El derecho de resistencia busca mantener vigente la forma de gobierno democrático, los procedimientos para acceder al poder y que no se vulnere el imperio de la ley en el que se fundó el pacto societario. El derecho a la resistencia pretende sobre todo la obligatoriedad del derecho y de las normas generales que propicien los bienes de la vida, la igualdad y la libertad. El titular del derecho de resistencia es el pueblo, porque fue el pueblo el que otorgó mediante su decisión la confianza de gobierno a las autoridades. La sociedad política existe por el acuerdo del pueblo que ha decidido nombrar autoridades. Si estas autoridades son relevadas de sus funciones mediante actos de fuerza, se violenta el acuerdo social y el pueblo tiene derecho incluso a la insurrección. Para Locke la fuerza sin derecho es preciso enfrentarla con otra fuerza para lograr la recuperación del cauce de la ley. Afirma que lo que crea una sociedad es al abandono desorganizado del estado de naturaleza que lleva a los hombres a formar, mediante un acuerdo, la sociedad política.
Para Locke, el pueblo crea el poder político soberano y lo confía a un gobernante para que lo administre de acuerdo con los fines de su creación ,la conservación de los derechos naturales, el cumplimiento de la ley y la búsqueda del bien de la comunidad. La resistencia es propiamente una revolución, porque propugna una nueva comunidad política en el caso que sea imposible la recuperación del respeto de la ley. Locke con suma claridad postula que quién resiste a un agresor injusto tiene sobre éste una ventaja, que si triunfa, tiene derecho a castigar al culpable por haber roto la paz y todos los males que han seguido a esa ruptura. Locke dice que la resistencia debe hacerse con reverencia y la resistencia debe hacerse sin venganza o castigo ya que un inferior nunca puede castigar a un superior. En cambio, Hobbes no reconoce el derecho de resistencia mientras el soberano es soberano. Y este deja de serlo cuando no cumple el fin de su constitución, es decir, garantizar la paz y la seguridad de sus súbditos. La obligación de obediencia desaparece cuando el soberano es incapaz de proteger a sus súbditos. Por ejemplo, si un soberano pierde una guerra, la república queda disuelta y los hombres vuelven al estado de naturaleza, recuperando el derecho natural a defender su libertad y a incrementar su poder. Por tanto, en una República prima el principio de la efectividad del gobierno sobre el de la legitimidad del gobernante. La posesión de la soberanía se demuestra con su ejercicio. Si el soberano no puede ejercer su poder correctamente, no es soberano. Hobbes justifica así la desobediencia colectiva, pero no la individual, que pueda suponer un delito.