Pasaba la tarde y los recuerdos venían hacia ella, nadie se explica porque hay momentos y circunstancias en las que todo se convierte en una maraña, en una confusión de ideas, en sentimientos encontrados, en sueños que nunca fueron. Tomaba su libro, escribía, anotaba acontecimientos que no lograban tener principio ni fin. Todo era confuso, todo era gris. Le preocupaba plasmar sus ideas en aquel papel, sentía que lo que pensaba no coincidía con lo que escribía, sentía que lo que vivía solo era una pesadilla que tendría que terminar. El principio de un fin que nunca se daría, el sueño de una noche perdido en el invierno de su vida. Así transcurrían los días, los años, la vida. La madurez que llegaba con el otoño de su vida la hacía sentir más liviana, levaba a través de los días. Empezaba a comprender como superar las arideces de la vida, empezaba a cuestionarse sobre temas que nunca cuestiono, empezaba a sentirle otro sabor a las circunstancias que vivía, a interiorizar los sentimientos y pensamientos de los demás. El dolor, la agonía, la pena compartida, todo era ya parte de ella, los sentimientos afloraban a flor de piel, la sensación de sentirse parte de algo que no le pertenecía….