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VALPARAISO
EN
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Claudio
LITERATURA
Solar
Latitud 33° 01' 33" S. Longitud 71° 38' 28" W. Valparaíso es algo más que un punto en la carta iluminada de los navegantes; es rosa de los vientos de los poetas y atmósfera de los cuentistas y novelistas. Con motivo del Centenario (1910), se publica en Valparaíso un texto sobre la ciudad, sus instituciones y su cultura 1 , anónimo. Conocemos así algunas referencias sobre épocas y hechos del viejo Valparaíso, desde su fundación (septiembre, 1536), por Juan de Saavedra; la guerra de 1891 (el desconocido monumento a los caídos), el bombardeo de Valparaíso por la Escuadra Española (31 de marzo de 1866), o el año de los incendios de la Aduana (1904), el "año del cólera" (1905) y el "año del terremoto" (1906). En el texto aparece un sentido homenaje al Presidente don Pedro Montt, muerto en Bologne-sur-Mer, cuando buscaba la salud en Europa. Se registran algunas colaboraciones literarias y una visión elemental del panorama intelectual porteño. Es interesante la publicación de una descripción del terremoto que, recientemente, había sufrido el puerto. Muchos años más tarde, se publica un volumen, El libro de Valparaíso2, recopilación de fragmentos históricos, resumen de otros, las instituciones gremiales, sociales, públicas, etc., el panorama literario, teatral, una cronología, fotografías de las damas ilustres porteñas, fotografías de hombres públicos, un artículo de Augusto d'Halmar sobre Valparaíso y otras composiciones de escritores de orden menor. No es un libro afortunado. Es una obra de compromiso que realizó el periodista Luis Aguirre, una miscelánea bastante despareja, una serie de crónicas VALPARAÍSO:
'Anónimo. El Centenario de Valparaíso. 1910. Luis Aguirre. El Libro de Valparaíso, Imprenta Salesiana, 1945.
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fugaces que pretendieron abarca* la vida de la ciudad y ofrecer una visión del ayer y el hoy 3 Sin duda, la obra más seria sobre la vida de la ciudad es la Historia de Valparaíso, de Benjamín Vicuña Mackenna 4 ; desde su fundación, a sus navegaciones, fisonomía del puerto, la influencia extranjera, sus gobernadores, la vida comercial; en especial, Vicuña: Mackenna se detiene en la vida colonial de Valparaíso. En general, esta es la obra a que más se ha recurrido para escribir sobre esta ciudad; muchos artículos se han publicado con escasas variaciones sobre el texto de Vicuña' Mackenna. Esta obra está complementada por otra que da a conocer el puerto en la etapa contemporánea de su autor; la historia del ferrocarril porteño, de algunos lugares, de los alrededores (situación geográfica, habitantes, leyendas, costumbres) se desliza a través de las páginas de De Valparaíso a Santiago en ferrocarril5. En la actualidad, intenta una Historia de Valparaíso el periodista Francisco Le Dantec, quien ha publicado ya algunos capítulos en el diario que dirige®. Se basa en la Historia de Vicuña Mackenna y en los testimonios de los viajeros que publicaron textos de sus navegaciones por América del Sur. La obra que consigue el periodista, más que historia propiamente tal, es una crónica viva y animada del tiempo que evoca. Un texto valioso para el conocimiento de Valparaíso es la recopilación de Postales del Viejo Valparaíso, por Hernán Carmona Vial 7 . El texto de las postales corresponde a este periodista, quien entrega una serie apretada de datos del Valparaíso de siglo en siglo. Algunos títulos permitirán una noción más clara del Album: El Valparaíso de 1741, En la era de los piratas, El Almendral de la Colonia, La Plaza Echaurren, Naufragios en Valparaíso, La escuadra chilena de 1813, El primer ascensor, Las Torpederas, El Membrillo y Playa Ancha, Los cementerios de s La edición tuvo una vida desafortunada. El señor Aguirre, por problemas económicos, n o logró rescatar de la editorial sino que unos pocos ejemplares. Con lo que no se ha perdido mucho, ya que sólo fue proyectada con u n criterio más comercial que literario o histórico. 'Benjamín Vicuña Mackenna, Historia de Valparaíso. Valparaíso, 1869-72, 2 volúmenes. Santiago, 1924-1926, 2 vols. ed. en u n volumen, Santiago, 1938. "De Valparaíso a Santiago en ferrocarril, Santiago, 1877, 2 vols. 'Publicaciones en "El Mercurio" de Valparaíso, años 1962, 1963 y 1964. 'Hernán Carmona Vial, Postales del Viejo Valparaíso, Imprenta Victoria, Valparaíso, incluye 50 postales y una Cronología de Valparaíso (pp. 51 a 54).
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Valparaíso, El Crucero de Reyes ( T u r r i ) , La Iglesia de la Matriz, etc. Está, sin duda, lo más pintoresco y característico de Valparaíso, lo que lo define por excelencia. Aparte de estas obras generales sobre Valparaíso, bueno es considerar dos valiosos trabajos con criterio científico, desde el punto de vista lingüístico: son las Memorias de Leopoldo de los Ríos, El Lenguaje Marítimo de Valparaíso (el de los pescadores y marineros, el lenguaje de las caletas y los barcos de guerra, el de los "mercárnosos" —Marina Mercante—), y de Leopoldo Sáez, Toponimia de Valparaíso8, en la que se busca el por qué de los nombres de cerros y quebradas, lugares y calles. Hay una historia silenciosa, viva y humana que se desprende de ambos ensayos. Sería interesante su publicación por lo que aportan a la realidad y conocimiento de una de las ciudades con mayor personalidad en el país. Valparaíso ha tenido una vida orientada hacia el comercio, impulsado por el ritmo de ciudad marítima. En el siglo pasado, el puerto aventajaba en ritmo económico a Santiago; las gerencias de las grandes empresas tenían su sede en el puerto. Las novelas nos suelen hablar de transacciones económicas en Valparaíso; en cambio, la poesía sólo acusa la presencia del mar y sus cerros. Muchas instituciones sociales, económicas, deportivas, nacieron en Valparaíso (las grandes gerencias de las Compañías Navieras, de Tabacos, etc., las Compañías de Bomberos y hasta el primer Club de Fútbol, por influencia inglesa). Sin embargo, la vida artística fue pobre; la ópera fue la gran afición del fin del siglo pasado y la literatura sólo despierta en torno al Centenario. No está equivocado Joaquín Edwards Bello cuando dice: "Sería error tomar a Valparaíso por una ciudad artística. Al contrario. El puritanismo y el dominio de mujeres, enemigas de la imaginación, deben ser la causa de su ausencia de gusto por el arte". Y, agrega, refiriéndose a la presencia de R u b é n Darío en Valparaíso: "Nadie fue capaz de descubrir el talento de Darío en Valparaíso. El autor de Azul arrastró su genio en busca de los cinco pesos del puchero sin encontrar la comprensión cordial. Los pueblos sin imaginación carecen de juicio crítico propio. La gente porteña, de dinero, 'El Lenguaje marítimo de Valparaíso, Leopoldo de los Ríos (1959); Leopoldo Sáez, Toponimia de Valparaíso (1963), memorias, Biblioteca del Instituto Pedagógico de Valparaíso, Universidad de Chile.
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cree que un pueblo pequeño puede vivir pidiendo cabeza prestada a los mayores y más viejos" 9 . Lo que expresaba Joaquín Edwards Bello se ha visto confirmado; a medida que el puerto decayó en su prestigio económico, dio paso a lo intelectual. Hoy día, en las temporadas de verano tienen lugar las exposiciones de arte de mayor importancia en el país y, en el resto del año, se desarrolla una intensa labor artística e intelectual a través de instituciones como Sociedad de Escritores, Asociación de Artistas (ARTCH) , Grupo Temporal, Grupo Piedra, Pro Arte, Cine-Club, etc. En esta labor no están ajenas las Universidades (de Chile, Católica, Universidad Técnica F. S. M.), los Institutos Binacionales y algunas instituciones gremiales (Instituto de Previsión, IPA, etc.). Los escritores han cogido a Valparaíso como un punto que toca una atmósfera propicia al ensueño, como elemento de exotismo, como determinismo de vida andariega. La vida del puerto, en la zona de los malecones, aparece descrita por Luis Alberto Acuña (Iquique, 1927), en su relato El Capitán: "Nací en Valparaíso . . . Cuando era muchacho, niño más bien, el puerto estaba casi igual a como lo vemos ahora, pero la bahía era diversa. Un sinnúmero de barcos entraba y salía a diario. Algunos anclaban cerca de la costa y otros más lejos. Unos terceros se ataban con gruesos cables al abrigo del malecón. Fuera de los barcos se desparramaban por la bahía botes y lanchas, además, chatas apolilladas y viejas, donde habitaban familias enteras" 10 . Para Miguel Aguirre (Santiago, 1909), Valparaíso es: "Nostálgico puerto de calor marinero, refrescado todo, por el ventilador del mar, en tu espejo se miran los navios viajeros y en tus atardeceres se pinta la ciudad" 11 . El puerto que tiene una "canción disonante de sirenas y pitos con ritmo de grúas y oleaje sin fin" —según M. Aguirre—, suele repetir, día tras día su idéntica acuarela, para el cuentista Ernesto Barrerá: "la escena era casi siempre la misma. Los barcos que atracaban cerca o distantes; la lancha de la goberna•Joaquín Edwards Bello, Valparaíso, 1955, p. 103. 10 Luis Alberto Acuña, Contrabando, 1962, p. 21. "Miguel Aguirre, Puerto Nostálgico, no, 1955, p. 9.
Fantasmas,
Ed. Nascimento, Santiago,
cuentos, Imp. Arancibia Hnos. Stgo. en 20 Poetas
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de Valparaíso,
Ed. Océa-
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ción, asmática y enjoyada de bronces como una vieja rica; las boyas que cimbraban sus amarras acostadas en el a g u a . . . " . "Al fondo de la poza, los barcos balleneros, pequeños hércules, aguardando su turno; los plateados buques de guerra; el molo de abrigo, con sus visitantes, entumecidos por el azote del viento, pero siempre dispuestos a volver. Arboladuras lejanas, cerros. Y por todas partes, el aire claro, salpicado de gaviotas" 12 . El 28 de mayo de 1957, la balsa Tahiti-Nui, que había partido el 6 de noviembre desde Tahití, naufraga antes de llegar a las islas de J u a n Fernández, que era la meta que Eric de Bischop se había trazado. U n temporal malbarató su empresa y fue rescatado por la fragata Baquedano. En Valparaíso, espera una multitud delirante al héroe del Pacífico. Su impresión está expresada en estas palabras: "El muelle estaba lleno de gente. En torno del muelle había construcciones, cuyos techos estaban negros de g e n t e . . . Me sentí de tal modo idiotizado (la palabra no es demasiado fuerte), que ante esa muchedumbre, ese despliegue de fuerzas policiales, esos militares en fila, esa banda de bronces brillantísimos, me dije u n instante: ¿Qué pasa? Llegamos en mal momento, pues parece que se espera a alguien". "Comencé a comprender cuando, subiendo algunas gradas, me hallé ante una imponente delegación de autoridades civiles y militares que, a no dudarlo, estaban allí para darnos la bienvenida, mientras miles de pechos subían y bajaban como una inmensa ola a los gritos de: "¡Viva Francia! ¡Viva Chile!". Eric va a la Intendencia. El edificio le parece "una copia de la Municipalidad de París". La recepción que da Valparaíso a aquel hombre que venía del mar es tan impresionante, que Eric (al evocar la recepción de Francia al llegar en su doble piragua polinesia "Kaimiloa" —tras difíciles peripecias oceánicas—) , exclama: "Pero había en el calor de la recepción que ahora nos daba Chile, algo que no tuvo la de mi país, algo poderoso y sutil a un tiempo, que me niego a analizar, pero que siento en lo más profundo de mi ser" 13 . Para otro extranjero, Eduardo Blanco Amor, Valparaíso es un deslumbramiento. Como español, apenas sabía de "un remoto y estúpido bombardeo" y de "un terremoto con incendio" (1906). Llega en automóvil y observa el puerto desde lo alto. "Ernesto Barrera, Un ratón de bahía, cuento en Orbita, cuentos, Ed. de la Soc. de Escritores de Valparaíso, Ed. Océano, 1960, pp. 10 y 11. 13 Eric de Bischop, Proa al Este, Ed. Zig-Zag, 1958, pp. 210 y 211.
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"No puedo substraerme al recuento de aquella grandiosidad que me quedó, como en troquel de luces, acuñada ya para siempre en las retinas; aquel espolvoreo de oro y carmín que llenaba el espacio, ocultos los accidentes de la costa por el contraluz, mientras el sol se laminaba entre el mar y el c i e l o . . ." 14 . El escritor hace detener el vehículo y se quita el sombrero. Más tarde, está en un hotel de Viña del Mar; de improviso atardece, y al mirarse en el espejo observa que allí se refleja un feérico espectáculo: "unas cataratas de estrellas, mucho más espesas e insistentes que las que le daban mortecina réplica en la altura, cayendo hasta el mar desde no se sabía dónde; elevándose en curvas arbitrarias hasta los l u c e r o s . . . " Consulta sobre esta insólita pedrería y la camarera se lo explica con una palabra: "¡Valparaíso!" . . ."¿Y cómo tan cerca?" —pregunta el escritor—, "Siempre estuvo allí" —replica la camarera. Y es la mejor frase que, sin duda, en su simpleza, se haya dicho sobre el puerto 1 5 . Los burros y los perros le llaman la atención en Valparaíso ("en los cerros de Valparaíso he visto mucha gente escuálida, pero ni un solo perro flaco") 1 6 , y es uno de los que señala el "enviciamiento" que produce la ciudad: "el puerto envicia a quien aquí viene y se queda unas semanas. Llega a convertirse en una manía" 1 7 . Don Alberto Blest Gana no desdeñó el escenario que ofrecía Valparaíso y tampoco estuvo ajeno a este "vicio del puerto". Л él llegó su ilustre padre, el Dr. Guillermo G. Blest, irlandés; desembarcó sólo con el propósito de dar una vuelta por la ciudad, al punto que dejó abordo sus instrumentos de medicina; se enamoró de la hermosa María Luz Gana, formó su hogar y fundó la Escuela de Medicina (Santiago, 1833). Don Alberto Blest Gana, en "El Ideal de un Calavera", coloca a su protagonista en el cerro Barón, en donde es fusilado tras sus románticas palabras: "Adiós amor, única ilusión de mi vida" 18 . En La Aritméti. ca en el Amor, los amantes realizan un viaje al puerto; el escenario es un poco vago, ya que interesa más lo narrativo" 1 9 . "Eduardo Blanco Amor, Chile a la Vista, Ed. del Pacífico, 1951, p. 114. и ОЬга cit., p. 115. le Op. cit., p. 125. "Op. cit., p. 135. "Alberto Blest Gana, El Ideal de un Calavera, Novela de Costumbres. Santiago de Chile, Imprenta La Voz de Chile, 1863. ie La Aritmética en el Amor, novela de costumbres, Valparaíso, Imprenta de "El Mercurio", 1860.
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Pocos son los hombres de mar que han escrito relatos de océano. No es frecuente entre nosotros un Pierre Loti, ni un Claude Farrere, es decir, un oficial de Marina que se dedique a la Literatura. Una de las excepciones es el Capitán Carlos Bowen (18841960) que escribiera con el pseudónimo de Pierre Chili. En Del Mar y la Costa, cuentos 20 , nos revela la existencia de un pirata porteño 21 . Bowen describe operaciones marineras, la atmósfera de la poza, en donde los barcos permanecen anclados, a la gira, Sus personajes cruzan por ese Valparaíso donde desfilan "boyas, buques y alcatraces y gaviotas que huían y graznaban" 22 . Pero mientras para Blanco Amor el puerto está dotado de una alegría jubilosa de luces, para Pascual Brandi Vera 23 es "Puerto triste que en sus lágrimas de luces parpadea y llora con su desconsuelo" 24 . Brandi Vera fue, por los años 1918 al 20, el vencedor en los Concursos de Canto a la Reina, poeta, cuentista y novelista, ha cogido los aguafuertes del puerto, gentes de arrabal, negocios donde está en juego la vida de burdel ("El Meteoro") y ha escuchado "la queja' de los malecones, alternando injurias, con salmos de duelo". Para él, Valparaíso es "la fuente que nunca se agota: cielo, mar y cielo" 25 . Pero más allá del cielo está el límite de la tierra, donde se mueven por igual el hombre público de bien y el delincuente solapado. De ambos nos habla Enrique Bunster 28 : Don Federico Santa María, que hizo su fortuna en París, convirtiéndose allí, por 1920, en "el Rey del azúcar en la Bolsa"; al morir, "empobrecido" —malas operaciones disminuyeron casi a una décima parte su fortuna—, después de una penosa enfermedad, dejó a su país —a Valparaíso— lo que habría de ser la Universidad Técnica Santa María, con un amplio espíritu de la educación democrática 27 . Por contraste, en 1906, dos meses antes del fatídico terremoto, el puerto se conmovió por un crimen realizado por una "Carlos Bowen, Del mar y la costa, Cuentos y Crónicas, Concepción, Imprenta Gutenberg, 1926. ™El Corsario, en obra citada, pp. 3 a 14. "ЮЬга citada, p. 61. "Pascual Brandi Vera, sus obras están todas inspiradas en el puerto. Léase: La Quietud del Farellón, poemas (1919) , El Meteoro, novela, 1922; La Fogata de los Hampones, novela, 1926; Música de Puerto, poemas, 1940, etc. T o m a d o de Simple Biografía en 20 poetas de Valparaíso. Op. cit., p. 10. я О р . cit., p. 11. "Enrique Bunster, Motín en Punta Arenas y otros procesos célebres, Ed. Ercilla, 1962. "Op. cit., El rey del azúcar en la Bolsa de París, p. 173.
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mente orientada morbosamente hacia el delito: Emilio Dubois Moraley (se llamaba, en realidad, Luis Brinier Lacroix). Meditaba sus crímenes, sus víctimas fueron cuatro personas acaudaladas, de edad, ninguno capacitado para defenderse. Más tarde contrató un seguro para su criado —el cual había testado a favor de Dubois— y lo envenenó. Lo prolijo de su crimen, las anotaciones cuidadosas de las dosis, conmovieron a la opinión pública. Valparaíso no olvidó aquel fusilamiento del 26 de marzo de 1907, en que Dubois proclamó su inocencia y, sin permitir que se le vendase la vista, recomendó a los tiradores: —"Apuntad bien al corazón" 28 . La presencia de este morboso francés es un caso aislado. Ingleses, franceses, alemanes —navegantes, ilustres viajeros, científicos—, asoman por Valparaíso, dan su testimonio en libros, como John Byron, que publicara en 1768 su Relato del Honorable John Byron (comodoro de la última expedición alrededor del mundo) que contiene una exposición de las grandes penurias sufridas por él y sus compañeros en la costa de La Patagonia, desde el año 1740 hasta su arribo a Inglaterra en 1746, con una descripción de Santiago de Chile y las usanzas y costumbres de sus habitantes y además una relación de la pérdida de la fragata "Wager", de la escuadra del Almirante Anson29. Los últimos capítulos se refieren al viaje de los sobrevivientes a Valparaíso y Santiago, el regreso a Inglaterra y el fin de la aventura. A propósito de Valparaíso y Santiago, ¿hay algo que los diferencie intrínsecamente, en personalidad? J u a n Babel dice que "el puerto es el mar, la inquietud, el ajetreo comercial, el inglés con cachimba o las góndolas donde no viajan pasajeros parados. Para otros santiaguinos, es Miramar, el Recreo, el Sporting-Club, el Trocadero, los barcos que atracan, la PSNC, U otras cosas singulares y llenas de color local". "En cambio, Santiago es el corazón, es el receptáculo nacional. Desde los campos verdes de Temuco o los asoleados de Talca, desde el Norte áspero...". Ciertamente, Santiago es cosmopolita; Valparaíso posee personalidad única 30 . Así lo expresó Augusto d'Halmar, enamorado de Valparaíso, quien en su afecto por el puerto llegó a afirmar que había nacido ®Op. cit., Emilio Dubois, artista del crimen, pp. 109 a 138. Я1 11ау una edición chilena, Zig-Zag, 1955. ""Juan Babel, "Valparaíso visto desde Santiago", La Semana Porteño, raíso, agosto 27 de 1927.
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en esta ciudad 31 . Fue en un bar del puerto dónde emprendió sus primeros viajes. "Era en el Valparaíso de la gente de mar, cerca de una plaza donde se convocaban los marineros sin contrata y donde venían a enrolarles los enganchadores" . . . Valparaíso tiene, para d'Halmar, la misma resonancia que Marsella, Madagascar, Bombay. En él está "El Bar Cinzano" —expresaba— el bar "donde todo puede suceder". Cuenta en un artículo 32 que allí conoció al oficial de marina que hizo la broma de adelantar la hora de la ciudad. Esta era marcada por u n cañonazo que se disparaba desde el cuartel naval ubicado en Playa Ancha, vecino al ascensor Villaseca. Lo disparó un cuarto para las doce, en lugar de la hora del mediodía. Las gentes corrieron, perdieron su tren, llegaron con retraso a pagar sus letras a los bancos. Se alteró la vida del puerto. El oficial fue llamado a retiro. Pero ¿qué importaba? Por unos instantes, en un gesto de humor, había tenido en sus hilos la vida de Valparaíso. Fernando del Solar (1933, Valparaíso) ha escrito sobre la vida militar del puerto. Quienes hacen el Servicio Militar no permanecen en la ciudad, como en otros destacamentos, sino que deben viajar al Norte a realizar maniobras, tal vez, recordando el desempeño glorioso del regimiento Maipo en la Guerra del Pacífico. En Estaba Escrito, Del Solar cuenta la historia de un hijo único que se pone de acuerdo con su padre para simular la muerte de su madre y así poder librarse de la obligación militar. Llegan cartas al norte hablando de la mala salud de la madre, hasta que se indica su fallecimiento. El muchacho puede así regresar a su hogar. Cuando llega a Valparaíso, su padre lo espera vestido de luto. Su madre ha muerto de verdad 33 . Pero sin duda, quien más puede ofrecernos estampas de Valparaíso, la tierra, el mar y su gente es Joaquín Edwards Bello. Nació en Valparaíso (10 de mayo de 1887), como él mismo ha expresado: "Yo nací el año del cólera (hubo varios años del m Algunos biógrafos dan a D'Halmar por nacido en el Puerto, Enrique Espinosa (El Hermano Errante, Antología de Augusto d'Halmar, Ed. Zig-Zag, 1963). Nace en Santiago el 23 de abril de 1882. 32 Augusto d'Halmar, "Valparaíso", en El libro de Valparaíso, 1945. T e m a n d o del Solar (pseudónimo de Fernando Emmeric). El cuento en referencia obtuvo el Primer Premio en u n Concurso de Cuentos de la I. Municipalidad de Valparaíso y fue publicado en "El Mercurio" de Santiago, en mayo de 1957.
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cólera), de la salida del tranque de Mena, la voladura del Puente de Cal y Canto" 3 4 . Nadie ha hablado más y mejor de Valparaíso que Joaquín Edwards Bello. En 1924, recopila unas Crónicas con el subtítulo de Valparaíso-Madrid36. Habla del Valparaíso de ayer y de hoy. El Valparaíso de ayer es "larva de ciudad, músculo, hierro y cemento; puro comercio. Sin embargo, ahí se produce el milagro AZUL de Darío, primera chispa de gracia, serpentina de ideal lanzada' desde esos cerros que fuman el hollín triste del trabajo" 3 6 . Fue en ese Valparaíso de que habla Joaquín donde se efectuó el Certamen Varela (1887); don Federico Varela propuso a don José Victorino Lastarria "una compañía de cateo intelectual". Las "lindas y valiosas joyas" que esperaba Varela fueron obtenidas: Rubén Darío ganó —junto con Pedro Nolasco Préndez— el Premio al Canto Epico a las Glorias de Chile y compartió también con Eduardo de la Barra el premio a los poemas de imitación a Bécquer. Darío estaba cesante y su amigo, Pedro Balmaceda Toro, le hizo llegar las bases del Concurso, como una manera de aportar dinero al poeta. Darío —por entonces tenía 20 años— tuvo pleno éxito tanto pecuniario como de publicidad. Viajó el poeta a Santiago a cobrar su premio, lo que le permitió lucir, más tarde, muy elegante, de ropa azul marino, corbata a la moda, sombrero lustroso y pañuelo de seda" 37 . El Canto lo había dedicado ál padre de su mejor amigo: a don José Manuel Balmaceda, quien le envió una nota diciéndole que "lo había leído dos veces" y disfrutado con él. Darío, una vez gastado su dinero, volvió al puerto. Nada le quedaba', sino la gestación de su obra que revolucionaría la lírica de habla hispana: IAZUL. Se queja JEB del puerto: "Qué tristeza tan grande ser porteño. Esta tierra sin tradiciones, sin recuerdos". En Europa un burgués vive veinte años en un mismo barrio; si sale y vuelve lo encuentra casi todo igual: la tienda, la casa, el colegio, el teatro, la iglesia". "En Valparaíso todo se f u e . . . " . Y se pregunta el escritor: "¿Cómo quedé en pie en medio de tanta ruina?" 38 . Y tiene razón. M J. Edwards Bello, "Nacimiento" en Historia Personal de la Literatura Chilena de Alone,, 2» Ed. 1962, p. 499 (Ed. Zig-Zag). "J. Edwards Bello, Crónicas, Valparaíso-Madrid, Santiago, Talleres "La Nación", 1924. M Op. cit., p. 88. "Citado por Raúl Silva Castro en Panorama Literario de Chile, Ed. Universitaria, 1961, p. 539. M J. E. B. Crónicas, p. 91.
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En Valparaíso, la picota ha demolido la tradición, la Iglesia del Espíritu Santo, las edificaciones coloniales, lugares típicos (el Café Riquet) y hasta rincones de sabor romántico ("Donde el amor muere") toman el nombre de algún lugar extranjero ("Moulin Rouge"). Poco se conserva; quizás más que nada, la personalidad del puerto: la simpatía de sus gentes que indican atentamente un lugar que se busca, un sentido de ventana abierta al mundo, sus cerros con las casas superpuestas en donde sería difícil para u n arquitecto dar examen, su sentido de calle larga, su sentido a la vez tan cosmopolita, como provinciano. Para JEB el problema de reconocimiento ha sido, tal vez, mayor: el porteño transformó hasta el mar; donde ayer anclaban los barcos, hoy se alzan casas y lugares de esparcimiento (La Plaza de la Victoria). Un día, viendo desfilar adultos, niños y militares, durante cinco días seguidos (el tradicional homenaje a Arturo Prat), un extranjero dijo que Valparaíso era "una ciudad de caminantes". Para JEB, Valparaíso es "una ciudad con alma de bombero". "Mira el incendio con gusto, primero porque es bombero, segundo porque piensa que ahí donde arde una casa vieja ha de alzarse una nueva, recién barnizada, con termosifón y calefacción y agua corriente"... "El pasado es un fantasma despreciable" 39 . El plan y cerro, para JEB es "un símbolo de la sociedad chilena" (la clase alta y la' clase baja, eso sí que aquí están invertidos los lugares que ocupan: los cerros corresponden a las clases populares). En otro tiempo, los cerros eran un peligro nocturno. Famosa por su bandidaje fue la Quebrada de la Calaguala (hoy, Pasaje Magallanes, en el Cerrón Barón). "El roto del cerro mira al plan con beligerancia" —expresa Joaquín Edwards Bello—, corroborando su opinión del clasismo porteño. ¿Cuál es la diferencia entre Valparaíso y la Costa Azul (Niza, Cannes, Mentón), con la que suele comparársele? Dice JEB: "El Mediterráneo tiene playas amables, el mar como una seda y las lomas suaves como acuarelas de un pintor primitivo. Valparaíso tiene angulosidades y extravíos de dibujo cubista" (se refiere a las piedras, a la vegetación, al mar de Valparaíso, que tienen un sentido violento, volcánico, como de elementos surgidos de un cataclismo). H u b o u n tiempo en que los incendios fueron, en Valparaíso, un buen negocio: quienes fracasaban en sus empresas, incendiaM
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ban sus establecimientos y se albergaban en una misteriosa impunidad. JEB observándolo, expresó: "el incendio es un buen negocio. Parece que la cantidad de bombas y el entusiasmo bomberil de Valparaíso no fuese hecho, sino con el fin de incrementar los incendios" 40 . La niebla forma la atmósfera del puerto y hace que Valparaíso sea "una ciudad de la niebla", JEB subraya con humor: "El nebuloso Valpo, como la nebulosa Albión. ¿Qué más queremos? Las tres chimeneas producen días grises y hasta spleen. Aquí los altos lores de la Bolsa tienen "noches negras y pesadas", como dijo Juan de Dios Peza. Un personaje de "Valparaíso, Fantasmas" 4 1 intenta soslayar este espíritu fenicio del porteño: "Poeticemos a Valparaíso —solía decir—, hagamos de la Bolsa un poema y del comercio un romance". La gran época del auge económico puso otro detalle en la fisonomía del puerto: los que querían parecer "a la moda", "modernos", pusieron a sus casas techos de calamina; pero no solamente clavaron calamina en los techos, sino en las paredes, y las casas tomaron aspectos de latas de sardinas. La de Joaquín, que conservó sus tejas, era tenida por fea. Estaba situada en El Almendral, "donde antes estuvieron los cuartos del diablo y los corrales de esclavos". En una ciudad abierta al mar, no podían faltar los naufragios. "Los alumnos radicados en Playa Ancha llegaban al liceo contando escenas de naufragios. Decían que en las rocas se veían cadáveres desnudos y bandadas de rateros. Una noche me desperté sintiendo las andanadas del mar, los pitazos de auxilio y las sirenas" 42 . El mar, en Literatura, tiene el mismo problema que en la pintura: las "marinas" no ofrecen muchas posibilidades. Sus elementos —barco, cielo y mar— entregan pocas variantes. En los poemas no se sale de ciertos pies forzados. Sergio Escobar dibuja la caleta "El Membrillo", con imágenes descriptivas: "Los botes, uva inclinada en la arena, abren amarilla carcajada de madera". "Y gaviotas, gaviotas, u n a . . . d o s . . . mil veces revoloteando como para borrar el [cielo" 43 . "Obra citada, p. 104. "J. E. P. Valparaíso, Fantasmas, p. 91. El personaje es Stepton. "Op. Cit. p. 37. a 20 Poetas de Valparaíso, Ed. Océano, Valparaíso, 1955, p. 33. 110
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La caleta pesquera de "El Membrillo", famosa por la procesión de San Pedro (29 de junio), aparece también en Hijo de Ladrón, de Manuel Rojas: unos muchachos recogen allí un extraño metal. No sólo poetas cultos cantan a este San Pedro de "El Membrillo"; el día de la procesión, los payadores entonan: "En el cielo hay un navio listo para navegar San J u a n es el marinero y San Pedro, el capitán" 4 4 . Zoilo Escobar, uno de los poetas más característicos de Valparaíso ("en este puerto, donde en cada lugar se encuentra uno con un navegante, o con una mujer hermosa, hay que tener siempre preparado un poema Al navegante y A una mujer —me decía), cantaba a su tierra de adopción (Tomé, 1875-Valparaíso, 1959): "Cerros de Valparaísol Valparaíso! Litoral de acuarelas, y espuelas de tus vientos, y el contenido mágico de la topografía de tus cerros: cada uno es un poema! Cada uno con su carácter y sus heroísmos desconocidos; y sus Romeos y sus Julietas; y sus adivinas y sus iglesias; y sus muchachas florecidas como los duraznos y las acacias! . . . 45 Otro Escobar, Humberto Escobar, entra en la ciudad misma, en la vida de sus pensiones, donde marinos retirados, gentes viejas y gastadas, rechazadas por la sociedad y sus familias, viven mimetizándose con lá atmósfera de antiguas casas46: "Daba (la pieza) "Recogido por Juan Uribe E. Contrapunto de Alféreces en la provincia de Valparaíso, Ed. Auch, p. 96. 46 Anales de la U. de Chile, 2? trimestre 1960, N? 118, p. 249. "Humberto Escobar, Este pequeño mundo nuestro, novela, Ed. Temporal, Valparaíso, s. a. p. 46.
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a la calle O'Higgins. Desde su lugar podía verse la Plaza Aníbal Pinto, el cruce de la calle Bellavista, los paneles multicolores de la avenida Brasil; y a lo lejos, bastante claro, un trozo del abigarrado cerro Barón. El amoblado moderno era más bien pobre". La pieza era, "en suma, fría e impersonal, como una casilla de correo". Tierras adentro de Valparaíso, nace en Casablanca el poeta Alejandro Galaz (1905-1938). No puede el poeta dejar de establecer la semejanza de barco de su aldea frente a la proximidad del puerto, donde fuera periodista, poeta laureado en los Cantos de Primavera, bohemio impenitente: "Esta aldea tan vieja es un barco velero que una recia tormenta arrojó a la l l a n u r a . . . Hay en todas las cosas un dolor marinero y en las almas labriegas una sed de aventura".. .47 Pero tal vez lo que más popularidad dio a Galaz fue la creación de su personaje, "Pipo", para hacer propaganda, en verso, a los cigarrillos de la Compañía Chilena de Tabacos de Valparaíso y que se publicara con el nombre de Romancero de Pipo (1935). Galaz tenía facilidad para el romance; su "Romance de Infancia", inspirado en el patio de la escuela parroquial de Casablanca, lo salvará del olvido, ya que varias generaciones repiten su " T r o m p o de siete colores — sobre el patio de la escuela — donde la tarde esparcía — sonrisas de madreselvas". A Osvaldo Gianini le llama la atención la noche del puerto y deambula por calle Blanco, plaza Echaurren, calle Clave, la de los 7 Espejos —el característico burdel porteño—: "En los 7 Espejos danza'-cocktails de hombres aburridos..." "Qué triste la calle Blanco con las sombras que agonizan: sus marineros borrachos y sus mujeres marchitas' 4 8 "Ver: Alejandro Galaz, Sonido de Flautas en el Alba, poemas, Ed. de la I. Municipalidad de Valparaíso, 1958. "Osvaldo Giannini, Amanecer en el Puerto, Vera y Gianini, Impresores, 1958, pp. 50 y 51.
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La Plaza Echaurren, punto de reunión de los marineros en retiro, de oradores populares, de charlatanes, de evangelistas, le ofrece a Gianini una abigarrada acuarela: "Aquí los t i e n e n . . . el grupo excéntrico, los seis vencidos del Nuevo Credo: las dos mujeres analfabetas, la niña tísica, el rapazuelo, el viejo erguido "que hizo la guerra" y el campesino medio epiléptico" 49 . Del mundo oscuro de los barrios surge Antonio Gómez Morel, quien en su impresionante documental El Río, hace realizar u n "viaje feliz" a su protagonista, con una prostituta al puerto, un breve paréntesis en la sordidez del drama. Gómez Morel se reveló como escritor, desde la prisión de Valparaíso, al ganar el Primer Premio de u n Concurso de la Sociedad de Escritores porteña', con su relato Doce pesos de amor50. No en busca del amor, sino en busca de la vida va González Vera a Valparaíso, cuando muchacho. Desesperado por la carencia de dinero, vende libros en la feria porteña, entre un árabe y un vendedor de repollos. Era una venta en "la subida de San J u a n de Dios. Cubrían la acera desde el plan hasta el comienzo de la falda del cerro". "Vendían carne, limones, vasijas de greda y chucherías mil, además de los frutos de la estación" 51 . Cuando un señor, montado en u n burro, se lleva el diccionario del escritor, éste "le hubiera dado un abrazo"... Luego es cobrador de tranvías en la línea Valparaíso-Viña del Mar. El carro se repleta en el terminal, la cobranza es dificultosa, las señoras se niegan a pagar cuando no tienen sencillo; toda cobranza es ofensiva. No hay vez en que no le falte dinero al cobrador. Un día, abandona el turno y se va "a vagar por los cerros del puerto". La experiencia de Valparaíso le va a proporcionar la atmósfera para el relato Una Mujer (en Vidas Mínimas) ("Las aceras del Pasaje Quillota estaban invadidas por venteros que pregonaban sus frutas a "Op. ext., p. 56. ""Alfredo Gómez Morel, El Rio, Arancibia Hnos., pp. 215 y 314 sobre Valparaíso. 61 J. S. González Vera, Aprendiz de Hombre, Ed. Zig-Zag, 1960, pp. 100 y 101.
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toda voz") 5 2 o La Copia y Otros Originalesr58: en uno de sus cuentos, un almacenero enloquece y persigue a su médico, quien huye cerro Barón a b a j o . . . Luis González Zenteno ambienta gran parte de su novela "Una lágrima para el Juez" (un condenado a muerte cuenta su drama) 54 en Valparaíso; la cuidad le hace exclamar al protagonista: "Valparaíso, circo romano, te encontré y volví a amarte". Son las calles vecinas a la Plaza Echaurren, el puerto, como un anfiteatro los que capta el escritor. Pedro González Pacheco es poeta y se hace marino; en Valparaíso, compone los himnos de algunas Escuelas de la Armada (que se publican con el nombre de Pentágono, Imp. de la Armada). El mágico puerto está en su pupila: "Desde los cerros, una mañana vi el puerto blanco y el mar era un nuevo cielo, azul, feliz, recién amanecido" —me escribe en una carta. El Capitán González muere en la Antártida, en plena juventud, en una operación exploratoria; gran parte de su obra permanece inédita. La inglesa María Graham enviuda al bordear el Cabo de Hornos. Consuela su tragedia en Valparaíso. Va, viene, escribe. De vuelta a Inglaterra, publica su Diario. Es la estampa de Valparaíso y Santiago de 182 2 55 . Le llaman la atención las tiendas de Valparaíso: "en todas partes se ven colgando las muestras de sastres, zapateros, talabarteros y posaderos ingleses; y la preponderancia del idioma inglés, sobre todas las demás lenguas que se hablan en la calle, lo harían a uno creerse en una ciudad de la costa inglesa 56 . El boticario ofrece una mezcla de científico y de brujo con "paquetes de medicinas de patente de Londres, yerbas secas y sucias vasijas de greda, hay cabezas de pescado y cueros de serpiente" 87 . Describe un hogar de la clase media del Valparaíso de 1822 y nos dice que "las supersticiones y la cocina de hoy día son decididamente españolas, a pesar de que algunos materiales de ambos son de origen netamente americanos: no es mal tipo, me parece, para caracterizar a la nación" 58 . t2
Vidas Mínimas, Ed. Ercilla, 1962, p. 94. I.a Copia y Otros Originales, cuentos, Ed. Nascimento, 1961. "Luis González Zenteno, Una lágrima para el Juez, novela, p. 141. K María Graham, Diario de residencia en Chile durante el año 1822, Ed. Del Pacifico, 1956. 6e M. Graham, Diario, T o m o i. Trad. por José Valenzuela, 1902, p. 191. "Юр. Cit. p. 196. H Op. Cit. p. 251. m
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Ramón Hidalgo trata de revivir la atmósfera del escenario de El Barón de Valparaíso, con una novela en los angustiosos días de Portales 59 . Alicia Henríquez alude a este clima de cerros del puerto: "El rostro de Valparaíso era profeso en ellos (los cerros) y podía escoger. Cada uno tenía una atmósfera, una altura, un sello, y u n latir distinto. Cerro Alegre, Cordillera, Bellavista, Mariposa, Ramaditás, Barón, Polanco, Larraín.. ," eo . Ricardo Hurtado ha escrito Romances sobre el puerto —la Iglesia de la Matriz 61 . Esta Iglesia de la Matriz, pieza histórica nacional —en su atrio se juró la Independencia; de allí partió para el destierro Bernardo O'Higgins en compañía de su madre y hermana—, ha sido elemento de poemas y novelas. El novelista Enrique Lafourcade alude a ella, en Para subir al cielo, con el nombre de "Iglesia de la Raíz". Lafourcade acerca, en esta novela, dos mundos: el sórdido y popular del puerto (el barrio de la Plaza Echaurren, el prostíbulo de Las Latas, en el cerro Santo Domingo) con la aristocracia viñamarina (los descendientes de la familia de don José Francisco Vergara, el fundador de Viña del M a r ) . Los ambientes, que el escritor conoció, están bien dados, asimismo, esa atmósfera de escalas, de quebradas, de permanente ascensión, que forma parte de lo substancial del puerto 6 2 . En Asedio, un tesorero del Partido Comunista huye a Valparaíso y procura esconderse entre los lenocinios de los cerros porteños 63 . Nicolás Latuz Ponce, en Mañana es otro día, cuento, ambienta su relato en la Plaza O'Higgins 64 . Un viajero, Hall, cruza por Valparaíso y parece encontrarse ante un mundo mágico, cuando pasa navegando frente a la costa: "mirábamos por estas quebradas misteriosas, parecía que la mirada penetrase lejos en otros mundo" 6 5 . Luis Hurtado López es secretario perpetuo del Ateneo de Valparaíso. Permanece largos años vinculado a la vida porteña. Escribe poemas y cuentos. Hurtado (1887-1954), en su cuento El M
Ramón Hidalgo, El Barón de Valparaíso, Arancibia Hnos. Stgo. 1961. "Alicia Henriquez, Perversas Intenciones, cuento, en "Orbita" Ed. Océano, Valpso., 1960, p. 40. n R . Hurtado, Romances de Valparaíso, Soc. Escritores, Valpso., 1962. e2 E. Lafourcade, Para Subir al Cielo, Ed. Zig-Zag. 1958. ®>E. Lafourcade, Asedio, Ed. Universitaria, 1956. M N. Latuz Ponce, Mañana es otro día en 10 cuentistas de Valparaíso, Ed. Océano, 1957, p. 99. "Basil Hall, General San Martin, p. 93, citado por M. Picón Salas y Gmo. Feliú Cruz en Imágenes de Chile, Ed. Nascimento, 1938, p. 74.
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Burro de Ño Jerónimo™, describe el Camino de Cintura que "abraza a la ciudad, por la altura de las quebradas, salpicadas de pintorescas casitas y ranchos descoloridos y mal techados que se sostienen por milagro y abren sus puertas y escaleras inverosímiles". El Camino de Cintura es el cordón umbilical que une a todos los cerros con su ciudad. Gabriel Lafond du Lucy, navega a comienzos del siglo xix, recala en Valparaíso y nos dice que "los marineros pasaban sus noches con el pueblo, en las chinganas que bordean el Almendral, frecuentadas por gran número de mujeres públicas" y asegura que los chilenos soportan mejor el vino que los extranjeros.. . 67 . Contra las tripulaciones arenga el poeta Oscar Lanas, en Poemas del Océano para Gente de Mar68, se queja del poco romanticismo de la gente marinera ("ignoráis el embrujo de la vida en el m a r " ) ; cuando gime el viento, "el Puerto, en leve reposo, es un pedazo de cielo tembloroso...". Roberto Hernández ha historiado un año de la vida de este Valparaíso de otro tiempo. No nos habla de un puerto tembloroso y nostálgico, pero su recuento histórico es un excelente material para quienes deseen animar crónicas con su Valparaíso en 1827, con un apéndice sobre la época 69 . Si de acento nostálgico se habla, no podría dejarse de citar a Carlos León, cuentista, novelista, que, en Las Viejas Amistades alude al puerto casi sin nombrarlo. Gran parte del escenario es una peluquería de Playa Ancha, en calle Patricio Lynch; la tertulia en los días de invierno, adquiere "estructura de entrepuente" y cuando entra Carmelo, el vendedor de mariscos, "algo popular, litoral y salobre" ingresa a la peluquería 7 0 . Esta gente conversa, bebe de vez en cuando. Es al parecer distinta de la que en otro tiempo viera Julián Mellet en sus Viajes por el interior de la América Meridional, 1808-1820; refiriéndose a nuestro puerto, dice: "no tienen muy buenas costumbres los habitantes, especialmente las mujeres; con excepción de las "Cuento incluido en 10 cuentistas porteños, Ed. Océano, 1957, p. 73. "Gabriel Lafond D u Lucy, "Quinze ans de Voyages autour d u Monde", en 5 navegantes y un astrónomo, Selec. de Manuel Rojas, Ed. Zig-Zag, 1956, p. 57. En el mismo texto se describe u n terremoto en Valparaíso. "Oscar Lanas, Poemas del Océano para gente de mar, Ed. Nascimento, 1960, p. 62. "R. Hernández, Valparaíso en 1827. Imprenta Victoria, 1927. Valpso. "Carlos León, Las Viejas Amistades, Ed. Del Pacifico, 1956.
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de alto rango distinguido o que han recibido educación son muy inclinadas a la diversión'" 71 . Los cerros de Valparaíso, con acento descarnado, la infancia lindando con la vida sórdida de los burdeles está descrita por Armando Méndez Carrasco en El Mundo Herido. Este es el aspecto no pintoresco del puerto, o idealizado, que han querido ver los poetas tomando al marinero, por ejemplo, como u n prototipo de idealismo e invitación al viaje, como en el caso de María Monvel, que cruza por el puerto y suspira: "Cuando los veo venir blancos, erguidos, ligeros, quisiera ser un momento la novia de u n marinero.. ." 72 El puerto se presta también para el exotismo: Henriette Morvan sitúa un ángulo de su novela Boomerang en Valparaíso y otro en la Polinesia (Boomerang, novela, Ed. Zig-Zag). Para Cristián Nandor, Valparaíso es "el puerto de las mil facetas" y construye su Cuarteto de Valparaíso, describiendo la Caleta el Membrillo, entrando en algunos restaurantes a probar el "caldillo de congrio" y "la sopa marinera" y haciendo un paralelo entre música y violencia oceánica 73 . Para Neruda, el viento de Valparaíso es negro, ese viento nocturno de las tempestades, de las lluvias de julio: "El viento negro de Valparaíso abre sus alas de carbón y espuma para barrer el cielo donde pasas: vienes volando" 74 . Es que por estos bares anduvo Alberto Rojas Jiménez —a quien está dedicado el poema. Los encuentros en el Restaurante Edén, los tragos en el Scandinavian, en el "Rolland", donde está la bitácora de todos los navegantes, forman parte de una espesa "Julián Mellet, Viajes, Ed. Del Pacífico, 1959, p. 82. "Francisco Galano, Los Grandes Poetas, Ed. Zig-Zag, p. 483. "Cristián Nandor (Aníbal Ponce de L e ó n ) , El Cuarteto de Valparaíso, Valparaíso, 1963. "P. Neruda, Alberto Rojas Jiménez viene volando, en "Antología". Ed. Nascimento, 1957, p. 135.
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poesía porteña asimilada a la vida' de Valparaíso mismo. ¿Quién sabe si algo de estas evocaciones —muchas en su infancia próxima a Valparaíso— hay en la Carta Océano de Rojas Jiménez? Carlos Pezoa Véliz cantó a la Vida de Puerto. En 1904 está en Valparaíso. Es secretario de la I. Municipalidad de Viña del Mar y hace clases particulares en un colegio religioso, donde chocan sus principios laicos. El colegio cancela sus servicios. Pezoa vive una frenética bohemia; pero, en el día, lee, estudia y se desespera en un trabajo con el que no se identifica. Vive en Playa Ancha, "junto a la gruta de las quebradas, donde las aguas alborotadas charlan de asuntos sin ton ni son, hay una casa de corredores donde hay palomas, tiestos con flores y enredaderas en el balcón". El poeta comparte su casa con Víctor Domingo Silva. Allí el uno ha escrito Nada y el otro, La Balada del Violin. La casa la llamaban "el palomar azul"; comían allí —según el poeta Zoilo Escobar— el plato favorito de Pezoa: "longanizas con porotos". Pezoa Véliz ve el puerto y escribe. No es una descripción epidérmica dentro de su estilo popular: "Vida de Puerto, vida de esfuerzo, vida que es digna de prosa y verso, porque es alegre, porque es de acción; vida que esparce dicha a destajo con sus mujeres, con su trabajo, con su comercio, su agitación". La descripción alcanza a personajes típicamente populares, que caracterizan el "criollismo" poético de Pezoa: "Allá en la puerta de algún tugurio dos graves viejas leen "El Mercurio" con los anteojos en la nariz; acá un muchacho que vende humas y en una esquina dos bichicumas que beben agua de sin anís". 118
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"Las conductoras de alegres trajes timan los quintos de los pasajes que les pagaron en la imperial; y las fregonas de manos toscas sirven las tazas con café... y moscas en el Mercado del Cardonal" 7 5 . No faltan las alusiones a la Compañía Naviera de la "English Company", la presencia de la ópera, la vestimenta de la época ("los dandys que usan chaqué de cola") y a la crisis económica (las empleadas de correos recibían sus sueldos en estampillas...) y no falta un detalle de su propia vida, la del poeta que en tiempos adversos "paga la pieza con buenos versos a la señora de la pensión". Un alemán viene a Chile, no trae misión oficial, no viene a hacer fortuna, sino a ver las cosas con amor, que es la única forma como las ve u n científico. Escribe u n libro detallado, prolijo, ilustrado por el pintor Rugendas, con tal precisión que aún sus datos, sus cifras son útiles para fijar la trayectoria de nuestro país. Se llama Eduard Poeppig. La versión castellana de su obra se debe a Carlos Keller, quien la ilustra con fotografías. (Lo traducido corresponde a la parte del texto que se refiere a Chile). Cuando Poeppig llega' al puerto su impresión no puede ser muy feliz. El puerto nacía. "Uno recorre la única calle que conduce al mercado, de insignificante apariencia. A ambos lados hay tiendas llenas con los productos de la industria europea, exhibidos en parte con igual buen gusto que en nuestras ciudades mayores. Alternan con las grandes bodegas de casas comerciales británicas de primer rango y con las tabernas de los marineros de las que salen sonidos que también se podrán escuchar en Londres o Hamburgo" 7 6 . El Valparaíso comercial que verá más tarde el personaje de El Socio de Jenaro Prieto, será más evolucionado, convertido en una verdadera Bolsa de valores, en un Wall Street porteño 77 . El protagonista, Julián, pasa "una noche entera entre las sábanas hostiles y con olor a mar de la Pensión Inglesa". '"Carlos Pezoa Véliz, Vida de Puerto, en "Antología", Ed. Zig-Zag, 1957, p. 68. "Eduard Poeppig, Un testigo en la alborada de Chile (1826-1829), Ed. Zig-Zag, p. 69. "Jenaro Prieto, El Socio, novela, Soc. Chilena de Ediciones, 1928, p. 65 y siguientes.
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Aparte del poeta Manuel Astica Fuentes ("he anclado en Valparaíso hace veinte años" —ha dicho), que escribe poemas descriptivos sobre las barcas, el océano, el poeta Guillermo Quiñones ha trazado hondas estampas sobre el puerto, con un lenguaje recio; es autor de La Galleta Marinera, inédita (Victoriano Lillo hizo un comentario sobre ella en Los Anales de la Universidad de Chile), ha cantado la Primavera en Valparaíso: "Desde el océano, de sal los rostros, brazos de algas, pies de co[rales, llegan los náufragos en rotas, fatídicas brújulas, por las Parcas bautizadas. Por los tifones imantadas. Por los [abismos sometidas 78 . Pero, sin duda, Salvador Reyes ha sido uno de los que más ha expresado su afecto al puerto. En Valparaíso, puerto de Nostalgia, nos habla de los bares porteños, del Club de fumadores de pipas del Bar Kiel. Está el viento "que galopa por la avenida Brasil", el mar "agazapado en las noches" y esta ciudad que cumple su máxima, "si en cualquier parte dispone de bebida, también en cualquier parte dispone de bebedor". T o d o puede suceder en esta ciudad que tiene un nombre "tan bello como Valparaíso" 79 . Es también autor de un hermoso poema sobre el puerto: "En esta playa muere la ola de la música. ¿Quién para cantar usa mi propio corazón? Ya echó el puerto su red de encendidas ventanas para pescar la tarde. La noche se abre ahora de un golpe seco en las tabernas y en los bailes de marineros. Valparaíso, palabra botada en los figones de Hong-Kong, tras los visillos de Bretaña, en las mañanas de Oslo. Valparaíso y la tormenta. Y para sus muertos, la Cruz del Sur detenida en su vuelo por la piedad" 8 0 . '"Guillermo Quiñones, Primavera en Valparaíso. En "Antología para el Sesquicentenario" de Juan Uribe E. Ediciones AUCH, № 21, 1960, p. 135. '"Salvador Reyes, Puerto de Nostalgia, Ed. Zig-Zag, 1955, p. 18. "Salvador Reyes, Las Mareas del Sur, Santiago, 1930.
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Gastón Rodríguez ;ha visto a los pescadores; para él, no son seres idílicos, sino que viven el drama del cotidiano sustento, como su personaje Pancho Latarra81 que muere en una oscura noche de pesca. Aparte de los pescadores, cargadores, marineros, hay otros personajes típicos: los "guachimanes", cuidadores nocturnos. Manuel Rojas fue "guachimán", cuando muchacho, y esta experiencia del puerto, su precoz conocimiento de la calle Clave, el núcleo de la prostitución porteña y la tristeza del puerto al atardecer, están finamente logradas en un libro emotivo, claro, como es Lanchas en la Bahía. Interesante por su apretada descripción es su visión de la Subida Clave: "Era la feria de la prostitución porteña, pero la feria pobre, habitada por mujeres vestidas con telas que se ajan tan rápidamente como ellas y tan baratas como ellas también; la feria frecuentada por los proletarios de mar y tierra, los lentos panaderos, los bulliciosos vaporinos, los vivaces zapateros, los tiznados trabajadores del dique y de las chatas; los marineros de la armada, con sus trajes azules con pantalón de campana; los hombres de mar extranjeros, japoneses silenciosos, ingleses melancólicos, yanquis con cara de puño, polisilábicos alemanes, restallantes españoles. Allí estaban también las mujeres, vestidas de mil colores, sentadas en los umbrales de las casas, mostrándose en la penumbra como flores violentas, de aroma fuerte, flores crecidas en las mareas nocturnas del puerto y regadas con la sangre de los tripulantes del océano" 82 . Carlos Rozas Larraín, que se incorpora a los relatos de mar, diseña algunos rincones porteños en El Tesoro de don Веповя; la caleta de Las Docas, desde donde se ve el faro Curaumilla y donde el pueblo cree que, en otro tiempo, los piratas escondieron sus tesoros en cuevas que aún suscitan el interés de los aventureros. Ruschenberger, u n antiguo viajero, nos habla del Itinerario de Valparaíso a Santiago84, en el tiempo de las diligencias: "Al llegar a la parte extrema del Almendral, encontramos al otro peón o postillón, con seis u ocho caballos que debían de servir de remuda en el camino". Nos habla de los fleteros, frente al desembarcadero, "basta que aparezca un inglés o un norteamericano "G. Rodríguez, Pancho Latarra, cuento en "Orbita", Op. Cit. p. 97. •"Manuel Rojas, Lanchas en la Bahía, Ed. Zig-Zag, 3? Ed. 1959, pp. 67 y 68. ««Carlos Rozas Larraín, Barco Negro, Ed. Zig-Zag, 1963, p. 149. "Ruschenberger, Noticias. Véase Imágenes de Chile, Op. Cit.
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para que se les vaya encima una media docena de ellos gritando: "you want boty — my boty very fine, a la vez que se recogen los pantalones, alistándose para echar al agua una de las chalupas. . ," 85 . Sería interesante juntar el testimonio de los viajeros extranjeros; surgirían impresiones tan curiosas como las del alemán Paul Treutler, que en sus "Andanzas de un Alemán en Chile", nos habla de unos pintorescos baños públicos de Valparaíso y del poco recato de las mujeres porteñas de ese tiempo, con las que un rubicundo e inocente germano sufría el suplicio de Tántalo. Es interesante destacar que, a mediados del siglo pasado, el estilo de la edificación del puerto correspondía, en general, al europeo, con excepción de El Almendral. En 1855, Treutler asiste a uno de los temporales más fuertes: 7 buques destrozados y más de cincuenta con daños considerables. Asiste al derrumbe de una parte del Cerro Cordillera —reblandecido por las aguas— que cae sobre la Planchada (hoy, calle Serrano) 88 . Alberto Ried es escritor y bombero. Para el terremoto de 1906 corre a Valparaíso. Vive instantes dramáticos en la ciudad que él ama, porque está junto al océano y El Mar trajo mi sangre —expresa87. Describe el sismo trágico: "Los sacudimientos sísmicos, entretanto, se sucedían con intermitencia; crujía la mole de ladrillos y el calor se hacía por instantes insoportable" 88 . Los bomberos luchan contra el incendio que destruye los pocos edificios que han quedado en pie. El Comandante Gómez Carreño, para evitar el bandidaje, ha dado orden de fusilar a todo ladrón. "Los altos muros del Gran Hotel perdieron entonces su estabilidad y se derrumbaron, sepultando bajo una montaña de escombros, los cadáveres de tres fusilados la víspera, que pendieron de faroles y postes durante toda esa noche, cual harapos humanos, bajo un letrero, torpemente escrito, en que se leía: "Por incendiarios y ladrones" 89 . Podríamos citar varios cuentistas que toman la atmósfera de este Puerto sugerente: Washington Sandovál (Cena del Recuerdo)90; Elias Ugarte Figueroa (En un rincón para rezagos), la m
Imágenes de Chile, p. 198. En el mismo texto véase, Una visita, p. 206. Paul Treutler, Andanzas de un alemán en Chile, Ed. Del Pacífico, 1958. ^Alberto Ried, El Mar trajo mi sangre, Ed. Del Pacífico, 1956. "Юр. Cit. p. 93. ®Op. Cit. pp. 94 y 95. *°W. Sandoval, Cena del Recuerdo, en "Orbita", op. cit., p. 108. M
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vida tediosa de un funcionario aduanero 91 , o quienes han escrito animadas crónicas, como Salvador Soto Rojas (Crónicas Chilenas), ambientadas en el puerto; estas "crónicas de Valparaíso" nos traen, por ejemplo, la estampa de una santa porteña, la beata doña Catalina Iturgoyen y Lisperguer, que aborreciendo el matrimonio, "por contradecirse a sí misma, contrajo su boda a la edad de 16 años" con Matías Vásquez de Acuña, gobernador de la plaza militar de Valparaíso. Su cama eran pellejos y para afearse, en una recepción oficial, se restregó los ojos con ajíes y pimientas", lo que no la libró —como a otros místicos— de ser maltratada por apariciones de Satanás 92 . Y hasta podríamos citar a autores teatrales, como Román Vial (laureado en el Certamen Varela), que en Choche y Bachicha caricaturiza a un marino inglés y a un almacenero de la esquina, italiano, en un sainete costumbrista del Valparaíso de fines de siglo. Benjamín Subercaseaux, en Chile, o una loca Geografía, ha dedicado largas páginas a Valparaíso, a sus cerros, a sus ascensores; acertada es su descripción del ascensor Simpson, uno de los aspectos típicos de Valparaíso, como el Reloj T u r r i (que fuera construida —la torre— por don Agustín Edwards, pero que tomó su nombre de una antigua relojería, donde estuviera el antiguo crucero de Reyes). "Penetramos en el ascensor (Simpson) con cierta reserva, y luego comenzamos a subir por un pozo que chorrea agua por los cuatro costados. Después de un trayecto que nos parece eterno, el ascensor se detiene un momento y entrevemos una calle; en seguida, continuamos subiendo por el techo de una casa y la luz del sol viene a deslumhrarnos después de tanta oscuridad. Renace la confianza, pero no vemos todavía en qué parará todo aquello. Por fin, el ascensor llega a su término y salimos a una especie de Minarete: una alta torre provista de un balcón circular, que a su vez está unido por un puente de cimbra a una callejuela del cerro Polanco 93 . Subercaseaux tiene razón al expresar de esta ciudad de paradoja ("no hay otra ciudad como ésta"), los que viven en ella no saben verla, apreciarla: "es una ciudad que revela su belleza solamente al que pasa por ella. Los que viven ahí no comprenden nada de nada" 9 1 . 01 Elias Ugarte F. En un rincón para rezagos, cuento, en 10 cuentistas de Valparaíso, Ed. Océano, 1957, p. 1.171. e2 S. Soto Rojas, Crónicas Chilenas, Santiago, 1913, p. 43. Ю В. Subercaseaux, Chile, o una loca Geografía, Ed. Ercilla, 1946, 7* edición, p. 199. "Op. Cit. p. 190.
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Patricia Tejeda, poetisa (Algo para Romper), habla al ronco mar de Valparaíso; a este "tragador de barcos, un toro en libertad, un grandote que hace chillar a los niños"; ella no le tiene miedo: "A mí ya no me engañas, vendré aquí por costumbre. Un poco de sal y azul no le hace daño a nadie, pero lo que es a mí, nada. Ni olas, ni algas, nada. Revienta solo!" 95 La vida de Valparaíso, su atmósfera, es elemento adecuado para novelas; sin embargo, se afirma que la novela del puerto no ha sido escrita aún. Y eso que ya hay bastantes; porque a las citadas aún podemos agregar las de Jacobo Danke: Todos Fue. ron de este Mundo96 y Hatusimé97, ambas ambientadas en Playa Ancha. La primera, de u n marinero enamorado de una colegiala de las "Religiosas Pasionistas"; la segunda, una novela juvenil, con un personaje simpático como lo es un viejo marinero que cuenta leyendas al pequeño de la casa. Quizás si una de las estampas más recias y logradas del puerto sea la obra de Ricardo Valenzuela, Viento en la Bahía, ambientada en el Bote Salvavidas (Institución fundada en 1925 por el Capitán Oluf Christiansen) y con la figura ya legendaria de Oluf Christiansen, que protagoniza increíbles salvatajes: allí está el mar vivo de Valparaíso, con sus días de temporal, sus naufragios, con el tiempo de los veleros que se fue y que hoy añoran ""Patricia Tejeda, Algo para Romper, poemas, Valparaíso, 1960, No te lo mando a decir, pp. 48 y 49. w Jacobo Danke (Juan Cabrera), Todos fueron de este mundo, Ed. Barlovento, Santiago, 1952. "Jacobo Danke, Hatusimé, novela para los adolescentes chilenos, Zig-Zag, Santiago, 1955.
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los viejos lobos de mar. Las escenas de salvataje, como las vividas por el Capitán Christiansen vuelven a repetirse: "—Cap —anunció Pino— comunican de la Gobernación Marítima que el Teotopopoulis se halla todavía en el fondeadero. Piden que vaya el Bote a reiterarles la orden de salir sin pérdida de tiempo. —¿No se han ido todavía? —bramó el capitán y descargó un terrible puñetazo en la mesa, haciendo saltar las cucharillas de café" 98 . El capitán era enérgico. "Alza arriba, trinca coy" —era la orden para su tripulación. Y los temporales más peligrosos jamás intimidaron a su tripulación. El "Cap" no usaba lenguaje diplomático, sino el del mar: "¡Otto, por última vez: di en inglés y en alemán a ese idiota que se mande a mudar!". Valenzuela describe el temporal: "Las olas arremetían furiosas contra el malecón. Cientos de personas desafiaban el viento y la lluvia con tal de ver de cerca el mar embravecido" 99 . Guillermo Valenzuela, u n telegrafista de barco que escribe relatos de mar (Mar Adentro) nos entrega a Coteto, un viejo marinero que quiere llenar "de pájaros a Pancho" (nombre cariñoso que dan a Valparaíso los navegantes) 10°. Para Sara' Vial, Valparaíso es La Ciudad Indecible101: los volantines antiguos, las escaleras de los cerros, el arco iris que dibujaron los vientos de la infancia, la niebla en las mañanas. Ella le pide al puerto: "Detén tus ascensores, no corras en el aire, suelta un rato fugaz tus pescadores". No sólo una literatura culta ha estado situando la fisonomía de una ciudad, de un territorio especial de un contorno humano único en su género. También el pueblo ha estructurado un mundo de tradición, entre campesinos y pescadores. Don Juan Uribe Echevarría ha reunido en Contrapunto de Alféreces en "Ricardo Valenzuela, Viento en la Bahia, Ed. Del Pacífico, 1955, p. 55. "Op. Cit. p. 53. ""Guillermo Valenzuela, Mar Adentro, Ed. 3 Preteles, Talcahuano, 1963, p. 27. 101 Sara Vial, La Ciudad Indecible, Imprenta Victoria, Valparaíso, 1958.
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la provincia de Valparaíso, un m u n d o de tradición insospechada. Nos habla de las fiestas tradicionales de San Pedro, Higuerilla y Montemar, para el día de San Pedro. La ceremonia tiene, espiritualmente, la necesaria alianza con el mar: En el cielo hay un navio listo para navegar, San J u a n es el marinero y San Pedro, el capitán 102 . Genaro Winett 1 0 3 tiene su Infancia desaparecida. Ella es su vida en los cerros, donde los circos eran la gran fiesta; el niño de los cerros que no comprende "por qué Valparaíso limita, al norte con el Barón y al sur con la ciudad de la muerte: Playa Ancha 104 . Allá arriba, en las casas de latas, hay siempre ropa colgada: "la lavandera es como el tripulante del agua", sobre un velero tendido al sol de las tres de la tarde en los cordeles del patio". ¿Por qué este sentido de la muerte en Valparaíso? ¿Por qué los cementerios acechan a la ciudad desde lo alto, en pleno centro? ¿Por qué unos microbuses atraviesan la ciudad con una curiosa moraleja a manera de letrero: "Los Placeres-Cementerio" (.. .a lo que conducen los placeres...). T a l vez, es esto lo que hace decir a Jacobo Danke que Valparaíso es "isla del duelo" (El Mediodía sobre las Barcas, 1948). Valparaíso tiene su historia, su crónica, su encanto. U n a gran ala de la literatura chilena —y aun extranjera— vibra con su viento. Ciudad de niños, de doble cielo —el mar, que se confunde con él, en el horizonte— cuyo nombre puede conjugarse: "Valparaniño, Valparaviento, Valparacielo.. ," 105 . 1<a
Juan Uribe Echevarría, Contrapunto de Alféreces en la Provincia de Valparaíso, Ediciones лисп, № 1, 1958, р. 96. 103 Genaro Winett (Oscar Galleguillos), Infancia Desaparecida, en 20 poetas de Valparaíso, Ed. Océano, 1955, pp. 79 a 84. ш О р . Cit. p. 83. En Playa Ancha está el Cementerio General Nf 3. ""Palabras de u n poema de Claudio Solar, sobre Valparaíso, en una exposición en homenaje a Valparaíso, organizada por el Grupo "Piedra", con la colaboración de poetas y artistas plásticos, en la Biblioteca Vicuña Mackenna, de Viña del Mar, en 1963. Es una lástima que los poemas sobre Valparaíso n o se hayan publicado (participaron, entre otros poetas, Eduardo Embry, Saria Vial, Patricia Tejeda, Luis Iñigo, Sonia Ugarte, Emnio Moltedo, etc.).
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Este es Valparaíso. Este y no otro. Valparaíso: "Medio convento, medio fortaleza deshecha" —según el decir de Vicuña Mackenna; sobre todo, "El buque de las velas desplegadas" 108 .
10 "E1 viejo escudo de Valparaíso fue reemplazado después de la Independencia. El antiguo era: "En una imagen de la Virgen del Puerto Claro, puesta de pie sobre un castillo, en honor de la patrona que ha jurado este municipio y del carácter de plaza de guerra que inviste Valparaíso, todo coronado por u n águila imperial con las alas desplegadas". Fue reemplazada, después de la Independencia, por otro en que los emblemas son u n buque con las velas desplegadas y una estrella solitaria en el cielo, más apropiado, sin duda, que aquel símbolo místico-militar de u n Valparaíso "medio convento, medio fortaleza deshecha", como decía Vicuña M a c k e n n a . . . " (Ver Mi tierra, Panorama, Reminiscencia, Escritores y Folklore, de Agustín Edwards, Soc. Imprenta Litografía Universo, Valparaíso, 1928, p. 7 1 ) . Agreguemos que el alcalde, Sr. Guillermo Winter Elizalde ha restituido, durante su periodo, el antiguo escudo que se otorgara a la ciudad por Real Cédula del 9 de marzo de 1802.
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