Entrega 8a Proceres de mi tierra

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Nariño,

la fuerza de las ideas

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Entrega 8/12 de las páginas informativas que complementan a Próceres de Mi Tierra.

L

a edad media terminó por los siglos XV y XVI con el renacimiento, cuando una mayor libertad trajo el renacer de las artes y se volvió a debatir sobre el concepto del hombre, su papel en la sociedad y su destino. Y es hasta el siglo XVIII, de la ilustración o de las luces, cuando se prende el debate sobre la legitimidad de las monarquías que imponían obediencia ciega a sus caprichosas órdenes. Nariño fue uno de los primeros neogranadinos que entendió la dimensión de la revolución francesa, tras leer un ejemplar de la “Historia de la Asamblea Constituyente” que logró pasar el filtro de las severas disposiciones con las que la monarquía española impedía el paso de cualquier tipo de literatura o información sediciosa hacia sus colonias ultramarinas. De inmediato inició un proceso de ilustración a sus allegados y afines políticos para establecer un gobierno aquí, en la Nueva Granada, basado en los fundamentos en que se afianzaba la constitución francesa. Tendría que recorrer un camino erizado de espinas para alcanzar el ideal que se proponía. El destierro, la cárcel, los grillos y cadenas se sucedieron, uno tras otro, durante 30 años de los 58 que duró su existencia. Ausencia de su patria, que amaba entrañablemente y de su esposa y sus hijos de los que durante años ignoró las misérrimas condiciones en que tenían que vivir. Encerrado en cárceles que eran lugares destinados no solo al castigo sino al aniquilamiento de la persona, sin agua, sin luz, sin sol y atado con cadenas que humillaban el espíritu y carcomían las carnes. Antonio Nariño hizo de sus sufrimientos una escuela en la que entendió la grandeza de la libertad, el alcance de la mezquindad de los tiranos, el dolor del hombre esclavo y sujeto al querer de otro despojado de cualquier posibilidad de defenderse, la amargura que produce en un corazón noble la ingratitud de quien retribuye con ofensas el beneficio recibido. La fuerza de un ideal de patria libre hacía desaparecer todas las barreras.

“Cuando esperaba haber mejorado de suerte poniendo en manos de V.E. mi corazón, me veo, con bastante dolor, no en calidad de detenido ínterin cumplía, sino en la de un verdadero preso, habiendo cumplido. No permita Dios que jamás me pase por la imaginación el dudar de la palabra que V.E. me dio; pero como mi estado actual es un verdadero sufrimiento, no puedo prescindir de sentirlo y representarlo a V.E. No creo, señor, que el haber presentado a V.E., con la mayor ingenuidad, la historia de mis desaciertos dé motivo a ello; esto fue lo que ofrecí, esto lo que he cumplido y por lo que se me ofreció que se olvidaría todo lo pasado y, por consiguiente, que mejoraría de suerte. Nada más tengo que agregar a V.E., sino que deseo comprobar cuanto tengo dicho con mis obras, hasta derramar la última gota de mi sangre y que espero la notoria integridad de V.E. el que el testimonio que he dado de arrepentimiento y buena fe no se convertirá contra mí, haciéndome sufrir después de haber cumplido lo que

hubiera merecido, si no hubiera presentado verdad. Suplico a V.E., con lágrimas en los ojos, se duela de mis desgracias, no son de ayer, ha más de tres años que padezco y ya no me queda otro arbitrio sobre la tierra que la piedad de V.E., o morir agobiado bajo el peso de mis trabajos. Dios guarde la importante vida de V.E. muchos años”.

Tras escaparse del primer encarcelamiento y destierro, Nariño regresó a Santafé de manera oculta; pero ante el

peligro de ser capturado decidió entregarse y confesó sus errores a cambio de que el virrey le concediera libertad condicional. Pero ello no sucedió y este es un fragmento de la carta de 1797 con que Nariño reclamó al virrey

(Del número 1 de La Bagatela, primer periódico político de nuestra historia, publicado el 14 de julio de 1811) “El desorden en que vivimos ocho o nueve meses, y algunas cosillas de que aun no nos vemos libres, han hecho pensar a algunos que nuestra transformación fue prematura. Prescindo de que nuestros mismos tiranos nos forzaron con sus impolíticos e inicuos tratamientos, multiplicados al tiempo que ya era de su propio interés el aflojar. Qué habríamos adelantado con vivir otros cien o doscientos años en la esclavitud? Embrutecernos más, acabarnos de persuadir que el americano y el africano han nacido para servir a un puñado de europeos, porque apren-

Mendinueta su incumplimiento:

dieron a matar y a engañar antes que nosotros; y de este modo es preciso convenir en que jamás llegaría el caso de que nos emancipáramos, y que semejantes a los fatuos nunca debíamos salir de la tutela. Nuestra esclavitud se habría ido redoblando, a proporción que el temor se hubiera ido aumentado en nuestros opresores. Los sucesos de Quito, la Paz y los Llanos no fueron más que el exordio de la tragedia que por segunda vez le estaba preparada a la América.”

Tras los hechos del 20 de julio de 1810, Nariño recuperó su libertad participó en el Congreso de Provincias para proponer un gobierno centralista, unido y con más fuerza para consolidar la naciente república. Propagó su idea mediante el periódico “La Bagatela” y organizó ejército para imponerla.

Hoy circulan los trajes de Antonio Nariño , espera el próximo lunes 2 de marzo a Francisco José de Caldas y su ficha técnica. Patrocinan:


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