¿A dónde va la poesía? Bernard Nöel
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¿A dónde va la poesía?
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La pregunta es violenta.
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La respuesta también lo es, y respecto de mí mismo, porque no podría decir todo. Quisiera dar cuenta aquí de un trayecto, pero con el fin de construir el momento en que, por su expresión misma, cambió de naturaleza lo que fue personal y se hizo otro, se hizo del Otro. Al buscar esta expresión, busco la claridad y encuentro una oscuridad que resiste, que me violenta.
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ÂżNo es la opacidad precisamente el cuerpo que yo querĂa iluminar: el cuerpo del idioma que quiero amar y que a la vez quiero entregar?
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El cuerpo que, al tratar de expresarlo, interiorizo en el exterior.
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Entonces regreso a la pregunta, como al cuchillo, como al filo: ¿qué futuro tiene la poesía? ¿Sobrevivirá la poesía como género o con otras formas? Y, si cambia de forma, ¿seguirá siendo poesía?
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En los medios de difusi贸n dominantes, la moda hoy es considerarla obsoleta, o sea, m谩s que muerta.
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Puede demostrarse fácilmente que en el siglo xx, en todas las lenguas de Europa –lenguas en las que la poesía estaría muy especialmente muerta—, al contrario, es lo más vivo que queda desde que el tiempo hizo su selección. Basta pensar, por ejemplo, en Rilke y en Celan en Alemania, Ekelöff en Suecia, Montale y Ungaretti en Italia, Stevens y Oppen en Estados Unidos, Eliot y Auden en Inglaterra, Cernuda y Jiménez en España, por no citar sino algunos nombres entre muchos otros tan presentes como ellos.
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Los medios de difusión sólo dominan al ignorar lo que los impugna, y la poesía, por el simple hecho de existir, los impugna porque representa la calidad cuando aquéllos sólo se preocupan por la cantidad. Los medios de difusión son la actualidad, toda la actualidad, y la poesía se burla de ese tiempo.
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Por ello, la poesía es el centro de resistencia de la lengua viva contra la lengua consumida, reducida, unívoca. La poesía es la vitalidad de la lengua sin necesidad de afirmarlo: lo es naturalmente, en sí misma, por su situación, porque sin cesar es reactivada por lo que la anima, y porque es fuente, porque es original.
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El futuro de la poesĂa es ser fuente de futuro porque es un perpetuo comienzo.
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Ahora es necesario que yo sostenga esta afirmaci贸n, aun cuando deseo sustraerme de la afirmaci贸n en beneficio del solo movimiento.
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Me he inventado un mito para situar el origen y la persistencia de la poesĂa:
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El poema se distingue de inmediato por su manera de ocupar la pรกgina.
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El poema se mantiene de pie, vertical.
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E imagino que esa verticalidad mantiene la huella que mima el acto fundador de la humanidad, dado que el hombre se humanizó al erguirse, al ponerse de pie. Hacer acto de verticalidad no es sólo arrancarse de la horizontal, es liberar la mano que, al dejar de servir para caminar, podrá convertirse en herramienta y sobre todo permitirá que la boca ya no sea un órgano prensil – como se puede observar en la mayoría de los animales— para convertirse en el órgano de la palabra.
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La boca desarrolla poco a poco la herramienta del lenguaje mientras que la mano se arma de herramientas técnicas. El lenguaje conserva y transmite, crea la memoria y el pasado, nombra todo lo que puebla el espacio, crea el tiempo, relata, inventa…Decenas de miles de años transcurren antes de que la boca y la mano se unan a través de la escritura.
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¿Qué es la escritura? Es la notación de la oralidad en el orden sucesivo de la emisión de los fonemas y, por lo tanto, es la sumisión a una linealidad temporal, que se convertirá en el orden lógico del relato así como del desarrollo del pensamiento.
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Al principio la poes铆a dio este paso: procedi贸 como la voz, que procede como el tiempo. Hab铆a urgencia cuando nombr贸 el mundo y las cosas y los ancestros y las historias y los dioses y el rostro y las partes del cuerpo en un acto de amor.
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Después, todo esto, todo este nombramiento, esta celebración, acabó de cumplir su función: el poeta se encontró en un mundo cubierto de signos, de símbolos, y enteramente cautivado por el ritmo mortal de la lógica del tiempo. El poeta entonces se rebeló contra el trayecto lineal de la palabra, y transformó la verticalidad de la poesía en una posición de resistencia contra la línea.
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Éste es el comienzo de lo que llamamos Modernidad. La metáfora y la imagen poética trabajaron para deshacer todo el sistema de referencias, que ligaba las palabras a las cosas, y que servía al lenguaje como justificación.
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La mano que escribe ha dejado de seguir el ritmo de la boca. La mano se ha puesto a escribir en el impulso del ascenso oscuro de las palabras. La mano de hoy se rebela contra la boca.
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(Ver precede infinitamente al hablar. Ver fue durante mucho tiempo todo el pensar. Ver era meter un cielo en la cabeza. Y aire. Todo un espacio. Cuando hablar se añadió a ver, El ojo pasó a la boca. Pero siempre controlado por la boca. Cuando escribir se añadió al hablar, La boca descendió a la mano. Este descenso también contenía el ojo. La mano quiere abolir ese control: Quiere comunicar con el ojo. Sin poder intermediario Como lo hace cuando pinta La imagen pone ya la visión En la escritura, pero esta visión no es Visual. La imagen del texto hace ver Del interior lo que los ojos Nunca han visto No verán jamás, porque el cielo Interno ya no necesita al otro Para dejar ver…)
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Repito: la escritura a lo largo de la historia, ha anotado la oralidad, lo que la ha entregado a lo lineal, a la lógica del hilo temporal. La poesía, al rebelarse contra la línea, se pone de pie una vez más sobre la página y se recrea un origen. Pero este erguirse se realiza en un espacio, que ha cambiado la naturaleza de la página.
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La pรกgina sobre la que se yergue hoy el poema ya no es un simple soporte: se ha hecho anรกloga al espacio mental.
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Debo hablar ahora de este espacio, aun teniendo conciencia de que lo abordarĂŠ con un vocabulario inadecuado.
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Tal vez una an茅cdota me ayude al respecto. Me intereso cotidianamente en la prosa. He hecho de la prosa mi profesi贸n como escritor de ensayos y de novelas.
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Hace unos años, con el favor de una beca, pude habitar un antiguo monasterio de cartujos y disponer del tiempo que se necesitaba para escribir una novela. Esta novela, ya iniciada, tenía que ver con la mirada y la historia de su representación, ponía en acción una máquina para ver las imágenes mentales y para pensar visualmente. Muy pronto me di cuenta de que ya no podía escribir porque no soportaba representar, y este carácter insoportable me impedía toda narración. Después de varias semanas de esta impotencia, estaba en la desesperación más sombría cuando un amigo editor 31
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me reclamó violentamente el final de un poema, cuyas primeras dos partes le había mandado hacía mucho tiempo. Queriendo responder a esta petición, escribí la tercera y última parte del poema intitulado “El verano lengua muerta”. Y descubrí, al trabajar en esto, que el poema es un acontecimiento que surge en el espacio mental de la misma manera en que se dispone en el espacio de la página. Quiero decir que no hay ninguna diferencia entre el acontecimiento verbal –cuya aparición ha sido preparada mentalmente por la espera, por la postura— y las palabras 32
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inscritas en el espacio de la página. Ninguna mediatización entre el acontecimiento y la escritura. Ningún paso por la representación. La escritura es exactamente la concreción verbal del acontecimiento verbal. Aun cuando esta concreción después sea modelada por el trabajo.
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Tuve que reflexionar mucho sobre el acontecimiento verbal de la poesía y sobre el espacio mental, que es su medio: reflexionar y comprobar que todo tenía un vínculo con el rechazo de la linealidad y es espaciamiento interno producido por la espera.
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¿Qué es una expresión no figurativa en un mundo que los medios de difusión transforman poco a poco en pura representación, en pura apariencia? ¿Qué es una concreción verbal? ¿Y qué es, desde luego, el espacio mental?
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Estoy trabajando en las respuestas con la certeza lentamente adquirida de que la poesía es la experiencia de los límites internos de la expresión verbal: al tocar esos límites, la poesía toca a la vez el origen y el futuro.
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Habría que comenzar por una arqueología de los espacios mentales. Me conformaré aquí con marcar el corte entre el espacio lineal que han estructurado las artes de la memoria (inventadas en el siglo v antes de nuestra era por el griego Simónides de Ceos) y el espacio voluminoso abierto por la lectura mental.
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Cabe recordar la historia de san Jerónimo… Un día en que san Jerónimo estaba leyendo en su celda, entró uno de sus hermanos, lo observó y huyó aterrado porque los labios de
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Jerónimo no se movían… Los labios de los lectores han dejado de moverse a partir del siglo xvi a medida que la lectura silenciosa ha modificado completamente la relación con el texto, que ya no provocaba un trayecto lineal sino una relación “espaciosa”.
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El paso de un espacio al otro se efectuó desde el siglo xiv hasta finales del siglo xix, y el primer texto “espacioso” es desde luego el Golpe de dados de Mallarmé.
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La oralidad supone la memorizaci贸n y 茅sta, para no fallar, exige una estructuraci贸n muy rigurosa del espacio mental.
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La invención de la imprenta pone a disposición de todos tanto el libro, como la biblioteca: libera el espacio mental al exteriorizar la memoria. Desde entonces, ya no se escribe con la boca así como no se piensa con ella…
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El libro es una cabeza abierta: se lee en ĂŠl tal como se escribe en ella.
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La masa de libros y el universo casi infinito de la escritura han producido ambos un espacio, el de una nueva naturaleza en cuya continuidad se abre nuestra mentalidad. El acontecimiento verbal, que da nacimiento al poema y que se concreta en 茅l, sucede dentro de esta continuidad donde estamos a la vez unidos a todos los libros y separados de ellos lo suficiente como para mantener con su texto la misma relaci贸n que tiene cada hombre con la especie humana. Este movimiento de pertenencia y de retiro condiciona en nosotros la aparici贸n de las palabras que, en tanto 44
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acontecimiento verbal, se desligan de sus referencias a las cosas y ya no dependen de la realidad segunda producida poco a poco por lo escrito.
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El poema es una erupci贸n en el espacio mental de la materia de la que se compone esta realidad puramente verbal. Su forma en s铆 depende del trabajo individual sobre el lenguaje y sobre el espacio interno en el que se manifiesta.
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La mano, en rebeli贸n contra la boca, desarrolla directamente el impulso verbal: recoge la l铆nea, la vuelve a erguir y pone de pie el cuerpo del poema.
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Traducci贸n del franc茅s de M贸nica Mansour
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