ARTE
DE MÉXICO
A BOGOTÁ EL MUSEO DE ARTE MODERNO DE BOGOTÁ INAUGURA EN ESTE MES UNA RETROSPECTIVA DE LA OBRA DE ANA MERCEDES HOYOS. LO SORPRENDENTE ES QUE LA EXPOSICIÓN VIENE DE MÉXICO Y QUE LA CURADURÍA LA REALIZÓ EL MUSEO DE ARTE MODERNO DE LA CAPITAL AZTECA ALLÁ LA CONSIDERAN UNA ARTISTA DE PRIMER ORDEN. EN COLOMBIA TAMBIÉN ES UNA ARTISTA ESENCIAL DINERS_54
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Por María Margarita García Fotografías: Mauricio Ánjel
uando Ana Mercedes Hoyos participó por primera vez en las subastas de Sotheby’s y Christie’s, sus obras empezaron a formar parte de las colecciones mexicanas. Aunque ya había conquistado Nueva York, en el país azteca encontró el apoyo de una cultura que conoce su historia. El país donde surgió el muralismo como símbolo de resistencia y donde el arte contribuyó a una transformación social, acogió y reconoció el trabajo plástico de la artista colombiana y se convirtió en el primero en realizar su retrospectiva internacional. Es entonces de México de donde procede la exposición que este 12 de agosto inaugura el Museo de Arte Moderno de
ARTE Bogotá, De allá viene gran parte de las piezas seleccionadas por Luis Martín Lozano, director del Museo de Arte Moderno de México y quien con dos de sus colaboradores elaboró y desarrolló el proyecto durante tres años hasta conseguir las obras más significativas desde el período constructivo pasando por las atmósferas y los bodegones de la historia del arte, hasta la última producción, relacionada con San Basilio, en que se advierte su sentido de la plástica, el manejo de la luz y una expresión que apunta a una interpretación de carácter político y sociocultural. Las obras, pertenecientes a coleccionistas mexicanos, colombianos y norteamericanos, permiten una nueva “lectura” a través del montaje, para el cual ha venido personal azteca, tal como si se tratara de una artista de su país. Los cuadros de Ana Mercedes Hoyos compartieron el Museo de Arte Moderno de México con los de Diego Rivera cuya pintura difiere de la de ella aunque se asemeja en su esencia. A comienzos de los años sesenta, Ana Mercedes fue alumna de Marta Traba quien no estaba de acuerdo con el muralismo. “Fue mi maestra, pero teníamos profundas diferencias. A ella le daban miedo esos extremos. Por un lado hablaba de la resistencia que significaba conservar las raíces, pero por el otro descartaba a los muralistas. Creo que la enseñanza del arte es imposible. Por eso yo decía que estaba en la universidad de la vida y sabía que todo lo entendería en la práctica, y por eso he pintado y resuelto lo que he pensado. Así sucedió con la luz, el cubismo, el americanismo. Son etapas. En una de ellas me atrajo la postura americanista con la cual redescubrí a Rivera, a quien aprecié desde niña en los viajes con la familia a México”. Su retrospectiva empezó cuando “Ángel Kalenberg, escritor del ensayo editado por Benjamín Villegas y patrocinado por Davivienda, le envió la publicación a Luis Martín Lozano, que había visitado mi exposición en el Museo Cuevas de Ciudad de México y se entusiasmó con mi obra. En uno de sus viajes a Colombia vino al taller y al ver los lazos, los mapas y las cosas, me dijo: ‘Esto se está agrandando’. Y en ese proceso de curaduría empezó una relación estrecha de trabajo y amistad con él y sus colaboradores Marina Vásquez y José Valtierra.
Ellos crearon el proyecto y consiguieron la financiación, con el apoyo de Conaculta (Ministerio de Cultura de México), con Sari Bermúdez a la cabeza”.
CUESTIÓN DE IDENTIDAD
Su trabajo pasó de las salas circulares del Museo de Arte Moderno de México al Museo de Arte Moderno de Monterrey donde la propuesta de montaje imprimía cierta libertad a las obras situadas en grandes espacios. “Llegué a mis exposi-ciones como un invitado más. La muestra estaba perfecta. Vi el valor que les dan ellos a los artistas. Creo que es un ejemplo para seguir, pues a mi manera de ver, Colombia esíá un poco aislada. Se han creado ‘roscas’ que van en espiral. El país, sin proponérselo, ha mantenido a su gente separada del resto del mundo. Lo he vivido de cerca porque mi actitud es la opuesta. No pertenezco a ningún grupo, y en México mi obra se manejó sola”. En la exposición de Bogotá veremos parte de los trabajos que apreciaron los mexicanos, quienes además consiguieron la financiación para esta muestra en su país y el patrocinio de los ministerios de Relaciones Exteriores y de Cultura de Colombia, y de Davivienda. Y además la acompaña un libro-catálogo escrito por los críticos mexicanos Luis Martín Lozano y Marina Vásquez, el norteamericano Edward Sullivan y el colombiano Fernando Toledo. En ella se advierte cómo la artista consolidó su lenguaje abs-tracto en los años sesenta, época en que obtuvo el primer premio del Concurso Artes Ambientales (1968) organizado por el Mambo, en el cual ganó 20.000 pesos por su obra Blanco, sobre blanco, sobre blanco. Era la más joven de las expositores y a juicio de Marta Traba significaba “ese nuevo orden experimental de las artes plásticas capaz de dar al público lo que éste no espera”. Se confirman las palabras de Eduardo Serrano, quien afirma que se encaminó “por una senda más reduccionista y menos interesada en los detalles, que raya en la abstracción. Es el período de sus ventanas, que unas veces permanecían cerradas y otras abiertas y que permitían apreciar el cielo”. Poco a poco sus pinceladas se
salieron de aquella referencia arquitectónica hasta entrar en las atmósferas que le valieron el primer premio en el XXVII Salón Nacional de Artistas (1978). Luego con sus naturalezas muertas echó una profunda mirada a la historia del arte. Y cuando estaba en esa búsqueda encontró los platones llevados en la cabeza por las palenqueras de Cartagena. Ahora sus personajes son universales y sus obras están cargadas de contenidos políticos y sociales. “Me interesan el constructivismo y el cubismo, una disciplina compleja y difícil de entender a menos que uno penetre a fondo. Por eso, hace una década me fui a los orígenes y encontré a Jawlensky, que me pareció afín con Cezanne, y bajé a la historia hasta llegar a Caravaggio de quien me impactó su ruptura con el bodegón. En Zurbarán vi la importancia en la historia de un registro que se llama Bodegón por casualidad. Luego vino una pintura decadente que abomino, y finalmente hubo un rescate maravilloso en Lichtenstein cuando pintó la fruta como objeto cotidiano y casi periodístico... “Cuando estaba en ese proceso de investigación, de repente encontré el símbolo de una cultura en una fruta. En ese mo¬mento tuve mucho éxito, pero pensaba: Esto no es hecho por mí, simplemente estoy registrando un documento que nadie vio. Después, a través de esas palanganas, entré en una cultura y más tarde surgieron esos tiempos detenidos”. Tiempos que apuntan a la identidad: “Problemas, como los del 11 de septiembre se producen por la necesidad de la humanidad de tener una identidad, y yo he venido hablando del veinte por ciento de la población colombiana negra que supuestamente no existía”. En ese proceso de creación de su obra más reciente, cuando ya había compartido con Zenaida, Lola, Dominga y tantas otras palenqueras, supo que aquel era “un pueblo valiente que sentó el precedente de ser el primer pueblo libre de América. Tan valiente, que es de los pocos sobrevivientes de
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muchos palenques, y conserva su tradición. Toda una estructura social de la cual tengo un registro plástico y fotográfico”. En él muestra una visión positiva que ha manejado con ciertos símbolos de la dualidad. Es el caso del color como el del cuchillo, que es rosado porque “es un medio de trabajo de las palenqueras, pero hay quienes lo ven como un puñal”. Esas contradicciones son fruto de un momento histórico, porque Ana Mercedes piensa que no hay que desligar al artista del momento en que vive, aunque las obras no tienen tiempo. Así se advierte en la exposición y en sus nuevos proyectos como el desarrollado con Polígrafa, de Barcelona, propuesta que no había aceptado porque no conocía la técnica de la litografía, la cual aprendió con Luis Ángel Parra. “Con él estoy haciendo un libro de artista escrito por Germán Espinosa e ilustrado por mí, que se llevará en noviembre a la Feria de Frankfurt”. Así, llena de proyectos, de documentos, mapas, libros y fotografías, sigue su ritmo esta artista que ha estado muy ligada a México, donde tiene un taller de escultura que se ha convertido en el medio para continuar la estrecha relación que en algún momento hubo entre algunos museos de América Latina.