La historia de antes, Los Guajes

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Las historias de antes.

Los Guajes


Título original: Las historias de antes. Los Guajes Textos y redacción:

Mariel Carpio Szymanski Alexandra De Losada Ortega Francisco Figueroa Olvera Diseño de Portada/Ilustración/Editorial: Daniela López María Cervantes Andrea Sánchez Renata Cater

© 2016 Conveto del Santo Desierto del Carmen A..C.

ISBN:

Le reproducción total de esta obra sin el conocimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.


Las historias de antes.

Los Guajes


El lugar de los Guajes El trabajo de las mujeres Casa

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Puntas del rebozo Ropa Parteras

El matrimonio

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El trabajo de los hombres

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Ganado Hornos de cal LeĂąa Los que fueron a Estados Unidos y regresaron

La comida

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Las hierbas que curan Los Cambios Carretera

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Luz Casas Escuela De padres a hijos

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Los ratos libres Mensajeros

Las fiestas de los pueblos Fiesta de Cuaresma

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Fiesta de los Santos Difuntos Fiesta del Santo Desierto del Carmen Misas, Bodas y Bautizos

El mal

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Las revoluciones Batalla entre Urbalejo y Mendoza

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Diablo Llorona Perro negro Brujas

Historias del Convento del Santo Desierto del Carmen en tiempos de Mendoza y Urbalejo Historia de la virgen que se hacĂ­a

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ancha y se hacĂ­a larga Historia de las soldaderas

Consejos de los abuelitos

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“Antes era una historia, ahora es otra diferente.”

En el interior de este pequeño libro están guardados los recuerdos, la vida y las historias de las personas que vivieron en las comunidades de Pachuquilla, El Palmar de Guadalupe y El Zapote, en otro tiempo… hace muchos años.

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omo tú, estas per sonas también fueron niños y jugaron, trabajaron el campo y aprendieron a vivir bien en las montañas. Luego crecieron, se convir tieron en papás y mamás, y cuidaron el mismo campo que sus antepasados cultivaron hace cientos de años.

Durante el verano del año 2015 tres amigos de la Ciudad de México estuvieron recopilando historias acerca de todo lo que pasaba por estas comunidades hace muchos años. Ale, Paco y Mari platicaron con las personas más viejitas del lugar y ellos les narraron cómo era la vida antes. Los tres quedaron tan maravillados con lo que escucharon que decidieron escribirlo.

Si lees las páginas de este libro, las historias de antes te enseñarán al mismo tiempo: lo que alguna vez fuimos, lo que somos ahora y lo que ya no somos.

Así lograron devolver a las personas de estas comunidades todas sus historias en forma de letras, dibujos y papel, para que pudieran revivirlas y asombrarse tanto como ellos. 6


Los tres amigos se sorprendieron al escuchar que algunas per sonas les decían que se sentían ignorantes porque para ellos las per sonas que viven en las comunidades son maravillosas. Tienen comida criolla todos los días y deliciosas tor tillas hechas a mano. Todas las mañanas las nubes cubren el campo. Los cerros están llenos de árboles y por donde mires no se ve mas que el cielo. Hay pájaros cantores y golondrinas que lo cr uzan volando a toda velocidad. Aquí se vive rodeado de per sonas amables, trabajadoras y verdaderamente sabias.

algunas cosas ya no se usan, y algunos animales y plantas han desaparecido del ambiente natural. Se cor tan muchos árboles y ya casi no hay agua. Puedes leer este libro como tú quieras. Empezar desde las primeras páginas o, si así lo prefieres, dar te una vuelta por el índice y escoger los temas que más te gusten en el orden que tú quieras. Todo depende de ti.

Este libro quiere enseñar te todo eso y más: aprender sobre el pasado para reconocer lo diferente y lo que es igual entre la vida de hace muchos años y hoy. Pero seguramente si obser vas con cuidado, te darás cuenta que todo ha cambiado mucho: 7


El lugar de los Guajes Hace casi cien años, cuando los bisabuelos eran apenas unos niños, alrededor de Malinalco se iba abriendo una vereda de tierra que cortaba los cerros pintados de verde. Una ranchería única y oculta estaba en la cima.

Pájaros de diferentes tamaños volaban el cielo tranquilamente, cortando el aire caliente con sus alas. El tiempo pasaba y en la época de secas los colores de los cerros cambiaban y los árboles pasaban del color verde al café. Grandes mariposas blancas nacían de entre los arbustos y se unían unas con otras en un baile interminable.

En lo espeso del bosque, los ocotes convivían con los árboles de cazahuate. Del zompantle y el copal colgaban lianas que parecían serpientes de piedra.

De entre las hierbas del Cerro del Campanario se veía pasar a un venado que le enseñaba a su cría a caminar por el bosque. Un poco más abajo, una familia de tejones salía de su madriguera empujando las hojas secas de los árboles y caminando en fila por una vereda secreta.

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Por la noche el armadillo se enrollaba para dormir. Así se cuidaba del coyote, que caminaba como un espíritu silencioso en la oscuridad. En lo negro de la noche se escuchaba un silbido y no era de grillo. Un tilcuate que colgaba de la rama de un mango fijaba sus ojos en la nada. Como ya era viejo, sus alas le ayudaban a volar para buscar la puerta de alguna casa. Le gustaba la leche e iba tras una mujer a la que recién le nació su primer hijo. La había visto durante el día, mientras ella se encaminaba a dejarle la comida a los peones de la milpa donde trabajaba su esposo. Poco a poco, mientras los grillos dejaban de cantar y las cigarras ya zumbaban, el sol comenzaba a iluminar el techo de palma seca de una casa. En el zaguán estaba un señor poniéndose un sombrero y tomando su machete para irse a la milpa. Su esposa salía para despedirlo. Este lugar se llamaba Los Guajes, y ahora son las tierras de Pachuquilla, El Palmar de Guadalupe y El Zapote.

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El trabajo de las mujeres

“Lo más bonito de un trabajo es el aprendizaje que gana uno.”

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uando los señores salían de sus casas par a ir a la milpa, cuando no había luz y se tenía que caminar a todos lados por las veredas, las mujeres de Los Guajes se dedicaban a la casa. Se levantaban muy tempr ano por la mañana a hacer el fuego, prepar ar el nixtamal y moler de rodillas el maíz a metate por largas hor as par a prepar ar r iquísimas tor tillas. También se ocupaban de cuidar a los niños y enseñar les los tr abajos del hogar.

Comida

Más tarde, mientras cuidaban a los animales, recogían plantas y hongos del monte, como el pápalo y los hongos azules. Cuando terminaban de cocinar algunas cosas como memelitas y sopa, llevaban la comida a sus esposos que trabajaban el campo. Ahí, junto a los hombres limpiaban la milpa. 10


Casa

Con esos rebozos las mujeres cargaban a los niños y se tapaban del frío. En las bodas usaban unos muy elegantes de color blanco que se ponían en la cabeza para entrar a la iglesia. También se iban a Tenancingo para comprarlos, empuntarlos en sus casas y regresar a venderlos.

Con su brazo izquierdo y su cadera, las mujeres cargaban pesadas cubetas con agua que traían desde los manantiales. Lavaban la ropa y almidonaban las camisas de los hombres. De ahí iban al campo a recoger leña y encendían el fuego para calentar las planchas de hierro.

Puntas del rebozo Cuando la casa ya estaba limpia se sentaban por largas horas a hacer hermosas puntas de rebozo.

Ropa Cuando la ropa ya estaba vieja y no se podía usar más, las mujeres iban a Tenancingo a comprar tela de percal para hacer sus vestidos; también manta para hacer el calzón largo y las camisas de sus esposos e hijos. No hacían zapatos porque las personas de ese tiempo no acostumbraban usarlos. Iban descalzas por todas partes.

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Las parteras En Los Guajes no había hospitales ni clínicas. Los bebés nacían gracias a la ayuda de parteras. Ellas conocían muy bien a las mujeres y entendían los sufrimientos por los que pasaban al tener un bebé. Sabían de remedios, sobadas y cuidados. Y aunque no hubiera una escuela para las parteras, ellas aprendían viendo cómo lo hacían otras mujeres y valientemente ayudaban a los bebés a venir a este mundo.

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El matrimonio

“El me vio como yo a él, y cómo nos quisimos.”

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n Los Guajes los hombres y las mujeres se conocían en los mercados, en las fiestas y en el campo. Cuando a un hombre le gustaba una mujer se la robaba. También había otros que nomás de verse ya se querían. Cuando se juntaban, se casaban por las dos leyes, la de la Iglesia y la del gobierno, y tenían muchos hijos juntos. Al ir creciendo, los hijos ayudaban a sus papás y mamás en el trabajo de todos los días. Los niños aprendían a trabajar el campo y a cuidar animales con sus papás. Las niñas aprendían todas las tareas de la casa con sus mamás: limpiaban, lavaban y cosían la ropa; cocinaban y empuntaban el rebozo.


El trabajo de los hombres

“Mi papá nos ensenó a trabajar el campo.” Ganado Los hombres de antes criaban muchos animales como vacas, toros, puercos, borregos, cabras, caballos y burros. Unos animales se comían y otros se vendían en Tenancingo y Malinalco. Otros eran usados para andar por los caminos. Con la leche de las vacas se hacían deliciosos quesos y cremas para comer todo el año.

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n Los Guajes los hombres aprendían a trabajar la tierra para tener cosechas de maíz y frijol todo el año. Quitaban la hierba con su machete largo y con ayuda de la yunta surcaban la tierra bajo el sol soñando con una buena cosecha. Cuando la cosecha escaseaba algunos hombres salían a lugares como la Hacienda de Jalmolonga a trabajar el arroz y la caña de azúcar. 14


Hornos de cal Para poder hacer el nixtamal, las mujeres necesitaban cal. La cal de piedra se preparaba en unos hornos donde los hombres trabajaban todos los dĂ­as. Gracias a ellos la cal se usaba para hacer tamales, gorditas y tortillas que tambiĂŠn se podĂ­an vender en los mercados.


Estos hombres regresaron a México conociendo el trabajo de sus esposas, madres y hermanas, ya que allá no había mujeres que les cocinaran, limpiaran la casa o lavaran su ropa. Las mujeres que se quedaron aquí también aprendieron el trabajo de los hombres, porque tuvieron que hacerse más fuertes y cuidarse solas. Hubo algunas que hasta aprendieron a disparar con escopeta para espantar a los animales.

Leña Los hombres de Los Guajes tenían fuertes y hábiles manos con las que podían cortar leña fácilmente y sacar la rafia de ixtle del maguey para hacer cuerdas. Con ellas amarraban los techos de las casas envaradas.

Ahora ya no hay tanta migración como antes porque es más difícil cruzar la frontera entre México y Estados Unidos. Además, antes los hombres podían irse a trabajar a las cosechas y cuando se terminaran regresar a México con su familia.

Los que se fueron a Estados Unidos y regresaron No hace muchos años algunos hombres empezaron a viajar a Estados Unidos para trabajar en las pizcas de espárrago, tomate “cherry”, chabacano, manzana, pera y otras frutas y verduras. 16


La comida

“Toda la gente hace su nixcomel”

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Las personas compraban pan sólo cuando bajaban a Malinalco y Tenancingo a vender leña, animales, frutas y verduras de temporada.

n Los Los Guajes todo era más barato porque en aquel tiempo la comida se vendía por centavos. Era poco común que alguien comiera carne. Lo que les gustaba comer eran hierbas criollas, como el pápalo y el quelite; y verduras, como el rábano y las calabazas. Las frutas, como las ciruelas y los mangos, eran los dulces de antes, y los niños no comían helado, chocolates ni caramelos.

Insectos A los niños de antes les gustaba comer insectos. Todavía se ven pasar por los caminos a los pequeños y coloridos jumilines. También, durante la cosecha del maíz, se recolectaban marranitas, que eran pequeños gusanos que se asaban en el comal.

La comida se cocinaba con manteca de cerdo y el maíz y el mole se molían a metate. Las hierbas se recogían del monte. No se acostumbraba comer pan tan seguido como ahora, porque los hornos de leña son algo más nuevo. 17


Las hierbas que curan

“Las hierbas de campo te curan. Son buenas, solamente hay que tenerles fe.”

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uando a la gente le dolía la cabeza o el estómago, se curaban con hierbas del campo, como el chilacayote, borraja, salvia, rosa de Castilla y malva. Algunas de ellas se preparaban en tés y con otras se hacían lavados. Por ejemplo, la Ruda y el Estafiate servían para curar las heridas pequeñas y la ortiga para las enfermedades de los pulmones.

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Estafiate

Chilacayote

Malva

Rosa de Castilla

Ortiga

Salvia

Ruda

Borraja

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Los Cambios

“Mi papá me dijo: hijos, yo lo que quiero es que hagan obras para los hijos de ustedes.” Carretera

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no de los cambios más importantes fue la carretera. Cuando no existía era muy cansado y tardado ir a vender ciruela, jitomate y caña a Malinalco y Tenancingo, así como ir a trabajar a los campos de flores en Zumpahuacán y Santa Ana. Además, si un enfermo se ponía grave había que bajarlo a pie en una tabla entre cuatro personas al hospital de Tenancingo o Malinalco.

Luz Los abuelitos no conocían la electricidad cuando eran niños. Prendían viejas lámparas de petróleo para iluminar las oscuras noches del campo, ya que ni en las casas ni en la calle había luz. Pero la electricidad no sólo sirvió para que hubiera luz.También ayudó a bombear el agua 20


Escuela

desde lejos, ya que todas las personas de Los Guajes tardaban mucho en ir caminando hasta los manantiales y los pozos.

Las escuelas primarias a las que iban los abuelitos de Los Guajes eran muy diferentes a las de ahora. Antes los niños se sentaban en el pasto y se tapaban del sol con la sombra de una enramada o un ocote. En la frescura del campo el profesor les daba clases de Gramática, Aritmética, Geometría, Botánica y Zoología. Estas escuelas existieron en lo que ahora son el Palmar de Guadalupe, Pachuquilla y el Zapote.

Ahora se tienen postes de luz que ayudan a prender los focos y aparatos eléctricos que hay en las casas, como los radios y las televisiones.

Casas

De padres a hijos Las familias en Los Guajes hacían sus casas con lo que les daba la naturaleza. Recogían zacatón y varas del campo para formar las paredes. Algunas veces les ponían lodo encima para formar una pared más gruesa. Para hacer el techo, los hombres iban al cerro, cortaban palma y la ponían sobre el envarado ya que estaba seca. Los pisos eran de tierra y las camas de otate y petate. Para terminar las casas, a las familias les gustaba hacer un pequeño zaguán en la entrada con chapulixtle.

En Los Guajes los papás enseñaban a los niños a trabajar la milpa. Las niñas aprendían con sus mamás el trabajo de la casa, así como saber empuntar los rebozos para vender. Esta educación era más importante que la de los maestros que se traían porque les enseñaba a trabajar y vivir bien en el campo, que era su hogar. 21


Los ratos libres

Los niños jugaban a las canicas, a la cuarta o a los volados, mientras las niñas juntaban hierbitas del campo y se divertían jugando a la comidita.

En la tarde cuando los hombres, las mujeres y los niños descansaban, se sentaban en silencio a escuchar radionovelas como la de “Felipe Reyes” y “Porfirio Cadena”.

La televisión no existía en ese tiempo, así que los niños no veían caricaturas y los adultos no veían telenovelas o noticias. Sólo las personas que tenían radio se enteraban de lo que pasaba en el país, y para darles la noticia a los demás mandaban mensajeros por todos Los Guajes.

Pero cuando no pasaban las radionovelas, a los niños y niñas les gustaba jugar en el campo.

Mensajeros Cualquier persona podía ser mensajero. Si una persona quería invitar a parientes que vivían lejos porque iba a casarse o iba a hacer una fiesta por el bautismo de su hijo, también mandaba mensajeros que llevaban las noticias hasta esos lugares. Los mensajeros no siempre traían buenas noticias. Los recados sobre una persona difunta o enferma también eran parte de la vida de esas personas.

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Las fiestas de los pueblos

“Yo tanta fe le tengo a mi padre como a mis santitos.”

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n Los Guajes no había fiestas dedicadas a los santitos. Todo empezó cuando un sacerdote del Santo Desierto del Carmen bajó y bautizó a las comunidades. Desde ese día El Palmar de Guadalupe hace la fiesta de la Virgen de Guadalupe, Pachuquilla la de la Virgen del Carmen, y El Zapote la de la Santa Cruz. Así comenzó una bonita tradición que se celebra durante la primavera. Como se sigue haciendo hoy, los mayordomos organizaban a la gente y recolectaban el dinero para la mojiganga, la música de viento y los toros, que eran traídos por hombres a caballo desde lejos. Todas las fiestas empezaban con una misa y acababan con un baile.

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Fiesta de Cuaresma En Los Guajes la Cuaresma y la Semana Santa se tomaba muy en serio. Desde el Jueves Santo no se trabajaba. Todo el viernes se ayunaba y el sábado por la mañana la gente comía riquísimas torrejas con leche recién ordeñada.

Fiesta de los Santos Difuntos Como se sigue haciendo hoy, el día de los Santos Difuntos se celebraba poniendo un altar con flores y prendiendo copal. También se preparaba la comida favorita del muertito para que descansara contento.

Misas, Bodas y Bautizos Las bodas y los bautizos se hacían en la Parroquia de Malinalco, y aunque la gente de Los Guajes no había hecho su primera comunión y confirmación, en ese tiempo sí se podían casar y ser bautizados. El único problema era que las personas no podían comulgar cuando iban a misa. Fue por eso que un grupo de mujeres de Los Guajes decidió comenzar las clases de catecismo. 24


Fiesta del Santo Desierto del Carmen Las fiestas que se hacen cada año en el Santo Desierto son muy antiguas. La gente llegaba en peregrinaciones desde muy lejos para ver a la Virgen del Carmen o a Santa Teresita para darles las gracias. Para festejar se vendían flores, pan de Tecomatlán, dulces de Chalma y frutas, como plátanos y granadas.

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El mal

“Son los pecados de uno los que espantan” Perro negro Cuando una persona sale de su casa en busca de vicio se aparece un perro negro que no los deja seguir caminando. Una vez un muchacho se salió de su casa muy de noche para emborracharse. A la mitad del camino, el perro negro se le cruzó y no lo dejó pasar. Enojado, el muchacho le dio la vuelta. En ese momento sintió una garra peluda en su hombro, que lo arrastró de regreso a su casa.

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La Llorona Cuentan que hace mucho tiempo una mujer ahogó a su hijo en un río. Como castigo, Dios la hizo penar después de la muerte. Ahora, por la noche se le escucha gritando por su hijo. El lamento se escucha desde Monte Grande, pasa por El Zapote y Pachuquilla, y da un último grito en el Balcón del Diablo.

El diablo

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os abuelitos cuentan qcuentan que cuando los hombres agarran un vicio, como el alcohol, el diablo se les aparece de repente en la forma de un señor montado en un caballo negro y grande, que los persigue y los obliga a hacer cosas horribles. Por ejemplo, hace treinta años en la peña del Nixcongo se veía a un hombre colgado. Todos decían que era el diablo, pues hacía que las personas que pasaban por ahí se hicieran daño. Decían que se metía en sus cuerpos y les quitaba la vida. Algunos dicen que todo esto se ha ido terminando gracias a las bendiciones de los curas.


El balcon del diablo Hace muchos años peregrinaba el grupo de padres descalzoconocidos como los frailes carmelitas. Ellos buscaban un lugar donde establecerse y predicar la religión católica. Al fin encontraron un lugar, pero estaba ocupado por el mismo demonio. Eso lo sabían porque siempre hacía travesuras y después desaparecía. Para luchar contra el demonio, los padres hicieron una capilla con una campana, pero cuando intentaron tocarla, un fraile vio que tenía un chango colgado. Entonces el fraile lo hizo bajar haciendo oraciones con una cruz y agua bendita. El chango se puso a gritar y a correr hacia el despeñadero. Ahí el fraile lo aventó y colocó una cruz para que no pudiera volver a subir. En la actualidad esa cruz existe y a ese lugar se le conoce como ‘El Balcón del Diablo’.

Brujas En Los Guajes dicen que también había brujas. Parecían mujeres normales, pero cuando nadie las veía tomaban la forma de gato, gallina o zopilote. Luego salían a llevarse a los niños y a chuparle la sangre a los adultos. También se quitaban las piernas con ayuda de un aceite, se ponían alas de petate y salían volando en forma de luces de colores.

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Las revoluciones

“El gobierno le dijo a mi papá, si en revuelta aqui los hallamos, en ese árbol los colgamos.”

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soldados decían para que no se molestaran y les fueran a hacer daño.

i alguna vez platican con los abuelitos más viejitos y les preguntan sobre cómo fue ser niño en Los Guajes, seguramente ellos les hablarán sobre las dos revoluciones, la de Zapata y la de Mendoza. En las dos se sufrió y en las dos se lloró porque se perdieron seres queridos y se vivieron muchos abusos.

En la primera revolución se hablaba todo el tiempo de Emiliano Zapata, el general que le quería regresar las tierras a los campesinos. Fue hasta la segunda revolución cuando se empezó a oír sobre Mendoza, Benjamín Mendoza, el general más fiel de Zapata...Y el más chaparrito también.Y lo que se decía de él era que ayudaba a todas las personas porque en ese tiempo se cerraron las iglesias ya que el gobierno perseguía a los curas.

Los abuelitos cuentan que seguido pasaba el ejército del gobierno ordenando que se les sirviera de comer, y al no poder defenderse, a las personas no les quedaba de otra que hacer lo que los 29


Y aunque había generales y soldados que querían ayudar a las personas, fueron las mismas personas las que tuvieron que pagar el precio de esta guerra y por muchos problemas y sufrimientos pasaron. Se escondían en las cuevas y podían comer sólo durante la noche para que los soldados no vieran el humo que salía de entre los árboles cuando cocinaban. Tenían que comer puras gorditas de mexal y hierbitas porque no había nada más que comer. Si los agarraban en las cuevas, los soldados se llevaban a las mujeres y mataban a los hombres y a los niños con sus rifles 30-30.

Batalla entre Urbalejo y Mendoza Cuentan que en esos tiempos, Mendoza andaba escondiéndose de un general del gobierno que se llamaba Urbalejo. Hasta que un día, sabiendo que Urbalejo subiría a Los Guajes, se armó de valor y lo siguió hasta el Horno del Conejo, muy cerca del Zapote. Ahí lo encontró comiendo y celebrando con todos sus

soldados, quienes habían molestado a un señor ordenándole que matara a su animal para cocinarlo. Mendoza, de entre lo espeso del bosque, comenzó a disparar hasta que mató a todos los soldados de Urbalejo. Los abuelitos cuentan que al final este general del gobierno, desesperado, lloraba como un niño al ver a sus soldados muertos. Parecería que Mendoza era muy bueno y que Urbalejo había perdido la guerra por malo, pero lo último que cuentan los abuelitos de esta historia es que el gobierno le regaló una hacienda a Mendoza para que dejara de hacer la guerra... Mendoza, tranquilo, aceptó el regalo de sus “enemigos”.


Historias del Convento del Santo Desierto en tiempos de Mendoza Historia de las soldaderas e las dos revoluciones, varias historias se recuerdan del Convento del Santo Desierto del Carmen, cuentan que un grupo de soldados entró al convento, algunos de ellos eran mujeres, y como al convento sólo podían entrar los hombres, el piso de la iglesia empezó a hundirse. Dicen que todavía hoy pueden verse las huellas. Este grupo de soldados saqueó el convento y se llevó al Niño que la Virgen cargaba. Bailaban y reían a carcajadas hasta que se escuchó un fuerte grito de una de las soldaderas que jugaba a amamantar al niño. Cuando todos voltearon vieron cómo se le llenaron los senos de leche hasta que le reventaron. Todos salieron despavoridos, en señal de que ese lugar estaba protegido por algo más poderoso.

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Historia de la Virgen que se hacía larga y se hacía ancha

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icen que una vez los soldados del gobierno entraron a la iglesia del convento a saquearla. Borrachos, maldecían los altares y orinaban en el piso. Cuando intentaron robarse a la Virgen del Carmen, ella se hizo ancha para no caber por la puerta. Le dieron vuelta, pero en ese momento se hizo larga. De pura desesperación, uno de los soldados le dio un balazo a la Virgen, pero la bala rebotó y lo mató.

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Consejos de los abuelitos

“Yo todo esto lo sé porque mi mamá y mi papá me han platicado.”

os abuelitos, que son los que contaron estas historias, cuidaron la tierra y los árboles y formaron amistad con todas las personas que vivían en este lugar. Ellos quieren que sepas que esta tierra es tan tuya como fue de ellos y que las personas que viven aquí son tus vecinos y tu familia. Quieren que te acuerdes de cómo era antes y que no lo olvides porque ven que la vida ha cambiado mucho y se preocupan de que se pierdan las cosas bonitas de antes. También te quieren aconsejar que cortes la leña de la punta de los árboles y recojas las ramas del suelo para hacer fuego, que plantes un árbol y utilices sólo el agua que necesitas. La naturaleza merece el mismo respeto que cualquiera de nosotros.

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Estas son algunas palabras que te dejan. Cuando fuimos a hablar con ellos nos pidieron que las pusiéramos en el libro. Aquí van:

“Enséñense, aprendan, porque eso da trabajo y ayuda a vivir bien” “Antes había respeto bonito, ahora ya no es como antes. Los niños ya no saludan.” “Que vivan bien. Que no anden en la calle agarrando vicios. En la calle aprenden de todo […] tampoco que anden tanto en los bailesporque ahí agarran vicios que no se quitan.” “Que los jóvenes vivan bien. Que no sean borrachos. Que traten bien a sus esposas y que les den bien su gasto.”

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“Los jóvenes deben ser muchachos educados, ponerse a trabajar, ver por sus hermanos, dejar de tomar.” “Antes todo estaba bonito, todo estaba con calma, ahora no.” “Hay que cuidarse del vivo, que el muerto no hace nada.” “Antes era bonito. En la misma pobreza era bonito.” “A mí me gustaría contarles mi misma historia, para que ellos la cuenten […] porque [ahora] ya no hay guerra de la revolución, hay guerra entre familias. Ya no hay respeto.” “Que no se olviden de cómo era antes, que se trabajaba mucho, se sufría mucho y costaba trabajo hacer las cosas. Y que se acuerden de sus abuelos.”

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AquĂ­ termina este libro de Las historias de antes contadas por los abuelitos. Pero la Historia no acaba aquĂ­. Te toca ahora a ti contar tu propia historia. Pasa al libro Mi historia y empieza a escribirla.

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Créditos Los que contaron estas historias Agustina Paula Landeros Alberta Lara Angelina García Aureliano Juárez Candelaria Jiménez Villegas Carmen Cruz David Cruz Engracia Vázquez Eulalia Nieto Medina Fulgencio Landeros Guadalupe Mendoza Herminia Juárez Jacinta Guardián José Dolores Jiménez

Lucas Jiménez Lucía Cruz Degante Manuela Jiménez María Cecilia Landeros Mariano Álvarez Miguel Landeros Benítez Rafaela Medina Reyna Jiménez Villegas Ricarda Álvarez Santos Jiménez Cruz Trinidad Vallejo Trinidad Vázquez Valentín Landeros

Los que escribieron estas historias

Las que dibujaron estas historias

Mariel Carpio Alexandra de Losada Francisco Figueroa

Andrea Sánchez Daniela López Aura Estrada Renata Cater María Cervantes

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Coordinación de la Asociación Civil del Santo Desierto del Carmen

Agradecimientos especiales Ana Karen Medina Belén Medina David César Mancio Deysi Flores Landeros Doña Cira Álvarez Don Cupertino (taxista) Erasmo Medina Giovanna Colector Itzel del Carmen Medina Julio (taxista) Los niños (Luis, Karlita, Tonantzin, Selene, Eloísa y Ángeles Landeros) Luis Daniel Munguía Magdalena Landeros Manuel y Claudia Armendaño (maestros) Miguel Nava Paulina Zamora Tomasa (Agua Dulce) Valente Landeros

Fray Carlos Martínez, OCD Xóchitl Castañeda Fernando Rovalo

Coordinación del Servicio Social de la Universidad Iberoamericana Elisa Gutiérrez Elena Luengas

Coordinación del Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana Leonor Correa Jane Dale Lloyd

Coordinación del Departamento de Diseño de la Universidad Iberoamericana Fernando Bermúdez Otilio Parada Ana Listopad María del Carmen Szymanski

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