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FORD MODELO T ANFIBIO 1923

AYER

¡T AL AGUA!

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Ford Modelo T Anfibio 1923

En la edición de enero de 1926, la revista Mundo Ford replicó una curiosa nota que, a su vez, se había publicado en el diario Crítica sobre un Modelo T adaptado para «navegar».

En un Automóvil Ford Hemos Navegado por el Río de la Plata.

El mecánico Oneto ha inventado un sencillísimo aparato por medio del cual un automóvil puede navegar como una lancha. Se realizaron pruebas en el río de la Plata, navegando durante varias horas por los alrededores de Quilmes y pueblos vecinos. (De CRÍTICA, Dic. 24 de 1925)

Ayer a la mañana recibimos en nuestra redacción la visita de un señor que dijo ser inventor y que deseaba que «Crítica» enviara un representante con él a fin de hacerle unas demostraciones prácticas de su invento; «seguro que los ha de sorprender», dijo. Enterados de que se trataba de navegar en automóvil por algún río decidimos que dos de nuestros reporteros —uno de ellos gráfico— acompañarán al señor Oneto, el gentil inventor.

UN AUTOMÓVIL VIEJO

En un garage central nos esperaba el automóvil innovado por el señor Eugenio Miguel Oneto, ex mecánico de la Escuela de la Armada y actual vendedor y mecánico de taxímetros. Es un auto marca Ford, del tipo común, modelo '23, doble Faeton. La silueta del auto estaba deformada por unos flotadores colocados como si fueran tanques a los costados y en la parte delantera y trasera del coche. Francamente, cuando el mecánico, señor Oneto, nos aseguró que en ese auto había navegado el domingo pasado por el río, casi nos echamos a reír.

Invitados a comprobar la veracidad de lo que nos afirmaba, subimos al auto y este salió del garage hacia Quilmes.

POR EL CAMINO A LA PLATA

El nóvel inventor iba acompañado de su segundo, el chauffeur Eustaquio A. Arenaza, hombre de mucha experiencia en todo lo que se refiere a automóviles, raids y pruebas arriesgadas como la que íbamos a hacer. Por el camino a La Plata, el fordcito, a pesar de llevar cerca de 200 kg de peso de más —el de los cuatro flotadores y el de algún que otro aparato agregado al motor— corría velozmente, dejando atrás a cuantos coches hallaba en el camino. La gente miraba sorprendida a ese auto que llevaba en la parte delantera algo así como una proa de zinc y atrás una popa del mismo material.

EN QUILMES

Cuarenta minutos después de haber salido del centro, llegamos a la plaza de Quilmes. Varias familias que se hallaban allí gozando de los placeres de picnics se acercaron al auto sorprendidas por su aspecto, y sobre todo, por lo que su volante decía que iba a hacer: navegar con él por el río. Previos los preparativos, el señor Oneto y su acompañante, el señor Arenaza, subieron al auto y poniendo en marcha el motor, echaron a andar entrando decididamente en el río.

UN CURIOSO ESPECTÁCULO

A pesar de que el viento que soplaba a esa hora levantaba un fuerte oleaje, el auto avanzó flotando sobre las aguas, produciendo con el motor el mismo ruido de una lancha. Diez minutos después estaba a más de un kilómetro de la orilla, apareciendo y desapareciendo, según el movimiento de las olas, pero siempre navegando hacia el sur. El curioso espectáculo fue presenciado por las familias y el público, que a esa hora estaban en la playa. La sorpresa era general y el regocijo se pintaba en el rostro de muchos que ya manifestaban deseos de viajar en el extraño barquito.

CINCO MINUTOS DE ANGUSTIA

De pronto el ruido del motor a lo lejos dejó de oírse, y con gran sorpresa vimos que el señor Arenaza se cambiaba de ropa y, poniéndose un mameluco, se arrojaba al agua. Hicimos señales al señor Oneto

temiendo les ocurriera algo grave; pero éste nos saludó con los brazos en alto dándonos a entender que no había peligro. Pasaron cinco largos minutos durante los cuales vimos al señor Arenaza arreglando algo en el motor y al mecánico que esperaba pacientemente. Fueron unos minutos de angustia en el que todos los presentes temimos se les hubiera parado el motor dejándolos abandonados a su suerte en medio del río.

EL FORDCITO VUELVE TRIUNFANTE

Poco después el auto regresó navegando rápidamente a favor del oleaje que lo empujaba con fuerza. Ya en tierra los volantes nos explicaron la causa de la interrupción en el viaje: un fuerte bandazo de agua barrió todo el coche y penetró al motor paralizándolo. Fue necesario que uno de ellos se largara al agua Y subiera por la parte delantera a secar las bujías.

LA PRUEBA DEFINITIVA

Horas después, a la tarde, cuando ya el río había bajado y su oleaje era menos peligroso, nuestros reporteros acompañaron a los automovilistas navegando en el auto hasta el espigón de Quilmes. Allí descendió el fotógrafo y los otros tres continuaron internándose aguas adentro hasta alcanzar una distancia de tres millas, más o menos. En esta prueba, pudimos apreciar la eficacia del invento del señor Oneto: el automóvil corría por el agua a una velocidad media de 25 km/h sin que fueran obstáculos las grandes olas que lo golpeaban por el frente y el costado derecho. A medida que la orilla iba quedando más lejos subía de pronto la alegría de los volantes. Nosotros también nos sentimos contagiados y cantamos con ellos festejando ese triunfo del auto sobre el agua.

LOS CUARTEADORES

Al regreso, después de dos horas de viaje por los alrededores de Quilmes y algunas playas vecinas, cuando ya el auto

«Corría por el agua a una velocidad media de 25 km/h sin que fueran obs- táculos las grandes olas que lo golpeaban».

pisaba la arena, otro bandazo de agua penetró el motor. Una vez secas las bujías y arreglado el ligero desperfecto, el motor funcionó. ¡Pero el coche no avanzaba! Se había hundido en la arena. Los cuarteadores que desde la mañana estaban esperando este percance galoparon por el río acercándose al auto. Sus servicios fueron utilizados inmediatamente. Para dar una idea de la poca firmeza de la playa, digamos que para sacar el auto fueron necesarios tres cuarteadores cuyos caballos a poco se hunden en el barro y la arenilla.

EL INVENTO NO ESTÁ PERFECCIONADO

Después de esta prueba y ya corriendo velozmente hacia la capital, el señor Oneto, nos dijo que su invento, que ya tiene patentado, es susceptible de pequeñas reformas que acabarán por darle la máxima perfección. Los cuatro flotadores aplicados al coche van colocados en los siguientes lugares: uno, bajo el radiador; dos, en los estribos; y el último atrás, junto al caño de escape.

El señor Oneto cree que su invento será muy útil para los grandes raids y hasta aplicable en la ciudad para paseos y para los casos de inundación de barrios.

Próximamente habrá una exhibición pública con varios coches que está preparando por encargo.

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