su cuenta. ¿A qué se debía su éxito en los años emergentes de Prince, U2 o Metallica? Tres respuestas: primero, los sintetizadores habían dejado de ser acompañamiento de bandas progresivas para ser protagonistas con consecuencias tanto artísticas (New Order) como comerciales (Pet Shop Boys); segundo, aunque sufriendo la partida de Vince Clarke (Erasure), contaba con uno de los mejores compositores de su generación: Gore (“People are People”, “Strangelove”, “Personal Jesús”, “Condemnation”); tercero, apostaban por la evolución, buena señal artística —de la candidez a la actitud industrial cercana a Art of Noise o Einstürzende Neubauten— con productores como Flood. Y algo definitivo: las imágenes del holandés Anton Corbijn, con secuencias que Breton hubiera envidiado como aquella del rey solitario que busca dónde posar su silla —“Enjoy the silence”— para su cumbre, Violator de 1990. El álbum doce de Depeche Mode se llama Sounds of the Universe y sería un pleo-

nasmo decir que es producto de madurez. Aclarando, sí, que es una muestra más de libertad en un grupo que a pesar de casi desvanecerse en los noventa —los excesos de Gahan, la partida de Wilder— sigue haciendo música no complaciente, tanto electrónica como orgánica e incluso rockera. Que si desea abrir con sonidos reminiscentes a 2001: Odisea del espacio está bien. Que si Gore vive en California, Gahan en Nueva York y Fletcher en Inglaterra ese es el mundo. Y si un Dave solista amenaza desde Playing the Angel (2005) con componer, todo es posible. El resultado, un Depeche Mode al 70% con canciones tan buenas como “Fragile Tension” o “Jezebel” en voz de Martin, y otras en que parece pensaban más en la edición especial y el dvd de turno. ¿Por qué nos gustan los sonidos de las máquinas? Quizá porque convivimos con ellas como nunca. Por eso en 2008, con cerca de 75 millones de álbumes vendidos, no sorprende que anunciaran desde el Olympiastadion de Berlín un Tour of the Universe, una gira intercontinental para estadios. Es cierto que después de tanto tiempo y con fanáticos tan respetables como los colombianos respetables, ya era hora de que separaran una fecha en octubre para Bogotá. Y así, después de todo nos enteramos que Colombia, con tres décadas de retraso, hace parte del universo. Al menos del de Depeche Mode.

Sounds of the Universe Depeche Mode Mute, 2009 $38.500

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L a Ú lt i m a

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ara hacer periodismo literario se necesita mucho tiempo y no se puede hacer gratis, pues los periodistas necesitan comer. En este momento la publicidad no cree en el periodismo web de la misma manera como cree en el periodismo impreso. Puede que las nuevas tecnologías cambien nuestros hábitos, pero las habilidades necesarias para producir periodismo literario no van a cambiar. Los valores esenciales se mantendrán: buena escritura y una excelente reportería. Si internet de alguna manera encuentra la forma de pagarles a los escritores y a los productores, es probable que aparezcan posibilidades interesantes en el campo del documental. Desde la aparición de la fotografía y el cine, el género documental muchas veces ha llegado a estar en el mismo nivel del periodismo literario. Pienso, por ejemplo, en las fotografías de Walker Evans que acompañaron el libro Let Us Now Praise Famous Men, de James Agee, durante la depresión del 29, o los documentales que preparó Pare Lorentz en la misma época, o los de Frederick Wiseman después de la década de 1960. mónica hoyos

Norman Sims es profesor de Periodismo en la Universidad de Massachusetts Amherst. Es el autor del libro Historias verdaderas: cien años de periodismo literario.

Andrés Hoyos, director del Festival Malpensante.

Corren rumores sobre el cambio de sede del Festival Malpensante. ¿Por qué se fueron al Anglo Colombiano?

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ues es bueno que corran rumores, porque en últimas son signo de interés, pero en realidad no pasó nada raro. El Gimnasio Moderno decidió correr una semana las vacaciones cortas, de modo que este año comienzan el 26 de junio. El festival, por su parte, necesita hacerse en un puente, y en julio el único es el del 20, que es móvil y cae en vacaciones en Estados Unidos y Europa. Así, no solo nos hubiera tocado tener dos días del festival, el jueves 25 y el viernes 26, con niños a bordo, algo muy problemático, sino que durante el proceso de instalación corríamos un riesgo de accidente absurdo. Nos pusimos, pues, a la búsqueda de alternativas y nos pareció que la sede del Anglo, con sus dos auditorios nuevos y su teatro William Shakespeare, era estupenda. Sobra decir que seguimos de amigos del Moderno y que nos quedan bellos recuerdos de las tres ediciones que hicimos allí.

El librero recomienda

Federico Torres Librería de La Residencia, Cra. 17 N.º 39-42, Bogotá

E La corte del zar rojo Editorial Crítica, 2004 854 páginas $148.900

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ste libro del historiador inglés Simon Sebag Montefiore es un gran ejemplo de lo que, citando a un contemporáneo como Simon Schama, es la labor del buen historiador: combina una investigación rigurosa y exhaustiva con una narración cuidada y atractiva. Esta biografía de Stalin y su séquito, documentada con información inédita de los archivos Stalin a la que se tuvo acceso recientemente, entrevistas reali-

zadas por el autor y el cotejo de la narraciones hasta ahora disponibles, conforma un relato muy equilibrado entre los hechos políticos, psicológicos, domésticos y económicos que rigieron las décadas brutales durante las que gobernó el Vozhd. Libro hecho a la medida para el lector interesado en algunos de los acontecimientos más importantes del siglo xx, como del lector avezado y agudo que intuya la estructura conceptual que lo sustenta.

Un tema ospinoso

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illiam Ospina se lleva el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos. Después de Ángela Becerra con el Premio Planeta y Evelio Rosero con el merecido de The Independent, parecería que Colombia es pasión. Que buena temporada para los escritores de la tierra. Una temporada de la cual habrá que ver lo que queda en el horizonte. Como dijo alguna vez Lezama Lima, “en ocasiones las victorias son muchas veces sus propias derrotas”. Hablando del Rómulo, dejemos atrás, por ahora, la polémica generada por el retiro de los autores venezolanos, las acusaciones de favoritismos chavistas y el ligero descenso de la reputación de este premio latinoamericano. Podrían ser solo habladurías de la sarcástica y dolida oposición cultural venezolana. El portal latercera.com comenta: “Julián Marías advertía que el premio se estaba politizando (…) pero el premio finalmente recayó en un libro prácticamente sin detractores”. Sin embargo, la expresión “prácticamente sin detractores”, a diferencia de, digamos, “escogida de manera unánime” o, “premiada en medio de intensos debates”, ¿no significará, en términos literarios, que Ospina ganó por la apática indiferencia del jurado, más que por su virtud? Durante mucho tiempo hemos leído a William Ospina. Comenzamos con las entregas por fascículos de sus artículos en la revista Número, de la cual él es socio fundador; proseguimos con su popular ¿Donde está la Franja amarilla?, que nos fue impuesta en algunos currículos de materias que repasaban la siempre esperada buena colombianidad; seguimos con su extenso papel semanal en Cromos; vinieron las novelas de conquistadores y la impresionante euforia nacional de nuestras madres, tías y primos y, por último, terminamos hojeando, de nuevo, sus extensos artículos en el potenciado El Espectador del domingo. Nuestra juventud y madurez, entonces, se han encontrado, una y muchas veces, ante los contornos literarios del poeta de Padua (Tolima). Este omnipresente pensador, a quien, de entrada, no debemos negarle sus virtudes de otros tiempos, al menos en el campo de la poesía, ha resultado invicto en innumerables listados de ventas de las librerías de nuestros centros comerciales favoritos, desde donde hemos presenciado, atónitos e inermes, la lenta consagración del menos mágico juglar que tiene el país. Una reseña que se hizo de Ursúa en Arcadia comenzó a darnos señales de esperanza y a sentar las bases de un miniclub de escépticos frente a la propuesta de Ospina. Una de estas reseñas, firmada por el editor Hernán Darío Correa, hacía un recorrido breve pero juicioso en el que se

ponían en evidencia los errores históricos, las manipulaciones y los manierismos que proliferan en el libro, tras lo que concluía: “Nos tememos que tanta pretensión solo ha quedado en una novedad que resucita aquel cisne cuyo cuello torció García Márquez hace años en esta confundida sociedad, tan cerca de las estrellas”. Poco antes habíamos asistido a la polémica con Alejandro Gaviria que, a propósito de Los nuevos centros de la esfera, criticó valientemente, en la revista El Malpensante, la bucólica y naif visión del mundo de Ospina que, por cierto, transcurridos los años no ha variado ni un ápice. Y es que, en cierto sentido, empieza a resultar preocupante ver que la increíble movilidad de Ospina en el terreno metacultural de nuestro país habla menos de su intensa actividad y más de su creciente poder. Un poder que le permite a nuestro autor ser a la vez gestor, político, historiador y creativo de una u otra iniciativa: ¿en qué sentido, el premio, más que ser adjudicado a un escritor, terminó entregándosele a una figura mediática de cierta afinidad política con sectores próximos a la izquierda burocrática? Sea el momento de comentar la acusación contra William Ospina, de querer presumiblemente, según nos cuenta Olga Lucía Lozano en el blog lasillavacia.com, gastarse treinta mil millones de pesos en unos globos que volarían socamilo rozo

En la era de internet, ¿cuál es el futuro del periodismo literario?

El escritor colombiano William Ospina.

bre Bogotá cargados de personas disfrazadas de próceres, pagados por la Alcaldía en el marco de las celebraciones del bicentenario de la Independencia. Si nuestro autor-gestor quisiera realmente hacer un homenaje al legado bolivariano, ¿no tenemos en frente a Ciudad Bolívar una zona a la que le caería más que bien algo de esos presupuestos? Quizás en próximas ediciones del premio, este regrese a manos de alguien dedicado a escribir —este año, por ejemplo, al finalista Roberto Burgos Cantor— y no a un novelista demagógico y, con no pocos detractores, que cada vez está más ocupado en seguir echando, a diestra y siniestra, globos de mil colores.




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