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Minería regada por el mar
Presionada por el calentamiento global, una menor disponibilidad hídrica en zonas desérticas y la demanda de las comunidades que exigen la protección de esos recursos, la gran minería del cobre ha encontrado una solución para sus operaciones en el uso intensivo de plantas desaladoras de agua de mar, una alternativa que se proyecta que hacia 2028 alcanzará al 50% de la minería nacional. Y aunque extraer agua de mar, sacarle la sal y transportarla a cotas sobre los 2.000 metros no es una tarea económica ni sencilla, Chile parece consolidarse como líder regional de una tecnología que puede alcanzar mayor vuelo al combinarse con las energías renovables no convencionales. Solo el fantasma futuro de la necesidad de una normativa de uso de aguas continentales se vislumbra como amenaza para este gran plan B chileno.
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Vista aérea de la planta Escondida Water Supply, de minera Escondida, la más grande de Latinoamérica
entía que su vida laboral iba a estar marcada por el agua. Cómo no, si considera que el elemento se vincula nada menos que con el futuro de la Humanidad. Por eso, cuando recibió un ofrecimiento laboral para ir a trabajar a la minería, en el norte grande, el ingeniero electrónico Christian Saldaña no dudó ni un segundo en dejar atrás su puesto en Santiago de Chile, en el área de automatización de una reconocida multinacional. Iba a ser parte de ese gran futuro.
“Se dio la posibilidad de venir al mundo del agua y no lo pensé dos veces”, ratifica Saldaña, quien en su primer trabajo, se desempeñó por casi seis años en la proS
ducción de agua para una minera, para luego tener un reto superior: hacerse cargo de la planta desaladora Manto Verde -operada por Suez Medio Ambiente Chile, filial del grupo francés Suez Environment, y que presta servicios a la minera Mantos Cooper-, como director de Operaciones. En ese quehacer se encuentra hace prácticamente un año, con un equipo de 17 personas que dan cobertura de servicios en un absorbente formato de 7x7 en la planta. “Yo estoy siempre conectado; los días que no estoy, quedan turnos a cargo de la planta, aunque constantemente hay llamadas los fines de semana con alguna pregunta, o bien otras veces me contacto porque quiero saber cómo está la faena”,
resume su quehacer el ingeniero, de quien depende que el proceso funcione sin contratiempos. Al ser el Señor del Agua, de él depende la producción que surge de la planta desaladora. “Se podría decir que somos el corazón de la minería; si no hay agua, se tiene que parar la producción”, ejemplifica Saldaña.
Decir que el agua se relaciona con el futuro de la Humanidad no es una exageración. Saldaña acierta en subrayar su relevancia, porque en un contexto de cambio climático, a causa del calentamiento global, el crecimiento de la población y la defensa que realizan las comunidades de los escasos cursos de agua que existen, las mineras tenían mucho en contra para
sus operaciones. Sin embargo, un plan B ha resultado del todo exitoso para la gran minería del cobre en Chile, que encontró en el mar a su gran aliado.
“El tema de las desaladoras es muy importante en nuestra minería, porque nos permite disminuir cada vez más el consumo de agua fresca. Si bien la minería consume muy poca agua (representa solo el 3% del consumo a nivel nacional), el mayor gasto se realiza en el norte, donde no hay agua”, explica Betancour.
La gerente de Estudios de la Sociedad Nacional de Minería de Chile (Sonami), María Cristina Betancour, grafica así el déficit hídrico: en Chile hay 51 mil metros cúbicos por persona al año y el promedio mundial es de 6.600 metros cúbicos. El mínimo para el desarrollo sustentable es de 2 mil metros cúbicos por persona y desde la Región Metropolitana hacia el norte, el promedio es de 499 metros cúbicos por persona. Sin embargo, en la región de Antofagasta disminuye el flujo aún más: hay disponibilidad solo de 47 metros cúbicos por persona al año. Y esa es la región con la mayor actividad minera del país.
Triplicación
“La proyección que tenemos como gobierno de Chile es que para el 2028, el 50% del agua utilizada por la gran minería va a provenir de plantas desalinizadoras. Es un aumento de tres veces respecto de lo actual, por lo tanto, es bastante sustantivo. Ahora, por qué usar esta tecnología ahora y no antes, dice relación
directamente con los costos de la energía. Las plantas desaladoras consumen mucha energía, básicamente para bombear el líquido hasta las distintas faenas donde es utilizada. Por ello, con costos de energéticos tan altos era impensado usar tantas plantas de este tipo, ya que te consumías gran parte de los recursos solo en la misión del bombeo del agua salada”, contextualiza el ex subsecretario de Minería del saliente gobierno de Michelle Bachelet (traspasó el mando el pasado 11 de marzo a Sebastián Piñera), Erick Schnake.
Jorge Cantallopts, director de Estudios y Políticas Públicas de la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco), también ha registrado, como Schnake, la fuerte vinculación de la gran minería con el agua salada, pese a que trabajar con el recurso marino involucra un procedimiento y una inversión mayor. “Yo diría que la mitad de la inversión de una desaladora para operaciones mineras se relaciona con la planta, y la otra mitad con la tubería para esta, que abarca distancias promedio de 200 kilómetros. Y en ascensión, con faenas que pueden estar a 3.000 o 4.000 metros sobre el nivel del mar”, detalla. Es cierto que existe una alternativa a esta onerosa inversión, y es el uso directo de agua de mar, a través de una cañería que lleve directamente el agua a las faenas, pero no todo es perfecto. La opción conlleva costos de corrosión en cañerías y en las bombas que impulsan el agua, así que el viento costero termina por disparar los costos de mantención. Son estos efectos colaterales los que han provocado “que
se haya refrescado la mirada: el agua tiene que ser desalada. Y para allá apuntan los proyectos hoy en día”, resume Álvaro Hernández, director de Recursos Hídricos de Vicepresidencia de Productividad y Costos de Codelco.
Los costos de inversión para una planta desaladora varían. En un caso podría ser de US$100 millones, pero en otro escalar hasta los US$3.400 millones. Todo depende de la envergadura del proyecto y de cuántos litros de agua se necesiten procesar y transportar a diario. Actualmente, el metro cúbico de agua desalada en condiciones de utilizarse para la actividad minera, varía entre US$1 y US$1,5 puesto a nivel de la costa, es decir, a cota cero (mar-planta), calcula Hernández. Sin embargo, al momento de transportar esa agua a las faenas mineras, los costos aumentan con fuerza. Aparte del factor distancia, la cota a la que hay que impulsar el líquido y la magnitud del caudal figuran como elementos relevantes, entre otros factores. “Estos son proyectos que tienen economías de escala importantes. No es lo mismo tomar 100 litros por segundo y llevarlos a 3.000 metros de altura, que tomar 1.000 litros por segundo para transportarlos a esos 3.000 metros”, compara. Así las cosas, el rango de costo solo por impulsar el agua, pensando en cotas más bajas y con un gran caudal, podría ir entre los US$4 y los US$10 por metro cúbico, aproximadamente.
Actualmente, en Chile operan diez plantas desaladoras en el sector minero, más una planta actualmente detenida.
Pero hay otras 12 que se encuentran en distintas etapas de factibilidad y que, en caso de superar todas las fases involucradas para la puesta en marcha, permitirán que el país tenga la presencia de 23 plantas desaladoras orientadas a la actividad minera, todas ubicadas en el norte. Lo anterior implicará, de acuerdo con proyecciones de Cochilco, que en 2028 prácticamente se triplicará el consumo de agua de mar en la gran minería del cobre. El consumo de agua de mar alcanzaría así los 11,2 m3/seg para dicho año, lo que representa un 289,9% de crecimiento respecto a los 2,9 m3/seg consumidos de 2016. Mientras, el consumo de agua de origen continental (o agua dulce) disminuiría de 12,3 m3/seg de 2016, y llegaría a 11,5 m3/seg en 2028, un decrecimiento de 6,3%.
Secreto mejor guardado
La desalinización del agua de mar se alcanza por el uso de diferentes tecnologías que actúan para realizar un proceso esencial, denominado osmosis inversa. A eso se dedica el presidente del grupo de empresas Trends, Rodrigo Silva Millán, cuya firma -a través de una subsidiariaes responsable del proyecto Energías y Aguas del Pacífico (Enapac), una desaladora desarrollada especialmente para el sector minero en la Región de Atacama, y cuya inversión asciende a US$500 millones.
Y Silva cree estar en el rubro adecuado, ya que se augura un desarrollo creciente de la tecnología de la desalinización en todo el mundo, y Chile puede ser uno de los principales actores en la industria, en particular cuando se combina la desalación con las energías limpias. “Esta tecnología tiene un beneficio muy significativo para el desarrollo de la minería en Chile, como es el asegurar el abastecimiento de uno de los recursos
Erick Schnake, ex subsecretario de Minería.
estratégicos claves para la industria y, más aún, en una de las zonas de mayor escasez de agua. Sin perjuicio de ello, son múltiples los potenciales clientes, como la agricultura”, afirma.
Otro protagonista de esta nueva industria es Diego de Vera Molero, quien ha dado la vuelta al mundo para hablar sobre desalinización. Hoy es gerente para Latinoamérica de GS Inima Environment, compañía que desarrolla y construye plantas desalinizadoras en todo el planeta. Con una experiencia ligada a proyectos que figuran en América, Europa y África, no duda en afirmar -al mirar a Latinoamérica-, que Chile fue pionero en la región en el uso de plantas desaladoras para el sector minero, dejando atrás a países con historia minera como México, Perú, Colombia o Brasil.
Ese liderazgo chileno no solo está asociado, a juicio de De Vera Molero, con el número de plantas construidas, sino también al mérito geográfico del país, ya
que al ser más largo que ancho, posee más costa y la canalización del mar a las industrias no es tan extensa, como sí ocurre en países mineros colindantes.
Al ejecutivo de GS Inima Environment le parece similar la realidad chilena y la que permitió el estreno de la primera desaladora en el mundo, situada en Cabo Verde (África). De acuerdo con De Vera Molero, el desarrollo de la tecnología de osmosis inversa fue posible a ese mismo grado de escasez de agua que se encuentra el norte grande de Chile.
“La necesidad de las grandes mineras de mantener un recurso hídrico adecuado, para llevar a cabo de forma exitosa y con amplio stock de caudales sus procesos, las obligó a mirar hacia la innovación y a darse cuenta que los procesos científicos deben estar insertos en toda la cadena de industrialización”, resalta. “Para Chile, este tipo de aplicación tecnológica es esencial y este es uno de esos secretos mejor guardados de la industria y que
Taller de ensamblaje de la desaladora de Vigaflow
Jorge Cantallopts, de Cochilco.
ha sido clave. ¿Te imaginas a Chile, un país cuyo PIB está asociado a la minería, sin agua para producir cobre? Bueno, enfrentaría un decrecimiento económico fuertísimo; esa es la importancia de estas plantas. Hablan por sí solas”, concluye. Álvaro Hernández conoce del escenario de terror con el que juega De Vera Molero. Por eso, el representante de Codelco es taxativo al asegurar que “la continuidad (de las faenas) ya no es posible con el agua existente actualmente. Debemos agregar fuentes de agua y si empezamos a mirar nuestras fuentes
históricas, ¿podemos aumentar nuestros derechos o fuentes? No, porque esto ya no da para más, entonces, debes pensar obligadamente en fuentes distintas y aquí hacemos lo que viene haciendo la industria en general, y es por eso que el proyecto (Distrito Norte) se abastece y rentabiliza con agua de mar”.
La estatal chilena apunta a tener la planta desaladora Distrito Norte en operaciones en el segundo semestre de 2021. Es un proyecto que en su totalidad contempla el procesamiento de 1.680 litros por segundo (l/s), pero que en una primera fase ocupará 630 l/s. La iniciativa irá en directo beneficio y reforzamiento de consumo de agua del distrito que componen las divisiones de Radomiro Tomic, Chuquicamata y Ministro Hales, operaciones mineras concentradas en los alrededores de la ciudad de Calama, en la Región de Antofagasta. ¿A cuánto asciende la inversión de un proyecto con estas características? Si se piensa en una planta completa, con la capacidad de 1.630 l/s, el costo llegaría al orden de los US$1.500 millones, aunque se debe considerar que el proyecto se encuentra aún en período de licitación, por lo que su costo final podría variar.
Rodolfo Camacho, gerente de Medio Ambiente & Permisos de BHP Minerals Americas, destaca que a fines de 2017 Minera Escondida -operada en Chile por BHP- puso en funcionamiento su nueva planta desalinizadora Escondida Water Supply (EWS), cuya capacidad de 2.500 l/s la convierte en la más grande de Latinoamérica. Esta se sumó a la de 525 l/s que opera desde el 2006. El desarrollo de la nueva planta EWS demandó una inversión de US$3.400 millones y fue destacada con el premio “Planta Desalinizadora Industrial del Año” en los Global Water Awards 2017, de la organización Global Water Intelligence, que en su oportunidad destacó: “La exitosa puesta en servicio de la planta desalinizadora Escondida demuestra que la desalación a gran escala para operaciones mineras es viable en Chile, y allana el camino para una serie de instalaciones similares para servir a otros sitios mineros”.
EWS requirió también la construcción de un sistema de transporte de agua de 180 kilómetros para poder llegar hasta la faena ubicada a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar. Para ello cuenta con cuatro estaciones de bombeo de alta presión y dos líneas de 42 pulgadas para el
Tuberías del sistema de osmosis inversa, del Taller Vigaflow
transporte de agua. La energía necesaria para este bombeo es suministrada por una central eléctrica a gas natural ubicada en Mejillones, cuyo desarrollo fue impulsado por BHP y para la cual se está en proceso de obtención de bonos de carbono.
Problema futuro
El representante de Cochilco, Jorge Cantallopts, cree también que las plantas desaladoras serán las protagonistas de la actividad minera del cobre. Pero advierte que con ese boom podría aflorar una cortapisa: “Es un secreto a voces. La minería no lo quiere decir públicamente y no quiere que se norme al respecto, pero va a costar mucho desarrollar proyectos mineros en Chile usando aguas continentales”, lamenta.
Desde el lado del gobierno, el ex subsecretario Schnake también se suma a la dificultad. A su juicio, hay que rayar bien la cancha antes de iniciar una empresa que tiene como materia prima el mar de todos los chilenos. Para Schnake, en base al carácter estratégico del agua de mar, el Estado deberá tener un rol sustantivo en esta materia.
Pero una posible normativa para el uso de agua de mar en faenas mineras
Maria Cristina Betancour, de Sonami.
podría no ser solo un nuevo tema local. Podría convertirse en una exigencia planetaria, debido a la extensión de esa alternativa industrial. Cantallopts afirma que a nivel mundial hay alrededor de 12 mil plantas desaladoras, en áreas como industria sanitaria y agroindustria, entre otras. Y minería es un sector que tiene cada vez mayor presencia y que está fuertemente impulsado por operaciones desaladoras en Chile, aparte de experiencias en Perú y Australia.
¿Cuál es el estimado del negocio de la desalación en la minería en Chile para los próximos años? “Cuando hablamos de una cartera de inversiones de US$65.000
Vigaflow
millones para el total de la industria minera, en los próximos diez años, la industria de la desalación no es insignificante. Perfectamente podría alcanzar el 5% de esas inversiones para el desarrollo de proyectos mineros”, estima Cantallopts.
Pero Schnake es ponderado y también destaca los beneficios de las plantas desaladoras. Considera que, como un buen bálsamo, el uso de esta tecnología ha desenredado una serie de problemas, que van desde lo ambiental a lo civil. “Desde un punto de vista ecológico, impiden (las plantas) que uno haga uso del agua que se encuentra en los acuíferos o el agua en general continental, considerando que es un área donde es escaso el recurso y donde además hay bastante competencia, o sea, todo lo que son humedales; la vegetación de la zona norte no se ve afectada, ya que no hay uso de los recursos hídricos que dan vida a esos ecosistemas. Por otro lado, dejas de usar el agua que estaba siendo destinada por la comunidad para su consumo local o para el desarrollo de su agricultura. Por ende, la implementación de estas plantas también soluciona una problemática, casi de carácter histórica, que se mantenía con las diferentes comunidades del lugar”.