1 minute read
LASCIUDADES ESCONDIDAS. 3
—Los lugares se han mezclado— dijo el cabrero—, Cecilia está en todas partes; aquí en un tiempo ha de haberse encontrado el Prado de la Salvia Baja. Mis cabras reconocen las hierbas de la plazoleta.
LAS CIUDADES ESCONDIDAS. 3
Advertisement
Una Sibila, interrogada sobre el destino de Marozia, dijo: —Veo dos ciudades: una del ratón, otra de la golondrina. El oráculo fue interpretado así: Marozia es una ciudad donde todos corren por galerías de plomo como bandas de ratones arrancándose de entre los dientes los restos que caen de los dientes de los ratones más amenazadores; pero está por empezar un nuevo siglo en el que todos en Marozia volarán como las golondrinas por el cielo de verano, llamándose como en un juego, dando volteretas con las alas inmóviles, despejando el aire de mosquitos y moscas. —Es hora de que el siglo del ratón termine y empiece el de la golondrina— dijeron los más resueltos. Y en realidad ya bajo el torvo y sórdido predominio ratonil se sentía incubar, entre la gente menos notoria, un impulso de golondrinas que apuntan hacia el aire transparente con un ágil coletazo y dibujan con el filo de las alas la curva de un horizonte que se ensancha. Volví a Marozia años después; la profecía de la Sibila se considera cumplida desde hace tiempo; el viejo siglo quedó sepulto; el nuevo esta en su culminaci6n. La ciudad sin duda ha cambiado, y quizá para mejor. Pero las alas que he visto volar son las de los paraguas desconfiados bajo los cuales párpados pesados bajan cuando los miran; gentes que creen volar las hay, pero apenas si se levantan del suelo agitando hopalandas de murciélago. Sucede, sin embargo, que, rozando los compactos muros de Marozia, cuando menos te lo esperas ves abrirse una claraboya y aparecer una ciudad diferente, que al cabo de un instante ha desaparecido. Quizá todo está en saber qué palabras pronunciar, qué gestos cumplir, y en qué orden y ritmo, o bien basta la mirada la respuesta el ademán de alguien, basta que alguien haga algo por el solo gusto de hacerlo, y para que su gusto se convierta en gusto de los demás: en ese momento todos los espacios cambian, las alturas, las distancias, la ciudad se transfigura, se vuelve cristalina, transparente como una libélula. Pero