La nostalgia en los chopos

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MIGUEL DE SANTIAGO

La nostalgia en los chopos

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Idea, diseño y dirección: Julián Alonso © los autores Imprime: Zamart (Palencia) Edita: Fundación Díaz Caneja (Palencia) Fotografía de portada: Julián Alonso Depósito legal:


MIGUEL DE SANTIAGO

La nostalgia en los chopos Selección del autor Prólogo de Marcelino García Velasco

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Miguel de Santiago

He aquí un poeta nacido en la nava de la Tierra de Campos. En ese esquinazo terrero ¿puede hacerse un poeta? Pues, anda, ¿no nació frente a ese esquinzo terrero uno de los más grandes poetas de las Españas, Jorge Manrique? La tierra crea los poetas. Y cogiendo el lazo sin color pero refulgente que le mandó Blas de Otero para lucirlo en las fiestas, lo extiendo: “De las tierras de España la que más me complace es la Tierra de Campos”. De su tristeza, de su íntima monotonía al ser mirada, de su hondura en su longitud llanísima puede nacer un poeta. Y otra vez Blas de Otero: “el paisaje de Castilla es un estilo, es uno de los más impresionantes del mundo”, y lo dice desde la Tierra de Campos. Cómo no va a herir tanta belleza la sensibilidad de un hombre y convertirlo en poeta? En esta colección de pequeñas antologías, que empezó por José María Fernández Nieto, el cuadernillo de Miguel de Santiago, LA NOSTALGIA EN LOS CHOPOS, hace el número 40, pero nadie piense que la numeración señala la calidad, porque en ese caso ocuparía uno de los primeros números. La materia de esta selección de poemas es la de toda su poesía: el testimonio de la vida del poeta y su relación con Dios, que la hace más dolorosa tratándose de un sacerdote, siempre sujeto a un número infinito de renuncias. El título ya señala la vida en la altura, la verdad de la vida en Dios. ¿Es Miguel de Santiago un poeta religioso? Desde luego, pero no un poeta sacro, alimento de beatas. La poesía le nace de la experiencia vital y va posándose en las más luminosas, bien por la inocencia o la madurez de las circunstancias que le acercan a la tristeza. Miguel de Santiago canta su vida desde dos vertientes: la de hombre del mundo y la de su esperanza de llegar a Dios. Casi diría que es un místico mundano. No un místico clásico, aunque parta de la misma raíz: la insatisfacción, que es la misma que la de la picaresca, la de esta por el hambre del cuerpo y la de aquella por el hambre espiritual de llegar pronto a Dios, “que muero porque no muero”. De su infancia quedan los chopos -verdor alto de Tierra de Campos-, las flores, las propias del campo personal o algunas prestadas, los juegos, la inocencia, la amistad juguetona; de la adolescencia y juventud, las prohibiciones, la castración de lo que el cuerpo pide, y de la madurez su deseo de Dios La tristeza le

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marcó en el Seminario por la cerrazón de aquellos rectores de formar en la libertad, por eso no llegó a ROCAMADOR, pero le trajo la luz que le pondría en la búsqueda del camino hacia Dios. Pero lo más importante en la poesía de Miguel de Santiago es el lenguaje porque el poeta está atento y es comunicador del habla popular que de niño amatojó en su pueblo mientras jugaba o veía trabajar y a veces ayudaba en las labores campesinas, y por eso, a algún lector de su poesía le rechinarán los dientes ante ciertos vocablos. Y como es una obra autobiográfica todo esto se ve en ella cantado y contado desde una serena musicalidad en el ritmo del verso o de la prosa, que se puede distinguir en cada párrafo. Confieso que soy amigo del poeta y por eso estoy obligado a hablar desde y con la verdad. Y la amistad viene desde muy ayer. ¿Se comprende que un misacantano en su pueblo y ante su gente deje que un seglar diga la homilía de su primera misa? Y ese seglar subió al púlpito y era yo. La altura de la torre de San Pedro fue testigo. Su obra poética está en los libros “CATÁLOGO DE INSOMNIOS”, “PARÁBOLAS DEL SUEÑO”, “VIGILIA”, “RECORDATORIO”, “VARIACIONES SOBRE UNA PARTITURA DE VIVALDI”, y “CONTEMPLAR PARA ORAR CON LA NATURALEZA”, le colocan entre los primeros poetas palentinos contemporáneos y el mejor poeta religioso español de hoy a partir del apoyo que encontró en Dámaso Alonso y su “HIJOS DE LA IRA”. Entre todo esto no olviden la presencia de los recuerdos de infancia que descubren la vida terrenal con todos sus avatares cotidianos para mantenerse en pie y la alta espiritualidad que le lleva a Dios en un deseo natural y perseguido. “Viene la noche con sus sombras a borrar los caminos y a poblar de tristezas aquellos horizontes que un día nos sembraron de sueños y de espigas. Mas viene Dios también a trazar con sus manos otras sendas por donde volver a hacernos como niños y perdernos de nuevo en la inocencia”. Desde estos versos se puede seguir la trayectoria de la poesía de Miguel de Santiago y lo íntimo de su trabajo en el que se moverá siempre. En él, “el lirio virginal de aquella infancia floreciente”. Marcelino García Velasco

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REGRESO (A Juan José Cuadros)

Se estremece el paisaje cuando con los nudillos llamo al portón familiar de tantos sueños lejanamente míos. Atrás queda el adobe. En el umbral me despojo de nieblas y legañas para iniciar el repertorio virgen de tanto bienamar. Junto al fogón sartenes donde hierven sudores de la vida, cazuelas donde el tiempo, me saludan. Madre zurce camisas, zurce días, que, pulso a pulso, se extinguen. Están las ropas húmedas (–sorprendió la tormenta a tus hermanos) tendidas al amor de la ancha trébede. Se le cayó el dedal a madre. Entre la luna y el sol no permití más olvidos al sueño y ojos sin voz velaron en la noche las ascuas mortecinas, las ropas húmedas, el dedal... (De Catálogo de insomnios, 1976)

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ARLEQUÍN SOBRE EL MUNDO (A Carmina y Marcelino García Velasco)

Hoy todos me señalan. Estos pasos a punto de sonrojo prolongan más sus huellas paralelas al surco, porque todos están izando la ballesta de sus dedos hacia mí, como en acoso. Ahora lo que importa es la subasta de este cuerpo (¡pronto!, ¿hay quien dé más?), pues todavía arrastra nieblas, lodo del nido en que naciera al llanto y a las sombras de un otoño cualquiera, arrastra legañas en la infancia de sus ojos… Hoy todos me señalan. Acaso en mi renuncia sólo digo fatiga, nunca entrega, acaso… Nunca podré saber si escondo la paz o el fuego en mis entrañas, si aquí en este contorno sólo presiente un títere el latido del amor o del odio. Un arlequín desnuda sus faldones frente a los escenarios de la vida. Soy y oigo su danza eterna sobre el mundo. Pero los ojos ya no ven, los ojos limitan su perfil a la aventura apasionada de lo próximo…

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…Mañana habitará la muerte en mis zapatos. Me cantarán a coro tardías alabanzas, erigirán mil monumentos a ti y al polvo. No habré dejado estirpe y arlequines sin voz relevarán con sus quimeras este hueco sin fin de mi abandono. (De Catálogo de insomnios, 1976)

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LOS JUEGOS INFANTILES Hoy quiero recordar los juegos infantiles, las continuas sorpresas, la maraña de atajos que se perdían en los trigales más crecidos. Y fuimos compañeros de la lluvia muchas tardes de abril. Eran muy frágiles los cuerpos cuando nos perseguían en los sueños nocturnos los guardianes gigantes de las huertas donde a veces cogíamos manzanas... Hoy quiero recorrer los dominios de antaño, volver a ser feliz por el aire más puro de la infancia y oír los trinos de los pájaros y ver cómo florecen nuevamente el tomillo y el romero. Pero entonces temblábamos de miedo en la llanura. Hoy flota en el paisaje la memoria y alcanzamos su fruto con los dedos; y quién nos nutre el gozo sepia de las fotografías, si ya nada insinúa los perfiles de los años perdidos. Que muestren los espejos nuestros rostros antiguos; que nos traigan la piel tersa, los ojos claros y la alegría aquella desbordante [8]


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de vida por las calles y las plazas. Regresamos al alba y somos niños otra vez, entregados a sus juegos, mas ya nada es igual. Nos sedujo el ayer. Nos traicionó. Unas luces extrañas anunciaban la señal del crepúsculo. Ya no tenían nombre los amigos que fueron injertados en ramas de otros árboles, perdieron para siempre su sangre en otros nidos más lejanos y un mar de ausencias anegó los senderos en el tiempo. Para qué regresar donde han crecido hierbas altas, altas, y las tapias caídas sepultan las mañanas de aquel niño abrazado a sus juegos. Viene la noche con sus sombras a borrar los caminos y a poblar de tristezas aquellos horizontes que un día nos sembraron de sueños y de espigas. Mas viene Dios también a trazar con sus manos otras sendas por donde volver a hacernos como niños y perdernos de nuevo en la inocencia. (De Parábolas del sueño, 1996)

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LA TARDE ESTÁ CAYENDO Es hora de dormir. Pesan los párpados, las sombras crecen. Es el momento de ahuyentar recuerdos. El paisaje ha cambiado su color y se han poblado los caminos de despojos y luto. Descienden los arroyos con la historia del fracaso de ayer y el mundo huele a desengaño. Somos los restos, somos escombros de otras ruinas que no dejan memoria. Los desterrados del vivir, los deudores ocultos del quebranto, camino hacia Emaús, llevamos el dolor en la mirada. La angustia nos taladra el corazón. Cae la tarde y se oscurece el alma poco a poco. Llueve despacio y se nos calan los huesos doloridos del regreso. Cómo invocar antiguas alegrías que suavicen el peso del agobio. Qué gozosos murmullos buscará nuestra mente. Y qué luz templará los corazones hasta que ardan si estamos con las velas [10]


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recogidas. Y cuándo comeremos el pan bendito y compartido en la mesa común y deseada. Mientras tanto seguimos esperando la luz que nos ciegue y descubra los ojos conocidos y los gestos que multipliquen amor a manos llenas. Pero la tarde está cayendo y se nos borra el horizonte más allá de nuestros pasos. (De Parábolas del sueño, 1996)

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PREGÓN DEL GOZO Alégrense los campos regados por el sol de primavera. Alégrense los trigos fecundados por vientos suaves de mayo. Alégrense las amapolas rojas de vida en melodías de plenitud. Alégrense los pájaros con sus trinos mejores, las cigüeñas que solemnes ascienden a las torres altas. Alégrense los potros desbocados en las verdes praderas de sus sueños. Alégrense las aguas que saltan en arroyos saciadores salpicando frescura a los sedientos y cansados. Alégrense los montes y los valles, la tierra fértil y las duras rocas, los barbechos abiertos a la lluvia, al sol y al viento. Alégrense también barrancos y laderas donde crecen el tomillo, el romero, y frecuentan su vuelo las abejas si el aroma provoca algarabía. Alégrense la miel que alimenta y la cera que sostiene la luz de esta vigilia si la noche acosa e inquieta nuestras vidas. Esta es la luz que enciende nuestra espera, [12]


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que inunda las tinieblas del pasado y nos devuelve la alegría. Esta es la fiesta que sostiene la esperanza, el deseo de un fulgor infinito. Esta es la lámpara que atrae nuestros pasos, rotas ya las cadenas y ataduras, que nos arrastra a la victoria. Esta es la hoguera interminable que a todos nos calienta y nos acoge en el umbral del día que no acaba. (De Vigilia, 1997)

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XVII No está la casa vacía. Aunque no estés aquí te siento respirar en el silencio prolongado de tanta noche oscura. Me llegan ráfagas de lluvia y tú vienes con ella a fecundarme si tengo las raíces sepultadas en el amor primero. En estos días crudos de la ausencia escucho todavía aquellos pasos lentos, inseguros, y aquellas toses mientras cierro los ojos y adivino el sonido de Dios que tú me traes. Como un eco me llega esta melancolía de perfiles y sombras que me pueblan el sueño. Hoy me entrego al insomnio porque quiero aventar aquellas mieses que crecieron contigo; tendré que almacenar después los granos y nutrir la memoria de tus días con el pan amasado de recuerdos. (De Recordatorio, 1997)

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EL VERANO Madurado el color de los trigales por el sol del verano llega la plenitud, llega el sosiego a nuestras vidas. Las ramas encorvadas de los árboles empiezan a rendir el fruto del cansancio y los sudores. La luz abrasadora de la siesta nos quema como brasas, nos consume cuando el aire regresa, herido, a su quietud. El paisaje reposa y muestra su armonía mientras buscamos la huella original de las manos de Dios. Sigue entonces Vivaldi excitando la orquesta mientras su música nos dice cómo las raíces dormidas reverdecieron con la lluvia y el sol, alborozadas. Creció como las sombras de los chopos más altos el recuerdo gozoso de otros días y en él nos remansamos nuevamente. La memoria nos fluye como un río que baña nuestros cuerpos y perfuma los torsos fatigados. Atrás queda el dolor y un presagio de muerte en nuestros ojos. Pero hoy la luz es un allegro sostenido que inunda [15]


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las horas infinitas de espera silenciosa. Llamados a otro cielo más allá de los campos calcinados podremos aspirar otro perfume embriagador de los sentidos. Seremos como flor regada con la sangre del ocaso. Y adornaremos el jardín donde se escuche la sinfonía interminable que sacie para siempre una nueva mañana y la esperanza. (De Variaciones sobre una partitura de Vivaldi, 2002)

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LLUVIA Y LLANTO Mis manos, estas manos que acariciaron las espigas cuando mayo ascendía con su luz, están vacías, esperando... Mis labios, estos labios que besaron los granos del trigal, continúan sedientos, esperando... Mi boca, aquella boca que sabía del pan en las despensas, hoy está hambrienta, y esperando... Las nubes han cubierto el cielo azul de aquella primavera; y el corazón se ha oscurecido y ha empezado a llorar. Y llueve en mi alma y llueve un largo desconsuelo. Y va creciendo el pino de los bosques oculto en el disfraz de la mañana. Quién sorprendió a las amapolas, quién desangró su color cuando ofrecían su hermosura a otros ojos. Esta orfandad de los sentidos se anegará en arroyos donde el cieno es sepultura del amor. Resucitar acaso sólo sea ansiedad de sonámbulos amantes. (De La siega, 2012)

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SÚPLICA ESPERANZADA EN LA ORFANDAD «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré, y hallaréis en mí vuestro descanso». (Mt 11, 28)

Arde y arde la sed cuando, beodo del beso ausente y del escaso abrigo, Tú sales en mi busca como amigo dispuesto a rescatarme de este lodo. Hiciste tu cosecha cuando todo estaba a punto y bien maduro el trigo. Molido y fermentado está contigo el pan que me nutriera en el recodo. Porque está junto a Ti, Señor, arriba, en la cumbre gozosa de la luz, hoy siento su caricia más cercana. Y, cansado de andar a la deriva, quiero abrazarme al leño de esta cruz para esperar la paz de otra mañana. (De La siega, 2012)

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Como a hijo pródigo al abrigo de aquellos verdes y altos algarrobos hoy están arañándome mastines hambrientos y con rabia furibunda. Y, cabizbajo, añoro el paraíso perdido: el resplandor de las gardenias, el lirio virginal de aquella infancia floreciente, los blancos alhelíes impolutos, los solitarios y orgullosos magnolios, las madreselvas perfumadas, el tomillo, el romero y el cantueso, la timidez adolescente de las lilas de mayo, el carnoso sabor de la acerola, la peonía en su rubor adolescente y frágil, las altas melodías del aliso, la hiedra enamorada en su ascensión, la pasión trascendida de las rosas, el abedul que cubre las tristezas, la anémona fugaz para el sentido, el misterioso trébol del azar del amor, las delicadas malvas que ya avisan… Pero a veces la vida es un desierto, un extenso dominio adonde Dios me va arrastrando hasta dejarme al borde del abismo del hambre o de la sed. Busco entonces las sendas del retorno a la hermosura del Edén, al gran banquete del sentido, para saciarme en Dios y su belleza. (De Contemplar para orar con la naturaleza, 2019)

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Derribó el huracán los pilares del mundo y Dios no estaba allí. Temblaron las entrañas de la tierra, se estremecieron sus cimientos y Dios no estaba allí. Devastó el fuego todo lo que encontró a su paso y Dios tampoco estaba allí. Luego sopló la brisa, la suave brisa de la tarde, lenta como las manos del amante, como los ojos entornados del amado, y Dios estaba allí: dispensando la paz de una caricia, curando soledades con el bálsamo cercano de su voz y derramando amor, misericordia y afable mansedumbre a manos llenas… En la brisa ligera de la tarde viene Dios a sanar los golpes sucesivos del huracán rugiente, del torvo y despiadado terremoto y del fuego que arrasa y extermina. (De Contemplar para orar con la naturaleza, 2019)

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Miguel de Santiago

TARDE DE LLUVIA Esta tarde ha llovido. Era como si sollozara el cielo sobre el pecho desnudo del campo castellano. Los senderos aún están embarrados y entorpecen los pasos indecisos. Se confunde la luz del crepúsculo con esta oscuridad sobrevenida. Es el mismo paisaje donde mis ojos adolescentes se hundieron un día, ya lejano, llorando la derrota de unos cuerpos que parecían invencibles. A veces surgen, cual fantasmas, las siluetas difusas de lo vivido y lo soñado y habitan la memoria partituras que ya permanecían olvidadas. El corazón construye mundos donde pueda anidar y eleva torres que apunten con su aguja al tapiz limpio y puro con que el cielo nos acoja y consuele más allá de la tristeza, más allá del llanto. Hay momentos en que la noche trae abatimiento. Y los hay en que el sueño abre al alma las ventanas de un nuevo amanecer. Mas siempre hay un mañana y el día nacerá con su luz nueva y habrá dejado atrás el llanto de la lluvia sobre aquellos senderos por donde caminamos a campo abierto. Entonces ya no habrá fango que entorpezca los pasos fatigados. (De Hojas de otoño, 2022)

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LA CASCADA Esta cascada busca la tierra que impregnar. Las aguas bajan despeñándose, con un limpio clamor acompasado. Su origen primigenio está allá arriba, inmutable. Descienden cristalinas en su pureza manantial y prístina. Golpean, inclementes, la dureza de las piedras que encuentran a su paso. Esas aguas que corren nunca son las mismas, se renuevan a cada instante, pero son iguales. Están fluyendo constantemente y, sin embargo, siguen ahí. El ser humano ansía dominar la torrentera y amansarla. Ese caudal, que es incesante, simboliza la fuerza que procede de lo alto. Y llega siempre como gracia inmensa. Mas, después, lo que importa es encauzar la abundancia y hacerla fértil para alcanzar la recompensa más anhelada. (De Hojas de otoño, 2022)

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Miguel de Santiago

PAISAJES EN LA ASCENSIÓN Correteaba entre sorpresa y sorpresa por el valle feliz de la inocencia, junto al rubor de cientos de amapolas y melodías de aguas saltarinas de un arroyo creciente. Comenzó su ascensión de juventud. Iba elevando su mirada hasta las cimas. Se dirigía por veredas de tomillo y romero que perfumaban el camino. Y continuaba su andadura en medio de la fronda contemplando la madurez frutal de las alturas. Y la ascensión se hacía cada vez más dolorosa. Las pisadas, arriba, se tornaban aún más inseguras, la escasa hierba entre unas rocas era endeble y enfermiza, los peñascos se erguían por delante en desafío. Y atrás fueron quedando aquellos a los que arrastró el río de la vida, todo lo que quedó colgado de los árboles, las gentes distraídas y embriagadas con mil perfumes… Alcanzó, al fin, la cumbre. Fatigado, pero contento. Cansado y agobiado, pero gozando de amplios y bellísimos paisajes. Ya casi a punto de desfallecer, pero respirando los aires puros de la altura y sintiendo la inmensa luz del sol sobre su frente, casi tocando la pureza azul del cielo con sus dedos. (De Hojas de otoño, 2022)

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“LA NOSTALGIA EN LOS CHOPOS”, de Miguel de Santiago, se editó en marzo de 2022 como número 21 de la edición virtual de “CUATRO CANTONES”, colección de mini antologías de poetas palentinos, dirigida por Julián Alonso y editada virtualmente por “Cero a la Izquierda”.

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Datos del autor: Miguel de Santiago (Fuentes de Nava, Palencia, 1948). Escritor y periodista. Autor de más de treinta libros, entre los que destacan sus poemarios: Catálogo de insomnios (Rialp, 1976), finalista del premio Adonais; Parábolas del sueño (Fundación Fernando Rielo, 1996), accésit del XIV Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística 1994; Vigilia (Fundación Fernando Rielo, 1997), XVI Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística 1996); Recordatorio (Rocamador, 1997), XV Premio Antonio Machado 1997); Variaciones sobre una partitura de Vivaldi (Diputación de Guadalajara, 2002), Premio Provincia de Guadalajara 2001; El camino del alma hacia el Amor. Obra poética y comentarios (Universidad Pontificia de Salamanca, 2012), incluye el poemario La siega hasta entonces inédito; Contemplar para orar con la naturaleza (PPC, 2019); Hojas de otoño (PPC, 2022). Poemas suyos figuran en más de una docena de antologías. Es autor de las ediciones y estudios introductorios de la poesía completa de Jorge Manrique, de Fray Luis de León y de San Juan de la Cruz. Ha realizado las antologías de poesía navideña española e hispanoamericana Porque esta noche el Amor y Nos vino un Niño del cielo, la Antología de poesía mística española y otras. Ha publicado una decena de biografías, entre las que destacan las de los palentinos Francisco Blanco de Salcedo y Carmen Cuesta del Muro. Licenciado en Teología por la Universidad Pontificia Comillas y licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, ha simultaneado el periodismo activo en prensa, radio y televisión de ámbito nacional durante varias décadas. Fue jefe de la sección de Cultura y redactor del suplemento de las Artes y las Letras del diario madrileño Informaciones, redactor jefe del semanario Ecclesia, colaborador habitual de Radio Nacional de España y de la Cadena COPE y director adjunto del programa “Últimas preguntas” de Televisión Española. Puso en marcha Radio Cultura, dependiente de la Universidad Politécnica de Madrid. Es académico de la Institución Tello Téllez de Meneses.


Títulos publicados: 1.- Tocad su corazón José María Fernández Nieto 2.- Árbol del paraíso Juan José Cuadros 3.- Una palabra menos Felipe Boso 4.- ¿Estás contenta? Cres Sanz Ruipérez 5.- In memoriam Santiago Amón 6.- Versos ocultos Juan Manuel Díaz-Caneja 7.- Paraíso y exilio Jesús Alonso Burgos 8.- Memorias y reincidencias Javier Villán 9.- Fechas retenidas Marcelino García Velasco 10.- Casi una vida - Versos e imágenes Antonio L. Bouza 11- Pasos contados Manuel Carrión Gútiez 12.- Cierta cantidad de silencio Joaquín Galán 13.- Campo a través Fernando Zamora 14.- Sonetos Gabino-Alejandro Carriedo 15.- Ecos del alma Carlos Urueña González 16.- Aire de un tiempo moderadamente vivo Manuel de la Puebla 17.- Palabra o claridad Manuel Bores Treceño 18.- De acá para allá Jesús Aparicio 19.- De niños. Poemas Esperanza Ortega 20.- Como un lento veneno Julián Alonso 21.- Exilio César Muñoz Arconada 22.- Señas de identidad Mariano Íñigo

23.- Micropoemas Ajo 24.- El desorden del aire Elpidio Ruiz Herrero 25.- Itinerarios Victorino Martínez 26.- En cuatro idiomas Gregorio San Juan 27.- La voluntad del paso Julia Gallo Sanz 28.- Naturaleza Accidental Jesús López Santamaría 29.- Treciembre Andrés Quintanilla Buey 30.- Un poco de mi ausencia Pedro Quintanilla Buey 31.-Paco Vighi, el ingeniero poeta Francisco Vighi 32.- Mientras dure la nieve Amalia Iglesias Serna 33.- Sociedad Limitada Carmen Álvarez 34 - Desde el Saloncillo Enriqueta Palacios 35 - Cuando cierras los ojos Sari Fernández Perandones 36.- Larga madeja de caminos Roque Nieto Peña 15 V - El chico del rincón Gregorio Antolín 16 V - El corazón de la palabra Conchi Gordón 17 V.- Gracias, sombra Jacob Iglesias 18 V.- De sueños y de ángeles Elena Gutiérrez 19 V.- Corazón humano Luis Javier Pinar 20 V.- Inefable tierra Araceli Sagüillo 21 V.- La nostalgia en los chopos Miguel de Santiago


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