SKATER POETRY (POESÍA SKATER)
SKATER POETRY (POESÍA SKATER)
Por: Andrés Felipe
I As sharp as blade my board waits for me to land on it, fairly enough to keep running on. Always a possibly harmful instrument of fun.
II Afilada en sus extremos por el asfalto, vuela como delfĂn sobre la escoria humana. Me amenaza con su filo sin control cuando la pateo. CompaĂąera estoica de fin de siglo XX.
III My knees like houses of cards too fast to stop brakeless. The music keeps me safe from car honkings until I´m swallowed by one of the countless holes into the depths of this anger for the surface.
IV Luego de 30min de ollies fallidos y pop shuvits flip inexactos decido descansar sentado en el andén del separador. Recién había comprado un paquete de Fly mentolados y HALLS XS negros de potencia 5, pues me preocupa este aliento de locomotora impulsada por combustión de tabaco y café en la que me he convertido.
Skateboarding even under the rain. The dirt Taxi Driver wished to be clean away remains here. Cuz this is no Niuyork. Here the dirt is heavier, uglier, deeper. Unwashable.
Riding inside a bus like a metal horse heavier than a ton.
V
Aprender a montar bus skatestyle standing up sin manos en balance salvaje por la violencia del viaje, y de la calle bogotana. A reckless ride por almost half a dollar.
VI En la calle en la noche en la patineta, tan desierta como acogedora. Cualquier parche de neonazis que me espera para partirme la cara en alguna esquina popular, es preferible a la camioneta negra de vidrios blindados oscuros que ha pasado ya dos veces lentamente por la calle de enfrente. O a que venga la policía a pedirme los papeles y que se me lleven el dinero y este bolígrafo alegando que es un arma blanca, porque les pareció bonito. Desolado mamífero callejero.
VII Nada más marica que escribir poesía. –¡Oye, escucha, escribí una cosa sobre una paloma muerta que encontré en la calle en la que monto tabla! ¡Vaya sensibilidad! –¡Déjame leer! Me apasionan todas las chorradas que se les ocurren a mis amigos. –¿De verdad te apasiona la estética de la abyección? –¿La qué? ¿Por qué coño no escribes algo divertido?
VIII Patear la tabla con odio y autocontrol sintiendo los sablazos del madero partiendo el aire mientras gira sobre sus ejes atacando todo aquello que se le atraviese, y después de un segundo intentar caerle con ambos pies en vano, pues puede más la furia cerebral que mi técnica física.
IX Desde la salida hasta la primera etapa de descanso se va todo el Suffer de Bad Religion. Uno sale corajudo a enfrentar la calle, impulsado por el ritmo constante del malestar social adolescente y lo primero que se encuentra en la avenida es un bus enorme que me apunta con sus luces amarillas como de gato mecanizado embistiĂŠndome en la noche sin dudarlo, pues voy en contravĂa refugiĂĄndome en la orilla del carril.
Sobrevivo y me subo por la rampa al andén, en donde esquivo un grupo de señoritas que muy amables me hacen paso y bajo por la otra rampa para cruzar la calle principal. Giro en U dejándome caer por la pendiente. Es otro de esos momentos efímeros de libertad y velocidad eufórica. Maniobro entre los autos que esperan en el semáforo y en un pestañeo ya estoy en la intersección.
Doy una vuelta a la manzana para calentar. Luego me bajo de la tabla y hago un minuto de estiramientos, mi rutina mĂĄs saludable. Me apetece tomarme algo pero temo que el mercado no logre satisfacer este profundo deseo de bienestar. Hoy es casi luna llena y se puede ver el disco semicircular, desenfocado por la bruma nebulosa de un invierno que pareciera ser el Ăşltimo.
X Ahora mi tabla dispara astillas afiladas por su nariz y por su cola, tan largas como una cerilla, o en secciones más o menos cuadradas, de 2 o 3 centímetros. El maple se revienta con el asfalto siempre con cada patada, o intenta morderme las manos cuando la piso para que salte hacia mí al detenerme. En semanas el madero seguirá su desintegración progresiva al ritmo de mi rabia y/o mi euforia.
XI De noche en contrav铆a versus un mont贸n de borrachos drogados. Mi tabla y yo.
XII Decido salir a montar y para evitar el frío me pongo mis nuevos guantes negros de piel. Como ya me ha sucedido antes, caigo a toda velocidad en la mitad del trayecto de la avenida. Los carros desaceleran. Me incorporo rápidamente, busco mi tabla que no está muy lejos. Veo una mancha negra y ólea en mis jeans bajo la rodilla derecha.
Los guantes se rasgaron contra el asfalto, sus dedos presentan mordidas hechas como por ratas desesperadas, mi rodilla igual. No escribo sobre los trucos que hago en patineta. Escribo sobre los que hago en la vida, mucho menos espectaculares: los trucos que me mantienen vivo.
XIII -A las patadas(kickstart my fake impossible grind) Con golpes se soluciona todo. Todo se evade. Presi贸n y fuerza junto a un equilibrio esencial. Pese al odio al hast铆o a la negaci贸n y al fracaso. Con golpes, a patadas todo es posible.
XIV Cariño, no me ignores. Móntame. Pisotéame. Cae encima de mí con violencia. Yo te llevo donde quieras. Mientras no te canses de mí, no dejes de patearme con obstinación.
XV (M) Los Croydon imitación Chuck Taylor se abrieron en el costado izquierdo del zapato izquierdo muy rápido. La suela del zapato derecho se agujereó en O también bastante rápido. En ese tiempo montaba tablas de juguete, de las TMNT, de DragonBall y luego una que parecía más fina de los Power Rangers, pero esa no duró mucho porque me le partieron un truck y creo que la perdí borracho.
Luego una amiga me regaló la tabla de su hermanita porque fui a visitarla y por alguna razón, por aburrimiento, por todo al tiempo, resulté llorando en frente suyo. Cuando llegué a mi actual Blacklabel regordeta, con lija de verdad, tuve que comprar tenis. Nike SB, suela roja, chulo azul y lengua gris. Siguen siendo mis tenis para montar, aún pareciendo haber sido mordidos por perros matones, aún con las costuras reventadas y con fragmentos de cuero como apéndices a la deriva, aún sucios, tengo miedo de lavarlos porque temo se disolverán en el jabón; grises hacia
una sombra ocre pálida de mugre, la suela tan lisa como cáscara de patilla, y los cordones hechos una cantidad de hilos en un enredo sin forma ni solución. Manuela, una chica de octavo, me vendió muy barata esa tabla. Dijo que ya le aburría montar, que era mejor que yo la tuviera. Era la chica más talentosa y cool, para mí, de todo el colegio, muy a pesar de su angustia, de su adolescencia pura, de caminar sola escuchando únicamente su iPod o de intentar alegrarse con su ukulele, de ser una ex-skater resignada a crecer:
guitarrista de screamo que me abrazó llorando un día diciendo que ya no quería pensar más. Que no podía con su mente. Todavía me siento culpable por darle un besito en la cabeza. Le regalé, al terminar el año, un cuaderno rosado escribiéndole una tarea: registra el paso del tiempo. Aquel fue mi último año como profesor de arte. Mis tenis siguen registrando el paso del tiempo, mi tabla igualmente resiste.
POSITIVE PAIN Montar patineta ha sido, en lo personal, una gran terapia metafísica. Rodando he aprendido a aprender, a caer y a levantarme otra vez dejando atrás la vergüenza del juicio ajeno. He aprendido a confiar en el ensayo y en el error de forma ciega y terca, todo para lograr subirme a un andén.
He reforzado mi conciencia de la mugre repulsiva y perpétua del mundo que cae permanentemente al suelo, al que luego caigo yo de frente abriéndome la piel contra el asfalto, reventándome por diversión. Toda una experiencia de dolores infligidos con gusto y sonrisa. Un sinnúmero de pequeños golpes en serie, que nunca dan aviso, pero que son previsibles desde la primera patada.
Y que al otro d铆a, y en los que siguen, me recuerdan la fragilidad de mi esqueleto. O mi mortalidad. La mortalidad presente cuando uno atraviesa una calle corriendo tras la tabla que rueda lejos y sin direcci贸n, y oye los pitos y los frenazos de varios carros furiosos. La mortalidad cuando uno resbala sin control en plena avenida.
En un instante de sudor y adrenalina potenciado por los peligros de esta ciudad destruida, pocas cosas me hacen confesar con orgullo que todavĂa puede ser algo divertido sentir una tendencia suicida.
volumen ii
XVI AgĂłnico dentro de la casa debo salir rodando con audĂfonos y luego con Jumbo Jet 150g de chocolate y manĂ en la mano enguantada, girando, intentando no caerme,
mordiéndola como un chupo para balancear los brazos tranquilo. Se puede sentir el latir muscular interior, y el cuerpo húmedo. Nadie se quita la camiseta aquí, aquí no hay aire libre.
XVII Salgo el domingo, ya que en toda la semana no lo hice, camino al parque de las rampas donde siempre montan un montĂłn de adolescentes y pre-adolescentes e incluso niĂąos con sus cascos y demĂĄs protectores. Me aterra la imagen de montar a su lado, ellos que se atropellan entre tablazos que totean constantemente
por los trucos y sus caídas. Hay quienes los logran mejor que otros, hay otros que no dejan de intentarlo. Me acerco un tanto a este man de gorro de lana verde con camiseta NoFX y le digo: Parce, le regalo, dándole el librito. Así mismo con un par de curiosos más y alguno me da las gracias.
Sentado fumando un cigarrillo sobre el andén me siento ridículo mientras los miro, mientras detallo los tenis o los diseños de las tablas. Veo que llega una chica de cabello castaño claro bajo una gorra enorme, plana y circular de rapero. Monta una tabla con diseños sobre fondo violeta, y muchos logos de marcas de skate. Termino mi cigarrillo. Ella vuelve a aparecer con un Gatorade sabor naranja en la mano,
cruza la calle llevando la tabla bajo el otro brazo, y se pierde luego en el parque despues de intentar saludar a algún skater antipático que no muestra el mínimo interés, la mínima emoción al verla. Por mi parte nunca intentaría el menor salto en esa calle con todos estos chinos alrededor. Yo no soy uno, ¿a quién quiero engañar? No puedo subir ni cinco centímetros con la tabla pegada a los pies.
No logro nunca caerle a este truco sin nombre que hace que el madero gire 360° y creo que otros 360 sobre su eje vertical. Solamente sé que mis tenis están gastados y que puedo rodar con cierta estabilidad sin caer.
XVIII Todo va relativamente bien hasta el golpazo con la baranda del puente peatonal que me hace sentar un rato a recuperarme. Hago uso de esta silla de concreto para acomodarme y escribir mientras la gente pasa afanada y los carros ni hablar.
El paisaje bajo este puente doble en parte parece una finca bañada en concreto, custodiada por las patas gigantes de artrópodos grises grafitiados con aes dentro de círculos y plantillas de publicidad política. Sería ideal que mi escritura de skater hablara más sobre patinetas.
XIX
La lija sĂ que te abraza la muy sucia.
XX Tomar chocolate caliente con pitillo se me apetece como idea fabulosa mientras voy en la tabla alejĂĄndome del centro comercial. En el CafĂŠ me cobran duro por 10 onzas de mi deseo pero salgo satisfecho luego de adaptarle a la fuerza un pitillo en la tapa: CAUTION HOT CONTENT INSIDE
Saliendo me pillo una rampa que conecta la plataforma donde está el Café con la acera, separados por cinco escalones de altura. Visualizo la diversión y me abalanzo con el chocolate caliente agarrado con mi derecha enguantada. Justo al terminar la rampa las ruedas delanteras se atascan en el vacío de un puto baldosín que salió disparado al rodarle encima.
Es la tabla misma la que apalancรกndome me expulsa a volar. Uno sabe que lo importante es saber caer reaccionar ladeรกndose aterrizando de codo o de antebrazo o palma abierta. Mientras el cuerpo en general derrapa por el cemento crudo. Desde luego el chocolate me salpica, y me quema la mano y las piernas
pero nunca lo solté, y si a eso vamos, la pérdida de chocolate en el accidente fue mínima. Acto seguido me levanto, estabilizando el recipiente HOT CONTENT OUTSIDE Vuelvo por servilletas al Café, me retiro los pegotes de mugre achocolatada.
La srta del Café me dice: –Vea, señor..., dándome dos toallas de grueso papel de cocina. Mi caída ha tenido acogida. Soy bueno para caer.
XXI la gravedad (pinche inercia) es lo que hace que me convierta en proyectil.
XXII Descansando junto a los rusos en la silla del parque, ellos juegan micro despuĂŠs de almuerzo.
XXIII La entrada a mi calle está plagada de policía: un retén en la avenida compuesto por un desproporcionado número de treinta policías estrenando chupas verde reflectivo y sus respectivas motocicletas, formados pretendiendo intimidarnos con su protección falsa. Llego por la calle occidental ahorrándome una requisa. De cualquier forma siempre habrá otra.
XXIV Ser policía aquí es sinónimo de persona ignorante y desgraciada; de pobreza y de violencia sumada a su consecuente arrogancia, cosa que no les impide sino que les potencia ser una agencia inepta. Desde esta esquina, sentado en estos escalones podría abalaear siete de esos cerdos sin que nadie logre detenerme.
Una de mis fantasías más recurrentes al ver un policía es robarlo: –Bájese del tote cerdo hijueputa y calladito, si no se lo estallo. –A ver papi, rapidito las botas y el uniforme. Pase el casco y la gorra o lo pelo, gordo marico. –Las llaves de la moto. A ver. Juiciosito tombo güevón que, si no, no llega a la casa hoy. –Eso. Ahora quédese quietico acostado y cuente hasta cien. Te vi, gonorrea.
XXV Me para el señor policía mientras camino con la tabla bajo el ala y un expreso frío en la otra mano, increpándome: –Bueno, bueno, y usted ¿¿porqué está tan contento?? –No, no, señor agente. Yo no estoy contento, míreme bien.
XXVI Rodar sobre este mundo que gira como una rueda es finalmente otra experiencia estética. La piedra más minúscula puede significar un accidente, cada grieta del pavimento se vuelve un posibilidad menos, las líneas de pintura que señalizan los carriles desaparecen con el transcurrir de los días junto con trozos de calle que dejan al desnudo
las placas geol贸gicas de esta ciudad fallida. Hay que estar atento y apretar los tobillos contra la tabla y no cerrar los ojos ante el repentino final del and茅n, inicio de trampas de arena y vidrio. Igual a un videojuego con un sentido muy negro del humor y con una sola oportunidad. Una sola vida.
XXVII ¿QUIERE QUE LO MATEN, IMBÉCIL? (La pregunta del día) “¿Quiere que lo maten, imbécil?”, me pregunta a gritos una vaca rubia de piel quemada, histérica, desde el asiento del piloto de un compacto azul, desacelerando tanto como para lanzarme su duda lo más cerca posible mientras atravieso la avenida lentamente sobre mi patín.
Esa es una buena pregunta, señora, verá usted, aunque permítame decirle que su formulación no es la más acertada.
XXVIII (Skater Vader) Las consecuencias de la práctica de un supuesto deporte extremo, entre otras tantas, son un conjunto de preguntras trascendentales formuladas súbitamente por extraños aquí y allá: -¡Está aburrido de la vida o qué, mijo! Me dice este tombo cabezón en moto estrenando chaqueta verde neón hiperinstitucional.
(uno piensa en ese momento: si le soy sincero a este asesino, no llegaré muy lejos) (también pienso en que podrían haber dos posibles respuestas verdaderas) –No señor agente, para nada. –Entonces, ¿para qué se tira así a los carros? No pienso discutir sutilezas con este señor policía nacional de la república.
–Pero yo iba por el ladito. –Muéstreme sus papeles. Comparendo peatonal pedagógico, recibirá la notificación en su casa. Eso me dijo el tombo afanado tecleando en su dispositivo las ocho cifras de mi ID. Acto seguido volvió a montar su motoneta y aceleró indiferente.
Por mi parte me vuelvo a ajustar la máscara de mi archivillano de ficción, me pongo la maleta ajustándola y continúo el camino a casa pateando el suelo.
XXIX
Analogies between Skateboards n´ Footballs.
XXX Temprano en la mañana de sábado salgo a montar pensando que voy a salvar mi cabeza y mi cuerpo de la agonía de despertarme de nuevo pero resulta que mis audífonos ya no funcionan y que el sol matutino está empezando a arder amenazando con cáncer a todos los seres vivos.
Sentado en el mismo andén, en la misma calle, veo cómo llegan unos escoltas en camioneta blindada saboteándome el espacio.
Entonces montar es otra excusa para huir.
XXXI La patineta como un rifle a la espalda en las calles de paĂses en guerra.
XXXII
BOGOTÁ TRUCTION DERBY
ediciones LEIDER 2012 skater poetry poesía skater por : Andrés Felipe Uribe Cárdenas ISBN: 978-958-46-2289-1 Bogotá D.C. Colombia MMXII