El día más hermoso del mundo:
el día mundo raro
Todos los días emergen como un libro y, entre todos ellos, el más extraño de todos. Uno que se abre y, dentro, se encuentran palabras que son silencio. No es que no haya alfabetos; a lo que responde la lógica del volumen es a esas formas que se escapan de nuestras lenguas terrenales, a las mismas que han hecho que muchos mundos resulten normales pero que haya un silencio propio de mundo raro. Y mundo raro es este día; un día que, más que pertenecer a las hilachas de la eternidad, se sustenta en una huella o un perfume: rastros que nos aseguran algo quizá semejante al infinito. ¿Y qué es el infinito?
Y los hongos gigantes que salen de una ojiva y se alojan allá, cerca al firmamento, durante un atardecer, e irradian otros senderos por los que los días también se desdoblan aunque culminen con la eliminación de la mayor parte de las especies a las que se les ha inventado una palabra y un destino. Las enumeraciones ocurren ante la incapacidad de decir: lo más cercano al silencio y, quizá por ello, sea la mejor manera de aludir parte de lo que ocurre en ese mundo raro. Pero son elusiones. Mundo raro es raro porque no se puede asir con verbos y sólo resta el hecho que puede convocar a los fantasmas: el amor. El amor que emerge en cada encuentro entre seres vivos. Y vivos son todos los seres, hasta los que no cuentan con un nombre que los adscriba al grupo de lo que es. Porque en el mundo raro Parménides es un tatareto que no sabe decir qué es y qué no es.. Porque Heráclito se ahoga y su cadáver flota por las aguas que siguen un camino y desaparecen junto al muerto.
Unas rocas cayendo de una altura impenetrable por los ojos
Heráclito flotando como las hojas secas que van por la quebrada que se rompe con la pisada de la estampida de los perros.
Las migas de pan que caen a los pies de una abuela que ha olvidado que vive
Mundo raro es, para mí, el mejor día de todos. El que más me importa. O, al menos, el que más me conmueve y le ha otorgado una brisa diferente a lo que yo entiendo que es mi vida.
La marcha de los perros hacia un caudal de agua que no arrastra sino hojas secas
Mundo raro es el amor. Y por ello, estos poemas, en el día Mundo Raro. Porque el mundo raro es el rostro más hermoso de la vida.
Amor mío: guárdame entonces en ti en los torrentes más secretos que tus ríos levantan y cuando ya de nosotros sólo que de algo como una orilla tenme también en ti guárdame en ti como la interrogación de las aguas que se marchan Y luego: cuando las grandes aves se derrumben y las nubes nos indiquen que la vida se nos fue entre los dedos guárdame todavía en ti en la brizna de aire que aún ocupe tu voz dura y remota como los cauces glaciares en que la primavera desciende
Guárdame en ti Por Raúl Zurita
Pienso en tu sexo Por César Vallejo
Pienso en tu sexo. Simplificado el corazón, pienso en tu sexo, ante el hijar maduro del día. Palpo el botón de dicha, está en sazón. Y muere un sentimiento antiguo degenerado en seso. Pienso en tu sexo, surco más prolífico y armonioso que el vientre de la sombra, aunque la muerte concibe y pare de Dios mismo. Oh Conciencia, pienso, si, en el bruto libre que goza donde quiere, donde puede. Oh escándalo de miel de los crepúsculos. Oh estruendo mudo. ¡Odumodneurtse!
Amor con tan honesto pensamiento Por Félix Lope de Vega DEFINICIÓN DEL AMOR Por Francisco de Quevedo Es hielo abrasador, es fuego helado, es herida que duele y no se siente, es un soñado bien, un mal presente, es un breve descanso muy cansado. Es un descuido que nos da cuidado, un cobarde con nombre de valiente, un andar solitario entre la gente, un amar solamente ser amado. Es una libertad encarcelada, que dura hasta el postrero paroxismo; enfermedad que crece si es curada. Éste es el niño Amor, éste es su abismo. ¿Mirad cuál amistad tendrá con nada el que en todo es contrario de sí mismo!
Amor con tan honesto pensamiento arde en mi pecho, y con tan dulce pena, que haciendo grave honor de la condena, para cantar me sirve de instrumento. No al fuego, al celestial atento, en alabanza de Amarilis suena con esta voz, que el curso al agua enfrena, mueve la selva y enamora el viento. La luz primera del primero día, luego que el sol nació, toda la encierra, círculo ardiente de su lumbre pura, y así también, cuando tu sol nacía, todas las hermosuras de la tierra remitieron su luz a tu hermosura.
LA PORTADORA Por JORGE TEILLIER
Y si te amo, es porque veo en ti la Portadora, la que, sin saberlo, trae la blanca estrella de la mañana, el anuncio del viaje a través de días y días trenzados como las hebras de la lluvia cuya cabellera, como la tuya, me sigue. Pues bien sé yo que el cuerpo no es sino una palabra más, más allá del fatigado aliento nocturno que se mezcla, la rama de canelo que los sueños agitan tras cada muerte que nos une, pues bien sé yo que tú y yo no somos sino una palabra más que terminará de pronunciarse tras dispensarse una a otra como los ciegos entre ellos se dispensan el vino, ese sol que brilla para quienes nunca verán. Y nuestros días son palabras pronunciadas por otros, palabras que esconden palabras más grandes. Por eso te digo tras las pálidas máscaras de estas palabras y antes de callar para mostrar mi verdadero rostro: «Toma mi mano. Piensa que estamos entre la multitud aturdida y satisfecha ante las puertas infernales, y que ante esas puertas, por un momento, llenos de compasión, aprisionamos amor en nuestras manos y tal vez nos será dispensado conservar el recuerdo de una sola palabra amada y el recuerdo de ese gesto lo único nuestro».
Más allá del amor Todo nos amenaza: el tiempo, que en vivientes fragmentos divide al que fui del que seré, como el machete a la culebra; la conciencia, la transparencia traspasada, la mirada ciega de mirarse mirar; las palabras, guantes grises, polvo mental sobre la yerba, el agua, la piel; nuestros nombres, que entre tú y yo se levantan, murallas de vacío que ninguna trompeta derrumba. Ni el sueño y su pueblo de imágenes rotas, ni el delirio y su espuma profética, ni el amor con sus dientes y uñas nos bastan. Más allá de nosotros, en las fronteras del ser y el estar, una vida más vida nos reclama.
Por Octavio Paz Afuera la noche respira, se extiende, llena de grandes hojas calientes, de espejos que combaten: frutos, garras, ojos, follajes, espaldas que relucen, cuerpos que se abren paso entre otros cuerpos. Tiéndete aquí a la orilla de tanta espuma, de tanta vida que se ignora y se entrega: tú también perteneces a la noche. Extiéndete, blancura que respira, late, oh estrella repartida, copa, pan que inclinas la balanza del lado de la aurora, pausa de sangre entre este tiempo y otro sin medida.