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Viernes 04.06.10 EL NORTE DE CASTILLA
PLANES
Utrecht, la ciudad de los tesoros Entre los siglos XI y XVI fue la urbe más importante de Holanda. En ella nació el único Papa holandés y se estableció la República holandesa en 1579 El canal de Oudegracht al caer la noche, con sus terrazas al borde del agua. ::
RUTAS CON ENCANTO
HOLANDA
JAVIER PRIETO
La ciudad de Utrecht suena en España porque cada vez que hay problemas con Gibraltar sale a la palestra el tratado que se firmó en esa ciudad holandesa el 11 de abril de 1713. Corría el siglo XVIII y Europa se encontraba metida en una refriega de intereses a raíz del problema sucesorio surgido con la Corona española. Hartos de andar a la gresca se juntaron en esta hermosa localidad del norte de Europa para hacer las paces y, de paso, repartirse territorios. En Utrecht, Felipe V fue reconocido por las potencias europeas como rey de España, siempre que renunciase a la Corona francesa; Gibraltar y Menorca pasaron a manos inglesas y Austria se quedó con los Países Bajos españoles, Nápoles y Cerdeña, mientras que Saboya se anexionó Sicilia. Eso es todo. Muy pocos son los que, además, saben que Utrecht es hoy una ciudad de mediano tamaño –unos 288.000 habitantes–, cercana a Amsterdam –unos 40 km–, y con tantos atractivos –culturales, arquitectónicos, paisajísticos– como la que
más. En realidad es una pequeña delicatessen holandesa que merece la pena saborear despacio y con gusto –mucho–. Para empezar, puede presumir sin reparo de sus canales. No son tantos como los de Amsterdam pero tienen tanta solera como los que más. El Oudegracht –el Canal Viejo–, que serpentea por el centro histórico de la ciudad, es único por sus características en toda Holanda. Esta vía de navegación surgió en el siglo XII para hacer llegar las mercancías que ya circulaban por otros canales de Holanda. El descenso del nivel de las aguas en el siglo XIII hizo que se pudieran añadir sus hoy famosos embarcaderos y almacenes, abiertos bajo las casas y al mismo nivel del agua, creando una larga acera inferior a ambos lados del canal. Aquellas bodegas profundas en las que los comerciantes almacenaban las mercancías que transportaban las barcazas están hoy ocupadas por animados restaurantes llenos de encanto y cafeterías que han conservado el sabor de los viejos tiempos. Además, si no hace demasiado frío, ofrecen la posibilidad de disfrutar de sus terrazas al lado mismo del agua. Por suerte, Utrecht puede presumir de una arquitectura tradicional bien conservada en la que no faltan las hermosas casas que levantó la clase social más pudiente junto a los canales durante los momentos de prosperidad vivi-
dos entre los siglos XVI y XVII. Un poco antes, entre los siglos XI al XVI, Utrecht había sido la principal ciudad de Holanda. Esa arquitectura, que tuvo la suerte de verse libre de los bombazos que durante la Segunda Guerra Mundial sí sufrieron otras ciudades holandesas, encuentra su complemento ideal con el diseño de jardines surgidos en el siglo XIX para formar una perfecta combinación entre los espacios para habitar y los destinados a disfrutar. Utrecht tiene también sus monumentos emblemáticos, como la torre Dom, orgullo de la ciudad, visible casi desde cualquier punto en el que uno se encuentre. Y aunque éste pueda ser su orgullo más antiguo no es, ni mucho menos, el único. Entre los secretos placeres que reserva la ciudad para quien quiera tomarse el tiempo de degustarlos se encuentra su bien surtido –y envidiado– repertorio de museos. Tantos y tan variados que su acumulación en el casco histórico de la ciudad ha convertido a este distrito en el Barrio de los Museos. Recorrerlos sin perderse las mejores propuestas es un reto en el que se pueden emplear, sin esfuerzos y con mucho goce, un par de días. Además, hay propuestas para todos los gustos, edades e intereses. Una forma de irlos enlazando da comienzo con la visita al Museo Holandés del Ferrocarril –Nederlands Spoorwegmuseum–. Ubicado en la antigua estación de trenes de
REPORTAJE
Puente sobre el canal de Singelplantsoen.
Recreación de un pueblo minero en el Museo del Ferrocarril. Utrecht, que funcionó entre 1847 y 1939, es uno de los museos más visitados de Holanda –385.000 visitantes en el 2006–. Su espectacular montaje museográfico utiliza parte de aquellas instalaciones para hacer un repaso de toda la historia del ferrocarril holandés permitiendo a niños y
grandes recorrer antiguos vagones, subirse a viejas locomotoras o –incluso– realizar un viaje en el tiempo hasta el pueblo minero en el que descansa el primer tren que circuló por Holanda en 1839, entre Amsterdam y Haarlem. Un paseo junto al canal Stadsbuitengracht lleva en-
seguida hasta el baluarte de Zonneburg, donde se ubica el Museo y Observatorio Astronómico. El camino hacia el Museo Central de Utrecht discurre por la calle Agnietenstraat, una hilera de casas levantadas en el siglo XVI para cumplir la última voluntad de un hombre que deseaba que
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FOTOGRÁFICO DE J. PRIETO
«Sus canales no tienen nada que envidiar a los de otras ciudades de Holanda» «Cuenta con el más variado y asombroso repertorio de museos que uno pueda imaginarse»
fueran utilizadas por la gente sin recursos. Un poco más allá, la visita al Museo Central, el museo municipal más antiguo de Holanda, ofrece un concienzudo repaso a la historia de la ciudad gracias a una variada colección de piezas arqueológicas, pinturas, arte, objetos de decoración o muebles diseñados por Gerrit Rietveld. Precisamente, la admiración que despierta en el mundo entero la obra de este importante arquitecto y diseñador nacido en la ciudad es, también, uno de sus principales reclamos turísticos. La casa que diseñó para la familia Schröder en 1924 es el edificio más famoso de la ciudad, hasta tal punto que este centro de peregrinación, al que no sólo acuden los amantes de la arquitectura, fue declarado Patrimonio de la Humanidad en el año 2000. En el museo se exponen muchas de las piezas diseñadas para amueblar la casa, aunque en realidad se trata sólo del aperitivo antes de tomar el autobús que desde la misma puerta del museo conduce al edificio de Rietveld. El otro nombre famoso de Utrecht vinculado al mundo del diseño gráfico y el dibujo es el de Dick Bruna. Sus cuentos infantiles ilustrados, y en especial su personaje más conocido, el conejo Miffy, también son conocidos en el mundo entero. Cruzando la calle, el Museo Central tiene un edificio dedicado a mostrar la obra de este autor, especialmente preparado para que disfruten los más peque-
EL TECHO DE UTRECHT, LA TORRE DOM Los habitantes de Utrecht proclamaron durante siglos que la torre de su catedral era la más alta del país. Sus 112,32 metros eran el techo de un país sin montañas. Aún hoy sigue ostentando la marca de ser la torre de iglesia más alta de Holanda. Y subir sus 465 escalones una experiencia imprescindible para quien quiera llevarse en la memoria una de las mejores postales de la ciudad. Esta torre que hoy luce solitaria nació en el mismo lugar en el que se asentó el campamento romano que dio lugar a la posterior fundación de la ciudad, en torno al año 47. El templo del que formó parte comenzó a erigirse en el siglo XIII después de que un fuego destruyera el templo románico anterior. La torre comenzó a ganar altura a partir del año 1321 mientras se continuaba el trabajo en el resto del gran templo que se estaba construyendo. Los trabajos de la nave central, a la que estuvo unida la torre en su momento, finalizaron en 1517 pero la falta de presupuesto, que llevó a eli-
minar el tendido de contrafuertes, y el empleo de materiales menos sólidos tuvo como consecuencia el desplome de la nave durante un huracán ocurrido en 1674. Con el peculiar sentido del humor que caracteriza a los habitantes de Utrecht, estos dicen que se les cayó por tacaños. El espacio que ocupaba la nave central del templo es el que hoy ocupa la plaza Dom, en cuyo pavimento unas losas de distinto color señalan el lugar en el que estuvieron apoyadas las columnas de la iglesia.
ños. Pero donde realmente levanta pasiones la obra de Bruna, que se caracteriza por los trazos sumamente sencillos y la casi ausencia de colores, es en Japón, desde donde cada año llegan a Utrecht miles de visitantes casi con el único propósito de admirar los originales que se exhiben en el museo. Siguiendo la calle Lange Nieuwstraat, ya en dirección al centro histórico de Utrecht, aparece en primer lugar el magnífico Museo de la Universidad –Universiteitsmuseum–, con curiosidades científicas de primer orden y también muy enfocado para interesar a los más jóvenes. Lejos del concepto de museo para mirar, lo que se ofrece en su interior son una gran cantidad de experimentos para disfrutar. Además del magnífico espacio ajardinado en el que estuvo el Jardín Botánico de la ciudad entre 1723 y la década de los 60 del siglo XX. Tan sólo un poco más allá se encuentra otra de las joyas museísticas de la ciudad, el Museum Catharijneconvent, un antiguo convento del siglo XV repleto de obras de arte, retablos, vestimentas, esculturas, manuscritos, trabajos de Rembrandt o de Frans Hals, relacionadas con la agitada historia del cristianismo en Holanda.
Dos propuestas más Y aunque la ciudad ofrece varias propuestas más, como el Museo de Arte Aborigen, siempre debería dejarse tiempo al menos, para otras dos
visitas. La primera de ellas lleva hasta el sorprendente Museo Nacional de los Relojes de Música y Organillos de Calle –Museum van Speelklok tot Pierement–. El recorrido por sus salas depara en un fascinante viaje al mundo de las cajitas de música, los relojes históricos, pianolas de inimaginables tamaños para terminar en el de los órganos ambulantes, de amplia tradición en Holanda, que de feria en feria llevaban la música sobre ruedas mucho antes de que se inventara la electricidad. El otro rincón secreto que nadie debería dejar de visitar es el Betje Boerhave’s Shop. Pregunten por la calle Hoogt, un estrecho y escondido callejón sin salida cercano al edificio de Correos, en el que aguarda una pequeña tienda de dulces fundada en 1873. No puede haber mejor guinda para una visita tan llena de rincones deliciosos como ésta: la tienda de golosinas que sus propietarias mantienen con todo el sabor de antaño. Es decir, venden caramelos a granel, té, lentejas al peso, chocolate, infusiones o dulces de marcas que ya no se encuentran con facilidad en el mercado. Desde la caja registradora hasta los expositores repletos de golosinas y regaliz son un homenaje a las tiendas de antaño. Y una tentación irresistible que dejará en la memoria el sabor dulce de una sorprendente visita a Utrecht.