COVID-19, un virus que nos dejó desnudos ante nosotros mismos Toda la vida nos la pasamos en dar grandes pasos en nuestra vida, como una manera de encontrarle un rumbo y sentir que la hemos aprovechado; respondemos a interrogantes como cuál es mi nombre, quién soy, de dónde vengo, qué carrera seguir, qué familia tener, qué lugares quiero conocer. Pero qué pasa con nosotros cuando llegamos a un momento, una fase en la que no sabemos QUÉ HACER. Como seres emocionales que somos sentimos desorientación, angustia, frustración, ansiedad, depresión, en fin, una serie de emociones negativas que refuerzan una sensación generalizada de INCERTIDUMBRE. Pero lo que no nos hemos dado cuenta es que esa falta de certeza es la que nos ha acompañado toda la vida, que nos ha servido a modo de brújula para definir nuestras posibilidades, nuestras opciones, y cuando ya tenemos el panorama claro entonces tomar decisiones, ya sea de manera tibia o decidida. El procedimiento que toda la vida hemos llevado es: 1. Informarse sobre una determinada opción que se nos presenta 2. Pedir referencias u opiniones a nuestros círculos sociales para agarrar seguridad 3. Conocer un poco más sobre ese paso que vamos a dar 4. Dar el salto hacia esa opción 5. Evaluar los resultados de esa
decisión en el corto o mediano plazo. Este proceso lo hemos convertido en algo automático para sacar el día a día y en las grandes decisiones, por lo que ya no nos detenemos a revisarlo porque “si me salió bien una vez, ahora me tiene que salir bien también”. Esta automatización nos ha impedido que nos atrevamos a preguntarnos QUIÉN DEBO SER en determinado momento de nuestras vidas. Sí, nos hemos concentrado mucho en saber HACER y no tanto en saber QUIÉN SER para afrontar tal situación o tomar determinada decisión. En realidad, lo que vino a plantearnos el COVID-19 es un escenario que nos cuestionó si sabíamos enfrentar un virus global, pero más aún si el ser humano que somos está preparado en su esencia para afrontar u n a e t a p a m á s d e l a v i d a en este mundo que hemos construido (o destruido). Sinceramente, cometimos el error de concentrarnos en que lo que hacíamos le diera sentido a nuestras vidas, en lugar de haber reforzado lo que somos para saber quién debo ser en determinada etapa de la vida. Así, desde la Imagen Personal, la solución que les propongo para empezar a afrontar esta desnudez o incertidumbre que sentimos, es la ubicación de UNA FORTALEZA PERSONAL DE PODER, sí una sola, que cada uno convirtamos en el eje de cinco ámbitos: 1. Gradúe los lentes con los cuales miramos el mundo en el 2020.
2. Nos haga releer nuestro pasado con una mirada más comprensiva que nos permita valorar lo que pudimos hacer y aceptar lo que no fue. 3. Nos configure nuestra forma de SER y HACER. 4. Nos oriente en el ánimo positivo que debemos darle a cada día. 5. Nos permita tomar las mejores decisiones (dentro de lo que se pueda). Es decir, que esa fortaleza será la marca que le vamos a poner a este 2020, en el que encontraremos nuevas formas de ser y de hacer las cosas, aprender a movernos desde las limitantes y no desde la abundancia, encontrar la manera de sentir lo valioso que es un REAL RETO DE VIDA, en lugar de acomodar las circunstancias a nuestros deseos. Les recomiendo ver en Netflix la serie de Frank Sinatra quien, en el peor momento de su vida, encontró su fortaleza en el ser positivo porque “sabía que tarde o temprano vendría algo mejor”, después de perderlo todo. Finalmente, les recomiendo el curso online gratuito que la Asociación de Gerentes de Guatemala (AGG) habilitó en su plataforma en alianza con la Universidad de los Andres de Colombia, denominado “Liderazgo para la Incertidumbre”. La idea central: “Debo liderarme a mí, para liderar a otros. Juntos lideraremos la nueva forma de hacer el trabajo, que nos permitirá construir una nueva comunidad y así construir futuro”. Al final de todo, la incertidumbre no será tan mala, ¿lo creen así?
Por Alex Castillo | Agencia Imagen Pública Guatemala - AIP - | Artículo 90