Leila Blue. La música de la luna

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Al señor O Título original: Leila Blue. La musica della luna

1.ª edición: marzo 2012 © Atlantyca Dreamfarm s.r.l., Italia, 2010 International Rights © Atlantyca S.p.A., via Leopardi 8, 20123 Milán, Italia foreignrights@atlantyca.it - www.atlantyca.com Edición original publicada por Arnoldo Mondadori Editore S.p.A, Milán, 2010 © De la traducción: Verónica Castañón Nieto, 2012 © De esta edición: Grupo Anaya, S. A., Madrid, 2012 Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid www.anayainfantilyjuvenil.com e-mail: anayainfantilyjuvenil@anaya.es Los nombres, personajes e indicios relacionados contenidos en este libro, propiedad de Atlantyca Dreamfarm s.r.l., han sido cedidos en exclusiva a Atlantyca S.p.A en su versión original. Su traducción y/o versiones adaptadas son propiedad de Atlantyca S.p.A. Todos los derechos reservados. ISBN: 978-84-678-2920-4 Depósito legal: M. 1938/2012 Impreso en Anzos, S. L. 28942 Fuenlabrada (Madrid) Impreso en España - Printed in Spain Las normas ortográficas seguidas son las establecidas por la Real Academia Española en la nueva Ortografía de la lengua española, publicada en 2010.

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Miriam Dubini

La música de la luna

Traducción de Verónica Castañón Nieto Ilustrado por Alessandra Sorrentino


Los personajes

Leila

La abuela Erminia

Elena

La tĂ­a Frenky FloriĂĄn


Merlín

Astra Ivy Bullitpot

Su Mística Majestad

La Blanquísima


Del Códex Magicorum de la Blanquísima

H echizo para quien no vuelve a volar Os canto en esta velada la blanca canción de plumas chamuscadas en transformación. Que estén los brazos donde estaban las alas, que el pico sea nariz en el centro de la cara.


Las patas palmeadas se convierten en pies, la cola desaparece y no la vuelves a ver. Atención, pájaros, empieza la guerra es hora de estar con los pies en la tierra. En filas ordenadas, ¡marchad!, ¡marchad! No hagáis preguntas, ¡marchad!, ¡marchad! Olvidaos de lo demás, ¡marchad!, ¡marchad! E igual que la nieve que cae aquí en el suelo, no vuelvas a volar y aterriza en el hielo.



P rólogo

Con los pies en la tierra

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n cuanto la Blanquísima terminó de pronunciar el hechizo, el Resplandeciente Batallón Aéreo salió tambaleante de una nube de copos de nieve. Entonces los copos desaparecieron poco a poco en el aire helado, y con ellos se desvanecieron también el pico, la cola y las plumas: los tres cisnes se habían convertido en tres sinmagia. —¡Firmes! —ordenó Mister Flanagan, estirando las piernas delgadas y llevándose una mano a la frente en un saludo militar. Pero el capitán no estaba acostumbrado a tener manos y piernas y se dio un bofetón en la nariz. Al no 9


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ser tan dura como el pico, le dolió solo un poco. Así se dio cuenta de que le habían crecido unos bigotes ásperos y grises. A su lado, el cadete Brosius se balanceó sin poder evitarlo y se cayó al suelo, rebotando sobre la barriga gordinflona que le había salido en lugar del pecho emplumado. —Hemos engordado un poco, ¿eh, cadete? —Madame Prin se rio de él. —¡Pues tú sigues siendo tan seca y antipática como siempre! —contestó Brosius, que por fin consiguió levantarse y ponerse firme. —¡Prrr! —Madame Prin le hizo una pedorreta. La misma forma que tenía su pico de cisne la tenía ahora su pequeña nariz francesa. —Silencio —ordenó la Blanquísima desde el centro de la sala de las bolas de cristal—. De un momento a otro vamos a recibir la bolollamada de Su Mística Majestad. La reina de las brujas dice que tiene un plan diabólico para capturar a la Sin Fragmento, pero no me fío de ella. En este momento, la Sin Fragmento podría haber sido iniciada. Lo que quie10


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re decir que sus poderes podrían haber aumentado de forma considerable. La mirada de la Blanquísima se desvió durante unos segundos hacia la tormenta de nieve que arreciaba en torno al Castillo de Hielo. —Ese es el motivo por el que os he transformado en seres humanos —continuó la soberana de todas las criaturas mágicas—. Os hago entrega de esta pequeña bola de viaje —dijo la Blanquísima, entregándole un colgante redondo y transparente a Madame Prin. Rodeó con él su largo cuello, ahora sin plumas—. Seguiréis a la reina de las brujas donde quiera que vaya y me informaréis de todos sus movimientos en tiempo real. —¡A sus órdenes, Vuestra Blancura! —contestaron los tres soldados a coro. De pronto, una luz intensa relampagueó en la sala y las bolas de cristal se encendieron como fuegos artificiales. Las caras de todas las brujas del planeta aparecieron en sus respectivas esferas. Reían burlonas: estaban preparadas para exponer sus malvados planes. La propia Blanquísima había inventado la Conferencia 11


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de las Bolas de Cristal, una reunión mensual de brujas, para ponerse al día y controlar las conversaciones irreverentes de las brujas de todo el mundo. Esa noche tendría lugar una C.B.C. extraordinaria, la más importante de los últimos once años. La reina de las brujas apareció en la esfera verde que colgaba del techo abovedado. —¡Buena medianoche, Su Mística Majestad! —saludaron las brujas a coro. —Buena medianoche, brujas de todo el mundo —contestó ella. La Blanquísima interrumpió inmediatamente aquellas formalidades inútiles: —Habla, bruja. —Como deseéis, Vuestra Resplandeciente Blancura —contestó Su Mística Majestad. Después se volvió hacia sus malvadas hermanas—. Brujas de todo el mundo, hasta el día de hoy habéis hecho trampas, estafado, mentido y robado: siempre habéis hecho lo peor que podíais para atrapar a la Sin Fragmento, pero lo peor que podíais no ha sido suficiente. Ha llegado el momento de ser más exigentes con vosotras 13


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mismas. No basta con ser malas, no os contentéis con eso: ¡sed pésimas! —¡Sí, señora! —contestaron todas las brujas, entusiasmadas. —Decidme, hermanas: ¿cómo de mala puede llegar a ser una bruja? —¡Muy mala! —contestó una hechicera de Suiza. —¿Y cómo de malas pueden llegar a ser todas las brujas del mundo juntas? —¡Mucho, pero que mucho más malas! —confirmó una adivina siberiana. —¡Exactamente, una maldad infalible! Ese es mi objetivo: aunaremos nuestros esfuerzos para perseguir a esa brujita presuntuosa. Somos muchas y estamos repartidas por todo el mundo. ¡Nuestra persecución no tendrá fronteras, no habrá descanso ni forma de escapar de ella! Tenderemos una trampa a la Sin Fragmento con un cebo al que no podrá resistirse. Le daremos lo que toda chica de once años sueña con tener y la obligaremos a salir al descubierto. ¡Esa brujita vendrá a nosotras preparada para ofrecernos su pequeño corazón ingenuo, y nosotras estaremos allí, 14


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esperándola para convertir su mejor sueño en la pesadilla más oscura! —¡Jajajaja! —todas las brujas del mundo se rieron a carcajadas. Solo una se quedó inmóvil con expresión absorta: Ivy Bullitpot. La bruja más malvada de Inglaterra estaba reflexionando sobre las palabras de Su Mística Majestad y no encontraba absolutamente nada de lo que reírse. Ivy, al contrario que todas las demás mujeres reunidas en la sala, conocía muy bien a la Sin Fragmento. Sabía cómo se llamaba, quiénes eran las personas a las que más quería y, sobre todo, cuáles eran sus sueños. Sabía que eran muy distintos de los de cualquier otra chica de once años, pero no dijo nada. Nunca había hablado con nadie sobre Leila Blue porque quería atraparla en primer lugar y entregársela después a la Blanquísima con sus propias manos. ¡Solo así se convertiría en la nueva reina de las brujas! El primer intento había salido mal, pedir ayuda a esos tres duendes no había


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sido un buena idea... Necesitaba un aliado más fiable. Pero ¿quién podía ayudarla? ¿De quién podía fiarse? Mientras Ivy pensaba en cómo atrapar a Leila Blue, Su Mística Majestad terminaba su discurso como si estuviese en un plató de televisión: —Solo hay una manera de asegurarnos el éxito de nuestra misión: la obediencia. Cada una de vosotras tendrá que obedecer rigurosamente todas mi órdenes, sin hacer ninguna pregunta. ¿Está claro? De todas las bolas se alzó una única y envalentonada voz, que graznó: —¡Señora, sí, señora! —Entonces... ¡empieza la caza! Todas las brujas comenzaron a vociferar de la excitación: —¡Atrapémosla! —¡Acabemos con ella! —¡Eliminémosla! La Blanquísima lanzó una de sus miradas heladas, que las hizo callar a todas. —Has lanzado tu desafío, bruja, pero quiero asegurarme de que jugarás según mis reglas. Mister Fla16


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nagan, Madame Prin y el cadete Brosius vigilarán tus actos con la apariencia de tres sinmagia. Si pierdes la partida, lo pagarás con tu vida. —¡A vuestras órdenes, Señora de los Hielos! —tuvo que contestar la reina de las brujas. La Blanquísima asintió, imperturbable. —Ahora cuéntame cómo va a desaparecer la primera bruja Sin Fragmento.

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