Andrés Sierra ha fundado Sorongonia. ¿Una ciudad feliz que hace felices a sus habitantes? Una utopía en tiempos en los que el hombre está a la intemperie, ya sea física o emocionalmente. En una de las zonas en que está dividida, “Acrópolis”-- Sierra también actúa como un verdadero cartógrafo-- hay casas en la cima donde se suponen viven sus 121 habitantes y éstos jamás descenderán.“La Frontera” es una lengua en zigzag , una casita al lado de la otra y sus supuestos 200 habitantes están allí confinados.Los supuestos habitantes de “Block” todavía no captan el funcionamiento de una colosal máquina que apila anárquicamente grandes bloques de cemento.¿Qué contienen las murallas de “Fortaleza”? Debe ser muy arduo llegar hasta lo alto donde se encuentran las casas lujosas. Hacia abajo, la arquitectura señala la diferencia de clases.Los elementos arquitectónicos que aparecen en “Ciudad Mental”, al SO de Sorongonia, quiebran el orden en el que se supone viven 389 habitantes en lo alto de unas torres que se comunican a través de escaleras colgantes accionadas por poleas. Sierra nos cuenta que la gente no toca el suelo. En el NO, los rascacielos apiñados, inhabitables, no permiten ver el más mínimo atisbo de verde, el horizonte no existe salvo que se llegue hasta lo más alto de “Highland”. Al pie de un volcán, casitas, palmeras, barquitos, una ballena extraviada. Algún día entrará en erupción y el turismo que es lo que importa, desaparecerá. Unidos por un puente, los supuestos habitantes de “Dos Cabezas” están condenados a vivir separados para siempre. “Nueva Venecia”, construida según los cánones de la modernidad, nunca tendrá el aura de La Serenissima. Y así sucesivamente con las ciudades- fábrica, las ciudades-dormitorio, las ciudades-
fantasía de arquitectos estrella que nunca las habitarán , la ciudad- árbol, solamente por el verde de sus techos, inaccesible. Cada una de las subdivisiones del plano de Sorongonia ha sido censada, tiene bandera y características propias y las Cartas de Sorongonia reafirman la existencia de su fundación. Cuando se observa la arquitectura de Sorongonia, de sutiles y leves trazos, no se puede menos que evocar a Paul Klee o a Vasily Kandinsky quienes propusieron arquitecturas inestables, construyendo así un mundo onírico, poético, utópico. Cómo evitar pensar en nuestro Xul Solar y sus insólitas construcciones, con sus pequeños personajes que contemplan escenas que se desarrollan en espacios que desafían la ley de gravedad, escaleras que no conducen a ninguna parte, símbolo para alcanzar la espiritualidad, espacios pensados para la meditación. En Xul el hombre está presente, integrado a su hábitat. En Sierra y a pesar del censo, está ausente por decreto. Nada está pensado para que pueda compartir sueños, ilusiones, el conocimiento. Su arquitectura inestable responde a la precariedad del hombre actual, invita a reflexionar sobre la vida urbana desde una visión lúdica no exenta de crítica.
Sorongonia, o la felicidad escondida. Yo estuve ahí, conozco el lugar. De la mano del autor y solo. La simplificación de las formas, los colores planos, el clima de alejamiento y abstracción humana constituyen un hallazgo visual que poco a poco va revelando la ironía, el juego de ingenio, el contraste que lleva a la pintura más allá del mero ejercicio del método. Hay pintores que reproducen o reinventan la realidad y artistas que la presentan como contradicción. Y entender al mundo a través del arte es una gracia concedida a pocos para disfrute del resto. Aun así se sabe, o más bien se dice, que la vida no necesitaría del arte, hasta que esta inexplicable urgencia se manifiesta con toda su fuerza. Es un momento que roza la perfección de la comprensión y nos regala el fugaz presentimiento de que podríamos entender el misterio de la existencia. Un mensaje intraducible, de pura emoción, de uso personal, que no necesita de intérpretes. En la invención geográfica de Andrés Sierra, su pueblo de colores límpidos y geométrica serenidad, se consolidan estas sensaciones, convertidas en convicción compartible. Lo hace a través de un estilo que a medida que avanzamos en el aprecio deja paso a una pacífica alegría y la promesa de una interioridad rica en estimulantes sobresaltos. De la diversidad de actitudes de cualquier artista, se destacan dos como las más frecuentes: la creación como acto de conquista, y la fidelidad a la propia verdad. Andrés pinta a partir de sus convicciones, y en esta etapa de su evolución creativa lo hace ofreciendo en sus trazos el juego del descubrimiento de las sutilezas. La simplicidad es en definitiva una coartada, y pronto confirmamos que no hay ninguna obviedad en sus paisajes; nada de lo que sugiere se agota en sí mismo, y de la contemplación surge la clave para abrir las puertas secretas de la imaginación. Es útil recordar que en un cuadro se nota lo que sobra, como se hace dramáticamente ausente lo que falta; el equilibrio en la pintura de Andrés Sierra es una característica tranquilizadora. Y el espectador más desprovisto percibe todo esto aun sin entenderlo. El atractivo, la ligereza, la frescura, van conformando en los paisajes de Sorongonia esa facilidad de comunicación que asegura la validez de la obra de arte. A esto se agrega la evidencia de que el autor está empeñado en utilizar sus emociones, ideas y ocurrencias como frutos de la experiencia y las convicciones personales; más allá de la demostración estética y la satisfacción de la exhibición del talento. En todo caso se trata de la confirmación de que el arte en cualquiera de sus expresiones, se hace auténtico en cuanto lenguaje. Como escritura de la propia vida. Luciano Tanto 3VII14
Agradezco a Mechu y mis hijos, a mis viejos por la logística de siempre, al personal administrativo y de montaje del MAC, a los “inversores” de Sorongonia por creer, a Eleonora Dorrego y Luis A., a Laura Feinsilber, a Luciano Tanto, a Cartoon SA por el apoyo de siempre. Aunque nunca se entere a Jorge Drexler por la motivación y al equipo de trabajo que se sumó al proyecto V.A.C.A.: Eleonora Kortsarz, Ismael Gudiño, Martín Mauricio Molina, Jorge Cristian y Emanuel Burgos.