EL TERREMOTO DE 1960 EN CASTRO
LUIS MARDONES B. LUIS MANCILLA P.
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EL TERREMOTO DE 1960 EN CASTRO CINCUENTENARIO DEL TERREMOTO DE MAYO DE 1960 EN CASTRO.
FOTOGRAFIAS: LUIS MARDONES BALLESTEROS TEXTO: LUIS MANCILLA PEREZ
LIBRO FINANCIADO CON APORTE DEL FONDO DE LA CULTURA ILUSTRE MUNICIPALIDAD DE CASTRO 2009
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EL TERREMOTO DE 1960 EN CASTRO CINCUENTENARIO DEL TERREMOTO DEL 22 DE MAYO DE 1960 EN CASTRO Inscripción N° ISBN: Derechos Reservados Ediciones Marginales Se terminó de imprimir esta PRIMERA EDICION en el mes de diciembre del año 2009 Diseño de portada: Eduardo Mancilla Barría. Diagramación: Luis Mancilla Pérez Impresión: Imprenta Austral de Temuco. IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE
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INDICE A modo de introducción. La Tierra se mueve. Antecedentes históricos del Terremoto de mayo de 1960. El más grande terremoto del mundo. El terremoto del 22 de mayo de 1960. Casi desaparece Castro. El día del terremoto. Calle Blanco entre San Martín y Serrano. Calle Blanco entre Serrano y Luis Espinoza. Calle Luis Espinoza. Calle Blanco entre Luis Espinoza y Pedro Montt. Calle Lillo. La estación del ferrocarril. El Puerto. Plaza de Armas. Desorganización y otros problemas. El incendio de Irarrázaval y calle Blanco. El incendio la noche después del terremoto. Calle Pedro Montt. Puntachonos. Calle Pedro Aguirre Cerda. Calle Serrano. Calle San Martín. Calle Thompson Gente que sobrevivió un terremoto. La muerte de don Guillermo Aguilar. El infortunio fue derrotado. Castreños inician la reconstrucción. La visita del señor Presidente. Los años después del terremoto. El terremoto en la Prensa Internacional. El tsunami en las costas del Pacifico. Palabras Finales Bibliografía.
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Calle Blanco entre Luis Espinoza y Pedro Montt. Fotografía tomada a mediados de la década del cincuenta. TODO LO QUE HAS PERDIDO, ME DIJERON, ES TUYO1…
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José Emilio Pacheco. Poeta Mexicano.
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A MODO DE INTRODUCCION UNA HISTORIA DE PAISAJES CAMBIADOS
Esta fotografía tomada en los primeros años de la tercera década del siglo XX muestra la subida de calle Blanco y la primera cuadra de Avenida Pedro Montt, antes del gran incendio del año 1936. Este instante de tiempo inmovilizado en la fotografía hoy es historia tangible de una ciudad lejana y distinta construida con una muy atractiva y original arquitectura desaparecida a causa de las catástrofes naturales, incendios, terremotos, temporales y el paso de los años. Estas fotos permanecen en los archivos, se publican en algunos textos, y todos nos sumergimos en la belleza del
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paisaje retratado pero nos olvidamos del habitante. No preguntamos por la gente que vivió esa época, los dueños de esas casas, las mujeres que las habitaron, los comerciantes y el nombre de sus tiendas y almacenes. Nos olvidamos de la historia hundidos en el placer de observar fotografías viejas. Un rescate de la historia de la ciudad que habitamos durante el siglo veinte es un trabajo intelectual que debe hacerse con paciencia de hormiga, y eso realiza Luis Mardones Ballesteros, que primero rescató de la memoria de antiguos jugadores de fútbol la Historia del Club Estrella del Sur, y hoy busca en archivos, pregunta, restaura antiguos negativos, investiga con santa paciencia rescatando de los archivos y las memorias, olvidados nombres de rostros retratados en fotografías viejas, y va juntando un archivo fotográfico de Castro en el siglo veinte. Un valioso trabajo, digno de un acontecimiento bicentenario, que no tiene financiamiento de ningún ministerio ni subsecretaria cultural. Trabajo que consideramos debe perdurar como memoria de un tiempo que se fue, por esta razón solicitamos del Sr. Alcalde de la comuna: Don Nelson Águila Serpa, y a los miembros del Honorable Consejo Municipal el financiamiento de una iniciativa que mostrará un acontecimiento que marcó un hito muy importante no solo en nuestra historia local, el sismo de mayo de 1960, acontecimiento del cual ya se cumplen cincuenta años, y creemos se deben rescatar los recuerdos desde la memoria de quienes fueron testigos de esa catástrofe y agregarla al abundante material fotográfico que muestra los daños provocado por el sismo en nuestra ciudad. Consideramos que esta iniciativa cultural puede enmarcarse dentro de la conmemoración del Bicentenario de Chile. En la foto que encabeza esta introducción se puede ver un enorme caserón de tres pisos en Pedro Montt esquina Blanco en su primer piso, con puerta esquina, se ubicaba la tienda, almacén y depósito de licores de don Manuel Latif Hasse, un emigrante Palestino llegado a Chiloé en los años de la Primera Guerra Mundial. La casa vecina con hermoso mirador
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hacia la bahía era la casa habitación y tienda de abarrotes de don Juan Barrientos. A un costado de la estación mostrando una pobreza que no era tal se ve la oficina de la naviera Braun y Blanchard, dueños de grandes estancias en la Patagonia, empresarios que ejercían un monopolio del transporte marítimo aplicando precios de usurero en sus fletes a los comerciantes que se atrevían a transportar sus mercaderías para venderlas en Magallanes, sin usar los almacenes de este monopolio como intermediario. El galpón de lata en el costado derecho de la fotografía es la antigua estación del ferrocarril de Chiloé. En el cerro dos grandes árboles de eucaliptos casi al llegar a calle Serrano, señalan la entrada del callejón que llevaba a la casa del “cura Chilo”, Isidro Díaz, Párroco de Quilquico. Un enorme caserón construido en el siglo XIX y que en esos años los vecinos denominaban “El Castillo”. La casa del cura “Chilo”, Isidro Díaz, casona construida en el siglo XIX, era una herencia familiar que fue destruida por el terremoto del sesenta. Ese pasaje por años de años, siempre se llamó “Pasaje Díaz”. Alguna vez, en alguna parte, nadie sabe por qué, alguien inventó que era el “Pasaje del Marinero Díaz”. El cura Chilo fue fanático conservador y en las elecciones de esos años cuando las votaciones se realizaban en la plaza de armas, vigilaba a sus feligreses para votaran como Dios manda, por los candidatos del partido conservador. Según cuenta Waldo Brunning en su libro Memorias de un Galeno. Varados en la playa se podrán ver por siglos y siglos, en esta fotografía, si una catástrofe no destruye la humanidad y borra esta imagen de los archivos y bibliotecas, unos toscos lanchones que los chilotes llamamos “chatas”. Estos lanchones sin velamen, en un Castro que era puerto sin muelle, se utilizaban en la carga y descarga de mercadería desde los barcos fondeados en la bahía. Cargados con sacos de papas, barriles de chicha, bolsas de manzanas, rumas de leña eran arrastrados por cuatro o seis botes que a fuerza de remo lo llevaban hasta un costado del barco y después regresaban a
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la playa cargados de sacos de harina, lazos y cadenas, cajones de clavos, bolsas de sal y azúcar, chuicos de vino y otras mercaderías para abastecer el comercio establecido en calle Blanco, cuyos grandes caserones podemos ver en su subida. En el mar y en la playa se ven las “chalanas” de dos proas, eran los botes fleteros que llevaban y traían pasajeros desde los barcos hasta la rampla ubicada al final de calle Blanco y comienzos de calle Lillo. La lancha que se ve en primer plano era una de las muchas embarcaciones que traía y llevaba carga y pasajeros entre la ciudad y los pueblos costeros de la isla grande, en un Chiloé sin caminos se viajaba por mar hasta Rilan, Puqueldón, Chonchi, Achao, Dalcahue, Tenaún y otros lugares del archipiélago. Han transcurrido casi treinta años, y en el mismo sector de Castro, ha cambiado el paisaje y los habitantes. Es tiempo del puerto libre y en mitad de la bahía cada día fondean uno o dos barcos de cabotaje, yendo y viniendo desde Punta Arenas. Pero la prometida prosperidad que dicen llegará en la segunda mitad del siglo veinte ha sido destruida por el torpe manotazo de un invisible gigante. El terremoto del domingo 22 de mayo de 1960. El mar no respetó sus limites y ahora inunda calle Pedro Montt al llegar a calle Blanco, un desorden de tambores de bencina señala donde estaba el servicentro
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que abastecía de combustible a las lanchas, el único medio de transporte para ir y venir por las islas y pueblos costeros. Chiloé aun es una isla sin caminos. Al fondo se ve la destruida fachada de la ferretería y mercería de don Silvio Pérez Torres, comerciante que en el año del terremoto era alcalde de la ciudad ahora destruida. A un costado se ve una casa de madera, con sus vidrios quebrados, ha soportado sin daños mayores la onda sísmica. Es la bodega y deposito distribuidor de viña San Pedro. La siguiente construcción de cemento no ha sufrido daños visibles y es una de las pocas edificaciones antiguas que perduran en la actual calle Pedro Montt. Es la casa habitación de la familia Ballesteros Cárcamo. A un costado se alcanza a ver una puerta de otra construcción de madera que parece no haber sufrido daños, son las oficinas y casa habitación del representante en Castro de la empresa importadora Wagner Stein. En el cerro, tras estas casas, se puede ver una grieta cortando la pendiente, grieta que ha provocado un derrumbe, y enterrados, en el deslizamiento de tierra, se puede apenas ver unos cuantos maderos de tres casas que arrolló el derrumbe. La grieta pasó bajo el “Castillo del Cura Chilo”, y ese antiguo y hermoso edificio cayó sobre si mismo, una de sus torres permanecía a media pendiente, tras la estación ferroviaria. A pocos metros de la fisura, aunque algo deteriorada, permanece soportado el violento terremoto otra hermosa casa, en esos años propiedad de don Arturo García Díaz y su esposa Inés Muñoz de García. Casa que como testimonio de acontecimientos antiguos y paisajes cambiados aun existe casi al final del Pasaje Díaz.
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LA TIERRA SE MUEVE. La mitología griega atribuía los temblores a la furia del dios del mar, Poseidón, que enfurecido golpeaba el fondo oceánico con su tridente. Pero según Séneca, Tales de Mileto enseñaba que la tierra flota en el agua, como una embarcación, y que el agua agitada por las tormentas, causaba los terremotos. Los hindúes creían que el origen de los terremotos estaba en la causa primera que sostenía al mundo porque Dios creó la tierra pero la tierra no tenía cimientos y por eso bajo la tierra creó un ángel. Pero el ángel no tenía sustento y bajo los pies del ángel creó un peñasco y bajo el peñasco un toro que estaba encima de un pez llamado Bahamut, y bajo el pez puso agua, y bajo el agua puso oscuridad, y el entendimiento humano no ve más allá. Cuando alguno de los integrantes de esta singular pirámide se mueve, el suelo tiembla. Para los japoneses bajo la tierra yacía un Kamí (un ser sobrenatural) que tenía la forma de un barbo, el pez de los terremotos que para otros es una anguila que al moverse hace que tiemble la tierra hasta que el Magno Dios de la Isla de los Ciervos hunde la hoja de su espada en la tierra y le atraviesa la cabeza. Cuando el Kami se agita, el Magno Dios se apoya en la
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empuñadura y el Kami vuelve a la quietud2. Para los huilliches, primitivos habitantes de estos archipiélagos, la causa de los terremotos era la lucha entre dos gigantescas culebras: Ten ten Vilú que habita los montes altos y Cai cai Vilú que habita los lugares bajos; “[…] y luchando estas dos culebras Ten ten y Cai cai, esta hacia subir el mar y aquella hacia levantar el cerro de la tierra y sobrepujar al mar tanto cuanto se levantaban las aguas”3. Hay muchas historias ancestrales que tratan de justificar los movimientos del suelo que pisamos. Algunas culturas adjudican los temblores a los escalofríos de una Tierra enferma y febril; y otros creen se trata de los pataleos de un niño en el vientre de la madre Tierra. Nuestra explicación científica para los terremotos, aunque menos imaginativa, es igual de fascinante que estas leyendas. La corteza terrestre está formada por una docena de placas rígidas que flotan sobre una masa fluida y viscosa de roca semisólida a causa de las altas temperaturas, llamada manto. En algunos puntos las placas chocan entre sí, acumulando tensiones; y los terremotos se producen cuanto esta tensión alcanza ciertos límites, entonces, las rocas se fracturan, o se deslizan por fracturas ya existentes, liberando bruscamente la energía acumulada. Esta es la teoría Tectónica de Placas, consolidada hace apenas medio siglo, según esta teoría las placas que conforman la capa más externa de la Tierra, la litosfera, se comportan como un gigantesco puzzle donde las piezas se mueven, crecen, se destruyen e incluso pueden cambiar de número a lo largo del tiempo geológico. Los límites entre las
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Manual de Zoología Fantástica. Jorge Luis Borges, Margarita Guerrero. Fondo de Cultura Económica. Bs. Aires. 1957. 3 Diego de Rosales. Historia General de Chile.
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placas tectónicas son las zonas más inestables, y es donde se originan la mayoría de los terremotos4.
ANTECEDENTES HISTORICOS DEL TERREMOTO DE MAYO DE 1960 Los sismólogos consideran como fenómenos telúricos precedentes del terremoto de 1960 a los terremotos de 1575, 1737 y 1837, que también sucedieron en la región centro sur de Chile. Esta afirmación se fundamenta en antecedentes históricos, descripciones de testigos, de las que se puede inferir que el terremoto de 1575 fue de magnitud semejante al terremoto de mayo de 1960, y que los efectos del terremoto de 1737 son comparablemente menores, incluso considerando la escasez de registros históricos que describan ese fenómeno telúrico. El terremoto de 1837 no aparece asociado a tsunamis, bloqueos de ríos, agrietamiento y deslizamiento de tierras, y muerte de personas como sucedió en los grandes eventos de 1575 y 1960. TERREMOTO Y TSUNAMI DEL 16 DE DICIEMBRE DE 1575. El terremoto ocurrido en diciembre de 1575 destruyó las principales de ciudades del Chile colonial ubicadas al sur de Concepción; Angol, Villarrica, Valdivia, Osorno, y Castro. En Imperial el temblor derribó edificios en un minuto y medio, el tiempo necesario para recitar tres credos. Estimación de testigos que puede interpretarse como la duración total del movimiento telúrico. En cambio, en Valdivia, se dijo que duró un cuarto de hora. El terremoto fue acompañado de una gran baja mar que dejó expuesto el lecho del río Valdivia pero una violenta 4
La ilustración muestra un maremoto que produce el pánico en 1495, a los descubridores de América. La destrucción y la muerte asoló la primera ciudad de fundaron. LA AMÉRICA DE THÉODORE DE BRY
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corriente de marea creciente arrastró los buques atracados en el puerto, y destrozó los caseríos indígenas. En la costa ese tsunami dejó varados gran cantidad de peces, a más de 15 km tierra adentro. Efectos semejantes provocó el tsunami del 22 de mayo de 1960. Estas salidas del mar sucedieron también en Imperial y Castro. Se informó de muertos en Imperial, Villarrica, Valdivia, y Osorno, estimándose en 23 los españoles muertos y más de 1000 “piezas de servicio”, indios. Los deslizamientos de tierra, causados por este terremoto bloquearon un afluente del río Valdivia, cerca de la desembocadura del Lago Riñihue, cuatro meses después se rompió el dique provocando una inundación que duró tres días, y en Valdivia mató a más de 1200 indios, y destruyó viviendas y cultivos. El embalse del río y la posterior inundación se repitieron en 1960. Las principales descripciones del desastre entregadas por las autoridades españolas, contienen vívidos detalles de este terremoto y el posterior tsunami. Martín Ruiz de Gamboa en una carta al Rey de España fechada el 12 de febrero de 1576, en Concepción; describía: “ A diez y seis de diciembre de setenta y cinco pasado a las cuatro de la tarde, viernes, hubo un temblor general en este reino, […], y su fortaleza llegó hasta esta ciudad, de suerte que en ella hizo poco daño y de las demás ciudades de aquí para arriba que son las de Valdivia, la Imperial, Villarrica, Osorno y la de Castro se asolaron, hasta los cimientos saltaron de las casas, murieron veintitrés personas mujeres y hombres y al ser de noche no escapara ninguno. Naturales indios murieron como ochocientas o mil ánimas. Juntose un cerro con otro en la boca del Desaguadero de la laguna donde salía el río principal que pasa por Valdivia, de suerte que quedó seco. Salió la mar de sus limites y subió en la Valdivia más de cuatro leguas [22km] del río arriba de los que solía y en las provincias de Chiloé, donde está poblada la ciudad de Castro, escriben subió diez estadales [30 m], aunque no llegó con mucho a la ciudad, […].
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Este es el primer informe que menciona los daños e inundaciones causados por un terremoto en la lejana ciudad de Castro. Ruiz de Gamboa cuantifica las inundaciones en unidades de longitud que probablemente se refieren a distancias horizontales. Usa la palabra subir para describir la inundación, significa literalmente un aumento del nivel del mar. Así dice que por lo menos en Valdivia, el agua se "levanta" por "más de cuatro leguas" - más de 20 km - aumento de las aguas que debe referirse a la distancia a que había llegado hasta el interior, por causa del tsunami (que implica la muerte de peces) o por mareas posteriores al terremoto. Lo que Ruiz de Gamboa informa respecto de Castro puede representar la distancia horizontal alcanzada por el tsunami. En Castro las inundaciones causadas por el tsunami de 1960 dieron como resultado hundimientos de la zona costera desde 1,5 m. a 2,0 m. El TERREMOTO DEL 24 DE DICIEMBRE DE 1737 Descripciones de este terremoto se encuentran en un par de libros de historia publicados en la última década del siglo XVIII. Uno de ellos describe los daños causados por el temblor en Valdivia, y el otro es una historia de Chiloé y su archipiélago escrita por Pedro González de Agüeros, la “Descripción Historial de Chiloé”, publicada en 1791 donde este autor escribió: “De otro terremoto que se experimentó en Chiloé, con ruina de las más de sus poblaciones, oí hablar allí en repetidas ocasiones, y también lo he visto citado en impresos, y manuscritos, pero sin expresión del año […], y hallo que fue el año de 1737, en los días 23 y 24 de diciembre”. Este terremoto, en Valdivia, se dice que duró un cuarto de hora. La gente no podía mantener el equilibrio, y en muchas zonas el terreno resultó agrietado, las fortificaciones y edificios resultaron destruidos. En Chiloé este terremoto arruinó la mayoría de los pueblos.
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No se conocen informes de daños por tsunami. En ese tiempo Concepción era la ciudad más importante del Chile colonial español, y más al sur, los españoles habían abandonado las antiguas ciudades por causa de la rebelión indígena de 1598. Esas ciudades abandonadas eran: Angol, Imperial, Villarrica las cuales habían presentado informes de daños después del terremoto de 1575. Los pocos pueblos del sur todavía bajo control español en el año 1737 eran Valdivia, incluyendo los fuertes construidos en la desembocadura del río, Corral y Niebla; y en Chiloé los fuertes levantados a lo largo de ambas orillas del Canal de Chacao, Carelmapu (establecido en 1603 como San Antonio de la Rivera de Carelmapu), Calbuco (1602, edificado como San Miguel de Calbuco, después de San Rafael) y Chacao (1567, San Antonio de Chacao), otros asentamientos en la Isla de Chiloé eran: Tenaún y la sede el gobierno colonial en la Isla Grande, Castro (fundada 1567, Santiago de Castro). Ninguno de los libros antes mencionados describe los daños provocados por este terremoto ni la existencia de un tsunami. Los historiadores se centran en describir los daños en la ciudad de Valdivia y en sus fortificaciones. EL TERREMOTO Y TSUNAMI DEL 7 DE NOVIEMBRE DE 1837 A diferencia del terremoto de 1737, del terremoto y el tsunami ocurrido el 7 de noviembre de 1837 existen testimonios documentados. Valdivia, Osorno, Ancud y Castro eran importantes ciudades de la República de Chile, independiente de España desde 1810. En Valdivia y Ancud, los intendentes (gobernadores provinciales) informaron del terremoto al gobierno central, coincidentemente en ese momento la Armada Chilena estaba realizando las primeras cartas náuticas modernas de la parte meridional de la zona. Los peritos que realizaban este trabajo vincularon este terremoto con otros antes sucedidos en esa región.
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Tres testigos de la época relatan este terremoto y su posterior tsunami. El intendente de la provincia de Chiloé, Sr. Juan Vives en un informe al Departamento del Interior describió la magnitud de la catástrofe: “El día 7 del presente […] se ha sufrido en esta provincia un terremoto, el cual á no ser la circunstancia de estar construidos todos los edificios de madera, hubiera sido completamente arruinada su población […]. En la mar se sintió algún movimiento, […] hizo por tres veces el flujo y reflujo con mucha rapidez, pero sin pasar sus límites naturales, sin embargo en algunos puntos del archipiélago de terreno llano salió hasta seis cuadras, pero sin causar el menor daño. Por toda la provincia se descubren grandes grietas hasta de dos cuadras de largo y tres cuartos de ancho, grandes derrumbes de cerros é infinidad de árboles de mucho volumen arrancados de raíz […]. Los daños recibidos con el referido temblor consisten únicamente en algunas casas que se han caído en el interior, y algunas sementeras que han sido completamente arruinadas por la agitación y derrumbes […]. En esta ciudad [Ancud] cayó completamente la casa fiscal construida de piedra […]. En la isla de Quenac es donde se ha sufrido únicamente dos desgracias”. Otro testimonio de este terremoto en Chiloé lo presenta Claudio Gay en una carta al Sr. Francois Arago, Secretario de la Academia de Ciencias de Paris. Claudio Gay cinco semanas después de la catástrofe, escribió: “El 7 de noviembre a las ocho horas de la mañana, un temblor se hizo sentir en una gran parte de la Republica. En el norte fue bastante débil, pero en el sur, y sobre todo en Valdivia y Chiloé, fue de tal manera intensa que al decir de los habitantes no puede comparársele de ninguna manera al de 1835; las personas apenas podían mantenerse en pie; la mayoría cayeron, […]. Las casas de Valdivia, Osorno, San Carlos [Ancud], etc., quedaron más o menos deterioradas, pero no destruidas; debieron su salvación a la flexibilidad de la madera de que están construidas y a su poca altura, […]; pero algunas las iglesias, hospitales, cuarteles y otros edificios
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fiscales, edificados con piedra, quedaron enteramente derribados y destruidos. En Chiloé […]; el mar estuvo muy agitado, y en el espacio de media hora experimentó tres especies de flujo y reflujo con violenta rapidez. No pudo penetrar en tierra a causa de los acantilados que bordean los alrededores de San Carlos [Ancud], pero en el interior, donde la playa es bastante extensa, cubrió la tierra cerca de un cuarto de legua [~1,1km]. […] se hallaron infinidad de grandes grietas que alcanzaron a veces 300 pies [~91m] de largo por 50 de ancho[~15m]…”. Tanto el intendente como el naturalista afirman que las casas construidas de madera ayudaron a la sobrevivencia de los habitantes de Chiloé. Los tres testimonios coinciden en que existieron grietas y deslizamiento de terrenos. Con respecto al tsunami, el intendente y el informe de Claudio Gay concuerdan en que subió y bajó el mar tres veces, y que después se mantuvo dentro del límite habitual de las mareas excepto en zonas del interior donde provocó una inundación de casi un kilómetro; inundación que no causó daños. Otro testimonio de este terremoto fue entregado por el
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sacerdote Carlos Millar en una carta, escrita en julio de 1894, dirigida al Director del Servicio Sismológico. Según su testimonio “El terremoto comenzó, más o menos, a las siete de la mañana del siete de noviembre de 1837 […]. Los destrozos fueron de mucha consideración […]. Las piedras de los molinos saltaron de su sitio, los céspedes de los papales volteados volvieron a su primitivo lugar: hubo grandes derrumbes, la tierra se agrietó por todas partes y las salidas de mar fueron grandes y repetidas […]. En la ría de Pudeto y Canal de Chacao, hubo extraordinarias salidas y retiradas de mar, producidas con tal violencia que a las playas salieron y quedaron ahí enormes cantidades de algas y mariscos […]. Creo que la conmoción sísmica a que vengo refiriéndome ha ocasionado muchos hundimientos y solevantamientos en las costas de Chiloé. En la isla Tac, archipiélago de las Chauques, he encontrado troncos de árboles centenarios, que están todavía arraigados y que se hayan por debajo de las altas mareas. Asimismo he observado en Tenaún que el mar ha retrocedido, porque actualmente hay casas más debajo de lo que antes el mar ocupaba”. El terremoto de 1837 provocó cambios en el nivel del suelo a lo largo de la mitad sur de la ruptura de 1960, desde la latitud de Ancud hacia el sur hasta la Laguna San Rafael. Hundimientos que han sumergido las costas de la Isla Guar, y cerca de Castro, en la Isla Tac. Decenios más tarde John Yates, práctico local gran conocedor de los archipiélagos australes, recordaba que en el archipiélago de las Guaitecas algunas islas desaparecieron mientras que otras surgieron desde el fondo marino. Un capitán francés informó en 1838 que el terremoto había hundido 2,5 m las costas de la Isla Lemus, en el archipiélago de los Chonos. Pruebas adicionales de los cambios de nivel de la costa austral fueron observados en el año 1837 por peritos de la Armada de Chiles en la Laguna San Rafael donde encontraron un sumergido bosque de árboles muertos o moribundos que consideraban eran señales de los hundimiento de la costa provocados por el terremoto de 1837.
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Paradójicamente, el tsunami de 1837 se conoce mucho más por sus efectos en Hawai y Japón que por los daños que pudo haber causado en Chile. En Hilo, Hawai, se presume que las olas alcanzaron una altura de 5 a 6 metros, la mitad de la altura máxima que en ese mismo lugar alcanzaron las olas del tsunami de 1960. En Japón, el tsunami de 1837 inundó regiones agrícolas y el agua salada provocó daños en los sembradíos. En esa zona las olas del tsunami de 1960, alcanzaron una altura de hasta 6 metros.
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El edificio municipal a fines de la década del cincuenta. En esos años la calle Lillo era una de las principales de la ciudad con muchos restaurantes y cantinas. En el primer piso del edificio municipal había almacenes y carnicerías. En el extremo izquierdo estaba el almacén de abarrotes de Manuel Pérez, la puerta central era la entrada a la carnicería de Daniel Miranda. En el interior del edificio municipal se ubicaban los almacenes de abarrotes y provisiones de José Ruiz y de Humberto Cárcamo, y la botillería “El Botecito”, en la esquina del lado de calle Lillo estaba el almacén de Domingo Kovacich.
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EL MÁS GRANDE TERREMOTO DEL MUNDO
EL SUR YA NO EXISTE…
“… Comenzó con un leve ruido, como si fueran muchas máquinas en funcionamiento, luego fue subiendo de intensidad hasta que llegó el instante en que nada podía ser controlado, ni las casas, ni las personas; incluso la tierra que se partía y movía con gran fuerza. Nada se mantenía en pie… La tierra se movía como olas. Si te echabas al piso corrías el peligro de quedar atrapada entre las grietas. En muchos lugares quedaron grandes fosas que no se cerraron por mucho tiempo5…”
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Rosalía Pérez Oyarzo. 20 años en 1960.
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EL TERREMOTO DEL 22 DE MAYO DE 1960 Los sismólogos opinan que el terremoto del 22 de mayo de 1960 es el más violento y aterrador de todos los terremotos que hasta hoy ocurrido en la historia de la humanidad; desde el punto de vista de la energía liberada y no de la cantidad de muertos. (El terremoto con mayor cantidad de perdida de vidas humanas es el de Chensi, sucedido en 1556, que mató a 830.000 personas). Según las conclusiones de reconocidos sismólogos de la época, el primer y más grande temblor tuvo su epicentro en algún punto del océano Pacifico frente a la Isla Grande de Chiloé. Su intensidad alcanzó grado XI a XII de la escala de Mercalli y su magnitud 9,8; la más alta comprobada en las crisis sísmicas de la Tierra según medición realizada en Estraburgo6. Pero esto fue solo el inicio. Simultáneamente se desató una sucesión de terremotos con múltiples epicentros detectados en la extensa región comprendida entre Cautín y Aysén. Cinco de estos focos neurálgicos revelaron una magnitud superior a 7,0 ubicados: el primero en alta mar, frente a Puerto Saavedra; dos en línea recta entre mar y cordillera, uno al noroeste de Valdivia, con foco submarino, y el otro, en un punto situado entre San José de la Mariquina y Mafíl; un cuarto foco estuvo en el mar, en las cercanías de Puerto Aguirre, y el quinto, en la boca del seno de Aysén, junto a la isla Melchor, provincia de Aysén. Simultáneamente estallaron otros ocho movimientos, cuyos epicentros se distribuyen así (de norte a sur): uno en el mar, al noroeste de Puerto Saavedra, más próximo a la costa que el anterior; el segundo en el mar, frente a Valdivia, al oeste del de mayor magnitud ya citado; el tercero en Río Frío, al noroeste de Puerto Montt; el cuarto, en el Golfo Corcovado, entre la isla Guafo y Chiloé continental; el 6
Los Trremotos Chilenos. Patricio Manns. Colección Nosotros los Chilenos. Editorial Quimantú. Santiago, 1972.
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quinto y el sexto en el mar, en las proximidades del archipiélago de las Guaitecas, situados aproximadamente: 44° 5´ - 76° 5´, el primero, y 45° - 77°, el segundo; el séptimo tuvo su epicentro en el Istmo de Ofqui, al borde de la laguna San Rafael; y el octavo en alta mar, frente al acceso norte del Golfo de Penas, en las coordenadas 48° - 77°. La magnitud de todos estos epicentros varió de 6,0 a 7,0. La tercera serie de focos con intensidad promedio de IX y magnitud 5,0 a 5,9 se ubicaron: dos en línea recta desde Temuco al océano, uno en las proximidades de la costa; dos escalonados en el mar, frente a Toltén; dos en el mar, al noroeste de Valdivia, dispuestos también en escala; tres en el mar, en línea continua, frente a Punta Galera, al sur de Valdivia; uno al pie del volcán Villarrica; uno al pie del volcán Puyehue; uno en el mar, frente a Pucatrihue, al noroeste de Osorno; dos en alta mar, muy próximos entre sí y dispuestos en línea suroeste – noreste, frente a Punta Capitanes, en la provincia de Llanquihue; uno en Mar Brava, a 36 kilómetros de Ancud; tres en línea recta entre Cucao, y un punto en el océano Pacifico, dos frente al extremo sur de Chiloé, y otro en la misma línea, pero hacia la cordillera, en las cercanías de Puerto Ibáñez, en Chiloé Continental; dos sobre el paralelo 44°, uno al sur de Melinka, en el mar, y otro en la precordillera, cerca de Palena; finalmente, dos sobre la línea del paralelo 50°: uno en la provincia de Aysén, al sur del volcán San Clemente, y el otro en el borde superior del golfo de Penas. El recuento es verdaderamente increíble: Treinta y nueve terremotos distintos en crisis simultánea y con epicentros diferenciados, sucedieron el 22 de mayo de 1960. El sismólogo y vulcanólogo francés Haroun Tazieff7, que estudió en terreno este cataclismo afirmó: “Desde que existen 7
Haroun Tazieff cuando estuvo en Castro en una entrevista realizada por el corresponsal de la Cruz del Sur, Héctor Márquez Díaz (HERMARDI), expresó: “Siento no haber conocido Castro antes de la catástrofe. Es impresionante la desgracia que alcanzó a Chiloé. He admirado la voluntad viril del
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los sismógrafos, es decir, desde finales del siglo XIX, se han registrado catorce sismos de magnitud 8,6 u 8,7; en mayo de 1960 no fue simplemente una formidable sacudida tectónica la que devastó Chile, sino una crisis de las más violenta de la que la historia humana guarda recuerdo”. Se afirma que la energía liberada en este cataclismo, fue cercana a los 4,5×1018 julios, equivalente a la explosión de 260 millones de toneladas de TNT, y provocó drásticos cambios en la estructura de la tierra. El eje terrestre se movió 3cm, mientras las placas Sudamericana y la de Nazca se acercaron bruscamente cerca de 40 m cuando normalmente son 8cm anuales8. La costa chilena sufrió levantamientos y hundimientos permanentes de varios metros. Muchos volcanes andinos fueron perturbados y desencadenaron erupciones. Por primera vez fue posible medir la frecuencia mas baja de oscilación de la Tierra. Ondas superficiales viajaron varias veces en torno a la Tierra, y las replicas duraron décadas. La serie de replicas fue observada instrumentalmente y algunas alcanzaron magnitudes mayores de 7.0. Los registros históricos de sismicidad muestran que la repetición de la ruptura Concepción-Aysén es casi regular con una periodicidad del orden de 128 años.
chilote, su restablecimiento casi inmediato y la valentía de una población terriblemente afectada” […] La Cruz del Sur. 9 de julio de 1960. 8 Los Terremotos Chilenos. Patricio Manns. Colección Nosotros los chilenos. Editorial Quimantú. Libro Uno. Pag. 41 – 43. Santiago. 1972.
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Castro a fines de la dĂŠcada del 50, calle Blanco esquina Esmeralda.
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CASI DESAPARECE CASTRO La Cruz del Sur informaba que el domingo 22 de mayo a las 15.10 horas un terremoto de grado ocho o nueve destruye un 90% de las casas de Castro. La arteria principal, calle Blanco, fue destruida desde el puerto hasta la plaza. El sector costero arrasado, y el mar subió hasta el edificio municipal. El muelle, inaugurado cinco años atrás, orgullo de los castreños, se despedazó y hundió en el mar; incluso el edificio de aduanas, aun no inaugurado, se ve en el suelo. Las únicas arterias que no sufrieron daños de verdadera consideración fueron aquellas cuyas casas están construidas de madera, San Martín, O`Higgins y otras. Los habitantes de Castro acampan en la plaza, en carpas, mediaguas de tablones y latas soportando las inclemencias del tiempo. En estos días llueve intensamente. Pese a la violencia del sismo no se tuvieron que lamentar muchas victimas, ni tampoco heridos. A las 15.30, por volcarse una cocina a leña, comenzó el incendio de calle Thompson. Los bomberos que en esos momentos de desesperación protegían a sus familias de los miedos que envenenan las alegrías, concurrieron al sitio del siniestro. No había agua, el único carro – bomba de la ciudad estaba en malas condiciones, su turbina no funcionaba. El sismo había roto las cañerías del agua potable, los bomberos usaron baldes intentando apagar el fuego. Para que el fuego no siguiera propagándose se dinamitó una de las casas cercana a la esquina de calle Blanco, en la cuadra que va hacia la plaza; lográndose detener el avance del fuego gracias a una gran muralla de cemento que allí existía. Después de cinco horas de trabajo los bomberos pudieron descansar. Este incendio destruyó doce casas.
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Hoy siendo las tres cinco de la tarde, de un día de sol, se produjo un inesperado terremoto nunca antes sentido en el país, ni aún en el mundo entero según opinión de los sismólogos, siendo de grado diez a once de la escala internacional, con caracteres de cataclismo, produciendo un pánico aterrador en la población, por la fuerza de su movimiento al extremo de inclinar las casas hasta casi juntarse, como por la intensidad y duración de él, que fue de seis minutos de indescriptible asombro. Nadie se sostenía en pie y los ayes de dolor pidiendo misericordia se confundían entre las personas, aún sin conocerse…9
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Guillermo Águila Soto. Capitán de la Segunda Compañía de Bomberos. Informe escrito en el libro de Novedades de esa compañía.
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Esta fotografía fue tomada por el enviado especial de la Revista LIFE, días después de ocurrido el terremoto. En ella se ve la cancha y galería del Estadio Municipal “Pedro Aguirre Cerda”, el antiguo Gimnasio Municipal, y el edificio de la Escuela de Artesanos, después Escuela Industrial, y sus talleres sobre las laderas que dan al río Gamboa. No se vislumbran mayores daños en las construcciones de madera, grandes caserones de dos o tres pisos sobre los que se destacan las torres de la Iglesia del Apóstol Santiago que sin daños soportaron las ondas del terremoto mas violento hasta hoy acontecido en este mundo.
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EL DIA DEL TERREMOTO El 22 de mayo de 1960, era un hermoso día de sol, en el estadio se jugaba la final del campeonato de fútbol de los barrios; cuando a las 15.05 se inició el terremoto más violento hasta hoy conocido. Un cataclismo de intensidad nunca antes medida, y con una duración de casi seis minutos. La gente no podía sostenerse en pie, las casas que no cayeron destruidas sufrieron graves daños. Hombres, mujeres y niños corrían por las calles dando gritos de terror y angustia, se abrazaban, sin conocerse, tratando de protegerse del terror que surgía invisible desde las profundidades de la Tierra. Esa tarde se escuchó un espantoso ruido, un ruido mortal avanzando bajo tierra, entonces, los miedos escondidos aparecieron, y nada, ni nadie pudo disimularlos. En esas horas de desgracias, había que correr, gritar, esconderse del terror desconocido destructor de ventanas, en el desamparo de ver el mundo destruyéndose enfrentar el miedo con la angustia de saber que un ser invisible llegaba oscureciendo todo. Las horas amargas marcaron la vida, las casas fueron destruidas, las calles y veredas desaparecieron en medio de altas llamas y humo espeso, el mar derribó sus murallas, y creció sin fronteras, los pájaros, huyeron, aterrados por los enormes gritos. El miedo, es fantasma indescriptible, es creer que no existe esperanzas para nadie, es sentir el mundo deshacerse. Pero en medio de los lamentos la gente recuperó la solidaridad. Toda calamidad es pasajera.
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CALLE BLANCO ENTRE SAN MARTIN Y SERRANO
ABRO UNA VENTANA Y VEO UNA CIUDAD DESTRUIDA, Y SIN SOL…
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En esta fotografía de hace sesenta años en la gente que camina por la primera cuadra de calle Blanco antes de llegar a la Plaza de Armas se puede ver la diferencia entre el vestir del citadino y la gente llegada del campo. Una mujer descalza y arropada con un chal de lana negra camina sin apuros por la calle principal de la ciudad. Eran los años cuando las mujeres acostumbraban a vestir falda y abrigo “tres cuarto”, y los hombres iban por la vida de corbata y largo abrigo. Las sombras de los transeúntes permiten deducir que es media tarde de un soleado día de otoño. Grupos de campesinos, en las esquinas, apoyados a los muro de una casa, acostumbraban conversar las aventuras vividas en la Patagonia. Estos chilotes rurales que tenían por costumbre vestir al modo gaucho, eran trabajadores temporeros en la época de esquila, boina o sombrero, pañuelo amarrado al cuello, amplio pantalón bombacha. A mitad de cuadra un caballo permanece inmóvil, “maneado”, o sea amarrado de sus patas delanteras, esperando a su dueño. Un viejo camión está estacionado frente al hotel Luxor y a la tienda de Doña Isabel Gallardo, hoy edificio municipal. En esta cuadra se ubicaban hoteles y tiendas de ropa en los años cuando la gente de la ciudad acostumbraba a vestir de modo elegante, de impecable traje, airoso sombrero, camisa blanca y arreglada corbata los hombres; sobrias faldas, finas blusas y acicalado peinado las mujeres, y también había una talabartería y taller de fabricar y reparar zapatos, y casas de importaciones porque desde 1958 Castro era zona de Puerto Libre de importación de mercaderías. A mitad de esa cuadra, en los subterráneos del actual edificio municipal se ubicaba El Palace, salón de baile que desde los años cuarenta alegraba los fines de semana de los castreños, en ese local la orquesta de los Hermanos Subiabre, “Los Capones”, tocaba mambos, boleros, chachachá y tangos, la música bailable de moda en aquella época. Pero ha de llegar un terremoto, que con invisible fuerza, cambiará la vida en esta ciudad rural.
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La fotografía muestra los daños provocados por el terremoto en la primera cuadra de calle Blanco. Equilibrándose sobre la vereda se ve el letrero de la casa de importaciones ubicada en la propiedad de doña Ema Bórquez Díaz, la fachada del Hotel Luxor se mantiene casi intacta pero su pared lateral se ha derrumbado. El actual edificio municipal en esos años la Tienda de doña Isabel Gallardo esposa de don Luis Jiménez Pérez dueño del Cine Rex no ha sufrido daños. En los subterráneos del Hotel Luxor se realizaban kermesse, y fiestas donde era obligación ir de terno y corbata.
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Calle Blanco frente al Hotel Luxor. Los escombros se han desparramado por toda la calle. Una vieja casa de madera, construida a principios del siglo veinte, la propiedad de don Alberto Andrade donde se ubicaba la Importadora Donoso, parece no tener daños estructurales, contrasta con la destrucción que ha desmantelado el frontis del edificio y casa habitación de don Gabriel Oyarzún. El primeros de los edificios a la izquierda de la fotografía era la casa habitación y tienda de Omar Siate.
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El Hotel Luxor, propiedad de Juan Bartulin, y el actual edificio municipal donde se puede ver el letrero del “Palace Café” que en esos años era propiedad de don Luis Jiménez Pérez. El 22 de mayo era un día despejado pero el polvo que se levantó de la tierra sacudida por los temblores, nubló el cielo, como se puede ver en el horizonte de esta fotografía que muestra los escombros que dificultan caminar por las veredas de calle Blanco, y los carabineros acompañados por lo jóvenes de la defensa civil, con casco blanco, prohíben transitar por esta calle a causa del peligro de derrumbes de muros, marquesinas, canaletas y techos.
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© Bettmann/CORBIS
Un personaje típico de la ciudad, Alfredo “el brujo” Leuquén, descansa en la vereda de la esquina de calles Thompson con Blanco, sembrada de escombros “El brujo” Neuquén usaba un amplio sombrero deshormado, y anteojos de grueso marco para mejorar la visión de su único ojo, el otro lo había perdido en un accidente de su oficio, picador de leña. Recorría las calles Blanco y Lillo junto con “Lucho Sol”, un
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mendigo recolector de cacerolas y teteras viejas que amarradas con un lazo colgaba a su espalda10. Fotografía tomada el 6 de junio de 1960. La calle principal de la ciudad de Castro, una de los más grandes de la Isla de Chiloé, parece haber sido blanco de una bomba nuclear. El ochenta por ciento de sus edificios fueron destruidos por el terremoto. Aproximadamente 10.000 personas están sin hogar. Así era calle Blanco dos años antes del terremoto. En la esquina de calle Thompson estaba el almacén y tienda ROCAVI de don Roberto Cárdenas Vidal, bombero voluntario, director de la Tercera Compañía. Esta parte de calle Blanco que en la fotografía de la página anterior se muestra completamente destruida, fue dinamitada por los bomberos para no siguiera propagándose el incendio que arrasó con todas las casas de calle Thompson.
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Información entregada por: Arturo Velásquez Guichapani.
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CALLE BLANCO ENTRE SERRANO Y LUIS ESPINOZA
Calle Blanco esquina Thompson edificio de la sucesión de don Luis Uribe Díaz. LA DESTRUCCIÓN LLEGÓ SIN AVISO…
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Por Calle Blanco esquina Thompson camina el famoso vulcanólogo y sismólogo francés Haroun Tazieff junto a Héctor Márquez Díaz, corresponsal de la Cruz del Sur con el seudónimo de “Hemardi”.
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La gente no puede creer tanta destrucción, muros derrumbados, vidrios quebrados. La moderna Calle Blanco entre calle Serrano y Luis Espinoza era un paisaje de desolación. La propiedad de don Carlos Soto Paredes mantiene su frontis casi sin daños pero su pared lateral se ha derrumbado dejando ver las habitaciones de la casa. Las paredes de muchos edificios se derrumbaron por haber sido construidas de concreto sin reforzar. La onda sísmica provocó la ruptura del concreto debido a una mezcla deficiente usada para construir un muro inadecuadamente reforzado.
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La vereda de calle Blanco casi al llegar a Pedro Montt se muestra cubierta de escombros y una bandera chilena permanece a media hasta como muestra del luto y dolor que esta catรกstrofe provocaba en Chile.
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Edificios derrumbados, veredas repletas de escombros es el paisaje de Calle Blanco. “Poco a poco nos fuimos percatando de la verdadera hecatombe que había asolado a Castro; todas las casas de cemento de calle Blanco y otras como avenida Pedro Montt, Lillo, San Martín, se encontraban en el suelo; era algo desolador, una destrucción imposible de describir con palabras”. Escribió, ese día, Guillermo Águila en el libro de novedades de la Segunda Compañía. Esta fotografía que muestra la perplejidad de los habitantes de Castro observado los escombros del derrumbado edificio propiedad de don Ramón Uribe Díaz, fue tomada momentos antes del incendio que se inició en calle Thompson. En la página siguiente se puede ver estos edificios después de ocurrido el incendio.
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Calle Blanco al llegar a la esquina de calle Thompson es un paisaje de guerra. El terremoto y después el incendio han destruido completamente los edificios de estilo Bauhaus y terminado con la ambición de los habitantes de hacer de Castro, en la segunda mitad del siglo veinte, una ciudad moderna. “Cuando aún no se reponían los habitantes de la catástrofe sufrida y sin constatar los estragos producidos por el terrible sismo, se dio la voz de alarma de incendio en la calle Thompson producido por el volcamiento de una cocina, quince minutos después del movimiento sísmico, siendo la casa del Sr. Juez letrado, don Domingo Yurac el sitio donde empezó el fuego11”.
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Guillermo Águila Soto. Capitán Segundo Compañía de Bomberos. Nota libro de Novedades.
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En Calle Blanco antes de llegar a la esquina de Luis Espinoza de izquierda a derecha se observan las propiedades de don David Cárcamo Soto, la casa de madera de don Francisco Piñeiro Prieto permanece sin daños entre tanta destrucción, de la propiedad de don Ismael Latif y su esposa Carmen Triviño Canobra solo quedan escombros, en la propiedad de doña Vitalia Canobra se ve el letrero de una pequeña tienda y almacén, el edificio de doña Fridolina Barrientos Canobra se ve con su pared derrumbada, y el frontis de la propiedad de don Santiago Haro Muñoz ha sido completamente destruido.
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CALLE LUIS ESPINOZA
EL AIRE FUE UN PESADO SILENCIO SIN GAVIOTAS12…
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Juan Mancilla Pérez. Tenía 10 años en 1960.
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En esta fotografía de los años cuarenta se muestra como era entonces la calle Luis Espinoza y así se mantuvo, casi sin habitantes, hasta el día del terremoto. La calle Luis Espinoza era un sendero de acortar camino que comenzaba en calle Blanco y por entre sitios eriazos cubiertos de matorrales y zarzamoras se unía con calle Latorre en una pendiente pedregosa, intransitable en invierno. Una huella, que con el tiempo se fue haciendo calle, detrás de la estación. Pasaron los años, se construyeron casas y la Luis Espinoza dejó de ser un atajo para bajar apurado hasta el muelle cuando recalaba un barco. Se subía hasta el final del pasaje Díaz o se bajaba por allí, según fuera la necesidad, por un sendero escabroso que terminaba o comenzaba muy cerca de donde estaba “El Castillo del Cura Chilo”, y la Luis Espinoza llegaba hasta la bajada de Barros Arana pero no terminaba allí en bajadas y subidas se iba por un costado de la maestranza del ferrocarril hasta llegar a la subida de Ramírez.
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Un carabinero vigila la mercadería rescatada del destruido almacén y casa habitación de don Manuel Ballesteros Muñoz, en la esquina de calle Blanco con Luis Espinoza. Las habitaciones del destruido edificio están vacías la gente sacó sus enseres por temor al incendio que destruía las casas de enfrente. En la vereda se amontonan escombros, ollas, y cajones. Al fondo se puede ver cercos caídos, y al pie del cerro derrumbado la casa de don Rosendo Cárdenas Vidal que los fuertes temblores y el deslizamiento del terreno han sacado de sus cimientos
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Vista posterior de los edificios de calle Blanco mirados desde calle Luis Espinoza hacia Serrano. La destrucción en los patios interiores es igual o mayor que la que muestran las fachadas de los edificios por el lado de la calle. Los muros derribados dejan ver el vació interior de las casas. Temiendo que el incendio no pudiera ser detenido y las llamas destruyeran la calle Blanco como en abril del año 36 obligó a los habitantes a trasladar, en la oscuridad de la noche, muebles y enseres hasta un lugar mas seguro.
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Las grietas y el deslizamiento de la tierra que se ve en calle Luis Espinoza muestran toda la violencia del terremoto. Las casas cuyas murallas no han caído han sido removidas de sus cimientos y perdido el equilibrio vertical. Era aproximadamente las tres de la tarde del domingo 22 de mayo de 1960 cuando un ronco y pavoroso ruido subterráneo anunció el más violento movimiento telúrico. Cayeron edificios, las casas se deslizaron cerro abajo, las calles se agrietaron en pedazos y se rompieron las cañerías del agua potable, entonces, comenzó un incendio. El mar comenzó a retirarse de la bahía, y después las aguas inundaron las calles y casas de la orilla. Esa noche comenzó a llover.
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En Calle Blanco esquina Luis Espinoza con muy pocos daños se observa la propiedad de doña Sara Vidal viuda de Cárdenas, en la vereda de enfrente se ven los escombros del edificio propiedad de doña Zaragoza Cárdenas, arrendado por don Manuel Ballesteros Muñoz. “Calle Blanco pasó a la historia”, decía el titular de La Cruz del Sur, su corresponsal Héctor Márquez Díaz, escribía: “Según informes oficiales de la CORFO no se permitirá edificar en el sector cuesta de calle Blanco desde las esquinas con calles Serrano y Thompson para abajo. Según los técnicos en la mencionada arteria se construirá una amplia avenida de doble vía con áreas verdes en cada costado”13. 13
La Cruz del Sur, 4 de junio de 1960.
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En la fotografía observa el levantamiento y resquebrajamiento del terreno, y las grietas provocadas por el paso de la violenta onda sísmica. Esta fotografía de Gilberto Provoste fue publicada en la revista VEA y en ella se ve la casa de don Rosendo Cárdenas Vidal, removida de sus cimientos, y en el patio de la propiedad de don Teofilo Subiabre, aislado en una tierra resquebrajada se ve estacionado el bus que hacía el recorrido Castro – Chonchi cuyo conductor era Leopoldo “Lolo” Pérez. Siete días después de ocurrido el sismo el Transporte Pinto de la Armada Nacional trajo víveres, colchones, ropa, medicamentos, y personal médico que realizó desinfecciones para prevenir epidemias.
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La parte posterior de los edificios de calle Blanco vista desde calle Luis Espinoza hacia el Puerto, muestra toda la fuerza destructora del terremoto del 22 de mayo de 1960. Aplastado por una de estas casas derrumbadas falleció Víctor Manuel Jarpa Radich. “Cuando ocurrió el terremoto mi amigo “Toly” no quiso salir hacia la calle, arrancó hacia el patio interior. Allí lo aplasta una bodega de leña derrumbada por la onda sísmica. Fue uno de las personas muertas en Castro a causa del terremoto. Esa noche pernoctamos en el pasaje Luis Espinoza. El cuerpo del “Toly” amaneció envuelto en una frazada cerca de donde acampaba mi familia14 […]”
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Ismael Latif. Recuerdos personales.
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CALLE BLANCO ENTRE LUIS ESPINOZA Y PEDRO MONTT
ERA UNA DESESPERACION AJENA A ESTE MUNDO15…
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Estela Aguilar. Su padre fue una de las victimas del terremoto.
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Calle Blanco entre Pedro Montt y Luis Espinoza era una cuadra de edificios de cemento con almacenes, ferreterías, tiendas de ropa y genero, edificaciones de estilo Bauhaus, construidas después que el gran incendio de abril de 1936 destruyera todas las casas de las principales calles de Castro. Era calle Blanco una empinada cuesta de ripio y piedras transitada por carretas y gente vestida de negro, el color más común, en los años cuando llevar durante un año el luto por la muerte de un familiar, era una tradición inviolable. Edificios con muros sin pintar, sobre ventanas y puertas una marquesina permitía a los transeúntes mirar las vitrinas del comercio mientras escampaban los aguaceros. Había también casas de importación que en sus vitrinas mostraban productos extranjeros ingresados con las franquicias del Puerto Libre, ley 12008, que funcionaba desde 1958.
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Mañana del 23 de mayo, se ha apagado el incendio. La calle Blanco es un paisaje de guerra, una ciudad destruida y sin habitantes. Una bandera chilena permanece izada pero nadie recuerda el desfile, la música del orfeón municipal, los bailes y ramadas, las fiestas de celebrar las glorias navales. Las alegrías también fueron destruidas por el terremoto. En la esquina de calle Blanco con Irarrázaval estaba la residencia y tienda de don Alberto Oyarzún casado con doña Zaragoza Cárdenas, en la vereda del frente la residencia y tienda de don Demetrio Cárdenas Velásquez muestra su pared destruida, junto a ella los escombros del almacén de don Arturo Cárdenas.
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Todas las casas de cemento que se habían construido en Castro después del incendio del año 1936, fueron destruidas. En la esquina de Blanco con Pedro Montt, antes de que fuera cubierto por el mar, se pueden ver las grietas que el movimiento sísmico dejó en las calles, a causa del hundimiento del terreno.
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En calle Blanco al llegar a Pedro Montt los bomberos de la tercera compañía custodian la mercadería del destruido almacén de don Arturo Cárcamo. El voluntario junto a la cornisa de cemento y los tambores es Tulio de La Torre de cuyo archivo fotográfico se rescataron muchas de las fotografías incluidas en este libro.
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Fotografía tomada meses después de ocurrido el terremoto muestra que aun quedan escombros en las veredas, y otras huellas de la catástrofe. En calle Blanco esquina Pedro Montt la propiedad de la familia Latif – Andrade permanece abandonada. Allí estuvo el almacén “Las Tres B”, Bueno Bonito y Barato, de don Manuel Latif Asse, inmigrante palestino que a principios del siglo veinte llegó a vivir a la ciudad. Amarado a los restos del destruido molo permanece el “Villarrica”, en su costado se ven los botes fleteros que llevan y traen pasajeros.
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En calle Blanco esquina Pedro Montt el terremoto ha destruido el edificio de don Manuel Latiff Hasse, en la vereda permanece la mercadería rescatada desde la tienda de abarrotes de don Arturo Cárcamo que fue completamente destruido por el sismo. Actualmente no existen dudas que el sismo del 22 de Mayo de 1960 es el mayor terremoto ocurrido en la historia de la humanidad. Con una ruptura en la placa continental de 1000 km. de largo, y un desplazamiento de 40 metros de la Placa Sudamericana sobre la de Nazca. La destrucción se extendió desde la zona comprendida entre Concepción y Aysén, y el tsunami generado afectó las costas del océano Pacifico.
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© Bettmann/CORBIS
La descripción original de esta fotografía que fue tomada el 1 de junio de 1960 era: Niños empujan un carro de juguete por una calle resquebrajada, en una ciudad devastada por una violenta serie de terremotos que duraron ocho días.
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CALLE LILLO
ANDABAMOS EN BOTE POR LA CALLE16…
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Norma Sánchez Águila. 15 años en 1960.
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El frontis de la casa de doña Ema Bustamante ha sido derrumbado por el terremoto. El mar todavía no inunda la calle Lillo. La gente se apura a rescatar pertenencias y enseres desde los edificios destruidos. A mitad de la tarde por una ventana con vidrios quebrados don Francisco Sánchez Vidal se asoma a mirar un paisaje de desolación.
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El edificio Municipal, entonces ubicado en calle Lillo, muestra en su fachada las cicatrices del terremoto. La marejada ha empujado un chalupón hasta el centro de la Plazoleta del Mercado, cerca del busto de Arturo Prat. Un mes después en Santiago los periodistas escribían: “[…] Vimos a los chilotes deambular por las calles de su pueblo ajenos a lo que ocurre en su contorno. No trabajan, no quieren trabajar, parece que no creen que sea posible reconstruir y reparar los daños ocasionados por las fuerzas surgidas de las entrañas de la tierra y de la inmensidad del mar17 […]
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El Mercurio. 21 de junio de 1960.
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Las aguas subieron hasta cubrir parte del edificio municipal, y todas las calles que están en la parte baja de la ciudad. La estación de ferrocarriles quedó totalmente inundada, y el mar y el sismo destruyeron el edificio recién construido para la Aduana. El molo de atraque fue destruido quedando inutilizado para el servicio de embarcaciones. En los primeros días del mes de junio en Chiloé aun existen dificultades para la recepción y distribución de víveres y recién las autoridades de gobierno, en Santiago, manifiestan preocupación por reparar los daños que el sismo ha provocado en Chiloé. “El Presidente de la República expresó haber instruido al Ministro de Obras Publicas para viaje a Chiloé epicentro del segundo sismo18”. Los médicos del Hospital de Campaña Norteamericano con base en Puerto Montt se trasladan hasta Castro donde comprueban que la atención médica se efectúa en precarias condiciones. 18
El Mercurio, 6 de junio de 1960.
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Cerca al almacén de don Juan Cárdenas, en bote, el entonces regidor de la comuna don Alberto Velásquez, recorre la calle Lillo inundada por el tsunami. Los carabineros a caballo vigilan los negocios cerrados, y los niños a pie descalzo caminan por el agua. Subía la marea y se andaba en bote por calle Lillo, y cuando bajaba el mar íbamos a buscar cosas que el mar dejaba varadas en la playa, cosas que el mar traía de las bodegas derrumbadas. Hallábamos tarros sin etiqueta que había que abrir para saber que contenían. Una vez en la bodega del molo encontramos bolsas con huesillos. Las llevamos para comerlos hervidos con azúcar pero el agua salada los había vuelto malos, amargos, eran como veneno19 19
Norma Sanchez Aguila. 15 años en 1960.
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Don Alberto Velásquez, que en esos años era regidor del Partido Radical en la comuna de Castro, guía el bote que navega por calle Lillo, lo acompaña su hijo Sabino. La seriedad de don Alberto, regidor de la comuna, contrasta con la alegría de quienes lo acompañan en el bote y la curiosidad de los niños que se asombran de ver un bote navegar por las veredas de calle Lillo.
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LA ESTACION
UN TREN ESTÁ ESPERANDO QUE BAJE LA MAREA…
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A fines de los años cincuenta el tren de Chiloé era un ferrocarril que no se financiaba. Andando a velocidad de oruga no podía competir con los buses, veloces, seguros y cómodos para viajar por un camino de ripio desde Castro hasta Ancud. Los paisajes pasaban tan rápido por las ventanas que los pasajeros no alcanzaban a dejarlos en la memoria para tener tiempo de olvidarlos. El personal del ferrocarril fue trasladado al continente, el viejo tren era un armatoste antiguo y obsoleto, negándose a morir en una agonía lenta. El poco personal que permanece en la isla reclama por el atrasó de sus sueldos. Cada semana tres humildes trenes recorren el trayecto, con dos vagones de pasajeros y un carro de carga, y diariamente una góndola carril viaja de Castro a Ancud y regresa con algunos pasajeros. Mientras los maquinistas y obreros del ferrocarril se fotografiaban en las locomotoras de ese tren que desaparecería de la memoria; dos veces al día desde la Plaza de Armas salen buses a Puerto Montt. Ya nadie se abraza emocionado despidiéndose de sus familiares como si fueran al otro mundo; viajar al continente es tan común como un resfriado. Es un viaje que a lo mucho tarda medio día. En marzo de 1959 se realizó el último viaje ida y regreso de un tren con dos carros repletos de pasajeros que no vislumbraban el futuro ni reflexionaban que se acercaba el fin del ferrocarril chilote. En el vapor Villarrica se traslada al continente una locomotora y el personal de maestranza trabaja en desarmar el material rodante. La estación de Castro permanece vacía nadie espera regresos ni añora despedidas. En la plaza cada día salen los buses en viaje hacia Puerto Montt. Por la línea férrea viaja un bus carril; “góndola” le llamaban, un pasaje costaba el doble de lo que cobraba un bus por llevarnos desde Castro a Ancud en menos tiempo.
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El maremoto ha inundado la calle Pedro Montt. Hundida bajo las aguas ha quedado la línea férrea, y surgiendo del mar aparecen los fierros del destruido cerco que protegía la entrada al molo. Con el terremoto el ferrocarril ya desahuciado recibe su golpe fatal. El violento sismo ha destruido la estación, la línea férrea y sus instalaciones. Era una muerte anunciada, desde mediados del año 1959, se ha comenzado a trasladar al continente, locomotoras, carros de pasajeros, vagones de carga y al personal de maestranza. Solo funcionaba un bus carril que en enero de 1960 en las cercanías de Mocopulli choca con troncos de árboles caídos sobre la vía. Mueren cuatro pasajeros y siete resultan heridos. En mayo la naturaleza termina con la agonía del ferrocarril de Chiloé.
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La estación del ferrocarril inundada por el maremoto. En el cerro las casas de la calle Luis Espinoza que soportaron la onda sísmica, se ven desordenadas y maltrechas apenas sostenidas en una colina donde una profunda grieta abierta por el terremoto es cicatriz que han de borrar los años, y desparramados se ven algunos escombros de las casas que se han derrumbado. Hoy después de cincuenta años de ocurrido el terremoto estas tres casas que se ven en esta fotografía, de izquierda a derecha, la propiedades de doña María Márquez, Francisco Aguilar, y Enrique Díaz Villegas, aún perduran en calle Luis Espinoza.
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Los vagones permanecen abandonados en medio del agua. El mar llega hasta la altura de las ventanas de las oficinas de la estación del ferrocarril. El mar comenzó a bajar y a subir lentamente la gente asustada corrió hasta los cerros previniendo un tsunami, pero mucha gente se fue en sus botes hasta el centro de la bahía a buscar la protección que creían no poder hallar en las colinas cercanas. Un curioso comportamiento. En Castro el mar fue inundando lentamente las calles y demoró meses en volver a recobrar su nivel normal.
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La calle Luis Espinoza ha sido cortada por el derrumbe del cerro al final del pasaje Díaz. En la calle Pedro Montt se puede notar la corriente del mar subiendo, es el tsunami, el maremoto que comienza a inundar los barrios del sector costanero. La casa de madera donde se ubican las oficinas de la Empresa Marítima del Estado no muestra mas daño que algunos vidrios quebrados. Las construcciones de madera fueron las que mejores soportaron la violencia del cataclismo.
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Un vag贸n de ferrocarril en medio del mar es refugio para guardar las cosas rescatadas de la casa destruida por el terremoto. Un tab贸n es la pasarela que une el vag贸n con la vereda sumergida en las aguas del maremoto que ha inundado calle Pedro Montt.
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La destruida estación del ferrocarril Castro – Ancud, inundada por la marea del tsunami. Las aguas inundan la oficia de venta de pasajes para un tren que nunca más va ha iniciar un viaje. Al final de la fotografía se ve la destruida casa de máquinas. Después del terremoto las altas mareas inundaban las calles del borde costero de la ciudad. Nunca más el mar volvió a los limites que tenía antes del sismo de mayo de 1960 para evitar estas inundaciones se construyó el muro costanero que va desde la bajada de calle Ramírez hasta el final de calle Lillo.
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El mar ha inundado la calle Pedro Montt, y el edificio de la aduana se ve con sus ventanales destruidos. En esos días de miedo y desamparo el Mercurio informaba que en Castro había cinco personas muertas y varios desaparecidos20. Hay una notoria falta de alimentos, ropas y medicamentos. Con el sismo se perdió el equipo electrógeno que fue llevado para el hospital, y el motor adquirido para la única ambulancia de la localidad.
20
El Mercurio 27 de mayo de 1960. Información que no era verídica, en Castro el sismo provocó la muerte de dos personas, y no se supo de desaparecidos.
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La maestranza del ferrocarril con sus portones cerrados parece flotar en medio de la inundación de más de un metro y medio de profundidad provocada por el maremoto. En su frontis se ven huellas de un incendio apagado por el mar. Este sector entre las bajadas de Barros Arana y Ramírez, por muchos años será un pantano abandonado. En los años siguientes en aquellos sectores donde no quedó empozado el mar los gitanos acampaban cada verano cuando llegaban a Castro. En la década de los setenta otros habitantes construyeron casas en los terrenos que fueron del ferrocarril.
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EL PUERTO
UN ODIO TERRESTRE DESTROZÓ EL MUELLE…
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Antes del terremoto en el puerto de Castro recalaban numerosos barcos entre ellos el Dalcahue, el Tenglo, el Lemuy, el Austral, el Alondra, el Villarrica, el Pullehue, el Viña del Mar, el Trinidad, el Amadeo, el Antartico, el Alberto, el Canelo; barcos de cabotaje marítimo dentro del territorio nacional. En el puerto el día que menos buques fondeaban en su bahía eran dos barcos. En un mismo día se podían ver hasta cinco barcos fondeados frente a la ciudad, cargando papas, maderas, y descargando abarrotes, provisiones, vino y otras mercaderías. En chatas se llevaba la carga hasta el molo, allí se cargaban en carretas y se repartían por los almacenes y ferreterías de la ciudad o se llevaban hasta la bodega de la Ferronave ubicada a un costado de la estación del ferrocarril, donde se guardaban hasta que eran retiradas. Ese auge del puerto duró hasta después del terremoto cuando se inicia la construcción de la ruta Castro – Ancud, y el camino a Puerto Montt por el Canal de Chacao. El transporte de mercaderías se realiza en camiones, entonces, el puerto comienza a decaer21.
21
Entrevista a Ismael Latif.
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Vista aérea del bordemar de Castro después del terremoto. El puerto se ve completamente destruido y al mismo nivel de las aguas en marea baja. En las horas de las altas mareas todas las calles del sector costero de la ciudad son inundadas. En 1964 se comienza a construir un muro de contención desde la bajada de calle Ramírez hasta el final de calle Lillo. Para construir un nuevo muelle sobre la línea de las altas mareas es necesario realizar rellenos para concretar esta obra de ingeniería se traen piedras desde las canteras de Gamboa Alto y material árido extraído rebajando el cerro ubicado al final de calle Serrano.
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El sector puerto, y estación de ferrocarriles, edificio y bodega de la Aduana, inundado por el maremoto. “Las calle Blanco, Pedro Montt, Lillo, Serrano, Thompson, Luis Espinoza, Ramírez y Magallanes fueron declaradas peligrosas por las autoridades. Estas calles fueron clausuradas por las fuerzas de carabineros para seguridad de los habitantes. Los escombros dan a Castro un aspecto de ciudad bombardeada22”.
22
Cruz del Sur, 2 de junio de 1960.
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El edificio de la Aduana, actual Gobernación Marítima, y la zona portuaria destruida por el terremoto y después inundada por el maremoto.
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El molo del puerto de Castro completamente destruido. Esta plataforma de cemento se unía con los molos de atraque de los barcos. Molos que se hundieron y desnivelaron. El maremoto inundó completamente este sector del puerto y las aguas llegaron hasta la calle Pedro Montt. Esta plataforma de cemento construida en el año 1948 fue destruida por el terremoto, y el hundimiento del suelo la dejó al nivel de las bajas mareas. Para construir el nuevo muelle esta plataforma se rellenó con grandes piedras traídas desde las Canteras de Gamboa Alto y material árido que se extrajo de la colina que existía al final de calle Ramírez y Serrano. Un sector de bosques, ciénagas y arboledas ubicadas al pie de la colina de los grandes eucaliptos que se ven en el extremo derecho de la fotografía.
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LA PLAZA
LA SOLIDARIDAD FUE UNA MANO ANCHA Y SEMBRADORA…
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Ha pasado el terremoto, la ciudad ha sido destruida, las casas se derrumbaron y los únicos lugares para estar seguros son la plaza, la cancha del estadio municipal, la pampa del Liceo, el sitio de la CORFO en Serrano esquina Ramírez. Allí se armaron mediaguas de apuro, se levantaron las carpas, se hicieron las ollas comunes. Entre todos se superaba el susto de sentir que la tierra tiembla a cada rato. Las noches sin luz eléctrica se iluminaban con lámparas petromax, mecheros, velas. El agua se trae en baldes, chuicos, y se conserva en tinas de alerce. Los estudiantes del Liceo que formaban la defensa civil, salen en las noches, protegidos con un casco blanco y una frazada, a ayudar a los carabineros y bomberos a custodiar las mercaderías de los almacenes, tiendas, ferreterías y otros negocios destruidos. La solidaridad apareció, y los vecinos se agrupaban por cuadras, y compartían comidas, frazadas, y miedos.
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Gente acampando en la plaza de armas, después del terremoto el miedo a que siguieran los temblores obligó a la gente a buscar un lugar seguro donde refugiarse. Ese lugar era la Plaza de Armas allí la gente habita en carpas o ranchas de tablas construidas con escombros rescatados de las casas destruidas por el sismo. “Plaza de Armas se asemeja a una población callampa”, tituló la Cruz del Sur. Eran los habitantes de Castro que desde distintos puntos de la ciudad llegaron hasta la plaza a levantar carpas, y mediaguas con tablas y cartones en los prados del primer paseo de la ciudad. También llegó gente desde los campos cercanos cuyas casas fueron destruidas por los temblores, en los días siguientes llegaron chilotes desde los pequeños poblados, y de las islas, huían del miedo y del desamparo de ver sus pueblos inundados por un mar que nunca bajaba.
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“Valdivia pide auxilio” Titulaba la Revista Paris Match mostrando en su portada la miseria de la gente que en la Plaza de Castro vivía en casuchas construidas con escombros salvados de los incendios y las casas derrumbadas. Es un error hasta hoy establecido como lugar común denominar al Terremoto de Mayo de 1960 como el Terremoto de Valdivia, la ciudad que concentró toda la ayuda y el interés de los medios de comunicación. En Chile continental no se sabía que sucedía en las zonas aisladas, como Chiloé, donde el sismo fue más devastador.
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Los pobladores han construido una verdadera población callampa escribía el corresponsal del único periódico de la isla un mes después de la tragedia. En el continente nadie se acuerda de Chiloé, Chile termina en Puerto Montt y por casualidad algún barco perdido llega hasta Ancud trayendo de lástima algunos cajones de fruta podrida, sacos de harina húmeda y ropa vieja23. La Segunda Compañía de bomberos instaló un cuartel de emergencia en una de las esquinas de la plaza. Era un rancho y fogón para guarecerse del frío y la lluvia. Refugio construido con madera y latas rescatadas de los incendios. Allí permanecían haciendo guardia nocturna, y junto a los carabineros hacen recorridos de vigilancia por la ciudad. 23
La Cruz del Sur. Junio de 1960.
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La fotografía de la página anterior muestra a los voluntarios del Cuerpo de Bomberos formados frente al Cuartel de emergencia que en la Plaza de Armas construyeron con escombros rescatados de los edificios destruidos. Algunos de los voluntarios identificados en la fotografía son: (1) Alberto Velásquez, (2) Luis Cárdenas Osorio, “Castillo”, (3) Héctor Gallardo Piñeiro, (4) Ramón Muñoz García, (5)Jorge Miranda,(6) Aníbal García Bonilla “Anibala”, (7) Sergio Mercado Vidal, (8) Carlos Ojeda, (9) Humberto Molina Zúñiga, (10) Zoilo Gómez, (11) Francisco Piñeiro Prieto, Comandante del Cuerpo de Bomberos, (12) Víctor Muñoz Pérez. (13) Calixto, (14) Antonio Muñoz Pérez. El 28 de mayo aun no llegaba ayuda de ninguna clase y los bomberos conscientes de estar realizando una labor que no les correspondía expresaron su indignación por tanto abandono y en su libro de novedades escribieron: “Pese a nuestro sacrificio notamos total desatención de las autoridades, especialmente del gobernador. No se nos presta atención ni alimentación24”.
24
Guillermo Águila Soto. Capitán de la Segunda Compañía de Bomberos. Informe escrito en el libro de Novedades de esa compañía.
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“La gente se congregaba en la Plaza Prat donde se veían las caras acongojadas, dispuestas y resignadas a todo. Seguía temblando aunque con menor intensidad, provocando desesperación en las familias que prendían velas y oraban públicamente en un ambiente de total hermandad”25.
25
Guillermo Águila Soto. Capitán Segundo Compañía de Bomberos. Nota libro de Novedades.
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En la Plaza de Armas dos niñas en una artesa de madera, sobre un sillón de mimbre, amasan pan. Al atardecer del 22 de mayo la gente se congregó en la plaza de Armas. Seguía temblando, con menor intensidad, los niños lloraban asustados. La gente se alumbraba con velas y faroles, rezaban en voz alta. No se atrevían a ingresar a la iglesia por temor a que un nuevo terremoto, igual o más intenso que el de la tarde, destruyera el templo. Enormes lenguas de fuego se elevaban en la oscuridad, era el incendio que había comenzado en calle Blanco. En los días siguientes los bomberos amanecían haciendo guardia en una esquina de la plaza. Hacían permanentes recorridos por la ciudad vigilando los almacenes y las casas abandonadas por sus moradores que dormían en la plaza, en la pampa del liceo o en la cancha de fútbol del estadio.
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La llegada de aviones de Transporte extranjeros se hizo intensiva desde el segundo día del terremoto. Aviones que traen ropas y alimento. Los bomberos en una olla calentada sobre dos rieles de ferrocarril encima de una fogata encendida en la Plaza de la Ciudad, preparan leche en polvo y café en una olla común para ayudar a las familias que permanecen en la plaza. En la fotografía los voluntarios de la Quinta Compañía; el Sacerdote Franciscano Ángel Pérez, Párroco de Castro y el comerciante Arturo Cárcamo entregan desayuno a un grupo de niños descalzos y de cabellos bien cortados para prevenir una epidemia de pediculosis.
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La fotografía de la página anterior muestra una familia que no teniendo donde vivir, acampaba en la Plaza de Armas esperando una ayuda que tardaba semanas en llegar. En la Plaza de la ciudad muchas familias viven en mediaguas construidas con sacos, frazadas, tablas y planchas de zinc rescatadas de las casas destruidas. Los niños juegan entre los cordeles de secar ropa, catres y cajones. Los ancianos se resignan a una eterna espera. Muchas familias desde los sectores rurales se han trasladado a vivir a Castro y habitan en ranchas hechas de escombros rescatados de los edificios destruidos, miserables casuchas ubicadas en la Plaza de Armas frente a los edificios públicos, Gobernación Provincial y Correos. A principios de julio esta gente sin casa será trasladada al Estadio Municipal donde durante meses permanecerán viviendo en precarias condiciones, y el frío y la lluvia del invierno provocaran más muertes que el terremoto. En el mes de octubre de ese año casi cuarenta personas, entre niños y ancianos, habían fallecido en la “población callampa” que los damnificados habían levantado en el estadio municipal26.
26
La Cruz del Sur. 29 de octubre de 1960.
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DESORGANIZACION Y OTROS PROBLEMAS El jueves 28 de mayo se logró reanudar parcialmente el suministro de agua potable y energía eléctrica. El Gobernador pide con urgencia el envió de víveres, suero, vacunas, antibióticos, analgésicos, sedantes, leche, velas, carpas, velas mantas y alimentos. Los bomberos están encargados de distribuir la ayuda que llega desde el continente. En la plaza han construido, con madera y latas rescatadas de los incendios, una pequeña rancha donde mantienen un fogón para guarecerse del frío y de la lluvia, y una olla común. Pero agotados por tanto trabajo, desatender a sus familias y la falta de organización, manifiestan su malestar a las autoridades por el abandono en que se mantiene a la ciudad y por estar ellos cumpliendo deberes y responsabilidades que corresponden a instituciones del estado. El Directorio General redacta un telegrama de protesta contra la autoridad administrativa, “piden que vengan marinos o militares para hacerse cargo de la ciudad y repartición de víveres27”. Telegrama que se envía al Presidente de la Republica, Ministro del Interior, y diputados por Chiloé, piden que las fuerzas armadas lleguen a cumplir con la responsabilidades de vigilancia y mantener 27
Segunda Compañía Cuerpo de Bomberos de Castro. Historia Centenaria 1900 – 2000. Dante Montiel Vera. 2001. Pág. 98,
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orden en una ciudad destruida, realizar trabajos de remoción de escombros y repartición de bienes. El 24 de julio, El Siglo, en primera página y con caracteres destacados informa de un telegrama que algunos habitantes de Castro han enviado a los parlamentarios de la zona y a las autoridades de gobierno. Los habitantes de Castro se quejaban de la escasa ayuda gubernamental y de la desidia del gobernador del departamento. Lo acusaban de ser responsable de la deficiente distribución de los alimentos y la perdida de la ayuda recibida. Esta información provocó la indignada reacción del gobierno, y en una declaración el subsecretario del Interior, consideró que las acusaciones eran expresiones injuriosas y calumnias al correcto proceder del Gobernador de Castro, Sr Osvaldo Barrientos, el Comisario de Carabineros, y el mismo Subsecretario del Interior; quien de inmediato interpuso una denuncia criminal y por correo aéreo la remitió al Gobernador de Castro para formalizarla ante el juez competente28. Ha pasado más de un mes desde ocurrido el sismo, y en Chiloé siguen esperando ayuda, sus habitantes continúan en condición de desamparo. El telegrama enviado por los bomberos de Castro produjo el enojo de las autoridades porque denunciaban que los damnificados no reciben la ropa, ni las 28
El Mercurio, 25 de Julio de 1960.
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frazadas, ni los alimentos enviados por el gobierno. “Es necesario que el comercio funcione normalmente, se planifique la reconstrucción de la ciudad, y se repartan los alimentos con estricta justicia”. También se acusaba a las autoridades de ser cómplices de la desigualdad en la distribución de las ayudas. En largas filas los damnificados reciben las ropas de menor calidad o estropeadas, y escasas raciones de alimentos. El 28 de junio aun continuaba funcionando la olla común, y se veían largas filas de gente esperando el reparto de víveres y alimentos situación que confirmaba la veracidad de las acusaciones contenidas en ese telegrama donde se pedía a las autoridades de gobierno que recorrieran todo el archipiélago para una adecuada distribución de las ayudas y no siguiera llegando gente desde los campos hasta Castro donde los negocios siguen cerrados, y en los lugares de distribución de alimento y ropa se ven largas filas de campesinos mendicantes. No son habitantes del centro de la ciudad, ellos “[…] por causa de un orgullo añejo permanecen en sus casas semidestruidas pasando hambre y frío29”.
29
Raul Aldunate P. Diputado por Chiloé. Discurso en la Cámara de Diputados pidiendo ayuda para Chiloé. 28 de junio de 1960.
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EL INCENDIO DE CALLE IRARRAZAVAL Y CALLE BLANCO
A LA VUELTA DE LA ESQUINA LA CIUDAD COMENZÓ A CONVERTIRSE EN CENIZAS30…
30
Ismael Latif.
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Final de calle Blanco inundada por el maremoto. Este sector de la ciudad fue uno de los más destruidos primero los edificios se derrumbaron con la fuerza del terremoto, mas tarde el maremoto inundo las calles Lillo y Pedro Montt. En la noche el incendio destruyó completamente los edificios que en calle Irarrázaval y Banco habían soportado el terremoto.
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Numerosas personas perdieron el producto de toda una vida de trabajo, y a veces los bienes que la familia había reunido durante varias generaciones. Don Pedro Paredes, era comerciante, el incendio destruyó su casa habitación y almacén en calle Blanco, y en calle Pedro Montt era dueño de una bodega de almacenar papas y otros productos que fueron dañados por el maremoto. Sus perdidas llegaron a evaluarse en 130 millones de pesos. Pero su solidaridad no fue destruida por el terremoto; rescató casi tres mil sacos de papas que donó al fondo de ayuda a los damnificados31.
31
El Mercurio, julio 1960.
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A las tres de la madrugada se produjo un nuevo incendio en la calle Irarrázaval en la propiedad del comerciante don Luis Barría Gutiérrez. Si aterrador fue el incendio que destruyó calle Thompson, y los bomberos combatieron con muy escasos medios, este nuevo incendio fue para los bomberos un trabajo titánico y agotador. Para apagarlo apenas contaban con la insuficiente potencia del chorro de agua del grifo de calle Blanco. Todo esfuerzo fue inútil. Se quemaron edificios que eran tiendas, almacenes, ferreterías, ardía el interior de madera dejando la armazón de cemento como un esqueleto sostenido en el aire. Las llamas consumieron casa por casa desde Lillo hasta frente a calle Luis Espinosa. Al tercer día una espesa capa de humo aun envolvía la ciudad. “Voraces y crepitantes llamas asolaron el corazón de la ciudad. Nada pudieron hacer los bomberos. Las cañerías de agua habían sido destrozadas por el terremoto. Se dice de comerciantes enemigos de complicadas cuentas bancarias que vieron quemarse los billetes ocultos en el desván, las cuentas llevadas en forma de arqueo, las promesas de pago signadas con letras tambaleantes. Muchos fueron los que perdieron años de esfuerzo en esos minutos trágicos32 […]” 32
Raul Aldunate, diputado por Chiloé. Discurso en la Cámara de Diputados. 28 de junio de 1960.
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El amanecer del día siguiente al terremoto mostró un apocalíptico paisaje. Todos los edificios de Calle Blanco estaban destruidos y quemados. En los muros se veían las huellas del incendio, y por las ventanas sin vidrios se ve la desolación del interior vacío de las casas, almacenes y tiendas de la calle más importante de la ciudad. En la fotografía se observa desde la esquina de calle Blanco con Irarrazaval, cuesta arriba, las propiedades de doña Zaragoza Cárdenas, Augusto van der Stell Olavaria, Neftalí Gómez Vidal, Luciano Pérez, Pedro Paredes Vargas, y Galvarino García, respectivamente, de estas casas, almacenes, tiendas y ferreterías solo quedó la armazón de cemento, el fuego destruyó todo el interior que era de madera.
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INCENDIO LA NOCHE DESPUES DEL TERREMOTO En la noche iluminados por las llamas veía a los bomberos, con rostro negro y sudoroso, trabajar junto a la gente salvando muebles, loza, frazadas, colchones, ropa y otros enseres de las casas, víveres y mercaderías de las tiendas y almacenes. Nada podía detener al fuego que iba de una casa a otra. Sin agua y con la bomba Ford del año 40, en el pozo de la Plaza de Armas, sin poder funcionar por fallas en su turbina y motor. Al paso de las llamas quedaban los muros de las casas que parecen cajones abiertos, llenos de escombros humeantes en las habitaciones quemadas. En la vereda del frente se amontonan muebles, ollas, estufas, frazadas y otros enseres. La gente permanece sentada sobre ellos, cansada, sin ánimo,
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derrotada. Al amanecer el fuego se detuvo a mitad de Calle Blanco, en un espacio vacío dejado por un edificio derrumbado. Al mediodía la ciudad se ve desierta y destruida, sin gente, ni pájaros, ni perros. La gente después de la catástrofe descansa en casa de parientes o amigos, los pájaros huyeron de las llamas y el humo, y los perros han escapado asustados por el ruido de trenes subterráneos que anuncia el próximo temblor33… En la fotografía se observan completamente destruidos por el terremoto y posterior incendio los edificios, de izquierda a derecha, de don Tulio Alvarado García, La Oficina de la Caja Agraria, y en la esquina de calle Blanco parte de la propiedad de Mateo Miserda Bensic.
33
Osvaldo Mancilla Mohol. Jefe de Máquinas y Teniente Primero de la Segunda Compañía. Borrador manuscrito titulado: “Recuerdos de la Segunda Compañía del año 1948 – 1963”
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CALLE PEDRO MONTT
LA DESTRUCCIÓN LLEGÓ DEL MAR…
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Calle Pedro Montt al llegar a calle Blanco. La Mercería y Ferretería de Silvio Pérez Torres, Alcalde de la ciudad ese año, se ve completamente destruida. Aun no se sabía que iba a suceder un tsunami.
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“En Castro, pequeña ciudad de la isla de Chiloé, los sobrevivientes reaccionaron con disciplina”. Escribió Lee May, corresponsal de la Revista LIFE, y agregaba: “Por la noche, en la plaza principal, los fogones chisporrotean bajo la lluvia. Los niños descalzos son arrullados por la música trasmitida por altoparlantes. Aun se sienten temblores. Un camión empieza a bambolearse. La gente despierta sacudida por débiles pero aterrorizantes oscilaciones de la tierra sobre la cual reposa. Pero el ánimo no decae. “En cierto modo, Dios fue bueno con nosotros”, me dijo el padre Pérez, párroco del pueblo. “El sismo destruyó los hogares de nuestra gente pero no su espíritu34”.
34
Revista LIFE, junio 1960.
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El mar ha inundado la calle Pedro Montt aumentando la destrucción provocada por el terremoto en la estación de ferrocarril, oficinas de EMPREMAR, y bodegas del ferrocarril cuyos vagones permanecen sobre las vías hundidas bajo el agua. El 25 de mayo el Ministerio del Interior entregaba a la prensa nacional un cuadro sinóptico de las consecuencias de los sismos en la zona sur del país. Para Castro se informaba que había cuatro personas muertas, 34 heridos graves, no existían heridos menos graves ni desaparecidos, y se consideraba que la destrucción de la ciudad era de un 70%, más alta que Valdivia, Osorno y Puerto Montt ciudades donde se enfocaba toda la ayuda para los damnificados35.
35
El Mercurio, 26 de mayo de 1960.
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Calle Pedro Montt esquina Blanco. La Revista LIFE de junio de 1960 publicaba un extenso reportaje que en el índice titulaba: “Chile lucha por recuperarse”, y en esta crónica el enviado especial escribió: “Los habitantes del sur de Chile, victimas de uno de los más grandes desastres de la historia, luchan con gran coraje por la reconstrucción. Y gracias a la ayuda que han recibido de todo el mundo, la esperanza ilumina ya sus rostros”.
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Ha bajado el agua que inundó las calles del sector costero de la ciudad, y don José Barría con una pala intenta despejar la vereda de los escombros de su casa y almacén destruido. Almacén ubicado en calle Pedro Montt colindante con la estación. Aplastada por los escombros se puede ver la línea del ferrocarril.
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CALLE PEDRO MONTT (PUNTA DE CHONOS)
EL MAR AMANECIO DENTRO DE LAS CASAS…
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Al final de la bajada de calle Ramírez comienzan los palafitos. Primero grandes galpones que eran aserraderos o bodegas de almacenar sacos de papas, y bolsas de manzanas, cuando estos productos se exportaban a Punta Arenas. Paralela a esta calle iba la línea del tren Castro – Ancud, a la sombra de la ladera de un cerro cubierto de quilas y espinillos. Siguiendo la orilla del borde costero los obreros portuarios, los estibadores, los pescadores, los changueros de la estación, los remadores de los botes fleteros que llevaban y traían pasajeros desde los barcos fondeados en el centro de la bahía cuando la ciudad no tenia muelle, buzos de escafandra y pesados zapatos de bronce, y gente de otros oficios relacionados con el mar, fueron construyendo sus casas. La Punta de Chonos desde sus inicios fue un barrio de obreros y gente de mar.
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Calle Pedro Montt esquina de la subida de calle Ramírez aparece inundada por el maremoto: Este sector hoy es la Plazoleta del tren, en medio de la calle, frente a la casa de Pedro Serka y la bodega palafito de don Roberto Andrade, se ve la lancha “María Teresa”, propiedad de Tobías Triviño, que parece llega desde Punta de Chonos. Termina su viaje y los botes aguardan trasladar a tierra sus pasajeros En el centro abandonado en medio del agua se ven los restos de un carro de carga del ferrocarril. Es la serenidad del paisaje aquietando la magnitud de la tragedia. Durante más de un año las mareas perdieron su límite e inundaban las calles del borde costero, la gente en bote debía llegar a sus casas. En la fotografía se observa la casa de los Serka, a continuación la oficina y depósito de maderas de Teodoro Kamann Gessell, y el taller de Recaredo Oberreuter González, “don Lelo”.
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“Mucha gente se fue al medio de la bahía por la creencia que en el mar no se sienten los temblores. Don Segundo Ballesteros y su familia se embarcaron en la Francisquita. A las cinco o cinco y media se empezó a correr la voz que el agua estaba bajando. Vino el maremoto. La marea bajaba rápido y quedaba tensado el lazo que sujetaba el ancla de la embarcación. La marea vaciante era como un río. La gente permanecía adentro de la lancha que era arrastrada por la marea. Parecía que el lazo se iba a cortar, cuando comenzó a subir la marea, despacio, lenta subía el agua, y la gente comenzó a arrancar para las calles de arriba porque pensaban que venía una ola grande, y los que estaban en botes y lanchas en el centro de la bahía salieron a la playa[…]”36 36
Luis Olivares, testimonio dado antes de su fallecimiento en el año 2005.
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“[…] El día del terremoto el mar estaba como hirviendo, haciendo burbujas. Al amanecer comenzó a retirarse, se vieron peces varados. Las lanchas fueron arrastradas hacía el centro de la bahía. Lentamente el mar se iba y los peces quedaban en seco, se podía caminar desde Castro a Ten ten porque el agua desapareció. La gente que vivía en Punta de Chonos, en Pedro Montt, en Lillo, Pedro Aguirre Cerda y Gamboa se arrancó hasta los cerros porque creyeron que el mar regresaría con toda su violencia. Pero lentamente comenzó a regresar el mar, venia lento, sin olas, y creció hasta inundar todos los barrios de la orilla, los palafitos quedaron hundidos en el agua y la gente durante semanas no pudo vivir en Lillo, ni en Pedro Aguirre Cerda, ni en Punta de Chonos, el agua inundó sus casas. Debían ir en bote a cuidar sus cosas37[…]”
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Ismael Latif
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Casa y almacén de don Juan Abel Gómez Vargas, comerciante dueño de uno de los primeros camiones en la ciudad de Castro, en la parte posterior de la casa se ubicaban dos bodegas de almacenar mercaderías que fueron inundadas por el agua. En la ventana de la casa observa a inundación de calle Pedro Montt, sector Puntachonos la señora Maria Olga García Paredes, esposa de don Juan Gómez. En la mitad de la calle, amarradas a la puerta de la casa se ven un bote y una “chalana” (bote de dos proas), la “Flor del Mar” esperan trasladar a la gente que saliera de la casa o ir a buscar a las visitas que a gritos desde la vereda del frente anunciaban su llegada.
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Avenida Pedro Montt, el barrio de los palafitos conocido como Punta de Chonos, inundado por el terremoto, las aguas no descienden. Los niños que no saben de catástrofes juegan con pequeños botes de juguete, otro intenta pescar. El agua ha entrado a las casas. No pasara ningún tren por la línea férrea. Los enormes caserones del fondo de la fotografía eran bodegas de almacenar papas o aserraderos. La casa de doña Ema Caro, sexta de izquierda a derecha, la de Leonidas Andrade, la de doña Emilia Guerrero, tercera de izquierda a derecha, han sido abandonadas sus moradores se han ido a vivir a la Plaza, las ventanas se han tapiado con tablas. Casas semi derrumbadas muchas de las lumillas de sus bases fueron derribadas por el terremoto.
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Bodega palafito de la importadora Wagner Stein ubicada en Calle Pedro Montt, sector Puntachonos. Este tipo de bodegas se usaban para almacenar sacos papas, barriles de chicha, bolsas de manzanas, chiguas de mariscos secos, luche y fardos de cochayuyo, productos que en esos años por los buques de cabotaje eran exportados a Punta Arenas. En la Bodega de la importadora Wagnerstein se almacenaban artículos importados con las franquicias del Puerto Libre y que desde los buques fondeados en el centro de la bahía se trasladaban en chatas. Grandes lanchones de casco alquitranado que eran remolcados por cuatro o más botes a remo.
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En calle Pedro Montt se ubicaban las barracas dimensionadoras de madera y las bodegas palafitos donde se almacenaban productos que desde Chiloé se enviaban a Magallanes, bodegas que habían resistido el terremoto y la inundación de tsunami, pero fueron destruidas por un incendio el 8 de diciembre de 1981. En 1960 eran propietarios de estas bodegas palafitos Daniel Pérez, Héctor Osorio, Pedro Yurac, Augusto Riffart, Pedro Paredes Vargas.
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Al final de la calle Pedro Montt, sector Puntachonos, el maremoto ha hecho desaparecer la calle, y las casas parece están navegando frente a Tenten. Los daños producidos por el maremoto en los palafitos de las calles Pedro Montt, Pedro Aguirre Cerda, Gamboa, pudieron haberse evitado si las casas palafito hubieran estado mejor sujetadas a las vigas de soporte. Muchas de las casas llevadas a flote por la marea hubieran mejor resistido a la subida del mar. El maremoto arrastró muchas casas que llegaron a varar a Yutuy, Chañihue, Peuque. “La bodega palafito de los Bartulín el terremoto la “sentó” en la playa, y con el maremoto flotó, y la corriente de la vaciante la llevó para el lado de Yutuy, repleta de radios, licores, cigarrillos y otros artículos importados que la gente iba a buscar a la playa38 […]”. 38
Norma Sánchez Águila. 15 en 1960.
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CALLE PEDRO AGUIRRE CERDA
EL MAR SALIÓ DE SUS BORDES39…
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Ramón Muñoz Alvarado. 11 años en 1960.
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Era un barrio de casas palafitos, una angosta calle sin veredas, encerrada entre un cerro arenoso y el mar. Junto a las casas de familia abundaban las cantinas y chicherías, clandestinas casas de bailes, “chincheles” de diversión hasta donde dicen de incógnito llegaban a beber y bailar los marineros del Caleuche. Allí cantoras, acompañadas de acordeón y guitarra, entonaban cuecas, valses chilotes y otros tipos de música popular. En las cantinas se jugaban campeonatos de truco y brisca cuyos primeros premios era un pollo arvejado o un causeo de cabeza de chancho, y algunas botellas de vino. Esta calle comenzaba al final de la bajada de calle Thompson, y llegaba hasta el puente Gamboa. Allí, en su final o su principio, depende, si el viajero llegaba a Castro o se iba de la ciudad, estaba el matadero. Un enorme galpón palafito. Por esta calle llegaban las carretas cargadas con barriles de chicha, sacos de papas, manzanas o de “rajas de leña”, largos trozos de luma de un metro de largo, y cortados por la mitad. Era común ver largas caravanas de caballos carboneros, pequeños caballos chilotes, cargados de sacos de carbón cuando el brasero era el único artefacto usado para calefaccionar las casas. Por esta calle llegaban desde Gamboa Alto, Nercón, Rauco, Chonchi, Huillinco; emponchados campesinos que venían a la ciudad a realizar compras, visitar parientes o a “hacer otras diligencias”.
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Los habitantes de la calle Pedro Aguirre Cerda y Puntachonos deben en bote ingresar a sus casas porque el mar se mantiene un nivel muy superior al nivel normal de las mareas. Se considera que esto es consecuencia que las costas de la Isla Grande por causa del terremoto se habían hundido en más de un metro con cincuenta centímetros. Años después del terremoto para que las mareas no inundaran las calles de la parte baja de la ciudad se construyó un muro de contención que va desde calle Lillo hasta el inicio de los palafitos de la Puntachonos.
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Las familias que viven en calle Pedro Aguirre Cerda deben en bote trasladarse hasta sus casas inundadas por el maremoto. Las informaciones decían que en Castro había que construir a lo menos 1300 viviendas, y desalojar los barrios del borde costero, calles Pedro Aguirre Cerda y el Barrio Gamboa. Se criticaba a las autoridades por no haber esbozado un plan de reconstrucción, y se decía que todo el sector del barrio Gamboa debía ser trasladado hasta la Cancha de Aviación, fomentando la auto construcción, dando planchas de techo y clavos, a quienes pudieran recuperar las maderas de sus viviendas ubicadas peligrosamente a orillas del mar. A fines de septiembre las familias seguían en sus casas, y los chilotes llegados de los villorrios y poblados del interior de la isla grande a buscar ayuda en la ciudad y que vivían albergados en la plaza y en otros lugares fueron establecidos primero en el estadio en carpas y ranchos construidos con escombros rescatados de los edificios destruidos, y después fueron trasladados a una población de emergencia construida por CORVI, fue la Población Manuel Rodríguez.
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CALLE SERRANO
Después los sufrimientos son escombros, olvidos de la memoria
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Calle Serrano muestra en su vereda escombros de los edificios destruidos pero el Cine Rex, propiedad de don Luis Jiménez Pérez, no muestra daños en su fachada.
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Momentos después del terremoto comenzó el incendio en calle Thompson. En la esquina de calle Blanco la gente ayuda a salvar muebles y otros enseres de las casas amenazadas por el incendio, y observa a los bomberos trabajar con una bomba de mano. No hay agua, y el único carro bomba permanece en el pozo de la plaza sin poder funcionar a causa de fallas mecánicas. Esta fotografía fue tomada por Gilberto Provoste desde la entrada del cine Rex, hoy Centro Cultural.
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La violencia del terremoto no solo destruyó los edificios de cemento, muchas casas de madera no pudieron soportar la violencia de las ondas sísmicas que derrumbó sus paredes dejando a la vista el interior de las habitaciones. La violencia del temblor quebró los vidrios de las ventanas, y muchas casas resultaron destruidas cuando se hundió el terreno sobre el cual fueron construidas. En calle Serrano esquina Latorre la propiedad de don. El asombro se ve reflejado en los rostros de los habitantes de Castro que parece no pueden creer tanta destrucción, otros caminan cabizbajos, y resignados apuran el paso para ir a visitar a sus parientes y amigos y poder saber en que situación se encuentran después de esta catástrofe.
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El terremoto ha abierto enormes grietas como la que se ve en esta fotografía, en mitad de calle Serrano esquina Latorre, una puerta avisa el peligro. Algunos habitantes comienzan a desalojar sus casas, ¿se van a vivir con parientes en el campo, y trasladaran sus muebles, ropas y otros enseres en una carreta? La fotografía muestra un tranquilo paisaje de destrucción, los postes de luz, enormes troncos de alerce, quedaron ladeados. En el lado izquierdo de la fotografía la casa propiedad de don Pedro Velásquez Bontes al ser arrancada de sus cimientos han perdido la verticalidad al igual que las otras casas que asemejan ser juguetes desordenados por una mano gigante. Piedras y escombros permanecen en las calles de un pueblo que la catástrofe impredecible ha dejado en desorden
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CALLE SAN MARTIN
AL FINAL DEL DÍA, EL FUTURO NO EXISTE…
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En su primera cuadra, frente a la plaza, se ubicaba la tienda Gallardo, una casona que de modo misterioso se salvó del Gran Incendio del año 36, el resto eran casas de habitación de muy antiguas familias castreñas. La esquina con calle Latorre es un sitio eriazo donde estuvo el incendiado Hotel Hein, y el día del terremoto había una ramada de celebrar las Glorias Navales. La calle San Martín se prolongaba a un costado del Templo Franciscano detrás del cual aparecía un muy viejo edificio de madera, la Escuela San Francisco, en cuyo patio en los días del terremoto aterrizaban helicópteros trayendo medicamentos para el hospital. Allí también se levantaban ramadas hechas con “cantoneras”, desechos de los aserraderos, ramas de avellano y coigüe, y suelo de tierra cubierta de viruta y aserrín para bailar los boleros, tangos, cuecas y tonadas en los años cuando el pueblo tenía la costumbre de celebrar las fiestas patrias con cazuelas de ave, docenas de picantes empanadas, un buen vino pipeño y mucha música de una ruidosa orquesta con un entonado cantante, una guitarra, un acordeón, y una destartalada batería. En la siguiente cuadra estaba el grupo escolar. La Escuela Número uno de Hombres y la Escuela dos de Mujeres, un largo edificio de cemento construido en la década del cuarenta. Pasada la esquina de Ramírez, la San Martín era una tranquila calle de ripio transitada por carretas cargadas con sacos de papas, barriles de chicha, llegaban desde Tenten, Pidpid, Llaullao, Putemun, Alto Muro, Tey, Piruquina y otros lugares. Allí la San Martín era una calle de ciudad con un añejo ambiente rural. Enormes caserones, con puertas ornamentadas, grandes ventanales de pequeños vidrios, casas con abundantes arboledas de manzanas y ciruelas, cerezas, peras y membrillos creciendo en abundancia en los patios traseros donde siempre había una cocina fogón, y se criaban cerdos y gallinas. Por esa calle, cansados de pedalear, aparecen en la fotografía Ubaldo Bórquez y su hermano Nia en una carrera de bicicletas, Dalcahue – Castro, que ganaron en la Fiesta de la Primavera del año 50.
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Calle San Martín frente al grupo escolar. Las fachadas de las casas de cemento son escombros que permanecen amontonados sobre la vereda. No hay luz eléctrica, los postes de luz permanecen ladeados y sin cables. En el extremo superior de la fotografía se ve el humo del incendio que destruye las casas de calle Thompson. Muchas de las casas destruidas por el terremoto eran de estructura compuesta, concreto y madera, extremadamente vulnerable a los terremotos. La estructura interior de madera, más flexible como consecuencia de la onda sísmica se mueve libremente golpeando contra la estructura exterior más rígida, la que entonces se derrumba.
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Calle San Martín. Edificio de empleados públicos frente al grupo escolar.
El corresponsal de la revista LIFE escribió: “La ciudad de Castro, apacible centro comercial de unos 10.000 habitantes, conoció desde su fundación en 1567, otras tragedias. Pero ninguna como esta. En solo seis fatales minutos, el terremoto que azotó a Chile dejó sin hogar a dos terceras partes de la población y originó unos treinta incendios. Casas enteras cayeron desde la cima de las colinas y se estrellaron contra las de abajo. El mar inundó las calles y produjo mayor destrucción. Cuando cesó el temblor y las aguas se retiraron la gente trató de reanudar su existencia normal desbaratada por la catástrofe. Mientras llegaba por vía aérea la ayuda de los EE.UU. y de muchos otros países, los bomberos, comerciantes y funcionarios del gobierno comenzaron a despejar los escombros. Osvaldo Barrientos, Gobernador del Departamento, asumió la dirección de las obras de reconstrucción y auxilio. Pero la tarea era sumamente ardua, Barrientos dijo: “Tenemos que alimentar y vestir a los que quedaron sin hogar, construir albergues temporales e inmunizar a todos contra la fiebre tifoidea y el tifus”.
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CALLE THOMPSON
DESPUÉS DEL TERREMOTO, EMPEZÓ EL FUEGO40…
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Ismael Latif
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La gente mira como se queman las casas de calle Thompson, los muebles y otros enseres rescatados de las casas permanecen en mitad de la calle. El edificio esquina de calle Blanco era propiedad de don Liborio Barrientos, allí se ubicaba la Librería Zig-Zag de Ramón Barrientos. Aquel día de 1960 la ciudad amaneció embanderada. Era natural que nadie sacara las banderas del frontis de sus casas después de trasnochar en los bailes y ramadas de celebrar un combate naval ocurrido hacia casi ochenta años. Acontecimiento que el día anterior conmemoraron con un desfile de gran ceremonia encabezado por el Alcalde y la plana mayor de las autoridades municipales. Eran casi las tres de la tarde cuando se sintió un temblor de tierra, y en menos de quince minutos una ciudad que había tardado cuatrocientos años en formarse fue destruida.
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Ese mes la Revista Zig – Zag informó: “Castro como en tiempos de los corsarios, después de ocurrido el sismo vio ser consumido por las llamas todo el centro de la ciudad. Las casas edificadas sobre pilotes en el borde del mar, salieron navegando como ligeros barcos desaparejados. El puerto fue destruido. Para detener los incendios se usó dinamita porque no había agua para apagarlos. La gente vive en campamentos improvisados en la Plaza, al aire libre, en carpas, en refugios improvisados o en los edificios que se consideran más sólidos. En las islas las salidas del mar destruyeron las pistas de aterrizaje”41.
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Zig . Zag. 27 de mayo de 1960
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Incendio de calle Thompson visto desde la esquina de Chacabuco, lugar donde hoy se ubica la Hostería. La propiedad de la señorita Blanca Miranda fue uno de los pocos edificios que sobrevivió al terremoto y posterior incendio. Calle Thompson arde por ambos lados para detener el avance del fuego los bomberos debieron dinamitar algunas casas por el lado de calle Blanco. Momentos después de ocurrido el terremoto comienza el incendio de calle Thompson. La gente mira las casas incendiarse, los bomberos no tenían agua en los grifos para combatir los incendios. Las pocas cosas rescatadas se amontonan en las calles. En algunas casas aun permanecen izadas las banderas de celebrar el 21 de mayo, día de las Glorias Navales. El único modo de detener esta nueva catástrofe fue dinamitar las casas, y así evitar que el incendio avanzara por calle Blanco.
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La gente en la incendiada calle Thompson rescata latas y maderas para en la Plaza construir un precario albergue para su familia. Cuando las ondas sísmicas ya habían destruidoel muelle, el edificio de aduanas, y los edificios de la empinada calle Blanco, comenzaron a producirse incendios, y la alarma se extendió al resto de la ciudad. Los incendios duraron hasta las cuatro de la madrugada. Los bomberos trabajaban con baldes y escalas su carro bomba estaba en reparaciones, desde hace un mes esperaban llegara desde el continente los repuestos. Nada parecía detener el avanzar de los incendios. Los incendios destruyeron las pocas mercaderías que se habían salvado del terremoto, recordando a muchos la tragedia vivida en marzo del año 36.
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Un carabinero acompañado de un voluntario de la Guardia Civil custodian los escombros de los edificios de calle Blanco esquina Thompson donde se ubicaba la librería Zig – Zag, y la zapatería de Jorge Miranda, jugador del Estrella del Sur. El edificio que en calle Blanco se ve con su frontis derrumbado sobre la vereda era la residencia de Francisco Mallagaray Molleda, propiedad de don Santiago Haro Muñoz. Cada tres o cuatro horas se sienten temblores. Por este motivo no se recobra la calma definitiva en los pobladores. El temblor de las 17.30 horas del primero de junio sembró el pánico. La gente abandonó sus casas creyendo era un nuevo terremoto. Esa noche nadie pudo dormir por causa de la repetida pesadilla de los temblores. Chiloé vive los días más difíciles de su historia. Según la Dirección General de
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Carabineros en toda la isla el sismo dejó una secuela de 962 muertos, 1410 desaparecidos, 668 heridos graves y 22 leves. Se cree que este número aumentara cuando se reciban informaciones de los sectores rurales y de las islas del archipiélago interior42.
Calle Thompson después de ser destruida por el terremoto y los incendios. Las principales calles de Castro: Blanco, Pedro Montt, Lillo, Serrano, San Martín, Ramírez fueron declaradas 42
La Cruz del Sur, 6 de junio de 1960.
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peligrosas por las autoridades. Muchas viviendas en las calles mencionadas fueron clausuradas en resguardo y seguridad de sus ocupantes. Escombros y más escombros dan a Castro el aspecto de una ciudad bombardeada.
Un paisaje de desolación es la Calle Thompson después que los bomberos usaron dinamita para detener el incendio. La fotografía fue tomada desde la esquina de calle Blanco con Serrano donde el edificio de la Caja Nacional de Ahorro muestra los daños que el terremoto provocó en su estructura. En Castro no había agua potable y los habitantes la debían ir a buscar en chuicos y damajuanas hasta las vertientes ubicadas en la bajada de Thompson a Calle Pedro Aguirre Cerda.
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El 23 de junio el Presidente de la Republica, Jorge Alessandri, inició una visita a la zona del terremoto, llega a Concepción. El martes 24 de mayo, el Jefe de Estado, siguió viaje a Angol, Temuco, Valdivia, Osorno y Puerto Montt43. La isla de Chiloé no fue considerada en esta visita, ni incorporada en el plan de reconstrucción de la zona desvastada. En Castro un mendigo, “el brujo” Leuquén, sentado en la vereda fuma y observa la ciudad destruida. “Detrás del humo todo tiene la turbiedad de lo pasado, detrás del humo quedan todos los destinos posibles e imposibles44” en una ciudad abandonada a surgir de sus escombros.
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Revista Zig – Zag. 27 de mayo de 1960 Mario Benedetti. Poeta uruguayo.
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GENTE QUE SOBREVIVIO UN TERREMOTO
QUEDAMOS TAN LEJOS, TAN AISLADOS45… 45
Norma Sánchez Águila. 15 años en 1960.
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Antiguo estadio de Castro. En el lado izquierdo de la fotografía se ve el edificio del antiguo hospital. Edificio destruido por el terremoto del 22 de mayo de 1960. En el lado derecho el antiguo edificio de madera y concreto del Instituto Politécnico, en ese entonces, Escuela Industrial, que se utilizó como hospital durante el sismo. Edificio que fue destruido por un incendio en diciembre del año 2002.
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En el antiguo estadio que tenía una tribuna de madera por el lado del Río Gamboa. el 22 de mayo, un día de verano en pleno otoño, se definía el campeonato de los barrios, jugaban la final Piloto Pardo con Pedro Montt, aunque algunos dicen que era entre Unión Sernmart, Serrano - San Martín, y Punta de Chonos. Cerca de las tres de la tarde comenzamos a sentir un enorme ruido subterráneo, vimos caer la tribuna con gran estruendo, y una nube de polvo cubrió la ciudad. El público asustado corrió hasta la cancha que se ubicaba de este a oeste, desde el cementerio hasta calle Freire. La techumbre del antiguo hospital comenzó a desarmarse. El motor electrógeno que se ubicaba al final de calle Ramírez, una cuadra que ya no existe, años después esa cuadra fue ocupada por el nuevo Gimnasio construido al lado de la cancha. Ese motor estaba funcionando y comenzó a dar grandes estampidos. Toda la gente se quedó en la cancha hasta cuando pasó la violencia del temblor y regresamos choqueados a los camarines, a puntapiés derribamos las puertas atascadas por el movimiento sísmico. Tomamos nuestras ropas y sin vestirnos, con los chuteadores puestos, corrimos hasta nuestras casas46…” Después del terremoto en el estadio se apretujaban carpas, barracones, y chozas miserables. Era una población callampa donde la gente vive entre el barro y la basura. Abundan niños y ancianos desnutridos hasta los huesos. Para botar, por las laderas del río Gamboa, los desperdicios y las aguas servidas se hizo una acequia que pasaba por la mitad de la cancha. El día del terremoto en Castro murieron cinco personas pero el frío, las epidemias, la falta de alimentación, y las precarias condiciones de vida en este campamento de albergados provocó la muerte de casi cuarenta niños según 46
Luis “Cochifas” Olivares.
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informó La Cruz del Sur. “A solo cuatro cuadras del centro de la ciudad los niños se mueren”. Era el titular de la noticia. “Visítelos y verá su pobreza, su dolor, la desesperación de los padres que ven morir a sus hijos, y su resignación final. […] Para muchos esto es: Una lógica consecuencia de una tragedia que asustó al mundo”. Escribió HEMARDI en la Cruz del Sur del 22 de octubre de 1960.
La familia Muñoz Alvarado frente a su casa destruida por el terremoto. Esta casa se ubicaba al final de calle Esmeralda, frente al Liceo, al comienzo de la carretera Panamericana. En la fotografía se observa a la entrada de su casa al carabinero Leoncio Muñoz, su esposa Elba Alvarado, sus hijos Washington y Elizabeth, dos amigas de la familia Alicia Raimilla y Maria Raimilla luego aparecen los otros hijos del matrimonio Muñoz Alvarado: Marta, Ramón, una niña no identificada y Magaly.
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La familia Muñoz – Alvarado reunida a la hora del almuerzo. Doña Elba Alvarado Hernández sirve un humeante plato de cazuela preparada en la cocina a leña. En la mesa esperan el carabinero Leoncio Muñoz Guentelican, su hijo Washington, Alicia y Maria Raimilla, amigas de la familia. Al lado de la silla vacía Marta y Magali Muñoz Alvarado.
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Bomberos de Castro frente a su cuartel destruido por el terremoto de mayo de 1960. Cuartel que estaba ubicado en calle Esmeralda, a un costado del cine Centenario, lugar donde actualmente se ubica el Museo Regional.
En la foto, publicada en la revista norteamericana Life, aparecen: Enrique Miranda López, Director, Rosendo Cárdenas Vidal, Capitán de la Tercera Compañía, Luis Bustamante, José María Gallardo, Wenceslao Díaz Hermógenes Contreras, César Montiel, Lupercio Barría, Guerrero, Galvarino García
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Rodeada de vecinos en el patio del Liceo, Estela Aguilar, de Castro, cocinera voluntaria en una olla común durante el desastre, chamusca las plumas de un pollo flaco para la cena. Doña Estela Aguilar viste de luto por su padre fallecido a causa del terremoto. Tras el caño de la estufa está su suegra, Doralisa Vargas y dos nietas sentadas en el suelo cerca de una estufa Dover que se traían de Punta Arenas, junto a ella un sobrino por parte de la familia de su marido.
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La familia de Francisco Mallagaray cuyo hogar fue destruido por el terremoto encontró albergue en la casa de la señora Lidia Díaz, en calle San Martín. En la fotografía se observa a Georgina Vargas, Francisco Mallagaray, Lidia Díaz. Los niños hijos del matrimonio Mallagaray – Vargas, de izquierda a derecha: Raquel, Ximena, Begoña y Francisco.
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Esa tarde de domingo después del almuerzo algo extraño comenzó a suceder, el suelo se estaba moviendo y se sentía un aterrador ruido subterráneo; el fuerte movimiento y el ruido no cesaban, las mujeres gritaban desesperadas llamando a sus hijos, las personas se abrazaban, todos se aferraban a algo; muchos lloraban, los adultos rogaban a Dios y pedían perdón por sus pecados. Quienes intentaban mantenerse en pie o caminar caían al suelo; que ondeaba como olas del mar, y se levantaba una polvareda. Todo era inexplicable y terrorífico. Duró mucho tiempo, quince minutos al menos... muchos pensamos era un violento temporal después nos dimos cuenta que había sido un terremoto... y vino el caos, aparentemente la tierra se había calmado. Pero los lamentos, los ruegos, los gritos, de las madres buscando a sus hijos que en su desesperación no encontraban. Vi personas adultas arrodilladas rogando a Dios, alrededor todo estaba destruido las casas con sus paredes caídas sobre las veredas, las que se mantenían en pie estaban con sus puertas y ventanas abiertas, y sus vidrios quebrados. Una hora después comenzó el incendio, y no había agua. La gente corría desesperada llevando la noticia decían que con dinamita los bomberos detuvieron el avance del fuego. Los niños escuchaban a los adultos decir que era el comienzo del fin del mundo, y lo que vendría sería mucho peor. La noche fue lúgubre, sin luz eléctrica, apenas alumbrados con velas, mecheros o lámparas a parafina, sin agua potable, en medio de un ambiente de desamparo e inseguridad. Nuestros padres y los vecinos que a la intemperie acampaban con nosotros se contaban historias de monstruos que saldrían desde las grietas en la tierra abierta por el sismo. Historias que escucharon a sus abuelos, monstruos que imaginaban inmensos... y sin saberlo nos transmitían su miedo y su ignorancia, porque los escuchábamos y no podíamos dormir. Nadie sabía qué había sucedido, los adultos creían saberlo. Pero vivían en un mundo fantástico que atribuía esa cataclismo a causas sobrenaturales
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La familia Mallagaray frente al destruido edificio de la Ferretería La Vasconia, ubicada en la vereda norte de calle Blanco antes de llegar a Serrano. En la fotografía se observa a Georgina Vargas, Francisco Mallagaray Molleda, y sus hijos Raquel, Ximena, Begoña y Francisco.
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Refugio para 27 personas fue la residencia del agrónomo Guillermo Castro, vestido con chaqueta con cuello de piel. En la fotografía se identifican: Zoilo Barrientos González, Megan Watkigns Urrutia, Roberto Barrientos W. Richard Barrientos W. Luis Tapia Gatti, Noemí “Mimí” Atala, Guillermo Castro, Olga Quilaqueo Latorre, Raquel Dinosera, Florencia Barrientos W. Horacio Barrientos Cofré. Fue Comandante del “Manutara”, el avión que realizó el primer viaje aéreo a Isla de Pascua en enero de 1950. Osvaldo Barrientos Atala, Pedro González Prieto, Dina Fodich Jofré.
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Francisco Mallagaray inspecciona la parte posterior del edificio de su tienda de importaciones completamente destruida por el devastador sismo. Su familia observa lo que ha quedado de su hogar y del negocio.
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La señora Ana Bórquez Andrade observa la destrucción que terremoto ha provocado en la farmacia de su propiedad. 1960 la Farmacia Bórquez, antes de trasladarse frente a Plaza de Armas, estaba ubicada en calle Blanco antes llegar a Luis Espinoza.
el En la de
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“Una tendera valiente la señora María Martínez aparece entre los escombros de su pequeño almacén de comestibles. Pensó irse de la ciudad pero cambio de idea y volver a tentar suerte en Chiloé”. Escribió el reportero de la Revista LIFE. La frutería y almacén de provisiones “La Golosina” se ubicaba en calle Serrano esquina Latorre después se trasladó a calle San Martín esquina Ramírez en una antigua casona que el año 1970 fue destruida por un incendio. Esta nueva
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fatalidad Chiloé47.
obligó
a
la
señora
María
Martínez
a
irse
de
El mar inundó todas las casas de calle Lillo y Pedro Aguirre Cerda. Todos los vecinos nos fuimos para otros lados. Cinco o seis familias nos fuimos al sitio de la CORFO, en calle Serrano con Ramírez, frente a la casa de don Olegario Gómez, otros se fueron al Liceo y después vivieron en la Plaza. En ese lugar vivimos en una carpa grande. La noche del incendio de calle Blanco, pensamos que el fuego seguiría por Lillo, y se iba a quemar todo. Esa noche nos fuimos a buscar las cosas que dejamos en el segundo piso de la casa después del maremoto. Casi de madrugada subí por calle Thompson cargando al hombro un antiguo colchón de lana. Así pasamos la noche llevando nuestras cosas hasta el final de calle Serrano, allí vivimos, todo el invierno, en una carpa haciendo olla común con otras familias. Temblaba a cada rato pero nos acostumbramos a vivir con los temblores. La ayuda la 47
Incendio ocurrido el 24 de mayo de 1970, a las 12.10 horas. Historia centenaria de la Segunda Compañía de Bomberos. Dante Montiel Vera. Pág. 120.
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trajo un barco de la armada, entonces, nos dieron alimentos. Dicen que llegó mucha ayuda, ropa, alimentos, frazadas, materiales de construcción. Nosotros no recibimos nada. Ahí el más pillo se avivó. No había agua para bañarse, era una crianza de piojos. Ibamos a buscar agua en una vertiente, en la bajada de Ramírez, en el Palacio Cristal, cerca de la estación. Había que levantarse de amanecida para ir a la escuela a pedir alimentos48…. En la fotografía se observa a una niña de los sectores rurales del archipiélago sentada junto a una mesa con latas de comida envasada llegada desde USA y que entregaba CARITAS Chile a los damnificados por el terremoto. 48
Norma Sánchez Águila, tenía 15 años en 1960.
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EL INFORTUNIO FUE DERROTADO Hace cincuenta años la gente derrotó a la adversidad. Aislados, sin ayuda del Gobierno, con escasos auxilios llegados desde el extranjero en una cadena solidaria que trajo ropa, alimentos y vacunas, y con muy escasos recursos económicos los chilotes comenzaron a reconstruir sus casas. Los ancianos con un resignado: “Será de Dios no más”, aceptaban la catástrofe y se disponían a reiniciar la vida. Los adultos sin perder los rasgos del humor chilote, sin sarcasmos, con fina ironía, riendo se ayudaban en rescatar todo lo que pudiera volver a usarse en el nuevo hogar que la familia comenzaba a construir. La nueva casa con su salón de recibir visitas, cortinas en las ventanas, y bancas de madera con cojines y fundas floreadas. La cocina con su estufa a leña y su banco flojero para descansar los largos días de invierno. Casas sencillas de gente sencilla, una sencillez que muchos hoy confunden con ignorancia, sencillez de no aparentar por lo que no se tiene, acogedores sin adulación, y generosos en todo momento. Siempre buscando reír, y aun en la peor desgracia encuentran una chispa de humor que ayuda a mejor soportar la calamidad. Como aquel chilote que preguntó: “Sufrió mucho su casa, compadre”. Queriendo saber los daños que había provocado el terremoto, y le contestaron: “No, al primer remezón se desplomó de un golpe…” En esos años de esfuerzos y pobreza, años de vivir la infancia corriendo por calles de barro y pozas de agua con botas de goma o negros zapatos plásticos, húmedos en invierno y traspiradores en verano, se inventaron costumbres hoy ya olvidadas. Si nuestros padres lograban comprarnos un nuevo par de zapatos, para mejor presentados ir al colegio. En el primer día de ser usados esos zapatos sufrían escupos y pisotones, era “el remojo”, el bautizo de las cosas nuevas. El augurio de que no se han de arrugar o encoger con las primeras lluvias. Al usar un pantalón, vestón o abrigo nuevo
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o que contrastaba con aquella ropa que los otros acostumbraban a usar a diario, ya desgastada por el uso, en una pobreza que no derrotaba la dignidad de las personas, debíamos aguantar los estirones, simulacros de escupos, golpes en la espalda y la irónica frase: “ropa terremoteada, eeh!”. No faltaba quien en la calle te gritaba: “Traes ropa marca T-erre-A”, “terremotea” por haberse conseguido en la ayuda que entregaba Caritas. Tampoco faltaron quienes con su ingenio, de la fatalidad hicieron algo positivo. En esos años era costumbre criar chanchos y gallinas. En los barrios costeros la gente los criaba en sus palafitos donde una plataforma de tablas era el patio trasero de la casa. Con la fuerza de la corriente del terremoto, los temblores, el susto y desesperación de los cerdos encerrados en sus chiqueros, y las tablas debilitadas por la humedad muchos chanchos cayeron al mar. Se cansaron de nadar, murieron, y la corriente de la vaciante los llevó a varar en las playas frente a la ciudad. Gabriel Cárcamo, “Patazia”, que andaba por esos lados vio esa varazón de chanchos y vislumbró el negocio. Pidió prestado su fogón a José Mansilla49 de Yutuy, y empezó a traer chanchos. Los quemaba, faenaba, sacaba el cuero y la grasa, derritió la gordura hizo manteca y chicharrones, frió la carne, ahumó otra cantidad; y trajo la carne a vender a Castro. Con el hambre y la escasez que había se hizo el negocio. Nadie murió todos le agradecieron sin nunca saber que comieron los chanchos que “Patazia” encontró varados en la playa50.
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Esposo de Emiliana Cárdenas. Profesora que fines del siglo veinte publicó libros de Mitología Chilota. 50 Norma Sánchez Águila, 15 años en 1960.
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Cocinando en un patio escolar, un grupo de mujeres voluntarias preparan y reparten sopa de fideos a 150 personas instaladas en los salones de clase. Un mes después de ocurrido el terremoto Chiloé presenta un cuadro desolador. A la destrucción causada por el terremoto y el maremoto se agregaron los temporales de viento y lluvia. Los temblores se producen a cualquier hora del día y de la noche. No falta un solo día que no ocurra un temblor, manteniendo a la población en constante tensión. Una sobrexcitación que se refleja en la mirada y en los gestos de la gente51.
51
El Mercurio 21 de junio de 1960.
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Después del terremoto comenzaron a llegar hasta Castro; chilotes que se venían a la ciudad desde Rilan, Curahue, Quilquico, Rauco, Piruquina, y otros lugares. Isleños empujados por la catástrofe escapaban desde Quehui, Chelín, Alao, Cahulinec y otras islas buscando refugio en la ciudad. Huían de los padecimientos que sufrían en el desamparo de sus islas y parajes. La ciudad no estaba preparada para recibir la marea de los refugiados, y sufrió un nuevo terremoto, silencioso, invisible, que provocó serios desajustes en la estructura social. Apareció el marginado de origen rural, la cesantía, y la pobreza se convirtió en miseria. El campesino abandonó su herencia familiar y llegó a la ciudad a habitar en barracones de emergencia, a vivir de la caridad o de oficios de subsistencia. Hombres mujeres y niños resignados, soportando el desamparo y la pobreza, esperaban durante horas un poco de comida en las ollas comunes52. 52
Rodolfo Urbina Burgos. Castro, Castreños y Chilotes. 1960 – 1990. Ediciones Universitarias Valparaíso. 1996.
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En la fotografía, en el aeródromo de Csatro, una joven lleva a su hermano herido para sea trasladado hasta el hospital de campaña que la ayuda norteamericana a levantado en Puerto Montt. Después de ocho días de ocurrida la catástrofe del veintidós de mayo. La Cruz del Sur publicó el siguiente listado de la destrucción provocada por el sismo en los diferentes pueblos de Chiloé; aunque parece un telegrama por lo frío y resumido de las descripciones, esta especie de resignación, no puede ocultar la verdadera dimensión de la tragedia que se vivía en todo el archipiélago: Castro: 161 casas destruidas, 119 semidestruidas, 18 deterioradas, 28 incendiadas. Totalmente destruidos el molo de atraque y el edificio de aduanas. Seriamente dañados los edificios públicos: Correos, Cuartel de Bomberos Segunda Compañía, Hospital, Banco del Estado, Liceo, Bodega de Ferrocarril, Edificio Municipal, Comisaría. Chonchi: 20 casas semidestruidas. Sin desgracias personales.
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Puqueldón: 85% de las casas destruidas o inhabitables. Hay muertos por derrumbes. Queilen: Catorce casas destruidas, muelle destruido. Caballerizas y Retén semidestruidos. Quellón: Siete casas destruidas, retén en peligro. Rauco: Iglesia y casa parroquial destruidas. Casas destruidas en más del 50%. En el campo alrededor del 80%. Quinchao: Un incendio, cuatro en Curaco de Vélez. No hubo victimas.
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“Para el terremoto de 1960 yo cursaba el quinto de humanidades. El Liceo fue utilizado como albergue; a los alumnos más humildes nos enviaron a estudiar a otros lugares del país. […] Nos llevaron en un avión de carga el 10 de junio para continuar estudios en colegios con internados que ofrecían cupos como en San Fernando, Rancagua, Chillán.[…] En Puerto Montt nos hospedaron en la Escuela Industrial. Los días pasaban y nadie nos llevaba, se cortó el puente aéreo de emergencia. Al transcurrir los días los padres enviaron reclamos a las autoridades para que el viaje continuara o nos devolvieran al lugar de origen; después alguien gestionó para nos embarcáramos en el Taitao de regreso a la isla. Eso fue el 23 de junio, en víspera de San Juan, hicimos pruebas en el comedor del barco donde nos acomodaron sin derecho a comida. La tarde del 24 arribamos a Dalcahue. Nos desembarcamos y tomamos un camión que
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regresaba a Chonchi, llegamos esa misma noche. El Taitao arribaría a Castro hasta la amanecida del 25.53”
Helicóptero de la FACH aterriza en la Cancha de aviación, aeródromo de Gamboa. Pobladores damnificados se acercan a pedir ayuda, víveres y alimentos. Los EE.UU. enviaron al principio harina y leche en polvo, y luego otros víveres, ropa y medicinas. El auxilio llegó también de América Latina, y muchos países europeos, entre ellos Gran Bretaña. Pero se estima que Chile necesita 500 millones de dólares para la reconstrucción. Tres helicópteros de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos teñían como base de operaciones el aeródromo
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Sonia Caicheo Gallardo. Poeta y profesora. Libro Horizontes del Sur. 75 años Liceo Galvarino Riveros. 2003, pág.98.
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de Gamboa, llevando medicamentos lugares del archipiélago54.
y
alimentos
a
distintos
Monjas de la Congregación Hermanas de la Misericordia, y habitantes de calle San Martín albergados en la pampa detrás del colegio que esta congregación religiosa tenía en calle San Martín. Todas las tardes de la última semana de octubre en la Plaza de Armas, entre las 18 y 20 horas, se exhiben cortometrajes con escenas de la vida, pasión y muerte de Jesús. Una impresionante cantidad de gente repleta los contornos del obelisco y prados circundantes, atentos escuchan la predica del Obispo Evangélico Alejandro Duran
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Cruz del Sur.23 de junio de 1960.
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Moreira. No les importa la lluvia ni el intenso frío55. Muchos viven en el Estadio en carpas o en calamitosas casas construidas con desechos, lugar donde hasta principios de mes habían fallecido al menos veinte niños a causa de la mala alimentación, las precarias condiciones de vida, la humedad, el frío. Además desde septiembre se nota el éxodo de chilotes hacía la Patagonia. Según cifras oficiales después del terremoto más de 400 familias han emigrado a Punta Arenas o al sur de Argentina56. Escapaban de Chiloé donde vivían de la caridad. No había trabajo, y no se iniciaban las obras de reconstrucción. El gobierno central mantenía a la isla en el aislamiento y el abandono. La gente resignada a vivir en la pobreza, rezaba en la plaza de armas de la ciudad. CASTREÑOS INICIAN LA RECONSTRUCCION En junio aún se producían replicas destructoras con intervalos de algunos días pero la gente se ha acostumbrado y no se asusta con esos temblores que continuaran durante varios meses. Los servicios públicos están inutilizados. El destruido hospital se instaló en la escuela de artesanos57, allí en un quirófano improvisado atendía el doctor René Tapia, y las salas de clases se convirtieron en salas de hospitalización y enfermería donde con muy pocos recursos atendía el personal paramédico y los auxiliares. Afortunadamente hubo muy pocas personas heridas, y no se produjeron epidemias. Por casi tres semanas no hubo agua la gente la buscaba en las vertientes cercanas. Los bomberos no podían abastecer a los habitantes de la ciudad, su carro bomba estaba inutilizado por desperfectos mecánicos. Durante casi tres meses no hubo energía eléctrica, los motores generadores 55
La Cruz del Sur, 20 de octubre de 1960. La Cruz del Sur, 29 de octubre de 1960. 57 Después edifico del Instituto Politécnico que fue destruido por un incendio el 25 de diciembre de 1993. 56
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ubicados al final de calle Ramírez, y a la entrada del Estadio Municipal se detuvieron y quedaron deteriorados el mismo día del terremoto. Aunque la pequeña represa hidroeléctrica, El Tranque, no sufrió daños en su estructura, sus generadores de electricidad hacia mucho tiempo que no funcionaban. Los derrumbes cortaron los senderos rurales, la salida del mar impidió caminar por la playa. El camino de Castro a Ancud estaba cortado por la caída de puentes, grietas y deslizamientos de tierra, se necesitaron varios meses para dejarlo en condiciones de ser usado para el trafico de buses y camiones. En Castro la línea férrea y la estación quedaron bajo el agua. La única vía de comunicación era el mar. El pequeño aeropuerto de Gamboa en su pista presentaba grietas y deslizamientos del terreno, aun así aterrizaban aviones y helicópteros trayendo ayuda y medicamentos La falta de comunicaciones radiales y telegráficas ocasionadas por la interrupción de la electricidad hizo imposible que en el resto del país se conociera un informe exacto de lo ocurrido en Chiloé. Los periodistas extranjeros que llegaban en los helicópteros que trasladaban la ayuda internacional mejor informaron la situación de Chiloé en sus respectivos países que los periodistas nacionales en Chile. El aislamiento y la falta de ayuda del gobierno central fueron sustituidos por una improvisada organización dirigida por las autoridades provinciales y municipales que delegaron funciones y deberes específicos en Carabineros e instituciones sociales de bien publico como Defensa Civil, Cruz Roja, destacándose especialmente el trabajo del Cuerpo de Bomberos. Las autoridades locales movilizaron inmediatamente a estas organizaciones civiles. La gente fue puesta a trabajar para ayudarse mutuamente, y se les permitió moverse libremente por una ciudad destruida mientras realizaban trabajos de vigilancia del comercio y rescate de enseres desde las casas derrumbadas. La pronta reacción y organización de la institucionalidad civil impidió un
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desorden cívico, y motivaron la solidaridad y cooperación entre los habitantes de la ciudad durante y después de la catástrofe. Los diarios de la capital informaban que “las autoridades de la isla solicitaron al Gobierno Central la facultad de otorgar según su propio criterio, las ayudas en ropas y víveres, a cambio del trabajo de los damnificados”. Expresaban que “los campesinos llegados hasta las ciudades de Chiloé prefieren no trabajar, y esperar en largas filas la ayuda que se entrega a los damnificados. Situación que no permite la recuperación de la actividad comercial58”. Los periodistas y las autoridades desconocían que la situación de los campesinos y pescadores era más precaria que los habitantes de la ciudad que o eran dueños de comercios, empleados o ejercían algún oficio. Los agricultores sufrieron la pérdida de sus galpones, siembras y animales, y el invierno no permitió realizar labores agrícolas. Además el mar que no regresaba a sus límites naturales impedía realizar labores de pesca.
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El Mercurio 28 de junio de 1960.
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Edificio de la Gobernación Departamental donde se realizó la reunión de las autoridades de la ciudad con el Presidente de la Republica, Sr. Arturo Alessandri Rodríguez, cuando visitó Chiloé el siete de diciembre de 1960.
LA VISITA DEL SEÑOR PRESIDENTE Se terminaba el año 1960 y el Presidente de la Republica, Jorge Alessandri Rodríguez, que andaba por Valdivia acompañado de los Ministros de Economía, Fomento y Reconstrucción; y Obras Públicas decidió venir de visita a Chiloé. En la plaza de Castro ya no habían miserables ranchos de albergados; después de vivir en la cancha del estadio fueron trasladados a un lugar donde ellos construyeron sus casas, la Población CORVI, hoy llamada Manuel Rodríguez. La ciudad no mostraba escombros ni gente pidiendo de caridad alguna ropa y un poco de alimentos.
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Minutos antes del mediodía en el aeródromo de Gamboa recibieron al Presidente, el Gobernador Departamental, el Alcalde de Castro, Sr. Silvio Pérez Torres, los diputados por Chiloé59, y otros vecinos que acompañaron al Presidente y su comitiva hasta el centro de la ciudad donde recorrieron la destruida calle Blanco y la zona portuaria, que observó desde la calle Pedro Montt; “un desastre que verdaderamente oprime60”, dijo, y ordenó su reconstrucción. Medio año después de ocurrido el terremoto recién el Primer mandatario llegó a comprobar la magnitud de los daños; después hace un breve recorrido por otras calles lo sigue una caravana de automóviles. Disgustado ordena a los carabineros prohibir la circulación de tanto vehículo porque le molesta el polvo. Más tarde en el edificio de la Gobernación Provincial se reúne con las autoridades y personas más representativas de la ciudad. En esa reunión manifestó que: “había deseado llegar hasta las provincias afectadas que no había podido visitar antes, y tenía especial preocupación por Chiloé que ha permanecido abandonada durante largo tiempo61”. No dijo que preocupaciones le impidieron meses antes llegar hasta la isla. A continuación dio a conocer cifras sobre la inversión proyectada para el año 1961 en obras portuarias, escuelas, aeropuertos y servicios públicos. Especialmente anunció la construcción del Liceo Coeducacional, terminar de construir el camino Castro – Quellón, y un vasto plan de trazado de sendas costeras, anunció que Endesa se hará cargo del servicio y distribución de la energía eléctrica con un trazado de líneas de alta tensión, y además la Corporación de Fomento, CORFO, iniciaría la construcción de Hosterías en
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Representaban a Chiloé en la Cámara de Diputados: Héctor Correa Larraín, Raúl Morales Adriazola, y Raúl Aldunate Phillips. 60 Cruz del Sur. 10 de diciembre de 1960. 61 El 28 de mayo había realizado una gira de tres días visitaba las provincias de Temuco, Valdivia, Osorno y Llanquihue. No visitó Chiloé.
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Castro y Ancud62. No dijo que esas obras se financiaban con la ayuda y cooperación de los Estados Unidos para Latinoamérica, fondos del plan denominado Alianza Para el Progreso. Luego los asistentes a esa reunión expusieron diversos problemas. El director de la Escuela Industrial consultó la fecha de terminación de las obras del Hospital de Castro para que en su establecimiento deje de funcionar el hospital, otros consultaron cuando comenzaba la construcción de los nuevos pabellones de emergencia para el Liceo, y el molo de Chonchi, y la construcción de nuevas poblaciones, la pavimentación de las calles, arreglo de caminos. A las 13 horas el Presidente de la Republica fue invitado a un almuerzo en los salones del Hotel La Bomba. A las 14.15 horas la comitiva presidencial inició su regreso al aeródromo de Gamboa siendo el Presidente ovacionado por la gente que lo esperaba en calle Esmeralda. Una caravana de automóviles lo acompañó hasta la cancha de aterrizaje. “¡Porfiados…!” fue su comentario al ver la cantidad de automóviles que seguía a la comitiva presidencial y el polvo que se levantaba. Una multitud de castreños vio como el avión LAN tomó rumbo a Quellón. El Señor Presidente sobrevoló la ciudad mas austral de la isla de Chiloé, y luego se dirigió hasta Ancud donde permaneció durante una hora y media. Allí vio el destruido puente Pudeto, visitó la destruida Catedral, y recorrió los lugares afectados por el maremoto, el barrio La Arena y la Zona portuaria. Mas tarde regresó al continente63.
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Revista Zig – Zag. 16 de diciembre de 1960 La Cruz del Sur, 10 de diciembre de 1960.
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El Presidente Alessandri visita la población de autoconstrucción CORVI. A fines de mayo de 1960, después de ocurrido el terremoto, el Presidente de la República Jorge Alessandri visitó las ciudades de Concepción, Temuco, Valdivia, Osorno y Puerto Montt. Seis meses después visitó Chiloé, durante tres horas permaneció en Castro, y luego durante una hora y media estuvo en Ancud. En Castro cuando recorrió la población CORVI, hoy Manuel Rodríguez, fue acompañado por una caravana de autos que molestó a la Ilustre visita, y manifestó su malestar ordenando a Carabineros: “No permita la circulación de vehículos porque era alérgico al polvo64”.
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La Cruz del Sur. 10 de diciembre de 1960.
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La ciudad de Castro a mediados de la década del sesenta. En la esquina de San Martín con calle Latorre se ha construido el edificio del Banco del Estado. En el extremo superior derecho se puede ver el edificio de la Hostería construido en 1964. Ambos edificios fueron parte del plan de reconstrucción de la ciudad después del terremoto, el resto de la ciudad mantiene su arquitectura de principios del siglo veinte, antiguas casas de madera que soportaron el mayor sismo hasta hoy acontecido en el mundo.
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LOS AÑOS DESPUES DEL TERREMOTO Llegaron los años cuando por Castro se aparecían circos repletos de desamparos y alegrías ilusorias, levantaban sus carpas en el patio de la Escuela San Francisco o en un terreno eriazo en la esquina de San Martín con Sargento Aldea, o en calle O´Higgins a mitad de cuadra entre Sargento Aldea y Ramírez. Sus payasos cambiaban la tristeza de las calles y sus sitios baldíos, saliendo de la casa de pensión de amplio corredor abierto a los escasos soles del invierno. Clowns con sus trajes de brillantes lentejuelas caminaban hasta la carpa, que levantaban en aquellos sitios que dejó vacío el terremoto, allí todas las noches recitaban la poesía de Garrik, el payaso que ríe llorando, y después venden al público copias impresas de tan triste poema, y también turrones, blancos, dulces, duros como huesos. A la salida esperan los vendedores con sus canastos de mimbre repletos de castañas, avellanas, manzanas confitadas con cristales de colores, calugas de café y leche, y cachitos de azúcar quemada. Las calles del borde costero de Castro eran sombras de cómo se vivía antes y cada verano se inundaban con las altas mareas entonces los niños nadaban por las veredas. Nadando llegaban hasta Punta de Chonos, nadando recorrían los escombros de la antigua estación, nadando cruzaban calle Lillo. Eran aguas calidas y nadie sabe porque misterio atraían peces lunas a quedar varados en las playas, y enormes orcas entraban a la bahía persiguiendo cardúmenes de sierras. Aguas calidas que atraen cardúmenes de sardinas y jibias que llegan a varar en las playas de Ten ten y en carretas las iban a buscar para abonar los campos. Esas mismas aguas inundaban las casas de calle Pedro Montt y de la calle Pedro Aguirre Cerda. La isla se había hundido dos metros, y las mareas descontroladas subían y bajaban seis u ocho veces en
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un mismo día. La naturaleza por culpa del terremoto estaba cambiando sus ritmos; era la explicación más común. Comenzaron los años del puerto Libre y aparecieron los barcos alemanes fondeados en el centro de la bahía con su carga de autos y camiones Mercedes Benz y cajas repletas de Blujeans, “Pecos Bill”, cuchillería “arbolito”, lámparas “Petromax”, pesas de baño, radios Sanyo, estufas a parafina Comet, Chocolates Toblerone, paraguas, jabones, encendedores y mil una cosas más que como imanes atraen a los chilenos del continente. Comienzan a desaparecer las viejas “góndolas” que en la cuesta chiveo, en la de Astillero o en la subida de Gamboa parecían desarmarse. El tren ya es un recuerdo. La calle El Tejar pasa al olvido, se construye el terraplén que une la prolongación de San Martín con Ten – ten. Ahora a Chonchi se va en la micro de “Lolo” Pérez. Todavía en la “góndola” celeste de don Manuel Muñoz se va a Dalcahue. A Ancud y Puerto Montt se viaja en modernos buses Magirus Deutz, con asientos reclinables y vista panorámica, los más modernos de Chile. En Castro aparecen los taxis, son Mercedes Benz, somos el único lugar del mundo donde los autos usados por presidentes, diplomáticos y millonarios sirven para llevar
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pasajeros y en su portamaletas cargan bolsas de papas y canastos con verduras o pescados. Por los caminos se viaja en autos Opel, Impala, Biscaigne. Se comienza a vender la leña en camiones y a ser cortada con motores que hacían girar una sierra que asomaba sus dientes en un pequeño mueble de aserrar. La sierra estaba unida al motor por una larga cinta de asbesto. Chiloé comenzó a ser conocido; llegan turistas atraídos por las vitrinas repletas de mercaderías importadas. Pero el Puerto Libre no promovió el desarrollo de industrias. Muchos importadores eran comerciantes de egoísta mentalidad comercial que ganaban dinero pero no tenían interés en reinvertir en la Provincia. No se invierte en crear industrias ni se realizaron inversiones destinadas a promover el desarrollo económico y social del archipiélago. Fue una ley hecha para enriquecer a unos pocos comerciantes que se llevaron las ganancias obtenidas no dejando otras huellas que el recuerdo de una actividad comercial que no tuvo trascendencia en el desarrollo económico del archipiélago. También el comprador era gente llegada desde el continente, el chilote no tenía poder adquisitivo a causa de su tradicional y precaria economía de subsistencia. Más allá de calle Blanco la ciudad sigue tan pobre como antes del terremoto, aletargada sin saber como obtener provecho de las franquicias aduaneras. En los años del Puerto Libre a Chiloé se trasladaban empleados públicos, profesores, doctores, dentistas y otros profesionales de las instituciones del Estado para después de dos o tres años regresar a la Capital o a otras ciudades del centro del país con el automóvil, el menaje de casa o sofisticados equipos quirúrgicos que de otro modo no hubieran podido adquirir65. El puerto libre parecía la solución al desarrollo de Chiloé más allá de la tradicional economía de subsistencia. Pero pasó sin pena ni gloria. 65
Urbina Burgos, Rodolfo. Castro, Castreños y Chilotes. 1960 – 1990. Ediciones Universitarias de Valparaíso. 1996.
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EL TERREMOTO EN LA PRENSA INTERNACIONAL El terremoto de mayo de 1960 provocó impacto mundial. Los periódicos de todo el mundo publicaron noticias y muy importantes revistas realizaron reportajes sobre esta catástrofe. La revista LIFE publicó un muy especial reportaje sobre el terremoto en Castro, y en la revista francesa Paris Match aparecieron fotos de nuestra ciudad destruida por una catástrofe que equivocadamente titularon: “Valdivia ciudad destruida”. Otros periódicos mas fatalistas anunciaban: “Chile Tierra Maldecida”, que era el tituló que el periódico francés “La Liberté” mostró en su portada porque se creía que el sur de Chile había desaparecido destruido por el más violento terremoto hasta hoy acontecido en el mundo; y bajo el titular el periodista preguntaba ¿Los 50.000 habitantes del archipiélago de Chiloé podrán ser evacuados a tiempo? En Estados Unidos el Detroit News publicó: “Las principales ciudades de Chile, durante el fin de semana, fueron sacudidas por violentos terremotos. El sur y el centro de Chile, fue la región más afectada, los temblores se dejaron sentir a través de Argentina desde los Andes hasta el Atlántico. Un maremoto asoló Ancud, Chile, causando destrucción y gran pérdida de vidas. El New York Times, el 25
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de mayo informó: “El día de hoy, en el sur de Chile, las erupciones volcánicas se agregan a la enorme devastación causada por los terremotos, maremotos y deslizamientos de tierras”. Mientras la agencia de noticias, The Associated Press, difundía al mundo: SANTIAGO, Chile, May 21 -Hundreds of miles of Chile's coastline were rocked at dawn today by an earthquake. [Cientos de millas de la costa de Chile fueron sacudidas en la madrugada de hoy por un terremoto.] El “TIMES” bajo el titular “Piden tranquilidad” afirmaba: “Los desastres no quieren abandonar Chile. En un intento por aplacar a los dioses responsables de los continuos terremotos que sacuden el sur, los indios mapuches, la semana pasada sacrificaron un niño de seis años de edad, desgarraron su corazón y lo ofrecieron al mar. Cuando la policía arrestó a dos de los indios, que explicaron: "Estamos pidiendo tranquilidad en el mar y en la tierra." La calma nunca llegó. Un día después un deslizamiento de tierras provocado por las fuertes lluvias mató a 18 personas cerca de la ciudad de Valdivia, duramente afectada por los terremotos del mes pasado. Esa noche un temblor de 7,25 en la escala de Richter otra vez sacudió el sur de Chile. Al día siguiente un nuevo temblor, diez millas al norte de Valdivia, mató a dos personas. En los siguientes días, dos grandes terremotos azotaron Concepción, la tercera
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ciudad más poblada y un importante centro industrial de Chile. Y durante este fin de semana las paredes se derrumbaron y las mujeres asustadas gritaban histéricamente en Valparaíso cuando un violento terremoto sacudió la ciudad portuaria de 200.000 habitantes. En medio de tal confusión, Chile pidió ayuda internacional para la reparación de los daños provocados por el terremoto del 22 de mayo pasado. Economistas del Gobierno dicen que 130.000 viviendas, - una de cada tres en la zona del terremoto -, han sido destruidas, y calculan la pérdida total en $ 186 millones de dólares. Los daños causados a la agricultura suman otros $ 70 millones y las fábricas destruidas agregan 34 millones de dólares. En total, las pérdidas financieras de Chile por causa de este terremoto pueden ser cercanas a 500 millones de dólares, aproximadamente el 5% de la riqueza nacional. El gobierno del presidente Jorge Alessandri reconoce la ayuda extranjera, pero no tiene la intención de decretar una ley de emergencia para recaudar impuestos de las empresas extranjeras, empresas chilenas o de los terratenientes para obtener financiamiento y poder iniciar la reconstrucción de las ciudades destruidas. La ayuda externa ha llegado desde distintos países: Alemania Occidental se ha ofrecido a reconstruir Valdivia; Argentina ayudará a la Isla de Chiloé, Suecia ayudará en Puerto Saavedra. Los EE.UU. es quien más ha ayudado. El ExportImport Bank de Washington, ha prestado US $ 10.770.000. Los ciudadanos estadounidenses han donado 5.000.000 dólares, y el Presidente Eisenhower aprobó la semana pasada 20 millones de dólares como el "primer paso" de un amplio programa de ayuda en Chile para personas damnificadas y sin hogar66”.
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The TIMES, New York, 4 de julio de 1960.
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TSUNAMI EN LAS COSTAS DEL PACIFICO Los tsunamis tal como los terremotos que los generan forman parte de la vida de la tierra, y están ligados a la actividad tectónica de las placas continentales. En textos antiguos siempre hay rastros de la ocurrencia de tsunamis. La Biblia trae relatos como el cruce del Mar Rojo por Moisés, que sugiere la ocurrencia de un tsunami. La leyenda mapuche – huilliche de Tenten y Caicai describe en forma mitológica lo observado en la costa durante un tsunami. El 22 de mayo de 1960 la radio estación de Vialidad, en Ancud, informó que poco después de las 17.00 horas se produjo una violenta salida de mar que había arrasado con las viviendas de los barrios costeros de esa ciudad de la isla. Era el más grande de los tsunamis hasta hoy conocido, maremoto generado por el terremoto chileno de 1960. En Castro fueron tres marejadas, bajadas y subidas de mar, que dos horas después de ocurrido el terremoto inundaron los barrios costeros de la ciudad. La marea bajó dejando en seco la bahía y luego subió mas arriba de sus limites naturales. El mar entró en las casas y pareció que nunca más iba a bajar. En Ancud el maremoto fue mas violento y destructor, olas de más de ocho metros de altura hicieron desaparecer el costero barrio de palafitos, “La Arena”, y destruyeron la zona portuaria.
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Ancud, Mayo 1960. Un carabinero, fusil al hombro vigila la zona desvastada por la destrucción provocada por el tsunami. Las olas de este tsunami originado por el terremoto del 22 de mayo se propagaron a través del Océano Pacifico. En la isla de Pascua derrumbaron los moais costeros, y fue devastadora en Hawai donde murieron 61 personas y en Japón donde provocó la muerte de 122 personas. El maremoto llegó al Japón después de 22 horas produciendo destrucciones espectaculares aunque la cantidad de muertos fue pequeña debido a la alerta. En Hawai el tsunami llegó después de 15 horas siendo la tercera ola, que alcanzó una altura de cuatro
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metros, fue la que más destrucción causó en la ciudad de Hilo. En Chiloé hubo muerte y destrucción por causa del maremoto en varias localidades costeras. En Ancud el barrio desapareció cuando sus casas fueron arrasadas por el mar que tambien destruyó la zona del puerto, en la localidad de Quetalmahue los buzos que trabajaban en la extracción de ostras fueron arrastrados por las gigantescas olas. Los pueblos de Maullin y Carelmapu, ubicados en la costa del Canal de Chacao, vieron destruidos sus barrios ubicados a orillas del mar y las casas fueron empujadas por la olas tierra adentro.
Hachinohe, Japón. Mayo de 1960.
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En el puerto de Ofunato, en la Prefectura Iwate, Japón, el tsunami provocado por el terremoto de 1960 ha empujado un barco sobre el techo de una casa. El tsunami llegó hasta Japón, en aproximadamente 24 horas después de ocurrido el terremoto y olas de cinco metros de altura causaron la muerte de 140 personas.
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La destrucci贸n que provoc贸 el tsunami de mayo de 1960 en Hilo, Hawai.
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PALABRAS FINALES Nuestra mirada al pasado no es para conservar sin modificaciones aquello que fue. Hacer perdurable lo que ya no es. Mirar el pasado no es un seguir dando vueltas en lo mismo, “haciendo hui” en el campo hasta marearse y creer que se ve de modo diferente la realidad. Tratar de mantener el Chiloé que fue, es semejante a mantener un museo donde las cosas permanecen inalterables en el tiempo, sin vislumbrar las transformaciones inevitables, sin considerar las certezas de las influencias externas, creer que no existe la juventud y sus modas. Esta visión sesgada de la realidad deviene en una “folklorización” de la cultura, la mentira de aparentar aquello que ya no existe, es disfrazarse de chilote para representar que se es chilote y agradar a turistas buscadores de culturas exóticas. Este libro no es de aquellos que hacen ver a Chiloé como una casa vieja que se mantiene pese a los cambios culturales, los temporales tecnológicos, las modas trasplantadas. Una casa vieja en la cual parece no pasan los años, este es un libro de una catástrofe que provocó cambios. Un sismo que destruyó una casa que fue hace siglos construida y seguimos usando pero obligó a nos atreviéramos a hacer transformaciones, reparaciones y otros cambios para destruir estereotipos y arcaísmos.
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Durante los meses después de ocurrido el terremoto se acrecentó la emigración de familias chilotas, campesinos pobres, hacia la Patagonia. No era la emigración estacional que desde principios del siglo XX se realizaba en temporada de esquila, el peón golondrina. Eran familias completas embarcándose en Castro para en la Argentina o Magallanes buscar mejores condiciones de vida. Se iban lejos del olvido y la marginación en que los gobiernos mantenían a Chiloé, sin integrar al archipiélago a las políticas de desarrollo social y económico. Ese aislamiento fue “derrumbado” por la magnitud de la tragedia, el país y la comunidad internacional “descubren” que Chiloé existe, y que el archipiélago no solo debía ser ayudado para superar los efectos devastadores del terremoto. Era esencial incorporar este territorio a los procesos modernizadores que desde décadas anteriores se habían iniciado en el resto del país. En los primeros años de la década del sesenta se comienza a construir la carretera panamericana, se inaugura una radioemisora en Castro, amplían las franquicias del Puerto Libre, construyen nuevos establecimientos educacionales, se inicia una incipiente industria turística con la construcción de hosterías en Castro y Ancud, comienza la urbanización de las ciudades, pavimentación de calles, mejora y extensión de las redes de agua potable y alcantarillado. Es en estos años que comienza una nueva emigración, intelectual y silenciosa. Los estudiantes hijos de obreros y campesinos que viajan a estudiar en las universidades del continente; después son profesionales que nunca regresan a una isla que recién se incorpora a la modernidad. El terremoto no solo trajo cambios geológicos y geográficos, también impulsó cambios sociales y económicos. Mayo de 1960 fue el principio del fin de un modo de vida tradicional, cambian los hábitos rurales, se inician nuevos estilos de vida y de sociabilidad en una ciudad que expande sus límites, y el pueblerino conocerse de la gente “de nombre o de vista”, deja de ser algo característico de un vecindario
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casi rural. Con el terremoto de 1960 comenzó a declinar el transporte marítimo, el muelle construido encima del destruido molo se repletó de ausencias. En la playa del desembarcadero al final de calle Blanco dejaron de varar las lanchas veleras y los alquitranados chalupones. La feria de calle Lillo fue haciéndose recuerdos, después descubrieron que las húmedas, antiguas y abandonadas iglesias de los pueblos eran patrimonio de la humanidad y la casa de los abuelos arquitectura vernácula hasta que no soportó más lluvias y se derrumbaron con tantos descuidos. Hoy la ciudad se hace de latas, cemento y vidrios. Un día los yocos, curantos, chochocas, chapaleles fueron comida costumbrista; y olvidamos esa vez que la Tierra dijo que la vida se puede acabar en el instante menos pensado. Hoy esa realidad es una foto en blanco y negro que no retrata los abstractos cambios en la vida de la gente que habita esta ciudad. Una ciudad sin cicatrices de la más grande catástrofe que rompió el círculo que la encerraba en un tiempo de lentos relojes que atrasaban y alejaban a Chiloé del mundo moderno y los avances tecnológicos.
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PERSONAS QUE ENTREGARON INFORMACIÓN Ismael Latif Juan Mancilla Pérez Hermógenes Mancilla Pérez Sonia Caicheo Norma Sánchez Águila Estela Aguilar Ramón Muñoz Alvarado Arnoldo Estefó Archivo Fotográfico familia Bórquez Subiabre. Edwin Muñoz. Fernando Gómez Arturo Velásquez Guichapani.
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Este libro se publicó con aportes del Fondo de la Cultura de la Municipalidad de Castro, Chiloé.