Art. 67 La era de la crisis en la legitimidad del emisor

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Todos estamos de acuerdo en los avances y ventajas que trajeron las redes sociales y las plataformas digitales a los diferentes ámbitos de desarrollo de una sociedad. Pero le pregunto: ¿estábamos preparados para ese cambio?, ¿estábamos educados para ese cambio? En lo profundo de esta gran transformación que se sigue dando, también se suscita hoy un gran conflicto: LA CRISIS EN LA LEGITIMIDAD DEL EMISOR. Sí, así es, en el siglo pasado creíamos que la falta de medios, de ideas, de vías de comunicación eran los factores que nos impedían gozar de mayores libertades y de incrementar nuestra capacidad de alcance como seres humanos a una escala más amplia que nuestros círculos sociales inmediatos. Pero, a finales de la segunda década del siglo XXI, debemos darnos cuenta de que no era ese el panorama. A principios de los 2000, empezamos a visualizar un mundo en expansión, globalizado, en el que las plataformas nos proporcionaban el acceso a la información y la formación que necesitábamos y, por lo tanto, nos permitía acercarnos a más personas, empresas, países de ideas. Y esto está bien. Se dio y se está dando que cada vez más población tiene acceso a la tecnología y a desarrollar su proyecto de vida. Pero si usted mira el comportamiento de las personas en las redes sociales, se podrá dar cuenta de que el que usted y yo podamos ser ahora productores de contenido, prosumidores (o productores de material de consumo), si bien democratiza el ejercicio de nuestras libertades, no necesariamente implica que nuestra propuesta la tenga fácil entre el mar de cosas que encontramos en la Internet. Hoy por hoy, está bien que las personas individuales (comunes y corrientes) podamos decir «lo que pensamos» y poco a poco dar a conocer nuestra propuesta, construyendo nuestra legitimidad sobre la idea, producto, servicio que presentemos en nuestras plataformas digitales.

Pero resulta ser que hoy las propuestas son tan variadas que lo que dicha democratización ha provocado es que nos cueste o se nos dificulte CONFIAR en la persona o empresa que «ENCONTRAMOS EN LA INTERNET». Puede ser buena propuesta, pero también encontramos a muchos charlatanes que sencillamente se presentan mínimamente serios como para que caigamos en sus «redes» y nos engañen con un producto o servicio de mala calidad. Esta experiencia tan repetida, hoy nos hace entrar a la red con cierta desconfianza de lo que podamos encontrar, frustrando así las aspiraciones de propuestas LEGÍTIMAS que probablemente nos darían un excelente resultado, pero como están en la Internet entonces no llegamos a confiar del todo en ellas como para decidirnos a consumirlas. Esto ha provocado lo que llamo «LA CRISIS EN LA LEGITIMIDAD DEL EMISOR» en donde yo como usuario veo un mensaje, me conecto con él, pero de ahí empiezo a evaluar la legitimidad del emisor, por lo que —si entro en duda— trato brevemente de obtener más información, pero, por la cantidad de datos, no encuentro la suficiente o necesaria como para CREER Y CONFIAR plenamente en el emisor de dicha información. Diferentes autores a finales del siglo XX plantearon la importancia de la legitimidad. Uno de ellos, Suchman (1995), la definía como «una percepción generalizada de que las acciones de una organización son deseables, adecuadas o apropiadas dentro de un sistema socialmente construido con normas, valores, creencias y definiciones».

Esta definición coincide mucho con lo que es Imagen Pública, en donde un grupo de personas son estimuladas para construir en ellas un criterio de valor que provoque una opinión positiva que sea compartida en dicha colectividad y les haga tomar decisiones un poco más acertadas. Es decir, el problema que existe en lo profundo de las manifestaciones diarias en redes sociales es que «ya no se sabe a quién atribuirle la categoría de legítimo» que nos permita confiar en esa persona o empresa; este fenómeno, a la vez, nos educa sobre cómo comportarnos en la web. Con esta situación, solo nos quedará, de aquí en adelante, confiar en qué tanto las personas o empresas coinciden con nuestros valores y dejarnos guiar por nuestras emociones que, evaluadas por nuestra razón, nos conduzcan hacia propuestas con una capacidad de influencia tal que nos transmitan certidumbre de la confianza que podamos tener en ellas y en su emisor. Es así como la Imagen Pública se convierte en esa disciplina que nos permite a personas y empresas ser más estratégicos en lo que transmitimos, para que el usuario obtenga eso que necesita para identificarse y confiar cada vez más en nosotros.

La era de la crisis en la legitimidad del emisor

Alex Castillo | Máster en RSE | Lic. Imagen Pública | Consultor en Imagen Pública | Agencia IMAGINA Blog: https://alexcastilloblog.wordpress.com/ | Correo: consultor.imagenpublica@gmail.com | Artículo 67


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