octubre de 2013
Hace ya medio siglo que Bilbao homenajea el día 11 de octubre a sus txikiteros
Seña de bilbainismo Elena Marsal
ES una de nuestras señas de identidad, qué duda cabe. Gestado en la tradición inmemorial, el txikiteo ha pervivido a lo largo de la Historia como una forma de relación cívica que refleja el espíritu abierto y liberal que legendariamente ha caracterizado a los bilbainos; y es una muestra (más) de la idiosincrasia que nos diferencia del resto del ancho mundo. En palabras de José Lejarraga, el pequeño gran ‘Petiso’, decano de Txikitero Artean e icono indiscutible de este colectivo en la Villa, “se txikitea en muchos pueblos de Bizkaia, e incluso en otras provincias: pero Bilbao es la auténtica sede de los txikiteros”. Y yo me atrevería a decir que es su sede universal. Porque, ¿en qué otro lugar del mundo se entregan anualmente los Txikitos de Honor? O, ¿dónde más existe esa especie de monolito, llamado el Hito de los Txikiteros, en el que figuran los nombres de todos los txikiteros en los que ha recaído este reconocimiento? ¿En algún otro sitio se puede hallar una imagen mariana... que tenga un vaso de txikito en la mano? O, ¿quién más celebra la Txikiteroen Festa, con gran parafernalia y masiva asistencia popular? Y precisamente de esta fiesta se cumple este año la quincuagésima
Txikiteros en el Casco Viejo de Bilbao
Una feliz iniciativa de Don Epi, párroco de la Catedral de Santiago, que se ha consolidado a lo largo de los años edición. Medio siglo llevamos en la Villa rindiendo homenaje a esta forma de convivencia, y a estos grupos de personas que abogan por garantizar el sostenimiento de las relaciones humanas y la cohesión social, manteniendo viva una añeja tradición.
Alrededor de los primeros años 80 del pasado siglo la Peña Athletic del Casco Viejo, en la misma calle Pelota, decidió ofrecer al término de este acto a cuantos se acercasen por allí un pequeño ‘lunch’ a las puertas de su local; iniciativa que también se mantiene hasta la fecha.
Y ahora un poco de Historia de esta historia
De ayer a hoy
Pero el punto de inflexión de esta celebración tuvo lugar en 1997, cuando se constituyó “oficialmente” Txikitero Artean, agrupación que en principio incluía a la propia Peña Athletic, a la Asociación de Comerciantes del Casco Viejo, a la ya desaparecida Amigos de la Catedral y al
La Amatxu Txikitera
Foto Manu de Alba
Hace ya cinco décadas, en 1964 (curiosamente el año en que, según muchos entendidos, se dio la mejor cosecha de Rioja de todo el s.XX), don Epifanio Mezo, el carismático Don Epi, por entonces párroco de la Catedral de Santiago, y buen txikitero, tuvo la feliz idea de rendir un homenaje a todos los txikiteros fallecidos, e “instituyó” la Fiesta de los Txikiteros, haciéndola coincidir con una fecha de magna importancia (a pesar de no ser oficialmente festiva) para todo bilbaino que se precie: el 11 de octubre, el Día de la Amatxu de Begoña. Lo que comenzó siendo un sencillo homenaje fue cogiendo fuerza con el paso de los años. Desde un principio grupos de txikiteros acudían espontáneamente ese día a cantar la Salve ante el edificio de La Bolsa, bajo la hornacina de la Virgen de Begoña; y hoy la Salve de los Txikiteros se ha convertido en el acto central de esta fiesta, interpretándose siempre en el mismo lugar de entonces, a las ocho de la tarde, ante una multitud que abarrota la esquina de la calle Pelota con Santa María y las calles adyacentes.
por entonces próspero e icónico Café Boulevard, cuyo relaciones públicas, el incombustible Marino Montero, diseñó un protocolo y una filosofía de todo el invento, dotándolo de un significado y un contenido propios, y convirtiendo el concepto de lo que determinados soplagaitas (de los que aún hay por ahí algunos) entendían como una fiesta de borrachines en una reivindicación del más puro bilbainismo. Paulatinamente fueron incorporándose a Txikitero Artean otras asociaciones y colectivos: ya en los primeros tiempos el Mercado de La Ribera, que patrocina el adorno floral de la fachada, y desde 2002 provee de huevos a todos los bares que quieran ofrecer los típicos “huevos duros de txikitero” (una de las novedades de este año es que esta tradición se va a potenciar con un concurso de pinchos de huevo entre los locales que se sumen a esta iniciativa); y la Asociación de Txistularis de Bilbao, que coordina los pasacalles;
Bilbotarrak, que hace de interlocutor con los coros que acuden al acto; desde 2001 el Gremio de Pasteleros de Bizkaia, que ofrece raciones de la “tarta Begoña” a todos los asistentes a la concurrida Ofrenda Floral que tiene lugar también ante la hornacina de la Virgen del edificio de La Bolsa a las doce del mediodía; en 2007, y en sustitución del extinto y muy llorado Café Boulevard, la Compañía de Gargantúa, que se encarga de las labores de comunicación y difusión; y últimamente BilbaoHistoriko, responsable de potenciar la recuperación de la memoria histórica; Ametsarte, que hace los trofeos de los Txikitos de Honor; la empresa “de las luces”, Gremaca, que se encarga de poner la iluminación ornamental en la fachada de La Bolsa; y la última incorporación para este mismo año, la empresa Vicrila, de Lamiako, gracias a la cual parece ser que vamos a recuperar para nuestros bares los viejos vasos de txikitero, aquéllos de “culo gordo”, por primera vez a un precio asequible y, además, “made in Bizkaia”. El cartel con que se anuncia esta fiesta, con el anagrama que reproduce la histórica ‘txakur txiki’ y un vaso de txikito, y todos los folletos promocionales, cuentan con el apoyo de Bilbao Turismo, y financiación de la BBK; y desde 2010 incorporan a su rotulación la información en inglés y francés. También desde que en 1995 la Hermandad Penitencial de Begoña promoviera la romería hasta la Basílica, al anochecer del 11 de octubre por las calles del Casco Viejo se mezclan entre cánticos a las puertas de los bares las txapelas –elemento inseparable de la imagen del txikitero de pro– con las pañoletas de la Hermandad, casualmente –o tal vez no– de color vino. Y la grandeza de esta fiesta radica en la participación colectiva y espontánea de una buena parte de la ciudadanía, que sabe reconocer que el txikiteo es una manera muy bilbaina y muy nuestra de relacionarnos: no en vano este año el propio Ayuntamiento de la Villa ha otorgado al colectivo de los Txikiteros el reconocimiento de Bilbainos Ilustres y el premio ‘Paseante de Bilbao’. Eso sí: para asistir a cualquiera de los actos relacionados con esta Fiesta de los Txikiteros, recuerden que... ¡se ruega txapela!
¡UNA imagen de una Virgen con un vaso de txikito en la mano! Y, ¿por qué no? Esto es Bilbao, y la imagen es la de la Virgen de Begoña que corona la ‘Hucha de los Txikiteros’ en la esquina de las calles Santa María y Pelota, justo en el único punto de todo el Casco Viejo bilbaino desde el que se puede ver la Basílica. Cuando hace unos años unos vándalos rompieron la hucha anterior, en la que los txikiteros tradicionalmente dejaban la calderilla sobrante de sus rondas en favor de los niños necesitados, desde Alcaldía del Ayuntamiento se insistió en que se hiciera una nueva.
Se le encargó el trabajo al arquitecto técnico José Luis Díez Mantrana, que diseñó el proyecto y encomendó su ejecución al escultor Josu Meabe. El resultado, inaugurado en octubre de 2008: probablemente la única Virgen Txikitera del mundo. “La imagen original lleva en la mano una manzana: ¡pero nuestros txikiteros no beben sidra!”, dice Díez Mantrana. “Además, ¿no se supone que fue la Virgen María quien, en las bodas de Canaan, hizo convertir el agua en vino? ¡Pues habrá que suponer que también se lo bebió!”. Ahí queda eso. ¿Somos... o no somos de Bilbao?
B i l b ao
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Neure buruaren kontra Olvido Almadia
ERA eder honetara deskribatu du Jaime Bayly idazle perutarrak perutarren edertasuna: “¡Qué feos somos los peruanos, carajo, qué pueblo para feo es el pueblo peruano de mis amores!”. Eta hona hemen zer dioen Andres Neuman argentinarrak argentinarren hizketa moduaz: “El chileno habla a solas; el argentino habla para sí mismo”. Gogoan ditugu, jakina, Fernando Vallejo kolonbiarraren irainak, beti ere kolonbiarrei zuzenduta. Eta ez ditugu ahaztuko Hondurasen jaiotako Horacio Castellanos salvadortarraren mihi gaizto eta lumaren fruitu mikatzak: hari kasu eginez gero, oraindik ez da salvadortar onik sortu. Euskaldunok behin baino gehiagotan –eta, nik uste, behar baino gutxiagotan– hitz egin dugu geure egoskorkeria, burugogorkeria edo harrokeriaren kontra, eta espainolak ere ez dira isilik geratzekoak ispiluaren aurrean. Arturo Pérez Reverte, adibidez, maisua da atzamarra gidari eta silizioa eskuan –“los españoles somos unos hijos de puta”–, baina zalantzarik gabe sinesgarriagoa deritzot Cervantesen umiltasun apalari: “¿Qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío?”. Ez, ez da dudarik, herri aurrerakoi guztiek, eta pertsona azkar guztiek, garatu ohi dute autokritikarako joera berezi bat, maiz umorez josia, inoiz egiaz norberaren hobe beharrez. Miresten dugu bere buruaren aurka mintzatzeko gai den gizakia, eta osasuntsua iruditzen zaigu miseriak kale gorrian erakutsi eta garbitzeaz lotsatzen ez den gizartea. Bada, baina, tranpatxo bat laudorio luze eta xuri hauen artean. Izan ere, autokritika txalotzen dugun bitartean, eta builaka txalotzen dugulako, ez gara besteren kritika zorrotzik, eta ziur aski benetakoagorik, aditzeko kapazak. Zer gertatuko litzateke Jaime Baylyri perutarrak oro oso itsusiak direla esango bagenio? Nola hartuko luke Arturo Pérez Revertek espainiarren aurkako kritika ozpin bat, kritika hau Parisetik, Bilbotik edo Londonetik bidaliko balute? Nola erantzuten diogu berton kanpotik datorren kritika mingarri bati? Ez da akaso honen mingarria izango hain zuzen ere beste batek egina delako, eta ez guk geuk? Nago ni autokritika noizbait kritika ekiditeko modu bat besterik ez dela, eta umorez jantzitako autokritika gorrotoz eta malaletxez beteko gaituen kritikari iskin egiteko ihesbide bat. Ikasle garaian guztiok ezagutu dugu ikastun mariliburu bat, azterketa burutu ondoren zein txarto egin duen azpimarratzen duena. Bada ezpada ere. Harrigarriki, Jaime Bayly ez da batere itsusia.