![](https://static.isu.pub/fe/default-story-images/news.jpg?width=720&quality=85%2C50)
1 minute read
LASCIUDADES CONTINUAS. 5
es preciso que todo ocurra como por casualidad, sin darle demasiada importancia, sin la pretensi6n de estar realizando una operación decisiva, teniendo bien presente que de un momento a otro la Marozia de antes volverá a soldar su techo de piedra, telarañas y moho sobre las cabezas. ¿El oráculo se equivocaba? No está dicho. Yo lo interpreto de esta manera: Marozia consiste en dos ciudades: la del ratón y la de la golondrina; ambas cambian en el tiempo, pero no cambia su relación: la segunda es la que está por librarse de la prisión de la primera.
LAS CIUDADES CONTINUAS. 5
Advertisement
Para hablarte de Pentesilea tendría que empezar por describirte la entrada en la ciudad. Tu imaginas, claro, que ves alzarse de la llanura polvorienta un cerco de murallas, que te aproximas paso a paso a la puerta, vigilada por aduaneros que echan miradas desconfiadas y torcidas a tus bártulos. Hasta que no has llegado allí, estás afuera; pasas debajo de una arquivolta y te encuentras dentro de la ciudad; su espesor compacto te circunda; tallado en su piedra hay un dibujo que se te revelaría si sigues su trazado todo en espigas. Si crees esto, te equivocas: en Pentesilea es distinto. Hace horas que avanzas y no ves claro si estás ya en medio de la ciudad o todavía afuera. Como un lago de orillas bajas que se pierde en aguazales, así Pentesilea se expande durante millas en torno a una sopa de ciudad diluida en la llanura: conventillos pálidos que se dan la espalda en prados híspidos, entre empalizadas de tablas y techos de zinc. Cada tanto en los bordes del camino un espesarse de construcciones de magras fachadas, altas altas o bajas bajas como un peine desdentado, parece indicar que de allí en adelante las mallas de la ciudad se estrechan. Pero prosigues y encuentras otros terrenos baldíos, después un suburbio oxidado de oficinas y depósitos, un cementerio, una feria con sus carruseles, un matadero, te internas por una calle de tiendas macilentas que se pierde entre manchones de campo despeluzado. Las gentes que uno encuentra, si les preguntas: —¿Para Pentesilea? —Hacen un gesto circular que no sabes si quiere decir: “Aquí”, o bien: “Más allá”, o “Doblando”, o si no: “Del lado opuesto”. —La ciudad— insistes en preguntar.