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Último interludio
—Claro que no. —Pasó por alto la cuestión y tocó a Pritcher en el hombro—. Despierte, Pritcher. nos vamos a casa.
Dos horas más tarde, Eail Channis ya se sentía con fuerzas suficientes como para caminar. Preguntó: —¿Nunca recordará nada? —Nunca. Conserva sus facultades mentales y su Imperio... pero sus motivaciones son enteramente distintas. La noción de una Segunda Fundación se ha borrado de su mente, y ahora es un hombre de paz. En lo sucesivo será mucho más feliz, y vivirá tranquilo los pocos años que le permitirá vivir su naturaleza desequilibrada. Y entonces, después de su muerte, el Plan Seldon proseguirá... de una u otra forma. —¿Y es cierto —inquirió Channis—; es cierto que Rossem no es la Segunda Fundación? Hubiera jurado... Le digo que estoy seguro de que lo es. No estoy loco. —No está loco, Channis; solamente, como ya he dicho, cambiado. Rossem no es la Segunda Fundación. ¡Vamos! Nosotros también volvemos a casa.
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ULTIMO INTERLUDIO
Bail Channis se hallaba en la pequeña habitación de paredes recubiertas de baldosas blancas y dejaba que su mente se relajara. Se contentaba con vivir el presente. Había las paredes, la ventana, y afuera, la hierba. No tenían nombres; eran sólo cosas. También había una cama y una silla, y libros que se proyectaban vanamente en la pantalla situada al pie de la cama. La enfermera le llevaba el alimento.
Al principio realizó esfuerzos para comprender las frases sueltas que había oído, como las que dijeron aquellos dos hombres. Uno de ellos observó: —Ahora padece una completa afasia. Está limpio y creo que no ha sufrido daño. Lo único necesario será introducir de nuevo la composición original de sus ondas cerebrales.
Channis recordaba vagamente los sonidos, que por alguna razón le parecían peculiares... e ignoraba si significaban algo. No valía la pena preocuparse. Era mejor contemplar los bonitos colores de la pantalla que había a los pies de aquel objeto sobre el que descansaba.
Entonces alguien entró, y después de hacerle ciertas cosas, le dejó profundamente dormido.
Cuando despertó, la cama fue repentinamente una cama y supo que estaba en un hospital, y las palabras que recordaba recobraron su sentido. Se sentó. —¿Qué ocurre?
El Primer Orador estaba junto a él. —Está usted en la Segunda Fundación, y ha recuperado su mente, su mente original. —¡Sí! ¡Sí! —Channis adquirió el conocimiento de que ya era él mismo, y saberlo le procuró una alegría y un placer inauditos. —Y ahora, dígame —le interpeló el Primer Orador—: ¿sabe dónde está actualmente la Segunda Fundación?
La verdad irrumpió en su interior como una inmensa ola, y Channis no contestó. Como le ocurriera a Ebling Mis en el pasado, sólo era consciente de una vasta y abrumadora sorpresa.
Hasta que finalmente asintió con la cabeza y murmuró —Por las estrellas de la Galaxia..., ¡ahora sí que lo sé!
Parte II
LA BUSQUEDA DE LA FUNDACION