La ausencia de un sistema de iluminación solvente en la entrada del puerto de Málaga que pudiese orientar a las naves en la noche fue uno de los grandes problemas que arrastraron estas infraestructuras durante muchos años. La llegada del Dieciocho permitió a los ingenieros proyectar un faro de cantería que tanta falta hacía, aunque es cierto que por entonces nada se hizo: a lo sumo unas grúas muy artesanales sostenían un farol con lámparas de aceite que avanzaban en la medida en la que lo hacía el embarcadero de levante. Fue en la centuria siguiente cuando, tras finalizar la Guerra de Independencia, el marino Joaquín María Pery empezó la construcción de la actual Farola malagueña de forma muy profesional y con notable economía de medios. Las obras finalizaron el 30 mayo de 1817: se han cumplido ahora los 200 años