UNA INTACTA CONDICIÓN DE NÁUFRAGO
LO ASESINARON UN DÍA DE OCTUBRE DE 1967. A pecho descubierto. Sin camisa. En una mesa. Ante un pizarrón de escuela. Con los ojos abiertos. Se despacharon con sus humildes pertenencias. No dejó botín: sólo amuletos. Traía en la mochila el Canto General de Pablo Neruda. En su primera foto de muerto se le ve tranquilo, como descansado después de tanta bronca contra tanta mierda y luego de andar semanas y semanas sin brújula por unos Andes demasiado crueles para sus asmáticos pulmones. Le cortaron las manos, a manera de trofeo de guerra. Fueron los únicos huesos de su cuerpo que se guardaron en la historia oficial, porque el resto de la osamenta lo sembraron en un pedazo de tierra, a cuatro metros de profundidad, allá por Casa del Diablo —no fuera a ser que resucitara al tercer día de entre los muertos.
Foto>Lee Lockwood
La Razón | Lunes 09.10.2017
POR ELISEO ALBERTO
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