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Memoria local y obrera

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Panorama Electoral

Panorama Electoral

Por Rodrigo Ferreiro

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Decir todos es decir nadie. Esa verdad de Perogrullo se convierte en peligrosa cuando de un hecho político se trata. La última dictadura vernácula tuvo beneficiarios, perdedores, silencios cómplices y miedos. Fue una represión de clase, destinada a exterminar a otra clase y con el objetivo de modificar de una vez y para siempre la estructura económica, organizativa y sindical argentina. En cierta medida, tuvo un éxito rotundo: la clase trabajadora nunca se recuperó de ese plan sistemático. De este modo, y con esta premisa, es un error deliberado plantear que la sociedad, toda, fue víctima del horror. No fue así. Nunca es así.

Muchas veces, las evidencias están en las encuestas. Según datos oficiales, ningún sector sufrió tantos desaparecidos como la clase trabajadora. Le siguen los estudiantes. Juntos, conforman el 70 por ciento de la torta. Los números son fríos y generan dudas si no se respaldan con sucesos históricos. Floresta puede colaborar a despejar esos nubarrones.

A principios de los ´70 funcionaba en la manzana conformada por las calles Sanabria, Gaona, Gualeguaychú y Morón el corralón municipal de basura. Antes de la victoria de Héctor Cámpora en 1973, ese lugar estaba privatizado, y era administrado por la recolectora de residuos Maipú. Narraciones de la época, y de tiempos anteriores, cuentan que la situación de los trabajadores era sumamente precarizada: no tenían trabajo fijo y eran contratados por día, sin saber con certeza con cuánto dinero iban a contar al final de la jornada. La dinámica era, a grandes rasgos,

llegar temprano a las inmediaciones del corralón, esperar la aparición del capataz de Maipú y rogar a ser seleccionado. Algo muy similar a lo que sucedía en el puerto con los estibadores. Así, todos los días. Cuando la dictadura de Lanusse finalmente deja el poder, y tras la victoria del peronismo, los vientos comienzan a cambiar de lado. Llegan a trabajar allí, con el doble propósito de tener laburo y comenzar a organizarse sindicalmente, varios militantes de la Juventud Peronista. Entre ellos, Néstor Sanmartino y Julio Goitía, de barrenderos. Poco tiempo después, la recolección de residuos es reestatizada con el argumento de una administración fraudulenta

por parte de Maipú, que vendía los camiones del Estado a particulares. Allí, comenzó la titánica tarea de reclamar por la mejora laboral junto a la necesidad de construir un servicio público eficiente, para evitar la proliferación de discursos ya existentes desde la época de las cavernas: que nada estatal es bueno. En ese proceso aparece Mauricio Silva, un cura que había solicitado trabajar de barrendero. Los

tres, junto a otros trabajadores como Miguel Yanson y Miguel Foncueva, fueron puntales en la lucha para terminar con la precarización laboral y mejorar el servicio de recolección de basura en la ciudad.

En marzo de 1976 todo comenzó a derrumbarse. Con el golpe, llegó la intervención, de la mano de un Gendarme que ofició de nuevo Jefe. El 5 de mayo de 1977 secuestraron, ingresando a su domicilio, a Sanmartino y a su esposa. Ella fue liberada. Él, que había trabajado en un frigorífico y de repartidor de fiambres, que era militante de la Unidad Básica ubicada en Páez y Argerich, en Flores, continúa desapa-rriendo en Segurola al 1000 o en Terrada y Magariños Cervantes, no hay certeza. De él sí se tienen registros de su paso por Campo de Mayo y en La Plata, e incluso hay testimonios que aseguran haberlo visto en el Hospital Borda. La cúpula eclesiástica nunca pidió oficialmente por su aparición.

recido. No se registra paso por ningún Centro Clandestino de Detención. El 6 de mayo, un día después, secuestran a Goitía, llevándoselo de su lugar de trabajo. Tenía 29 años y era, además de trabajador, militante en la Unidad Básica Carlos Capuano Martínez, en Floresta. Tampoco hay datos sobre su presencia en campos de exterminio. El 14 de junio del mismo año, la dictadura se lleva a Silva, que estaba ba-

Las tres desapariciones de trabajadores del barrio de Floresta son solo una muestra, pequeña, exigua, del objetivo del Proceso. Por debajo de la institucionalidad inaugurada en 1983 existen demasiadas continuidades, no solamente en las prácticas represivas estatales, con la dictadura. El blanco, entre otros, es

siempre la clase trabajadora. Si eso no queda claro, no existe posibilidad alguna de un verdadero Nunca Más.

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