A veces, sobrecogidos, parece que tuviĂŠramos el alma en un hilo, como trucha en el sedal. - Dale carrete al pez. -Echale hilo a la cometa y no sueltes, majo. Hilo a hilo. Sea de oro de reyes, de gentes de uniforme y de toreros. Sea de plata de vĂrgenes dolorosas y banderilleros. O de cobre, de valientes electricistas. - Nada, que no te sigo. ÂĄToma de tierra!.
¡Pinocho, a dormir! ¡Nadie más mueva los hilos! Descansen las marionetas. Así y así hasta perder, de nuevo, el hilo de la historia. Al hilo del viento... Al vuelo.
Odendorf, 27 Juli 2005
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PALENCIA