Dado que la realidad se sulfura y agrieta sin remedio; que la gente que somos es perseguida, asesinada, despojada, arrinconada, a pesar de tener cédula, hacer las filas y haber sacado el rut; que la historia insiste en revolcarnos en el mismo lodazal bajo los pretextos más descabellados y tristes; que la nube de humo se sigue chupando nuestra alma a dosis cada vez más peligrosas; que las montañas siguen en su lugar, estupefactas, ante nuestra posible rendición a este miedo perezoso que se empoza en los ojos; que los pocos de siempre buscan echarle más tierra encima a lo que nos queda de memoria a los muchos que aún estamos; que las calles que nos crecen por dentro y por fuera siguen vivas detrás de las cortinas; volvemos a este ritual de poner en limpio nuestras pesquisas y suciedades, para ver si además de ver pasar los lunes de este largo eclipse, nos miramos y hablamos, justo aquí, al alcance de los pasos.