Frenesí

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Alejandra Depablos


Bubok Publishing S.L., 2013 1陋 edici贸n ISBN: no disponible Impreso en Venezuela / Printed in Spain Editado por Bubok


Dedicatoria Aunque muchas personas lleguen a juzgar mi libro, les dedico esta historia a esas personas que ven mĂĄs allĂĄ de una escena indebida. A aquellas personas que son capaces de aceptar los tabĂşes.



Índice

Capítulo 1…………………………………...9 – 24 Capítulo 2……………………………...…...25 – 39 Capítulo3…………………………………..41 – 60 Capítulo 4…………………………..…..…..61 – 82 Capítulo 5……………………........………83 – 101 Capítulo 6…………………………….…103 – 132 Capítulo 7…………………………….…135 – 151 Capítulo 8……………………………….153 – 166 Capítulo 9……………………………….167 – 189 Capítulo 10……………………………....191 – 207 Capítulo 11………………………...…….209 – 217 Capítulo 12…………………………...…219 – 230 Capítulo 13………………………..……..231 – 245 Capítulo 14……………………………....247 – 270 Capítulo 15……………………...………271 – 292 Capítulo 16…………………………...…293 – 324 Capítulo 17……………………………....325 – 339 Capítulo 18…………………………..…..341 – 356


Capítulo 19…………………………...….357 – 384 Capítulo 20………………………...…… 403 – 428


Capítulo 1

Me desperté asustada. Sudando. Mis latidos eran tan fuertes que me llevé la mano al pecho tratando de calmarme. Miré el despertador que estaba encima de la mesita de noche, al lado de la cama. Eran las siete más diez minutos de la mañana. Me levanté y me dirigí al baño tambaleándome, quizás por el susto o porque aún estaba dormida. Abrí el grifo para llenar la bañera. Introduje la mano dentro del chorro de agua para calcular la temperatura. ¡Perfecto! Estaba tibia, como me gusta. Empecé por quitarme la camisa, luego dejé caer el pantalón de pijama y apoyándome de la pared salí de él. Me quede al frente del espejo de cuerpo completo mirando mí gravidez. Me quité lentamente las bragas y me volteé para entrar a la bañera. Levanté la pierna derecha, la introduje en el agua y repetí este proceso con la otra. Me siente delicadamente en la bañera que tenía una capa de


espuma en la superficie. Al recostarme, agarré mi Ipod con los auriculares y escuché “Set me on fire”. Mientras enjabonaba mis brazos y piernas, la espectacular voz de Bella Ferraro me relajaba. Pasé una mano por vientre y sentí el golpecito de cada mañana. Levanté suavemente los pliegues de mis labios formando una sonrisa alegre. Después de que la música se repitiera muchas veces, salí de la bañera. Coloqué los pies en la alfombra para no mojar el piso. Estiré el brazo para agarrar la toalla, que la enrollo alrededor de mi cuerpo. Me agaché con dificultad y quité el tapón de la tina. Vi como el agua se iba lentamente por el agujero dejando el tapón al lado del bajón. Volví a alzarme y salí del baño con los auriculares todavía puesto. Al entrar a mi habitación retiré la toalla y la coloqué en la silla que está cerca de la cama. Caminé desnuda hasta el otro lado del cuarto para agarrar la bolsa donde se encontraba mi blusa nueva de color vinotinto con los pantalones de vestir negro. Me coloqué mis zapatos de tacón bajo, me hice una coleta alta con un toque despeinado y salí de mi habitación a la cocina para desayunar. Iban a dar las ocho y no tenía mucho tiempo de llegar a la entrevista de trabajo en Cosmetic Compañy Bush, inc.


Salí del departamento. Bajé al aparcamiento y me monté en mi Audi a1 2013 cuatro puertas. Mientras me dirigía al tráfico de la ciudad, cogí un paquete de galletas de avena y me las comí mientras tatareaba la canción que sonaba en la radio. Al llegar al edificio de la empresa, estacioné el auto en un puesto de visitantes y me dirigí a la entrada. En la recepción me encontré con una rubia de ojos verdes que me pidió que tomara asiento mientras ella anuncia mi llegada. - Señorita Sara Carter – dijo la rubia por los altavoces del salón de espera. Me levanté lo más rápido que puede y me acerqué a la recepción. - Soy yo – le dije con una sonrisa en mi cara. - Tome este carnet de visitante y diríjase a la izquierda. Encontrará los ascensores. Suba al piso veinticinco y, la Señorita Vegas, le dará más indicaciones – me entregó el carnet gentilmente – ¡Que tenga mucha suerte en su entrevista! - Gracias Me dirigí a los ascensores y marqué el piso veinticinco. Estaba rodeada de empresarios y ejecutivos. Llegué a mi destino y salí del elevador.


- ¿Señorita Sara Carter? – preguntó otra rubia con ojos marrones, pelo liso y unos centímetros más alta que la primera rubia. - Sí, soy yo – me dirigí a ella con una mano en el vientre. - Diríjase por el pasillo hasta la oficina principal – dijo señalando con su dedo índice. Me fijé en sus hermosas uñas – No toque la puerta, entre y espere a que la atiendan. - Gracias Hice lo que me dijo y entre a la oficina abriendo la puerta de cristal principal. Me senté en una de las dos sillas que estaban preparadas para los visitantes. La oficina está rodeada de paredes de vidrios y tenía una gran ventana desde el piso al techo a todo lo largo de la pared. La vista era maravillosa. A la izquierda había una pared de cemento con una puerta de caoba, al lado derecho se encontraban dos sofás y una mesa de café. La oficina era más grande que mi habitación. Me quede embobada examinado cada rincón, cada detalle, hasta que la puerta se abrió. - Buenos días, Señorita Sara Carter – dijo un hombre sentándose en su escritorio – Soy el


Señor Bush, disculpe la tardanza, estaba arreglando unos asuntos pendientes. El Señor Bush, el presidente y dueño de la empresa. Un hombre joven, muy atractivo, de cabello oscuro y muy alto. Me quede embelesada mirando sus lindas manos, pasando mi vista a su hermoso cabello. Tenía la cabeza hacia abajo y no pude mirar su cara. - He leído su currículum – siguió hablando sin levantar la cabeza – Trabajó en una empresa muy buena, ¿Me puede decir por que ya no trabaja para ellos? No le preste atención. No podía concentrarme con el sexy hombre que tenía al frente. Me lo imaginé desnudo en mi departamento, pasando de la cocina la habitación, de la habitación al baño y del baño a la sala. Sus labios se movían pero no escuchaba lo que decía. Mientras más lo veía, más me excitaba. Gemí mordiéndome el labio y él levantó la cabeza, mirándome fijamente a los ojos. Subí la mirada a sus hermosos ojos azules zafiro y me quedé petrificada. Colocó su mano encima de la mía que estaba en el escritorio e inmediatamente retiré la mano sintiendo una


descarga de placer. Era imposible que un hombre que no conocía me excitara con solo mirarlo. - ¿Señorita Carter, se siente bien? - Sí… estoy…bien – las palabras de me atascaban en la garganta. - Esta muy pálida – dijo mirándome a los ojos. - Lo siento – le respondí desviando la vista a mi vientre por la sacudida del bebe. Me llevé la mano alrededor del ombligo y me di suaves palmaditas. - Le preguntaba por qué ya no trabaja en la empresa que dice su currículum – dijo frunciendo el seño. - Renuncie al trabajo hace unos seis meses por asuntos personales – subí la mirada y me encontré con la de él. - Entiendo – no me quitaba la vista de encima y eso me puso más nerviosa - ¿Está usted preparada para enfrentarse a este trabajo? - Sí, señor Bush. He tenido experiencia como asistente personal en otra empresa. - Bueno, entonces no hay nada más que hablar. Le doy el puesto – dijo mirando mis pechos. ¡Oh por Dios! ¿No puede disimular un poco? ¡Qué hombre! - ¿Está dispuesta a empezar a trabajar mañana?


- Claro, mañana estaré aquí preparada para empezar a trabajar con usted. - Mañana la veo – se levantó del asiento y me estiró la mano, como señal de cerrar el “negocio”. Me levante colocando una mano en el escritorio y la otra en mi embarazo. Cuando levante la cabeza y lo miré, tenía su vista puesta me mi vientre con un gesto de asombro. Me quede mirándolo fijamente notando su reacción, aunque era muy difícil adivinar lo que pasaba por su mente. - ¿Usted está…está embarazada? – dijo tartamudeando. - Sí - respondí – Disculpa que no se lo haya nombrado, pero… - ¿Está casada? – no quitaba los ojos de mi vientre. - No – dije con un suspiro – mi novio y yo nos íbamos a casar, hasta que nos enteramos que estaba embarazada y él se…se suicidó. No sé porqué le conté eso tan privado a un hombre que no conozco. Repentinamente subió su mirada hasta mis ojos, mirándome fijamente. Esta vez no podía leer que decían sus ojos. ¿Estaría asombrado por lo que le dije? ¿Aterrorizado? O ¿Simplemente perplejo?


- Disculpe – salí de la oficina tan rápido que no le di tiempo para que respondiera. Salí del edificio y me monte en mi auto. Aceleré tan rápido que en cuestión de segundos estaba integrada en el tráfico de la ciudad. Me desconcertó aquella reacción de mi nuevo jefe, al enterarse de mi embarazo. Ya era demasiado con la reacción que tuve al ver los ojos azules de Bush. Ahora no podría soportar esa mirada todos los días. De todas maneras no puedo dejar que esa situación me perturbara. Tenía que ir a buscar a Elizabeth Mercier, mi amiga de toda la vida, para que me ayudara a hacer las últimas compras del bebe. Me dirigí a su casa y ella se montó en el auto. - Sara – dijo al cerrar la puerta del auto y colocándose el cinturón - ¿Cómo te fue en la entrevista? - Me dieron el trabajo – le respondí palpándome el vientre – Empezare mañana. - ¡Me siento feliz por ti! Te dije que todo va a salir bien.

… Llegamos a la tienda Little Baby. Decidimos comprar una cuna de madera blanca, un hermoso mosquitero de techo, un chifonier blanco, un


armario y cambiador a juego con la cuna. Compre una Orbit Baby Bassinet Cradle G2 para colocarla en mi habitación, una tumbona Bloom Coco Stylewood Cappuccino. Me enamore de una pañalera Dash Jonathan Adler blanco y negro, Orbit infantil del bebé del asiento de coche y Car Seat Base G2 de color negro. El bebé llegaba dentro de un mes y solo había comprado los pañales. Elizabeth me ayudo a escoger un coche, dos millones de marcas y modelos diferentes, a la final nos decidimos con Vista Stroller. Con lo básico decidido, nos fuimos a la parte de decoración de la habitación. - Sara, ¿ya le preguntaste al doctor Elliot Zavarce el sexo del bebé? - Quiero que sea sorpresa, no quiero saber que es – dije buscando entre las vitrinas. - ¿Por eso estas comprando colores unisex, amiga? – preguntó Elizabeth con una lámpara Duux Mushroom en sus manos. - Sí – respondí quitándole la lámpara de las manos – ¡Me encanta, la compraré! Le di la lámpara al vendedor que nos estaba ayudando y se la llevo a donde estaban los otros artículos seleccionados. Vi un Sprout Owl Mobile de colores neutros y lo coloqué en el carrito de compras.


- Quiero que la habitación del bebé tenga un mural en una de las paredes – me volteé buscando otro artículo que me gustara. - Tengo un amigo, José David, que pinta murales – respondió Elezabeth viéndome. - ¡Genial! – sentí la sacudida del bebé, pero esta vez fue tan fuerte que me dolió. - ¿Te sientes bien? – se me acercó rápidamente agarrándome del brazo. - Sí, es solo…es solo otra vez el bebé – hice un gesto de dolor y respire profundo. El dolor se fue calmando poco a poco y seguí buscando. Me dirigí al área de telas. Agarré varios juegos de sábanas de algodón orgánico blanco y varias de colores pasteles, sin definir ningún sexo. Metí en el carrito de compras una mata de punto, otra manta que por un lado era blanca y por el otro gris con dibujitos de planetas en blanco. Escogí cuatro almohaditas blancas. Elizabeth me mostro un parachoques para la cuna de Animal Dot Tree-Tree. Elegí dos de esos de diferentes dibujos. - Eli, mira estas mantas de seguridad Issie, son hermosas – sostuve el paquete alado de mi cara con un mohín en ella – Traen de a dos.


- ¡Me gusta! – dijo riéndose de mi cara – Yo las elijo y tú buscas los baberos. Opto por seis paquetes de mantas de seguridad de diferentes diseños y yo opte por cuatro paquetes de baberos Dwell de tres. Ya teníamos muchas horas en la tienda y decidimos apurarnos para ir a almorzar. Compre el esterilizador teteros a vapor eléctrico, varios biberones Avent de diferentes tamaños y modelos, el Avent Comfort Double Breast Pumping y un chupete Hevea ortodoncia de estrella y luna. Pagamos y nos dirigimos a un restaurante para comer. Mientras comía se me vino a la mente la mirada de Bush al ver mi vientre abultado. Quería llamarlo y decir que no aceptaría le trabajo, pero me detiene esa sensación que sentí cuando entro a su oficina. Ese hombre despertó en mi algo que no sabía que tenía. - ¿Quieres que te ayude a dejar las compras en tu departamento? – preguntó Elizabeth gusto antes de meterse un bocado a la boca. - Sé que tienes cosas que hacer – le respondí bajando el tenedor al plato – Le pediré ayuda al vigilante del edificio.


Terminamos de comer y la lleve a su casa. Me dirigí a mi departamento y le pedí al vigilante que me ayudara con las compras, como le dije a Elizabeth. Subí al elevador con algunas pequeñas bolsas de papel de la tienda Little Baby. Llegue a la planta doce y me dirigí al la puerta 35C. Dejé las llaves en el perchero de llaves y las bolsas en el mueble. Me encaminé al baño para échame una ducha rápida. Antes de meterme bajo el agua, agarré mi Smartphone y le envié un mensaje rápido a mi madre: “Ya tengo trabajo”. Dejé el celular en la encimera blanca del baño. Al meterme en la ducha, Bush, se me metió en la mente. Destrozándome con aquella mirada fría. Mientras el agua caía en mis hombros, me acariciaba mi vientre con las dos manos, sintiendo a la vez los movimientos de mí little creature. Cerré el grifo y salí del baño a mi habitación, mojado todo a mi paso. Alcance la toalla que había usado esta mañana y me seque el exceso de agua. Busque unas bragas de embarazada, me las coloque y salí de la habitación con los pechos al aire. Agarre mi celular y me puse a jugar Candy Crush sentada en el sofá. Me quedé dormida en cuestión de minutos.


Me desperté de repente. Escuché unos sonidos en la cocina y me alce lo más rápido posible del sofá. Me di cuenta que el celular que había dejado en encima de mí, estaba en la mesa de café. Miré y vi que en el perchero de chaquetas que estaba cerca de la entrada, tenía un chaleco de traje de hombre. Me asusté. Caminé hacia la cocina y me encontré con mi jefe. Bush, el hombre sensual que me dio trabajo hoy en la mañana. - ¿Qué estás haciendo en mi departamento? ¿Cómo entraste? – dije con rabia. Él se me quedo mirando mis pechos, cuando baje la mirada a ellos, me di cuenta que seguía desnuda. Desvestida al frente de Bush, hiso que produjera un grito ahogado y, tapándome las pezones con el brazo derecho y con la mano izquierda me tape la boca salí corriendo a mi habitación. Busque mi shock ajustado de pijama gris con rayas blancas. Agarré la camisa larga gris con escote pronunciado en V, y la bata abierta de manga tres cuartos que hacía juego con el conjunto. Devuelta en la cocina, vi un plato con la cena cérvida en la mesa de desayuno. No vi a mi jefe por


ningún lado, pero eso no me importó y me lance a por los panqueques con miel y mantequilla. Me senté en la banqueta alta de madera, con ayuda del tenedor y el cuchillo rebané un bocado y me lo comí. El sabor era delicioso. Nunca había probado una comida tan buena hecha en casa, no que yo recuerde. - ¿Te gusta? – apareció en el marco de la puerta. - ¿Cómo entraste? – dije comiendo otro bocado. - Soy dueño de este edificio – caminó y se sentó al mi lado sin quitarme los ojos de encima. - Eso no te da derecho de invadir la privacidad de los propietarios. - No estoy invadiendo la privacidad de los propietarios – hiso una pausa y siguió – Tenía que verte y esta fue la manera en que solucioné mis ansias. - Mañana empezaré a trabajar con usted y me verá todos los días – le dije bajando los cubiertos. - No pares de comer, por favor – lo miré con mala cara.


No le hice caso y aparte la comida de mi. Agarró el plato y los cubiertos, lo acercó a él y cogió un bocado. Cambió el tenedor de mano y me lo dirigió a la boca. - Come por favor – musitó – Me gusta verte comer. Lo haces con gusto. Conozco muy pocas mujeres que como así. - Estoy embarazada, Bush – dije palpándome el abdomen. Volvió a colocar la misma mirada de esta mañana cuando se enteró que estaba embarazada. Sus ojos se enfriaron rápidamente y los Cerró con fuerzas. - ¿Por qué? – pregunté - ¿Por qué, que? – respondió sin abrir los ojos. - ¿Por qué reaccionas de esa forma cuando te digo que estoy embarazada? Al pronunciar las palabras soltó el tenedor en el plato haciendo ruido. Se levantó de la banqueta y se dirigió a la salida sin decir ninguna palabra. - Matthew – masculle a su espalda. Él se detuvo pero no se voltio. Agacho la cabeza y salió del apartamento. Me quede inmóvil, viendo la puerta cerrada. Sentí un escalofrió que me corrió por todo el cuerpo al recordar su reacción. ¿Había tendido una


mala experiencia con embarazos? ¿Sentía miedo? Tenía que pregúntale algún día. Me fijé en uno de los sofás y vi varias bolsas de papel de la tienda piccolo bambino ogni giorno. Las abrí y observé un Hare bebé peine y cepillo conjunto, un set de recién nacido de marca Mustela, una toalla con capucha 3 Brotes de elefante fucsia y otra toalla con capucha 3 Brotes de tigre. En otra bolsa de papel un poco más grade habían pañales Gdiapers y junto con ella muchos peluches de diferentes animales. Sí Matthew Bush había tenido una mala experiencia con embarazos, no lo mostraba. ¿Cómo podía saber lo que me faltaba por comprar? ¿Me estaba siguiendo? ¿O tenía acceso a mi tarjeta de crédito? Era un hombre con mucho poder, podía conseguir cualquier información. Lleve lentamente las bolsas a la habitación que estaba al frente de la mía. Al terminar me metí en mi cama tratando de dormir. Algo me incomodaba, el bebé estaba moviéndose mucho y no me dejaba dormir. Iban a dar las once cuando me levanté y tomé una pastilla para relajarme.


Capítulo 2

A la mañana siguiente, me desperté con un fuerte dolor de espalda. Tarde en levantarme de la cama para asistir a mi primer día de trabajo. Me metí al baño, me di un baño rápido y salí a vestirme. Cuando ya estaba lista, salí del apartamento sin desayunar. Me senté en mi escritorio a las ocho y treinta. Saqué de mi bolsa de papel un cuadro de mesa con fotos de mi madre, Elizabeth y otro de la primera foto del bebé en mi vientre. Al terminar de decorar mi mesa a mi estilo, saqué mi Smartphone y leí el mensaje de mi madre: “Hola cariño, buena suerte en tu primer día de trabajo. Te llamo luego”. Le respondí el mensaje dándole las gracias y haciéndole saber que esperaba con ansias su llamada. Matthew Bush entró a su oficina con un maletín en la mano derecha. Dejó su maletín encima de uno de los sofás negros y se apresuró a sentarse en su mesa. Me obligue a quitarle los ojos de encima


para revisar el correo. Sonó el teléfono de la mesa y conteste. - Buenos días, oficina de Bush, le habla Sara Carter. - Si no estás ocupada – levante la mirada por encima del monitor y lo vi hablando por teléfono con los ojos puesto en mi – Ven a mi oficina, por favor. - Enseguida voy – dije levantándome de la silla y acomodándome la camisa que se había subido unos centímetros. Dejé el teléfono en su base y me apresuré a entrar por la puerta de vidrio. - Entra y cierra la puerta – dijo Matthew mientras avanzaba – Toma asiento. Vi como los vidrios que rodean la oficina se oscurecían hasta quedar completamente oscuros. - Buenos días señor – dije apartando la silla de la mesa para sentarme en ella. - Puedes tutearme – espetó reclinándose en su silla - Lo siento, no me siento tan… - Ayer te vi desnuda, Sara – un brillo brinco en sus ojos azules – Creo que ya tenemos suficiente confianza para tutearnos. Me quedé helada por unos segundos.


- Fue un accidente. - Un agradable accidente – levantó suavemente la comisura de sus labios. - ¿A dónde quiere llegar? – sentí como me ruborizaba. Se levantó de su asiento con una encantadora sensualidad, y giró la silla donde estaba dejando gusto al frente de él. Se me acercó colocando su boca a centímetros de la mía. Posó su mano en mi mejilla derecha y arrastró mi labio inferior con su pulgar. Me quede inmóvil, deseando que me besara. Agarro mi labio con sus dientes y lo mordió sensualmente. Repitió el proceso unas dos veces más hasta que me beso con frenesí. Respondí a su beso y me fui levantando de la silla poco a poco para profundizarlo. Invadió mi boca con su lengua y solté un gemido que me estremeció. Metí mis manos por debajo de su chaleco y le rodee la cintura con mis brazos. Metió su mano por mi cabello y jaló hacia atrás, posó su otra mano en mi culo apretando con fuerza. El bebé se movió fuertemente y Matthew se detuvo, bajando su mirada a mi vientre. Me miro directamente a los ojos y vi como el brillo se marchaba de los suyos. Dejo caer sus manos a cada


lado de su cintura. Bajé la cabeza y sollozando le dije: - Lo siento. No quería… Levantó mi cabeza con sus manos y me restregó una lágrima por mis mejillas. Sus ojos se ablandaron. - No llores, por favor – dijo atrapando otra lágrima que corría por mi cara. - Son las hormonas. - ¿Las qué? - Una mujer embarazada es muy sensible – le dije - Ah, claro – dio un paso para atrás - No debí haberte respondido. Lo siento, fue un impulso – mientras me palpaba la barriga muy despacio – Debo volver a mi puesto de trabajo, si ya ha terminado conmigo… Se me lanzo encima tomándome por culo y alzándome del suelo. Le rodee el cuello con los brazos y la cintura con las piernas. Metió su lengua en mi boca y profundizo el beso. Paso de mis labios al cuello y del cuello a un poco más abajo. Gemí y se estremeció. Sentí su erección prensando la cremallera de su pantalón, sintiéndolo a través de la fina tela de mi leggings negra.


Me sentó con cuidado en el sofá. Echándose sobre mí con cuidado para no aplastarme. Volvió a besarme. Recorrió mi cuerpo con sus dedos, haciendo circulitos a su paso. Separó su boca de la mía por milímetros para dejar salir unas palabras. - Desde que te vi desnuda no he dejado de pensar que estoy dentro de ti – sentí su aliento caliente chocar con mis labios ansiosos – Sueño con oír tus orgasmos y que te corras mientras te estoy follando. Deje escapar otro gemido. Alce mis caderas como reacción de la excitación que recorría todo mi cuerpo. Bajé mi mano a su cremallera y la baje lentamente, oí el sonido que salía de su garganta. - No pares – le dije frotándole el pene con mis manos. - No pensaba en hacerlo – respondió quitándome la leggings. Me quité los tacones y el deslizo mi tanga hasta tirarlas al piso. Bajo una de sus manos a mi clítoris y empezó a juguetear con él. Me hundió más en el sofá y sentí otra sacudida del bebé. Se detuvo otras ves. - No puedo – dijo bajando la cabeza – Le puedo hacer daño.


- No le harás daño – le agarré la cara con mis manos – Mírame a mí, mira mis ojos mientras te metes dentro de mí. Agarre su pene y lo coloque justo en la entrada de mi vagina. Lo fui introduciendo unos pocos centímetros. - Espera – me agarro la mano – Yo lo hago. Sonreí y coloque la mano en su cuello. Me abrí más para que entrara con facilidad. Se introdujo más en mí y me fue llenado hasta llegar a lo más profundo. Gemimos los dos al mismo tiempo. Empezó a bobear adentro y afuera con delicadeza ¿Tendría todavía en la cabeza que lo podía a hacer daño al bebé? - No le harás daño – le repetí - Estás muy cerrada – dijo deteniéndose pero sin salirse - ¿Desde cuándo no te follan? - La noche en que quede embarazada – le dije echando la cabeza a un lado. - Vamos despacio. Volvió a moverse, lanzándose hacia delante y hacia atrás, infinidades de veces. Acelerando el ritmo y llegue al orgasmo, fue tan fuerte que le mordí el labio haciendo que le sangrara. Gruñó y se corrió dentro de mí, sentí sus latigazos. Chorros de semen pegar contra mis paredes. Le pase la legua


por tu hinchado labio para quitarle la sangre. Me beso y se salió de mí. Sentí como las gotas de su cremoso semen caían en mi vagina. - Mierda – dijo buscando un pañuelo para limpiarme. Quede acostada en el sofá sin fuerzas mientras él me limpiaba con el pañito que llevaba en su traje. Me coloco la braga y luego el leggings. Se levantó y me cargo en sus brazos para sentarme en la silla donde estaba al entrar a la oficina. Se dirigió al sofá, agarro mis tacones, se volvió a donde estaba sentada y agachado ante mí, me los colocó. - Allá está el baño, si quieres arreglarte antes de salir, lo puedes usar – dijo señalando la puesta de caoba. - Gracias – susurré mientras me palpaba la barriga con las dos manos – Pensaba que te repugnaban las embarazadas. Su rostro se endureció. Bajando la mirada a mi vientre, cerró los ojos y sacudió la cabeza. Espera a que los abriera pero n lo hiso. Agarre sus mejillas alzándola para que me viera a los ojos. No los abrió, pero me acerque y lo besé. Él respondió a mi beso, le metí mi lengua en su boca, tal cual lo había hecho él antes. Agarre su mano y la coloque en mi vientre. Mi little creature empezó a patearme,


puse mi mano encima en la de él y me palpe la barriga con su mano y la mía. Se estremeció cuando sintió al bebé. - ¿Por qué? – le susurre en sus labios carnosos y sensuales. No me respondió. Quitó la mano de mi vientre y se levantó. Volvió a su mesa y prestó su atención a los documentos que estaban encima de ella. Empezó a leerlos. - Ve al baño, péinate, regresa a tu mesa y revisa el correo, que te enviare unos documentos para que los imprimas y los lleves con el Señor Thierry Conrad – dijo mientras ojeaba documentos – Está en el piso diez. Lleva los documentos a la hora del almuerzo, te estará esperando. - Así lo hare – dije saliendo de la oficina. Llegó la hora del almuerzo e hice lo que Matthew me dijo. El Señor Thierry Conrad era un hombre de mediana edad, de ojos oscuros como el azabache y cabello castaño claro, muy corto. Quedé con Elizabeth para ir a almorzar en el Bistro Italiano Cristallo. Cuando entre al Bistro, mi amiga me estaba esperando en la mesa. Entré, la saludé y me senté al frente de la silla de ella.


- Hable con José David – dijo mientras leía el menú – Mi amigo que hace murales. - ¡Genial! ¡Gracias! – mire por encima del menú – ¿Cuándo puede empezar? - Este sábado está libre – sonrió – Le daré tu número para que te llame y se pongan de acuerdo. - El sábado me parece perfecto, estoy desocupada – respondí – Comeré unos canelones de pollo. - Me uno contigo – dejamos el menú en la mesa y esperamos a que llegara el camarero. - Estoy cansada y todavía no se acaba la jornada de trabajo – me recliné en la silla con cudado – me duele la espalda, casa día estoy más fatigada. - El bebé está más grande, Sera – articuló – Es lógico que te duela la espalda. Hice un mohín mientras sentía que mi bebé se despertaba. Faltaba menos de un mes para que naciera, quizás. Llegó el camarero y pedimos los canelones acompañado con zumo de naranja. La comida llego quince minutos después y empezamos a comer como si no hubiéramos comido en todo el día.


- ¿Ya has pensado en un nombre para él o la bebé? – preguntó Elisabeth al pasar el bocado que estaba en su boca. - Si es niño le quiero poder Gabriel, Geri, Nicolas, Angelo o Jackie – respondí tras beber un poco de jugo – Si es niña Alice, Sophie, Suri, Violet o Ella. - Sakaë, es un nombre muy lindo para una niña y Fabien para niño – comió otro bocado. - Los tomaré en cuenta.

… Cuando llegué a mi mesa de trabajo, Matthew no había llegado de almorzar, así que agarré mi Smartphone y llame a mi madre. Atendió a la tercera repicada. - ¡Sara, hija! ¿Cómo has estado? – dijo tras ves el nombre en la pantalla de su teléfono. - Bien, madre – respondí con una gran sonrisa en mi cara – Estoy desocupada y he decidido llamarte para saber cómo te encontrabas. - Yo estoy bien, mejor que nunca – respiró hondo y siguió – ¿Cómo está mi nieta? - Bien, ahorita él bebé está tranquilo – hice una pausa - ¿y si es niño, como vas a hacer?


- Te he dicho muchas veces que es una pequeña niña – me reí – Te ves igual a mí cuando estaba embarazada de ti. Mí corazonada de abuela me dice que es una niña. - Ya veremos cuando nazca, por ahora no le pondremos sexo – vi a Matthew entrar por el cristal – Madre, ya llegó mi jefe de almorzar, te llamo cuando llegue a casa. - Cuídate y cuídala. Colgué y dejé el Smartphone en mi cartera. Miré a Matthew y me hiso una seña para que me acercara a él. Me levanté y me dirigí a su oficina. Estaba sentado, pero cuando entré se levantó y mantuvo la distancia a unos tres pasos de mí. - ¿Qué necesita? – dije al detenerme. - ¿Tienes planes para después de salir del trabajo? - Sí – lo miré directamente a los ojos – Tengo cita con el doctor. - ¿A qué doctor vas? – bajo su mirada a mis pechos. - Elliot Zavarce – hice una mueca de dolor y pose mi mano en mi vientre tras sentir la patadita.


- ¿Estás bien? – se acercó rápidamente cuando me dejé caer en la silla. No podía hablar. El dolor era fuerte. Desamarré el cordón de la camisa que me rodeaba bajo los pechos y me quité la camisa lentamente. Era una costumbre cuando sentía mucho dolor. Era una especie de medicamento eficaz para que se fueran las puntadas. - Mierda – dijo Matthew mientras corría a su escritorio. Toco un botón que estaba situado en algún sitio de su mesa por que los cristales se fueron oscureciendo como en la mañana. - Disculpa, pero así se me quita el dolor – dije con dificultad - ¿Tienes algo con que abanicarme? - No – respondió angustiado. Se acercó a mí y me soplo en la parte del cuello. Me relajé en la silla y cerré los ojos echando la cabeza hacia atrás. Sentí sus fuertes bíceps cuando me cargó y me sentó en el sofá. Siguió soplándome por unos minutos más. - ¿Ahora cómo te sientes? - Mucho mejor – sentí el sudor empapándome la cara, la nariz y por debajo de los pechos. Que desagradable – Gracias.


- Hice lo que tenía que hacer – su tonos de voz firme, hiso que abriera los ojos. Lo pillé recorrer mi cuerpo con sus ojos azules. - Me pondré la camisa, por favor pásame… - No tengo apuro de que ella vuelva a su sitio. Así te ves bien – vi como la comisura de sus labios se levantaban suavemente. No dije nada, solo volví a cerrar los ojos y me quedé dormida en el cómodo sillón de su despacho. Me desperté y lo vi hablando con su teléfono mirando hacia la gran ventana. Me levanté como pude y me dirigí al baño. Hice pis y me lave las manos y la cara. Salí con la toalla en la cara y cuando la miré me di cuenta que me estaba esperando parado a unos dos metros de la puerta del baño con las piernas un poco deparadas y los brazos cruzados. - Hola – le dije al dejar la toalla en el baño. - Hola, ¿Cómo te sientes? - Bien – lo rodee en busca mí camisa, la encontré y me la puse. - Dije que no tenía apuros para que te la colocaras de nuevo. - Volveré a mi mesa de trabajo – me até el condón de la camisa. Salí de la oficina antes de que dijera otra cosa.


... Al terminar la jornada de trabajo fui directamente la clínica donde atendía el Doctor Zavarce. Apenas llegué y en cinco minutos me atendieron. - Mira como ha crecido ese bebé – dijo el doctor Elliot al observar por el ultrasonido cuidando que no se viera su sexo - ¿Sigues negándote al saber el sexo? - Sí – respondí firmemente mientras él mostraba una sonrisa. - Ya falta poco – continuó – No te diré fecha exacta para que no estés preocupada, pero si te diré que falta muy poco. Me paso la caja de papelitos para limpiarme el gel. El doctor me recetó unas vitaminas y masajes para los dolores de espalda. Al salir del consultorio llamé al masajista que me recomendó el doctor y pedí cita para la próxima semana.

… Llegué a mi casa, me bañé y me puse a ver la película Tengo ganas de ti. Cuando la película iba por la parte donde el protagonista y la protagonista


hacen el amor, sonó el timbre y le coloqué pause para abrir la puerta. Al abrirla, Matthew se metió a mi casa y trancó la puerta a su espalda. Me tomó desesperadamente por mi cabello mojado y me beso, follándome con su lengua mi boca. Gemí y él se estremeció. Sin soltarme me llevó al sofá y poso su vista a la película pausada. - ¿Viendo porno, Sara? – me preguntó con una sonrisa en los labios Miré al televisor y me reí a carcajada. Él lo hiso tras de mis y me volvió a mirar. - Te ves tan linda cuando sonríes - me ruborice – No te dé pena. - Bésame, Matthew – susurre a sus labios húmedos – bésame con… - Frenesí



Capítulo 3

Hicimos el amor en el sofá de mi departamento. Luego nos fuimos a mi habitación y nos quedamos dormidos entrelazados, desnudos, sudorosos y agotados de tanto esfuerzo. Me despertó los movimientos del bebé y me palpe la barriga sin moverme de donde estaba. Matthew seguía a mi lado con una mano en mi vientre. Estaba tan profundamente dormido que no sentía las pataditas. Me levante con cuidado de no despertarlo y me dirigí al baño para cepillarme los dientes. Cuando me miré al espejo, mi cabello castaño oscuro estaba despeinado y enredado. Me desnudé y me metí a la ducha. Salí del baño desnuda para ir a buscar mis bragas. Me las puse y me envolví en crema como todos los días. Prevenir las estrías y las celulitis


estando embarazada es más difícil que cuando no lo estaba. Mientras me vestía Matthew seguía durmiendo en mí cama bajo mis sábanas y completamente desnudo. Fui a la cocina y preparé la comida. Desayuné y salí de apartamento dejando solo.

… Llegué a Cosmetic Company Bush. inc a las nueve menos diez. Estacioné mi Audi a1 en el mismo puesto de visitantes en el que estacioné el día de la cita de trabajo. Entré y vi a la primera rubia que me había atendido amablemente. - Hola Sara – dijo ella saludándome con la mano. - Hola – respondí con una sonrisa en la cara. Ella me trataba bien – No se tu nombre. - ¡Ah! Deja que me presente, soy Karin Rümpler – dijo ofreciéndome su mano para que la estrechara – Recepcionista de Cosmetic Company Bush. Inc. - Gusto en conocerte – estiré mi mano hacia la de ella. - ¡Dios, Sara! – dijo colocándome las manos en el vientre – No me había dado cuenta lo grande que tienes la barriga.


Me eché a reír tan fuerte que el bebé se movió. - ¡Se está moviendo! – se agachó delante de mí. ¡Qué pena! – Hola, bebé. Hola pequeño grillo. - ¿Pequeño grillo? – mientras yo hablaba más se movía el bebé. - Fue lo primero que me llego a la mente – me miro a los ojos y nos reímos a carcajada. - Me gusta el sobre nombre que le colocaste a mi little creature – le dije mientras la veía levantándose del suelo. - ¿Tienes planes para después de salir del trabajo? – preguntó. - Sí, tengo que ir a clases de yoga. - ¡Oh, genial! - Pero podemos ir a almorzar esta tarde – puse una mano en mi vientre – Si no estás ocupada. - Claro, iremos a mi restaurante favorito. ¡Te encantará! – regresó a su puesto de trabajo y un poco antes de contestar el teléfono, dijo felizmente – Te espero aquí y nos vamos juntas. Subí al elevador y llegué a la planta donde trabajaba. Deje mi cartera en mi escritorio y llevé


unos documentos a la oficina de Matthew Bush. Se los deje a un lado de su escritorio. No había llegado ¿Estaría todavía dormido en mi casa? ¿Se abra comido el desayuno que le preparé? Se abrió la puerta a mi espalda y me sorprendió verlo llegar tan pronto. Sus ojos se ablandaron a verme. Soltó su maletín en el sofá y se acercó a su escritorio. Los vidrios de oscurecieron y luego se acercó a mí con seductores pasos. - Sara – dijo agarrándome la coleta alta - ¿Qué me has hecho? - ¿Qué? – respondí frunciendo el ceño. - No dejo de pensar en ti – se acercó a mi boca y me dio un suave beso. Le respondí el beso y nuestras lenguas se entrelazaron. Me pellizcó el culo y luego lo apretó. Me alzó para sentarme en el escritorio. Metió su mano bajo mi vestido rosado pálido y buscó por mi braga mi clítoris. Lo masajeó con sus largos dedos. Gemí y le mordí el labio. - ¡Dios, Sara! – murmuro – Tu coño esta cachondo. - Sí…sí – volví a gemir. Me introdujo un dedo y empozó a girarlo, haciendo que llegara al orgasmo inmediatamente. Introdujo otro, excitándome más. Con sus


movimientos lentos dentro de mi sexo, me beso y cuando su lengua invadió mi boca, se la mordí. Gimió y luego le chupé los labios. Con mi mano libre baje la cremallera de su pantalón negro y le saque la polla, dejando a la vista su enorme erección. La rodeé con mis manos y la moví de adelante a atrás al mismo ritmo de sus dedos. - Más rápido – le susurre si aliento. - No te quiero lastimar – respondió apartándose de mi boca. - No lo harás – miré sus ojos azules mientras aumentaba el ritmo de mi mano en su enorme pene – Dame más, por favor. El imitó mi ritmo, acelerando cada vez más. - Córrete para mí, Sara – dijo midiéndome el labio. Me corrí apretando su polla y el eyaculó con fuerza manchado mi vestido rosado. - ¡Mierda! – dijo bajando su mirada a su sexo. Yo también bajé la mirada y vi el chaco de semen en el piso y parte de él encima de mi vestido. Lo mire preocupada y el sacó sus dedos de mí. Yo no le solté y seguí deslizando mi mano. Echó la cabeza hacia atrás cerrando los ojos. Gruñó volvió a


chorrearse con más fuerzas. Su chorro cayó todo encima de mi vestido. - ¡Maldición, Sara! – agarró mi muñeca e hiso que apartara mi mano de su gran polla. Buscó la caja de pañuelos de papel y se limpió, luego me limpio con cuidado y dejó caer varias en el piso para que adsorbiera el desastre. - Te he manchado el vestido – miró mi vestido y luego a mí. - Iré a mi casa y me cambiare – dije – Estaré aquí lo antes posible. - No permitiré que te vean así, sube las manos, te quitaré el vestido y lo mandaré a lavar. Obedecí y me quedé en bragas en su oficina. Me cargo y me acostó en el sofá. Metió mi vestido en una bolsa negra de papel pequeña y llamó por teléfono, le atendieron rápidamente. - Anderson, necesito que vengas a mi oficina para que lleves algo a la lavandería – mantuvo silencio y luego siguió – Antes de la hora del almuerzo. Colgó, dejó el Smartphone en su escritorio y limpio el chaco que aún estaba en el piso. Lanzo los papeles el cubo de basura del baño y regreso a mí con las manos limpias. Me acostó totalmente en el sofá.


- Si no te mueves no te vera – dicho esto la puerta se abrió. Agarró la bolsa y se la dio a la persona que sería Anderson. Regreso junto a mí – Trabajarás desde mi oficina. - No tenía en mente salir en bragas a mi escritorio. - Me vuelves a responder así y te daré unos azotes en el culo hasta que me duela la mano, ¿Entendido? – su voz era fuerte y seca. - No te atreverás – le dije sentándome en el sofá. - Ponme a prueba y te dolerá el culo tres semanas seguidas – su tono se endureció más y me quedé helada. Lo miré a los ojos y vi lo oscuro que estaba. Bajé mi mirada a mi vientre. - Tranquilo pequeño grillo – dije resbalando mi mano de arriba hacia abajo por mi abultado vientre. - ¿Cómo? – se agachó - ¿Qué dijiste? Lo aparté de mí y me dirigí al baño rápidamente. Cerré la puerta a mi espalda y le pasé el seguro a la manija. Sentí sus pasos acercándose. - ¿Estás bien, Sara? – le hablo a la puerta cerrada.


No respondí, pues estaba vomitando en el retrete blanco. Expulsé el desayuno completo. Baje la palanca y lavé mis dietes. - ¡Maldita sea, abre la puerta!- dijo dándole puños a la puerta de caoba. Abrí la puerta mientras me secaba la boca. Lo miré con ojos cansados. - ¿Estás bien? – dijo calmándose – Tienes las mejillas rojas. Cuando hacía muchos esfuerzos para vomitar, las mejillas se me enrojecían y me aparecían pecas. Le pase por un lado y me acosté en el sofá. Cerré los ojos con una mano en la frente. - ¿Me puedes traer mi cartera que está en mi escritorio? – apenas se oían las palabras que salían de mi boca. Me ardía la garganta. Salió de la oficina como alma que lleva el diablo y regreso con el mismo aspecto de preocupación. - ¿Qué hago? – dijo con vos firme pero preocupado. - Busca mi cartuchera de medicina – dije con una lágrima en la mejilla – una pastilla que se llama Donadoxina.


Buscó en mí cartuchera y las encontró. Me dejó un vaso de agua en mis manos y metió la pastilla en mi boca. Bebí el líquido lentamente. - Ven, Sara – dijo apoyando mi cabeza en su pecho, le pase el brazo por su cintura y él se inclinó en el respaldar de la silla – Pronto se te quitarán las náuseas. - ¿Cómo sabías qué eran nauseas? – Me quedé dormida encima de él.

… Desperté con un grito, sudando, sollozando y alarmada. Tenía los ojos cerrados mientras gritaba desgarradamente. Sentí unas manos que me recorrían los brazos, me sacudí y lloré colocándome a la vez en posición fetal. ¡Nooo! Grite, ¡No me puede dejar sola en esto! Lloraba desconsoladamente mientras oía que me llamaban muy lejos de donde estaba. - Sara – mientras más me llamaban más fuerte lo oía – Sara, despierta. Me palpe la barriga ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? Volví a gritar. Lloré, esperando que me volvieran a llamar. Lloré, esperando… ¿Qué estaba esperando? Me estremecí y grité por cuarta vez.


- ¡Maldita sea, despierta Sara! – al abrir los ojos vi a Matthew encima mío – Estoy aquí, Sera. Siempre estaré aquí. - Matthew… - dije en susurros. - Aquí estoy, ángel – dijo abrazándome Busqué sus labios y los bese destrozándole la boca. Se dejó llevar. Noté que me quitaba las lágrimas que corrían en mí cara. Abrí mis piernas y lo obligué a meterse entre ellas, atrayendo su esculpido culo hacía mí, para que su polla apretara mi vagina. Sentí como crecía su erección y gemimos a la vez. Me quitó la braga con sumo cuidado, lo ayudé levantando las piernas. Se desabrochó el pantalón y bajo su cremallera. Agarró su gruesa polla y me masajeo el clítoris con tu hinchada cabeza. Me corrí sintiendo como introducía hábilmente su gran pene en mi sexo. Quedó a mitad de camino cuando lo detuve. - No – susurré llorando, cerrando los ojos y apartando mi cara a un lado. - Sara – dijo moviendo sus caderas en círculo. - Para – solloce – por favor. Sacó su polla de mi sexo. Cuando sentí el deslizamiento abrí los ojos y lo mire fijamente. Buscó mi boca para besarla y volteé mi cara, impidiendo que lo hiciera. Lo empujé para que se


apartara. No se movió. Lo volví a empujar con más fuerza, mientras otra lágrima se escapaba de mis ojos. Entendió que no quería nada y se levantó. Me levanté yo también. Miré a su escritorio y vi la bolsa negra. La busqué, la abrí y me coloqué el vestido rosado pálido, mientras el metía su polla en sus bóxer y subió su cremallera. Me amarre el vestido por la pare de atrás haciendo un lazo con la cinta y me coloqué los tacones. Agarre mi cartera y me apresuré a salir de su oficina. Llegué a mí puesto de trabajo a la una de la tarde y marqué el número de recepción para hablar con Karin. - Hola – dije un copo después que contestó el teléfono – disculpa el plantón, pero tuve un imprevisto. - Tranquila Sara – dijo – Cuando me di cuenta que te tardabas subí a tu oficina y no te vi en tu puesto, así que llamé a tu jefe y me dijo que tendrías una tarde complicada y que te disculpara. Me dijo que te sentías mal ¿Ahora cómo te sientes? - Bien, gracias por preguntar – me senté en mi escritorio y encendí el monitor – Dejaremos el almuerzo para mañana, ¿Te parece?


- Sí – oí que alguien le hablaba – Te tengo que dejarte, ha llegado un visitante. Colgamos y me puse a trabajar. Pasé correos a unos colegas de Matthew y le pase otros a él. Recibí un correo de Bush, no era un correo de trabajo:

De: Matthew Bush Fecha: 21 de Agosto de 2013 13:20 Para: Sara Carter Asunto: Lo siento Sara Carter: Te ofrezco una disculpa por no haberte dejado cuando me lo pediste. Estoy en mi escritorio pensando en cómo te has despertado esta tarde. Me duele ver que estas sufriendo. Matthew Bush Presidente y Dueño de Cometic Company Bush. Inc

De: Sara Carter Fecha: 21 de Agosto de 2013 13:35 Para: Matthew Bush Asunto: Lo siento Matthew Bush: Disculpas aceptadas. Sara Carter Asistente Personal del Sr. Matthew Bush


De: Matthew Bush Fecha: 21 de agosto de 2013 13:37 Para: Sara Carter Asunto: Esta noche Querida Sara Carter: Quiero invitarla a una reunión de negocios esta noche a las 20:30 pm. Necesito una dama tan hermosa como usted para que me haga compañía y me dé buena suerte. Matthew Bush Presidente y Dueño de Cometic Company Bush. Inc

De: Sara Carter Fecha: 21 de agosto de 2013 13: 44 Para: Matthew Bush Asunto: Esta noche no Querido Matthew Bush: Está noche va a estar complicada. Llegaré a mi departamento casada por la jornada de trabajo, aunque no hice nada. Con mis condiciones actuales me canso mucho. P.D: ¿Esta tratado de Flirtear conmigo? Sara Carter Asistente Personal del Sr. Matthew Bush

De: Matthew Bush Fecha: 21 de agosto de 2013 13:50


Para: Sara Carter Asunto: En su departamento… Querida Sara Carter: Si no viene conmigo a la reunión, estaré obligado a dejar plantados a los ejecutivos para quedarme en su departamento fallándola. Y perderé más de un millón de dólares si no cierro el negocio hoy mismo. P.D: Sí Matthew Bush Presidente y Dueño de Cometic Company Bush. Inc

De: Sara Carter Fecha: 21 de agosto de 2013 14:00 Para: Matthew Bush Asunto: Estaré ocupada… Querido Matthew Bush: Querido Señor, esta noche estaré ocupada con mi pesado jefe en una reunión de trabajo. Iré con él y luego me voy a mi departamento. Sara Carter Asistente Personal del Sr. Matthew Bush

De: Matthew Bush Fecha: 21 de agosto de 2013 14:09 Para: Sara Carter Asunto: Bien pensado.


Querida Sara Carter: La pasaré buscando a las 19: 30. Vístase elegante. P.D: COME Matthew Bush Presidente y Dueño de Cometic Company Bush. Inc

De: Sara Carter Fecha: 21 de agosto de 2013 14:16 Para: Matthew Bush Asunto: estaré esperando Querido Matthew Bush: Termino el trabajo y bajo al cafetín a buscar algo de comer. Sara Carter Asistente Personal del Sr. Matthew Bush

No recibí otro correo de Matthew. Vi que salió de su oficina sin posar sus ojos en mí. Me concentré en terminar el trabajo que tenía retrasado para salir corriendo en busca de algo de comer. Había desayunado pero lo expulsé, así que no me he alimentado desde que salí de casa. Quince minutos después que Matthew salió de su oficina, lo vi entrar con una gran bandeja de comida. La colocó en la mesa de café y abrió la puerta.


- Sara – dijo asomando medio cuerpo – ven a comer. - Terminaré el trabajo y voy – dije volviendo mis ojos a la pantalla. Se acercó y jaló mi silla giratoria hacía atrás. La giró noventa grados, quedando justo frente te él. Me cargó y mientras caminaba me dio un azote en el culo. Entramos en su despacho y me sentó en el sofá. Mi escritorio quedaba al frente de su oficina, y la recepción no se veía. Gracias a Dios que para que nos puedan ver se tiene que cruzar un pasillo medio largo. - Cuando te ordeno algo quiero que me obedezcas – dijo colocando la bandeja de comida en mis piernas. Empecé a comer. En la bandeja había en un plato de arroz con pollo a la plancha y ensalada Cesar, y en el otro plato, una montaña de fresa y cambur. - ¿Cómo has conseguido esto tan rápido? ¡Está divino! – dije entre bocados. - Lo había mandado a preparar desde que te quedaste dormida – miró mis ojos - Te ves tan hermosa cuando comiendo.


- Bobadas - cogí el cuchillo y piqué es pollo con precisión - ¿Ya comiste? - Mientras dormías – me quitó el tenedor de las manos y lo lleno de comida – Abre la boquita - me reí y le acepté la comida. - Mmm… - tragué – Sabe mucho mejor así. - No me provoques, Sara – volvió a ofrecerme comida – Estás comiendo y no quiero interrumpirte. - No lo harás. Terminé de comer sin decir ni una palabra más. Me tomé mi juego de mora y me lancé a por el postre. Agarré una fresa con los dedos y la mordí cuidadosamente para que no derramada el juego. Estaba tan jugosa que igual me corrió unas gotas por la comisura de mis labios. Cuando agarré la sevillista de tela que se encontraba en la bandeja para limpiarme el juego, Matthew detuvo mi mano a mitad de camino, se me acercó y paso su lengua limpiando el juego. Su lengua se detuvo en mi boca y me besó. Inmediatamente me aparté y me metí la fresa en la boca. Comprendió mi juego porque se acercó y me la quitó de la boca dándome un suave beso en los labios.


- Mmm – dijo imitándome anteriormente. Me reí – Sabe mucho mejor así - Se pasó la punta de la lengua por los labios.

… Llegué a mi casa después de una sección de yoga con mi profesor Roberto Sosa, un hombre alto, calvo y esbelto que aparentaba diez años menos de lo que tenía en realidad. Desde que tenía tres meses de embarazo, asisto a sus clases en el Yoga Center for Pregnant. Desde mi primer día, Roberto me dio clases y tips para mantener mi cuerpo en forma durante y después del embarazo. Después de una relajante ducha, me vestí con un vestido de seda azul rey, largo hasta los tobillos de tirantes anchos y con un escote pronunciado n forma de V resaltando mis enormes senos. El vestido destaca mi inmenso abdomen y mi grandioso culo. Estar embarazada tienes sus ventajas: hacen que crezcan los senos y las posaderas. Peiné todo mi cabello hacía atrás, con los mechón más cercano a la frente me hice una trenza francesa, pasándola por detrás de la oreja y


amarrándola con un moño bajo con un toque despeinado. Me maquillé los ojos con distintas tonalidades de gris y rímel. Con delineador líquido me hice el pin up, resaltando mis grandes ojos grises. Le di brillo a mis labios y no hiso salta colorete, ya tenía mis mejillas rosaditas naturales. Mientras esperaba a que Matthew llegaba, me pinte las uñas con un color igual al de mi vestido. Salí de mi habitación y vi a Matthew mirando hacia el pasillo que lleva al resto del departamento. Estaba parado con su sexy traje gris. Llevaba una corbata azul rey de la misma tela que mi vestido, con un elegante estampado gris y anudado a la perfección. - ¡Dios, Sara! – dijo mirándome de arriba abajo. Pero como siempre lo hace, se detuvo en mis senos – estás tan hermosa que provoca… - ¡Por Dios, Matthew! – dije con entonación acercándome a él. Me besó los labios suavemente y agarró mi mano. - Mejor salgamos de aquí – dijo plantándome un beso en la mano – Antes de que nunca lo hagamos.


Sujeté mi cartera gris de mano, introduje en ella mis llaves y mi Smartphone. Salimos del departamento y bajamos hasta la entrada principal del edificio. Nos montamos en un Lexus LS 2013 plateado con los asientos color crema, espejos totalmente oscuros que no se veía hacía adentro, pero sé de adentro hacia afuera. Al subirnos, el chofer empezó a manejar.


Capítulo 4

Llegamos a la Quinta Mirrors, una hermosa casa blanca de cuatro pisos, donde se realizaba la reunión. Entramos por una gran puerta de cristal y pasamos a un salón donde se encontraban más de trescientas personas, todas de ellas empresarios y sus acompañantes o viceversa. El salón estaba rodeado de vidrios que reflejaban la oscuridad de la noche. Del techo colgaban hermosas lámparas elegantes que haciendo juego con los exóticos adornos que decoraban el salón. A Matthew le rodeaban las personas para saludarlo y plantearle infinidades de ofertas de trabajo. Me alejé de él porque la gente me estaba asfixiando. Me dirigí a uno de los meseros con pajarita y le pedí un trago sin licor. Me ofreció una copa de coctel con una rebanada de limón en el borde de ella.


- Buenas noches – dijo un señor muy elegante de edad media – Soy el Dr. Freddy Borquez, Ginecó-obstetra. - Soy Sara Carter – dije estrechándole la mano. Tenía las manos suaves – Asistente personal de… Sentí una mano que se posó en mi espalda y, cuando miré a mi lado derecho, Matthew le estaba estrechando la mano al doctor. - ¿Cómo le va, Dr. Borquez? – dijo él – Mucho tiempo sin hablar con usted. - Muy bien Sr. Bush – respondió – No nos vemos desde hace demasiados años, diría yo. ¿y a usted? - Por ahora bien – Matthew me atrajo junto a él y siguió – La Señorita viene conmigo. - Disculpe mi atrevimiento, pero tiene una compañía muy hermosa – el doctor poso sus ojos en mí. Sentí como Matthew se le tensaba la mano en mi espalda. Coloqué una de mis mejores sonrisas y me palpe el vientre. - ¡Gracias! – el Dr. Borquez me devolvió la sonrisa. - Sara, ¿te gustaría regalarme esta pieza? – me volteé quedando frente a Matthew.


- Sí, claro – tomó mi mano y me dirigió a la lista, donde habían pocas parejas bailando. Al llegar a la pista de baile, empezó a sonar la canción Ángel de Robbie Williams. Matthew me pasó las manos por la cintura y yo le coloqué las mías alrededor de su cuello. Bailamos mirándonos a los ojos sin decir ni una sola palabra. Sus ojos tenían un brillo que me hiso sonreír. Nos quedamos ahí, dando perfectos movimientos de bailes, desplazando nuestros cuerpos al compás de la música. Fue uno de esos momentos perfectos, cuando las parejas están tan conectadas que sus almas se transforman en luz, luz que se refleja en los ojos. Sentí una lágrima correr por mi mejilla, Matthew la limpió rápidamente y me regaló una de sus excitantes sonrisas que dejaban al desnudo su perfecta dentadura blanca. Unas suaves campanadas interrumpieron nuestro baile. - Esta lista la cena – dijo Matthew al ver mi ceño fruncido - ¿Pasamos a la mesa? - Sí – me costó sacar de mi garganta esas dos simples letras – Dime donde está el baño y luego te alcanzo. Me di cuenta que estaba sonando otra canción. ¿Cuándo se había acabado la que


estábamos bailando principalmente? ¿Cuántas canciones habíamos bailado sin darnos cuenta que pasaba el tiempo a nuestro alrededor? - Mejor te acompaño – dijo tomándome la mano para salir de la pista de baile – No quiero perderte de vista. Llamas mucho a atención. Estábamos caminando, cuando nos detuvieron tres fotógrafos y le pidieron a Matthew que le regalaran unas fotos. Yo me aparté y él se me acercó, posó su mano a mi espalda y sonrió para la foto. Mientras más nos quedábamos inmovilizados aumentaban los flashes de las cámaras. - Disculpen señores – espetó Matthew – La señorita y yo nos retiramos. Dicho esto, volvió a agarrar mi mano y nos dirigimos al baño. - ¿Te espero aquí afuera o te acompaño? - Iré yo sala, gracias. Me di media vuelta y entre al baño. Hice pis apenas me senté en el inodoro tras haber colocado el papel desechable que cubre el asiento del sanitario. Me lave las manos y salí. Vi a Matthew hablando por teléfono. - Sí, entiendo – hiso una pausa – mañana me encargo personalmente de ese problema. no


te preocupes – me miro y levantó el dedo índice para indicar que le diera un momento más - ¿Está bien? – silencio – Te tengo que dejar, estoy ocupado. Mañana me reúno contigo y hablamos – colgó y su Smartphone volvió a su bolsillo interior de su chaqueta de traje - ¿Lista? Acepté con la cabeza y nos dirigimos al comedor donde se encontraban cinco parejas en nuestra mesa. Apenas nos sentamos en la mesa, los mesoneros colocaron el plato entrante ¿Estaban esperando por nosotros? Este consistía de dos rebanadas de Braseado de Cap de LLom. Estaba tan esquisto que me concentre en acabármelo todo y no me di cuenta que Matthew había empezado una conversación de negocios con el señor Francesco Mussolini. Por lo poco que escuché, Matthew estaba creando una línea de productos anti-estrías para mujeres embarazadas. - Firmaremos el contrato la semana que bien, Matthew – dijo Francesco – Saldremos a almorzar y discutiremos los últimos detalles. - Me parece bien – dijo Matthew limpiándose las comisuras de los labios con la servilleta de papel – Francesco, déjame presentarte a mi acompañante de esta noche.


- Un gusto de conocerla, señorita … - Sara – dije estirando la mano para estrecharla con él – Sara Carter – tomó mi mano y la beso. - Eres encantadora, Sara – soltó mi mano – Me gustaría mucho hacerte una sesión de foto. - ¿Fotógrafo? – dije frunciendo el ceño. - Il migliore del mondo – dijo con su inconfundible acento italiano. Los mesoneros retiraron el primer plato y de inmediatamente colocaron en la mesa el segundo. Este otro plato tenía una poción considerable de Lasaña de Verduras, acompañada de un fino vino blanco. Muy poca gente acepto el postre, quizás estaban muy llenas o por las altas horas de la noche. Considerando mis antojos, acepte la copa de fresas con chocolate fundido. Cogí mi cucharita de postre y jugueteé con las fresas para llenarlas completamente de chocolate, la metí cuidadosamente en mi boca y saboreándola dije: - Mmm… - Matthew volteó la cabeza y me vio disfrutando del postre. - ¿Me das una? Tengo curiosidad de saber si saben tan bien como me lo demuestras. - No – me comí otra – Mmm…


- Sara – su tono severo me sobresalto – Deja de hacer eso. - ¿Qué cosa? Solo estoy haciendo – comí otra, pero un poco más pequeña que – Mmm… - Eso, no lo hagas – volteo su cuerpo entero hacía mí. - Estoy comiendo y disfrutando, Matthew Bush – dije limpiando mi boca. Se levantó de la mesa dejando la servilleta de papel encima de la mesa. - Damas – hiso una leve inclinación con la cabeza – Caballeros, nos tendrán que disculpar pero tenemos que retirarnos – me miró – Sara, levántate, nos vamos. - Déjame terminar… - se agachó colocando boca en mi oído. - No me discutas, y levanta tu culo de la silla. Lo miré con cara de pocos amigos y me levanté a regaña dientes. Dejé delicadamente la servilleta de papel en la mesa, lo miré otra vez y empecé a caminar. Avancé lo más rápido que pude en dirección de la salida. - Sara – Matthew venia tras de mí – Detente. Cambié de dirección y tome rumbo al baño de mujeres. Me senté en una de las banquetas y empecé a llorar. ¿Por qué tenía que tratarme de esa


manera delante de muchas personas sin que yo haya hecho algo? - Sara - ¿Ha entrado al baño de mujeres? ¡por Dios! ¿Cómo se atreve? – Sara. - Déjame – Gimoteé – Vete, no quiero verte. - ¿Por qué lloras? – se me acercó y yo me aparté - ¡Oh, entiendo!, las malditas hormonas. - Sal de aquí – me aparté más de él – No quiero verte. - Sara – susurró acercando su mano a mí pero yo lo esquivé - ¡Maldita sea! Me agarró tan rápido que no pude escapar de él. Me beso, me cargó entre sus brazos y me acunó entre sus piernas. - No llores más – sumito – Shhh…no llores más…shhh… - me mesó como si fuera un bebé. Coloqué mi cara en su pecho y le rodeé la cadera con mis brazos por debajo de su chaleco de traje. Con sus dedos me agarró el mentón, lo subió lentamente hasta quedar boca con boca. - Shhh… - susurró a escasos centímetros de mi boca. Me beso con suavidad, una y otra vez. Volví a bajar mi cabeza acurrucándome encima de él. Con


mi dedo índice dibujé su duro abdomen lentamente. Me dio un dulce beso en la cabeza. - ¿Quieres que te cuente un secreto? – dijo apretándome más a él. - ¿Y cuál será? – seguí con mi dibujo. - Me encanta como huele tu cabello – sentí su aliento en mi cuero cabelludo - ¿Lavanda? Me encanta – me quedé paralizada. - Sí – eché mi cabeza hacia atrás y le ofrecí mi boca para que la besara. Lo hiso. Empecé a besarle los labios y luego introduje mi lengua en su boca. De su garganta salió un gruñido ronco y empezó a pasar tus dedos por mi espalda. Arriba, abajo y arriba de nuevo. Sentí como se endurecía su polla bajo de mí. Me moví incomoda entre sus brazos. - Matthew – dije justo antes de que me besara otra vez – Matthew… - ¿Sí? – nos separamos de forma que quedamos nariz con nariz. - Aquí no – lo miré directamente a sus encantadores ojos – vámonos. - ¿A dónde te llevo? – me plantó un suave beso antes de darme tiempo de responder. - Quiero conocer tu casa – le agarré los hombros y me eché para atrás.


Me paso los brazos por la espalda para que no me callera. Cerró los ojos y negó con la cabeza. - ¿Por qué no? – al escuchar mí susurro abrió lentamente los ojos y me miro. - Es que… - hice un mohín – Donde vivo no entran… - Tus amantes – completé la oración en un susurro – Lo entiendo – baje la cabeza. - No, no, no, no – levantó mi mentón con sus dedos y miro mis ojos - ¡Maltita sea! No entiendo como lo haces – susurro cerrando los ojos – vamos. Me levanté con sumo cuidado de su regazo y salimos del baño. Pasamos por los pasillos rápidamente y nos montamos en el auto en que vinimos. Matthew me indicó que me subiera en la parte de adelante del auto, así que lo hice y él se subió tras el volante. - Y… - Anderson – dijo dejándome las palabras en mi boca – Se llama Anderson – me miró de reojo – Le di la noche libre. - ¡Oh! – fue lo único que me salió de mí garganta.


Llegamos a un edificio de vidrio que reflejaba las luces del exterior. Aparcó el auto al frente de las puertas del edificio. Se bajó y luego me ayudó a mí. Le lanzó las llaves al chico del valet parking y este se llevó el auto rápidamente. El vigilante que estaba en la puerta con su gorro de chofer nos la abrió e hiso una leve reverencia con la cabeza. El interior del edificio tenia piso de mármol blanco, paredes con elegante cerámica beige a juego con las columnas. En la recepción habían dos chicas y detrás de ella una enorme pecera incrustada en la pared con peces del pacífico. Subimos en el amplio ascensor. A cada lado de los botones del elevador tenía una abertura para llaves. Matthew introdujo su llave y marcó el número dieciséis. - ¿Este edificio también es tuyo? – pregunté mientras el ascensor nos llevaba a nuestro destino. - Sí – me miró y sonrió. El ascensor sonó, indicando que habíamos llegado a la planta dieciséis. Al abrirse las puestas se escuchó una voz que salía de los altavoces del ascensor: “Bienvenido Sr. Bush”. Me agarro la mano y salimos de allí.


Me quedé asombrada. Al salir del ascender pasas por un corto pasillo sin paredes que separa dos cortas escaleras rectas que se unen en el piso de arriba. Al frente hay dos grandes columnas griegas corintias que hacen una leve separación de la zona de las escaleras a la zona del salón. Al entrar en el salón se veía un enorme sofá en forma de “U” color crema con adornos en madera oscura y una mesa de café de vidrio a juego con el sofá. A la derecha había una chimenea empotrada en la pared de piedras grises. Al lado izquierdo se encontraba otra pared con las mismas piedras grises y una gran puerta de vidrio corrediza que llevaba a la cocina. - ¡Wow! – miré a mi alrededor. Vi los pliegues de los labios de Matthew se curvaban hacía arriba. - ¿Te gusta? – preguntó. Acepté con la cabeza sonriendo a las vez – ¿Quieres que te muestre el resto? - ¿Comenzamos con la cocina? – agarró mi mano y me dirigió a la puerta corrediza de vidrio. Entramos en la gigantesca cocina blanca. En el medio de ella estaba la barra de desayunos con cinco sillas de madera oscura. La pared de vidrio


que abarcaba la sala, también hacia parte de la cocina, en ella solo se veía las luces de los edificios del exterior. Me acerqué a una de las tantas puertas de las alacenas blancas y la abrí, había galletas, cajas de cereales integrales y cereales para niños. Agarré uno y me volteé. - ¿Foot Loops? – meneé la cajita y la abrí, estaba por la mitad - ¿Comes Foot Loops? – Matthew se encogió de hombros. Me reí a carcajadas y empecé a comérmelos. Salimos de la cocina y subimos las escaleras. Entramos en la habitación principal. En ella había una enorme cama con sábanas de seda negra y cojines blancos en una base que hacía ver la cama mucho más grande de lo que ya era. A cada lado del lecho, había una mesa de noche blanca con una elegante lámpara de metal pulido y tela beige. - A la izquierda está la puerta del baño y a la derecha el vestidor – dijo Matthew – ¿Cuál quieres ver primero? - El baño. Se acercó y abrió la puerta de madera oscura del baño para que yo entrara. Adentro se encontraba una ducha grande rectangular separada del resto del baño con unas puertas de vidrio. Diagonal a ella, estaba el gran jacuzzi pegado a la


esquina con forma redonda, alrededor de él había unas pequeñas rejitas que drenan el agua cuando se derrama y alrededor de las rejitas, unas escaleras que esconden el resto del jacuzzi. Al frente de la ducha estaban dos lavamanos blancos incrustados en el tope de madera oscura. En la pared donde se encontraban los lavamanos, tenía un espejo enorme y ceca había un hueco en la pared con tablas de madera oscura horizontalmente donde se guardaban las toallas blancas. En la pared que estaba al frente de la puerta, se localizaba el elegante inodoro y su bidet a juego. El baño tenía también una pared totalmente de vidrio donde se veía el resto de la ciudad. - ¡Este baño es enorme! – dije tras a ver observado todo – Y hermoso. - ¿Quieres ver otra parte de la casa antes de irnos dormir? – dijo llevándome a la habitación. - Sí – me comí otro puñado de Froot Loops. Cómo tenía la boca llena le señalé la puerta del vestidor. Me dio paso para explorar yo sola, así que abrí la puerta y me sumergí en un elegante vestidor. Esté, era un forma de “U”, enorme y elegante como el resto del TownHouse. Tenía infinidades de trajes de


vestir y chaquetas de cuero guindadas cuidadosamente en ganchos. En una de las gavetas se encontraban las corbatas, en otra las medias y en otra más los bóxer e interiores. En los cajones más grandes de abajo, estaban guardados y ordenados los zapatos. En las tablas horizontales, estaban las camisas bien dobladas ordenadas por colores. No vi donde tenía la ropa de dormir ni la de viaje. A simple vista solo tenía la ropa de diario. Me sorprendió ver que justo la mitad del vestidor en forma de “U” estaba vacío. Toda su roba se guardaba ordenada y elegantemente en la otra mitad. Deje la caja de Froot Loops para quitarme los tacones y mi vestido, y los dejé ordenados en el gran puff cuadrado que estaba en el centro del vestidor. Agarré una de sus dobladas camisas blancas y me la coloqué. La camisa no me cerraba al nivel de mi hinchado vientre, así que la dejé abierta. Salí del vestidor con el cereal en las manos y vi a Matthew en unos sexys bóxer negros asustados que le resaltaban su enorme miembro. - ¡Wow! – lo miré de arriba abajo y de abajo arriba - ¡Esto es mucho mejor que mirar tu casa completa comiendo Froop Loops!


- ¿Qué hiciste con tu vestido? – dijo mirándome, así como lo miraba yo también. - Lo dejé encima del puff que tiene su vestidor y…– dije mientras caminada en busca de mi cartera - Ya veo – dijo a mi espalda y dejándome las palabras en la boca - ¿Por qué te has puesto mi camisa? - Fue lo único que encontré – dejé la caja al lado de mi cartera, coloqué a cargan mi Smartphone y me volteé para mirarlo - ¿Te molesta? - ¡Por supuesto que no! – volvió a recorrer mi cuerpo con su mirada. Vi cómo su erección crecía, haciendo que la tela de su bóxer se estirara más de lo que ya estaba ¡Qué buena vista! - ¡Mierda! – se miró la polla y luego a mí - ¿Por qué estás ruborizada? - ¡Mmm! – cerré los ojos metí mí mano dentro de mi braga. - ¿Qué estás haciendo? – dijo con su voz ronca. Me quité su camisa y la dejé caer al piso. Desabroché el sujetador mientras abría mis ojos, se lo lancé y él lo atajó. Empecé a masajearme los pezones para endurecerlos.


- ¡Ay! – hice una mueca de dolor. Sentí unas pequeñas gotas que salían de mis pezones ¡Mierda! – Leche – susurré. - ¿Qué dijiste? – Matthew se me acercó rápidamente – ¿Estás bien? - Me duele – dije – Me ha salido leche de los pezones. - ¡¿Qué coño?! – bajó su mirada hasta mis senos, con su dedo índice agarró una gota de leche y la lamió – Dulce y tibia. - No debería de salir hasta que no nazca el bebe – me tapé los pezones con el brazo. Me alejé de Matthew y me acosté en la cama, él se acostó del otro lado. Me arropé con la sábana de seda negra hasta los pechos y me coloqué las manos en la cara para tapar mis mejillas ruborizadas más de lo normal. - No te de pena, ángel – sentí las manos de Matthew quitar las mías de mi cara. - Me duelen – susurre – Me duelen mucho - ¿El sujetador te aprieta? – dijo mirándome a los ojos - Sí - No los uses más – dijo – Por eso te duele, estaban sufriendo ahí apretados – me dio un


beso en la boca – Vamos a dormir que es tarde y mañana vamos a trabajar. Acepté con la cabeza y me puse de forma fetal a espalda de él. Matthew posó su brazo alrededor de mi cadera y entrelazó sus piernas con las mías. Me quedé dormida apenas apagó las luces.

... Sentí unas manos que acariciaban mi vientre y lentamente abrí un ojo. Descubrí a Matthew susurrándole a mi abdomen mientras lo acariciaba muy lentamente. - ¿Qué haces? – rápidamente se cambió de posición. - Nada – se bajó de la cama y con sensuales pasos largos entró al baño. Me quedé en la cama analizando lo que acababa de suceder. ¿Estaba hablándole a mi pequeño grillo? Me levanté y fui al baño. Cuando entre se estaba cepillando los dientes. Lo miré mientras se enjuagaba la boca. - Necesito un cepillo de… - se agachó, abrió una de las gavetas y sacó un nuevo cepillo de dientes – Gracias.


Le eché crema dental al cepillo y lo empecé a pasar por mis dientes. Sentí uno dedo que me recorrían la espalda de arriba hacia abajo pasando por la línea de la columna. Sentí que el dedo se posó en la parte baja. - ¡Me encantan estos huequitos que se te forman en la parte baja de espalda! – susurro Matthew – ¡Excitante! Acaricio con la punta de sus dedos mi espalda hasta que terminé de enjuagarme la boca. Me volité para mirarlo de frente y coloqué mis delgados dedos en su hermoso abdomen marcado. Pasé los dedos por su ombligo y baje hasta introducir la punta de mis dedos en su bóxer. Se estremeció mientras salía un gemido de su garganta y su vez crecía su erección. De mis poros salía pequeñas gotas de sudor. Aquella actitud de Matthew me éxito en tan solo unos segundos. Húmeda y deseosa. Cachonda y excitada. Le mordí el mentón, el hombro, el pezón, el abdomen y fui bajando hasta llegar a mi destino. - Para – me agarró de las muñecas y me obligó a detenerme, como que no deseaba hacerlo. Miró directamente mis ojos – Déjame hacerlo yo.


Di unos pasos para atrás. Me acercó a él tan rápido que nuestros dientes chocaron y me partió el labio superior. Pasó su boca a mi cuello dejando un camino como los caracoles hasta llegar a mi ombligo. - Quédate quieto pequeño grillo – susurró a centímetros de la piel – Mamá y yo vamos a hacer algo no acto para ti – plantó un beso en mi abdomen. El bebé se empezó a mover en reacción de las palabras de Matthew. ¿Qué fue eso? ¿Por qué el bebé reaccionó a una voz desconocida? ¿Matthew hablaría con el bebé mientras yo duermo? Cuando mi madre le habla a mi vientre, mi little creature se queda quieto. Tiene la costumbre de moverse solo cuando estoy hablando con él, nunca se ha movido con otra voz. Una suave mordedura en mi hinchado clítoris me hiso salir de mis pensamientos, llevándome a un orgasmo fuerte y largo. Matthew se detuvo y me miro. - No pares – gemí – Por favor. Al oír mis suplicas volvió a la acción. Mientras más me estimulaba más cerca estaba del clímax. Su hábil lengua juego con mi inexperto clítoris. Chupaba y lamía con frenesí.


- Apóyate de la pared – su aliento tropezó con mi vagina antes de otra lamida – No quiero que te caigas. Me agarré del tope de los lavamanos y clavé mis uñas en él. Llegué al clímax junto con otro orgasmo. Perdí la fuerza de los brazos y pies. - Matthew – me faltaba la respiración – Me caigo – apenas salían palabras de mi garganta. Se levantó y me abrazó. Me desplomé entre sus brazos mientras respetaba profundo entre su pecho. Sentí mis fluidos bajar por mis piernas. Lentamente recuperé el aliento y la fuerza. Empecé a besarle los pezones por segunda vez. Matthew empezó a caminar hasta que mi culo quedo justo en el borde del jacuzzi. Miré hacia atrás y me senté en una parte de las escaleras donde mi boca quedó gusto al frente de su erección. Le bajé lentamente el bóxer hasta las rodillas y su enorme polla quedó al descubierto. La agarré con mis manos y empecé a bombear mientras lo miraba directamente a los ojos. Cuando vi que dejo caer su cabeza hacia atrás, acerqué mi boca a su rosada glande y empecé a succionar con fuerzas. Gruño y deslicé mi boca en su pene. Lo saqué y me lo volví a introducir. Cada vez llegaba más a fondo, pero cuando sentía que me ahogaba, me deslizaba


hacia fuera y volvía a bajar una y otra vez. Gemía cada vez más fuerte. - Eyacularé en tu boca si no paras ahora – dijo con voz ronca. Esto incitó a que siguiera con más fuerte. Succionando y lamiendo sin detenerme - ¡Maldita sea, Sara! Apenas pude escuchar sus últimas palabras por que se ahogó en el clímax y se derramó dentro de mí. Tragando rápidamente para no atascarme con el líquido espeso, caliente y salado, se me derramaron unas cuantas lágrimas. Acarició mi cara con el pulgar y limpió una gota de semen que se había escapado. Mirándome a los ojos, me introdujo su dedo con la gota en mi boca. Lo chupé sin quitar mi mirada de la suya. Le mordí la punta del pulgar y gemí produciendo que su pene disparara otro chorro de semen. Me callo entre mis pechos. - ¡Mierda, Sara!


Capítulo 5

Después de darme una ducha rápida, me dirigí al vestidor de Matthew y me coloque otra de sus caminas blancas. Esta era más grande que la primera, me cerraba todos los botones y me tapaba el culo. Salí de la habitación y cerré la puerta tras de mí. Me fijé en el pasamano de caoba de las escaleras y vi los hermosos detalles delicadamente tallados. Bajé las escaleras lentamente pasando mis dedos por los pulidos detalles. Pase por el salón y me dirigí a la cocina. Lo vi en de espalda, sentado en la barra de desayuno que estaba en el medio de la cocina. Le pasé los brazos desde la espalda y sentí como se tensó al plantarle un beso en la nuca.


El roce de un sartén con el tope de mármol, me indicó que alguien estaba en la cocina. Dirigí la mirada y vi a una señora mirándome con cara de pena. Tenía los ojos azules grisáceos y un poco rasgados, cabello rubio con canas y amarrado con un moño. Llevaba puesta una camisa de verter azul caro, un pantalón blanco y unas zapatillas negras. - Disculpe – miro a Matthew y luego a mí. Se dirigió a la puerta que se encontraba en un lateral de la cocina. Di unos cuatro pasos hacia la puerta y luego me volteé a donde estaba Matthew. Fruncí el ceño colocando la palma de mi mano por detrás de la cadera. - La Señora Carvajal es el ama de llaves de la casa – bajo su tenedor y se me acercó. Agarró cabello mojado por la nuca y lo jaló hacia atrás – No te preocupes, no dirá nada – me beso y se rio. - ¿Por qué no me dijiste que estaba aquí? – le rodeé su cintura con mis brazos – Dejaste que me viera prácticamente desnuda. - No sabía que había llegado, tenía permiso porque su nieto está enfermo – empezó a hacer circulitos en mi cuero cabelludo – Si yo quiero te folló aquí mismo para que nos


descubra en pleno acto sexual – su sonrisa se extendió. - No lo permitiré – traté de apartarme pero me apretó más a él. - ¡Oh, sí! ¡Sí lo hare! – me beso y volvió a mirarme – No tienes bragas, se me hará muy fácil. - ¡Suéltame! – lo empuje con todas mis fuerzas pero no se movió ni un poquito. - Quiero follarte ahora mismo, en esta cocina. En mi cocina – me beso el cuello – quiero verte cuando apoyes tus palmas en la encimera mientras llegamos al clímax los dos juntos. Me volteó y quedé de espaldas a él. Inició un excitante movimiento de caderas aplastando mi culo con su pene. Gemí. Bajó su cremallera mientras me llevaba al bode de la mesa de desayunos. - Agárrate fuerte, ángel – me inclinó hasta que yo quedara con un ángulo de ciento cincuenta grados. Aferré mis manos a la mesa. La camisa se me subió hasta la espalda, dejando al descubierto mi culo. Sentí un polla moverse entre la abertura de mi vagina. Me dio un fuerte azote en la nalga derecha e hice un sonido de dolor.


- Esto es por desafiarme – me dio otro – esto fue por retarme – me dio otro – este por provocarme. - Estas usando sinónimos – gemí del dolor que sentía. Volvió a azotarme. - Este por contestona – mientras daba azotes en el culo, su pene acariciaba mi clítoris. Grité, ya tenía la nalga sensible. - No más – me faltaba el aire – por favor. Posó su mano en mi maltratada nalga derecha y la empezó a acariciar haciendo que doliera más. Metió su pene rápidamente en mi vagina, provocándome un fuerte dolor y un grito desgarrador. Lloré mientras bombeaba tenazmente dentro y fuera de mí. Me aferré más a la mesa. - Detente Matthew, por favor – musité entre lágrimas – Me duele. Me dio otro azote y siguió bombeado hasta el fondo. Me dolía mucho pero igual sentí placer y llegue a un orgasmo cuando explotó dentro. Sus latigazos de semen chocaron con tanta fuerza en mis paredes vaginales que me corrí. Él se corrió pocos segundos después que yo. - Te necesitaba – su voz ronca me hacían seña de su nivel de excitación.


- Suéltame – dije después de recuperar un poco el aliento. - Te necesito así – paso por alto mis súplicas y mi dolor – Excitada, sudorosa y desnuda. - Me tienes adolorida – sollocé - ¿No te das cuenta que me duele? ¿No te das cuenta que me haces daño, Matthew? ¡Suéltame! – dije llorando – Por favor. Apoyé la frente al borde de la mesa y lloré. Se salió de mí y con la poca fuerza que me quedaba, me enderecé y salí de la cocina. Subí a la habitación. - ¡Sara, espera! – escuché la voz de Matthew que venía de la cocina. Subí rápidamente las escaleras, entré a la habitación y luego al baño. Mientras me miraba en el espejo vi a Matthew entrar al cuarto de baño. Levanté el brazo hacia él en señal de que no siguiera caminando. Salí corriendo al inodoro y empecé a vomitar. Oí los pasos de Matthew acercándose y me sostuvo el cabello mientras seguí vomitando. Saqué toda la rabia que tenía dentro. Me dio un pedacito de papel higiénico, me limpié la boca y le bajé la palanca al inodoro. Me atrajo hacia él y me abrazó. - ¡Lo siento! – musitó - ¡Lo siento mucho, ángel!


Lo aparté de mí y él no lo impidió. Me acerqué a los lavamanos y me lave la boca. Cogí mi cepillo de dientes y repetí el mismo proceso de cuando me levanté. Cuando dejé el cepillo en su lugar, sentí el terrible dolor de los azotes en mi trasero. Matthew buscó entre las gavetas y sacó una crema de envase blanco con elegantes letras doradas que decían Bush. Se lavó las manos y las secó con una toalla blanca. Abrió el envase e introdujo dos dedos en él, saso un poquito de crema tan blanca como el recipiente. Se acercó a mí y yo me alejé. Nuestras miradas de encontraron. - No – le dije secamente. - Te duele – dijo - Déjame ponerte un poco la crema – se acercó otra vez y yo me alejé. - Que no – quité rápidamente unas lágrimas que caían por mi mejilla. No quería que me viera llorar, no esta vez. - Confía en mí – su tono seductor me convenció. Intentó acercarse otra vez y posó sus dedos en mi lastimada nalga. Restregó la crema con sumo cuidado, masajeando a la vez. Se agarró y me dio un besito en la parta baja de la espalda.


- Se aliviará pronto, ángel – se colocó frente a mí - ¡Perdóname! Baje la mirada. Matthew agarró mi cara entre sus dos manos y me dio un suave beso. Le devolví el beso y nos abrazamos. El bebé empezó a moverse fuertemente entre los dos. Me quedé helada al ver como la cara de Matthew se fue endureciendo poco a poco, hasta quedar un rostro totalmente severo.

… Me senté en mi mesa de trabajo después de que Matthew me llevara a mi departamento para cambiarme la vestimenta. Tenía trabajo atrasado. Atendí a varios socios de las Empresas Bush, envié correo y documentos a otros. Le lleve un documento al Sr. Thierry Conrad, socio principal de Matthew Bush. Mientras leía y anotaba tips para mi jefe, me comí una galleta de chocolate con un vaso de leche. Mi Smartphone sonó, avisando que tenía una llamada entrante. - Buenos días – conteste. - ¿Sara Carter? – era una voz de hombre. - Sí ¿Quién es?


- Soy José David López, amigo de Elizabeth Mercier – empezó a presentarse – Ella me dijo que te llamara para ponernos de acuerdo con lo del mural del bebé. - ¡Estaba por pedirle tu número a Elizabeth, José! – dije con entusiasmo – ¿Cuándo podemos quedar para vernos? - ¿Te parece mañana? – respondió. - ¡Perfecto! – levanté mi vista a la oficina de Matthew y lo vi mirándome con el ceño fruncido. Al cortar la llamada, Matthew bajó su mirada al computador y siguió en el trabajo. La mañana paso muy rápida que apenas me dio tiempo de mirar al hombre con quien había pasado la noche. Esta tarde tenía que salir a almorzar con mi madre. Era una tradición, almorzar los jueves juntas, que había empezado hace ocho meses. Cuando mi madre se enteró de mi embarazo me apoyó desde el principio porque estaba a unas semanas de casarme con mi novio. Al enterarme de la terrible tragedia, ella estuvo apegada a mí y yo a ella. - Buenos días, oficina de Bush, le habla Sara Carter – dije tras haber atendió el teléfono de mi mesa de trabajo


- Sara, aquí abajo hay una hermosa mujer preguntando por ti – era la voz de Karin. - ¿Cómo se llama? – me acaricie la frente. - Rebecca Dixson. - ¡Mi madre! – me levanté de la mesa – Ya bajo. Coloqué el teléfono en su base y agarré mi cartera. Pasé mi vista la oficina de mi jefe y me despedí con un suave movimiento de mano de lado a lado. Entré en el ascensor apenas llegó y me dirigí directo a la recepción principal. Cuando llegué, vi a mi madre con su elegante vestido de Chanel azul claro tallado al cuerpo hasta las rodillas y con unas hermosas sandalias altas doradas. Llevaba en su mano derecha una cartera de mano dorada. - ¡Madre! – me dirigí a ella con una mano en la espalda. - ¡Dios mío, Sara! – me beso la mejilla y posó una mano en mi vientre – ¡Está más grande! - Nos vimos el sábado pasado – hice una mueca de dolor – No puede crecer tan rápido. ¡Estas exagerando! - ¿Te sientes bien, hija? – agarro mi mano. - Solo me duele un poco la espalda – y también la nalga. Sin contar el dolor que sentía por las


agresivos movimiento de Matthew dentro de mí – Se me quitará pronto. - ¿Nos vamos? - ¡Me muero de hambre! – le agarré el brazo y lo entrelace con el mío. Con la otra mano que me quedaba me despedí de Karin de la misma forma que de Matthew.

… Después de un buen almuerzo en el fabuloso Restaurant To Taste y una larga charla con mi madre, recrece a mi trabajo un poco tarde. Me llegó un correo del dueño de Empresas Bush.

De: Matthew Bush Fecha: 22 de agosto de 2013 14:00 Para: Sara Carter Asunto: Llegada tarde. Querida Sara Carter: ¿Me puedes decir para dónde fuiste, con quién y por qué llegas tan tarde? P.D: deja de morderte el labio. La tengo sura. Matthew Bush Presidente y Dueño de Cometic Company Bush. Inc


De: Sara Carter Fecha: 22 de agosto de 2013 14:15 Para: Matthew Bush Asunto: Llegada tarde. Querido Matthew Bush: Fui a almorzar con mi madre. Creo que eso responde a tus preguntas más importantes. P.D: Lo tomaré en cuenta Sara Carter Asistente Personal del Sr. Matthew Bush

De: Matthew Bush Fecha: 22 de agosto de 2013 14:20 Para: Sara Carter Asunto: Llegada tarde. Querida Sara Carter: Entré a mi oficina de inmediato. P.D: ¿Todavía no has aprendido? Matthew Bush Presidente y Dueño de Cometic Company Bush. Inc

De: Sara Carter Fecha: 22 de agosto de 2013 14:27 Para: Matthew Bush Asunto: Legada tarde. Querido Matthew Bush:


No estoy de ánimo    Sara Carter Asistente Personal del Sr. Matthew Bush

Me levantó de mi mesa y suena el teléfono. - Buenos días, oficina de Bush, le habla Sara Carter - Sara, soy Karin otra vez – hiso una pausa corta – El Señor Francesco Mussolini va subiendo para la oficina de Bush. - Gracias por avisar – colgué. Caminé hasta las puertas de vidrio de la oficina de Matthew. - El Señor Francesco Mussolini está llegando a su oficina – hablé cuándo entré. Se levantó y dio unos seductores pasos hacia mí. - Ángel – apenas escuché su voz. Me besó tres veces – hora de tu crema. - ¿Cómo? – fruncí el ceño. - Tu crema para esto – me fretó mi nalga maltratada e hice una mueca de dolor, aunque ya no dolía tanto – vamos al baño. Agarró mi mano y me llegó al baño. Cerró la puerta detrás de él. Con sus hábiles dedos desabrochó el botón de mi pantalón, bajó la


cremallera y lo deslizó junto con mi braga por mis piernas. Me volteó hasta quedar de espaldas a él. Echó crema a mi nalga y luego le dijo un suave beso. Mis pantalones y bragas volvieron a su sitio original en menos de un minuto. - Lista – miró mis enormes pechos – Siéntate en la silla de mi oficina. - Tienes visita – coloqué mi mano por el borde de su pantalón. - Tenemos visita, Sara – agarró mi boca con sus dientes y la medió – Te tengo una propuesta de trabajo – su boca paso a mi cuello – Espérame sentada – su boca llegó a mis pechos, donde lamió y chupó. - Mmm… - me estremecí – Tenemos visita no se te olvide. - Algún día se follare tus hermosas y gigantes tetas – dijo mientras recuperaba su postura habitual. Me plantó otro suave beso. Salí de baño y me senté en la misma silla en que estaba cuando tuve la entrevista de trabajo. Cerré los ojos y traté de calmar mis ansias de correrme junto a Matthew. Palpe mi barriga. - ¡Bebé! – le dije a mi vientre - ¡Aquí está mami! – se empezó a mover - ¡Sí, mi amor! ¡Aquí está mami! ¡Tú mamiii!


- ¿Qué haces, Sara? - escuché la voz de Matthew justo antes de que se parara al frente mí. - ¿Bebé, tú conoces a Matthew? – me mire el vientre y sentí una patadita. Me reí. - Si no ha nacido aun ¿Cómo me va a conocer? - Te reconoce la voz, Matthew – dirigí mi mirada a la de él – el bebé no reacciona con otra voz que no sea la mía – hice una pausa rápida – hasta ahora. La puerta de vidrio se abrió. - ¿Buenas tardes? – dijo el fotógrafo. - Buenas tardes, Mussolini – le respondió Matthew estrechándole la mano – Tome asiento. - Gracias – bajaron las manos y Matthew se sentó en su lugar - ¿Cómo estás, Señorita Carter? - ¡Muy bien! ¿Y usted? - Bien, gracias – se dirigió a mi excitante y sexy jefe - ¿Empezamos? Toda la reunión estuvo centrada en mí. Como había oído en la cena de anoche, Bush Emterprise, inc va a crear una nueva línea de cremas corporales y productos especiales para embarazadas. Está va a consistir de infinidades cremas de anti-


estrías, cremas de anti-celulitis, cremas humectantes, aceites corporal, gel de baño, jabón con vitamina incluida, entre muchas más. Me pidieron que fuera la imagen de la línea Bush. Me harán una sesión de fotos, sería la invitada especial de todas las reuniones que sean basadas en la línea. ¿Sería capaz de mostrar mi cuerpo a millones de personas? No les di respuesta inmediata pero tenía que dárselas más tardar el lunes por la mañana. Por lo menos tenía tres días para pensarlo mejor. Cuando la reunión se acabó, seguí con mi trabajo atrasado mientras que Matthew atendía a otros socios. La tarde pasó más lenta que la mañana pero cuando mi Mulco Marine Trio marcó las 17:00 empecé a recoger mis cosas para llegar a mi departamento lo más rápido posible. Antes de bajar a la recepción principal fui al baño a orinar. Mi Smartphone sonó con el todo habitual para avisarme que Elizabeth me estaba llamando. - Eli – respondí - Amiga, necesito tu ayuda – tu voz sonaba preocupada. Podría jurar que había estado llorando. - ¿Qué pasa? – me preocupé.


- La madre de Theo está en el hospital – sorbo por la nariz. - ¿Cómo está tu esposo? – Theo McCarthy era un atractivo hombre de unos treinta y tres años de edad, con piel clara, ojos azules y cabello castaño. Estaba casado con Elizabeth desde hace siete años. - Un poco preocupado – dijo – Necesito que te quedes el fin de semana con el niño, no me lo puedo llevar por qué no sé si lo van a dejar entrar al hospital. - Tranquila, Eli – respiré y seguí – Yo me encargo de él. Ahora mismo salgo para tu casa. - Gracias, Sara. Te espero. Al colgar me di cuenta que Matthew estaba detrás de mí, observándome. Guardé el celular en mi cartera y me lavé las manos. - ¿Pasa algo, Sara? – su expresión exigía la verdad. - Una amiga tiene un problema familiar y tengo que quedarme con su hijo el fin de semana. Su rostro cambio de serio a mucho más serio. ¿No le habrá gustado lo que le acabo de decir? No perdí el tiempo tratando de averiguar la causa de su duro gesto. Salí del baño sin decir nada más y bajé


en el ascensor. Busqué mi Audi en el aparcadero, tenía que llegar lo más rápido posible al departamento de Elizabeth. Encendí el auto y rápidamente me incluí en el habitual tráfico de la ciudad.

… Cuando llegué a la casa de Elizabeth me di cuenta que tenía la mayoría de las cosas preparadas, que solo estaban esperando por mí para llevarme al niño a mí departamento. Jean Pierre tenía seis años, era un niño agraciado de cabello castaño un poco largo con suaves hondas lisas. Tenía los hermosos ojos verdes de su madre y la piel blanca. Una perfecta combinación de sus padres. - ¿Theo, cómo está tu madre? – pregunté al llegar. - La están atendiendo en el hospital – se acercó y me dio el pequeño oso de peluche con que Jean siempre dormía – Le dio un paro cardiaco. Gracias a Dios que mis hermanos estaban cerca. - ¡Dios mío! – me llevé una mano a la boca. Le tenía mucho aprecio a su madre - ¿Pero ya se encuentra mejor?


- ¡Sí! – siguió recogiendo las maletas mientras Elizabeth alistaba a Jean en su colorida habitación – En estos momentos está en observación. Mientras Theo me contaba con detalles lo que le sucedió a su madre, lo ayudaba a terminar de guardar los juguetes del niño. Guardé los medicamentos para la alergia de Jean en su estuche de primeros auxilios. En el momento en que ya habíamos terminado de arreglar todo, Jean Pierre saló corriendo del pasillo que llevaba a las habitaciones. - ¡Tía! – corrió directamente hacía mí. - ¡JP! – nos abrazamos y le di un beso en la mejilla - ¿Cómo estás? - Yo bien pero ra abuera esta marita – hiso un mohín – Mamá y papá van a vera y yo no puedo – Jean tiene dislalia infantil, él cambia la letra “R” por la “L” y viceversa. - En los hospitales no dejan entrar a niños que no estén enfermos por cuestiones de seguridad – le di un toque rápido en la punta de la nariz – ¡Pasaremos el fin de semana tú y yo juntos! ¿Te gusta la idea?


- ¡Bien sûr! – expresó en francés. Su condición para hablar no le afecta cuando habla en francés - ¡Nos diveltiremos mucho! - ¡Eso te lo aseguro! – hice una pausa y luego me dirigí a Eli - ¿Cómo van sus terapias? - Ha progresado mucho – sonrió y empezó a agarrar las maletas – Ya nos tenemos que ir o perderemos el vuelo. - Iré bajando las maletas al auto – dijo Theo con varias de ellas ya en mano – agarra a Boîte rouge y baja conmigo Jean - Boîte rouge era el sobre nombre de la caja de medicinas del niño. - Allons-y.



Capítulo 6

Jean Pierre y yo acompañamos a Elizabeth y a Theo hasta el aeropuerto, y luego nos fuimos a mi departamento. Cuando llegamos JP me ayudó a lleva sus maletas a la habitación de huésped. Sacamos todo de las maletas y lo guardamos en los gabinetes del closet. Eran las 20:00 horas cuando terminamos de arreglar todo. Nos decidimos por unos sándwich de queso para cenar y juego de manzana. Cenamos en el sofá mientras veíamos Ben 10 supremacía alienígena, una de las comiquitas favoritas de Jean. - ¿Cuándo comienzas el colegio? – le pregunté. - No sé – hiso una pausa y siguió – Mi mami sabe pero yo no sé ro he pleguntado. - Ya debe faltar poco. - Quielo conocel a mis amigos nuevo – dejó el plato vacio encima de la mesa de café y agarró el vaso con el poquito de jugo que le quedaba – Mi papi dice que debo poltalme


bien en el coregio y así selé un niño muy bueno. - Eso es verdad, tu papi tiene mucha razón – le sonreí mientras dejaba el vaso al lado del plato. - ¿Puedo cambial er canar? – señaló el contral del Directv – Ra comiquita que sigue no me gusta, es muy abulida. - ¡Sí, claro! – le entregué el control en sus manos – Yo voy a limpiar y luego nos acostamos a dormir. Me levanté del sofá con los platos y los vasos en las manos. Mientras fregaba lo que habíamos ensuciado, me acordé del Matthew. Con todo lo que pasó hoy, no me he dado el lujo de pensar en él. ¿Qué estará haciendo en estos momentos? ¿Estará pensando en mí como yo pensaba en él? ¿O simplemente estará trabajando? Al terminar de limpiar toda la cocina, me dirigí al la sala y vi que Jean Pierre se había quedado dormido abrazando su peluche. Apagué el televisor y me quedé mirando a JP pensando en cómo lo iba a pasarlo a la cama. Estando embarazada era imposible cargar a un niño de seis años, pero tampoco lo podía dejar durmiendo en el sofá.


Mientras pensaba en lo que iba a hacer, sonó la puerta. Me apresuré a abrir andes de que despertaran a Jean. Al abrir la puerta vi a Matthew con unos ajustados jeans oscuros, una camisa de vestir blanca con botones negros y unos zapatos casuales blancos. - Hola – dijo posando sus ojos en los míos. - Hola – me di cuenta de que sus dos últimos botones de la camisa estaban desabrochados, dejando al descubierto una pequeña parte de su pecho. Se me acercó y posando sus manos en mis mejillas me beso con desespero. Le respondí el beso pasándole mis brazos por su cintura. Empezó a caminar hacia delante haciendo que entrara al departamento sin dejar de besarme. Bajó una de sus manos y la colocó encima de mi seno masajeándolo suavemente. Gemí y el gruño. - Te necesito, Sara – dijo mientras me besaba. - Mmm… - sentí su lengua invadiendo mi boca. Nuestras lenguas se entrelazaron y empezaron a bailar rítmicamente. La mano que tenía en mi seno la enredó con mi cabello y echó mi cabeza hacia delante profundizando cada vez más el beso. Jean, que estaba dormido en el sofá, estornudó. Matthew se


frenó en seco dejando su lengua dentro de mi boca y poco a poco fue sacándola. De alejó unos pocos centímetros de mí y vi su ceño fruncido. - Es Jean – me dirigí al sofá – Lo cuido mientras sus padres están de viaje por asuntos familiares – su cara se enfrió – Se quedó dormido y no sé cómo llevarlo a la cama. - ¿Cuánto tiempo de quedaras con él? – miró a JP como si fuera un extraterrestre. - Hasta el domingo. - ¿Va a dormir contigo? – levantó la mirada hacia mí. - No, él duerme en la habitación de invitados, siempre lo ha hecho – no puede sostenerle su mirada, así que desvié la mía. Cargó al niño en sus brazos y lo llevó a la cama. Yo fui tras de él y cuando lo acostó, me apresuré a arroparlo. Apagué la luz y cerré la puerta. Me dirigí a mi habitación y vi a Matthew quitándose los zapatos sentado en el borde la de cama. - ¿Te quedaras? – cerré la puerta y entré. - ¿Quieres que me quede? – dijo mientras se quedaba las medias. - Quiero quitarte la ropa – se detuvo y me vio con esa mirada que indicaba sexo.


- ¿Quieres quitarme la ropa? – acepté con la cabeza mientras me mordía el labio. - ¡Lo deseo! – me acerqué a él – Déjame hacerlo yo. - ¡Hazme lo que quieras! De todos modos ya estoy perdido – esa frase me sorprendió. Empecé por desabrochar los botones de su camisa blanca. La abrí delicadamente y la deslicé por sus grandes brazos musculosos. Dejé caer la camisa al suelo y me lancé a por el botón del jeans oscuro. Mientras bajaba su cremallera, él me empezó a besar el cuello. - Ayúdame con el jeans – le dije mientras trataba de bajarlo más debajo de las rodillas. Con unas sacudidas de las piernas el pantalón bajo quedando en sus pies. Salió de él y lo pateó suavemente para alejarlo. - Mi turno – con suavidad pero a la vez con avidez se deshizo de mi ropa más rápido de lo que pensaba – Te necesito. - Mmm… - cerré los ojos esperando sus carisias que no tardaron mucho. Se sentó en la cama y me indicó que me colocara encima de él manteniendo una pequeña distancia entre mi vagina y su dura polla. Me mantuve en esa posición manteniendo el peso de mi


cuerpo con mis rodillas y apoyando mis manos en sus hombros. Me besó mientras tocaba mi húmedo sexo. Moviendo sus dos dedos en mi clítoris y tu legua en mi boca con el mismo ritmo. Gemí. Introdujo sus dedos dentro de mi sexo, masturbándome cada vez más rápido. - No te corras – susurró aumentando el movimiento. - ¡Ah! ¡Matthew! – le mordí el labio haciendo que sangrara. - Aguanta – adentro y afuera, una y otras vez. Movimientos descontrolados que me estaban llevando al borde del orgasmo. - Me duele – una lágrima de dolor corrió por mi mejilla – Me has hecho daño en la mañana. - Te acostumbraras – aceleró el ritmo – Y cuando lo hagas llegaremos a otro nivel. - ¡Matthew, por favor! – suplique en susurros. - No te corras hasta que te ordene – embarro mi boca con la sangre que salía de sus excitantes labios – Me has partido el labio. - Lo siento – apenas pude escuchar mis palabras.


- Ángel salvaje – se rio mientras sus largosdedos seguían ocupándose de sus húmedo sexo - ¿Preparada? - Ahh… Matthew posó su mano desocupada en mi cadera y con toda su fuerza me jaló rápidamente penetrándome hasta el fondo. Grite desgarradamente al sentir la inserción. Me corrí y llegamos al clímax los dos al mismo tiempo. Nos quedamos ahí, enganchados y abrazados. Apoyé mi cabeza en su hombro mientras lloraba por el terrible dolor. - ¡No llores, ángel! – dijo con su voz ronca mientras me acariciaba la espalda – ¡Shhh! No llores – buscó mi boca para besarla pero yo la escondí – Déjame besarte. - No – musité – No quiero. - ¡No llores más, por favor! – agarró mis mejillas con sus manos – Mírame a los ojos. Haz que con tu encantadora mirada me vuelva a correr. Abrí mis ojos enrojecidos. Vi una nueva mirada en sus ojos. Era una mirada de compasión, ternura o incluso cariño. En este momento me di cuenta que lo quería, que sería capaz de hacer todo por él. Esa mirada me transmitió amor, pasión y


excitación. ¿Estaría yo enamorada de Matthew Bush? ¿Cómo me podía enamorar de alguien que ni siquiera conocía los últimos meses de su vida? ¿Enamorada de una persona que podía tener un problema psicológico y que no conocía? Matthew Bush, el hombre que encabezaba la lista de los diez hombres más ricos, sexys y solteros del mundo; estaba en mí cama con una mirada de amor. ¿Yo enamorada del magnate más popular del mundo? ¿Enamorada de mi jefe? ¿Yo? Los latigazos de su semen me sacaron de mis pensamientos. Solté por la boca el último aliento de fuerza que me quedaba. Matthew lo atrapó con su boca y empezó a besarme antes de derrumbarme.

… Al día siguiente me desperté sola en la cama. Me extrañó no ver a Matthew acostado a mí lado. Me tomé las pastillas diarias. Fui al baño y me cepille los dientes, me di cuenta que un nuevo cepillo estaba junto al mío. Me di una ducha tibia para quitarme el olor de sexo de mi piel. Anoche me quedé dormida mientras el hombre que empieza a adueñarse de mis pensamientos me mecía sin sacar su gruesa y larga polla de mi interior.


Me coloqué la bata de baño y peiné mi cabello. Salí de la habitación y escuché a Jean Pierre en la cocina. Me asomé y vi a Matthew cocinando, mientras que JP le hablaba de mí. - Mi Tita es muy rinda. Es amiga de mi mami y mi madlina de bautizo. Tiene veintitles años. Es la más cariñoza tía del mundo – hiso una pausa - ¿Y tú? - Veintisiete. - ¿Tú vas a hacel mi nueve tío? – Jean hacía preguntas incomodas. - Yo… - Buenos días – aparecí en la cocina salvándome de una respuesta que no estaba dispuesta a escuchar. No todavía. - ¡Tía! – me abrazó y yo le di un beso en la mejilla. - ¿Cómo amaneciste? – le pregunté. - Très bien! – me respondió en francés. Matthew se volteó y miró a Jean extrañado – Estaba habrando con er señol que me está haciendo el desayuno. - ¿Qué le estabas diciendo? – sonreí y luego le eché una mirada a Matthew. - Choses des hommes – se bajó de la banca alta y corrió al baño.


Me acerqué a Matthew y le agarré las pompis apretándolas con fuerzas. No se quejó pero si dejó caer la sartén y se volteó. Me rodeó con sus brazos y me beso. Fue un beso profundo y excitante pero rápido. - No me provoques – me azotó – Hay un pequeño entrometido corriendo por el departamento – me reí con ganas - ¿Qué vas a hacer con él hoy? - Estaba pensando en pedirle el día libre a mi jefe… - No puedes, tienes mucho trabajo – me masajeó la nalga en donde me había azotado anteriormente – Tú jefe te necesita hoy. Los viernes siempre son complicados. - Pero el niño no ha empezado… - Yo sé que el año escolar no empieza hasta dieciséis de septiembre - ¿Qué? ¿Cómo sabe eso? Ni yo sé cuándo empieza o acaba el año escolar – Pero no puedes faltar hoy. - ¿Entonces qué hago? - ¿No estás pensado llevarlo al trabajo con nosotros? – Matthew me miró fríamente. Le hice un mohín - ¡No! ¡Joder! - Por favor – le di un beso rápido – No lo voy a dejar solo.


- ¡No, no, no! – se alejó de mí – Eso no lo permitiré. - Por favor – me acerqué por detrás y le rodeé la cintura con los brazos – Por favor. Se volteó y lo besé. Introduje mi lengua en su boca y él hiso lo mismo. Esta vez fui yo quien dio el primer paso para profundizar el beso. Le volví a agarrar las pompis y se las apreté de nuevo. - ¿Sí? – murmuré en sus labios. - No – le apreté las posaderas con más fuerza. - ¿Sí? – volví a murmurar – Por favor, deja que lo lleve a la oficina. - ¿Por qué haces qué ceda cuando no quiero? ¿Qué me haces? – dejamos de besarnos y nos quedamos viendo. - ¿Sí? - Sí – me plantó un rápido beso. - Mmm… - me reí – Gracias. - Esto lo cobraré con intereses. - Seguro – hice una pausa – oy a vestir Jean. Salí de la cocina y fui la habitación de invitados. Cuando entré vi a JP saliendo del baño con una toalla enrollada en la cintura y otra alrededor del cuello. - ¿Te bañaste tan rápido? – crucé los brazos por debajo de mis pechos.


- Er agua estaba carientica – agarró de las gavetas unos pequeños bóxer blancos. - ¿Quieres ir conmigo a mi trabajo? – empecé a buscar una ropa para él – Hoy no puedo faltar. Pero te prometo que después de salir de allí, nos divertiremos. - ¿Tu tlabajo es diveltido? – se colocó el bóxer sin quitarse la toalla. - No mucho, pero no te vas a aburrir. - Tía – me miro – Yo busco mi lopa, tú te vas a vestil y así no llegamos talde a tu tlabajo. - ¡Bien pensado! – le regalé una sonrisa – Pero tienes que vestirte lindo. Lo dejé solo en el dormitorio y fui a la cocina a tomar mi desayuno. Cuando terminé fui a mi habitación para vestirme. Me coloqué una camisa holgada blanca para embarazadas de manga larga hasta los codos, unos jeans oscuros ajustados con soporte de barriga y unos tacones bajos negros. Me dejé el cabello suelto y un poco despeinado luciendo mis suaves hondas naturales. Maquillé un poco mi cara y busqué mi cartera. En el sofá de la sala estaba sentado Jean Pierre viendo Los padrinos mágicos en la TV y en el otro mueble estaba Matthew revisando su Smartphone con la misma ropa de ayer. Cuando


agarré las llaves del departamento para indicar que nos íbamos, los dos llevaron sus miradas hasta mí. - ¡Tía! – JP se levantó del sofá de un brinco alegre - ¡Estas muy rinda! - ¡Gracias! – me reí – ¡Y tu estas muy guapo, mi niño! – hiso un gesto de alegría. Llevaba una camisa blanca con letras azul claro y encima de ella una camisa manga larga abierta de botones desabrochados con rallas horizontales y verticales negras y vinotinto, unos jeans oscuros como los de Matthew, y unas elegantes botas Caterpillar para niños de color arena. - Jean, ve a buscar sus cosas que te vas a llevar. El niño salió corriendo atreves del pasillo y en cuestión de segundos volvió a aparecer en la sala con su pequeño bolso Victorinox rojo. De la mesita de café agarro a Boîte rouge y nos fuimos. Al llegar a la recepción, Matthew se despidió y se fue en su auto. Jean y yo nos montamos en el Audi y nos incluimos al tráfico mañanero.

… El niño se hiso amigo de la Señorita Vegas y de todo aquel que llegaba a la oficina de Matthew. A


veces jugaba con su Nintendo DS XL amarillo o sacaba sus muñecos Woody y Buzz Lightyear tamaño grande. Como me había dicho Matthew, los viernes eran días de locos en el trabajo. Citas, Reuniones, correos, firmas de contratos y documentos que leer. Para la hora de almorzar ya quería irme a mi departamento a dormir. Me dolía la espalda, los pechos y mis paredes vaginales por cauda del sexo fuerte de anoche. - ¿Sí? – atendí mi teléfono cuando sonó. - Hola, Sara, soy José David López. - Hola – se me había olvidado que tenía una cita con él – Lo siento pero hoy no puedo salir a almorzar, tengo mucho trabajo. - Te entiendo – dijo – Pero si quieres me das una idea de cómo quieres el mural, yo lo dibujo hoy y mañana voy a tu casa a mostrártelo. - Me gusta tu idea – hice una pausa - ¿Si me gusta tu dibujo puedes comenzar a pintar mañana? - ¡Sí, claro! ¿Niño o niña? - No lo sé – respondí – Pero quiero algo sencillo y unisex.


- Puedo colocar blanco, gris claro, marrón y beige ¿Te gusta? - ¡Me encanta! – me palpe el vientre – Las paredes ya están pintadas de blanco. - ¡Perfecto! Entonces me envías tu dirección por mensaje y nos vemos mañana. - Hasta luego. Dejé el teléfono encima de mi escritorio y volví al trabajo. Cuando pude, bajé a comprar comida en Mcdonalds para Jean, Matthew y para mí. Cuando volví a la oficina le llevé la comida a mi jefe. - Sé que no has comido nada – dije entrando mientras miraba a Matthew levantar su vista a través de la laptop – Y también sé que estas ocupado, así que te traje una comida rápida. ¡Te gustará! – le mostré la bolsa de papel. - ¿Dónde lo sacaste? – dijo frunciendo el ceño. - Por si no sabes, a tres cuadras de aquí, hay un Mcdonalds. - ¿Cuándo fuiste? – cerró la laptop. - Hace rato. - No me di cuenta que saliste. - Estás concentrado en el trabajo. - Mucho trabajo - se levantó de su asiento ejecutivo y se acercó – ¿Me trajiste el Mcflurry


de oreo? – noté un toque de sarcasmo en su voz. - Me lo comí – abrí la bolsa y saqué una papita – Pero te traje esto – le mostré la papita antes de comérmela – Mmm… - Dame – su voz se volvió un poco ronca. Señal de excitación. - Toma – le estiré la bolsa de papel – Toda tuya. - ¿Tú? – aquella pregunta hiso que me recorriera un escalofrío por todo el cuerpo. - Jean está corriendo – se acercó más a mí con sus elegantes pasos – Nos puede ver. - ¿Me estás evadiendo? – sentí su aliento en mis labios. - No… - nervios. Eso es lo que sentía en ese momento – Necesito volver al traba… Me besó para sellarme la boca. La bolsa de comida quedó aplastada entre los dos. Sentí el dolor de mi vagina y gemí. - Te quiero – esas palabras salieron de mi boca ante de detenerlas. Se detuvo bruscamente. Vi sus ojos fríos y su cara seria. Me arrepentí inmediatamente ¿Por qué tenía que decir eso en estos momentos? Agarre mi vientre al sentir la fuerte puntada. Di un pequeño


grito que apenas de escucho. Me volteé y apoyé la palma de mi mano y mi cabeza en el vidrio. La puntada era intensa, cada vez que la sentía, daba un pequeño grito. - ¡Mierda, Sara! – me agarró por la espalda con sus manos temblorosas – ¿Qué tienes? - Una… – las palabras no salían de mi garganta. Se quedaban allí – Puntada. - ¿Qué coño? – su voz sonaba preocupada. - ¡Ayyy! – vino otra puntada más. - Ven a acostarte en el sofá – Matthew me apoyó a él y caminó suavemente conmigo, agarrándome con cuidado para no perder el equilibrio – Despacio – me acostó en el sofá con sumo cuidado. Sentí mi abdomen más prensado que lo normal. Levanté mi camisa y bajé el soporte de barriga dejando al descubierto mi enorme vientre. Masajee mi gravidez tratando de calmar el dolor. No podía estar en medio del parto. Todavía me faltaba como mínimo dos semanas más. - ¿Qué fue eso? – la cara de Matthew transmitía terror. - Se movió – susurré – Lo sentí. Sentí la sacudida.


- Se está acomodando - ¿Qué? – Mira el bulto que tienes aquí – dijo señalando una parte de mi vientre. Pasé mis manos por la pequeña montaña. Tenía el abdomen tan prensado que sentía que iba a explotar. Volvió a moverse y el bulto fue bajando lentamente hasta que desapareció por completo. - El bebe se acaba de cambiar de posición, ¿Lo has visto? – hiso una pausa – Normalmente lo hacen en las últimas semanas antes de nacer. Antes pensaba que Matthew había tenido una extraña experiencia con embarazadas pero después de lo que acababa de decir, puedo jurar que es verdad. Lo miré con cara de pocos amigos. - ¿Qué? – musité. - ¿Disculpa? - ¿Qué fue lo que dijiste? – trate de levantarme mientras le hacía la pregunta. - No, no, no. No te levantes – manifestó mientras salía de sus pensamientos profundos. Me agarró por los hombros y me acostó de nuevo – Reposa un poco mientras busco a Jean. Le observé el culo mientras se dirigía a la puerta. Me quedé sola con mi dolor y mis dudas.


Me relajé y cerré los ojos mientras acariciaba mi enorme vientre. Sentí un gran alivio al notar que el dolor empezó a aliviar. - ¡Tía! – dijo Jean Pierre al entrar en gran la oficina – Ér me dijo que te sentías mar y que necesitabas mi ayuda – me miró con sus hermosos ojos verdes. - Ya estoy mejor – le agarré la mano y le dediqué una sonrisa. - ¿Quieres que te tlaiga agua, tía? – Acarició el vientre – póltate bien bebé. - No, cariño, gracias. Traté de levantarme para sentarme. Vi como Matthew se dirigió a mí rápidamente cuando empecé a moverme. Me ayudó a levarme poco a poco hasta que mi espada quedo apoyada en el espaldar del sofá. - Gracias – susurré - ¿Estás bien? – la cara de Matthew era un poema. Estaba preocupado y quizás un poco estresado. Asentí con la cabeza. - Tía, ¿Dónde está er baño? – JP se asomó por detrás de Matthew. - Esa puerta es el baño – le dije señalándola con mi dedo.


El niño corrió y cerró la puerta. De mis labios se escapó un largo suspiro. Subí la mirada a la cara de Matthew, su rosto era duro y frio, como si se acabara de enterar que su novia se acuesta con su padre. - Estoy bien – le rocé los dedos justo antes de que quitara su mano. Dio media vuelta y se dirigió a su silla ejecutiva – Estoy bien, no te preocupes. - Lo siento – se sentó en su silla – Estas situaciones me hacen acordar a… - hiso una pausa y se cubrió la cara con las manos. - ¿A qué? – silencio. Y hay quedó, sentado y cubriéndose el rostro con las dos manos. Como un niño de cinco años a quien regañan por sus travesuras. Cuando un niño, que llorar y se cubre el rostro para que no lo vean o no se burlen de él. ¿Vergüenza? ¿Esta situación le daría vergüenza? No encuentro el justificativo para que una situación como esta diera vergüenza. Pero hay lo veo. Un pequeño niño indefenso, que necesita que lo mimen. Necesita la ayuda de alguien para olvidar una terrible parte de su vida que lo atormenta. Pienso en que le podría suceder a un hermoso niño de grandes ojos azul zafiro y cabello


oscuro. ¿Qué es lo oscuro qué esconde Matthew detrás de un magnate empresario multimillonario? Me levanté del sofá con dificultad para dirigirme hacia donde estaba Matthew. Le agarré las manos y me extrañó que no hubiera necesidad de usar un poco de fuerza para apartarlas de su rostro. Agarré su mentón y lo levanté de manera que sus ojos y los míos quedaran frente a frente, sin ningún obstáculo de por medio. Miré sus ojazos tristes, hundidos en lágrimas atrapadas. Le di un suave beso en los labios y me senté en sus piernas. - ¡Aquí estoy! – lo rodee con mis brazos por debajo de sus brazos y por dentro del saco de vestir. Me acurruqué esperando a que respondiera a mis gestos. Tardo unos pocos segundos para que me apretara fuertemente con sus grandes y musculosos brazos. Sentí y oí cuando respiró profundo y dijo un caluroso Gracias. Cuando Jean salió del baño yo ya había abandonado esos anhelantes brazos que me acurrucaron por unos pocos minutos, aunque sentí que el mundo se detuvo en ese breve momento. Salí de la oficina con el niño. Él agarro su Nintendo mientras yo terminaba de trabajar. Envié unos cuantos documentos por fax, llamé a un empresario


para cancelar la cita que tenía con mi jefe el día de mañana. Cuando pude parar por unos minutos, recibí un correo.

De: Matthew Bush Fecha: 23 de agosto de 2013 14:15 Para: Sara Carter Asunto: Stop. Querida Sara Carter: Te veo muy estresada. Sé que hay mucho trabajo por hace pero no quiero que te agotes esta tarde. Te necesito preparada para esta noche. P.D: gracias por la hamburguesa y las papitas. Me debes mi helado. Matthew Bush Presidente y Dueño de Cometic Company Bush. Inc

De: Sara Carter Fecha: 23 de agosto de 2013 14:19 Para: Matthew Bush Asunto: Stop. Querido Matthew Bush: Trabajo tanto el día de hoy porque mi jefe tiene muchos pendientes y necesita mi ayuda. Esta noche no puedo, me duele TODO.


P.D: De nada. Y con respecto al helado, cuando quieras te compro otro. Sara Carter Asistente personal del Sr. Matthew Bush.

De: Matthew Bush Fecha: 23 de agosto de 2013 14:30 Para: Sara Carter Asunto: Stop. Querida Sara Carter: Siempre te necesito. Ya te acostumbraras a mí. P.D: no dejo de pensar en el sabor que le darías tú a mi helado. Matthew Bush Presidente y Dueño de Cometic Company Bush. Inc

De: Sara Carter Fecha: 23 de agosto de 2013 14:41 Para: Sara Carter Asunto: A trabajar. Querido Matthew Bush: El hecho de…no implica que. P.D: Helado…Mmm. Sara Carter Asistente personal del Sr. Matthew Bush


De: Matthew Bush Fecha: 22 de agosto de 2013 14:47 Para: Sara Carter Asunto: A trabajar. Querida Sara Carter: Espérame en tu casa esta noche Matthew Bush Presidente y Dueño de Cometic Company Bush. Inc No respondí el correo. Seguí con el trabajo hasta la hora de salir. Jean Pierre habló por mi celular con su madre por mucho tiempo. Mis descansos eran las idas al baño, que por mis condiciones, eran muchas. A las 17:00 ya estaba montada en el auto. Todavía no iba a casa porque le prometí a JP que nos divertiríamos al salir del trabajo. Estaba cayendo el sol y no tenía idea a donde llevar al niño. Para el al cine o al museo ya era muy tarde. - ¿A dónde vamos, cariño? – le pregunté. - ¿Podemos il ar Muerre de Sata Mónica? - ¿Quieres ir a Pacific Park? - Sí Estacioné en el estacionamiento del muelle y nos dirigimos al parque. Jean se subió en algunas


atracciones mientras yo lo veía como se divertía y reía sin parar. Comimos Hot Dog, helados y algodón de azúcar. A las 21 ya estábamos cansados, él de correr por todos lados y yo me canso rápidamente. Llegamos al departamento muy tarde. El niño estaba casi dormido apoyado en mí. Como pude lo llegue a su dormitorio, lo acosté en la cama y le quité los zapatos. Mi Smartphone se había quedado sin batería. Cuando lo conecté al cargador, me di cuenta que tenía diez llamadas perdidas y tres mensajes de voz de un número desconocidos cuando empecé a oír la voz del hombre de los mensajes me di cuenta que era la de Matthew. El primero, hablaba con voz serena pidiéndome que le respondiera el teléfono. En el segundo, su voz sonaba un poco más agitada preguntándome donde estaba. Y en el tercero me exigió que le contestara las llamadas con voz furiosa. Después de registrar el número en mi teléfono, lo llamé. Repicó tres veces antes de que atendiera una voz un poco más calmada que el último mensaje de voz. - ¿Dónde has estado? Te he llamado y dejado mensajes y no me habías respondido. Llamé


y fui a tu departamento – hiso una pausa para respirar – También llamé a tu madre. - ¿Qué? – ¿con que derecho llama a mi madre para saber dónde estoy? ¿donde encontró el número de mi madre? – ¿Por qué llamas a mi madre para saber dónde estoy? - Estaba preocupado – subió el tono – Ábreme la puerta. Tranqué la llamada y me dirigí a la entrada. Al abrir la puerta, entro al departamento rápidamente sin saludar. Se quitó el saco de vestir y lo guindó en el perchero. Dejó las llaves del auto, su celular y un juego de llaves que debe ser la de su departamento en la mesa de café. Desabrochó su corbata y la colocó al lado. Se dignó a voltear para verme y con largos pasos sensuales llegó a mí. Me tomó por la cintura, metió una mano por mi cabello y lo jaló suavemente. - Me tenías preocupado – susurró en mis labios y luego me besó - ¿Dónde estabas? - Fui a Pacific Park con el niño. - Te llamé muchas veces ¿Por qué no respondiste mis llamadas? – volvió a darme un suave beso.


- Me quedé sin batería – me zafé de sus grandes brazos – Estoy cansada Matthew. Esta noche no. - ¿Crees que tengo ganas de follarte después del susto que me diste? – hiso una pausa mientras se sacaba la camisa que estaba dentro del pantalón – Vine al departamento y hablé con el vigilante, me dijo que no habías llegado. Te llamé, te dejé mensajes, estaba muy preocupado por ti. - ¿Por qué llamaste a mi madre? - Pensé que estarías con ella. Me dijo que no se había comunicado contigo el día de hoy. Me preocupé aún más – volvió a acercarse y me acarició la mejilla. - ¿Dónde encontraste el número de ella? - Contactos – volvió a besarme y yo respondí. Me cargó y me llevó a la cama. Me coloqué la vestimenta para dormir. Matthew se quitó la camisa, los pantalones y me envolvió con sus brazos desde atrás. En cuestión se minutos me quedé dormida. De mi cabeza no que fue la palabra “contactos”. ¿Qué clase de contactos pueden encontrar el número de teléfono de cualquier persona? Quizás el hombre con el que estoy


durmiendo casi todas las últimas noches, conoce más de mí que mi propia madre.

… A la mañana siguiente, a Matthew se le había ocurrido ir al Zoológico, a Jean le encantó la idea y a mí no me pareció mal. Nos vestimos casualmente y esta vez, Bush, no salió de mi casa con la misma vestimenta con la que había llegado, ya que en su auto tenía un bolso con ropa. Nos montamos en el Lexus LS 2013 en la parte de atrás, mientras Anderson manejaba. A las diez de la mañana ya estábamos en el Zoo de Los Ángeles. Paseamos viendo a los animales y tomándonos fotos. Toda persona que pasaba al lado de nosotros nos miraba y murmuraban. Mientras Jean Pierre caminaba de primero, Matthew y yo íbamos atrás hablando de lo raro que nos miraban las personas. De vez en cuando, nos deteníamos porque al hermoso hombre que estaba a mi lado, le pedía fotos. Eran como las once del día cuando llegaron los paparazzi a tomarnos más fotos. Primero eran tres y luego, de esa cantidad, pasó a ser treinta.


- ¿Tía, polque esas pelsonas con cámalas muy glandes nos quieles tomal fotos? – JP no estaba acostumbrado los paparazis y yo tampoco. - Nuestro amigo, Matthew, es una persona muy importante y les llama la atención que esté aquí en este lugar con nosotros. - Pelo nosotlos soro somos sus amigos – el niño miro otra vez las cámaras. - Si, cariño, pero ellos no lo entienden – miré a Matthew por algún tipo de ayuda. - ¿Quieres que se vallan? – le preguntó a Jean. - Sí – respondió – Hay tantos que no me dejan vel los animaritos – JP y Matthew me miraron al mismo tiempo. - Sí, que se vallan – les dije – Están arruinando la mañana. Matthew cagó con facilidad a Jean y lo acomodó en su lado derecho. Rodeó su brazo por mi cintura y empezamos a caminar rápidamente. - Ellos no se van a ir tan fácil – mientras más rápido caminábamos, los paparazis nos seguían por todos lados – Los sacaremos del Zoo – dijo Matthew Después de que Matthew hablara con el encargado del Zoológico, rápidamente sacaron a todos


los fotógrafos y terminamos de disfrutar el recorrido. Almorzamos en un Restauran de alta calidad y luego a Jean y a mí nos dejaron en las puertas del edificio. Matthew se fue a su casa a cambiarse la vestimenta porque tenía una reunión importante. A las quince horas, llegó a la casa José David López, el pintor. El boceto que había hecho para la habitación de mi little creature era muy lindo. Primero dio la idea de pitar las paredes de color beige, luego pintará unas ramas que simularan una parte un árbol con hojas que se le estén cayendo y con pequeños pajaritos. La idea me encantó. El mural no va a hacer tan infantil para que pueda funcionar cuando el bebé este un poco más grande y no tenga que volver a pintar la habitación. Apenas le dije que sí a José, empezó a llevar al cuarto sus materiales. Como las paredes estaban limpias y pintadas de blanco, se hiso más fácil pintar todo el cuarto de beige. Para cuando José término de pintar todo la habitación y de hacer el boceto en la pared, era de noche. Jean ya había hablado con su madre y Matthew no iba a llegar esa noche por que tenía que viajar a Phoenix, Arizona por unos negocios.




Capítulo 7

Lunes. Me desperté y preparé todo para cuando pasaran buscando al niño. Hice el desayuno y me metí en la ducha. Al salir me acordé de que para hoy tenía que tener mi respuesta para la campaña de Bush Emterprise, inc. No había pensado en eso durante todo el fin de semana por que le dediqué mi tiempo a JP. Me despreocupé por la respuesta y me digné a vestirme. Como todas las mañanas desde que empecé a trabajar con Bush, me vestí semi-formal, pero esta vez me coloqué unos tacones bajos. Por alguna razón, desconocida para mí, me desperté con un fuerte dolor de espalda. Al dirigirme a la cocina y tomar el anticonceptivo, Jean ya estaba listo y preparado para comer. Mientras comentábamos lo que habíamos hecho este fin de semana, disfrutábamos de un riquísimo desayuno.


Antes de las nueve de la mañana, Elizabeth y Theo pasaron por el departamento para llegarse a Jean Pierre a su casa. Bajé a recepción y me dirigí al vehículo donde estaban los padres del niño. JP abrió la puerta de atrás y se montó saludando a sus padres. Los salude y les pregunté por la madre de Theo que estaba un como enferma y me dijeron que todo estaba bien. La señora me tiene mucho cariño y yo a ella. - Gracias a Dios mi madre está mucho mejor, ya está es su casa – me informó Theo – Le dieron de alta y le indicaron que tiene que estar tranquila. - Le mandan saludos de mi parte – dije – ¿van a ir otra vez? - Sí – esta vez habló Elizabeth – Regresamos por el niño, pero nos volvemos a ir de nuevo. - ¡Buen viaje! – me acaricié el abdomen. - Sara, mi madre te envía esto – me entregó una caja de regalo – Dijo que es para la bebé. - ¿La bebé? – pregunté. - Sí, ella te vio en una foto que Eli le mostró y apenas vio tu barriga dijo que va a hacer niña. - Bueno, veremos si tiene razón. Abrí el regalo y envuelto en papel de seda se encontraba un hermoso cocoliso rosa para recién


nacido. Me quedé contemplando la pequeña ropa que tenía en mis manos mientras una lágrima se escapaba de mis grandes ojos. - ¡Qué hermoso! – coloque el cocoliso encima de mi vientre - ¡Ay amiga, no te me pongas sentimental! Mira que yo no puedo verte así – Eli me acarició el abdomen. - Dile a tu mami que muchas gracias por el regalito – guarde el atuendo en la cajita. - Amiga nos tenemos que ir por que viajamos hoy mismo – Eli hiso una pausa y siguió hablando – Sabes que te queremos mucho. - Chao tía, cuídate mucho – Jean me lanzo un beso al aire – Y no te orvides de despedirme de nuestro amigo Matthew. - Chao corazón, te quiero mucho – le sonreí mientras agitaba mi mano – Le llevaré tus despedidas a Matthew. - ¿Sabes que tenemos que hablar de muchas cosas, verdad? – cuando Eli hablaba de esa forma, está exigiendo que le cuente todo. - Cuando regreses – me alejé un poco del vehículo y me termine de despedir con la mano.


Regresé a mi departamento para agarrar mi cartera y las llaves del Audi. Llegué a mi escritorio a las diez. Prendí la computadora y mientras se cargaba aproveché de ir al baño. En el día de hoy el feje no iba a estar por que seguía en Arizona. Al llegar de nuevo al escritorio veo unos documentos y unos sobres de papel. El primer sobre era una carta de Matthew dirigida a mí. La abrí con el abridor de sobres: Phoenix, Arizona. 26 de agosto de 2013 Querida Sara Carter: Te mando un cordial saludo desde Phoenix. Espero que te encuentres bien y que estés pasando una hermosa mañana. El día de ayer llegaron unos documentos a la empresa, necesito que lleguen a mis manos con urgencia. Como eres mi asistente personal, quiero y deseo que tú, personalmente me los des en las manos. Anderson te buscara a la empresa y te traerá a mi lado. Te estoy escribiendo como jefe pero voy a salirme un poco de lo cotidiano: Anoche pensé mucho en ti, así como también tú en mí, de eso estoy seguro. No sé que me haces pero te necesito aquí. No te pedí desde el principio que me acompañaras porque tenías que cuidar de Jean Pierre, pero ahora que no lo tienes a tu cuidado, te necesito.


No te preocupes por maletas, nos quedaremos unos pocos días, quizás uno o dos. El señor Anderson tiene en el auto un morral con tus cremas y accesorios personales. Te espero. Presidente y dueño de Bush Emterprise, inc.

Al terminar de leer la carta empecé a hojear los otros sobres, pero esos estaban dirigidos al Sr. Bush y los documentos también. La señorita Vegas se acercó al escritorio y me informó, con arrogancia, que el señor Anderson me esperaba en el lobby del edificio. Agarré todas mis cosas, entre ellas los documentos para Matthew y me dirigí al ascensor. - Vegas – le dije a la rubia que tenía la vista en la computadora - ¿Cómo es tu nombre? - Mariana – como siempre, respondió un poco de mala gana. A las únicas personas con que la he visto tratar con cariño es a Jean Pierre y Matthew. - Marina – volví a dirigirme a ella – Puedes ir a tu casa. No soy jefa pero te doy el día libre. N recresaré a trabajar y Matthew no vendrá hoy – hice una pausa – A Bush no le va a molestar.


- Muchas gracias – apagó la computadora, agarró sus cosas y se fue primero que yo. Mariana Vegas era una mujer amarada, trataba mal a las personas pero a mí me tenía rabia. Por algún motivo trata muy bien a Matthew. Cosa que no me interesa en estos momentos, así que baje a planta baja y en el lobby me encontré a Anderson de pie a un lado de la salida del ascensor. Al verme salir del elevador, hiso una leve inclinación de cabeza y yo hice lo mismo pero adicionalmente le sonreí. Su gesto asombrado al notar mi sonrisa hiso que esta se ampliara en mis labios. Abrió la puerta principal para que yo pudiera pasar con tranquilidad. Se adelantó a abrir la puerta trasera de una camioneta Cadillac Escalade ESV Limousine color negra. El auto por fuera es hermoso pero por dentro es una belleza. Es totalmente blanca con topes de caoba, asientos de cuero, vidrios oscuros que no permite que entre la luz del sol ni tampoco miradas tanto afuera como adentro y cortinas blancas en la ventana. Me senté en uno de los varios sillones. Recliné el asiento y a través de mi Smartphone puede averiguar más sobre este enorme auto. La Limousine cuenta con acceso a internet, le pedí la


clave a Anderson y rápidamente pude navegar en internet sin gastar megas. Seguí leyendo lo que incluye el auto. Parecía una niña con juguete nuevo, leyendo las instrucciones y buscando en el juguete donde estaba lo que decía. Cerca de mí se ubicaba una bicicleta de spinning. Posee una gigante pantalla de alta resolución, sistema de sonido envolvente, una computadora de última generación, barra de tragos y muchas cosas más y me di cuenta que el auto tiene la separación del conductor a los asientos de atrás como las limosines tradicionales pero con una ventanita un poco más grande. Me quedé dormida antes de terminar el artículo que estaba leyendo.

… De Los Ángeles a Phoenix normalmente es un viaje de cinco horas y media, yo no sé cuánto tiempo llevaba dormida pero descanse mucho. Me desperté con vista a la ventana negra, no puedo ver a través de ella así que no sé por dónde vamos, pero pareciera que la Limousine estuviera aparcada. Cuando me estaba acomodando para estirar el cuerpo, una mano se posó en mi vientre. - ¿Estás bien? – Matthew estaba al lado mío.


- ¡Dios, me asustaste! – cerré y abrí los ojos varias veces – ¿Cuando has llegado? - Hace una hora – se acerca a mi boca y me da un suave beso - ¿Estás bien? - Mmm…Sí – le di otro beso - ¿Cuánto tiempo llevo dormida? - Como seis horas. - ¡Oh por Dios! – agarré mi teléfono y vi que tenía tres llamadas perdidas de mi madre. ¿Qué abra pasado? – Mi madre me llamo. - Lo sé – puso un mechón de cabello detrás de mí oreja – Cuando no se pudo comunicarse contigo me llamó a mí y le conté todo. Tranquila - ¿Tranquila? ¿Cómo quieres que esté tranquila cuando mi madre llama a mi jefe para saber si estoy bien? - No te alteres – volvió a besarme pero esta vez con más fuerza. - Mmm…tengo hambre – alejé mis labios de los suyos y lo miré a los ojos. - Afuera hay un restaurant – hiso una pausa para bajar su mirada a mis senos – Estaba esperando a que despertaras. - Yo te quiero comer a ti – me lance a por él y lo bese.


- Para – agarró mis manos – Primero vamos a comer y luego el postre. Abrió la puerta del auto y cuando salimos nos encontramos a Anderson hablando por teléfono. Apenas nos vio, Matthew le hiso señas para que siguiera hablando. Entramos a un restaurant holandés de muy buena clase. Apenas nos vieron entrar, un joven saludo a Matthew como si fuera su jefe. - Bienvenido de nuevo Sr. Bush. Un gusto tenerlo por aquí – hiso una pausa. Indiscretamente vio que la mano de Matthew agarraba la mía y después de ver mi hinchado vientre su asombro me hiso reír – Síganme por aquí. Alcé mi vista a la cara de Matt y me di cuenta que la aptitud del joven camarero también lo hiso reír a él. Después de seguir al chico por un pasillo que formaban las mesas, llegamos a una para dos personas. Mi jefe me ayudó con la silla como todo un caballero y luego se sentó a mi lado. - Rivera, lo de siempre, por favor – dirigió su mirada a mí - ¿Qué quieres Sara? - No conozco nada de esto, así que quiero lo mismo que tú. - Y me traes el vino tinto que me gusta.


El joven terminó de tomar la orden y se retiró. - ¿Vino? – pregunte. - Sí, un poco no te hace mal. - ¿Cuántas veces has venido a este lugar? Te conocen muy bien – pensando es como trató a Rivera y como él lo trató a Matt - ¿Eres él dueño? - Tengo varios socios en Phoenix, vengo regularmente – agarró mi mano y empezó a juguetear con ella – así que, monté mi propio Restaurant Holandés. - ¿Te gusta la comida Holandesa? - No es mi favorita – acaricio mi mentón – A mi madre le encanta. El restaurant tiene su apellido de soltera. - ¿Howard? Asistió con la cabeza y luego me beso. Por un momento me deje llevar pero después detuve el beso volteando la cara a un lado. Estábamos en un lugar público, aunque la gente estaba de un lado que no se veían, los camareros estaban por todas partes. - Para – mire sus ojos – En público no. - Nadie nos ve, solo el personal – acercó su boca a la mía – Están autorizados a no decir nada de lo que ven o están despedidos.


- ¿Has hecho esto varias veces con otras mujeres? - Eres la primera Su lengua folló mi boca en un largo y profundo beso. No tenía ni idea que pudiera extrañar tanto a mi jefe. Me hacían falta sus besos, sus caricias y sobre todo su mirada. Al terminar de besarnos, hablamos de negocio. Me pidió que le diera la respuesta de ser la modelo de Bush Emterprise, inc. Después de una larga explicación de cómo debería de ser mi trabajo, le dije que sí. Otras de las razones por la cual estaba en Phoenix, es porque si aceptaba la propuesta, mañana mismo empezábamos con las fotos. Mientras comíamos nuestro delicioso plato holandés y tomábamos el exquisito vino, Matthew recibió una llamada que hiso que se levantara de la mesa para atender y hablar sin que lo escuchen. Esa extraña llamada lo alteró un poco, estaba sudando y nervioso. Poco después de guardar su Smartphone se dirigió a la mesa con largos pasos y respirando profundo. - ¿Todo bien? – pregunte antes de llevarme a la boca otro bocado. Silencio - ¿Matt? – baje los cubiertos y limpie mi boca. - No pares hasta que termines


- ¿Qué pasa? – aparté el plato y le agarré la cara con mis dos manos - ¿Qué pasó? – sus ojos estaban un poco oscuros. - Mi madre está entrando al restaurant. Le solté la cara rápidamente y me acaricie la barriga. No estaba preparada para conocer a la famosa Sra. Bush, a la madre de Matthew. Los nervios me atacaron tanto como a Matt o más que a él. - Voy al baño. El bebé empezó a moverse bruscamente haciendo que cada uno de sus patadas doliera más. Los nervios de Bush fueron transmitidos a mí y yo se los transmití a mi bebé. Al llegar al baño oriné casi por un minuto. Los nervios me dan ganas de hacer pis, pero en el transcurso del embarazo hacía mucho más de lo normal. Pequeño grillo no paraba de moverse, así que empecé por calmarme acariciando mi abdomen y hablando con el. Poco a poco se fue calmando hasta que volví a mi estado natural, lave mis manos y salí del baño. Llegue a la mesa donde ya estaba sentada la madre de Matthew, con una muchacha y un niño. Matt se levando rápidamente al verme y las tres


personas sentadas en nuestra mesa giraron su cabeza hacia mí. - ¿Estás bien? ¿Qué paso? – con una mano de él en mi vientre y otra en mi nuca. Me abrazó tratando de calmarse un poco – Yo tampoco estaba preparado para esto – dijo a mi oído justo antes de besar disimuladamente mi cuello. - Estoy bien. - Espero que no sea tan difícil – con sus nos manos agarró mi cara y me beso la frente con ternura – Vamos. Caminamos hasta la mesa sin que nos quitaran los ojos de encima. La cara de cada una de las personas de la mesa tenía mucho que decir. La madre de Bush fue la primera en levantarse. - Madre ella es Sara – se detuvo por un momento – Mi asistente personal. - Gusto en conocerla Sra. Bush – extendí la mano, pero hay quedo. - ¡Dios mío! – sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas y después de pasar su vista por todo mi cuerpo me abrazo como si me conociera y me extrañara – ¡Gracias! – susurró a mi oído. - ¿Gracias? – susurre también.


- Sí – terminamos de abrazarnos – Eres hermosa – colocó sus dos manos en mi abultado vientre - ¿Cuánto tiempo tienes? - Ocho meses – sonreí. - ¡Oh, ya casi nace! – la Sra. Bush estaba como emocionada - ¿Niña o niño? - No lo sé. - Buena elección – la señora Bush me miro cuando una lágrima corría por su mejilla. Matt le dio un pañuelo. - Cálmate madre – Matthew me alejo de ella y me acercó a la muchacha – Ella es mi hermana Alice. - Mucho gusto en conocer… – no me dio tiempo para terminar la frase cuando ya la tenía entre mis brazos. Me abrazó de la misma manera de su madre, pero a diferencia, que este abrazo fue más corto y sin susurros. - Él es Jami – lo saludé. El niño si mostraba pena, reacción que me parecía normal. - ¡Oye, Sara, no me llames señora! – sonrió mostrando sus dientes – Para ti soy Paris. Nos sentamos todos en la mesa. La madre de Mathew, es esposa y madre de los más grandes e importantes empresarios del mundo. Paris, una


hermosa mujer de cincuenta y dos años, tez blanca y ojos azul caro, nariz fina, corto cabello de estilo europeo y teñido de un color claro con reflejos oscuros. Su hija Alice, una hermosa joven de cabello castaño claro, largo y liso, preciosos ojos azules iguales a los de Paris, estatura promedia, de tez blanca, deslumbrantes curvas, nariz pequeña y perfilada. El niño que los acompañaba a mi punto de vista es un primo de ellos. Jami, un niño de cabello amarillo con mechones un poco más oscuros hasta el cuello, cubriéndole las orejas y pollina hasta los ojos. Hermosos ojos rasgados oscuros, nariz pequeña y perfilada, carita de ángel y mejillas ruborizadas. Después de observarlos a cada uno detalladamente, pero también disimulando para que no se den cuenta, empecé a comer de nuevo. Matt hablaba con su madre y su hermana de asuntos de la empresa y cosas de la casa. Matthew se levantó para ir al baño y en ese preciso momento su madre empezó a sacarme conversación sombre su hijo y yo. - Veo que mi hijo está interesado en ti – agarró mi mano – Lo vi en la forma en que actuó antes de que nos presentara – voltio para ver


si venía y como no lo vio siguió con la conversación – No sé si sabes que él tiene problemas con las embarazadas, pero contigo es diferente, primera vez que lo veo así. El tema del problema de Matthew con los embarazos, me interesa muchísimo, pero cuando le iba a contestar a Paris, su hijo llego a la mesa y ella rápidamente cambio de tema. - ¿Cómo te sientes trabajando con mi querido hijo? – preguntó Paris. No podía contestar a pregunta, las palabras de ella quedaron en mi cabeza. - ¿Sara? – Matthew me llamo y me sacó de los pensamientos. - ¿Sí? – todos me miraron extrañados y rápidamente respondí a pregunta que Paris me había hecho anteriormente – su hijo es un gran jefe, me siento muy bien trabajando para él. - ¡Qué alegría! – madre e hijo se quedaron mirado – Dime Matthew ¿Qué quieres decirme? Te conozco hasta en estos momentos. - No quiero que sepas nada, pero si tienes que saber que entre Sara y yo hay una pequeña relación – al escuchar la palabra relación en


mi cabeza pasaron breves imágenes de nuestros momentos íntimos y me ahogue con la copa de agua que estaba tomado en ese preciso momento. Matt se voltio hacia mí y empezó a darme palmaditas por la espalda mientras yo tosía - ¿Estás bien? - Sí – dije con un hilito de voz. - No te me vallas ahogar ahora que estoy tan feliz – el comentario de Alice me hiso reír.



Capítulo 8

Eran casi las veinte horas cundo salimos del restaurant. Paris, Alece y Jami se fueron en un auto blanco muy hermoso, pero, como no se mucho de vehículos no pude distinguir el modelo. Matthew y yo regresamos al Cadillec Escalade ESV Limousine. - Matt ¿Qué auto tiene tu hermana? - Es un Maserati Ghibli 2014 – respondió como todo un sabiondo - ¿Te gusta? - Me encanta – musité – ¿Ahora a dónde vamos? - Al hotel – voltio a mirarme. - ¿Antes podemos ir al Mall? - ¿A hacer qué? – acercó su boca a la mía. - Necesito ropa – me alejé un poco de él evitando un beso – y tengo antojos. - ¡Jajaja! – su grandiosa risa me contagio – Muy bien, vamos. El vidrio oscuro que separa al conductor de la parte de atrás empezó a aclararse, Matthew le


indico a Anderson que nos llevé a algún Mall que esté cerca del hotel. Después de informarle a Anderson lo que tenía que hacer, el vidrio volvió a su estado principal. Bush se arrodillo justo al frente de mi asiento y se inclinó hacia mí con mucho cuidado. Empezó a besarme el cuello y luego la mejilla, hasta llegar a mi boca. Su lengua invadió mi boca con inmenso desenfreno que hiso bailar rítmicamente nuestras lenguas entrelazadas. Succionó y mordió mí labio inferior, luego fue bajando y dejando un camino de saliva en mi cuerpo. Metió su boca entre mis pechos y comenzó a besarlos. - Mmm – sus besos y lamidas me excitaban más y más. - Voy a quitarte la camisa – dijo Matthew entre mis senos. Desabrochó la cinta de la espalda y subió la camisa dejando al descubierto mi enorme vientre y mi sujetador amarillo neón. Matt siguió con su recorrido hacia abajo hasta que llegó a mi ombligo. - Por ahora son mías pero cuando nazcas serán tuyas – levantó la vista a mí - ¿Me escuchaste pequeño grillo? Tuve que hacer hasta lo imposible por no permitir que las lágrimas corrieran por mis mejillas.


No podía creer que Matthew Bush, el hombre que le teme a las embarazadas por alguna razón desconocida para mí, llegara a hablar con mi bebe. Reí cuando vi la sexy sonrisa de medio lado de mi hermoso jefe. - ¿Qué son tuyas hasta que él bebe nazca, Matthew? – pregunte. - Tus pechos – hiso una pausa – Me encantan. Son hermosos. – beso mi ombligo – Grandes y impresionantes – dio otro beso a mi cuerpo más arriba – Pero lo más importante – desabrochó el sujetador, me lo quitó y sin quitar la vista de mis tetas lo dejó en el asiento de al lado – Son solo míos. Sin perder más tiempo, empezó a chupar, lamer, morder, besar y a apretar cada uno de mis pezones. El dolor era muy fuerte pero el placer lo era mucho más. Cada vez que su lengua o sus labios hacían contacto con pezón, sentía una descarga eléctrica en todo el cuerpo. Empezaron a surgir pequeños gimoteos hasta llegar a un punto donde me envolvió un fuerte orgasmo y con un grito desgarrador salió de mi cuerpo. Matthew rápidamente logró atrapar mi orgasmo con su boca. Bush quedó arrodillado de frente a mí con la cabeza en mis piernas mientras yo recuperaba un


poco el aliento, le acariciaba el cabello y pequeñas gotas de leche brotaban de los pezones. El auto se detuvo de repente. - Llegamos – se levantó, buscó mi sujetador y me lo colocó – Vamos rápido que el Mall lo cierran a las veintiuna horas. - Ok. Terminé de acomodar mi camisa y salimos del vehículo. Anderson nos llevó a North Scottsdale Mall, bastante lejos de donde estábamos pero quizás cerca del hotel. Matt y yo entramos a una tienda de ropa para mujer llamada Elicen Fisher donde vendían ropa para mujer. Con él bebe dentro de mi es más difícil buscar algo de ropa en estas tiendas. - ¿No hay una tienda para embarazada? – le consulté a Matthew. - No he visto eso en este Mall. Sin nada más que decir, le dije a Matt que me ayudara a buscar algo que entrara en mi cuerpo. De tanto buscar encontré un hermoso vestido blanco con la típica cinta bajo los senos. Lo compre y entré en otra tienda donde no encontré nada. En J. Jill compre una camisa negra con la cinta bajo los senos y otra de cuadros azules, en Francesca´s collections encontré un vestido azul rey con puntos blanco. También entré a unas cuantas


zapaterías para comprarme algunos que convienen con la ropa nueva, los que llevaba puesta combinaban con varias cosas pero no con todas. Salimos del Mall un poco antes de que cerraran. Volvimos a la Limousine y Anderson nos llevó al Hotel. Era uno de esos que son muy lujosos y costosos. Fairmont Scottsdale Princess, un hotel hermoso, con grandes comodidades, especial para relajarse. Apenas llegamos, la habitación estaba lista para nosotros. Matthew había alquilado la Jr. Suite Fairmnt Gold King para no fumadores. Cuando entramos a la Suite quedé maravillada por lo cálida que era. Tiene sofá, televisor, lámparas y lo que más me sorprendió es ver la cama que será testigo de todo en los días que nos hospedemos allí. - Es hermosa – dije mientras seguía admirando la habitación. - Deje las maletas donde pueda – Matthew se dirigió al buttons. El chico dejó las dos maletas cerca del sofá, recibió su propina y se fue cerrando la puerta – Una de estas maletas es tuya. - ¿Cómo?


- Le pedí a Anderson que te comprara ropa interior y cremas – agarró una de las maletas y empezó a ordenar la ropa en la comoda. - ¿Le pediste a Anderson qué me comprara ropa íntima? – ¿WFT? - ¡Sí! – al voltearse vio mi cara ruborizada y perpleja – Anderson es mi persona de alta confianza, es muy profesional – se me acercó con cuidado – Y sabe más de embarazadas que yo. - No es mejor que me lo fueras dicho… - Shhh… – me dio un suave beso – Si las fuera comprado yo, te juro, iban a tener la menos tela posible. Me alejé y abrí la maleta. En ella vi varios conjuntos de bragas de colores neones y una negras. También vi sujetadores especiales para lactancia. Saqué toda la ropa íntima de la maleta y la coloqué en la comoda. Deje todas las cremas de la línea Bush encima del sofá mientras le encontraba lugar. Saqué la ropa nueva de las bolsas de papel y las guarde en uno de los cajones. - ¿Te quieres bañar? – Matt me rodeo con sus brazos desde atrás y me dirigió al baño. Bañera, ducha grande y dos lavamanos, un baño perfecto para dos locos.


- No te he dicho que si – vacilé. - No tienes otra alternativa – beso mi cuello y acarició mi espalda – Eres mi prisionera. Una hermosa presionara – Volteé y lo besé – Mi Ángel. Dejé caer al suelo su corbata y empecé a desabrochar botón por botón de su camisa blanca mientras nuestras lenguas jugaban. - Ángel – siguió besándome – Los gemelos de la camisa. Agarre sus muñecas y quité los gemelos. Rápidamente, empezó a quitarse la camisa con impaciencia y un toque de salvajismo. - ¡Hey! – le dije – Despacio. Me regaló unas de sus hermosas sonrisas donde mostraba todos sus dientes blancos. Continué en desabrochar el botón y bajar la cremallera. Por suerte, ya se había quitado la correa antes de entrar al baño. Sus pantalones de vestir negros cayeron a sus pies con ágiles movidas salió de él. Semidesnudo frente a mí. Todo un sexy hombre musculoso. Provocativo. ¡Dios mío! ¿Estaré pecando? Tener la dicha de ver en vivo y vip a un magnate empresario en bóxer negros ajustados. ¡Qué delicia!


- No – Matt me saco de mis ardientes pensamientos – No te muerdas el labio y mucho menos con la mirada que tienes ahora. - ¿Qué? – traté de despejar la mente pero era imposible - ¿Qué mirada? - Tu excitante mirada que me dice: Fóllame Matthew Bush. Sentí como mi cara se iba calentando. Ruborizada y avergonzada introduje mi mano dentro de su bóxers tomándole la polla. Con la otra mano, baje la tela negra hasta dejar salir su enorme erección. Levanté mi vista a sus ojos, su cara expresaba asombro ligado con excitación. - Fóllame Matthew Bush – le dije sin soltar su erección y sin quitar mis ojos en los de él. Deseo – Fóllame hasta llegar a tus últimos alientos de fuerza. Hasta que te desplomes y no te puedas levantar mañana por la mañana. La noche de hoy soy toda tuya. Los ojos le brillaban como cuando le ofreces una paleta de helado a un chiquillo de cinco años. Tal cual un niño justo antes de comer un dulce o su comida favorita. Matthew Bush, un adulto con expresiones de niño chiquito, pero algunas veces se convierte en aquel niño que le arrebataron su


infancia. Un hombre que quiero conocer pero él no quiere ser cocido. Y hay quedó, viéndome como si yo fuera un banquete. Solté su pene y me alejé un poco. Inmediatamente me abrazó y comenzó a besarme desenfrenadamente. Pasó sus dos manos entre mis senos y arrancó mi camisa, haciendo que esta se destrozara entre nosotros. - ¡Dios mío! – musité – ¡Mi camisa! - ¡Shhh! – sus manos bajaron a los pantalones y estos también fueron destrozados. Se le calló el botón y la cremallera se salió. - ¡Matthew! ¿Qué haces? - Dijiste que eres mía – quitó suavemente el sujetador – Este me encanta. - ¿Por eso no lo destrozas cómo el pantalón y la camisa? - ¡Exacto! – bajó mis bragas y su bóxer – Toda mía. Su boca impactó con la mía. Besos profundos. Dejando que toda clase de gérmenes se juntaran con nuestras salivas. Entre besos entramos a la ducha y nos empapamos con el agua cálida. Matt se detuvo de repente. - ¿Qué pasó? – pregunté con poco aliento.


- No sé cómo agarrarte – peinó su cabello hacía atrás – No te puedo cargar y apoyarte en la pared porque voy a aplastar al bebe. Si te volteas y te agarro por detrás no podré disfrutar tu cara. Aquí no podemos agostarnos en el piso – volvió a pasar su mano por el cabello mojado – Mejor te baño y te follo en la cama. - ¿Me vas a bañar? – acaricié mi vientre. - Como a un bebé – agarró el jabón y empezó a frotarlo entre sus manos hasta hacer espuma. - ¿Y después me toca hacerlo a mí? Matthew no respondió mi pregunta solo se rio a carcajada. Después de besar mi boca, pasó sus manos por mis hombros, haciendo suaves masajes en ellos y poco a poco fue bajando y enjabonando todo mi cuerpo. Agarré el jabón e hice lo mismo que Matt. Los dos nos echamos shampoo el uno al otro. - Colócate bajo el agua – lo hice y él enjuagó mí cabello con manos agiles, como si no fuera la primera vez que lo hiciera. - Tu turno.


Salí del baño con la bata puesta para buscar mis cremas que me había regalado Bush. Al agarrar una de las cremas, escuché la puerta del baño cerrar. Al voltearme vi, al hombre que hace que vea pajaritos rosados, con una toalla enrollada en las caderas. - ¿Por qué me ves así? – Matt se quitó la toalla dejando su pene al descubierto – Y ahí está otra vez – de la comoda buscó unos bóxer blancos – Tu mirada. - Te veo así porque no has cumplido tus palabras. Se acercó con largos pasos sexys, pero antes de llegar a mí se desvió y agarró una bolsa de papel que estaba encima de un mueble. - Te tengo una sorpresa – vació la bolsa en la cama y de ella salieron tabletas de chocolate, una caja de Froot Loops, caramelos, paquetes de gomas de ositos, m&m, dos cajas de Jelly Belly, culebritas de goma, chicles y bombones. - ¡Wow! – me senté en la cama con los ojos puesto en los dulces. En este momento yo era la niña de cinco años que se asomaba tras la mujer embarazada - ¡Qué rico!


- Me dijiste que tenías antojos pero no me dijiste de que eran, así que, traje lo que pensé que te gustaría. - ¡Gracias! – me acerqué y le planté un beso rápido en los labios. No pensé dos veces en agarrar y destapar una de las cajas de cincuenta sabores de Jelly Belly. Me encantaban tanto estos pequeños dulces que me sabía todos los sabores y los podía identificar con solo ver sus colores, aunque en algunos casos, es muy difícil diferenciar algunos de ellos, ya que, son prácticamente del mismo color. El primero que tomé entre mis dedos era de cereza y el segundo, del mismo sabor, lo introduje en la boca de Matt. - Mmm… ¡Delicioso! - Apuesto que sabrán mejor de tu boca – Matt agarró el de sandía y lo colocó entre mis labios. Inmediatamente se acercó y con mucho cuidado empezó a jugar con el caramelo y nuestras bocas. - ¡Deleitoso! – susurró Mientras nos besábamos fui acostándome en la cama hasta quedar totalmente apoyada en ella. Matt desamarró la cinta de la bata de baño con una mano y con mucho cuidado la abrió. Desnuda bajó de él, completamente a su merced, me dejé llevar


por la corriente de sensaciones que mi hombre me hacía sentir. La erección de Matt se situó en la abertura de mi vagina y con movimientos circulares empezó a estimularme el clítoris. - ¡Dios mío, Sara! – su ronquera me da una idea del nivel de excitación - ¿Qué me has hecho? - Lo mismo que me has hecho tú – al terminar de hablar, inmediatamente, Matt introdujo centímetro a centímetro su dura polla en mí si detenerse ni un momento - ¡Aaahh! Necesitaba tanto los efectos que me hace sentir este hombre vigoroso. Aquel hombre que se medió en mis ojos el primer día en que lo conocí. Mi hombre. Solo mío. Y espero que pueda llegar el momento en que me deje conocer su extraño pasado. Las fuertes sacudidas hiso que volviera a la realidad. Matt siguió penetrándome hasta el fondo sin detenerse, llevándome al borde del orgasmo como constantemente lo hacía. Cerré los ojos cuando una lágrima corrió por mi mejilla. - Ábrelos y mírame – era una orden, y dispuesta a cumplirla, los abrí. Los ojos de mi hombre estaban oscuros y brillosos. A través de ellos podía ver a Matthew


Bush como el débil que necesita más cariño de lo que cree, no como al empresario fuerte y valiente que siempre muestra. - Te quiero, Matt – las palabras no fueron más que un leve susurro, pero si los escuchó porque se detuvo en seco. Pensé que se levantaría de la cama o pondría su cara de pocos amigos y hasta aquí llegaría lo bueno de la noche. Pero no, no hiso nada que pensé que haría. Se acercó un poco más a mi cara y con los ojos fijos en mí, dejó que una pequeña lágrima recorriera su ruborizada mejilla. Pasó su mano por la cara para limpiarse la gota. - Lo siento no debí… - ¡Hey! – agarré su cara con mis dos manos ¡Qué momento tan íntimo! – No te disculpes por lo que sientes aquí – una de mis manos de su cara, bajó a su corazón – Bésame, Matt. Bésame y déjate llevar. Volvimos a besarnos y a tener sexo una y otra vez. Hasta quedar agotados y sin fuerzas. Empapados en sudor y envueltos en sábanas. Nos quedamos abrazados y profundamente dormidos.


Capítulo 9

Catorce de febrero del año dos mil trece, el día de los enamorados y unos de los días más felices de mi vida. Después de una semana de haber quedado comprometida con Daniel Lee, mi novio desde la segundaría, me entero que he quedado embarazada en la noche que mi dedo recibió el anillo. Daniel y yo estábamos muy felices con la noticia. ¡Buena forma para celebrar un día tan especial! Nuestro hijo, nuestro primer fruto. El amor que podía sentir por mi novio era muy grande, pero no tan grande como el que siento por mi hijo. Por esta pequeña criatura que ahora está creciendo dentro de mí y se quedará allí hasta nueve meses después. Después de una mañana agitada, volví a mi lugar de trabajo como también lo hiso Daniel. La emoción no me dejó hacer mis deberes tranquila. Solo pensar en mi Little Creature me pone


sentimental y me distrae. A mi mesa de trabajo llegaron cuatro arreglos de flores, por la cuales me felicitaban por las nuevas noticias. El primer arreglo era de calas blancas y lirios rosados. Con una tarjeta que decía: Para la mujer más importante de mi vida. Gracias por la hermosa noticia de hoy. Te amo. Daniel Lee El segundo arreglo de flores consistía en una gran cantidad de rosas blancas dentro de una canasta de madera. En el medio de esta había una pequeña dedicatoria: Felicidades por tu embarazo. Siempre cuentas con nosotros para todo lo que necesites. Te quiero un montón. Elizabeth Mercier, Theo McCarthy y Jean Pierre. Enormes girasoles se basaba el tercer arreglo, lo cual, también traía una tarjeta: Girasoles para la más hermosa madre. Sé que este bebe que esperas va a traerte muchas bendiciones. Te ama mucho, tu madre.


Rebecca Dixson Y el ultimo de todos, el más grande y sin duda alguna el más costoso de los cuatro. Un hermoso arreglo con flores como gerberas amarillas y lilas, rosas amarillas, pompones amarillos, alelíes rosados pálidos y unas rojas con blanco que no pude identificar. Este también traía una nota con elegante letra. Para mi niña hermosa. Porque siempre serás mi niña, Aunque estés esperando a un pequeño bebe. Felicidades, te desea, tu padre. Christopher Carter. Una mañana hermosa y una encantadora tarde. Salí del trabajo como la mujer más feliz del mundo. Le pedí ayuda al vigilante de recepción para subir todas las flores en el auto. Coloqué tres atrás y una adelante. Me subí al Toyota Corolla 2010 y me dirigí al departamento de Daniel. Al llegar al edificio, un generoso hombre robusto y moreno, dejó los arreglos en la puerta del departamento. Daniel me había dicho que tenía una sorpresa para esta noche. Tarde en abrir la puerta


por la emoción, las llaves se me trancaban o se me resbalaban de las manos. Después de muchos intentos logré abrir la puerta. Solté un grito de terror al verlo colgado del techo, las lágrimas brotaron de mis ojos como cascadas cuando llueve mucho. Caí de rodillas al suelo, con las manos en la cabeza y viendo cómo se balanceaba el cuerpo ya sin vida. - ¡Daniel! Un grito desgarrador salió de mi garganta destrozando mis cuerdas vocales. Noooo, Maldita sea, noooo. El dolor que sentía en estos momentos era inexplicable. Me ardían los ojos y las lágrimas hacían borrosa mi vista. El departamento donde estaba aquel cuerpo muerto empezó a desaparecer, hasta quedarme en un cuarto negro. - Sara – de las profundidades de la oscuridad se oyó una voz – Sara. ¿Dónde está? ¿Dónde está Daniel? ¿Por qué está muerto? Sentí una fuerza que me halaba y trataba de sacarme de esa oscuridad en que quedé. Ya hasta las lágrimas se habían agotado. Ahora empezaba a brotar sangre de mis lagrimales. Sangre que me cegaba. - Maldita sea, Sara. Despierta.


Abrí los ojos. Y ahí lo vi. Encima de mí, preocupado y alterado. Se sentó en la cama sin dejar de mirarme. - ¿Por qué a mí, Matthew? – lloraba desconsoladamente. - Shhh…ven a mí – me ayudó a sentarme sobre su regazo. Ya encima de él, comenzó a carrucarme – Yo estoy aquí, mi Ángel. - ¿Por qué? – no paraba de llorar. Miles y miles de lágrimas corriendo por mis mejillas. Shhh… - Dime por qué, maldita sea – comencé a pegarle muños en el pecho y a gritar. - ¡Hey, cálmate! – me abrazó con más fuerzas mientras lloraba desconsoladamente – Dime que soñaste. - Era Daniel – dile con un hilito de voz – Lo vi muerto. Muerto. Estaba muerto. Y yo, y yo me quedé sola en la inmensa oscuridad con el dolor que consumía mis fuerzas. Me dejaron sola, Matt – dejé caer mi cabeza en su brazo para poder mirarlo a los ojos – Pero me salvaste. - ¿Cómo? - Todo estaba oscuro y una fuerza me saco de allí – volví a alterarme.


- Tranquila mi Ángel. Matthew hiso todo lo posible para mantenerme en calma. Me hiso un té y también el desayuno. Cuando logré alcanzar la calma nos metimos a bañar los dos juntos. Permití que mi salvador me bañara como una muñeca, ya que no tenía ningún tipo de fuerza. Buscó mi nuevo vestido azul rey con puntos blancos, una de las bragas y sujetadores nuevos, y las nuevas zapatillas de tacón blancas. Cubrí mi cuerpo con las nuevas cremas Bush. Cuando terminé de echarme la crema en la piel, Matt ya estaba por la corbata, me acerqué y lo ayudé. - Permíteme, mi vida – le acomodé el nudo de la corbata – Lo hiciste mal. Algo extraño para un hombre que las usa todos los días. - Me pones nervioso – rodeó mi cintura con sus brazos - ¿Mi vida? - Sí. Mi vida – lo besé. - Anda a vestirte, mi Ángel – me dio un suave beso. Mientras me vestí se sentó en el borde de la cama sin quitarme los ojos de encima. Primera vez que me visto con tanta libertad con un hombre viéndome como si me quisiera comer. Al terminar


amarre mis suaves ondas con una coleta alta medio despeinada. Mi peinado favorito. Salimos de la habitación a las diez de la mañana. Muy tarde para presentarse un una reunión a las diez y media. Anderson nos estaba esperando en el lobby del hotel. Lo saludé con una sonrisa que lo tomo por sorpresa. Subimos a la limousine y el pequeño viaje de Scottsdale a Phoenix comenzó. Me dormí en todo el camino para poder recuperar las fuerzas perdidas.

… La reunión con los empresarios terminó a las trece horas. Matt fue a almorzar con sus colegas al restaurant que tiene el nombre de su madre. Cinco hombres altos y solo uno de ellos es el que me mueve el piso. Matthew no soltó mi mano durante el almuerzo, no le importaba las miradas extrañas de las personas o los cotilleos de las mismas. Cada cinco minutos me preguntaba si me sentía bien, y luego posaba su mano en mi hinchado vientre. Cuando nos retiramos del restaurant, fuimos al salón de estudios del fotógrafo Francesco Mussollini, el encargado de tomar las fotos para la nueva línea de cremas para embarazadas Bush. Y


como me habías propuesto, yo seré la modelo. Al llegar al estudio, un equipo de maquillistas, empezaron a hacer su trabajo. - Matthew – apenas escuchó mi vos se acercó a mí. - ¿Qué pasa? - ¿Es necesario que me maquillen? - Les pediré que no te maquillen mucho, hermosa. - Gracias. Los estilistas lo único que hicieron fue quitarme el brillo de la cara. El cabello me lo arregle yo misma. Después que ya estaba lista para empezar con las fotos, me dijeron que tenía que desnudarme. ¡Dios mío! ¿No puede tomar las fotos Matthew? - ¿Tengo que desnudarme? - Te vas a colocar en el fondo blanco y empezaras a quitarte la bata de baño. No voy a ver nada más que lo que va a salir en las fotos – me aseguró el fotógrafo. Por parte estaba tranquila porque en las fotos de estas clases no sale nada que no debería de salir. Y por otra parte, es la primera vez que hago una cosa como esta, me asusta pensar en que algo puede salir mal y sin querer podría dejar al descubierto mis partes más íntimas. Dejé mis miedos atrás y empecé


a quitarme la bata te baño. De fondo se escuchaban los disparos de la cámara. Desnuda por completo, agarré la crema y comencé a echármela encima. Cuando estaba regando la crema por mi vientre, mi pequeño grillo empezó a moverse, lo que me hiso reír como si me hubieran contado un chiste. Volteé a la cámara porque pensé que acababa de hacer algo mal, pero cuando vi al fotógrafo tomando fotos desesperado, concluí que era lo mejor que había hecho. Mientras seguía inspirada masajeando mi abdomen, unas manos se posaron en mi espalda, rápidamente voltee la cabeza a la derecha y vi de reojo a Matt desnudo tras de mí. Giré mi cuerpo rápidamente por el costado donde no estaba el fotógrafo hasta quedar justo al frente de mi hombre. Él colocó sus manos en mi vientre y yo coloqué las mías sobre las de él. Un momento íntimo donde sería capaz de dejarme llevar por mis pensamientos y olvidarme de todo. Matt besó mi boca y yo me quedé pasmada. Él al ver mi expresión, se rio a carcajadas. No entiendo porque me besa si nos están tomando fotos para una publicidad. Esas fotos pueden caer en otras manos y ser publicadas sin nuestro consentimiento. No me gustaría salir en todas las


revistas desnuda con un hombre que besa mis labios. Hablándose de Matthew Bush, no me extrañaría que esas fotos corrieran por el mundo como “La mujer del hombre más deseado del mundo” o “Matthew Bush, el empresario multimillonario ya tiene novia”. Esas serían unas de las pequeñas cosas que dirían. - ¿En qué tanto piensas? - Nos están tomando fotos – estiré mi brazo para señalar al fotógrafo pero sin quitarle la mirada de encima – No quiero que la foto donde me besas viaje por el mundo. - Mi Ángel, el fotógrafo ya se fue – volvió a reírse – La última foto que tomo fue cuando toqué tú vientre. - ¿De verdad? – el fotógrafo no estaba, ni tampoco sus ayudantes. En ese estudio solo quedaba Matt y yo. - Créeme que yo tampoco estoy dispuesto a que esa clase de fotos salgas a la luz pública y viajen por el mundo – silencio – por ahora no. - Pensé que todavía estarían los… - Vamos a vestirnos y nos vamos a comparte más caramelos – agarró la bata de baño y me la colocó – Los que nos estábamos comiendo


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ayer se cayeron todos al suelo. Y también necesitas un vestido para mañana en la noche. ¿Mañana en la noche? Mientras estabas en la sesión de fotos, me llamaron para decirme que la fiesta de lanzamiento se hace mañana. ¿Por qué tan rápido? ¿Cuál es el apuro? Dentro de poco nace él bebe y no podrás encargarte de estas cosas por varios meses. Hice mi más grande Mohín y entre risas nos fuimos a vestir.

Anderson nos llevó a Sottsdale Quarter, el Mall donde compraron los caramelos. Matthew compró, en la tienda It`sugar, más Jelly Belly de cincuenta sabores, chocolates y barras de cereales. Con eso y lo que tenemos en el hotel, son muchos dulces para dos personas adultas. Entramos a una tienda de vestimenta para mujeres y buscamos unos posibles vestidos que me entraran en este cuerpo enorme. Me probé seis modelos. El primero era de color blanco, un vestido largo y precioso pero padecía de boda, este lo descartamos. El segundo era un strapless hasta el piso con una cinta bajo los sernos, como el vestido


necesitaba muchos arreglos, lo devolvimos. El siguiente era tallado al cuerpo, de color amarillo, un vestido hermoso, pero, con él puesto se me vista un enorme culo, ese también se lo devolví a la muchacha. El cuarto vestido, era de color agua marine, straplees y una hermosa cinta de raso verde hierba, este quedaba unos centímetros más arriba de las rodillas, se lo di a Matthew para que lo apartara. El quinto que me medí, se amarraba por el cuello, por debajo de los senos tenía pedrería plateada, el vestido era negro y a medida que iba bajando, iba tomando el color verde y al final de él es blanco, el único problema era que no me cerraba la cremallera. El último, era un agraciado vestido de color verde hoja al estilo de Angelina Jolie. Me decidí por el vestido agua marine y el verde hoja. Como no pude decidirme cuál de los dos, Matt los compró. Sin perder más tiempo en ese Mall, Anderson nos llevó a Promenade Shopping Center. Quería comprar unos zapatos para el nuevo vestido, pero me acordé de que ya había comprado zapatos nuevos, así que no necesito más. Mientras caminábamos alrededor del Mall, vi la tienda Carter´s, una tienda que venden ropa para bebes. Me antojé en entrar y así lo hice. Compre una pijama blanca con patitos y en la parte de los


piecitos también habían patitos, medias blancas, otra pijamas de rayas horizontales, entre otras cositas blancas. Matt hiso otra compra de ropa de bebe. Agarró un conjunto de pijama rosada que traía medias en forma de zapatos y un babero de ovejita, un body manga larga fucsia con un leggins de estampado de cebra. También compró un conjunto que consistía en un pijama blanco de monitos, un boby blanco con rayas rosadas y un leggins marrón con piececitos de monito. - ¿Y si es niño? – le pregunté cuando vi que estaba agarrando ropas para niña. - Me gustan más los de niña – en la mono tenía otro conjunto de tres piezas. Pero este era un body blanco manga larga, otro body fucsia con un ponquesito estampado y la última pieza era un liggins negro con puntos blancos y un gran ponqué en la parte de atrás. - Yo compraría ropa blanca, por ahora. - Para que no te quejes, compraré estos cinco bodys – uno era azul cielo, el otro marrón con estampados de dinosaurios, otra verde hierba con un monito en el pecho, el cuarto era blanco con contornos de los animalitos de la selva y el último era blanco con pequeñas sombras de animalitos de la selva.


- ¿Para qué no me queje? - ¿Qué? ¿Ahora es a él a quién le pegan las hormonas? - Sí – nos dirigimos a la caja para pagar los prensas de ropa – Tengo así como antojos de besarte – susurró. - ¿Qué? ¿Estás loco? Te dije que no quería la foto… Me selló la boca con un gran beso. Su lengua entró a mi boca y volvió a salir tan rápido que no me dio tiempo de enredarla con la mía. El beso duró lo suficiente para que todos lo que estuvieran en la tienda, y los que no también, pudieran el beso entre Matt y yo. Al despejar las bocas nos dimos cuenta que éramos el centro de atracción de medio Mall. Personas con cámaras en las manos, y sin que se queden atrás, los paparazis aprovecharon el momento que tanto buscaban. - ¿Qué has hecho? – le susurré - Acabar los antojos, mi Ángel. - No quiero un escándalo. No quiero que estas personas me estén persiguiendo con una cámara tomándome fotos. Quiero tener privacidad. Quiero… - Quiero que seas mi novia. Quiero que todo el mundo lo sepa. Quiero salir de la lista de los solteros más codiciados – sus ojos azul zafiro


brillantes me decían más de lo que salía por su boca - ¿Quieres ser mí novia, Señorita Carter? - ¿No vamos muy rápido? – Ser novia de Matt sería lo mejor. - Desde el primer día en que nos conocimos. Eso es lo menos que me preocupa – le entregó la tarjeta de crédito a la cajera - ¿Cuál es tu respuesta? - ¿Tengo que decirla aquí? - No. Mejor en el hotel – la señora de la caja le entrego su tarjeta y las bolsas comprar. Tuvimos que llamar a Anderson para que nos escoltara hasta la Limousine. Con la ayuda de los agentes de seguridad del Mall, salimos sin muchas complicaciones. Esto era justamente lo que no quería que sucediera. Muchas personas alrededor reduciendo mi espacio personal. Regresamos al lugar donde nos estábamos hospedando. En la entrada del hotel estaban los paparazis con cámaras en mano. Cuando bajamos de la Limousine, las cámaras empezaron a disparar fotos por segundo. Otras personas con grabadora de vos, hacían preguntas de nuestra supuesta relación.


- ¿Desde cuándo están juntos? ¿Ya tienen fecha de boda? ¿el bebe que espera Sara Carter es suyo, Señor Bush? – la entrevistadora comenzó a hacerle preguntas a Matt. - ¿El gran empresario Bush es el padre de su bebe? ¿Es niño o niña? – otra de ellas se acercó a sacar información. Ninguno de los dos respondió a las absurdas preguntas que hacían esas dos mujeres. Mientas caminábamos hacia las puestas del hotel, Matt me rodeo con su brazo como si quisiera abrigarme y protegerme entre sus músculos. Entramos al hotel y subimos a la habitación. No habíamos cenado así que pedimos servicio a cuarto. Mientras esperábamos a que el pedido llegar, nos sentamos en la cama y nos comimos unas de las cajas de Belly Jelly. - ¿Podemos hablar? – le pregunté. - ¿De qué quieres hablar? – se acomodó en la cama. - De ti – introduje en mi boca unos de los caramelos de arándano. - ¿Qué quieres saber de mí? - Todo – dejé de comer caramelos para concentrarme en la conversación – Quiero


que confíes en mí – sentí cuando su cuerpo se tenso en la cama. De los poros de su cara empezaron a salir pequeñas gotas de sudor. Sus ojos estaban inquietos y otra vez de asomaba el chiquillo que dejaba escapar en pocas ocasiones. No bajé la mirada mientras sus ojos miraban un caramelo que estaba en sus manos como si el dulce tuviera la capacidad de poder entenderlo. Matthew Bush, era una persona muy cerrada que detrás de la caratula esconde algo que seguramente lo ha perturbado desde muchos años atrás. - ¿Matt? – extendí mi mano para agarrar la suya. – ¿Te sientes bien? - No. A pesar de que el miedo, desasosiego o incluso terror lo consumían por dentro, su vos se escucho tan fuerte como siempre. - ¿Quieres seguir con esto? – aparté la caja de caramelos - ¿O lo dejamos para después? - No quiero hablar, Sara – se levantó de la cama y se dirigió al baño – Me daré una ducha. Cerró la puerta tras de él. Su frialdad me dejó afligida. Lo que le ocurrió tuvo que ser muy fuerte para que reaccionase de esa manera. Traté de abrir


la perta del baño, pero le había pasado el pestillo. ¡Dios mío! ¿Habré dicho algo indebido? Si Matthew me preguntara sobre Daniel en un momento que no lo crea conveniente, quizás, solo quizás, reaccionaría de la misma manera que ahora lo está haciendo él. Pero como toda mujer curiosa, agarré su Ipad para buscar alguna información que me pueda colaborar con el descubrimiento de su extraño pasado. Su aparato estaba bloqueado, así que no me dejó más opción que investigar a través de mi Smartphone. Abrí el navegado de Google y coloqué su nombre y apellido. Mientras el dispositivo cargaba, me acomodé en el espaldar de la cama. Las dos primeras opciones eran de Wikipedia, una en español y otra en ingles. De lado derecho se mostraban fotos en convenciones, reuniones, cenas o firmas de contrato, pero ninguna con una mujer al lado que no sea tu madre ni su hermana. Empecé a desplazar hacia abajo mientras iba leyendo los títulos. La mayoría de ellos eran de negocios, entrevistas, páginas de admiradoras y grupos de fans. No pensé que un empresario tuviera tantas fanáticas como un cantante reconocido. Abrí una ventana nueva con una página donde salía una pequeña introducción a su fama:


Matthew Alexander Bush Howard (n. San Diego, California; 04 Julio de 1986), es un empresario estadounidense y magnate de los negocios en variados sectores e industrias. Fundador de Bush emterprise, inc. Fundó su primera empresa de cosméticos en el año 2005, con tan solo 19años de edad. El joven Bush logró llegar su empresa por todo lo alto en 2 años después de la fundación. De esta manera fue ganando confianza en el mercado y creando varias empresas para así obtener el puesto número uno de los mejores cosméticos del mundo. Mientras trabajaba en el desarrollo de sus empresas, se graduó con los mejores honores en la Universidad de Harvard. Matthew Bush, un ejemplar hombre, que se ganó el respeto de sus colegas a temprana edad.

… Después de terminar el resumen de la vida empresarial de Matt, me di cuenta que estaba de pies al borde de la cama con los brazos cruzados y una toalla enrolladla en su cintura. - ¿Qué lees? – preguntó - Nada – Bloqueé el Smartphone y lo coloqué en la cama. - Pues ese “nada” estaba muy interesante.


- Me ducharé. Levanté mi trasero de la cama y con pasos rápidos llegue al baño. Apliqué lo mismo que él hiso conmigo, cerré el pestillo. Me desnudé e inicié mi relajante baño en la tina. Al terminar mi baño, apliqué crema a mi piel y salí dejando la toalla dentro. Matt estaba en Bóxer acostado en la cama con las piernas cruzadas y las manos detrás de la cabeza. Al verme no pudo disimular su asombro. Quizás no se imaginaba que saldría del baño completamente desnuda. Su sonrisa de medio lado hiso que mis labios se curvaran un poco aunque no tanto para dejar ver mis dientes. - ¿No te das por vencida, mi Ángel? - ¿Qué? – seguí buscando mis bragas. - Revisé tu dispositivo y vi lo que… - ¿Te sabes la clave? – esta vez si me voltee. - No es difícil adivinarla. Agarré mi bata para dormir y volví al baño trancando la puerta. ¿Acaso no tendré privacidad mientras esté con Matthew? Furiosa, molesta, irritada, enojada y todo lo que le sigue, me quedé apoyada en la encimera de los lavamanos. En el gran espejo, se reflejaba mi desasosiego, el baño relajante que había tomado hace diez minutos se fue al basurero.


- Matthew Bush, un hombre de negocios. Desde muy joven comencé a crear mis empresas – empezó a hablar mientras yo lo escuchaba en el baño – Pero para que te cuento si ya lo leíste ¿Quieres saber cosas que no están en las entrevistas ni en las páginas de internet? - No vas a hacer que salga de este baño, así que puedes baja y tomar un trago o quizás prefieras ahogarte en la piscina. Y antes de hacerlo, por favor pregunta porque no ha llegado la comida todavía. - Siempre fui un chico muy inteligente. En la adolescencia disfruté mi etapa de rebeldía. Asistía fiestas, discotecas, bebía alcohol hasta vomitar, me follaba a todas las chicas de la fiesta, también a las novias de mis amigos. A mis trece años tuve mi primera orgia con cuatro muñecas del último año… - No creo que eso me interesa. - Todas querían y quieren conmigo. Como buena persona y generoso que soy a ninguna las rechazaba. Hasta las más feas del colegio me entregaron su virginidad. Los años fueron pasando, fui madurando y entendí que no podía pasar la vida fallándome a todas, así


que decidí convertirme en algo parecido al dominante… - Ya vasta. - Solo hacía que firmaran un documento donde ellas son obligada a callar. Nunca permití que me vieran en público con algunas de ellas. Eres la primera… - Ya vasta – golpeé la puerta – No quiero escucharte más. - Eres la primera que conoce a mi madre. Eres la primera con la que me han capturado fotos. Eres la primera mujer que he besado en público. Eres la primera en muchas cosas, Sara. Contigo siento la necesidad de hablar, pero existe otra fuerza mayor que me obliga a callar. No quiero que salgas corriendo. No quiero que me veas con ojos diferentes. No quiero… - Confía en mí. - Confío en ti, mi Ángel - No lo suficiente como para contarme tu pasado. - No estoy preparado. Abrí la puerta. Estaba de pies justo detrás de ella. Me besó cuando me vio. Me cargó entre sus brazos mientras caminaba hacía la cama.


- Ángel – tomo aire – Ángel es la contraseña.



Capítulo 10

Después de la revelada historia de Matthew, entendí un poco los motivos de su comportamiento en las horas de sexo. Ahora se porque es fuerte, rudo y le gusta excitarme cuando se le antoje. También me confesó que nunca ha practicado la Dominación/Sumisión al cien por ciento. Solo una especie que se puede denominar como derivado. Entre nuestras platicas me contó que una vez uno de sus mejores amigos lo invitó a pasar la noche en su casa. A la hora de dormir, Matt le pidió a su amigo que le prestara el baño. Cuando iba de regreso a la habitación, la hermana gemela del amigo, uno de los patitos feos del colegio, lo invitó al ático, donde tuvieron unos minutos de placer antes de que el gemelo los descubriera. - ¿Te descubrió teniendo sexo con su hermana? - No estaba teniendo sexo con ella – agarró mi mentón y lo subió – Me la estaba follando,


Sara – miró mis ojos – Tener sexo es diferente a follar. - No quiero más detalles – besó mi boca mientras nos frotábamos las piernas entrelazadas bajo las sábanas. - Si no quieres escuchar más nada – acomodó su cuerpo en la cama – vamos a dormir señorita.

… Al día siguiente, nos levantamos tarde pero nos dio tiempo de llegar a tiempo a la reunión con los agentes de publicidad. Muchas las fotos que había tomado Francesco fueron elegidas, aunque la principal de ellas es una donde yo interactuó con mi bebe. Esta noche es el lanzamiento de la nueva línea Bush, en la cual, yo tengo la obligación de estar presenten ya que soy la imagen de Bush Emterprise, inc. Mientras Matt terminaba la reunión, salí de ella para entrar al baño. Mi vejiga estaba que explotaba. Orino cada hora que pasa. Al salir del baño, me dio flojera entrar de nuevo, así que decidí esperar sentada afuera. Al


momento en que jugaba Candy Crush, Anderson entró a la sala de espera con varias revistas en mano. - ¿Cómo estas, Anderson? – le pregunté al verlo. - Muy bien – hiso una pausa – Gracias por preguntar, ¿Y usted cómo está? - Aburrida, esta clase de reuniones me aburren muchísimo. Pero por otro lado feliz – detallé las revista que tenía en la mano y me di cuenta que todas eran de farándula, por lo menos las que pude ver - ¿Qué traes hay? - Unas revistas para el señor Bush. - ¿Las lee? – ¿un hombre de negocios puede tener tiempo para leer revistas de farándula? - No. Pero hoy tienen que ver algo de estas revistas. - ¿Puedo verlas? Anderson pensó mucho su respuesta pero a la final llegó. Estiró su brazo y me entregó una de las muchas revistas que estaban entre sus brazos. La portada me sorprendió mucho, al ver una foto de Matt y yo en la reunión de la Quinta Mirrors, la primera foto que nos habían tomado pidiendo permiso. Fui a la página donde podía ver más información sobre nosotros.


“La pareja mas seguida del año”, era el título del artículo. Con solo leer las grandes letras ya podía imaginarme lo que decía el resto del artículo, sin embargo, lo leí. Las revistas eran diarias por lo tanto, eran finas. A pesar que en ella salían artículos de artistas de Hollywood y muchas cosas interesantes, lo más importante para mí era saber que se hablaba de Matt y yo. En las otras revistas salían títulos como: “La pareja más envidiada”, “Futuros padres”, “Entre besos y bebes” “Lo que nadie se esperaba”, “La elegida”, “Matthew Bush pasó a la lista de novios más deseados”, y “Se escuchan las campanadas en la vida de Matthew”. Son solo ver que a una pareja se estén besando, los reporteros tienen la habilidad de inventar esta clase de mentira. - ¿Están interesantes, mi Ángel? - Mira – levanté la revista al igual que mi mirada a sus ojos. - Ya empezaron – se acercó y ojeó las otras revistas que estaban a mi lado – Estas personas si tienen imaginaciones. - Hay que desmentir todo esto, Matt. - Por favor déjanos solos – Anderson se despidió con una leve inclinación de cabeza y se retiró.


- No me gusta salir en las revistas, ni mucho menos de esta forma – respiré profundo mostrando mi preocupación – Cuando niña, me negaba a salir en entrevista que le hacían a mi padre. No era, no soy y no seré mujer de chismes. - Escúchame – agarró mis mejillas con sus dos manos mientras se agarraba frente a mi – No me gusta ser el chisme principal en las conversaciones de mujeres. No quiero y no me gusta, nunca me ha gustado – sus labios y sus ojos decían la verdad – Pero ahora es diferente, Sara. No me importa lo que digan las personas. Tú y yo sabemos lo que pasa entre los dos y ellos solo inventan. No vamos a desmentir nada, eso sería otra razón por la cual ellos escribirían más y mientras más escriben, más inventan. - Lo que dice aquí son muchas mentiras… - Vamos a hacerlas realidad – ¡¿Qué?! – Acepta ser mi novia y después veremos que sucede. - Todavía no te tengo la respuesta. - Cuando la tengas me avisas – plantó un suave beso en mis labios – Vamos a comer.


Nuestra conversación quedó hasta hay, sin embargo, durante todo el día no salió de mi cabeza la propuesta de Matt. No sé porque me costaba tanto decirle la respuesta, si por dentro me moría que subiera que sí quería ser tu novia y todo lo que le plazca. En la noche me coloqué mí vestido verde hoja al estilo de Angelina Jolie. Gracias a Dios que me dio tiempo de ir a la peluquería para que me peinaran. Recogieron mi cabello con un moño elegante medio despeinado. Yo me encargué de mi maquillaje y también de acomodarle la corbata de Matt que hacía juego con mi vestido. La noche fue emocionante. Desfilé por una pasarela con Matthew al lado de mí. Conocí a muchas personas del mundo de los negocios y sobre todos, los fotógrafos disfrutaron llenando sus rollos al máximo. Al final del lanzamiento de las cremas, se dejó ver por primera vez públicamente las imágenes de la publicidad. En ese momento, podía asegurar que mi cara esta tan roja como en tomate. A la mañana del día siguiente, nos inició nuestro pequeño viaje a Los Ángeles. Llegamos a nuestro destino a las dieciséis horas. Anderson aparcó el auto en la puerta del edificio donde estaba


mi departamento. Matt quiso acompañarme hasta la puerta, pero lo impedí, ya que él tenía que hacer muchas cosas. Con ayuda de una de los porteros de edificio, llegué a mi hogar con las dos maletas. Mientras serbia un vaso de agua escuche los mensajes de voz, de los cuales, varios eran de mi madre, otros de mi padre y los últimos de Elizabeth y José David. En uno de los mensajes de Eli, me informaba que estaría en departamento después que se desocupara de atender su casa. El mensaje fue recibido el día de hoy a las nueve de la mañana, eso quiere decir, que puede que esté por llegar. Normalmente Elizabeth se desocupa de sus deberes de la casa temprano. Me apresuré para vaciar las maletas, guardar la ropa limpia en su lugar y la sucia colocarla en el cesto. Sin más tiempo que perder, llamé a mi madre para avisarle que ya estaba en casa. - Hija, que gusto escuchar tu voz. En estos momentos estoy leyendo un artículo donde dice que el lanzamiento de las nuevas cremas de Bush fue un éxito total. Te felicito mi amor. - Gracias mami. El sábado voy a verlos en casa. Quiero ver a papá y saber como esta.


- Ahorita está en una reunión de trabajo, ya sabes cómo es él en esas cosas – nos reírnos por que las dos sabíamos perfectamente lo puntual que era papá con sus negocios. ¡Como todo un buen empresario! – ¿Cómo está el bebe? - Bien, muy bien. Mañana tengo cita con Elliot ¿Quieres acompañarme? y así nos ponemos al día. - Perfecto. Entonces te veo en tu trabajo mañana. - Te quiero mami. - Yo también te quiero, mi amor – un poco de silencio después de aquellas hermosas palabras – nos vemos entonces. Tranqué la llamada y marqué el número de Matt. El celular repicó hasta que cayó la contestadora. No volví a intentar porque sabía con certeza que estaba ocupado. A los diez minutos de intentar llamar a Matt. Llegó Elezabeth con Jean Pierre. Le dije al recepcionista que los dejara subir. Al escuchar la puerta la abrí. - ¡Hermana, ¿Cómo has estado?! – nos abrazamos.


- Muy bien, pero con un fuerte dolor de espalda, ¿Y tú? - Excelente. La madre de Theo está muy bien, ya en casa y fuera de peligro. - ¡Tía! - Cariño, ¿Me extrañaste? - Sí. Te extlañé mucho y te tlaje un regalo, aunque no es pala ti sino para er bebe. Entre sus manos había una bolsa de papel. La recibí con un gracias y un beso en las mejillas para el pequeño y su madre. Dentro de la bolsa de papel había un gorro beige con orejas de oso, un suéter azul marino con capucha y unos zapaticos beige unisex. Las tres piezas que estaban en la bolsa eran especiales para recién nacidos en crochet. - ¡Qué hermoso! ¡Muchas gracias! - Lo vimos en unta tienda y te lo quise regalar. - Me tienes que decir en donde. Me encantan las cosas en crochet. - Después hablaremos de eso – posó su mano en la cabeza del niño – Hijo ¿Quieres ir a ver la televisión? - Sí. - Ahora tú y yo vamos a hablar. Me tienes que contar muchas cosas – dijo después de que el niño corriera hacia la televisión.


Mientras Jean Pierre veía sus comiquitas, yo le contaba las últimas novedades a Eli en mi habitación. Le conté la mayoría de las cosas me sucedían cuando estaba con Matt, le hablé de la propuesta de noviazgo. De que había conocido a su hermana, su madre y a su primo. Todo lo que le contaba ella me daba su punto de vista. La parte de la conversación que mas duró fue cuando le toqué el tema de que Matt quería una relación sería. Le hice saber que me moría por decirle que si, pero que también quería saber un poco más de su pasado. Lo único que no le conté fue la conversación que tuvimos él y yo anoche antes de de dormir, y tampoco le conté nuestras intimidades. La forma en que Matthew me hace sentir más mujer de lo que soy, es algo entre los dos. Uno de nuestros secretos, aunque ya no es tan secreto que una pareja que haya dormido junta en una habitación de hotel hayan tenido relaciones sexuales. Lo que no van a hacer nunca es la manera en que lo hacemos. Elizabeth se fue de del departamento a altas horas de la noche. JP estaba dormido, así que le


pedí al portero que lo llevara hasta el auto de su madre. Me di una ducha rápida sin mojarme el cabello y me acosté en la inmensa cama. Creo que ya me estoy acostumbrando a que Matt se quede por las noches y me acompañe. Los días fueron pasando y mientras más pensaba, más me decidía a darle la respuesta de la propuesta de Matt. El vientre me pesaba mucho más que la semana pasada. Cada vez que el pequeño grillo se movía dentro de mí, me dolía mucho. Creo que mi abdomen le quedó pequeño. Ya faltaba muy poco para que saliera de donde estaba y yo estaba muy ansiosa. La nueva línea de cremas es un éxito. Ha tomado unos de los tres primeros lugares de las mejores cremas en Los Estados Unidos. Estas cremas me mantenían más hidratada que las que normalmente usaba. Realmente eran buenas. El vínculo entre la madre y la hermana de Matt fue creciendo con los días que pasaban. Este fin de semana, tendré la dicha de conocer al padre de Matt, El señor Jared Bush, unos de los grandes empresarios del mundo como su hijo; en su casa con su familia.


- ¿Estás preparada para ir a casa de mis padres? ¿Dispuesta? – a Matt no le gustaba la idea, pero a mí sí. - Sí y no me vas a convencer de no ir. - Eres la primera mujer que llevo a esa casa. - Te entiendo – me acordé de que Alice me invito a almorzar – Mi vida, tu hermana quiere que vaya con ella a almorzar. - ¿Qué? - Voy a ir. Solo te estoy avisando no te estoy pidiendo permiso. - No. - Ya le dije que sí, así que debe estar por llegar. - ¿Por qué siempre me contradices? – se levantó de su escritorio. - No tienes motivos para negarme la salida con tu hermana. - No quiero que salgas con ella – con mucha dificultad me levanté de la silla donde estaba sentada. Coloqué una mano en la parte baja de mi vientre y la otra en la espalda - ¿A que le temes? No me respondió. Cuando reaccionaba de esa manera, hacía que me molestara mucho con él. - Iré con tu hermana te guste o no – en ese momento el bebe se movió, lo cual me


produjo molestias. Matt al ver mi típica cara de color, se acercó a mí con pasos fuertes con una uno adelante – Ni te me acerques. Te lo advierto – lo esquivé – Me voy. Nos vemos esta noche, si es que tienes ganas de verme. Abrí la puerta de cristal y salí de la oficina con las fuertes puntadas molestas. En el momento en que me Apoyé en mi escritorio para esperar a que el dolor fuera, llegó Alice con su hermoso estilo. Llevaba unos pantalones ajustados Beige; camisa botones blanca manga larga con estampados de pequeñas flores, las mangas de la camisa la llevaba arruchada hasta los codos; correa, cartera y zapatillas altas de color ámbar, asiendo juego entre ellas. - ¡Wow! – realmente se veía hermosa – Lo único que te falta son los lentes. - Aquí los tengo – de su cartera sacó unos Ray Ban aviadores marrones – Tú también estas hermosa. - ¡Gracias! - Pasaré a saludar a mi hermano y luego nos vamos. - Está molesto conmigo.


- Entonces lo saludo después. Que me reclame después de la salida. Nos reímos las dos al mismo tiempo y nos fuimos sin despedirnos de Matt. Ella lo conoce tanto como yo o incluso más. Las dos sabíamos que tenía un carácter fuerte. Llegamos a un lujoso restaurant al sur de Los Ángeles donde almorzamos deliciosamente sin ruido alrededor a pesar de estar lleno. - Mi hermano me contó que está esperando una respuesta tuya ¿Ya la pensaste? - La tengo pensada desde el día en que me pidió ser su novia – hice un mohín. - ¡¿Y por qué no se lo has dicho?! – me sorprendió la felicidad con que hiso la pregunta. - Porque no estoy prepa… - Escusas – limpió la comisura de sus labios con la servilleta de tela – Mi hermanito tiene un carácter difícil, complicado, enredado. Bueno, en fin, todo él es embrollado. Pero lo digo por su compartimiento. - Lo sé – bajé los cubiertos – Lo que me preocupa es que algunas veces se comparta peor que lo normal.


Vi como Alice se entristecía a la vez que le contaba mi preocupación. Sentí una fuerte corazonada. Algo me decía por dentro que ella sabía todo o algo de lo que le había sucedido a Matt en el pasado. - ¿Sabes por qué, verdad? - Lo siento, Sara, pero no creo que podamos seguir con esta conversación. - ¿Por qué reaccionas casi igual a tu hermano? ¿Qué pasa? – aunque Matthew reaccionaba peor que su hermana, a la final los dos son iguales. - No quiero… - Por favor – supliqué – Él necesita ayuda. Mí ayuda. Alice bajó la mirada al plato sin decir nada más. - Por favor, déjame ayudarlo. - Hace diez años, a él y a mí nos secuestraron en un parque – subió su mirada y sus tristes ojos miraron los míos – Ese secuestro nos marcó la vida a ambos. - ¡Dios mío! – de mis ojos empezaron brotar lágrimas. - Yo tenía quince años y él diecisiete. Éramos dos adolecentes que disfrutaban la vida al


máximo. Pero un día… ese maldito día que me persigue. He logrado mejorar gracias a la ayuda del psiquiatra. - ¿Matt recibió terapia? - No. El nunca acepto. Mis padres y yo no entendemos por qué no quiso recibirlas y tampoco las piensa recibir. - Lo siento mucho. No tenía idea… - No te disculpes. Eres la primera persona que lo sabe sin ser de la familia – agarro mis manos con mucha fuerza – confío en ti y sé que vas a tener el valor de ayudarlo. ¡Dios mío! Ahora entiendo porque no quiere hablar de su pasado. Ahora entiendo sus reacciones y las de su hermana, aunque ella si tuvo el valor de contarme, me siento mal por lo que les sucedió. Mi jefe, mi hombre, mi campeón, mi vida, mi todo. Siendo apenas un niño, le tocó vivir un secuestro que lo ha marcado toda su vida y a su hermana. Matt necesita terapia y apoyo. - Jami no es mi primo. El niño es mi hijo. - ¿Qué? - Es mi hijo – lágrimas corrieron por sus mejillas – El feje de la banda de secuestradores me violó no una sino varias


beses. Ese desgraciado se atrevió a lastimar la vida de una niña. Mis palabras no salían de mi garganta. Mientras más quería hablar más me ahogaba con mis propias lágrimas. Me levanté de la silla y la abracé, haciéndole saber mis condolencias que no podía decir. ¿Qué clase de hombre puede hacer esa clase de delito? Y ahí nos quedamos las dos. Abrazadas y derramando lágrimas. No sé cuánto tiempo pasó, pero no quería despegarme de esa mujer que seguro necesitaba un gran abrazo. Dicen que los abrazos ayudan a levantar los ánimos y dan fuerzas. También que aumentan la confianza y seguridad. Una pequeña cosa que para muchos es insignificante, para otro es una de los más grandes regalos de la vida y lo mejor de todo es que son gratis.



Capítulo 11

El sábado en la mañana, cuando me desperté, escuché ruidos en la cocina. Al sentarme en la cama, vi el saco de vestir de Matthew. Debió haber entrado con el juego de llaves que le regalé. Mandé a sacarle copia a las llaves del departamento al día siguiente que llegamos de Phoenix. Me siento más segura saber que entra con llaves y no como ladrón. Me levanté de la cama, me coloqué mi bata de dormir y me dirigí a la cocina. Lo vi a medio vestir, haciendo el jugo para el desayuno. - Hola – al escuchar mi voz se volteo rápidamente. - Hola – dejó la licuadora encendida triturando la pulpa de la fruta para atender a los panqueques que ya estaban listos. Apoye mi cuerpo al marco de la puerta mientras veía sus músculos en acción. De repente la licuadora se atascó y la tapa salió disparada


haciendo que el jugo se derramara por toda la cocina. - Maldición – Matt luchaba por apagar la licuadora mientras los panqueques que no pudo sacar de la hornilla se quemaban. Desvié la mirada para que no me viera reír. No podía parar de hacerlo. Un hombre sexy luchando con la cocina mientras yo me reía a carcajada. Logró tener todo bajo control. Cuando no escuché más la luchadora, volteé mi cara. La cocina estaba llena de juego por todas partes y Mathew también. - ¿Te estás riendo de mí? – se pasó la mano por su cabello empapado de jugo. Al ver ese hombre musculoso con cara de pocos amigos y cubierto de jugo de melón, me produzco más risa. - Sí – una lágrima recorrió mejilla. Estaba llorando de la risa. Agarró la licuadora y jugo que quedaba en ella lo vistió encima de mí. - ¿Qué haces? - Yo también me quiero reír – dijo entre risas con cara de malo – Nunca he probado jugo de melón con Sara.


Besó mi boca como si quisiera arrancarme los labios. Fue bajando y lamiendo mi cuello hasta llegar a la parte de arriba de mis senos. - Yo también quiero probar. Como pude lo aparté de mí. Esta vez fui yo quien empezó a lamerlo, llegué al cuello y a sus tetillas. Con mis manos desocupadas, desabroché su pantalón y él se deshizo de mi bata. Terminamos de desnudarnos y nos acostamos en el suelo de la cocina. Tuvimos sexo por primera vez en el suelo. Matt estaba abajo y yo a horcadas sobre él. Por primera vez tenía el control en el sexo. Empecé a masajear el clítoris con la punta de su gruesa polla, hasta tenerlo totalmente hinchado. Poco a poco fui introduciendo su largo pene entre las paredes de mi vagina. - ¡Aaaahh! – gemí al sentir una molestia cada vez que su miembro de deslizaba hacía adentro. Me detuve. - ¿Qué pasa, Sara? - Hasta ahí. Estoy incomoda. No puso protesta alguna. Comprendió perfectamente o solo no quiso saber más nada. Sin prestarle mucha atención a la incomodidad empecé a deslizarme hacia arriba y hacia abajo con


movimientos suaves. Matt movía sus caderas en forma circular y de esta manera nos fue invadiendo poco a poco el orgasmo. Esta vez no llegamos al clímax. Mi incomodidad pudo más que la excitación. No me podía concentrarme si cada vez que introducía más a fondo la polla de Matt, sentía algo que no había sentido antes. - Lo siento, mi vida – saqué su pene de mi vagina – No puedo. Empecé a sollozar al momento que me levantaba del suelo y me apoyaba en la encimera. - Hey, no llores – Matt me abrazó por la espalda. Sentí su erección posándose. - Necesito tener sexo. Quiero tenerlo – giré mi cuerpo hasta quedar al frente de él – Pero no puedo. Hace días que me siento extraña pero hoy estoy peor. - Shhh, no llores. Ya verás que encontraremos… - ¡Nada! – le grité – No vamos nada. Yo soy la del problema. No llegué a donde quería. No hicimos esfuerzos y estoy tan cansada como si tuviéramos teniendo sexo desde hace tres horas – Matt regó con sus pulgares las lágrimas – Me siento gorda, fea, sin…


- Ya – su voz se endureció – No estar gorda, mi ángel. Es la incomodidad del embarazado. No permitiré que te sigas diciendo esas cosas. Vamos a bañarnos y nos vestimos para llegar un poco más temprano a la casa de mis padres.

… La casa de los padres de Matthew estaba ubicada en Beverly Hills. Una enorme mansión beige con techado oscuro apareció ante mi vista dejándome pasmada. Anderson estacionó la Limousine, Matt y yo nos bajamos de ella. La señora Paris salió para recibirnos y darnos la bienvenida a su enorme casa. Llevaba puesto un conjunto rojo de Chanel y unos tacones beige. Atrás de ella venía hacía nosotros un señor vigoroso de cabello corto y blanco, con una camisa de botones blanca manga larga y arruchada, unos pantalones beige; y zapatos negros. - ¡Bienvenida, querida! – la madre de Matt me abrazó y me dio un beso en la mejilla con el mism cariño – ¿Cómo estás tú y el bebe? - Los dos estamos muy bien.


- ¡Me alegro! – abrazó a su hijo – Me encanta que vengas a casa. - Siempre lo dices. Y lo hago muy pocas veces. - Jared, ven para presentarte a Sara – Paris agarró a su marido de la mano y nos presentó. El señor se acercó – Ella es Sara, la novia de nuestro hijo. - Mucho gusto señor Bush - ¿La novia? - Sé que tengo cara de serio, pero con la familia soy muy cariñoso – me abrazó de la misma manera que lo hacía su esposa – Me han hablado mucho de ti. - Pues yo no – bromeó Matthew – ¿Cómo estás, padre? - Hijo mío – se dieron un abrazo con palmadas en la espalda como todo hombre – Yo estoy como siempre. - Me parece muy bien – Matt agarró mi mano y entrelazó nuestros dedos. No me quejé. Solo me dejé llevar – ¿Entramos a la casa? - Por supuesto. La sala de estar era más grande de lo que me había imaginado. A simple vista se podía ver la cantidad de dinero que maneja esta familia. Alice apareció en la sala con un magnifico vestido azul marino y zapatillas de tacón alta.


Siempre tan elegante. Me saludó como siempre lo hacíamos, y luego a su hermano. - ¿Y Jami? – pregunté. A más de uno le sorprendió mi pregunta – ¿Dónde está el niño? – insistí. - Debe estar jugando en la sala de los juegos. Mayormente está ahí – respondió Alece. - Pasemos al jardín – invitó Paris. Cada vez que me adentraba más en la casa, me asombrada lo hermosa que era. Las decoraciones eran maravillosas y lujosas. El área del jardín me impresionó mucho. Parecía un bosque con flores alrededor. Toda clase de flores imaginables y de variado colores. En una parte del jardín se podían una especie de lago que tenía tres fuerzas de agua que se disparaban hacia arriba, la más grande en el medio y las otras dos a los lados. Cerca de la laguna se encontraba un comedor donde se podían sentar diez personas cómodamente. - En ese comedor se desayuda todas las mañanas – informó Matt en mis oídos. - ¿Y la sombrilla? - En la mañana no la necesitas. Solo se pone si se deciden en almorzar ahí.


- Me gusta – sonreí. Los padres de Matthew se sentaron en uno de los sillones blancos de jardín. Mientras él seguía mostrándome los espacios de la mansión. Llegamos a la zona de la inmensa piscina azul. Para llegar hasta ella, había que caminar por un camino entre las flores del jardín. - Aquí hay una – dijo – Que es la más grande, pero la de arriba me gusta más. La piscina era rectangular en medio del jardín. Contaba con modernas sillas para el sol y tres sombrillas. - ¿Es profunda? - La parte más baja contando el último escalón de las escaleras es de cincuenta y cinco centímetros y de ahí, va aumentando hasta dos metros y medios. - No traje mi traje de baño – hice un mohín. Matt se echó a reír a carcajadas al ver mi cara. Le pedí que me llevara a la otra piscina. Para llegar a esta otra, entramos a la casa y subimos unas escaleras que estaban un poco escondidas. Al llegar al piso de arriba, todas las paredes eran de vidrio. Al acercarnos a la que teníamos al frente, dos vidrios de desplazaron a los lados para dejar


paso libre al área de la piscina. Esta era más pequeña y se veía más profunda. - Esta me encanta. Mide dos metros y medio de profundidad en toda la piscina. Pero lo que más me gusta es esta parte. Agarró mi mano y me dirigió a unas escaleras de piedra que conducían hacia abajo. Al llegar al nivel inferior, Matt se detuvo frente a la pared donde estaba un gran vidrio que hacía ver la profundidad de la piscina como un acuario. - Cuando tenía catorce años, siempre venía para acá, me detenía y decía en mi mente que la primera mujer que bese en este sitio, será mi primera novia. Dichas esas palabras, me besó con anhelo y me atreveré a decir que también con amor. Ese beso hiso que lagrimas salieran de mis ojos. Mientras nos besábamos y nos abrazábamos también nos acariciábamos. Cuando el beso bajo un poco la intensidad, me atreví a decir aquella sílaba que no me dejaba dormir. Aquella sílaba que esperaba decir desde hace tiempo pero por alguna razón no podía: - Sí – susurre en sus labios.



Capítulo 12

Y después de tanto pensar en cómo le diría la respuesta a Matt, esta salió de mi boca sin pedir permiso. De pie, frente al enorme vidrio, veíamos abrazados la intensidad del azul. Los rayos del sol entraban desde la superficie e iluminaba el fondo de la piscina, haciendo que este se llenara de delgadas líneas blancas de luz. Nuestros pensamientos de detuvieron cuando sentí una extraña presión en la vagina. Rápidamente posé mi mano en el lugar donde sentía la molestia. Encorvé la espalda en busca de una mejoría pero no logré nada. - ¿Qué pasa? – Matt me transmitió su preocupación – Sara. Busqué con mi mano la pared para poder apoyarme en ella. Cuando logré hacerlo, un fuerte mareo me azotó.


Matt, me voy a caer – la desesperación aumentó – ayúdame. Todo daba vueltas alrededor de mí y la visión cada vez de hacia mas borrosa. Matt me cargo en sus brazos y yo me aferré a su cuello. Al él dar los primeros pasos hacía las escaleras, la sensación de nauseas apareció repentinamente. Escalón por escalón, Matthew logro llegar al área de la piscina. Escuché los vidrios que se deslizaban y sentí el cambio de temperatura, eso me daba señales de que habíamos entrado en el salón que estaba rodeado por vidrios. En el sofá de cuero negro que estaba en uno de los lados del salón Matt me acostó cuidadosamente. Se sentó al lado mío y empezó a abanicarme con algo que parecía un cojín. El viento que así aquel cojín, hiso que me tranquilizara un como, teniendo como resultado un mejoramiento en la visión y el mareo, pero las nauseas no se fueron. - Madre – es grito de Matt me sobresalto. Volvió a gritar – Padre – el segundo grito no me tomó por sorpresa – Mi Ángel, desde aquí no me van a escuchar. Tengo que bajar a buscarlos. - No me dejes sola, por favor – mi vos no se escuchaba más alto que un susurro. -


- Llamaré al Médico – dio un beso a mi frente y se levanto alejándose para hablar con el doctor. ¿Cuál doctor? La preocupación que tenía Matt me preocupaba a mí. Su turbia mirada me confesaba todo, él estaba más asustado que yo. La frente le sudaba y grandes gotas de sudor bajaban a su cuello. Al cortar la llamada, volvió hacia mí rápidamente. Se agachó en el piso, agarró mi mano y la besó. - Ya viene el doctor. - ¡Hey, mírame! – sus ojos se conectaron con los míos al instante – Tranquilízate que me pones nerviosa. Me siento mejor. Acerqué mi mano a los botones de su camina y como pude fue desabotonando unos por uno. - Quítatela que la vas a sudar toda. Se levantó del suelo y en cuestión de segundos, si camisa y la correa estaban tiradas en el piso. Volvió a su posición inicial. Apoyó frente en el sofá sin soltarme las manos. Se escucharon unos pasos subiendo las escaleras. Jami se detuvo al vernos. Moví la mano que Matt me tenía agarrada. - ¡Jami! – musité


- Jami llama a tu abuela y dile que Sara se siente mal – el niño tenía cara de asustado al verme sin fuerzas - ¡Corre campeón! El niño salió corriendo escaleras abajo. Uno o dos minutos después se escucharon voces que venían de abajo. - ¿Dónde están hijo? – parecía la vos de Alece. - Arriba, en el salón de la piscina. La primera en llegar fue Alice, después Jami y por último los padres de Matt. Mientras todos se acercaban y le preguntaban a Matthew sobre lo que había pasado, el niño mantuvo distancia. - Voy a buscarte algo para las nauseas – dijo Paris a la vez que se acercaba a las escaleras, también nerviosa – Acompáñame Jared. - Voy a pedirle a Mary que aliste tú habitación, hermano – Alice no estaba preocupada porque ella sabía que estas sensaciones, mayormente, son normales en las etapas finales del embarazo – Se quedaran hoy y mañana se van. - No hay protestas mi Ángel. Nos quedaremos esta noche – ¿Cómo podía saber lo que estaba pensando? ¿Acaso hice algún gesto que me delatara?


- Pero… - No hay peros – se levantó del piso y pasó su mano por su cabello – Campeón voy a estar pendiente del doctor, por favor cuídala. El niño no dio ninguna señal de que estaba escuchando a su tío. Matt se fue y en el salón de la piscina solo quedamos Jami y yo. - Hola – el niño reacción de una manera extraña. Inexplicable - ¿Estás bien, pequeño? - Sí. Para ser un niño de nueve años, era muy serio y achicopalado. A diferencia de JP que es un niño muy alegre. - ¿Cómo te va en la escuela? – le pregunté. - Académicamente, bien – al fin dijo más de una sílaba. - Cuando yo tenía tu edad, en la escuela primaria tenía muchos amiguitos con quienes pasaba mis tiempos… - Yo no tengo amigos – la carita del niño me descompensó automáticamente. - ¿Qué? – la noticia me cayó como agua fría acompañado con mareos - ¿Por qué? - Porque mi madre tiene veinticinco años y yo Nueve. Ellos ya saben sumar y restar.


Eso me agarró fuera de base. Me senté y le indiqué al niño, dando suaves palmaditas al sofá, que me acompañara. Aceptó mi propuesta. Cada vez que me relacionaba más con la aquel chiquillo, me impresionaba sus reacciones. Esperé un momento para saber si quería contarme más sobre él y efectivamente comenzó a hablar. Jami sabía y entendía perfectamente lo que le sucedió a su madre y a su tío hace muchos años atrás. Por lo que me estaba contando, su madre le explicó la situación y le dijo que no tenía porque sentirse mal. Quienes no entendieron, fueron sus compañeros de clases cuando aprendieron a sumar y a restar como él mismo me dio. Desde ese presido momento, Jami fue perdiendo sus amigos y fue rechazado. - ¿Le has contado esto a tu tío o a tu madre? - No. Y tampoco se lo contaré – el niño agarró mi mano – Ella me dijo que confiara en ti y es lo que estoy haciendo. Eres la primera persona a quien le confieso mis problemas – sus ojitos se empezaron a llenar de lágrimas – Por favor, Sara, no le cuentes a nadie. A mí no me importa no tener amigos, no me importa nada, siempre y cuanto mi familia me dé el amor que siempre me ha dado – se limpió rápidamente las


lágrimas que apenas le empezaban a salir – No quiero que me tengas lástima. - ¡Dios mío! Me parte el corazón saber que sufre Bullyng y no poder hacer nada. - Haces mucho con tan solo escuchándome, Sara – sus finas manos pasaron por mi mejilla atrapando una lagrima. - Te voy a ayudar – me acordé que el niño me dijo que no quería que sintiera lástima por él, así que me recompuse los más rápido posible - Te voy a ayudar a que tus compañeros entiendan. Cuando el bebe nazca voy a tener muchos días de reposo. Te acompañaré al colegio. La carita de Jamy se eliminó al escucharme. Ahora parecía un niño con esperanzas. La tristeza de sus ojos desapareció, dejando al descubierto la mirada de un chiquillo de nueve años. - ¡Gracias! – me abrazó igual que lo hacia su madre, su abuela y su abuelo.

… El doctor Freddy Borgues, llegó treinta minutos después de que Matt lo llamara. Con el fonendoscopio chequeó mis pulsaciones y también lo colocó en mi enorme vientre. Con el Esfigmomanómetro digital, se ayudo para terminar de verificar mi estado.


- No veo nada que no sea normal – dijo. Sacó un ecógrafo portátil y continuó con el chequeo del bebe. - Le bebe ya esta encajado totalmente… - ¿Qué? ¿Cómo qué encajado? – interrumpí al doctor. - A finales del embarazo, los bebes descienden y se encajan en la cavidad del hueso pélvico, eso es lo que significa – explicó – Hay cuatro planos, el primero es cuando la cabeza entra en la pelvis, el segundo es cuando está a mitad de camino, en el tercero se produce el encajamiento y el cuatro es cuando el bebe va a salir. - Eso quiere decir que yo estoy en el tercer plano. - Exacto. Dentro de unas pocas semanas o incluso unos días, ya tendrás a tu bebe en brazos. Pensar que tan solo en unos días mi pequeño grillo nacerá, me emociona y me aterra. He oído que el parto duele mucho, que el dolor es insoportable; pero también he oído que es una experiencia única. Mi mayor temor es no poder lograrlo o que todo salga mal. No quisiera que mi bebe se muera en el parto, eso no me lo perdonaría nunca. Si


tuviera que tomar una decisión entre la vida mi Little Creature o yo, lo escogería miles de veces a él o ella. - Toda va a estar bien, lo prometo – la vos de Jami me sacó de mis horribles pensamientos. - Gracias, campeón.

… El Doctor Freddy Borgues se fue poco tiempo después de que Matt me ayudara a bajar las escaleras para ir a comer. Después de que todos los dolores y el vértigo hayan pasado, comimos todos juntos como familia en área del comedor. El resto de la tarde la pasamos hablando de la llegada del bebe y de los preparativos. Paris me dio sus concejos de madre y me contó todo lo que vivió cuando nació su primer hijo, Matthew. En cambio, Alice, no intervino en el tema de partos, porque para los ojos de todos los presentes, yo no sabía lo que había pasado hace ya tantos años. Calló la noche y el sueño me venció. La habitación que nos había preparado Mary Lisboa, el ama de llaves de la casa, era la misma en donde dormía Matt en su adolescencia.


El dormitorio tenía una cama para dos personas, baño privado, closet y varias cómodas. La habitación era toda blanca con accesorios en caoba como la casa de Matt. En la pared donde estaba el respaldar de la cama, estaba una pecera incrustada en ella con peces exóticos. - ¡Wow! – mi vista se detuvo en la maravillosa pared - ¡Que hermoso! El rectángulo de agua que se podía ver tenía variedades de corales y peces. De repente la luz de la habitación de apaga y la luz ultravioleta azul de la pecera resplandeció toda el dormitorio. No me volteé para ver a la persona que había apagado la luz, la pecera me hipnotizó en sequiada, así como los ojos de Matthew. El efecto de la luz hacía que los colores de los peces resaltaran mucho más de lo normal. - ¡Es Magnifico! ¿No crees? – la voz de Matt hiso que lo buscara con la mirada. Lo vi apoyado del marco de la puerta a medio vestir. - Sí – mi risa se expandió. - Otro de mis grandes secretos que no consiguieras en internet – caminó hacia mí mientras la luz lo reflejaba – ¡Me encantan los


peces! Son seres silenciosos he inteligentes. Incapaz de hacerle daño a alguien por diversión. Son hermosos y pacíficos. Llegó hasta mí, giró mi cuerpo ciento ochenta grados, pasó sus brazos por debajo de los míos y sus manos acariciaron mi vientre. Su cabeza se posó en mis hombros. - Los peces amarillos con rayas blancas, la boca puntiaguda y un circulo en la aleta superior, son los peces mariposa – Matt besó mi cuello. - El pez negro con puntos azules y cola amarilla ¿Cuál es su especie? - Son los damiselas – levanto un dedo hacia la pecera – Ese que es muy llamativo por sus aletas, es el pez león. - Y estos – le señalé otro – Es el pececito de Nemo. - Exacto – su risa me contagio. - ¿Por qué no tienes a Doris? - No está aquí, la tengo en otra de las peceras de la casa. - ¿Hay más? – mi interés por los peces empezaba a despertar. - La casa tiene muchas peceras, gracias a mí. a mi madre también les gusta y a Alice le gusta


por que decoran bien – nos sentamos en la cama – Cuando tenía cinco años, mi madre me compró peces de agua dulce, fueron mis primeros peces. Mi amor por ellos ha crecido con el pasar de los años. Ahora solo tengo peces de agua salada. - Interesante historia – me acosté en la cama y el sueño empezó a invadirme - ¿Cuál es tu favorito? - El pez ángel de anillos azules. Es sencillamente hermosos. Me encanta cuando sus anillos brillan con la luz – Matt empezó a hablar mientras yo comenzaba a dormirme. No era por la conversación sino por el cansancio – La familia del pez ángel puede comportarse hostil y agresiva, pero también pueden llegar a hacer muy pacíficos – No sé si Matt hiso una pausa o deje de escuchar su voz – Sara.


Capítulo 13

A la mañana siguiente nos fuimos muy temprano de la casa de los padres de Matthew. Aunque me sentía muy comoda en la mansión, no hay nada mejor que el espacio personal de cada persona. Como era de costumbre, a la misma de siempre, tomé mis anticonceptivas que siempre llevada conmigo. Anderson nos dejó en la puerta del edificio que estaba rodeada por tres paparazis y cada uno de ellos con sus enormes cámaras profesionales. Desde el primer beso en público entre Matt y yo, los intrusos con cámaras, no dejan de perseguirnos. Siempre están en el lugar donde estamos. Me extrañó no verlos el sábado merodeando la gran casa de Beverly Hill. Llegamos al departamento y Matt abrió la puerta con su juego de llaves que le regalé. Si no me equivoco, siempre la lleva consigo. Es como si fuera un amuleto de la suerte.


- Quiero terminar la habitación del bebe – le dije al llegar a casa - ¿Vas a trabajar? - No. Te ayudaré – se quitó la corbata, la camisa, los zapatos y las medias – ¿Donde tienes la cuna? - Todo está en la habitación – me sorprendió sus ganas de decoración – Iré a cambiarme. Los dos entramos al pasillo que llevaba a los dormitorios. Yo entré en la puerta primera puerta a la derecha y él en la segunda a la izquierda que quedaba justo al frente. Me coloqué unas de las pijamas de short cortos que tenía dobladas en la uno de los cajones de la cómoda. Salí de la habitación principal descalza y me introduje en la habitación de al frente. Mientras Matt armaba la cuna de madera blanca, yo iba doblando la ropita del bebe y guardándola en la cómoda que hacía juego con la cuna. El día en que José David terminó de pintar el dormitorio, adelantó el trabajo de armar algunas cosas pesadas y lo único que le faltó fue la cuna. Cuando todas las pijamitas que se le habían comprado a mi pequeño grillo estaban guardadas, me tocó acomodar las sábanas y los suéteres que iban guindados en el closet.


Al terminar, el dolor de espalda y el cansancio eran insoportables. Matt se dio cuenta de mi agotamiento y me obligó a descansar. Digo obligó, porque me daba lástima dejarlo solo con todas las cosas del bebe por terminar y tuvo que tomar algunas medidas para que yo le hiciera caso, entre ellas un cariñoso azote en el culo. Apenas me acosté en la cama, me quedé profundamente dormida.

… El cuerpo sin vida yacía en la morgue mientras los policías anotaban declaraciones. La vecina dijo que no vio ni escucho ningún ruido dos horas antes de que el cuerpo fuese encontrado colgado del cuello. Me internaron en la clínica por el fuerte shock que me produjo al ver mi futuro esposo y padre de mi hijo, muerto, balanceándose de lado a lado. La policía quería interrogarme pero los médicos se lo impedían. Mi estado era crítico y peligroso para el feto. Estaba en un mundo paralelo. No entre la vida y la muerte, sino entre lo real y mis pensamientos desordenamos.


Daniel no tenía familia. Fue un niño criado en un orfanato hasta los dieciocho años. Nunca fue adoptado ni querido por los que lo rodeaban. Siempre fue un chico solitario, triste y perdido con un coeficiente intelectual mucho mayor a los de un adolecente normal. Nos conocimos en la universidad. Él estudiaba en una carrera diferente a la mía. Nos hicimos buenos amigos, luego novios y años más tarde nos comprometimos. Según los estudios de los policías, Daniel, se ahorcó por su propia voluntad. Pero según mis estudios inexpertos, a él lo acecinaron. El cuerpo fue encontrado colgando del techo con una soga que la sostenía una polea. La soga tenía un perfecto nudo de la horca y por lo que sé, Daniel siempre fue muy malo para hacer nudos. Debajo del cuerpo no fue encontrado un objeto donde se pudo haber montado y dejarse caer, otra de los razones por las que mis conclusiones llegaron a un asesinato. La cuerda estaba amarrada a un objeto que duplicaba el peso del cuerpo. Como si hubieran halado de la cuerda mientras el cuerpo subía a su punto máximo. Una persona que se quisiera suicidar no pudiese subir su cuerpo de esta manera y


estrangulares a la vez. Y otras de las cosas que me llamó la tención fue el objeto donde estaba amarrada la soga. Un objeto que nunca había visto antes en ese departamento. El pequeño comedor estaba preparado para una cena romántica, típico de una noche de celebración un catorce de febrero. Persona con planes de suicidarse no pierde tiempo en armar una cena y luego matarse. Mientras más pensaba sobre la muerte de Daniel, más podía ver la mentira de los policías en aquellos días.

… - ¡Sara! – Matt me despertó. Medio abrí los ojos y vi a Matthew inclinado sobre mi cuerpo. - ¿Te sientes bien? - Sí – susurré - ¿Por qué? - Estas sudando y la habitación está muy fría por el aire acondicionado – su mano toco la mía - ¡Dios mío, Sara! Estas temblando. ¿Qué pasa? ¿Soñaste algo? - ¿Soñar? – mi mente tardaba en reaccionar por unos segundos – más que soñar, creo


que estaba analizando. No sé cómo explicarlo. Debí hacer una mueca o me conoce tan bien como para reconocer mis momenticos de confusión. Me abrazó y me calentó con su cuerpo caliente y sudado. - Te tengo una sorpresa – sumito en mi piel sudada – Ven sígueme. Nos levantamos de la cama y con una de sus manos me tapó los ojos. Sin dificultades supe que me había llevado al futuro cuarto de mi bebe. Destapo mis ojos y ante mi apareció una hermosísima habitación de colores pasteles donde reinaba el blanco. Algo ideal de lo que me había imaginado e incluso mejor. - ¡Wow! – pasé la mirada por todos los rincones – ¡Que rápido eres! Y muy buen decorador de interiores. - Alice me ayudó. - ¿Vino para acá? - No. Le fui preguntando por video conferencia. - Me encanta – me volteé y le planté un largo beso en los labios. La cuna estaba pegada a la pared de la izquierda decorada con el parachoques de animal


Dot Tree-Tree de elefanticos y arbolitos, el Sprout Owl Mobile y el mosquitero de techo. Encima de la cómoda estaba la lamparita Duux Mushroon y unos de los tantos peluches. En las estanterías del cambiador, estaba la pañalera Dash Jonathan Adler banca y negra, las dos toallas con capucha dobladas y el set de recién nacido de marca Mustela. - ¡Qué hermoso! Nunca me abría imaginado que Matt fuera a tener tanta emoción por mi bebe. Solo el simple hecho de que haya aceptado ayudarme a terminar de acomodar las cosas y después de terminarlo él solo, da mucho que decir. Cuando terminó de decirme como hiso todo, hicimos el almuerzo los dos juntos. Después de almorzar, nos acostamos en el sofá y empezamos a ver películas con el Blu-Ray. Matt hiso palomitas de maíz y colocó en la mesita una caja de Jelly Belly. La primera película que vimos fue romántica y la segunda de comedia. Uno de los momentos en el que agradezco en estar presente, es cuando Matthew se ríe sin límites. Todo el día tiene su cara de empresario o de hombre deseoso, pero en estos momentos tan especiales es donde te das cuenta de la persona que se tiene al lado.


La risa de Matt es contagiosa y alegre. Me encanta cuando la deja salir a la luz, aunque me encanta mucho más cuando estamos solos y sonríe. Cuando soltaba sus grandes risas, sentía su abdomen moverse, ya que estaba acostada entre sus piernas, con la cabeza apoyada en sus brazos. Unas que otras veces acariciaba mi hinchado vientre.

… El lunes no hubo tanto trabajo como había pensado. Solo recibía correos e imprimía documentos. No me tocó bajar y subir hacia la oficina de otros empresarios. Matt almorzaba conmigo todos los días desde que se hiso publica nuestra relación. Comíamos en su oficina o en un restaurant. Yo prefería en el área de trabajo porque no teníamos la vista de las personas encima de nosotros. Desde que la señorita Vegas se enteró de mi relación con el jefe, su típica cara de mala leche, empeoró. En las mañanas no me saluda ni me dirige la mirada, pero cuando entra Matt, se alborota. Nunca tuve dudas de que a ella le justase su jefe. - ¿Ocupado? – pregunté tras haberme asomado en la puerta de cristal. Matt levantó la vista al escuchar mi voz.


- Solo un poco – bajó la pantalla de la laptop. - Sigue trabajando. - Dime qué querías – dijo justo antes de que yo cerrara la puerta. - Solo decirte que ya es hora de comer, pero que no podré almorzar contigo porque quedé con mis padres. - ¿Quieres que te acompañe? - No. Sigue en lo tuyo. Yo me iré con mi auto. - Deja que Anderson te lleve. - No. Estoy bien. Le dije adiós con la mano y me fui rápidamente antes de que dijera otra cosa. Agarré mi cartera y me introduje en el elevador. Al llegar al estacionamiento, Anderson estaba al lado de mi Audi. - Señorita, el Sr. Bush me pidió que la llevara a comer con sus padres. - Ya le dije a él que voy a manejar. - No puedo permitir que maneje en esas condiciones. - Pero yo estoy bien, Anderson. Déjame ir. - Lo siento. - Dígale a su querido jefe que yo me fui sin hacerle caso. ¿Ok? – abrí la puerta de


conductor y me subí. Anderson me tomó por un brazo y me detuvo. - No puedo dejarla ir. Son órdenes mayores. - ¿Le vas a hacer daño a una mujer embarazada? Anderson recapacitó y me soltó el brazo. Sin pensarlo dos veces, me subí al auto lo más rápido posible y salí del estacionamiento molesta. Si ya le había dicho a Matthew que me iba a ir sola, ¿Por qué tiene que obligarme a irme con su chofer? No soporto al Matthew Bush controlador. No soportaba, siendo apenas una niña, cuando las personas me obligaban a hacer algo que no quería, ahora menos los voy a hacer. En la ciudad no había tráfico, eso quiere decir que las personas no han salido a almorzar. Sin muchos autos en las vías me daba la libertad de drenar mi rabia pisando más a fondo el acelerador. Aparqué el auto en el restaurant donde siempre almorzaba con mis padres. Antes de bajar, le envié un texto a Matt. Cuando termine de comer con mis padres, regresaré a casa. No me siento bien. Sara.


Apagué el Smartphone para que no me molestara al terminar de leer el mensaje. A dentro de restaurante, encontré a mis padres con la carta en la mano. - ¡Padre! – nos abrasamos como lo hacíamos contantemente. - ¡Mi niña! ¿Cómo estás? - Cansada – acaricié mi vientre. - Te ha crecido el vientre en las últimas semanas. - Hija – mi madre me abrazó, me besó y besó mi enorme vientre. Nos sentamos en la mesa y le dimos la orden al camarero. Tenía días sin ver a mi padre. Sin contarle lo bueno y lo malo que me ocurría a diario. Mi padre, Christopher Carter, un empresario de cincuenta y cinco años de edad. Padre y esposo irremplazable. Un hombre alto con ojos oscuros y algo rasgados, cabello castaño y unas cuantas canas blancas. La mayoría de las personas dicen que soy igual a mi madre con el cabello de mi padre. Empezamos a comer sin parar de hablar. Todas las personas que estaban alrededor de nuestra mesa, se nos quedaban mirando en los momentos en que nos reíamos con muchas ganas y formábamos un escándalo nosotros tres. Más de


una vez nos llamaron la atención para decirnos que bajáramos un poco la voz. Sin importarme lo que podría estar pensando Matt en ese momento, seguí disfrutando de la velada con mis padres. El Smartphone de mi madre que estaba encima de la mesa, empezó a sonar. Ella se inclinó hacia delante para ver quien la estaba llamando. Cuando subió la mirada, la posó en mí e inmediatamente adiviné quien era. - No le atiendas – Matthew sabía el número de mi madre. El celular dejó de sonar para volver a sonar de nuevo. - Debe estar preocupado – dijo Rebecca, mi madre, al extender su mano hasta mí con el celular en la mano. - ¿Por qué no le atiendes, mi niña? – mi padre siempre ha sido muy cariñoso conmigo. - Solo no tengo ganas. Por primera vez en la vida les escondo algo a mis padres. Siempre he sido sincera con ellos incluso después de la muerte de Daniel. Pero esta vez es distinta. No quiero que se enteren de lo que pasó, pasa o pasará entre Mathew y yo. Con el Smartphone de mi madre en las manos viendo el nombre y la foto que sale en la pantalla táctil, pensaba como podría estar Matt. Solo


tenía dos opciones: si desplazo mi dedo hacia la derecha, contestaba la llamada; pero si lo paso hacia la izquierda, la rechazo. El Samsung galaxi s4, ya había sonado más de cinco vez. Así que me decidí por atender. - Atenderé en otro lugar. Me levanté de la mesa y me fui a un lugar donde no podrían escucharme hablar con aquel hombre furioso detrás del teléfono. No me apresure en llegar a mi destino. - ¿Si? – atendí como si no pasara nada. - ¡Maldita sea, Sara Carter! ¿Dónde coño estas? ¿Dónde tienes el teléfono? – no me equivoqué al decir que estaba furioso – ¡Te he estado llamando a tu celular y lo tienes apagado! Llamé al de su madre más de diez veces y tampoco me contestabas – mientras más hablaba subía el volumen de voz. - ¡No me grites! – atreví a decir. - ¡¿Cómo coño quieres que no te grite si no me haces caso y tampoco contestas mis llamadas?! – su tono me dolía tanto que las lágrimas fueron derramándose mientras seguía son sus gritos – ¡Me desobedeciste con lo del auto, me mandas un mensaje que dice que no estás bien y no me contestas el


maldito teléfono! ¡¿Cómo quieres que no esté molesto?! - ¡Ya, basta, Bush! Déjame en paz. No quiero hablar contigo si me vas a gritar – enfurecida por su trato conmigo, empecé a subir el tono de mi voz – Te mandé el maldito mensaje por qué no me siento bien cuando me tratas de controlar. ¡No me gusta, nunca me ha gustado y no me gustará jamás! Estoy cansada que me estés gritando por una tontería. Un extraño dolor me hiso que me callara y soltar un pequeño grito de dolor. Sentía unas fuertes puntadas bajo mi enorme abdomen. Me apoyé de la pared y otro grito un poco mas fuerte salió de mí. - ¿Qué pasa, Sara? – la vos de Matthew cambio de enojado a preocupado - ¿Qué pasa? ¿Estás bien? - ¡Ah! – volví a gritar. - Dime donde estas y voy por ti. - No quiero verte en estos momentos. No ínsitas – susurrar es lo más que pude – Estoy bien. - Sara… Corté la llamada y me dediqué a soportar mi dolor que, a medida que me calmaba, me sentía


mucho mejor. El Smartphone sonó unas tres veces más pero no le presté atención. Todas mis fuerzas estaban concentradas en relajarme para que el dolor se fuera. Fui a la mesa disimulando las leves puntadas que aún quedaban para no dar explicaciones. Les inventé un cuanto a mis padres y me dejaran ir fácilmente. Agarré mi cartera y me dirigí a la salida con una mano en donde sentía las puntadas. Sabía perfectamente que no era aconsejable manejar pero no tenía más opciones. Mejor dicho, no quería tomar más opciones. El dolor no se iba, así que tomé la decisión de dirigirme con el auto al consultorio del doctor Elliot Zavarce. Mientras más carros esquivaba, la preocupación fue aumentando rápidamente. Quedé atrapada en el rojo de un semáforo a una cuadra antes de llegar a Cedars – Sinai Medical Center. El círculo rojo seguía prendido. Sentía la necesidad de llegar inmediatamente así que cuando vi la oportunidad de pasar el semáforo no pensé dos veces en hacerlo. Me aferré a volante y acérele rápidamente. Sentí un fuerte golpe que hiso que el auto se coleara. Frené pero no evité golpearme la cabeza con el volante.



Capítulo 14

Me desperté con el pitido constante y calmado del monitor cardiaco. Antes de abrir los ojos deslicé mi mano derecha de lado a lado. Me atreví a abrir los ojos y la luz blanca me encandiló, así que, parpadeé varias veces hasta que mis pupilas se adaptaron. Tenía una especie de bata de hospital enrolladla por encima del mi enorme abdomen, el oxigeno nasal, el monitor cardiaco estaba conectado a mí a través de una pinza que cubría mi dedo y suero intravenoso en la muñeca. Un fuerte dolor de cabeza se despertó en mí al tratar de moverme. El pitido del monito empezó a hacer más constante y varios aparatos comenzaron a sonar. Me asustaba cada vez más. El doctor, la enfermera y Matthew Bush entraron a la habitación de inmediato. Matt tenía cara de preocupado, cansado y molesto. La enfermera estabilizó los monitores y el doctor


agarró entre sus manos una larga hoja que salía como una factura de una máquina extraña. Seguí con la mirada los cables de aquel aparato y me di cuenta que tenía dos cinturones alrededor de mi vientre. - ¿Qué es esto? – susurré - ¡Shhh! – Matt se acercó un poco – No hables. - A este aparato se le da el nombre de monitorización eléctrica fetal. Este cinturón que tienes aquí – señaló uno de los primero que estaban en mi vientre – transforma los latidos del corazón en ondas sonoras, y este otro, nos indica las contracciones y que tan refuente son – explicó el doctor - Pero no tengo contracciones, ¿O sí? - No. Pero lo colocamos para saber si se presenta alguna – dejó caer la larga hoja con los datos que anotaba – Déjame ver tu herida. ¿Herida? ¿Qué herida? Cuando el doctor se me acercó para quitar unas vendas que tenía en la cabeza, me acordé del impacto con el volante del auto. - ¿Qué pasó? – no puedo recordar más allá del impacto.


- ¿No te acuerdas de nada? – preguntó Matthew. - Sé que pasé el semáforo. También sé del choque, y el golpe – es frustrante tener una parte de mis memorias en blanco – Pero más allá no sé nada. Matthew me explicó todo lo que le contaron. Las personas que estaban en ese momento cerca, dijeron que un auto, no más grande que el mío, golpeó la maleta del Audi por la parte de atrás del lado derecho. El auto se coleó y mi cabeza golpeó el volante. Perdí el conocimiento por el fuerte impacto y una ambulancia me llevó a emergencia. - ¿Mi bebe? – fueron mis primeras palabras al terminar el fin de la historia. - Está bien. Los dos están bien. No te alteres que te hace mal – el doctor me consoló y luego se fue con la enfermera. Matt se quedó pirando hacia otra dirección que no sea donde estaba yo. Su indiferencia me entristecía mucho, pero estaba segura que era solo una caratula, por que en el fondo está preocupado. Sus ojos lo dicen todo.


Empecé a llorar desconsoladamente. El simple hecho de pensar que pude hacer perdido a mi bebe por solo una imprudencia mía me dejó mal. - Lo siento – musité – Me hubiera ido con Anderson si tú no se lo hubieran dicho como una obligación – a pesar de que me estaba disculpando por lo que hice, no me gané un poco de su atención. Dejé de hablar pero no de mirar su espalto. Estaba mirando por la ventana con los brazos cruzados. El cielo estaba oscuro, así que, tenía varias horas inconsciente. Matt no se movía de la posición en la que estaba ¿Qué estaría pensando en estos momentos? Sería interesante tener el don de leer los pensamientos de las personas. Fingí un dolor para poder llamar la atención de Matthew, lo cual sí resultó. Apenas escuchó mis quejas se volteó hacía mi y se acercó. - ¿Qué pasa? - Me duele. - ¿En dónde? - Me duele que no me prestes atención. Me duele que estemos paliados – lo miré fijamente a los ojos – Te necesito. Ya es mucho con no tenerte desnudo en mi casa…


- ¡Shhh! – subió mi mentón con dos de sus dedos y besó mis agrietados labios – Yo también te necesito, pero me molesta que me desobedezcan. - Tienes que entender que yo no soy una empleada tuya. Soy tu novia ¿O me equivoco? - Lo sé – su cara de mala leche fue desapareciendo poco a poco – Solo quiero tu protección, mi Ángel. - Mi vida. Su saliva humedeció mis labios al profundizar un suave beso. Mis hormonas estaban ansiosas. Habíamos cumplido un día sin tener sexo porque me parecía incomodo gracias al acercado nacimiento de mi pequeño grillo. Las ansias tener una noche de sexo era casi tan grande como las de tener a mi bebe en mis brazos. Todo mi cuerpo deseaba, en ese momento, que Matt me tomara en esta cama de Hospital.

… Me dieron de alta el martes al mediodía. Las indicaciones que me dio el doctor Elliot, no iban más que reposo absoluto hasta el día del parto y que


si sentía algunos síntomas extraños lo llamara inmediatamente. Anderson me llevó a mi departamento. Al llegar, la señora Carvajal, el ama de llaves de Matt, estaba instalada en mi casa. - Buenas tardes, Señorita Sara. El Señor Bush me indicó que me quedara en este departamento por unos días – saludó amablemente – Así podre cuidar de usted y de su bebe en las horas que el Señor no esté. - Gracias por venir. Entre Carvajal y Anderson me ayudaron a llegar a la habitación. Necesitaba un baño, pero no puedo hacerlo por mi cuenta, ya que con un suave movimiento se despierta un fuerte dolor de cabeza. Necesitaba la ayuda alguien y no quería que fuera de Carvajal. Me da pena. Así que me tendré que esperar a que Matt llegue del trabajo. El ama de llaves me ayudó en buscar un pijama limpia. Con mucho cuidado me desnudé al frente de ella. Mis mejillas se enrojecieron por la vergüenza que sentía en esos momentos. - Le serviré la comida – dijo Carvajal al darse cuenta de mi rubor. - Gracias.


Sin ella en la habitación, se me hacía más fácil desnudarme. Cuando logré terminar de colocarme el pijama, me levante bruscamente olvidándome de mi golpe y haciendo que se desatara el dolor. Llamé rápidamente a Carvajal. El mareo hiso que callera al suelo. - ¡Señorita Sara! ¿Está bien? - Ayúdame por favor. - Llamaré al Señor. - No – le agarré la muñeca para impedir que fuera a buscar el teléfono – Estoy bien solo es un mareo por el dolor de cabeza. Llévame a la sala y búscame las pastillas que me recomendó el doctor. La señora me hiso caso. Le hice prometer que no le contaría nada a Matt, y sin muchas complicaciones acepto. Creo que ella ya lo conoce, si sabría como reaccionaria en estas circunstancias. Después de comer tome una siesta larga y reparadora. Necesitaba descansar de todo lo que ha pasado en las últimas veinticuatro horas. Matt me despertó con uno de sus tiernos besos. Todavía tenía puesto su saco de vestir, la corbata y el maletín en la mano.


- Carvajal me dijo que no hubo ningún problema contigo. También me informó que no te has bañado, cochinita. - No lo puedo hacer sola. Necesito una ayuda y te dejé los honores a ti. - Has pensado muy bien, Señorita Sara. Se levantó del suelo y dejó su maletín en la mesa de café. Se quitó el saco, la corbata y la camisa, dejándome con ganas de ver más. - Te levaría cargada al baño, pero debes de pesar mucho más que antes. - No me digas gorda – hice un mohín. - Mi Ángel, el bebe ha crecido más durante las últimas semanas. Soy fuerte, pero no quiero hacer daño tarando de cargarte. - Descuida – me levanté del sofá con sumo cuidado y dificultad – Ayúdame a llegar al baño. La señora Carvajal no apareció por ningún lado ¿Se habrá ido a su casa? ¿O a la de Matthew? no le presté mucha atención ya que las tenía concentradas en los maravillosos músculos que me abrazaban. Matt se deshizo de mi pijama y de mi ropa interior. La colocó en el cesto de ropa por lavar y se introdujo al baño conmigo. Los dos desnudos en la


ducha sin poder dejarnos llevar por el frenesí que nos conectaba. - Déjame verte – di dos pasos para atrás y me deleité con la maravillosa vista que mis ojos veían - ¡Dios! ¡Te deseo tanto! - No creo que tengas más ganas que yo, mi Ángel. Pero no podemos, hay que esterar si queremos que el pequeño grillo salga de este saquito sin complicaciones – posó una mano en mi vientre y el bebe hiso un movimiento brusco. - ¡Te quiero! - Lo sé – sus ojos querían decir algo que no pude leer. Tenía unas persianas que protegían esa parte de sus emociones.

… Los días fueron pasando lento, por lo menos para mí. Lo único que hacía era comer dormir y esperar que llegara Matthew con alguna sorpresa en las manos. Lo único extraordinario que hacía era tener largas conversaciones con Carbajal. En los días anteriores, Matt ha llegado al departamento con una bañera Luxury jacuzzi y Spa para bebés con reductor Summer, el juego completo del receptor radio para bebes, y rosas para mí. Hoy


llegó con varios paquetes de almohadillas adsorbentes de lactancia y una almohada blanca para amamantar. Matt, realmente está muy bien informado. Yo, por ser primeriza, algunas cosas las compraría después de que el doctor o alguien me dijera que es indispensable. Alice me ha enseñado algunas de las técnicas para amamantar al bebe con un pequeño peluche. No llegué a leer ningún libro sobre los cuidados básicos de mi bebe y tampoco los leeré. Así, que todo lo que vendrá será completamente nuevo para mí. Ya había pasado una semana sin tener ningún tipo de encuentro sexual. Bañarme con Matt resultaba una tortura, con tan solo saber que no podemos pasar más allá de besos y caricias, se me eriza el cuerpo y me deprimo. El doctor nos prohibió los actos sexuales por los movimientos bruscos que pueden llegar a hacer un daño al bebe. La noche anterior, tuvimos nuestro primer encuentro fallido después del accidente. Llegamos a la cama besándonos y con deseos desenfrenados, pero me detuve en seco al volver a sentir el dolor de cabeza que ya no era tan fuerte, pero seguía molestando.


… El viernes veinte de septiembre, me desperté mucho más temprano que Matt. No pude seguir durmiendo. Debe ser porque, últimamente, no he estado gastando las energías suficientes como para tener un dueño largo y profundo. La señora Carvajal no había llegado al departamento. Siempre llegaba justo antes de que Matt se fuera al trabajo y se iba después de las diecisiete horas dejando la cena preparada. Me decidí preparar el desayuno antes de que Matthew se despertara y me llevara otra vez a la cama, con la excusa de no poder hacer nada más que dormir y comer. Aproveché el momento a solas y me desnudé. Un nuevo y extraño hábito. Últimamente me sentía mucho mejor estando desnuda. Solo quedaba con las bragas puestas. El resto de la ropa, la alejaba de mi cuerpo. ¿Será algo normal por el embarazo? He leído algunos Block donde mencionan los síntomas comunes durante el embarazo, la etapa final y después del nacimiento del bebe; pero ninguno de los que he leído, se parece a los míos.


Terminé de hacer los panqueques con sirope y zumo de naranja antes de que el hombre que dormía en mi cama, se despertara. Tomé las anticonceptivas y alisté una bandeja con dos platos, los jugos y la taza de cappuccino. Dejé la bandeja encima de la cómoda de la habitación y me dirigí a la cama. Me senté al lado de su musculoso cuerpo con cuidado para no despertarlo. Dormido. Un hermoso niño dormido semidesnudo. Su cara se relajaba y dejaba en libertad al pequeño chiquillo que vive dentro de él. Acaricié sus sedosos mechones de cabello. Estaba tan concentrada en admirar su belleza que no me di cuenta que se estaba despertando. Cuando se despertó, su maravilloso azul zafiro que invade sus ojos me hipnotizó. ¡Dios mío! ¡Qué ojazos! Nuestras miradas se conectaron intensamente, no sé por cuanto tiempo pero dejé llevarme por el inmenso placer que me hacía sentir. - ¡Buenos días, mi Ángel! - Hola – todavía estaba mirando sus ojos. - ¿Qué pasa? ¿Te sientes bien? - ¡Emmm! Sí, todo bien – se sentó en la cama y me agarró la mejilla - ¡Te quiero!


Su mirada se endureció. El tierno niño desapareció y dio paso al hombre empresario. ¿Algún día podre saber por qué tiene esa reacción con un te quiero? - ¿Quieres desayunar? – le di vuelta a la conversación. - ¿Ya llegó Carvajal? – Matt sabía la respuesta. - No – respondí. - ¡Sara, por Dios! ¿Cuándo vas a entender que estas en reposo absoluto? – aquí venía mi primer regaño mañanero – Sabes que Carbajal se encarga de todo... - Me siento inútil. No puedo hacer nada – mis disgustos se extendían cada vez más – No puedo trabajar. No puedo cocinar. No puedo ir a clases de yoga. Ni mucho menos tener sexo contigo. - ¿Sexo? – la palabra le iluminó los ojos e hizo sacarle una sonrisa – Podemos intentar un procedimiento distinto. - ¡¿Así?! – empecé a excitarme solo con pensar en las posibilidades. Matthew se levantó de la cama y se colocó de frente de mí. No tenía camisa y tampoco pantalones. Estaba en bóxer blanco, una linda vista. Caminó hacía la bandeja de comida agarró


una de las tres fresas grandes. Volvió situarse en su posición inicial. Introdujo la fruta en mi boca. Al morder la fresa, un poco de su jugo, se derramó por una de las dos comisuras de los labios. Cerré los ojos al mismo tiempo en el que separó la jugosa fresa. De repente, sentí su lengua limpiando el jugo con suaves y sexys movimientos. Sus dientes mordieron mis labios antes de besarme frenéticamente. La excitación subía con cada contacto de su boca. No me atreví a abrir los ojos. Su lengua me arrebató el trozo de fresa y no me lo devolvió. Gemí. Mientras más jugábamos con nuestras bocas, más me acostaba en la cama. Completamente acostada y con un hombre encima de mí sin aplastar mi enorme abdomen, un gemido más profundo que el primero, salió de mi interior. Matt fue descendiendo dejando un camino de tiernos besos a través de mi cuerpo. Al llegar a la parte más baja de mi vientre, se detuvo. - Llegaré tarde al trabajo, nena – se levantó y entró al baño. Quedé en la cama excitada y jadeante, desenado llegar al clímax. El chico malo me dejó húmeda.


… Terminamos de comer en la habitación después de que Matt se vistiera para irse al trabajo. Se fue antes de que llegara Carvajal, ya que tenía una importante reunión de negocios. Anderson me informó que el día de hoy iría una suplente de Carvajal, ya que, ella tuvo un problema familiar. La primera vez que fui a la casa de Matt, me dijo que su ama de llaves estaba de permiso por que su nieto estaba enfermo. ¿Ese será el problema familiar por el cual solicitó un día de permiso? Iban a hacer las diez de la mañana y yo todavía estaba sola en el departamento. No podía enviarle textos a Matt porque sabía que estaba en la reunión. La programación de la televisión estaba aburrida. No tenía sueño. Me incomodaba estar sentada. Estaba totalmente irritada. Darme un baño no era buena idea y no me apetecía jugar Candy Crush. Mientras me acomodaba en el sofá, un extraño dolor que duró poco segundos me asustó. Deje ser por el movimiento que acababa de hacer. No volvió más hasta después de unos veinte minutos aproximadamente. El tercero y el cuarto también tuvieron en lapso de veinte minutos.


Me asuste aún más y fui a la habitación del bebe para arreglan sus cositas. Tenía un presentimiento de que estoy en proceso de parto. Estaba sola y aterrada en el departamento. Con estos dolores no puedo manejar. Una semana atrás, había comprado una pequeña maleta blanca para cuando llegara ese momento. Mientras doblaba la ropa del bebe, llamé Matthew para habitarle, pero no me atención. ¿Cómo me va a atender si está en una reunión? Si perder las esperanzas marqué su teléfono unas cuatro veces más. Los dolores, que vendrían siendo las contracciones, eran más seguidas, de quince a trece minutos, y más fuertes. Hacía todo lo posible por no perder la calma. Había visto en la televisión y en las películas que las respiraciones son muy buenas para estas situaciones. Volví a marcar, pero esta vez al teléfono de mi escritorio. Repicó tres veces y luego contestaron. - Buenos días, está llamando a la oficina de Sara Carter, asistente personal del Señor Bush, ¿En qué puedo ayudarle? – reconocí la voz de Anderson. - ¡Dios mío, Anderson! – mi vos sonaba agitada.


¡Señorita Sara! ¿Está bien? Comunícame con Matthew… Lo siento pero el señor está ocupado con… ¡Ya sé que está en la reunión de negocios, maldita sea! Pero… – Anderson y la contracción más fuerte que las anteriores me hicieron gritar - ¡Pásame a Bush! ¡Ahora! - Un momento – dijo asustado. Escuché cuando Anderson pidió permiso para entrar y le dijo a Matt que me había comportado extraña. Se escuchó la silla rozar con el suelo antes de que el jefe se retirara a atender la llamada. - Sara. - Te necesito inmediatamente. - Mi Ángel, sabes que yo te necesito más que nunca, pero déjame terminar la reunión y me voy a la casa a hacerte compañía – él quería tiempo y yo no lo tenía en esos momentos. Era lo menos que tenía – La suplente de Carvajal no pudo ir. Pero después hablaré con ella... - Deja de hablar y ven a buscarme, por favor. No tengo tiempo de esperar a que se acabe la reunión. - Ya te dije que iré después. -


- ¡Estoy en trabajo de parto! – subí mi tono de vos. - ¡¿Qué?¡ - ¿Cómo qué qué? ¿Qué parte no entiende de qué agarre su maletín y me venga a buscar? – ¡Dios mío, Matt! Esto es muy doloroso, ven ya. Cortamos la llamada cuando él les dijo a sus colegas que tenía que irse con urgencias. La pequeña maleta del bebe estaba lista, la mía aún no. Las contracciones fueron más seguidas y dolorosas. Tengo entendido que mientras no rompa fuente tengo más probabilidades de llegar al hospital cómodamente. La espalda me dolía mucho, más de lo normal. No dejaba de caminar de lado a lado para poder calmarme. Cual por fin alcancé la calma, me acosté en el sofá y empecé a acariciar mi vientre en forma circular. Una extraña sensación nueva inundó mis pensamientos. ¡Excitación!. ¿Excitada y en medio del parto? Estoy empezando a creer lo que dicen todos: cada embarazo es distinto. Estaba teniendo un gemido y una contracción al mismo tiempo. ¡Cómo desearía que Matt estuviera mirándome en estos momentos! Desearía que pudiera tocarme. Besarme. ¡Ahhhh! - Sara – Matt estaba entrando al departamento.


- ¡Ahhhh! – al escuchar su vos, un fuerte y largo orgasmo salió de mí desgarrándome la garganta. - ¿Estas es proceso de parto y acabas de tener un orgasmo? – se acercó a mí y me ayudó a levantarme del sofá. - Bésame – le supliqué cuando estaba de pie al frente de él. No puso escusas y me beso con frenesí. Introduje mi lengua a su boca y la volví a sacar rápidamente. Agarré su labio inferior y lo succioné al mismo tiempo en que una fuerte contracción se apoderó de mí. - ¡Ay! – el labio de Matt quedó atrapado entre mis dientes mientras apretaba la mandíbula para pasar los segundos de dolor – Me rompiste el labios. Salvaje. - Lo siento – su lengua pasó por su labio con sangre. - Muerdes duro – sus ojos se oscurecieron. Excitación. El sabor de la sangre quedó en mi boca. Fui a la cocina a buscar un vaso de jugo para ayudar a quitar el sabor de hierro. Matt se fue tras de mí. - Sara, ¿Ya tienes todo listo?


- Lo del bebe, sí – tomé un poco de zumo de naranja que había preparado con el desayuno de esta mañana – Solo falta mi maleta. - Y arreglarte. En ese momento caí en cuenta que todavía estaba en pijama. No podía salir del departamento así. Sé que iba al hospital a dar a luz, pero, también sabía que los paparazis nos seguirían y no podre escapar de las fotos. Me quité la camisa y la dejé en la barra de desayunos. Le pedí ayuda a Matthew para que me quitara el short corto. Lo hiso con gusto. Al volver al subir, besó cada uno de mis dos pezones, haciendo con esto, que regresara a los altos niveles de excitación. - Mmm… - Sara, estas caliente. - ¡No te imaginas cuanto! - Mejor nos vamos – sus ojos excitados no dejaban de mirarme – Pero primero vístete. Los dos nos dirigimos a la habitación. Él buscó mi ropa y arregló mi maleta. Me colocó el vestido de puntos azules que había comprado el Scottdale y mis viejos zapatos negros de tacón bajo. Que me vistiera de esta manera para ir a dar a luz, me da a entender que a Matt tampoco le gustaría


que saliera desarreglada en las fotos de los paparazis. Le agarré una coleta alta a mi cabello y salí de la habitación. Al llegar a la sala, una fuerte contracción se apoderó de mí otras vez más.

… Llegamos al Cedars-Sinai Medical Center a las doce horas. Anderson estacionó el Lexus al frente de las puertas principales. Me sentía bien. No tenía dolor, solo molestias en el área de la pelvis. Al bajar del auto, me sorprendió ver la zona despejada. Los únicos que sabían del parto, era mi hombre, Anderson y yo. Todavía no les había avisado a mis familiares. - ¡Ay, Matthew! – lo detuve de repente cuando estábamos caminando hacía la puerta del hospital. - ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? – su carita de terror me hiso reír. - Estoy bien, pero mis padres no saben nada. Hay que avisarles – un gran mohín se expresó en mi cara. - Mi Ángel, me encargaré de eso cuando estés acomodada en la habitación.


Besó mi frente y seguimos avanzando hacía las puertas. Caminar con los tacones bajos, no eran tan incomodos como pensaba. Llegamos a la recepción después de varias contracciones. El registro fue muy fácil ya que Matt había hecho un adelanto el día del accidente. La habitación estaba lista para recibir a mi bebe, pero no estoy segura de que yo lo esté. Sentí algo líquido que salía de mí y caía al piso. ¿Me oriné? ¿Pero si no tenía ganas de ir al baño? ¡Dios mío! ¿Se notará mucho? - ¿Por qué estás ruborizada? – Matt detuvo la conversación que entabló con la recepcionista. - Por nada – bajé la mirada a mis nerviosas manos que estaban encima de mi vientre. - Mírame – sus ojos me atraparon con la mentira. - Me oriné – una hermosa carcajada salió de él al oírme - ¡No te burles de mí! - Mi Ángel, no te orinaste – su cara de preocupación desapareció – Acabas de romper fuente. Rompí fuente. Los nervios subieron de nivel. Cada vez estaba más cerca de tener a mi Little creature, a mi pequeño grillo.


Matthew apresuró los procesos que faltaban gracias a su dinero y fama. Me ingresaron a la habitación un poco después de derramar fuente. Cambiaron mi hermoso vestido por la bata especial para pacientes. Los mismos cinturones que me colocaron encima del abdomen el día del accidente, volvieron a mi vientre. A diferencia de la vez pasada, los aparatos, calcularon las contracciones. - Sara – el doctor Elliot entró por la puerta con una carpeta en las manos - ¿Cómo estás? - Bien, muy bien – señalé mi hinchado vientre con mis dedos índices - ¡Feliz! - Me alegro – sacó un bolígrafo de su bolsillo y empezó a escribir - ¿Qué tan frecuente son las contracciones? - De diez a doce minutos. - Ok – Anotó - ¿A qué hora empezaron? - Creo que eran las diez. - Bien – terminó de anotar y dejó el historial encima de la cama – Me enteré que ya se rompió la fuente. ¿Has expulsado el tapón mucoso? - ¿El qué? - Es como el flujo pero en abundancia. A veces pasa, otras no. - No. No me ha pasado.


El doctor Elliot Zavarce terminó con su chequeo y se fue. Dijo que no es obligatorio estar siempre en cama. También me recomendó no estresarme. Bush llego con mi cartera después de una contracción. Saqué mi Smartphone, le escribí un texto a Elizabeth y antes de llamar a mis padres, le pregunté a Matt que si les había avisado, me respondió que sí, así que, no hiso falta llamarlos. Esperaré a que lleguen.


Capítulo 15

A las diecisiete horas, todo estaba listo. Las contracciones eran muy seguidas y ya había dilatado lo suficiente. El tapón mucoso nunca llegó. Tenía mis pies arriba y al doctor abajo, preparado para recibir al nuevo bebe. Matt estaba a mi lado con su gran cara de terror, tratando de darme fuerzas. - Bueno Sara, ¿Estás preparada? - Sí – la respuesta no la pensé mucho. Sabía que no estaba preparada psicológicamente, pero el dolor era muy fuerte para alargarlo más. - Puja Sara. El primer intento no sirvió mucho. Tenía que pujar más fuerte. Y así lo hice. Pujé. Pujé con muchas fuerzas. Seguí pujando hasta que sentí algo muy grande que quedaba atascado. Gotas de sudor salían de mi frente. Matt besaba mi mano mientras le encajaba las uñas a su palma.


Seguí pujando. Fácilmente podía partirme un diente por la magnitud de la fuerza en que apretaba la mandíbula. Los procedimientos parecían fáciles, solo había que pujar y respirar. Lo que no era agradable es el terrible dolor que se siente. No puedo compararlo con ningún otro. - Muy bien Sara, la cabeza ya está afuera. Ahora sacaremos el resto del cuerpo. - Vamos mi Ángel, lo vas a lograr. Retomé el proceso. Con cada contracción tenía que pujar. Bajaba la barbilla y curvaba la espalda en los momentos de pujar. - Salieron los hombros. ¡Falta poco Sara! Vamos que si se puede. Sigue pujando cuando tengas ganas – decía el doctor. Pujé por última vez. Un fuerte grito salió de mí y rápidamente se oyó un llanto. ¡Ha nacido! ¡Mi pequeño grillo a nacido! Lágrimas salían de mis ojos y rodaban por mis mejillas mientras la vista se me nublaba. - ¡Es una niña! – Elliot estaba feliz. Al fin pudo decir el sexo del bebe – Bush, ¿Quieres cortar el cordón? - ¿Qué? - Sí. Toma, agarra la tijera.


A través de mi nublosa vista, vi la carita de mi hombre. Sin soltar mi mano, agarró la tijera y cortó el condón que me unía con mi hija. . Le entregaron la niña en brazos. La inclinó hacia mí. La pude ver, aunque borroso, pero vi la hermosa cara de mi bebe. - Es muy pequeña – dijo Matthew al mirarla y luego mirarme – ¡Eva! - ¡Eva! – susurré – ¡Me gusta! - ¡Eva! – repitió - Te quiero, mi vida. Levanté la mano y toqué la sabanita blanca con líneas azules en los bordes. Fui perdiendo la conciencia. Mi vista se nubló aún más y se apagaron las luces. Blanco. Blanco es lo que se veía en todas partes. Podía escuchar a Matt llamándome desde lejos. Podía escuchar el llanto de Eva. Podía imaginar a los doctores reanimándome. Mientras más quería despertar, más me alejaban de mi hermosa pequeña. Escuchaba muchas cosas pero no veía más allá de la infinita habitación blanca. Corría, tratando de buscar una salida. Alguna puerta que me llevara a los protectores brazos de Matt que sostenían a Eva. Mi cuerpo empezaba a


transparentarse. Estaba desapareciendo. Quiero regresar. Gritaba. Por favor. Las lágrimas brotaban de mí. Mi niña me necesita. Perdí fuerzas de tanto gritar y caí al suelo. Ya no tenía manos ni pies. Quedaban totalmente transparentes. Acurruqué mi frío cuerpo y los ojos se fueron cerrando solos. No sentía mis pulsaciones. Estaba muerta. Al instante que logré abrir los ojos, una brillante luz amarilla se acercaba a mí. Ya no respiraba, mis extremidades se habían ido, pero la luz seguía acercándose. Sentí la presencia de la muerte, aunque también estaba la vida. Cuando la luz amarilla cubrió toda mi vista, un enorme suspiro hiso volverme a la habitación. - ¡Regresó doctor! – informó la enfermera. - Sara, Cálmate – Ellliot estaba sudando. El pitido del aparato que indica el latido del corazón, estaba sonando muy rápido. Y en ese momento caí en cuenta que estaba muy alterada. Los médicos lograron estabilizarme, pero la inquietud de no poder tener a mi hija en brazos era muy grande. - ¡Por favor, tráiganme a mí bebe! – susurré entre lágrimas ahogadas.


Elliot le dio unas indicaciones a una enfermera que escuchaba con atención. La señora vestida de blanco aceptó y salió de la habitación. No aparté la mirada de la puerta cerrada hasta que entró con mi pequeña bebe. Me sentaron en la cama y me entregaron a Eva. Una hermosa pequeña que me necesitaba más que otra persona. Me enamoré de sus mejillas rosaditas y su expresión angelical. Pasé la punta de mi dedo índice y medio de mi mano izquierda por su carita. Empezó a llorar dulcemente. - ¡Shhh! – seguí acariciándola – Aquí está mami, pequeño grillo. La niña reaccionó con mi voz y trató de abrir los ojos, pero al final los dejo cerrados. Creo que la luz estaba muy fuerte para ella. Seguí observado cada detalle y me di cuenta que tenía una ropa que no le había empacado ni había comprado. - ¿Y esta ropa? ¿De dónde salió? - La niña es muy pequeña y la ropa que le trajiste le quedaba grande. Por suerte, la nueva abuela trajo un regalo a su medida. - ¿Eva tiene algo malo? ¿Por qué esta tan pequeña, doctor? - La niña está en perfectas condiciones, no te preocupes. Solo es pequeña. Mide cuarenta y


cinco centímetros y pesa dos kilos con trecientos gramos. Es bajo pero está muy bien. El doctor se retiró y dio luz verde a las personas que esperaban entrar. La primera persona en entrar fue mi madre, Rebecca. Se le notaba en la cara que había derramado unas cuantas lágrimas. Después entró mi padre y Matt. - ¡Sara, hija! – a mi madre se le salieron las lágrimas al verme con Eva en brazos. Se acercó a nosotras – Mírate. Te ves linda. - ¡Hija, que susto nos has dado! – mi padre se acercó y besó mi frente. - Estoy bien, padre – sonreí - ¿Quieres cargarla, mamá? Rebecca aceptó con la cabeza antes de quitar sus lágrimas de la cara. Cargó a la bebe como toda una profesional. Mi padre se le acercó por detrás y empezaron los dos a interactuar con la bebe que ya estaba dormida o eso parecía estarlo. Estiré mi mano en dirección a Matt. Él se acercó. Estaba extraño. Distante. Preocupado. Y un poco estresado. Agarre su mano que tenía una venda enrollada en ella. Recuerdo que le estaba clavando las uñas. ¿Le habré hecho mucho daño?


- ¿Te duele? - No. Sus brillantes ojos azules me trasmitieron dolor. ¿Si no le dolía la mano, entonces que le dolía? Estaba como en shock. Lo que acababa de vivir debió de ser tan fuerte como me pasó a mí. Deseaba quedarme sola con él. Mi madre colocó a Eva en la cuna transparente cuando entró Elizabeth, Theo y JP. Todos estábamos felices por la llegada de la nueva bebe en la familia. Mi amiga llevó a Eva a la parte de la habitación donde estaba el sofá. Ella, su esposo y el niño estaban felices con mi hija sus brazos. Los padres, la hermana y el sobrino de Matt, llegaron fuera de la hora de visita. De alguna forma tuvieron que manejar al personal para que los dejaran entrar. Aunque no duraron mucho tiempo, disfruté mucho de su visita. Cuando por fin llegó la hora de quedarme sola con mi hija y Matt, me alegre aún más. Bush seguía en shock. La niña estaba dormida aunque se despertaría muy pronto para comer, según el horario de la enfermera que le dio de comer la fórmula. - Ven. Acuéstate conmigo. - Tienes que estar comoda.


- Estoy incomoda si no están conmigo, mi vida. Me arrimé a un lado para que él se acomodara. Apoyé su cabeza en sus hombros y le pasé el brazo por su cintura. Matt me abrazó y suspiró. - ¡Dios, Sara! No sabes lo que sentí cuando te vi acostada en esa cama sin pulso – escuché su voz quebrarse – Estabas muerta. La niña lloraba por ti y yo te llamaba con ansias. - Los escuché. A Eva. A ti y a los médicos. - Me quitaron la bebe de las manos y me sacaron de la habitación. Te estaba perdiendo y no podía hacer nada – miraba fijamente al techo como si buscara reconfortarse. - Mírame – giré su cara. Sus ojos se clavaron en los míos – Te quiero. No di tiempo a que el silencio tomara iniciativa. Lo bese con amor. Dulcemente. Saboreando sus labios. - Te quiero ¿Me entiendes? Te quiero y te amo Mathew Alexander Bush Howard. - No Sara. No puedes… - Si puedo y tú también. La niña empezó a llorar. Matt besó mi boca y se levantó de la cama. Agarró la niña y la dejó en mis brazos.


Tenía que darle de comer a Eva. Por primera vez voy a amamantar a mi pequeña. Estaba nerviosa y entusiasmada. Había leído muy pocos concejos en los block de futuras madres primerizas, pero ninguna de ellos me aconsejaban en el momento de comer. - ¿Sabes cómo hacerlo? – Matt volvió al lado mío. - No – lo miré – Creo que es algo que tiene que salir natural. - Yo creo que el primer paso es destapar tu seno y luego acercar la niña – terminó de acomodarse en la pequeña cama de hospital antes de seguir hablando – mientras lo haces, yo agarro Eva. Le entregué a la bebe con mucho cuidado. Y me ayudó a halar la primera de las delicadas cintas que amarraba la bata. Con ella desamarrada, pude destapar mi seno con facilidad. La bebe que estaba llorando, volvió conmigo. La sostuve con el brazo izquierdo y con la mano derecha mantuve el seno. Inmediatamente, Eva empezó a mamar. La sensación era igual cuando Matt lo hacía, con la diferencia de que él lo hace por placer y ella por necesidad.


La niña se quedó dormida en mis brazos sin dejar de succionar. Era tan pequeña, tan delicada que me daba miedo hacerle algún daño. Matt no le quedaba los ojos de encima, la veía con una mirada diferente. - ¿Celoso? - Sí – desvió su vista y la conectó con la mía. - Semanas atrás dijiste que cuando naciera iba a hacer solo para ella. - ¿Se vale arrepentirse? Ella quiere compartir. Me reí. Las ocurrencias de Matt me daban risa. Parecía un niño pequeño cuando pelea con su hermanito por el seno de su madre. - ¿Cómo vamos a hacer con la ropa de Eva? El doctor me dijo que la que está en la maleta le queda grande. - Anderson va a traer mañana la ropa que compró hoy. Tu madre le trajo dos – sin quitar la vista de mi pecho descubierto, siguió hablando - ¿Cuánto tiempo se va a quedar ahí? - Hasta que deje de comer. Matt y yo seguimos hablando de la niña. La niña que todo el mundo piensa que es su hija. Una mentira que nunca llegamos a desmentir delante de los reporteros. En las revistas salieron que el


magnate Matthew Bush iba a hacer padre. Él no colocó sus espermatozoides en mi ovulo pero tengo el presentimiento de que me ayudará a criarla. Tocaron la puerta y entro una enfermera del turno de la noche. La chica era bastante joven, le podía calcular como unos veintisiete años. - ¡Buenas noches! – la chica de tez oscura quedó petrificada al ver a Matt sentado en la cama - ¡Oh, por dios! ¡Matthew Bush, el hombre más deseado del mundo está al frente mío! – los ojos de la mujer empezaron a brillar. - Hola – Matt la saludó - ¿Va a hacerle algún chequeo a la niña o a la madre? - Emm…a su hija – los nervios la atacaron y le hicieron tartamudear un poco – Sigue comiendo. Regreso más tarde. - No. Ya terminó – la detuve – Solo hay que sacarle los gases y puedes empezar lo que viniste a hacer. Matt se levantó de la cama y caminó al otro lado de ella. Al momento de sacarle el pecho a la bebe, él se colocó al lado mío como si me quisiera tapar para que la chica no viera nada. Amarró la cinta de la bata y agarró a la bebe para sacarle los gases. Me sorprendió ver que lo


hacía muy bien, como si tuviera experiencia. Puede ser que cuando Jami estaba bebe, él ayudaba a Alice a cuidarlo. La chica no le quedaba los ojos de encima. Ella estaba babeando por él y yo asombrada de lo bien que se lleva con la pequeña Eva. El cambio de empresario trabajador a padre responsable era de gran magnitud. La niña volvió a la cuna trasparente sin protestar. Estaba dormida y con la barriguita llena. La enfermera empezó con el chequeo. Con el fendoscopio le oyó los latidos del corazón. La bebe había nacido muy pequeña y por esta razón el doctor Elliot mando a hacer contantes revisiones. Aunque ya le habían hecho lo necesario y ya se tenía claro que esta en perfecta condición de salud, no estaba de más mantenerla vigilada. Matt se acercó a mi oído y susurró unas palabras que me aclaraba su reacción cuando dejé al descubierto mi pecho. - No lo puede ver nadie. Solo la bebe y yo. No le respondí. Sabía muy bien que había entendido y que no quería hacer de esto una discusión. La joven enfermera le cambio el pañal a la bebe y luego se fue.


Esa noche dormí bien, aunque, tenía que despertarme cada tres o cuatro horas para que Eva comiera. No estoy acostumbrada a despertarme en la madrugada, pero por mi hija soy capaz de hacer eso y más. En la mañana cuando desperté, la habitación estaba llena de flores, globos y peluches. ¿Cómo lograron colocar todo eso tan rápido? Mi bebe seguía durmiendo en la cunita cerca de mí. A Matt no lo vi en ningún lado. Me levanté de la cama, me acerqué a las flores que tenía más cerca y leí la carta en ella: Para una nueva vida y una nueva madre De Empresas Bush La Empresa Bush les envía este pequeño presente para la hija del dueño. Felicidades a los nuevos padres por esa preciosa niña. Así como había presentes enviados por empresas, también habían otros de las enfermeras de hospital, los doctores, mi familia, colegas de Matthew y uno de ellos, que me sorprendió mucho, fue el de un club de fans de Matt. Las chicas reunieron dinero para comprarle un presente a la “hija de Bush”. Los rumores corren muy rápido, sean mentiras o verdades.


A través de mi Smartphone, coloqué en internet las últimas noticias de la farándula. De primera plana, aparecía el nacimiento de mi bebe. Lo cual, todos piensan que es hija del importante empresario que tanto nombran. Me gustaría desmentirles a los periodistas, pero Matt, me detiene y no puedo hacer más nada. La puerta de la habitación se abrió y entraron tres enfermeras para conocer a la pequeña Eva. - ¡Buenos Días! ¿Le molestaría si nos acercamos a su hija para conocerla? – una de las tres enfermeras habló. - No. Pero no la despierten. - ¡Gracias! – dijo la más pequeña de las tres. - Mira a esta preciosa niña. ¡Es hermosa! - Tiene de donde salir. La madre es hermosa y el padre… Estaba fatigada de escuchar que Eva era hija natural de Matt. No me incomodaba la idea que él suplantara el puesto de Daniel, pero también debería de saberse la verdad. Me retiré al baño para cepillarme, pero antes, les dije a las enfermeras que no dejaran a la bebe sola. Cepillé mis dientes lo más rápido que pude y al salir, vi a Matthew cargando a la niña en un brazo y con el otro hablando por teléfono. Eva estaba


llorando y las enfermeras ya no estaban. ¿Las habrían corrido? - Dame a la niña para que hables mejor. - Llámame en cinco minutos – cortó la llamarada. Supongo que para dedicarme un poco de tiempo y saludarme – Es hora de comer, mami. - Lo sé papi. Las palabras salieron espontáneamente. Las dije sin pensar. Hace un rato me estaba quejando e que estaba cansada de escuchar mentiras y ahora le dije papi a Matthew. Agarré al pequeño grillo y me la levé al sillón que estaba cerca de la cama. Amamantando sentada, no perdí de vista al empresario que retomaba una conversación de negocios. Al terminar de darle suaves palmaditas en la espalda a la bebe, la coloqué en la cunita para cambiarle el pañal. Empecé por quitarle la manta blanca y desabotonar la pequeña pijama de pies rosada con blanco. Agarré una de sus piernitas y la saqué de la ropa. Lo mismo hice con las otras extremidades. Desabroché el pañal y le limpié sus pequeñas partes con toallitas húmedas para bebes. Retiré el pañal usado y coloqué el nuevo. Antes de


abrocharlo, me quedé mirando su pequeño cuerpecito. Tenía la piel rosadita y suave. Era tan pequeña que me daba miedo hacerle daño. La niña empezó a llorar. Me preocupé cuando su delicada piel tenía un aspecto extraño. Le coloqué la mano en una de sus piernas y me di cuenta que estaba fría. Le abroché el pañal lo más rápido que pude. La inquietud subió cuando me di cuenta que no le había buscado ropa limpia. - Matt – volvió hacia mí inmediatamente con la llamada en las manos – Necesito ropa para Eva. Se dirigió a la maleta blanca y sacó un pequeño conjunto. Me lo dio andes de cortar la llamada. - Cúbrela rápido que tiene frio – soltó su celular y le quitó el gorro a Eva para colocarle el otro – Por esa razón es que tiene la piel así. Es señal de frio, mi Ángel. - ¡Dios mío! Le coloqué el conjunto y la arromé con la manta que tenía antes. La niña no paraba de llorar. Me partía el corazón pensar que estaba pasando frio por culpa mía. - ¡Perdóname! – la cubrí con mi cuerpo para darle calor.


- Cálmate. No ha pasado nada – Matthew se sentó al lado mío y me abrazó – Duerme a la niña para que puedas dormir tu también. - Pero no tengo sueño. - Sara, tengo que salir a arreglar unos asuntos. - ¿A dónde vas? – sentí que estaba en poco preocupado. - Mi hermana me necesita, tiene un pequeño problema. No voy a tardar mucho. - ¿Me vas a dejar sola? - Solo un momento. Necesito… - ¿Qué pasó? - No te preocupes, no ha pasado nada. voy y vengo. Tengo que resolver unas cosas con mi hermana – hiso una pausa – y ver qué voy a hacer con Jami – susurró. - ¿Con Jami? – habrá pesando que no lo había escuchado. - El niño sale temprano del colegio el viernes. - Resuelve el asunto con tu hermana y regresa pronto. Me dio un dulce y largo beso, se despidió de Eva y se fue. Me quedé con las ganas de saber que podría estar pasándole a Jami. ¿Sería conveniente llamar a Alice y preguntarle?


Decidí no llamar y ocuparme en dormir a la pequeña que reposaba en mis brazos. - Vamos a dormir, hermosa – la bebe pareciera que estuviera dormida pero no lo estaba. Trataba de abrir los ojos - ¿Te molesta la luz? Subí la palma de mi mano desocupada e hice sombra en sus ojos. Ella fue abriendo los ojos poco a poco. Me quedé sorprendida al ver el azul intenso de sus ojos. La bebe no tenía el gris de los míos, ni el azul claro de su padre. Ella tenía los ojos como los de Matt. Un azul fuerte. Azul zafiro. Quedé sorprendida. ¿Cómo era posible que mi bebe sacara los ojos de una persona que no es su padre? Al mirar a Eva, sentía que estaba mirando a Matt. Los mismos ojos, aunque, la bebe si tenía mis grandes ojos. - ¡Dios mío! Ahora, los reporteros no tendrán duda de que es hija de Bush.

… Matt se fue a las diez y regreso tres horas después. Cuando entró a la habitación, vio a José David López con Eva en los brazos y hablando conmigo. La cara de Matt era un poema cuando me vio riendo con José.


- Buenas tardes, soy Matthew Bush – se presentó formalmente con José. - Buenas Tarde, señor. Un gusto en conocerlo. Yo soy José David López, el que pintó el mural en el cuarto de esta hermosa niña – se dieron las manos. Matt caminó hacia mí y me beso. Dejó el maletín de trabajo en el piso y se metió al baño a lavarse las manos. Después de secárselas, cargó a la bebe. - ¡Hola, mi niña bonita! – le dio un beso en la frente con ternura – Sara, llevaré a la niña a que le hagan las últimas pruebas para que les den de alta a las dos. - ¿Y ahora que le van a hacer? - No sé muy bien. Pero los convencí para ir yo personalmente. - ¡Cuídala! Matthew salió de la habitación con la niña en brazos. Me quedé sola con José. - Yo me voy – dijo – Creo que no le caí bien a Bush. - ¡No lo creo! - ¡Felicidades por tu linda niña! - ¡Gracias!


Él también se fue y me quede sola. Aproveché para dormir. No me gustaba quedarme dormida y dejar a la niña sin vigilancia. La primera vez que lo hice, al despertarme estaban barios doctores alrededor de la bebe, no le estaban haciendo chequeos, solo la estaban viendo. Lo que no me agradó es que entraran personas sin mi permiso. Aunque Matt ya había hablado con los vigilantes después del incidente, no me sentía segura de volver a dejarla sola. Cuando desperté, la niña estaba dormida y Matt trabajaba en la computadora. Me informó que la bebe estaba en muy bienes condiciones y que mañana nos podíamos ir a la casa. Estas buenas noticias me subieron, aún más, los ánimos. Esa tarde, me visitaron varias personas. Llegaron mis padres, Elizabeth y la familia de Matt. También fueron personas desconocidas para mí, pero para Bush, no. La niña comía cada tres horas. La habitación me tenía cansada. Quería irme a mi casa con mi bebe y mi hombre. El doctor Elliot pasó a las veinte horas, después de que todos los visitantes se fueran. La noche fue estupenda. Todo fue más fácil que la noche anterior. Lo que me costaba era el


horario de Eva. Espero no tardarme mucho en acostumbrarme. El doctor volvió a pasar en la mañana para darme unas recomendaciones importantes con el cuidado de la bebe. - Todo está de maravilla, ya se pueden ir a casa con la niña – El doctor anunció después de decir todo que le debía. - Doctor… - Dime, Sara. - ¿Y el sexo? – Matt se me ruborizó al oír la pregunta. - Interesante pregunta – el doctor se dio cuenta de los apenado que estaba Matthew y trató de disimular una sonrisa – Lo recomendable es que estén en cuarentena. Tu cuerpo ha cambiado mucho, Sara. Tienen que esperar que se todo vuelva a la normalidad. Después de cuarenta días, pueden retomar las actividades sexuales. - ¿Tanto tiempo? – hice un mohín. - Sí – el doctor disimuló otra de sus sonrisas contagiosas – Después dar a luz, las probabilidades de volver a quedar embarazada son muy altas.


Sabiendo esto, aré todo lo posible por soportar no tener elaciones sexuales con Matt. Una actividad difícil de no hacerla, teniendo a un hombre caliente como él. Ventaran días difíciles.


Capítulo 16

Llegamos a mi departamento. Esta muy ordenado y limpio. Se veía a simple vista que la señora Carvajal limpió antes de agarrarse el domingo libre. La bebe dormía en mis brazos y Matt traía su pequeña maleta y la mía. - Voy a acostarla en su cuna – necesitaba descansar. - Ve al cuarto antes de llevarla a su cuna – Matt me detuvo. Le hice caso y me dirigí a mi habitación. Al entrar, vi un hermoso moisés marrón y rosado pálido. Era muy lindo y elegante. La base era de acero y el moisés en sí era de madera o eso parecía. - ¡Wow! - ¿Te gusta? – Matt estaba apoyado en la puerta. - ¡Me encanta! ¡Es precioso!


- Le Petit Voyage Bed – dijo mientras se adentraba en la habitación. - ¿Qué? - Ese es el nombre del moisés, mi Ángel. Está hecho de rattan fino y acero. - ¿Lo compraste tú? - debió constarle mucho dinero. - Es un regalo de mi madre. Ella dice que la bebe tiene que dormir en la misma habitación que tú en los primeros meses. Paris está muy emocionada con la bebe. Se comporta como si fuera una abuela nueva. Apenas me conoces desde hace muy poco y ya me tiene mucho afecto. El día en que la conocí me agradeció mucho, igual que Alice, por ahora no comprendo mucho porque lo hiso, pero tengo la esperanza de saberlo más adelante. Acosté a la niña en el hermoso moisés. Me acosté yo en mi cama y Matt me abrazó por detrás. Tenía muy claro el tema de la cuarentena, pero ya empezaba a resultarme difícil. Delicados besos fueron quedando en mi hombro. Llegó a mi barriga y subió su mirada a la mía. - ¿Seguro que aquí ya no hay nada? – preguntó.


- No, mi vida, aquí no hay nada – le respondí tocándome el vientre – El doctor me dijo que irá bajando poco a poco. A Elisabeth, cuando dio a luz a Jean Pierre, tenía un abdomen como de siete meses de embarazo. Ella fue bajándola poco a poco hasta recuperar su hermosa figura. En cambio, a mí, no me quedó un abdomen muy grande. Parecía que tuviera menos de cuatro meses de gestación. - No está tan grande, Matt. - Comparándola con la de antes, que era inmensa. Esta es pequeña. Nos echamos a reír. Continuamos hablando de todo lo que ha pasado en estos dos días. Matt me contó que en su oficina hay varios ramos de rosas que le llegado por el nacimiento de la bebe, felicitándonos a nosotros por nuestro primer hijo. Sentí que era el momento de hablar de ese tema con él, y lo hice. - Mi vida, ¿Por qué no le aclaramos a los reporteros que Eva…? - ¿Tú quieres eso? – Matt no apartó su mirada en la mía. - No quiero que te sientas incomodo… - No lo estoy.


- ¿De verdad? – me sorprendió oír su respuesta. Sabía muy bien que él no se había quejado al oír a todo el mundo decir que mi hija también es de él, pero como Matt es una persona que sabe ocultar bien sus sentimientos, no sabía con seguridad si le gustaba la idea o no. - Me gusta. No es incomodo. Lo besé. Tenía la certeza que estas últimas palabras suyas daban un gran paso a la confianza. Espero con anhelo el día en que me diga sus secretos. Sé que hay más de lo que me contó Alice. Nuestras lenguas se cruzaron, tenían un día sin hacerlo. Matt se montó encima de mí rápidamente, sin pensar en las consecuencias. El pobre hombre tenía sed sexual y yo no me quedaba atrás. Impaciencia. Deseaba frenéticamente sentir tu polla entrando en mí. Deseaba con ansias sentir su furioso chorro de semen goleando mis paredes. Sabía que necesitábamos escuchar nuestros orgasmos. Atrapar nuestros gemidos. Y llegar juntos al clímax. Es difícil parar, teniendo tantos deseos encontrados deseándose que se cumplan. - Matt – susurré.


- Dime – su típica vos ronca de excitación hiso que gimiera. - No podemos. - Lo sé. ¿Si lo sabía por qué no paraba? - ¿Estás seguro de los que haces? - Investigué los mas que pude – se detuvo mirándome – podemos tener sexo oral. Lo que no se es la cantidad de días que debes tener de pos-parto. ¡Wow! Cada vez me sorprende más. Sabía que se había traumado con la cuarentena. - Vamos a hacer suave y lento – apartó con sus dedos unos mechones de cabello que molestaban en mi cara -¿Estás de acuerdo? - Sí. Subió mi vestido y se deshizo de mis bragas. Su boca se posó en los labios de mí vagina. Su lengua pasó por medio de la abertura, dejando el recorrido húmedo. Gemí. Agarré las sabanas de la cama poco tiempo después del inicio. Pellizco con sus dientes mi clítoris, lo cual hiso que el orgasmo saliera de mí. - ¡Ahhh! – no pares. Siguió lamiendo contantemente. De vez en cuando dibujaba círculos y otras veces aumentaba el


ritmo. Coincidimos los dos con un orgasmo largo. Su aliento hiso contacto con mi vagina haciendo que me estremeciera. Matt subió a mis pechos cubiertos. Había lo que quería hacer. Con una mano desabroché el sujetador de lactancia y me lo quité. Dejé al descubierto mis pechos al bajar las tiras del vestido. - ¡Adelante! – le di permiso. - ¡Mmm! Con su boca cerrada acarició uno de mis pezones. Me dolían. Los tenía sensible. Ellos no están acostumbrados a ser succionados constantemente. - Me duelen – una pequeña lágrima corrió a mi mejilla izquierda. - ¿Quieres que me detenga? - Sí, por favor. Se colocó al otro lado de la cama y me abrazó de frente. Nos quedamos mirándonos por unos minutos. Matt desvió la mirada a mis tetas descubiertas. Una gota de leche calló a la cama. - Deberíamos irnos a bañar antes de que la niña de despierte – dijo sin quitar la vista de mis excitados pezones. - ¿Me bañaras y me besaras? – hice un mohín. - Mmm…No


- Entonces no me baño. Le levantó de la cama con movimientos brusco, haciendo que me asustara. Me cargó en sus brazos. - ¿No te vas a bañas? – preguntó - No – me reí a carcajadas mientras pataleaba para que me bajara. - Veras como te llevo al baño, te follo y luego te baño. - No puedes. - No me provoques – sus ojos se oscurecieron. - Yo no debería hacerlo. Me harás daño. Me silenció con un rudo beso. Sentí que me quería arrancar los labios. Los mordisqueó suavemente. El beso fue bajando de de nivel hasta llegar al tierno. - ¿Nos vamos a bañar? – corté el beso – La niña despertará pronto. - Déjame cumplir tus deseos. Te bañaré y te besare. El majestuoso baño no duró mucho porque la bebe empezó a llorar y tuvimos que atenderla rápidamente. Sequé el agua de mi piel y enrollé una toalla en el cabello. Salí del baño desnuda a cargar a mi bebe.


Cuando Matt salió del baño, semidesnudo, la niña ya estaba comiendo. Salió de la habitación y volvió con la almohada para amamantar que había comprado. La colocó debajo de la bebe y mi brazo descansó un poco. - Gracias, mi vida. - De nada, mami. La niña volvió a quedarse dormida después de comer. Mientras Matthew le sacaba los gases, yo comía uno de los planos que dejó preparado Carvajal. Iban a hacer las dieciséis horas cuando la recepcionista del edificio avisó que había llegado mi madre con mi padre. Yo estaba terminando de comer y seguía desnuda. Matt esperó a mis padres en la sala mientras yo me vestía. Se llevó a la niña para terminarle de sacar los gasecitos. Me coloqué un pijama para estar cómoda. Cuando salí de la habitación, mi padre tenía cargada a Eva, Matt armaba el Vista Stroller rojo y mi madre hacía café. Saludé a mis padres y me serví un zumo de naranja. Nunca me ha gustado el café. Mi madre me contó que en la puerta del edificio estában varios paparazis esperando tener noticias de los nuevos padres. El vigilante no los


dejó entrar por órdenes de Matt. Pero no se habían ido. Cuando llegamos al departamento, no estaba los fotógrafos, debieron de llegar después que nosotros. Mi padre colocó a la bebe en el moisés del Vista Stroller para que durmiera tranquilamente. Eva se veía muy pequeña en el moisés rojo. Matt hablaba con Chirstopher, mi padre, de negocio, mientras mi madre me daba algunos concejos útiles que me ayudaran a facilitar las cosas con la bebe. Cenamos todos juntos como familia en el pequeño comedor que se encontraba en la cocina. Rebecca, calentó la cena que cocinó Carvajal para Matt y para mí. Lo curioso fue que esta cena alcanzó para los cuatros adultos sentados en la mesa. Mis padres se fueron a las veintiún horas. Mañana era día laboral y tenían que despertarse temprano. Introduje los platos en el lavaplatos automático y me fui a dormir. La niña ya estaba en el moisés soñando con los angelitos. Apenas me acosté en la cama, caí rendida por el cansancio.


- Sara – la vos de Matt seguía despertándome sin detenerse – Sara, mi Ángel, despierta. Me voy a trabajar. Abrí un ojo y luego el otro. Lo vi muy ceca de mí. Tan cerca que su corbata llegaba hacía contacto con mi vientre. - Sara. Me voy a trabajar. - No te vayas - le acarré la corbata y la atraje hacia mí. - Tengo una reunión. - ¡Mmm! – sabía que con eso lo podía convencer. - No. Sé a lo que quieres llegar y no lo vas a conseguir. He pospuesto esta reunión muchas veces. - Chao – me digné. Sabía que al trabajo no le podía ganar. Solté su corbata y di vuelta en la cama hasta quedar de espaldas a él. - ¿No se vas a despedir de mí? – colocó una mano en mi hombro. Le sacudí la mano y me acurruqué en la cobija. Traté de no prestar atención. Matthew salió de la habitación y un minuto después escuché cerrar la puerta del departamento. Estaba molesto. Sabía que estaba muy molesto, pero aun así, no le preste atención.


Me levanté de la cama y entré al baño para asearme. Cepillé mis dientes y lavé mi cara. Me detuve frente al espejo de cuerpo completo que estaba en una de las paredes del baño y vi mi pequeño bulto que había quedado después del parto. No era tan grande, pero todavía no era mi abdomen normal. Salí de la habitación esperando que el resto del departamento estuviera solo. Me sorprendí al ver a Carbajal en la cocina, haciendo panqueques. - ¡Buenos días señorita Sara! - Buenos días….mmm… ¿Cómo es tu nombre? - Inés. Pero me puede llamar Carbajal. - Yo la quiero llamar Inés – entré a la cocina a buscar un vaso de agua para tomarme el anticonceptivo – Me gusta su nombre. - ¡Gracias! La bebe empezó a llorar. Inés se asustó y me miró preocupada. - Hora de comer – le dije al ver su cara de susto. Me dirigí a la habitación y cargué a mi pequeña bebe. El llanto de la niña era muy hermoso. Había escuchado llantos de otros bebes que eran escandalosos y otros eran aterradores.


Pero el de mi hija, era muy tierno. Empezaba muy bajito y si nadie le prestaba atención subía el tono. Como estaba en la cocina, no la escuché y espesó a llorar un poco más fuerte. - ¡Shhh! – agarré a Eva – ¡Buenos días mi princesita hermosa! – la niña fue calmando el llanto poco a poco hasta llegar a un punto de hacer mohines. Abrió sus hermosos ojos azules - ¡Vamos a comer! No quería quedarme sola en la habitación, así que, busqué la compañía de Carbajal en la cocina. Al llegar a ella se me había olvidado la almohada para amamantar. - ¿Inés puedes agarrar a la bebe mientras busco algo? - Sí, claro. Busqué en la habitación la almohada blanca y regresé a la cocina. Me senté en una de las sillas que rodean al comedor, coloqué la almohada en mis piernas y le pedí a Inés que me diera a la bebe. La niña empezó a mamar deprisa. Tenía mucha hambre. Mientras yo acariciaba a la bebe, Carbajal también la miraba. Eva abrió sus hermosos ojos. - ¡Dios mío! – Inés se sorprendió al ver los ojos de Eva.


- ¿Qué pasa? – desvié la mirada a ella. - Sus ojos – se acercó un poco más para tener mejor visión – Sus ojos son… - Lo sé – sonreí – Los dos tienes los ojos iguales. - Pero, ¿Cómo es posible? – Inés sabía perfectamente que Eva no era hija de Matthew. - Ni yo lo sé – mi mirada volvió a mi niña hermosa – Daniel no tenía los ojos azules con esa intensidad y yo los tengo grises. - ¿Daniel? - El padre biológico de Eva. La señora Carvajal no dijo más nada. Nos quedamos mirándole los ojos a Eva hasta que se quedó dormida. Aun dormida seguía mamando. No estaba segura de sacarle mi seno, así que la dejé pegada a mí unos minutos más. Fui sacándole el seno poco a poco hasta que lo soltó. Le saqué los gases delicadamente y la acosté en el moisés rojo que ahora estaba puesto encima del pequeño comedor.


En el resto de la mañana y la tarde no tuve noticias de Matthew. Sabía que estaba en una reunión, pero también sabía que estaba muy bravo conmigo por no despedirme de él en la mañana. Le dediqué todo el día a mi pequeña bebe y a pedirle consejos a Inés. A las dieciocho horas, Carbajal de fue a su casa, dejándome sola con la niña. Me acosté a dormir a las veintidós horas. Estaba agotada y cansada de esperar a que Matt se dignara a llegar a la casa. Me levanté a las cero horas para darle de comer a Eva. Cada día me adaptaba más a su horario. Al levantarme me di cuenta que seguía sola en el departamento. Matthew no había llegado. Debe estar más molesto de lo que llegue a pensar. En momento en que Eva se quedó dormida después de comer, agarré mi Smartphone y marqué el número de Matthew Bush. Tardó un poco en contestar la llamada. - Bush. - ¿Dónde estás? - En la oficina. - ¿Te quedaras allá? - Estoy trabajando. - Está bien – sentí que estaba molestando. Me sentía incomoda hablando con Matt. Así que


tranqué la llamada antes de que dijera otra cosa. Estaba acostando a Eva cuando comenzó a sonar el teléfono. - Sara – fue la primera palabra que escuché al atender la llamada – Sara, ¿Estás bien? - Solo quiero que regreses a casa. Volví a trancar la llamada y me acosté en la cama. Mi celular sonaba cada cinco minutos, pero no atendí. Lo coloqué en vibrador para que la niña no se despertara. El cansancio me ganó y volví a quedarme dormida hasta que la bebe volvió a despertarse para comer a las tres de la madrugada.

… Los tres siguientes días fueron prácticamente iguales. Matt iba a trabajar en la mañana y en la tarde volvía al departamento para almorzar, mientras me quedaba en la casa esperándolo y cuidando de Eva. El viernes 27 de Septiembre mi hija cumplía una semana de vida y Jami tenía solo medio día de clases. Sabía que Matt estaba preocupado porque no sabía que iba a hacer con el niño. Su hermana y sus padres estaban trabajando, así que no podía ir a buscarlo al colegio.


Se me había ocurrido una idea, que quizás será buena para mí, pero a Matt no le iba a gustar. Pensé en ir al colegio de Jami y pasarlo a buscar para quedarme con él toda la tarde. Sería una agradable compañía y ayudantes. Llame por teléfono a Alice y le comenté mi idea. Ella acepto encantadamente. Más que feliz, estaba agradecida. Ella, como madre, no le gustaría que su hijo de nueve años se quedara solito en una gigantesca casa. El único problema era su hermano, Matt. Le dije que hablaría con él y trataría de convencerlo. Así que, apenas corté la llamada, lo llamé a él. - Mi Ángel, ¿Pasa algo? - Tengo una propuesta y ya tengo un permiso. Me falta el tuyo. - ¿Qué está pasando por tu cabecita? - Me habías dicho que Jami tenía medio día de clases hoy… - No. No vas a ir a buscarlo. Apenas tienes una semana de haber dado a luz. No permitiré que manejes. - No te estoy pidiendo que me dejes manejar. Solo préstame a Anderson e iré con él. - ¿Y la niña? – su vos es escuchaba como si estuviera cediendo a mi propuesta.


- Me la llevaré – llego la hora de rogar – Por favor manda a Anderson al departamento. - ¿Llevaras al niño al departamento? - Sí. Lo voy a buscar y regreso. - Está bien. Ve a buscarlo. - ¡Gracias mi vida! – le envié muchos besos por celular. Parecía una adolecente enamorada – Matt, ¿Hoy iremos a tu departamento? - Sí. La propuesta sigue en pie. - Entonces es mejor que me vaya a tu casa después de pasar por el niño. - Ok. Cuídate y cuida a la niña. Hasta ahí quedo la conversación entre el hombre que mueve mi suelo y yo. Me introduje en el baño para bañarme. Lo hice rápido porque tenía que arreglar maletas. Como habíamos planeado Matt y yo, íbamos a quedarnos en su casa este fin de semana. Teóricamente queríamos relajarnos de todo lo que ha pasado en esta última semana. La presión de los paparazis, nuestras peleas, los comentarios que nos toca oír y lee en las redes sociales acerca de nuestra vida privada, nos estaban consumiendo en el estrés.


Carvajal me ayudó con la maleta de la niña, mientras yo terminaba de empacar mis cremas. Me coloqué unos de mis vestidos que tenía guardado desde hace tiempo atrás, que no me entrabas por el enorme abdomen que tenía. El hermoso vestido Azul marino de Chanel, me quedaba perfectamente, pues ya mi vientre había llegado a hacer tan plano como era siempre. Me puse unas sandalias blancas de tacón medio y amarré mis suaves hondas naturales con una coleta alta. A mi pequeña bebe la vestí con una pijama blanca con pies de patitos amarillos. La ropa le quedaba un poco grande pero eso no detuvo que se viera preciosa. Le coloqué un gorro blanco hecho a crochet y la cubrí con la manta amarilla opaca que le había comprado antes que naciera. Dejé a la bebe dormida en el moisés del Vista Stroller rojo. En la sala estaban las maletas, la silla para el auto y la sofisticada bañera que le había comprado Matt a la bebe. Siempre se me olvidaba guardar algunas cosas, así que, siempre tenía que repasar la lista tres o cuatro veces más. Esta vez se me estaban olvidando las almohadillas de lactancia. Estás son esenciales ya que estoy produciendo mucha leche y a veces se derrama.


Anderson llegó y subió al departamento. Primero bajo todas las cosas al auto y luego subió por mi y Carbajal. Cuando llegamos a la recepción del edificio, uno de los paparazis que estaban en la puerta me vio y empezó a tomar fotos. Apenas se escuchó la cámara disparas, todos los demás hicieron lo mismo. Por desgracias, teníamos que salir por esa puerta donde estaban los fotógrafos y los reporteros. El vigilante de la puerta me saludó con una sonrisa. Yo hice lo mismo. - ¿Nos puedes decir el nombre de la hermosa pequeña que esta durmiendo en tus brazos, señora? – preguntó una de las reporteras. - Eva. Se llama Eva – respondí. Si mi hija va a salir en las revistas y en internet, preferiría que la llamen por su nombre – No más preguntas. Seguí caminando lo más rápido que pude hasta la camioneta en la que vino Anderson. Era una Tahoe negra. El portero me abrió la puerta del auto y luego la cerró después de que me montara. Acomodé a la niña en la silla de carro para bebes y le coloqué su cinturón de seguridad. Anderson y Carvajal se montaron en la parte de adelante.


Entramos en el típico tráfico de la ciudad para dirigirnos a la escuela del niño. Todavía eran temprano, así que nos da tiempo de llegar. Tardamos en llegar a la escuela de Jami. Eso me da a entender que el niño no estudia cerca. Al bajar e vidrio oscuro de la Tahoe, me di cuenta que estábamos al frente de Delphi School. Había escuchado, hace ya muchos años, que estas escuelas eran y siguen siendo muy buenas. No me extrañaría que el hijo de la hermana del hombre más codiciado del mundo asistiera a buenas escuelas. Desabroché el cinturón de seguridad de la bebe y la cargué en mis brazos. Le informé a Anderson que me bajaría del auto para buscar a Jamy. Enseguida se bajó y me abrió la puerta. Salí de la Tahoe negra en busca del niño. Como ya era medio día, de Delphi salian niños sonrientes agarrados de la mano de uno de sus padres. Una niña como de siete años de edad se acercó a mí, me saludó con la mano y una encantadora sonrisa que mostraba sus dientes blancos. - Hola – la niña tenía una dulce vos – ¡Yo te conozco! - Hola – le sonreí - ¿De dónde me conoces, pequeña?


- Mi mami tiene una revista donde sales tú y el señor Bush en una fiesta. Tú eres la tía de Jami. - ¿La tía? – nunca me había pasado por la cabeza. - Tú eres la novia de Bush, el tío de Jami. Por eso eres su tía. Me quedé petrificada con lo que me acababa de decir la niña. ¿Cómo una pequeña niña desconocida puedo estar enterada de parte de mi vida? No le puede responder, ya que su padre la llamó. - Megan, nos vamos a casa para que veas a tu madre que ya llegó de viaje – la llamó un señor con clase. - ¡Adiós!, señorita bonita. - ¡Adiós, pequeña! – la niña se fue saltando en dirección al señor. - Mira papi, ella es Sara – pude escuchar lo que dijo la niña cuando llegó con su padre. - Sí princesa, es Sara – el señor dirigió su mirada hacía mí y con movimientos amables me hiso entender que estaba apenado. Sin decir ni una palabra, le hice saber que no tenía de que preocuparse. Seguí caminando hasta llegar a la puerta de Delphi. Una de las profesoras


me saludó como si me conociera. Ya me había sucedido algo muy extraño hace un momento y ahora tenía el presentimiento de que sucedería otra cosa. - ¡Dios mío! ¿Eres la novia del hombre más honorable que he conocido en persona? ¡Después de mi esposo! – dijo la profesora que me saludó. Lo más que pude hacer fue ruborizarme por completo – Alice nos llamó para decir que tú vendrías a buscar a Jami. - Sí – no me dejaron que siguiera hablando. - ¡Oh! Esta hermosa niña debe ser la hija del señor Bush. ¡Qué hermosa! - Sí – estaba asombrada de lo bien informada que estaban las maestras. - Sabía que las revistas y artículos no engañaban en absoluto – empezó a hablar otra de las profesoras que estaban cerca – La bebe sí es pequeña. Hay rumores que no mienten. - ¿Cómo se llama la niña? - Eva. Su nombre es Eva. - ¡Oh! Es hermoso. - Sí. ¡Precioso! – las maestras empezaron a discutir sobre el nombre de la bebe.


- Lo siento, pero vengo a busca a Jami. Tengo prisa. ¿Me dejarían pasar a buscarlo personalmente? - Sí. Por supuesto que sí. Están en el campus. - ¡Gracias! Me escabullí de aquellas chismosas maestras y me dirigí al campus. No sabía dónde estaba, pero me guiaban los padres que iban saliendo con sus hijos. Llegué al campus y busqué a Jami con la mirada. Lo reconocí muy fácil, ya que, su hermoso cabello era incomparable. Jami estaba de espaldas con su morral en el suelo y las cosas tiradas en la grama. Lo que más llamó mi atención, fue la actitud que tenían los tres niños que estaban al frente de él. Los tres niños estaban peleando con Jami y él no se defendía. Uno de los niños lo empujó y Jami cayó al suelo dándose un fuerte golpe en los codos. Caminé lo más rápido posible hacía ellos mientras veía indignada como esos niños malos se burlaban de mí campeón. Los tres niños amenazadores estaban tan distraídos que no se dieron cuenta de que yo iba hacia ellos. - Ustedes tres – los niños quedaron congelados al oír mi vos. Jami me reconoció y subió su cara hacía mí.


- ¡Sara! – sus ojos se iluminaron y con su mano derecha se quitó una lágrima que estaba corriendo por su mejilla. - Ustedes tres – hablé como una madre regañona. La niña se asustó y empezó a llorar. – Le recogen el morral a Jami y se lo arreglan. Inmediatamente. Los tres niños me obedecieron y rápidamente recogieron lo que les dije. Luego salieron corriendo. La niña no paraba de llorar. Lloraba porque era hora de comer y porque estaba asustaba por mi vos. - ¡Shhh! ¡No llores más mi princesita hermosa! ¡Shhh! – la niña comenzó a calmarse y sus ojitos llenos de lágrimas se abrieron – Ya vas a comer mi amor. - ¿Nos vamos? – Jami ya había agarrado su morral y ya estaba de pies. - ¡Dios mío! ¿Cómo no le has dicho a tu tío sobre esto, campeón? – esta vez hablé con ternura. No quería regañar a Jami y mucho menos volver a asustar a Eva. - No me cree. - ¿Cómo no te va a creer? - Del colegio siempre lo llaman porque yo me defiendo, pero las maestras no entienden y le


dicen a mi madre y a mi tío que yo soy rebelde. - ¡Por Dios! ¿Es que las maestras no ven lo que te hacen estos niños? - No. Ellos se aseguran de que no los vean para que no los regañen – empezamos a caminar. - Entonces tendré que hablar con tu tío – Jamy detuvo el paso en seco. - ¡No! ¡No, por favor! – sus ojos se llenaron de lágrimas – Él no debe saber nada. - Pero campeón, no permitiré que te sigan asiento esto. - Por favor, no le digas nada – sus lágrimas se escaparan y él rápidamente se las limpió. - Está bien, Jamy. No le diré a Matt, pero me vas a permitir ayudarte. - Pero… - No más peros. Te ayudaré ¿Sí? - Sí. - Ahora vamos al baño para que te laves las manitas. Retomamos la caminata en dirección al baño. La niña se había calmado. Quizás no tenía hambre y solo se asustó. Jami se lavó las manos y cargó a Eva hasta la camioneta. Sabía que era un niño de nueve


años, pero también sabía que tenía habilidades de niño grande, por eso confié en que no iba a dejar caer a mi bebe. Las profesoras se despidieron y se quedaron sorprendidas al ver como un niño de nueve años y rebelde, como dicen ellas, tenía la capacidad de cargar a una bebe de pocos días de nacida sin complicaciones. Nos montamos en la camioneta y bos fuimos de Delphi. Cuando ya estaba acomodada en el asiento, empecé a amamantar a Eva. Sentí la incomodidad de Jamy. Quizás le parecía incomodo ver mi seno, así que, lo cubrí con una manta de seguridad Issie que había comprado con Elizabeth. La tensión empezó a bajar. Como era de costumbre, la niña se quedó dormida después de comer. Para mí todo esto es nuevo, así que, se me complicó coloca mi seno en su lugar antes de sacarle los gases a Eva. Le pedí ayuda Jami y mientras él cargaba a la bebe, que seguía momento la moquita como si estuviera mamando, yo me acomodé el sujetador, la almohadilla y el vestido. Llegamos al edificio donde vivía Matt. Por suerte, no había reporteros de farándula. Nadie


sabía que nos dirigíamos al majestuoso Tonw-House de Bush. Anderson abrió la pesada puerta de la Tahoe. Al bajarme, vi a Matthew esperándome en el Lexus color crema. Cuando me vio, su sensual sonrisa de medio lado, que tanto me gusta, se reflejó en su cara. Caminó hacia mí. - ¡Hola! – me saludó - ¡Estás hermosa! - ¡Y tú estás sexy! – le sonreí. - Como te gusta – agarró mi mejilla y me dio un tierno beso que mojó mis sedientos labios. Luego, agarró a la niña y la cargó, protegiéndola entre sus grandes y gruesos brazos - ¡Hola, campeón! - Hola, tí… - la cara de Matthew se endureció de repente. Para los ojos de él, yo no sabía que Jami era su sobrino - ¡Hola, Matt! - ¿Todo bien? – Bush siguió dialogando con el niño como si nada. - Sí. Todo bien. Tenía muchas ganas de decirle a Matt lo que le estaba pasando a su sobrino en la escuela. No podía soportar que aquel pequeño me estuviera obligando a esconder el daño que le hacen sus compañeros de clases.


Desvié rápidamente esos pensamientos de mi cabeza, porque sabía que llegaría a soltar la lengua y diría todo lo que sabía. Entramos al edificio y nos montamos en el ascensor para subir al último piso. Las puestas se abrieron y el niño salió corriendo, sin tropezarnos, a la cocina. Yo cargaba encima mi cartera y la pañalera. Bush se veía cómico con mi pequeña. Vestido de empresario y en sus brazos estaba un pequeño bebe con una manta amarilla. Provoca tomarles una fotografía, pero no lo hice. - Voy a acostar a Eva en la sala. - ¿En la sala? Matt no contestó mi pregunta y se dirigió a la elegante sala. En ella había un moisés del mismo modelo del que tenía en casa, pero este era negro con la camita blanca. Combinaba perfectamente con los colores de la sala. - ¿Tu madre compró otro Le Petit Voyage Bed? - No. Este lo compre yo – acomodó a la bebe y me acarró de la mano – Te quiero mostrar algo. Me dirigió escaleras arriba. Cuando íbamos subiendo, Carvajal, Anderson y un portero llegaron con las maletas. Los perdí de vista cuando entramos


en una de las cuatro puertas que estaban arriba. Estaba al tanto de que, la puerta que estaba en la misma pared de la puerta de la habitación principal, era la del baño principal. Al lado de esa puerta, estaba otra puerta que da a otro baño. Y la cuarta puerta que está gusto al frente, es a la que entramos. Al entrar a la habitación, era la que primera que entraba en ella, me fijé que solamente habían muebles de bebe. Me sorprendí al ver lo elegante que estaba acomodado todo. En la pared queda al frente después de entras, estaba una cuna en posición vertical de madera caoba y sabanas blancas. Los demás muebles también eran de caoba. Las paredes estaban pintadas de rosa pálido, el techo era blanco y el piso tenía una enorme alfombra blanca. - Estas incumpliendo la primera regla – Matt agarró mi mano y me sacó de la habitación sin decir más nada – Hay que quitarnos los zapatos antes de entrar. - ¿Cuándo hiciste esto? – mis ojos se llenaron de lágrimas. - Lo empecé a hacer el día en que me enteré que era niña y lo terminé no hace mucho. - ¿No te enteraste en el momento en que nació?


- No – su mirada me decía la verdad. - ¿Cuándo te enteraste? – dije entrando a la habitación. - El día de tu accidente. El doctor me dijo que era una niña – nuestras miradas se conectaron. Estoy cada vez más sorprendida. Me ocultó el sexo del bebe sin que yo sospechara que el ya sabía. Le hiso una habitación a mi hija en su casa. El simple hecho de que mostrara cariño por Eva, esa suficiente. Matthew Bush, el magnate empresario, nunca deja de sorprenderme. - ¡Hey! – Matt agarró mi mentón y regó unas lágrimas con pulgar. - Es hermoso. Todo lo que haces por Eva es hermoso. - No quiero lágrimas. Quiero que me beses. Le rodee el cuello con mis ante brazos y lo besé. Bese sus labios como hace días no lo hacía. Introduje mi lengua en su boca saboreando la excitación. Matt bajó su mano por mi culo hasta llegar al borde de mi vestido. Volvió a subirla pero con la diferencia que ahora tenía su mano haciendo contacto directo con la piel de mi muslo. Se detuvo en mi culo y lo apretó haciendo que subiera la excitación. Instantes después me


azotó. Gemí. Volvió a hacerlo. Con su otra mano, subió por completo mi vestido y sujetándome por la cintura, con una sola mano, me elevó. Quedé con los pies al aire. No tocaba el suelo con la punta de mis dedos. Matt me dirigió hacia la pared y me apoyó en ella. Rodeé mis piernas en su cintura y sentí su dura polla apretando la cremallera a través del pantalón de vestir. Gemí. Deseaba que me penetrara en esos momentos, pero la puerta estaba abierta y alguien podía entrar. - Jami – dije recordándole que el niño estaba en la casa. - Está en la cocina. No vendrá – sus besos llegaron a mi cuello. - Eva. - Esta dormida, mi Ángel – no se detuvo. Estábamos en cuarentena y por más que me dolía teníamos que parar. - Cuarentena. - ¡Maldita sea! – se detuvo pero no sacó su cara de mi cuello. Sentía su respiración agitada y eso me erizaba la piel – Quiero sexo, Sara. - Yo también. Pero nos toca esperar. Me bajó y mis pies pudieron tocar la alfombra. Me alejé de él y me acerqué a la cuna.


Dentro de ella había un oso de peluche de color nude. Lo agarre y me volteé hacía Matt. - Es hermoso – me acerqué y lo abracé. Tanto él como yo estábamos consternados. Sabíamos que no sería fácil soportar dormir juntos sin poder compartir orgasmos. Salimos de la habitación y nos dirigimos a la cocina. Pero antes fuimos a ver si la niña, seguía durmiendo. Al llegar a la cocina, el almuerzo estaba servido. Matt tenía que volver a trabajar después de comer y yo tenía que cuidar a la niña y a Jamy.


Capítulo 17

Jamy me ayudó a cuidar a la niña y yo lo ayudé a terminar las tareas de la escuela. A las dieciséis horas, Alice, fue al departamento de su hermano a buscar a su hijo. No se fue inmediatamente, pues se entretuvo hablando conmigo. Matt llegó media hora después que su hermana. Mientras ellos hablaban de asuntos familiares, me fui a bañar, aprovechando que la niña no estaba sola. Un baño en el enorme jacuzzi fue el que me relajó por completo. Mientras enjabonaba la piel con la espuma, la puerta se abrió dándole paso a Matt con la bebe en brazos. - ¡Hola mami! - ¡Hola! – me di cuenta que la niña estaba despierta antes de la hora de comer – ¿Se despertó solita? - Sí.


- Tengo que limpiar a la niña con pañitos y agua tibia. ¿Le puedes decir a Carvajal que caliente agua? - Ya se fue. Pero lo haré yo. Salió de la habitación de baño sin que le dijera más nada. Terminé de bañarme y me coloqué la bata de baño. Saqué de las una de las maletas que estaban en la habitación las cremas Bush. Como de costumbre, me eché crema en todo el cuerpo. Desde muy pequeña, he cuidado mi piel. Mi madre es igual a mí. Ella me enseño que una mujer hermosa se tenía que cuidarse mucho. Recuerdo un día en que la imitaba cuando se echaba crema. Y siempre se reía de mí. Espero que a Eva le guste echarse cremas tanto como a mí. Me coloqué mi braga favorita negra y uno de los ajustadores del mismo color. Antes de colocarme el pijama, despeiné mi cabello con una toalla para eliminar el exceso de agua. Quedé totalmente despeinada. - ¡Dios mío, se están cayendo ángeles del cielo! Tengo uno muy pequeño en mis brazos y el otro… - Matt entró a la habitación en el momento en que quité la toalla de mi cabello. - ¿Y el otro? – volteé y le sonreí.


- Me lo reservo – colocó a la bebe en el centro de la cama con su cobija amarilla bajo de ella. Empezó a quitarse la corbata. - Déjame hacerlo a mí. Desalojé el dudo y se la quité. Sin medirle permiso, desabroché los botones de su camisa. Uno por uno. Él desabrochó los botones que estaban en las muñecas de la misma. Coloqué la camisa blanca en el borde de la cama. Aproveché y con la punta de mis dedos, acaricié sus llamativos músculos abdominales. Tenía un cuerpo muy sexy. No tenía que envidiarle a nadie, pues yo tenía en mis manos al hombre más sensual del mundo. - Vas a terminar en el piso – habló el empresario. - ¡¿Qué?! - Deja de morderte el labio o déjame morderlo yo. - Mejor ayúdame a bañar a Eva. - ¿La bañaras en la bañera? - Había leído en un block que limpiara a la bebe con pañitos… - Vamos a bañarla. Soy hay que tener cuidado de no dejar resbalarla y que no le caiga jabón en la carita.


Otra vez me sorprende todo lo que sabe. No me queda duda de que Alice le enseñó muy bien. Acepté bañarla en la bañera. Mientras él iba a buscar lo necesario para el baño, yo desvestida a Eva. Poco a poco retiré el pijama del cuerpecito de mi hija. La niña estaba despierta y moviéndose mucho, así que empecé a hablarle con dulzura para llamar su atención. Una vez que retiré por completo el pijama, su piel empezó a colocarse igual que aquella vez en el hospital. Tenía frio y empezó a llorar. El aire acondicionado de la habitación principal estaba encendido. Abrigué rápidamente a Eva con su manta amarilla. - ¡Matt! – lo llamé. No tan fuerte para no asustar a la niña - ¡Matthew, ven! - ¿Qué pasa? – entró en la habitación con la toalla de bebe en una mano. - El aire. Entendió sin mucha explicación y con el control apagó el aire acondicionado. Cargué a Eva y la llevé a su nueva habitación. La bañera ya tenía el agua necesaria y el reductor de recién nacido. El termómetro, que había introducido Matt antes de que lo llamara, ya indicaba la temperatura correcta.


En el cambiador de bebe, le quité el pañal a la niña y la limpie un poco con las toallitas húmedas. Antes de que Eva entrara a la bañera, me aseguré que tuviera todo cerca. El jabón, la esponja especial, la toalla, pañal y ropa limpia. Todo estaba listo. Cuando el agua hiso contacto con la delicada piel de Eva, ella empezó a llorar y a patalear. Con la ayuda de Mat la calmé un poco, aunque no dejó de hacer mohines. Apenas dejábamos de hablarle, se ponía a llorar de nuevo. Mientras yo la sostenía, Matthew le echaba el jabón con la esponjita. - ¡No llores mi niña hermosa! ¡Aquí está mamá! ¡Shhh! – Eva era muy chiquita y se resbalaba fácilmente. - Mantenla con seguridad. - En eso estoy. Tres manos le quitaron el jabón a Eva. La cuarta la sostenía. La niña no dejaba de moverse. Aunque era pequeña, tenía fuerza en las piernitas y en los bracitos. - ¡Dios mío, Matt! - ¡¿Qué?! – se preocupó. - Eva se rasguñó la mejilla. - No te preocupes. Solo hay que cortarle las uñitas. Cuando esté dormida.


Un simple rasguño para mí parecía mucho. ¿Le dolerá? ¿Será por eso qué está llorando? ¿O no le gusta el baño? En estos momentos es donde me doy cuenta que necesito aprender más acerca de los cuidados de mi bebe. Matt agarró la toalla con capucha de elefante fucsia. Saqué a la bebe de la bañera y la coloqué en los brazos que ya estaban preparados para cubrirla y secarla. La niña no paraba de llorar. Las pequeñas lágrimas se confundían con las gotas de agua. Terminé de secar a la bebe antes de colocarle el pañal. En estas últimas semanas he aprendido muchas cosas, y aunque me faltan muchas más por aprender, estoy satisfecha con mi trabajo. Un pijama con pies fue lo que le puse a mi niña. Seguía llorando. Ahora sí, era hora de comer. Me senté en la mecedora que estaba en una de las esquinas de la habitación y comencé a amamantarla. Estaba cansada. Cuidar a un bebe a tiempo completo, es agotable. No dormía las noches corridas, pues Eva se levantaba cada tres horas para comer, y como todavía está muy pequeña, no podía turnarme con Matthew para darle tetero. La niña dejó de alimentarse a los pocos segundos de quedar totalmente dormida. Decidí


dejarla en su nueva cuna y no llevármela al cuarto. Encendí el receptor de bebes y me llevé el que me correspondía a la habitación de al lado. Seguía en ropa interior. No me había puesto el pijama después del baño. Así que, saqué de la maleta una camisa blanca y un short negro. - ¡No! – Matt habló desde la cama. Estaba acostado de lado con vista hacía mí. - Tengo frío. Me cubriré un poco. - Te dije que no. Si tienes frío, ven y yo te lo quito – agarró una sabana y me invitó a entrar en ella con él. Dejé la ropa encima de la maleta y me fui con pasos seguros hacía él. Al acostarme en su cama, me cubrió con la sabana y me atrajo hacía él de manera que quedara de espaldas. - ¿Cómoda? – preguntó muy cerca de mi cuello. Pude sentir su aliento hacer contacto con mi piel descubierta. - ¡Sí! – como siempre hacía mi madre con mi padre, pregunté por el trabajo - ¿Cómo te fue en el trabajo el día de hoy? - ¿Qué? - Te pregunté por el trabajo – como no respondió, seguí hablando – Mi madre siempre le preguntaba eso a mi padre o


viceversa. Ahora yo te pregunto a ti. ¿Qué tal el trabajo? - Bien – tardó un poco en responder. - ¿Me puedes contar lo que hiciste? - Firmé documentos – esta vez fue más rápido en responder – Me reuní con unos colegas. Verifiqué las ventas y… - ¿Y…? - Pensé en ti – unos de sus tiernos besos se posó en mi hombro. Esta vez fui yo la que no dijo nada. No sabía que responderle. Parece mentira, pero es la primera persona que me lo dice de una manera que parezca importante. Y como dicen algunas personas: “Me agarró fuera de la base”. - ¿Y tú, qué hiciste? – rompió mis pensamientos. - Cuidar de Eva y ayudar a Jami con la tarea de matemática – al recordar esta tarde, me vino a la cabeza la pequeña niña que me encontré en Delphi – ¿Te puedo decir algo sin que te molestes? – hice una pausa – Prométemelo. - Trataré de no hacerlo. Lo prometo. Me quedé pensando en lo que me había dicho la pequeña niña. Pero lo que más aturdía mis pensamientos, era en cómo decirle a Matt.


- Hoy, en Delphi, me encontré a una niña que me dijo que yo era la tía de Jami. Su cuerpo se tensó. Alejó sus manos de mi espalda, y poco a poco fue retirando su cuerpo de la cama. Cuando volteé, lo vi sentado con las manos en la cabeza de espaldas a mí. Se levantó de la cama y se dirigió a la puerta. - Lo prometiste – no quería que se fuera. Se volteo. - ¿Quién te dijo eso? Sus ojos estaban rojos e impaciente. Podía notar su molestia. - Una niña que estaba… - ¿Por qué te dijo eso? - Ella sabía que eres mi novio. También me dijo que como Jami es tu sobrino, yo soy su tía. - ¿Cuál es la pregunta? - ¿Qué es verdad en todo esto? – sabía perfectamente la respuesta, pero actué como si no supiera. - No es el momento… - ¿Entonces cuando es el momento? – subí el tono de voz – ¿Cuándo me canse de pelear contigo? ¿O cuándo me vaya? – estaba muy alterada – Siempre te molestas cuando tocamos este tema. Siempre te molestas


cuando quiero hablar y tu no. Siempre te molestas con todo. Maldita sea. Ya vasta, Matthew – respiré un poco. Traté de calmarme y bajé el tono de vos – ¿Cuándo me darás un voto de confianza? El furioso hombre que estaba de pies, se subió sobre mí bruscamente y empezó a besarme con furia. Traté de empujarlo con todas mis fuerzas, pero la bestia que estaba encima era mucho más fuerte que yo. Lo único que podía hacer era mover la cabeza para los lados y así evitar sus furiosos besos. Me hacía daño. Su brutal fuerza me maltrataba las muñecas y sus besos destrozaban los labios. Empecé a llorar. Grandes lágrimas brotaban de mis ojos y eran adsorbidas por las sabanas de la cama. - ¡Déjame! ¡Me haces daño! ¡Por favor! ¡Por favor Matthew! Por más que le suplicaba, no dejaba de besarme a la fuerza. Sus salvajes besos me sabían a hierro. Sangre. Uno de los dos estaba sangrando. Lo más probable es que fuera yo. Cuando tenía dieciséis, uno de mis buenos amigos me enseñó varios trucos para escaparme de hombres violentos. Tomé uno de esos concejos y le


di un fuerte rodillazo en la parte más dolorosa de un hombre. Sus genitales. El golpe funcionó, pues Matt se bajo de mí y puede escapar mientras él luchaba con su dolor. Me dirigí a la habitación donde dormía mi niña. Al llegar, cerré la y le pasé el pestillo. Sabía que en cualquier momento iría a buscarme y no tardaría en encontrarme. Me senté en el piso con las piernas estiradas y la espalda apoyada en la pared. Estaba dolida por lo tosco que había sido Matthew unos minutos antes. Miré mis muñecas y me di cuenta que estaban rojas por el maltrato. Matt llamó a la puerta con suaves golpes. Seguro no quería despertar a la bebe. No le conteste porque al escuchar la puerta, mi corazón se aceleró. Estaba asustada. No quería que volviera a hacerme daño. Era primera vez que sentía miedo por un hombre que ha dormido a mi lado los últimos días de mi vida. - ¡Sara, abre! – su voz estaba calmada. Ya no parecía estar alterada – discúlpame por favor. No quería hacerte daño – hiso una pausa. Supongo que para tomar aire – Sabía que esto iba a pasar algún día – la bestia que lo


había tomado ya no estaba - ¿Puedes abrirme? Quizás estaba loca en esos momentos, pero le abrí la puerta al hombre que me había hecho daño. Al hombre que le tenía miedo. Al ver sus ojos rojizos y llorosos, el miedo se fue desvaneciendo. Había visto los ojos de esa bestia y estaba muy segura que aquellas manos y boca, no eran las que constantemente me tocaban y besaba. - Lo siento – sus ojos me decían la verdad, podía verlo – Lo siento mucho. Las muñecas me dolían mucho, así que me las sobé con cuidado. Los movimientos de mis manos llamaron su atención y me las agarró rápidamente. - ¡Dios mío! Mira como te he maltratado – las sobó igual que yo lo hacía – Lo siento. lo siento mucho. ¡Perdóname! Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando volvieron a hacer contacto con los míos. Levanté mi mano a su cara y con mi dedo índice, le atrapé una lágrima. Por mi mente pasaron fragmentos de cuando me besaba a la fuerza, haciendo que me alejara de él. Matt trató de volver a acercarse, pero antes de que llegara a mí, lo detuve. - No – susurré – Hoy no.


Me senté en la mecedora y cerré los ojos hasta que escuché la puerta cerrarse. Me quedé dormida hasta que la niña me despertó. Hora de comer.

… A la mañana siguiente desperté en la mecedora. La niña comió a las seis y volvió a dormir, decidí salir de la habitación y así lo hice. Entré en la habitación principal y me di cuenta que en la cama no había dormido nadie, pues estaba igual que ayer. Bajé a la cocina para tomar el desayuno que Inés había preparado y como todas las mañanas, me tomé el anticonceptivo. Me senté en la barra de desayunos y empecé a comer. Cuando llevada la mitad del plato, entró Matt con la misma ropa de ayer. - ¡Buenos días! – fue a darme un beso en la boca, pero lo esquivé. - No – me levanté y salí de la cocina. Ya no tenía miedo, pero por alguna razón desconocida, no quería que me tocara. Iba a subir las escaleras cuando vi la puerta de la oficina de trabajo. Me devolví y entré en ella. Era totalmente diferente al resto de la casa. Era


oscura. El escritorio, el asiento e incluso las cortinas que tapaban la pared de vidrio, eran negros. En el escritorio resaltaban los pocos adornos de plata. Un cuadro de mesa que estaba encima del escritorio llamó mi atención. La foto que llevaba, era de un precioso niño como de dos años de edad, con cabello rubio, ojos oscuros y mejillas rosadas. Jami. Ese pequeño que estaba ahí era Jami. Estaba sonriendo y se veía feliz. Agarré el cuadro y lo detallé mientras me dirigía a la ventana para obtener un poco más de luz. En ese momento, escuché la puerta abrirse. Me asusté al ver a Matthew en la puerta. Nuestras miradas se conectaron, pero, rápidamente, la suya llegó al cuadro que tenía abrazado entre mis brazos. Matt suspiró y empezó a hablar espontáneamente. - Hace muchos años. En el 2004, un grupo de… – dejó el silencio en el aire hasta que lo interrumpió – secuestraron a los hermanos Bush. Yo, tenía diecisiete años y Alece quince. Nadie, más que ella y yo, sabe lo que realmente nos ocurrió es día. Ese desgraciado día – cerró la puerta – Jami es mi sobrino. Alice la violaron a los quince años. Arrebatándole su dulzura e inocencia. Ella


fue a terapia, pero yo no. Sí quería ir, pero no podía… – se detuvo y caminó hacía la ventana y yo hacía la puerta. Matt quedó de espaldas a mí – Las personas que lo sabes, siempre han sabido la versión de mi hermana. Yo nunca conté la mía… - Confía en mí – le recordé. - Lo estoy haciendo, pero no estoy preparado para revelarlo todo. Nunca he hablado. Sé que tengo que asistir a un psicólogo. Pero no puedo. Dejó de hablar y me le acerqué. Lo abrasé y lo besé. Sabía que había dado un paso grande a la confianza. Uno de muchos. - ¡Gracias! – sentí su abrazo más fuerte al escucharme decir esa simple palabra – Te quiero, Matt. Te quiero y lo sabes.



Capitulo 18

Ese fin de semana no salimos del departamento. Matt tenía trabajo pendiente y como estábamos solos con Eva, pude ayudarlo como su asistente personal. Me comentó que va a lanzar al mercado una línea de productos para bebe, pero que este negocio está comenzando a formarse. También tenía en mente productos que quitaran las manchas de la piel. Estos dos nuevos lanzamientos, que apenas estaban prosperando, serán un éxito como todos los productos Bush. Cuando a Matthew se le ocurre algo, siempre termina en grandes pasos. No lo conozco de toda la vida, pero si he leído sus progresos en los negocios y son muy impresionantes. Lo único que no ha logrado superar, es en lo que les sucedió el día del secuestro. Alice lo ha llevado muy bien, pero a Matt le cuesta mucho, aunque ha sabido ocultarlo.


El lunes se fue a trabajar más temprano que lo habitual. No desayunó y tampoco fue a almorzar en la tarde. No me había comunicado con él durante todo el día. Sabía que tenía mucho trabajo, pero no imaginaba que se olvidaría de mí. No le quise marcar a su Smartphone porque sé que incomoda que estén molestando cuando se está ocupado. Agarré mi celular y a la niña, que estaba despierta, y me fui a la sala donde está el televisor. Había que entrar en la cocina y luego pasar por la puerta donde entraba Carvajal constantemente para ir a su habitación. Entré en la primera puerta de la derecha y me encontré un televisor muy grande. Al frente de la TV, estaba un sofá de cuero vinotinto enorme. La habitación tenía estéreo, Blu Ray, consolas de video juego, dos puff negros y un estante incrustado en la pared con películas y juegos originales. Las paredes estaban pintadas de blanco. Y como la mayoría de las habitaciones de este Townhouse, tenía una pared de vidrio que estaba al frente de la TV. Me extrañó no ver cortinas, pero quizás se oscurecían como los de su oficina. Detallé una puerta de vidrio que llevaba a un área libre. ¡Este Townhouse era más grande de lo que pensaba!


El aviso del teléfono indicó que había llegado un correo. Me detuvo a la mitad de camino hacia la puerta. Me había llegado un correo de Matt.

De: Matthew Bush Fecha: 30 de Septiembre de 2013 13:05 Para: Sara Carter Asunto: Tú Hola: He estado trabajando todo el día, firmando documentos, leyendo correos e incluso reunido con socios. Pero no se me ha salido de los pensamientos algo muy importante que necesito: Tú Matthew Bush Presidente y Dueño de Cometic Company Bush. Inc

De: Sara Carter Fecha: 30 de Septiembre de 2013 13:10 Para: Matthew Bush Asunto: Tú. Hola: Pensé que no te acordabas que te estoy esperando en casa para tenerte abrazado bajo tus sabanas. Sara Carter Asistente personal del Sr. Matthew Bush


De: Matthew Bush Fecha: 30 de Septiembre de 2013 13:14 Para: Sara Carter Asunto: Tú. Me embrujaste mi Ángel. Me duele ver tu escritorio solo. PD: No te canses de esperarme. Matthew Bush Presidente y Dueño desesperad de Cometic Company Bush. Inc De: Sara Carter Fecha: 30 de Septiembre de 2013 13:20 Para: Matthew Bush Asunto: Tú. Recuerda que estoy en cuarentena, mi vida. PD: Nunca. Sara Carter Asistente personal en cuarentena del Sr. Matthew Bush De: Matthew Bush Fecha: 30 de Septiembre de 2013 13:24 Para: Sara Carter Asunto: Tú. Cuento los días para que se acabe la espera. Matthew Bush Presidente y Dueño en cuarentena de Cometic Company Bush. Inc


La niña, que la había acostado en el sofá encima de su manta, empezó a llorar. Tecleé un correo rápido diciéndole a Matt que tenía que atender a Eva y dejé el teléfono a mi lado. - ¿Qué pasó mi muñequita hermosa? ¡Mamá te descuidó! – la niña comenzó a calmarse y a hacer mohines – Vamos a cambiarte el pañal y a dormir. Salí de la habitación de televisión y me dirigí al de la niña. En el cambiador le cambie el pañalito que no estaba muy húmedo y, luego de pasarle toallitas húmedas para limpiarla, de echarle la cremita y de colocarle el pañal nuevo, le acomodé la pijama rosadita para dormirla.

… El martes y el miércoles fueron días corrientes. Sin alguna clase de anomalía. Yo cuidaba a mi bebe y Matt trabajaba. En la noche hablábamos de lo que habíamos hecho y, después de hacernos cariñitos, dormíamos. Para el jueves, a Eva no le quedaban residuos del cordón umbilical. Se le había caído por completo. Mi niña estaba creciendo. Ya no dormía tanto. Y ahora comía cada cuatro horas.


En estos días, Matt, se comportaba como un padre. El padre que le faltaba a mi hija. Cada día que pasaba, ellos dos, se parecían más. Mismo comportamiento. Mismo color de ojos. Misma mirada tierna y sincera. E incluso mismo carácter. - ¡Sara! ¡Mi Ángel! – Matt me estaba despertando para darle de comer e Eva. ¡Despierta! ¡Hora de comer! - ¿Ya se despertó? - La tengo en mis brazos y no deja de mimarme. Abrí los ojos y vi a la pequeña acurrucada en los brazos de Matt. Me senté en la cama con los ojos cerrados. Estaba más cansada que las otras veces. Tenía que hacer un esfuerzo para mantenerme despierta hasta que la bebe termine de comer. Me levanté y me dirigí tambaleándome al baño. Antes de empezar a amamantar decidí ir a hacer pis. Así que lo hice. Me lave la cara. Mi madre siempre me decía que eso me despertaría. Pero nunca me ha funcionado. Al salir del baño, descubrí a Matt meciendo a mi niña en sus antebrazos. Eva estaba tranquila. Lo miraba. Lo miraba fijamente mientras el grandulón que la entretenía le cantaba. ¡Wow!


“De tu corazón con mi corazón De mis manos temblorosas arañando al colchón. Quien va a quererme soportar Y entender mi mal humor, Si te digo la verdad No quiero verme solo.” ¡Dios mío! ¡Su vos! Su vos es hermosa. Nunca lo había escuchado cantando. Ni me imaginaba que tendría ese talento. Pero si lo tiene. Es asombroso ver a ese hombre cantándole a mi Eva. Entre ellos dos había una conexión. Una enorme conexión. La niña tenía los ojos bien abiertos, clavados en los de él, mientras escuchaba con atención la maravillosa vos de Matt. “Quién abrirá la puerta hoy Para ver salir el sol Sin que lo apague el dolor Que me dejó aquella obsesión.” Me fui acercándome a ellos con sumo cuidado. Tratando de no romper su conexión. Me fue imposible. Matt volteó a verme y dejó de cantar. Aunque no se escuchaba ningún canto, Eva seguía mirándolo fijamente. - Es hermoso…


- ¿Qué cosa? – la niña volvió a ser acurrucada por los grandes brazos. - Lo que haces – seguía mirándome extrañado, como si no entendiera lo que decía – Cantar de esa manera. Es hermoso. Tu vos es hermosa. - Ven a darle de comer a la niña. Esquivo mis halagos. Me senté en la cama y me acomodé en ella. Seguía pensando en Eva y Matt. Es impresionante como la bebe queda embelesada viendo al empresario canta estupendamente bien. Eva, al terminar de comer, no quedó dormida. Matt la agarró y le sacó los gases, y con todo y eso no se durmió. ¿Estará esperando que le canten? - Mi vida. - Dime mi Ángel. - Cántale para que se duerma – antes de que dijera algo más, continué – No deja de verte. Le gusta tu vos. Te reconoce. Sus mejillas se enrojecieron. - ¿Qué pasa? ¿Te da pena? - Sí – susurró – No suelo cantar dejante de personas… - No diré nada. Te guardaré el secreto.


Matthew me beso lentamente mientras me acariciaba la mejilla con una de sus manos. Después de ese tierno beso, dejó sus labios muy cerca de los míos, pero sin hacer ningún contacto. Tenía los ojos cerrados cuando empezó a cantar la canción que habíamos bailado en público hace ya muchas noches atrás. “I sit and wait Does an angel contemplate my fate And do they know The places where we go When we're grey and old 'cos I've been told That salvation lets their wings unfold So when I'm lying in my bed Thoughts running through my head And I feel that love is dead I'm loving angels instead And through it all she offers me protection A lot of love and affection Whether I'm right or wrong And down the waterfall Wherever it may take me I know that life wont break me When I come to call she wont forsake me I'm loving angels instead”


Su magnífica voz y la estupenda letra de la canción, hicieron que las lágrimas empezaran a resbalar por la mejilla. Me acordé de esos pequeños minutos que nos conectaron en la fiesta de la Mansión Mirrors y podía jugar que él también se acordaba. He escuchado personas cantando, pero no muchas cantan con verdadero sentimientos. Matt si logró hacerlo. Sentía como si estuviera dedicándome la canción. Cuando dejó de cantarla, pude lograr volver a colocar los pies en tierra firme. Sus ojos estaban brillantes. En ellos había más que una mirada. Había sentimientos encontrados. De esos que son confusos. Los que no logramos definir nosotros mismo, pero la persona que nos acompaña si puede lograr organizarlos. Pues yo lo hice. Y los exprese en dos palabras. - ¡Yo también! – se sorprendió al oírme. Sé que le cuesta bastante expresar sus sentimientos. Aunque no se la razón específicamente, puedo llegar a concluir que se debe por el secuestro. No me respondió. Sabía que mis palabras lo dejarían sin decir nada. Lo dejé sentado en la cama solo. Salí de la habitación para ir a acostar a la niña que se había


quedado dormida antes de que la canción de Matt se acabara. La dejé en la cuna y prendí el radio. Cuando regresé a la habitación principal, Matthew no estaba en la cama. Se había ido a bañar. Era jueves y tenía que ir a trabajar. Quería ir con él. Salir de la casa. Aunque todas las mañanas voy al espacio al aire libre, que esta tras pasar la puerta de vidrio de la sala de TV, para agarrar los primeros rayitos de sol. A Eva le hacían bien y a mí me gustaba. Sin que él me diera permiso, preparé todos los implementos de Eva para poder salir con ella y empezar a distraerme trabajando o solamente viendo a mi hombre haciendo lo que constantemente hace. Entré al baño principal después de arreglar las cosas de la bebe. Matthew ya había salido y me apresuré en bañarme. Me deshice de la ropa y me di una ducha rápida sin mojar mi cabello. Salí y me coloqué la bata de baño. Descalza y sin ropa, caminé por la casa en busca de Matt. Lo vi en la cocina. Sentado en uno de los taburetes altos de la barra de desayunos, de espaldas a la puerta, comiendo chocolate con una cucharilla pequeña. - Hola- dije. Solo desvió la mirada hacia mí sin bajar la cucharilla.


Me le acerqué y me situé de frente a él. Entre sus piernas, con las manos en sus mejillas, volteé un poco su cara a la derecha y con mi boca le quité la mancha de chocolate que tenía en la comisura de los labios. En ese momento si soltó la cucharilla haciendo un sonido desagradable al caer en la piedra de la mesa. - ¿Te encanta? - ¡Sí! - sus manos se posaron en mi cadera. - Estoy preguntando por el chocolate. - Eso también me gusta. Unté uno de mis dedos con el chocolate que estaba en el envase y pasé el dulce desde su mejilla hasta su cuello. El placer empezó a subir igual que la fogosidad. Por mi mente pasaban muchas cosas y una de esas era: empezar a jugar. Mordí mis labios para provocar a Matt. No sé si llegó a darme pase libre, pero igual lo hice. La suave carne de mis labios fueron los primeros en hacer conexión con su piel. Luego fue la punta de mi lengua. Al abrir la boca lo suficiente, empecé a cerrarla y al mismo tiempo succioné. Quité todo rastro de chocolate de su cuerpo. Con la mano derecha empecé a desbotonar su camisa blanca y a medida que su pecho quedaba descubierto, lo llenaba del dulce. Empecé a


escuchar sus ronroneos. Estaba al tanto que esas son señales de excitación. Quizás era un buen momento para decirle que me iría con él. - Hoy…me voy…contigo – no estaba tartamudeando, solo tenía la boca ocupada. - Mmm… No seguí hablando. Terminé con los botones de su camisa y empecé a lamer el chocolate que quedaba en el cuello. Con su cabeza un poco hacia atrás y sus manos apretando mi trasero, gemí. Enredé mis dedos en su cabello y aumenté la pasión. El sabor de su piel y el de el chocolate, hacían una mescla estupenda. Los bombones no son mis favoritos. Pero uno como este, ¡No lo compartiría jamás! Llegué a sus duras tetillas. No sé qué tan efectivo es, pero traté de excitarlo como él lo hacía conmigo. Poco a poco fui bajando, y saboreando cada centímetro de su pecho y abdomen. Deleitarse con él no es muy complicado. Su cuerpo, para mí y para muchas otras, era perfecto. No tenía nada que envidiarle a nadie. Tenía todo lo que quería y lo que no, también. Con una palanca, Matt bajó el taburete lo más rápido posible para que pudiera quedar arrodillada al frente de él. Tenía mi boca haciendo


su trabajo muy cerca del ombligo, mientras mi barbilla rozaba su apretado sexo. Desabroché el botón del pantalón de vestir y bajé la cremallera. La última vez que habíamos estado en la cocina haciendo actos indecentes, entró Carvajal. Esta vez no me importó, pues, el deseo era tan grande que no llegaríamos a las escaleras para subir a la habitación. Matthew me ayudó con sus pantalones y sus apretados bóxers. Al bajarlos, su gran miembro se liberó. Estaba listo para recibir su boca y yo preparada para hacerlo vibrar. Subí la mirada hacía él y no sé que pudo leer en mis ojos, pero lo que estaba pensando lo adivinó, aunque no con exactitud. Le quería decir que me pasara el chocolate, pero él mismo agarró el dulce con sus dedos y lo adhirió en su erección. Satisfecha por su permiso, logré introducir la cabeza en mi boca. Fui descendiendo por el camino largo y ancho, pero me detuve en el camino y volví a subir. Repetí el procedimiento muchas veces. Tantas veces hasta que quedara sin chocolate. Sin embargo, no me detuve, seguí follándolo con mi boca mientras aplicaba un poco más de presión y velocidad.


Unos de sus movimientos, me indicó que estaba por correrse. No me detuve. Esto hiso que siguiera haciendo más fricción en el miembro y apretando mi boca hice que acabara en ella. El latigazo golpeó mi garganta haciendo que me atragantara. Tragué hábilmente. Y seguí pidiendo más. - ¡Dios mío! – apenas se le escuchaba la voz. Sin quitarle la mirada de encima, bajé a intensidad y empecé a hacerlo suave, lento y preciso. Podía ver desde abajo su cara de excitación, sus ojos cerrados y su cara inclinada hacia atrás. Degustaba de la vista. De sus sobresaltos y su relajaciones. Eyaculó sin avisar por segunda vez. Eso me tomó por sorpresa haciendo que tragara rápidamente de nuevo. Aunque estaba satisfecha, quería tener más. Así que decidí dar otro paso. Lujuria. Saqué su pene de mi boca y lo agarré con una mano. Con la otra le unté un poco de chocolate en la punta. Solo en la punta. No sabía lo que estaba haciendo. Me dejé llevar por la imaginación. La curiosidad le ganó al temor. Con solo la punta de mi lengua, comencé a quitar el chocolate como si quisiera meterla en la


uretra. Mi mirada volvió a subir y vi la cara de estupefacción que había puesto Matt al ver lo que estaba haciendo. Dejé de hacerlo y le sonreí. Y unos segundos más tarde volví a la acción. Apretando fuerte con la boca pero bajando lentamente hasta el punto en que mi barbilla tocó sus testículos. ¿¡Hasta donde es capaz de entrar su miembro en mi boca!? Subí, bajé y volví a subir. Esta vez me quedé en la punta. Succionando y saboreando el dulce sabor del chocolate. Lo mordí un poco fuerte, pero no tanto para que no se maltratara. Gimió y al mismo tiempo se agarró fuertemente de la orilla de la barra de desayunos. Mis ojos volvieron a mirarle la cara y sin parpadear, fui bajando, pero esta vez apretando su pene con los dientes. En el momento en que sus ojos se abrieron y se conectaron con los míos, volvió a correrse llegando al clímax. Por tercera vez tuve que tragar fuerte. Aunque esta última salió con más presión y tanta cantidad que tuve que tragar una parte y luego otra.


Capítulo 19

Quedé cansada apoyada en la mesa. Esperamos un rato sin hablar para recuperar el aliento. Cuando lo miré, todavía tenía su erección intacta. Él era insaciable. Y a mí me sobraban las ganas de saciarlo. Como todavía estaba con la bata de baño, me la quité ante sus ojos. Dejándola en el piso para luego montarme encima de él. El taburete quizás no podía aguantar el peso de los dos y se podía desplomar. Pero no me importó. Tenía ganas de ser penetrada, aunque, sabía perfectamente que no se han terminado los días de cuarentena. Necesitaba de él tanto como, seguramente, él de mí. Estábamos muy calientes. Dispuestos de hacer y dejarnos hace todo. Ya habían pasado varios días sin tener sexo con penetración. Lo necesitaba con urgencias. Necesitaba volverlo a sentir dentro de mí. Sentir como su miembro llega a lo más profundo de mí ser.


Montada encima de él, con su erección en frente de mi monte de Venus, empecé a besarlo. Jalé su cabello hacía atrás para que me permitiera el paso a su cuello. El control lo tenía yo. Podía manejarlo a mi antojo. Provocarlo. Tocarlo. Excitarlo. Pero esos momentos se acabaron cuando me detuvo en seco. - No podemos. - Lo sé. Una sola vez no debería de hacer daño. ¿O sí? – no sé si lo que estaba diciendo yo era la verdad. - No mi Ángel. No podemos – a pesar que sus ganas eran iguales o mayores que las mías, él sabía perfectamente que no me podía penetrar. - ¡Por favor! Cumple mis ganas – empecé a besarle el cuello - ¡Por favor! – musité excitada. No me dio respuestas, pero sus actos me dieron buena señal. De una de las gavetas de la barra de desayunos, sacó una caja de pañuelos. Eran iguales de los que tenía en el auto y en su oficina. Limpió su miembro. - Ok. Vamos a intentarlo. Pero no fuerte. ¿Entendido?


Acepté con la cabeza. Sin darle más larga al asunto, coloqué mis rodillas a los lados de sus piernas. El espacio que tenía para apoyarme, era muy reducido. Lo cual me limitaba para los movimientos. Una mínima equivocación y me caería dándome un mal golpe. Empecé a besarlo con frenesí. Sin detenerme. Sus manos me agarraban por la cintura para ayudarme a mantenerme arriba mientras seguíamos besándonos. No quería esperar más, así que empecé a bajar y centímetro a centímetro se fue introduciendo dentro de mí. Ya adentro, no nos movimos. Dejé caer mi cuerpo hacia atrás mientras Matt me sujetaba fuertemente para no caerme. Sentir esa sensación después de tanto tiempo, es placentero. - ¡Gracias! – susurré. - ¡Eres hermosa! Me sostuve de su cuello para inclinarme hacia él. Haciendo movimientos suaves, empezamos a movernos tradicionalmente. Gemí. Mordía su oreja mientras bajaba y subía incontables veces. Gemí. Necesitaba un poco más de rapidez y traté de hacerlo cuando Matthew se bajó de la silla conmigo enganchada a él. Fue tan rápido que no me dejó ni toma un poco de aire.


Me apoyó de una pared y empezó a penetrarme más fuerte. Con embutidas duras y lentas. Gemí. Mis piernas se habían enrollado automáticamente alrededor de su cintura, sin impedir sus movimientos. Él me besaba. Sus besos sabían a chocolate. Disfrutando del momento mientras entraba y salía de mí. De repente se detuvo en seco. Sacó su gran sexo de mí y me bajó. Estaba de pies agarrada a la pared. Mis piernas temblaban. Sentía que me iba a derrumbar en cualquier momento. Vi como se apoyó también en la pared con una mano abierta. Agarrando su pene con la otra, eyaculó en el suelo. En ese momento, caí en cuenta que no tenía condón. Lo estábamos haciendo sin protección. Cosa que no deberíamos de hacer, ya que una mujer en estado de posparto, tenía más probabilidades de quedar embarazada de nuevo. ¡Maldita sea! Con mi cara de aterrorizada, vi como Matthew buscó los papeles y se volvió a limpiar. Esta vez lo hiso con mucho cuidado. Teniendo en cuenta lo del embarazo. Al terminar, volvió agarrarme. Esta vez no me apoyó en la pared, sino que se subió a la barra de desayunos y luego me cargó. Quedé ahorcadas


sobre él. Pero no nos quedamos en esa posición. Él se volteó y quedé acostada en la fría mesa. Pensé que volvería a penetrarme, pero lo que hiso me sorprendió aun más. Agarró el envase de chocolate y coloquó un poco en distintas partes de mi cuerpo. Ahora era su turno. Quitó el chocolate de mi cuello. Luego el de mis pezones. Tarjándose más con ellos. Cada vez que los apretaba me solían muchísimo. Mis tetas habían crecido. Eran muy grandes. Matt disfrutó y aprovechando la situación, empezó a succionar y sacar leche de ellos. Me dolía. Me ardían. Sentía que me quemaban. Pero mientras más sentía esos dolores, más me excitaba. - Mantén la boca abierta – informó. Le hice caso. El volvió a succionar del pezón y después de un momento, llegó a mi boca. Depositó en ella la leche que había sacado, dejándome pasmada. No me esperaba beber de mi propia leche materna. No tenía mal sabor. Era dulce, tibia y me sabía a chocolate. - ¡Rico! ¿No crees? – Matt estaba más arriba de la excitación. - No está mal.


Aunque pensé que se seguiría succionándome los pezones, él bajó al ombligo. Del ombligo llegó a mi vagina. Me abrí para que tuviera un acceso más fácil. Mientras más tiempo estaba allá abajo, más me excitaba. Gemí llegando al clímax. Sentí que pude tocar las nubes con la punta de los dedos. Pero esa ilusión se cortó rápidamente, cuando escuché unos platos que se partieron. En la mesa donde estábamos, había unos platos blancos que se acababan de hacer añicos al caer al piso.

… Nuestro encuentro sexual terminó en el momento en que oímos los platos romperse. Ya estábamos cansados. Y teníamos que ir a trabajar. Volvimos a bañarnos, pero esta vez lo hicimos juntos. Al recordarle que me iría con él al trabajo, puso unos que otros “peros”, pero no se molestó. Lo que acabábamos de hacer nos satisfizo tanto que no era imposible molestarse tan rápido. Al final accedió. Me coloqué un pantalón corte alto apretado negro y una camisa blanca maga larga de botones, un cinturón grueso de cuero blanco negro, y zapatillas de tacón alto negro.


Dejé que mis grandes senos lucieran dejando los tres primeros botones contando el del cuello. Mi figura había vuelto a la normalidad. La camisa me cerraba y me quedaba perfecta. El collar que me coloqué, era muy sencillo. Una fina cadena con un dije de plata. Me maquillé. Matt entró en la habitación y se quedó sorprendido por mi ropa. Siempre me había visto panzona o poco arreglada. Ahora tenía en frente a una mujer que no conocía. Tenía los ojos maquillados resaltando el gris de ellos. - ¡Dios mío! – esas fueron sus palabras al verme – Te llevaré más seguido a trabajar. Me reí. Estábamos de buen humor. El chocolate y el sexo nos subieron la dopamina y la endorfina. Matthew se acercó a mí, posó su mano en mi cadera y me beso. - Tengo un regalo para ti. Lo miré fijamente a los ojos esperando que siguiera hablando. Pero no lo hiso. De su bolsillo sacó una cajita pequeña elegante y negra. La abrió y pude ver unos zarcillos de dos centímetros de largo y una piedra de zafiro. - Para ti, mi Ángel – volvió a besarme, pero esta vez con más intensidad – Póntelos.


Me coloqué los finos aretes que me acababa de regalar Matt. Eran hermosos. Sencillos y elegantes. - ¡Gracias, mi vida! – lo besé y salí de la habitación para ir a donde estaba Eva. Fui a cambiar a la niña. Estaba dormidita, así que primero busqué la ropa y luego la vestí con mucho cuidado. Le coloqué un vestido blanco con líneas horizontales y verticales azul marino. Medias cortas blancas acompañadas de Merceditas azul marino. La peiné y la cargué. - ¡Sara! – Matt me llamó – Ya nos vamos ¿Ya estás lista? – entró en la habitación detrás de mí. - Ya casi estamos listas. Dame un minuto para terminarla de arreglar. Hice los últimos retoques técnicos. Agarré la manta de seguridad y me la coloqué en el hombro. Le entregué a Matt la pañalera de Eva con una manta blanca y el suéter corto que venía con la ropita. Una vez con las cosas recogidas, agarré a la niña y Matthew le amarró la cuerdita de la espalda que traía el vestido. Coloqué a Eva en el porta bebe. Matt llevaba a la niña y yo las cosas que le había dado en la habitación. Nos montamos en el ascensor y


bajamos directo al estacionamiento. Entramos en el Lexus, acomodamos todo y nos introducimos al tráfico común de la calle. Antes de llegar a nuestro destino, la niña empezó a llorar. Podía tener el pañal mojado o tener hambre. Matt aparcó un momento mientras yo me pasaba a la parte de atrás para atender a Eva. Revisé su pañal Gdiapers, no estaba mojado. La niña seguía llorando y no sabía que tenía. La cargué y empezó a buscar mis senos. Hambre, la niña tenía hambre. La amamanté antes de llegar al trabajo. Al llegar al edificio, la niña ya había comido y ya había soltado los gases. No quedo dormida. Tenía los ojos bien abiertos. Su hermoso azul resaltaba en su carita. Bajamos del auto en toda la entrada del edificio. Matt agarró la pañalera, la manta y el suéter. Yo llevaba a la bebe. Al pasar las gigantes puertas de vidrio, causamos impresión. Era raro ver al jefe con las cosas de un bebe en las manos. Matthew siempre cuando entraba radiaba respeto, por esta razón, las personas lo saludaron como si nada. Tenía semanas sin pasar por las oficinas. Sin ver a los trabajadores del edificio. La recepcionista,


Karin Rümpler, era considerada como una amiga para mí. Al verme se emocionó y se acercó. - Buenos días, Sr. Bush – con todo el respeto posible, ella saludó a Matthew, pues era el feje mayor. - Buenos días Srta. Rúmpler – sin perder la compostura, Matt la saludó. - ¡Sara, que alegría verte por aquí! – me saludó con un beso en el cachete – ¿Cómo has estado? - Bien, muy bien – le sonreí - ¿Y tú? - Igual que siempre – se acomodó los lentes que se le estaban cayendo – ¡Que hermosa bebe! Tuvimos una charla corta sobre la bebe. Quedamos en llamarnos más tarde o vernos luego para ponernos al día. Pensé que el gran jefe subiría a su oficina, pero para mayores sorpresas, se quedó conmigo. En el transcurso en que Karin y yo estábamos hablando, el parking del edificio llegó con el Vista Stroller y acosté a la niña en él cuando había terminado de hablar con mi amiga. Nos montamos en el ascensor para llegar a la oficina del feje mayor. Matt lo detuvo y el elevador


se paró en seco. El Sr. Bush, como todos le decían, me agarró culo y me azotó tres veces. - ¿Y eso por qué fue? – pregunté. - No me gusta quedarme hablando en la recepción. - No te pedí que te quedaras. - No me respondas – volvió a azotarme. - No lo vuelvas a hacer. - No me desafíes – otro azote - ¿Quieres otro? No le respondí. El tampoco me dijo nada. Llegamos a donde estaba la otra recepcionista rubia. Ella saludó a Matt diferente a todos los otros empleados. Pude distinguir lo amable que era con él, solo con él. Esa conducta especial con mi hombre, no me gustaba. Celos. La mujer rubia estaba coqueteándole. Caminé y me fui a la oficina principal dejando solo con la rubia. Estaba celosa y no podía contenerme. No podía seguir viendo a esa mujer insinuándosele a mi hombre. Ella movía el cabello y desabotonaba un botón más de su camisa, mostrándole el sujetador a Matt. Desvié todas esas imágenes de mi cabeza y acomodé el Vista Stroller en algún lugar de la oficina para que la niña pudiera estar tranquila. Como


seguía despierta, la cargué y empecé a mecerla entre mis brazos para dormirla. Matthew llegó y dejó en el sofá la pañalera de la bebe. No le presté atención a lo que estaba haciendo. O eso quise disimular. Seguí meciendo a mi hija, que ya estaba prácticamente dormida. La acosté en el moisés. Tenía que ponerme los protectores de lactancia para que no se manchara la camisa. Saqué la cajita de mi cartera y me dirigí al baño para acomodármelos mejor. - No me molesta si te los pones aquí. - Quiero ir al baño, gracias. Llegué al baño y cerré la puerta con el pestillo. Unos minutos después, escuché que trataban de girar la cerradura del baño. Justo como pensé. Terminé de acomodarme los protectores y traté de que no se vieran. Cuando iba saliendo, vi entrando a Thierry, uno de los socios de Bush. - ¡Vine a conocer a tu hermosa hija! – escuché hablar a Thierry. - Esta dormida. Se acaba de dormir – le dijo Matthew. Los dos hombres comenzaron a hablar de mi hija. Me tardé un poco en salir. Cuando me digné a dejarme ver, Thierry se sorprendió.


- Sara Carter, estás bellísima – el socio de Matthew agarró mi mano y la beso. Todo un caballero. - Muchas gracias – me ruboricé. Vi como Matt se estremecía al ver como el hombre me tocaba la mano. Está sintiendo lo mismo que yo sentí cuando la señorita Vegas empezó a coquetearle. Así que disfruté un poco de la situación. - Escuche desde el baño que querías conocer a la niña. - Sí. Tengo entendido que está dormida. - Te puedo mostrar una foto – hice que soltara mi mano para poder buscar mi Smartphone. Encontré una foto en donde sale la niña con los ojos abiertos. - ¡Dios mío! ¡Tiene sus ojos socio! – dijo Thierry dirigiéndose a Matthew - ¿Entonces es cierto que es tu hija? Un silencio sepulcral creció. Thierry inventó una excusa para retirarse sin que sonada grosero. Sabía perfectamente que yo no era la única que había captado lo descortés que fue Matthew. Al salir Thierry de la oficina, los vidrios se tonaron oscuros. El gran jefe se me acercó tratando de seducirme. Me tomó por la cintura y me apretó


contra su cuerpo. No podía moverme. Estaba inmóvil bajo sus musculosos brazos. Su boca paseo por mis labios, cuellos y senos pero sin hacer contacto con mi piel. No sabía lo que pensaba hacer. Estaba deseosa en tener otro rato, por más pequeño que fuera, como el de la cocina. Si su destino era calentarme, lo estaba logrando sin obstáculos. Me dejé llevar. Su boca pasó por mis labios que deseaban ser besados. No me beso. Lo único que hacía contacto conmigo era su aliento. Su boca se mantuvo distante. Abrí mi boca unos centímetros y cerré los ojos esperando algún contacto de su boca que me hiciera explotar. Gemí al sentir su aliento en mis senos. Posó su boca en mis oídos, pero sin perder la distancia. - Me voy a trabajar – me susurró al oído. Dejó de tócame y se fue a sentarse en su silla ejecutiva. Caliente y deseosa. Así me dejó Matthew. Necesitaba drenar la excitación que me sofocaba. Sus manos dejaron de tocarme y perdí toda la atención posible. Me senté en el sofá. Caliente. Sudorosa. Quería y tenía la necesidad de explotar. Agarré mi Smartphone y busque videos porno. Fue la única


solución que se me ocurrió. Ya que no podía masturbarme. Podía drenar viendo esa clase de videos. Estaba tan caliente que con un simple beso en el cuello me bastaba para correrme. Encontré varios de esos videos. Entre el primer y me coloqué lo auriculares. Una orgia. Cuatro personas. Tres hombres y una mujer. El hombre de tez oscura la penetraba con delante, otro por detrás y el más robusto de ellos, se encargaba de la boca. La mujer estaba triplemente penetrada. Cada hombre se movía a su ritmo propio. La chica no podía gritar, si era que quería. Pero si pude escuchar gemidos y los sonidos que hacían esos tres hombres. Entré al baño y antes de empezar a drenar todo lo que tenía por dentro, volví a cerrar el pestillo. No sé cuanto tiempo duré encerrada en el baño. No sé si mis gemidos se escuchaban afuera. Lo único que sé, es que me corrí. Dejé de ver el video y salí del baño calmada. Había drenado lo suficiente como para trabajar tranquilamente. La mirada de Matthew no dejo de perseguirme es ningún momento. No me dijo nada y tampoco lo miré. En estos momentos no quería


verlo. Así que me acosté en el sofá con los ojos cerrados.

… Escuché a Eva llorar. Me quede dormida en el sofá. Una larga sesión de sexo y otra más pequeña un poco más tarde, eran demasiado para cualquiera. Estaba completamente agotada. Me levanté para atender a la niña. Matthew estaba en su escritorio firmando documentos. Como siempre. Cargué a mi bebe y le cambié el pañal antes de darle de comer. Al terminar de cambiarle el pañal, lo arrojé por el inodoro como decían las instrucciones de los pañales Gdiapers. Desabroché los botones de mi camisa blanca y retiré el ganchito del sujetador materno. También quité el protector antes de empezar a amamantar. Me despreocupé por taparme. El hombre que estaba cerca de mí, ya había visto más de lo que me imaginé que podía ver. Aunque estaba concertada con la niña, sentía la mirada de Matthew. Vi, de reojo, que detuvo todo su trabajo para verme amamantar a mi hija. Aguanté la sonrisa y no le presté atención. Cosa que se me hiso difícil, ya que, estaba embelesado viendome.


Cambié a Eva de seno. Empezó a comer del derecho y terminó por el izquierdo. Aunque los dos tenían lo suficiente como para alimentar a otro bebe más, preferiría que los dos se vacíen simultáneamente. Al ver que la niña había quedado totalmente dormida y que ya estaba terminando de alimentarse, Matthew se levantó de su silla ejecutiva y agarró la manta de seguridad para sacarle los gases a Eva. Mientras él se encargaba de la niña, que reposaba en su hombro derrotada, yo me acomodaba los senos. Matt atendió su teléfono que estaba encima de su escritorio y, a través de él, dio órdenes a alguien que pasara. Unos instantes después la puerta se abrió, haciéndome asustar un poco, ya que todavía me faltaba acomodarme los protectores. Alguien, que nunca había visto, entró los la puerta que aún estaba oscura. - Permiso, señor Bush. Aquí le traigo la comida que pidió para el almuerzo. - Pasa y colócalos en la mesa. La señora, que al parecer trabajaba en la empresa, tenía apariencia de ser una de las cocineras del comedor. Vestía de camisón blanco y pantalón negro, y traía el almuerzo en bandejas tapadas. Como un servicio a cuarto en un hotel.


La chica, terminó de arreglar la comida sin dejar de ver, por el rabillo del ojo, a Matthew atendiendo a la niña. Estaba fascinada. ¿Es que nadie de esta empresa ha visto a un nombre atender a un bebe? La señora se retiró cerrando la puerta tras de ella. Matt dejó a Eva dormida en el moisés del Vista Stroller. La niña ya había comido. Ahora era turno de los mayores. Destapé unos de los platos que estaban en la mesita de café. Me encontré con un bistec tres cuartos y espárragos en salsa. Se me hiso agua la boca y agarré uno de los espárragos con el tenedor. - Mmm – lo que acababa de decir no fue para excitar a nadie, simplemente, la comida estaba muy rica. - ¿Te gusta? - Mucho – agarré el cuchillo y corté un pedazo de la jugosa carne. La carne estaba igual de deliciosa que los espárragos. Había empezado a comer sin esperar a Matt – ¡Buen provecho! No me respondió, sino que me dio un suave beso en los labios, quitándome el residuo del jugo de la carne que quedaba en ellos. - Así sabe mejor. Lo miré con cara de poco amigos y seguí comiéndome la deliciosa comida que estaba en la


mesita. Después de acabármelo, venía el postre. Tartaletas de frambuesas.

… Después de comer, ayudé a Matthew con el trabajo haciendo lo que me correspondía. Solo tomaba breves descansos para atender a la niña. Nos fuimos de la empresa a las diecisiete horas, llevándonos a Eva con otra muda de ropa, el pijama. Esté día fue muy largo. El viernes volví a ir al trabajo, pero estaba vez si trabajé como lo hacía antes. Me fui a mi escritorio y cuando mi bebe o Matt me necesitaran, entraba a la oficina. Esa noche nos fuimos a mi departamento. Tenía varios días sin quedarme a dormir en él. Matthew, la bebe y yo llegamos al departamento a las dieciocho horas. Estábamos cansados. A pesar de que los departamentos no están tan lejos, el traslado de las cosas, agota. La niña ya estaba dormida en el moisés que le había regalado Paris, la madre de Matthew, y yo estaba empezando a colocando la pijama. Me introduje en la cama con mi hombre y nos quedamos dormidos en cuestión de pocos minutos. Todo fue tan rápido que no nos dio tiempo de hacernos nuestras carias nocturnas.


… Se escuchaba la sirena de la patrulla policial junto con la de la ambulancia. Alguien me abrazaba mientras yo lloraba desgarradamente en sus hombros. Clavaba las unas en los brazos de aquella persona alta y esbelta. La policía estaba tapando el cuerpo que reposaba en la camilla. Otros inspeccionaban el departamento tratando de hallar pistas que conlleven a resolver el curioso caso. Ver a aquellos policías registrando el departamento de la persona que iba a ser mi esposo, me causaba mucho dolor, y me causaba mucho más saber el por qué lo hacían. Mis manos temblaban igual que mis piernas. El único soporte que tenía para mantenerme de pie era el bombero que estaba sosteniéndome. No sabía cómo se llamaba ni quien era, y él tampoco sabía nada de mí. Pero aun así, no me dejó caer de rodillas. - Nenecito llevarla con los paramédicos – el joven bombero estaba hablando conmigo pero yo no le hacía caso – Ayúdeme a trasladarla. No podía hablar. Quería gritar, llorar y desahogarme al mismo tiempo. Lágrimas brotaban


de mis ojos sin pedir permiso. Estaba marea y con nauseas. Quería salir corriendo y quitarle la sábana blanca a Daniel. Quería que se levantara de esa camilla y me abrazara. Quería dejar de clavarle mis uñas al bombero. Quería hacer tantas cosas a la vez, que no hacía nada. No parpadeaba. Estaba en estado de shock y no sabía cómo podía salir. El bombero me alzó en sus brazos. Poco a poco nos fuimos alejando de la puerta. Las puertas del ascensor cerraron, pero, aun así, yo seguía viendo, en mi mente, a los policías y al cuerpo sin vida acostado en la camilla. No me di cuenta en que momento espesaron a atenderme los paramédicos. No sabía que me estaban haciendo. Solo veía aquella luz que se asomaba por mis ojos es busca de respuestas. Por dentro estaba gritando, pero mi cuerpo por fuera estaba sereno. Solo las lágrimas resbalaban por mis mejillas. Así estuve por varios días. Me tenían internada en el hospital. Mi madre me hacía preguntas y me llamaba contantemente, pero yo no le respondía. No sabía hacerlo. No podía comer ni dormir. Estaba sola en la profundidad de mi silencio. Oyendo aún las sirenas y mis gritos ahogado. Estaba despierta, pero dormida a la vez.


El día en el que el bombero que me tenía abrazada entró en la habitación, me di cuenta que tenía cicatrices en los brazos. Los cicatrices que dejaron mis aruños. El señor se me acercó y en ese momento pude identificar su rostro. Tenía unos hermosos ojos azul zafiro. - Despierta mi Ángel – el bombero agarró mi mejilla y restregó las lágrimas por ella. Sus carias me eran conocidas – Vamos reacciona. ¡Despierta! ¡Matthew! Matthew estaba conmigo. Quería abrazarlo y agradecerle por no dejarme caer. Pero no podía moverme. Por más que intentaba levantar mis brazos o mover los labios para dejar salir una palabra, no podía. Mi cuerpo no reaccionaba. Empecé a desesperarme. Lloraba, pero las lágrimas ya no salían. Gritaba, pero nadie me escuchaba. Me movía, pero nadie me veía. Estaba atrapada en mi cuerpo. - ¡Despierta! Ya no sentía nada. No veía nadie. Todo estaba negro. No recordaba donde estaba. No recordaba cómo había llegado a esta habitación negra. E incluso, no recordaba mi nombre. Alguien gritaba pero no lo podía ver. Solo escucharlo y sentir sus manos en mis brazos.


- ¡Despierta! Logré abrir los ojos. Y vi la desesperación que reflejaba su cara. Desvié la mirada al fondo. Mirando y detallando casa una de las cosas que había en mi habitación. Volví a mirarlo. - ¿Qué soñaste? – no le respondí – ¿Era con él? ¿Con Daniel Lee? Asentí con la cabeza. Él me abrazó como si quisiera desaparecer mis pesadillas con su abrazo. La muerte de Daniel me afectó muchísimo. De vez en cuando tenía pesadillas con el día en que lo vi colgando del techo de su departamento. - Cuéntame. Me levanté de la cama para ir al baño. El mareo y las náuseas no se habían ido. Tambaleé un poco al colocar los dos pies en el piso y a mitad de camino, me desplomé. Caí al suelo dándome un fuerte golpe en la cabeza. - Maldita sea – vi a Matthew acercarse rápidamente a socorrerme justo antes de perder el conocimiento.

… Me desperté en una habitación de hospital. Me había desmayado. Eso era lo único que recordaba. Matthew estaba hablando con un doctor


canoso y bajito. Cuando él terminó de oír al doctor, entró en la habitación. - ¿Cómo estás? – preguntó después de darme un beso en la frente. - Bien – Eva – ¿Matt, y la niña? ¿Dónde está mí bebe? – me alteré. - Tranquila, mi Ángel. La bebe esta con su madre en la sala de espera. - ¡Tráemela! Por favor. Ella no ha comido. - Si comió. Tranquilízate – Matthew agarró mis manos y la beso – Tu amiga, Elizabeth, llamó al pediatra de Jean Pierre por el celular y le dio una fórmula para alimentar a la bebe. Ya comió. Ella está bien. Las palabras de Matthew me calmaron. Mi preocupación se había despejado al escucharlo hablar. Pero las ganas de ver a la niña no se fueron. - Tráemela, por favor. Él me hiso caso. Salió de la habitación y luego de un minuto, entró con mi madre, que tenía a mi pequeña en sus brazos. La niña estaba dormida. - ¡Oh, dios mío, Sara! No sabes el susto que me diste, hija mía. - Estoy bien. Solo me desmayé. Ahora estoy mucho mejor.


Mi madre, Rebecca, me entregó a Eva en mis brazos. Tenía una ropa diferente a la que la había colocado cuando la acosté en el moisés. No me podía explicar cómo Matthew me había llevado tan rápido al hospital él solo, y con la niña. El desmayo fue solo un susto. A la hora, después de despertarme, me dieron de alta y nos fuimos a casa. Mi madre me acompañó por un rato y después llegó mi padre. Matthew había contado lo que le había dicho el médico. No había sido nada porque preocuparse, aunque el dolor de cabeza era insoportable. Al caer al piso, me di un fuerte golpe, de lo cual, tengo como consecuencia un pequeño bulto en ella. Mis padres se fueron un poco antes del almuerzo. Christopher, mi padre, tenía que asistir a un almuerzo de negocios y como pareja, mi madre lo acompañaba. A pesar que no me sentía bien, no me quedó otra opción de decirles que no faltaran a su reunión y después de insistir tanto, se dieron cuenta de que no había manera de seguir llevándome la contraria. - A mí no me vas a engañar – dijo Matt al cerrar la puerta del departamento después de que se fueran mis padres – Vamos a la cama. - Yo me siento bi…


- A la cama dije ya. - Pero. - Nada de peros. A la cama, Sara. No hagas de te obligue. Así como mis padres no pudieron convencerme, yo no pude convencer a Matthew. Me cargó y me llevó a la cama. Salió a buscar el almuerzo a la cocina y comimos juntos en la cama. El resto del sábado fue totalmente aburrido. Nos quedamos en la cama hablando de mi sueño y cuidando de Eva. Saber que mi niña tenía una fórmula para alimentarse me ayudaba mucho. Ahora Matt podía darle de comer algunas veces. - ¿Aceptó la manila fácilmente? - No. Ella no le gustó. Estaba muy molesta por que no tenía a su mami. - Mi pobre bebecita. - Cuando se cansaba de llorar, Rebecca le acercaba el tetero y Eva lo aceptaba, pero al darse cuenta que no era el seno de mami, escupía todo – Matt estaba contando todo el trabajo que causo mi hija con orgullo. Como si fuera divertido – Tuvimos que cambiarle la ropa muchas veces – se rió al recordar todo. - ¡Ay, mi niña! ¿Cómo hicieron para que aceptara el tetero? – la historia me parecía


divertida. Nunca se me abría ocurrido que una pequeña niña, que todavía no sabe sostener el tetero, le haya causado muchos problemas a varios adultos. - Cargué a Eva y con el tetero en la mano, me alejé de todos. El hambre le ganó. Matthew volvió a reír. Aunque me había contado el final de la historia dejando a la bebe derrotada por el hambre, sabía con certeza, que, aquellos dos se entendían perfectamente. Me encanta su relación. Es magnífico ver que mi hija tiene una figura paterna. Eva se despertó. Me levanté de la cama y la agarré entre mis brazos. Empecé a hablarle con dulzura mientras la amamantaba. Ella comía mucho. Para amamantarla completamente tenía que tardar mínimo veinte minutos. Diez minutos en cada pecho. A veces, estar tanto tiempo alimentando a la bebe, me causa dolores de espalda. Inmediatamente después de que haya terminado de comer, le tocaba un cambio de pañal. Matthew se fue a la habitación de Eva a buscar todo lo necesario para el cambio. Al llegar, extendió el cambiador portátil en la cama y yo coloqué a la bebe encima.


El gran jefe le cambió el pañal a mi niña. Ya lo había hecho antes, pero es primera vez que lo veo detalladamente. La forma en que mueve sus musculosos brazos es muy sexy. Él es sexy. Me pilló observándolo y me dedicó una de sus sonrisas de lado antes de volver a dedicar su atención a la niña. Me acosté de lado sin darle la espalda a los dos amores de mi vida.


Capítulo 20

El domingo me desperté temprano. Matthew aún dormía en la cama. El día anterior fue muy fuerte para todos. Me levanté y me dirigí al baño. Hice lo mismo que todos los días, me aseé. Al volver a la habitación donde Matt dormía cómodamente, me acerqué al closet, saqué una de mis licras negras y el sujetador para hacer ejercicio a juego. Las dos piezas eran Adidas y tenían las típicas tres líneas blancas. Me coloqué la vestimenta y los zapatos deportivos. Amarré mis suaves ondas naturales con una coleta alta y me dirigí a la cocina. Le dejé una nota a Matthew, encima de la barra de desayunos, diciéndole que iba a caminar. Pisando la nota dejé el tetero de la niña, por si se despertaba. Antes de salir del departamento, agarré mi suéter, tomé el anticonceptivo y el termo de agua. Había guardado las llaves en el coala que me había


puesto dentro de la casa. Coloqué mis audífonos y empecé a caminar por la redoma. Tenía tiempo sin usar licra gracias al embarazo, pero como mi figura volvió a hacer la misma, me di el lujo de volvérmelas a poner. Mientras escuchaba música, disfrutaba de una mañana fresca y soleada. Caminé por quince minutos y luego empecé a trotar. Durante el embarazo no había dejado de hacer ejercicio. Sino estaba estirando mis músculos, estaba en la clase de yoga con mi maestro favorito, Roberto Sosa. Siempre estuve ejercitándome. Debe ser por esa razón, que, no me costaba tanto volver a las caminatas mañaneras. Después de tener diez minutos trotando, me digné a correr los últimos cinco minutos que me quedaban para regresar al departamento con mi hija y mi hombre. Estaba muy cansada cuando llegué a mi punto de inicio. Tomé agua mientras subía por el ascensor. Al abrir la puerta, Matt, tenía la nota que le había dejado antes de salir. Al verme, dejó el papel donde estaba anteriormente y se quedó viendo mi sudor cayendo entre mis tetas. - ¿Vamos a bañarnos? – su pregunta incluía un toque de picardía.


Me acerqué a él, y con mis manos apretando su culo y mi boca muy cerca de la suya, le dije que sí antes de pasarle la lengua por la abertura de su boca. El baño fue maravilloso. Nos acariciamos bajo la regadera. No tuvimos sexo, esta vez nos controlamos un poco más y no pasamos de tiernas caricias. Yo me coloqué la bata de baño y Matt se envolvió en una toalla desde las caderas. - ¡Te tengo una sorpresa! El jueves me había regalado unos hermosos zarcillos con la piedra azul. Ahora tiene otra sorpresa. No tengo ni idea que podría hacer. De unas las gavetas de la mesa de noche, sacó una caja negra de cuero con elegantes letras doradas en la tapa. Estaba vez no me dio la caja para poder abrirla, él mismo lo hiso. Al abrirla, había varias bolsas de telas ordenadas de color rojo fuerte. Al ver eso, la curiosidad se apoderó de mí, haciendo que estirara mi mano para agarrar una de aquellas bolsas. Introduje mis dos dejos índices y halé hacia los lados para para que la cuerda que la amarraba, diera paso, y así poder sacar lo que guardaba la bolsa de tela roja. De ella saqué una bola de metal medianamente grande.


La bola, tenía una cuerdita que podía soportar el peso. Miré a Matthew extrañada. No sabía para que sirvan esta curiosa bola que estaba en mis manos. - ¿Qué son? – pregunté al fin. - Son bolas chinas… - ¿Bolas qué? - Chinas. Bolas chinas – no me dejó hablar, pues, enseguida comenzó a explicar – Esta bola te ayudará a ejercer tu suelo pélvico. ¡Quiero que las utilices! Te ayudaré a colocártela. Primero ejercitas con la que tienes en las manos. Luego con dos y por ultimo con varias pequeñas – yo seguía viendo la bola plateada mientras él hablaba sin detenerse – Quiero que estés recuperada a un porcentaje elevado. Hoy comenzaremos. Te las colocaré y luego saldremos. ¿Ok? No sabía que decir. Nunca había escuchado de las bolas chinas. Acepté moviendo la cabeza. Defensivamente necesito aprender muchas cosas. Las bolas metálicas estaban listas para usarse, según Matthew. Él se había encargado de esterilizarlas y se encargará de la limpieza. Matt me quitó la bata y me mandó a acostarme boca arriba en la cama. Lo hice. Apoyé la planta de


los pies en la cama, de manera que las rodillas quedaran flexionadas. - Colocaré un poco de lubricante en ella para que se pueda deslizar fácilmente – volví a aceptar con la cabeza - ¿Estás nerviosa mi Ángel? - Sí Sonrió al mismo tiempo que colocaba la bola china en mi abertura. Traté de relajarme. Él estaba seguro de lo que hacía conmigo y yo confiaba en él. Sentí el frio pasar por mi vagina. La bola en mis manos parecía grande para entrar en mí, pero, me sorprendió al sentir que entraba sin dificultad. El metal ya estaba dentro de mí y la cuerdita colgando. - Listo. Te puedes levantar. Trata de mantenerlas adentro. Me levanté de la cama. La bola era muy incómoda al caminar. ¿Cómo podía salir de mi departamento con esa bola china dentro de mí? Mientras me acostumbraba a tener el metal adentro, comimos en la cocina. Eva se despertó para pedir comida. Llevaba diez minutos sosteniendo la bola china. Después de amamantar a la niña, Matthew dejó que mi suelo pélvico descansara. Pensé que iría a salir con la bola, pero no fue así. Ellas salieron de mí antes de irnos.


Mi primera experiencia con la bola china fue extraña, pero a la vez, agradable. Vi como Matthew se hacía cargo de la limpieza. Él había comprado un jabón neutro, que solo iba a hacer utilizado para la bola china. Después de secarla bien, ella volvió a la bolsa de tela roja y luego a la caja. Salimos media hora después que guardara la bola. Fuimos a su departamento. Matt tenía que buscar ropa limpia. Carvajal se quedaba en el departamento de Bush mientras nosotros nos quedábamos en mi casa.

… Ya estábamos listo para volver a la cama a dormir y esperar que amaneciera para que si hiciera lunes y así ir a trabajar. Eva ya había comido y se había quedado dormida rápido. Andes de acostarme, me senté en la cama con el extractor de leche. A pesar que la niña ya había comido, mis senos me dolían. Todavía estaban muy llenos. Es casi imposible. Así que decidí extraer un poco de leche para aliviar el dolor. Como era primera vez que lo uso, leí cuidadosamente las instrucciones. No parecía ser tan difícil. Me quité la camisa y dejé mis senos libres. Coloqué la boca del extractor en uno de mis


pezones y le di al botón para encenderlo. El aparato empezó a succionar y la leche comenzó a salir. Llené tres onzas y media. Apagué el aparato y liberó mi pezón. Aunque ya no tenía el succionador, seguí derramando gotas de leche. Coloqué un pañuelo desde mi hombro, dejando que cayera encima de mi seno, para que las gotas fueran adsorbidas. Ahora era el turno del otro. Antes de prender el aparato. Cambié el tetero por otro. El primero estaba casi lleno. Lo tapé y lo coloqué en la mesita de noche. Prendí el extractor. En ese momento, Matt, salió del baño envuelto en una toalla. Se quedó mirándome al ver lo que hacía. No le presté atención, pues estaba viendo cómo podía salir tanta leche de mis pezones. Él siguió caminando por la habitación en busca de su interior. De espaldas a mí, desenrolló la toalla de su cintura, dejando que observara su hermoso trasero. Esta vez sí lo vi y dejé al olvido el extractor. - Concéntrate en lo tuyo, Sara – al oír sus palabras, me di cuenta que estaba observándome. - Es lo que estoy haciendo. Se colocó rápidamente su interior y se volteó.


- No te veo concentrada – su gesto sensual me causó risa - ¿Te ríes de mí? – se subió a la cama y llegó muy cerca de mí. - ¡Cuidado! – no podía dejar de reírme. Los movimientos bruscos de Matthew hicieron que el succionador soltara mi pezón, haciendo que el chorrito de leche se derramara en la cama. Rápidamente, coloqué mi dedo índice en el pezón para impedir que siguiera mojando la cama. Volví a agarrar el succionador y terminé de llegar el biberón. Esté también quedó goteando un poquito y coloqué otro pañito en mi hombro. Tapé el tetero y lo coloqué junto al otro. Los dos los había llenado por igual. - ¿Qué vas a hacer con eso? - Los colocaré en el congelador para que se conserve. Matthew y yo bajamos a la cocina. Mientras él guardaba los biberones en el congelador, yo lavaba cuidadosamente el extractor. Él terminó primero que yo y empezó a comerse una manzana, sentado en una de los taburetes altos. - Jami cumple años el nueve. - ¡¿Este mes?! - Aja – dijo mientras le metía otra mordida la manzana – Alice quiere que vayamos el


sábado a la casa para celebrar el cumpleaños de mi… - Sobrino. - Sí – esa afirmación vino junto con un suspiro. Terminé y me sequé las manos. Matt botó el corazón de la manzana y nos fuimos a la habitación. Apagamos las luces y nos acostamos a dormir.

… - Sara, entra, la niña esta llorando – Matt llamó al teléfono de la oficina. - Enseguida voy. Me levanté de mi escritorio y entre a la oficina del gran jefe. Matt tenía a la niña en sus brazos tratando de calmarla. Busqué en la pañalera el último de los teteros con leche materna. Tenía una temperatura adecuada para que Eva lo bebiera. Antes de salir de la casa, lo había calentado un poquito. Como yo no le podía dar el tetero, Matthew se lo dio. Eva todavía no aceptaba que yo le diera el tetero. Pero, por algún negocio de ellos dos, a Matt si se lo aceptaba. Le coloqué el babero a la niña antes de que empezara a comer.


El feje tenía una reunión dentro de tres minutos. Mientras Matt le daba de comer a Eva, yo terminaba de organizar todo, sin dejar que algo saliera mal, pues la reunión era un trato de negocio. La sala de reuniones ya estaba lista, los empresarios ya estaban sentados en sus lugares y Eva seguía comiendo. Matt entró con la niña en los brazos y yo detrás de él con los documentos en la carpeta. Bush se sentó en su lugar. Los empresarios que estaban en aquella sala, no dejaban de verlo. Entregué a cada uno de ellos, los planes de la reunión. La niña terminó de comer quedando dormida. La cargué y le saqué los gases mientras la reunión avanzaba. Hablaron de la línea de cosméticos para bebes. Algunos exponían sus ideas y otros escuchaban atentamente. Matt era el único que daba el sí o el no definitivo. Ya escuchadas las últimas palabras del jefe, empezaron a hablar de la publicidad. Sin duda alguna, el fotógrafo encargado era Francesco Mussollini. Todos quedaron de acuerdo en esos momentos. Faltaba busca al bebe modelo para realizar las fotos y las propagandas. Al finalizar la reunión, Matt y yo, fuimos los primeros en retirarnos. Ya eran más


de las diecisiete horas y la mayoría de los empleados se habían retirado. El piso donde estaba la oficina del feje mayor, estaba vacío. La recepcionista ya se había ido a su casa. Le coloqué a la bebe un suéter y un gorrito, pues, afuera estaba haciendo frio. La acosté en el Vista Stroller y salimos en busca del auto. - Un día menos – dijo Matt al aparcar el auto en frente de la puerta del edificio de mi departamento. - ¿Un día menos? ¿Para qué? - Cuarentena. Plantó un profundo beso en mis labios que terminó acompañados de otros más pequeños. Nos bajamos del auto y vi a Anderson. Tenía tiempo sin verlo. Supongo que agarro unas cortas vacaciones o tomó unos días libres. Lo saludé como siempre lo hacía. Aunque él era un poco más reservado, no impedía mi aprecio. Matthew lo trataba como empleado, pero muy en el fondo, se le veía que le respeto al señor que siempre lo ha cuidado. Subimos por el ascensor. Llegamos al departamento cansados. Había sido un día muy agitado. Matthew entró a la cocina después de dejar su corbata y el maletín en el sofá, yo tenía que


acostar a Eva en su cuna para ir ayudar a mi hombre con la cena. Cominos ligero y sabroso. A la mitad de la comida, Eva se había despertado pidiendo su cena. Mientras Matt lavaba los platos, yo amamantaba a la bebe. Ella se durmió y yo me fui a mi habitación. Quería ducharme antes de meterme en la cama. Lo hice rápidamente. Estaba cansada. Muy cansada. La ducha tibia me relajó un poco y me dio más sueño. Al salir del baño, me coloqué mis bragas y entre a la cama sin sujetador. Me acosté encima de Matthew. Mis enormes tetas reposaban en su pecho. Tenía mis brazos cruzados y mis piernas en cada lado de su cadera. Mi sexo estaba justo al frente del de él. Solo eran separados por delgadas telas. - Cuéntame una de sus historias con sus amantes del pasado – no sabía si aceptaría contármelas, pero tenía que averiguar. - Dime un nombre de mujer y te contaré todo lo que quieras – acepto mi propuesta. - ¿Un nombre? – me quedé pensando. No podía ser posible que se haya acostado con tantas mujeres. Aunque me había dicho que sí tenía muchas, no conozco al primer


hombre ya las haya tenido todas. ¿O sí? Le dije el primero que se me ocurrió– Irene. - Irene – pensó, pensó y pensó – Irene Agilar tenía catorce años y ella era dos años mayor que yo. Íbamos a la escuela segundaria. Siempre llevaba algún descote. Era la novia del mariscal de campo. » Un día, Irene estaba molesta por uno de sus tontas peleas con su famoso novio. A ella no le gustaba que la vieran llorar, así que se escondía en el “baño sagrado”. » El “Baño sagrado” era un baño de niñas que estaba dañado desde hace muchos años. Le decían que era sagrado porque todo el mundo le tenía miedo. Todos menos ella. Irene lo usaba como refugio. » Ese día, mis amigos, habían apostados para entrar en ese baño. Todos retrocedieron al tener al frente la puerta. Yo, dándome de valiente, entré sin mirar atrás. Debo confesarte que sí tenía miedo, pero no tanto como para salir corriendo. Así que, avancé por el “Baño sargado” y a mitad del camino la oí llorar. » Estuvimos hablando durante un rato. Ella me contó que su novio la había dejado esperando la noche anterior. En un punto de la conversación,


Irene, estaba muy caliente y metió su mano dentro de mis pantalones. Y empezó a jugar con mis testículos. Me calenté y desabroché el botón y bajé la cremallera de su pantalón. Ella se puso de rodillas enseguida y me dio permiso para bajar su pantalón junto con sus bragas. » Masajeé su clítoris con la yema de mis dejos y le introduje dos de ellos. La estaba masturbando y ella a mí. Saqué mis dejos de su cachondo sexo y me levanté. De mi bolsillo del pantalón, saqué un condón. Bajé mis pantalones hasta las rodillas y de los calzoncillos se encargó ella. La follé fuertemente hasta que su desgarrador orgasmo la dejó casi desmayada. Yo todavía no había eyaculado. Era muy difícil de lógralo. Tenía la capacidad de controlarlo. » Irene nunca me llegó a excitar. Nunca la bese. Solo me aproveché de un momento débil. No abucé de ella. Ella siempre estuvo de acuerdo con lo que le hice. Cuando terminé, me vestí y la dejé en donde estaba. Sabía que nadie la vería. Así que, agarré el condón usado lo guardé en mi bolsillo y salí a recibir mi dinero por la apuesta. - ¿La dejaste ahí sola? Después de tener sexo con ella ¿Te fuiste? - ¡Que hombre!


- Ella estaba dormida y yo estaba aburrido. A demás, ese lugar era horrible – besó mi frente antes de continuar – Nunca tuve sexo con ella. Me la follé. Es distinto. - ¿Distinto? - Sí. A Irene la follé. Nunca la besé ni sentí deseos de hacerlo. Contigo tengo sexo. A ti te beso y tengo deseo de hacerlo. - De acuerdo a tu teoría. ¿Con cuántas has tenido sexo? Contándome a mí. - Muchas. Me acuerdo de sus nombres, pero no del número de mujeres. ¡Descarado! Eso me desconcertó muchísimo. He quedado como una más del montón. Otro capítulo más en su vida. - Pero… – cerró los ojos y dejó escapar algo que me subió el ánimo – Eres la única con quien tengo deseos de hacerle el amor. Lo que acababa de decir me gusto. He dejado la categoría de “Solo sexo” y he encabezado la lista de “Hacer el amor”. Con esas palabras, me ha separado del gran grupo. Volvió a besarme en la frente. - Emma – quería escuchar otra historia. - Emma Jones, Emma Robinson, Emma Martínez o Emma Acosta.


- ¿Las cuadro? - Emma Jones la conocí en una cena de negocios. Iba acompañada de uno de mis ex socios. Ella nunca quitó sus ojos de mí. Siempre me estaba viendo. Cuando me levanté de la mesa para ir al baño. Ella, sin levantar sospechas, se fue detrás de mí. Lo hicimos el capo del auto de su acompañante. Como era muy tarde, nadie estaba cerca. » A Emma Robinson la conocí en el gimnasio. Estaba con su amiga. Durante la jornada de ejercicio, no dejó de hablar de mí con su amiga. Esa noche. Se había quedado hasta muy tarde. Al gimnasio lo habían cerrado. Lo hicimos en el área de pesas. Poco tiempo después le vendí el gimnasio a su esposo. » En uno de mis viajes, unas de mis asistentes del hotel se entregó a mí. Emma Martínez, la mujer del stripper. Una noche, en la que había trabajado mucho, la chica, se me apareció haciendo un stripper entre las sombras. Nada de lo que hiso llegó a excitarme, pero como ella estaba caliente, sudorosa y preparada, fue fácil llevarla al clímax. » Lo mismo sucedió con Emma Acosta. La única diferencia era la edad. Yo tenía trece y ella diecisiete. Con ella estuve más de dos veces. La


primera fue más de lo misma. Pero la segunda si valió la pena. Ella me había contado que su novio no le había aceptado tener sexo anal con ella. Ya yo lo había hecho y tenía algo de experiencia. » La complací en su deseo. Quedó fascinada y me buscaba cada vez que me necesitaba para que la penetrara por detrás. Siempre lo hice con un juguete sexual. Nunca lo he hecho natural. Dejamos de vernos cuando sus padres se la llevaron del país. » Con ninguna de ellas sentí deseos reales. Solo placeres. A ellas si las besé. No por que quería. Sino para que no se sintieran mal. Estaba dispuesto a hacer lo que sea para que ellas quedaran satisfechas. Ahora todo es distinto. Contigo las cosas son diferentes. Ahora tengo deseos de besar, de abrazarte y nunca dejarte. No sé qué me está pasando. Primera vez que siento esto. - Tú si sabes que está pasándonos. Pero no lo quieres ver – lo interrumpí. - No sé – cerró sus ojos y me abrazó más fuerte de lo que lo estaba haciendo – No quiero asustarte. No quiero abrir los ojos y ver que no estas a mi lado. Te necesito. Te anhelo. Te deseo. Te quie… - ¡Shhh! – le coloqué un dedo entre sus labios para callarlo – No lo digas.


Aunque desea con todas mis fueras oír aquellas palabras salir de su boca, no quería escucharlas en ese momento. No estaba preparada y el tampoco. Ya habíamos dado un paso el día de hoy. No quiero otro más. Uno por uno. Mientras más avancemos, nos podemos caer. Quiero que empecemos a caminar, para después correr y tratar de llegar al horizonte. Donde podamos querernos sin que tengamos duda alguna. Llegar justo a donde las almas se convierten en una sola y que las personas nos dejen en paz. Quiero quererlo sin ningún perjuicio y desearlo como nunca lo había hecho.


Capítulo 21

El miércoles me quedé sola en la casa con la niña. Quería salir a comprarle algo a Jami para su cumpleaños. Saber que le puedo regalar a un niño es difícil, pero es más difícil es regalarle a un niño que no conozcas muy bien. ¿Qué se le puede regalar a un niño que quizás lo tenga todo? ¿Qué quizás esté cansado de recibir más de lo mismo? Conozco a Jami desde hace pocas semanas. Quizás desde hace un poco más de un mes. A pesar de que el pequeño me ha tenido la suficiente confianza para conocerlo abiertamente, no hemos tocado el tema de las cosas que le gusta hacer y las que no. ¿Un libro? ¿Un video juego? ¿Juguetes? ¿Ropa?, realmente no sé. No pensé que sería tan complicado. Deje de pensar en el regalo y me vestí para ir al Mall. Entré en la tienda de video juego a las diez y media. No tardé mucho en salir. No sabía que le


gustaría a él. Así que, no me arriesgué en comprar algo que no le gustara. A la librería le pasé por un lado y no entré. Nunca había visto a Jami con un libro en las manos. La opción de la ropa la descarté inmediatamente. Me quedaba ir a la juguetería. Espero ver algo que me llame la atención. Pero, antes de entrar en ella, la niña comenzó a llorar. Me senté en una banca muy ceca de la tienda de juguetes. Saqué de la pañalera la manta de seguridad, el babero y el tetero. Sabía que no me esperaba unos minutos agradables. Eva no le aceptaba el tetero a nadie, solo a Matthew, ni siquiera yo he podido lograrlo. Como había de esperar, ella escupió la leche materna embotellada en el tetero. Volví a intentarlo tres o cuatro veces más, pero no logré que dejara de escupir. El babero estaba empapado igual que parte de su ropa. Fui al baño para cambiarla. Tenía el pañal sucio y la ropa mojada. Le coloqué un pijama de pies blanco y le peiné su fino cabello. Salí y me senté en el mismo banco donde estaba al principio. Eva no paraba de llorar. Estaba roja y sus pequeñas lágrimas corrían por sus mejillas. La


amamanté y se calmó. Comió desesperada mente mientras la última lagrimita terminaba de caer. Eva tardaba mucho en terminar de comer, por esta razón, entré a la juguetería sin esperar a que terminara. Uno de los vendedores me ayudó con el coche de la bebe. Comencé a caminar por la tienda. Nada me llamaba a atención. Entre los juguetes de control remoto, vi un helicóptero armable. La caja decía “Ideal para armar con papá”. Me encanaría que Matthew pasara una tarde tratando de armar el helicóptero junto a su sobrino. Lo compré y regresé a casa.

… El sábado doce de Octubre salimos temprano del departamento para asistir a la reunión de Jami. El miércoles pasado había cumplido diez añitos. Llamé a Alice, la hermana de Matthew, para felicitar al niño. Llegamos a la fabulosa mansión Bush cerca de las diez de la mañana. París nos recibió como siempre. Estaba emocionada por volver a ver a la niña. - ¡Oh, Sara! ¡Siempre es un gusto verte! – me abrazó y me dio un beso en la mejilla – ¡Y Eva, esta casa día más hermosa!


- ¡Gracias, Paris! ¡Para mí también es un gusto verte! – le entregué la niña en los brazos cuando me la pidió. Subimos las escaleras para entrar a la casa. Un señor elegante nos abrió la puerta. Parecía ser uno de los empleados. El portero, muy amable, ayudó a Matt con el regalo de Jami. La reunión era en el área de la piscina. Aunque me sabía el recorridos, la madre de Matt me guio has llegar al jardín. Vi a Jami con bermudas playera y descalzo en el borde de la piscina. Parecía estar mojado. Alice estaba recibiendo unos regalos de otros niños que acababan de llegar. Ella, volteó a verme y me saludó con la mano y una amplia sonrisa en el rostro. - ¡Jami, mira quienes llegaron! – gritó Alice a su hijo que estaba muy alejado de ella. El niño, al vernos, salió corriendo al lugar donde estaba yo. Al llegar me abrazó. Como había visto de lejos, Jami sí estaba mojado, pero de todos modos lo abrasé. Le di un beso en la medilla antes de hablar con él. - ¡Hola campeón! ¿Cómo estás? – acaricié su carita de ángel - ¡Feliz cumpleaños! - ¡Gracias! – me encantaba cuando sonreía sin importarle nada – ¿Y Eva?


- La tiene tu abuela – Matthew se acercó posándose detrás de mí. - ¡Tío! – ya teníamos claro que ya no era un secreto el parentesco entre ambos. - ¡Feliz cumpleaños, campeón! – Matthew cargó al niño sin esfuerzo. Lo abrazó y lo besó. No es primera vez que veo a mi hombre de esa forma, pero si es primera vez que lo veo hacerlo con su sobrino. Las veces anteriores, los dos se trataban con distancia en frente te mí. Jami era un niño hermoso. Más allá de su perfecto físico, tenía buenos sentimientos. A pesar de ser un niño consentido, adinerado y que no le falta nada, no es malcriado. Entra perfectamente en la lista de “Los niños buenos”. En la reunión había diez o doce niños y niñas. De las cuales, muchos de ellos son de la familia. Solo cuatro eran amigos de él. Tres niños y una niña. No había ninguno que estudiara con Jami. Sus cuatro amigos vivían cerca. - Marco, el más alto, vive a unas tres casas de aquí – me explicó el niño cuando pudimos hablar solos – Ryan y Sebastian vive al lado de la casa de Marco. Y Samantha vive al lado de mi casa.


¿Samantha? Sentí como Jami se puso nervioso al nombrar ese nombre. ¿Le gusta? ¿Estará enamorado? Samantha era tres dedos más baja que él. Tenía ojos marrones claros con un poco de verde. A pesar que su larga melena rubia estaba mojada, se le podía observar unos preciosos rulos que brillaban con el sol. La niña era muy linda. Linda sonrisa y se le notaba el carisma que llevaba dentro. Jami la observaba embelesado mientras me contaba una de sus anécdotas con sus amigos. - ¡Sara! – Matt mecía a la bebe en sus brazos mientras ella lloraba. - ¿Qué paso? - Vamos para que te cambies de ropa – la niña seguía llorando. La cagué en mis brazos. - ¡Shhh! – la acurruqué en mis brazos – No llores más, mi princesita hermosa – la besé en la frente. Jami salió corriendo a donde estaban sus amigos y comenzó a jugar con ellos. Matthew y yo nos fuimos a su habitación. La niña tenía el pañal sucio y a mí no me vendría mal agarrar unos rayitos de sol. Matthew se encargó de la niña mientras yo me colocaba el bikini negro. A pesar de que ya tenía mi


figura normal, me daba pena que me vieran en traje de baño. Siempre es lo mismo, al principio me siento incomoda y luego se me quita todo. Es algo psicológico. Encima del bikini negro me coloqué un vestido adecuado para la ocasión de color blanco. Matt le colocó a la niña un body de mangas cortas y con sumo cuidado, entre los dos, le colocamos protector solar especial para bebes. Aunque la bebe iba a estar siempre en sombra, ya se había pasado la hora para que tomara el sol. Salimos de la habitación de vuelta a la fiestecita. Las próximas horas las pasamos de maravilla. Eva comió y luego se quedó dormida. Jamy jugaba felizmente en los bordes de la piscina con sus amigos. Matt entabló conversación con su padre. Yo vigilaba a mi niña y hablaba con Alice y Paris. Me sentí muy conforme. Me sentía como en casa. Algún día, los padres de Matthew y los míos tienen que sentarse a habla, estoy segura que la pasarían muy bien. Aunque nuestros padres ya se conocían, por ocasiones de negocios, creo, que nunca se han sentado a hablar como lo hice hoy. La niña estaba despierta cuando decidí entrar un momento en la piscina. El sol estaba en lo más alto


y tenía mucho calor. Matthew se encargó de la niña mientras yo me refrescaba. - ¡Sara! – Jami me agarró la mano y nos sentamos en la orilla de la piscina – ¿Cómo sé que le gusto a una chica? Esa pregunta me dejó pasmada. No sabía cómo responderle. ¿Cómo podré explicarle esas cosas a un niño? - A ver, campeón – hice una pausa – El hombre se da cuenta cuando la chica los trata bien. Por la forma en que los mira. A la chica le gusta pasar mucho tiempo con el chico que le gusta. - ¿Así como estas mirando ahorita a mí tío? - Emm – no me había dado cuenta que durante la breve explicación había desviado la vista al hombre que quiero. El niño se dio cuenta y empezamos a reír – Sí, mi niño, así como yo miro a tu tío, así te mirará la chica que le guste. - Entiendo – miró hacia atrás hasta llevar su vista a la niña carita. La chica le sonrió y lo saludó. - ¿Te gusta Samantha?


- Creo que sí. Es muy linda. Es mi mejor amiga. Le gusta lo que me gusta. Es divertida y comprensiva. - ¿Y ella gusta de ti? - No sé – dejó de mirarla volviendo su vista al azul de la piscina. Jami se ruborizó cuando Samantha se acercó. Los dos se fueron juntos corriendo hasta los otros dos niños. Era hora de empezar a comer las hamburguesas.

… Matt y yo terminamos durmiendo en su antigua habitación. La bebe durmió en el moisés del Vista Stroller. Esa noche, Matt se encargó de lanzar mi bañador al suelo, dejándome desnuda entre sus brazos. Dormimos desnudos y abrazados. La niña me despertó de madrugada pidiendo comida. Yo la amamanté y Matthew le cambió el pañal. Los dos hacíamos un buen trabajo. Nos apoyábamos uno al otro. Nos despertamos temprano pero nos quedamos acostados en la cama. Seguíamos abrazados y haciéndonos tiernas caricias. Tanto como él y como yo, estábamos totalmente


desnudos, esperando que alguno de los dos tomara la decisión de levantarse. No intentamos interrumpir el magnífico momento. - ¿No nos vamos a levantar? - No. Quiero tenerte aquí desnuda entre mis brazos – me apretó más contra su cuerpo dejando reposar su miembro en mis glúteos. - ¿Matt? - ¿Dime? - ¿Quieres Excitarme, verdad? - ¡Jajaja! – me besó el hombro – Sabes muy bien que quiero más que excitarte. - ¿Y por qué no lo haces? - Cuarentena, ¿Lo olvidaste? No le respondí. Estaba concentrada en convencerlo a hacer lo que deseaba, pero, según él, no podía. Empecé a mover mis glúteos de manera que ellos frotaran su miembro. Sentí como se iba endureciendo poco a poco. - ¡Mmm! – sabía perfectamente el efecto que causa en él. - Detente, Sara. Me arrodillé en la cama y me monté sobre él, haciendo que mí sexo quedara encima del suyo. Todos estos movimientos fueron tan rápidos que no logró detenerme a tiempo.


- ¡Detenme! Lo besé desenfrenadamente, metiendo y sacando mi lengua de su boca. Agarré su mano y la coloqué en mi abertura, deseando que me masturbara con sus largos dedos. - Siente lo mojada que estoy. Siente como mi sexo palpita esperándote – gemí cuando hiso un ligero movimiento en sus dedos – Por favor, déjame hacerlo. - ¿Cómo haces para mojarte de esta manera tan rápido? – aceleró el movimiento de sus dedos. - ¿Cómo haces para logras excitarme de esta manera tan rápido? – dice entre gemidos. Me folló con los dedos pocos minutos. Alejó sus dedos de mi sexo y me los introdujo en la boca. - Disfruta tú también de ti. Saborea su dulce sabor. Saborea tu excitación. Lo hice. Mis fluidos jamás habían llegado a mi boca. Aunque siempre hay una primera vez, nunca está de más hacerlo con el hombre con quien pretendes pasar tus días junto a él. Así como tan rápido me había movido yo, esta vez lo hiso él, situándome debajo de su cuerpo. Arrancándome la boca a besos, me penetró. Mis


gemidos iban directo a su boca. Besó mi cuello y mordió mi oreja. - No sabes cuánto te anhelaba – susurró en mi oído. - ¡Mmm! – mordí el lóbulo de su oreja cuando toco fondo. Gemí - ¡Ahhh! ¡Más rápido! Me hiso caso. Aceleró un poco más las embutidas, penetrándome casa vez más fuerte. Cada vez que llevaba a lo más profundo, sus testículos hacían contacto con mi hinchado clítoris. - ¡Así, mi vida! – dije al mismo tiempo que gemimos los dos – No te detengas. Matthew siguió guiándome por el camino del orgasmo. Cada vez estaba más cerca. Lo detuve. Desea que lo hiciera despacio, y como si leyera mis pensamientos, empezó a hacerlo lento y suave. - ¡Mírame! – me encantaba cuando me daba órdenes con su voz ronca – Quiero ver tu cara cuando llegues al orgasmo, mi Ángel. Mis ojos, que estaban mirando más allá de su hombro, conectaron con los suyos. En ese momento, me penetró hasta lo más profundo haciéndome alcanzar un delicioso orgasmo. Esperaba sentir sus salvajes latigazos, pero nunca llegaron. Él no llegó al orgasmo conmigo. Salió rápidamente.


- ¡No! – sabía lo que iba a hacer – No lo hagas. Acaba en mi boca, no lo hagas en el suelo. Su miembro llegó a mi boca. No hiso falta hacer fricción, con solo tocarlo con la punta de mi lengua, sus latigazo golpeo mi garganta una y otra vez. Apenas, dándome tiempo de pasar su líquido por mi garganta. Explotó tres veces más antes de que llegara al clímax. ¿Algún hombre habrá probado su semen alguna vez? ¿Será posible? No sé si lo hayan hecho, pero yo quería hacerlo. El último latigazo lo dejé en mi boca. Matt, que estaba acostado boca arriba con los ojos cerrados, permitió que me montara encima de él. Al besarlo en la boca, compartí su salado fluido. - Saboréate – le sonreí – Saborea tu delicioso mangar. Su expresión de asombro me causó mucha risa. Su cara me hiso saber que nunca se lo habían hecho. Volví a besarlo sin detenerme mientras su duro pene reposaba en mi sexo. - ¿Cómo lo haces? - ¿Qué cosa? – Matt colocó un mechón de cabello detrás de mí oreja. - ¿Cómo haces para mantenerlo firme después del sexo? – apoyé mis manos en su pecho y


me senté en su regazo moviendo suavemente mis caderas. - ¿Y tú cómo haces para quedar con más ganas después de sexo? – él se sentó también agarrándome la cintura – ¡Eres insaciable, mi Ángel! - ¡Somos insaciables!

… Después de una larga ducha, bajamos a desayunar con el resto de la familia. Eva, se despertó andes de que yo terminara de comer. La amamanté y terminé de comer al mismo tiempo. Mientras ayudaba a Alice a recoger lo que faltaba de la fiesta, Matthew sostenía a la bebe y ayudaba a Jami a abrir los regalos. Había regalos pequeños y otros muy grandes. Unos costosos y otros no tanto. El niño estaba feliz con cada obsequio que abría. Al terminar lo que faltaba, me acerqué a ellos. Todos estábamos sentados en el comedor que estaba al aire libre. Matthew no paraba de reír con la niña en sus brazos y su madre lo miraba orgullosamente. - Toma Jamì, el regalo de tu abuela y mío. ¡Esperamos que te guste! – Jared, el padre de


Matt, abrazó a su esposa y le dio un tierno beso en los labios. El niño recibió el regalo con su típica sonrisa. De la pequeña cajita de regalo, Jamy sacó una hermosa llave con acabados elegantes. - ¿Ya está lista, abuelo? – el pequeño sabía para qué era lo que tenía en las manos. - Está lista. El niño saltó a los brazos de su abuelo haciéndonos reír a todos. La felicidad nos llenaba. Una carcajada salió de Eva, llamando la atención de todos. - ¿La escuchaste? – me preguntó Alice. - ¡Sí! – esa fue la primera carcajada de Eva. - ¡Hermosa! – Matt le dio un beso en la frente. La niña volvió a sonreír. El siguiente regalo fue el de Alice. Jami se emocionó al ver los tres juegos para las consolas de video juego. Le dio un beso y un abrazo a su madre. - Esa caja que está cerca de la puerta, es mi regalo, campeón. Me y búscalo. Este, salió corriendo como si alguien quisiese atraparlo. Le costó abrir la gran caja, pues, Matt se había dedicado a sellarla muy bien. Nadie le quitaba los ojos de encima.


- ¡Genial! – Jami grito al ver el contenido de la caja. De ella salió un casco y todos los implementos de… - ¿Motocross? – pregunté. - Matthew ¿Qué has hecho? – Alice se tapó la cara con las manos, como si deseara no ver lo que traía su hijo en las manos. - ¡Oh, tío! ¡Esto es genial! ¡Gracia! - Y esto – Matt sacó de un bolsillo unas llaves y se las entregó al niño en sus manos – Está afuera esperando a ser encendida, campeón. - ¿Es cómo la tuya? – al niño no le cabía más emoción en su cuerpo. - Igualita, pero adecuada a tu edad. Anda a verla y regresas que todavía falta un regalo más. - ¿Qué has hecho? – Alice le volvió a preguntarle a Matt después de que el niño desapareciera entre la puerta en busca de su moto. - No me regañes hermanita. Sabías muy bien que algún día se lo iba a regalar… - Sabes que no me gustan los deportes extremos… - No le parará nada. Te lo prometo.


Alice me transmitió su angustia. Como madre, sé muy bien cómo se siente. Si Matthew llegara a regalarle una moto a Eva, mínimo le quito el cuello. Motocross es un deporte muy peligroso para adultos y mucho más para niños. Jami volvió al comedor y se sentó en su silla. Estaba emocionado. Contento. Me encantaba verlo así. Se veía muy bien cuando sonríe y se olvida lo mal que lo pasa en el colegio. - Es hora de darte mi regalo, Jami. Espero que le guste. - ¡Gracias por acompañarnos, Sara! – el niño abrió su regalo con precaución – ¿Enserio? ¡Un helicóptero para armar! ¡Me encanta! ¡Me encanta mucho! – el niño me abrazó y me dio un beso en la mejilla – Siempre me han gustado estos juguetes, pero siempre me ha fascinado armar uno. Este es el que iba a pedir en navidad. ¡Gracias de nuevo! – volvió a abrazarme - ¡Te quiero! – susurró. ¡Dios mío! No puedo creer que Jami lo haya dicho primero que su tío. Este pequeño niño que, lo conozco desde hace muy poco ya tiene derecho a decirme “Te quiero”. Me tiene confianza infinita y le agrada mi presencia donde esté él.


- Me pondré celoso – Bromeó Matthew al ver que el abrazo de Jami se prolongaba. Todos nos reímos y Eva empezó a llorar. Matt trató de calmarla, pero ella no cesaba el llanto. Cargué a la niña y enseguida buscó mi seno. Hambre. Me senté al lado de mi hombre y empecé a amamantar a mi bebe. Sostenía a Eva con mi brazo izquierdo y con la mano derecha sostenía mi seno. No tenía la almohada que siempre usaba, así que, estaba un poco incomoda. Pero lo que más me incomodaba era que todos los que estaban sentados en esa mesa podían ver mi seno descubierto.

… La tarde del domingo fue muy confortable, Ya que, la familia que tenía Matthew Bush, era una de esas que son agradables, con las que puedes pasar todo un día sin aburrirte. Paris y Jared, eran una hermosa pareja muy estable, a pesar de los muchos años de casados, no han perdido el amor. Sigue ahí, vivo y floreciendo cada día más. Recuerdo que llegó salir en los periódicos que la pareja Bush estaba a punto de separarse, noticia fue superada. Alice, a pesar de la misteriosa tragedia que presencio hace años, ella es feliz y carismática.


Gracias a las ayudas de los expertos, puede llevar su viva en perfecta armonía. Una mujer emprendedora, muy buena para los negocios y manejando el dinero. Alice, tiene su empresa, aunque no le he preguntado cómo se llama y de que es, estoy segura que debe estar en muy buena posición. Tanto ella como Matt, adoran a Jamy Alexander Bush Bush. Ese niño encantador y bondadoso que, a veces, lo invade una gran tristeza. El lunes, como todos los días de trabajo, Matt se fue temprano. Hoy solo tenía reuniones, por esta razón no lo acompañé. No quería que Eva pasara todo el día escuchado conversaciones de gente aburrida. La señora Carvajal, se había quedado para limpiar la casa. Quería hacerle compañía pero ya había quedado con Elizabeth para vernos en unos de los mejores restaurantes de comida italiana de Los Ángeles. La mañana se me fue muy rápida. Carvajal me ayudó a bañar a Eva antes de salir. La vestí y esperé a que llegaran por mí. Responsablemente, Eli, llegó a la hora acordada. Nos trasladamos en su auto hacia el restaurant. Matthew no veía conveniente que manejara todavía,


así que mi amiga cargó con la responsabilidad de transporte. Llegamos a nuestro destino. Al entrar, un señor de avanzada edad nos enseñó nuestra mesa. Como había reservado, la mesa estuvo en un lugar cómodo donde no estorbara el Vista Stroller de la bebe. No era la primera ni la segunda vez que entráramos a este restaurant. Así que ordenamos lo mismo de siempre. - ¿Y cómo está tu relación con el gran empresario? - Estamos bien. Él me ayuda mucho con Eva. Por lo que muestra, va a hacer un gran padre. - Es un gran padre – me corrigió Elizabeth. - No, Eli – bajé el tenedor – Sabes muy bien que no me gusta que todos piensen que Eva es hija de Matthew. No estoy de acuerdo en entregarle un papel que no le corresponde. - Pero, Sara, si él está a gusto con su rol de padre de la niña, no creo que este mal. - No está mal, pero no sé sí en un futuro valla a hacer buena idea – tome otro delicioso bocado. - ¿Entonces, porque no lo aclaras? - El está feliz. Me gusta verlo feliz – sonreí.


- ¿No has averiguado porqué la bebe sacó ese hermoso color de ojos? ¿Algún tío lejano? ¿El abuelo del bisabuelo? - ¡Jajaja! No sé. No le he preguntado a mi madre – tomé un poco de mi juego – Esa será nuestra otra conversación. Dejamos a tras el tema de Matthew y de los ojos de Eva para entrar al tema de la obra de teatro del pequeño Jean Pierre. Le tocó el papel protagónico de la obra. Terminamos de almorzar, Elizabeth me llevó a la empresa Bush. Ella conoció a Karin, la recepcionista. Compaginaron muy bien. Las dos chicas no paraban de hablar, parecía que se conocieran desde toda la vida. - Voy a subir. Espérame aquí con la niña. Dicho esto, me subí al elevador con otro de los empresarios de la empresa. Yo no los conocía, pero ellos sí a mí. Todos ellos se bajaron en un piso inferior que yo. Al llegar al último piso, donde se encontraba única y explícitamente la oficina del gran jefe, vi que el puesto de la rubia estaba desocupado. La oficina de Matthew tenía los vidrios oscuros. Esto pasaba solo cuando no quieren mirones.


Me extraño verlos de esa manera. Dudé en entrar. No sabía si podía interrumpir una importante reunión o simplemente no había nadie. Abrí la puerta y vi a la bruja de la señorita Vegas sentada desnuda en la silla ejecutiva. Su ropa estaba tirada en el sofá. ¿Qué es esto? La rubia, al verme, se sobresaltó y trató de cubrirse con la computadora. Terminé de entrar a la oficina. Estaba molesta. ¿Cómo era posible que esta mujer estuviese desnuda en la oficina de mi hombre? - ¿Qué haces su aquí? – no podía ocultar mi furia – Respóndeme – le grité. - Sa…Sara, ¿Qué ha…haces a…aquí? – la mujer estaba nerviosa y yo con ganas de matarla. - Esa pregunta te la hice yo – la puerta del baño de abrió. Matthew se quedó paralizado al ver a la rubia desnuda. Las lágrimas empezaron a correr por mi mejilla. Ya había entendido todo. No hacía falta que ninguno de los dos me diera explicaciones. La furia corría por mi cuerpo. Empecé a templar mientras los miraba a los dos seriamente, tratando de ocultar mi desasosiego.


Salí de esa oficina decidida a o volver a verlos. Mientras esperaba a que subirá el ascensor, Matthew se posó de tras de mí con una mano en el hombro. - Sara, mi Ángel… - No lo digas más. No me llames así – el cólera que me invadía era tan grande que no pude seguir ocultándolo. - Sara, escúchame. Yo no hice… - No me interesa lo que hiciste o dejaste de hacer. No me interesa escuchar explicaciones tuyas o de esa… - Maldita sea, Sara, escúchame. - ¿Maldita sea? ¿Te crees tan hombre para estar maldiciendo en estos momentos? – dejé la pregunta en el aire y entré en el ascensor. - Espera – Matthew atravesó su mano para que no se cerraran las puertas – Quiero que me escuches aun sea un momento. - ¿Qué te escuche? No Bush. No quiero escuchar. No quiero verte. No quiero… Bajé la cara para que no viera mis lágrimas escaparse. Las puertas se cerraron en el instante en que quitó su mano. El ascensor descendió piso por piso. Aunque nadie se subió a él y las puertas no se abrieron, el trayecto me pareció muy largo.


Llegué a la entrada. Cargué a la bebe y le pedí a Elizabeth que me llevara a mi departamento. Ella estaba angustiada. No hablaba ni pedía explicaciones. Guardó compostura y siguió manejando a través del tráfico. - Gracias Eli – le acarré la mano y le di un apretón – Estaré bien. No te preocupes por mí, después te cuento lo que pasó. Terminé de despedirme de mi buena amiga y entré lo más rápido que pude al edificio. En su auto se quedó la silla de la bebe, supongo que después nos pondríamos de acuerdo para buscarla y hablarle lo que sucedió hoy. Llegué al departamento. La señora Carvajal no estaba y la niña dormía en mis brazos. La llevé a su cuna para que descansara mejor. Estaba en shock. La rabia se había ido igual que todo lo aquello que sentí al ver a la bruja Vegas desnuda en la oficina de Matthew. Me senté en el borde de la cama a repetir una y otra vez la desagradable escena. No entiendo. Necesitaba explicación pero no quería escucharlas. Lloré. Grité. Me desahogué. Todo aquello que había en mi habitación fue testigo de mi desilusión. Escuché como tocaban


desesperadamente la puerta principal. Sabía quién era y por esta razón no me apresuré a abrirla. Me dirigí a la sala. La puerta no paraba de sonar. Golpes tras golpes. Unos más fuertes que otro. A veces se detenía, pero volvía a golpear. - Sara, ábreme la puerta – aquel hombre ingrato estaba esperando a que esa puerta se abriera – Escúchame, mi Ángel. Corrí hacia la puerta y la golpee con todas mis fuerzas. - ¡Vete, Maldita sea! – grite desgarrándome la garganta. Deje mi cuerpo caer al suelo. - ¡Ábreme, por favor! – casa vez que hablaba con aquella vocecita que utilizaba cuando teníamos sexo, me destroza en pequeños pedazos. - Eres un idiota, Matthew Bush – le dije a la puerta. No pude esconder lo quebrada que estaba mi voz – ¡Vete! Levanté mi cuerpo del piso y me alejé de la puerta sin dejar de mirarla. Matt la abrió con un juego de llaves. No entró, solo se quedó mirando mis lágrimas que volvieron a salir cuando vi al niño indefenso que dejaba al descubierto. Estaba despeinado, con la camisa por fuera y tenía la postura de una persona que tiene un gran


peso en la espalda. Verlo así me desgarraba, pero más lo hacía cuando volvía por mi mente la escena de esta tarde. Dio un paso y luego otro. Cada vez que movía sus pies, estaba más cerca de mí. Se detuvo a unos poco centímetro y me abrazó como si me quisiera clavar dentro de él. Traté de zafarme, pero no logré nada. - Suéltame – le susurré. Matt obedeció – Vete. Desame. Aunque con cada palabra se escapaban lágrimas, no impidió que salieran de mi boca. Matthew enredó sus dos manos entre su cabello y después de maldecirle a alguien que no estaba con nosotros, se fue con fuertes pasos dejando la puerta abierta. Esa fue la última vez que lo vi. En los blog de chismes no había ninguna noticia de él. Se había escondido de la farándula. Carvajal siguió viniendo al departamento. Ella no me daba información de Matthew y yo tampoco se la pedía. Cada día sin él eran más dolorosos. Lo extrañaba. Lo anhelaba. Necesitaba su calor, sus caricias. Lo necesitaba cuando Eva lloraba en las noches esperando escuchar su agradable voz. Y lo que más me duele, es saber que lo amo cada día más.



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