Orando con la biblia

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Orando con la

Biblia de Alcides Jucksch

Traducci贸n de Andr茅s Ayala


Presentación Como pastor evangelista, me acostumbré a cargar cajas y cajas de libros en mis viajes misionarias, con el propósito de divulgar buena literatura que edificase la fe y renovase la espiritualidad de nuestra gente dispersa por allí. Uno de los títulos que no podía faltar era "Aprendendo a orar e viver com a Biblia" (en portugués), del Pastor Alcides Jucksch. Cuando supe que la edición estaba en el fin, traté de rematar los últimos volúmenes que había en las librerías y en la oficina del autor, e insistí para que el libro fuese reditado. El era un instrumento importante para la continuación de la evangelización. Es, pues, con alegría que lo veo de vuelta, ahora con un nuevo título "Orando con la Biblia". En estilo fácil y contenido desafiador, este libro nos confronta en una materia en que somos alumnos repitentes en la "vieja" Escuela de Oración. Todos lo cristianos, comenzando por los discípulos, piden siempre al Maestro: "¡Señor, enséñanos a orar!". Y cuando parece que lo aprendieron, es que ya se acomodan, y lo que es tan gratificante y fructífero queda relegado a segundo plano. El Pastor Alcides Jucksch, es un hombre consagrado a la oración, nos conduce al encuentro de hombres y mujeres de la Biblia que, delante de situaciones semejantes a la que enfrentamos en nuestro día a día, doblaron rodillas delante del Señor. Con ellos aprendemos a orar, llevando a Dios nuestras necesidades, angustias y aflicciones, bien como nuestras alegrías y gratitud. Las sugestiones prácticas nos quieren desafiar a experimentar allí mismo, en el medio de la lectura, la dulce comunión con nuestro Padre Celestial, que quiere oír la voz de sus hijos e hijas, quiere actuar y cambiar su situación, apagar su culpa, alegrarse en su gratitud y atender a su intermediación. Les convido, pues, principiantes y repitentes en la Escuela de la Oración, a encontrar juntos el rostro de Dios, para que a través de este libro, aprendamos (o reaprendamos) a orar y vivir a través de la Biblia una vida cristina madura y que traiga frutos para la gloria de Dios. Sérgio A. Shaefer Natal 1997


Prefacio "Todo cristiano sabe por lo menos dos cosas sobre la oración: que ella es absolutamente necesaria (Jesús dice: "...orar siempre y no desmayar"- Lc 18.1) y que es muy difícil vigilar y orar ("...el espíritu, a la verdad esta animoso, mas la carne es débil"- Mt 26.41). En nuestras vidas estas dos realidades están continuamente en conflicto. A veces el reconocimiento de que la oración es indispensable nos ayuda a vencer las dificultades y a orar, en otros tiempos las dificultades nos llevan a olvidar como es importante la oración" Estas palabras de Jhon R. W. Stott retratan nuestra situación. Por eso necesitamos de ayuda en nuestra vida de oración. Nosotros los cristianos en realidad somos muy diferentes unos de los otros. Así también nuestras experiencias en la vida cristiana y de oración son diferentes. Pero creo que todos ya probaron algo semejante: la dificultad de permanecer en una vida de oración. El presente libro quiere ofrecer auxilios para su encuentro con Dios en oración y en la vida diária. En este encuentro Dios quiere revelarse a nosotros, haciéndonos crecer en el pleno conocimiento de Dios (Cl 3.10). Jesús mismo oraba. El enseñó a los apóstoles a oraren. Estos por su vez enseñaron a otros a orar. Estos por su vez, enseñaron a otros a orar. Por eso esta es también nuestra prese: " Señor enséñanos a orar" (Lc 11.1). ¡No hay petición más importante y necesaria para nosotros en esta época conturbada e inquietante! Alcides Jucksch

Páscoa 1985


Introducción

QUINZE MODELOS BÍBLICOS DE ORACIÓN Muchas veces vivimos con Dios un relacionamiento de tipo "patrón empleado", o sea, estamos empeñados en producir lo máximo para nuestro Señor. El mundo nos enseña que el valor de empleado crece en proporción directa con su productividad. La presión social impulsa al hombre, constantemente a actuar y producir para ser estimado y aceptado en una determinada sociedad. Este esfuerzo del empleado, de corresponder a las expectativas del empleador, muchas veces se transfiere para la vida cristiana: el cristiano trabaja asiduo e incansablemente para Dios, en la esperanza de satisfacerlo y de ser un siervo eficiente. Hablando serio, el cristiano es más que un siervo de Dios. ¡Él es uno de los hijos de Dios! De esa forma el relacionamiento es otro. Para el empleador, lo que interesa en primer lugar no es la amistad con el empleado, pero si lo que el produce. Con un padre verdadero, entretanto se da lo contrario: para este la amistad con el hijo es mucho más importante que su productividad. Ya en las primeras páginas de la Biblia leemos como Dios venia a visitar a Adán, en el paraíso. Podemos notar que había dialogo entre ellos. Desde el comienzo hasta el final de la Biblia encontramos innúmeras veces expresiones como: "Dios dice", "respondió el Señor", o "Dios le habló". Siempre que hubo una respuesta por parte de alguien, se estableció el contacto con Dios. Dios nos creó, hombres y mujeres, justamente para tener en este mundo con quien comunicarse y tener comunión y amistad. La iniciativa de una "conversación" entre Dios y una persona puede partir tanto de esta cuanto del propio Dios. Significa, que hay ocasiones en que Dios habla primero y nosotros respondemos; hay otras en que nosotros nos dirigimos a El, espontáneamente, para derramar el corazón delante del Creador, pidiendo perdón, orientación, ayuda o todavía para alabarlo y adorarlo. Cuando alguien habla con Dios, esto es llamado de oración. En el intuito de ayudar el estimado lector en esta senda, escogimos quince oraciones de la Biblia como ejemplos de oración. Las circunstancias y los motivos de estas oraciones pueden indicar rumos para un seguidor de Cristo. Como los problemas de la vida se repiten, así en las diversas oraciones por veces reaparecen pensamientos ya antes abordados. Las sugestiones, estímulos y orientaciones prácticas de este libro pretenden motivar y facilitar una vida de oración diaria, plena y bendecida. Así experimentaremos la mas profunda alegría de vivir en la presencia del Señor.


1 LA ORACIÓN DE ELIEZER Buscando la orientación de Dios en decisiones difíciles

Y comenzó a orar: "Señor y Dios de mi amo Abraham, haz que hoy me vaya bien y muéstrate bondadoso con mi amo. Voy a quedarme aquí, junto al pozo mientras las muchachas de este lugar vienen a sacar agua. Permite que la muchacha a la que yo le diga: Por favor baje usted su cántaro para que yo beba, y me conteste: 'Beba usted y también les daré a sus camellos', que sea ella la que tu has escogido para tu siervo Isaac. Así podré estar seguro de que has sido bondadoso con mi amo." (Gen 24.12-14)


¿Quién era Eliezer?

La primera prese (oración de súplica) hecha por Eliezer en la Biblia esta escrita en Génesis 24. Para poder entender mejor la oración de Eliezer, retrataremos su situación con rápidas pinceladas: Abraham tenía un hijo con edad para casarse. En aquel tiempo patriarcal los padres escogían los cónyuges para sus hijos. Los vecinos de la familia de Abraham eran todos paganos y adoraban a ídolos. Abraham ya sabía muy bien que el casamiento con incrédulos no corresponde a la voluntad de Dios. el Nuevo Testamento lo confirma en 2ª Corintios 6.14 "No se unan ustedes en un mismo yugo con los que no creen...". La Biblia como advertencia nos cuenta de casos donde personas temientes a Dios perdieron inestimables valores espirituales después de casados con personas indiferentes o contrarias a él. Esto porque muchas veces la descreencia en Dios predomina en estos matrimonios (vea Jue 14; 1R 11). En vista de esto entendemos la grande preocupación de Abraham por su hijo. Abraham ya era una persona de edad avanzada en la época, no pudiendo emprender largas viajes. Por eso llamó a Eliezer, su administrador de confianza, cuyo nombre significa "Dios es mi ayuda". Le ordenó que viajase a su tierra natal, a fin de encontrar una esposa para su hijo. La orden de Abraham trajo grandes problemas y dificultades a Eliezer, que llegó a dudar de su capacidad. Pero Abraham, confiando en la promesa de Dios, le aseguró: "...Dios enviará su ángel delante de ti para que traigas de allá una esposa para mi hijo" (Gen 24.7, Biblia Dios habla hoy) Eliezer, entonces, "Después escogió regalos entre lo mejor que su amo tenía, tomo diez de sus camellos y se fue a la ciudad de Nacor, en Mesopotamia. Cuando el siervo llegó a las afueras de la ciudad, ya empezaba a oscurecer. A esa hora las mujeres van a sacar agua. El siervo hizo descansar a los camellos junto a un pozo de agua." (Gen 24.10-11). Sobre el peso de la responsabilidad, frente a la difícil decisión que tendría que tomar, dice: Y comenzó a orar: "Señor y Dios de mi amo Abraham, haz que hoy me vaya bien y muéstrate bondadoso con mi amo. Voy a quedarme aquí, junto al pozo mientras las muchachas de este lugar vienen a sacar agua. Permite que la muchacha a la que yo le diga: Por favor baje usted su cántaro para que yo beba, y me conteste: 'Beba usted y también les daré a sus camellos', que sea ella la que tu has escogido para tu siervo Isaac. Así podré estar seguro de que has sido bondadoso con mi amo." (Gen 24.12-14) Vemos que Eliezer pidió una señal para lo que pudiese saber que decisión tomar. La propuesta de Eliezer tal vez partiese del siguiente principio, realmente


sensato: si una jovencita tiene buen corazón para con animales sedientos y exhaustos, ciertamente también tendrá un corazón amoroso para con el marido. Dígase de pasaje que esa actitud de valorizar el interior de la persona confiere exactamente con el pensamiento de Dios, por lo cual importa el corazón, y no la apariencia de las personas. Dios viendo Eliezer orando de esa forma, no le hizo esperar. Ya la primera joven no solamente atendió al pedido de Eliezer dándoles agua como también dio a todos los camellos. Servicio exhaustivo, de muchas horas. Pero el corazón lleno de amor que Rebeca tenía por todos los seres vivos no midió esfuerzos. Y de esta forma Eliezer tuvo la seguridad de que era ella la mujer que debería escoger. ¡Es maravilloso como Dios encamino esa unión y como incluyó, en su providencia, el despertamiento de un grande amor en el corazón de Isaac (Gen 24.67)! Cuando vemos demostrado el celo que Dios tiene para con los suyos, nuestro ser se llena de alegría, tal como ocurrió con Eliezer que se inclinó y adoró a Dios, diciendo: ¡"Bendito sea el Señor, el Dios de mi amo Abraham pues ha sido fiel y bondadoso con mi amo y me ha conducido en el camino a la casa de sus parientes!" (Gen 24.27).

¿Que es lo que podemos aprender de Eliezer?

En la vida familiar, por ejemplo el problema puede estar en la educación de los hijos, que en el mundo de hoy, "que cambia a cada diez años más de lo que en todos los años anteriores", se torna extremamente difícil. En una de sus crónicas, Artur da Tavola escribe una oración de un padre contemporáneo que, dispuesto a "examinar la vida siempre viendo todos los lados, expresa a Dios el desespero de su perplejidad". En esta oración el padre manifiesta como es difícil decidir los caminos por los cuales debe guiar a sus hijos. Así exclama a respecto de su hijo: Si les digo lo que pienso, invado su libertad. Si nada hablo, peco por omisión. Si discuto, acabo imponiendo. Si impongo, apabullo. Se me callo, consiento. Si consiento, acabo perdiendo. Y eso no sabré soportarlo... Otro problema es cuando se escoge la profesión cierta o el empleo adecuado a las aptitudes. Si la vida requiere pequeñas y grandes decisiones a toda hora. Problemas vienen y van y nunca terminan. Y ¿como reconocer la voluntad de Dios en este o aquel caso? ¿Cuales de las decisiones serán tomadas? Eliezer tenía un problema difícil de ser resuelto. Fuera incumbido de una tarea de gran responsabilidad. La Biblia registra ese problema y también la forma


como fue resuelto. Esto para que tuviésemos de ejemplo una de las maneras como obrar en situaciones difíciles: no para actuar siempre de acuerdo con ese ejemplo, pero para optar por el cuando el Espíritu Santo nos lleve a hacerlo.

Sugerencias prácticas

Al depararnos delante de una decisión difícil, hay por lo menos dos cosas que debemos considerar: Primero, debemos recordar que, como hijos amados de Dios, tenemos el privilegio de presentarle nuestros pedidos, nuestros problemas. Cada persona es un pensamiento de Dios. Para cada ser humano Dios tiene un plano maravilloso. Este plano Él ya lo elaboró mucho antes del día de nuestro nacimiento (Ef. 1.4; Jr. 1.5; Sal 139.13-16). Sin embargo, Dios nos concede el libre arbitrio. Podemos presentarle nuestros deseos y aspiraciones. La Biblia nos convida a presentarle nuestras peticiones. Así leemos: "Ama al Señor con ternura, y él cumplirá tus deseos mas profundos" (Sal 37.4). Si, Dios nos atiende con alegría siempre que la realización de nuestros deseos no coloca en peligro el objetivo que Él tiene para nuestras vidas. Segundo: tenemos que buscar descubrir la voluntad de Dios. Para quien realmente quiere, de todo corazón, vivir dependiente de Jesucristo, la pregunta por la voluntad de Dios es muy importante. Pero ¿como descubrirla?. Una manera de hacerlo es tener en la mente los ítems a seguir: •

Lea biografías de la Biblia y de personas de fe

La Biblia contiene cerca de 50 biografías. En ellas están abordados muchísimos problemas de la humanidad. Así también nuestros problemas, de un o de otra forma, ya fueron experimentados, vividos y descritos en la Biblia. En esas biografías la Biblia describe como las personas actuaban frente a sus problemas y cuales fueron las consecuencias de sus actitudes. Por medio de eso podemos encontrar rumos ciertos y evitar caminos desastrosos. La Biblia habla de noviazgos, casamientos, de la educación de hijos, de negocios, trabajo, tiempo de vacaciones y de enfermedades. Habla de tiempo de hambre, tiempo de exuberancia, tiempo de guerra, tiempo de paz. En fin, puede decirse que no existe problema vivencial con que las personas de la Biblia ya no se tengan confrontadas. Estudiando a sus vidas, muchas veces encontramos orientación para nuestro camino y ayuda para la solución de nuestro problema. •

Pregunte la opinión de personas seguidoras de Jesús

El escoger debe ser hecho cuidadosamente, observándose algunos criterios. La persona debe tener una larga experiencia de fe y de vida y ser de absoluta confianza. Além de eso. Debe saber guardar secreto. Este ítem es importante, pues aquellos que no están envueltos directamente con determinados problemas generalmente son capaces de dar una orientación mas objetiva y clara. También pueden interceder por nosotros.


Ore y espere

Dios conoce nuestra dirección y nos hará saber sus propósitos, de su manera y en el tiempo por El escogido. Po lo tanto, no seamos incrédulos e impacientes. Dios realmente lleva a serio nuestros problemas. Esto porque nos ama. Todos los días Él piensa en nosotros. A veces Él nos orienta por medio de la visita de un conocido. Otras veces, de la lectura de un libro manifestándose directamente, dando nos la seguridad de que fue encaminada, la respuesta de Dios. No olvidemos que Dios dispone de infinitos medios de comunicación. En la época de Antiguo Testamento Dios hablaba a las personas por medio de sueños (Gen 28), pruebas (Jz 6) y sorteos (Jon 1 y Hch 1); en esa época todavía no había la palabra registrada en las Escrituras. En los días de hoy entretanto, Dios normalmente no se manifiesta de esa forma. Después del tiempo de los apóstoles nos disponemos del testimonio en el Nuevo Testamento, de modo que los seguidores de Cristo no dependan más de señales visibles. Después del pentecostés el Espíritu Santo los estaba dirigiendo, rebelándoles la voluntad divina. Dios hoy, por regla general nos habla a través de su Palabra, y es por ese motivo que debemos estudiarla atentamente. Solamente en casos bien especiales Dios todavía habla de otras maneras. •

No se olvide de agradecer a Dios cuando el problema fue solucionado

En el Nuevo testamento nos es relatado un acontecimiento con diez leprosos, ellos pedían a Jesús que los curase. Al dirigirse a una junta médica, para que esta constatase la cura, todos vieron que habían sido atendidos. Pero solo uno volvió para agradecer. Jesús se admiró, preguntando: "Y ¿donde están los nueve? ¿No fueron todos curados?" (Lc 17.17). Aquel que volvió para agradecer recibió, con su salud, un acrecimos de bendiciones divinas. Llegó a conocer a Jesús mucho más de cerca que los otros, los ingratos. La gratitud es el inicio de la alegría. El agradecimiento nos abre siempre más puertas para los tesoros escondidos. Eliezer no se olvidó de agradecer a Dios por la oración atendida. Se arrodilló y adoró al Señor, bendiciendo su nombre (Gen 24.26). Grande fue su alegría y grande fue también su adoración. Dios había solucionado su problema de manera maravillosa.

Resumo y estímulo para nuestras oraciones ore:

Se tú tienes un grande problema, una decisión importante a tomar, entonces

que Dios le encamine la solución; que le de fuerzas y comprensión para aceptar la resolución divina; que Dios aumente su fe, para que puedas creer en el amor divino, aun no sintiendo ni viendo que Dios esta tratando de su problema personal;


que tu tengas el esp铆ritu de alabanza y adoraci贸n cuando el problema se haiga resuelto.


2 LA ORACIÓN DE JACOB Una súplica en situación angustiante

Luego comenzó a orar: "Señor Dios de mi abuelo Abraham y de mi padre Isaac, que me dijiste que regresara a mi tierra y a mis parientes, y que me harías que me fuera bien: no merezco la bondad y fidelidad que me haz tratado. Yo crucé este rio Jordán sin llevar nada más que mi bastón, y ahora he llegado a tener dos campamentos. ¡Por favor sálvame de las manos de mi hermano Esaú! Tengo miedo de que venga y mate a las mujeres y los niños. Tú has dicho claramente que harás que me vaya bien y que mis descendientes serán tan numerosos como los granitos de arena del mar, que no se puede contar. Entonces el hombre le dijo: suéltame porque ya esta amaneciendo. Si no me bendices, no te soltaré – contestó Jacob ¿como te llamas? - ¿preguntó aquel hombre? me llamo Jacob – respondió él". (Gen 32.9-12 26, 27)


¿Quién era Jacob?

Tan luego Jacob nasció, sus padres notaron en su carácter una fuerte inclinación de siempre querer lo mejor para sí, incluso a costa de engaño y mentira. Por eso le dieron el nombre de “Jacob”, que significa “engañador” (Gen 25.26). Creciendo, se desenvolvió este trazo que marcó su personalidad egoísta. Perjudicó a su hermano cambiando la primogenitura de el por un plato de lentejas (Gen 25.31). Mayor fue la astucia que usó para con su padre. Se aprovechó de la ceguera y de la vejez de él para obtener ilegalmente las bendiciones de la primogenitura (Gen 27.24-27). Esta bendición Dios ya lo había destinado a él. Pero Jacob ansioso con la seriedad del momento e instigado por la mamá, no confió que Dios todavía actuaría. Por eso resolvió hacerlo por su propia cuenta. A partir de ese momento Dios comienza a educar a Jacob, que tubo que huir de casa por causa de la ira del hermano. Después un largo viaje, el permaneció muchos años en la casa de su tío Laban casándose después de bastante sufrimiento. Por su suegro fue engañado tan astutamente cuanto el engañara a su hermano su viejo padre. En los veinte años en que vivió con su tío, Jacob tubo muchas veces la oportunidad de sentir el grande dolor de ser engañado y logrado (Gen 31.38-41). Dios, entretanto no tenía que luchar solamente contra el carácter traicionero de Jacob. El principal motivo que impedía a Jacob de tornarse un instrumento de bendición en las manos de Dios era el hecho de él vivir una vida independiente de Dios. Era la opinión de que su inteligencia, su astucia y su experiencia en la vida serian lo suficiente para resolver todas las dificultades. No creía necesario esperar la actuación de Dios. Jacob no vivía una vida de fe. No esperaba todo de Dios. Antes de pensar en Dios y en su voluntad, ya resolvía sus problemas a su antojo. Él estaba lejos de comprender que el Señor Dios quiere que entreguemos las dificultades en sus manos. Jacob aprendió a confiar en Dios cuando sus problemas se tornaron de tamaños que él, con su propia fuerza y sagacidad, no podía resolverlos más. Las tenciones aparecieron cuando el viajo para su tierra natal con todo su familia. Allí se quedó sabiendo que su hermano Esaú venia a su encuentro con 400 hombres guerreros. La primera reacción de Jacob fue actuar con destreza para vencer esta situación peligrosa. Dividió todo su rebaño en dos partes y organizó todo de tal manera que una parte del rebaño pudiese huir cuando la otra fuese atacada. Posiciono a su familia de manera a reducir el peligro al mínimo. Resolvió también regalos a Esaú. Raciocino que tal vez fuese bueno dividir el grande presente en diversas partes. Se Esaú recibiese un regalo atrás de otro, tal vez su odio se fuese apagando paulatinamente.


Durante esta actividad febril y nerviosa, Jacob también oraba. Recordaba a Dios las promesas recibidas. Con todo, continuaba actuando por cuenta propia para salirse de la indignación de su hermano. Como último recurso para su salvación, se levantó de noche y con su familia paso por el rio Jaboc. Pensaba que más allá del rio, estarían más seguros del asalto de Esaú. Después de todo hecho para salvarse de la ira de Esaú él se quedo solo, en silencio. Jacob era inteligente y suficientemente realista para saber que todo aquello que hiciera no era protección suficiente contra el ataque de su hermano. Fue entonces que el descubrió lo cuanto era flaco y cuanto lo necesitaba de Dios. En este momento Dios habló con él. Jacob comenzó a aprender a dejar todo en las manos de Dios y después sosegar. Aprendió a contar con la promesa de que Dios lo protegería. Aprendió que andando con Dios, no se puede usar de medios ilegales, artimañas o violencia, ni mismo cuando aparentemente la gloria de Dios y la realización de sus planos están en juego. Todo eso Jacob aprendió cuando se quedó solo allí, sobre el peso de la responsabilidad familiar. Fue en aquella noche, finalmente, luchando con el ángel del Señor, que Jacob resolvió vivir una vida dependiente de Dios en todas las cosas. En vista de esta actitud Dios cambió su nombre de Jacob (engañador) para Israel (aquel que combate junto con Dios). Jacob aprendió la lección e inició una nueva vida en todo dependiente de Dios. Ahora reposaba en el Señor esperando de El la orientación en la solución de sus problemas. Estaba dispuesto a ejecutar las órdenes de Dios y esperar por sus decisiones. La Biblia reproduce la oración de Jacob, en la cual el sigue las siguientes etapas: Jacob recuerda a Dios sus promesas, apelando así para la fidelidad de Dios; Jacob pide por ayuda en el peligro, recordándose del poder de Dios; Jacob suplica por bendiciones divinas en su vida, demostrando que realmente descubrió que sin Dios no era nada; Jacob agradece por haber encontrado a Dios Aquí la oración de Jacob: Luego comenzó a orar: "Señor Dios de mi abuelo Abraham y de mi padre Isaac, que me dijiste que regresara a mi tierra y a mis parientes, y que me harías que me fuera bien: no merezco la bondad y fidelidad que me haz tratado. Yo crucé este rio Jordán sin llevar nada más que mi bastón, y ahora he llegado a tener dos campamentos. ¡Por favor sálvame de las manos de mi hermano Esaú! Tengo miedo de que venga y mate a las mujeres y los niños. Tú has dicho claramente que harás que me vaya bien y que mis descendientes serán tan numerosos como los granitos de arena del mar, que no se puede contar. Entonces el hombre le dijo: suéltame porque ya esta amaneciendo. Si no me bendices, no te soltaré – contestó Jacob ¿como te llamas? - ¿preguntó aquel hombre?


me llamo Jacob (engañador) – respondió él". Después que él fue atendido y habiendo recibido la bendición de Dios Jacob todavía dice: “Vi a Dios cara cara, y sin embargo todavía estoy vivo” (Gen 32. 9-30)

¿Que es lo que podemos aprender de Jacob?

Si fuésemos honestos percibiremos que en todos nosotros hay un “Jacob”. Tenemos la inclinación para el egoísmo, nos gustaría de “tirar una ventaja para nuestro lado siempre”, pensamos en escoger siempre lo mejor para nosotros, muchas veces en detrimento de los otros. A esta inclinación egoísta fácilmente se juntan la mentira, el robo y la deslealtad. La infidelidad acecha. Si ¡todos nosotros tenemos algunas cosas en común como Jacob! Prometemos a Dios ser religiosos, buenitos, leer la Biblia, ir a la iglesia y dar nuestras ofrendas. Como contrapartida, esperamos que Él atienda nuestros pedidos y exigencias, que cuide de nosotros y nos garantice una vida tranquila. Organizamos y planeamos nuestras vidas sin Dios. Pero si caemos en una “fosa”, gritamos por Él. Llegamos hasta responsabilizarlo por situaciones adversas, a las cuales nos sobrevienen muchas veces en consecuencias de imprudencias y malos caminos. Tal ves tengamos planeado algo que nos traiga suceso en la vida. Hasta oramos para que tengamos éxito. Pero entonces descubrimos que hay personas todavía más astutas que nosotros, gente con mucho más experiencia y por ellas somos perjudicados. Entonces nos quedamos decepcionados, disgustados llenos de miedo y desespero. Movilizamos nuestra mente para superar al otro en sus artimañas. Nos quedamos nerviosos e inquietos. Ya no conseguimos orar y pensar en Dios. Nos sentimos engañados. Nos quedamos enojados porque Dios no se dejó manipular por nosotros. Pero estamos lejos de entregar todas las cosas en sus manos, dejando que Él nos oriente y nos ayude en las decisiones que debemos tomar. Mirando para la vida de Jacob, percibimos que Dios lo educó para una vida dependiente de Él. No para castigarlo, pero si para bendecir. Pues en el momento en que Jacob encaró a Dios con seriedad, reconociendo el poder de Dios y a su propia pequeñez, Dios comenzó a actuar maravillosamente en su vida. También en nuestras vidas, más temprano o más tarde, llegará la hora de decisión por una vida dependiente o independiente de Jesús. Que nuestra decisión sea la de Jacob y que podamos exclamar con él: “¡Vi a Dios cara cara, y sin embargo todavía estoy vivo!”


Sugestiones prácticas

Todos nosotros podemos orar como Jacob oró y experimentar la alegría que Jacob experimentó. Me gustaría de animarlo a dar algunos pasos para que eso pueda acontecer en su vida. Crea que Dios lo ama justamente como usted es. A pesar de no llevar una vida dependiente de Dios y, por tanto, no haber experimentado Dios en su plenitud, Jacob sabia, por intermedio de su papá, como Dios es un Dios maravilloso y fiel. Por eso, toda vez que la situación se tornaba “riesgosa”, él pedía ayuda. Simplemente quería aprovechar el poder de Dios para conseguir lo que le parecía deseable. Su carácter era como vimos al estudiar su vida, engañoso y egoísta. Pero Dios no dejó de amarlo. Lo siguió son su amor hasta alcanzarlo. También a nosotros Dios nos ama. No que Él apruebe nuestras faltas y pecados. Pero Él continúa a amarnos. Y, por ser Dios, consigue al mismo tiempo amar al pecador y abominar el pecado. Esto es incomprensible para nosotros. Por tanto debemos simplemente creer en esta verdad, aun sin entenderlo. Y así como llegó la hora en que Jacob descubrió cuanto Dios lo amaba, y como tenía cuidado de él (Gen 3.10), también sucederá en nuestras vidas. Tenga en su mente que Dios no nos castiga, pero si educa. Dios nos ama como somos, pero no nos deja quedarnos como somos. La educación de Dios nos lleva a experimentar la consecuencias del pecado (vea Sal 98.8). El amor de Dios no nos puede evitar de ir a esa escuela. Sin ella, nunca llegaríamos a odiar el pecado, arrepentirnos profundamente, queriendo realmente cambiar nuestro comportamiento. En la biografía de Jacob y su familia podemos observar eso nítidamente. En Rebeca, la madre de Jacob, la cual lo tenía como hijo predilecto. Su alegría era ver a su hijo trabajar con ella en las tareas de la casa y siempre estar junto de ella. Más a llevarlo para la astucia y al engaño, acabó perdiéndolo, porque el tubo que huir de la casa. Ciertamente Rebeca recordaba del hijo querido con mucha añoranza y lagrimas. Y nunca más llegó a verlo, pues murió antes que él volviese para casa. En Jacob, después de haber engañado a su papá con la ropa de Esaú. Muchos años después él mismo fue engañado por sus hijos con una pieza de ropa, la cual lo hizo creer en la muerte de su hijo amado, José (Gen 37.32).Jacob sufrió muchos y muchos años con este engaño, hasta descubrir que su hijo José estaba vivo. De esta manera Dios le hizo ver como es duro ser engañado por los propios hijos. Es importante notar sé que Dios no nos castiga por castigar, mas que Él nos educa con amor. Generalmente no percibimos como es terrible el pecado cometido. No tomamos conciencia del alto precio que Jesús tubo que pagar por el pecado para perdonarlo. Fácilmente somos llevados a repetirlo. Por eso la educación


divina nos deja sentir las consecuencias del mal. Al pasar por la amargura que el pecado nos trae, somos llevados a odiar el pecado. Dios en su gobierno, no tiene solamente un “ministerio de justicia”, mas también un “ministerio de educación”. Así leemos en la Biblia: “Bienaventurado es el hombre a quien Dios disciplina; no desprecies pues, la disciplina del Todopoderoso” (Job 4.17). “Porque el Señor reprende a quien ama, así como el padre al hijo a quien quiere bien (Prov. 3 12) Nunca olvides que tanto la JUSTIFICACIÓN como también la SANTIFICACIÓN son obras de Dios. Todos los seguidores de Jesús son unánimes en testimoniar: Jesucristo llevó todos nuestros pecados hacia la cruz y allá los liquidó. Nada absolutamente nada, necesitamos hacer para completar la obra de la salvación. Esta obra fue realizada enteramente por Jesucristo. Basta aceptarla por la fe y alegrarse con la realidad de la salvación. Muchas personas quieren “ayudar” a Jesús a través de sus propios esfuerzos y buenas obras. Tal procedimiento entristece a Jesús. Pues es Él quien nos salva de todos los pecados (1°Jn 1.7; 1ªTm 1.5). Llamamos esa maravillosa situación en nuestras vidas de “justificación por la fe”. Pero también el proceso de la santificación, esto es el de se tornar siempre mas semejante a Dios y perfecto como Él, no es una actividad que el cristiano puede realizar con su propio esfuerzo. Pues tanto la justificación como la santificación son obras de Jesucristo, a las cuales nada podemos añadir. Así leemos en 1ª Corintios 1.30: “Pero Dios mismo los ha unido a ustedes con Cristo Jesús, y ha hecho que Cristo sea nuestra sabiduría y que por medio de Cristo seamos librados de culpa y consagrados a Dios y salvados”. Jesús apagó la deuda de nuestro pasado delante de Dios. Jesús nos defiende del poder del pecado que nos asalta en el presente. Jesús preparó lugar que nos espera en el futuro. Para nosotros solo ¡nos resta agradecer, creer en estas maravillosas realidades, contar con ellas y alabar a Dios! Siendo así, la fe es una “actividad pasiva”. Descansa siempre en la obra perfecta de Jesús, creyendo en su palabra y permaneciendo cerca de Él. ¿Ustedes creen que esto es cómodo? Descansar en Jesús, creer en su palabra y permanecer cerca de Él son tareas difíciles para se aprender en una vida que es, por naturaleza, tan segura de si. Todo cristiano verdadero sabe de eso. Una niña de doce años tenía miedo de lo obscuro. Cuando llegaba la noche, ella oraba: “Jesús ayúdame a vencer a satanás que viene todas las noches con la oscuridad y el miedo.” Entretanto ella continuaba tremiendo. Pero llegó el día en que ella comprendió que la lucha de la fe es cosa bien diferente de lo que la lucha contra el poder de la maldad. Dice aliviada, para la abuelita: “Ahora comprendí. Cuando satanás viene con la oscuridad y el miedo, entonces digo: ‘Jesús, por favor, va a ver lo que él quiere’. No necesito mas tener miedo. Jesús luchará por mi.” Vemos que la niña actuaba como Jacob antes de se entregar completamente a los cuidados de Dios. Quería la ayuda de Jesús, su auxilio para vencer el miedo. Entonces la victoria en la cual Jesús participaba un poquito, sería de ella. Pero ese


pensamiento siempre lleva, más temprano o más tarde a la derrota. El poder del mal es siempre mas fuerte de lo que las buenas intenciones humanas, aun siendo decoradas con un poco de religiosidad. La lucha de la fe es diferente. Es así: “¡Jesús yo te entrego mi problema – y ahora quiero ver como tu lo resolverás!” Entonces Él nos dará sabiduría y fuerzas para enfrentar la situación y resolverla conforme Él quiere. Un himno expresa eso así: Mi Señor Jesús ¡venciste en el Gólgota! ¡Gloriosamente! ¡Amén! ¡Aleluya! Tú conquistaste la perfecta salvación. ¡La pura sangre tuya lavó la transgresión! Canto con júbilo y con fervor: ¡Jesús! ¡Señor! ¡Jesús! ¡Señor! Mi Señor Jesús, yo puedo descansar. En firme roca la fe edificar. Eternamente vale la salvación. Acepta pecador a su compasión. ¡Hecho ya todo esta! ¡Es tu garantía! ¡Jesús Señor! ¡Jesús Señor! Mi Señor Jesús, si satán me asaltar Tú me defenderás. Basta en ti confiar Tu salvación redimió y libertó. ¡Tu grito allá en la cruz victoria anunció! En ti triunfo, donde quiera que sea: ¡Jesús Señor! ¡Jesús Señor! Mi Señor Jesús, ¡tú eres mi Salvador! Tú que venciste, oye mi alabanza. En tu gracia siempre seguro estoy Y por la sangre tuya, justo y puro soy. ¡Gloria eterna al Redentor! ¡Jesús Señor! ¡Jesús Señor! Muchos cristianos nunca llegan a descubrir lo que es una vida de fe. Se llenan de pensamientos positivos pensando que así están llenos de fe. Pero es la propia fuerza humana que ahora es alertada y entra en acción. Es ella que debe vencer las dificultades y solamente se pide: “Jesús, dame una mano para que yo venza el problema.”


Pero esto no es una vida de fe. En la vida de fe el alma descansa, e Jesús entra en acción. Tanto la lucha como la victoria y también la gloria son únicamente de Él. “El Señor peleará por ustedes y ustedes os callareis” (Ex 14.14) Con todo Dios nos incluye como participantes activos en su obra por nosotros. Siempre quiere nuestra cooperación. Por eso la amonestación: “Combate el buen combate de la fe” (1ª Tim 6.12). Para tal la Biblia nos da muchos ejemplos. Así, fue únicamente Dios que salvo a Noé del diluvio – pero Noé construyo el arca. Fue únicamente la fuerza de Dios que hizo caer los muros de Jericó – pero el pueblo de Israel tubo que dar siete vueltas en torno de la ciudad. Fue únicamente el poder de Jesús que hizo a Pedro pegar muchos pescados en el mar de Galilea – pero Pedro tubo que lanzar las redes. Dios actúa a través de los que confían en Él. El apóstol Pablo escribió para los filipenses: “Dios es quien efectúa en ustedes tanto el querer como realizarlo, según su buena voluntad.” Pero en el mismo versículo, para la cooperación que espera de nosotros: “Desenvolver vuestra salvación con temor y tremor” (Flp. 2.1213) El cristiano de china Watchman Nee, en su libro Paz acción y firmeza, escribe a ese respecto: “No debemos consentir que el enemigo nos desaloje del terreno que pisamos, de nuestro terreno.” “El Señor peleará por ustedes y ustedes os callareis” (Ex 14.14). Este aviso de Dios nos dice una precisa verdad. Implica que el territorio en que pisamos, disputado por el enemigo, es realmente propiedad de Dios y, por consiguiente, nuestra. Si así no fuese, tendríamos que luchar para conquistarlo. Las armas espirituales dadas a nosotros son, en su mayoría, armas puramente defensivas (Ef. 6.13-18). La propia espada puede ser empleada tanto en la ofensiva o en la defensiva. La diferencia entre guerra defensiva y guerra ofensiva es que la primera presupone que el territorio disputado es aquel que yo me encuentro y apenas procuro conservarlo, al paso que la otra comprende luchar por poseer el territorio en poder del enemigo. Y es esa, precisamente, la diferencia entre la pelea a ser realizada por el Señor Jesús y nuestro combate. Su pelea es ofensiva; nuestro combate, esencialmente es defensivo. El Señor luchó contra satanás a fin de triunfar. Por la cruz, llevó la guerra al propio límite del infierno para de allí llevar cautivo al cautiverio (Ef 4.8-9). Hoy luchamos contra satanás apenas para mantener y consolidar la victoria que Jesús ya ganó. Por la resurrección, Dios proclamó a su Hijo vencedor sobre todo el reino de tinieblas y nos entregó el territorio por Cristo conquistado. Ya no necesitamos luchar por poseerla. Apenas necesitamos mantener a defenderlo contra los ataques del enemigo. Nuestra tarea, por tanto, es conservar lo que nos pertenece y no atacar. No se trata de avanzar, pero si preservar una posición – la posición de Cristo. Dios triunfó ya en la persona de Jesucristo. Y puso en nuestras manos su victoria, a fin de la conservásemos. Dentro del terreno conquistado por Cristo, la derrota del enemigo ya es un hecho; la iglesia fue colocada allí precisamente para declararlo


derrotado. A satanás ahora le resta el contra ataque, para desalojarnos de ese campo. Pero nosotros no necesitamos luchar por un territorio ya en nuestro poder. En Cristo somos vencedores, “más que vencedores“(Rom. 8.37). En Él, pues, nos afirmamos. No luchamos para alcanzar la victoria; luchamos si, para declarar y testimoniarla, porque ya la poseímos. No luchamos para ganar la batalla, porque en comunión en Cristo ya la ganamos. Vencedores siempre son aquellos que descansan en la victoria que ya les fue concedida por su Señor. Cuando luchamos para obtener la victoria, perdemos inmediatamente la batalla. Supongamos que satanás nos asalte en nuestra casa o en nuestro trabajo. El cría una situación que para nosotros es enteramente imposible remediar. ¿Que hacemos? Generalmente nuestro primer impulso es prepararnos para un grande combate y después pedir ayuda a Dios que nos haga salir victoriosos. Pero si así lo hacemos, la derrota será cierta, porque desistimos de un territorio que ya nos pertenece. Nuestra derrota como cristianos principia en el momento en que decidimos ganar la batalla. Cuando decimos: “Espero triunfar”, abandonamos al enemigo, con las propias palabras que proferimos, el territorio que nos pertenece en Cristo. ¿Que debemos hacer entonces cuando satanás ataca? Debemos simplemente mirar para encima y alabar a nuestro Salvador: “Señor, yo sé que me es absolutamente imposible triunfar en esta situación en que me encuentro. Es una estratagema y una trampa criada por satanás, el enemigo tuyo, para provocar mi ruina. Pero yo te alabo, Señor, porque tu victoria completa y todo incluye – también ahora mi situación. Te alabo porque en comunión ya es mi victoria absoluta.” El cristiano que no sabe reposar serenamente delante de Dios jamás puede resistir al enemigo. De la iglesia es fundamento Jesús el Salvador; En su poder descansa, Es fuerte en su amor. Por cuanto permanece, La Iglesia existirá: Con vida renovada, Jamás perecerá. El principal objetivo del enemigo es desalojarnos, atrayendo y seduciéndonos a abandonar el territorio de perfecto triunfo, en el cual el Señor nos colocó. Es nuestro descanso en Cristo, nuestra perfecta serenidad en Él, que satanás busca destruir, atacándonos por el intelecto o por los sentimientos. Pero para cada especie de ataque es providenciada la mejor arma defensiva: “Sobre todo, que su fe sea el escudo de las flechas encendidas del maligno.” (Ef 6.16) (Martin Lutero traduce, en ves de “sobre todo”: “antes de todo”). La fe nos dice: Cristo esta en la gloria. La fe nos dice: somos salvos por la gracia. La fe nos dice: por Cristo tenemos acceso a Dios. La fe nos dice: Cristo habita en nosotros por su Espíritu. La fe nos


dice: “Cuando me encuentro en peligro, tu me mantienes con vida; despliegas tu poder y me salvas de la furia de mis enemigos. El Señor llevará a feliz término su acción en mi favor. (Sal 138. 7-8). La fe nos dice: “No temáis; aquiétense y ved el libramiento del Señor que hoy nos hará.” (Ex 14.13) Es porque si la victoria es de Dios, la victoria es nuestra también. Si nos limitamos a mantener la victoria que ya poseemos, veremos el enemigo, que atacó nuestro territorio, enteramente derrotado y siendo expulsado. No pidamos al Señor que nos dé fuerzas para vencer al enemigo. Ni mismo que le pidamos que lo venza. Alabemos lo porque ya lo hizo. Él ya es el vencedor. Es una cuestión de confianza en Él. Se de echo creemos en el Señor, que venció todo poder del mal cuando murió por nosotros en la cruz, le suplicaremos y alabaremos más. Cuanto más simple y pura fuera nuestra fe en Dios, mas raras serán nuestras súplicas y mas frecuentes nuestras acciones de gracia. Recordemos siempre: en comunión con Cristo ya somos vencedores. Dada a nuestra posición de vencedores, orar pidiendo por la victoria (a menos que esa oración se torne válida por la alabanza) es negar el valor que ya tenemos; es abandonar la seguridad de nuestra posición y, por consiguiente, aproximarse de la derrota. ¿Será que ustedes ya experimentaron la derrota? ¿Será que ustedes todavía esperan fuerzas para vencer? Se es así, mi oración por ustedes será la que el apóstol Pablo hizo por los lectores de Éfeso: Que Dios ilumine sus ojos para que puedan ver. Jesucristo fue puesto por Dios “poniéndolo por encima de todo poder, autoridad, dominio señorío, y por encima de rodo lo que existe, tanto en este mundo como en el venidero.” (Ef. 1.21). Las dificultades que los rodean podrán ser las mismas. El león rugirá, con certeza, mas terriblemente de lo que nunca. Más ustedes no necesitan esperar por la victoria. En Jesucristo, la batalla ya fue ganada y el campo es de ustedes. Es así, pues, la vida de fe: contar con aquello que Dios dice en su palabra. Ya sabemos que, para descubrir aquello que Dios nos quiere decir, debemos leer la Palabra de Dios, o sea, la Biblia. La lectura de la Biblia debe se hecha atenciosa y respetuosamente. La Biblia no es un tipo de horóscopo para nos fornecer “dicaz” fáciles para una vida llena de suceso. La Biblia es un libro en el cual Dios esconde sus tesoros. Solo los encuentra aquel que dedica tiempo, amor y grande parte de su vida a las Sagradas Escrituras. Muchos tienen por costumbre abrir la Biblia en cualquier parte y apuntar para un versículo con el objetivo de recibir orientación de Dios. Dios puede bendecir de esta forma, pero este es un proceso un tanto peligroso. Dios generalmente no expresa su voluntad prontamente cuando la deseamos. Eso haría con que viésemos en Dios un “Puesto de Consulta” para una vida eficiente. Normalmente Dios habla don nosotros cuando estamos en contacto con Él, leyendo nuestra Biblia y orando. Muchas veces, a través de un versículo y en una hora en que nunca teníamos esperado. Así, que cuando Dios hablar, esto es, cuando Él le muestra un versículo de manera especial, entonces:


Acepte la palabra de Dios como un presente para usted. Úsela como una “vara” en las montañas de las dificultades. Se asegure en el firmemente y no lo suelte nunca. Recuérdese que Dios habla con nosotros principalmente en el silencio y cuando estamos a solas con Dios. Jacob estaba solo, luchando con el ángel, cuando Dios se reveló a él. Es muy bueno ir a la iglesia. Es muy bueno tener comunión con los hermanos. Es muy bueno leer libros cristianos. Con todo no nos olvidemos de nuestra hora tranquila, solos con Dios. Sea humilde y grato delante de Dios. Contemple con humildad y gratitud todo lo que Dios tiene hecho por usted, porque eso llena de alegría y gratitud y hace con que pueda mirar para el futuro con esperanza, coraje y confianza. Si Dios no le atiende una oración, entonces vea si no hay algún pecado que lo separa de Él, pues Dios generalmente no atiende nuestros pedidos y no se manifiesta cuando hay cosas en nuestra vida que Él no aprueba o todavía no perdonó porque falta nuestro arrepentimiento sincero. Dios bendijo a Jacob después de este haberse vuelto arrepentido para Él. Es verdad que no encontramos en la oración de Jacob las palabras “estoy arrepentido”. Pero en su actitud demuestra que él se arrepintió. Y fue entonces que Dios le regaló con una nueva vida. Sabemos de esto porque Dios le dio, como ya vimos, un nuevo nombre. Se usted esta enfermo, busque saber si hay algo que Dios esta queriendo le hablar. Enfermedades pueden ser medios usados por Dios para llegar al verdadero arrepentimiento o para escuchar a su voz. Enfermedad es generalmente un mensaje en código que Dios nos manda, y debemos descifrarla. Jacob dejó de confiar por completo en si cuando fue herido por el ángel. Y la Biblia nos cuenta que Dios permitió que él continuase cojeando, después de “el sol haberle nascido”, para que nunca mas se olvidase de esta lección y volviese a vivir una vida independiente de Dios. Para Dios importa mucho mas nuestra salvación y nuestra santificación de lo que nuestra salud. El albo que debemos alcanzar es mas importante de los que el camino pedregoso que a veces tenemos que andar. Con todo Dios desea que tengamos salud. Por eso el apóstol Juan escribe a su amigo Gayo: “Hago votos por tu prosperidad y salud, así como es prospera tu alma” (3ª Jn. 2) Jacob aprendió la lección a la ribera del rio Jaboc, ¿y usted?

Resumo y estímulo para nuestra oración Se usted esta en situación angustiante entonces ore: Que Jesús tome los problemas en las manos de Él; Que usted pueda estar atento, sin nerviosismo e inquietud a las ordenes que Jesús dará en eses momentos;


Que, de ninguna manera, usted quiera dar atención a la voz del tentador, proponiéndole un camino ilícito para salir de la tensión; Que, siendo esta dificultad una educación divina, usted crezca con ella, mismo siendo con lágrimas; Que Dios le regalé con una palabra de la Biblia que le sirva como “vara” para que pueda pasar por este valle de sombras; Que encuentre personas que lo orienten y oren con usted; Agradezca, se las nubes negras pasaron y el camino nuevamente esta soleado.


3 LA ORACIÓN DE ANA Un gemido de los tristes y afligidos

Y le hizo esta promesa: “Señor todopoderoso: Si te dignas contemplar la aflicción de esta sierva tuya, y te acuerdas de mi y me concedes un hijo, yo lo dedicaré toda su vida a tu servicio, y en señal de esa dedicación no se le cortará el pelo”. (1ª Sm 1.11)


El motivo de la oración de Ana

Las personas que vivían en el tiempo del Antiguo Testamento no tenían una Biblia como la tenemos hoy. A pesar de que ya supiesen alguna cosa de la voluntad de Dios, sus conocimientos espirituales eran limitados. La vecindad de los pueblos paganos, que nada sabían de Dios, influenciaba el pensamiento del pueblo de Israel, repercutiendo también en las diversas costumbres, como, por ejemplo, en el casamiento. Así desconocían la voluntad de Dios, de que para un hombre es destinada una sola mujer. Les faltaba la luz del evangelio. Leemos muchas veces en el Antiguo Testamento que un hombre creyente en Dios era casado con dos o mas mujeres al mismo tiempo. La Biblia describe la vida conyugal de esas personas, mostrando los grandes problemas resultantes de no conocer o no observar las reglas divinas a respecto del matrimonio. Apunta para los celos, las discordias, las peleas y el desamor que había en las familias donde existía la poligamia. Esa situación también se constataba en la familia de Elcana. Una de sus esposas se llamaba Ana (que significa “la graciosa”). La otra que se llamaba Penina (que significa “rama”). Ciertamente Ana era una mujer bonita y delicada, como dice su nombre. Tal vez Penina no fuese tan esbelta y además de eso hería como una rama espinosa. Entretanto, ella era capaz de tener hijos, siendo que lo mismo no acontecía con Ana. Estas pocas informaciones ya son lo suficiente para suponer la existencia de una porción de problemas en esta familia. La vida de Penina sin duda no era fácil al lado de Ana, que era la esposa mas amada. Pero la vida de Ana era todavía más triste, pues en aquella época las mujeres estériles eran consideradas especialmente pecadoras. El hecho de no poder tener hijos era considerado castigo de Dios, en consecuencia de la poca luz espiritual existente en la época del Antiguo Testamento. Hoy, a la luz del Evangelio, sabemos que estos pensamientos son equivocados. Penina, sintiéndose menos amada, usó la esterilidad de Ana como una arma para herirla. “La Biblia nos dice que ella la provocaba excesivamente para irritarla” (1ª Sm 1.6). Hacia eso día tras día, año tras año. Esta situación entristecía mucho a Ana, a pesar de Elcana la cercaba con amor y cariño. Tentaba consolarla, confirmándole repetidamente su amor. A pesar de los esfuerzos y de la buena voluntad de Elcana, llegó el día en que el alma herida de Ana no soporto más los insultos y las provocaciones de Penina. Un día, por ocasión de una fiesta religiosa, ella fue al templo y derramó delante de Dios, en oración, y su corazón transbordaba de dolor, con voz entrecortada por hipos. En cuanto Ana derramaba lágrimas y fuertemente conmovida, balbuceaba su petición, ya otro disgusto esperaba por ella: un mal entendido. El sacerdote, un hombre que debería tener una sensibilidad especial para el dolor del corazón humano, quiso expulsarla, por creer que estaba embriagada. Ciertamente no fue muy amable cuando dice que el santuario no era lugar para mujeres borrachas.


También en esta probación Ana mostró su alto grado de madurez espiritual. En los largos años de sufrimiento, ella había aprendido como enfrentar injusticias. Calmamente explicó al sacerdote su situación. Ahora Elí comprendió: allí estaba una mujer madurecida por sufrimiento. Y dice: “Vaya se en paz, y el Dios de Israel te conceda la petición que le hiciste” (1ª Sm 1.17). Así como Elí dijera, aconteció. Ana tuvo un hijo, a quién llamó Samuel (que quiere decir “Dios escuchó mi oración”). Y Ana agradeció a Dios, diciendo: “Señor, yo me alegro en ti de corazón porque tu me das nuevas fuerzas. Puedo hablar contra mis enemigos porque tú me has ayudado. ¡Estoy alegre! ¡Nadie es santo como tu, Señor! ¡Nadie protege como tu, Dios nuestro! ¡Nadie hay fuera de ti! Que nadie hable con orgullo, que nadie se jacte demasiado, porque el Señor es el Dios que todo lo sabe, y pesa Él pesa y juzga o que hace el hombre. El destruye los arcos de los poderosos, y reviste de poder a los débiles; los que antes tenían de sobra, ahora se alquilan por un pedazo de pan; pero los que tenían hambre, ahora ya no la tienen. La mujer que no podía tener hijos, ha dado a luz siete veces; pero la que tenía muchos hijos ahora esta completamente marchita. El Señor quita la vida y la da; nos hace bajar al sepulcro y de él nos hace subir. El Señor nos hace pobres o ricos; nos hace caer y nos levanta. Dios levanta del suelo al pobre y saca del basurero la mendigo, para sentarlo entre grandes hombres y hacerlo ocupar un lugar de honor; porque el Señor es el dueño de las base de la tierra, y sobre ellas colocó el mundo. Él cuida los pasos de sus fieles, pero los malvados mueren en la oscuridad, porque nadie triunfa por la fuerza. Él Señor hará pedazos a sus enemigos, y desde el cielo enviará truenos contra ellos. El Señor juzgará al mundo entero; dará poder al rey que ha escogido y hará crecer su poder.” (1ª Sm 2.1-10).

¿Que es lo que podemos aprender de Ana?

Contemplando la vida de Ana, podemos aprender una porción de cosas. Citaremos apenas algunas que se relacionan con la vida de oración: El sufrimiento y el dolor nos quieren llevar a recorrer a Dios. Hay varios peldaños en la vida de oración. Nosotros podemos exponer nuestros deseos y anhelos a Dios. Pero la súplica que mas agrada a Dios, la que nos trae mayores bendiciones, es aquella que tiene en mente la gloria de Dios. No debemos de olvidarnos de agradecer y alabar a Dios cuando Él atiende a nuestras oraciones. La oración nos transforma. Se Ana era muy frágil para soportar insultos, la oración la transformó en una mujer que, después, pudo exclamar: “Mi fuerza esta exaltada” (1ª Sm 2.1). ¡Alabado sea el nombre del Señor, porque colocó en nuestras manos tan pequeñas y frágiles una arma tan maravillosa como la oración! Es a través de ella


que Dios entra en acción. Y cuando Dios comienza actuar, todo cambia, si bien que no siempre “en un abrir y cerrar de ojos”. Muchas veces Dios no actúa como lo habíamos imaginado. Con todo, como es maravilloso saber que no hay problema que Él no pueda resolverlo o transformarlo en una bendición para nosotros. Ana probó el amor y el poder de Dios en su vida. Por eso exclamó: “…me alegro en tu salvación” (1ª Sm 2.1). Muchos cristianos ya no se alegran en la salvación. Están constantemente tristes con sus flaquezas e imperfecciones. Pero a estos la Biblia dice: todavía que la conducta cristiana aun sea imperfecta, su posición delante de Dios es perfecta. Eso quiere decir: así como usted es, en este momento, se usted recibió a Jesús como Señor y Salvador, usted es un hijo de Dios (Jo 1.12). La posición de hijo en una familia no cambia aun que él tenga flaquezas. Si un papá aquí en la tierra no rehúsa el hijo, aunque sea desobediente, cuanto más nuestro Padre en el cielo no nos rechazará ni expulsa de su presencia siendo nuestra conducta todavía imperfecta. Es verdad: estamos sujetos a errar todos los días. Para nosotros vale lo que el apóstol Pablo dice de si: “No que yo lo tenga recibido, o tenga ya obtenido la perfección; pero prosigo para conquistar aquello para lo que también fue conquistado por Jesucristo” (Fp .3.12). En vista de este mensaje maravilloso del evangelio, la cual nos anuncia que nuestra imperfección en la conducta no anula nuestra posición perfecta delante de Dios, a la cual Jesús conquistó por nosotros. Esta posición perfecta nos fue dada absolutamente gratuita, y sin merecimiento: “También en Él estamos perfectos…” (Cl 2.10). Muchas veces somos entristecidos, recordándonos de nuestro interior tan miserable. Debemos entonces recordarnos también de las promesas que Dios nos dio en relación a su perdón. Así Él dice: Aunque sus pecados sean como el rojo mas vivo, yo los dejaré blancos como la nieve. Aunque sean como la tela teñida de purpura, yo los dejaré blancos como la lana (Is. 1.18). ¿Habrá otro señor que cuida de nosotros con tanto cariño y amor como Jesús lo hace? ¿Que intercede por nosotros cuando satanás nos acusa? ¿Que hace morada en nosotros para transformarnos a su semejanza? ¿Qué nos defiende contra asaltos violentos de las maldades? ¿Qué nos acompaña todos los días? ¡Si maravilloso es nuestro Señor! ¡Tenemos todo motivo para alegrarnos!

Sugestiones prácticas

La convivencia en la sociedad, y principalmente en la familia, es la escuela de nuestra vida. Hay quien busque separarse de una vida comunitaria. Pero estas personas se tornan siempre más egocéntricas e infelices. En la comunión con los otros también acontece un proceso de lapidación de ser humano. La Biblia nos dice que nuestro corazón es, por naturaleza, duro como piedra (Ez 36. 26). Como las piedras en contacto unas con las otras se friccionan, también nosotros entramos en


atrito. Son oportunidades de ejercitar comprensión, tolerancia y paciencia. Dios quiere auxiliarnos a aprender a convivir con otras personas, mismo que difíciles, a cargar fardos y deficiencias uno del otro. Los conflictos que surgen en la convivencia diaria deben justamente llevarnos a recorrer a Jesús. Pues solo Él nos puede libertar de la dureza de nuestro corazón, de nuestro egoísmo, desamor e impaciencia. Es con Él, e a través de Él, que aprendemos a orar, perdonar, esperar y amar. Un casamiento donde una mujer y un hombre piensan: “Yo quiero ser feliz y mi parcero esta allí para garantir eso” esta lejos de ser feliz. El matrimonio plantado sobre egoísmo no produce flores de amor. Derrame delante del Señor todas sus tribulaciones y tristezas (vea Slm 62. 9), sean ellas de la vida matrimonial, profesional o de otra origen. Hable con Dios sin prisa. Cuente espontáneamente y detalladamente sus problemas. Es verdad que Dios sabe todo. Pero Él quiere oírle sobre todas las cosas que lo oprimen (La Biblia no cuenta que Ana se demoró en orar 1ª Sam 1. 9-12). No se deje intimidar en su oración (1ª Sam 1. 15). Busque orar de acuerdo con los pensamientos de la Biblia, llevando a Dios las propias palabras y promesas divinas, bien como el grande poder que Él tiene demostrado para aquellos que en Él creen. Ana recuerda a Dios que Él es el Señor de los Ejércitos Todopoderoso; que Él es benigno y esta siempre pronto para atender la aflicción de sus siervos (1ª Sam 1. 9-11). La Biblia nos dice que Él desea ser recordado: “…No se queden callados los que invocan al Señor.”(Is 62. 6b). Sea humilde en la oración. No procure imponer sus ideas y soluciones a Dios Estea dispuesto para transformar la oración en una lucha. Dios quiere ver si usted lleva a serio sus peticiones. Al orar, colóquese enteramente a la disposición de Dios. Ana habló de si como sierva de Dios (1ª Sam 1. 10). La oración hablada en vos medio audible, aun cuando se esta solo, en una ayuda en la concentración. Ana no habló alto en la ocasión, por estar en el templo, pero si movió los labios articulando las palabras (1ª Sam 1. 12-13). Una buena manera de iniciar una oración es alabando a Dios. Esto vale también para los tiempos difíciles. Aun que no tengamos, en determinado momento, muchas alegrías para decir a Dios, siempre podemos alabarlo y adorarlo. Pues Él nos arrancó de las manos de satanás, nos tornó hijos suyos y es un Dios todopoderoso. (1ª Sam 2. 1) Comience su oración enumerando una a una, las cosas buenas que Dios le tiene concedido. Busqué encontrar palabras e ilustraciones para expresar lo que Dios significa para usted. La expresión “Tú eres un Dios maravilloso” es una de esas expresiones. Pero hay muchas otras. Agradezca a Dios, todos los días, que en su vida no ocurre nada sin sentido, por mero destino o acaso. Dios quiere que todo le sirva como educación y aprendizaje. No fue en vano que Ana era estéril. No fue en vano que ella tenía una vida matrimonial difícil. Los acontecimientos de su vida no fueron obra de un


destino desconocido y cruel. Era el camino que Dios usó (no necesariamente “escogió”) para hacer Ana madurecer espiritualmente. La vida matrimonial, alias, es una escuela en que Dios tiene óptimas oportunidades para educar a sus hijos. Les enseña, diariamente, a esperar, perdonar, dejar la insistencia, se sacrificar, tener paciencia y bondad. Agradezca a Dios por usar cualquier situación, en su vida, para tornar a usted siempre más semejante a Él. ¡Pida refuerzo de amor! Se el otro bajar su nivel de amor, que el nivel de su amor pueda elevarse. El amor de Jesús para con nosotros es inagotable. Recordándonos de como somos amados por Jesús mismo no mereciéndolo, nuestro amor para con los otros aumenta para si. Agradezca desde ya porque Dios marca la hora final de los sufrimientos y lo librará de las injusticias que le son impuestas. Recuerde de Ana que, después de pasar la negra nube de tristeza, cierto día pudo decir: “Mi corazón se regocija en el Señor” (1ª Sam 2. 1)

Resumo y estímulo para nuestra oración Si usted esta triste y afligido, entonces ore: Que la amargura y la tristeza no lo aparten, pero si lo aproximen de Dios; Que tenga la paciencia y el amor, pero también la firmeza y la fuerza suficientes para convivir con personas de carácter difícil; Que le sean encaminadas personas que estean dispuestas a cargar con usted ese fardo; Que usted tenga la calma necesaria cuando fuera acusado injustamente; Que tenga la fuerza para perdonar y orar por la persona que dificulta a su vida; Que a su oración sea destituida de todo egoísmo, y así se torne una oración “en su nombre”; Agradeciendo cuando Dios interferir a todo cambiar.


4 LA ORACIÓN DE ELÍAS Una explosión de desespero

“¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, pues yo no soy mejor que mis padres!” (1ª Rs 19.4)


El motivo de la oración de Elías

El nombre Elías significa “mi fuerza es el Señor”. Elías fue uno de los grandes profetas. Combatió fervorosamente la idolatría del pueblo de Israel. En cierta ocasión le fue concedido el poder que lloviese durante tres años y medio. En el fin de ese periodo hizo caer fuego del cielo en la presencia del Rey Acab y de los 450 profetas del ídolo de Baal. Elías hizo este milagro en nombre de Dios para convencer al pueblo a dejar otros dioses, pues Israel, en la época, servía tanto al Señor Dios como también al ídolo Baal. Impresionados y entusiasmados con el milagro realizado, los israelitas se prostraron delante de Dios y lo adoraron (1ª Rs 18.38, 39) Después de estos acontecimientos, Elías ando muchos kilómetros para la ciudad donde vivían el rey y la reina del pueblo de Israel, los cuales habían seducido al pueblo a adorar el ídolo. Quería impedir que la reina Jezabel, que era pagana influenciase nuevamente a su marido, el rey Acab, para que este volviese a adorar falsos dioses. Elías, sin embargo, constató que el pueblo, todavía hace poco entusiasmado y ciente de los grandes hechos de Dios, no había tenido una mudanza significativa en su vida de fe. Y no solo Elías percibió la actitud del pueblo, pero también la propia reina. Viendo que el pueblo no apoyaba decididamente al profeta, amenazó matarlo. Cual no fue la sorpresa y la decepción de Elías, cuando notó que ni uno siquiera de los hombres de su pueblo se levantó para defenderlo. Esto maguó y entristeció el profeta profundamente. Dejó Samaria y se fue para el país del sur, hasta Berseba, ciudad a la orilla del desierto. Ando un día mas, hasta que el cansancio lo obligó a parar. Así, exhausto y profundamente decepcionado, se echó debajo de un arbusto y pidió para si la muerte. Se sentía totalmente frustrado. Año tras año había esperado por el arremetimiento del pueblo de Israel, que sufría sobre el castigo de Dios: la ausencia completa de la lluvia completa por tres años y medio, había esperado tanto tiempo para que el pueblo finalmente se dispusiese a servir nuevamente a Dios de todo el corazón. Tenía la certeza de que este pueblo tendría coraje de colocarse contra la reina Jezabel, en vista del poder visible de Dios, que había mandado fuego del cielo. Pero nada de lo que Elías había esperado aconteció. Todos aquellos largos años de espera - - y nada de resultados. Ahora Elías solo tenía un deseo: morir. Dios, sin embargo, no atendió al pedido de su siervo desanimado. Tampoco lo criticó. Primeramente le concedió un sueño profundo, después le providenció alimento, agua y nuevamente sueño. Al despertar, descansado y fortalecido, Dios continuó su terapia con Elías, le dando una tarea de caminar cuarenta días hasta el monte Horeb (1ª Rs 19.8). En la Biblia el número 40 siempre esta relacionado con algún tipo de aprendizaje, y aparece muchas veces en las escrituras: Cuarenta días y cuarenta noches llovió durante el diluvio, a fin de que el pueblo aprendiese cuan seria es la consecuencia del pecado (Gen 7.4). Cuarenta años el pueblo de Israel estuvo en el desierto para aprender:


23).

A confiar en Dios; A ver como Dios es poderoso (Dt 8.4) Cuarenta años Moisés se instruyó en la sabiduría de los egipcios (Hch 7.22,

Cuarenta años Moisés aprendió a ser humilde, apacentando ovejas en la tierra de Madian (Hch 7.30). Cuarenta años Moisés aprendió como Dios es longánimo, paciente y todopoderoso (Ex 34.6). Cuarenta días de plazo el pueblo de Nínive tuvo para arrepentirse de sus pecados (Jn 3.4). Cuarenta días y cuarenta noches Jesús ayunó (Mt 4,2). Cuarenta días de aprendizaje los discípulos tuvieron con Jesús después de la resurrección (Hch 1.3). Después que Elías llegó al monte Horeb, vino la hora en que Dios tornó a hablar, diciéndole que aclarase el motivo de su fuga. Elías con todo todavía continuaba indignado y, en ves de reconocer su actitud cobarde, se quejó para Dios: “Tengo sido celoso, por el Señor, Dios de los Ejércitos, porque los hijos de Israel dejaron tu alianza, derribaron tus altares, y mataron tus profetas a la espada; y yo me quedé solo, y buscan tirarme la vida” (1ª Rs 19). Dios vio que su siervo todavía luchaba consigo mismo y con su decepción. Entretanto, mismo que las palabras de Elías estuviesen llenas de amargura y de auto conmiseración y hasta huyesen de la realidad (pues había también otras personas que no adoraban a Baal, escondidas por el mayordomo Abdías; ver (1ª Rs 18.3-4), Dios deseó que Elías se dirigiese a Él con todo aquello que sentía y pensaba. Llamó a Elías y le mostró, a través de cuatro visiones, que el orgullo y la dureza del corazón humano generalmente no se dejan vencer por conmociones gigantescas o por poderosos milagros. Lo que vence la rebeldía y la resistencia humana, finalmente, es el amor silencioso, infinito e inmutable de Dios, que dio su Hijo por nosotros, a fin de que pudiésemos ser salvos (1ª Jn 4.9; Rm 5.8). Lo que consigue cambiar la actitud de los individuos, de los pueblos y de la humanidad no es la ley, con sus exigencias y amenazas, pero si el evangelio, que es la buena noticia de que Dios quiere presentarnos de eternidad en eternidad. Elías, después de aprender esta lección, estaba nuevamente dispuesto a servir. Y Dios, que es un Dios paciente, no despidió su profeta fugitivo. Por lo contrario, le dio nuevas órdenes, las cuales Elías cumplió. Llegó el día en que Dios mando buscarlo con un carro de fuego para su presencia (2ª Rs 2.11).

¿Que es lo que podemos aprender de Elías?

Épocas de desanimo y sentimiento de frustración - - ¿quien no las conoce? Tal ves usted tenga comenzado con tanto animo en un nuevo empleo. No midió esfuerzos para realizar el trabajo a la satisfacción del empresario. Aceptó horas extras de trabajo sin reclamación. Todo estaba siendo encaminado para un acenso. Se esperaba un avanzo y un salario mejor, tan luego hubiese una vaga. Tal ves un salario de secretaria jefe, después de mucho tiempo de salario mínimo. El


merecimiento y su aptitud eran evidentes para todos. Pero hubo aquel caso del “pistolón”. Un amigo del patrón tenía una hija sin grandes aptitudes para el cargo. Pero con aquella “ayudita” ella fue colocada en el gabinete jefe con un salario y tanto. Ahora se apodera de usted un profundo desanimo. ¿Entonces fue todo en vano? ¿Todavía vale la pena esforzarse? ¿Dónde queda Dios en todo esto? O el caso de aquel enamoramiento. El joven amaba aquella linda criatura de todo el corazón. Pero él era un poco inhibido, tímido e introvertido. Por en cuanto solo imploraba con los ojos, queriendo dar a entender: “¿Quiere casarse conmigo? ¡Te amo mucho!” Inesperadamente aparece otro joven. Su manera desinhibida y agradable conquista todo el mundo. Sus anécdotas provocan alegría y satisfacción. Su manera simpática e extrovertida cautiva. Él corteja a la misma señorita, tan amada por el joven introvertido, y acaba casándose con ella. El joven tímido ve todo eso sin tener coraje de interferir. ¡Como eso es triste y como duele! Amor rechazado o hasta ridiculizado es uno de los peores sufrimientos del alma. Es un sufrimiento crónico. No quiere sanar. Puede arruinar una vida entera o hasta llevar al suicidio. Hay muchas otras situaciones que nos llevan para el desanimo, la depresión y el desespero. ¿Cómo enfrentarlas? Elías, en la realidad, poco hizo para vencer a su depresión. Fue Dios quien actuó, providenciándole alimento y agua, ofreciendo una “terapia ocupacional” (lo hizo andar durante cuarenta días), oyéndolo y llevándolo a ver objetivamente el problema. El motivo por lo cual su problema fue relatado en la Biblia no es, por tanto, la demostración de una persona magnifica que, sin vacilar, enfrenta las adversidades de la vida. El merito de Elías no fue el de encarar con fe y coraje la reina Jezabel, pero si el de derramar su corazón delante de Dios. Elías, en su depresión y desanimo, recorrió al dialogo con Dios, mismo que quejoso. Es nuestro privilegio poder buscar a Dios en todo lo que se pasa con nosotros. También con nuestras quejas y decepciones en la vida de la fe.

Sugestiones prácticas

Desespero, desanimo y depresión son sentimientos profundos que dificultan la vida. Ser cristiano no significa tener la garantía de no necesitar enfrentarlas. Por lo contrario: aquel que por causa de Jesús lleva la vida a serio muchas veces es confrontado con situaciones que lo llevan a la angustia. Cuando esto acontezca en su vida busque hacer lo siguiente. • Ore pidiendo a Dios que la raíz de del desanimo sea descubierta. Esto es muy importante, pues hay situaciones en que la causa de la depresión es de orden fisiológica (algún mal funcionamiento del organismo). En el caso de Elías, el agotamiento físico mucho contribuyó para su colapso nervioso. Recordemos que él corrió con prisa muchos kilómetros, del Monte Carmelo hasta la ciudad de Jezreel. Después, todavía ando sin parar hasta el sur del país y un día en el desierto. Es claro que estaba completamente exhausto.


Hay personas que inmediatamente atribuyen cualquier sentimiento negativo al diablo, sean pensamientos tristes o cualquier desanimo que los asalte. Aun estos sentimientos pueden ser de un estomago irritado, de un agotamiento físico, de la falta de sueño o de una difusión hormonal. Nuestro estado físico influye mucho en nuestro estado psíquico. Es pues importante, saber si hay alguna cosa en nuestro cuerpo que pueda ser el origen del disturbio emocional. Otra raíz de desanimo es el pecado. Vamos a enumerar a seguir por lo menos cuatro actitudes pecaminosas que pueden llevar al desanimo: • Desobediencia a Dios (por ejemplo, falta de disposición para perdonar; falta de amor al prójimo; inercia o rebeldía en ejecutar las tareas propuestas por Dios; discordancia con los planos de Dios); • Indiferencia, comodidad, inversión de prioridades, lectura bíblica relajada y la vida de oración irregular; • Orgullo(no subordinarse a los planos Dios); • Falta de sinceridad (la persona no busca saber lo que realmente hay dentro de ella en relación a Dios). •

Ore a Dios rogando por fuerza para se comunicar con los hermanos en la fe cuando usted fuese asaltado por pensamientos de suicidio.

Cuando surgen los pensamientos de auto destrucción, la ayuda de otras personas cristianas es muy importante. La persona en este estado depresivo o de grande desanimo tiene la sensación de estar afondando en un abismo. Es muy difícil salir de este estado solita. Un pensamiento suicida puede tener, como todos los pensamientos depresivos, causas fisiológicas (disfunciones orgánicas, stress), pero que toda ves que ella aparece es necesario que se haga una revisión de la vida. Se debe hacer un análisis en busca de rancores y sentimientos de venganza. Estos sentimientos, cuando recalcados o cultivados, mismo inconscientemente, muchas veces provocan pensamientos suicidas. Puede ser que tenga ocurrido una grande injusticia en la vida de alguien, sin que hubiese posibilidad de venganza o de eliminación positiva. Un impulso, vengativo, no pudiendo manifestarse contra el provocador, se vuelve contra la propia persona, en forma de auto agresión. El resultado de eso son pensamientos suicidas, que pueden ser tan violentos que la persona, mismo no queriendo, es arrastrada por un poder irresistible a colocar un fin en su vida. El seguidor de Jesús no necesita vengarse. Dios, que es justicia, cuidará de su caso. Al cristiano es ordenado apenas orar la oración de nuestro Maestro: “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23.34). Los pensamientos de rencor y de venganza pueden ser vencidos y transformados en oración por los que nos ofenden y maguan. La desobediencia a ese mandamiento es una de las grandes causadoras de la depresión y del desanimo en la vida cristiana. •

Ore para que Dios conceda un campo de batalla adecuado y revele lo que debe ser hecho


El trabajo es un remedio eficiente para ayudar vencer el dolor, principalmente en el caso de amor recusado. El hecho de sentirse realizado en el otro sector de la vida, que trae satisfacción y reconocimiento, es una grande ayuda para enfrentar al dolor del alma. Hay muchas actividades que pueden traer consuelo contra la tristeza y el desanimo. Algunas de ellas son: • Practicar música (cantar o tocar un instrumento). Muchos desánimos llegan a deshacerse cuando rellenamos nuestro tiempo con la música. Leemos en la Biblia que el rey Saúl sentía alivio de su melancolía cuando David tocaba harpa (1ª Sm 16.23). El dictado popular dice: “Quien canta sus males espanta”; • Practicar un deporte (o al menos hacer caminadas rápidas diariamente); • Hacer visitas a amigos enfermos, presos, o personas necesitadas; • Leer un buen libro; • Buscar solidarizarse con una persona triste (es uno de los mejores remedios contra la propia tristeza); • Terapia de un medico o psiquiátrica puede tornarse necesaria. Buscar auxilios vitales no es falto de fe en Dios. También no es motivo de vergüenza. Depresión es enfermedad como cualquier otra. • Orar demoradamente, siguiendo la sugestión del Salmo 62.8 “!Háblenle en oración con toda confianza!” •

Pida a Dios que le de amigos. Y va al encuentro de personas, principalmente entre hermanos en la fe.

Nosotros seres humanos, precisamos de amigos. A través de ellos y de los sentimientos de aceptación mutua es que adquirimos auto confianza, nuevo impulso y nuevo ánimo. La convivencia con ellos transforma gradualmente nuestro estado de ánimo. Debemos y podemos orar por amigos que nos apoyen en las horas de obscurecimiento, pero no debemos de olvidarnos que amistades necesitan ser conquistadas y cultivadas y que, para tener nuestros amigos, nosotros necesitamos en primero lugar ser amigos. Amistad entre las personas es un regalo maravilloso de Dios. Quien encontró un amigo encontró un tesoro “… hay amigos mas fieles que un hermano” (Prv 18. 24b). •

Ore pidiendo a Dios que le encamine lecturas que lo ayuden a pasar por el “valle de sombra de la muerte”

Hay libros que realmente son buenos amigos y que hablan con nosotros. Contienen consejos útiles que nos hacen bien, o simplemente nos distraen. Pueden todavía abrirnos nuevos horizontes, de tal manera que dejamos de preocuparnos tanto con nosotros mismos pasando a admirar la grande creación de Dios o a mirar los problemas de los otros y de la humanidad. Es maravilloso observar que a veces Dios provee un libro para nosotros mucho tiempo antes de nosotros


necesitarlo. Llegamos hasta olvidarlo algunas veces; pero Dios en la hora cierta, nos hace recordar de el, y allí Dios nos muestra lo que necesitamos saber. • Ore para que Dios le envíe una o mas personas afectuosas que tengan tiempo y paciencia para oírlo y comprender sus anhelos. Dios envió un ángel a Elías para decirle lo que debería hacer. Existen también mensajeros de Dios, en forma de seres humanos, que tienen la palabra cierta para nosotros. Un grupo de ayuda importante es el círculo bíblico donde la Biblia es estudiada en conjunto, donde se ora y canta. Dios hace rayar sobre nosotros nuevamente el sol, ahuyentando las tinieblas de la oscuridad. • Grave o memorice versículos bíblicos y cantos espirituales. Cantar como ya vimos, puede ser un grande auxilio en tiempos de depresión. Muchos de los himnos espirituales nascieron en tiempos difíciles y de esta forma nos pueden consolar en nuestras dificultades. Una alabanza muy cantada en nuestros días (en Brasil), es de la autoría de un pastor pernambucano Nelson Monteiro da Mota, que a los 47 años, compuso en un momento de desanimo violento, cuando llegaba a pensar en abandonar el ministerio: Si las aguas del mar de la vida te quisieren ahogar, Agárrate en las manos de Dios y va. Si las tristezas de esta vida te quisieren sofocar, Agárrate en las manos de Dios y va. Agárrate en las manos de Dios Agárrate en las manos de Dios, Pues ella te sustentará. No temas, sigue adelante y no mires para atrás. Agárrate en las manos de Dios, Si la jornada es pesada y te cansas en la caminada, Agárrate en las manos de Dios y va. Orando, ayunando, confiando y confesando, Agárrate en las manos de Dios y va. El Espíritu del Señor siempre te revestirá, Agárrate en las manos de Dios y va. Jesucristo prometió que jamás te dejará, Agárrate en las manos de Dios y va. Para que nuestra alma tenga alimento y refrigerio en épocas difíciles, es muy bueno que tengamos en la memoria himnos cristianos. Dios puede recordarnos de ellos en ocasiones cuando necesitamos de un conforto.


También es cierto que pensamientos tristes precisan de un lugar en nosotros para crear raíces y crecer. Una manera para no darles espacio exagerado y oportunidades de se alastrar es llenar nuestra vida con cosas de valor. De esta forma lo pensamientos negativos no tendrán campo para firmarse. Como vimos, memorizar y saber de memoria versículos de la Biblia e himnos con un mensaje confortador es un buen recurso para henchir nuestro interior.

Resumo y estímulo para nuestra oración

Resumiendo lo que fue dicho arriba: cuando usted se encuentre melancólico, deprimido, frustrado, desanimado o hasta desesperado, entonces ore: • Que le sea revelada la raíz de este dolor; • Que encuentre hermanos y hermanas en la fe que lo ayuden a salir de la soledad; • Que encuentre un nuevo ramo de actividad; • Que encuentre un himno cierto para su consuelo; • Que encuentre una lectura o un dialogo orientador, esclarecedor y confortante; • Que Jesús lo liberte de todo rancor y espíritu de venganza; • Que consiga orar por sus enemigos, bendiciéndolos; • Que sabiendo: “Solo hiere quien esta herido” crezca una grande misericordia en su corazón por aquellos que lo perjudican, maguan o ridiculizan; • Que surja una oportunidad para hacer el bien a aquel que le hizo mal.


5 LA ORACIÓN DE DANIEL Una Oración intercesora de arrepentimiento

“Señor, Dios grande y poderoso que siempre cumples tus promesas y das pruebas de tu amor a los que te aman y cumplen tus mandamientos: hemos pecado y cometido maldad; hemos hecho lo malo; hemos vivido sin tomarte en cuenta; hemos abandonado tus mandamientos y decretos. No hemos hecho caso a tus siervos los profetas, los cuales hablaron en tu nombre a nuestros reyes, jefes y antepasados y a todo el pueblo de Israel. Tú Señor, eres justo, pero nosotros los judíos nos sentimos avergonzados; tanto los que viven en Jerusalén como los otros israelitas, los que viven cerca y los de lejos, que viven en los países a donde tú los arrojaste por haberse revelado contra ti. Nosotros, Señor, lo mismo que nuestros reyes, jefes y nuestros antepasados, nos sentimos avergonzados porque hemos pecado contra ti. Pero de ti, Dios nuestro, es propio el ser compasivo y perdonar. Nosotros nos hemos revelado contra ti y no te hemos escuchado. Señor y Dios nuestro, ni hemos obedecido tus enseñanzas que nos diste por medio de tus siervos los profetas. Todo Israel desobedeció tus enseñanzas y se negó a obedecer tus órdenes; por eso han caído sobre nosotros la maldición y el juramento que están escritos en la


ley de Moisés, tu siervo, porque hemos pecado contra ti. Tú, al enviarnos una calamidad tan grande, has cumplido la amenaza que nos hiciste a nosotros y a los que nos gobernaron; pues jamás ha habido en el mundo nada comparable al castigo que ha caído sobre Jerusalén. Todo ese mal ha venido sobre nosotros, tal como está escrito en la ley de Moisés; pero nosotros no te hemos buscado, Señor y Dios nuestro, ni hemos abandonado nuestras maldades, ni hemos seguido tu verdad. Por eso, Señor, has preparado este mal y lo has enviado sobre sobre nosotros; porque tú. Señor y Dios nuestro, eres justo en todo lo que haces; pero nosotros no quisimos escucharte. Señor y Dios nuestro, tú mostraste tu grande poder al sacar de Egipto a tu pueblo, haciendo así tu nombre desde aquellos días hasta hoy; pero nosotros hemos pecado y hemos hecho lo malo. Señor, sabemos que eres bondadoso. Por favor aparta de Jerusalén tu ira y tu furor, porque ella es tu ciudad, tu monte santo. Toda la gente de las naciones vecinas se burla de Jerusalén y de tu pueblo, por culpa de nuestros pecados y de nuestros antepasados. Dios nuestro, escucha la oración y las súplicas de este siervo tuyo; por tu nombre, Señor, mira con amor la triste situación en que ha quedado tu templo. Atiende, Dios mio, y escucha; mira con atención nuestra ruina y la de la ciudad donde se invoca tu nombre. No te hacemos nuestras


súplicas confiados en la rectitud de nuestra vida, sino en tu gran compasión. ¡Señor, Señor! ¡Escúchanos, perdónanos! ¡Atiéndenos, Señor, y ven a ayudarnos! ¡Por ti mismo. Dios mio y por tu ciudad y tu pueblo, que invocan tu nombre, no tardes!”. (Dan 9.4-10)


El motivo de la oración de Daniel

El pueblo de Israel se formo a partir de Abraham, al cual Dios prometió una grande descendencia. Dios cuidó de manera bien especial de este pueblo para educarlo y tornarlo una fuente de bendiciones para el mundo. Además de su protección, Dios les dio sus mandamientos, para que pudiesen vivir una vida plena y en alegría. Una de estas leyes determinaba que este pueblo no adorase otros dioses. Solamente el Criador de los cielos y de la tierra debía ser adorado. Pero el pueblo de judío, conviviendo con pueblos paganos, se olvidaba de la orden de Dios y practicaba la idolatría. El profeta Jeremías fue, entre otros, incumbido de amonestar a los hebreos (Jer 25.8-25) para que se arrepintiesen y volviesen a Dios. Les avisó que Dios los castigaría sino oyesen. Pero el pueblo se burló de Jeremías y hasta lo maltrató (Jer 37.e 38). Consecuencia: el rey de Babilonia, Nabucodonosor, atacó sitió y tomó la ciudad de Jerusalén. Pero la realidad fue esta: “Y el Señor le entregó en las manos a Joacim, rey de Judá, y algunos utensilios de la casa de Dios” (Dan 1.2) Nabucodonosor no tardó en llevar presos a todos los judíos que suponía le podrían ser útiles. Entre las personas cautivas había un joven de unos catorce años, llamado Daniel. Este nombre significa “Dios es mi juez”. El muchacho, a pesar de tan joven, decidió terminantemente ser fiel a su Dios y a sus mandamientos. Eso no era fácil en aquella tierra pagana. Pero luego, puesto a prueba por el rey, decidió en su corazón: ¡prefiero morir de lo que pecar! Mirando para la vida de Daniel, vemos que él se mantuvo fiel a esta decisión, en todas las tentaciones y tribulaciones. Nos preguntamos: de ¿donde Daniel recibió tanta fuerza para resistir al pecado? La Biblia por lo menos nos da dos “pistas”. Una de ellas se torna clara en esta canción infantil: Tres veces oraba Daniel en el día Y por eso en la aflicción Dios lo socorría

(Vea Dan 6.11) La segunda pista lo encontramos en el libro de Daniel 9.2, donde leemos que él estudiaba la Palabra de Dios. El contacto intensivo con las Sagradas Escrituras lo tornó firme y fiel. Fue en uno de estos estudios que Daniel encontró la promesa de que el cautiverio duraría setenta años: “El Señor dice: Cuando se le cumplan a Babilonia los setenta años, actuaré en favor de ustedes y les cumpliré mi promesa favorable de hacerlos regresar a este lugar” (Jer 29.10). en esta promesa Daniel se apoyó en sus oraciones implorando por la liberación de su pueblo del cautiverio. Daniel a pesar de haber sido un miembro importante del gobierno babilónico, sufría intensamente por su pueblo estar en la esclavitud, en medio a pueblos que no conocían el Dios verdadero. Eso es algo que también nos


impresiona en la vida de Daniel: aunque no habiendo transgredido las leyes de Dios, compartía de la culpa colectiva de su pueblo (Dan 9.3-5), intercediendo por el, como si la culpa fuese suya. Él observo como su pueblo estaba sufriendo, pues no demoró en descubrir lo cuanto era inútil ellos adoraren dioses hechos por manos humanas. Reconocieron que hay un solo Dios verdadero, digno de ser alabado. El pueblo sentía, amargamente, el exilio y el recuerdo de la tierra natal. De la tierra que el propio Dios les había dado. De la tierra donde los unían los mismos lazos y costumbres y donde adoraban el mismo Dios. Tenemos una declaración de este sufrimiento en el Salmo 137.1-6: “Sentados junto a los ríos de Babilonia, llorábamos al acordarnos de Sion. En los sauces que hay en la ciudad colgábamos nuestras arpas. Allí, los que nos habían llevado cautivos, los que todo nos lo habían arrebatado, nos pedían que cantáramos con alegría; ¡que les cantáramos canciones de Sion! ¿Cantar nosotros canciones del Señor en tierra extraña? ¡Si llego a olvidarte, Jerusalén, que se me saque la mano derecha! ¡Que se pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no te pongo, Jerusalén, por encima de mi propia alegría! Viendo la situación calamitosa de su pueblo, Daniel se dirigió a su Dios para buscar en oración y súplica. Pidió que Dios le perdonase los pecados. Intercedió por su pueblo. Tres veces por día se recogía en su cuarto, que tenia la ventanas abiertas para Jerusalén, para orar (Dan 6.10)

¿Que es lo que podemos aprender de Daniel?

Daniel oraba a Dios con regularidad y fidelidad, independiente de dificultades o hasta pena de muerte (Dan 6.11) Dios no determina cuantas veces por dia debemos hablar con El, ni cuanto tiempo. Pero una cierta regularidad en la vida de oración es aconsejable. Nos ayuda a superar momentos, días y meses en que, debido a circunstancias adversas, no encontraríamos tiempo o mismo voluntad de orar. Nuestra alma huye fácilmente de este trabajo de oración. Por eso conviene una cierta disciplina. El problema también es que satanás esta muy interesado en despistarnos del momento de oración. Nos inducen a pensar en muchos quehaceres y responsabilidad que, siempre de nuevo nos parecen mucho más importantes que la oración. Erróneamente la oración nos parece trabajo secundario para Cristo, aconsejable para enfermos, debilitados o que nada mas importante tiene a hacer. Pero la oración no tiene nada de pasividad. Es una actividad muchas veces agotadora, porque activa dinámica y de grande repercusión en la obra de Dios. Así leemos en Santiago 5.16: Mucho puede, por su eficacia la súplica del justo”. ¡Que maravillosa promesa! ¡Mucho puede realizar su oración caro lector! La oración no es un momento lírico en que hablamos con Dios, pero si una arma poderosa para vencer a satanás (vea Ef 6.13-18). Es maravilloso, a pesar de eso, que para Dios no importa se nuestra oración se compone de palabras bonitas y pensamientos lógicos. Dios, como en todo •


trabajo para su Reino mira para nuestra fidelidad (Slm 101.6; Col4.2; Ef 6.18; 1ª Tes 5.17). Daniel permanecía fiel a la fe de su pueblo y oraba todos los días. ¡Eso demostraba que Daniel amaba a Dios, ya que le gustaba de comunicarse con El! Esa regla no cambió: quien ama a Jesús, ora y habla con Jesús. El amor se caracteriza normalmente, por la necesidad de comunicarse con quien se ama. Nuestro amor a Jesús puede ser evidenciado también por la intensidad con que nos dirigimos a El en nuestra vida diaria. 100 90 80 70 60 50 40 30 20 10 1 0

TERMÓMETRO DE MI AMOR A JESÚS muchísima oración = muchísimo amor a Jesús mucha oración = mucho amor a Jesús bastante oración = bastante oración a Jesús regular oración = regular oración a Jesús alguna oración = alguna oración a Jesús poca oración = poca oración a Jesús ninguna oración = ninguna oración a Jesús

Si miramos para nuestra vida, veremos veremos confirmado lo que fue dicho • Daniel oraba a Dios con regularidad y fidelidad, independiente de dificultades o hasta pena de muerte (Dan 6.11)


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