MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
Marcelo Ramírez Ramírez
Política en la
periferia,
ideas el debate de las
CRES: COLECCIÓN KAIROS TEXTOS DE CULTURA, POLÍTICA Y EDUCACIÓN 1
POLÍTICA EN LA PERIFERIA
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MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
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MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
Política en la
periferia:
ideas el debate de las
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
2016 CRES: COLECCIÓN KAIROS TEXTOS DE CULTURA, POLÍTICA Y EDUCACIÓN 5
POLÍTICA EN LA PERIFERIA
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MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ ÍNDICE
PÁG.
PRÓLOGO Cap.1.- Ideología, sustento de la acción política
8 11 19
Cap.2.-Alianzas derecha–izquierda: ¿compañeros de camino o simple oportunismo?
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Cap.3.-Elecciones competitivas. Aliento a la participación ciudadana
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INTRODUCCIÓN
Cap.6.-Democracia y cultura ciudadana
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Cap.7.-La opción política fundamental: servirse del poder o servir con él
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Cap.4.-Los candidatos y el electorado veracruzano Cap.5.-Candidatos: de las descalcificaciones a las propuestas
Cap.8.-La necesidad de construir un verdadero sistema de partidos políticos Cap.9.-Política y control de la hybris Cap.10.-La reforma electoral en la perspectiva de la liberación política
67 73
Cap.12.-La posibilidad de una política liberadora
77 83 87
Cap.13.-La izquierda y la derecha, del primitivismo a la civilidad
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Cap.14.-Vigencia del pensamiento de Jesús Reyes Heroles ante la globalización
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Cap.11.-Función de los ideales en la política
Cap.15.-La ejecución de Saddam Hussein: lecturas contradictorias
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Cap.16.-Augusto Pinochet, una personalidad controversial
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Cap.17.-Michelle Bachelet: en pos del Estado democrático con justicia social
113
Cap.18.-Referéndum en Venezuela, correctivo democrático
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Cap.19.-Exigencia de una verdadera política del deporte para México
Cap.22.-Ética secular en la óptica del Dalai Lama
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Cap.23.-Sartre y Frantz Fanon: la justificación de la violencia revolucionaria
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Cap.20.-Los mensajes insólitos del Papa Francisco Cap.21.-El sentido de la misión del Papa Francisco en México
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PRÓLOGO
El Centro Regional de Educación Superior “Paulo Freire”, a través de la Dirección de Investigación y Difusión Cultural, publica el número uno de la Colección Kairos: Textos de Cultura Política y Educación, cuya autoría corresponde a Marcelo Ramírez Ramírez, Rector de esta Institución. La aparición de esta serie de textos de Marcelo Ramírez Ramírez es verdaderamente pertinente, en atención a las características de los ámbitos sociopolíticos, económicos y culturales contemporáneos de creciente complejidad, dentro de las cuales resalta, a nivel estatal, un inusitado incremento de la participación ciudadana en los procesos electorales en busca de la soberanía democrática y en contra de la corrupción que ha contaminado, en las últimas décadas, a la mayoría de los actores políticos y, a nivel internacional, el incremento de la violencia que altera la tradicional convivencia pacífica entre naciones. En estos escritos, el autor mantiene viva su preocupación por dignificar la práctica política y por estimular el análisis filosófico–teórico de la misma, con la finalidad de reorientar a esta importantísima actividad social hacia los principios de la democracia, nunca objetivada a plenitud. 8
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
Al reflexionar sobre la práctica política de diversos personajes, grupos y características de trascendentes procesos sociales de nuestro tiempo, señalando con profundidad y claridad, causas, efectos, responsabilidades, aciertos y omisiones, escribiendo conclusiones lógicamente derivadas de sus análisis para ser puestas al debate público, nuestro autor trasciende la línea que han establecido desde la cómoda posición del pragmatismo muchos analistas. Este hecho constituye más bien una toma de posición política claramente definida, en un medio en donde la práctica política, lejos de orientarse a los principios señalados para la misma desde la antigüedad clásica y actualizados en la Ilustración y la modernidad que ya termina, está cautiva en el neoliberalismo propiciado por los grupos de poder. Además de la fuerza lógica de los enfoques aquí ofrecidos, que los ubican como elementos propios para una teoría política de la realidad contemporánea, están avalados por el sustento filosófico infaltable en todo análisis de la cuestión social, específicamente por su racionalidad y orientación axiológica que nuestro autor, en última instancia, defiende en congruencia con la práctica política que ha desarrollado en diferentes ámbitos, en donde ha evidenciado su preocupación en la consecución del logro de mayor bienestar para los ciudadanos que ha representado, siempre apegado a la racionalidad política con sustento ético. 9
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Sus análisis, presentados en Política en la periferia: el debate de las ideas, dentro de la Colección Kairos, tienen, en última instancia, la finalidad de elevar la cultura política de la sociedad, pero, sobre todo, de concientizar a la juventud; lo que coincide con los objetivos institucionales del Centro Regional de Educación Superior “Paulo Freire”.
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INTRODUCCIÓN
¿Por qué Política en la periferia? La respuesta es simple: porque estamos en la periferia del mundo desarrollado, en esa parte del planeta situada en el sur, donde luchan por posicionarse, aceptando los términos de una competencia desigual e injusta, los países latinoamericanos a cuya comunidad pertenecemos. Además, porque Veracruz forma parte de otra periferia, a donde llegan las decisiones políticas centrales que marcan su destino. Ésta es nuestra situación geográfica e histórica y desde ella ofrezco mi perspectiva. La historia es el hogar de la política; en ella nace y en ella despliega su propia historia que se escinde en dos vertientes: la de la acción y la de la reflexión. Según han observado algunos autores, el dar en español el mismo nombre de política a la práctica social a través de la cual los hombres luchan por el poder y a la reflexión sobre esa misma práctica, a menudo lleva a confusiones contra las que debemos precavernos. La concepción humanista de la política, centrada en los mejores intereses del individuo y la sociedad, puede ayudarnos al análisis crítico de los modos de hacerla que, desde luego, se alejan en mayor o menor medida del paradigma citado, supuestamente defendido por políticos y partidos en constante lucha por prevalecer. Este distanciamiento de lo que es y aquello que debiera ser la política ha existido desde siempre y expresa la tensión que
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA le es inherente, tal como se vive en cada sociedad y en cada época histórica. En la antigüedad clásica, la teoría política propuso el ideal de la conducta virtuosa de los ciudadanos y de la clase dirigente, lo cual implicaba anteponer los fines de la polis al interés egoísta de los individuos. Ética y política iban de la mano en la reflexión teórica, si bien en los hechos no sucedía así. La política real siempre ha estado amenazada por la corrupción. M.I.Finley cuenta un gracioso sucedido en la Atenas clásica: para decidir el destierro de un ciudadano nocivo, a fin de evitar que su presencia causara más daño a la ciudad, se utilizaban unos tejos en los cuales se votaba a favor o en contra del destierro. Esos tejos en griego recibían el nombre de ostrakós, de donde deriva, explica Finley, el termino de ostracismo. Pues bien, un conjunto de tales tejos fue hallado en unas ruinas; lo interesante, es que todos exhibían el voto condenatorio de un juicio que nunca llegó a celebrarse, esto es, antes de escuchar los argumentos del acusado, la decisión ya había sido tomada. Así se manejaba la admirada democracia por quienes la inventaron, lo cual nos invita a no idealizar demasiado la edad de oro ateniense. A lo largo de la Edad Media, la virtud quedó teñida de un pathos eminentemente religioso, lo que puso bajo la responsabilidad de los príncipes velar por el bienestar de los súbditos de manera integral, es decir, cuidar de su cuerpo y su alma. Por demás está decir que ese elevado propósito tampoco alcanzó su plena realización; sin embargo, las categorías teológicas, al 12
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ reconocer a los seres humanos un valor absoluto, desempeñaron un papel regulador de las políticas públicas. Ejemplo de lo anterior fue, en nuestro país, la labor de los frailes españoles, señaladamente de Fray Bartolomé de las Casas, en su defensa de los derechos de los indígenas de la Nueva España. Esa defensa se inspiró en los principios del pensamiento aristotélico imbuidos de caridad cristiana, tal como los integró en síntesis admirable el jurista y teólogo Francisco de Vitoria. En los tiempos modernos, con Maquiavelo y otros teóricos, la política se transformó radicalmente, ganando autonomía y desvinculándose de toda preocupación ética. Dicho con brevedad: hubo un cambio de dirección de los intereses humanos, que en adelante se orientan hacia los asuntos materiales y temporales; la metafísica es sustituida por el cientismo con su óptica reductora. La Modernidad empieza por separarse de Dios del que considera no tener necesidad, elaborando proyectos políticos en los que ve la liberación y felicidad del ser humano. Dos grandes proyectos adquieren relevancia a lo largo de los siglos XIX y XX, el socialismo marxista y la democracia liberal, que darán origen a dos tipos diferentes de Estado. El primero, el Estado socialista, descansa en una ideología monolítica que aspira a establecer la sociedad perfecta en un futuro indeterminado. No es, según explica Karl Lowith, sino la secularización de la vida bienaventurada después de la muerte. En lugar de la felicidad ultramundana ofrecida por el cristianismo, el socialismo propone la meta de la felicidad en este mundo para ser disfrutada por los hombres en su realidad corporal y sensorial. 13
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La democracia constitucional-pluralista, a su vez, descansa en la ideología liberal, complementada con la doctrina de los derechos humanos. Notemos de pasada que en ambos casos hay una coincidencia fundamental y es la siguiente: el poder con el que el hombre puede construir el orden social más adecuado para la convivencia es la razón. Tanto los regímenes socialistas, cuanto las democracias liberales, son herederas del optimismo racionalista de la Ilustración. Ambas se propusieron resolver los problemas de la pobreza, la marginación, la enfermedad, las distintas formas de discriminación, y ambas cosecharon éxitos y fracasos. Las dos guerras mundiales del pasado siglo significaron el despertar doloroso de los “sueños de la razón ilustrada” en sus dos versiones: la socialista y la liberal democrática. Con relación al socialismo real, autoritario y de partido único, cuesta trabajo imaginar qué hubiera significado su éxito para el futuro de la civilización pues el socialismo zarista, según lo caracteriza Marcuse, en poco se distingue del fascismo en su desprecio por la vida humana y su devoción por las grandes abstracciones como la sociedad sin clases o el Estado Total. Por otro lado, las democracias liberales no han estado exentas de contradicciones: medidas respecto a sus propios parámetros éticos, revelan incongruencias que el pensamiento crítico ha hecho evidentes, impulsando un movimiento de constante autocorrección. ¿Hasta dónde podrá llegarse por esta vía? Es difícil saberlo. Un optimismo moderado nos aconseja perseverar en el esfuerzo de corregir las fallas de la democracia, fundamentalmente, a través de la educación. 14
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ Ésta tiene la responsabilidad de formar a los líderes sociales y no sólo a los líderes políticos que habrán de conducir el destino de las naciones. También debe formar a los ciudadanos porque la democracia presupone la participación del pueblo y sólo se llega a ser pueblo cuando se posee identidad, conciencia de lo que se es y de aquello a lo que se aspira. El pueblo es sujeto por esta autoconciencia de su libertad y su responsabilidad. Sin autoconciencia, lo que tenemos es la masa guiada por instintos elementales a la que se puede manipular. ¡Cuánta responsabilidad pesa entonces sobre la educación! El lector hallará en Política en la periferia: el debate de las ideas temas vinculados estrechamente a circunstancias concretas, cuya realidad es rebasada constantemente por la marcha acelerada de los acontecimientos; es lo propiamente histórico del contenido. Encontrará, también –eso espero–, reflexiones que, más allá de la coyuntura de la cual nacieron, pueden ser de alguna utilidad para dimensionar lo que sigue ocurriendo en los ámbitos de la vida pública, especialmente en nuestro país y en nuestro estado. La problemática política actual es esencialmente semejante desde el arribo de la llamada tecnocracia al poder, que podemos ubicar cronológicamente en México con el régimen de Miguel de la Madrid y el incontenible avance de la globalización. Sin duda, hay entre ambos fenómenos, tecnocracia y globalización, un nexo estructural. El debilitamiento de la política, consistente en la aceptación de un pragmatismo sumiso que considera inmodifica15
POLÍTICA EN LA PERIFERIA bles las premisas económicas del orden neoliberal, vuelve cada vez más estrecho el margen en el que la política puede pensar y transforma la realidad social. La globalización es factor condicionante de la política y así es como aparece en los trabajos aquí reunidos, aunque no siempre se aluda a ella explícitamente. Lo propiamente político de la política está en riesgo, pues lo político se refiere, en esencia, a la libertad de imaginar y crear, con los materiales disponibles, formas de convivencia que satisfagan los anhelos de una vida digna para todos. Si eso ya no es posible y la política es suplantada por la mera administración de las necesidades –como advirtieron los pensadores de la Escuela de FrankFurt–, se impone la doble tarea de impugnar el fatalismo naturalista con el pensamiento crítico y restablecer a la política en su pleno derecho. Estoy consciente de que pensar la política y ofrecer respuestas a los graves problemas sociales, es un ejercicio intelectual que debe aspirar a la objetividad, pero al mismo tiempo reconozco la dosis inevitable de subjetividad en mis análisis, debido a las preferencias, inclinaciones e intereses que asumo como elementos constitutivos de mi experiencia personal. No obstante, la presencia del factor subjetivo no significa que las opiniones expuestas carezcan de validez pues la toma de posición ante los problemas se sustenta en razones y criterios que el lector podrá ponderar y aquilatar. Para el autor de estos trabajos, el criterio con el que deben medirse las políticas públicas y las decisiones adoptadas desde las instancias de poder es si esas políticas y esas decisiones sirven al desarrollo integral de los seres huma16
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ nos y de la sociedad considerada como una agrupación de personas. Este criterio implica la noción de esencia humana definida por la libertad, la dignidad y el derecho a crecer en los diversos planos de la personalidad. Hoy es, precisamente, esta idea la que se encuentra desacreditada por el predominio del pensamiento nihilista que se nutre y se prolonga a partir del sueño nietzscheano de crear un mundo de autonomía plena para el hombre, en el cual éste podrá desplegar nuevas y todavía ignoradas posibilidades. Este sueño representa para el autor una utopía que, de entrada, niega su propia posibilidad. El despliegue de lo humano se ha concebido siempre a partir de algo existente, en ciernes; algo que las circunstancias favorables ayudarían a crecer y llevarían a su culminación; pero proponer el desarrollo sin algo previo que pueda desarrollarse, algo que saldría de una nada creadora, es un auténtico sinsentido. Y tal es, justamente, la pretensión de quienes consideran el nihilismo como punto de partida del hombre del mañana. Hasta la palabra antropología parece inadecuada para una concepción semejante. No puede haber una antropología nihilista, como hay una antropología cristiana o marxista, porque el antrophos –el hombre– fue, desde su origen griego y después a lo largo de los siglos, el concepto de una realidad ontológica e histórica que designa un ser nunca acabado, pero pleno de virtualidades, las cuales garantizan –o al menos dan pie a– la búsqueda de su realización. El nihilismo, pues, no puede fundamentar una genuina antropología. 17
POLÍTICA EN LA PERIFERIA Expreso mi agradecimiento al maestro Reynaldo O. Martin Ceballos Alpuche, titular de la Dirección de Investigación y Difusión Cultural del CRES, por su apoyo para que Política en la periferia: debate de las ideas, quede integrado dentro de la serie Kairos: Textos de Cultura Política y Educación. Asimismo, dejo constancia de mi reconocimiento a la cordial solidaridad del Lic. Gustavo Alejandro Arriaga Suárez y de la Lic. Petra Herrera Cruz, por las horas que dedicaron a escribir y corregir los textos. Con mis amigos, Mtro. Reynaldo Ceballos Hernández, Mtro. Javier Ortiz Aguilar y Dr. Jesús Jiménez Castillo, tengo una deuda de gratitud por las discusiones esclarecedoras que mucho me ayudaron para el desarrollo de mis ideas en los temas aquí tratados. De los lectores, aspiro a ser leído con atención reflexiva y benevolencia.
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IDEOLOGÍA: SUSTENTO DE LA ACCIÓN POLÍTICA* Un ejercicio de autocrítica
Agradezco a la Dirigencia Estatal del Partido Revolucionario Institucional la invitación para impartir esta conferencia, con motivo de la celebración del 86 Aniversario de la fundación de este instituto político. Acepté gustoso porque, además de un reencuentro con amigos y compañeros, la invitación se me formuló de la única manera en que es posible hacerlo, cuando el tema a tratar es el de las ideas y principios que están en la base de la acción política, ya sea de un individuo, una asociación o un partido de alcance nacional como es el caso del PRI: de ideas y principios sólo puede hablarse dentro del más absoluto respeto a la libertad de pensamiento y expresión, si lo que se busca es juzgar la pertinencia de esas ideas y principios y no de defenderlos con la actitud cerrada del fanático o la complacencia del apologista. Nuestra tarea es otra muy diferente, deseamos interrogarnos sobre la ideología priísta, sobre su vigencia o desfase respecto de problemas –muchos de ellos inéditos–, en circunstancias nacionales y mundiales, que han variado drásticamente en los últimos años como resultado de la globalización y el fin de la era bipolar que tuvo lugar con la desintegración de la URSS a partir de 1990. Me gustaría que mi exposición motivara a un ejercicio de reflexión colectiva y de autocrítica, aprovechando la feliz circunstancia de encontrarse reunidos, en este recinto, cua-
POLÍTICA EN LA PERIFERIA dros distinguidos del priísmo estatal, además de dirigentes de organizaciones afines y representantes de la estructura priísta de base, cuyo trabajo da presencia y consistencia al priísmo veracruzano. Estos dirigentes de base son la correa de transmisión que mueve el engranaje de la maquinaria política del partido. A ellos se les debe tomar en cuenta, en primerísimo lugar, preparándolos para hacer de ellos militantes convencidos y no únicamente adeptos emocionales. Pero al mismo tiempo debe reconocerse su esfuerzo, tomándolos en cuenta para lo que podría considerarse un escalafón político, de manera que pudieran aspirar a cargos de representación popular y de dirigencia dentro del propio partido. También se encuentran aquí, esta mañana, muchos priístas cuya lealtad nunca será suficientemente reconocida. Hoy aquí, en este salón, ellos representan la verdadera fuerza del partido, por lo que vale la pena realizar un esfuerzo sincero para recuperar y repensar la ideología priísta. Hacerla nuevamente la raíz capaz de alimentar la acción política, de darle sentido a la lucha electoral, de promover el entusiasmo por realizar un proyecto de país. En la actualidad, todo esto se ha perdido o, lo que es más grave, se ha desvirtuado; en lugar de propósitos y proyectos, una clase política ambiciosa se plantea la conquista del poder por el poder mismo. Esta clase política, en realidad, abarca a los políticos de todos los partidos, pues todos sin excepción, han llegado a ser víctimas de la visión posmoderna que considera “la muerte de las ideologías” como un hecho irreversible. Estamos ante un punto de vista inaceptable por dos razones: la primera, porque es falso; la segunda, porque la política, por su misma naturaleza, reclama el sustento de las ideas. 20
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ Sin ideología la acción política deviene en simple manipulación de necesidades vitales. ¡Qué digo vitales!, de necesidades elementales, porque lo vital ya incluye, en el hombre, deseos y aspiraciones que están más allá de la comida y la seguridad. Es por eso que, sin ideología, las elecciones resultan un escenario de confrontación basada en ofertas de beneficio personal o de grupo, sin relevancia para la comunidad, el estado o el país. La idea de que las campañas se ganan con dinero y nada más que con dinero y la triste comprobación de que así sucede, es resultado de la degradación de la política. Los candidatos necesitan comprar la voluntad del electorado que son incapaces de conquistar con una propuesta de trascendencia social y humana. No sólo se ha degradado la acción política, esa misma acción degrada también a los ciudadanos, llevándolos a considerar el valor de su voto en términos de una transacción comercial o promesa de futuros favores. Aquí conviene aclarar las cosas; el ciudadano, naturalmente tiene el derecho de esperar, a cambio de su apoyo, bienes y servicios, porque la democracia opera bajo las reglas del mercado: el candidato hace su oferta y el ciudadano la respalda cuando considera que esa oferta, traducida en satisfactores generados por las políticas públicas, son los que requiere para alcanzar una mejor calidad de vida. Lo criticable es el descenso de la oferta al nivel de las necesidades más apremiantes, generando un clientelismo oportunista y acentuando el paternalismo. De esta manera no se abona al crecimiento de la democracia, ni a su madurez, sino esa perversión conocida desde siempre con el nombre de demagogia, cuya aparición al final de la República romana allanó el camino al poder unipersonal y la consiguiente pérdida de las virtudes cívicas. La demagogia enmascara la realidad 21
POLÍTICA EN LA PERIFERIA llevando al juicio erróneo de que el sistema político funciona porque se logra un consenso artificioso el día de las elecciones a favor de la fuerza política que invierte más dinero. La verdadera victoria, así como la derrota efectiva del adversario en las urnas reclama el soporte de las ideas. En la urna electoral, cada candidato representa una opción que pretende ser la mejor para hacer frente a los problemas. Esa opción debe presentarse de manera convincente, lo cual exige cualidades que no se reducen a los rasgos externos de la personalidad como la simpatía, la manera de vestir o las formas de acercarse a la gente, para hacerle sentir que el candidato es “uno de los suyos”. La mercadotecnia electoral ha llegado, por esta vía, a ser el factor determinante para construir en poco tiempo candidatos triunfadores. El carisma auténtico cede su lugar a una imagen falsa sostenida por la simulación y la conveniencia. Cada vez más la política es actividad de malos actores que suplantan a los políticos auténticos. Estos últimos también representan un papel. Churchill, sin duda, fue un gran actor, pero sus convicciones eran sinceras y firmes. Otro tanto podría decirse de Charles De Gaulle. En uno hay la firme adhesión al espíritu inglés de libertad personal opuesto a la idea totalitaria; en el otro, la adhesión sincera al credo de la dignidad del pueblo francés, amenazado por un enemigo insensible a ese sentimiento. Incluso hay personajes con cuyos designios no podemos coincidir, en quienes; sin embargo, reconocemos la vocación política, cuyo rasgo esencial es servir a propósitos que trascienden el interés egoísta e incluso la compensación de traumas arrinconados en lo más profundo del psiquismo. Este fue el caso, sin duda, del propio Adolfo Hitler. 22
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
Se trata, por tanto, de devolver su seriedad a la política. Hacer posible la contienda de ideas y proyectos alternativos, donde los candidatos sean portadores de un programa de acción cuya congruencia con la realidad lo haga preferible a otros programas. En todo caso, la decisión de si existe o no, congruencia queda a criterio de la ciudadanía. Ésta, al darle la oportunidad de gobernar a un partido determinado, no pierde su derecho de rectificar su decisión, si considera que sus expectativas han sido defraudadas. La seriedad del político, como agente individual de la acción política, se manifiesta y reconoce en su capacidad de dar cumplimiento al programa de su partido. Aquí, el reclamo al político deberá ser realista pues no puede exigirse lo imposible, ni el político debería prometerlo porque, además de faltar a la verdad a sabiendas, está convirtiéndose en un impostor; defrauda a quienes creyeron en él, abonando el descrédito de su partido y de la política como tal, que será vista como oficio de mentirosos. Al hacer estas afirmaciones, únicamente doy eco al desánimo, indiferencia y sospecha con los que los buenos ciudadanos y una mayoría de nuestra juventud, manifiestan con relación a la política. En cuanto al PRI, para nadie es un secreto que sus derrotas se explican más por sus propios errores que por las virtudes de sus adversarios. La verdad histórica del priísmo, alguna vez viva y vigente, se ha diluido conforme el partido fue derivando al más crudo pragmatismo y se niega a ver más allá de la coyuntura. Del reconocimiento de este error, de esta miopía política, deriva la urgencia de rescatar los principios y las tareas esenciales del partido, logrando una nueva alianza que 23
POLÍTICA EN LA PERIFERIA aglutine a obreros y campesinos, intelectuales, profesionistas y técnicos y a esa juventud desencantada que no sabe cómo dar cauce a su inquietud de participar positivamente en la solución de problemas que, lejos de resolverse, se agravan y terminan por robarle la ilusión del futuro. Rescatar no es volver a la ideología del partido tal como fue formulada en sus orígenes, cuando sus siglas enfatizaban la idea de lo nacional y de la revolución como un proceso interno orientado a transformar al país. Lo que el PNR dejó en herencia fueron los ideales de libertad, justicia e igualdad que ya habían quedado consagrados en la Constitución del 17. Esa coincidencia puso de manifiesto la filiación del priísmo con la ideología que dio carácter social a la revolución mexicana, mas esos grandes principios se actualizan de acuerdo con las circunstancias históricas. Éstas posibilitan, unas veces, la voluntad de cambio, otras la frenan o desvirtúan. Así, la ideología priísta encontró apoyos y resistencias, gestos de simpatía y hostilidad, e hizo frente a otras ideologías que dieron a esos valores un contenido y un significado diferentes. Eso fue positivo para afirmar el pluralismo, pues permitía ubicar a cada fuerza política en el lugar que le correspondía. Militar en determinado partido implicaba una identidad ideológica y ésta, a su vez, un compromiso y una lealtad que se reflejaba en los debates parlamentarios. Hoy la identidad parece extraviada; asombra la facilidad con la que militantes distinguidos cambian de bandera, dando como razón “no ser tomados en cuenta”, para llegar a puestos de representación popular. Salvo excepciones honrosas, en que la renuncia a la militancia obedece a 24
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ convicciones sinceras, en la mayoría de los casos, los partidos se han vuelto rehenes de ambiciones particulares y de intereses facciosos. En todo caso, el asunto no es aquí de ética personal, sino del daño político causado por el oportunismo al desorientar a la ciudadanía y al invertir la relación entre el militante y su partido pues aquél existe para el servicio de éste y no, al revés. Cuando el PRI adopta en 1939 el nombre que conserva hasta la fecha, el país y el mundo habían cambiado y la ideología partidista hubo de adaptarse a las circunstancias de la post guerra, mediante reformulaciones doctrinarias derivadas de las aportaciones de la inteligencia del partido, uno de cuyos últimos exponentes fue Jesús Reyes Heroles. También fueron importantes las aportaciones de las Asambleas Nacionales. Así fue hasta hace algunos años, en una dinámica apegada al sano criterio de adaptar la propuesta partidista a la realidad y no encajonarla en fórmulas rígidas. El tema del nacionalismo ejemplifica muy bien la forma en que puede entenderse la defensa de la nación en contextos históricos diversos. Hasta los setenta funcionó el proteccionismo estatal que favorecía a los empresarios agrícolas e industriales con medidas proteccionistas; en la actualidad se recomienda la receta opuesta: abrir la economía a la competencia internacional, buscando ser más competitivos. En los dos casos, el fin perseguido es fortalecer la economía para alcanzar los valores inherentes a la democracia. Quedan por determinar las formas en que la apertura pueda representar oportunidades para el desarrollo, en lugar de una modalidad diferente de sometimiento. 25
POLÍTICA EN LA PERIFERIA
Consideremos ahora el caso de la política cultural. Desde su fundación en 1929, hasta fines de los 80, el PRI reivindicó el valor imponderable de nuestra herencia espiritual, en concordancia con el movimiento general que se manifestó con vigor en la literatura de la revolución y en el muralismo. Vio en la cultura nacional una síntesis de legados diversos que nos otorgan un perfil propio. Coincidente con esta visión, José Vasconcelos formuló el mito de la raza cósmica, inspirado en Odiseo como héroe modélico, en oposición al Robinson de la cultura sajona. Semejante al Ariel de José Enrique Rodó, Odiseo representa los altos ideales del espíritu frente al materialismo de la pujante civilización del norte. La ideología priísta reconoció, pues, en la diversidad de orígenes de nuestra cultura, su riqueza y su vocación incluyente. En el contexto de la globalización ha de continuar bajo el mismo criterio, pero ampliando su horizonte; desde el fondo de la experiencia histórica del pueblo, debe promover una sensibilidad de comprensión de las culturas y las tradiciones que nos salen al encuentro. La sociedad-mundo ofrece la ocasión de descubrir las diferencias y lo que acaso sea más importante: las coincidencias, las afinidades profundas de la raza humana. Con la desaparición de las fronteras nacionales, la preservación de la herencia cultural habrá de tomar, sin duda, nuevos derroteros. El ciudadano universal no podrá concebirse en términos del individuo cosmopolita desarraigado, que pertenece al mundo porque no pertenece a ningún lugar. Ese sería un falso ideal. Lo imaginamos, al contrario, capaz de compartir lo que él es, firmemente sustentado por el pasado y la cultura de su grupo. 26
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ Ahora quisiera volver mi atención al poder de las ideologías para construir el futuro. Me referiré especialmente a las ideologías que encierran un proyecto de futuro compartido por todos. Responden, sin duda, al anhelo profundo del ser humano de construir el paraíso. Su poder descansa en ese llamado que hace vibrar las fibras recónditas del ideal e impulsa las fuerzas del cambio. En otras palabras, en la ideología así entendida, vive la utopía. Cuando la utopía inspira a la política, ésta alcanza sus mayores logros, aunque siempre se quedará corta, porque la utopía, por definición, es lo que siempre está más allá de lo posible; sin embargo, el anhelo utópico también se muestra ambivalente. Hay utopías universalistas y las hay cerradas y excluyentes. Veamos de cerca las consecuencias prácticas de las concepciones universalistas y de la concepción excluyente de la utopía a través de ejemplos concretos. En la Conquista española de América, la idea cristiana infundió a la dominación española carácter único, haciéndola diferente de todos los antecedentes históricos y de los casos posteriores. Si esa idea no tuvo aplicación puntual, en cambio, sí fue el referente con el cual humanistas como Fray Bartolomé de las Casas y los mismos reyes católicos, juzgaron la legitimidad de su empresa colonizadora. Y nadie fue más duro que el dominico al reprobar la ambición, la rapiña y los excesos de sus connacionales. De este modo, la Conquista española muestra, en pleno siglo XVI, cómo la utopía de la igualdad de los hombres, fincada en su común origen, hace más soportable la suerte lastimosa de los vencidos. En el extremo opuesto, la idea excluyente del nacional socialismo en el siglo XX, propone la utopía para un pueblo y una raza. Es, a todas luces, un ideal al revés: en la exaltada formulación de este sueño racista, la 27
POLÍTICA EN LA PERIFERIA utopía divide y enfrenta a una minoría elegida con el resto de la humanidad. En un tercer caso volvemos nuevamente a la tesis universalista. Me refiero esta vez a una ideología con presencia vigorosa a lo largo del siglo veinte: el socialismo marxista. En él, la utopía procede en línea directa del mesianismo judío pues lo mismo que en éste, se trata de la salvación del ser humano; no de éste o de aquel pueblo o raza, sino de todos los hombres. La humanidad será redimida y no habrá más explotación, pobreza, ni sufrimiento. Marx, pensador judío, secularizó la salvación eterna y en su lugar colocó la salvación terrena: algún día, en el futuro, los hombres serán libres e iguales. Satisfechas sus necesidades materiales, tendrán tiempo suficiente para la ciencia, el arte, las actividades recreativas. Serán seres plenos, desarrollados en todos los sentidos. Es el “hombre omnilateral” de Marcuse. La liberación, en la utopía marxista, no se deberá a la bondad divina, ni al avance de la ciencia y la técnica –si bien éstas colaboran decisivamente–, como lo postuló el ideal de la Ilustración. Marx piensa en el proletariado como el agente histórico del cambio. Resulta en extremo interesante la tesis marxista de considerar a la clase oprimida –dentro de la sociedad capitalista– como la portadora encargada de la misión de poner fin, con la revolución, no sólo a la opresión de la que es víctima, sino a la opresión en sí pues, consumada la revolución proletaria, ya no será posible el enfrentamiento de clases antagónicas. Habrá terminado la historia, en tanto expresión de lucha de intereses opuestos, para dar comienzo a la historia verdadera de la humanidad reconciliada consigo misma. Una vez más, la utopía, escondida bajo el ropaje de la 28
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ ciencia social, es la fuerza realmente explosiva capaz de movilizar las energías del cambio. Bajo esta utopía nació la URSS en 1917. Desde la República de Platón hasta la madurez de la modernidad –es decir, hasta el momento previo al período de desaliento llamado postmodernidad–, la ideología y su núcleo utópico fueron el motor de la acción política; pero ahora, se nos dice con aire triunfalista, la edad de los meta-relatos ha terminado. El anhelo de redimir a la humanidad ha sido conjurado, quedando en el “basurero de la historia” las ideologías con las que alguna vez se quiso transformar la realidad humana. ¿En qué tipo de ideología cabe el priísmo? Desde luego, su ideal es laico; no predica ningún fin transcendente. Como ideología, el priísmo ha de entenderse estrictamente vinculado a la esfera de los intereses temporales que, desde la segunda mitad del siglo diecinueve, quedaron separados de cualquier tipo de aspiraciones religiosas. El asunto de la salvación del alma quedó confinado en la esfera de la vida privada. No es éste el momento para discutir si el hombre realmente puede quedar escindido en dos planos y si la política ha de limitarse a considerar sus necesidades y aspiraciones estrictamente temporales. Me limito a indicar un hecho histórico, a partir del cual los partidos adoptaron un enfoque laico de su misión. El PAN quedaría, en parte, fuera de esta perspectiva, lo que precisamente ha dado a su ideología un sello peculiar. La laicidad, por otra parte, implica el respeto absoluto a las convicciones íntimas del hombre porque su conciencia es un reducto inviolable y el poder público nada tiene que decir al respecto. A su vez, la laicidad responde a una concepción más amplia que el mero reclamo de asegurar la hegemonía del Estado en los asuntos 29
POLÍTICA EN LA PERIFERIA del bien público temporal. El lado positivo en el que es preciso insistir, desde mi apreciación personal, es la libertad de conciencia que hace posible el compromiso de cada ser humano con ideas y principios que dan sentido a su vida. Sin libertad de conciencia permaneceríamos en la minoría de edad. En la arena de la lucha política, los partidos dan cauce a la diversidad ideológica de la sociedad; cada partido da expresión a una parte del todo social. Aunque aspire a alcanzar a la totalidad, nunca podría conseguirlo porque en ese momento entraría en contradicción con la idea de la democracia, entendida, justamente, como el régimen que acepta la pluralidad de grupos e intereses en conflicto, a los cuales busca dar solución por la vía del mutuo reconocimiento, la discusión abierta y el acuerdo. El PRI mantuvo la hegemonía política durante setenta años. Viendo las cosas retrospectivamente, puede decirse que esa hegemonía no era democrática. ¡Claro que no lo era!, porque durante ese período, apenas se dio comienzo a la creación de las condiciones en las cuales la democracia podría llegar a sustentarse. Esas condiciones están lejos aún de su consolidación. Lo constatamos ya con el fracaso de la alternancia democrática el año 2000, recibida con entusiasmo irreflexivo y demasiadas expectativas. El desengaño generado por la presidencia de Vicente Fox al enfrentar los problemas de la economía, los reclamos sociales, el incremento del desempleo, la pobreza, la marginación, la inseguridad y las demandas de los pueblos étnicos, quedó como enseñanza aleccionadora. Nos enseña, entre otras, la lección fundamental de que la alternancia funciona cuando se está preparado para renovar la práctica política, sacudir inercias y para dar dirección responsable 30
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ a las fuerzas del cambio. El PAN, o con mayor exactitud, el presidente Fox, defraudó las expectativas que despertó durante su campaña con un discurso cuya pobreza conceptual, fue compensada con la aparente virtud de la franqueza y el compromiso sincero con el bien del país. El presidente Fox no fue, finalmente, el hombre de las circunstancias. Pero tampoco la sociedad civil contó con los recursos para exigir el cumplimiento de las promesas de cambio. Otra lección importante del proceso de la alternancia fue la necesidad de fortalecer el sistema de partidos. Si el PRI hace la lectura correcta de la situación, debe prepararse para competir en un escenario en el que será imposible alcanzar el predominio hegemónico. La meta será obtener, en cada elección, la mayoría, conscientes de que contar con ella para la siguiente contienda dependerá de los resultados de la gestión realizada y de la comunicación mantenida con la ciudadanía. La fluctuación de las preferencias del electorado, funciona como premio o castigo para los partidos, pero la fluctuación al ser tan notable, pone de manifiesto la falla, no de un partido, sino de todos. En la actualidad, después de cambiar varias veces de siglas con idénticos resultados, los ciudadanos buscan una salida en las candidaturas ciudadanas; sin embargo, esta solución también queda atrapada, muchas veces, en el oportunismo de los grupos que medran dentro o alrededor del poder y los partidos. Las candidaturas independientes obligan a la reflexión para evitar un optimismo exagerado en su potencial democrático. La sociedad civil no puede permanecer como una totalidad. Tan pronto se organiza, es determinado grupo de personas quienes la representan y ese grupo reivindicará inte31
POLÍTICA EN LA PERIFERIA reses específicos. Al encontrar a sus representantes fuera de los partidos, la sociedad civil se ha partidizado, una paradoja de la cual no puede escapar. El ciudadano es portador, desde ya, de intereses particulares; por muy legítimos que éstos sean, no son los de la totalidad. La contradicción únicamente puede superarse si, en el ejercicio del poder, el ciudadano se asume como agente del Estado de Derecho y cumple la función de equilibrar los intereses particulares subordinándolos al bien público general. La otra respuesta de los ciudadanos es la condena a la política en general a la cual ya me he referido. Esa condena se torna estéril porque se refugia en la pura subjetividad y se expresa negativamente en el abstencionismo. Es, por tanto, imprescindible reivindicar el sentido de la política, tarea por demás ardua, en la que será esencial restablecer el vínculo ético-político desacreditado por el maquiavelismo burdo, así como revalorar la identidad ideológica partidaria. El juicio ciudadano significa –debiera significar-, ante todo, la preferencia por una opción ideológica. La propaganda en favor de los candidatos, así como la presentación de su imagen como un producto político de primera calidad, ante el escepticismo general, exhibe el bajo nivel de la oferta política; pone el juego político en manos de la preferencia subjetiva, de suyo superficial e interesada. El PRI está urgido de recuperar su identidad –otro tanto es válido para los demás partidos–, eliminando los aspectos negativos, cuyo lastre debe arrojarse en un ejercicio de autocrítica y voluntad política. Los reclamos de justicia e igualdad,deben procesarse enmarcados en la realidad del orden global considerando, empero, que la misma no es un hecho consu32
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ mado, sino un proceso complejo, en el que la participación responsable puede modificar ciertas tendencias que favorecen la consolidación de la injusticia estructural en el mundo. En el orden global han aparecido nuevas formas de marginación e intolerancia y se imponen, por tanto, nuevas formas de lucha. En este escenario, la politización de la ciudadanía es imprescindible, aunque la ideología dominante se empeñe en negarlo al presentar la problemática social, no en términos políticos, sino de administración. Hoy se nos repite la vieja fórmula porfirista: menos política y más administración. La derrota –la cual espero transitoria– de la política por la visión instrumental del neoliberalismo, estuvo marcada por la sustitución de la clase política por la tecnocracia; la sustitución de la perspectiva humana, defectuosa pero perfectible, por la óptica inhumana inalterable del orden social. Permítanme recordar, en este punto, el comentario que hizo un periodista –cuyo nombre lamentablemente no recuerdo– a una respuesta dada por don Adolfo Ruiz Cortines a la pregunta de un destacado maestro del periodismo en la ciudad y puerto de Veracruz, en donde don Adolfo vivía en el más discreto de los retiros. La pregunta fue: ¿Cuál es la importancia de los expertos para la toma de decisiones en el gobierno? El ex presidente estuvo de acuerdo en que la opinión de los mismos era muy valiosa, pero enseguida añadió, enfatizando su convicción con el movimiento del dedo índice de la mano, que la decisión final debía darla el político. Ciertamente, la decisión última, la que da el político en las cuestiones delicadas de la vida pública, con repercusión en miles o millones de personas, reclama sabiduría, entendida como conjunción de experiencia, 33
POLÍTICA EN LA PERIFERIA sensibilidad, talento y compromiso con el bien común. Quizá parezca demasiado pedir esto al político, pero esa es la elevada idea con que la tradición lo caracteriza. Devolver la dignidad a la política, justificar la función de los partidos políticos en México, despertar vocaciones políticas genuinas en los jóvenes, todo esto tiene que ver con volver la mirada a los principios y valores, donde la genuina acción política encuentra inspiración y sustento. * El presente texto es una reelaboración de la conferencia sustentada por el autor en el Auditorio Jesús Reyes Heroles, el día 4 de marzo de 2016, con motivo del 86 Aniversario de la fundación del PRI, en la sede del mismo en la ciudad de Xalapa de Enríquez, Veracruz.
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II
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
ALIANZAS DERECHA-IZQUIERDA: ¿COMPAÑEROS DE CAMINO O SIMPLE OPORTUNISMO?
Las alianzas del PAN con el PRD son una posibilidad capaz de generar escenarios interesantes en la política electoral. Representan, por otro lado, un ejemplo de la naturaleza proteica de la política. Lo que en términos abstractos podría no parecer viable ni conveniente –por tratarse de grupos con intereses e ideologías opuestas–, en el terreno de la confrontación por el reparto de las cuotas de poder, puede imponerse como una necesidad. Las alianzas pueden ser evaluadas por la ciudadanía con sentido crítico que permita considerarlas legítimas en términos de los objetivos perseguidos, o ilegítimas si únicamente son producto de la conveniencia y el oportunismo... Que sean lo uno o lo otro, dependerá de la calidad de esos actores. Con ello no se hace alusión a la calidad ética, sino estrictamente política, por la cual debe entenderse la disposición de los actores principales de definir y comprometerse con un programa de acción viable que, en el supuesto de un eventual triunfo en las urnas, se transforme en políticas de gobierno, sean éstas municipales, estatales o nacionales. La cuestión central según este enfoque, no es la alianza del PAN con el PRD, considerados tales partidos como constelaciones ideológicas, lo cual, según quedó dicho, no es el caso, pues como se dice siempre cuando se habla so-
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA bre el tema, el panismo y el perredismo son “como el agua y el aceite”. ¿Quién podría proponerse o siquiera imaginar un híbrido de esta naturaleza? Las alianzas estarán, y así deben entenderse, limitadas a alcanzar objetivos que identifiquen provisionalmente a los aliancistas. Esos objetivos, si son percibidos como auténticos por la ciudadanía, legitimarán la alianza. La oferta programática para un tiempo definido con precisión puede referirse a caminos, escuelas, hospitales, creación de fuentes de empleo; es decir, bienes y servicios que están siendo demandados con urgencia por la sociedad, en una época en que el Estado se torna omiso respecto a esas demandas. La oferta puede también incluir (creemos que así debe ser), cosas más difíciles de cuantificar, como serían la promesa de actuar con honradez y espíritu de servicio, asimismo con apego a los principios de transparencia, legalidad y justicia. Como es fácil advertir en el planteamiento que aquí se hace del significado de las alianzas, lo esencial es hacer uso correcto del llamado “pragmatismo de la democracia”, el cual consiste en que políticos de ideologías diferentes estén de acuerdo en las soluciones concretas, aunque en su fuero interno obedezcan a motivaciones igualmente diferentes. Es claro que si lo único importante es la derrota del adversario, la alianza dependerá, para su cohesión interna, de un factor externo: el adversario, desaparecido el cual, traerá aparejada la ruptura y el choque de intereses. Esto ha sucedido siempre que las alianzas descansan en el propósito transitorio de asegurar el triunfo y no en hacer algo positivo con éste. Así, aunque un alianza política 36
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ no sea nunca una estructura estable, por la naturaleza misma de sus componentes, ni se tenga la pretensión de crearla (algo que creemos nadie intentaría), debe garantizar su duración por el tiempo mínimo requerido para alcanzar los fines y metas preestablecidos. Los aliados son, como decían los católicos franceses de los comunistas en su lucha común contra el nazifascismo, “compañeros de camino”. Pueden ser buenos compañeros al menos mientras caminen juntos. Eso dependerá del tipo de políticos que sean quienes se comprometen a llevar a buen término un proyecto de interés para la ciudadanía. Toda otra forma de alianza fincada en el oportunismo, alimentado por la satisfacción egotista y la obtención de beneficios materiales, estará destinada a ser parte del folclor de la política: colorido, pero intrascendente e irrelevante para el bien común. En Italia, los encuentros y desencuentros de católicos y comunistas fueron ilustrados por el escritor Giovanni Guareschi, con los dos personajes centrales de su novela Don Camilo: el propio Don Camilo, representativo del buen cura de pueblo y Pepón, el jefe comunista. Ambos, pese a las apariencias, se guardaban respeto y consideraciones mutuas y mantenían la fiesta en paz. La calidad humana de estos personajes nos dice mucho acerca de lo que se necesita para que quienes piensan diferente puedan convivir pacíficamente e inclusive hacer algo juntos, como sería el caso de los que pactan una alianza. 37
POLÍTICA EN LA PERIFERIA
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III MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
ELECCIONES COMPETITIVAS: ALIENTO A LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA
El desenlace de la contienda electoral el cinco de junio de 2016, tiene el carácter aleatorio inherente a la lucha por el poder, cuando las fuerzas políticas guardan cierto equilibrio que dificulta el pronóstico de un ganador seguro. La ambigüedad de la situación provoca inquietud al interior de los equipos políticos, lo cual es comprensible, pero desde otra perspectiva. Dicha ambigüedad puede verse como un signo alentador.
En escenarios anteriores, con un candidato fuerte, que llegaba avalado por la decisión previa de su partido (o de quien efectivamente decidía), el resultado final del electorado quedaba marcado por la inercia y únicamente tenía la función de legitimar el proceso. En la elección para gobernador de 2016, representarán un papel fundamental en la percepción ciudadana –y, por lo tanto, para la orientación del voto–, la crisis económica, el incremento de la pobreza, la falta de expectativas para los jóvenes, el sentimiento generalizado de inseguridad, la pobre calificación que se otorga a la clase política. En este adverso clima social, la renovación de los representantes populares pierde su índole de mero ritual y transforma las campañas de proselitismo 39
POLÍTICA EN LA PERIFERIA en un verdadero examen que deberán aprobar los candidatos ante la ciudadanía. En su recorrido, estarán obligados a acreditar –a través del debate serio, de propuestas realistas y de compromisos concretos–, su solvencia política para gobernar en circunstancias particularmente difíciles. Se ha venido hablando de la “mini gubernatura”, expresión que parece condensar con acierto e incluso con aire festivo la realidad, por tratarse de un periodo de dos años; sin embargo, si bien dicha expresión enfatiza la brevedad temporal del mandato, soslaya lo que políticamente puede ser esencial en esos dos años de gobierno. Y lo esencial consiste, según mi particular punto de vista, en sentar las bases para reorientar la administración pública. Esto, en el ámbito interno; en lo relativo al panorama nacional. Quien gane la gubernatura estará en condiciones de favorecer la corriente política a la cual pertenece o por la que se inclina, para participar en la lucha por la presidencia de 2018. Como lo saben muy bien los observadores y analistas de nuestra vida pública, hay momentos políticos decisivos para preparar el futuro, y la etapa 2016 a 2018 es uno de ellos. Es esta circunstancia la que concede significado al proceso electoral en marcha. El peso específico de la masa electoral veracruzana posee un valor estratégico en los planes de quienes se proponen construir el futuro político del país. El breve análisis expuesto, según el cual la victoria es una posibilidad efectiva para dos o más candidatos, dependiendo del posicionamiento que puedan consolidar a lo 40
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ largo de las campañas, tiene como presupuesto la participación ciudadana en una proporción capaz de echar abajo las predicciones de la mercadotecnia electoral. Si es así, seguramente esta óptica será compartida, en todo o en parte, por los candidatos y sus asesores, lo cual puede favorecer un escenario de confrontación de ideas y proyectos de calidad superior al que estamos acostumbrados. En tal hipótesis, la ambigüedad, desconfianza y dudas con que ha iniciado el proceso electoral desde sus etapas preliminares puede enfocarse con espíritu positivo. La crisis política de los partidos daría paso a la oportunidad de rehacer su imagen y, por otra parte, haría de los independientes, no un fenómeno exótico, sino un factor para el desarrollo democrático de la sociedad. Más allá de las filias y fobias personales, o de los intereses y compromisos con tal o cual candidato, deben reconocerse, en quienes son o se perfilan como los mas seguros contendientes por la gubernatura, las cualidades indispensables para enriquecer la contienda con un debate argumentado, serio y congruente con su visión partidista o doctrinaria. Un debate esperado por la ciudadanía que la motivará a mayor participación y que dará respaldo social a las políticas públicas del nuevo gobierno. Los personajes de quienes dependerá el contenido y sentido de la discusión y aportación de propuestas durante las campañas, son viejos conocidos de los veracruzanos: tal es el caso de Héctor Yunes Landa, candidato del PRI y sus aliados; y de Miguel Ángel Yunes Linares, el candidato de la alianza PAN-PRD, además de Juan Bueno Torio y acaso uno o dos más. El candidato de Morena, independientemen41
POLÍTICA EN LA PERIFERIA temente de quien obtenga la nominación, llevará consigo la responsabilidad de difundir tesis y planteamientos del partido recientemente creado por Andrés Manuel López Obrador. De esta manera, queda garantizada la pluralidad de enfoques y proyectos. Tal pluralidad entraña, por otra parte, un peligro que no puede dejar de reconocerse: la fragmentación del voto. Si así sucediera, la experiencia obtenida servirá para prever las complicaciones futuras con el diseño de instrumentos electorales más adecuados. Quisiera destacar un hecho especialmente alentador, por lo que representa como receta para conjurar fantasmas y prejuicios ideológicos. Me refiero a la firme y digna actitud del Presidente Nacional del PRD, Agustín Basave Benítez, quien logró sacar adelante su propuesta para la alianza de su partido con el PAN, anteponiendo el criterio político a los intereses facciosos. Ya señalé, en artículo anterior, que no se trata de crear un hibrido ideológico, una especie de centauro o algo semejante; las ideologías no pueden mezclarse cuando las separa, como en este caso, un abismo en la conceptualización del ser humano, de la sociedad y el destino de ambos. Los que se ponen de acuerdo sobre la solución de asuntos muy específicos para bien de los ciudadanos, son los políticos que suscriben los acuerdos bajo determinadas condiciones que, de ninguna manera, afectan la identidad y autonomía de sus respectivos partidos, ni sus personales convicciones. He expuesto aquí una forma de ver el actual proceso electoral, marcado, sin duda, por el deseo de un cambio 42
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ positivo en la competencia electoral de la cual depende la renovación de la clase gobernante. Este deseo tiene fundamento objetivo –personalmente así lo espero–, pero también estoy consciente del riesgo de que, una vez más, la inercia sea más poderosa que el impulso del cambio. Pueden prevalecer las clientelas, el desánimo ciudadano, el abstencionismo, la indiferencia. La libertad política de los ciudadanos entraña la promesa de transformar la realidad social, pero esta promesa se cumple sólo si cada uno acepta la responsabilidad de hacer buen uso de ella.
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA
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IV
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
LOS CANDIDATOS Y EL ELECTORADO VERACRUZANO
El escenario de la contienda electoral que culminará el ya cercano 5 de junio parece estar totalmente configurado. Los candidatos, sus propuestas y lo que personalmente representan son suficientemente conocidos, si bien en lo relativo al último aspecto, el posicionamiento personal, dos de ellos son figuras más bien locales, nos referimos a Armando Méndez de la Luz y a Cuitláhuac García Jiménez. Ambos cuentan con un discurso que los avala, el llamado a la ciudadanía en un caso y la crítica distintiva de Morena en el otro, acompañada de algunas propuestas para resolver los graves problemas de la entidad, como la reducción de sueldos a los funcionarios. Sin negar la importancia de las soluciones coyunturales, no hay, ni el caso de Méndez de la Luz, ni en el de García Jiménez, algún planteamiento que haga énfasis en un cambio sustancial de las políticas públicas. Y quizá no pueda haberlo porque lo que la crisis actual que en verdad reclama, son nuevos enfoques para hacer frente a problemas estructurales. Es necesaria la creación de más empleos, sí, pero ¿cómo será posible hacerlo además de acudir a la consabida receta de atraer inversiones al estado? En este momento se requiere la mayor creatividad de parte de la clase empresarial y de los gobernantes, para impulsar formas mixtas de colaboración entre el capital y las clases trabajadoras del campo y la ciudad. 45
POLÍTICA EN LA PERIFERIA
Los candidatos más conocidos por la ciudadanía, tanto por su trabajo político como por su desempeño en cargos públicos y de representación popular son Héctor Yunes Landa, Miguel Ángel Yunes Linares y Juan Bueno Torio. Cada uno tiene una imagen y cada uno deberá obtener de ella el mayor provecho posible para aumentar las preferencias del electorado en su favor. A Héctor le beneficia su trayectoria de hombre serio, honrado y que acostumbra cumplir la palabra empeñada; cualidades valiosas siempre y ahora más, tras la experiencia con políticos que dicen más mentiras de las necesarias y cuyo cinismo y banalidad nos hace dudar si en verdad consideran tonta a la gente, o si ya perdieron por completo el sentido de la realidad. A Miguel Ángel Yunes se le reconoce el ímpetu, la clara determinación de sus objetivos políticos y la voluntad de cumplirlos.
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Es también hombre de palabra. Respecto a él sólo surge una duda: ¿hasta dónde podrá cumplir con la palabra empeñada, si objetivamente forma parte del mismo sistema político? Aquí el asunto no es de decisión personal, sino del acotamiento que el propio sistema impone a sus actores. Hay un margen para la acción, naturalmente, y este margen es el que un político responsable debe aprovechar; lo cual significa hacer compatibles los cambios necesarios y la rectificación del rumbo con estabilidad y gobernabilidad. En una palabra: el asunto es dar vigencia real al Estado de Derecho. Desde otra perspectiva –y esto es válido para todos los candidatos–, se impone repensar los modos de hacer la política y de ejercer el poder para dignificar la política y su ejercicio.
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
Juan Bueno Torio asume el papel del candidato independiente; es algo que aún no asimilan bien los ciudadanos debido al corto tiempo del que ha dispuesto el cordobés para posicionarse como tal. Las propuestas serán las que señalen el alcance de su visión política y el valor que le agrega la independencia desde la cual piensa y responde a la crisis que vive el estado de Veracruz. Juan Bueno Torio tiene la tarea de probar que es una opción real y viable para los veracruzanos. Su participación puede alentar el espíritu democrático y hacer ver a las diligencias partidistas la necesidad de volver a la identidad perdida y reconstruir su relación con las propias bases y con la sociedad pues los partidos seguirán siendo –mientras no se invente un nuevo mecanismo– los medios idóneos para encuadrar los intereses de amplios grupos y sectores sociales identificados en una visión común de país. Tal concepción del sistema de partidos políticos, sin hegemonías que reflejan perversamente –es decir, falsificándola– la pluralidad ideológica, es la única base posible sobre la que podrá sustentarse la madurez de la democracia en México. El candidato Alejandro Vásquez Cuevas representa una fuerza en construcción y parece difícil que el tiempo de la campaña sea suficiente para conquistar la voluntad del electorado de manera significativa. Su presencia estimulará, sin duda, el debate y representa para el Partido Encuentro Social (PES) la oportunidad de crecer y asegurar espacios más amplios de participación futura. 47
POLÍTICA EN LA PERIFERIA En el escenario de la contienda por la gubernatura de dos años, cuya importancia radica, lo diremos una vez más, no en la temporalidad que abarca, sino en el significado de los asuntos políticos que habrán de ventilarse en el 2017 y sobre todo en el 2018, año de la sucesión presidencial; en este escenario, repetimos, los términos de la confrontación han quedado prácticamente establecidos. Únicamente queda por definirse una cuestión: la preferencia mayoritaria del electorado y si ésta se dará dentro de una participación escasa o una participación masiva. Esa es la incógnita. Desde la óptica local, la mayoría puede inclinarse hacia el proyecto político que represente un reordenamiento de la vida pública, llevado a cabo al mismo tiempo con sensibilidad y energía, dentro del cauce de las leyes e instituciones; o puede inclinarse por una opción radical, cuando menos en el papel. Según esta hipótesis, en el primer caso el candidato vencedor seria Héctor Yunes Landa y en el segundo, en primer término Miguel Ángel Yunes Linares, por las razones expuestas con anterioridad y después alguno de los otros candidatos. La participación masiva entraña la posibilidad de un vuelco en el rumbo de la política estatal, pero este vuelco no debe verse necesariamente como algo positivo, pues en condiciones como las que presenta el electorado en nuestro país, la participación masiva obedece al impulso emocional más que a un juicio razonado sobre los actores políticos y las circunstancias. Lo deseable para Veracruz es la mayor participación posible de los ciudadanos, acompañada de la mayor responsabilidad a la hora de emitir el voto. 48
V
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
CANDIDATOS: DE LAS DESCALCIFICACIONES A LAS PROPUESTAS
Los debates sostenidos por los candidatos a la gubernatura han servido poco a la causa del esclarecimiento de la problemática social, con la consiguiente adopción de medidas prácticas para resolverla; en cambio, los debates se han utilizado para la descalificación del adversario. Se ha golpeado duro y con perseverancia. El llamado argumento ad-hominem, dirigido contra la honra y prestigio del contrincante juega desde luego, un papel importante en la lucha por el poder, pero el debate no puede limitarse a esta fase negativa del discurso. Va quedando en la ciudadanía la triste imagen de una clase política (o mejor, burocracia política), marcada por la corrupción y a la que únicamente le interesa prolongar su permanencia en los puestos públicos. La ubre del presupuesto, como se dice con descarada impudicia, es lo que les preocupa. El contenido positivo del debate, en cambio, radica en la propuesta con la que un candidato ofrece solucionar problemas apremiantes. La propuesta es el corolario de la confrontación de las ideas y permite al electorado estar en condiciones de escoger aquella que le parece más adecuada, para eventualmente apoyarla con su voto el día de las elecciones. Una propuesta no es sinónimo de promesa, aunque, de he49
POLÍTICA EN LA PERIFERIA cho, la implique pues la propuesta debe ir acompañada de las condiciones de su aplicación. La pura promesa en cambio, tan socorrida en los actos de campaña proselitista, es a menudo sólo eso y el pueblo lo sabe; ha aprendido a desconfiar, aunque la necesidad lo impulse a caer, en mayor o menor grado, en la trampa de la oferta maximalista. La ciudadanía en Veracruz es dispareja en el sentido de que no en todas las regiones y localidades, tienen el mismo nivel de información, ni la misma capacidad política para analizar el discurso de los candidatos. Por eso la identificación emocional con un propósito vagamente expresado, pero dirigido a los anhelos recónditos del ciudadano, puede cambiar la dirección de las preferencias electorales. Ésta sería una razón más para insistir en transformar el debate, a fin de que cumpla su función política: la confrontación de proyectos de gobierno, más que de personas. Esos proyectos están configurados por el conjunto de propuestas, pero jerarquizadas e imbuidas de un sentido que hará de ellas una verdadera estrategia para restablecer el orden institucional, la gobernabilidad y la coincidencia de gobernantes y gobernados hacia objetivos bien definidos. Por otra parte, debe admitirse que las personas son las únicas capaces de asumir el compromiso de gobernar. Los partidos gobiernan a través de quienes los representan, pero los agentes efectivos de la política, insisto, son los individuos y son éstos los que prestigian o desprestigian con su gestión al partido del cual proceden. Como sea, el candidato cumple realmente con su cometido, cuando representa e impulsa un proyecto de beneficio social y no cuando sólo se representa a sí mis50
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ mo y a sus amigos. Esto no debemos entenderlo con criterio puritano, pues la política no la hacen individuos con vocación de santidad; lo que se subraya es que las motivaciones del político auténtico deben responder a preferencias de segundo grado, es decir, a aquellas que están por encima del mero interés egoísta. En las semanas finales de las campañas, todavía puede darse una tónica diferente a los discursos. Ciertas señales así lo indican. Me refiero a los pronunciamientos de los candidatos en algunos foros, en los que han cobrado importancia los problemas reales de la sociedad y el ego ha pasado a segundo plano. Buena señal, sin duda, porque el político suele hablar demasiado de sí mismo y poco de las soluciones que la gente desea escuchar. Al hablar de soluciones, los candidatos informan sobre el tipo de gobierno que tendrían los veracruzanos, si alguno de ellos gana la gubernatura. ¿Qué es lo importante que puede y debe hacerse en dos años de gobierno? ¿Cómo se lograrán los objetivos determinados en el plan de gobierno? ¿Qué tanto estará presente la sociedad civil? ¿Seguirá de mera espectadora o quedará involucrada en las políticas públicas? Si es así, ¿Qué mecanismos de participación democrática se utilizarán para integrar a los sectores de nuestra sociedad? ¿Cuál será la apuesta fundamental del gobierno bianual: abrir mas escuelas, hospitales y fortalecer las políticas compensatorias o destinar más recursos para el combate a la delincuencia? Sobre este último tema –de la mayor transcendencia–, hay un punto de equilibrio y es preciso que los Candidatos expliquen a la ciudadanía cómo ese punto medio puede 51
POLÍTICA EN LA PERIFERIA conceptualizarse en términos de políticas públicas. Todas estas cuestiones deberán ser analizadas y respondidas en los foros y, según las respuestas, será posible alimentar una opción racional de los electores; elección que, de cualquier manera, estará teñida de las preferencias ideológicas y simpatías de los votantes, pero que estará a cubierto, en lo posible, del impulso momentáneo de las emociones. Las señales, quizá todavía débiles que anuncian el interés de los Candidatos por presentar a los veracruzanos una perspectiva política creativa y eficaz, mas allá de las consabidas frases efectistas, anuncian lo que nos gustaría que fuera el parteaguas de las campañas, iniciándose la etapa propositiva de las mismas. Por este camino, encuadrando los temas en una perspectiva de conjunto, los candidatos podrán delinear su proyecto general de gobierno. Los candidatos ya han manifestado ante algunas audiencias propuestas definidas que, de inmediato, fueron acogidas con entusiasmo; lo cual es claro indicio de la necesidad que hay de escucharlas. Únicamente, a manera de ejemplo, me referiré al discurso de los tres candidatos más fuertes según lo indican las encuestas: Miguel Ángel Yunes Linares, Héctor Yunes Landa y Cuitláhuac García Jiménez. Este último, como he dicho en otras ocasiones, va montado en la ola del discurso lopezobradorista, y en él basa su fuerza; gracias a ella ha venido creciendo y aumentando el capital político que será útil a Morena en las próximas elecciones. Inicialmente débiles, las propuestas originales de Cuitláhuac empiezan a definir el discurso que lo identifica, aunque todavía no logre deslindarse de la fuerte personalidad de la figura mayor de 52
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ Morena, el propio Andrés Manuel. Acaso tampoco le convenga este deslinde y prefiera ser más un eco que tener voz propia. Esta situación realmente no nos concierne y compete únicamente a la estrategia política de este candidato. Miguel Ángel Yunes Linares ofreció, en Zongolica, abrir oficinas en las regiones del estado para atender los problemas de las comunidades étnicas. La medida evitará los gastos y molestias que supone viajar a la ciudad de Xalapa. Es, sin duda, una medida de impacto real y de pronta aplicación, lo que pone de manifiesto el oficio político del candidato de la alianza “Unidos para rescatar Veracruz”. Al igual que ésta, otras propuestas de MAYL perfilan lo que sería un “estilo personal“ de gobernar Veracruz. Por su parte, Héctor Yunes Landa ha propuesto atender al magisterio veracruzano, dignificando la situación laboral y demás aspectos de la función docente. Otro tanto ha hecho con relación a los problemas del campo y de la pequeña y mediana industrias, asuntos esenciales para allanar el camino del desarrollo sustentable. A unas cuantas semanas del fin de la contienda electoral, se espera que las propuestas de los candidatos abonen con ideas fértiles el suelo yermo de nuestra política. El nuevo comienzo –si con él ha de volver la esperanza– reclama dignificar el oficio político, hoy caído en lo más bajo de la estima social.
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA
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VI MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
DEMOCRACIA Y CULTURA CIUDADANA
Aun cuando el Estado de Derecho, lo mismo que la democracia, tienen antecedentes históricos en épocas pasadas, su mayor desarrollo lo alcanzan con la modernidad; se vincula íntimamente con el racionalismo optimista de la Ilustración. El movimiento iniciado en Francia por los philosophes indica, en su nombre mismo, el giro total de perspectiva con que la realidad empieza a ser vista y estudiada. Las ciencias positivas más interesadas en entender la naturaleza para actuar sobre ella con fines prácticos, desplazan las preocupaciones metafísicas y teológicas orientadas a un saber de salvación; el ideal del conocimiento dominante durante siglos y que se expresaba en el aforismo de San Agustín: “creer para entender”, es sustituido por el propósito completamente terrenal de conocer las leyes que explican el acontecer natural para ponerlo al servicio de las necesidades y aspiraciones del hombre. Este cambio de perspectiva conocido como secularización se expresa en una concepción igualmente optimista de la historia. Aquí la secularización de la vieja idea cristiana del fin de los tiempos, en que los justos obtendrán su recompensa y los malos serán castigados, se transforma en el ideal de un progreso constante que pondrá término a todos los males que han agobiado a
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA los seres humanos. Esta concepción del progreso que se va cumpliendo en una serie de etapas ascendentes de perfección, la encontramos tanto en la ideología liberal, como en las distintas formas del socialismo; en este sentido, todas estas doctrinas políticas se nutren de la fe en la liberación de las servidumbres típica del hombre moderno; una fe que reivindica el poder de la razón como lo distintivamente humano. La misma confianza con que el hombre hace frente a los problemas de la vida material inspiran también su actitud en el campo de las decisiones morales; el sentimiento de su libertad y dignidad, lo lleva a postular el ideal ético de la autonomía personal. Se considera capaz para discernir, por sí mismo lo que es bueno y lo que es malo, y para tomar las decisiones correspondientes. En el nuevo orden creado por la burguesía, el protagonismo corresponde al individuo, no al grupo que impone a sus miembros los valores, hábitos y costumbres de la tradición inveterada. No es extraño en esta atmósfera de optimismo racionalista, el éxito de las morales utilitarias que legitiman el espíritu de ganancia propio del capitalismo en pleno auge. El Estado, a su vez, se fortalece al reclamar para sí, con exclusividad, la atención de los intereses temporales, dejando al cuidado de la Iglesia el ámbito de lo espiritual. Así, el Estado moderno es, por definición, un Estado laico, el cual, para cumplir su misión, se abstiene de intervenir en todo lo que atañe a las creencias religiosas de las personas, permitiendo que éstas decidan libremente sobre el particular; lo público y lo privado quedan claramente separados. De esta manera se ha logrado una fórmula de convivencia que, sin ser perfecta, hace posible que individuos que profesan credos diferentes se respeten 56
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ mutuamente y puedan participar, como ciudadanos, en los diversos papeles que les corresponden en la sociedad democrática pluralista. Superando innumerables dificultades y resistencias, las democracias, en particular las que iniciaron su desarrollo más tempranamente en Europa occidental, explica Gregorio Peces Barba en Educación para la Ciudadanía y Derechos Humanos, han ido haciendo realidad la propuesta de Rousseau de una ciudadanía que en su papel activo participa en la creación de las leyes y en la creación de la voluntad popular; y en su papel pasivo respeta y cumple las leyes que ayudó a crear. De acuerdo con este autor, en las primeras etapas del desarrollo democrático se conquistaron diferentes derechos civiles y políticos, los cuales, por influencia del socialismo liberal y la social democracia, más tarde se complementaron con la incorporación de los derechos económicos, sociales y culturales, para combatir la pobreza, la marginación y la falta de oportunidades de amplios sectores de la población. El resultado de las conquistas obtenidas ha llevado al surgimiento del Estado Social de Derecho que, en nuestro tiempo representa el modelo que inspira a muchos países para alcanzar mínimos de bienestar y justicia para la mayoría de la población; sin embargo, los esfuerzos se ven a menudo frenados o desvirtuados por el peso de los intereses dominantes; las democracias degeneran en plutocracias en las cuales el Estado queda subordinado a los poderes fácticos. El resultado del conflicto entre los ideales de la razón ilustrada que han hallado concreción en el Estado Social de Derecho y en la democracia moderna y el sistema económico mundial, ha llevado a una crisis cuyos resultados no son completamente predecibles, pero, sin 57
POLÍTICA EN LA PERIFERIA duda, obligan a los sectores conscientes de la sociedad a un esfuerzo serio de reflexión y a la toma de decisiones para evitar que la representación desemboque en la pérdida de los derechos políticos de los ciudadanos, que en nuestras democracias los ceden por completo en los comicios. En cuanto a la evolución de la ciudadanía, resulta evidente que incluso en los países con democracias maduras, se trata todavía de lo que el autor que hemos citado denomina ciudadanía estatal, es decir, donde los derechos únicamente quedan reservados a los ciudadanos nacionales y no tienen acceso a ellos quienes provienen del horizonte multicultural. La genuina ciudadanía universal de la que hablan los documentos de la ONU y que ha sido el sueño de grandes pensadores como Immanuel Kant, permanece como una meta casi utópica. Ideologías excluyentes convierten a los inmigrantes, a los enfermos estigmatizados, a las mujeres, a los individuos con capacidades diferentes, a los miembros de otras razas y culturas, en ese “otro” al que la diferencia hace peligroso y, por ello, un “enemigo”. En las democracias incipientes como la nuestra, amenazadas por retrocesos brutales, por ahora la preocupación básica debe orientarse a consolidar la ciudadanía nacional a partir del reconocimiento efectivo de la igualdad intrínseca de todos los individuos, para no permitir la permanencia de desigualdades ofensivas. La situación de los indígenas es particularmente ilustrativa de que en México la ciudadanía nacional es una propuesta a medio realizar, pues al indígena se le trata como un ciudadano de segunda categoría. Se le 58
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ escamotean los derechos básicos a una vida digna y no tiene pleno acceso a la jurisdicción del Estado, siendo víctima de explotación y atropellos. El pueblo es un ente abstracto al que se acude sólo para legitimar en su nombre decisiones tomadas en las cúpulas del poder público. Debido a la falta de cultura política y la sistemática manipulación de los procesos políticos, una mayoría considerable de ciudadanos, ni participan responsablemente (cuando lo hacen) en la construcción de la voluntad general, ni poseen los hábitos de acatamiento y respeto a la ley. La pobreza, la marginación, la falta de empleo y de oportunidades para lograr legítimos ascensos en la escala social, exhiben la fragilidad de nuestras instituciones, ineficaces para hacer efectivos los derechos económicos, sociales y culturales constitucionalmente reconocidos. Si bien en los primeros años del siglo XXI la modernidad parece agotada como proyecto histórico y hay una búsqueda para trascender a la razón, es indudable que la respuesta ha de preceder de la misma razón, ampliando y profundizando su poder, para hacerla compatible con la experiencia humana, infinitamente más rica que el orden de la experiencia sensible. Si esta apreciación es correcta, el objetivo de hacer del mundo una morada digna para todos permanece válido y la lucha por perfeccionar las instituciones y formas racionales de convivencia debe continuar, aunque la apuesta ya no consista, exclusivamente en el avance del conocimiento instrumental, pues la lección aprendida o por aprender es, justamente, la necesidad de transformar al hombre mediante la educación. Él es quien puede hacer del progreso un bien para la civilización o un mal para su destrucción. En lo relativo a nuestro caso particular, una eva59
POLÍTICA EN LA PERIFERIA luación crítica del estado actual de la democracia mexicana lleva, entre otros resultados, al reconocimiento de la necesidad de impulsar la educación para la ciudadanía plena, a fin de darle a los gobiernos federal, estatal y municipal, el soporte indispensable para el éxito de las políticas públicas, asegurando de esta manera el aprovechamiento óptimo de los recursos invertidos, pero asimismo, para evitar que los gobiernos actúen solos, sin sentirse obligados a la rendición de cuentas. La formación cívica y política tiene como objetivo esencial transformar a los ciudadanos en el verdadero sujeto de la democracia, actualmente subordinada a la perspectiva más estrecha de los partidos y las autoridades de gobierno.
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VII MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
LA OPCIÓN POLÍTICA FUNDAMENTAL: SERVIRSE DEL PODER O SERVIR CON ÉL
He sostenido la autonomía de la política, como un hecho que se ha impuesto en los países en los cuales la cultura occidental es hegemónica. En otras áreas culturales, como lo es señaladamente el caso del Islam, la política todavía se encuentra subordinada a la religión; la din (religión), absorbe por completo el resto de las necesidades y aspiraciones humanas; en la din se condensa el ideal de vida en este mundo y en el más allá. En occidente, para bien o para mal, lo político y lo religioso tienen, cada uno, su ámbito propio de expresión. No es posible, por lo mismo, pensar en una determinación ética de la política proveniente de una visión totalizadora de índole religiosa, que pondría a la política al servicio de fines extrínsecos a los propiamente mundanos. Puede haber, como veremos, otra presencia de lo ético en la política, mas, por lo pronto, queda descartada una ética omnicomprensiva por encima de la política práctica y la teórica. Dicho lo anterior, debe precisarse que la mencionada autonomía no puede ni debe ser absoluta; es, por su misma naturaleza relativa. Autonomía significa libertad para operar, en la lucha política, utilizando los medios idóneos para alcanzar el ob-
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA jetivo por antonomasia que es el poder. El poder es el factor determinante de cualquier estrategia y de todas las acciones comprendidas en ella. Los medios son buenos si resultan apropiados o convenientes para alcanzar el objetivo que explica y da sentido a la contienda política: el poder. Así puede resumirse la enseñanza del primer teórico moderno de la política, el florentino Nicolás Maquiavelo, quien vio con toda claridad el “arte de la política”, como un conjunto de reglas convenientes a su propósito. La ordenación de los medios al fin, son un conjunto de reglas técnicas, no de normas éticas; se trata de hacer lo conveniente, no lo que es debido, pues esto último puede significar –y la mayoría de veces así es–, ir al fracaso. Como conocimiento efectivo, la política aspira al éxito y una vez alcanzado éste, puede legitimarse, pues los seres humanos estamos predispuestos favorablemente hacia los vencedores y a justificar sus errores, debilidades e inclusive, las más oscuras perversiones, particularmente cuando del vencedor se esperan beneficios. ¿Por qué escandalizarnos? Mientras no se caiga en el cinismo, ha de entenderse la condición humana, la fragilidad de nuestra naturaleza a partir de la cual hemos de crecer los seres humanos. La posición del fariseo, supuestamente puro de intención, de pensamiento y de obra, es el mejor ejemplo de la hipocresía. La crítica radical del adversario político, tiene, casi siempre, un fondo perverso. Sólo los ingenuos suponen que basta un cambio de personas en los puestos públicos, para que todo cambie de un día para otro. ¿Cuántas veces se ha defraudado esta ilusión? ¡No importa el número! Se trata de una esperanza que renace continuamente, quizá como un mecanismo de escape a la frustración colectiva. 62
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ Habría que estudiar el fenómeno porque a lo mejor, más que ingenuidad, estamos ante una respuesta, sabia en el fondo, capaz de brindar oportunidades que los hombres del poder no siempre saben aprovechar. Pero la autonomía, según ha quedado dicho, es relativa y vale la pena detenerse un momento en ello. Dentro de ciertos límites, el político puede hacer compromisos; puede decidir qué le conviene y qué no, puede ofrecer y prometer para hacerse de aliados, puede presentar ideas y propuestas para ganar seguidores de su causa. Y también está en su derecho de impugnar a sus adversarios, haciendo énfasis en los puntos fuertes de su propia propuesta y en las debilidades de las propuestas de aquéllos. La cuestión es que todo esto entraña –si quiere ser un político serio, si desea aportar algo y no meramente cumplir una expectativa egoísta– una cierta responsabilidad. Hablo, evidentemente, de una responsabilidad política, por cuanto tiene que ver con el uso del poder en relación con el destino de miles, tal vez de millones de personas. La conciencia del político, si la ha desarrollado y en la medida de su desarrollo, tropieza aquí con aspiraciones, necesidades, exigencias... que no son las suyas, que exceden infinitamente su proyecto personal. El político se ve precisado a dimensionar lo que él espera del poder: una vida con reconocimiento social, con seguridad económica para él y su familia; halagos interesados, autoafirmación a través de brindar favores y canonjías; utilización de los demás como medios para satisfacer apetitos. Y, por otra parte, lo que la sociedad espera del ejercicio del poder que le ha conferido: impulso a la actividad económica, crea63
POLÍTICA EN LA PERIFERIA ción de empleos remunerados de acuerdo a lo justo, solución de necesidades básicas; educación de calidad, seguridad, sistema popular de salud, vivienda digna; en una palabra, Estado de Derecho con justicia social. En ese momento de evaluación de las posibilidades inherentes al poder, el político toma la decisión más importante: servirse del poder o usarlo para servir. No es, desde luego, una decisión excluyente; no se opta por el bien o el mal para siempre, pero si la opción es auténtica y el político realmente decide servir, los “pecados” en que pueda incurrir caen en el terreno de lo inevitable, quedando supeditados, en última instancia, al bien mayor. Por eso ha podido decirse que los errores de los grandes hombres como Alejandro Magno y Napoleón se perdonan, pues, al margen de ellos, sus aportaciones a la civilización han quedado para siempre, al menos, mientras haya historia. Exigirle a los políticos la estatura moral de los santos es absurdo, puesto que se mueven en un nivel de existencia completamente diferente. El político no tiene por qué ser impecable, ni mucho menos “santo laico”, para usar esa expresión absurda que une la pureza de intención y el espíritu de sacrificio a causas puramente mundanas. En el mundo, sólo las personas son motivo de devoción y, en buena medida, el resto de los seres vivos; pero no lo son en sentido político, sino en el más profundo del sentimiento de identidad del hombre con la realidad total. Lo que podemos llamar un político auténtico, con las diferencias de personalidad que se quieran, trabajará y luchará, cuando sea necesario, por llevar a la práctica políticas de Estado: acciones y programas enmarcados en una idea general, pensada para dar resultados que vayan dando concreción a lo que se de64
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ nomina un proyecto nacional. Eso hace la diferencia entre el político entregado a la inmediatez coyuntural y el político de Estado; éste, sin olvidar la coyuntura, tampoco olvida los propósitos históricos de los que y para los que deben vivir los pueblos. Las genuinas políticas de Estado crean leyes e instituciones de las cuales, como acertadamente señala Lonergan, “los bienes fluyen continua y regularmente”, lo cual es muy diferente a las fáciles políticas surgidas del populismo, que no descansan en fundamentos sólidos que aseguren su continuidad. La cuestión es distinguir la opción política genuina de la falsa, todo político dice estar preocupado por los problemas nacionales. Tal vez lo medular no sea llegar a la verdad subjetiva, algo difícil de suyo y más cuando se trata de los políticos, los cuales, de acuerdo con el realismo político están dispensados de mentir, hasta cierto punto, si con ello aseguran el éxito. Tal vez, insisto, lo más importante sean los actos del político, sus decisiones efectivas y su conducta. Si lo hace sinceramente o no, eso es importante para su conciencia ética, pero para efectos prácticos, interesa poco o nada. Aquí podemos recordar la famosa “astucia de la razón” de Hegel, que lleva a los hombres a actuar de determinada manera pensando en el provecho propio y, de paso, sirven a un fin superior; también podemos recordar el “pragmatismo democrático”, según el cual lo que importa es que los políticos se pongan de acuerdo en ciertos objetivos comunes de beneficio colectivo, sin que interesen los motivos por los cuales lo hacen. En cuanto a la lucha por la Presidencia de la República, es evidente la relevancia del compromiso de los candidatos con un proyecto determinado de país. Cada elector responderá, con 65
POLÍTICA EN LA PERIFERIA su voto, a la percepción que tiene de los candidatos, de cómo advierte el compromiso de éstos con el futuro del país. Claro, hay votos ya comprometidos: aquí encontramos a los correligionarios, a los amigos y a las personas y grupos vinculados por intereses comunes a cada candidato; sin embargo, todo parece indicar que esta vez, el destino de la contienda no dependerá de tales votos, sino de los millones de electores jóvenes, hombres y mujeres, preparados para hacer una valoración más rigurosa de las ofertas partidistas y de los atributos personales de los candidatos. Por eso, los candidatos están todavía en el momento de dejar de lado las descalificaciones, los excesos verbales y los más impúdicos excesos económicos para promocionar su imagen acentuando, en cambio, un enfoque –diríamos– más pedagógico, consistente en explicar qué desean para el país y cómo piensan alcanzarlo, en este mundo en el cual hace falta imaginación e iniciativa para asegurar al país un lugar digno y competitivo. En lo tocante a los cientos de candidatos a otros cargos de elección popular, es claro que también ellos hicieron, hace tiempo, su elección entre el servirse de la política o el servir con ella. La respuesta la tenemos en el ir y venir de un partido a otro, argumentando la defensa de intereses superiores. Quizá en algunos casos sea así. En la mayoría; sin embargo, se trata de esas miserias humanas que hemos de ver con una buena dosis de comprensión, deseando que a pesar de ellas, nuestra democracia encuentre el sendero. 66
VIII MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
LA NECESIDAD DE CONSTRUIR UN VERDADERO SISTEMA DE PARTIDOS POLÍTICOS
¿Cómo es posible un sistema de partidos políticos que operan al amparo de reglas democráticas y, a su vez, fortalecen la democracia? La experiencia de algunos países donde los partidos se articulan en un verdadero sistema, ya que se relacionan unos con otros y todos con la sociedad y las instituciones estatales, permitiendo la renovación de las élites políticas en el poder en un clima de estabilidad, nos enseña varias cosas interesantes. La primera es que el sistema de partidos ha sido resultado, más bien, de una evolución lenta, la cual se corresponde con otros aspectos de la vida democrática, por ejemplo, el perfeccionamiento del aparato electoral. Asimismo, puede observarse en esos países, una cultura política de la que participan los diversos actores. Esta cultura hace prácticamente imposible que los partidos puedan modificar las tendencias electorales con acciones como la compra del voto o poniendo en circulación, a través de los medios, información tendenciosa. Quizá la cultura política sea la condición subjetiva fundamental para que se pueda dar forma y funcione con normalidad un sistema de partidos políticos, por ello dedicaré a este punto exclusivamente nuestra reflexión.
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA Es claro que en México se da un hiato entre el discurso de las autoridades, apegado a los valores y objetivos de la democracia y la realidad de la lucha por el poder. Es cierto por lo demás, que “entre el ideal y la realidad siempre existe el inmenso espacio de lo relativo”, según expresó en memorable discurso don Justo Sierra; es cierto, repito, sólo que en nuestro país la distancia entre el ideal democrático y la realidad es un abismo, porque han faltado el conjunto de factores culturales, económicos, históricos que hacen de la democracia un ideal más o menos viable. En la clase política observamos falta de congruencia, lo que provoca cada día un rechazo mayor de la sociedad, así como de algunos medios en los que van cobrando importancia los análisis críticos. Ya no es nuestra prensa, no lo es por completo, el instrumento obsequioso del que los políticos puedan disponer como lo hacían hasta hace algunos años. Mayor objetividad y sentido crítico, que a veces incluso peca por exceso es, a no dudarlo, señal positiva de una función más responsable de parte de los medios, que va dando impulso a la cultura política requerida para el buen funcionamiento de nuestra democracia. El país atraviesa la etapa delicada en la que el pasado no acaba de morir y el futuro no termina de consolidarse. Creíamos que el nuevo siglo, con el que arrancó también el nuevo milenio, sería el inicio de una etapa totalmente diferente. La circunstancia de haber coincidido el año 2000 con la elección de un presidente que, en ese momento, representaba para millones de mexicanos la esperanza del cambio, creó el espejismo de un comienzo absoluto a partir de 68
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ esa fecha. Pronto pudo comprenderse que la realidad, con su enorme carga del pasado, no permite ningún comienzo absoluto; la realidad obedece a la lógica de los hechos, no al tamaño de nuestros deseos. Los años del foxismo fueron de expectativas frustradas o pospuestas; sin embargo, personalmente considero que no se trata de años perdidos, sobre todo si los actores políticos, instalándose por encima de la coyuntura, de los intereses del momento, revisan su actuación y sacan las enseñanzas correspondientes. En lo que atañe a los partidos políticos, puede afirmarse que su falta de congruencia entre la claridad del discurso y la acción concreta, es la razón que explica que cada uno se mueva dentro de su propio horizonte, en lugar de hacerlo dentro del horizonte general que los obligue a tomar en cuenta los intereses de la nación y a servir a estos intereses, actuando responsablemente en la lucha por el poder primero y en la definición de políticas nacionales después. En esta corresponsabilidad política de los partidos, debe verse la dimensión ética que forma parte esencial del ser y actuar de los partidos. Por otra parte, es inevitable que, en cuanto lucha por el poder, la política democrática, no deja de ser política, lo cual significa que en ella estarán presentes, queramos o no aceptarlo, los intereses, las pasiones, las ambiciones de los políticos. No reconocerlo es una actitud hipócrita, que olvida la autonomía de lo político. Dicha autonomía consiste, precisamente, en que el político organiza los medios a su alcance para obtener el poder, que es el objetivo real y para el político casi siempre único, de la lucha. Ahora bien, si es verdad que la política democrática sigue siendo política y por lo tanto un arte (Maquiavelo), cuyo propósito es alcanzar 69
POLÍTICA EN LA PERIFERIA el poder, el calificativo de democrática añade algo completamente diferente pues, para la democracia, el poder –que puede ser el único objetivo del político– es también un medio que permite hacer cosas en beneficio de la comunidad. De esta manera podemos concluir diciendo que debe buscarse que la política corra cada vez más sobre los cauces de una dinámica democrática, a fin de que sirva más al bien público y sólo secundariamente a los intereses de grupos y personas. Con ello, nuevamente, volvemos al asunto de la cultura política, puesto que son los ciudadanos los únicos que pueden condicionar la actuación de los partidos y de la clase política, en el sentido de justificarse a través de propuestas, programas y acciones que den satisfacción a las demandas sociales. Tenemos, por tanto, una situación paradójica y es la siguiente: aunque algunos políticos carezcan por completo de emoción social y únicamente respondan al apetito de poder, en un escenario de lucha política impregnada, por así decirlo, de los valores básicos de la democracia, se verán obligados a actuar, por pragmatismo al menos, como si realmente creyeran en esos valores. Para los efectos de cambio democrático esto es lo importante. Otro tanto puede acontecer con los partidos políticos en su desempeño partidista, es decir, la cultura política, en la medida en que transforma las actitudes y los hábitos de la ciudadanía, obliga a los partidos a ubicarse en el horizonte de los intereses generales del país, es decir, la actuación de los partidos ya no es aislada y de choque con las demás fuerzas políticas, sino articulada con sus competidores y basada en el diálogo. Lo que se observa en estos momentos, tanto en el discurso, cuanto en las acciones concretas, es una etapa ambigua con pre70
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ dominio, aún, de los viejos esquemas autoritarios. En una posición contradictoria vemos al PAN asumiendo conductas que en su época de partido de oposición, le criticó duramente al PRI. Sus pretensiones hegemónicas lo han llevado a negar su propio pasado de lucha por la democracia. De aquí que insistamos en la necesidad que tienen los partidos de trascender la óptica del poder por el poder. Es esta óptica la que explica la judicialización de la política, porque lo que se quiere es anular al adversario, impedirle que siga creciendo o que precisamente porque ha crecido, llegue a la contienda electoral con posibilidades reales de éxito. Podría ser éste el caso de Andrés Manuel López Obrador, si bien el presidente Fox, el secretario de Gobernación Santiago Creel Miranda y el procurador general de la República, Rafael Macedo de la Concha, insistieron en que se trataba simplemente de aplicar la ley. Los mexicanos, en su inmensa mayoría, desean vivir al amparo de la ley, que no exista impunidad para los poderosos; que los culpables, se trate de quien se trate, respondan de sus actos. De manera que si realmente la justicia se aplicara sin criterio selectivo, el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, pudo ser visto como un caso positivo del nuevo espíritu de justicia que privaría en México. ¿Pero esto es así? ¿Quién vió en el desafuero la aplicación escueta de la ley? Más allá de que nos agrade o no la personalidad política del ex jefe de gobierno del Distrito Federal, y de que algunos lo consideremos un político de perfil demagógico, capaz e inteligente, manipulador, independientemente de tales juicios, es indudable que las medidas adoptadas en su caso lo hicieron crecer y han tergiversado, de alguna manera, el sentido de la justicia, porque ha habido otros ca71
POLÍTICA EN LA PERIFERIA sos en los cuales no se ha notado la voluntad política para aplicar la ley con todo el rigor con que se pretende hacerlo con el político tabasqueño. Aquí también no se vio una respuesta clara de los partidos políticos. Al interior de cada uno de ellos la respuesta ha dependido de la relación personal de los políticos, naturalmente condicionada por los intereses en juego, con el ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador. Según pudimos observar el desarrollo de los acontecimientos, todavía llevará tiempo, más del que sería deseable, construir el sistema de partidos políticos que permita la competencia abierta por el poder, el logro de acuerdos para que la política no perjudique la institucionalidad y, por extensión, el desarrollo integral del país
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IX MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
POLÍTICA Y CONTROL DE LA HYBRIS
Desde su origen mismo, la reflexión sobre el hombre arrojó como tesis central la posibilidad del ser humano para la hybris, el exceso, la ausencia de medida, la insaciabilidad. En esta hybris o tendencia a romper el orden y el equilibrio en que debiera discurrir la existencia, se funda, nos dice Juliana González, el ethos humano, es decir, el imperativo del autocontrol, de ajustar nuestra conducta a una regla, de obligarnos a hacer lo debido; sin embargo, al ideal ético, la doctrina del héroe opone una visión completamente diferente: la regla que puede aplicarse al hombre común no vale para los seres excepcionales, pues de haberse supeditado a la moral del hombre medio jamás habrían podido cumplir su destino. En ellos se explica o más precisamente se justifica la hybris, los excesos que permitieron realizaciones históricas notables como la marcha de Alejandro sobre Asia, que significó el primer contacto a gran escala de Oriente con Occidente y el surgimiento de un ideal ecuménico. Otros casos ejemplares serían los de Napoleón I, el Zar Pedro el Grande, Bismarck… Este último, por cierto, cuando alguien le habló del ideal del hombre equilibrado respondió: “¿Y por qué habría yo de ser equilibrado?” Se sabía diferente y no sometido a ninguna exigencia ajena a los impulsos de su íntima naturaleza. Habría que considerar por otra parte, cuántos supuestos hombres providenciales, dejaron una huella profunda en
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA la historia de muerte y dolor, como Hitler; Stalin y la larga lista de autócratas latinoamericanos. En política, donde los excesos son cosa común pues el disfrute del poder conlleva la tentación de transgredir los límites de la ley, algunos estadistas, en ciertos momentos, han tenido que plantearse la necesidad a la posibilidad de perpetuarse, para no convertirse en hombres necesarios y terminar haciendo más daño que bien a sus pueblos. Este fue el caso ejemplar de Simón Bolívar, cuya memoria y legado libertario son honrados en el nombre oficial de la República Bolivariana de Venezuela, pero aquí, en Venezuela, el pueblo votó mayoritariamente este 15 de febrero por el SÍ a la enmienda que autoriza modificar la Constitución para permitir la reelección ilimitada en los cargos de elección popular. Fue una decisión soberana del pueblo venezolano y hay quienes consideran que se trató de un acto ejemplar de democracia que influirá en el destino de la región. Los venezolanos con casi el 54%, aprobaron la gestión de Hugo Chávez y, de este modo, anticiparon su deseo de apoyarlo en elecciones futuras. Tales juicios poseen, sin duda, un contenido de verdad, pero soslayan cuestiones fundamentales que un simple ejercicio de análisis desapasionado pone al descubierto. En primer lugar está el papel del propio presidente Hugo Chávez, pues la reelección lo tiene como principal beneficiario y él mismo señaló en diversas oportunidades que se estaba jugando su destino político. Eso a él debe interesarle sobre manera, pero la suerte política de un hombre no justifica borrar de la Constitución principios esenciales, salvo que ese hombre se considere necesario e insustituible. Hugo Chávez no parece concebir el progreso 74
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ de Venezuela sin su presencia y conducción, cuando menos para el próximo decenio. Si a esto se suman los años que ya lleva en el poder, estamos en presencia de la construcción de un régimen autocrático, aunque en su origen se encuentre el voto popular. Al margen del problema de los verdaderos alcances de Hugo Chávez como estadista, está la cuestión de si los mecanismos de la democracia pueden utilizarse para destruirla: un tema antiguo, por cierto, y del que ya sabemos la respuesta. En el origen mismo de las repúblicas americanas, los liberales que poco a poco lograron el triunfo de las ideas democráticas y republicanas, pensaban que lo más conveniente era contar con autoridades que pudieran renovarse periódicamente por el voto popular. En el lejano año de 1797, en la Guaira Venezuela, en lo que fue el primer movimiento libertario de la América hispana, se enunció con firmeza “…que la autoridad debía ser colectiva, electiva, alternativa y momentánea.” (Carmen L. Bohórquez) Hoy esta tradición ha quedado invalidada, paradójicamente, por el voto soberano del pueblo, que ha transferido parte fundamental de su soberanía al grupo en el poder, pues las elecciones futuras estarán sometidas a un mayor control estatal. Desearíamos estar equivocados, pero además de las experiencias reiteradas a lo largo de la historia de hispanoamérica, en México conocemos muy bien cuál es el precio que debe pagarse por la permanencia de un hombre en el poder, aunque este hombre posea cualidades admirables y sea un gran patriota como lo fue el General Porfirio Díaz. La necesidad de los hombres providenciales, lamentablemente, parece ser más fuerte todavía en nuestros países que la de contar con instituciones sólidas y una cultura de participación democrática y respeto a la ley. 75
POLÍTICA EN LA PERIFERIA
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MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
LA REFORMA ELECTORAL EN LA PERSPECTIVA DE LA LIBERACIÓN POLÍTICA
En su fase final, la modernidad se ha visto envuelta en una atmósfera de escepticismo, desaliento y la sospecha de que su gran proyecto de humanización ha fracasado, si no por completo, al menos lo suficiente como para ser replanteado sobre nuevos fundamentos. El gran problema consiste en saber cuáles serían estos fundamentos, una vez que la razón y los valores universales han perdido parte del crédito de que gozaron en los comienzos de nuestra era. La democracia no escapa, por supuesto, a este clima de incertidumbre. Ya no es vista como una empresa sencilla que pueda llevarse a cabo sin remontar grandes obstáculos y dificultades; sin embargo, aunque estemos más conscientes de la complejidad que en lo político y lo social debe afrontar la democracia para consolidarse, no parece existir otro camino, para salir adelante, que perseverar en el esfuerzo. Sobre este particular, la propuesta de Gregorio Peces Barba es, a mi parecer, la mejor que puede adoptarse. Se trata de proseguir la lucha por alcanzar los tres grandes objetivos de la modernidad que, independientemente de las críticas que ésta pueda merecernos por sus excesos, permanecen válidos y que son, a saber: la liberación intelectual, la liberación política y la liberación económica. En los tres campos el déficit es grande y lo es más aún en las democracias como la 77
POLÍTICA EN LA PERIFERIA nuestra, implantadas en un ambiente adverso a su naturaleza. Se ha dicho muchas veces que la democracia se trajo a nuestro medio, como una planta exótica, pero aunque esto sea verdad, también lo que es que la democracia responde a un instinto básico de libertad del hombre y que, concebida como democracia social, también responde al anhelo de igualdad que ninguna otra solución política puede ofrecer. Como sea, ya no podemos compartir el optimismo juarista expresado en el aforismo que afirma que “la democracia es el destino cierto de la humanidad”. La conclusión de lo anterior es que si la democracia es de suyo complicada, en nuestro caso la complejidad se resuelve en una serie de desafíos que deben encararse con la suma de voluntades representadas por el Estado, los grupos de poder y la sociedad civil; y cuando decimos esto, advertimos de inmediato que aludimos a una complejidad que ofrece graves resistencias porque el Estado, los grupos y la sociedad civil no son entes homogéneos y estáticos, sino que albergan en su interior diferencias y tensiones que dificultan su actuación y la posibilidad de ponerse en consonancia unos con otros. Así, continuar el programa de la liberación intelectual para formar mexicanos preparados para vivir en una sociedad plural, todavía es un ideal distante: los prejuicios, la intolerancia, el sectarismo, asoman continuamente el rostro y amenazan con polarizar a la sociedad. El ejemplo más notable es el viejo conflicto entre la iglesia católica y el Estado, que todavía tiene en cada bando defensores a ultranza, a pesar de que la solución está dada con el principio de laicidad que reserva a Estado e iglesias su 78
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ propio ámbito de jurisdicción. Las iglesias están para atender las necesidades espirituales de los seres humanos, inspirar sus proyectos personales de vida, darles esperanza cuando se presentan conflictos morales graves o crisis existenciales. No deben pretender incursionar en los terrenos del poder político, aunque los creyentes, como tales, tengan el derecho de defender sus convicciones y sus proyectos personales sobre los cuales la autoridad no tiene injerencia alguna. Más aún, pueden vivir la política como católicos o adscritos a cualquier otra denominación cristiana, o como creyentes de tal o cual religión, siempre y cuando no pretendan imponer a los demás sus convicciones personales. En cuanto a la liberación económica, no sólo parece estancada, sino que con la concentración de la riqueza y el concomitante aumento de los pobres, da la impresión de estar en retroceso a escala mundial bajo el dominio de la ideología neoliberal. Aquí también el proceso de racionalización, entendido como búsqueda de soluciones a los problemas de la desigualdad y la pobreza, choca contra las estructuras de injusticia y dominio; de esta manera el peligro de las democracias es degenerar en plutocracias. Por ello el sentido social de la política ha de hacerse presente para impedir que los poderes fácticos sean los que determinen el rumbo histórico. ¿Pero cómo lograrlo? Justamente en la compleja sociedad moderna, los nuevos actores como las grandes empresas, son poderes efectivos que entran en las negociaciones y lo hacen con una fuerza decisiva, imponiendo sus intereses; actúan por encima y al margen del derecho, poniendo en entredicho el concepto de soberanía. Por último, para terminar este breve recorrido en torno a los tres 79
POLÍTICA EN LA PERIFERIA caminos de liberación emprendidos por la modernidad, haré algunas consideraciones sobre la liberación política, que se relaciona con la capacidad de los ciudadanos para elegir a sus gobernantes, manteniendo sobre ellos cierto control y vigilancia, a fin de que cumplan con su deber, conforme a los principios y valores del sistema político democrático dentro del cual participan. Lo mismo que en los casos anteriores, el déficit de la liberación política es notable: falta crear al ciudadano ilustrado que conozca las opciones políticas que le ofrecen los partidos para que, sobre la base de este conocimiento, pueda votar y participar en la vida de las instituciones públicas y, en este punto precisamente, es donde la actual coyuntura política nos invita a hacer una reflexión. Después de ser aprobada por el Congreso de la Unión la reforma electoral, toca a las legislaturas de los estados aprobarla o, en su caso, rechazarla. Lo interesante es que no se observa un ambiente de discusión serio y comprometido acerca de los aciertos y errores de la reforma en cuestión y esto es desalentador. En cambio, se insiste en los compromisos de los gobernadores para sacarla adelante u obstaculizarla. En su calidad de diputados y por serlo precisamente, los legisladores están obligados a presentar argumentos que sustenten su posición; de esta manera, los debates podrían ayudar a clarificar el contenido de la reforma, impulsando la cultura democrática del diálogo como medio de alcanzar los indispensables consensos. Para aludir una cuestión de la que se ha venido hablando: ¿Realmente se pone en riesgo la libertad de expresión? Personalmente no lo veo así, pero sea como fuere, si la discusión en el Congreso federal se considera insuficiente, deberán ventilarse las 80
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ razones de quienes estén en desacuerdo, para que las mismas se resuelvan en su ámbito propio y no en los medios, cuya presión nos advierte del peligro de la mediocracia, no menos grave que el de la partidocracia, denunciado por ciertos connotados empresarios de radio y televisión y sus voceros. Esperamos que, en Veracruz, pueda darse dicho debate, lo cual sería el mayor reconocimiento a la calidad de nuestros legisladores y al respeto que el gobernador del estado ha mostrado siempre hacia el poder legislativo. Si bien en un régimen democrático todos pueden e incluso están obligados a opinar sobre los asuntos que afectan la convivencia, es indudable que la responsabilidad de hacer las leyes descansa en el legislativo y que son los representantes populares quienes tienen la última palabra; esto, desde luego, implica la responsabilidad de saber escuchar a todos los que tengan algo que decir, de ponderar sus razones y de decidir finalmente, en función de los intereses del país, procurando dar un paso más hacia el nuevo orden político que permita elecciones menos onerosas, más equitativas y transparentes, otorgando al ciudadano el papel protagónico real que debe tener.
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA
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XI MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
FUNCIÓN DE LOS IDEALES EN LA POLÍTICA
Hace poco, en una reunión de amigos, la plática derivó, como era de esperarse, hacia los temas de actualidad de nuestra vida pública: la riqueza de los Fox, los contratos millonarios concedidos por funcionarios de PEMEX a los hijos de Martha Sahagún, aunque no directamente, claro, sino a empresas por ellos favorecidas; la estatua del ex presidente levantada en el boulevard de Boca del Río, derribada, vuelta a levantar y finalmente retirada por orden del alcalde de aquella ciudad porteña para ser restaurada, para que un día pueda ocupar el sitio que la voluntad panista del presidente boqueño le ha destinado. Se tocaron otras cuestiones más sustanciosas, como los cambios en las secretarías de Estado, lo que probablemente espera de ellos el presidente Felipe Calderón y lo que pueden esperar los ciudadanos; cosas que guardan relación entre sí, pero no son lo mismo. Se tocó también el asunto del narcotráfico y el saldo de ejecutados que deja cada día a lo largo y ancho del territorio nacional, más elevado que el de algunas guerras regionales. De este problema se destacó su naturaleza compleja y, por tanto, la necesidad de encararlo como un subproducto de la injusticia social, más que estrictamente policíaco o de seguridad. Llegados a este punto, el licenciado Pastor Murguía González planteó una pregunta que puso el debate por encima de la coyuntura y que recojo aquí para compartirla con los lecto-
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA res. La mencionada pregunta, me parece, se instala más allá de los cuestionamientos parciales a los errores cometidos por los actores de la política, para inquirir si los fracasos son o no, inherentes a todo proyecto político que intenta elevar a un plano de justicia e igualdad las relaciones sociales. La pregunta es la siguiente: ¿Los vicios y deformaciones de la democracia, aquí y en cualquier parte del mundo, apuntan a su imposibilidad? Da la impresión, decía el licenciado Murguía, de que al constatar los obstáculos con que se tropiezan los gobiernos en la búsqueda del bien común, se quisieran encontrar razones para claudicar y justificar el realismo político, entendido en su acepción más pobre, como simple ajustamiento de la política a los poderes fácticos. El resultado de esta actitud es el cinismo y la ausencia de un esfuerzo sistemático para mejorar el desempeño de las instituciones públicas. En nuestro país se advierte este fenómeno de la clara renuncia del Estado a comprometerse con una política social de gran calado, bajo el argumento de que la justicia es el resultado de “la mano invisible del mercado.” Una mano, por cierto, que cada día produce más pobres y concentra la riqueza en pocos ricos muy ricos. La contradicción amenaza al corazón mismo del sistema y es aquí donde la política tiene su campo de acción, lo que implica no renunciar a intervenir, a efecto de que puedan garantizarse las necesidades básicas de la población. Como puede verse en la disyuntiva de la pregunta, se trata del tema clásico de la viabilidad de los ideales que ha dividido a quienes defienden o niegan su realización en dos grandes bandos: el de los idealistas y el de los realistas. Los 84
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ primeros sostienen que los ideales son realizables en principio, siendo sólo cuestión de tiempo la posibilidad de alcanzarlos plenamente. En tal convicción descansa la tesis del progreso indefinido, que se encuentra en el centro del proyecto de humanización del movimiento ilustrado. Para los realistas, a su vez, el ideal pertenece a otro plano de existencia en el cual puede ser visualizado como algo perfecto, pero por ello mismo irrealizable. Para ellos, se trata de esa forma de platonismo siempre presente en los idealistas que, inconformes con el mundo tal cual es, imaginan un mundo ejemplar; sin embargo, igualar al mundo real con el ideal es, de suyo, una empresa imposible. Planteados así los términos del problema, quedan mal parados quienes promueven el cambio, pero ésta no es, desde luego, la manera correcta de hacerlo. El asunto no se resuelve en el plano de las abstracciones como lo hace notar, entre otros, Giovanni Sartori. En efecto, existe una deformación en las demandas excesivas de aquellos que esperan la conquista de la utopía. Ésta tuvo en su origen, explica el politólogo italiano, la acepción de lo no existente, lo que no está en un lugar determinado. Pero al correr del tiempo, se pasó a considerar, por influencia de un optimismo mesiánico en la actualización, para un aquí y ahora, de la utopía; fue la secularización de la esperanza escatológica del cristianismo, evidente, por ejemplo, en la sociedad sin clases, justa y armónica preconizada por Marx. Éste compartió con los demás ilustrados de su siglo lo que Vattimo llama el sentido emancipador de la historia. Ahora bien, ningún Estado cuenta con los recursos suficientes para satisfacer todas las necesidades sociales. Bajo esta perspectiva, el ideal de humanización por parte del Es85
POLÍTICA EN LA PERIFERIA tado resulta irrealizable. En cambio, no lo es si se acepta que el ideal ,o mejor, los ideales que confluyen para darle forma a una sociedad mejor organizada, pueden actualizarse parcialmente. Y ésta es la única manera en que han sido efectivos históricamente y en que pueden seguir siéndolo. Como señala Sartori, bien vistas las cosas, hay un tipo de realismo que todos hemos de aceptar si deseamos alcanzar resultados efectivos; nos referimos al realismo cognoscitivo, pues no podríamos actuar sobre la realidad sin conocerla previamente. Los ideales, para que resulten operativos, han de ser una función de la realidad, lo cual nos llevará a intentar, cada vez, lo posible. Es la misma idea sostenida por el filósofo marxista Henri Lefebvre, sólo que en un contexto democrático, funda el perfeccionismo de la democracia, de cualquier democracia real que, por tanto, únicamente puede avanzar paso a paso, en competencia permanente con los poderes que obstaculizan el proceso de humanización, que es la tarea encomendada al Estado social de derecho con justicia. Para calificar con objetividad los esfuerzos de un gobierno, es preciso saber si en verdad está tomando las decisiones y acciones conducentes que permitan aprovechar al máximo las oportunidades que la propia realidad ofrece para actualizar los valores de libertad, paz, justicia, igualdad, que caracterizan al moderno Estado de derecho, en tanto expresión de ese proceso de humanización al que se hacía referencia. En México, no aprovechar esas oportunidades es mantener al país en calidad de rehén del realismo perverso que se ha enseñoreado de la política.
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XII MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
LA POSIBILIDAD DE UNA POLÍTICA LIBERADORA
El espíritu de empresa que da origen al mundo moderno superó las barreras que suponían las distancias y el tiempo; las diferencias étnicas y lingüísticas y los opuestos credos religiosos e ideológicos. Cuando este espíritu ha encontrado oposición tenaz, ha utilizado la fuerza militar para conquistar nuevos mercados. Los ejércitos allanan los caminos a los mercaderes. Con éstos llegan después todas las cosas buenas y malas de los conquistadores, según puede constatarse desde los orígenes de la civilización hasta nuestros días. Así, el proceso civilizatorio ha estado acompañado de violencia. En su hora de hegemonía, las naciones poderosas han llevado en una mano la espada y en la otra los acuerdos comerciales, pero muy rara vez éstos han sido aceptados sin el auxilio de la fuerza. Aún en la actualidad, cuando las presiones económicas son insuficientes para disuadir a los gobiernos reacios a conceder condiciones ventajosas, aún ahora, el uso de la fuerza militar sigue siendo una opción. Sólo cuando existe cierto equilibrio de fuerzas se dan formas de convivencia pacífica, como la que se vivió durante los años de la llamada Guerra Fría entre la URSS y los Estados Unidos, ambos con sus respectivos aliados; no obstante, ese período estuvo marcado por crisis recurrentes, una de las cuales fue la provocada por la
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA instalación de una base de cohetes en Cuba en 1962, que amenazaba directamente las grandes ciudades de la potencia del norte. En la actualidad, tras el fracaso del “socialismo real”, con su economía centralizada y pesado aparato burocrático, los Estados Unidos, la Comunidad Europea, Japón y China, representan bloques dispuestos a mantener y ampliar sus zonas de influencia. Aliados y rivales al mismo tiempo, algunas veces las naciones industriales se apoyan y otras se quitan clientes, en un proceso que, en el curso de los próximos lustros, puede llevar a un desplazamiento de la hegemonía económica de Estados Unidos a Europa o Asia. En esta visión de un mundo dividido en grandes bloques de poder económico y militar: ¿Cuáles son las posibilidades reales para países como México de mantener cierto grado de independencia y llevar a su realización el Estado social de derecho con justicia, tal como lo propugna el humanismo ilustrado de los modernos? La respuesta varía si se piensa la realidad reproduciéndose de manera invariante, o si se considera la posibilidad de escenarios diferentes en el futuro. Estamos aquí ante la distinción clásica entre la mentalidad conservadora y la progresista, que pueden tener un fundamento teórico consistente en cada caso, o simplemente responder a intereses fácticos. En el primer caso, las opciones son mínimas y parecen justificar el pesimismo posmoderno del “fin de la historia”, del que Lyotard es un exponente. En tal perspectiva el mundo ya no tiene más campo para su expansión económica. No hay más continentes, regiones exóticas o islas por integrar. Las fronteras actuales enmarcan al mundo en su totalidad. Este mundo es administrado por los poderosos y en su beneficio; en él, justicia e igualdad 88
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ son valores irrealizables porque los bienes siempre serán insuficientes para satisfacer las necesidades de todos. Aún ese mínimo de satisfactores indispensables para garantizar una vida digna que proponen algunos, difícilmente puede lograrse. En otras palabras, en esta óptica pesimista, estaríamos ante un resultado negativo inevitable, producto del triunfo de la razón instrumental intrínsecamente deshumanizadora. La segunda hipótesis sugiere que a pesar de las apariencias, hay lugar para la esperanza, si el hombre asume responsablemente su libertad alienada a poderes que él mismo ha puesto en marcha. Las respuestas a la situación problemática, empero, sólo pueden ser descubiertas en el plano de la acción inteligente, de una acción política comprometida. La política se revela así como una praxis que conjuga dinámicamente el juicio sobre la realidad y el acto por el cual busca su transformación; para ello la política, sin ignorar el factor económico, cuya preponderancia es clave, lo subsume en una visión de conjunto que ordena la economía al servicio de un proyecto de vida común, que considera indispensable el mínimo de bienestar para todos, a partir del cual y sólo entonces, puedan darse las diferencias que derivan de las capacidades y talentos personales. La política basada en la libertad y creatividad del espíritu humano reclama liderazgos fuertes para su conducción; por otra parte, también reclama una elevada conciencia ciudadana porque, finalmente la verdadera fuerza indispensable para el cambio radica en el grupo social. La cuestión parece resolverse en el dilema de si a través de la educación y la toma de conciencia de la situación actual, las personas son capaces de concebirse y de actuar en otro nivel superior al que los ha 89
POLÍTICA EN LA PERIFERIA arrinconado el consumismo. Quizá, en el fondo, sea éste el reto fundamental de la democracia, la cual, por ahora, se nos presenta como la única vía política para humanizar las relaciones sociales. En tal caso, para lograr su objetivo real de libertad con justicia e igualdad, la democracia no puede quedarse a medio camino, limitándose a asegurar la transparencia y la equidad en las elecciones; así mismo necesita comprometerse, de manera concreta y eficaz, con las demandas sociales básicas, de cuya respuesta depende una sana gobernabilidad. De otra manera, la democracia estaría en el riesgo permanente de perder el consenso del que deriva su poder, ante otro tipo de propuestas que abren el camino a las dictaduras. Ese riesgo es mayor en países como el nuestro, donde incluso la democracia electoral no termina de ser una realidad y las carencias sociales reciben respuestas insuficientes de corte asistencialista. Consolidar la transición democrática implica perseverar en impulsar los cambios pertinentes en el orden jurídico e institucional, para darle viabilidad a un Estado de derecho que encarne una concepción integral de democracia.
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XIII MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
LA IZQUIERDA Y LA DERECHA, DEL PRIMITIVISMO A LA CIVILIDAD
Los acontecimientos de Oaxaca, cuya duración hizo evidente la intrincada madeja de intereses políticos que están de por medio, además de la compleja problemática social de ese estado, trajeron a la memoria la imagen de Huitzilopochtli, el dios de los sacrificios humanos. Los ánimos no se apaciguaron pronto, la violencia pudo profundizarse y fue difícil de contener. Lo sabemos por experiencia: en México, una vez suspendidos los controles institucionales, los resentimientos largamente cultivados, el odio, la venganza, se vuelven actores principales de nuestra historia. Al problema de Oaxaca los analistas sumaron el problema indígena de Chiapas, indefinidamente pospuesto en su solución y, quizá más preocupante todavía, contabilizaron la beligerancia de Andrés Manuel López Obrador, cuya resistencia civil osciló peligrosamente entre el cálculo racional y la exaltación mesiánica que puso en riesgo el frágil equilibrio de las instituciones. Mientras algunos cortejan con poca responsabilidad al México bronco, otros parecen creer que es posible conjurarlo simplemente con recordar el peligro que significa despertarlo; sin embargo, la situación es demasiado seria para caer en simplificaciones; las mismas se dan, o porque se tiene una concepción primitiva de la política y todo se ve en blanco y negro, o porque se permanece atado a intereses que impiden asumir la realidad en su intrincada
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA complejidad. En la mayoría de los casos, pensamos, hay mucho de ambas cosas. Existe un primitivismo de la izquierda en México, causante de errores de estrategia y fracasos, que han marcado la historia de las reivindicaciones sociales en nuestro país. Mas también existe un primitivismo de la derecha que se ha negado a evolucionar, limitándose a condenar dogmáticamente cualquier movimiento de reivindicación de derechos fundamentales. Se trata, desde luego, de una generalización pues siempre ha habido, en los dos bandos, personalidades lúcidas que, en su momento, lucharon por un país genuinamente democrático. Pero nuestra tragedia, como la de España, ha consistido hasta ahora en la preeminencia del poder sobre la razón, de la fuerza sobre el derecho. España ha encontrado ya su rumbo; en México nos preguntamos cuándo encontraremos el nuestro. La evolución del primitivismo a la civilidad, para la izquierda y para la derecha, reclama la superación de una cultura anclada en el pasado y viciada por los intereses establecidos. Por tanto, sería unilateral pedir madurez a la izquierda, si no se le exige igualmente a la derecha; el diálogo entre ambas será positivo en la medida en que exista una relación simétrica, esto es, en la medida en que haya reciprocidad en las actitudes, en la comprensión de la realidad y en las conductas. Los acuerdos podrán entonces surgir de coincidencias esenciales que, lógicamente, suponen sacrificar mucho de lo accesorio. Para llegar a este diálogo que no sólo es inteligente, puesto que no busca las soluciones puramente pragmáticas, sino ético, se hace indispensable que la izquierda y la derecha se sitúen a la altura del compromiso histórico que tienen frente a sí. 92
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ La visión pesimista de la naturaleza humana nos dice que el hombre está condenado a fracasar en cualquier intento por crear un orden donde imperen la paz y la justicia. Cada intento se verá frustrado por el egoísmo, la tendencia de dominar al otro, el afán de poseer más... en suma, por la tendencia atávica al mal. A pesar de ello, e idénticamente imperiosa, es la necesidad de superar estas deficiencias congénitas y los optimistas sostienen que hemos de perseverar en traer el ideal a la realidad. Aunque los éxitos nunca sean completos, tampoco lo son los fracasos; la esperanza permanece viva y es la esperanza la que está en el origen de las transformaciones históricas. Eso da a la historia un carácter ambiguo: las cosas siempre están en vías de enderezarse o en vías de descomponerse, según la perspectiva adoptada; nunca existe algo consolidado y definitivo. El mundo humano es un mundo provisional, una tarea pendiente, aquello que debe conquistarse. En este contexto puede entenderse el ideal político de nuestra época, la democracia, en la cual pensamos haber hallado la respuesta a males y problemas que impiden alcanzar el bien común. Los países de Europa occidental nos muestran, en efecto, que si la democracia no es una panacea, sí representa, como se ha insistido, el menos malo de los regímenes políticos puestos en marcha hasta la fecha. Los conflictos y las tensiones pueden ser amortiguados en la medida indispensable para alcanzar ciertos objetivos comunes. La democracia, en primer término, hace posible el relevo de la clase gobernante sin costos de violencia y sangre, ahí donde se respetan las reglas y los compromisos pactados. Otro problema muy diferente es alcanzar el mínimo de igualdad económica acorde con la dignidad de los seres humanos. Todavía no están 93
POLÍTICA EN LA PERIFERIA claros los mecanismos y formas de intervención del Estado, para evitar o limitar la hegemonía de los poderes fácticos sobre el derecho, con la consiguiente sumisión de éste a los intereses de grupos de poder. La capacidad real de los gobiernos democráticos para garantizar los satisfactores indispensables, es la prueba más difícil que deben enfrentar para darle viabilidad a la democracia. Si es verdad que el gobernante demócrata o quien aspire a serlo, no debe ofrecer irresponsablemente lo que no pueda cumplir, también lo es que no debe escamotear, durante su gestión, los resultados necesarios para avanzar en la dirección de una mejor calidad de vida para todos. La propuesta mesiánica peca por su voluntarismo, que ignora las condiciones reales de la economía; a su vez, la respuesta conservadora a ultranza, se justifica apelando a las condiciones dadas, con lo que revela su carencia de voluntad política para actuar. La respuesta típica en este sentido fue dada por el presidente Fox a diversas demandas sociales, argumentando que no había dinero para atenderlas. Pero entonces uno se pregunta cuál es la razón de ser del gobierno de la República, para qué son los presupuestos, sino para determinar prioridades y atacar los problemas estructurales de injusticia y desigualdad. El Estado existe para promover el bien común; tal es su justificación ética y, si no es así, tendrían la verdad de su lado quienes ven en él al representante de las clases privilegiadas. La simplicidad del ex presidente; sin embargo, fue reflejo de una mentalidad de la que participan muchos conservadores, motivo por el cual esta mentalidad deber ser superada. Al decir esto, me estoy refiriendo a la existencia de auténticos valores democráticos en una perspectiva conservadora, pero que está abierta a lo social. A eso hace 94
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ alusión, justamente, la idea de un Estado orientado al bien común, cuyo soporte son el respeto a la dignidad de la persona humana y la aplicación permanente del principio de subsidiariedad, contraparte del principio de solidaridad, que favorece la organización y la participación ciudadana. El primitivismo de la izquierda y la derecha que padecemos en México, no podrá superarse sin un cambio fundamental en cuando menos tres campos: el de las actitudes, el de las conductas y el de la comprensión inteligente de la realidad histórica actual del país. En el campo de las actitudes, ha predominado la intolerancia, nacida de una falsa conciencia de posesión de la verdad absoluta. Para el radical de izquierda, el conservador deber ser eliminado porque representa un escollo en el camino hacia la liberación; para el conservador, el hombre de izquierda es un soñador, un irresponsable, cuyo idealismo amenaza permanentemente el orden y la estabilidad social. Entre ambos, en consecuencia, no existe diálogo, ni puede existir, porque el diálogo reclama un terreno común; reclama, más que nada, la disposición para correr el riesgo de “ser subvertido por la verdad del otro”, como lo expresara con hondura Claude Tresmontant. De manera que la actitud deseable es la tolerancia acompañada de respeto; con ambos valores como soporte, se puede intentar la búsqueda de la verdad común. De aquí pueden derivar también conductas paralelas de aceptación del espacio político del adversario. Se trata de eliminar el activismo sin estrategia definida de la izquierda, activismo puramente voluntarista que, inevitablemente, conduce a la confrontación. Por parte de la derecha, se trata de eliminar la tentación del empleo indiscriminado de la fuerza, 95
POLÍTICA EN LA PERIFERIA para reprimir cualquier asomo de demanda legítima al gobierno. La vocación al martirio de cierta izquierda, así como el espíritu de represión de cierta derecha, son los síntomas obvios del primitivismo que ha de superarse, tarea difícil, porque a menudo el afán de planteamientos espectaculares de uno y otro lados y de soluciones globales a los problemas, impulsan a los actores políticos a tomar medidas extremas. Cuando tales medidas son necesarias, debe existir de por medio una razón ética que las legitime y ésta debe ser clara e inapelable. Fuera de tal circunstancia, los instrumentos válidos de la política son el diálogo, la tolerancia y el propósito inteligente de comprender la realidad actual, en su concreta complejidad, para resolver los problemas. La izquierda y la derecha están presentes y actuantes en los diversos partidos políticos, entre los cuales circulan con la libertad que hace posible la pérdida de las ideologías y más que éstas, la ausencia del compromiso congruente de los miembros de la clase política. En semejante contexto, la evolución del primitivismo a la civilidad es un imperativo del desarrollo democrático del país.
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XIV MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
VIGENCIA DEL PENSAMIENTO DE JESÚS REYES HEROLES ANTE LA GLOBALIZACIÓN
Se me ha invitado a exponer algunas ideas sobre la actualidad del pensamiento de Jesús Reyes Heroles, en relación con el proceso de globalización en que nos hallamos inmersos. El tema es oportuno y por su naturaleza permite mostrar una de las características más relevantes de la reflexión de Reyes Heroles: la de ser eminentemente política, tanto por los asuntos que la ocupan, cuanto –y esto es lo verdaderamente importante– por la manera de enfocarlos. Influyeron sin duda en esta actitud orientada a comprender la realidad para transformarla, más propia del auténtico político que del historiador académico, las investigaciones sobre el liberalismo mexicano que constituyen, a no dudarlo, su principal aportación al conocimiento de la historia de las ideas en nuestro país, así como al impacto de éstas en la configuración de un Estado social de derecho. El liberalismo mexicano, lejos de ser una importación de ideas y principios para aplicarlos a un medio exótico, como a veces se le presenta de modo simplista, representó un esfuerzo consistente de un sector de la clase ilustrada, para adaptarlos a las necesidades del país. En el proceso de adaptación el liberalismo mexicano adquiere matices diferentes y, en ocasiones, modificaciones sustanciales; en su
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA adaptación y aplicación hay creatividad. Surge así un liberalismo peculiar que responde a lo que se exige de él. Por una parte, aporta argumentos a la lucha ideológica frente a los conservadores; por otra, inspira reformas e instituciones que establecen los fundamentos del nuevo estado nacional. Esta visión del liberalismo es, más que la de una doctrina, la de una rica experiencia histórica en la cual se hace patente la relación de las ideas con la realidad. Primero la doctrina permite entender, interpretar la realidad, pero enseguida, ésta obliga a la doctrina a cambiar algunos de sus supuestos, le da contenidos concretos y estímulos que le permiten reformular conceptos y categorías. De esta manera, el liberalismo, al aplicarse a la realidad mexicana, la asimiló transformándose al transformarla. Se trata, pues –insiste Reyes Heroles–, de un proceso donde teoría y realidad se influyen mutua y permanentemente. El postulado básico del liberalismo –la libertad como atributo esencial del hombre–, favorece, a su vez, interpretar la política como un instrumento de transformación, como un motor de la historia. El político liberal se asume como agente histórico, con una tarea por realizar, encaminada a hacer coincidir los hechos con sus aspiraciones. Su mentalidad difiere de la mentalidad conservadora reacia a las novedades, en las cuales ve una descomposición peligrosa del orden establecido. El conservador se orienta –cuando actúa políticamente– más bien a restaurar, a volver las cosas a su sitio; es un amante del orden y, en consecuencia, detesta a quien ve como simples agitadores, inconformes que no respetan las jerarquías y valores consagrados por la tradición. Su noción de la libertad, cuando la tiene, es puramente abstracta. En este 98
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ punto quisiera precisar algunos conceptos, para no prolongar los debates estériles y a mi parecer superados, respecto al delicado problema de las relaciones iglesia-Estado. Algunos identifican conservador con cristiano, lo que introduce una confusión inaceptable; el conservador no lo es por ser cristiano, lo es porque defiende los intereses garantizados por determinado orden que considera amenazado. Si para acallar su conciencia proclama una moral cristiana de conveniencia, ello no permite sostener que dicha moral sea la causa de su conservadurismo. Hay una vertiente progresista del humanismo cristiano y ésta es la auténtica manifestación del pensamiento y obra del fundador. Jesús mostró preocupación por las carencias y necesidades de los humildes, siendo la caridad y el amor la base de la auténtica moral cristiana. El desarrollo del tema requiere atención especial y aquí he querido solamente dejarlo consignado, para no persistir en el error de identificar mentalidad conservadora con mentalidad religiosa, menos aún, con mentalidad religiosa cristiana, la cual implica una ética elevada, así como un innegable compromiso con los pobres. Quienes sueñan todavía con un Estado unitario mediante la alianza de la iglesia con los conservadores más radicales, es porque no han comprendido las ventajas de la laicidad, que al pronunciarse por la libertad de conciencia, como lo señaló el propio Reyes Heroles, asegura lo mejor para el Estado y lo mejor para la iglesia, determinando para uno y otra su ámbito propio de acción. Para el liberal, la libertad se resuelve en una serie de libertades concretas que la historia misma, en su devenir, 99
POLÍTICA EN LA PERIFERIA hace posibles de ser reivindicadas. En síntesis, el liberal está preparado ideológicamente para enfrentar la historia como tarea de un agente que es responsable en la medida en que es libre. En qué medida lo sea para efectos prácticos, es algo que depende del estado de desarrollo de la sociedad. Por ello decía muy bien Reyes Heroles que el hombre libre sólo puede serlo en la sociedad libre; pero la sociedad libre es una meta siempre en el porvenir. Las sociedades existentes son más o menos libres, unas más que otras y el margen de maniobra, por lo mismo, es variable. Lo importante, empero, es que, por reducido que ese margen sea, siempre es posible la acción humana tendiente a modificar el orden establecido. Llegados a este punto, puede verse ya cómo podría responderse a la pregunta que ha dado origen a las anteriores consideraciones. Desde mi perspectiva, la vigencia del pensamiento de Reyes Heroles, ante los problemas de la globalización, descansa en lo que define justamente a los planteamientos doctrinarios del tuxpeño, a saber, en su índole política, tal como ha quedado descrita. Reyes Heroles aconsejaba, para resolver los problemas del país, “hacer política, política y más política”, eso mismo podemos decir ante las contradicciones de la globalización, recordando que hablamos de política como ejercicio de libertad y de inteligencia; como ejercicio de una ética humanista, que aporta contenidos concretos de justicia a la lucha por la democracia en el mundo. Me gustaría dejar en claro que el punto donde a mi entender la política abre un espacio a la ética, es, precisamente, aquel en el cual la política se reconoce como expresión de la libertad del hombre, pues el potencial transformador que la libertad introduce en el mundo, no pue100
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ de tener otro propósito que ensanchar la libertad y dignificar la existencia de los seres humanos. La búsqueda egoísta del poder por el poder anula el sentido de la política que sólo puede entenderse en su ser y alcance auténticos, en el horizonte de la libertad. Luchar por un orden global acorde a las aspiraciones de los pueblos, como la alternativa al orden defendido por algunos gobiernos poderosos, es la conclusión que creo es válido obtener del estudio del pensamiento político de Jesús Reyes Heroles. El director de cine Fernando Pino Solana autor del documento histórico Memoria del saqueo, en el cual se narra la crisis vivida por Argentina en los últimos años, a consecuencia de la globalización impuesta por los enfoques neoliberales, comenta que, a la vista del desastre, los gobiernos deben acudir a los pueblos, pues “otro mundo es posible”. Jesús Reyes Heroles estaría completamente de acuerdo con lo expuesto por el cineasta argentino.
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XV
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
LA EJECUCIÓN DE SADDAM HUSSEIN: LECTURAS CONTRADICTORIAS
El antiguo aforismo de los pueblos semíticos resumía drásticamente el fin de la justicia: “ojo por ojo y diente por diente”. Bajo la influencia del cristianismo, cuyo mensaje impregnó el derecho en occidente, junto con los principios éticos del pensamiento grecolatino, el rigor de la ley se fue atemperando, hasta llegar a nuestra época que concibe la ley positiva como expresión del más alto ideal de respeto a los derechos humanos. Si bien es cierto que, en la práctica, la ambigüedad inherente a todo lo que es del mundo humano, marca la defensa de esos derechos, poniéndola bajo la sospecha de servir a los intereses dominantes, cuando la política de los derechos humanos deja de ser un propósito y aterriza en las situaciones concretas, corre el riesgo inevitable de quedar desvirtuada, prestándose incluso a fines que en esencia no son los suyos. Es el caso muy común de delincuentes que han atentado contra los valores de la sociedad pero que, con el auxilio de un buen abogado, aprovechan las lagunas de la ley para burlarla. Ante esto se imponen las preguntas: ¿dónde quedan los derechos humanos de las víctimas?, ¿debe permitirse –en nombre de valores incuestionables como el respeto a la vida y la dignidad de la persona– que la justicia sea burlada? Del rigorismo hemos 103
POLÍTICA EN LA PERIFERIA pasado a una tolerancia cómplice de los impulsos destructivos del hombre que, en épocas de crisis, encuentran el terreno abonado para su proliferación. La justicia implica no sólo el castigo del culpable, sino el resarcimiento a las víctimas de aquello de lo que fueron privadas o, al menos, de cierta compensación por el daño recibido. Cuando esto último es imposible, como en el caso frecuente de la pérdida de un ser amado, el agraviado espera, al menos, el castigo del responsable; y ello como exigencia ética, no por simple espíritu de venganza. No puede permitirse que disfrute de libertad quien ha ignorado y ofendido los valores esenciales de la convivencia. Iba a escribir civilizada, pero no lo hice porque incluso los pueblos “primitivos” han sabido siempre que quien se pone al margen y por encima de la sociedad, no puede invocar su protección. Eso es en cuanto a la libertad, pero en cuanto a la vida: ¿cuál es el criterio? Al plantear la pregunta nos vemos colocados en otro nivel de exigencia ética, exigencia de respeto a un valor superior, mejor aún, el valor más alto de la escala. La vida es el valor en función del cual los demás cobran significado. De aquí parece derivarse la necesidad de proscribir la pena de muerte. Y así vemos, en efecto, cómo diversas organizaciones han venido demandando la desaparición de un castigo al cual consideran inhumano, con el agravante de que no sirve para disuadir a los delincuentes potenciales; sin embargo, cuando se desciende del plano de la lógica abstracta de los principios al orden existencial, en un movimiento inevitable –puesto que la ética no es asunto del pensamiento, sino de la vida concreta–, el problema pre104
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ senta otras características. Quizá el criterio para conectar el orden abstracto de los principios con el mundo real podría enunciarse en los siguientes términos: la pena de muerte es inaceptable y queda proscrita, salvo en casos excepcionales de la comisión de delitos de lesa humanidad. Esta formulación puede parecer insuficiente, pero con ella intento destacar la gravedad de la falta que funda la excepción pues esa falta se dirige, precisamente, contra la vida ya no en forma individual, sino de comunidades enteras, cuya destrucción significa la pérdida irreparable de bienes y valores atesorados a lo largo del tiempo. El genocidio implica, además de un cambio cuantitativo, en sí mismo fundamental, un cambio cualitativo en el daño causado que, a menudo, se traduce en la desaparición de pueblos, lenguas y culturas de la faz de la tierra; el genocidio inflige daño físico, moral, cultural y espiritual. En este orden de ideas, la ejecución de Saddam Hussein ha sido considerada como un acto de justicia por el que clamaban miles de víctimas y sus familiares. El odio, el resentimiento acumulado contra el ex dictador, pudo contrastarse con los cantos y danzas la mañana de su ejecución; acto grotesco que mostró un lado de la medalla, pero que permite recordar lo que Saddam Hussein fue para muchos iraquíes. Por otro lado, no puede ignorarse que la justicia en Irak no está hoy en manos del pueblo de Irak y eso da lugar a otra lectura de la ejecución. En ella no se ve al autócrata sometido a juicio por los crímenes que ensombrecieron sus veinticuatro años de gobierno; lo que se advierte es un escenario montado para enseñarle al mundo cuál es la suerte de quienes se enfrentan a los intereses de la Casa Blanca, tal como los interpreta y sostiene el señor Bush. En 105
POLÍTICA EN LA PERIFERIA esta otra lectura, se ve a Saddam Hussein como un símbolo de la oposición al presidente de los Estados Unidos. ¿Cuál de las dos perspectivas es la correcta? Sin duda, las dos lo son, aunque no absolutamente y ello hace imprescindible encontrar la síntesis que, según decía Mounier, permite someter y domar las verdades parciales para integrarlas en una verdad comprensiva, en una síntesis. Sólo así pueden evadirse los juicios unilaterales que tanto daño causan porque se convierten en armas de bandos que buscan su mutua destrucción, pero, naturalmente, hallar la síntesis no es fácil y, sobre todo, no es fácil aceptarla para quienes prefieren la visión dogmática a la claridad de la idea. ¿Qué hubiera sido lo deseable? Sin duda, ver a los iraquíes hacer justicia por sí mismos, sin interferencias externas. Lamentablemente, la justicia pocas veces se da en un contexto de justicia y esto no lo señalo para justificar hechos que, en sí mismos, son inaceptables, simplemente se trata de recordar, una vez más, esa ambigüedad que mancha la historia del hombre y sus obras. La pureza de la intención es el imposible ético de Kant; los seres humanos siempre tienen otras motivaciones, aunque no siempre las reconozcan conscientemente. La historia no conoce puntos de llegada que no sean puntos de partida. De ahora en adelante, para Irak, será esencial reencontrar su camino guiado por los preceptos del Islam, en cuya sabiduría puede encontrar la inspiración necesaria. Si sus líderes espirituales tienen éxito en alcanzar la unidad y la reconciliación del pueblo iraquí, será un logro invaluable para Irak y para el mundo. De cualquier manera eso es cuestión de tiempo e impone el deber de dejar 106
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ que las respuestas las encuentren los propios iraquíes. La democracia habrá de tomar ahí, como en todas partes, los contenidos y la forma que en esta etapa de su desarrollo demanda Irak, con su historia milenaria sirviendo de fundamento a su presente y su futuro. Es lo que debieran entender los asesores del presidente Bush y el mismo Bush, pues si no es así, tras la muerte de Hussein nacerá el mito de Hussein que, según expertos, alimentaría la división y los antagonismos, dando al traste con las expectativas de un nuevo comienzo con posibilidades de éxito al que tiene derecho el pueblo de Irak.
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XVI MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
AUGUSTO PINOCHET, UNA PERSONALIDAD CONTROVERSIAL
El año de 1972 México recibió la visita oficial de un personaje de la política latinoamericana: el presidente de Chile, Salvador Allende. Llegó precedido del prestigio de hombre íntegro, comprometido con los ideales de una izquierda inteligente que apostaba al gradualismo democrático para ir concretando sus objetivos. Avalaba su trayectoria de demócrata convencido el triunfo en las urnas por el cual había llegado a la presidencia de su país. Se advertía a las claras en el presidente Allende, el entusiasmo que lo embargaba por haber demostrado la eficacia de las elecciones, como vía para conquistar el poder con un proyecto que transformaría la vida de los chilenos. Salvador Allende revelaba en su mirada de intelectual, en los gestos y ademanes del político, contar con la personalidad del estadista que requerimos para conducir la cosa pública en nuestros pueblos, crónicamente manipulados por demagogos mesiánicos. Con Allende parecía surgir, frente a Cuba, un modelo opuesto en el método y capaz de alcanzar la justicia con el concurso de las diferentes fuerzas políticas y sociales del país sudamericano. Allende se había ganado al electorado con un discurso lúcido, el mismo con el cual conquistó simpatías en el breve lapso de su estadía en México. Escucharlo era volver a creer en las palabras, las mismas que en otros con-
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA textos, con otros políticos, suenan gastadas, anodinas. En el grupo de acompañantes del presidente, representando la institucionalidad del ejército chileno, figuraba el comandante Augusto Pinochet. Se le veía adusto, con cierta dureza en la expresión, con aire de militar prusiano. Quizá me desagradó su imagen en esos días o, tal vez, es un sentimiento que ahora proyecto retrospectivamente; como sea, Pinochet contrastaba con la bonhomía del presidente Allende. La visita terminó dejando un recuerdo grato en la memoria colectiva, con la esperanza flotando en el ambiente de que daba inicio una nueva etapa en la política de Latinoamérica. No fue así lamentablemente; poco tiempo después, el 11 de septiembre de 1973, nos llegaron las terribles noticias: Salvador Allende había sido traicionado y asesinado en el Palacio de la Moneda. No pudo salvar su ideal y no quiso salvar la vida, huyendo, como lo han hecho los dictadores de la región, con las maletas repletas de dólares. Su lugar fue ocupado por el cerebro de la conjura, Augusto Pinochet. La traición indignó a mucha gente en nuestro país y hubo en los medios, particularmente en la prensa escrita, juicios severos sobre el papel que había jugado Augusto Pinochet. Se auguraba un régimen dictatorial. En efecto, así fue. El régimen de Augusto Pinochet impuso la paz y el orden utilizando distintas modalidades del terror de Estado. Las riquezas del país, contando en primer término la laboriosidad, la preparación y cultura del pueblo chileno, hicieron el resto y la economía alcanzó éxitos innegables; se habló del “milagro chileno” como un ejemplo a seguir. Aunque Pinochet poco entendía de las teorías econó110
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ micas, nombró a jóvenes brillantes formados en los Estados Unidos para los cargos estratégicos del área económica. Chile pudo proyectarse a un primer plano, aprovechando en su beneficio las nuevas reglas del juego económico que empezaba a imponerse en el mundo global. El resultado fue un gobierno autoritario, pero eficaz en la gestión económica, lo cual dejó a Pinochet en una situación semejante a la del general Francisco Franco en España, es decir, para juzgarlos existen dos perspectivas diferentes, que adoptan, naturalmente, dos grandes grupos de personas, uno, el de aquellos que fueron agraviados y lastimados en su integridad física y moral; otros, quienes resultaron beneficiados con la gestión económica del general. Debe añadirse, además, que en este segundo grupo hay individuos firmemente convencidos del patriotismo de Pinochet, a quien ven como el hombre que salvó a su país de la amenaza comunista, por más que Allende haya defendido un socialismo de corte democrático. Los gobiernos posteriores al del general han buscado, nuevamente, conciliar desarrollo y justicia, retomando la democracia como la vía que mejor responde a la tradición política e idiosincrasia del pueblo chileno. Pero la violación a los derechos humanos de la era pinochetista dejó, a la muerte del dictador, una herencia que divide las opiniones. Amigos y familiares de las víctimas declaran su insatisfacción ante la falta de justicia, mientras sus seguidores lo justifican. Después de muerto, la polémica en torno a la actuación de Augusto Pinochet sigue viva; hay igualmente admiración y rechazo; reconocimiento y resentimiento. Antes de ser incinerado, desfilaron frente al ataúd miles de personas que nos recordaron el interminable desfile de hombres, mujeres, an111
POLÍTICA EN LA PERIFERIA cianos, jóvenes, niños, dándole el adiós a José Stalin hace poco más de medio siglo. La historia se repite poniendo de manifiesto la ambivalencia de las actitudes humanas, determinadas por el lugar que aquellos a quienes juzgamos, ocupan en la sociedad, los intereses que defienden y las ideas que profesan. Así, la muerte de Augusto Pinochet nos sirve para replantear la pregunta acerca de si el autoritarismo es la única solución para establecer la paz y el orden a fin de generar el bienestar, o si es posible alcanzar éste a través de los valores de la solidaridad, la subsidiariedad, la participación democrática, que son las respuestas de un Estado que busca la justicia.
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XVII MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
MICHELLE BACHELET: EN POS DEL ESTADO DEMOCRÁTICO CON JUSTICIA SOCIAL para beatriz paredes rangel
Si alguna figura política de actualidad merece el calificativo de polifacética, esa figura es, sin duda, la de Verónica Michelle Bachelet Jeria, presidenta de Chile para el período 2006-2010. Médica pediatra de profesión, su trayectoria en la vida pública revela una diversidad de talentos que la llevaron a ocupar la Secretaría de Salud, un cargo adecuado a su perfil profesional, pero también fue Ministra de Defensa, en un país de rancia tradición militar, algo que pone de manifiesto, además de inteligencia, cualidades del carácter fundamentales para imponer respeto en un ámbito tradicionalmente privativo de los varones. El éxito de esta mujer hablaría de su capacidad para alcanzar objetivos políticos, lo cual ya es, de suyo, algo destacable que puede inspirar las luchas de las mujeres de hispanoamérica para alcanzar cuotas más equilibradas de participación en las estructuras del poder público. Pero esta manera de ver las cosas no haría justicia al mérito mayor de la presidenta de Chile, porque más allá de las diferencias de género, en cuya insistencia se oculta a menudo la falta de reconocimiento a la verdadera igualdad, quizá, precisamente cuanto más se encarecen los méritos de determinadas damas, a quienes se ve como casos excepcionales y no como prueba de capacidades comunes a todas las mujeres con las diferencias
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA normales propias de los individuos. Más allá, repito, de esta distinción de género, está el hecho de que ciertos seres humanos se destacan por una especial aptitud para guiar a sus contemporáneos en la solución de problemas de trascendencia histórica. No me refiero aquí a esa especie de predestinación de que habla la ideología romántica, menos en el caso de Michelle Bachelet, cuyo discurso y actitudes eminentemente racionales, la dejan libre de la sospecha de sentirse una “elegida” o algo por el estilo. Lo que si hay en ella es inteligencia, sensibilidad, oficio político y disciplina para el trabajo. La impresión que me causó, como sin duda a millones de espectadores que la vimos y escuchamos por la TV en su Mensaje al Congreso de su país, fue la de una estadista en control de su espacio político. Esa seguridad se reflejó en la mesura, convicción y amplitud de miras de sus propuestas para la consolidación del Estado social y democrático de derecho que propugna.
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Como presidenta de Chile, Michelle Bachelet está empeñada en probar la existencia de un tipo de respuestas que no encuadran ni dentro de la estrecha racionalidad neoliberal, ni dentro del dogmatismo de esa izquierda anacrónica, para la cual el mundo debe ajustarse a la ideología y no al revés. Los neoliberales ortodoxos ven en la democracia una herramienta electoral, sin contenido y son, por ello, más liberales que demócratas; su error mayor es la insensibilidad ante los problemas sociales y ante cualquier cuestionamiento acerca de la injusticia inherente a un sistema pensado en función exclusiva del mercado. Relegan de esta manera al
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ Estado según lo recuerda con ironía Aranguren, al papel de “guardián nocturno”, o sea, un guardián que sólo despertará y actuará para cuidar el patrimonio de los propietarios a quienes sirve, pero que no puede ni debe hacer nada para impedir la proliferación de ladrones empujados por la miseria. Por otra parte, la izquierda cultivada en el artificio del invernadero, y por tanto sin competencia para entender la complejidad del mundo moderno, quiere un Estado cuya rectoría se convierte en obstáculo para la iniciativa de los grupos o individuos de las modernas sociedades pluralistas. Entre la nulidad del Estado exigida por los neoliberales más ortodoxos y el Estado de la izquierda que no comprende las oportunidades del orden globalizado, está la idea del Estado de derecho, conciliador de intereses, pero con un claro compromiso con la paz interna e internacional; la seguridad, la justicia distributiva y el desarrollo sustentable. La justicia distributiva es el camino de la igualdad, no la utópica que borra las inevitables y acaso necesarias diferencias individuales, sino la justicia real, la cual sirve de fundamento a la convivencia equilibrada. El Estado así concebido es más un coordinador que un guía patriarcal, pues su misión es articular inquietudes y proyectos nacidos de la sociedad para darles viabilidad. Con tales tesis, Michelle Bachelet está muy cerca de pensadores como Gregorio Peces Barba, para quien la ética se encuentra con la política, cuando en las estructuras del poder público se garantiza un orden con libertad y justicia. Leyes e instituciones, en efecto, objetivan valores, constituyendo una garantía contra el 115
POLÍTICA EN LA PERIFERIA poder del Estado por una parte y, por la otra, contra poderes fácticos que quieran imponer su propio ideal del bien al conjunto de la sociedad. En su Mensaje al Congreso, la presidenta Bachelet anunció una serie de transformaciones para una sana integración de la sociedad chilena, en la cual la “amistad cívica” ocupe el lugar de la crispación que divide. Propuesta encomiable en una mujer cuyo padre sufrió vejaciones antes de ser asesinado por la dictadura militar. Las reformas enumeradas por la presidenta abarcan los diferentes aspectos de la vida nacional: reforma para mejorar la calidad de la vida urbana; reforma para la descentralización que promueve “el traspaso creciente de las competencias desde los órganos centrales hacia las regiones”; reforma para alentar el emprendimiento y la innovación, grandes fuerzas potenciales de la sociedad chilena, en la que descansa el futuro de la economía, cuya prosperidad, a su vez, hace de la justicia social una posibilidad real; reforma de la salud que llevará cada vez más inversión en hospitales a las regiones; reforma de la educación para elevar la calidad y extender sus beneficios; reforma de la política de vivienda para dotar a la clase media y grupos vulnerables de espacios dignos de convivencia familiar; reforma del sistema electoral para que represente la diversidad política del país y estimule la participación. La presidenta también apuesta a un sistema político inclusivo, en el que las minorías étnicas tendrán pleno reconocimiento con la aprobación del convenido 169 de la OIT.
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MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ Con la presidenta Bachelet, la nación andina parece estar en la senda de la reconciliación con su pasado, no por el simple expediente de condenarlo al olvido, sino asumiéndolo con alteza de miras. La filosofía política de Michelle Bachelet puede resumirse en algunas de las palabras finales de su mensaje: “...conmemoraremos cada día 30 de agosto como el Día Nacional del Detenido Desaparecido. Un legado ético que mi generación dejará para la posteridad.” En cuanto a la naturaleza y función del Estado, reiteró su propósito esencial: “El establecimiento de un Estado social y democrático de derecho del siglo XXI, sustentado en una economía sólida, sana y moderna, que provee los recursos para expandir las libertades y las oportunidades, así como garantizar integralmente sus derechos a todos los chilenos y chilenas.
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XVIII MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
REFERÉNDUM EN VENEZUELA, CORRECTIVO DEMOCRÁTICO
Habrían pasado diez minutos aproximadamente después de la una del día 3 de diciembre, cuando la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibiasay Lucena, dio a conocer el resultado del referéndum al que fue sometida la reforma constitucional del presidente venezolano Hugo Chávez. Tranquila, conciente de su papel, la presidenta hizo un breve exhorto a los dos bloques, del Sí y del No, a respetar los resultados electorales de una jornada que calificó de ejemplar. A los vencedores les pidió festejar el triunfo con mesura y a los perdedores, retirarse en paz a sus hogares a descansar. Después de estas consideraciones, dio a conocer oficialmente lo que ya todo el mundo sabía desde horas antes: el bando del No había ganado. Se trataba –acotó–, de una “tendencia clara e irreversible”, después de contabilizados más del 90% de los votos y que ya no sería alterada por la información que llegara a partir de ese momento de las áreas rurales. De esta manera alcanzó su culminación la tercera y última etapa del proceso de reforma de la constitución; las dos primeras fueron la del debate a lo largo y ancho del país y la discusión y aprobación de la reforma por la Asamblea Nacional integrada por 197 diputados. En ambas etapas se hicieron evidentes aspectos controversiales de la reforma, como el de abrir la posibilidad al presi-
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA dente Chávez de perpetuarse en el poder indefinidamente; también se advertía el énfasis hacía un socialismo estatista, con el riesgo de limitar libertades y derechos fundamentales garantizados en la constitución actual. La preocupación por el radicalismo del presidente, sin duda, se vio alentada por la campaña mediática en su contra, pero es indudable que él no hizo nada para contrarrestarla con el discurso apropiado para restar fuerza a los argumentos de sus críticos. Por el contrario, en sus declaraciones, en sus discursos el presidente fue cada vez más categórico en la formulación de su proyecto político, presentándolo como una opción que exigía un compromiso total a sus seguidores. En la reunión multitudinaria celebrada días antes del referéndum en la avenida Simón Bolívar de la capital del país, el presidente Chávez dio un discurso de tono nada conciliador; tuvo palabras duras para la “oligarquía criolla”; denunció los planes desestabilizadores de la CIA; acusó al presidente Bush de manejar una política irresponsable y, a los líderes de oposición, de ser instrumentos al servicio del imperio. Con voz enérgica, se dijo preparado para enfrentar a los adversarios en las calles pues, según la información con la que contaba, aquellos saldrían a sabotear la manifestación de la voluntad popular el día del referéndum. Hugo Chávez parecía absolutamente convencido de salir vencedor de la prueba de las urnas, igual que había sucedido en once o doce ocasiones anteriores desde 1997. Al condenar los males de la globalización y a los ricos insensibles que actúan como dueños del mundo, el presidente daba la impresión de asumirse más como un líder revolucionario, que 120
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ como un estadista democrático. Ese discurso quizá hizo la diferencia, inclinando a un sector del electorado, incluidos muchos de quienes antes le habían apoyado, a no fortalecer la posición del presidente con un respaldo que acabaría de polarizar en dos grandes bandos antagónicos a la sociedad. Como puede advertirse en las declaraciones de líderes sociales, politólogos, estudiantes y ciudadanos, el No expresado en las urnas es un mensaje inequívoco del electorado para que el presidente reconozca, en el pluralismo de la sociedad venezolana, la necesidad de otros cursos de acción más acordes con la complejidad de lo real. Según esta óptica, Hugo Chávez deberá abrirse al diálogo con la oposición y, en forma más amplia, a todos los sectores sociales. El líder estudiantil Gerardo Blyde enfatizó la necesidad de “ponernos de acuerdo en los grandes temas del país”, también reconoció que Hugo Chávez es un presidente “electo democráticamente” y agregó: “la oposición no debe buscar atajo para evitar que el presidente termine su mandato.” Este último señalamiento completa el sentido del mensaje del electorado que no aprueba excesos de vencedores absolutos. El No del referéndum, por tanto, no da sustento a un vuelco de la situación política en Venezuela; el reacomodo de intereses deberá apegarse a reglas, principios e instituciones cuya permanencia y perfeccionamiento dependen del respeto de todos los actores políticos. El No del referéndum le marca al presidente Hugo Chávez los límites dentro de los cuales se espera que lleve a cabo la política social de 121
POLÍTICA EN LA PERIFERIA su gobierno, cuyas realizaciones hasta ahora son dignas de destacarse. La educación, la salud, la vivienda popular, la participación ciudadana, han merecido atención preferente del mandatario que tomó el ejemplo inspirador de Simón Bolívar en su lucha por la liberación de Latinoamérica. El libertador e impulsor del ideal panamericano, no escuchó el canto de las sirenas que le ofrecían el poder absoluto. Si Hugo Chávez posee la fuerza moral para renunciar al sueño de un cesarismo mesiánico, al cual parece propenso, tendrá la oportunidad de consolidar muchos de sus logros en materia social, como un estadista de vocación democrática. Hombre inteligente y político a fin de cuentas, el presidente Chávez dio su mensaje a la nación después del anuncio oficial hecho por la presidenta del CNE. Esta vez el tono fue diferente al empleado días antes. Con un retrato de Bolívar a sus espaldas, Hugo Chávez aceptó que esta vez no se había podido y ponderó la madurez democrática del electorado, contrastando el respeto de su gobierno con otras épocas en que la voluntad popular era burlada impunemente. De esta manera la derrota le proporcionó la ocasión para destacar la ética política que orienta su conducta. Después del referéndum, se espera el inicio de una nueva etapa en la vida política de la república bolivariana de Venezuela; si bien no hubo cambio de actores de la vida pública, sí quedaron la condiciones para un cambio profundo en las relaciones de los mismos. El que efectivamente se den, dependerá de la actitud que asuman respectivamente. En cuanto al presidente Chávez, el asunto parece reducirse a su capacidad de plantear las cosas de tal manera que el 122
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ desencuentro con sus adversarios sea superado y no termine en un conflicto irreductible. La experiencia acumulada a lo largo del siglo XX enseña que las deformaciones de la democracia se corrigen con más democracia; cualquier otro camino lleva a la dictadura.
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XIX MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
EXIGENCIA DE UNA VERDADERA POLÍTICA DEL DEPORTE PARA MÉXICO
En el deporte no existen los milagros y los juegos de Beijing lo confirman una vez más. Los notables resultados de la delegación china son el resultado del trabajo concienzudo, planificado, serio de los encargados del deporte, ampliamente respaldado por las autoridades, empezando por las de mayor jerarquía política del país más poblado del mundo. El otro ingrediente, contraparte del apoyo oficial, es el compromiso de los propios atletas, la motivación interior que los impulsa a ser los mejores en sus respectivas disciplinas. Pero la motivación no vive de sí misma, necesita de ciertos elementos externos, quizá, en primer lugar, el reconocimiento del esfuerzo realizado. Este reconocimiento normalmente viene de los familiares, amigos y conocidos y, cuando el atleta pertenece a una comunidad pequeña, ésta hace de él su héroe; sin embargo, tal forma de reconocimiento, aunque es muy importante no es suficiente, porque la práctica del deporte en esta época requiere de apoyos tangibles que sólo las instituciones pueden proporcionar. En el plano institucional, reconocimiento significa respaldo económico en forma de becas y otros estímulos adicionales al esfuerzo individual del deportista, para que alcance niveles de excelencia. Y es aquí, precisamente,
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA donde se localiza el talón de Aquiles del deporte en México, al carecer nuestro país de una verdadera política para el desarrollo del potencial deportivo de la niñez y la juventud. Lo que se observa cada cuatro años en los juegos olímpicos, es esa diferencia entre contar con una política consistente en materia deportiva o no tenerla; de ahí que países con una población relativamente pequeña como los europeos, estén siempre presentes en el medallero olímpico y otros, como la India y los países latinoamericanos, incluidos los tres más grandes –Brasil, Argentina y México–, apenas figuren con unas cuantas medallas. La excepción es Cuba por razones de todos conocidas. En el caso de México, la escasez de recursos destinados al deporte se agrava por el uso (abuso) patrimonialista de los mismos, de que han sido acusados quienes dirigen el deporte nacional por parte de los propios deportistas. Se trata de un mal antiguo y, de ninguna manera, privativo del ámbito del deporte oficial, aunque esto no debe entenderse de ninguna manera como un argumento para justificar la corrupción. La política deportiva del país está burocratizada; arrastra consigo la inercia característica del mundo oficial, esto es, la espera de los apoyos siempre es larga; éstos nunca son suficientes y, todavía, se quejan los destinatarios, la opinión de deportistas y expertos es relegada en la toma de decisiones. La prioridad del aparato oficial es seguir existiendo como un conjunto de espacios de poder, en los que los intereses del deporte reciben poca atención de la jerarquía burocrática. Tal juicio se desprende de la evaluación hecha por personajes del mundo deportivo como Ana Gabriela 126
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ Guevara, ex corredora en los cuatrocientos metros planos; el ex futbolista Carlos Hermosillo o el campeón olímpico de natación en 1968, Felipe “Tibio” Muñoz. La falta de apoyo a los deportistas en la medida deseable, tiene un rico anecdotario que ilustra la situación. Cito un solo ejemplo: alguna vez le preguntaron al corredor de fondo Benjamín Paredes, cuál era su rutina de entrenamiento; el mexiquense contestó: “Todos los días me levanto a las cinco de la mañana, atravieso corriendo los basureros que rodean mi casa y, después de dos horas, llego al lugar donde tomo mi camión para ir a mi trabajo; así me entreno”. No se requiere mucha perspicacia para ver dónde está la falla y qué debe hacerse para corregirla. El deporte debe ser parte del proceso educativo, no como algo añadido, sino como el cuidado y encauzamiento del potencial físico y anímico que cada individuo trae consigo. De la práctica masiva de los deportes, propiciada por la educación física, saldrán generaciones más aptas para el esfuerzo que demandan las competencias. También habrá suficiente material para encontrar a los campeones de las competencias de élite del futuro. Una política deportiva como la exigen la mayoría de los expertos en la materia y los propios deportistas, requiere el respaldo total del Estado, lo cual no significa hacer deporte de Estado o sea, convertir a los deportistas en símbolo de las ventajas de una ideología determinada, como sucedió durante décadas con la antigua URSS. También aquí estamos ante una deformación que lleva a la pérdida de los valores intrínsecos del deporte. Si bien éste refleja, efectivamente, las condiciones generales de vida de una sociedad, 127
POLÍTICA EN LA PERIFERIA tal hecho no justifica diseñar la política deportiva en términos de propaganda ideológica. Ha de insistirse, por tanto, en el papel que la educación física y el deporte, tienen en la formación de la personalidad humana. Por ello puede afirmarse que el futuro del deporte en México depende en gran medida del éxito de la reforma de la educación nacional. De los primeros días de los juegos en Beijing, dos imágenes se me quedaron profundamente grabadas: la de la ceremonia de inauguración saturada de espíritu olímpico, en el grandioso marco de “el nido del pájaro” y la imagen de la ganadora de la primera medalla de oro para China, una joven de apariencia casi frágil frente a las grandes pesas que tenía a sus pies, pero que, al mismo tiempo, daba la impresión de fortaleza interior, de suma concentración y confianza en lo que estaba por realizar. Esa misma actitud pude observar después en los demás participantes de China, producto final de un trabajo que involucró, desde el primer momento, el cuerpo y la mente de los deportistas. Esa actitud, me parece, es la meta que debe proponerse toda verdadera política deportiva.
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XX MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
LOS MENSAJES INSÓLITOS DEL PAPA FRANCISCO
Tan pronto empezó el Papa Francisco a hablar como el guía de la iglesia católica, sus palabras causaron la impresión de una corriente de energía vivificante que, desde el Vaticano, se difundía por el mundo. Digo Vaticano porque es la sede oficial del Papa, pero en realidad, los mensajes surgen donde sea que se presente la oportunidad. Donde quiera que se encuentre, el Papa se manifiesta, se pronuncia, destaca los rasgos negativos de la época y la misión que a la iglesia y a los cristianos les toca para enfrentarlos. Los católicos y los no católicos se dieron cuenta muy pronto del compromiso evangélico de este pastor que prefiere los riesgos de la verdad a la complicidad con el error y las deformaciones malignas de la conducta que corrompen las estructuras vitales de la sociedad. La familia y el Estado, dos grandes pilares de la civilización, se encuentran en franca decadencia y no se sabe cuál sea su destino, ni cómo ni por qué tipo de instituciones serán reemplazados, en caso de no encontrarse la fórmula de su renovación. El Papa Francisco es el líder espiritual de más de mil millones de católicos en el mundo, de donde podría sacarse la conclusión –errónea desde mi particular punto de vista–, de una influencia lo suficientemente poderosa para determi-
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA nar el curso de los acontecimientos futuros. La influencia es real; lo que no puede saberse es su grado de penetración efectiva y si ésta basta para impulsar cambios significativos. Sobre el particular se imponen dos reflexiones. La primera atañe a la conciencia cristiana: ésta significa saberse vinculado Dios, de tal manera que el creyente adopta un código de conducta cuyo cumplimento tiene como objetivo coincidir con la voluntad divina. Y en ese código ocupa un lugar especial la relación con nuestros semejantes que debe guiarse por el reconocimiento a su dignidad. El cristiano se asume como miembro de una comunidad donde cada uno representa un valor absoluto. Respetar al otro es mandato ético, pero también religioso, porque la dignidad de cada ser humano descansa en aquél en cuyo ser toma origen y encuentra el cumplimiento de su destino. Ahora bien, esta conciencia cristiana que el Papa toma en cuenta cuando advierte de los pecados de la corrupción, del enriquecimiento ilícito de los traficantes de seres humanos y de los fabricantes de armas –por citar algunos casos–, ¿cuántos la poseen? No lo sé. Es difícil hacer cálculos, o realizar muestras representativas, o indagar de alguna u otra manera en qué medida alguien merece llamarse realmente cristiano. Y esto sin exigir, como lo hizo Kierkegaard, que cada cristiano sea un “testigo de la verdad” dispuesto –incluso– al martirio para defenderla. Simplemente puede suponerse, sin margen de error, que una inmensa mayoría son cristianos por costumbre, porque heredaron la religión de sus padres; es decir, por inercia y no, por una opción que para ellos hubiera significado un acto de decisión personal. Por tales razones, incurrir en pecado puede ser que ya no signifique nada que 130
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ cause arrepentimiento o temor en quienes lo cometen. No faltarán, incluso, algunos que esbocen una sonrisa escéptica: “¿He pecado? ¿Eso qué significa?” El Papa busca el cambio de conciencia; sabe muy bien que se trata de una empresa a largo plazo cuyo éxito no puede considerarse asegurado, pero que, por eso mismo, es necesario trabajar en el desde ya, arduamente, para conseguirlo. Por ello es indudablemente un hombre de fe apostólica: cree en su misión esperando ser comprendido por quienes son cristianos, aunque no todos lo sean plenamente e incluso por quienes no lo son, pero sí son receptivos al poder de la verdad que el Papa representa. Es preciso destacarlo: Jorge Bergoglio posee el poder de convencimiento porque sus palabras nacen de una profunda convicción interior, para asombro de un mundo donde campean el cinismo y la complacencia con el mal, disfrazada de tolerancia. Para los católicos, las críticas del Papa son un recordatorio de deberes olvidados; para los no cristianos se trata de una actitud ejemplar que convoca a ponerse de acuerdo en los grandes temas de la justicia y la igualdad. La segunda reflexión tiene que ver con los no cristianos, incluidos aquellos, cada día más numerosos que no sienten necesidad de algún credo religioso. Para éstos, la crítica del Papa es válida en sí misma y acaso no pocos estén de acuerdo en favorecer una sinergia para oponerse a los males actuales. Los hombres de bien formarían un frente común ante los males que amenazan al mundo, bajo la simple bandera de la dignidad humana. Sería algo seme131
POLÍTICA EN LA PERIFERIA jante al formado por comunistas y cristianos para encarar la amenaza del fascismo en la época de Emmanuel Mounier. La diferencia es que hoy el mal acentúa su naturaleza proteica: cambia, se muta, engaña. Cosas malas y acciones perversas son presentadas como buenas porque llevan al éxito. Pareciera como si al afirmar su voluntad de desear –sea lo que fuere– y alcanzar sus objetivos, el ser humano lograra su máxima realización. En un mundo sin referentes, todo se relativiza y es difícil apelar a exigencias absolutas. Por ello deben atacarse los males concretos donde quiera que se encuentren, aunque sea en la propia casa, como ha hecho el Papa al señalar que la iglesia también ha caído en la corrupción, haciendo mal uso del poder espiritual que, por ser una forma de poder, también tiende a corromperse. Francisco adopta el tono de indignación de los antiguos patriarcas; no admite la posibilidad de servir a Dios y al becerro de oro y al dejar en claro la oposición irreconciliable, señala a los servidores de la iglesia cuál es su papel. La iglesia puede salvarse con el mundo o perderse con él. Eso lo ha comprendido Jorge Bergoglio, un Papa que lleva un nombre de hondas reminiscencias de compromiso con los pobres: Francisco, el santo de Asís.
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XXI MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
EL SENTIDO DE LA MISIÓN DEL PAPA FRANCISCO EN MÉXICO
La visita del Papa a México, la séptima que un Pontífice hace a nuestro país y la primera en que se incluye un acto protocolario en Palacio Nacional, despertó toda suerte de comentarios y expectativas. Estas últimas eran el reflejo fiel de intereses, no siempre transparentes y de esperanzas que la fe popular proyectó hasta el límite de lo imposible. Mucho deseaba y quería un pueblo en crisis, golpeado por la inseguridad, la pobreza, la marginación, y lo que acaso sea lo más grave, un pueblo al que cada día le cuesta más descubrir los signos alentadores del futuro. También estaban, y no eran pocos, los escépticos, aquellos para quienes la visita del Papa no representaba sino un acto de conveniencia mutua: el gobierno del país, al recibir al Sumo Pontífice, se granjeaba la simpatía del pueblo, de algún modo se legitimaba en momentos de serios cuestionamientos; por el otro un Papa en plena postmodernidad incrédula, (particularmente en Europa donde la postmodernidad es un hecho indudable), podía alcanzar la consolidación de su imagen como un verdadero exponente del espíritu misionero de la Iglesia. Sin negar la parte de cálculo político del gobierno de México y del Vaticano –por lo demás, imposible de evadir,
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA puesto que se trata de dos poderes obligados a coexistir y a respetar mutuamente la vocación que es inherente a cada uno de ellos–, estaba en juego, por lo que atañe al Papa, algo verdaderamente sustancial: hacer valer la actualidad del mensaje cristiano, mensaje equívocamente interpretado o distorsionado por una falsa idea del significado de la presencia de la Iglesia en el mundo. Gran parte de la culpa la tiene la propia iglesia cuando ha olvidado responder a los principios que le dieron origen. La tentación de aliarse a los poderes temporales y de actuar ella misma como un poder temporal, acechó a la iglesia desde los primeros tiempos de su existencia. Como es sabido, con el emperador Constantino, dio inicio el “uso imperial del cristianismo” (Burkhardt) y la cristiandad se fue expandiendo y fortaleciendo con emperadores, reyes y príncipes que gobernaban asumiendo la responsabilidad de velar por el fin temporal y espiritual de los súbditos. La conquista y dominación de América se hizo bajo el supuesto de que los Reyes de Castilla tenían el deber, explícitamente encomendado por la Bula de Alejandro VI, de traer la verdadera religión a los idólatras del Nuevo Mundo. Pero ya en el momento mismo de la empresa colonizadora, el insigne jurista Francisco de Vitoria demostraba, con impecables argumentos, que ningún emperador, ningún Papa tenía verdadera autoridad para imponer un dominio universal. No existe, asentaba Vitoria, un imperio que abarque la totalidad de la tierra, doctrina que, en la Nueva España, interpretó consecuentemente el padre de Las Casas, a quien se debieron muchas medidas positivas a favor de los naturales, consignadas en las Leyes de Indias. Entre otras, destaca la de considerar a los indios como súbditos de sus 134
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ majestades católicas, con los derechos propios de esa condición. Otra medida, derivada de la anterior, fue usar la persuasión y el convencimiento como método en la enseñanza del Evangelio, en lugar de la violencia y la coacción. No obstante la intromisión de los intereses temporales en las huestes de Pedro, peligro sobre el que advierte el Papa Francisco a los obispos mexicanos durante su encuentro en la Catedral Metropolitana, la iglesia en cada momento de la historia ha sabido reinterpretar su tarea de salvación, porque la historia de la salvación, no discurre aparte, de manera independiente, sino dentro de la misma historia donde los hombres viven, padecen, sueñan y proyectan sus esperanzas. De la mejor tradición del magisterio católico, recoge el Papa Francisco a través del Vaticano II, el estandarte de la iglesia que está en el mundo y trabaja dentro de sus estructuras para transformarlas. En efecto, del Vaticano I (1869-70) del papa Pío IX al Vaticano II de Juan XXIII (1959-65), hay un largo recorrido que va, de la iglesia concebida como fortaleza aislada del mundo, desde la cual se le juzga y se le combate, a la iglesia concebida como misionera y peregrina en el mundo. La Iglesia atenta ¨al signo de los tiempos¨, reconoce en el misterio cristiano de la encarnación, que Cristo mismo dio el ejemplo al habitar entre los hombres y sufrir las penas humanas y que no se puede dar la espalda a los que tanto necesitan de ella. Pero el compromiso con los que padecen, como lo hace el Papa Francisco, lo coloca en una posición ambigua; no debido a la falta de claridad de su parte, sino de aque135
POLÍTICA EN LA PERIFERIA llos que interpretan la salvación, al igual que los antiguos zelotas en tiempos de Cristo, en términos de liberación inmediata de las fuerzas opresoras. Cristo mismo despeja el sentido de su misión en el conocido pasaje bíblico en el que ordena “dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”; es decir, el tributo. Cristo representa otro poder, diferente del poder material: el del espíritu; quiere la justicia, pero ésta no nace de la destrucción del enemigo, sino del amor fraternal. Se trata, en suma, de “una locura” según la calificaron los griegos al escuchar a Pablo. El heroísmo cristiano por tanto, en nada se asemeja al antiguo heroísmo que desprecia la vida, ama el riesgo y se solaza en la liquidación de los enemigos. La prédica cristiana parece propia para hombres débiles, para esclavos, de acuerdo al duro juicio de los que piensan con la mentalidad de los antiguos señores y, no obstante, su debilidad es sólo aparente. El cristianismo probará su enorme poder al darle a la civilización occidental valores y objetivos que infundieron en el ethos de esta civilización, pese a desviaciones y traiciones, rasgos de genuino humanismo. El humus de este humanismo, todavía puede nutrir el movimiento de renovación espiritual que habrá de seguir al período nihilista postmoderno. A ese tesoro de espiritualidad sirve con devoción el Papa Francisco y es ese tesoro el que vino a compartir con el pueblo de México. ¿Qué mas podía pedirse? Absolutamente ninguna otra cosa. Cualquier otra cosa, aun aceptando su importancia, quedaba fuera de la misión del pastor de la grey católica. La lucha contra la marginación de los indígenas, el rescate de la esperanza en el futuro arrebatada a los jóvenes, la garantía de seguridad para las familias, la solidaridad con los 136
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ marginados; en fin, el logro de una vida digna para todos los mexicanos, son la tarea de los responsables de la política en nuestro país; es la tarea de las políticas públicas y de aquellos que están obligados a ponerlas en práctica para alcanzar el bien común. Una sociedad cristiana está consciente de la separación de poderes. El gobierno unitario, si alguna vez fue posible o deseable, actualmente no es ni lo uno ni lo otro. La marcha misma de la historia lo dejó en el pasado y, en el futuro, solamente puede aspirarse a una sociedad movida e inspirada por los valores espirituales (cristianos y de otras tradiciones), si éstos penetran en la conciencia íntima de los seres humanos. En la sociedad moderna, cuyo pluralismo representa riqueza, pero también genera confusión, porque los individuos son solicitados desde trincheras opuestas, los valores espirituales pueden ser guías de la acción si se viven con honrada sinceridad. Así, el cristiano puede dar testimonio de la verdad y esto es exactamente a lo que ha invitado el Papa a los mexicanos. Romano Guardini expresó con claridad el significado de ser cristiano en el mundo de hoy: “ser cristiano, es más y otra cosa que ser hombre, hombre auténtico, hombre religiosamente pío, hombre espiritual”. La verdad cristiana, siendo espiritual es también concreta, existencial. El testimonio sólo puede darlo quien vive en la verdad y los valores no son sino la expresión en cada caso del compromiso con aquellos que nos necesitan. Dietrich Bonhoeffer, el gran teólogo protestante, también reivindicó este carácter único del cristianismo de no ser una doctrina, sino una persona: “Así –enfatizó–, estamos a favor de la sa137
POLÍTICA EN LA PERIFERIA cralidad de cara al mundo, integrada en él y no autónoma, no separada; eso contradice la voluntad del verbo hecho carne”. Por fortuna los jóvenes, los indígenas, los migrantes, y todos los que fueron a escuchar al Papa sin prejuicios, entendieron el mensaje y se abrieron a la esperanza. Por tanto, el viaje papal cumplió con su cometido. Francisco, en un mensaje previo a los mexicanos puntualizó: “Es posible que ustedes se pregunten: ¿Y qué pretende el Papa con este viaje? La respuesta es inmediata y sencilla: deseo ir como misionero de la misericordia y la paz; encontrarme con ustedes para confesar juntos nuestra fe en Dios y compartir una verdad fundamental en nuestras vidas: que Dios nos quiere mucho, que nos ama con un amor infinito, más allá de nuestros méritos”. Imposible ignorar la semejanza entre esta misiva y las del apóstol Pablo al dirigirse a las primeras comunidades cristianas. En ambos casos se trata de mantener viva la fe. Si bien los contextos de tiempo y cultura difieren una enormidad, la necesidad humana es idéntica. Tal fue el mensaje del Pontífice en tierras mexicanas. Juzgar que esto no es suficiente y que el pastor Francisco debió asumir el papel de un líder político es no entender dónde se localiza el punto de Arquímedes donde el espíritu puede aplicar la fuerza para mover al mundo. Al hablar a los diferentes grupos con los cuales se reunió Francisco, siempre terminaba con la misma solicitud humilde: “Recen por mí”: Solicitud que refleja el talante del Papa y su convicción de que él también necesita de la fuerza que habita en su interior, la fuerza del espíritu para no flaquear, no ceder ante quienes no entienden o rechazan su papel en el mundo de nuestros días. 138
XXII MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
ÉTICA SECULAR EN LA ÓPTICA DEL DALAI LAMA
En el año de 1922, el filósofo Max Scheler, en la introducción de su obra De lo eterno en el hombre, afirmaba lo siguiente: “…se puede esperar que el grito que pide una renovación religiosa resuene por el mundo con una potencia y una fuerza como no había ocurrido desde hace ya siglos”. Hoy, en los inicios del siglo veintiuno, el Dalai Lama habla de renovación espiritual por la vía de la ética secular. La diferente perspectiva en que se sitúan Max Scheler y el líder espiritual del pueblo tibetano, muestra el drástico cambio de situación operado en el mundo durante el siglo pasado: el occidente europeo dejó de encarnar una civilización cristiana y pasó a ser una civilización pluralista, con muchos credos y con una fuerte tendencia al descreimiento y el escepticismo. El Dalai Lama, Tensin Giatso por su nombre de monje budista, explica su concepción de ética secular en una larga entrevista concedida al periodista Franz Alt. En ella expone sus puntos de vista sobre la problemática contemporánea de acuerdo a su ya conocida forma de pensar, fundada en los valores espirituales del budismo, así como en el poder de la meditación para elevar la conciencia personal a los niveles superiores ahora requeridos: sería imposible vivir en un
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA mundo sin fronteras con una conciencia tribal, considerando a quienes no pertenecen al grupo propio como enemigos. La única manera de superar la alteridad es integrar a los “otros” en el “nosotros”. Para ello, es indispensable cambiar de mentalidad, utilizar el diálogo y la tolerancia para resolver los conflictos, pues “la violencia, salvo raras excepciones, sólo genera más violencia”. En sus pronunciamientos el D. L. se muestra “muy moderno” o, al menos, esa impresión puede dejar en un lector poco atento. Si por “moderno” se quiere significar comprender los intereses y motivaciones que mueven a los hombres de nuestra época, el D. L. está en sintonía con esta época de penuria moral y espiritual; si, en cambio, ha de entenderse compartir la vocación materialista, el hedonismo y el relativismo de los modernos, el D. L. no es ni puede ser “moderno”. La novedad mayor en el discurso del D. L. es el peso decisivo que ha llegado a darle a la ética secular, lo cual podría conducir a malos entendidos. El planteamiento del D. L. está permeado por los valores del budismo, lo que le da a su posición ética matices muy especiales como enseguida veremos. Nos guste o no, la interdependencia es un hecho irrevocable en el mundo globalizado. Ahora se nos impone a todos un destino compartido que nos obliga a recordar el dicho antiguo sobre el destino: “a quien lo acepta, el destino lo conduce, a quien se resiste, lo arrastra”. Ante esta compleja e inevitable realidad, el D. L. sostiene la necesidad de una ética secular, pero no se conforma, aunque lo incluye como objetivo perentorio, con alcanzar la coincidencia de propósitos en quienes piensan diferente, pues si esto no se logra, 140
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ el mundo actual será la imagen exacta de la Torre de Babel donde nadie entiende a nadie y reina el caos; lo que en cierto modo está sucediendo. En algunas propuestas recientes, éste parece ser el núcleo de la ética secular. Lo importante es coincidir en objetivos concretos; lo secundario, las motivaciones personales o de grupo. En otras palabras, la ética secular obedece a un criterio pragmático que hace posible la convivencia dentro del pluralismo de las sociedades modernas, particularmente en los países democráticos. En cambio –y éste es una dato digno de tomarse en cuenta–, para el D. L. existe un fundamento intrínsecamente válido de la ética secular y, precisamente, es este fundamento el que nos permite entender la pérdida de la centralidad de la religión en su perspectiva, en beneficio de su planteamiento ético. Todo depende, pensamos, de qué deba entenderse por ética y qué, por religión. Para el líder tibetano en el exilio, el hombre es un ente ético antes que religioso, pues la religión “se aprende”, mientras que la compasión no; el hombre es naturalmente compasivo. El D. L. se declara “optimista” respecto a la condición humana. Explica: “tanto para las religiones teístas como para los no teístas, se trata en primer lugar de la mente humana, es decir, del bienestar espiritual del ser humano. Para ello necesitamos un entorno intacto, pero también valores como la bondad, la reconciliación y la honestidad. Estos habían tenido hasta ahora un fundamento casi exclusivamente religioso. El cultivo de estos valores era un compromiso de toda práctica religiosa. Pero, veo cada vez con mayor claridad, que nuestro bienestar espiritual no depende de la religión, sino de nuestra innata naturaleza humana, nuestra predisposición natural a la bondad, la com141
POLÍTICA EN LA PERIFERIA pasión y el afecto. Independientemente de si pertenecemos a una misma religión o no, todos llevamos dentro una fuente ética elemental y humana. Y debemos cuidar y velar por este fundamento ético común. La ética, no la religión, está anclada en la naturaleza humana”. El texto que hemos transcrito, un tanto extenso, arroja la luz necesaria para la elucidación que intentamos realizar. El D. L. con el término religión se refiere, como es obvio, a la religión positiva, esto es, aquella que se presenta con un cuerpo definido de dogmas y que se acompaña de un ritual y otras formalidades a las que los fieles deben apegarse. Por otra parte; sin embargo, las religiones positivas enraizan en el sentimiento de lo sagrado y, en este sentido también se dice del hombre que es un ser naturalmente religioso. Así, bien vistas las dos caras del asunto, la ética secular del D. L. no propugna la renuncia de los valores espirituales en los que toda religión funda la exigencia de la vida moral; lo que hace, es dar independencia a esos valores con relación a la práctica de determinado credo religioso, porque las religiones positivas, con su pretensión de validez absoluta, han sido causantes de odios y guerras absurdas. Quizá el D. L. ha podido dar este paso, porque el budismo es una religión de tolerancia; es, sin duda, la que en mucho menor grado, ha buscado imponerse por la violencia. El valor básico del budismo, la compasión, prepara a sus adeptos para aceptar a todos por encima de las diferencias, porque todos compartimos la misma condición de criaturas condenadas al sufrimiento y a la muerte. Hay, en el fondo de la tesis ética del D. L. una genuina religiosidad, la de un monje educa142
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ do en la tradición del budismo tibetano. Y no podía ser de otra manera. El exhorto que hace al mundo es revelador: “La verdadera paz con nosotros, entre nosotros y en torno a nosotros, sólo la podemos conseguir mediante la paz interior”. Estas palabras difícilmente podrían encontrarse en un pensador ajeno al recogimiento interior, en el que sólo se descubre la necesidad de vivir en unidad y armonía con el resto de los seres vivos. La religiosidad del D. L. se hace evidente en otra parte de la entrevista, en la cual introduce, en el contexto de las preocupaciones del hombre actual, el tema –siempre latente para los humanos–, de la muerte, de nuestro destino final. “Cuando observamos la puesta del sol, podemos preguntarnos: ¿volveré a presenciar mañana temprano la salida del sol? También podemos preguntarnos: ¿y si la muerte es sólo un estadio transitorio y nuestra mente sigue experimentando en el futuro otros estados del ser? Estas preguntas nos permiten adoptar una postura desinteresada y pacífica y desprendernos tanto de nuestro patrimonio como de aquello que amamos. Una actitud desinteresada y desprendida es la mejor y más inteligente preparación de cara a la muerte”. Y el otro gran tema, el del sufrimiento, que nos parece incomprensible y más todavía para el creyente en un Dios bondadoso, da ocasión al D. L. de dar su respuesta: “El sufrimiento puede ser una importante escuela de la vida”. Sí, es verdad, pero esto presupone la posibilidad de una vida que se prolonga indefinidamente en la eternidad, pues una vida breve y consumida por el sufrimiento, sería absolutamente absurda. Así, tanto la muerte como el sufrimiento, son objeto de consideraciones de índole metafísica que insertan la ética secular del D. L. en un plano 143
POLÍTICA EN LA PERIFERIA de elevada espiritualidad. En otro sentido, la ética secular se orienta a los problemas prácticos de la existencia. La contraparte del cambio de mentalidad es incidir en el orden real del mundo, orden que es más bien un desorden cada día más cercano al caos. ¿Cómo reordenar este desorden? ¿Cómo darle sentido a la acción, cuando la razón que la guiaba ha perdido la autoridad de que estaba investida en los inicios y madurez de la modernidad? El D. L. asume que si el hombre es el responsable de los problemas, también es el único que puede resolverlos. Y confía en ello, pues el hombre anhela la felicidad y, para conseguirla, debe cambiar todo aquello que le impide alcanzarla. A la compasión inherente al corazón humano, se añade ahora un motivo de conveniencia: el hombre no puede suicidarse; por su propio interés, debe aprender los valores que requiere la unidad factual del mundo. En la actualidad, las grandes decisiones de la política han dejado de pertenecer a un grupo reducido de individuos; el nuevo actor son los ciudadanos. Estos pueden y deben hacer valer los derechos que los gobiernos ignoran o ponen de lado para privilegiar intereses facciosos. La ética secular, al crear una conciencia planetaria, comprende a pueblos, razas, naciones, tradiciones culturales, bajo la categoría de lo humano general. En esta óptica, en la que el bien de la humanidad se realiza en cada caso y siempre en condiciones históricas concretas, el D. L. reconoce el objetivo último de dicha ética. Basta acentuar los rasgos de pragmatismo y renuncia del absolutismo moral, no sólo el fundado en la religión positiva, sino en la razón o en la naturaleza humana, y aparece ya la ética civil, con sus mínimos éticos obligatorios. Con ella, la transacción entre 144
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ el rigorismo de los principios y la conveniencia práctica, se resuelve en un código light. ¿Es la mejor solución? seguramente no, aunque por ahora debemos conformarnos por ser la única posible. En lo tocante al optimismo del D. L. nos gustaría compartirlo pero no podemos olvidar la ambigüedad de la naturaleza humana, proyectada al mundo en su doble inclinación hacia el bien y el mal. El mal, definido como un “no ser” pues carece de positividad, posee, no obstante una presencia dominante en el mundo y no es posible simplemente ignorarlo. Ni la renuncia a la lucha, ni la resignación, ni la complicidad, ni la frustración, son la mejor receta para lidiar con el mal y con sus agentes. Por cierto, el D. L. reconoce la importancia de la cultura, la educación, la ética, como la fórmula para seguir evolucionando; pasar de la vida de los puros instintos a la del espíritu, de manera que aquellos no sean ahogados, ni reprimidos, sino elevados por la inteligencia capaz de ver el bien y la voluntad capaz de amarlo.
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA
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XXIII MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
SARTRE Y FRANTZ FANON: LA JUSTIFICACIÓN DE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
El famoso prefacio de Sartre a Los condenados de la tierra de Frantz Fanon, plantea el viejo tema de la legitimidad de la violencia, dándole una solución que cambia por completo la perspectiva del problema. Su propuesta, en plena coincidencia con Fanon, retoma la tesis marxista adaptándola al contexto de la lucha anticolonialista. Tradicionalmente el uso de la fuerza había sido privilegio de los fuertes para imponer a los pueblos sojuzgados una cultura “superior”, gracias a la cual éstos alcanzarían niveles más altos de desarrollo material y humano. Éste fue el caso de la conquista española de América, emprendida bajó doble y contradictoria motivación: la explotación de las riquezas de las tierras recién descubiertas y la donación de las verdades de la fe a los bárbaros que habían permanecido al margen de la revelación. Conforme a la idea del destino providencial, a España le correspondía la misión de incorporar al “orbe cristiano”, como entonces se decía, a estos pueblos entregados a la adoración de potencias demoníacas. España fue un caso entre otros muchos; mayor depredación y violencia, si cabe, desplegó el imperio inglés y, enseguida, igual desempeño tuvieron Francia, Alemania, Holanda, Portugal y hasta la pequeña Bélgica que, como se narra en El sueño del celta de Mario Vargas-Llosa, llegó a poseer en África occidental
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA territorios infinitamente mayores al suyo. Vargas-Llosa recuerda los tres propósitos de la empresa colonizadora que se enuncian con las tres C de Comercio, Cristianismo y Civilización; los tres grandes bienes que compendían el culmen del desarrollo de la humanidad. Sartre describe de modo magistral este ethos de la cultura europea que se asume, sin más, como expresión de lo humano universal. Las otras manifestaciones resultan así marginales e inacabadas; en todo caso, pueden verse como fases inferiores de la evolución que culmina con la cultura europea racional, orientada hacia el progreso indefinido. Pero esta idea del hombre europeo sobre su condición privilegiada y su responsabilidad histórica respecto de los pueblos del mundo es una mentira. Es el espejismo ya padecido antes por otros pueblos como el chino, el persa, el asirio o los mismos griegos. En Mesoamérica, también los aztecas se atribuyeron una misión providencial. Sartre ilumina el eurocentrismo desde su perspectiva crítica en la cual convergen aportes de Marx, Freud y de él mismo en su calidad de filósofo existencialista, que defiende la libertad como el fundamento absoluto sobre el que se construye todo proyecto humano. El resultado de su análisis le sirve para evaluar el inmenso daño causado por la dominación colonial de Francia en Argelia, justificada con la máscara del humanismo burgués. Sartre fustiga a sus compatriotas, capaces de exaltar al hombre genérico y de sacrificar al mismo tiempo a los hombres concretos. Sartre simpatiza con la lucha de liberación de Fanon y con la forma como la plantea, es decir, en el plano de la violencia que respon148
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ de a la violencia del colonizador. Sólo que en los nativos la violencia adquiere un significado diferente en la medida en que sus objetivos difieren cualitativamente de los perseguidos por los opresores. La violencia, pues, cambia de signo según los fines buscados. La empresa colonizadora se caracteriza por dos rasgos esenciales: objetivamente busca la extracción de las riquezas materiales y, subjetivamente, transforma a los nativos en un tipo inferior de hombres y, más aún, en simples objetos. Se trata del conocido proceso de cosificación con el que Sartre alude a la degradación del ser humano en cosa. La lucha revolucionaria toma entonces el carácter de una reivindicación total de los derechos de los oprimidos; reivindica el derecho a poseer y disfrutar las riquezas naturales del propio territorio; reivindica el derecho a la identidad que otorga la cultura del grupo; reivindica, en el vértice mas elevado, el derecho a la dignidad escamoteada. “Este libro –afirma Sartre refiriéndose a Los condenados de la tierra–, no necesitaba un prefacio. Sobre todo porque no se dirige a nosotros. Lo escribí, sin embargo, para llevar la dialéctica a sus últimas consecuencias: también a nosotros, los europeos, nos están descolonizando es decir, están extirpando en una sangrienta operación al colono que vive en cada uno de nosotros; debemos volver la mirada hacia nosotros mismos, si tenemos el valor de hacerlo para ver qué hay en nosotros”. La dialéctica sartreana nos revela así su secreto: ella supera las contradicciones llevándolas a unidad superior. A diferencia de Marx y coincidiendo con Fanon, Sartre ya no ve en el proletariado a la clase destinada a ser el instrumento de la revolución porque el proletariado ha sido anulado por el sistema y ahora sólo busca acceder en 149
POLÍTICA EN LA PERIFERIA la escala de los beneficios que el sistema otorga. En cambio, los indígenas nada tienen que perder y todo por ganar. Ellos son entonces los portadores del ideal revolucionario .Al liberarse de la opresión también liberan a sus opresores. Su lucha deviene en lucha por el hombre y, por eso mismo, el proceso revolucionario ayuda al nacimiento de un nuevo tipo humano. Tal es el punto de coincidencia entre Sartre y Fanon. Este último insiste en no reducir su lucha a la oposición de razas, a poner a los negros frente a los blancos para proclamar unilateralmente los derechos de los indígenas. Se trata, en cambio, de suprimir la alteridad respetando las diferencias; surge un humanismo concreto, basado en el respeto a los hombres de carne y hueso, a sus formas de vida, costumbres y tradiciones. La descolonización evidencia así su razón ética con la cual la violencia manifiesta su virtud creadora, ponderada ya por Heráclito, de ser madre de todo lo nuevo, pues nada nuevo aparece sin que algo viejo muera. Pero esto plantea, una vez mas, el tema de los medios y los fines en política, plantea la gran cuestión de si se puede o debe trasladar a la política la visión naturalista, que la dialéctica del materialismo histórico considera la única posible para superar las contradicciones de la vida social. En la tradición del pensamiento político existe la “guerra justa” y la aceptación del magnicidio cuando el soberano incumple sus deberes y su gobierno degenera en tiranía. Sin embargo, la “guerra justa” ha sido siempre un concepto polémico y su aplicación se ha cuestionado cada vez que ha servido para apoyar la pretensión de un país de resolver la diferencia de intereses por la fuerza. La óptica maniquea de quiénes son los buenos y quiénes los malos, la impone siempre la poten150
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ cia que detenta la supremacía militar. Esta afirmación puede sustentarse en multitud de ejemplos antiguos y recientes. En cuanto al segundo, sólo en casos extremos y como medida última se acepta como un bien la muerte del tirano. Las objeciones para no llegar a semejante medida, no obedecen únicamente a motivos éticos, sino al hecho de que la eliminación de la injusticia va más allá de la sustitución de individuos en las posiciones del poder público. Hasta aquí, ha quedado caracterizada en sus principales rasgos la posición de los defensores de la violencia revolucionaria. Los argumentos expuestos guardan entre sí la coherencia suficiente para presentar la lucha armada como una opción lógica en el contexto de la dominación colonial y, sin duda, susceptible de adoptarse en otros contextos de opresión. Quedaría por resolver sin embargo, la cuestión de si la revolución es la única salida, según se desprende de los planteamientos de Frantz Fanon y Sartre. También quedan pendientes otras cuestiones, entre las cuales dos me parecen fundamentales. La primera se refiere a las consecuencias de mediano y largo plazos de la lucha revolucionaria. Según la experiencia histórica dichas consecuencias no concuerdan con la imagen idealizada prevista por sus defensores. El caso de la URSS es paradigmático. La segunda cuestión se refiere al supuesto de que el hombre es producto exclusivo de factores históricos, convicción explicable a la luz de la antropología marxista y del existencialismo ateo, negadores ambos de una esencia humana. El hombre no sería sino el punto de intersección de factores materiales, entre los que el factor económico es decisivo. 151
POLÍTICA EN LA PERIFERIA Así debe entenderse la tesis de Marx de que la conciencia es el reflejo del ser social y no éste el reflejo de la conciencia. Según lo anterior, al cambiar las condiciones materiales de la existencia, también cambia la condición humana: el hombre egoísta, ambicioso, posesivo, deviene en el hombre solidario, compartido, dispuesto incluso al sacrificio por sus semejantes. En los hechos, empero, las cosas no resultaron según las predicciones de la teoría y, en el caso especifico de la URSS, los viejos vicios se prolongaron bajo nuevas máscaras. La explicación podría encontrarse en parte en que el socialismo soviético no llegó a encarnar los principios del humanismo marxista, degenerando en el llamado socialismo real; pero quizá en mayor medida podría argumentarse en el sentido de que hay tendencias ontológicas sobre las que descansa la bipolaridad humana, con su doble inclinación al bien y al mal. Sea lo que fuere, hasta el día de hoy ninguna revolución ha cumplido la promesa de dar nacimiento a un tipo humano exento de pasiones destructivas. Con estas pasiones deben lidiar la religión, la filosofía y la política, cada una a su manera y con propósitos diferentes. Negada por el revolucionario a causa de sus métodos demasiado lentos para su impaciencia y, además, porque a la postre sus esfuerzos resultan simples paliativos, la política entendida como negociación, puede ser y de hecho ha sido una opción auténtica para enfrentar los conflictos entre hombres y naciones. Naturalmente existen diversas concepciones de la política. En los extremos, reflejando la polaridad humana, tenemos el realismo político al servicio de los intereses egoístas y, opuesto a él, la política orien152
MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ tada al bien público. Entre estas dos ideas de la política, la segunda expresa su vocación originaria tal como se expresa en la etimología del vocablo: política es la ciencia de la polis. Ciencia entendida en el sentido antiguo de sabiduría, que nos aconseja cómo organizar la ciudad de manera que ella sea la casa común. La experiencia de la descolonización del siglo veinte nos dejó los dos modelos analizados de liberación: el revolucionario y el de la acción política, cada uno con sus respectivas enseñanzas. El método preconizado por Sartre y Fanon no culminó, finalmente, con la aparición del hombre nuevo y la fe revolucionaria del mártir que fue Fanon nos habla de su generosidad y confianza en la bondad intrínseca del hombre que, aún siendo aceptadas, no se prestan a la interpretación, sin duda esquemática de Fanon. Según parece, la transformación objetiva de las relaciones sociales debe ir acompañada de un enorme y sistemático esfuerzo educativo para elevar la condición humana a la altura de los deberes propios del hombre. Esto sin considerar el problema de fondo acerca de la posibilidad de la erradicación del mal, que afecta de raíz a la existencia humana. Ahora bien, la otra gran respuesta a la opresión colonial, la encontramos en Gandhi, respuesta política, por cuanto su método se basa en el diálogo y la resistencia pasiva. La resistencia pasiva es otro modo de oponerse a la explotación y la violencia colonial. Por sus resultados, probó ser un arma eficaz para alcanzar los objetivos de la liberación con menos costos en términos de vidas humanas y pérdidas materiales, si bien demandando otra clase de sacrificios y una disciplina moral y espiritual para no derrumbarse a lo largo de un camino lleno de tropiezos, fracasos y traiciones. La doctrina de 153
POLÍTICA EN LA PERIFERIA la no violencia aportó otra ventaja sustancial: quitó sustento a la represión mostrando su inutilidad ante la voluntad de resistencia de las masas transformadas en pueblo. El ejemplo de Gandhi inspiró otros movimientos en el mundo. En Sudáfrica, Nelson Mandela puso fin al apartheid, ganando una dura batalla al racismo intolerante; en los Estados Unidos, se dieron pasos importantes hacia el reconocimiento de los derechos civiles para los afroestadounidenses gracias a Martin Luther King. Estas conquistas parciales y nunca definitivas, son avances en la línea del bien, coincidentes con otros avances en la línea del mal, según la visión histórica de Maritain. El riesgo es perder las conquistas alcanzadas y, con la pérdida, el resurgir de la desesperanza que alimenta el espíritu revolucionario, el impulso mesiánico de una nueva vida donde las contradicciones – esenciales a la vida –, sean erradicadas. Caer en la violencia revolucionaria, es el refugio de la desesperanza; es la evidencia del fracaso de la política. Por ello la política debe ser reivindicada como el ámbito de libertad donde se discute, ilumina y proyecta el destino del hombre.
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MARCELO RAMÍREZ RAMÍREZ
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POLÍTICA EN LA PERIFERIA
Nace en Ciudad Mendoza Veracruz, el 10 de Noviembre de 1940. Realizó sus estudios profesionales en la facultad de pedagogía de la Universidad Veracruzana y en la facultad de filosofía de la Universidad Iberoamericana. Ha sido catedrático en diversas Instituciones de educación media superior y superior en Xalapa y en la ciudad de México, excepto los períodos en que se desempeñó como funcionario público. Su obra escrita se encuentra plasmada básicamente en artículos y ensayos que dan testimonio de su interés en los temas de la educación y la política, que el autor ve íntimamente vinculados. 156
Los textos que componen la obra Política en la Periferia; el debate de las ideas, son una invitación a la reflexión, en la que según Marcelo Ramírez Ramírez, descansa siempre una conducta políticamente responsable, si bien el acto reflexivo debe ir acompañado, además, de un claro sentido del bien. Así, la política y la ética convergen en el compromiso que cada hombre o mujer han de asumir en la vida personal y en la vida pública.