Miguel de Cervantes Saavedra
DON QUIJOTE (II PARTE) Resumen argumentativo: Prólogo El autor se dirige al lector a propósito de una edición de la segunda parte del Quijote, aparecida un año antes de la escrita por Cervantes, firmada por un tal Alonso Fernández de Avellaneda, cuya identidad real nunca se conoció y se refiere a las ofensas consignadas en la edición apócrifa contra Cervantes, en particular su edad y su condición de manco. Sobre lo primero contesta que “no se escribe con las canas, sino con el entendimiento”, y sobre lo segundo, que su manquedad no nació en una taberna, sino en una ocasión gloriosa (la Batalla de Lepanto), agregando que “el soldado más bien parece muerto en la batalla que libre en la fuga”. Le solicita al lector que, si llega a conocer al imitador, le diga que no se siente agraviado, pues comprende las “tentaciones del demonio”, y que le narre dos cuentos alusivos a que no es tan fácil escribir un libro y al escarmiento que aquél habrá de sacar de su atrevimiento. Expresa no temer a la amenaza de Avellaneda en el sentido de quitarle ganancias con su libro y exalta la protección que ha recibido del conde de Lemos y de don Bernardo de Sandoval. Termina entregando al lector “A don Quijote dilatado, y, finalmente, muerto y sepultado, porque ninguno se atreva a levantarle nuevos testimonios.” Capítulos I y II Las andanzas narradas en la primera parte de esta novela terminaron cuando don Quijote fue traído por sus amigos a su casa en una jaula. Ahora permanece en cama recuperándose de tantas calamidades. El barbero y el cura se abstienen durante un mes de visitarlo. Cuando deciden hacerlo, lo encuentran en principio lúcido, para alegría de ellos, de la sobrina y el ama. Pero basta con que se mencione que los turcos están preparando una gran armada para atacar a España, para que don Quijote exponga una solución: que el rey convoque a todos los caballeros andantes de la nación, los cuales, por pocos que sean, podrán dar buena cuenta de grandes ejércitos. Hay
desencanto en los presentes que observan que el enfermo no se ha recuperado de sus ideas de caballerías. El barbero narra un cuento acerca de un licenciado recluido en la casa de locos de Sevilla, que se considera curado y recurre a las autoridades eclesiásticas para ser dado de alta; cualquier duda sobre su cordura la atribuye a sus parientes que disfrutan de su hacienda y han sobornado al director del manicomio. Lo entrevista el capellán y casi se convence de que está sano, pero cuando otro loco de quien se despide amenaza con dejar sin lluvias a Sevilla, por ser este loco Júpiter, el licenciado se declara Neptuno y garantiza que hará llover cuanto sea necesario. Don Quijote se exaspera con las comparaciones que “son siempre odiosas y mal recibidas”. Se extiende en una apología de los caballeros andantes mencionando a muchos de ellos y adicionando múltiples detalles de su apariencia física y aventuras, contradiciendo que se tratara no de seres reales sino ficticios. Llega Sancho Panza, a quien ama y sobrina reprochan ser quien ha distraído y sonsacado a don Quijote. Éste alega lo contrario e interviene el enfermo para apaciguar los ánimos y evitar más decires de su escudero. Cura y barbero se despiden y se alejan conversando sobre los desatinos del hidalgo y el peligro inminente de que vuelva a las andanzas. Don Quijote, a solas, le hace ver la solidaridad que debe existir entre caballero y siervo y cómo ambos participan de sus mutuos dolores y amarguras. Le pregunta qué dicen las gentes de sus hazañas y Sancho le cuenta que lo tratan de loco, de irreverente con los cánones de la hidalguía y la caballerosidad por haber pretendido adoptar posiciones que no le corresponden, por ser pobre y carente de títulos; el mismo Sancho es tenido por todos como un tonto. Reserva para el final una noticia que lo tiene admirado y asustado, que ha sido traída por el bachiller Sansón Carrasco, quien viene de estudiar en la Universidad de Salamanca. Se trata de que circula un libro en el cual se narran las salidas de don Quijote y Sancho, con pleno detalle de personajes y aventuras. Don Quijote se interesa muchísimo y Sancho va por el bachiller. Capítulos III – IV Mientras Sancho va por el bachiller, don Quijote es presa de cavilaciones sobre el libro que narra sus aventuras y la manera como habrán sido tratadas éstas y su persona por el desconocido autor, cuya condición no alcanza a imaginar correctamente. Llega Sansón Carrasco y saluda a don Quijote como a un preclaro y reconocido caballero, trato de pleitesía
considerado y no por fantasioso menos respetuoso, que perdurará de parte del bachiller hacia el hidalgo. Sansón va dando cuenta a don Quijote y a Sancho Panza del libro, cuya autoría se atribuye a un autor moro. Allí se encuentran todas las aventuras de las dos primera salidas del caballero, inclusive los desenlaces desairados. Los tres personajes intercambian comentarios y opiniones a través de los cuales se establece que ha habido críticas al libro por incluir historias que nada tienen que ver con la historia de don Quijote, y por haber dejado sin explicación algunos sucesos como el robo del asno de Sancho. El transcurso de la conversación da lugar a la expresión de consideraciones y teorías sobre el oficio de la literatura y la historia. Después del almuerzo y de la consabida siesta, Don Quijote, Sancho y el invitado Sansón Carrasco, reanudan el coloquio. Sancho explica cómo perdió y recuperó su burro en la primera parte de la novela, y se establece que la aparición de tal jumento después de perdido y antes de recuperado, se debe a un error del autor del libro; sobre los cien ducados hallados por Sancho, éste confiesa haberlos gastado en su persona y en las de su mujer e hijos. A una pregunta de don Quijote, Sansón informa que el autor del libro ha anunciado una segunda parte de la novela y que en el público hay diversas opiniones sobre tal posibilidad. Don Quijote anuncia estar dispuesto a efectuar una nueva salida y Sancho promete ser muy buen escudero, con ínsula o sin ella. El hidalgo encarga al bachiller escribir un acróstico a manera de despedida de su señora Dulcinea del Toboso. Capítulos V –VI – VIII Sancho Panza habla con su mujer, Teresa, y le anuncia su decisión de volver a salir con su señor don Quijote, con la esperanza de encontrar otros cien escudos y hasta llegar a ser gobernador de una ínsula. Teresa le da consejos para que se proteja y también tenga un buen desempeño si llega al gobierno; pero algo más práctico, le recuerda también las necesidades, en especial las de sus dos hijos. Derivan hacia la consecución de marido para María Sancha, la hija, y Sancho se explaya soñando en voz alta sobre el partido de alcurnia que podrá conseguir para su hija siendo gobernador. Teresa no está de acuerdo y defiende el principio de alcanzar la felicidad para su hija casándola con uno de su igual. Entre tanto, don Quijote se enfrenta a la consternación de su sobrina y su ama por su próxima salida; ellas tratan de disuadirlo y le mencionan la alternativa de ser caballero de la corte, lo cual da lugar a disertaciones sobre
las diferencias que hay entre los caballeros cortesanos y los andantes, siendo más meritoria esta última categoría, a decir de don Quijote. Continúa éste hablando de las cualidades que han de tener los caballeros y cómo esto no siempre se cumple por parte de muchos. Finaliza su discurso hablando acerca de cómo los linajes tienen cuatro orígenes y circunstancias, describiéndolos. Todo ello asombra a las mujeres que reconocen grande inteligencia y conocimiento del hidalgo. Al ver que su señor se empecina en salir de nuevo, el ama recurre al bachiller Carrasco rogándole hasta desistir a don Quijote, mientras Sancho después de muchos rodeos pide un salario a don Quijote por los servicios que le prestará, advirtiendo que lo hace por exigencia de Teresa. Contesta el hidalgo que no hay antecedentes en los cánones de las caballerías en tal sentido; que los escuderos sirven a sus señores incondicionalmente y que suele ocurrir que resultan beneficiados de la fortuna de su señor, como efectivamente se llevará a cabo en el final de la novela. Deja la decisión a Sancho de si lo acompaña en tales términos, no sin hacerle ver que “vale más una buena esperanza que ruin posesión, y buena queja que mala paga”, contestando refranes con refranes. Llegan el bachiller, la sobrina y el ama; aquél, muy afable, anima a don Quijote a no demorar su salida ni dejar que se imponga algún obstáculo; incluso se le ofrece por escudero, lo cual es declinado por el hidalgo. Sancho se conmueve y se compromete a ir de escudero. Sansón Carrasco se percata de que lo dicho en el libro sobre Sancho es acertado en cuanto personaje gracioso y solemne mentecato. Las mujeres reniegan de la actitud sorpresiva del bachiller que alienta a don Quijote a irse de aventuras, pero no saben que esto obedece a un plan maquinado con el cura y el barbero previamente. Equipados como debe ser en la noche, y acompañados media legua por el bachiller, parten caballero y escudero hacia la ciudad de El Toboso. Capítulos VIII-‐IX-‐X Prudente pero pertinazmente, Sancho trata de desengañar a don Quijote de la señoría de Dulcinea del Toboso, mostrándola como a una mujer del pueblo raso. El caballero opta por culpar a algún encantador enemigo. Esto origina cierta preocupación sobre si el autor de aquel libro donde se narran sus anteriores aventuras, pudo haber sido amigo o enemigo. Don Quijote cuenta casos en los cuales el desmedido deseo de fama ha movido hechos inauditos y perversos, como podría haber sido el caso del autor del libro. Sancho pregunta si es más importante resucitar a un muerto o matar un
gigante, y con otras preguntas lleva a don Quijote a aceptar lo obvio, concluyendo Sancho que lo que deben hacer, es buscar con sus actos la santidad para ser venerados eternamente. Llegan a El Toboso y don Quijote apremia a Sancho para que busque el palacio de la señora Dulcinea, poniendo en grave aprieto al escudero, quien en la primera parte de la novela había mentido al no haber ido a entregarle una carta de su señor a tal dama. Después de mucho discutir convence a don Quijote para que vaya a las afueras de la ciudad mientras él busca a la señora Dulcinea. Al amanecer don Quijote manda a Sancho a buscar a Dulcinea, encargándole observar cuidadosamente las reacciones y turbaciones de su amada ante el saludo que le envía. Parte Sancho para El Toboso pero no avanza mucho, pues se detiene en el camino y se pone a conversar consigo mismo; analiza la comprometida situación en que está con su señor y a causa de éste, y termina urdiendo una estratagema para salir del paso y hacer que don Quijote no vuelva a encargarle negocios tan complicados. Resuelto el ardid regresa adonde está su señor, cuando ve venir a tres campesinas corrientes montadas en sus borricos. Llegando le dice a don Quijote que salga al camino para encontrarse con la señora Dulcinea, que con otras dos doncellas vienen a saludarlo; la describe vestida con las mejores galas y adornada con suntuosas joyas. Don Quijote se turba al encontrar a tres humildes labradoras e inquiere a Sancho, quien insiste en que son tres damas principales, ricamente ataviadas, y culpa a don Quijote de no estar viendo bien. Le rinde honores a una a la que llama princesa y señora del Toboso, pero este gesto es rechazado por ellas. Don Quijote no sale de su estupor al ver en ellas ordinarias mujeres, y concluye que ha sido otra obra maléfica del encantador enemigo que lo persigue. Las mujeres se liberan de los homenajes de Sancho y se marchan, habiendo dejado la pretendida Dulcinea un acre olor a ajos en el olfato de don Quijote, quien se lamenta de su mala fortuna. Los dos jinetes toman el camino a Zaragoza, en donde intentan participar en unas justas de caballería que allí se celebrarán. Capítulos XI – XII – XIII Don Quijote se halla muy deprimido por el encantamiento que atribuye a Dulcinea, y Sancho trata de reanimarlo y de explicar algunas contradicciones en que incurrió al describir la belleza de la dama. Prosiguen su camino y encuentran una carreta cargada de gentes de extraña apariencia, a quien
don Quijote identifica como la muerte y el demonio. Son una compañía de comediantes que van vestidos para dar una función, y explicado esto le es permitido pasar; pero un cómico imprudente hace caer a don Quijote de Rocinante y monta el asno de Sancho. Don Quijote quiere castigarlo, pero lo disuaden Sancho y la actitud beligerante de la compañía. En la noche los dos personajes comentan la aventura con la carreta de la muerte, y hacen comparaciones de la comedia con la vida y los comediantes con las personas. El narrador habla sobre la amistad de Rocinante con el burro del escudero y otras virtudes de los animales. Más tarde son despertados por un caballero que ha llegado al bosque y canta quejándose por su amor insatisfecho; se reúnen los dos señores y comparten su tristeza, mientras los escuderos se retiran para conversar entre ellos. Se cuentan los rigores de su oficio y hablan de sus señores. Ambos expresan su lealtad, aunque el escudero del señor del bosque está por la decisión de irse a su casa y pasarla en paz. Comparte con Sancho comida y vino. Luego se duermen. Capítulos XIV – XV Estando a solas los dos caballeros, el del Bosque cuenta a don Quijote sus desgracias de amor, las grandes proezas que ha realizado por orden de su señora y cómo ha vencido a muchos caballeros, inclusive a don Quijote de la Mancha, en su última tarea de hacer reconocer de todos la suprema belleza de su enamorada. Don Quijote le hace dar más detalles y luego se da a conocer como tal, desafiando al otro caballero. Acuerdan batirse cuando amanezca. Los escuderos hacen los preparativos del duelo y el del Caballero del Bosque dice que los escuderos también han de pelear, pero Sancho interpone muchos obstáculos a favor de la paz, a lo cual el otro proporciona prontas soluciones. Antes de comenzar la justa, Sancho se hace subir a un árbol para ver mejor, pero la verdad es que ha sentido miedo del aspecto de las narices de su colega escudero. En un accidentado accionar, caballeros sobre bestias nada ágiles ni fieras, los contendientes se estrellan, siendo derribado el caballero de los Espejos o del Bosque. Acude don Quijote a cobrar su victoria y descubre sorprendido que el caballero contrincante es el bachiller Sansón Carrasco, quien no da señales de vida. Sancho aconseja a su señor, por las dudas, que resulta ser Tomé Cecial, un vecino y compadre de Sancho.
Don Quijote llega a la conclusión de que un nuevo encanto se ha efectuado para darle a su contendor la figura del bachiller, su amigo. De acuerdo con las reglas de caballería lo compromete a acudir ante Dulcinea y hacer lo que ella le ordene, regresando a dar cuenta al vencedor, lo conmina a declarar que su dama es mucho más bella que la del derrotado y jamás volver a decir que ha vencido a don Quijote de la Mancha. Siguen éste y Sancho su camino a Zaragoza, mientras el narrador da la noticia de quién es el Caballero de los Espejos o Caballero del Bosque. En efecto, cuando el bachiller Sansón Carrasco aconsejó a Don Quijote, lo hizo con la única intención de llevar a cabo un plan preparado por el Cura y el Barbero, en el que el joven bachiller se arma caballero y sale en busca de don Quijote y su escudero para entrar en batalla y vencerlo, y así hacerlo regresar a su casa para que se regocijara y estuviera quieto por algún tiempo. Capítulos XVI – XVII Don Quijote y Sancho hacen camino con un caballero vestido de gabán y otros adminículos verdes, ante quien se presenta como El Caballero de la Mancha. Don Diego de Miranda, el caballero del verde gabán, a su vez se presenta como un hidalgo de muy sanas costumbres, adinerado y algo culto, que califica de falsas todas las historias de caballerías y se admira de que exista en la actualidad un caballero andante, tomando para sí como un tonto a don Quijote. Sancho lo toma por un santo y le besa los pies. Don Diego se duele de que único hijo sea poeta y no quiera estudiar el Derecho o la Teología. Don Quijote tercia a su favor del joven, pues lo mejor sería permitirle al hijo tomar la carrera que más le guste cuando, como en este caso, no lo necesitará para prodigarse el sustento, por tener un padre acomodado. Y con respecto de la poesía, expone tales argumentos tan bien puestos en razón, que don Diego, también en su interior, tiene que reconocer que está tratando con un hombre de letras. Estando en la exposición de su discurso, son alcanzados por una carreta que porta una pareja de leones, enviada por el general de Orán el rey. Ocurre un incidente jocoso cuando Sancho entrega a su señor la celada en cual han colocado unos quesos que escurren suero sobre cabellos, rostro y barbas de don Quijote. Éste hace detener la carreta e inquiere su carga y destino. Al ser informado obliga al carretero a abrir una jaula. Prosiguen su camino don Quijote, Sancho y don Diego, quien piensa que el primero “era un cuerdo loco y un loco que tiraba a cuerdo”. Don Quijote
intuye las dudas de don Diego y le explica que aun cuando parezcan locuras sus acciones, obedecen a su oficio de caballero andante, que es más importante que el de caballeros cortesanos que sólo lo son para entretenimiento y festejos. Don Diego lo invita a su casa. Capítulos XVIII – XIX Llegan a casa de don Diego y son muy bien acogidos por Cristina, su esposa, y Lorenzo, el hijo. Después de asearse, don Quijote es atendido por Lorenzo a quien habla de cómo la ciencia más competa y mejor de todas esa la de la caballería andante. Durante la comida don Quijote pide a Lorenzo dejarle conocer sus versos, y le parecen de muy buena calidad. Después de cuatro días de reposo se marchan caballero y escudero. Don Quijote invita a Lorenzo a seguir con él la profesión de caballero andante, con la salvedad de que si insiste en ser poeta, preste más atención al concepto ajeno que al propio al juzgar sus obras. No muy lejos de casa de don Diego, se encuentran con dos campesinos y dos estudiantes, uno de los cuales los invitan a asistir a una boda que tendrá lugar en la próxima aldea. Se casarán un joven muy rico, Camacho, con una muchacha bellísima, Quiteria, para desgracia de Basilio, enamorado de Quiteria desde la niñez, quien “no tiene tantos bienes de fortuna como de naturaleza”, por lo cual había hallado férrea oposición de los padres de Quiteria, quienes habían preferido darla en matrimonio a Camacho. Don Quijote sostiene que los padres han de tomar decisión al respecto, como garantía de mayor solidez de la institución matrimonial, pero Sancho, haciendo eco de las ideas de su mujer, defiende la unión entre iguales. Los estudiantes entran en disputa por algo sin importancia y llegar a pelear con espadas. Gana el más ilustrado y pierde el más ducho en la ciencia de las armas, quien había iniciado la pendencia. Hacen las paces como buenos amigos que son, y todos llegan a la aldea que está engalanada y preparada para la boda. Capítulo XX-‐ XXI Amanece. Don Quijote contempla a Sancho dormir a pierna suelta y, antes de despertarlo, cavila sobre la condición de su escudero, libre de responsabilidades y preocupaciones. Se van a la boda para ver que habrá de hacer el despechado de Basilio, a quien Sancho desea mejor suerte en sus
amores. Llegan a una gran enramada donde se ha dispuesto una enorme cantidad y variedad de viandas, suficientes para alimentar a un gran ejército. Un cocinero regala a Sancho, en nombre de la generosidad de Camacho, tres gallinas y dos gansos cocidos con caldero y todo, “en tanto que se llega la hora de yantar”. Desfilan jinetes lujosamente ataviados que lanzan vivas a Camacho y a Quiteria, jóvenes y muchachas que presentan bailes y comparsas alegóricas al amor de Camacho. Don Quijote opina que quien compuso las comparsas ha de ser más amigo de Camacho que de Basilio. Sancho ha mudado su favoritismo hacia Camacho, pues “nunca de ollas de Basilio sacaré yo tan elegante espuma como es ésta que he sacado de las de Camacho”, refiriéndose a gallinas y gansos que ya está engullendo. Y se reafirma: “Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener”. Llegan los novios y Quiteria le parece a Sancho tan hermosa y bien ataviada que no puede menos de exclamar, entre otras loas: “_ ¡Oh hideputa y qué cabellos; que si no son postizos, no los he visto más que luengos ni más rubios en toda mi vida!” Pero el ambiente se ensombrece, pues llega Basilio vestido de luto; luego de un breve discurso de reproche a Quiteria y en su presencia se arroja contra la punta de un estoque que atraviesa su cuerpo. Moribundo pide a Quiteria sea su esposa y condiciona el arreglar sus cosas con Dios a que ella no acepte antes de morir. Don Quijote intercede en su favor y luego de muchas cavilaciones, Quiteria se convierte en esposa de Basilio, una vez que los dos han declarado estar contrayendo matrimonio por real voluntad y libre albedrío, y no presionados por las circunstancias. Como podría decir Cervantes, dejamos a Basilio agonizante y remitimos al atento lector a la obra aquí analizada, donde podrá conocer el desenlace de este pasaje que es como maravillarse. Capítulos XXII – XXIII – XXIV A propósito de lo sucedido en la boda, don Quijote habla de cómo el hambre y las necesidades son los mayores enemigos del amor, y de cómo en circunstancias tales, mayores dificultades se presentarán si la mujer es hermosa. Aconseja a quien busque mujer, mirar “más la fama que a la hacienda; porque la buena mujer no alcanza la fama solamente con ser buena, sino con parecerlo.” Después de recibir hospitalidad y agasajo de los desposados durante tres días, parten don Quijote y Sancho para la famosa Cueva de Montesinos, acompañados por un guía, El Primo, que resulta ser escritor, autor de varios
libros. Atado a una larga cuerda que sostienen Sancho y el guía, don Quijote desciende a las profundidades de la cueva, y después de media hora es izado en estado de inconsciencia. Les cuenta que se encontró con Montesinos, quien lo condujo a un grande y hermoso castillo donde vio personajes encantados, inclusive a su dama Dulcinea, con quien no pudo hablar, pero sí con una de sus doncellas; el anciano Montesinos le ha dicho que los encantamientos son obra del mago Merlín. Los dos no alcanzan a explicarse cómo tantas cosas que ocurrieron a don Quijote en la cueva, tomaron solo media hora. El más incrédulo es Sancho que califica todo de gran disparate. Se alejan de la cueva buscando reposo y alimento, y se encuentran con un hombre que lleva de prisa, cierta cantidad de armas y, después, a un joven que lleva de prisa cierta cantidad de armas, y después, a un joven que va a enlistarse en el ejército y que reniega de la suerte que ha corrido hasta ahora, sirviendo a señores de muy poca importancia. Todos se reúnen en una venta que, para alegría de Sancho, no es tomada por castillo en la mente de Don Quijote. Capítulos XXX XXXI XXXII Días después encuentran una partida de caza encabezada por una duquesa y su esposo. Don Quijote envía sus respetos y oferta de servicio con Sancho a la distinguida dama, quien, junto con su esposo, da a los dos personajes una acogida plena de deferencias y cortesía. Los duques tratan al caballero como persona de grandes merecimientos por su condición de caballero andante y lo invitan a su palacio de recreo que se halla próximo. La señora declara gran simpatía por Sancho, de quien quiere hacerse acompañar constantemente, pues goza con su gran simpática gracia. El duque se adelanta al castillo para instruir a toda su servidumbre sobre el tratamiento honorífico y comedido que todos deben dar a don Quijote y su escudero; pero hay dos personas que no se atienen a las órdenes del noble: el ama doña Rodríguez, quien riñe con Sancho, quien le solicita atenciones para su burro, y un religioso que comparte la mesa con los duques y don Quijote, reprocha al duque alentar las fantasías del caballero, y a éste argumenta la inexistencia de la caballería. Don Quijote replica con ánimo acalorado, pero sin salirse de los buenos modales, para defender lo suyo y desautorizar a quien lo ha ofendido.
Después de la comida los sirvientes lavan las barbas a don Quijote con mucha solemnidad, excediendo los deseos del duque respecto al trato que debe darse a don Quijote. El noble decide también hacerse lavar sus barbas para no descubrir la burla. Luego, duques y caballero sostienen una conversación sobre los atributos de la señora Dulcinea del Toboso y las circunstancias de sus encantamientos, en lo que se interesan mucho los anfitriones. Son interrumpidos por Sancho y unos sirvientes que pretenden lavarle las barbas con trastos y aguas sucias. La duquesa lo defiende y reitera la promesa que ha hecho el duque de darla una ínsula suya, para que sea gobernada por el escudero. Capítulo XXXIII – XXXIV – XXXV El duque y don Quijote van a hacer la rigurosa siesta, y Sancho se priva de ella a solicitud de la duquesa quien lo invita a conversar. Le pregunta sobre el embuste que aparece en el libro cuando Sancho no entregó la carta que don Quijote había enviado a Dulcinea y antes vino a traer una respuesta inventada y noticia de que la dama era una mujer del pueblo ocupada en aventar trigo. Sancho confiesa su mentira, dice cómo tiene a su señor por loco y mentecato, y cómo de todas maneras le es fiel; cuenta también cómo don Quijote aceptó que Dulcinea es la labradora que se encontraron capítulos atrás en esta parte, achacando su fealdad y ordinariez a los encantamientos que se hacen en su contra, y cómo el mismo caballero dijo haberla visto en las mismas trazas en la cueva de Montesinos. La duquesa conviene que todo ha de ser motivado por los tales encantamientos, inclusive el que Sancho haya urdido aquel embuste. Pone en duda la capacidad que pueda tener Sancho para gobernar la ínsula, pero le reitera la promesa de que se le dará una para que la gobierne. Una semana después todos salen de caza, durante la cual capturan un jabalí que causa un percance a Sancho. En la noche se oyen en los alrededores del campamento: ruidos muy fuertes y variados como de batalla; llega un demonio que trae razón del señor de Montesinos para que sea esperado allí por don Quijote, pues quiere decirle cuál es la forma de desencantar a Dulcinea, quien vendrá en compañía del dicho señor. Desfilan después de tres carretas de bueyes con sabios y encantadores, todo en un ambiente misterioso. Don Quijote está asombrado, pero decidido a esperar lo que sea. Llega una cuarta y mayor carreta con Merlín y Dulcinea a bordo.
Sancho protesta en todos los tonos, pero lo presionan para que acepte la penitencia a favor de don Quijote. Al final accede con la condición de que se dará los azotes cuando él quiera. Al final accede con la condición de que dará los azotes cuando él quiera, sin que nadie lo apure. Capítulos XXXVI – XXXVII – XXXVIII – XXXIX – XL – XLI Quien ha hecho de Merlín en el anterior pasaje, no es otro que uno de los mayordomos de los duques, hábil para esos menesteres, quien había organizado toda la escena. La duquesa pregunta a Sancho si ha comenzado los azotes y éste dice que se ha dado ya cinco con la mano; la duquesa le hace ver que esos no son azotes. Sancho le da a leer una carta que ha mandado escribir a Teresa Panza, en la cual le cuenta que ya prácticamente es gobernador y le pinta buen futuro. Más tarde, después de comer en el exterior, se presenta un personaje que dice ser el escudero de la condesa Trifaldi, a quienes unos encantadores han convertido en la Dueña Dolorida, quien pide ser recibida por los duques y atendida por don Quijote. Momentos después entra la condesa con un numeroso séquito de mujeres, todas con muy abrigados vestidos y los rostros cubiertos. Cuenta sus desdichas a los duques y se acoge al caballero andando don Quijote de la Mancha para que ponga remedio a sus males. Hace un largo relato a través del cual se sabe que ella es cortesana del lejano reino de Candaya, y que habiendo estado a su cargo el cuidado de la princesa Antonomasia, se dejó convencer por el pretendiente Clavijo, quien se dio trazas para entrar al aposento de la princesa, resultando ésta embarazada. Por esta razón tuvieron que casarse los enamorados, con tal contrariedad de la reina, que murió al saber la noticia. En su entierro fueron encantados los recién desposados por obra de Malambruno, mago poderoso hermano de la reina; convertidos en figuras de metal permanecerán así hasta cuando el caballero don Quijote luche con Malambruno. Éste, además, por la negligencia de la condesa Trifaldi y otras servidoras de la princesa, hizo que a estas les crecieran poblabas barbas, lo cual es demostrado por la condesa y su séquito al descubrir sus rostros. Malambruno enviará un caballo mágico de madera para transportar a don Quijote a la remota Candaya junto con su escudero, pero mientras aquél está pronto a emprender la aventura, Sancho protesta y trata de eludir su participación. Llega el caballo; los dos son vendados –como condición para el viaje-‐ y montan. Como era de suponerse, todo es un invento de los duques
y en el desarrollo de esta maquinación, se proporciona a los viajeros efectos de viento y calor. Finalmente el caballo hace explosión, han desaparecido la Trifaldi y su séquito, y los demás presentes parecen desmayados. Don Quijote y Sancho ven que están en el mismo lugar, y leen un mensaje de Malambruno donde les hace saber que su aventura con sólo emprenderla, ha tenido éxito. Antonomasia y Clavijo han vuelto a ser felices personas y las damas han quedado con las caras lampiñas. El mismo mensaje recuerda que Sancho debe cumplir con sus tres mil trescientos azotes para que sea levantado el encantamiento de Dulcinea del Toboso, tal como lo dispuso Merlín, el mago. Sancho cuenta las visiones que tuvo en las alturas al haberse destapado ligeramente los ojos. Capítulos XLII – XLIII El duque anuncia a Sancho que ha llegado el momento de darle el gobierno de la ínsula prometida. Don Quijote lleva aparte a Sancho y le da consejos sobre cuál debe ser su comportamiento en sus nuevas funciones. El caballero adopta un serio aire paternal y se esmera en transmitir a Sancho los mejores y más importantes principios que ha de practicar un gobernante, tanto en el ejercicio del gobierno como en su conducta personal. Sancho está bien dispuesto a asimilar y tener en cuenta los consejos de su señor, pero duda que pueda retenerlos en su memoria. La mayor dificultad se presenta en relación con la manía de ensartar refranes en la conversación. Capítulos XLIV – XLV – XLVI Sancho es enviado a su ínsula a cargo de un mayordomo que le parece exacto a la condesa Trifaldi. Le consulta a don Quijote y éste le dice que los dos rostros son iguales, pero que no quiere decir que sean las mismas personas; que es mejor no entrar en averiguaciones ya que han sucedido hechos muy extraños. Don Quijote queda apesadumbrado por la ausencia de su fiel servidor; la duquesa le ofrece servidumbre que sustituya a Sancho, pero don Quijote declina ser servido en su habitación por cuestiones de honestidad. Al desvestirse se le van unos puntos de una media, lo cual es un grave aprieto y da lugar a que el supuesto autor de la obra proteste contra la pobreza que siempre ha rondado al hidalgo. No pudiendo conciliar el sueño,
don Quijote se asoma a una ventana y desde allí oye una conversación de la cual se deduce que una doncella, Altisidora, está enamorada de él. De sus labios escucha el romance, que entona acompañándose del arpa, claramente dedicado a él; sin embargo, desecha cualquier tentación y se reafirma en la fidelidad absoluta a su señora Dulcinea del Toboso. Por su parte, Sancho llega a una aldea de unos mil habitantes cuyo gobierno le ha asignado el duque. Buena parte de la población ha sido advertida y se le hacen los honores de rigor. Su gestión comienza atendiendo tres pleitos que ha resuelto equitativamente, hecho que causa admiración y respeto en la comunidad. Volviendo a don Quijote, esa noche no puede dormir porque le inquietaban las declaraciones de Altisidora. Al día siguiente, ella sufre un desmayo delante del caballero, quien acude a ayudarla, pero es rechazado por la amiga de la doncella. Él pide que dejan una vihuela esa noche en su habitación, para consolarla, de lo cual son informados los duques. Llegada la hora, don Quijote abre la ventana e interpreta una canción confirmando su amor a Dulcinea. Los duques han preparado una broma consistente en hacer bajar frente a la ventana una cuerda de la cual cuelgan ruidosos cencerros y gran cantidad de gatos; el ruido es infernal y tres felinos se meten en el aposento, siendo perseguidos por el hidalgo; uno de ellos contraataca a don Quijote y le agarra de las narices con uñas y colmillos, teniendo que ser auxiliado por los duques. Las heridas le ocasionan cinco días de reclusión en cama. Capítulos XLVII – XLVIII Después de ejercer como juez, Sancho Panza es llevado a un suntuoso palacio y de allí a un gran comedor, donde es el único comensal honrado y servido por muchas personas; los manjares son variados y suculentos, pero un médico que vigila, Pedro Recio, le impide consumir lo que Sancho apetece, despertando su ira. Llega un correo del duque que advierte sobre el peligro que corre la aldea pues sus enemigos planean atacarla; también ha sabido de cuatro espías que disfrazados, han llegado al poblado para matar al gobernador. Ordena, pues, a Sancho, estar alerta, preparar la defensa y abstenerse de comer lo que le sirvan. Llega un labrador a solicitar al gobernador una carta recomendando el casamiento de un hijo suyo con cierta joven, existiendo la particularidad de que los enamorados, a decir del labrador, tienen unas características físicas monstruosas. También pide al labrador un obsequio de trescientos o
seiscientos ducados para dote de su hijo, lo cual enfurece a Sancho que despide airadamente al impertinente. Entre tanto, una de las noches en que don Quijote está enfermo por las heridas recibidas del gato, recibe en su habitación visita sorpresiva de doña Rodríguez, temiendo don Quijote en principio, se trate de un atentado contra su honestidad. Aclaradas las cosas, doña Rodríguez le cuenta su vida y cómo tiene una hija a quien ha seducido un mancebo, hijo de un rico labrador amigo del duque; ella ha pedido a su señor obligar al enamorado atrevido a casarse con su hija, pero el duque no le ha ayudado hasta ahora. Entonces, solicita ahora a don Quijote, amigo de deshacer entuertos y ayudar a los débiles, por la razón o las armas, dar remedio a la situación de su hija. En estas irrumpen en la habitación algunas personas que, aprovechando la oscuridad, alzan las faldas de la dueña y le propinan muchos azotes, mientras a don Quijote le da una tunda de pellizcos, habiéndose visto los dos obligados a soportar en silencio el castigo, por lo comprometido de la situación y porque no sabían qué estaba sucediendo. Capítulos XLIX – L Sancho puntualiza ante sus segundos en el gobierno, sus exigencias respecto a la comida, ya que sus actuaciones no deben ser solicitadas por sus gobernados a deshoras. Expone sus propósitos de gobernar con la mayor equidad. Sale con sus asistentes a practicar una ronda por el poblado y resuelve el caso de dos hombres que disputan por los juegos de azar que Sancho quisiera suprimir, pero encuentra opinión adversa de parte de un escribano que considera que debe mantenerse licencia a las casas de juego de los señores principales. Conoce también los casos de un muchacho que ha sido capturado por comportamiento sospechoso y el de una pareja de jóvenes hermanos que también actuaban extrañamente. Ambos son resueltos con actitud comprensiva sin desmérito de la severidad que corresponde a su investidura. Volviendo al palacio de los duques, se sabe que una compañera de doña Rodríguez ha notado que ésta salía de su habitación a altas horas de la noche y entraba en la habitación de don Quijote; va con la noticia a la duquesa, quien acompañada de Altisidora, va a escuchar lo que allí se hablaba. Cuando la duquesa oye que la Rodríguez está revelando alguna intimidad suya a don Quijote, entra con la doncella a la pieza y es cuando la emprenden a chinelazos contra la dueña y a pellizcos contra don Quijote.
Mientras tanto, el paje que ha sido enviado por la duquesa a llevar a Teresa Panza la carta que su marido le envía y otra misiva que la misma duquesa envía a Teresa, ha llegado al pueblo de Sancho y entrega estas misivas a la mujer del escudero, junto con un collar de coral y oro y el vestido de paño que la habían regalado a Sancho y que él determinó enviar a Sanchica, su hija. Estas buenas noticias causan el natural revuelo; Teresa está orgullosa y Sanchica muy ilusionada; el cura y el bachiller Sansón Carrasco no pueden creer lo que ven. Teresa responde las cartas recibidas por conducto del paje con sendas misivas a su marido y la duquesa. Capítulos LI – LII Sancho responde con mucho acierto a una paradoja que le es planteada y el mayordomo decide darle un buen desayuno contraviniendo al médico dietista. Escribe don Quijote a Sancho una carta en la cual le da nuevos consejos para su buen desempeño como gobernador y le da cuenta de los sucesos del palacio. Contéstale Sancho quejándose de las privaciones alimenticias impuestas por el médico e informando de su manera de gobernar; le encarece no indisponerse con los duques, pues don Quijote le ha avisado sobre esa posibilidad, seguramente por el asunto de la dueña Rodríguez. Continúa Sancho en ejercicio de su cargo, dictando una serie de ordenanzas que imponen honestidad en el comercio, control de la mendicidad, control de los precios y algunas normas de moral, medidas que se han conservado en aquella aldea bajo el nombre de “Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza”. En el palacio del duque, la señora Rodríguez, acude con su deshonrada hija ante don Quijote, en presencia de los duques, para pedirle que obligue a casarse al hombre que la sedujo y ha faltado a su promesa previa de matrimonio. Don Quijote acepta deshacer tal entuerto y, en caso extremo, matar al amante escurridizo si no cumple como caballero; el duque lo aprueba y se ofrece a arreglar los términos del desafío. La duquesa dispone que dueña e hija no sean tratadas más como de la casa, sino como extrañas que han venido a pedir el favor de don Quijote. Llegan y se conocen las cartas de Teresa Panza a la duquesa y a su marido, y la de Sancho a don Quijote, todas comentadas y admiradas por los presentes, especialmente la de Sancho, que lo deja bien parado como gobernador.
Capítulos LIII – LIV Sancho lleva siete días de gobierno, cuando en la noche del sétimo es sorprendido por ruidos de alarma y batalla. Quienes llegan a buscarlo le dicen que Barataria está siendo atacada por numerosos enemigos y que esperan que él los guíe para derrotarlos; le colocan largos escudos en el frente y las espaldas y le ponen armas en las manos, con tan mala fortuna, que al tratar de moverse cae al suelo, sin dejarlo incorporar los excesivamente ceñidos escudos; es pisoteado y hasta alguien se para sobre él, para dirigir mejor la defensa. Pasado el zafarrancho lo incorporan y lo invitan a celebrar el triunfo sobre los enemigos que han sido derrotados y huyen. Sancho, consciente de que él no tiene mérito en la batalla, silencioso y serio, se viste va donde está su burro, lo saluda con ternura y dice a todos que renuncia al gobierno, y que parte hacia el castillo del duque. No pueden disuadirlo. En el camino encuentra a seis hombres extranjeros que piden limosna y uno de ellos resulta ser Ricote, un morisco que había abandonado el pueblo de ambos, por razón de la orden de destierro contra los moriscos que habla el rey. Le cuenta a Sancho la suerte que había ocurrido desde entonces y las noticias que tiene de su familia; y le pide acompañarlo a su aldea a rescatar un tesoro que ha dejado guardado, con el cual instalaría a su familia, que estaba en Berbera, en Alemania, donde podrían vivir en buenas condiciones. Sancho rehúsa, a pesar de la oferta de una gratificación de la apreciable cantidad de doscientos escudos, por no querer incurrir en traición a su soberano don Quijote. Se despiden como buenos amigos. Capítulos LV – LVI – LVII Prosiguiendo su camino a reunirse con su señor y con los duques, Sancho cae, junto con su burro, en un gran hoyo que no ve por ser ya de noche. Debe esperar a que amanezca, más asustado que herido, y escuchando los quejidos de su asno que resulta lesionado. Al día siguiente descubre la galería que sale de aquel hoyo y comienza a recorrerla, dando gritos que no son respondidos por nadie. Mientras tanto, don Quijote ha salido al campo a ensayar la pelea que habrá de librar contra el ofensor de la hija de doña Rodríguez, montando sobre Rocinante, éste casi cae en un hueco, se aproxima el caballero a observarlo y oye voces que vienen de la profundidad, iniciándose un diálogo distante del cual resulta interlocutor Sancho. Viene ayuda y son sacados de allí escudero
y borrico. Sancho informa su retiro del gobierno a los duques, por las causas sabidas, Éstos la acogen sin censura y con cariño. Llega el momento del duelo, que se cumplirá despojadas las armas de sus puntas metálicas, por disposición del duque. El contendor de don Quijote será un lacayo, designado por los duques en ausencia del verdadero ofensor que se halla en campaña en otro país. La ceremonia se dispone como debe ser, sólo que cuando el lacayo ve a la demandante, queda súbitamente enamorado y decide darse por vencido antes del encuentro, y pide en matrimonio a la joven. Madre e hija protestan al descubrir la impostura, pero luego se dan por satisfechas. Don Quijote atribuye a los encantadores el cambio de la persona de su contendiente. Pero el hidalgo no está tranquilo con tanto ocio como ha vivido en el castillo; pide licencia para marcharse y se la conceden. En el momento de la partida, Altisidora recita un romance reprochando al caballero su indiferencia y lazándole maldiciones; lo acusa de llevarse tres pañoletas y tres ligas; el duque tercia que devuelva don Quijote tales prendas, pero sólo era cierto lo de las pañoletas. Se aclara todo y por fin don Quijote y Sancho salen de los predios de los duques. Sancho está feliz porque lleva doscientos escudos que le dio el mayordomo del duque para los gastos del camino. Capítulo LVIII – LIX – LX Los dos personajes se encuentran con unos hombres que llevan unas figuras de santos: San Jorge, San Martín, Santiago Matamoros y San Pablo, de muy buen acabado, todos caballeros en su momento, de cuyas características y virtudes habla don Quijote. Recuerdan el enamoramiento de Altisora. Se internan en un bosque y hallan un grupo de habitaciones de una aldea cercana que se divierten representando escenas pastoriles y se regocijan de tener presente a don Quijote y su escudero, cuyas aventuras han conocido por el libro que circula narrando sus hazañas anteriores. Don Quijote entra en situación y desafía a quien quiera que atentara contra esas personas que han ganado simpatía. Nadie sale al desafío, pero ocurre que viene por el camino una partida de vaqueros y curiosos que llevan una manada de toros bravos para una lidia. Da orden de alto el caballero y le replican que se retire. Él no hace caso y el resultado es que los toros atropellan y derriban a don Quijote y a Sancho junto con las dos cabalgaduras. Don Quijote queda un tanto apesadumbrado. Descansan más adelante y el caballero recuerda a Sancho la deuda que tiene pendiente de darse tres mil y tantos azotes para lograr el desencantamiento de doña Dulcinea. Éste
promete que lo hará. Llegan después a una venta y allí conocen a dos caballeros que leen y comentan el libro que ha circulado, también con la segunda parte de las aventuras de don Quijote. Este se da a conocer, de lo cual aquellos se alegran mucho; lee algunas páginas y determina que hay inexactitudes y cosas desagradables en dicho libro: que don Quijote se ha desenamorado de Dulcinea; se usa el lenguaje aragonés con supresión de los artículos y se llama con otro nombre a la mujer de Sancho Panza. No lee más don Quijote, porque no quiere darle al gusto al autor de que llegue a saber que él leyó su libro. Además, como el tal libro muestra a don Quijote en una situación que no es de su agrado en las justas de Zaragoza, decide ya no ir a ellas y opta por asistir a otras que tendrán lugar en Barcelona. Con esa intención se marchan de la venta. Hace seis días que viajaban hacia Barcelona. Aprovechando que Sancho duerme y desesperado por la tardanza de éste, en acelerar el desencantamiento de Dulcinea, don Quijote intenta azotar a Sancho, pero éste se rebela y lo impide, alegando que la condición es que se dará los azotes prometidos cuando quiera, y que ahora no quiere. Luego descubren cadáveres de hombres colgados de unos árboles, seguramente delincuentes, vestidos a la usanza de la región de Barcelona, según don Quijote. Luego son cercados por varias decenas de bandidos al mando de Roque Guinart, famoso bandolero y asaltante, el cual obliga a sus hombres a devolver todo lo que habían requisado a Sancho y se alegra de conoce a Don Quijote. Llega una doncella joven y hermosa disfrazada de hombre a pedir ayuda a Roque, pues acaba de disparar contra su enamorado por haber sabido que se iba a casar con otra. Acude Roque al lugar y cerca de él halla al herido en trance de muerte; se descubre que la información de la muchacha era inexacta. Muere el novio, Roque promete a la doncella proteger a su familia de posibles venganzas y ella resuelve entrar en un convento. Don Quijote y Sancho son testigos del asalto a unos viajeros; Roque se muestra magnánimo y sólo les pide unos pocos dineros; envía una carta a amigos de Barcelona anunciando la próxima llegada a esa ciudad de don Quijote y Sancho, haciendo algunas recomendaciones a sus amigos. Capítulos LXI – LXII – LXIII Luego de permanecer tres días con Roque Guinart y ser testigos de sus andanzas, nuestros personajes parten para Barcelona, hasta cuyas goteras los acompaña el bandolero, con quien intercambian amistados despedidas.
Roque le da a Sancho diez escudos que había prometido del dinero tomado a los viajeros en el capítulo anterior. Don quijote y Sancho ven por primera vez el mar y se solazan con el espectáculo de la gran masa de agua, los barcos y el amanecer a sus orillas. Salen a recibirlos ciertos personajes a caballo que le dan la bienvenida y se declaran amigos de Roque. Los introducen a la ciudad en ruidoso desfile. Unos muchachos de la ciudad atan yerbas espinosas a Rocinante y al burro de Sancho, los cuales se encabritan y dan por el suelo con sus jinetes. El amigo de Roque es don Antonio Moreno, hombre rico que acoge en su casa a don Quijote y a Sancho como distinguidos invitados. Los invita a pasear por la ciudad colgando un letrero en la espalda de don Quijote, sin que éste lo notara, en el cual lo identifica, causando muchas risas entre las gentes. Don Quijote se complace de ser reconocido por tanta gente. En la noche hay un sarao en honor de los invitados, con muchos asistentes. Dos damas se ocupan de bailar con don Quijote hasta rendirlo, no sin antes obligarlo con sus requiebros a declarar públicamente su fidelidad al amor que siente por su señora Dulcinea. Don Antonio dice que hay un busto en su habitación que tiene la propiedad de contestar las preguntas que le hacen. Y así ocurre una sesión a la que concurren don Quijote, Sancho y cuatro o cinco personas más. Todos quedan admirados. Sin embargo, se sabe que hay un conducto del sonido con la habitación inferior, donde alguien escucha las preguntas y dice las respuestas un amigo de don Antonio. Al día siguiente don Quijote sale a pasear a pie y sin armadura. La casualidad lo lleva a visitar una imprenta, donde conversa con un autor que está editando un libro, intercambian ideas y opiniones sobre literatura, autores e impresores. Descubre en las máquinas la versión apócrifa (falsa) de la segunda parte del Quijote, la cual había pensado que estaría quemada “y hecho polvos, por impertinente.” Don Antonio prepara una visita de sus invitados a las galeras, embarcaciones a remo de propósito militar, previa advertencia a las tripulaciones sobre los honores que deben dar al caballero y su escudero, quienes se maravillan de la actividad y las usanzas a bordo. Sancho es vapuleado por los hombres de la tripulación. Don Quijote, viendo cómo los galeotes (presos condenados a remar en las galeras) son azotados, sugiere a Sancho tomar allí un lugar para recibir los azotes de los que depende el desencantamiento de Dulcinea. De repente, el vigía anuncia la presencia de una embarcación turca en la costa cercana. Salen cuatro galeras en sus persecución, la encierran y le exigen rendirse; dos turcos disparan escopetas y matan a dos soldados
españoles, lo cual despierta la ira del comandante quien jura castigar a toda la tripulación de la sentencia, al descubrir que el capitán de la nave turca es una hermosa joven que se declara cristiana y cuenta su triste y accidentada historia. Resulta ser la hija de Ricote, el antiguo vecino de Sancho, por orden del rey turco, a llevar el tesoro de su padre. Cuenta además, que ha dejada a su enamorado cristiano en Berberia. Luego llega Ricote, su padre, se da a conocer y ratifica lo dicho por su hija llamada Ana Félix, otra víctima del destierro de los moriscos de España. Se plantea el rescate de su enamorado. Capítulos LXIV – LXV – LXVI – LXVII Don Quijote se ofrece para ir a liberar al amado de Ana Felix. Se lo agradecen, pero le dicen que de fallar el plan inicial, lo tendrán en cuenta. Una mañana paseando a caballo por la playa y con toda su armadura es abordado por el caballero de la Blanca Luna, quien dice que su dama es más bella que Dulcinea, y reta a don Quijote con la condición deque si éste es derrotado, se retirará a su aldea por un año, dejando las armas y absteniéndose de buscar aventuras. Cunde la noticia y acude mucha gente, incluso el virrey que cree se trata de una broma más. Se separan los dos caballeros, se embisten al galope y es derribado don Quijote. El de la Blanca Luna coloca la punta de su lanza frente a la cara del vencido. El Caballero de la Blanca Luna lo conmina a retirarse a su aldea por un año y devuelve a Dulcinea su fama de la más hermosa. Don Quijote es llevado a la ciudad en una silla de manos, ante la consternación de Sancho. En el capítulo LXV se descubre que el Caballero de la Blanca Luna, es el bachiller Sansón Carrasco, quien ha vuelto a intentar su estratagema para retirar a don quijote de sus andanzas, esta vez con éxito. Se duelen don Antonio y el virrey de Barcelona de que el mundo se prive de la graciosa locura del caballero y de las ocurrencias de Sancho, pero acuerdan guardar silencio sobre su descubrimiento. Carrasco regresa a su pueblo calladamente, mientras don Quijote guarda cama por seis días, al cabo de los cuales llega a Barcelona el enamorado de Ana Félix, cuya liberación se ha cumplido exitosamente. Don Antonio se ofrece a tramitar en la corte que Ricote y Ana Félix puedan permanecer en España. Días después salen de Barcelona don Quijote y Sancho, desarmado el primero y a pie el segundo, por haber cargado las armas en su rucio, de lo
cual no dejará de protestar al hacérsele pesado tanto caminar. Pasan por un lugar donde hay un festejo y le piden a don Quijote ser juez de una apuesta, cosa que él rechaza por no tener ánimo, pero que Sancho resuelve con mucho ingenio. Al día siguiente se cruzan con el lacayo del duque que quiso casarse con la hija de doña Rodríguez, quien les cuenta cómo su dicha no tuvo realización. Pregunta don Quijote si Altisidora lo recordará. Cree que lo amó muchísimo y se duele de no haberle podido dar nada, sólo los recuerdos que le asaltan en ese momento. Le recuerda a Sancho la obligación que tiene de azotarse para liberar a Dulcinea de su encantamiento y Sancho repite lo que hará cuando quiera y tenga ocasión. Pasan por el sitio donde fueron atropellados por los toros y don Quijote expresa su voluntad de dedicarse al pastoreo durante el año en que estará retirado de la caballería andante, la cual piensa emprender después de cumplida la pena impuesta por el Caballero de la Blanca Luna. Comparte su proyecto con Sancho y ambos se complacen en imaginar lo que será pasarla de pastores, acompañados por sus amigos el cura, el barbero y el bachiller. Capítulos LXVIII – LXIX – LXX Don Quijote insiste ante Sancho para que éste se dé trescientos o cuatrocientos azotes; pero el escudero se molesta porque ha sido despertado a mitad del sueño y amenaza con que si su amo lo sigue presionando, será capaz de jurar no darse ningún azote. En este momento son atropellados por una piara de seiscientos cerdos que son llevados al mercado, despertando la ira de Sancho que quiere tomar venganza; don Quijote lo apacigua y acepta este hecho como parte de su desgracia. Al día siguiente, prosiguen su camino, pero son capturados por una partida de gentes armadas que los conducen sin ninguna explicación a un castillo que ellos conocen muy bien: el de los duques. En el patio, muy iluminado, hay un túmulo fúnebre sobre el cual hay una bella mujer que es nadie menos que Altisidora, la enamorada de don Quijote. Se desarrolla una extraña ceremonia por dos reyes de la antigüedad y presenciada por los duques. Visten a Sancho con ropas infernales y lo condenan a ciertas caricias bruscas en la cara, pellizcos y picotazos con alfileres, para lograr que Altisidora resucite. Sancho se somete de mal grado pero no resiste las punzadas y se arma con una tea para defenderse; pero la magia se ha cumplido y la doncella se incorpora ante la aclamación general. Don Quijote ve lo que ha ocurrido y
ruega a Sancho azotarse en bien de su señora Dulcinea. No entiende el escudero por qué los encantamientos de Dulcinea y la muerte de Altisidora tengan que remediarse con su suplicio. Duermen esa noche en una confortable habitación del castillo Altisidora visita a don Quijote y le reprocha su indiferencia. Preguntada por Sancho, cuenta cómo es la puerta del infierno que conoció durante los dos días que, a su decir, estuvo casi muerta. Los diablos jugaban con los libros a modo de pelotas. Hubo uno que no le gustó y se trataba precisamente de la segunda parte del Quijote escrita por Fernández de Avellaneda. Se presenta también un cantor del servicio del duque a quien don Quijote alaba su buena voz, pero le critica utilizar versos de Gracilazo que no tienen nada que ver con el drama de Altisidora. Capítulos LXXI – LXXII Hablan don Quijote y Sancho de las facultades curativas que tiene éste mediante el dolor de su cuerpo. Se queja el escudero de que Altisidora no le dio las seis camisas que le ofreció por haberla resucitado, y esto da al señor la idea de pagarle a Sancho por los azotes que debe darse. Convienen un precio total de ochocientos veinticinco reales (un cuartillo por cada azote), el que es doblado por exigencia de Sancho una vez comenzó a dárselos el mañoso escudero finge azotarse, pero en verdad le está pegando a unos árboles. Don Quijote lo descubre, y finalmente le dice que rebaje el número de golpes, pues su vida puede correr peligro. Llegan a un mesón donde ven unas pinturas de baja factura que son comparadas por don Quijote con el libro apócrifo de la segunda parte de sus aventuras, que debió ser escrito al estilo de “lo que saliere”. Al mismo mesón llega un tal Álvaro Tarfe, cuyo nombre había visto don Quijote en el libro apócrifo. Entablan una conversación y se establece que el mismo personaje que acompañó en sus andanzas al don Quijote falso. Sancho se da a conocer y presenta a don Quijote, el verdadero. Don Álvaro encuentra verídica su historia y accede a dar testimonio ante el alcalde del lugar, en el sentido de que nunca había conocido a estos dos personajes y que los conocidos por él con los mismos nombres, no son los mismos, ni parecidos. Continúan su marcha y la noche siguiente Sancho concluye los tres mil trescientos azotes. Un día después, desde una altura, ven su aldea.
Capítulos LXXIII –LXXIV Al llegar a la aldea don Quijote atribuye mal agüero a que una libere perseguida por cazadores, haya ido a protegerse con ellos, pero Sancho trata de disuadirlo de esa idea. Se encuentra con el cura y el bachiller que los reciben calurosamente. Sancho se va con Teresa y Sanchica para su casa, mientras su señor participa a sus amigos su propósito de convertirse en pastor, y los invita a acompañarlo. Ellos aceptan y todos se divierten inventando nombres para su nueva condición con base en los que ya don Quijote había pensado. La sobrina y el ama no están de acuerdo con que don Quijote no vaya a quedarse en casa y salga tras de otros menesteres para los cuales no está hecho. ÉL está cansado y pide que lo lleven al lecho, cosa que cumplen las mujeres prodigándosele toda clase de atenciones. No volverá a levantarse don Quijote de su cama, pues es presa de fiebres durante seis días, no sabiéndose si por causa de la melancolía por sentirse vencido o por alguna razón orgánica. Visitado y rodeado constantemente por sus amigos el cura, el barbero y el bachiller, y atendido con desvelo por su sobrina y su ama, reconoce que va a morir; hace confesión de sus pecados al cura y dicta su testamento. Ha recobrado la razón previamente y ya no valen exhortaciones de sus amigos sobre su señora Dulcinea o el proyecto de vida pastoril. Ahora es simplemente don Alonso Quijano, el Bueno, rechaza su afición por las novelas de caballería y niega la existencia de caballeros andantes. Dispone que Sancho tome los dineros que poseía en pago de sus servicios prestados, y que el resto de su hacienda pase a manos de su sobrina, con la condición de que si se casa, habrá de ser con un hombre que no conozca nada de caballerías andantes. Tres días después muere entre el llanto de sus allegados. Cierra el último capítulo una acotación del supuesto autor de Don Quijote, Cide Hamete, que hace hablar a su pluma para advertir a cualquier imitador, que se abstenga de inventar otra imposible salida del manchego caballero, y ratificar el propósito de la obra en el sentido de “poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías…”