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El Recorrido

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Paraíso

Paraíso

Eneas lleva sólo los manes y el fuego de su casa, además del recuerdo de la cruenta guerra. Al narrar su historia a Dido, la reina de Cartago, igual que Ulises en el palacio de Alcínoo, las lágrimas brotaron de todos los presentes, tan triste es la historia de las iras divinas que costaron muchas vidas de hombres. Las imágenes de la muerte persiguen a los sobrevivientes de la guerra, como la cicatriz del tiempo pasado, en que la ira logró dominar a los hombres. El caminante en Bomarzo encontrará dos fi guras de proporciones gigantescas trabadas en una cruenta lucha. Uno de ellos está a punto de partir al otro por la mitad; el rostro del segundo, de cabeza en el piso, es de profundo dolor. Su contemplación recuerda el sexto círculo del Infi erno de Dante, donde habitan aquellos que se dejaron llevar por la ira. Los moradores de este lugar se golpeaban entre sí no sólo con las manos, sino con la cabeza, y con el pecho, y con los pies, arrancándose pedazos con los dientes. 13

Figura 3.4 Gigantes La ira nos remonta a los tiempos de las otras razas de los hombres. Entonces, la fuerza gobernaba los parajes del Lacio. El rey Evandro narrará a Eneas la cruel lucha entre Hércules y Caco, dos titanes que dominaban el valle con su fuerza. El hijo de Anfi trión solía pasear a sus rebaños por estos campos, hasta que un día el monstruo le robó parte de su ganado. La ira de Hércules fue tan grande ante la afrenta, que mató al

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gigante oprimiéndolo en un nudo tan fuerte que le sacó los ojos y le dejó la garganta seca de sangre. 14

El camino continúa, las barcas de Eneas

navegan las llanuras marinas, rumbo a la Hesperia. No están seguros de su camino, pero los oráculos llevan el rumbo. Hasta que la terrible Juno interviene en el devenir de los hechos. La consorte de Júpiter aún no ha olvidado la afrenta del juicio de Paris, y manda a los vientos a asolar a la fl ota troyana. Una terrible tempestad los atrapa en el mar, y los arrastra a las costas cartaginesas, donde deberán reunir a la fl ota y recuperar las fuerzas. Por obra de Venus, madre de nuestro héroe, la reina Dido recibe bondadosamente a la tropa, en especial al líder troyano. El niño Cupido, siguiendo las órdenes de su madre, inspirará en Dido un ardiente amor por Eneas. La reina permitirá que el extranjero ocupe el lugar al que ningún hombre había conseguido llegar tras la muerte de su esposo. Venus le será propicia en su causa, pero sólo temporalmente, el destino de Eneas es otro. Así, después de que la fama haya echado

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