Sombras en el cemento

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Sombras en el cemento

Descubriéndome (esto soy)

N

ací entre balas y tanques reptando frente a mi casa, nací entre militares fornidos apuntando a mi madre y a mi padre

con sus miradas y armas, nací del terror, de la idiotez de unos cuantos que quisieron dominar a otros cuantos. Nací bajo el murmullo de aviones bombardeando la Moneda. Nací así, nada más, del amor de una pareja demasiado dispareja; según quién. Mi padre ya era un abuelo, mi madre una adolescente en pleno. Soy producto de una madre haciéndose la coja con un bebé en el regazo para que no la vean linda los milicos, soy producto de un padre, que muy acomodado, de pipa en mano y pelos rubios daba asilo a jóvenes revolucionarios. Nací de un primo encerrado en un cubo de madera en una torre durante seis meses, en el cuartel Terranova de Villa Grimaldi. Nací también de una prima de extrema derecha que hizo torturar a mi hermano un día entero. Nací del llanto de ese mismo hermano aferrado a un par de sucias botas militares manchadas con sangre, pidiendo perdón por ser estudiante. Nací de eso. Crecí entre huidas y huidas, crecí con miedo, con el miedo de una madre que ve que a su esposo se lo llevan por tener cara de extranjero. Con el miedo de un pasaje sin retorno a un país materno. Crecí pálido entre secos, planchados e inconscientes uniformes. Llegué a un país demasiado chico, él y yo. Llegué con los ojos bien abiertos, recuerdo un puente, recuerdo luces de navidad, era lindo, llegué al caos más intenso. Crecí así, en un Guayaquil sin miedo. Cualquier evento no podía ser peor que lo vivido en un cemento chileno. Así crecí, 1


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en una burbuja, junto a un abuelo y una adolescente, más parecida a una hermana que a una imagen de respeto. Crecí en una mesa que poco a poco como una escultura se convirtió en un puño fuerte y persistente. Crecí nadando en el orgullo de un padre, por tener un hijo que era un genio. Crecí así, tuve limpios catorce años de amor, paz, tranquilidad, y colores que fluían en las telas y papeles que mi padre abuelo me traía, colores que fluían en los pinceles que mi madre hermana me limpiaba con tanto amor. Crecí así, con la suerte de vivir la ternura, lo vuelvo a decir, en pleno. Crecí entre bromas que aún no han emitido disculpa. Crecí conociendo una abuela que olía a vegetales, durmiendo siempre en aburrido silencio y a otra abuela, o casi abuela, que olía a pólvora, sur y maderos. Crecí niño. Mi piel cambió frente al calor de un suelo húmedo y sintético, mis ojos se adaptaron a miradas sonrientes, a hermosos ojos oscuros y a bocas silentes. Crecí de espaldas a un río, de espaldas a un cerro, mirando siempre hacia lo interno de mi núcleo, de mi nido, crecí al vaivén de los lechuguinos en el agua de un gris río Guayas. La vida, a mis 18, me puso en tierra más húmeda, en una isla caliente de piel de tambor, de güiros, de rumba y Bembé. Me puso frente a un Morro de piedra y dolor, me puso la vida, caminando entre adoquines azules de un Viejo San Juan musical lleno de gente colorida. Me puso la vida en calles de puntos, de chamacos en la esquina jugando dominó entre sirenas, ambulancias y disparos. La vida me llevó al color caribeño, 2


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me llevó al calor de un Puerto que era Rico. Viví un espacio de arte, esfuerzo y ocio, de mucho trabajo, de alegrías, de llantos, de vida, de muerte. De intensidad eterna y amor magenta. Mi padre, abuelo padre decidió dejarnos allí, decidió firmar un papel, un obituario marcado con su propio nombre, decidió llamar, desde las monjas que tanto rechazaba, para tirarles el rollo de papel higiénico, hasta los abogados que también detestaba, y así firmar un papel, una hoja llena de miradas. La hoja con la que luego desconectaron su cuerpo. A los 2 días, yo dormía y él, despertó mis alejados ojos con un despierta, te quiero, yo me vestí de negro. Mi madre, perdida madre, cayó de plomo sobre dos décadas de historia, huyó al confín de sus recuerdos, mudó su piel, mudó su boca, mudó su cuerpo. Mi madre, hermana madre habitó un recuerdo, buscó por mucho tiempo en otras miradas a aquel viejo que de pipa en mano sonreía amando, pero nunca decía te quiero. Habitó un nuevo espacio, uno listo para el desencuentro. Mi cuerpo joven, aún muy joven también vivió la ruptura, los encuentros fallidos, la soledad y la necesidad de una vieja mano guía, de un puño apuntando al Yunque, apuntando a la montaña donde descansaron luego sus cremados huesos, la mitad de sus abuelos restos. La otra mitad, por una incómoda balanza, viajó un sinfín de sureños kilómetros, para habitar otro entierro. Uno (o medio) más chileno, uno de hijos más viejos, de mis hermanos que no son medios. 3


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Vine a un viaje, a un momento y la vida de la mano de un John Finkbeiner, cónsul de los nortes estados casi unidos, clavó una marca en mi pasaporte, clavó un sello en mi frente, me negó una visa de retorno a mi suerte. Huí, lloré, arranqué mi piel y grité, más aprendí a ser fuerte, a continuar creciendo, viviendo en mi Sudamérica de cálidos encuentros verdes. Mudé mi cuerpo cien veces, habité recuerdos y vivencias de cien países y su gente. Pinté, fumé, dibujé, me casé, tuve hijos, trabajé, creé, amé. Hoy soy tierra, soy lodo, pasto y cemento, hoy habito un territorio sin nombre, sin nación. Sin pasaporte, habito una piel de mil ojos, manos y colores. Habito una América de sueños, un Ecuador de bocas, historias, mitos, leyendas y amores. Vuelo diariamente entre las letras que componen mis palabras, esperando siempre el empujón de una voz tersa que me lance al vacío, para caer en un mar de flotantes tipografías grises que compongan mis sueños. Hoy soy letra, soy color hablado, soy un montón de imágenes que se aglutinan en mi pecho, que se atoran en mi garganta y saltan desde mis dedos, a veces marchitas, a veces iluminadas, llenas o incompletas. Hoy soy necesidad de expresar lo que siento, en colores, en bits, en teclas, en lápiz, en palabras navajas, que como música corten el viento. Hoy soy esto. Nací en un hospital un día 15 de un húmedo abril chileno, nací color naranja de bilirrubina política. 4


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VolvĂ­ a nacer hoy de una piel color blanco eterno. VolvĂ­ a nacer entre selvas, hielos, palabras, humo, piedras y aves mirando mi pĂĄlido cuerpo, que deja sus marcas, sus injertos, volando al viento de un continente eterno.

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A tí, que estás en mí.

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Trocha de silencio. Una tromba de palabras pasa ligera golpeando mi vientre, sube en remolinos azules entintando mi pecho descolorido, ajado, pendiente, esquivo. De un zarpazo arranca mi oreja y entra a este mundo concreto, sinuoso, desvalido. Se acurruca y duerme el tiempo para crear su salto de despierta tinta que ennegrece mi lengua. Así escupo a gritos estas letras que firman un tiempo sin obituarios, un exilio de vivencias aprehendidas en un encuentro de raíz sin historia. En verde navego esta trocha de falsos atajos, de silencio solemne y tirano, y así, pendiente, articulado, huracanado, me armo de brillo y descargo esta selva de lacónicos relatos.

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Sombras. Claras, estampadas, en paredes avaras pegadas. Relamidas, historiadas, sombras de hambre, de cuerpo, de historia y de tiempo. Sombras lavadas con cloro made in usa, con detergente Ace ultra matic quita manchas de conciencia, de sombras jóvenes y de sombríos caminantes. Sombras descubro entre mentes inertes de conversa Johnnie walker blue label o vino tinto cartoner de mesa. Sombras tocadas día a día con tu espalda, tu hombro, tu alma. Sombras de luz sin recuerdo de sopa caliente, de dientes de leche entre cemento, balas y paredes. Sombras de encuentro subterráneo detrás de headphones, ipods y mp3. Sombras sin mirada de ruedas fireston, de rieles derechos de trenes, de metros. Sombras de amor, de odio, de sexo, sombras de olvido, olvidadas entre canciones y publicaciones del Reader’s in-Digest o de noticia guiada de ese burdo ce ene ene. 10


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Sombras Leรณn de Cannes, Fiap, ร scares o Cรณndores de hojalata, quedan entre neblina pululando con iris cortado por un chip plรกstico invertido en dow jones de nuestro glorioso wall street. Sombras de vida planificadas. Sombras de cientos de hormigas cargando su peso en estas venas citadinas que son mi desierto.

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Reflejo maquinal. Entre espasmos de vida vine a donar color umbilical, arrullado, vine a encontrar tu luz. Así, solo, flotando entre dedos quedo inscrito en tu mirada, presa de mí. Así solo llegué a buscar un Superyó, uno eterno, de olvido que llegue a tu consideración. Querido siniestro inconsciente, solo vine a tentar tu amor.

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Y punto. En treinta y tres pasos, giros, movimientos de cadera, las comas saltan desde la esquina mientras un gato me mira sedante. Los puntos esperan, quieren ese espacio silencioso, ese espacio calmo y frío entre el calor de mi tórax y el color de tu letra. Ellos, puntos y comas, más comas que puntos, hurgan en mi vientre, buscando huesos y dientes de oro. Encuentran flores y color. Y mi cuerpo, pequeño cuerpo. Aquí está, forrado de tinta negra que pesa como un rojo sin punto, sin coma, listo para saltar a tu tela.

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Encuentro. Como navaja circulas buscando orejas, buscando el vientre de tu lengua materna. Cortas el cordón azul plata que cuelga de las barrigas, de los miedos, de tu historia, de tu gigantesco pasado. Brincas, corres y corroes las mismas palabras, oxidas los días y muerdes las noches. Sólo me encuentras. Solo aquí, en tu pasado. Me cortas el alma y me entierras en tu salada sábana, urgas en el fango de mi pecho, descubres lo que buscas, lo arrancas y corres como navaja cortando el viento.

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Al filo. Desde una tímida oreja escupen los santos, los verdes new age y los magentas etéreos. Mientras colgada la fría noche violácea entierra los huesos del titiritero, del sátrapa, del hombre cordero. Meneando la cintura entre arropadas telas de historia entra y silba el Dios del mar, el Dios del billar, el moreno, el chino y el cholo, los alados, tuertos, canos, santos y feos. Frígidos juegan a ser carambolas, juegan el juego del filo, cortante juego no-látex de adrenalina y disparo en la testa, de chorro surtido dentro de él o de ella. Así juegan a la linda y fecunda ruleta, a encontrarse con él, el clavado en la cruz. Él, que perpetuo perdona por taciturnos e insolentes momentos.

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Cruzatiempo. ¿Qué pasó con el niño ciego, el de bastón de oro, el que caminaba feliz entre cornisas, uniformes verdes y camufladas selvas de balas de bronce?. ¿Qué pasó con el silente, jovial, reptante, caminante de rojas manifestaciones de carne?. ¿Qué pasó con ese cuerpo de sueños volátiles, brillantes? ¿Qué le pasó a ese niño azul armado de un cielo confiado? En ese camino de piedras y vidrios, ¿Qué pasó con tu bolso lleno de esperanzas y manjares? ¿Qué pasó con la música que recorría tus avenidas, y tus pasos?. ¡Qué pasó pues! Pasó, entre saltos de carbohidratos y velas, pasó, entre disparos de flashes infames, entre lagunas de memoria salvaje.

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Pelota diaria. A golpe de dedo, mi abuela imaginaria ayer corría con la pelota. Será pa’ bien que mi abuela algo decía (Y la vieja algo sabía) Me refiero a mi abuela imaginaria, la que no es aria, la de mi pensamiento, la que se encuentra en todo momento corriendo entre muertos de futuro incierto. Digo, a golpe de dedo, mi abuela imaginaria metió un dos-cero hipotético en un partido ideático contra inconclusos iniciáticos. Se fueron a su casa sin tarjeta, sin roja, sin amarilla, sin concepción a una sospecha de que había un propósito, un diseño, para que la abuela se gane un sueño. A golpe de dedo, mi abuela imaginaria ayer corría con la pelota buscando una respuesta a lo que es espléndido, a lo que no sabemos, a lo que intuimos.

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Orgasmo. La tenue luz envuelve la pena, los presentimientos recogen las frustraciones del futuro, La cama gira. Ese whisky estaba chueco. Los colores se ven grises. El meneo de tu pierna contenta mi cuerpo. Los rojos y naranjas del neĂłn inundan la noche, los sombreros y las sombrillas hĂşmedas, mis recuerdos. Y yo... pensando en black & white le mando un shot al destino. Aguanto la respiraciĂłn y viene a visitarme ...Orgasmo.

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Pasacalle. Pedazos de piel cuelgan de mis nervios raídos, mustios, descoloridos. Emotivos pedazos de lascivo pan, de cuentos sin final cuelgan de mis ojos solos y caídos.

Dónde está el viejo cuerpo? aquel que miraba desde la vereda que impugna de frente. Dónde está su mirada vacía?. Fría, incompleta.

Parado aquí, en esta esquina, paralizo mis dientes, corto el tintineo, congelo el tiempo con nubes perennes, y vacante espero mi mirada de aquel que como machete se clavará en mi frente.

Pasa corriendo un segundo y con sus dedos acaricia mi espalda, mientras nadie mira mi rostro de humo inerte, de desordenadas letras verdes.

Como un sedentario borrego se acurruca él, frío y objeto en su esquina mirando mi rostro, como gato negro que observa su presa. Quieto, estático espera la luz verde que camina y trina entre paredes de carne, entre ladrillos caminantes que impalpables rozan mi mente.

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Perturbado y decidido engullo la esquina, sobre la cebra cruzo la calle dando saltos en blanco y negro para llegar a ĂŠl, mi Yo mĂ­o, sedentario, eterno. Que a mi encuentro salta, y de un terso mordisco devora mi vientre.

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Requiem a palos. A palos te enseño, a palo me adueño de tu alma, de tu testa, de tu karma. Maldita mía, maldita amada, en el piso te ves linda. Me lustro el zapato con tu cadera, me miro el rostro de calavera. Me miro la cara en la ventana de mi casa, esa mi casa. Yo pago (pagaba) el sueldo de la empleada, la luz, el agua y la tirada del dominó que tanto me gustaba. Me mira, me llama y me descarga la ira del tiempo de mis memorias, que como un saco de piedras en mi espalda me acalambran la mirada. Yo no fui chico, no tuve historia, me borraron la memoria. Me amarraron, me cosieron. Dispararon en mi vago recuerdo. Ya no me muevo, ya no te miro, de gris opaco salto a tu cara, blanquita cara. Yo tuve palo, venga el látigo, que soy amigo de ese que se desliza en mi recuerdo y me acaricia como gato en celo, ante ese momento de calambre, donde te muerdo. 24


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Porque te amo, te deseo, cubierta de plomo, de negro. Maldita mía, porque te quiero te di el regalo de mi puño entero.

Querida mía yo hoy te extraño, voy hoy solo, muy bien vestido, en una caja hacia lo eterno.

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Sex pusher. Como parido entre piedras se me calienta el corazón al ver tanto made in werever, tanto gel, tanto pito. Así descubro esa tela que escondes, dealer from la calle, ... Sex pusher. Miro en detalle y me dan ganas de volar, ganas de probar un salto al vacío, un encuentro con mis dioses y mi locura. Perdido divago entre casas azules, compro una copa y bebo tu néctar, mientas vuelo entre tus piernas rezando a tu sexo ... Sex pusher. Alivio mis planes sintiendo cada segundo como un golpe en la sien, que me envuelve y me llama a bañarme en ti. Etérea entre mis dedos ... Sex pusher.

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Diván. Un sereno silencio besa su oreja, un ojo, como imán, lame elementos cotidianos y las vísceras comienzan su baile: un tango, una cumbia, un guaguancó. La historia no viene, la histeria frena a raya sobre la espalda, se introduce, pica y hierve. El silencio lo tapa todo, la desesperación inunda las palabras convirtiéndolas en cuerdas raídas, que amarran y aprietan amablemente ese espacio de la nada. Ese hueco de la falta que ya está lleno de tanta mierda.

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Amalgama de ausentes. El silencio pasa suavemente por mi cuello dejando un rastro de dolor, de cosquilleo. Siento llegar a los que se fueron tiempo atrás. Escucho sus voces clamando por ello, por eso, por aquellas cosas que dejaron, que nunca olvidaron. Amasando sus muebles están. Mirando sus brillos, confundidos entre tu y yo, incorpóreos caminando. Zigzagueando van. Aquí me encuentro entre palabras deformes, grandes, cortas, largas y altas de un carmín encendido. Aquí me encuentro caminando entre sombras curvas, encontrándonos siempre cuando termina el día.

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Mantra violeta. Tántrico mantra violeta, grito de angustia y desespero, suspiro de harina y de pan. La vida está cara, mi brother, la vida está así. Corre y agarra ese grito que salta de tu lengua, agárralo que se te vuela, no lo puedes detener más. Aguanta el ácido que corroe tu vientre, apaga ese nicotine free que te metes al alma. Anda y lleva a tu cama todo ese pedir de calle, todo ese hormigón salado que te embutes día a día en las retinas. Llévaselo a tu familia que quieren saber cómo es la vida y el suelo, cómo es la madre que pisas y el Dios que te pisa. Anda y regala un poco de lo que te dio ese día, pa’que te miren de reojo y te agradezcan por salvar el día, con acidez en el vientre y azúcar en la mesa. Anda y goza, goza y menea tu diente en la esquina, cuenta lo bacán del camello y lo rico del caldo.

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Y luego, vuelve a tu cuna a cubrir tus tiritones huesos pa’garrar fuerzas, pa’ poder cantar ese tántrico mantra de mierda de todos los días.

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Machángara. Tun tún, se sentó Machángara a ver correr lágrimas en su lecho, en sus entradas y salientes, en sus verdes y azules reflejos. Tun tún, siembran hombres un muerto en la casa de la reina, la avara y desdichada, la curva, recta, puta, oblicua y cóncava. Tun, tún, Toca la puerta del que se va, toca la cara del que se fue. Saluda el agua que bebes, llora el grito de las corrientes y el murmullo de los sudores. Tun tún se sentó Machángara a ver correr el ansia de tus edores y tus diluidos saberes.

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Memoria. La tierra pasa lentamente bajo tus pies cansados, tristes y vagabundos. Antiguos acompañantes de historias fugaces. Tierra roja, tierra sangre, clandestina. Imprescindible, borracha, peregrina. Oculta, violenta, enternecedora miras de incógnito, miras de tierna, de madre, de amante. Miras de viuda y abres los surcos entre el viento y el pájaro que alegre viste de negro. Agobiada te refugias en euforias de cama caliente y sopas amargas, caminas de lado, de angosto tangente bordeando los signos suelta de encanto, tapizada de polvo, cubierta de blanco. Tierra memoria, tierra de pasos, en golpes de péndulo, ridícula y pragmática envuelves el tiempo con dócil cemento. 34


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Matinal. En suaves movimientos, entre curvas y mareos se desliza en torno a su piel, la besa y la toca. ...cae. En suaves movimientos acomoda su vientre de lado, su sexo de frente y el amor arriba, bajo humos de calenturas antiguas y dolorosas, lloronas y melancólicas. Alcohólica mañana de rigor y de juego, de nudos en las sábanas calientes y húmedas. Desmesurada belleza intangible que tocas el viento. Rojo que de frente quiere entrar y rosa que se cuida ...pero que cae. Juegan así a conocerse desde afuera, en rítmicos ingresos y empujoncitos, que en caída libre llevan a Dios.

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Llamada. Con las piernas cruzadas en viento, nudos que anquilosados se parten en tu frente y clavos que en las manos te recuerdan su pรกnico. Tu culpa y golpe en el pecho te llaman a no crear, a ser una vaca, un becerro, un dorado borrego. Un tranquilo fiel seguidor de credos sin rumbo, de culpas ajenas entre edificios de piedra y cemento.

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El inútil tiempo de la vida. Alcanza el mar su pierna, su verde y pálida pierna, la tironea y la vuelve gris. Se mueve y llama a gritos, su grito. A sueños, su vida. Dos punzones se adueñan de los muslos, y el frío lo recorre todo. En un grito se levanta y salta, golpea la cama y sigue despertando la pasión, la verde y soez pasión. En vómitos de colores y tragos amargos, de sueños de licor lo mira todo y no dice nada, lo canta, no lo cuenta....lo grita lo piensa, no lo cuenta ...lo grita. Va pa’ llá donde se baila, donde no se duerme, pa’ llá donde los ángeles follan, se encuentran y rabiosos arrancan sus melenas, presentándose, gimiendo, moviendo la cadera, rengueando. En un tirón de piel se descubre y deja el cigarro pa’ descubrir el inútil tiempo de la vida.

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Membresía. En cada bocanada de humo encuentra la suavidad del papel, encuentra el calor de las palabras que vienen, van y se desencuentran siempre en los pasillos, zaguanes y altillos de las grises casas de esta ciudad. Maldito sea el to be, el one way y el fast food, vengan ya los Budas, los Yoguis y los Orishas, que se ven bien de importados. Póngale un disfraz de soldadito, pégele una foto de la virgen en la espalda, y venga, venga y vengue la muerte, venga Caronte y traiga su mercedes a mi puerta, que tengo ya la ultima t-shirt de Calvin Klein, que ya compré el último condón super rubber de la yoni. Venga, venga caserita y vengue a su madre, del padre, del ogro, del sátiro abuelo. Venga y camine frente a su pared de los recuerdos y lamentos. Encuentre su Dios caserita, hay mucho club pa’ elegir.

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Pal´ lado. Camino entre pitos, manos y ojos cubiertos sobre concreto gris cemento, camino entre orejas revestidas de ipods, manos libres y emepetrés. De un empujón me voy pal’ lado, dejo pasar tu cuerpo, que inerte me grita en palabras vacías: quiero Gucci, Dolce Gabbana, quiero seis ceros. Me muero entre marcas que marcan tu piel, me muevo entre signos corrosivos de hiel, me muevo al ritmo de bocinas y frenos. Solo, me muevo y te dejo pasar, corriendo entre saltos free style de azúcar de dieta y cocaína zero. Te dejo pasar con tus ojos envueltos. Me muevo bajo el mismo sol de tu mismo barrio desierto, me muevo entre espejos que muestran mis raídos huesos. Me muevo despierto.

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Outsider. Comunico sin lengua, sin papilas cada impacto en mi piel, comunico tu mirada, tus pies, tu voz. Comunico en la calle, en la esquina que me llama a ser Dios, a ser un pedazo de pan en la hoguera. De mi pecho saltan alambres de púa listos para adornar tu espejo (raído), de mi boca nace un bonsái de ceibo listo para servirte la cena. Mis ojos caídos hacia el papel miran el ritmo de mi mano que sola va, en automático (cadente), recorriendo estas líneas llenas de tu historia. Me invento en ti, en ellos, en todos, caminantes de mirada perdida, de paso gastado, sobre este cuerpo de concreto. Me invento en tu mirada que descansa en una historia de inventos.

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Solicitud voluntaria. Abrí los ojos mientras caía libre y con las alas abiertas sobre tus escuelas fiscales, abrí los ojos al sentir en la cara el viento feroz de tus ministerios, abrí los ojos intentando ver algo detrás de la neblina que cubría tus aceras, pechos y azoteas. Abrí las manos para detener el viento de tus alianzas y justificativos, pero se enredaron entre mis dedos todas las entidades del subsistema, todas las herramientas de control y todas las unidades administrativas. Abrí los ojos y vi mis uñas negras cubiertas de polvo, de ellas saltaban acuerdos y justificativos para encontrar una manera vespertina de localizar tu piel, entre salvoconductos, pasaportes y títulos. Mi boca aún dormida pronunció en silencio un vaho de angustia y dulces decretos, pronunció nombramientos, pronunció embajadas, embajadores, alcaldes, gobernadores y actores de un teatro callejero para tu cemento. Abrí los ojos mientras caía sobre tu territorio y como tinta china en pincel de acuarela, dibujé en silencio una firma de solicitud voluntaria de mis miles de cuerpos para concurrir a tu origen. Para sellar con sangre este acuerdo administrativo de habitar tu historia, para habitar tu cuerpo. 44


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Hoy soy. Hoy soy Trinitaria, Bastión, Pablo Neruda, calles de tierra de mirada sombría, camisas de fuerza, camisas calientes. Un manto de calor sobre cabezas errantes sobre un asfalto que no tiene nombre. Hoy soy paso acelerado, soy ruido, soy tu sangre. Llevo en mi espalda tu peso, llevo tus hijos, tus recuerdos, llevo en mi hombro tus dientes de leche, clavados como espinas en mi piel clara de perenne silencio. Llevo tu ritmo, tus sueños, todo ese polvo que tus pies levantan, al caminar por tu camino de pies diestros. Te llevo al hombro y feliz me muevo al viento lleno de letras mordiendo mis dientes, palabras psicóticas hurgando mi oído y dedos que levantan faldas de curas, de esos que se ven interesantes con lentes. Hoy soy rima, soy tu cadencia, navego en las calles de caña y guadua, navego mirando tu frente alta, baja, pero mirando de frente, hoy soy tu cuerpo, Trinitaria, Esmeraldas chiquito, Guasmo, Suburbio, Calle 17. Navego entre tus ruedas de smog tocando a tu gente. Soy tu gente, soy tus genes, soy eso que no se nombra pero que se vive pendiente en la sombra de tu cuerpo, de tu historia, siempre cercano a tu muerte. 46


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Hoy soy caminos estrechos de ventanas llenas de barrotes, barrotes de helados, barrotes de bolos, de cerveza al ambiente. Soy tus dientes mostrando su falta, tus dedos abriéndose paso dentro de un bus lleno de cuerpos, de cien kilómetros por hora, de salto de vuelo, de ninguna parada, pero que llega a tu sitio. Hoy soy ese barrio que ensucia tus zapatos, esa lluvia que inunda tus calles, que te cierra el paso, que te enfrenta al tiempo, a tu tiempo, hoy soy tu humedad, tu frío. Un techo de lata que hierve, un techo de lata que arrulla bajo la lluvia en un invierno de moscos rondando tu palabra, tu mesa y tu vientre. Soy esos caminos que caminas todos los días con bolsas en tus manos, a veces vacías, soy esa sensación que te quema la tripa cuando no puedes dar comida a tu gente. Hoy soy ese vacío en la barrigas de tus niños que de estómago inflado juegan al fútbol, juegan a tratar de ser un sueño de esos vistos en la tele y en el anuncio de un billboard. Hoy soy Chota, soy pié descalzo jugando en la tierra, soy Tandallapa callado, lleno de casas de palitos de madera, Carcelén, Parque de la Madre, Barrio Cuba caliente, hoy soy gente, soy tu plebe. 47


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Hoy soy ese grito de la madre que le mataron al hijo dealer, que cada día le pedía la bendición y tenía tatuada una virgen en el pecho. Hoy soy ese instante donde una bala perdida se lleva un siglo de historia. Hoy soy un cerrar de ojos y el sudor de aquel, aquel que corre con zapatos Venus por la calle a ritmo de taquicardia y gritos de ladrón, para llevar un bocado a una mesa llena de hambrientos ojos infantes. Hoy soy calle, soy venas, soy arterias de cemento llegando a tu puerta, vacía puerta de noticias en papel de colores. Vacía puerta de adrenalina con virgen colgada protegiendo tus bienes.

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Afonía. Tengo suelas de cuero color piel, de esas de vacuno o de cuero sintético marcado con un made in China. Tengo pies listos para el desierto, listos para cruzar demacradas y templadas fronteras con un pasapuertas de sueños azules, de cien hojas preselladas para la historia. He cruzado puertos mochila en mano, nadando, flotando, volando, pataleando. Soy Latino-Americano, de esos que se fabrican a mano, se esculpen en piedra con un pincel de pelo de marta y se adoban con fuerza, valor y entereza. En mis ramas corre savia sacra, soy hijo de la tierra, hijo de la historia de un pueblo borrado. Inca, mapuche, panzaleo, ona, taromenane. En mis manos corre sangre colectiva de negros, cholos, indios, mestizos, en fin, nativa. Somos un mismo cuerpo preparado para la afonía, somos el silencio de madres y abuelas que mirando desde sus húmedas ventanas, vieron sus hijos desaparecer entre neblina de helicópteros, tanques, golpes y flotante Esmeralda. Tengo una historia de jóvenes torturados, tengo tierra, tengo carne, nervios colgados que se entrelazan alrededor de tus dedos, los mismos dedos que apuntan mi frente digna. 50


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Tengo suelas gastadas de tanto vademecum, de tanta libreta, de tanta receta de tecla, tengo huellas que me guían a un destino, a una puerta de mil puertas sin cerraduras, esperando por mis manos vacías. Tengo un desierto en el corazón con flores bajo la arena esperando tus ojos, tus papilas. Tengo un camino sin comienzo que camino día a día sin esperar la parada que me lleve a tu vientre eterno. Soy Latino-Americano de papa, choclo y corvina, soy una red de pesca que se enreda en tu cuello y te trae a mi orilla. Eres mi alimento, mi aire, mi roca, mi nieve, mi juramento. Tengo una pitada al destino, un tatuaje en el brazo sosteniendo un afilado machete en la mano. Tengo caña, tengo lucha, tengo carne lista para servir en tu mesa. Tengo el zig zag de un zaguán cantando pasillos, al ritmo de balas, casquetes y martillos. Tengo una ciudad gris clavada en mis piernas con el peso de mil edificios arropando mis muslos cansados, con mil ojos sin espejo que recorren mis venas que son tu cemento,

que no se va, que no emigra. 51


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Damaltamar. Voy hoy desnudo disfrutando tu reflejo, tus diarias muertes, tu linaje. Para llegar a ti crucé cien callejones sin atajos, llegué así, despoblado, bien sudado y aquí estoy, migrando entre tus piernas y con gusto mando todo al carajo. Ven, péinate en mis manos, rompe mis huesos dama de viaje, dama salvaje. Sella mi pasaporte, rompe mis hojas y dame mujer, un documento de tu carne, que quiero tu visa marcada en mi piel, para tatuar con tu cadera en mis manos todo tu bosquejo palpitante. Dama de piel, de hueso, de sangre, ven, dame un canto de tu tierra, deja que cultive en tu vientre la historia de mis raíces privadas de nombre. Ven, salta y arranca el papel, frío documento de viaje, que quiero un respiro para poder darte lo que escribo, cuando apareces dentro de este oleaje de cuerpos desaparecidos, que soñaron mi sueño de mejores paisajes.

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Santiago. Caigo en círculos concéntricos hacia tu cuerpo elástico de parque sin risas, lleno de descoloridos zapatos coloreados con barro citadino. Caigo elástico, fundiendo mis manos en tus rostros de olvido. Caigo, solo caigo, sólo, abatido con párvulas letras que navegan entre las serifas de mi historia, colocándose en ese espacio donde tu mirada se encuentra con la mía entre palabras ajenas de árboles genealógicos. Entre culpas y precios consanguíneos, impagos. Caigo, solo caigo entre tus brazos que abiertos, como una aplanadora, enderezan mi esqueleto dejándome casi perfecto, asfáltico, en tu memoria. Caigo, solo caigo en picada hacia tu recuerdo que en murmullos me nombra irreal, perteneciente a letras de añejos diarios vacíos. Caigo en círculos concéntricos tratando de mirar tus deshabitadas páginas llenas de rostros desaparecidos, marchitos. Caigo en tu innombrable reserva, en tu deshabitada historia, en tus calles ajenas, 54


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para navegar tus senderos tratando de tocar tus raĂ­ces, de encontrar mis raĂ­ces, mis abuelos, mis sopas familiares, mis recuerdos. Abro los brazos mientras caigo y trato de aferrarme a tu ajada palabra, que al final del dĂ­a solo nombra la historia de mi silencio.

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Allan Jeffs

Heme ese Ene. Hoy soy cómplice de tus ojos, de tus manos calientes, de tus dedos llenos de huellas gastadas en un chat. Soy cómplice de una pantalla llena de puntos brillantes, soy cómplice de tu saliva, de tu boca mordida frente a un espejo raído. Hoy soy cómplice de tus calles llenas de cables colgados. Hoy soy tu cómplice, tu nexo al calor del vacío, soy una mirada de web cam, una inspección de archivo jota pe gé, una lectura de tus inventos. Soy tu cómplice en silencio. Me hundo azulado en tu solitaria noche sonando en tonos de dieciséis mil hertz. Mi cuerpo cómplice existe sólo en tus dedos, que en golpes sutiles de teclas urbanizan mi memoria y reflejan mi sonido. Soy tu armonía, soy un instrumento, que llama a gritos instantes de gloria cuando no se ha ido la luz. Hoy, desde esta esquina, desde esta cama de concreto, salto hacia tus versos, hacia tus ojos 56


Sombras en el cemento

en complicidad de frecuencia, de timbre y resonancia, para mostrar mis cibernĂŠticos huesos, que se funden en tu mirada, mĂĄs no encuentran mi centro.

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Allan Jeffs

Samboronbronx. Estoy con todos los cuerpos de la calle, con la negra hermosa de la cooperativa Pablo Neruda, con el negro, también hermoso de Lucha de los Pobres o Bastión Popular. Radico en cuerpos privados de asfalto, de canales y conductos de esos que llaman alcantarillas. Radico en esos niños que juegan a ser marineros en el Estero Salado con barquitos de trapo y tarros vacíos reciclados, en esos niños que saltan trampolines desde un puente, que te miran en el semáforo, que estiran la mano pidiendo cinco centavos. Te miro en silencio, a veces detrás de un vidrio con mi aire acondicionado, mis ascensores y mis pisos de porcelanato importado. Radico en la esquina donde se juntan a contar historias los más bacanes, los más fuertes, los que no tuvieron infancia, los de tendencia suicida, los que sacuden el vaso con fuerza y dejan una línea mojada en el piso. Resido en esa mirada cómplice cuando pasa un auto como el mío, muy turista, muy desubicado, muy citadino. Estoy junto a ti cuando caminas tus interminables calles de tierra,

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Sombras en el cemento

cuando con mil ojos escaneas a todos los presentes (y ausentes), cuando el corazón te salta ante el mínimo tacto.

Habito esas marcas que llevas en el costado. Resido en tu familia violada por alcaldes y gobernadores, resido en tu mesa libre hasta de migas de pan. Habito tus tardes de cumpleaños ajenos, tus vuelos, cuando te vas de tu cabeza y huyes de tu destino. Anido en tu boca cuando te bebes un pasillo a ritmo de San Juanito o Pasacalle. Habito esas noches sin leche para los niños, donde los bolsillos son más livianos que el helio. Estoy contigo a veces, detrás de un vidrio con mi mirada sintética de tablero plástico y música de ascensor. Más habito, ese espacio ajeno a ti que recorres día a día para llegar a mi casa, fría casa. Para lavar mis platos, mi ropa sucia, mi conciencia.

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Allan Jeffs

Latino voy. Camino entre árboles verdes de hoja caída. Camino metálico, frío, plantando mi pie, plano de hierro, concreto. Aquí voy, seco, diestro, en movimiento, mirando pa’l frente. Corriendo. Mi brazo se convierte en fusil y disparo. Voy lleno, matutero, pálido, gris, niquelado como el viento que mece esta bala de letras, que literal se entierra en tu pecho. Así verde voy sintiendo el orgullo, el deseo de ser siempre latino, parido en el agua que llega a tu puerto. Camino disfrazado de Dios descubriendo el encuentro, de mi historia, tu histeria llena de miedo. Inmigrante latino se queda adentro.

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Allan Jeffs

Gloria. Vi un reflejo de lo que quedaba de ti, una fruta a punto de desprenderse, ajada, lista para la tierra. Vi treinta y nueve ojos mirándote con cariño, con las pupilas de una madre que pierde un hijo. Vi tu cuerpo marchito, tu boca, ya cerrada de planes, tus manos tocándolo todo, aferrada, desprendida, sorprendida. Vi como tus pies se cansaron y tus labios se prepararon para el silencio. Estuve en tu mirada, vagando, como quien se sube a un barco sin destino. Acaricié tus hombros que ya no eran tuyos, besé tus manos que algo tenían de tu historia, acaricié tus nietos, tus hijos, tus desiertos. Te vi, apagando un camino, cerrando ventanas y cortinas, cubriendo los muebles con blancas telas, preparando el instante donde entra la última brisa. Vi un reflejo de lo que quedaba de ti y besé tus avenidas, tus edificios, tus colegios. 62


Sombras en el cemento

Tomé tu mano anciana de tanto hacer puño, toqué tus rodillas gastadas de tanto va y ven, cansadas de tanto soportar el peso de árboles petrificados por una historia silenciosa. Vi Gloria, en tus ojos, un reflejo, que en instantes recordaban el brillo de la primera bicicleta, la primera muñeca, el primer amor. Vi Gloria con desapego, un reflejo de lo que quedaba de ti.

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Allan Jeffs

En éstas veredas grises. Caminantes sin mirada despegan con memoria zurcida, su piel del espejo. Alcohólicos amantes entre mustios músicos a pie descalzo, corren por comida, oro y metal, por papel y rostros que nombren su valor. Aquí y allí, con el clavado, golpeado y cortado, se mezclan sábanas con huesos en un vaho de angustia, en una mancha informe que vuela sobre el húmedo sentir de tener lo que no tienen los que miran la luz como algo raído.

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Motel periferia. Mixtos ojos, mixtas pupilas, mixtas lenguas entrelazadas bajo rojas luces de rojos portales de húmedos suburbios también rojos, buscan duales manos de morales dobles, triples y hasta cuádruples. Se distancian y se acercan buscando en cada pliegue, en cada impulso acercarse más al pecho. Mixtos ojos, mixturas de dobles manos se encuentran en silenciosas caricias junto a ferrosas puertas, a ritmo de recuerdo de un J.J. anochecido, esperando enfrentar sus cueros en un baile frenético contra el tiempo. Todos mixtos, dobles, triples y hasta cuádruples, buscan el mismo camino. Ese rectángulo cubierto en blanco plástico, aquella cortina escondiendo el auto, la llamada a la hora en punto de ese espacio de sudor compartido, donde la habitación gira y la periferia se vuelve carne.

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Allan Jeffs

Piel anárquica. De un absurdo sitio vengo, verde poblado de aves negras carreteras, aves postes, aves luces. De un cierto sitio vengo, obligado a romper cada día las entristecidas postales de aprehendidos rencores. De un sitio vengo, como todos los sitios, a veces ciertos, donde fríos son los edificios que miran frígidos, monetarios, el caminar de cuerpos desde pulidos, poderosos vidrios. Vengo de un sitio cierto que respira a ritmo de disparos, despegues de panzones aviones desnutridos de gente y promociones de trastornados semáforos, que parecen gritos militares sobre espaldas raídas. Caminando entre cuerpos sinceros, sin rumbo, vengo buscando albedrío con tapizadas de avisos retinas de Coca Cola, Calvin Klein y Ronald Mcdonald.

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Caminando, caminante aturdido, busco en cada sombra de acacia, de ceibo, guasmo o de caucho, un resquicio de tu palabra, un pedacito de tu falta, de tu sonrisa un reflejo.


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De un sitio, absurdo caminante, acudo casi infinitamente buscando el vaho de tu aliento naranja, diciéndome calma, diciéndome paz, entre mis tramos de smog y cemento que muy peatón, vago fisgoneando mis paisajes de piedra y lustroso concreto. Vengo y voy, de la mano de un tiempo sin rumbo, con dilatadas, atentas y despiertas pupilas, para encontrar la libertad, listas, en ese instante de excarcelación sin proyectiles calmos, sin palabras, sin medios. Así solo buscando voy, en cada resquicio la textura de tu piel anárquica.

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Allan Jeffs

Nothing to undo. No le di al control save, no oprimí la tecla de undo, me quedé pegado en la del copy paste, esa que añeja, en calor, tímida, escolta las huellas húmedas.

No le di al control save y cerré la ventana.

Dejé de navegar en tus silencios y encontré un conjunto de reflexiones antagónicas, que se ensartaron en mi frente con tu afilada saliva.

No le di al guardar como, no hice una nueva carpeta.

Seguí navegando en tu triste urbanismo, en tus plataformas de texto, mientras acariciaba tus cables y besaba tus teclas de olvido. No le di al control save, desconecté mi herramienta y dejé que tus calles se diluyan, impalpables, en ese instante donde la luz mengua y se vuelve historia.

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Allan Jeffs

Amanecer en Guayaquil. Laterales soles abaten la mirada, digo soles, porque parece que fueran dos, quemando sueños, que aún despiertos, persisten en las retinas. Loros, iguanas, pericos, aferrados de acacias y ficus, se menean al son de un viento que no es alisio, pero que viento es, y viene con ganas. Naranjas, escobas, periódicos, botellas y etcéteras de usos múltiples, patrullan ventanas de desayunantes cortinas que desgastadas, acechan sus cotidianos paisajes concretos. Mientras un manglar de edificios se levanta estirando sus mañaneras fachadas, arterias, venas, pajaritos y cables eléctricos tratan de volar sobre escuelas, carentes de cobijo, aún hambrientas de niños. Un tsunami de casitas de caña, palitos, cartón y papel se acerca, cada día más, a una impenetrable costa céntrica de agitadas cabezas armadas de un mar de botellas plásticas, vasos, cinturones, bollos, paraguas, películas y ganas inesperadas de habitar un corazón laboral desprovisto de afecto. Un ejército de famélicos padres rompe las avenidas al son de historias de hambre. Otro ejército, 70


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uno más azul, más militar, más de cabezas organizadas, de porra en mano rompe los rostros, los surcos, los sueños de esos mismos famélicos padres que tienen a sus hijos en desnutridas escuelas descalzas de avenidas, enfermas de tierra. Ponte once, no seas víctima, que para poder mamar hay que llorar, gritar, patalear y herir. Ponte once que el billete vuela, que la ciudad crece a ritmo de desmesura, de pasión, pobreza y hambre. Esta mañana el sol quema y el cielo está gris como siempre.

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Allan Jeffs

Deshojada propiedad. Te encuentro como todos los días creciendo en tu macetero, meciéndote al viento, te encuentro sedado volando entre cables, acariciando fachadas, bebiendo el viento. De gris color plantado, te encuentro, entre humos de hiervas ancestrales (según tú) que indoloras fluyen entre tus dedos. Te dejo sembrado en tu macetero, echando raíces, cosechando seres que pululan entre tus movimientos. Voy ahora solo en mi deshojada propiedad, viajando libre sobre una mezcla de caliza y arcilla, cantando entre bocanadas de humo junto a mis cigarros asesinos. Hoy camino austero entre las huellas que nuestros pasos dejaron, cuando juntos, rompieron el tiempo.

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Allan Jeffs

Trío de luces. Taciturnos anfitriones rurales, de esquina, miran con ojos gastados parabrisas ávidos de limpieza, y cortinas de sílice templadas, que separan realidad de citadina realeza. Hoy los vi como siempre, con perpetuas barrigas llenas de vacía esperanza de ejecutivos menús sazonados con polvo y piedras. Hoy vi perdido un crío, descalza una madre, aceché la falta de carne, sueños de caramelos, trompos, DVD´s o reflejos de Play station. Hoy transporté mi cuerpo nuevamente, siempre curioso, de una sagrada impavidez y un Yo fornido, frente a forzudos adolescentes abuelos y padres de lánguidos niños. Hoy sentí tu mano vacía, tu rostro de migas de pan, tu carne de sol curtida bajo las tres luces, que intermitentes llenan tus deshabitadas entrañas. Hoy fui panza, fui garganta, moneda, doblón, billete ausente, fui botella, fui cemento. 74


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Hoy, mis pupilas cruzaron invisibles tu territorio, el de siempre, el que muta entre historias, mitos y abusos, todos los dĂ­as.

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Allan Jeffs

Amnesia nuestra de cada día Amnesia carne, amnesia barro, te quiero así, marchita, reptando entre las almas de los huesos fríos de tus hombres guerreros, torturadores, curas y verduleros. Amnesia dulce, sin espinas, recorres las rosas que dejaron tus mujeres desaparecidas. Residimos en tu día, amnesia de encuentro, amnesia sutil de golpe en el pecho que sin aire ya, amnesia letra, abres tu boca estacionada en nuestro colectivo, listo para el silencio.

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Allan Jeffs

Amanecer cobalto. Se desliza lento, suave y mojado, un caracol índigo en mi oreja. Destellos de memoria asaltan mi mirada, mientras añiles movimientos de historia golpean la piedra de este muelle, que estará allí siempre, esperando al tiempo. Azules recuerdos caminan lento sobre tu cuerpo, caen en gotas frías que recorren tu pecho y una vez allí, en el centro, inscritas, retoñan en flor de espinas para un suave concierto de ruidos, claves. Insignias de tu paso que marcó mi cuerpo gris, de efímeros rasgos. Se desliza suave y mojado en mi olvido, un instante de telas claras sobre una ventana cómplice de un paisaje adormecido, que intuye tu presencia incólume sobre este lecho de intrincadas arrugas, pliegues y recuerdos. Resbala, se escurre, repta y avanza sobre mi faz, esa imagen de tu mirada, reflejando mi rostro cansado de tanta madrugada.

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Paradas vacías. El amanecer está plateado, refleja arrozales y cañaverales, refleja los ojos (de los que miran pa´rriba) y las nucas de quienes tensan sus músculos pa´cariciar la tierra con el pico, la pala, el bulldozer y la motosierra. Esta mañana está gris plata, mercurio, aluminio, espejo de bruma, las nubes pesan como yunques y el aire se respira rancio, metálico, del color del óxido de un tubo de escape, al son de carretera. Esta mañana el cholo, la puta, el abogado, el travesti y el artista, levantan su pie a ritmo de una salsa trasnochada, y plantan sus plantas en aceras llenas de noticias, pas´coger el camino trazado de todos los días. Esta mañana está plata, y mis ojos, mis manos, mi nuca, mi espalda, mis piernas, solo esperan recorrer tus miradas, tus paradas aún vacías. Ésta y todas las mañanas, aunque esté nublado.

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Allan Jeffs

7 AM en el centro. Cuerpos descansan sedados sobre esquineras marcas de refrigeradoras, cocinas y televisores. Cuerpos soñando sobre cartón en descanso, teñidos con el smog de rectos carburadores. Suspendidos, carne, piel y poros, reposan en línea recta sobre una gris calzada, de un asfalto también gris, lleno de pisadas vacías, de madrugada memoria colectiva. Sabáticos yacen sobre sus horas y minutos, sobre relojes pertenecientes a ajenos frutos de un trabajo sin mirada, de una máquina que robó sus retinas y las guardó en un cajón extraviado. Cuerpos, sólo cuerpos quedan de las historias, de las vidas, de esos padres y de sus sueños perdidos.

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Allan Jeffs

Once y once. Hoy me despido de ti, de tus durezas y emociones, me despido y levanto mis pies para permitir a mis pupilas respirar otras letras. Hoy me despido de ti, de los infantes de la esquina, de los cigarros liados con hiervas sin aditivos y miradas vacías. Hoy me despido, me descuelgo de tus ojos, ciudad errante, ciudad carne, ciudad calor, ciudad olor. Hoy sólo soy una hoja, que vuela con piernas punzantes al viento. Hoy dejo estas letras listas para dormir en tus ojos, con mis cientos de cuerpos dispuestos para mañana. Tal vez mañana, escuchar tu voz.

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