Amigos & Socios / Editorial
No había vivido el Club Campestre de Bucaramanga en sus 90 años de existencia, como tampoco las generaciones de la última centuria, una pandemia tan brutal como la que hemos tenido que soportar en estos tiempos y que cerró no solo el club, también nos encerró en las casas. La última gran pandemia había ocurrido a comienzos del siglo pasado cuando la mal llamada “gripe española” terminó de asolar a Europa después de la Primera Guerra Mundial, invadiendo América, Asia, África y causando millones de muertos, muchos más que el mismo conflicto bélico. No esperábamos esta crisis de la salud y por lo tanto no estábamos preparados para recibirla. Pensábamos que las pandemias de esta magnitud no se darían en el mundo moderno ante los adelantos de la ciencia, la tecnología y las comunicaciones. Creíamos que el desastre ocurrido hace 100 años fue consecuencia de la ignorancia y el atraso, pero no era así, la actual pandemia la estamos viviendo en cuerpo y alma nuevamente. Ha sido un golpe mortal para algunos y seguirá siéndolo para otros, porque el maldito coronavirus no vino para estar un rato e irse, al contrario, vino para quedarse y estar con nosotros por mucho rato, hasta que nos contagiemos todos y desarrollemos defensas, o nos vacunemos cuando existan los medios para hacerlo. Mientras tanto, debemos evitar el entrar en contacto con el virus tomando todas las precauciones posibles, sin que ello nos impida vivir, porque no vinimos a este mundo a ser eternos, sino a ser felices la mayor cantidad de años posibles. Están quedando alrededor del mundo miles de muertos y grandes pérdidas económicas, pero también nos está obligando a repensar la vida en su forma y en el fondo, a mirar lo que estamos haciendo y cómo lo estamos haciendo, recordar que somos parte de una sociedad y no podemos abstraernos de la realidad común, recuperar los valores humanos y los principios perdidos al dejarnos ilusionar por la belleza temporal de lo material y la codicia infinita por el dinero. La pandemia está transformando la forma operativa de funcionar, pero debe también cambiarnos la forma de ver la vida, porque finalmente el hecho de habernos aislado en nuestras casas y utilizar más la tecnología, constituye solo un cambio de método, pero no la esencia y razón para existir. Podremos restringir la globalización para disminuir la importación del virus, viajar menos, aminorar los contactos personales, colocarnos vacunas, ir a controles médicos, comer saludable y hacer más ejercicio, todo ello tendiente a prolongar la existencia y el funcionamiento de un cuerpo que carga dentro de sí un ser humano guardado, al cual el mundo moderno y material reprime y solo en forma ocasional deja expresar cuando aflora el amor.
Ahora, cuando vivimos el peligro y tememos la muerte, debemos reflexionar sobre el sentido de nuestra existencia y comprender que ella tiene razón de ser si pensamos, sentimos y actuamos de acuerdo con esa persona humana que todos tenemos dentro. JORGE GÓMEZ DUARTE Presidente Junta Directiva Club Campestre de Bucaramanga