Sumario Saludo del Alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce.
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Saludo de la 1ª Tte. de Alcalde, Delegada de Cultura y Universidad, Pilar Pintor.
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Editorial. El guardián de los cantes. Miguel Vega.
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Autenticidad y emoción en el cante de Manuel Moneo. Pedro Carabante.
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Manuel Moneo, la dignidad del cante. Estela Zatania.
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Coordinadores: Julio Valdenebro. Ramón Soler.
El poder de la verdad. Alberto Pérez de Vargas.
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Diseño: Dpto. de Imagen y Desarrollo, Ayuntamiento de Algeciras.
Manuel Moneo, el bronce de la Plazuela jerezana. José María Castaño.
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Lo que el tiempo no puede borrar. Manuel Martín Martín.
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El gran Manuel Moneo. Juan Antonio Muñoz.
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Manuel Moneo, o la pasión mairenera en el Jerez de Manuel Torre. Luis Soler.
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Imprime:
La pureza jonda de Manuel Moneo. Antonio Nieto Viso.
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Depósito Legal:
Manuel Moneo, aromas de vino de solera. Ramón Soler Diaz.
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Manuel Moneo, esencia del cante gitano andaluz. Alfonso Queipo de Llano.
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Manuel Moneo: “Alma de tabanco” Carlos Vargas.
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Discografía de Manuel Moneo. José María Castaño y Ramón Soler Diaz.
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Foto de portada: Paco Sánchez. Redactor Jefe: José Vargas Quirós.
Fotografías, créditos: Autores en pies de fotos. Redacción: Avda. de la Cañá, 37. 11203 Algeciras. Edita: Sociedad del Cante Grande.
NOTA: Al-Yazirat no comparte necesariamente los puntos de vista en las colaboraciones firmadas. Nuestro agradecimiento a cuantas personas han hecho posible con su colaboración la edición de este número.
XX PALMA DE PLATA “CIUDAD DE ALGECIRAS” José Ignacio Landaluce Alcalde de Algeciras
Es un inmenso placer el poder dirigirme a todos los amantes del Cante Flamenco gracias a la oportunidad que se me brinda desde las páginas de esta revista Al-Yazirat que tienen en sus manos y que se dedicada a uno de los eventos más importantes con los que cuenta la ciudad de Algeciras, como es la Palma de Plata, que este año celebra su vigésima convocatoria. Un galardón que ya es todo un referente en lo que al mundo del flamenco se refiere, en buena parte por la cantidad y calidad de buenos artistas que consigue reunir en cada una de sus convocatorias, todos ellos de reconocido prestigio y buenhacer en el seno de un arte que es seña de identidad de nuestro país fuera de sus fronteras. Tras más de dos siglos de historia, el flamenco consiguió, por fin, el reconocimiento que siempre había merecido como “Patrimonio inmaterial de la Humanidad” por parte de la UNESCO, un reconocimiento al hondo significado de un arte que va más allá de una simple manifestación popular para convertirse en un arte cargado de esencias y de pureza. Y si hablamos de pureza, también nos tenemos que remitir al que será protagonista de la XX Palma de Plata Ciudad de Algeciras, Manuel Moneo, que encandila al público en general, pero al que los flamencólogos ortodoxos profesan una especial predilección por erigirse en uno de los principales defensores de los viejos cantes de su Jerez natal. Manuel Moneo es el mayor de los hermanos de una saga de artistas gitanos de la que también forma parte Juan “El Torta”, que el público de Algeciras aficionado al flamenco conoce sobradamente. El Teatro Municipal Florida vuelve a convertirse en referente de la Cultura, con mayúsculas, en la ciudad, devolviendo este espectáculo de cante, baile y toque al lugar que merece como es el principal escenario de la ciudad: las tablas del Florida. Sólo me queda agradecer el esfuerzo de todos los que han colaborado en la organización de este evento, de manera especial a la Sociedad del Cante Grande, cuya lucha por mantener la ilusión y la actividad en torno al flamenco es digna de reconocer públicamente. Esperando que disfruten del espectáculo, reciban un cordial saludo.
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AL SUR DEL FLAMENCO EN PALMA DE PLATA Pilar Pintor 1ª Tte. Alcalde Delegada de Cultura y Universidad del Ayuntamiento de Algeciras
Tan antiguo como la humanidad y tan necesario como el primigenio grito del ser humano ante la adversidad o el dolor, el origen del Flamenco se pierde en la noche de los tiempos, pero la belleza sonora y plástica de esta manifestación artística, genuina y por derecho propio emocionalmente atada a nuestra tierra de Andalucía, sigue teniendo -pese a los malos tiempos- razones sobradas para el optimismo, en tanto pasen de mano en mano, revistas especializadas en dicho arte, como esta Al-Yazirat, cuya lectura empezaremos a degustar y se sigan estableciendo felices alianzas como las que unen a esta ciudad de Algeciras -que vive y sabe flamenco- desde su Ayuntamiento, con la Sociedad del Cante Grande, la veterana peña flamenca de Algeciras, referente social y artístico mundial, por esa hermosa tozudez que mantiene desde hace más de dos décadas, para mantener vivo, el flamenco, su memoria y su belleza. Por eso, desde nuestra Delegación Municipal de Cultura, seguimos trabajando sobre la obligatoria y nada ingrata tarea de establecer líneas de trabajo comunes, trazadas en torno al Flamenco y su Cultura, que a yunque y fuego, defienden los amigos de la Sociedad del Cante Grande, y que le llevaron a crear el prestigioso galardón flamenco “Palma de Plata Ciudad de Algeciras”, institucionalmente retomado por nuestro Ayuntamiento, y que a esta ciudad sitúa en un lugar de privilegio en el universo flamenco y en sus enciclopedias. Y mientras tanto, hace historia este certamen que regala al corazón y a sus oídos un festival Flamenco, que recupera su esplendor sobre la moderna arquitectura escénica del Teatro Florida de Algeciras, y que coincidiendo con la entrega de su preciado galardón plateado, cumple su vigésima edición, así que ante tan simbólica efemérides, la Palma de Plata no podía tener mejor destino que las manos y la obra sonora de MANUEL MONEO, el genial cantaor jerezano del Barrio de San Miguel, maestro de los viejos cantes, ejemplo a seguir, para la supervivencia del flamenco en estado puro, desde su inmensa aportación musical, que esta XX PALMA DE PLATA CIUDAD DE ALGECIRAS, le reconoce. Mi enhorabuena pues al galardonado, y felicitémonos todos, por mantener viva esta llama flamenca, apoyándonos en figuras de la talla humana y artística de Manuel Moneo, y sigamos escuchando flamenco y sigamos leyendo flamenco, desde publicaciones como esta Revista Al-Yazirat, a la que es un lujo y un deber defender con honor, como al Flamenco y a la Cultura, que engrandecen pueblos y corazones.
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EL GUARDIÁN DE LOS CANTES - EDITORIAL -
Miguel Vega
Tuvo que haber sido -porque así lo escribe la historia y así lo recuerda el corazón- en una de esas veladas flamencas íntimas, con las que de vez en cuando la vida se manifiesta en alta voz, bajo la luna azul de los sueños reflejada en una playa de Algeciras, cuando MANUEL MONEO abriera el cofre de su garganta -donde custodia los cantes que siempre son lo que siempre debieron sery de sus labios abiertos como puertas a la inmortalidad, afluyesen los ríos de su voz, hasta que el Mediterráneo entero sintiese la sacudida sonora de sus cantes, en el estremecimiento marítimo y profundo de descubrir, por seguiriyas y soleá, que la poesía es un sueño encarcelado cargado de flamenco. Seguramente porque antes, este patriarca de una saga artística jerezana de leyenda, erigido en salvaguarda y boca del flamenco puro y su ortodoxia, ya había esculpido su arte en las piedras de La Plazuela, otrora arrodilladas ante los tiempos, ahora orgullosas de su herencia ante los siglos. Y es que este “mairenista” convicto y confeso, demasiadas veces olvidado en el festival de Jerez, es reconocido en medio mundo, mientras el otro medio espera la reconciliación de la justicia flamenca en su persona, que le lleve a ocupar sus oídos y su geografía, edificando bulerías hasta arrancarle el sentido a la vida y el flamenco a sus calles. Personal e inimitable, doctorado en hechura y arte, capaz de reflexionar sobre el cante y la vida, escuchando a “El Torta” a sus espaldas, a la par que ocupar las salas de cine y las vídeotecas personales, por obra y cámara de Carlos Saura, y al que se le atribuye la paternidad convencido de que existe un complot organizado contra la pureza en el flamenco- de aquel alegato universal por la cultura grande de nuestra tierra, definitorio de los tiempos que corren, y que reza así: “La nevera está llena, pero hace falta más cante”. A todos nos hace falta más cante, pero sobre todo
necesitamos el cante de MANUEL MONEO, custodiado como el oro que lo cubre y la belleza que lo envuelve, por su figura musical y su grandeza humana, felizmente reconocida en estos días confusos, huérfanos de humanidades, que empiezan a hacer justicia con uno de los grandes, cuya vida y andanzas habitarán las páginas de esta revista ALYAZIRAT, en honda complicidad de literatura, flamenco y cante. Por eso tenía que ser aquí, a orillas de este Mediterráneo agradecido, arribando en la milenaria Algeciras, donde retumbase el legado artístico y sonoro de tan universal jerezano, para ocupar memorias y galardones, desbaratar olvidos y desplegar la vida detenida en su garganta. Ya quisiera yo, que en todas las cárceles del alma se oyese el flamenco puro de “El Guardián de los Cantes”, para sacar de su cautiverio a la primera necesidad del ser humano, el derecho a liberar los sentimientos a los que solo el Flamenco accede. Y mientras tanto, seguiremos cultivando la amistad, abriendo puertas a la palabra y caminos a la cultura, compartiendo veladas y diálogos con indispensables mediadores entre el flamenco, los sueños y la vida, como JOSÉ LUIS LARA, en Algeciras, quién desde su parentesco familiar y de sangre con el destinatario de la XX PALMA DE PLATA, nos devuelve a esa inmortalidad sonora, que a veces cubre la arena del olvido. Ya les dije, porque tuvo que ser así y porque el Flamenco es de quien lo canta y de quien lo necesita, que nunca Algeciras estuvo más cerca de la justicia, como cuando más cerca está de Algeciras MANUEL MONEO, con el reconocimiento marítimo, cabal y plateado, a este “Guardián de los Cantes”, noble corazón, que alberga una voz que como nadie sabe custodiar y proclamar el Flamenco más puro, la belleza mas necesaria y la cultura más reclamada, desde la Andalucía universal que engendra hijos cantaores, que la ubican en el mundo y en su Historia.
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AUTENTICIDAD Y EMOCIÓN EN EL CANTE DE MANUEL MONEO Pedro Carabante
Manuel Moneo con la guitarra de su nieto “Barullito”. (Foto: Pedro Carabante).
Playa de La Barrosa en Chiclana, 4 de julio de 1992. El mar estaba bravo aquel día, como si presagiara que algo extraordinario podría ocurrir. Las olas rompían con bastante fuerza una tras otra, como las penitas negras de la siguiriya gitana. Mientras estaba enfrascado en mi particular pelea por disfrutar de un buen baño en compañía de mi hijo Juanpe, distinguimos en la orilla, delante de la tupida barrera de sombrillas, tres siluetas negras de los pies a la cabeza, tal como si acabaran de salir de un bidón de alquitrán. Esta visión en pleno verano, lógicamente, nos produjo bastante extrañeza. Despertada nuestra curiosidad ante tan insólita visión nos fuimos acercando hacia nuestro objetivo, hasta que con gran sorpresa vimos que teníamos a unos metros de distancia, con la blanca espuma de las olas a punto de limpiar la arena que ocultaba el lustre de sus negros zapatos, a Manolo Polo, Barullo y su padre Manuel Moneo, los tres con los brazos levantados haciendo señas hacia donde 6
calculaban que nos encontraríamos nosotros con la intención de hacerse visibles, sin darse cuenta que la forma en que iban ataviados era lo suficientemente llamativa para hacerlos destacar entre una multitud totalmente despojada de ropa de calle. Ya en la orilla, tras los besos y saludos de rigor, nos comentaron con pesadumbre que venían de San Fernando, de acompañar a Camarón a su última morada y habían decidido acercarse a mi casa, en la costa gaditana, para compartir junto a nosotros la amargura producida por tan irreparable pérdida. Nos acomodamos en el pequeño jardincito. Bajo los pinos, entre copa y copa, fueron brotando recuerdos y anécdotas sobre la personalidad tan singular del artista isleño desaparecido. Rememoramos sus frecuentes visitas a Jerez para impregnarse de los ecos plazueleros; su indiscutible talento musical; su innegable maestría al abrir nuevos caminos y veredas al arte flamenco.
Moneo y Parrilla de Jerez. (Foto: Pedro Carabante).
Criticamos con vehemencia a toda esa legión de imitadores que tan frecuentemente transitan por la senda artística camaronera a contramano y sin carnet. Recordó Manuel Moneo, con emoción incontenida en sus palabras, aquella madrugada inolvidable que en una casa del Rocío, cuando la reunión de cabales estaba en todo su apogeo, se entonó por siguiriyas provocando tal turbación en la concurrencia que José Monje Cruz impresionado por la majestuosidad y el duende que transmitía el cante gitanísimo de Manuel, dejó su camisa hecha jirones en un gesto de verdadera exaltación. Muchos de aquellos trozos de tela con lunaritos están hoy día enmarcados, como recuerdo irrepetible, en casa de algunos artistas y aficionados que tuvieron la fortuna de estar presentes en aquel momento imperecedero. Al socaire de tantos recuerdos nos iba picando, a los allí reunidos, el gusanillo del cante, y fue Barullo quien de repente me preguntó si tenía a mano la guitarra. Al instante ya estaba yo enfrascado en la afinación de la sonanta. Una vez colocada la cejilla en el traste correspondiente y tras los primeros compases por soleá el eco del hijo de Moneo se hizo dueño de la tarde. Estuvo cantando con el sello inconfundible de su gente hasta que comenzó a oscurecer. Todos estábamos en ese estado de turbación que se produce cuando compartimos nuestros más íntimos sentimientos. De repente, Manuel Moneo me pide que meta mano a la guitarra por siguiriya. Aquello fue el delirio. La voz redonda y profunda del cantaor jerezano diciendo con hondo sentimiento aquel cante tan gitano provocó que nuestros ojos se inundaran de incontenibles lágrimas. Hizo Manuel un cierre
escalofriante que puso fin a su doliente grito siguiriyero. Con la mirada dirigida a un cielo ya estrellado se lo dedicó emocionadamente a su querida madre, fallecida meses antes. En ese mismo instante, como si una fuerza imparable me empujara desde lo más profundo de mi ser exclamé instintivamente: ¡aquí ya no se canta más!, lanzando al mismo tiempo la guitarra al vacío con tal violencia que vino a impactar en el oscuro tronco de un pino. Los duendes flamencos que en aquel crepúsculo imborrable revoloteaban por el pequeño jardín hicieron posible, milagrosamente, que el noble instrumento no sufriera daño alguno. Situaciones de éxtasis parecidas son provocadas repetidamente por Manuel Moneo cuando su cante repecha hasta la garganta esparciendo esos “soníos negros” que tan bien administraba su paisano, el mítico Manuel Torre. El cante de Moneo hay que valorarlo en quilates, no en kilos de copia insulsa y chabacana como nos quieren acostumbrar algunos advenedizos y advenedizas que pululan por los escenarios en estos tiempos de ojana que nos han tocado vivir. El cante de Moneo, en definitiva, tiene la capacidad de provocar que una figura tan importante como fue Camarón para el arte flamenco, se rompiera la camisa a pedazos en un arrebato emocional y que un simple aficionado como yo, turbado por los sentimientos, estrellase su apreciada y valiosa guitarra contra un pino en la oscuridad de la noche . 7
MANUEL MONEO, LA DIGNIDAD DEL CANTE Estela Zatania
El flamenco no acaba, no. No puede. Jamás. Tanto que nos lo dicen, empiezas incluso a creerlo. ¿Porqué entonces, cada vez que se nos va gente… el Chocolate, Fernanda y Bernarda, Manuel Soto “Sordera”, la Paquera y tantos otros de aquella bendita generación…siempre me invade una terrible sensación de pérdida que va más allá de la comprensible tristeza humana ante la desaparición de personas que han aportado tanto? Luego, me viene a la mente una de las novelas más conocidas de la autora Agatha Christie, que se llama en español “Diez Negritos”, una traducción poco acertada del título en inglés, “And then there were none”, que significa “Y luego, no quedaba ninguno”. Pensamientos fugaces que desfilan por la mente y que inspiran este pequeño homenaje a
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uno de los últimos grandes cantaores en la ocasión del merecido reconocimiento que le brinda la Sociedad del Cante Grande de Algeciras. Portador de unos valores y de una forma de cantar de la que queda poco, Manuel Moneo Lara personifica y representa a su barrio de San Miguel de Jerez de la Frontera – la Plazuela para los amigos. “Amigos” como el señó Manuel Molina, Loco Mateo, Diego el Marrurro, Joaquín la Cherna, don Antonio Chacón, Juan Mojama o el gran Manuel Torre, los Agujetas o los Rubichi, una larga nómina de nombres que desprenden flamencura con sólo pronunciarlos, y que definen una forma de entregar el cante y una manera de ser. En la Plazuela la pena duele un poquito más, y sus
Canta Manuel Moneo con el soniquete de su nieto “Barullito”. (Foto: Pedro Carabante).
cantaores poseen un natural sentido del drama de la vida que se hace patente incluso por bulerías. Es un lugar medio imaginado, medio real, donde todavía ruge con fuerza este viejo león Manuel Moneo. Nace el mismo año que Camarón, en el ecuador del siglo veinte, pero su mundo es otro. De una familia de arraigada tradición, Moneo no tiene el poder de convocatoria de otros cantaores más ostentosos que van en busca del duende mediante voces, puños o muecas – su cante no es flamenco de masas, ni tiene fecha de caducidad ni admite concesiones. A Manuel Moneo le guían los conocimientos y la sobriedad que él se encarga de colocar en el filo del riesgo. Le marca profundamente su adoración casi religiosa por Antonio Mairena y Manuel Torre, sus dos nortes, poseyendo la dignidad de aquél, y el poder comunicativo de éste. Moneo bebe, se alimenta, se revuelca en el universo que es el cante y obra de Antonio Mairena. La inspiración que encuentra en el cantaor de los Alcores le identifica, pero la incomprensión por parte de la afición jerezana es una espina que se le clava siempre. Con más razón Moneo se merece nuestra admiración, porque además de gran cantaor, defiende sus principios y maestros a ultranza. Están destiladas en él las formas de los reservados y colmaos de la sevillana Alameda de Hércules en los mejores años flamencos de dicho entorno, cuando Mairena alternaba con Pastora, el Pinto o el Gloria, la Moreno o la Pompi. Un planteamiento diferente; aires recibidos, digeridos y transmitidos a través de sus buenos instintos jerezanos. Profundo, poderoso y punzante, Manuel dice misa por siguiriya, reza por soleá, sentencia por tonás. El compás a nudillos de unas bulerías al golpe a paso tranquilo es todo lo que necesita para llevarnos al meollo de Jerez en la época de los tabancos y casas de vecinos, Jerez esencial hecho sonido en una garganta de la que sale un eco lleno de matices y dimensión. Es de los pocos que conserva la soleá de Carapiera, pausada y sustanciosa, con todo el peso que corresponde. Sus fandangos son solemnes declaraciones que rebanan el aire y por bulerías, siempre sientes una capa oscura subyacente, porque es un cantaor incapaz de trivializar ningún cante.
En la película “Flamenco” de Carlos Saura, el martinete de Moneo, mano a mano con otro grande con raíces plazueleras, Manuel Agujetas, queda como uno de los momentos más escalofriantes y velloerizantes de la historia del cine flamenco. El planeta particular que habita Manuel Moneo Lara es un lugar intenso, adusto y austero. Recuerdo su magnífica actuación hace unos años en el Baluarte de la Candelaria dentro de los Jueves Flamencos de Cádiz…acabo de volver a leer el artículo que escribí aquel día. Manuel se dirigió al público: “he venido trempanito, pero siempre me toca cerrar…soy de los pocos puritos”. Y uno del público replicó: “¡eres el único que queda, los demás son ojana, Manuel!” Ese pequeño diálogo público resume varias verdades. Queda patente que En una actuación. (Foto: Estela Zatania).
Moneo no tiene el defecto de la falsa modestia, y si no es el único “purito”, sin duda corresponde a la élite del cante. Parece que ya no se puede decir “puro” sin que llegue alguno para ridiculizarte. Y sin embargo, todos sabemos a qué tipo de cante se refiere, y ese cante es el que nos entrega este cantaor que se mueve con dignidad y respeto entre las sombras de figuras del pasado y las emociones oscuras de siempre. También recuerdo una fiesta en Morón que duró hasta bien alto el sol de la mañana siguiente. Y así, al aire libre, con la aplastante brillantez del mediodía que a muchos les apagaría el ánimo jondo, Moneo lanzó unas tonás que hicieron temblar cada hoja de cada olivo de aquella campiña abrasada por el agosto andaluz. Cante denso e intemporal, compás instintivo y conocimientos; tenía razón el otro, Manuel, los demás son ojana, muchos… Ahora se habla de la necesidad de “dinerizar” el flamenco, un verbo todavía más ofensivo que “globalizar”, y un paso más hacia la homogeneización definitiva del cante. Hoy en día, cuando los ojos del mundo están puestos en este género más que en ningún otro momento de su historia, todavía estamos a tiempo de cultivar un flamenco de calidad y definir su naturaleza intrínseca en función de los grandes veteranos que nos quedan. Uno de los cuales, indudablemente, es Manuel Moneo. 9
EL PODER DE LA VERDAD Alberto Pérez de Vargas
A duras penas vamos por el caminito, pero ¡cuánto trabajo cuesta mantener la identidad! Aquí estamos, con sobresaltos y vacíos, pero aquí estamos. A ver si podemos contribuir a que algo tan genuinamente nuestro como el arte flamenco, mantenga viva su dignidad. Nos recuperamos de saltos y de sobresaltos y vivimos rehaciendo la “verea” que los dineros y las fatiguitas nos estaban negando. Que esta Palma de Plata, la vigésima, sea para Manuel Moneo es una señal inequívoca de su buena salud. Los que saben de estas cosas y pueden decidir sobre ellas han escogido al cantaor jerezano, seguramente porque en él se dan las quintaesencias del arte y de la condición que es referencia de estos menesteres a los que ahora estamos aludiendo. Manuel es un nombre que parece más nombre entre los nombres de una familia gitana de La Plazuela, un cantaor verdad sin que haya que desmerecer a nadie, pero sabiendo que en la verdad es donde se apoyan las buenas palabras y los buenos modos. La seguiriya y la soleá que son las columnas de la estructura del cante, adoptan en Manuel lo mejorcito de sus compases y de sus sones. Es una voz clara, de las que se entienden y cuando el cante se entiende es pura sabiduría. Con esta Palma de Plata se ahonda en las raíces del cante. No es cuestión de echarle un pulso a la evolución natural que como consecuencia de factores muy diversos, está interviniendo en los tiempos y maneras del cante, sino simplemente disponerse a ayudar a que sean las fuentes las que nos digan en donde están las madres de todos los compases. Gitano-andaluz apellidó al cante, como pudiera decirse igualmente del toque y del baile, el maestro Mairena del que pende Manuel arrastrando su magisterio. Amigo cercano de su paisano Agujetas con quien gustaba alternar cantando por martinete, sobre todo, y devoto hasta las entretelas de Manuel Torre, el patriarca de los Moneo, de los Torta, podría ser ese cantaor puro que mantiene cerrado el frasco de los misterios para que no le entre la contaminación exterior y conserve intacto el duende que en él guardaron sus mayores. 10
A poco que se le escuche, que se le vea y que se le sienta, en Manuel Moneo se percibe el encuentro de lo andaluz y de lo gitano porque no pudiendo conjugarse mejor la componente étnica, el habla de Cádiz y la voz clara e intensa, más limpia de ruidos de lo que es habitual en los gitanos, delata que esa componente no es la única vía, que lo andaluz pesa tanto en el alma de Manuel que pudiera tenérsele como envoltura de tan histórica y mutua influencia entre la raza y el territorio. A Manuel le gusta referirse a su familia y a su barrio como entorno y crianza de su cuerpo de artista, y también al esfuerzo y la atención que hay que prestar a lo que se aprende para poder llegar a ser maestro: “casita de jabonero donde el que no cae resbala” diría en una soleá heredada de Pacote, su padre. Su homónimo y referente constante, Manuel Torre, nació como Moneo en el barrio de San Miguel, en La Plazuela, pero su padre, para nuestro buen sentir, era de Algeciras donde trabajaba como matarife. De él hereda el sobrenombre con el que se le conoce: Torre, por su elevada estatura. Se cuenta que su madre, Tomasa Loreto, quería parir en Jerez que era su pueblo y allá se fueron, estando ella embarazada, en burra y por esos caminos de Dios que son el esternón de la provincia gaditana. Una mijilla de gloria nos queda, pues habida cuenta de tanto como Manuel Moneo alude a sus propios genes y al magisterio de Torre, algo de su arte nos toca porque el que aquel tiene por maestro fue engendrado en Algeciras. Bien merece Jerez y Manuel que con sus veinte años cumplidos, esta Palma se les dedique por entero, han pasado dos décadas que para estas cosas se significan en una madurez consolidada y formidable. El indiscutible protagonismo de Jerez en el arte flamenco, de sus barrios de Santiago y San Miguel ante cuya ermita de La Yedra se alza vigorosa la sólida figura de La Paquera, participará del homenaje que la ciudad de Algeciras va a rendir a una personalidad señera e indiscutible del arte flamenco, un hombre bueno en el buen sentido de la palabra, un gitano nuestro, admirado, al que de alguna manera hacemos todavía más nuestro si cabe, adornando su carrera artística con ese brazo grande de planta vertebrada, con cien dedos por lado, ramal de palma, de la palma de las palmeras, de la palma de la Virgen, tan consustancial con esta tierra.
MANUEL MONEO,
EL BRONCE DE LA PLAZUELA JEREZANA José María Castaño (Del libro “De Jerez y sus cantes”)
Con Agujeta. Presentación del disco V.O.R.S. Foto: Miguel Ángel Castaño (Albatros Foto).
Manuel Moneo Lara nació en la calle Acebuche del flamenquísimo barrio de La Plazuela, en 1950. El mismo entorno donde vieran por primera vez la luz artistas de la talla de D. Antonio Chacón, Manuel Torre o La Paquera de Jerez.
de Juana, esposa de Diego de los Santos Boneo, bisabuelo de Agujetas, aunque no está constatado que fueran hermanas. Desde entonces, la familia Moneo ha permanecido asentada de manera ininterrumpida en el corazón de La Plazuela.
Según las investigaciones de Martín Barbadillo, a principios del siglo XIX la familia Moneo está asentada en el Puerto de Santa María, de donde también provenía la saga de los Agujetas. Allí permanecerían hasta el último tercio del mencionado siglo. En el año 1869 se tiene constancia del nacimiento, en la calle Acebuche número 11, de Manuel Moneo Monge, de profesión herrero. Contrajo matrimonio con María Navarro Morón, que coincide con los apellidos
De especial relevancia es el enlace entre Luis Moneo y Filomena Lara Carpio, un matrimonio muy fructífero para la historia del cante flamenco jerezano, pues por línea materna se entroncan con los Lara. Esta familia, vinculada al antiguo Matadero de Jerez, fue muy aficionada al cante y al baile. Luis Lara Carpio, hermano de Filomena y más conocido como Luis de Pacote, fue uno de los primeros cantaores de la familia, seguido por su hijo, Luis Lara. Además, el 11
apellido Carpio relaciona a los Moneo con los Mijitas, a su vez, vinculados con los Agujetas por Domingo de los Santos Gallardo, más conocido por Domingo Rubichi. Volviendo al árbol genealógico de los Moneo, del matrimonio entre Luis Moneo y Filomena Lara Carpio se ha gestado una de las estirpes cantaoras jerezanas más relevantes de la actualidad, puesto que tres de sus hijos son artistas consagrados dentro del panorama flamenco: Manuel Moneo, El Torta y Luis Moneo. El primero de ellos, desde muy pequeño se nutre del manantial más puro del cante, el representado por aquellos gitanos viejos del barrio, que tras dejar el trabajo en las fraguas, se reunían en los tabancos a proclamar sus quejas cotidianas por martinetes y siguiriyas. Acurrucado entre ellos, con el oído y el alma siempre alerta, fue Manuel creciendo aleccionado en los secretos de lo jondo. Nutrido además de sangre flamenca y cantaora por los cuatro costados, los Moneos y los Laras, Manuel va a causar sensación cuando debuta en aquellos Jueves Flamencos organizados por el guitarrista Manuel Morao. Será en 1973, cuando aparece por vez primera en el vinilo. A Manuel Moneo se le otorga la mayor responsabilidad de la grabación, tal que protagonizar
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el mayor número de cantes, compendiados en seguirillas, tarantos y fandangos, en clara referencia a la escuela manueltorrera y rematar con unas impagables bulerías. Aún no se percibe en él su posterior influencia mairenista y está algo más bravío en la ejecución. La figura del mayor de los Moneos va creciendo y pronto es reclamado por las distintas peñas tanto de Andalucía como del Norte, a las que concurre normalmente acompañado por Parrilla de Jerez. La destilación añeja de sus sones pronto se va a comprobar en las tablas de los festivales más importantes, destacando sonados éxitos en la Fiesta de la Bulería de su pueblo natal. El Congreso de Actividades Flamencas le va a premiar con la grabación de su primer disco en solitario. En esta ocasión va a estar acompañado por la guitarra de Moraíto. El título no puede ser más convincente, ni mejor expuesto: “JEREZ POR DERECHO”, donde el cantaor plazuelero realiza un importante recorrido por los cantes más ancestrales. Con la compañía de Manuel Morao, viaja por distintos países, creando verdadera afición a lo más puro en lugares tan lejanos como New York. Aunque continua con su presencia en las peñas y festivales (su cante es un cante para las minorías más selectas y él a su vez es muy selectivo), pronto reaparece en
Manuel acompañado a la guitarra por “Niño Jero”. Foto: Pedro Carabante.
la discografía, en esta ocasión con el sello francés Audivis. El disco nos recuerda al de Nueva Frontera en su planteamiento, “JEREZ, FIESTA Y CANTE JONDO” prima a Manuel y a su hermano El Torta y los responsabilizan del repertorio más jondo, como la soleá o la siguiriya. Pasando el tiempo, el mayor de los Moneos, se va a erigir en la cabeza visible de una familia cantaora por excelencia, donde se pueden contar más de una decena de artistas, sin que los rigores comerciales de la actualidad hayan podido hacer mella en el talante artístico de quienes se sienten herederos de los soníos negros. Significativa resulta su aparición en la película FLAMENCO de Carlos Saura, bajo la producción de Juan Lebrón, ya que interpreta unos martinetes, mano a mano, con Manuel de los Santos Pastor “Agujetas de Jerez”, algo que sólo puede realizar un intérprete de sus características. Manuel ha seguido en la línea del conocimiento, ampliando aquellos que recogió desde pequeño con las fórmulas de grandes maestros como Juanito Mojama o el propio Antonio Mairena, lo que le convierte en un cantaor de interesantes magnitudes. Su última aparición discográfica la hace en compañía de los suyos, LA FAMILIA DE LOS MONEOS, con él al frente, donde van a seguir demostrando ese inherente espíritu de los gitanos bajo andaluces. Hoy, Manuel se hace imprescindible en un tiempo en el que todo anda bastante confuso, es una de esas voces que nos pueden transportar muchos años atrás. Su voz de bronce, sus conocimientos y un eco gitanísimo hacen de él un artista de proporciones enormes, porque su cante viene de los grandes manantiales. Un artista nunca bien valorado ni ponderado, salvo por los grandes aficionados y quienes valoran la verdad intrínseca de los soníos legítimos. Entre sus actuaciones más significativas, cabría destacar su participación en el espectáculo “Esa Forma de Vivir” con la compañía de Manuel Morao y que recorrió la práctica totalidad de los Teatros españoles y algunos de capitales europeas, como París. Asimismo habría que señalar el protagonismo asumido en “Pasión Gitana” que causó un gran impacto durante varios meses en Nueva York. Manuel Moneo fue galardonado con la Copa Jerez a la maestría en 1978, premio que otorga la
Perfil de Moneo. Foto: Miguel Ángel Castaño (Albatros Foto).
Cátedra de Flamencología y Estudios Folclóricos Andaluces. Posee uno de los metales de voz más flamencos, lleno de posibilidades para la máxima jondura. En la mente de todos queda la reunión de su familia sobre una mesa, haciendo compás con los nudillos, en la plaza de la Asunción de Jerez, durante el transcurso del ciclo “Familias cantaoras” (2002), cuando Manuel Moneo puso su voz por soleá en el olimpo tras los cantes de su hermano Luis, su tío Chico Pacote y su hijo Barullo. A Manuel le van los climas cálidos (motivación) para exponer todo el índice de su jondura. Entre sus últimas actuaciones destaca su participación en el Reconocimiento de la Universidad de Cádiz a la entrañable figura de Luis Soler Guevara en el que ofreció un recital con enjundia, en 2011, y hace recientes fechas en la puesta en escena del disco V.O.R.S JEREZ AL CANTE durante el Festival de Jerez de 2012 en el Teatro Villamarta junto a Agujetas, Fernando de la Morena, Luis el Zambo, su hermano El Torta y Capullo de Jerez. 13
LO QUE EL TIEMPO NO PUEDE BORRAR Manuel Martín Martín
En el cante, lo primero que ha de tenerse en cuenta es dar, cuando menos, la impresión de saber lo que se canta, y a partir de ahí construir una propuesta que, mejor o peor ideada, deje siquiera entrever las cuestiones esenciales que la sustentan, con contribuciones de trabajosa densidad conceptual, y con dos virtudes incuestionables: rigor e imaginación.
Permítaseme lo que antecede porque ese es el pensamiento que preconiza Manuel Moneo, el cantaor que lleva toda una vida propugnando que el más preciado tesoro de una comunidad histórica es su identidad cultural. Y si quienes le admiramos sentimos que el flamenco es nuestra expresión artística que más dignamente nos muestra ante los otros, es porque nuestro
Manuel Moneo y Parrilla de Jerez. (Foto: Pedro Carabante).
Quienes así lo interpretan, destacan por la pasión que ponen en las ideas, por el ansia con el que exponen la expresión sin censuras del goce cantaor y por la autenticidad como valor fundamental de su discurso expresivo, rasgos éstos que, en definitiva, son los que resaltan la doble belleza de su intención ejecutora: interna, porque se corresponde con el movimiento de ideas que expresa, y externa, porque otorga a esas ideas vivenciales una forma imborrable que identificamos con la verdad. 14
cuaderno de notas vivenciales se ilustra con hacedores de arte como él. Para Moneo el cante es algo que se hereda de generación en generación. Este legado no es un objeto. Es algo vivo y, por lo tanto, vulnerable -puede destruirse o acrecentarse-, pero también es suministrador de ideas, de ahí que si algunos defendemos que los pueblos necesitan de la tradición, significa que todo hombre, por el hecho de habitar en un pueblo, es un heredero.
Manuel Moneo. (Foto: Pedro Carabante).
Desde esta óptica, el homenaje que Algeciras le brinda con la concesión de la XX Palma de Plata se razona con que estamos ante un maestro que se mantiene incólume, esto es, que en modo alguno ha prescindido de establecer parámetros ajenos a los que exigen los contenidos de la tradición. Es más, cumpliendo con la no violación y con el deber de la belleza, siempre que se considere a la belleza como la expresión de la armonía de lo jondo. Dicho esto, como detenernos a especular sobre la anécdota es exponerse a quedar fuera de
la historia, como así hicimos ver el año 2000 en TVE-2, cuando tuve el honor de reflexionar sobre su arte en un programa dedicado a su persona, recordemos que Manuel es el primogénito de los nueve hijos habidos en el matrimonio formado por Juan Moneo Orellana, fallecido en abril de 2000, y Filomena Lara Carpio, fallecida en mayo de 1992. Manuel Moneo Lara nació el año 1950 en el número 5 de la calle Acebuche, y se crió entre el arte de su tía Dolores la Tuerta, su tía Rosario y su tía Mariquita Chalao, aparte de Fernando
Foto cedida por la familia Méndez. 15
e l Nino, Pastilla el Viejo, su abuelo Pacote, los Chalaos, su tío Alfonso, que paraba en el tabanco El Chico, aquel regentaba su otro tío, Eduardo el Pili, donde juntaba el día con la noche junto a El Macho, El Catano y El Mijita, ambos toneleros, a más del tabanco de Casa Ignacio, en la calle Pañuelos, donde paraba Agujetas el Viejo.
Sería en septiembre de 1987 cuando la Catedra de Flamencología de Jerez le otorgó la Copa Jerez de Cante, y en febrero del año siguiente debutaría en ‘Flamenco, esa forma de vivir’, de Manuel Morao, en el Gran Teatro de Córdoba, al que asistí con Paco Vallecillo para disfrutar de dos cantaores, Moneo y Paco el Clavero, de los que ya no existen.
De niño, como todos, jugaba a la pelota, al hoyito y a los bolindres, pero le tiraba el cante, lo que explica que se juntara con Rubichi, su primo Mijita, El Garbanzo y el Pilili. Pero a la par que aprendía los surcos para hacer senderos por los caminos del cante, estudiaba en el Colegio Cañamero, en la calle del mismo nombre, y junto a Dolores, la que sería su esposa, siendo su profesora su tía Manuela Lara, que al menos hace unos años estaba de monja en Canarias.
Hay que recordar, igualmente, que a los dos meses y medio de morir su madre Filomena, formó la apoteosis en la Sevilla de la Expo’92, concretamente en ‘Aire y compás’, de Manuel Morao, espectáculo en el que figuraban dos desconocidos por entonces, los hoy célebres Sara Baras y Antonio el Pipa.
Pues bien, Manuel comenzó trabajando en la estación de mercancías, y de ahí a faenar en la tripería con el despojo del matadero de La Asunción, junto al Bar Volapié, que lo regentaba entonces Antonio Roldán, y donde Terremoto de Jerez y Paco Laberinto acudían para las fiestas de los señoritos. Ese bar lo regentó luego su tío Luis de Pacote, y ahora lo llevan su señora e hijos. Después del duro trabajo en el matadero, es cuando tomó la firme decisión de dedicarse de forma profesional al cante. Corría el 22 de agosto de 1968 y salió a escena, junto a José Mercé y Pepe Moreno, de la mano de Manuel Morao. Fue en los Jueves Flamencos, en la Plaza de Toros de Jerez, y la entrada de preferencia costó 30 pesetas, y la de tendido 10 pesetas. En 1974 acudió al concurso de Mairena del Alcor, donde lograría el accésit de la Peña Flamenca de Ceuta que pagaba de su bolsillo mi amigo Paco Vallecillo, y cuatro años después, este gitano ilustre del barrio de La Plazuela contrajo matrimonio con Dolores Suárez, por lo que se fueron a vivir a la barriada de Cerrofruto, lo que no impidió para que la descendencia custodiara el pedigrí de su etnia, pues sus hijos, El Barullo, nacido en 1973, Macarena Moneo, nacida en 1974, también cantan, y su hija Rocío también es artista, sin olvidar a Juan, que toca la guitarra. 16
En 1993 cantó por soleá en el XXXII Festival de Cante Jondo, de Mairena del Alcor, como ningún viejo del lugar recordaba por aquellas calendas a excepción de los años gloriosos del certamen. Era, obvio es decirlo, homenaje a Antonio Mairena, y lo hizo Manuel con tanta profundidad, gitanería y pureza que, como dejamos por escrito entonces en Diario 16, pareció como ver el campo tras una tempestad de lluvia. Dos años después de aquella noche inolvidable, nuestro protagonista se lanza a los escenarios con la familia, Los Moneo, clan con el que triunfa en la XIII Bienal de Flamenco de 2004, en el Hotel Triana para ser más exactos, y en el que el patriarca, Manuel, evidencia cómo por sus poros respira La Plazuela, Manuel Torre, Antonio Mairena, Juan Mojama, El Gloria y Juan Talega, entre otros, confirmando ante los suyos y ante el aficionado exigente por qué Moneo es la expresión trágica del cante, un predicador de la libertad heredada pero también un exprimidor de la queja más sentida que evoluciona hacia la verdad interior y que no se deja llevar por la química flamenca. Preciso, lacónico, concentrado y forzosamente repleto de hondura, su obra comprende dos discos en solitario, ‘Jerez, por derecho’ (1989) y ‘El llanto de un cante’ (1999), además de varios trabajos compartidos, tal que su colaboración con compañeros jerezanos en ‘Nueva frontera del cante de Jerez’. Vol. 1 (1973), aparte de ‘Así canta nuestra tierra en
Semana Santa’. Vol. 3 (1990); ‘Jerez. Fiesta y cante jondo’ (1991); ‘Banda sonora de la película Flamenco’, de Carlos Saura (1995); ‘Historia del Flamenco’. Vol. 32 y 36 (Tartessos, 19951996); ‘Un gitano de ley’ (1997), y ‘La Plazuela de los Moneo’ (1999), con Tía Mena, Tío Chico Pacote, El Torta, El Barullo y Macarena Moneo. Pues bien. En los trabajos que anteceden se encuentra la justificación del homenaje de los flamencos de Algeciras, que saben que si en la obra de Manuel Moneo han florecido las verdades que el tiempo no puede borrar, es porque en ella están las huellas que todo cantaor reclama para su conciencia personal, sobre todo para aquellos que encontramos en la expresión gitana el camino más corto para viajar a la cima de la tensión emocional. Y como escribo estas líneas apresuradas por exigencia de mi hermano Pepe Vargas en el escaso hueco que me deja la Bienal de Sevilla como crítico de EL MUNDO, me dejo llevar por la poesía, porque cuando el hijo de Demófilo decía “Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante no hay camino, se hace
camino al andar”, daba la razón a Manuel, ya que aludía a que la vida no está escrita, es un sendero sin recorrer, y son los artistas los que deben caminar, descubrir y crear. Y así lo va a entender el paseante algecireño, pues mientras busca la complicidad entre la música jonda y la poesía que conmueve, se va a dar de bruces el 16 de noviembre con este mapa de sueños que se concibió hace ya más de sesenta años en la calle Acebuche para que desde Cerrofruto nos brindara aquellos aires que fueron como el viento que arrastra hojas agonizadas. Con Manuel Moneo llegamos, por consiguiente, al convencimiento de que el artista genial no es ordinariamente un principio sino una conclusión. Aparece, normalmente, como el resultado de una vasta experiencia pero partiendo de que no hay más sueño que la libertad. Y ahí está el sueño de su voz, en la libertad de impedir que nadie borre su estela, que es como las huellas deja un barco, que si para unos representan el camino que nunca podrán seguir, para otros encarnan lo que todo hijo desea hacer de su vida con respecto a la de su padre.
Manuel Moneo acompañado a la guitarra por “Barullito” en compañía de Jesús “Pastilla” y “Barullo”. (Foto: Pedro Carabante).
EL GRAN MANUEL MONEO Juan Antonio Muñoz
Conocí a Manuel en Madrid, allá por el año 1985, en la taberna “Mi Venta”. Allí acudían por aquella época muchos artistas y aficionados flamencos a disfrutar de un precioso sótano donde se podía pasar un rato de cante con los amigos. Ese día sentí una gran alegría al tener la fortuna de acompañarle a la guitarra en unos cantes por soleá que verdaderamente me impresionaron. No volví a verlo hasta el año 2010 durante su actuación en Cádiz con motivo del homenaje al amigo Luís Soler. Al terminar fui a felicitarle por su intervención y me sorprendió que, después de tantos años, todavía se acordase de mí. Ese mismo día concreté con dos extraordinarios aficionados y buena gente, Antonio Benítez y Pedro Carabante, de la Peña Los Cernícalos de Jerez, la presentación de mi libro “Mis recuerdos de Antonio Mairena”, editado en 2007. Se dio, en ese momento, una anécdota curiosa: hablando de las virtudes en la confección del libro, descubrimos que los tres habíamos sido profesionales de las Artes Gráficas; ese detalle reforzó el comienzo de una gran amistad. Nunca sabré, si esa coincidencia o la calidad del texto
Manuel y J.A. Muñoz. Reunión de cabales en “los Cernícalos”. 26 de Noviembre de 2010.(Foto: Pedro Carabante).
influyeron para que, enseguida, me llamaran con el objetivo de concretar la fecha para la presentación del libro en la sede de la “Peña Flamenca Los Cernícalos”. Fue el día 26 de noviembre de 2010. Pedro Carabante me insinuó que lleváse la guitarra, que los “cernícalos” tenían mucho interés en escucharme al final de la presentación. Qué duda cabe que hablar de cante en Jerez es muy difícil y ver el amplio salón de la Peña repleto de socios la verdad es que me impresionó. Enseguida, entre el público, vi a Manuel Moneo con su familia. En su semblante aprecié el interés y la amistad que me dispensaba y esto me dio mucha fuerza y tranquilidad. Solo tengo palabras de agradecimiento a todos los directivos y socios de esa pionera entidad flamenca por el trato tan exquisito que me dispensaron. Me encontré como si en verdad hubiera nacido en el jerezanísimo barrio de San Miguel, cuna de inmortales y legendarios creadores del más genuíno arte flamenco. Después de un reconfortante tapeo regado con “Tío Pepe” fresquito, llegó el momento de coger la guitarra.
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“Barullo”, Moneo y Juan Antonio Muñoz. En casa de Pepe Durán (Casabermeja). Junio de 2011. (Foto: Juan Nebro).
Comencé tocando soleares. Después de varios minutos el rostro de Moneo reflejaba la emoción y la necesidad de querer sacar los duendes que tenía dentro. Yo lo calé y comencé a dar salidas para que él notase mi deseo de hermanar su cante a mi guitarra. Y ocurrió lo que era inevitable. Escuchamos una voz sobrenatural que impresionó a todos los presentes. Se podía cortar el silencio que se creó, y era sólo la salida; la baraja de cantes que hizo a continuación no hay palabras para describirla. Al terminar aquella magistral gama de soleares, se respirába un ambiente en la Peña como si hubiése ocurrido un milagro, algo mágico y extraordinario que tuvo la virtud de producir aquel instante de auténtico arte que tuvimos la suerte de vivir todos los presentes.
las raíces mejores y más profundas del cante gitano. Como diría Manuel Torre: Ha cantao por lo más jondo.
Después de reponernos de tan portentoso momento seguí tocando por seguiriyas, y vuelve a darse el prodigio. Sin duda alguna, fue la noche mágica de el GRAN MANUEL MONEO.
Manuel Moneo es de los pocos artistas actuales de Jerez que ha tenido un espíritu libre hacia el arte flamenco y adelantándose a sus paisanos es capaz de proclamar que también se puede aprender de otras raíces y otros sabores y no es malo conocer cantes de Triana, Alcalá, Cádiz y los Puertos y por supuesto toda la historia cantaora de Jerez que es grandiosa.
Lo que yo sentí esa noche fue que Manuel Moneo quería darnos tanta verdad que recurrió a
El amigo Carabante tuvo la inteligencia de grabar todo lo que ocurrió, y gracias a él podemos revivir esos momentos inolvidables. Cada vez que visito Jerez la reunión con Manuel es inevitable y los duendes siguen con él. ¡Ojalá por muchos años!. La voz de Manuel suena a campana gorda (como decían los viejos cantaores). Una voz natural de las más apropiadas para el tipo de cantes que hace.
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MANUEL MONEO, O LA PASIÓN MAIRENERA EN EL JEREZ DE MANUEL TORRE Luis Soler
Anoche le escuché otra vez; escuché su voz redonda y gitana que tanto me lastima; escuché ese eco rancio y oscuro que él atesora. Percibí de su rico paladar ese hilván mairenero adobado de negros soníos que me llevan sin remisión a Manuel Torre, y con ello aprecié, una vez más, la riqueza de una cultura que naciendo en el epicentro de este grandioso solar andaluz se expande y recorre el mundo mostrando su esplendor y contraste. Esas arrancadas sin freno que con su cante tanto prodiga este gran artista, que sin remisión van dirigidas a esa cavidad que tenemos los seres humanos en el corazón, son sacudidas imposibles de detener. Son como dardos que se incrustan además en mi mente sin poderlas apartar de mi sentir. De ahí sale rumiando ese tan singular quejío suyo que bien lo tengo grabado hasta en la última neurona de mi cerebro. Cuando las circunstancias son propicias y Manuel se siente a gusto su cante se torna queja amarga. Ello es producto de esa pelea que él mantiene consigo mismo al exponer el cante, tercio a tercio, golpe a golpe. En esa lucha por sacar el cante no sólo se lastima y se duele sino que también nos contagia tales sensaciones. En esa contienda sin cuartel Manuel no siempre sabe en qué acabará su cante, a veces piensa que su cante acabará con él. Cuando el jerezano de San Miguel llega a esa situación, el esfuerzo realizado deja ver las arrugas de sus sienes. Ello a su vez denuncia el relieve de su cara que cobra las huellas de sus carnes en forma de surcos. Estas desde años atrás viven con él para siempre. El encanto de una noche embriagada de perfumes y aromas con sabor a miel y canela hace el resto. Entonces es cuando el grito enrabiado de Manuel en un armónico maravilloso se deja oír levantando emociones. En mi recuerdo está esa noche en la que, previamente Manuel me había dedicado su cante. 20
Con ese gesto empezó a ganarme. La verdad es que Manuel siempre me tiene ganado, y él a sabiendas de que es así, hizo una gama de soleá que partiendo desde Cádiz hasta Alcalá nos recordó Triana y Lebrija, así como a su Jerez natal donde los sones del alcalareño Joaquín el de la Paula -con el permiso de Frijones- se convirtieron en la llave que cerró ese gran lote soleaero. Aquella noche Manuel me dijo “voy a cantar como nunca”. La frase no fue un alarde de soberbia a la que algunos artistas nos tienen acostumbrados, sino un gesto de agradar, de mostrarse gustoso y gozoso con el homenajeado. Ya con el temple percibimos que algo estaba ocurriendo. Él sabe -antes y mejor que nadie- cómo se encuentra por dentro. Su autoconvencimiento le deja escapar sus primeros ayes. Él presiente que el esfuerzo al que expone su roja garganta y a todo su ser logrará superar el miedo a lo imposible; el miedo al deshielo, a la soledad del escenario; el miedo a esos focos, a los que quisieras suprimir de un plumazo; el miedo a ese tan particular chivato que pegado a tu boca, reproduce todo cuanto dices o cantas, incluso lo que por bajini no quieres decir ni tampoco cantar. Manuel sabe que todos esos miedos se disiparán tan pronto lance el primer tercio del cante, pero, ¿y si no fuera así? Esa es su gran preocupación y su gran responsabilidad. Si sale mal el comienzo sale mal todo, y eso, ya no lo puede borrar nadie aunque quisieren hacerlo. Ya no se puede retroceder ni tampoco repetir. Esto no es el cine, aquí sólo hay una toma, la primera, y esa es la que vale. De ahí que la autenticidad del flamenco es más manifiesta que en otras artes. En ese singular momento el desnudo al que se somete, en tanto que constructor de arte es enorme. Precisamente no es Manuel Moneo un cantaor hecho al uso de los llamados profesionales del cante aunque él es un gran profesional. Pero con ser lo que es, más
Manuel Mono. (Foto: Paco Sánchez).
que nada es uno de los grandes cantaores de nuestro tiempo. No en vano Manuel Moneo cuenta con la aquiescencia de muchos artistas que le escuchan cantar con un silencio catedralicio. También los aficionados reconocemos su autoridad flamenca. Esta Palma de Plata Ciudad de Algeciras que va a
recibir próximamente, es una prueba evidente de lo que venimos afirmando. Moneo vive más de la experiencia propia que de las de sus antepasados, sin embargo su preocupación está más en el pasado que en el mañana. 21
(Foto cedida por familia Méndez). Antonio Benítez imponiendo la insignia de oro de la Peña “Los Cernícalos” a Moneo. (Foto: Pedro Carabante).
Quizás por ello su mensaje lírico connota sus propuestas flamencas de cante gitano. Inevitablemente éstas están sujetas al amparo que sus vivencias le han generado: fundamentalmente su barrio de San Miguel, los cantes de ese entorno y, cómo no, aquellos artistas que durante muchos años fueron sus referentes, al caso: Manuel Torre, Juanito Mojama, los Agujetas y más que ningún otro Antonio el de Mairena. De ese gran tronco de tan hermosas ramas Manuel ha ido creciendo. Los años han hecho que este cantaor sea uno de los referentes más acusado y cercano a dos visiones distintas de sentir y expresar el cante: la corriente mairenera conocida como la gitano andaluza y ese otro modo de hacer el cante que no arranca con los Agujetas pero que estos le dieron su mayor cobijo en el barrio de San Miguel. Manuel se alimenta de ambas y sabe en cada momento cuál de las dos es la más adecuada para expresarse. Mediante su interpretación el cante de este jerezano provoca diferentes reacciones, o sea, resulta más primitiva y libre de aportaciones personales la afincada en el Barrio de San Miguel, sin embargo cuando su cante adquiere una dimensión más jonda y cabal, más sublime si cabe es cuando los recuerdos 22
de Antonio Mairena afloran en su mente calentándole el alma y el corazón. Esa pasión mairenera invade sus cinco sentidos a pesar de sus raíces jerezanas. No obstante añadiré que más jerezano que Manuel Moneo difícilmente lo hallaré. Con ese hacer tan singular Manuel Moneo se sitúa en el ruedo de lo posible para intentar conseguir lo imposible. Cuando ello no se alcanza, que son las más, el artista siente en sus carnes no ya la crítica del enterado o entendido -con ser esta importantesino lo que aún es más agudo y punzante: el lacónico gesto hecho sentencia del buen aficionado que ofrece y muestra su silencio tras su actuación. Y junto a esta reacción, quizás también, alguna palabra de consuelo que constituye más que una queja o razón un motivo: “Ese no es el sitio adecuado para que Manuel se exprese”; “Manuel es un cantaor muy especial”, dirían algunos. Esta precisión del aficionado pienso que todos los artistas -aunque la entienden- la sufre. Esto les duele mucho más a Manuel y a aquellos otros artistas que no están preparados y mucho menos predispuestos a “taparse”, ya que de lo que se trata es de darlo todo en esa pelea, pero ni siempre los artistas están en condiciones de dar lo que tienen ni tampoco los aficionados en condiciones de recibirlo. Sin
embargo, pese a no ser aquella noche esa gran noche con la que todo artista y aficionado sueña, ni tampoco el escenario el más adecuado para provocar la catarsis, hubo momentos donde su cante brilló a gran altura, arrancando aplausos de no pocos entendidos. Esa que es su lucha y no la sacralización ni momificación del cuarto, mucho menos el abandono de mismo, le lleva a todo artista, a la búsqueda del calor en otros escenarios menos íntimos, a los que no sólo obliga la acuciante necesidad de vivir sino también esa otra mirada que va más allá de sus fuentes, de sus orígenes como son otros discursos que no rompiendo con el modelo tradicional contengan nuevos aportes Tales inquietudes vertebraron siempre un gran deseo al que todo artista tiene derecho, sin embargo en Manuel Moneo apenas si tiene eco y gran alcance esos reclamos. Ante ellos se muestra receloso. Los artistas son muy celosos de su arte, cualquiera que fuese su actividad o manifestación. También de los cambios y giros que se alejan de su personalidad. Esta posición muchos artistas la comparten pero a la vez mueven su cabeza de un lado a otro en sentido negativo. Manuel se muestra a veces dubitativo. Piensa en futuro pero no se baja del ayer. Es decir no rompe con el pasado. Se siente más amarrado al mismo que a esas nuevas corrientes que hoy empobrecen el flamenco en cuanto arte. Todo profesional que se precie lleva ese reto en el eje de sus preocupaciones. Mas por ello ese último desafío es tremendamente dificultoso, y todo aquel que señale y afirme que en un teatro es donde el
cantaor ofrece más arte o se siente más enduendado, su juicio casi nunca estará acertado. Para cantar se requiere mucho relajamiento. Por tanto, el artista que domina la situación, que está seguro de su compromiso -sea éste cual fuere- estará más capacitado para salir airoso de la pelea que no ése otro que no se siente liberado de tal responsabilidad ni tiene ese dominio. Aquella noche en Cádiz escuché a Manuel Moneo, no le noté preocupado por esas cuestiones. Precisé en su rostro tan pronto nos saludamos, en el mismísimo escenario donde a continuación cantaría, su deseo de quedar bien, de agradar, sobre todo de que su cante llegue. Así me lo dijo en aquella ocasión con su participación en ese homenaje: “Tío Luis vengo a que me escuches como tú quieres escucharme”. No sólo por lo que dijo en esa frase sino porque además la traía preparada, capté su intención de complacencia hacia mí. Ese gesto suyo me cautivó. Él juega con ventaja. Su cante me llega al último rincón de mis venas. Él lo sabe de muchas noches atrás, pero en particular de una de ellas tras amanecer en una fiesta en el festival de Antonio Mairena en Mairena del Alcor. De ello han pasado más de treinta años y aún recuerdo “esa camisa en mi cuerpo no me voy a poner…,” expresada en unos sones prodigiosos por un muchacho de apenas veinte años. Ese muchacho era Manuel Moneo. Anoche escuché otra vez a Manuel Moneo, su eco y metal se adueñaron de mí. Fue una ráfaga de aire fresco que alimentó mis pulmones. Málaga 20 de septiembre de 2012
Moneo con Soler, Castaño y Paco Martín en Cádiz. Homenaje a Luis Soler. (Foto: Paco Martín).
LA PUREZA JONDA DE MANUEL MONEO
Antonio Nieto Viso
En este año de gracia de 2012, la Sociedad del Cante Grande de Algeciras a tenido a bien conceder la Palma de Plata en su vigésima edición al cantaor jerezano Manuel Moneo, distinción que disfrutará con los suyos como ellos saben hacerlo: cantando y bailando, para que este rito no se pierda mientras el mundo sea mundo, y Jerez sea el lugar predilecto de cantaores cabales. Esta Palma de Plata, viene a reconocer la larga trayectoria de un cantaor que, allá por los años setenta y ochenta del pasado siglo XX, era el terror de sus compañeros con su magnitud sonora con la que destemplaba a todo aquel que cantara después que él, lo comprobé personalmente; cualquier excusa era buena para intentar cantar antes, puesto que Moneo le restaba brillo a muchos y buenos profesionales. En mi opinión, el cante de este hombre es una conjunción maravillosa de dinastías que circulan por su sangre, a lo que le une sus querencias por los ecos de su paisano Manuel Torre para pellizcar y transmitir con sello propio circunstancias sonoras, que afortunadamente muchos jóvenes están dispuestos a continuar. La actuación más reciente en la que he tenido el placer de escucharlo, fue el pasado ocho de Febrero en Madrid en el prestigioso festival flamenco Bankia. Esa noche me trajo a la memoria recuerdos ya lejanos, pero impolutos; le sonaron muy bien a Manuel, las soleares de Alcalá y de Frijones con las formas que empleó el Borrico. Seguiriyero a más no poder, se acordó de Joaquín Lacherna y de Juanichi, que posteriormente cerró con unas bulerías de su barrio. Lástima que un sector del público no supo entenderlo, dejándole un sabor agridulce porque sé que se siente a gusto con la afición de la capital de España. Con las autorizadas plumas que aquí escriben, modestamente, me siento orgulloso de poder exponer lo que pienso de este intérprete con algunos datos biográficos para que el lector pueda formarse la dimensión de este personaje que centra la mayoría de sus actuaciones en torno al terruño y alrededores. Manuel Moneo Lara, ese es su nombre completo, nació en Jerez de la Frontera el año 1950, cuenta por lo tanto con 62 años interpretando y puliendo el cante 24
puro, la suya es una generación de responsabilidad con sus maestros y al mismo tiempo celosos en transmitir la fidelidad de la herencia recibida. Pertenece a una familia de artistas de la Plazuela, concretamente a los Moneo, que procede de los Pacote, y que siguen dando cantaores como el mismo Manuel, y sus hermanos el Torta y Luís Moneo; le siguen sus hijos y sobrinos que ya comienzan a destacar como futuros valores. Escuchando su corta, pero al mismo tiempo interesante discografía, el aficionado puede situarse en el presente, y echando la vista atrás, comprobar la grandeza del Cante Flamenco, un arte andaluz por excelencia creado en circunstancias sociológicas que se dieron hace aproximadamente unos doscientos años; sin olvidarnos de donde venimos y adonde vamos, evidentemente sin bajar la guardia, ya que de unos años a esta parte estamos presenciando los mordiscos a la ortodoxia por parte del mercantilismo, una seria amenaza que es propiciada por algunos profesionales. Por eso es tan importante escuchar a genuinos cantaores como Manuel Moneo, entre otros muchos que están en la mente de todos, para así frenar a los advenedizos. Nuestro homenajeado no se pliega a estos intereses, y prefiere la fiesta con los cabales para expresar eso que lleva dentro, y que surge de forma espontánea. Moneo carga con su responsabilidad familiar sabiendo honrar a sus sucesores, que arranca del matrimonio formado entre Luis Moneo Orellana y Filomena Lara Carpio; esas son sus credenciales cantando. Esa es la razón por la que cuando podemos ir a su tierra estemos deseando escucharlo, y mucho más, cuando coinciden los duendes y el misterio de las tres gracias, cante, toque, y baile. Una fiesta perfecta para sentirse a gusto como aficionado que ama a este arte, que la Unesco ha declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, aunque desde hace muchos años está presente en los escenarios del mundo. Por ley de vida, y de la naturaleza que no perdona nunca, nos han dejado muy buenos artistas, por eso pido a Dios que le conceda una larga vida a Manuel Moneo para que disfrute de la Palma de Plata, y siga dándonos grandes emociones con su cante puro. Así lo ha decidido con este premio concedido con toda justicia los miembros que forman la Sociedad del cante Grande de Algeciras. Toledo 3 de agosto de 2012.
MANUEL MONEO, AROMAS DE VINO DE SOLERA Ramón Soler Díaz
En Jerez con Curro Romero y Rafael de Paula. 2005. (Foto: Alfonso Queipo).
Los primeros cantes que escuché de Manuel Moneo fueron los que aparecen en Nueva frontera del cante de Jerez, disco que se editó en 1973 y que recogía las voces de la generación posterior al mítico Canta Jerez. Creo que fue en 1988 ó 1989, no recuerdo bien, cuando pude verlo en directo por primera vez. Fue en el festival de la feria de Agosto de Málaga. Allí también estaban, entre otros, Paco Valdepeñas, María la Burra, Mariquita Soleá, Chano Lobato y Andorrano. Casi na. Salió Moneo a cantar y se le notaba tenso. Pese a sus buenas maneras de decir el cante y detrás de una mirada profunda y una dramática gestualidad, no lograba comunicar lo que llevaba dentro. A todas luces se veía que no estaba cómodo. Lo volví a ver en otros dos o tres festivales y más o menos se repetía lo mismo. Quienes le conocían decían que era un cantaor de reunión, que había que pillarlo en un cuarto. ¿Podría tener yo esa suerte? La tuve, y vaya si la tuve. La ocasión llegó cuando Alfonso Queipo tuvo la deferencia de invitarme a una fiesta que organizó en su casa de Benalmádena y a la que iban varios artistas y también Manuel con toda su familia. No podía
perder la oportunidad de estar junto a un cantaor de la talla del jerezano al que, desde hacía tiempo, tenía gran interés en escuchar en la distancia corta. En ese ámbito es donde el cante se cuece de verdad, pues se cocina a fuego lento y sin la servidumbre de un horario determinado. La cosa es que después de la comida y de una animada tertulia, ya por la tarde, empezó la fiesta con cante y baile por bulerías de todos los que había allí. De todos menos Manuel, que solo observaba o daba conversación a quienes tenía al lado. Hasta pasada la medianoche no cantó nada. Ya en el primer cante por soleá me di cuenta de que aquello no tenía nada que ver con lo que le había escuchado hasta entonces. La voz era de extremada pureza; arañaba el aire con gestos laocoontianos; la boca se abría totalmente para dejar salir un torrente de música gitana. A todos –su familia incluido– nos dejó impresionados. Allí no se movía una mosca: su eco rotundo cabalgaba sobre el ritmo de la soleá y nos tenía medio hipnotizados. Ya avanzada la noche se templó por siguiriyas y fue con solo decir el primer tercio de ese cante del Nitri que empieza por “Ovejitas eran blancas” 25
cuando los que estábamos allí quedamos electrizados. Oles y lágrimas brotaban de gargantas y ojos al unísono. Paró el tiempo, como los toreros geniales. En esos instantes estábamos situados en el epicentro del flamenco más caliente que había en el mundo. Teníamos ante nosotros un volcán derramando lava de gitanería. Candelas vivas. He tenido la fortuna de estar con Moneo en otras reuniones en Málaga y Jerez –inolvidables ratos en los camerinos de Los Cernícalos y en el reservao del Volapié– y se ha repetido lo mismo, con la particularidad de que a medida que avanzaban los años su cante brotaba más fácilmente pues iba dejando atrás su timidez y no hacía falta esperar hasta las tantas para escucharlo cantar bien. Lo mismo ha pasado con sus actuaciones en público, donde da la talla que se le exige a un cantaor de sus hechuras sin las cortapisas de la inseguridad. Gracias a esa evolución hoy en día Manuel es un excelente profesional sobre las tablas y un cantaor que da los veinticuatro quilates en un cuarto. Y eso es muy difícil. El repertorio de Moneo se nutre de los cantes que forjaron en las fraguas el Viejo Agujetas y Domingo Rubichi y los que escuchaba de niño en su familia, los Pacote, y a todos los buenos cantaores que había en la Plazuela, la mayoría no profesionales. También su querencia por Manuel
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Torre, Juanito Mojama y Juan Talega es manifiesta, y la huella de Antonio Mairena, decisiva. Tampoco ha querido olvidarse de Manolo Caracol, sin ser él una influencia fundamental en su cante. Todos ellos han poseído unos sonidos gitanos que él ha tamizado para repujarlos en el crisol de su garganta de bronce. Esos ecos que revolotean en su mente nos los devuelve Manuel transformados en cantes con aromas de vino de solera. Mil gracias. Moneo le lleva la contraria a aquellos que creen que para cantar gitano hay que desbaratar la copla, hay que pronunciar mal. Eso no es una virtud, es un defecto. No nos equivoquemos, el que es buen cantaor lo es a pesar de una mala vocalización, pero eso no es un valor añadido sino todo lo contrario. Manuel modula a la perfección y deja que la bóveda de su boca sirva de caja de resonancia de una de las voces más hermosamente flamencas que he escuchado en mi vida. Todo lo que canta lo hace con una gitanería de la que ya apenas hay. De este modo, el cantaor de la calle Acebuche pone todo el corazón en cada tercio de bulería y de fandango; se duele por dentro en la siguiriya –“cuando se canta de verdad duelen los riñones”, suele decir–; alarga los compases de la bulería pa escuchar y de la soleá hasta límites tan peligrosos que quien no domine esos territorios corre el riesgo de esparrabarse. Eso es torería. Entonces, visto lo visto, ¿por qué no ocupa
En casa de Alfonso Queipo, Benalmádena. Verano de 1990. (Foto: Alfonso Queipo).
Manuel Moneo el sitio que merece en el panorama actual del flamenco? Son muchos quienes dicen que este arte goza de mejor salud que nunca. Si miramos las programaciones y eventos de flamenco podemos creer que es así. Pero habría que ver con detenimiento cuál es el flamenco del que nos hablan. Si pensamos en el que se aprende en academias y fundaciones, o casi únicamente mediante la escucha intensiva de discos, o en ese que se valora en los mil y un concursos que hay, parece que la cosa va muy bien. Lo mismo puede decirse de la vertiente experimental del flamenco, que cuenta con instrumentistas y vocalistas muy avezados. La prueba es que hay exitosas producciones discográficas de música que llaman flamenco cuyos intérpretes llenan grandes aforos. A eso no creo que haya que ponerle reparos. Pero otra cosa es el flamenco de raíz, el que conserva los matices de las casas cantaoras y se inspira en ellos. Es el que cultivan los artistas que se han criado desde pequeños en el seno de familias que tienen el cante y el baile como una parte más de su propia existencia. Ese está en grave peligro de desaparición. No me cabe duda de que Manuel Moneo es uno de los más altos exponentes de esa forma de sentir y vivir el flamenco, una manera de concebir este arte inequívocamente gitana que consiste en remozar la tradición desde dentro sin violentarla. Manuel es consciente de que tiene una responsabilidad para con los suyos, por eso ejerce de patriarca e imparte
sus enseñanzas cantaoras a sus hermanos, a sus hijos Manuel el Barullo, Juan, Macarena y Rocío, y a sus nietos, yernos y a todos los allegados. Las maneras cantaoras de Manuel Moneo llevan implícitos unos valores que, aunque no vendan, son el sostén del cante-verdad. El flamenco, el cante en este caso, no es la suma de voz, afinación, compás y coplas ajustadas a ciertas melodías. Esos son los ingredientes necesarios pero no los suficientes. Hay un algo intangible que, si falta, puede dar como resultado una música más o menos bien construida pero carente del secreto de la flamenquería, ya se materialice esta en forma de duende –en el caso de Moneo– o de ángel, como ocurre con otros grandes artistas. Sin esa sustancia el flamenco se queda en pura formalidad y a mí, personalmente, no me llama la atención. No digo que sea peor o mejor, repito, es que me interesa poco. Decía Rafael el Gallo que torear es tener un misterio que contar y contarlo. Manuel Moneo guarda celosamente el misterio del cante gitano y hace lo más difícil: transmitirlo. Con la concesión de la Palma de Plata a Manuel Moneo la Sociedad del Cante Grande de Algeciras trata, muy acertadamente, de alertar contra el desatino que supone no valorar con justicia la importancia de una manera de sentir y expresar el cante cada vez más rara de encontrar.
Manuel Moneo con su hermano “El Torta”. (Foto: Pedro Carabante).
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MANUEL MONEO, ESENCIA DEL CANTE GITANO ANDALUZ Alfonso Queipo de Llano
Con Cancanilla, Jesús Lara, “Barullo”, Diego Rubichi y un aficionado. Peña “Los Cernícalos” de Jerez, 2006. (Foto: Alfonso Queipo).
Tiene Moneo una virtud que destaca entre las muchas que atesora, la familia, que representa el eje de su vida; de ahí que conectáramos profundamente desde el día en que tuvimos la suerte, ambos de conocernos, por medio de ese genio del baile y del mundo gitano “peaso de persona”, que fue y sigue siendo Paco de Valdepeñas. Mi “hermano Paco”, hace muchos años, en una de nuestras idas y venidas gitanas, me comentó la necesidad imperiosa de escuchar a un fenómeno del cante y me dijo así: “Alfonso los has escuchado a todos, desde Fernanda a Mairena, pero te falta uno que como le pille bien vas a llorar y te aseguro vas a tener que romperte la camisa”. Y continuó: “Cuando Moneo –que de este fenómeno se trataba– tenía apenas catorce años Anzonini y yo nos acercábamos a su casa en Jerez y tras saludar a su mare se lo robábamos y nos pasábamos varios días escuchándolo cantar”. Así apuntaba ya desde muy joven Manuel Moneo, cantaor de los de antes, de colmaos, de reunión, de poquita gente que supiera saborear la auténtica “jondura”. Y como aficionado había que esperarlo tanto casi como una buena faena de Paula, que ya es decir. Desde que nos conocimos también nuestras familias 28
se hicieron cómplices de la amistad que fraguamos y aceptaron mis dos exigencias fundamentales en esto del flamenco: de un lado el silencio absoluto para escuchar a los genios; y de otro, dejar pasar el tiempo para que se despierten los duendes del que los posee. Y de esto Manuel tiene una “jartá”. Recuerdo un día en nuestra casa de Benalmádena, por donde han pasado durante años muchos gitanos que se lo merecían por su arte. Reunimos a Fernanda, Paco Valdepeñas, Moneo, la Burra, Manolo Mairena, Juan Habichuela y Paco del Gastor entre otros. Casi al amanecer y cuando todos habían despertado en los presentes los mejores sentimientos, salió Moneo por siguiriyas con la guitarra del fenómeno Habichuela y puso aquello patas arriba. Ya podéis comprender el recorrido de nuestras lágrimas ante tanta profundidad; pues bien, con la natural inconsciencia que le caracteriza en esos momentos me pregunta “qué ¿te ha gustao?”. Le respondí de inmediato “no, me has matao”. Otro día tras una fiesta también llena de arte Moneo no había abierto la boca en toda la noche, y yo, siguiendo
Moneo, Ángel Camacho, un amigo, Tiriri, Juan Habichuela y Paco Valdepeñas. En Benalmádena, verano 1991. (Foto: Alfonso Queipo).
mi costumbre no le pedí que cantara. Dieron las ocho de la mañana se disuelve la fiesta y cada mochuelo a su olivo. Cuando vamos por el camino hacia los coches Manuel me comenta muy bajito “Alfonso, me han entrado ganas de cantar”, y le respondo “ya mismo, volvemos a casa y Juan coge otra vez la guitarra”. Loli, su esposa, que había oído el comentario se echó a morir, “Manuel que hay que llegar a Jerez; tenemos allí solitos a los niños y hay que hacerles de comer, etc”. Que si quieres arroz Catalina, cualquiera puede con un huracán del pacífico; volvemos a la casa, quedábamos solo ocho o diez y Moneo cantó sin parar dos horas por soleá “pa rabiar”. Decía Paco de Valdepeñas entre lágrimas “claro si no puede ser de otra forma, es que se le han puesto en la garganta las alas de San Miguel”. En Feria de Jerez me encanta seguir su trayectoria hasta obtener el objetivo. Se convierte en un organizador nato. Vamos mi mujer y yo a recogerlo a su casa y de ahí partimos una comitiva hacia cualquier caseta. El día de las mujeres Nena se incorpora al grupo de sus amigas gitanas. Loli, Macarena, Rocío, las nueras y un montón de amigas más salen a divertirse por la feria, como es tradicional, mientras los hombres nos quedamos alrededor del patriarca Manuel de conversación, algún cante o baile de sus hijos (Juan o Barullo) o sobrinos; en fin, calentando el ambiente. Mientras unos van y vienen yo me mantengo con sus yernos e hijos sin perder puntá, no vaya a ser que al monstruo se le ocurra abrir la boca en cualquier momento y nos lo perdamos. A Manuel, previo a entrar en trance, le gusta charlar con los amigos en pie junto a la barra y así le pasan las horas sin que tenga la más mínima intención de sentarse. No se cansa, tiene el cante fraguando en el alma. Nosotros, algo más débiles, de vez en cuando damos una culaíta. Son las seis de la mañana y llevamos juntos desde
el mediodía, con ese Barullo que es incansable también y lo lleva todo bajo control; me dice “espera con calma que cuando nos escuche a nosotros y se arranque no habrá quien lo pare”. Efectivamente, cuando lo miras a la cara y te sonríe es que algo grande va a pasar. Y a la primera ya nos abrazamos todos sobrecogidos y heridos por la puñalaíta del maestro. Y otra y otra. Borrachera de cante. “Me duelen los riñones –según me comenta–; tiene que ser así para expresar lo que siento”. Moneo en estado puro. Muchos dicen que lo han escuchado pero los que iban y venían no. Así es el cante. Esa es la única verdad. Vuelven por la mañana las mujeres, también se han divertido una “jarta”. Mi mujer cuenta y no acaba. El Festival de la Feria de Málaga, la casa de Rafael A. Colunga y Pepe Luis Cuberta en el Rocío, la Peña de Huétor Vega, el Festival y Peña de Casabermeja, teatro Cervantes de Málaga, la Peña el Cenachero de Repiso, Peña Juan Breva, los Jueves de Cádiz, la Fiesta de la Bulería, los festivales de Madrid, Zamora, las peñas de Jerez principalmente los Cernícalos, el Festival de Jerez, siempre Algeciras... innumerables los auditorios donde se ha escuchado a este fenómeno que hoy está mejor de facultades y de entendimiento que nunca. Las bodas de la familia tan meticulosamente organizadas dan pie para que la alegría y los cantes más grandes se transmitan como solo ellos saben hacerlo. Manuel sabes lo que te queremos y cómo nos gusta escucharte en el Volapié que tan buenos recuerdos me trae. En este merecidísimo homenaje este es nuestro deseo: “Que Dios os siga bendiciendo a ti y a tu familia”. 29
MANUEL MONEO: “ALMA DE TABANCO” Carlos Vargas
Dicen de ti los que han estao contigo en una reunión de cabales, en una fiesta o en un maero, que a tu vera todo es más puro, es más jondo, más gitano. Dicen de ti en Jerez, que eres guardián de los cantes viejos, que el dolor de tu cante duele dos veces, que eres cantaor de pellizco, que en otra época serías alma de tabanco. Dicen de ti, que tu cante necesita de buenos aficionaos para que tu voz encuentre su sitio, encuentre su duende en algún lugar del tiempo porque eres una de las últimas voces oscuras y llevas en tus sentrañas la magia de los soníos negros. Dicen de ti, que cantas a golpe de lamento y que amas el cante hasta sus últimas consecuencias.
Dicen de ti los que saben de esto, los que viven el flamenco de verdad, que en tu cante podemos paladear los ecos y los duendes de Manuel Torre, la gitanería de Juan Mojama, la sabiduría de Antonio Mairena y las formas y soniquete inconfundibles de la Plazuela. Y yo te digo: Tío Manué, los aficionaos actuales tenemos mucha suerte por disfrutar de tu cante y tu arte tan enraizado y puro. Te hemos escuchao de cantá la soleá de Alcalá respirando a Joaquín el de la Paula y a Agustín Talega, buscas a Mercé la Serneta en la siguiriya; te ilumina Manuel Torre; te impregnas de Paco la Luz; te he escuchao cosas de la Moreno en tus bulerías por soleá; te acuerdas de Caracol en algunos de tus fandangos; y sabes una cosa Tío Manué, que todo suena a Moneo, incluso la soleá de Frijones, al que tanto admiras suena a ti.
Con Mónica Bellido, José María Castaño, Pepe Vargas y Luis Soler. Homenaje a Luis Soler en Cádiz. (Foto: Paco Martín). 30
Manuel Moneo y Antonio “el Marsellés”. (Foto:Pedro Carabante).
Tus lecos son inconfundibles, tu cante es hablao, y tiene un aroma a rancio que poco a poco te va cautivando hasta destrozarte vivo. El Jerez de vino y cante sería menos Jerez si tú no existieras, y yo les digo que eres uno de los últimos ecos gitanos de los cantes de ayer, que a fin de cuentas son los de hoy y siempre, aunque hay muchos que han querido deformar este enorme arte que tú engrandeces cada vez que sales a cantar. A esos les digo que no tienen cojones de cantar por siguiriya como tú lo haces en esas grandes noches en los Cernícalos donde el tiempo se convierte en
vino y el grito del cante se transforma en quejío, o simplemente en Casabermeja donde acompañaíto por Juan Antonio Muñoz, con sus toques de Melchor, nos llevaste a los tiempos del Fillo o de Tío José de Paula. Te he conocido siempre a través del tiempo, pero ahora te conozco mejor y he sentío tu cante en mis carnes. De verdad, Tío Manué, nunca dejes de cantar, nunca dejes de sentir lo puro, nunca dejes de morir por los cayos reales, pues si eso sucediera, todo quedaría roto en el flamenco. Sólo quedaría el silencio. 31
DISCOGRAFÍA DE MANUEL MONEO José María Castaño y Ramón Soler Díaz
A continuación detallamos la discografía que hemos encontrado de Manuel Moneo. Se trata de una obra exigua dada la talla del cantaor pues solo consta de 37 cantes. Nada más que tiene dos discos en solitario, uno en estudio, de 1989, y otro que recopila directos suyos, editado en 2007. El resto de sus cantes grabados aparecen en discos colectivos, algunos de ellos con miembros de su familia, como uno de 1991 (Jerez, fiesta & cante jondo) y otro de 1999 (La Plazuela de los Moneo). También destacan otros dos que se ocupan de dar una visión amplia del cante jerezano, caso de Nueva frontera del cante de Jerez, de 1973, y el último hasta la fecha, V.O.R.S, de 2012. 1973: Nueva frontera del cante de Jerez. RCA Camden
SCLD 2-2058 S, (2 LPs) (reeditado en CD). En este disco Moneo se aproxima en todo momento a los cantes de Manuel Torre. Cantan además Diego Rubichi, Luis de la Chicharrona, el Nano, Mateo Soleá, Juan Moneo ‘el Torta’, Paco el Gasolina, Manolito de Malena, el Garbanzo y Tío Borrico. Manuel Moneo canta: - Seguiriyas de Manuel Torre “Camisa en un año” (guit.: Niño Jero). - Tarantos de Manuel Torre “Mi muchacho” (guit.: Parrilla de Jerez). - Fandangos naturales “Abre que soy el Moreno” (guit.: Parrilla de Jerez). - Por fiestas “Como la palma en verano” (junto a Mateo Soleá, el Nano, el Garbanzo, Rubichi y el Torta) (guits: Moraíto Chico (hijo), Niño Jero y Rafael Alarcón). 1989: Manuel Moneo. Jerez, por derecho. Pasarela AMD-149 (LP) (guit.: Moraíto Chico). Es una edición no venal con motivo del Congreso de Actividades Flamencas desarrollado en Jerez. - Seguirillas. - Malagueñas. - Soleá. - Bulerías. - Fandangos. - Bulerías para escuchar. - Martinete. 1990: Así canta nuestra tierra en Semana Santa (vol. 3) Caja de Ahorros de Jerez D-FLA-1187 (LP) Intervienen además Salmonete, el Guapo, María Soleá, María José Santiago, Ángel Vargas, Agujetas, Rubichi y Carmen de la Jara. Manuel Moneo canta: - Saeta “Se rompió el velo del Templo”. - Saeta “A mí se me parte el corazón”.
Manuel Moneo. (Foto: Pedro Carabante).
1991: Jerez, fiesta & cante jondo. Auvidis Ethnic (Flamenco Vivo) B 6750 (CD) (guits.: Moraíto y Niño de Periquín). También cantan Antonio de Malena, Mijita Hijo, el Barullo, el Chico y el Torta. Manuel Moneo canta: - Fiesta por bulerías (junto a los demás). - Siguiriya. - Soleá al golpe. 1995: Flamenco (B.S.O. de la película dirigida por Carlos Saura). Juan Lebrón Producciones 11421 y 11422 (2 CDs). - Martinetes (junto a Manuel Agujetas).
Con su hijo “Barullo”. (Foto:Pedro Carabante).
1995-1996: Testimonios Flamencos (Historia del Flamenco). Tartessos. En esta colección de 40 CDs, 36 de ellos recopilaban cantes tomados en directo de diversos artistas. Manuel Moneo canta: - Soleares “Por nadie lo había yo hecho” (guit.: Juan Habichuela) (CD 32; grabado en 1989). - Bulerías “Qué mailta fue tu mare” (guit.: Luis Moneo) (CD 36; grabado en 1992). 1997: Ceferino Giménez Malla, Un gitano de ley. Oratorio de José Heredia Maya. Nuevos Medios NM 15 715 (CD).
Cantándole a su hija Macarena. A las palmas “Barullo”. (Foto:Pedro Carabante).
En este disco cantan también Esperanza Fernández, Las Montoya, Aurora Vargas, la Macanita, Las Peligro, la Paquera, Fernanda y Bernarda, Pansequito, Manuel Mairena, José de la Tomasa y la Tobala.
en compás de origen, disco que trae cantes de Elu de Jerez, José Vargas “El Mono”, Inés Bacán, Antonio Núñez “Chocolate2, Fernando Terremoto hijo y Mariana Cornejo.
Manuel Moneo canta: - Martinete “Desamparo”.
Manuel Moneo canta: - Soleá “Que castigo merecía” (guit.: Diego Amaya). - Siguiriya “Que me venga a ver” (guit.: Diego Amaya). 1999: Familia Moneo. La Plazuela de los Moneo. Discos Mercurio 33-1.091 (CD) (guits.: Moraíto Chico y Diego de Morao).
1999: Manuel Morao & Gitanos de Jerez: El llanto de un cante en compás de origen. ECO 104 (CD). Este disco está grabado en directo el 25 de abril de 1998 en el Teatro Villamarta de Jerez. En él intervienen además Fernando Terremoto hijo, Inés Bacán y el Barullo. La siguiriya se reeditó en 2001 en el CD Manuel Morao & Gitanos de Jerez: Siguiriyas
Intervienen además el Torta, Barullo, Tío Chico y Macarena Moneo. Manuel Moneo canta: 33
- Soleá de Tío Pacote (sin guitarra). - Bulerías “Maldito arriero”. - Bulerías “Hablando con mi hijo” (junto a Barullo). 2007: Testimonios. Fonoruz CDF-1896 (CD). Este es un disco en solitario de Manuel Moneo que lo conforman grabaciones tomadas en directo en Jerez, Algeciras, Valladolid y Casabermeja. Resalta una soleá en Algeciras, con la guitarra de Antonio Jero, cuando se le concedió la Palma de Plata a título póstumo, a Don Antonio Chacón, Manuel Torre y Juanito Mojama. Durante la interpretación del cante de Frijones levanta literalmente al público de sus asientos. - Bulerías “En la marugá” (sin guitarra). - Bulerías para escuchar “Te tenelaba que faltar” (guit.: Juan Moneo). - Martinetes “Calle de la Inquisición” - Soleá “A Chacón, Torre y Mojama” (guit.: Antonio Jero). - Siguiriyas “Que de mí murmuran” (guit.: Antonio Jero). - Tarantos “Tanta faltica me hace” (guit.: Juan Moneo). - Granaína y malagueña “Cabecera de jazmín”(guit.: Moraíto). - Fandangos “Como los hombres cabales” (guit.: Juan Moneo). - Bulerías por derecho (guit.: Moraíto).
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2012: V.O.R.S. BBK BI-331 (CD). También participan Agujetas, Fernando de la Morena, Luis el Zambo, Capullo de Jerez y el Torta. Moneo demuestra en todas sus intervenciones el peso insondable de su privilegiado metal de voz en una madurez llena de matices, como las de un jerez antiguo que se queda atrapado en el paladar. Manuel Moneo canta: - Bulerías para escuchar “No llores Barullo mío” (guit.: Barullito). - Ronda de tonás y martinetes (junto a Luis el Zambo, el Torta y Agujetas). - Soleá “Yo lo hago por mis niñas” (guit.: Barullito). OTROS: Además de los discos indicados hay que señalar su participación en la serie de TVE Puro y Jondo, emitida en 2000. En 2006 la editó Divisa en formato DVD. En el disco número 6 aparece el jerezano hablando con Manuel Martín Martín y Fermín Lobatón, y le acompaña a la guitarra su hijo Juan Moneo. Ahí Manuel Moneo canta: - Soleá. - Bulería por soleá de Pacote. - Siguiriyas. - Bulerías por soleá. - Fandango. - Martinete. - Bulerías.
Cartel “Noches de la Plazuela”. (Pedro Carabante).
CARTEL ANUNCIADOR PALMA DE PLATA 2012