Recuerdos de los Abuelos parte II

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Recuerdos de los Abuelos 2da Parte


Libro virtual de los Autores de Parnassus, Patria de Artistas A単o 2011

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Dirección y Compilación MARISA ARAGÓN WILLNER Directora de Parnassus, Patria de Artistas

Registro de autoria conjunta: Safe Creative bajo Nro. Recuerdos de los Abuelos_ libro virtual

Fecha 03-nov-2011 2:17 UTC

Código: 1111030434877


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A todos los que pusieron ternura incondicional a nuestras vidas. En un mundo que debe mantener la llama del amor y respeto a los abuelos, queremos dejar estos relatos de vida para ellos.


TERESA DELVALLE DRUBE LAUMANNARGENTINA

MI ABUELA HELEN

Cuando subí la "CARTA A MI ABUELA", dedicada a mi abuela siria, la paterna, no imaginé que iba a crear este remolino de amor y recuerdos, que tanta felicidad nos da a todos leer y contar. Pero en esa carta sólo figura mi abuela paterna, con la que fuimos compañeras en mi niñez. Y está ausente de ella mi abuela materna, una alemana que se casó a los catorce años y a los dieciséis tuvo a su primera hija, a los diecisiete a la segunda, a los dieciocho a la tercera, mi madre, y a los diecinueve a la cuarta. Bellísima: alta y erguida como un junco, platinada natural, blanca como la nieve blanca y sus mejillas sonrosadas como pétalos de rosas. Quedó viuda con cuatro hijas muy joven, creo que a los veintiocho años mi abuela paterna enviudó con ocho hijos a los treinta y tres, destino de las dos - una mujer que no hubo mal viento que detuviera: se dedicó a la labranza de la tierra, sembrando y cosechando frutas y verduras que vendía recién cosechadas o preparadas en conservas; aprendió la fabricación de dulces, encurtidos; preparaba quesos, fiambres, manteca, para sobrevivir y salió adelante. De ella tengo el recuerdo de una mujer joven - cuando yo nací mi abuela materna contaba sus primeros treinta y cuatro años - fuerte, altísima, de ojos azules como el cielo y una sonrisa tristona pero amplia, que estaba todo el tiempo trabajando. Al amanecer, cuando estábamos en su finca en Río Negro de paseo, nos despertaba - a mí y a mis hermanitos antes que amaneciera y nos sentaba en una carretilla y nos entregaba una taza de color azul, con unas florecitas en un diseño muy germano y nos cargaba en la carretilla, cosa que nos encantaba, hasta los establos y ordeñaba a una vaca en especial, a la Negrita, porque era muy mansa, y hacía que pusiéramos nuestras tazas bajo las tetas. La leche salía tibia, con un aroma dulzón y llena de espuma que nos dejaba unos bigotes que no queríamos limpiarnos, y nos tomábamos dos o tres tazas cada uno. Ese era el primer desayuno.

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Después que terminaba de ordeñar y dejando los tambos para que los recoja el camioncito, nos llevaba para la cocina, donde ya había dejado amasados desde la noche anterior el pan para el desayuno y las "sorpresitas" que eran panecillos de miel o de grasa verdaderamente deliciosos, con fetas de jamón, miel, manteca batida por ella. ¡Todo un lujo para tres niñitos de ciudad, acostumbrados a la leche embotellada que dejaba el lechero y a todo comprado! Esto es un vuelo de pájaro de los días maravillosos pasados con ella, aprendiendo a nadar en el río que pasaba por detrás de su finca, a montar a caballo, a comer semillas de girasol, a montar a los enormes perros guardianes, que se volvían mansos para jugar con nosotros. 8 Mi abuela Helen - "mi abuela lejana", como decía yo en ese entonces, porque creía que los parientes lejanos eran los que vivían lejos - estaba siempre presente en nuestras vidas con sus cartas escritas en un pésimo castellano: escribía tal y como hablaba, y sus encomiendas que llegaban puntuales todos los meses: un cajón de manzanas cargado con una pieza de jamón crudo o cocido, o un lomito, o cerdo relleno, más frutas desecadas, más miel, y envuelto en el centro de todo, con un mantel impecable... ¡el tesoro! pasteles de hojaldre rellenos de dulce de membrillo hecho todo por sus manos. En cuanto sacabas los envoltorios de papel madera que cubrían el cajón, el olor de los pastelitos se dispersaba y como fieras hambrientas nos lanzábamos sobre ellos, y hasta que no quedaban ni las migajas no parábamos. Jamás comí alguno que se les compare. Ni yo misma los hago tan deliciosos, y eso que hago unas hojaldres que se desmoronan y desaparecen en la boca. Pero nada que ver. Aquellos pastelitos tenían, además de su delicioso sabor, la magia de haber sido hechos por sus manos para nosotros: eran caricias que llegaban desde lejos, de la amada "abuela lejana". Eran sus besos, sus caricias, sus risas, que esperaban por nosotros y nosotros por ellas. Era su manera de decir que nos amaba y esperaba siempre. Y nosotros así lo entendíamos, porque al abrir la encomienda, decíamos: "¡ME mandó pastelitos la abuela!" porque esos pastelitos eran para cada uno de nosotros. No para todos. Comunión de las almas que se aman a pesar de las distancias.


NINFA DUARTE TORRES - PARAGUAY LA CARTA OLVIDADA

Recordada abuelita:

Mi querida Paulita, mi Ada madrina, mi ángel custodio… cómo te extraño…!! Pasaron muchos años y aún recuerdo tu sonrisa cariñosa de profundos surcos y mirar celeste como un cielo sin nubes. Era tu preferida y ambas lo sabíamos… en cada abrazo, en cada guiño cómplice, y en mi postre favorito. Nunca olvido las veces que tomaste mis manitas entre las tuyas para enseñarme a escribir ma – má No me enseñaste a escribir “abu”, como yo te llamaba, porque en tu corazón te sentías mi mamá… Nunca olvido tus lágrimas en día en que mi imaginación infantil convirtió el comedor en un teatro, repleto de gente que aplaudía; yo la actriz principal… tú mi público preferido. Y al comenzar la función aparecía yo desde la puerta lateral con un vestido largo, improvisado de una pollera tuya, directo me dirijo al centro del escenario donde me espera mi sillita azul… subida a ella comienzo a recitar: Te adoro abuelita! porque sos mi amiga porque siempre tienes un tiempo para mi… Tus blancos cabellos saben muchas cosas: cuentos de princesas, refranes muy sabios, y algunas canciones que hablan de amor…

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Tienes la respuesta. tienes el perdón, y muchas recetas de ricos bizcochos, por eso te quiero! Querida abuelita… porque sos mi amiga, porque tú me acunas, porque siempre tienes tiempo para mi… te adoro abuelita! … Y un gran saludo, rubricó mi actuación… era mi sorpresa por ser el día del abuelo, Tú me aplaudías frenéticamente y yo corrí a refugiarme en tus brazos para entregarte una florcita que había traído del jardín de mamá. Y cuando levanté los ojos vi tus mejillas mojadas… eran lágrimas de felicidad! -Abuelita, estás llorando? Por qué lloras abuelita? Me apresuré a preguntarte -De felicidad mi vida. Lloro por ti y por mi, porque te quiero mucho y porque yo también te adoro!! … fue tu respuesta. Aún hoy las recuerdo con cariño y sin querer se me mojan los ojos de ternura… Sabes una cosa abuelita todavía hoy… ¡yo te adoro! Besos. Nune

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TARDECITA CALIENTE

Febrero, tardecita caliente, callada y seca; la voz apagada y ronca de mi abuelo comenzó diciendo… esto me hace recordar otra tarde perdida en el ayer…¡Tantas tardes Dios mío! -Cuenta abuelo, lo que recuerdas… dije trepándome a sus rodillas. -Era una tardecita caliente, bajo el añejo tajy con su vestido de color violeta. Una cigarra bullanguera que anuncia las sandías, llenaba los ámbitos con su chirriar agudo, penetrante, profundo de verano y sed. Todas las tardes del Chaco auténticamente paraguayas, son parecidas para los hermanos labradores, - sabías? Una fusión de colonos europeos e indígenas autóctonos- resignados, austeros, con sus cansancios rebeldes, sus esperanzas fallidas, su agreste belleza y su candor campesino. Aquel chirriar, que representaba el llanto de la madre naturaleza; un gemido agudo y triste, pidiendo agua para enfriar la tierra ardida y alimentar las raíces sedientas del plantío de sésamo cercano. Insistía una y otra vez la cigarra; su cantar sonaba a letanía; desolada, monótona; aquella canción quejumbrosa del atardecer seco y lejano, llena de presagios; de pronto calló; el silencio cayó sobre el paisaje mediterráneo, sobre las espaldas del labriego que oteaba la noche. El silencio fue metiéndose en las casas vecinas, en el camino amarillo y caliente, en el montecillo cercano convertido en esqueletos. Al rato parecía que todos se habían dormido en ese mundo olvidado, esperaban tensos algo indefinido. Silencio de espera… La figura chorreante y encorvada, sentada a la sombra agujereada del tayy, con la guampa, vieja confidente, entre las manos crispadas de espera angustiosa, miraba aquella línea donde termina la tierra y comienza el cielo –horizonte de esperanza- Tenía seca la mirada de tanto mirar la nada; tenía seca la boca de callar su calma y su callada porfía. Allá estaba el poniente rojo, caprichoso, desafiante; sin nubes, sin viento, como en rebeldía permanente con el destino de aquella pobre y solitaria aldea. La bola de fuego roja y amarilla, en el ocaso caliente, se escondió lentamente y las primeras sombras moradas del crepúsculo se arrastraron sin ganas sobre el plantío tristón, mudo, encorvado, sediento de espera; sobre el hombre sentado en actitud de oración, de sumisión, de entrega a la tierra amada. Todo era quietud... ni un solo parpadeo del hombre; como si cualquier movimiento pudiera interrumpir aquella corriente de comunicación entre la sombra y su creador; un ruego lastimero, un suspiro apenas. Era un juramento, un acto de fe hacia la naturaleza que a pesar de todo, formaba parte de su vida, era él mismo.

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No sé cuánto tiempo duró aquel silencioso monólogo célico con el cuerpo estremecido; una hora, tal vez; o un siglo... cuando de pronto; un fogonazo amarillo y blanco en el horizonte lejano, una luz de esperanza, acompañado de un estampido de gloria, se arrastró perezosamente hacia el este como murmurando su enojo. La palabra “esperanza” tenía significado para el hombre en aquel preciso instante. Con los brazos en alto, dio un gracias silencioso al Dios de las cosechas, infinitamente generoso. Sonrió apenas, extendió sus brazos musculosos en un gesto de abrazar la vida, que caía ya en aisladas gotas calientes sobre el sembradío cercano. Su vida, su alimento, su andar estaban en juego en ese momento. 12 Entró al rancho, puso el sombrero piri en el clavo que siempre lo esperaba y fue a sentarse en el viejo camastro, que lanzó un crujido monocorde al sentir el peso de su dueño sobre sus cuerdas gastadas... y se dispuso a dormir una noche tranquila, llena de ilusiones, diferente… Pasó una hora, que pareció un siglo; despertó sobresaltado por tanto silencio y notó que aquella insipiente esperanza abortó antes de la media noche. Cada vez se hicieron más distantes los lampos y los truenos; y esa calma que se cernía de nuevo sobre el rancho, lo puso tenso como las cuerdas del arpa, y lleno de culpas, como si el tener esperanzas fuera un pecado. De un salto se puso de pie en medio del cuartucho oscuro, cerró el puño de impotencia y golpeó el horcón de madera que le servía de perchero en medio de su pobre rancho. Había soñado un mañana luminoso, lleno de ilusiones, de trabajo fructífero, de mieses el flor; y resultó una noche más de desilusiones, de larga espera, se sudor y llanto... Este es el vivir cotidiano del hombre que ama la tierra y se entrega a la tarea más noble y hermosa, exprimirle hasta sacar de ella el pan para sus hijos; tienen nombre, son reales y viven en el Chaco paraguayo... y se hizo un largo silencio. - Fue aquí mismo abuelito? - Si, mi niña… y fui yo mismo. Y su voz sonaba a lejanía, a recuerdos tristes, a esperas.


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MARIANELA ALEMÁN- VENEZUELA

SINFONÍA DE AMOR (Canción Poética)

Desde que te fuiste te extraño y te recuerdo desde el horizonte a lo lejos yo te veo la caricia y la sonrisa en mis sueños se marchita, tú aliento y tú mirada se evaporan con la brisa. Serás en el día la poesía para mí serás en mis noches la ilusión de seguir serás el recuerdo de aquellos besos tiernos, la alegría y la esperanza que me guíen hacia ti. Serás el camino y la lágrima sin fin serás en mi vida el cielo y el amor la ternura hecha nostalgia, el abrazo y la emoción, la alegría y la esperanza que me guíen hacia ti. Serás el camino y la lágrima sin fin serás en mi alma


la pasión y el calor el dulce sonido de tú voz hecho canción.

“A mi Abuelo por su amor y sus consejos, quién con su cariño y sus palabras, me regaló la esperanza y me inspiró para escribir esta canción”… AMOR (Canción Poética)

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15 ROSANA JAQUELINE DE LOURDE VERA- CHILE LA CASA DEL OLVIDO

”En homenaje a quienes han partido antes que nosotros, Y a las personas anónimas que en sus trabajos mínimos, Dan más amor del que nadie podría imaginarse”

Cansada ya de tanto andar, me llamó la atención el nombre de la calle: “Viviendo De Recuerdos”. Seguí hasta el final. Había una casa que ocupaba toda una Manzana, con enormes paredes y alambres con púas. En la entrada había una Inscripción: "BIENVENIDOS A LA CASA DEL OLVIDO". No sé por qué, cómo ni cuándo llegué hasta ese lugar; en un momento apareció una persona vestida de blanco, preguntó si venía por el trabajo. Toda confundida asentí con mi cabeza. Me hizo entrar, caminamos por un pasillo hasta una oficina donde se encontraba la Administradora, quien preguntó algunas cosas y me dió el empleo, ¡gracias a Dios ya estaba trabajando! ¡Comenzaría el viernes! ¡Estaba feliz!


Llegó el gran día, en aquella casa había un olor muy especial, era como sentir el aroma que tiene el abandono, la soledad, el desamparo, la frialdad y tantas cosas más que no puedo describir. Caminé por un pasillo largo donde había sillones a ambos lados y en ellos sentados unos niños extraños, con ojos alargados; se veían cansados, tristes, y vestían ropas viejas.

Me entregaron un uniforme y una coraza que debía ponérmela en el pecho;

todas las personas que trabajaban la traían puesta, lo encontraba absurdo, ¿quién podría atacarme en aquel lugar donde sólo habían niños? La verdad, aquí, entre nosotros, nunca me la puse.

Al paso de los días los fui conociendo a todos por sus nombres. Mi trabajo consistía en lavar sus ropas; los menos eran auto Valente, otros postrados, con distintas discapacidades. Me di cuenta lo importante que es ser agradecidos con cuanto tenemos. Este trabajo es diferente a todo lo hecho en mis años de servicio, y vaya que llevo camino recorrido conociendo distintos oficios. La gente no cambia, siempre encuentro actitudes, cualidades, defectos, virtudes que se repiten.

Por ahora les contaré de mis amigos, los niños: Comenzaré por Marta, una niña muy caprichosa, por todo alegaba. Después que nos conocimos, andaba detrás de mí; sus palabras aún las conservo en mi mente: —Mira como ando, no tengo pañal, no tengo pañuelo, la Fresia tiene pañuelo, a ella le dan de todo, ¿tení un

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pañal? ¡Oye! Pásame un pañal, tení colonia y crema, échame crema—. Le puse una vez y ya cada día era igual, dame esto, dame aquello, nunca más me dejó respirar, hasta ocupaba mi baño; un día... ¡Ni les cuento! Pasa que ella no masticaba la comida, todo lo tragaba, como si el mundo se fuese a acabar; y por más que tiraba la cadena no se iba, ¡huu! Estuve casi todo el día en función del baño; después quiso ir y le dije: — ¡No por favor no! — y me decía —Si hago sólo pipí—, ja, ja, ja. Nunca se cansaba de repetir las mismas palabras, y cuando me pedía algo me hinchaba hasta que se lo daba. A mí Marta, se la llevaron a otro lugar, la consideraron un peligro para las otras niñas; la extrañé, y por un buen tiempo estuve con un dolor en el pecho. Otro día fui a la pieza de Olga, estaba llorando, pues quería estar en su casa. Le gustaban mucho los animales y la libertad, —me quiero matar— fueron sus palabras en medio de sollozos — ¿Por qué? — le pregunté. —Porque aquí no puedo hacer mi gusto, la Madre, (así llamaban a la señora de blanco que me recibió cuando llegué) no me quiere porque no voy a su reunión donde repiten las mismas palabras todos los días, me aburro de eso, ella no me soporta, yo quiero ir a ver mi casa, cuidar pollitos, comer fruta; tengo muchos árboles, tiene que ir a mi casa y comer frutita, le va a gustar.

Hizo que se me escaparan unas lágrimas. Le acaricié su cabello y se calmó un poco.

“Vamos a dejar la puerta abierta para que, cuando pasemos, nos vea Jesús”, dijo la Madre, cuando avanzábamos por el pasillo hacia la oficina de la

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Administradora”, “pues, detrás de esa puerta, está la capilla”. Sonreí, ella es italiana, me señaló un retrato que estaba en la pared. Muy orgullosa dice: —Esta es mi fundadora. La Madre, es una buena persona, se desvive por los niños, solo que ya está un poco cansada, como ellos; tal vez le haría bien descansar, ha trabajado tanto, ya tiene 72 años, es adulto mayor y no entiende, o no quiere entender a "estos niños". A veces pienso que no quiere ser como ellos y, aunque está cansada, no se detiene porque teme volver a ser niño.

El trabajo aquí ha sido duro es una carga muy pesada y no sólo física sino emocional, pero se siente una satisfacción tan grande al ver sus rostros sonreír cuando te entregas. El darse es entregar sin esperar nada a cambio, y qué mejor dar a quien nunca te devolverá; porque ellos ya lo han dado todo, tienen sus manos gastadas abiertas para recibir; porqué, entonces, por una vez en la vida, no probamos el dar, sólo dar. Cuando paso por los pasillos y me encuentro con algunos de ellos, los agarro a besos, los abrazo, los aprieto. En un principio me miraban, ahora esperan mis caricias; parece que el cariño y el afecto es una necesidad como el pan para un hambriento.

Hay veces que tengo un poco de tiempo y voy al comedor para ayudar en las comidas. El desayuno consiste para algunos, los que no mastican, en leche con pan picado. Lo llaman sopeado. Sé más de eso porque me gusta darles de comer, además que son muy graciosos todos, menos José; él es un poco serio.

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Estas chiquillas son tan lindas si las vieran como ríen, me contagian; una vez llegué a llorar de tanto reír. Claro, también lloran, especialmente una, que me ha robado el corazón. Se llama Adriana. Ella ríe y llora. Antes de irme, en las tardes, voy a su cuarto para despedirme y le pongo cremita en su cara; me observa con tanta ternura. Un día me dijo: —Gracias señorita que es linda usted—, y tomaba mi rostro acariciándolo, como lo hacía yo con ella. Eso me mató, hizo que mis ojos se pusieran vidriosos. Los llantos en las tardes de Adriana me hacían querer saber más de ella, pero durante algunos meses no veía que alguien fuese a verla, por eso pensaba que tal vez la habrían abandonado. Mientras mi amor por ella seguía creciendo, jugábamos con gestos, abertura de ojos y muchas carcajadas; cuando llegaba en las mañanas le abría mis brazos desde lejos, y, cuando me veía, se iluminaban sus ojitos y me sonreía... ¡Éramos tan felices! Claro, a veces olvidaba que habían muchos más ojos mirando, así que también tenía que abrazar y besar a medio mundo, y eso me llevaba un buen tiempo, pero valía la pena. Era algo que llenaba mi corazón, y mis niños se acostumbraron a que hubiera una regalona.

Es un trabajo tan hermoso, triste a la vez; y aunque trato de hacerlo con todo mi corazón, mi cuerpo no me acompaña mucho. Una hernia lumbar no me permite hacer fuerza, y hay muchos de estos pequeños que me piden cosas, que los lleve al baño o que los acueste; y, aunque no es mi trabajo, en más de alguna ocasión lo he hecho, porque de veras que voluntad no me falta, sólo que después no puedo ni moverme. Todo esto es un mundo nuevo para mí, algo que no conocía, convivir con el dolor,

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la angustia, con días que para algunos se hacen tan largos. Con el tiempo he aprendido que se puede reír con ellos, que sólo les falta motivación, si, ya que a muchos de ellos los han abandonado, por diferentes circunstancias; no podemos juzgar cuando no sabemos. 20 Han pasado ya varios meses y he ido creciendo, llenando de experiencias mí alma. Cada personaje tiene su historia que me provoca alguna emoción y a la vez una enseñanza de vida.

Rebeca es hipocondríaca, siempre está enferma de algo. Una vez la llevaban al médico y le decía a su auxiliar: —Déjame bien bonita por si sale algo—, y ella le respondió: —Ja, si no tienes de adonde, eres puro pellejo—. Rebeca agregó: — Eso crees tú, y en todo caso, si yo no tengo él tendrá de donde pueda agarrarme.

Una vez que estaba acariciando a mi Adriana, y Rebeca, estaba en frente y conversaba con otra niña que estaba a su lado y le decía: —Esa es la Yoya, está trabajando aquí porque se le murió su mamá, y estar aquí le sirve de terapia, imagínate tiene depresión. Yo la conozco desde que estaba en la guatita, ¡pobrecita! Pero esto le va hacer bien—. Lo decía por mí, no sé de donde sacaba tanta cosa. Cuando llegué a este lugar acompañé a la auxiliar que la fue acostar y vi que sus piernas estaban resecas y escamosas, tomé un poco de crema y le puse; desde ese día no me olvidó. Claro, para ella soy “la Yoya”, da igual si se siente bien, para mí eso importa.


¿Y quieren que les cuente? Hay una que no para un rato, se llama Telva, es campesina, y habla como tal, todo el día pasa caminando. Ella busca una puerta por donde salir, dice que la casa está sola y tiene que hacer el aseo, etc. Cuando estoy colgando la ropa pasa cada cinco minutos para hacerme las mismas 21 preguntas. Es una prueba a la paciencia; cuando ya quiero gritar le doy un abrazo y un beso bien apretado y le digo que se quede. Con cara de picarona me dice:

— ¿Y usted me daría alojamiento?— Yo le sonrío y le grito porque es sorda, para más remate, — ¡Claro, por supuesto! — Ahí me responde: — ¡Ha ya! Entonces la espero—. No me espera, se va y vuelve, una y otra vez.

Hay dos días de visita, donde pueden venir los familiares, amigos y todos los que quieran estar con ellos un ratito. Les traen golosinas, regalos, los cuales disfrutan a concho. Si los vieran… Ríen, gozan; claro, no todos. En realidad son pocos los que reciben visitas, es la parte triste del cuento, ya que hay algunos que, desde que los trajeron a este lugar, nunca más los han vuelto a ver.

Y esos ojitos cargados de nostalgia hacen sombra y parecen ojos largos, letargosos, llenos de dolor y de una profunda angustia que contagia.

También había hombres como Manuel; en la actualidad ya no está. Un día se quiso marchar y tal vez esté en su chalet, del cual tanto me hablaba; es mejor pensar eso. Es que su recuerdo hace que me de una clavada en el pecho.


Raúl es un poco especial; cuando recién llegué me tomo de la mano y besándome la cara me dijo al oído: — ¡Estay rica!— Otro día me tomó de sorpresa por la cintura, y eso que tiene una sola mano buena y está en silla de ruedas. Por eso lo saludo de lejitos, ya le tengo miedo, ja, ja, ja. No, en realidad, cuando voy al comedor trato de tocarlos a todos y les 22 acaricio los hombros, les pregunto como están; eso les hace sentir importantes, y me gusta que se sientan así, en el fondo es hacer cuanto me gustaría que hicieran conmigo si estuviese en su lugar.

Son tantos, si pudiera contarles cada historia no terminaría mi cuento, pero no puedo dejar fuera a mi poeta, José. A él le enseñaron a recitar, aprendió en algún lugar y declama unos poemas bellísimos; es un enamorado del amor y de una pequeña que también se llama Adriana, un poquito frescolina; cuando llega un niño nuevo lo cambia y se olvida de José, que la quiere tanto. Ellos no pueden pololear, la Madre no lo permite, así que se ven a escondidas, cuando ella no está.

Cierto día fui a dejar una ropa al cuarto de Olga, y estaba Guillermina, duermen En La misma pieza, ya casi no la levantan. Su frase típica es: —A lo que hemos llegado—, y canta una canción: —adolorido, adolorido, por una ingrata…—. Es muy linda, — ¿cómo estás Guillita? — responde: —Bien señorita, a lo que hemos llegado. —Te vine a ver, estoy muerta, ha sido un día muy pesado, ¡no sabes cuanto! —Señorita, ¿porqué está triste? ¿Esa es una lágrima?—, le digo: — ¿ésta? No,


no es una lágrima, es una llave—, pregunta — ¿una llave? —Le tomo las manos: —Sí, ¿vamos? Ven, te voy a enseñar. —Señorita, no sabía que existía esta puerta, ¡Que hermoso lugar! Y estoy caminando; dígame, ¿dónde me ha traído? —Es hermoso, sabes que yo vengo a este lugar cada vez que cae una llave de mis ojos. Aquí encuentro paz y veo a las personas que quiero. Dime ¿a quién quieres ver? —Usted está jugando, señorita. —No, como crees, ya vez que no necesitas la silla de ruedas, ni alguien que te cargue; has venido sobre tus piernas y si lo deseas ¡puedes correr! Ándale, te echo una carrera, ¿te animas? —Ja, ja, ja. Si, ¿cómo no? Seguro que a mi edad voy a estar corriendo. —Mira, ¿ves ese valle de pasto verde y al fondo esas flores? — ¡Oh, nunca vi flores más bellas! —Ya ¿quién gana?¡A la una, a las dos y a las tres! —Usted hizo trampa, se dejó ganar— respondí —No Guillita, siempre he sido muy mala para correr, ¡de veras me ganaste! —Señorita, qué bien se siente aquí, hasta tengo ganas de vivir, ¿siempre hay sol? Es tan lindo, ¿como es que puedo mirarlo sin que me duelan los ojos? —En este mundo todo es misterio, no existe el dolor ni la maldad, nunca se envejece, y puedes encontrarte con tus seres queridos, ¿hay alguien que quieras

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ver? — me respondió —Sí a mi madre, ¡allá está! ¿Puedo? — sus ojos brillaban —Por supuesto, ¡ve! —. La vi correr feliz. —Señorita Rosana, señorita— escuché a la Guille. — ¡Ah!, ¿qué pasó? — Ella agregó: —la están llamando, parece que estaba muy cansada porque se durmió—. Estirándome dije: —¡Huu! Lo siento, ya me voy, un beso y hasta mañana—. Y cuando me marchaba: —Señorita, se le cayó esto cuando se durmió, es una llave, y es muy bonita, tiene forma de lágrima.

Al tiempo, mi Guille, se marchó para no volver; se sentía muy sola y decidió partir. Poco a poco comencé a entender el porqué de la coraza en el pecho. Todas mis compañeras la llevaban; yo no podía con ella.

Un día, a fines de Junio, mi Adriana ya no caminaba; era muy grande, las auxiliares no podían con ella. Poco a poco empezó a decaer, tenía una manchita en uno de sus glúteos; luego se rompió y se hizo profunda. Sentí miedo y mucho dolor; vino a buscarla un familiar y se la llevó al Hogar de Cristo, un hospital. Ella estaba sana y no tomaba ni un remedio, eso me angustiaba más; sólo parecía tener una profunda pena, nunca supe cuál era.

Los días pasaban y fui a verla al hospital. La abracé y besé, muchas veces. Mi Llanto no era sólo externo, mi alma también lloraba y no quería dejar que se fuera. Le escribí un poema, es mi forma de mantenerla en mi corazón.

El 20 de Agosto decidió partir, fue cuando mi corazón parecía de cristal y sentía que caía a pedazos. Sé que era lo mejor, pues estaba sufriendo mucho. En ese

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momento entendí el porqué de la coraza y tal vez si me la hubiese puesto no tendría tanto dolor. Cuando pasaron los días fui a buscarla, me la puse y estuve un tiempo caminando por los pasillos, triste, buscándola. En mis recuerdos sólo existía ella; tomaba su ropa que quedó en la lavandería, la abrazaba, y me hacía miles de preguntas. 25 Entendí a mis compañeras. Claro, cada una de ellas tiene sus propios dramas. No es bueno encariñarse con niños que están preparándose para partir. A casi un mes de la partida de mi regalona, decidí volver a quitarme la coraza; no puedo ser tan egoísta y pensar en mí, cuando mis niños están muy solos y necesitan el roce de unas manos, un abrazo, un beso, algo que parece tan básico, pero que no todos están en condiciones de dar. Así que, mientras esté en este lugar mi misión será servir, mi cariño y amor no les va a faltar. Ahora debo preparar mi mente para saber que ellos se marcharán pronto y tendré la esperanza que algún día los encontraré, al final de mi camino.

Agradezco a Loreto Silva y Norberto, por su ayuda en la corrección del texto.

Estas son mis experiencias en el hogar de ancianos Betania,, donde actualmente trabajo.


ANY CARMONA

AVE FENIX (para Mateo) Desde un lugar de gorrión herido que libraba la batalla del ser, volaste hasta la mano de tu padre. El acarició tu sien con tibias gotas de agua y abrigó tus pequeñas alas con dulce voz. Sobre doradas hojas caminaste al nido seguro de mamá. Donde su leche tierna te alimenta y su seno de almíbar te rescata. Ave Fénix, eres la prueba tangible de todo el Amor de Dios. Abuela Any

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EDGARDO PALACIOS- ARGENTINA

RELATO DE UN ABUELO Historia real Abuelo :”Luis GALASSI “

-ven, querido nieto, quiero contarte algo…trae tu grabador Deseo dejarte un recuerdo.. -¿ de qué me vas a hablar abuelo’ -te voy a contar mi historia. .”De una vida común” Cuando ni soñábamos con este progreso ¡Imagínate que enfriábamos las botellas en un balde, dentro del aljibe! …y la carne, a la sombra, colgaba del árbol más tupido, en un cajón con tela metálica, Para cuidarla de los bichos. ¡Fíjate ahora! Existen los freezer para conservarla por mucho tiempo -allá, en el norte, por Malbrán, no había agua ni para tomar Esperábamos el tren cisterna, que nos daba agua a cada familia No había remedios, ni leche para para un niño…. ¡Cuánto sacrificio!... y no nos dábamos cuenta de eso,

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-la ropa, era siempre la misma…y estrenar alpargatas nos hacia importante La luz de la lámpara, alcanzaba poco .. Porque escaseaba el combustible. --¿te vas imaginando mi nieto?..¿Cómo se vivía ¡ -cuantas cosas trajo el progreso! ¿No? -nosotros en aquel tiempo, soñábamos con vivir mejor y decíamos…¿Cómo será el futuro? --¿quién sabe si vamos a verlo? -y aquí me tienes, el mes que viene cumplo 90, ¡me gusta recordar el ayer! Porque vivo hoy, disfrutando tantos adelantos!.. -ya sé que me voy ,que me falta poco .. Y a vos” mi nieto “te va a quedar el recuerdo De cuando estábamos mejor.. ¿Pero abuelo ,no me dice que les faltaba de todo?. -no mi niño, nos faltaban “comodidades”, pero había gente más buena. Nos criábamos con el valor de una palabra, para respetar una obligación, No se firmaban tantos papeles, como ahora, Extraño, mucho la amistas de entonces, “que era más sincera, Y .. ¡Cómo nos ayudábamos con los problemas! Éramos como hermanos con los vecinos que Vivian cerca. Ahora ..Hasta se reniega para cobrar lo firmado… ¿La amistad?, está llena de traiciones y una firma de garantía, te deja de patitas en la calle A un vecino ahora se lo mira de reojo ,y algunos cuando saludan ,parecen que van a morder .. -si, seguro que antes había más respeto Había una diferencia, entre quien era el padre y quien era el hijo… -no sabíamos enseñar mucho, porque la mayoría no fuimos a la escuela.

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-ahora van todos. Pero los padres educan menos que antes, -antes, un chico como vos, respetaba, aun mayor desconocido…y ningún hijo le, levantaba la voz a los padres, Para fumar,… ya de grande ..Había que pedir permiso.. -las navidades eran sencillas, pero había mucho amor y alegría. Cuando de chicos ..Vivíamos esa edad plenamente. Con todos los juegos que no te podes imaginar,. -¡por eso me gusta recordar esos años! -ahora, mi niño, el progreso, en comodidades ha traído solamente dolores de cabeza… Con una total falta de respeto, por la familia y la gente. -¡cómo no les ha costado sacrificios, ganar esa comodidades, A los de tu edad. No valoran….y buscan en “la droga”…sensaciones nuevas.. -no sé cuánto viviré todavía, pero he visto suficiente para decirte, qué antes se quería la gente. -allí tienes grabadas las palabras de tu abuelo…para que sepas ..Que antes ..Fue mejor con poco menos. Y con empleados público que querían a la patria --ahora con lo que veo, mis recuerdos están de duelo!...

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MARIA EUGENIA ROJAS ALEGRIA – BOLIVIA

MAMAU

Siento una hermosa mirada, mi corazón se agita, es mi abuelita.

Me habla con palabras dulces repartiendo caricias.

Me siento envuelta en cariño, con tus besos cálidos que son mi abrigo.

Saltan lágrimas de mis ojos, me consuelas con un tierno canto,


me cuentas el amor que por mi sientes.

Abuela, no te vayas no me dejes, ella vuelve, me arrulla entre sus brazos.

Mis ojos se abren llorosos, era un sue単o.

Escucho una vocecita suave diciendo:

Mamau, te quiero mucho, salto de la cama, es mi adorado nieto, respiro el aire que dejo mi abuelita, porque ahora soy yo la abuela.

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BEATRIZ ALICIA DURÁN- ARGENTINA

ABUELO

Miércoles por la tarde, “DÍA DE DAMAS “. Así rezaban los afiches de los cines de mi barrio, y allí nos encaminábamos todas las semanas con mi mamá y mi tía a ver tres películas a veces de Lolita Torres, o bien de Hugo del Carril. A pesar que ya las sabíamos de memoria era su cita obligada y me arrastraban con ellas. Yo no contaría más de cinco años cuando vaya a saber por que extraños designios ese día cambiaron y me llevaron a ver una que nunca habíamos visto. Me impactó la parte en que una niña, vestida con un largo atuendo del que no supe jamás el tono, buscaba desesperada en el bosque en medio de una feroz tempestad a su abuelo perdido. No dije nada pero esa imagen me caló hondo. Pasaron varios días después del espectáculo, cuando para mi felicidad, se desató una terrible tormenta. Toda la familia estaba reunida tomando mate y charlando animadamente en la cocina, mientras yo silenciosamente pergeñaba la forma de emular a mi heroína. Tomé la colcha de mi cama y la arrollé como pude en mi cuerpito diminuto, haciendo las veces del largo vestido que en mi mente era celeste, mi carterita de juguete y mi oso de peluche y así ataviada, me encaminé al fondo del largo jardín bajo el temporal. Una vez en situación comenzó el drama.

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— Abuelooo… abuelooo…— mis desgarradores gritos hicieron meter el corazón en un puño a todos que corriendo se asomaron al ventanal más cercano. Allí me hallaron, empapada pero sana y salva. Mi madre me urgió que entrara, pero yo seguía firme en mis convicciones vociferando por mi Tata. Si me movía y el no acudía a mi llamado habrían sido inútiles tantos preparativos. Por fin, dado que no cejaba en el intento, y que cada vez estaba más cerca del merecido castigo, mi abuelo para calmar las aguas, después de exclamar melodramáticamente: — Ya te veo, voy a buscarte — salió a mi encuentro, me alzó en brazos y dio por terminada la comedia. No se que le pasó por la mente cuando se encontró todo mojado, abrazándome como si no me hubiera visto en años. Lo cierto es que entré en la casa calada hasta los huesos, pero radiante por haber podido concluir con total éxito mi obra prima. Lo que pasó después es otra historia.

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ANA OCAÑA AZOR- ESPAÑA

FUERON LA LÁMPARA MÁGICA DE MI INFANCIA

Mi lámpara mágica encendida entre recuerdos dormida. Mi infancia y mis alegrías van todas unidas a dos grandes maestros de escuela. Don José y Doña Amelia entre niños anduvieron enseñando matemáticas, geografía o como beberse la vida. Abuelos de madrugadas cuando se alejaba el alba detrás de cada rosa siempre andaba su mirada. Me prestaron el sol, me regalaron la risa me vistieron con sus besos y me ofrecieron la ilusión divina. Y me pintaron de rojo el mar de mi fantasía gracias porque aprendí filosofando el olor de los naranjos y a recoger flores frescas en mayo. Y a ser poeta de surcos en un maizal muy regado .Pero sobre todo fueron dos abuelos en mi cielo navegando. Y en cada ola de espuma me ofrecieron sus encantos.

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PILAR MORENO WALLACE – PAISES BAJOS OTOÑO, TIEMPO PARA SOÑAR

Entre mis libros de mis años infantiles están los cuentos de la colección “Marujita”, de Ediciones Molino. Su lectura ha influido muchos en esos años en mi hermana y en mí, y aún hoy día no estoy convencida que no exista ese mundo encantado que nos descubrían: el país de las hadas. Mis abuelos vivían en una casa en las afueras de la ciudad, con un gran jardín donde mis hermanos y yo disfrutábamos las aventuras más fantásticas y divertidas. Era el sitio ideal donde nuestra imaginación situaba aquel mundo de magia y donde tratábamos de encontrar entre los árboles, setos, plantas y flores, toda esa población menuda que formaban las hadas, duendecillos, gnomos, elfos y geniecillos traviesos. Todo el tiempo que nos dejaba libre el colegio, -entonces teníamos de aquellas largas vacaciones-, lo pasábamos allí. El jardín estaba rodeado de altas verjas de hierro que ofrecían una gran seguridad a los mayores, que nos dejaban libres de corretear todo el día a nuestro gusto, interrumpido los juegos solamente a la hora de las comidas y la siesta. Títulos tan bonitos como “Las travesuras del gnomo pegón”, “El duendecillo de la chimenea”, “La casa encantada”, “Un gato en el país de las hadas” y muchos, muchos otros, daban paso a historias que se desarrollaban en un país a donde llegabas por senderos ocultos o puertas invisibles, con personajes que vivían en casitas mágicas que andaban o hablaban. Siempre en medio de bosques, árboles, plantas y flores. Con la imaginación rica de los niños no nos era difícil sentirnos en medio de aquel mundo de magia buscando detrás de un árbol, en el hueco de un tronco, entre las rosas y los geranios, o en cualquier rincón del jardín algunos de aquellos gnomos, duendes y hadas para hacerles compañeros de nuestros juegos. Hoy aquella casa de mis abuelos ha desaparecido desgraciadamente, arrastrada en la vorágine de los tiempos que corren y del afán de modernización. En espera de la decisión de construir sólo queda un terreno lleno de matojos y maleza; eso sí: aún están en pie las palmeras que indican el lugar de tantos recuerdos. Ahora es el tiempo ideal para pasear en el bosque: estamos entrando en el otoño, la estación del año que tiene más contrastes. Calma después de la agitación y exuberancia del verano, y llena de

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actividades ante el frío que se acerca. Caminando por los estrechos senderos sombreados por los altos árboles aún vestidos con sus hojas, puedes ver como la naturaleza se prepara para el invierno. Hasta su color se adapta a este cambio. Tonalidades ocre, marrones, oro viejo, verdes oscuros, amarillos. Cerca de casa, hay un bosquecillo donde en ocasiones vamos a pasear. El suelo está cubierto de hojas que van cayendo y amortiguan el ruido de tus pasos. Plagado de frutos maduros, manzanas silvestres, castañas, toda clase de setas....... La naturaleza es diferente, la vegetación distinta, más amplio el espacio, otros sonidos pero, en la luz suave del sol de otoño que todo lo envuelve, la magia es la misma de entonces, la imaginación crece y la esperanza queda. !Te confesaré un secreto! ... sigo buscando entre los árboles, plantas y flores los personajes de mis cuentos: hadas, duendecillos, gnomos y elfos. ¡Quién sabe, quizás alguna vez los encuentro!.

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37 MYRIAM MAHIQUES – ARGENTINA- EEUU

EL TELÉFONO

Un sencillo evento revolucionó al barrio. Situación banal para aquéllos que no han vivido la larga espera -de meses- para recibir la primera línea telefónica de la cuadra. Excitación total y flujo de gente que entraba y salía de la casa de los abuelos, al punto que la nieta decidió pintar una humilde latita de verde, a la que cortó una tosca ranura, para que al menos los vecinos colaboren con monedas. El abuelo miraba impasible con una sonrisa en los labios, la que no le duraría mucho. No fue el pesado aparato negro lo que lo conmovió, sino la llegada de la guía telefónica. Ansioso, recorrió las páginas hasta encontrar su apellido, para descubrir que no estaba solo en el libraco. Y llorando dijo, ¨otros más en la familia han emigrado, y nunca lo supe!¨.


MARISA ARAGÓN WILLNER – ARGENTINA Directora de Parnassus, Patria de Artistas

ABUELAS MÁGICAS No puedo contar mucho de mis dos abuelas, pues a una no la conocí , sé que fue una mujer muy valerosa, enfermera de profesión y que tuvo cuatro hijos varones que terminó criando sola con mucho sacrificio encaminando sus pasos con un oficio que les diera oportunidades de trabajo. En plena adolescencia de los varones, contrajo una grave enfermedad que la llevaría de este mundo. Su nombre significa Sabiduría, la que tuvo además de fortaleza para sobrevivir en difíciles condiciones y formar cuatro varones de bien.

Mi otra abuela , la del reyno ( Aragón ) , casó siendo muy niña a los trece con un joven unos años mayor a ella que llegó de extrañas tierras y se prendó de esa joven y esbelta niña pidiéndola en matrimonio no bien estableció su almacén de Ramos Generales como se usaba en las ciudades del interior ; de tan niña no podía tener sus propios hijos , así que crió a dos niños de una hermana mayor que quedaron huérfanos, estos sobrinos fueron sus primeros hijos , luego tendría diez hijos propios , en bandos iguales de varones y niñas . Esta abuela que recuerdo poco a no ser por fotografías y relatos de mis tías falleció cuando yo tenía tres años , de tal manera que me he criado sin abuelas , sabiendo que son de un valor inenarrable los días de gozo junto a ellas. Con ella tengo una hermosa foto donde tiene mi pequeña mano entre las suyas y me mira con esa mirada de arrobamiento que se siente por los pequeños nietos. Fue de sus últimos días, por lo tanto es doble recuerdo valioso.

Aprendí a apreciar a las abuelas quizá por la misma carencia que nos lleva a búsquedas reiterativas.

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Una de mis abuelas favoritas era española , en sus ochenta años, hablaba con gracia y acento valenciano, y vivía en la planta baja de mi casa de adolescente, me fascinaba verla organizar sus macetas de hierbas medicinales y aromáticas con total esmero cada estación y también su pelo , un cabello de hebras blancas brillantes, que peinaba con doble trenza rodeando su cabeza. Una de mis fascinaciones fue tratar de descubrir el largo de sus cabellos , - venia de una escuela de monjas francesas que llevaban una imponente corola blanca ajustando su cabeza, y la duda común de las alumnas era saber si tenían o no cabello bajo esa cofia - , así que el cabello se transformó en una especie de fetiche , atractivo y sensual , hasta descubrir que la hermosa abuela lavaba sus cabellos larguísimos en los grandes piletones al aire libre de su casa , eran tan largos que por detrás tocaban sus rodillas. Este descubrimiento de la belleza de un cabello hasta sus años, me dejó sorprendida y feliz hasta que me permitió presenciar su lavado y secado , que era una verdadera ceremonia de amor consigo misma , con sus perfumes y tiempos ,y que justificaba la belleza de esa corona áurea que daba marco a su rostro siempre atractivo donde brillaban unos ojos bondadosos y una sonrisa especial .

Otra abuela hoy , melodiosa toda la vida, es una de mis cinco tías , que es abuela del corazón de unos quinientos chicos que pasaron por el primer comedor de su localidad, a ella se le ocurrió abrirlo y empezar a dar su té con leche o chocolate y sus galletitas a los niños carenciados, los que fueron llegando como avecitas a comer de sus manos hacendosas , el comedor creció y muchas generaciones de niños luego se hicieron adolescentes . Mi tía continúa en funciones y los jóvenes nunca la olvidan , son para ella sus atenciones, pues algunos se recibieron de carpinteros , otros de plomeros, otros de electricistas, otros pintores y así , son jóvenes que pudieron reinsertarse en el mercado laboral , pero siempre tienen un tiempo para pasar por su hogar y compartir un mate y ahora que ella es anciana ayudar en alguna tarea de reparación de su hogar o acompañar en los declives naturales de su salud. En la comunidad es una persona muy amada y ha sido premiada aunque su labor jamás exigió premios , fue la entrega de una misionera amorosa volcada a la niñez más desprotegida en un canto de amor diario.

Brenda , una abuela de origen alemán ,llena de pecas, un día enfermó de Alzheimer , y su vida transcurría triste en los rincones de una casa donde todos corrían a su prisa , a esta abuela la divertía recibir mi visita , tener pequeñas charlas donde se la hiciera recorrer los momentos hermosos de su juventud , contar de su pueblo a orillas del río de una colonia de alemanes asentados en Entre Ríos , de los tiempos en que era una activa mujercita que intervenía en las cosechas y también se divertía en los bailes en casas de familia donde todos se conocían y fueron sitios para la génesis de los primeros amores que nunca se olvidan y aunque los temas de charlas no salían de estos tópicos , era feliz de acompañarla en las visitas y descubrir cuánto le ilusionaba el alma volver y volver a contar lo mismo, en un eterno ciclo de redescubrimiento de su propia vida.

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Si hubo otra significativa por su carácter fue mi madrina de nombre francés, en su casa las hijas, mis primas, mimaban mucho a su papá y en vista que había muerto su hermoso Cocker dorado , no encontraron mejor idea que traerle de regalo un Petit Schnauzer al abuelo, pero ella se enojó con los nietos porque no pensaron en ella que era quien en definitiva, tenía que cuidar y educar al pequeño can. Los nietos no entendieron su enojo y se fueron entristecidos llevando al pequeño cachorro que tuvo que adaptarse con éxito a vivir en departamento. Con el correr de los días se supo el motivo del rechazo, ella ya se estaba sintiendo mal y fue una enfermedad terminal la que se presentó y consumió su salud en tres meses. Señal que debemos saber aceptar muchas cosas en la vida y ampliar nuestro rango de comprensión ante las conductas humanas de nuestros queridos ancianos, que muchas veces nos pueden sorprender con un comportamiento que luego justificaremos sobradamente.

Finalmente la última abuela que visité la semana pasada se llama Luisa , orilla los ochenta y cuatro años, y tiene mucha salud, es vegetariana y cultiva desde siempre sus alimentos, tiene un parque con frutales que ella misma recoge , con sus métodos de campo sin dañar la fruta , sabe el nombre de las hierbas medicinales y los tiempos de siembra y cosecha , en sus tiempos punteaba a pala dos largos terrenos y se enorgullecía del tamaño de los vegetales que resultaban de sus manos de labriega, fue de las primeras pobladoras de una zona y de las primeras obreras textiles que trabajaron el broderie en fábricas que hoy pasaron a la historia, ahora cuenta con alegría retazos coloridos de su juventud, de cuando los italianos inmigrantes trajeron al Santo a la primera iglesia de la ciudad ,que está a dos pasos de su casa , de las fiestas donde los alemanes e italianos se hermanaban a fabricar la salsa de tomates, haciendo cuatro jornadas de trabajo incansable para lograr la provisión de varias familias en todo un año, de cuando juntos organizaban fiestas en los salones del club italiano y la invitaban a bailar la tarantela y alababan sus pastas hechas a mano para toda la comunidad, ella mantiene la memoria viva de tres generaciones aceptando que vivió tiempos felices y trágicos en los cuales su familia que se fue disgregando , ha sido muy duro para ella haber perdido a dos de sus hijos en este tiempo y desde sus soledades está honrando a la Vida por permitirle tener todos los nietos en su cercanía .

Con ternura dedicado a estas y muchas abuelas más del mundo.

Marisa

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Recuerdos de los Abuelos


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