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HECHOS DE PAZ V-VI

A la Mesa de Negociaci贸n

Presidencia de la Rep煤blica de Colombia Oficina del Alto Comisionado para la Paz


HECHOS DE PAZ V-VI A la Mesa de Negociaci贸n Agosto 7 de 1998 - Octubre 24 de 1999

Presidencia de la Rep煤blica de Colombia Oficina del Alto Comisionado para la Paz

ISSN 0124-2261


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CONTENIDO PRESENTACiÓN

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PRIMERA

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PARTE

• Hechos de paz, Víctor G. Ricardo, Alto Comisionado para la Paz, Santa Fe de Bogotá, D. C., 11 de enero de 1999

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SEGUNDA PARTE

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PRINCIPALES

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INTERVENCIONES SOBRE LA POLíTICA DE PAZ

• Una política de paz para el cambio, Andrés Pastrana Arango, candidato a la Presidencia de la República, Santa Fe de Bogotá, D. C., 8 de junio de 1998 29 • De la retórica de la paz a los hechos de paz, Andrés Pastrana Arango, Presidente de la República, Santa Fe de Bogotá, D. C., 11 de agosto de 1998 43 • Hacia el camino de la paz, Víctor G. Ricardo, Alto Comisionado para la Paz, Cartagena, 21 de agosto de 1998 49 • Espacio para la paz, Andrés Pastrana Arango, Presidente de la República, Santa Fe de Bogotá, D. C., 14 de octubre de 1998 59 • La paz no puede ser un diálogo de sordos, Víctor G. Ricardo, Alto Comisionado para la Paz, Popayán, 18 de octubre de 1998 63 • La paz no se hará a espaldas de los departamentos, Víctor G. Ricardo, Alto Comisionado para la Paz, Popayán, 20 de octubre de 1998 69 • El plan Colombia: una gran alianza con el mundo contra el delito internacional, por los derechos humanos, los derechos sociales y por la ecología, Andrés Pastrana Arango, Presidente de la República, Santa Fe de Bogotá, D. C., 22 de octubre de 1998 75 • Discurso del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo, durante la creación de la zona de distensión en San Vicente del Caguán, 7 de noviembre de 1998 83 • Discurso del presidente Andrés Pastrana Arengo, en el acto de lanzamiento del "programa de fomento al cultivo de la palma para los habitantes de Puerto Wilches", Puerto Wilches, 19 de diciembre de 1998 89 • Los Gobernadores son un extraordinario factor aglutinador y un vehículo propicio para facilitar la convergencia de los anhelos de sus regiones. Víctor G. Ricardo, Cartagena de Indias, 10 de febrero de 1999 97 • Intervención del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo, durante la sesión del Comité de Paz de Santander, Bucararnanga, 3 de marzo de 1999 105


• Sin manejo responsable en los medios, la paz puede fracasar. Víctor G. Ricardo, Santa Fe de Bogotá, D. C., 8 de marzo de 1999 • Palabras del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo, en el evento Vida para los Indígenas, Santa Fe de Bogotá, D. C., 10 de marzo de 1999 • Intervención del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo, ante la Federación Nacional de Municipios, 15 de abril de 1999 • Intervención del Alto Comisionado para la Paz en la reunión con los secretarios de gobierno municipales • Palabras del presidente de la República, Andrés Pastrana, con ocasión del nonagésimo aniversario de la Escuela Superior de Guerra, Santa Fe de Bogotá, D. C., 6 de mayo de 1999 • Palabras del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo, en el foro de El Espectador "Agenda común con las FARC", Santa Fe de Bogotá, 20 de mayo de 1999 • Palabras del alto comisionado para la paz, doctor Víctor G. Ricardo, en la sesión inaugural del Diplomado sobre Cultura de Paz. Universidad Sergio Arboleda, 21 de mayo de 1999 ALGUNOS COMUNICADOS

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DE INTERÉS

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• Declaración pública del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo • Del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo, para los alcaldes de la zona de distensión, Santa Fe de Bogotá, D.C., 8 de noviembre de 1998 • Declaración pública del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo, Santa Fe de Bogotá, D. C., 23 de noviembre de 1998 • Del Alto Comisionado para la Paz a los medios de comunicación, Santa Fe de Bogotá, D. C., 4 de diciembre de 1998 • Declaración pública del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo, Santa Fe de Bogotá, D. C., 15 de diciembre de 1998 • Carta del Presidente de la República dirigida a cada uno de los elegidos a participar como voceros de le. Mesa de Diálogo, Fabio Valencia Cossio, María Emma Mejía Vélez, Nicanor Restrepo Santamaría y Rodolfo Espinosa Meola, Santa Fe de Bogotá, D. C., enero 6 de 1999 • Carta del Fiscal General de la Nación al Alto Comisionado para la Paz en relación con la administración de justicia en la zona de distensión, Santa Fe de Bogotá, D. C., 7 de abril de 1999 • Respuesta del Alto Comisionado para la Paz al oficio enviado por el Fiscal General de la Nación, Santa Fe de Bogotá, D.C., 13 de mayo de 1999 • Comunicado conjunto, Caquetania, 28 de abril de 1999 • Carta del Alto Comisionado para la Paz a Plinio Apuleyo Mendoza, en relación con los comentarios sobre la destitución de generales, Santa Fe de Bogotá, D.C., 16 de abril de 1999

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PROCESO ENTRE EL GOBIERNO NACIONAL Y LAS FARC-EP

• Carta abierta al señor Presidente de la República, firmada por Manuel Marulanda, donde se da a conocer la lista de los soldados retenidos por las FARC-EP,montañas de Colombia, 21 de septiembre de 1998

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Respuesta del Alto Comisionado para la Paz a Manuel Marulanda de la carta abierta dirigida al Presidente de la República, Santa Fe de Bogotá, D. C., 30 de septiembre de 1998 Carta al presidente de la República, Andrés Pastrana Arango, enviada por Manuel Marulanda Vélez, montañas de Colombia, 30 de septiembre de 1998 Respuesta del Alto Comisionado para la Paz a la carta enviada al Presidente de la República por Manuel Marulanda Vélez, Santa Fe de Bogotá, D. C., 25 de octubre de 1998 Carta abierta al doctor Víctor G. Ricardo, firmada por el jefe de las FARC-EP, Manuel Marulanda Vélez, montañas de Colombia, 20 de octubre 1998 Carta enviada por el Alto Comisionado para la Paz, Víctor G. Ricardo a Manuel Marulanda, jefe de las FARC, Santa Fe de Bogotá, D. C., 31 de octubre de 1998 Carta enviada al Alto Comisionado para la Paz, por Manuel Marulanda Vélez en relación con el canje de detenidos, montañas del Caquetá, 12 de noviembre de 1998 Del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo. a Manuel Marulanda, Santa Fe de Bogotá, D. C., 20 de noviembre de 1998 Del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo, a Manuel Marulanda, Santa Fe de Bogotá, D. C., 23 de noviembre de 1998 Carta abierta al doctor Andrés Pastrana Arango, Presidente de la República, montañas del Caquetá, 3 de diciembre de 1998 Declaración pública del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo, versión de prensa, 15 de diciembre de 1998 Comunicado conjunto del Gobierno Nacional y las FARC-EP, La Machaca, 21 de diciembre de 1998 Petición de la guerrilla de las FARC-EP a la fiscal Maritza Chavarro Anturi. San Vicente del Caguán, 25 de febrero de 1999 Comunicado del alto comisionado para la paz. Víctor G. Ricardo, a la opinión pública, Santa Fe de Bogotá, D. C.. 26 de febrero de 1999 Comunicado de prensa del Gobierno Nacional ante el secuestro y asesinato de los tres ciudadanos norteamericanos que cumplían labores humanitarias, Santa Fe de Bogotá, D. C., 5 de marzo de 1999 Comunicado del Gobierno Nacional a las FARC-EP, Santa Fe de Bogotá. D. C., 8 de marzo de 1999 Balance sobre el trabajo realizado en el proceso de diálogo entre el Gobierno y las FARC-EP, Caquetania, 2 de mayo de 1999 Carta del Alto Comisionado para la Paz a Manuel Marulanda Vélez, acerca de la propuesta de acuerdo sobre reglas de juego en la zona de distensión, San Vicente del Caguán, 7 de mayo de 1999 Propuesta de acuerdo sobre reglas de juego en la zona de distensión MESA DE DIÁLOGO GOBIERNO FARC·EP Discurso del presidente Andrés Pastrana Arango, en la instalación de la Mesa de Diálogo con las FARC-EP. San Vicente del Caguán, 7 de enero de 1999

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Palabras de Manuel Marulanda Vélez, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC-EP, leídas por Joaquín Gómez, San Vicente del Caguán, 7 de enero de 1999 Declaración conjunta del Gobierno Nacional y las FARC-EP, San Vicente del Caguán, 7 de enero de 1999 Discurso del alto comisionado para la paz Víctor G. Ricardo, en la instalación de la Mesa de Diálogo con las FARC-EP, San Vicente del Caguán, 7 de enero de 1999 Acta No. 1 del Gobierno Nacional y las FARC-EP. Primera reunión de la Mesa de Diálogo, San Vicente del Caguán, 7 de enero de 1999 Comunicado No. 1 del Gobierno Nacional y las FARC-EP, Caserío La Machaca, San Vicente del Caguán, 9 de enero de 1999 Comunicado No. 2, La Machaca, San Vicente del Caguán, 11 de enero de 1999 Comunicado No. 3. La Machaca. San Vicente del Caguán, 25 de enero de 1999 Comunicado No. 4, La Machaca, San Vicente del Caguán, 21 de abril de 1999 Comunicado No. 5, La Machaca, San Vicente del Caguán, 25 de abril de 1999 Comunicado No. 6, La Machaca. San Vicente del Caguán, 30 de abril de 1999 Comunicado No. 7. Caquetania, departamento del Caquetá, 4 de mayo de 1999 Comunicado final de la Mesa de Diálogo, La Machaca, departamento del Caquetá, 6 de mayo de 1999

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PROPUESTAS DE AGENDA PARA LA MESA DE DIÁLOGO Una Política de Paz para el Cambio. Agenda de Paz del Gobierno Nacional, La Machaca, San Vicente del Caguán, 11 de enero de 1999 Propuesta de agenda de las FARC-EP

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INSTRUMENTOS JURíDICOS Resolución número 84 del 14-0ctubre-1998 Resolución número 85 del 14-0ctubre-1998 Resolución número 01 del 5-Enero-1999 Resolución número 27 del 1°-Mayo-1999 Resolución número 31 del 7-Mayo-1999 Resolución número 32 del 7-mayo-1999

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ALGUNAS DEFINICIONES SOBRE TEMAS DE INTERÉS EN EL CONTEXTO DE LA PAZ Sobre la Zona de Distensión Sobre la beligerancia

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ALGUNOS DEBATES EN EL CONGRESO DE LA REPÚBLICA Respuestas al cuestionario de la proposición No. 09 Proposiciones números 59 y 80, respuesta del Alto Comisionado para la Paz. al Congreso de la República

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• Proposición número 22, respuesta al cuestionario enviado al Alto Comisionado para la Paz por la Comisión Sexta del Senado de la República

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TERCERA PARTE

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ACCIONES Y PLANTEAMIENTOS DEL GOBIERNO NACIONAL EN LA DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS Y LA LUCHA CONTRA EL PARAMILlTARISMO

• Discurso del presidente de la República Andrés Pastrana Arango, en la posesión del vicepresidente, Gustavo Bell Lemus, como Alto Consejero Presidencial, Santa Fe de Bogotá, D. C., 9 de septiembre de 1998 • Directiva presidencial No. 03, Santa Fe de Bogotá, D. C., 15 de octubre de 1998 • Carta abierta del Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP al señor presidente de la República, Andrés Pastrana Arango, montañas de Colombia, 18 de enero de 1999 • Respuesta del Alto Comisionado para la Paz a la carta abierta al Presidentede la República,del Secretariadodel Estado Mayor Central de las FARC-EP,Santa Fe de Bogotá, D. C., 20 de enero de 1999 • Posición del Gobierno Nacional frente a las Autodefensas de Colombia (AUC). Comunicado, Santa Fe de Bogotá, D. C., 19 de enero de 1999 • Carta de las Autodefensas Unidas de Colombia al alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo • Informe de avance de la política de protección de los derechos humanos • Lineamientos generales para una política estatal permanente con relación a los grupos armados privados • Carta al Alto Comisionado para la Paz de las Autodefensas Unidas de Colombia ratificando su posición, montañas de Colombia, 23 de enero de 1999 • Combate contra los grupos de autodefensa CUARTA PARTE ALGUNAS CONSECUENCIAS

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DEL PROCESO DE PAZ

• Comunicado del Alto Comisionado para la Paz sobre los hechos relacionados con el informe de la Procuraduría • Declaración del Gobierno Nacional que cancela la controversia relacionada con el informe de la Procuraduría, Santa Fe de Bogotá, D. C., 3 de febrero de 1999 • Acción de tutela contra el procurador general de la Nación, Jaime Bernal Cuéllar y el alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo, Bucaramanga, 18 de febrero de 1999 • Respuesta del Alto Comisionado para la Paz a la solicitud de los Magistrados del Tribunal Administrativo de Santander, Santa Fe de Bogotá, D. C., 15 de febrero de 1999

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• Notificación al doctor Víctor G. Ricardo de la Sentencia a la Acción de Tutela contra el Procurador General de la Nación y el Alto Comisionado para la Paz, Bucaramanga, 19 de febrero de 1999 • Respuesta del Alto Comisionado para la Paz a la impugnación presentada por Jesús María Clavijo Clavijo contra la sentencia proferida por el Tribunal Administrativo de Santander, Santa Fe de Bogotá, D.C., abril de 1999 PROPUESTA DEL GOBIERNO PARA LOGRAR UN GRAN ACUERDO NACIONAL POR LA PAZ

• La paz es un compromiso Nacional, Santa Fe de Bogotá, D. C., 18 de febrero de 1999 • Comunicado del Gobierno Nacional y los sectores político, eclesiástico y gremial a la opinión pública, Casa de Nariño, 18 de febrero de 1999 PLAN COLOMBIA

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• Introducción • El Plan Colombia • Mecanismo financiero para el Plan Colombia ALGUNOS COMENTARIOS

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SOBRE EL SECTOR AGROPECUARIO

• La reactivación del sector agropecuario como estrategia para la paz, pensamientos del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo, sobre el sector agropecuario REFORMA POLíTICA

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• Sugerencia de adición al proyecto de acto legislativo "Sobre la Reforma de la Política Colombiana e Instrumentos para la Paz", Santa Fe de Bogotá, D. C., 11 de mayo de 1999 CONSEJO NACIONAL DE PAZ

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• Discurso del presidente Andrés Pastrana Arango, durante la reunión del Consejo Nacional de Paz, Santa Fe de Bogotá, D. C., 24 de marzo de 1999 • Intervención del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo. Consejo Nacional de Paz, Santa Fe de Bogotá, D. C., 24 de marzo de 1999 • Sesión plenaria del Consejo Nacional de Paz, declaración a la opinión pública, Santa Fe de Bogotá, D. C., 24 de marzo de 1999 ENTREVISTAS AL ALTO COMISIONADO

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PARA LA PAZ

• Víctor G. Ricardo en pocas palabras, Santa Fe de Bogotá, D. C., enero de 1999 • Reportaje de la agencia Ancol, febrero de 1999 • Cuestionario de la Unidad de Paz de El Tiempo, al Alto Comisionado para la Paz, Santa Fe de Bogotá, D. C., 23 de marzo de 1999

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Respuesta del Alto Comisionado para la Paz al Cuestionario la Unidad de Paz de El Tiempo, Santa Fe de Bogotá, D. C., 23 de marzo de 1999

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APOYO INTERNACIONAL Al PROCESO DE PAZ Más ayuda para la paz de Colombia, EL PAís, Cali, 10 de agosto de 1998 Crece apoyo externo para proceso de paz colombiano, EL NUEVO SIGLO, Santa Fe de Bogotá, D.C., 2 de septiembre de 1998 Iberoamérica respalda proceso de paz en Colombia, aporto, Portugal, 18 de octubre de 1998 Británicos dispuestos a respaldar la paz, El UNIVERSAL, Cartagena, 24 de octubre de 1998 Espaldarazo de Venezuela al proceso de paz en Colombia, EL ESPECTADOR, Santa Fe de Bogotá, D.C., 3 de noviembre de 1998 Alemania no condiciona ayuda al proceso de paz, EL ESPECTADOR, Santa Fe de Bogotá, D.C., 9 de enero de 1999 Bloque con Cuba y Venezuela, EL ESPECTADOR, Santa Fe de Bogotá, D. C., 18 de enero de 1999 Apoyo y colaboración de España para el proceso de paz, EL ESPECTADOR, Santa Fe de Bogotá, D.C., 16 de marzo de 1999 Declaración del Táchira, LA REPÚBLICA, Santa Fe de Bogota, D.C., 5 de mayo de 1999 Clinton complacido por cita Pastrana-Marulanda, EL ESPECTADOR, Santa Fe de Bogotá, D.C., 5 de mayo de1999. Estados Unidos reitera apoyo al Proceso de Paz en Colombia, Santa Fe de Bogotá, D.C., 20 de mayo de 1999

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AGENDA COMÚN Agenda común por el Cambio hacia una Nueva Colombia, La Machaca, 6 de mayo de 1999 Por el Cambio: Encuentro con la Nación, La Machaca, 6 de mayo de 1999

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REGISTROS

FOTOGRÁFICOS

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SOBRE ALGUNOS ARTíCULOS DE PRENSA • Plan B, ¿perverso? • Carta del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo a Juan Manual Santos, columnista de El Tiempo • Pastrana sin partitura para la paz. El Nuevo Herald, Gerardo Reyes Santa Fe de Bogotá, D. C., martes 17 de agosto de 1999 • Carta del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo, a Carlos Castañeda director de El Nuevo Herald

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ALGUNAS CARTAS ENVIADAS POR LAS FARC • Carta enviada al alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo, de Manuel Marulanda Vélez

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• Carta abierta al señor Presidente de la República

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CARTAS RECIBIDAS DE LAS AUTODEFENSAS UNIDAS DE COLOMBIA • Carta abierta, Colombia, 24 de mayo de 1999 • Carta dirigida al alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo, de las Autodefensas Unidas de Colombia

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ALGUNAS CARTAS RECIBIDAS • Voluntad manifiesta de un militante del Segundo Frente de las FARC-EP

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ALGUNAS INTERVENCIONES SOBRE EL PROCESO DE PAZ Cuántos muertos más necesitamos para hacer la paz La paz es misión de todos los colombianos Nos movemos por la fuerza de la razón y no por la razón de la fuerza La paz la construimos todos Debemos ampliar y fortalecer nuestra democracía A los incredulos del proceso de paz les pregunto si es posible Colombia sin paz

ALGUNOS DEBATES EN EL CONGRESO • Respuesta al cuestionario enviado por la Honorable Comisión Primera de la Cámara de Representantes, con ocasión a la citación del 9 de septiembre de 1999 • Respuesta del Alto Comisionado para la Paz a la proposición de citación a la Comisión Primera de la Cámara de Representantes el 21 de octubre de 1999 • Respuesta al cuestionario de la Comisión Segunda del Senado de la República, Proposición No. 31

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CON MOTIVO DEL ASESINATO DE JAIME GARZÓN Y JESÚS ANTONIO BEJARANO • Declaración Pública, Santa Fe de Bogotá, D. C., 13 de agosto de 1999 • Comunicado, Santa Fe de Bogotá, D. C., 16 de septiembre de 1999

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SOBRE LA BELIGERANCIA RESTRINGIDA • Sobre la Beligerancia Restringida

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CON ALGUNOS COMUNICADOS LLEGA LA NEGOCIACiÓN • El Gobierno Nacional y las FARC-EPse permiten informar a la opinión pública • Declaración Pública, San Vicente del Caguán, departamento del Caquetá, 16 de octubre de 1999

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SE INICIAN PROYECTOS DE SUSTITUCiÓN DE CULTIVOS ILíCITOS DURANTE EL PROCESO DE PAZ EN LA ZONA DE DISTENCIÓN • Plante UNDCPjUNOPS, desarrollo alternativo en la zona de distensión de los departamentos del Caquetá y Meta ALGUNAS GRÁFICAS SOBRE EL CONFLICTO ARMADO

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PRESENTACIÓN

Por:

Víctor G. Ricardo

Colombia se está viendo enfrentada a retos múltiples: lograr la paz y la reconciliación nacional, promover condiciones favorables para el desarrollo con justicia social, reformar sus instituciones políticas, todo lo anterior unido a la necesidad de insertarse en el ordenamiento internacional. La reforma del Estado para construir uno nuevo donde quepamos todos los colombianos, donde reine la equidad y se fundamente en la justicia social. Esta estrategia tiene también el componente de cultura de paz encaminada a lograr la reconciliación nacional. Es claro que los procesos en curso con los principales grupos insurgentes responden al reto de todos los colombianos que es lograr la paz. La actual administración encamina sus esfuerzos dentro de una estrategia que se basa en el Plan Nacional de Desarrollo, con un proyecto específico al estilo del Plan Marshall, que hemos denominado Plan Colombia, dirigido a las zonas más deprimidas del país. En el mismo sentido se continúa estructurando una reforma a las instituciones políticas, para volverlas acordes con la realidad nacional. Mediante la "Diplomacia por la paz", los principales componentes de la política de paz se comparten con la Comunidad Internacional, a efecto de lograr su acompañamiento y apoyo dentro del marco del respeto a nuestra soberanía, siempre y cuando responda a nuestras necesidades. Como lo hemos comentado, desdejunio de 1998, cuando se presentó el documento "Una Política de Paz para el Cambio", múltiples sectores de la sociedad han participado con entusiasmo y convicción en la gran empresa de la paz. La presente publicación describe los Hechos de Paz del gobierno del presidente Andrés Pastrana e incluye los principales documentos sobre este proceso a partir del 7 de agosto, día de la transmisión del mando.


En la primera parte, se define la visión del gobierno sobre la paz y los logros alcanzados hasta la fecha. En la segunda parte, se incluyen las principales intervenciones sobre la política de paz, comunicados de interés, los más destacados documentos relacionados con el proceso desarrollado entre el Gobierno Nacional y las FARC-Ef~en especial los de la Mesa de Diálogo, al igual que la agenda común que inicia la etapa de negociación con un esquema de participación ciudadana. Se relacionan los principales instrumentos jurídicos, algunos pensamientos y criterios sobre temas de interés en el contexto de la paz y algunos de los debates que han tenido lugar en el Congreso de la República. En la tercera parte se incluyeron las principales acciones y planteamientos que el Gobierno Nacional ha venido desarrollando a efectos de defender los Derechos Humanos y acabar con el paramilitarismo, que constituye uno de los más graves y perversos factores de degradación del conflicto armado en Colombia. La cuarta parte destaca, algunas consecuencias que ha generado el proceso de paz, al igual que la propuesta presentada por el Gobierno para lograr un Gran Acuerdo Nacional por la Paz, los principales lineamientos del Plan Colombia y algunos comentarios sobre el sector agropecuario. Incluimos también una sugerencia de adición al proyecto "sobre la Reforma de la Política colombiana e Instrumentos para la Paz". Hacemos también referencia al Consejo Nacional de Paz, a varias entrevistas realizadas al Alto Comisionado para la Paz, y a las principales declaraciones de apoyo internacional a nuestro proceso de paz, como también presentamos un registro gráfico de distintos hechos sucedido s durante el proceso. Presentamos el Gran Acuerdo Nacional por la Paz, logrado con los dirigentes políticos, así como la agenda común denominada "Por el Cambio hacia una Nueva Colombia" y el documento de participación ciudadana titulado "Por el Cambio: Encuentro con la Nación". En esta publicación damos a conocer los documentos posteriores a la firma de la agenda común, con lo que se da inicio a la Mesa de Negociacion. Reiteramos que es con orgullo que esta Administración sigue cumpliendo con su compromiso de abrir un nuevo camino de reconciliación nacional para el pueblo colombiano; con el propósito de encontrar una paz que nos ha sido esquiva, frente a lo cual no podemos ser inferiores a la responsabilidad de la hora presente. Santa Fe de Bogotá, D.c., 24 de octubre de 1999.


PRIMERA PARTE

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HECHOS DE PAZ

Por: Víctor G. Ricardo

LA OPORTUNIDAD

DE LA PAZ

Nunca una oportunidad se repite, se dará mejor o peor, pero no igual. Colombia está frente a una oportunidad única e irrepetible tras una historia sembrada de injusticia, dolor y muerte. Ahora todos los colombianos tenemos una responsabilidad histórica para poner fin al conflicto colombiano. El Gobierno del presidente Andrés Pastrana Arango ha recibido un mandato sin precedentes del pueblo colombiano, y con su apoyo y bajo su liderazgo busca poner fin a cinco décadas de guerra civil.

LOS PILARES DE LA PAZ La política de paz del Gobierno tiene tres principios fundamentales: 1. Negociaciones sistemáticas con los alzados en armas, combinadas con un proceso de reconciliación nacional. 2. El lanzamiento de una nueva visión participativa de desarrollo, "El Plan Colombia", que se apoyará en el Fondo de Inversión para la Paz, que se nutriría de los Bonos de Paz, los aportes internacionales y los créditos especiales.

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3. La negociación de una serie de reformas sociales, políticas y económicas para mejorar la calidad de vida de los colombianos menos favorecídos. LOS OBJETIVOS

ESTRATÉGICOS

La negociación política que permita superar las causas de un conflicto que rechazan masivamente los colombianos, debe ser principalmente la estrategia que conduzca a la obtención de una paz sustentada en la justicia social. Así lo respaldaron los colombianos al acoger la propuesta de paz que les presentó el presidente Andrés Pastrana y el Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad, el cual acepta el Gobierno Nacional. Los objetivos estratégicos de la Política de Paz del Gobierno son:

1. Protección incondicional de los derechos humanos y respeto al derecho internacional humanitario: el derecho fundamental a la vida, los demás derechos humanos y el derecho internacional humanitario, deben respetarse integral mente como base esencial de la construcción de una sociedad democrática y de una paz duradera y estable. En este sentido, el secuestro, principal y más lesivo atentado contra la dignidad de la persona, debe finalizar en forma definitiva. Debe procurarse la humanización del conflicto mientras avanzan las negociaciones y debe tenerse como meta lograr el cese al fuego.

2. Estructura económica y social: el análisis de la estructura

económica y social debe concentrarse en la superación de las causas objetivas de la violencia: la pobreza y la inequitativa distribución del ingreso. Uno de los principales objetivos de la negociación es realizar una amplia reforma económica y social que sirva de base para la construcción de un país donde convivamos todos los colombianos.

3. Reforma política y del Estado: para profundizar la democracia y dentro de la construcción de un nuevo Estado de Derecho, debe efectuarse una reforma política que garantice, entre otros puntos, la separación de poderes, la existencia de organismos de control independientes, un régi18

REPÚBLICA

DE COLOMBIA


men territorial ágil y eficiente para fortalecer el proceso de descentralización, reglas electorales, movimientos y partidos políticos modernos y participativos, garantías reales para las minorías y para el ejercicio libre de la oposición. Se hace necesario proceder a la reforma administrativa del Estado, que permita tener una estructura adecuada, no burocratizada y eficiente.

4. Desarrollo alternativo y sustitución de cultivos: sobre la base de reconocer el carácter social de este fenómeno, se buscarán soluciones fundamentadas en el desarrollo alternativo para regiones y campesinos mediante inversiones en el campo social, en el sector agropecuario y en la infraestructura regional. El Plan de Desarrollo Alternativo, iniciado con experiencias piloto, será el eje fundamental en la obtención de las acciones y metas aquí propuestas.

5. Protección del Medio Ambiente: se trata de construir un modelo de desarrollo basado en el potencial social y ambiental de la Nación, enmarcado dentro de un proceso participativo de ordenamiento territorial, tomando en cuenta su diversidad cultural y sus particularidades geográficas. La solución al conflicto requiere también la decisión de respetar el patrimonio ecológico de la Nación. Es menester preservar el medio ambiente como fuente de riqueza nacional y mundial para las generaciones presentes y futuras, sobre la base del desarrollo racional y sostenible. 6. Fortalecimiento de la justicia y lucha contra la corrupción: a efecto de restablecer la confianza de los ciudadanos en la correcta y oportuna administración de justicia, se hace necesario mejorar el funcionamiento de la rama judicial del poder público y fortalecer su estructura, de manera que se garantice la credibilidad en la justicia colombiana y se eviten la impunidad y los abusos en la aplicación de la ley. Para combatir la corrupción es necesario fortalecer las instituciones que velan por la transparencia en el ejercicio, aplicación y ejecución de la administración pública y la actividad privada. Erradicar el narcotráfico, la violación de los derechos humanos y la corrupción, exige el establecimiento de una normatividadjurídica especial y

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una adecuada y eficiente estructura quienes corresponde su control.

administrativa

de las entidades a

7. Reforma Agraria: Colombia posee considerables extensiones de tierra que no están siendo utilizadas de manera apropiada y otras pertenecientes al narcotráfico. A través de una reforma integral y con base en la participación de las comunidades, se buscará una adecuada distribución de la tierra, a fin de lograr, entre otras, la sustitución de los cultivos ilícitos, proporcionando alternativas reales para los campesinos con una adecuada explotación de los recursos naturales y con programas productivos rentables para los beneficiarios.

8. Paramilitarismo: los grupos paramilitares contradicen esencialmente la facultad exclusiva del Estado de aplicar justicia y de ejercer la autoridad y son factor gravísimo del conflicto armado. No puede concebirse la paz sin acallar sus armas, lo cual deberá hacerse como una responsabilidad exclusiva del Estado. 9. Apoyo de la comunidad internacional al proceso: la participación de la comunidad internacional es fundamental en todos los estadios del proceso: como facilitadora de fórmulas de entendimiento que impulsen la negociación, apoyando económicamente la redención y el desarrollo integral de las zonas en conflicto, como testigo de los compromisos adquiridos y como instancia de verificación del cumplimiento de esos compromISOS.

10. Viabilización de instrumentos hacia la paz: una paz verdadera y estable se debe enmarcar en la formalización de los puntos pactados como producto de una negociación política del conflicto armado. El Gobierno considera esencial la participación de la totalidad del pueblo colombiano en la ratificación de los acuerdos. Un instrumento ampliamente democrático, objeto del acuerdo, será la garantía para que quienes hoy están por fuera del Estado de Derecho se incorporen en su actividad y condición a la nueva normatividad constitucional y legal que ponga fin a la violencia y permita la obtención de un país donde impere la paz, la equidad y la justicia social.

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LOS LOGROS YA ALCANZADOS Durante los primeros meses de su Gobierno, el presidente Pastrana ha cumplido con su promesa de poner en marcha un proceso continuo de paz. Los principales logros alcanzados hasta el momento

son:

• El objetivo de la paz ha sido definido como política central del Gobierno.

• El presidente Pastrana apoyado por su equipo de gobierno, ha presentado al país un proceso de paz.

• Se ha logrado un nuevo consenso entre las partes sobre el carácter político de la solución al conflicto armado.

• Desde el 7 de noviembre se estableció una zona de distensión en 5 municipios del territorio las Farc- Ep.

nacional para permitir los Diálogos de Paz con

• El Gobierno, a través del Alto Comisionado para la Paz, ha celebrado varios encuentros preliminares con las Farc-Ep y el Eln, y ha previsto iniciar una Convención Nacional con el Eln en el mes de febrero, con la participación de la sociedad civil.

• Hay un consenso en cuanto a que el objetivo de las negociaciones es una amplia reforma política, económica y social para mejorar la calidad de vida de los colombianos .

• Hay también un consenso en cuanto a que la erradicación de los cultivos ilícito s requiere medidas para tratar las raíces sociales del problema.

El Gobierno del presidente Pastrana ha lanzado su Plan de Desarrollo "Cambio para construir la paz" y ha diseñado el "Plan Colombia" para

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enfrentar la pobreza e injusticia social que han agobiado al pueblo colombiano. Este implica la participación de una amplia gama de sectores incluyendo la empresa privada, sindicatos, las comunidades campesinas y el sector agrícola organizado, al igual que la insurgenCIa.

• Se ha creado el Fondo de Inversión para la Paz, que será apoyado por la banca multilateral y la comunidad internacional. Mediante este mecanismo se espera captar los fondos necesarios para financiar el Plan Colombia.

El presidente Pastrana ha diseñado una audaz política internacional que tiene como una de sus principales estrategias "La diplomacia para la Paz", en cuyo desarrollo ha hecho múltiples visitas internacionales para explicar la nueva política de paz en los países y foros internacionales más importantes. Se ha logrado así un amplio apoyo político, diplomático y financiero para el proceso de paz, y también un nuevo respeto internacional para l,: imagen de Colombia y su dignidad nacional.

• El presidente Pastrana ha comprometido a su Gobierno y al país en el respeto absoluto por los derechos humanos y por el Derecho Internacional Humanitario.

• El Gobierno ha nombrado un equipo de voceros compuesto además del Alto Comisionado para la Paz, por los doctores: Nicanor Restrepo Santamaría, Fabio Valencia Cossio, Rodolfo Espinosa Meola y María Emma Mejía Vélez, para las reuniones con la insurgencia, dando así comienzo a los diálogos de paz. El 7 de enero se inició una nueva fase del proceso de paz, la cual busca establecer una agenda con las Farc-Ep y un calendario para las negocia-

ciones. Con base en estas discusiones, el Gobierno espera llegar a acuerdos concretos para lograr una paz verdadera y estable durante el mandato del presidente Pastrana.

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El producto de los acuerdos negociados es lograr una nueva realidad para el país, haciendo los cambios sociales, económicos y políticos necesarios para una Colombia donde quepan todos los colombianos, construida bajo el fundamento de la justicia social. Se trata de concebir la paz como el escenario de la construcción conjunta de un Estado más equitativo, más justo y donde impere el respeto por los valores éticos y morales. La paz debe ser una gran alianza de todos los colombianos contra la corrupción, el narcotráfico, la violación de los derechos humanos y la injusticia social.

LA ESPERANZA DE LA PAZ

El proceso de paz ha comenzado, tal como el Gobierno ofreció que iba a suceder. El presidente Pastrana personalmente ha dado inicio a la etapa de diálogo como lo prometió desde el comienzo de su mandato, buscando la paz con una agenda abierta y sin condiciones. El proceso que se inició el 7 de enero de 1999 es una responsabilidad del Gobierno, pero también debe ser la oportunidad de todos los colombianos. Cada sector y cada ciudadano de la sociedad tiene un deber en su compromiso para alcanzar la paz. El logro de la paz puede estar muy cerca o muy lejos; de todos los colombianos depende.Un pueblo que busca la verdad y que practica la honradez merece un gobierno que lo represente en sus empeños, por ello el Gobierno Nacional seguirá comprometiendo sus mejores recursos humanos, financieros y técnicos para el logro de una paz en paz y no en medio de una guerra fraticida que carece de sentido.

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SEGUNDA PARTE



PRINCIPALES

INTERVENCIONES SOBRE LA POLÍTICA DE PAZ

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UNA POLÍTICA DE PAZ PARA EL CAMBIO Doctor Andrés Pastrana Arango, Candidato a la Presidencia de la República. Santa Fe de Bogotá, D.C., 8 de junio de 1998

Estamos llegando al final de un debate electoral que definirá por muchos años el destino de Colombia. La encrucijada que tienen ante sí los ciudadanos el 21 de junio tiene dos rostros opuestos: uno, el del candidato del Gobierno, que mira hacia el pasado, que representa el viejo sectarismo enterrado para siempre por la historia, el derrumbe de la economía, el auge del clientelismo y de la corrupción, el desprestigio internacional, el desbordamiento bestial de la violencia, la mancha imperdonable de la dignidad presidencial, y todas las nefastas consecuencias que nos deja de herencia la administración de Samper y de Serpa. El otro, el de la GRAN ALIANZA POR EL CAMBIO, un rostro fresco y optimista, lleno de ideales y esperanzas, que mira hacia el futuro de grandeza que soñamos para esta tierra amada. Ellos encarnan las sombras del crepúsculo, nosotros somos la claridad y la esperanza de los amaneceres.

1. La Gran Alianza multipartidista

por

el

Cambio:

Un

movimiento

Hoy puedo decir con alegría y con fe en el porvenir que los objetivos que me propuse cuando convoqué a los colombianos a conformar la GRAN ALIANZA POR EL CAMBIO se han cumplido plenamente. Hemos integrado un gran movimiento multipartidista, férreamente unido y absolutamente identificado en los grandes propósitos de la Nación: la paz, la generación de empleo, la reactivación de la economía, la justicia social, la dignidad de la Nación.

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Independientes, conservadores, liberales, católicos, cristianos y evangélicos participan con entusiasmo y convicción en la gran empresa de transformar las instituciones y rescatar para todos el derecho a vivir en un país decente.

11.El Gobierno Samper y el candidato Serpa han fracasado sin atenuantes en aclimatar la paz He querido hoy aprovechar la ocasión que me brinda un auditorio tan selecto como el conformado por ustedes para presentarle al país nuestra POLITICA INTEGRAL PARA LA PAZ. Si hay un aspecto en el que el Gobierno haya fracasado sin atenuantes, es en el de la pacificación del país. Perdimos tristemente cuatro años, y hemos pagado el más alto de los precios por la ineptitud de los inquilinos del Palacio de Nariño: miles de muertos, de heridos, de mutilados, miles de vidas frustradas, pérdidas materiales incalculables. El candidato del Gobierno dice que nos dará la paz, y esgrime como argumento para sostenerlo, sin inmutarse, que tiene la experiencia de haber fracasado como ministro y como negociador en sus superficiales diálogos con los alzados en armas. Es como si un aspirante al cargo de gerente de una compañía arguye para demostrar su eficacia que ha quebrado todas las empresas que ha gerenciado. Todos sus vagos planteamientos sobre la paz se sostienen sobre una propuesta que hice desde la campaña pasada, la de que el presidente debía negociar directamente con la guerrilla. Lo demás es retórica vacía.

111.Tomar en serio los planteamientos de la guerrilla: origen de un verdadero proceso de paz Mi política integral para la paz parte de la base de que lo que busca la guerrilla es una transformación de las estructuras políticas y económicas del país, que tiene sus principales trazos en las agendas de reconciliación que en tiempos recientes los grupos insurgentes han dado a conocer. Esas agendas versan sobre los aspectos sustantivos que pueden y deben ser abor-

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dados por el Gobierno en una negociación, lo cual le resta aún más sentido a la guerra. La negociación no sólo pondría fin a la confrontación, sino que garantizaría que a través de la concertación amplia de un nuevo proyecto de país quedarían sentadas las bases de la verdadera reconciliación entre los colombianos. Cuando se analizan las agendas sustantivas para la reconciliación que han sido presentadas por los movimientos insurgentes, especialmente la plataforma para la reconciliación de diez puntos de las Farc y la de doce puntos del Eln, es fácil apreciar que todos los temas allí consignados son susceptibles de negociación. Hay sobre la mesa dos posturas sobre la paz: una del Eln y otra de las Farc. El Ejército de Liberación Nacional adelantó recientemente algunos importantes pasos que se expresaron en el llamado preacuerdo de Viena. Hoy este acuerdo se encuentra en suspenso por motivos que no son del caso discutir pero resalto públicamente que cuando salió este documento a la luz pública, como candidato no tuve vacilación alguna en respaldarlo de frente. Eso mismo digo ahora: la intención de promover la llamada Convención Nacional que desemboque en un proceso constituyente en el que quepa todo el país es un camino abierto al examen.

IV.Veinte puntos concretos para acercarse a la Paz Mi política sobre la paz tiene los siguientes elementos fundamentales: 1. No habrá paz sin una reforma representatividad

política de fondo: partidos

sólidos,

con responsabilidad y garantías a minorías

Lideraré la gran reforma política que espera el pueblo colombiano y que es indispensable para aclimatar la paz, erradicar la corrupción y el clientelismo, y consolidar la apertura de nuevos espacios para que otras tendencias puedan expresarse en el panorama

político nacional. Tenemos

que reestructurar a fondo y modernizar los partidos políticos, tal como lo han pedido los sectores liberales e independientes que nos acompañan, para que cumplan cabalmente la función que la democracia les asigna de

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ser quienes canalicen las inquietudes populares y los voceros del pueblo en el Congreso. Uno de los aspectos que considero importante reformar es el de la manera de elegir a los congresistas, porque eljuego de los residuos, que en alguna oportunidad un distinguido expresidente llamó la "operación avispa", atenta definitivamente contra la unidad y la disciplina de los partidos y ha desdibujado el criterio de representación nacional que la Constitución quiere para la integración del Senado. En la práctica, hemos llegado a que cada congresista sea eljefe de un "minipartido", y a que actúe en los debates y votaciones de las Cámaras libremente, sin sujeción a las directrices de la colectividad a la que pertenece, lo cual no ocurre en ninguna democracia seria. Esto indudablemente es un incentivo para el clientelismo, propicia las maquinarias y entraba el trabajo parlamentario. Pienso, en consecuencia, que los partidos o movimientos políticos no podrían avalar más de una lista por circunscripción, lo cual contribuiría a fortalecer las organizaciones partidistas, a democratizarlas y a obligarlas a actuar disciplinadamente en las grandes decisiones nacionales. En este mismo sentido se encamina la propuesta de financiar las elecciones en forma previa y exclusiva por parte del Estado. 2. Una real separación de poderes El Parlamento debe ser un órgano completamente independiente del Poder EJecutivo, para que tenga la autoridad moral y política necesaria para ser el gran fiscal del Gobierno, porque en la esencia de la democracia está que la institución depositaria de la soberanía popular cumpla la misión indispensable de controlar y vigilar los actos del Ejecutivo, porque sin control no hay democracia y el unanimismo es el fermento por excelencia de la corrupción y de la arbitrariedad. Quienes quieran hacer oposición deben rodearse de las más absolutas y estrictas garantías, establecidas en un verdadero "Estatuto de oposición" que estoy dispuesto a promover con la participación de todos los partidos y movimientos que quieran participar

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en esta tarea. Por otra parte, considero que debe desaparecer toda forma de relación entre los congresistas y la ejecución del presupuesto. En tal sentido, abolir la actual forma de utilización de los fondos de cofinanciación constituye un imperativo. 3. Organos de control independientes Los órganos de control deben ser absolutamente independientes tanto del Ejecutivo como de los partidos políticos, para evitar inconvenientes interferencia s en sus decisiones. Es necesario revisar el régimen de ordenamiento territorial, para hacerla más ágil y eficiente y profundizar el proceso de descentralización. 4. La reforma se hará dentro del Estado de Derecho: cambiar la Constitución dentro de la Constitución La reforma política se llevará a cabo respetando integralmente el Estado de Derecho. No estoy dispuesto a violar la Constitución que juraré defender. Si al final del proceso de paz, y para concretar las reformas políticas e institucionales que se acuerden con la participación de todos los estamentos importantes de la nación surge la conveniencia de convocar una Asamblea Nacional Constituyente, tal convocatoria se hará respetando los procedimientos establecidos para tal efecto por la Constitución vigente. Lo sostengo con la más absoluta claridad: no seré el sepulturero del Estado de Derecho. 5. Zonas de distensión: espacios para la paz Públicamente me comprometo ante la nación y ante los gobiernos y organismos internacionales interesados en colaborarnos, que una de mis primeras decisiones como Presidente de la República será establecer zonas de despeje, que las normas legales definen como zonas de distensión, y por

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el tiempo que resulte necesario, para garantizar la seguridad de los negociadores designados por la guerrilla, de las autoridades civiles que queden en la zona, especialmente de los alcaldes, que continuarán ejerciendo sus funciones como autoridades de policía en los términos de la Constitución, de los voceros de la sociedad civil que deben participar en el proceso, de los delegados de los estados y de los organismos internacionales que cooperarán en el curso de las negociaciones, y de los representantes del Congreso que invitaremos a ser partícipes de los diálogos, porque me parece que el Poder Legislativo, como depositario de la soberanía popular, tiene que desempeñar un papel protagónico en la gran empresa de alcanzar la paz. Yo, como Comandante de la Fuerza Pública, no vacilaré en dar órdenes precisas y concretas para defender a los colombianos de las amenazas de los grupos armados. Al mismo tiempo, no dudaré en disponer de la Fuerza Pública para asegurar la realización de un proceso de paz. 6. Internacionalizar

la paz para terminar

la guerra

Estimo de la mayor importancia la participación de la comunidad internacional en la totalidad de los estadios del proceso: como facilitadora de las condiciones de prenegociación, como proponente de fórmulas de entendimiento que impulsen la negociación, como testigo de los compromisos adquiridos, y como instancia de verificación del cumplimiento de esos compromisos. No obstante, esa cooperación de la comunidad internacional que debe darse de manera autónoma y soberana, tiene que ser producto de entendimientos entre las partes en conflicto, lo que presupone la clara voluntad de paz, porque sólo las partes en conflicto pueden hacer la paz, no la comunidad internacional. 7. Empresarios por y para la paz Los creadores de riqueza nacionales participarán dentro de la esfera de su capacidad y competencia. Llamaré a esa importante agrupación de colombianos que integra el Movimiento de Empresarios por la Paz, impulsado por la Fundación Social, y al Consejo Gremial Nacional, con el pro-

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pósito de que se desplacen a las zonas de distensión y a otros sitios de nuestra geografía agobiados por la guerra, a fin de que con su experiencia en creación de mercados y con su capacidad técnica y de gestión identifiquen conjuntamente con los alzados en armas y con la comunidad en general proyectos agroindustriales o de otra naturaleza que puedan ser financiados con recursos propios y con fondos provenientes de la banca multinacional. 8. Liderazgo presidencial para todo el proceso Como Presidente legítimo de los colombianos y con toda la autoridad moral y política que me otorgará una investidura intachable, dirigiré personalmente las negociaciones. Yo mismo instalaré y daré comienzo a los diálogos, en los que el gobierno jugará sin cartas marcadas y esperamos que la guerrilla haga lo mismo, porque desaprovechar esta coyuntura sería imperdonable traición a los anhelos de paz de los colombianos. El liderazgo presidencial hará cualquier proceso de paz más eficiente al tener la necesaria unidad de mando, unidad de propósitos y unidad de esfuerzos. 9. Agenda abierta y sin condiciones El Gobierno llegará a la mesa de negociaciones con una agenda abierta y sin condiciones previas. Los temas a tratar serán definidos conjuntamente. 10. A trabajar desde el 21 de junio: diplomacia y convocatoria Como Presidente electo, visitaré a los gobernantes de las naciones industrializadas que han manifestado su interés en ayudamos, especialmente los Estados Unidos, para concertar con ellos la manera como nos colaborarán para iniciar la redención económica y social de las zonas más afectadas por el conflicto, que son precisamente aquellas secularmente abandonadas por la inversión del Estado. He dicho que con hambre no hay paz. Necesitamos llevar salud, educación, servicios públicos, vías de

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comunicación, y generar fuentes de trabajo en esas regiones, para consolidar la paz que se logre en la mesa de las negociaciones. 11. Un Plan de Emergencia Social dentro del Plan Nacional de Desarrollo Desde el21 de junio. desde el mismo día en que sea elegido Presidente de los colombianos y hasta el 7 de agosto de este año convocaré, de manera informal, al sector privado, a las organizaciones sociales del orden nacional, a las federaciones de alcaldes, gobernadores, concejales y diputados, al igual que la representación de las autoridades indígenas, para que con el equipo económico y social de la campaña elaboren una propuesta sobre el Plan Nacional de Emergencia Social, tendiente a eliminar la enorme diferencia entre ricos y pobres en Colombia. Este plan será presentado durante los primeros cien días de mi gobierno para que lo refrenden mediante los instrumentos de participación ciudadana, para luego incorporarlo al Plan Nacional de Desarrollo. El Plan de Desarrollo, que la Constitución prevé como marco supremo que orienta la acción estatal, será el vehículo para incorporar las aspiraciones y las necesidades de la paz. De esta forma la acción del Estado se concentrará en las llamadas causas objetivas de la violencia: la pobreza y la inequitativa distribución del ingreso. Ya es hora de que Colombia cuente con una política de paz que involucre en este gran propósito nacional las principales herramientas políticas y económicas con que contamos. 12. Recuperar el monopolio sociedad pacífica

efectivo de la fuerza, precondición

de una

Para lograr la paz el Estado debe recuperar el monopolio de las armas mediante medidas administrativas y reformas legales para evitar que la sociedad civil siga vinculada al conflicto armado. 13. La paz permitirá preservar un patrimonio húmeda tropical

de la humanidad:

la selva

El fin del conflicto implica también la decisión de respetar el patrimonio ecológico de la Nación. Se trazará una frontera agrícola que haremos

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respetar, y le propondremos a los países que conforman la Amazonia y la Orinoquia la suscripción de un acuerdo internacional que, respetando desde luego la soberanía de cada Estado, interprete las aspiraciones de los países que suscribieron tratados reconociendo el valor para la humanidad de nuestros recursos en estas zonas como pulmón del planeta y solicitando que jamás llegue a ser escenario de guerra ni de discordia internacional, ni siquiera bajo el pretexto de combatir los cultivos ilícitos. 14. Las vías traen paz Dependiendo de las necesidades de cada zona, la estrategia de paz irá acompañada de obras de infraestructura. Por vía de ejemplo hay que resolver la incomunicación de zonas como el Yarí y el Caguán, o la rehabilitación del transporte veredal e intermunicipal en el Magdalena Medio, o las obras de la Mojana, o la comunicación por Ferry desde Urabá. 15. Los narcocultivos: del conflicto armado

un problema social cuya solución pasa por el fin

Íntimamente ligado al problema social y a la violencia está el asunto de los narcocultivos. Pienso que éstos no se erradicarán ni con fumigaciones ni con actos de fuerza. El narcocultivo, más que un problema judicial, es un problema social, derivado de la miseria de los miles de campesinos dedicados a esta actividad, arruinados por las equivocadas políticas agrarias de este gobierno. Los países desarrollados deben ayudamos a ejecutar una especie de "Plan Marshall" para Colombia, que nos permita desarrollar grandes inversiones en el campo social, en el sector agropecuario y en la infraestructura regional. para ofrecerles a nuestros campesinos alternativas diferentes a los cultivos ilícitos. Invitaré a la Naciones Unidas a participar en este proceso a través de su Programa para el Desarrollo, para que a través de canales institucionales como la Red de Solidaridad Social, el SENA, Bienestar Familiar y otras entidades del Estado participen en este gran propósito de luchar por la paz. Ello será complementado con una reforma agraria integral, que vaya más allá del simple criterio distributivo y ayude a los campesinos con centros de acopio, seguros de co-

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secha, transporte y valor agregado local, que contribuya a crear una industria alimentaria capaz de competir eficientemente en los mercados. Resulta también indispensable, para afrontar con éxito el tema de los narcocultivos y todas sus implicaciones, que pueda llegarse a una solución del conflicto armado interno. 16. Detener la barbarie y defender el derecho a la vida Defenderé del derecho a la vida, a la vida de todos los colombianos, sin excepciones. Los delitos consagrados por los tratados internacionales como delitos contra la humanidad no pueden escapar a la espada de la justicia. Masacres como la cometida recientemente en Barrancabermeja no tienen perdón de Dios. No hay argumento político que las justifique. No toleraré más asesinatos selectivos, como los cometidos recientemente contra ciudadanos de distintas tendencias políticas. No quiero que bajo mi mandato haya colombianos exiliados por razones políticas. A quienes han tenido que expatriarse por ese motivo, les daré todas las garantías y toda la protección necesaria para que regresen al país. 17. Mano dura con los para militares Pienso que los llamados "grupos paramilitares" son una de las más preocupantes expresiones de la degradación del conflicto: surgen al impulso de la falta de seguridad, que es una estricta obligación del Estado, y aunque quieran sustentarse en el principio de legítima defensa, inexorablemente devienen en grupos de justicia privada que terminan por ser grupos armados sin control alguno. El hecho de que actúen al margen de la ley y sobre la pretensión de apoyar la lucha contrainsurgente les desprové jurídicamente de estatuto político. Estos grupos contradicen esencialmente del principio del monopolio de las armas en poder del Estado y son un factor gravísimo de la guerra. Por ello no puede concebirse la paz sin acallar sus armas, lo que tendrá que hacerse en un escenario distinto del de la

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negociación de la paz con la guerrilla y como una responsabilidad siva del Estado.

exclu-

18. Fuerza pública: convivencia al interior y defensa de soberanía Estoy seguro de que las Fuerzas Militares y la Policía Nacional demostrarán una vez más su espíritu patriótico y de profundo compromiso con la paz apoyando sin vacilaciones a su Comandante General en este proceso. Colombia y la democracia tienen una gran deuda con sus soldados y policías, que han defendido con su vida las instituciones en esta azarosa etapa de la vida nacional. Mi Gobierno las respaldará sin vacilaciones ni equívocos mientras tengan que enfrentar la guerra. y cuando llegue al fin la paz, serán reestructuradas bajo los parámetros de los modernos ejércitos, dentro de una doctrina de seguridad democrática que supere los viejos parámetros de la seguridad nacional, que no tendrán razón de ser en un país pacificado, para que se dediquen con su reconocido profesionalismo a su misión constitucional de resguardar las fronteras de la Patria. En el mismo orden de ideas, la Policía Nacional afianzará su naturaleza de cuerpo civil dedicado a resguardar la seguridad de los habitantes. 19. El mandato por la paz es un mandato para mi gobierno Los diez millones de colombianos que votaron el 26 de octubre por "La paz, la vida y la libertad" le dieron un mandato incontrovertible al gobierno: no más guerra, no más atrocidades. Esta expresión, más que ninguna otra, demostró a qué nivel nuestra sociedad se encuentra saturada por la violencia y la impunidad. Este fue un mensaje claro para todos los dirigentes políticos, económicos y religiosos de que el pueblo colombiano no tolerará más que alguien se interponga en el camino de la reconciliación, no importa su origen o su investidura. Comparto y acepto plenamente este mandato. Es así como este plan de paz se inspira en este mandato y se propone articularlo en políticas y acciones concretas.

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20. Seremos inflexibles en recuperar territorio nacional

la autoridad

del Estado en todo el

Pero así como es firme nuestra voluntad de paz y reconciliación entre los colombianos, así mismo debemos ser inflexibles en recuperar la autoridad del Estado en todo el territorio nacional. Casi la mitad de Colombia se encuentra hoy bajo la amenaza de paramilitares y guerrilleros. Su dura ley de intimidación y muerte que subyuga a los campesinos y los desplaza de su zona de influencia ha traído pobreza y abandono al campo colombiano. Así como les ofrezco diálogo, reforma política y asistencia económica para solucionar el conflicto, así mismo les advierto que cumpliré con mi deber constitucional de mantener la autoridad y el orden en todo el territorio nacional. No más masacres, no más crímenes, no más violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario. Colombia entera espera que la guerrilla libere a los militares tiene en su poder. Ellos serán mi preocupación personal a noche, en vista de la incapacidad del gobierno para asumir bilidad. Para ello espero el respaldo de todos los ciudadanos paz. En síntesis, apreciados amigos, implantaremos ciedad y un proyecto de Estado para construir

y policías que partir de esta esa responsaamantes de la

un proyecto de nueva sola Colombia del siglo XXI.

Finalmente, quiero decirles que la paz tiene que ser el gran propósito nacional, que ella quiere el apoyo irrestricto de toda la ación al próximo gobierno, por encima de consideraciones partidistas y cualquiera que sea eJ resultado de las próximas elecciones.

v. La paz no tiene fórmulas mágicas La paz no tiene fórmulas mágicas, ni es asunto de una sola persona. El enfoque que propongo parte de la cruda realidad que hoy nos agobia. Hay que frenar la barbarie, defender la vida de los colombianos y parar el conflicto. Entiendo que la paz no es sólo asunto de voluntades, ni de la del gobierno ni de la de los alzados en armas sino que es necesario construirla. Con este fin, propongo reconstruir el Estado y recuperar la confianza de los ciudadanos en él.

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La reforma política, por lo tanto, es la clave para dar garantías a quienes han estado excluidos o marginados de nuestro sistema político. Ella permitirá que quienes han permanecido relegados del ejercicio del poder y de la participación en política tengan la oportunidad de expresar sus ideas y eventualmente acceder en condiciones de equidad a la administración del Estado. Pero la paz no es sólo una cuestión política. La paz tiene que tener contenido social y económico. Por eso estoy dispuesto a que el instrumento por excelencia del Estado para orientar el desarrollo económico se ponga al servicio del empeño por la paz. En nuestra propuesta la reforma política y el Plan de Desarrollo buscarán como objetivo fundamental la paz y la reconciliación entre los colombianos. También es necesario entender que parar el conflicto y buscar las condiciones para que cese el alzamiento armado es parte de un proceso de solución negociada. Hay dos posturas sobre la mesa que el país conoce: la de las Farc y la del Eln. Estoy dispuesto a avanzar sobre estas bases en la seguridad de que no hay diferencias, por grandes que sean, que hagan posible continuar el baño de sangre que hoy vivimos. La Colombia en paz que yo sueño es aquella donde los colombianos tengan un empleo digno y un ingreso justo, donde los colombianos vivan con tranquilidad y con seguridad y no esclavizados por el miedo, donde haya justicia, donde cada uno sea tolerante y respetuoso con las ideas de los demás, donde no imperen el hambre ni la pobreza, donde no se maltrate a nuestros niños, donde todos ellos puedan asistir al colegio, donde los campesinos puedan trabajar su tierra y generar un ingreso digno, donde nuestros jóvenes estén libres del flagelo de la droga, donde el Estado esté al servicio de los ciudadanos, es decir, un país con auténtica justicia social.

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DE LA RETÓRICA DE LA PAZ A LOS HECHOS DE PAZ Andrés Pastrana Arango, Presidente de la República. Santa Fe de Bogotá, D.e., 11 de agosto de 1998

La paz es un proyecto nacional en el cual cabemos todos. He asumido el desafío de liderar ese proyecto nacional, convencido de que existe una voluntad colectiva de dejar de ser parte del problema para convertimos en parte de la solución. Una inmensa mayoría de la Nación ha aceptado mi propuesta de paz como carta de navegación para el siglo XXI. Tengo la convicción que como fruto de las negociaciones, la unidad nacional estará consolidada. Mi entrevista con los máximos líderes de las Farc demostró la seriedad y credibilidad de la Gran Alianza por el Cambio y el reconocimiento de que el movimiento guerrillero es una realidad política. Ha llegado la hora de tomar en serio la agenda de la guerrilla, como condición para romper el nudo gordiano de la mutua desconfianza. Como Jefe de Estado he decidido convocar a la Nación entera por el camino de la paz. De igual manera los comandantes de la guerrilla deberían convocar a todos sus integrantes o frentes para iniciar el camino de la paz. Como comandante supremo de las Fuerzas Armadas asumo con realismo que voy a negociar con fuerzas insurgentes que han expresado su decisión de ser coprotagonistas de la reconstrucción nacional.

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En 90 días o antes, según los avances preliminares, despejaremos cinco municipios que se convertirán en zonas de distensión y laboratorios de paz. Invito a la insurgencia a demostrarle a Colombia y a la comunidad internacional, que el despeje no será un corredor de impunidad para el incremento del narcotráfico. Hemos coincidido con parte de esa comunidad internacional, de la guerrilla y con muchos colombianos, que la paz es para erradicar el narcocultivo, lo cual hace entendible narcotraficantes son los primeros beneficiarios de la guerra

con los jefes fundamental por qué los en Colombia.

Han dicho los señores jefes de la guerrilla que cuando exista por parte del Gobierno una clara decisión de combatir el pararnilitarismo, la paz estará más cerca. Quiero responderles que me comprometo a prevenir con todas mis facultades y con la más clara voluntad política, la punible asociación que pueda darse entre algunos agentes del Estado y los grupos paramilitares; a investigar las denuncias, procurando eficacia en esas investigaciones y a promover la sanción de la conducta indebida. Debo esperar una actitud recíproca por parte de los jefes de la guerrilla con narcotraficantes que operan en zonas controladas por la insurgencia. Los escenarios futuros del proceso de negociación deben ser lugares de transparencia sin cartas marcadas, con negociadores que representen al gobierno y la legitimidad y con negociadores que representen la guerrilla y sus programas. Pero todos unidos en el propósito común de realizar una reingeniería de nuestra democracia que permita una paz duradera y verdadera, para el país del siglo XXI. Estoy invitando a la comunidad internacional y a todos los colombianos a que contribuyamos con un plan al estilo Plan Marshall para la paz en

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Colombia. Este plan no puede entenderse como una simple bolsa de recursos, es algo mucho más profundo. Es la suma de recursos educativos, científicos, técnicos, culturales, sociales, económicos y políticos, para potenciar las energías con que cuenta esta Nación, a partir del trabajo honrado de sus hombres y mujeres. De esta manera no quedará un solo colombiano ajeno al proceso de consecución de la paz. La paz tiene objetivos y tiene instrumentos. A veces hemos caído en el error de darle prioridad a los instrumentos descuidando los objetivos. En adelante unas y otras tendrán igual valor. La aceptación de instrumentos como la Convención Nacional, los diálogos regionales y nacionales o la Asamblea Nacional Constituyente, así como el examen de la viabilidad jurídica del canje, implica tener claro el gran objetivo de la transformación política que sirva de sustento a las grandes transformaciones económicas, sociales y culturales que puedan conducirnos, tanto a las organizaciones guerrilleras como al resto de la sociedad colombiana, a la democracia y al siglo XXI. En ese sentido no tengo miedo a hablar de las Farc, del Eln, del Epl Y de las demás organizaciones de cara al siglo XXI, como garantes y coadyuvantes de la paz, el orden, la disciplina, el trabajo y la seguridad de todos los colombianos. Las Fuerzas Armadas que comando, pueden ser fuerzas armadas para la paz o para la guerra. En ambos escenarios tienen que ser eficientes. Paradójicamente es este un punto de partida de unas negociaciones serias. Para mi Gobierno la paz es el más serio de los temas. Espero que para la insurgencia también lo sea. Como vocero de la Nación colombiana entiendo que la afirmación anterior, me impone deberes de transparencia, y de juego limpio. En lo posible la insurgencia también debiera imponerse deberes semejantes.

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Aún la más sucia de las guerras tiene límites. Esos límites se encuentran en el derecho internacional humanitario, en el derecho de gentes y también en la misma condición humana. Pero todos sabemos que más importante que humanizar la guerra, es terminarla. Todo el Gobierno y seguramente en un futuro muy próximo todo el Estado, con el apoyo de la sociedad civil y la facilitación de la comunidad internacional, somos responsables de llevar a feliz término este anhelo multitudinario de paz. Por eso, y por mi condición de liderar personalmente el proceso, he dicho que no quiero construir una burocracia de la paz. De igual manera, seré inflexible para asegurar una sola vocería de la paz, la cual corresponde privativamente al Presidente de la República o en su defecto al Alto Comisionado de la Paz. Recientemente importantes voceros de la sociedad civil han hecho contribuciones para la paz que examinaremos con el mayor cuidado, porque seguramente muchas de ellas fecundan el camino de la paz. Desde hace varios años diversos organismos de la sociedad civil y otros de carácter institucional vienen trabajando con patriótico empeño en iniciativas de paz. Tengo la seguridad que acogerán mi llamado para trabajar unidos con una sola partitura, lo cual no significa postergar sus intereses u objetivos concretos. Sé muy bien que todos coincidimos en la urgente necesidad de hacerle la

guerra a la guerra. La paz no tiene color político; la paz no tiene diferencia de clases sociales; la paz ha de ser el punto de encuentro de todos los colombianos. Doctor Víctor G. Ricardo: usted es un hombre valeroso y leal, con una hoja de vida relacionada principalmente con la gestión política. Las importantes responsabilidades que hoy asume garantizan un proceso serio,

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responsable y discreto. Garantizan además coherencia para que la dispersión y el protagonismo no perturben el desarrollo normal de los intercambios y la construcción de un clima de confianza. En este propósito es esencial la comprensión y colaboración de los medios de comunicación. He asegurado para su gestión, doctor Víctor G. Ricardo, instrumentos y apoyos institucionales del más alto nivel: su presencia permanente en el Consejo de Ministros y en el Conpes, el establecimiento de un gabinete especial de paz y los actuales instrumentos jurídicos e institucionales que obran por Ley de la República o decreto del ejecutivo, facilitarán su tarea. Señoras y señores: debemos pasar de la retórica de la paz a los hechos de paz. Con la ayuda de todos podemos lograrlo. Que el Dios de Colombia nos bendiga.

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HACIA EL CAMINO DE LA PAZ

Víctor G. Ricardo, Alto Comisionado para la Paz. Cartagena,

21 de agosto de 1998

Compartir con ustedes algunas ideas sobre el proceso de paz, constituye un honor que agradezco y una ocasión muy excepcional para convocar elliderazgo empresarial a participar en la creación de hechos, que transformen la realidad cotidiana de nuestra amada Colombia.

Los Empresarios

y la Paz

El empresario está seriamente preocupado por los síntomas del acelerado deterioro de la situación nacional. La ciudadanía percibe el nuevo gobierno y la puesta en marcha del proceso de paz, como la oportunidad de revertir la tendencia hacia la desintegración de la sociedad colombiana que ha caracterizado los últimos años. Las manifestaciones de las crisis que vivimos tienen un alto costo para el país. Generan pobreza para grandes sectores, elevan los riesgos de los empresarios, limitan los beneficios de la subversión, promueven el rezago, restan competitividad a la producción y condicionan, negativamente, las posibilidad de un crecimiento económico más acelerado. El avance de los enfrentamientos ha generalizado la violencia en todo el territorio nacional y sus consecuencias amenazan a los ciudadanos, sin distinciones de ninguna especie. La recuperación de la concordia y el establecimiento de una convivencia civilizada, son condiciones necesarias para el bienestar del pueblo colom-

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biano, el crecimiento económico y el desarrollo. Para los empresarios, apoyar los esfuerzos de pacificación y contribuir a cimentar una paz duradera y sostenible, es una necesidad impostergable. El deterioro de la convivencia, la violencia y la subversión, atentan contra la sociedad colombiana. Los empresarios quieren la paz, respaldan las acciones para poner fin al conflicto armado y juzgan prioritario el fortalecimiento de las instituciones encargadas de asegurar una justicia oportuna, frente a las formas de delincuencia que resultan de la guerra. La solución militar no es posible como única forma de responder al conflicto. El diálogo con las fuerzas subversivas es una urgente necesidad. El avance del narcotráfico y su poder de corrupción, amenazan el contenido político de la insurgencia, dificultando todavía más la negociación. En su propuesta señor Presidente cabemos todos y colectiva de dejar solución.

de pasar de la retórica de la paz a los hechos de paz, el señaló que la paz es un proyecto nacional, en el cual que el proceso está orientado por la manifiesta voluntad de ser parte del problema para convertirse en parte de la

La decisión del despeje como zonas de distensión y laboratorios de paz, es también reconocimiento a la seriedad de la decisión de la guerrilla de ser coprotagonista de la reconstrucción nacional, expresada en su agenda. Ello implica responsabilidades recíprocas. De un lado, de quienes actuamos en el marco de la ley y a nombre de la democracia, la obligación de una conducta impecable que dé valor a la palabra en el ejemplo de la acción. Del lado de los insurgentes, establecer linderos claros entre sus propuestas y acciones políticas y las actividades delincuenciales. Se trata de viabilizar el diálogo entre contrarios, miento del otro, como contradictor válido.

a partir del reconoci-

Para lograr un propósito común, el de realizar una reingenieria de nuestra democracia que permita una paz duradera y verdadera para el país

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del siglo XXI, es necesario aprender a respetar las diferencias, la diversidad y especificidad que caracterizan los múltiples intereses que se expresan en la realidad política, económica y social de la Nación. Colombia enfrenta uno de los momentos más definitivos de su vida republicana, cuando su crisis nacional, fruto de numerosas crisis parciales que se han acumulado a través de los años, ha llegado a un punto donde su agravamiento y generalización, comprometen seriamente su futuro. La subversión, el narcotráfico y el paramilitarismo son manifestaciones agudas de esa situación. Sin embargo, es un momento de esperanza, por los cambios significativos que se han dado en la opinión pública, que finalmente se reconoce comprometida con la crisis y con la solución. Lo es también por la preocupación y el interés creciente de la comunidad internacional, con la suerte del país y su creciente voluntad para apoyar activamente los esfuerzos nacionales, tendientes a afrontar con decisión y realismo el camino de la superación y de la presente situación. En Colombia urge que se pueda confrontar de manera directa y personal, las distintas posiciones, visiones, sueños y expectativas de los ciudadanos, para una mejor comprensión de la realidad y de sus posibilidades; de las del país pero también, de las de los distintos actores. Lograrlo hará posible la cesación del conflicto interno, la superación del problema del narcotráfico, así como la definición y ejecución de un plan de desarrollo de largo plazo para construir la paz, consolidar la democracia, garantizar la vigencia de ley y de los derechos humanos, y una economía que a partir del absoluto respeto y apoyo al trabajo honrado, garantice grados crecientes de prosperidad, compartida por los distintos sectores económicos, sociales y regionales.

Narcotráfico y Subversión La debatida relación entre el narcotráfico y la subversión es un punto neurálgico para definir su tratamiento y el camino a seguir interna e

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internacionalmente. Crecientemente en el país y en el exterior, se reconoce un hecho fundamental y es que la continuación del conflicto interno colombiano dificulta enormemente la lucha contra los narcocultivos y por consiguiente contra el narcotráfico, y hace que ésta alcance unos costos desproporcionados en términos sociales, políticos, ambientales y aún económicos y que sus resultados sean deleznables frente a la gravedad de la situación. Por parte de los grupos subversivos, las Farc en especial, se han enviado señales a actores nacionales, norteamericanos y agencias de organismos internacionales, en el sentido de que podrían aceptar una acción decidida y concertada para acabar con los narcocultivos en el país, desarrollar un ambicioso pero realista programa de desarrollo alternativo, en las regiones de cultivo y colaborar para desterrar del territorio nacional al narcotráfico, que se alimenta de los narcocultivos. El conflicto interno colombiano como ya se dijo, se inscribe en una crisis general de la sociedad que tiene dimensión histórica. Todos los estamentos de esa sociedad, especialmente los que no han estado excluidos de su desarrollo, tienen responsabilidad en la situación presente y en el diseño y ejecución de las soluciones que se acuerden. Este punto es fundamental para abordar el tema militar, pues el principal temor de este cuerpo social es terminar sacrificado en las negociaciones, condenado de manera indiscriminada. Los militares, al igual que todos los estamentos de la sociedad, necesitan reformas profundas para que puedan ser activos y creativos, en el proceso de reconstrucción nacional. Esas reformas las deben asumir con lucidez, sin trasplantar modelos de otros países. La situación colombiana tiene elementos específicos que no permiten trasladar las experiencias de otras negociaciones recientes, en especial las centroamericanas, pero sí aprender de ellos que es posible negociar un conflicto por complejo que éste sea. Los ejércitos del hemisferio están llamados a pasar de la estrategia de la seguridad nacional, en el marco de las guerras de baja intensidad, a una defensa de los derechos humanos y de los métodos democráticos para

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enfrentar el conflicto social e ideológico. El ejército colombiano, inmerso en el conflicto interno en curso, tiene dificultades para asimilar ese cambio. Por ello, el tema del paramilitarismo y la violación de los derechos humanos están en el corazón del problema colombiano, en el momento presente, y debe de atenderse de inmediato. Las fuerzas militares y de policía deben ser eficaces en el cumplimiento de su deber constitucional, pero siempre en el marco de las leyes.

Las Élites de Poder y la Paz De la posición que asuman las élites de poder depende, en una buena medida, la suerte que tengan las iniciativas de paz en Colombia. El empresariado nacional en su conjunto busca tener una participación activa y propositiva en todo el proceso que conduzca a la paz. No quieren ser simplemente los que "firmen los cheques de la paz". Es posible y conveniente adelantar con el conjunto del empresariado, una verdadera interlocución política. Debe discutirse con ellos la suerte de temas fundamentales para el futuro del país y que son necesarios para garantizarle su sostenibilidad a largo plazo. Entre otros se pueden mencionar el empleo, el manejo de crédito, la educación y el desarrollo del talento humano, la descentralización y la vida de las regiones, y el reconocimiento efectivo de la igualdad de oportunidades. Los empresarios ya entienden que en Colombia deben analizarse con realismo, un conjunto de temas de fondo, cuya importancia no habían apreciado plenamente antes del agravamiento de la crisis nacional. Los empresarios consideran dad pero que es el Estado, clara representación, quien pleno apoyo de las fuerzas

que la guerra y la paz son asuntos de la sociedirigido por un gobierno legítimo y con una debe liderar el proceso de negociación, con el sociales organizadas.

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Sociedad Civil, Negociación y Construcción de la Paz Es necesario reconocer, a partir de las experiencias colombianas en el tema, que la paz no puede ser objeto de una negociación instrumentalista, pues exige un proceso continuado, coordinado y profundo de cambios, para construirla, para desarrollarla, para llenarla de contenidos de democracia, de participación, de equidad y sostenibilidad en todos los frentes. Un bienestar excluyente no es sostenible ni en lo social, ni en lo político, ni en lo ambiental, ni en lo económico. Se trata de una tarea de construcción nacional, no de simple negociación, desmovilización y desarme. El conflicto armado colombiano tiene expresiones regionales propias con especificidades territoriales alimentadas, entre otras, por la débil y desigual presencia del Estado y por la ausencia de un proyecto de sociedad signado por la legitimidad y el consenso. Esta situación debilita la gobernabilidad y dificulta el afianzamiento de una identidad colombiana que se sustenta en propósitos comunes y en la vigencia de pautas básicas de convivencia. Es en las regiones en donde toman cuerpo los acuerdos, las políticas y los proyectos que deberán abrirle el camino a la terminación de la guerra y a la construcción de una sociedad capaz de enfrentar sus conflictos por medios pacíficos y democráticos. Pero es en la distancia nacional donde se negocian y se introducen las modificaciones de fondo en el ordenamiento político, económico y jurídico que se requieran; es allí donde se afianzan los valores comunes que se permitirán aclimatar la convivencia en los ámbitos regionales y locales. La experiencia reciente indica claramente que la posibilidad misma de las negociaciones, para no hablar de su éxito, depende de que el poder político que la lidere, sea considerado legítimo, tanto por la sociedad como por la . . msurgenCla. La negociación no involucra sólo a los agentes armados, sino el conjunto de la sociedad bajo la dirección del gobierno. Es la presencia de esa socie-

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dad, la que legitima realmente los acuerdos firmados y, sobre todo, la que les garantiza su cumplimiento en los hechos. Es fundamental mantener orden en el manejo de las iniciativas, propuestas y contactos entre las partes, para evitar confusiones y contradicciones, con el consiguiente debilitamiento de las condiciones para adelantar las negociaciones. Un ambiente de anarquía en el proceso puede generar prevención y aún desconfianza en participantes tan importantes, como son los empresarios y los militares. Algo semejante puede decirse de la cooperación internacional, cuyos proyectos deben, igualmente, ser canalizados y ordenados.

La Cooperación Internacional, un Plan Marshall para Colombia La comunidad internacional empieza a tener una visión renovada, más compleja y por ello más realista de la realidad del narcotráfico en el escenario colombiano. Ese cambio permitirá que en el conjunto de los países amigos, le dé un trato diferente a la situación del país en el presente inmediato y en el mediano plazo. No se trata sólo de la cooperación para lo concerniente a la negociación y a velar por el cumplimiento de los acuerdos, sino también la participación decidida en la estructuración, financiación y ejecución de un ambicioso proyecto de desarrollo a largo plazo, para construir las bases de la paz, sustituir los cultivos y garantizarle la plena sostenibilidad al proyecto nacional que se ha acordado en el marco de las negociaciones. Se trata de un verdadero Plan Marshall para Colombia que permita organizar las iniciativas, canalizar los recursos y adelantar una acción mancomunada que dé una respuesta eficaz a las necesidades de las zonas marginadas. En las modificaciones de las estructuras y procesos socioeconómicos que surgirán en las negociaciones ocuparán un lugar destacado los asuntos

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rurales, a través de una política agropecuaria de desarrollo rural que garantice, entre otras, que la reforma agraria a realizarse se traduzca efectivamente en el mejoramiento continuado de la capacidad productiva del país, en un aumento significativo de la población de pequeños y medianos agricultores, que se organizarán como empresarios para acometer proyectos que tengan claras y verificadas posibilidades de suceso económico. Para ello hay un número importante de tierras, dedicadas al narcocultivo y otras abandonadas que serían fundamentales en este proyecto.

Una Asamblea Nacional Constituyente para sellar el nuevo Pacto Social y Político Los acuerdos de paz, al implicar un nuevo pacto social y político, dan origen a nuevas reglas de juego y de allí el tema de una Asamblea Constituyente. El trabajo de esa Asamblea buscaría, el espíritu aún no desarrollado de la Constitución de 1991, abrirle el camino a la consolidación de un Estado social de derecho como realización de la democracia y alejado de toda tentación totalitaria, cualquiera que sea su signo ideológico, y en consonancia con las nuevas realidades internacionales surgidas del proceso de globalización y sus claros impactos en los diferentes órdenes de la vida de la Nación; en lo económico, en lo social, en lo ambiental, en lo cultural y en lo jurídico normativo. Para superar la crisis, el empresariado reconoce la necesidad de reformas y estoy seguro que apoyará los procesos de concertación con el Congreso, los insurgentes, entre otros, para realizarlos. Igualmente respaldan los cambios que garantizan la igualdad de oportunidades para todos y el derecho de los ciudadanos al trabajo y al bienestar, tanto en las ciudades como en el campo. Más allá de recursos financieros, el país reclama la inteligencia, los sueños, la audacia y la seriedad de las personas dedicadas a la actividad empre-

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sarial para construir un régimen de oportunidades y de iniciativas, derivado de la globalización y la descentralización característica de la vida contemporánea que viabilice económicamente el trabajo nacional. Con un optimismo realista, al que no se le oculta el dolor que desgarra la vida de miles de compatriotas, quiero invitarlos a iniciar una expedición por el conocimiento de los oficios en el territorio, que nos permita acometer la construcción del espíritu nacional a partir de valorar y valorizar el trabajo honrado, fuente de la dignidad del ciudadano. y si hablamos de una transformación de la sociedad que permita construir la paz y consolidar la democracia, debemos referir nos a la calidad de vida ciudadana. Tal vez el síntoma más aberrante de la situación del país es la resignación de miles de compatriotas de ser incluso masacrados, porque la precariedad de las alternativas es igualmente indeseable. Estoy convencido de que todos los colombianos somos capaces de desarrollar un comportamiento social estructurado en la cortesía, el humor, y la estética. uestro territorio tiene la capacidad de brindar condiciones de arraigo a sus pobladores. En cuestión de generar ámbitos articuladores de economías promotoras y comunidades científicas que tiendan puentes entre lo local y lo global y estimulen la formación de individuos autónomos y aptos para satisfacer sus necesidades y contribuir al bien común. No se trata de plantear un ejército meramente redistributivo, sino de estimular las potencialidades del pueblo para que con su esfuerzo contribuyan a la solución de los problemas de la Nación. En este sentido ha dicho el señor Presidente que la paz es la prioridad que compromete las tareas del Gobierno. Ello implica una visión que funde las políticas económica y social dentro de un todo coherente a la estructuración de un modelo de desarrollo que garantice la competitividad, la sostenibilidad y la equidad de la sociedad colombiana. Tenemos que abordar la coyuntura con visión de largo plazo y generar un ordenamiento estratégico de las prioridades que incremente la pertinencia en la focalización de los recursos disponibles y facilite la alineación de distintos intereses hacia un propósito común de bienestar.

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La reconstrucción del sentido de lo político debe permitir a cada quien, desde sus responsabilidades e intereses particulares, contribuir a la consolidación de la unidad nacional a partir de la generación de espacios fértiles para la materialización de sus esperanzas y ambiciones en los marcos de una ley y un orden, legítimos en tanto asimilables por las conductas cotidianas de los ciudadanos. La tarea es ardua y nos involucra a todos, los invito a participar en un ambiente de libertad, lealtad y transparencia, con su lucidez y entusiasmo, en este esfuerzo patriótico de creación colectiva al que hemos sido convocados todos los colombianos por el Jefe de Estado.

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ESPACIO PARA LA PAZ

Andrés Pastrana Arango, Presidente de la República. Santa Fe de Bogotá, D.e., 14 de octubre de 1998

Colombianos: Apoyado en la Constitución y la Ley, que juré cumplir como Presidente de Colombia y con la confianza irrestricta en la capacidad de reconciliación de los colombianos, he tomado la decisión de ordenar el despeje por parte de la Fuerza Pública en los municipios de Uribe, Mesetas, Macarena, Vista Hermosa del departamento del Meta y de San Vicente del Caguán en el departamento del Caquetá. Esta medida estará vigente durante 90 días y tiene como finalidad facilitar los diálogos entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Farc, que puedan conducir a un proceso de paz consolidado y firme. Esa paz que nos ha sido tan esquiva y que anhelamos todos, para terminar por fin con largos años de conflicto, de desgarramiento interno, de crueldad y violencia. La inmensa mayoría de los colombianos quiere la paz y está dispuesta a pagar el precio por ella, siempre y cuando signifique más democracia, más justicia social, más igualdad de oportunidades. Siempre y cuando podamos conservar con ella nuestro Estado de Derecho, cuya defensa nos ha costado tantos años de esfuerzo y sacrificio. La oficina del Alto Comisionado para la Paz ha cumplido una difícil tarea de consulta y pedagogía política bajo la dirección del Presidente en busca de los consensos imprescindibles para lo comprensión del significado del despeje, el cual busca en primer lugar crear un clima de confianza, para un diálogo sobre los problemas fundamentales del país y la búsqueda de acuerdos para solucionarlos.

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La paz de Colombia no será una paz de vencedores ni vencidos, sino la construcción de una nueva democracia. Esa es la salida que señala una negociación política. Con las Farc coincidimos en señalar la existencia de una Colombia en donde hay injusticia, exclusión y desigualdades sociales. Considero ello un punto de partida para iniciar los diálogos de paz. Igualmente también hay coincidencia en el propósito de erradicar para siempre de Colombia el flagelo del narcotráfico, una necesidad impostergable de la Nación colombiana que requiere una apoyo audaz por parte de la comunidad internacional. En general, hago un llamado al Secretariado de las Farc para que aprovechemos esta oportunidad y sin temas vedados le demos sentido al diálogo para convertirlo en una negociación sincera que conduzca a una paz verdadera y sostenible. El diálogo es una oportunidad de recomposición colectiva. No puede quedar nadie por fuera del resultado de esa acción de recomposición. Estamos en el momento histórico en el cual debemos pasar de la retórica de paz a los hechos de paz. Tenemos la obligación de crear espacios de confianza que permitan afianzar la credibilidad del proceso que tenemos por delante. Buscamos un nuevo capítulo de la historia de Colombia que fortalezca la unidad nacional proyectada vigorosamente hacia el siglo XXI. Las instituciones serán reformadas, para así consolidar las bases de una sociedad que cada día sea mejor. Se trata que el Estado, el pueblo, la Nación entera, salgan fortalecidas de la reconciliación con aquella parte de Colombia que hasta la fecha se ha manifestado por la vía de las armas. Muchos procesos de paz han conducido a un escenario de grandeza donde cabemos todos. Las transformaciones que surjan de éste y de todo esfuerzo de paz, tendrán la capacidad de dirigir el país hacia un futuro de convivencia y respeto; porque serán leyes para todos y no para el beneficio de unos pocos.

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Quienes hoy encuentran en el ejercicio de las armas su única razón de existir, mañana encontrarán en la ciencia, la tecnología, el trabajo, la producción, la cultura, el arte, la libertad y el ejercicio político, un magnífico menú de opciones y esperanzas. No sólo todos tenemos que reformarnos, modernizarnos.

smo que todos tenemos

que

Ningún colombiano, incluida la guerrilla, quiere que la paz se haga a espaldas de las Fuerzas Armadas. Todo será compartido con ellas. Si hay paz el joven oficial de hoy en el año 2030 cuando sea general de la República estará dedicado a cuidar nuestras fronteras, nuestros mares, nuestro oxígeno, nuestros recursos naturales. La Fuerza Pública no puede ser vencida, ni va a ser vencida en las negociaciones de paz porque entonces el vencido sería el Estado colombiano. Lo que vamos a vencer es el abuso en el ejercicio de la función pública que conduce a la ilegitimidad y al colapso de la democracia. El proceso de paz precedido del gran diálogo en las zonas de distensión, será una oportunidad de abrir nuestro corazón al mundo. Eso significa transparencia, compromiso democrático y capacidad de recibir los beneficios de la civilización. A las autoridades regionales y locales, a las comunidades y a las organizaciones sociales en las zonas de distensión, quiero decirles que éstas servirán para unirlas más estrechamente al conjunto de la Nación colombiana. En esos municipios tenemos mucho que aprender sobre ecología, aire, agua, oxígeno, animales y árboles que se están extinguiendo en otras partes y que allí viven y allí se reproducen. No por casualidad forman parte de un ecosistema esencial para el futuro del mundo, que es la Amazonia. Colombianos: gobernar un país como el nuestro no es fácil. Pero es profundamente satisfactorio por la calidad de nuestra gente y nuestras riquezas culturales y naturales. Quiero decirles que si avanzamos firmemente en la paz, dejaremos atrás los costos de la guerra y los elevados

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recursos que tenemos que destinar hoy para defendernos de la muerte, podremos destinarlos mañana para construir vida. A partir de la fecha he dictado las medidas necesarias para que se lleve a cabo la instrumentación necesaria que permita a partir del 7 de noviembre y hasta el 7 de febrero de 1999 llevarse a cabo la verificación de la orden presidencial y el diálogo que conduzca a viabilizar la salida política al conflicto armado. Con la ayuda de Dios y de todos ustedes, conservadores, liberales, independientes, guerrilleros, hombres sin partido, es decir, de Colombia, estamos cumpliendo.

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LA PAZ NO PUEDE SER UN DIÁLOGO DE SORDOS Víctor G. Ricardo, Alto Comisionado para la Paz. Popayán, 18 de octubre de 1998

Es grato para el Alto Comisionado intercambiar con ustedes sobre el proceso de paz, convertido cada día más en el gran proyecto nacional. Después de haber dialogado con muchos de ustedes el Gobierno tiene la tranquilidad de sentirse acompañado en la política de la reconciliación, por quienes en cada departamento son agentes del Gobierno Central. Sé muy bien que ustedes asumen patrióticamente la corresponsabilidad en el proceso, como garantes en sus regiones de el Estado de Derecho y gestores de democracia. Esa responsabilidad compartida exige recíprocamente una información transparente, permanente y fluida por parte del Gobierno Nacional. Esa información no puede estar limitada por circunstancia distinta de la ineludible reserva necesaria para proteger la confianza y la seguridad del proceso. Muchas veces se ha pretendido convertir el proceso de paz en un ejercicio de contraprestaciones recíprocas. Una interpretación arrogante pretende confundir el espíritu nacional con la tesis peregrina de que "lo estamos dando todo a cambio de nada". Es esta una visión empobrecedora tanto del conflicto, como del proceso de paz. Afirmo lo anterior, porque sé muy bien que si el país acompaña a su Presidente en la búsqueda de la paz, es porque tiene claro que nuestro

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holocausto de violencia no puede continuar. Es porque sabe que si no frenamos la confrontación, el país terminará sucumbiendo en una tragedia que ya es vergüenza histórica frente al mundo y frente a nosotros mismos. Para conseguir la paz, el señor Presidente estará siempre enmarcado en sus facultades legales y constitucionales. Ni un milímetro más allá. Pero de igual manera los demás poderes del Estado y los poderes regionales y departamentales deben tener confianza en elliderazgo del Presidente y la seguridad de que en todo momento, obrará en nombre de la Nación, porque la Nación entera quiere la paz. Hoy voy hablar de qué es y qué no es el proceso de paz. El proceso de paz es en primer lugar una garantía de unidad nacional. Como les dije, no es una balcanización que ponga en peligro nuestro destino histórico de Nación unitaria. Es un esfuerzo de reconciliación entre contrarios que buscan una agenda común, de cara al mundo, al siglo XXI, para resolver las contradicciones en procedimientos civilizados y no con métodos bárbaros. No es el proceso de paz el encuentro entre banderas de victoria y trapos empolvados de derrota. En él no habrá vencedores ni vencidos. La paz no mira por el cañón de los fusiles; la paz mira por los ojos de la esperanza. No puede estar lejano el día en que el fusil deje de ser un arma para la guerra y se convierta en un instrumento para la paz. El proceso de paz no es un proyecto sectorial, refundido entre muchos programas de una planificación que sea escrita, porque la guerra no la deja convertir en realidad. El proyecto de paz es el gran proyecto nacional. Es la síntesis programática de la GRAN ALIANZA PARA EL CAMBIO, Y no un plan de acción periférico de cuatro años de gobierno. Invito a los señores gobernadores a compartir la esperanza de la paz como la meta principal de sus tres años de mandato. Para ello es importante

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convertir los diálogos de paz en un gran ejercicio en cada entidad territorial. Sé muy bien que la insurgencia comparte este objetivo. Cuando el Gobierno ha insistido en una vocería única del proceso de paz, es porque tiene claro que de otra manera nunca podremos llegar a una participación ordenada y masiva en la construcción de la paz. Si cada cual hace lo suyo, y lo hace bien, con seriedad, con discreción y con responsabilidad, el proceso de paz estará protegido del exceso de partituras y del torbellino de los protagonistas. El papel de las regiones y de los departamentos en el proceso de paz no es otro que rescatar la racionalidad de nuestro sistema productivo agrario. Es la única manera de evitar que las grandes ciudades continúen ahogadas por los cinturones de miseria y que el centralismo disuelto, ceda por fin el terreno a la participación regional y departamental, armónica, equitativa y sostenible. En los últimos años las migraciones campo-campo y ciudad-campo, sumadas al descomunal proceso campo-ciudad, nos están indicando que hay una transformación demográfica que nos obliga a reflexionar seriamente sobre lo que está pasando con el conjunto de nuestro territorio. Señores gobernadores: ese será uno de los temas cruciales de los diálogos de la paz: qué está pasando con nuestros campos, nuestras regiones, nuestros ecosistemas, nuestra fauna y nuestros recursos naturales. Con nuestras fronteras y con nuestro patrimonio marítimo. Recurriendo a la expresión popular "no vamos a ponerle conejo a la paz", esperamos que la insurgencia tampoco le ponga conejo a la paz. De allí, que los instrumentos de la paz como el despeje, las reformas políticas, las facultades al ejecutivo, la suspensión transitoria de los procedimientos judiciales del indulto, de la amnistía, la liberación de secuestrados, el otorgamiento de estatus político, el reconocimiento de miembros y voceros, constituyen un conjunto de mecanismos que deben manejarse

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con prudencia, con cautela y con absoluta transparencia entre los protagonistas del proceso de paz. Por eso las ineludibles interconsultas con los actores del conflicto no son una muestra de debilidad, sino una muestra de seriedad en la estrategia y en la táctica. Como tampoco es debilidad oír y entender las razones del otro. Si somos sinceros, tenemos que aceptar que en buena medida los diálogos de paz han fracasado en Colombia porque hasta la fecha han sido un diálogo de sordos. Es muy fácil de posar de intransigente y de "duro" cuando no se tiene un hijo secuestrado por servirle a la patria o por sustraerle dinero a la familia; cuando no se vive el dolor de la muerte por violencia en el campo y en la horrible inseguridad en las ciudades; cuando no se ha sido torturado, desaparecido o se padece persecución. Es muy fácil oponerse a la paz cuando no se está desempleado ni hay la angustia de educar a los hijos, salvar la parcela o la vivienda o la salud de la familia. Es muy fácil ser irresponsables frente a la paz cuando el horizonte de la vida está despejado. Pero el deber del señor Presidente es hacer hasta lo imposible para que cese el holocausto y el campo vuelva a florecer y las ciudades a ser seguras y lo que gastamos en la guerra lo podamos dedicar a darle un futuro a la juventud y una tranquilidad a la vejez. Estas verdades son humildes, pero son profundas y las entiende la gente. Señores gobernadores, ustedes llevan sobre sus espaldas y en sus preocupaciones de gobernantes la tremenda crisis de los departamentos y de las regiones: crisis financiera, crisis de gerencia, crisis de viabilidad. Sabemos lo difícil que es para ustedes administrar regiones al borde del colapso. Quiero decirles que la paz es la última oportunidad de los departamentos y de las regiones para ser una alternativa de desarrollo local y de contribución a la unidad nacional.

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Sin el apoyo de ustedes la reconciliaci贸n es una tarea imposible. Con su apoyo y su generosidad es una tarea llena de posibilidades. El se帽or Presidente ha repetido a los colombianos y a la comunidad internacional que la paz en Colombia puede estar muy cerca o puede estar muy lejos. Una u otra alternativa depende de lo que hagamos todos los colombianos y cada colombiano, con nuestro liderazgo y con nuestra generosidad.

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LA PAZ NO SE HARÁ A ESPALDAS

DE LOS DEPARTAMENTOS Víctor G. Ricardo, Alto Comisionado para la Paz. Popayán, 20 de octubre de 1998

Agradezco esta nueva oportunidad de reunirme con ustedes para aproximarnos al tema del papel de los departamentos en el proceso de paz, proceso que debe consolidar y no balcanizar la unidad nacional. Ese compromiso con la unidad nacional, no solamente es un mandato de la actual Constitución, sino que debe serlo en las futuras transformaciones de la Carta Magna que sean el cemento articulador de los acuerdos de paz. Unidad imprescindible para el nuevo pacto de gobernabilidad; para la defensa estratégica de nuestras fronteras y para nuestro destino histórico como país democrático. Pero la teoría política contemporánea se orienta a definir la mayor o menor fortaleza de un Estado nacional solamente como resultado de gobiernos regionales y locales fuertes y participantes. Nuestra región Caribe, nuestra región Andina, nuestra región Pacífica, nuestra Orinoquia y nuestra Amazonia harán de Colombia un país líder en la medida que cada una de ellas sea región líder. Numerosos estudios nacionales e internacionales sobre el conflicto y la violencia en Colombia analizan el problema del reordenamiento territorial como el nudo gordiano que debe romperse para conseguir la anhelada paz.

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Ese reordenamiento tiene en la reforma agraria su expresión jurídica; en la descentralización su expresión política y en el desarrollo del talento humano su expresión participativa. Reforma agraria, descentralización y desarrollo del talento humano, son la trasescena, es decir, el cemento articulado del gran escenario de la paz en Colombia. Ese escenario distribuye el libreto para los principales papeles de unos protagonistas que a pesar de sus contradicciones pueden llegar a acuerdos sobre lo fundamental, siempre y cuando sean respetados como diferentes y no se pretenda asimilarlos con marrullería s políticas, con bravuconadas o mediante victorias ficticias que se ganan en la capital de la República a través de los medios de comunicación y se pierden en las regiones y los departamentos en la amarga realidad, como la que todos los días y en todo momento padecemos con el nombre y las dimensiones de un demencial holocausto. La paz, señores gobernadores, no es una de tantas alternativas; por el contrario, la paz es la única alternativa. Para que lo anterior no sea solamente una frase retórica, quisiera compartir con ustedes dos evidencias que cada día están en la agenda de sus preocupaciones como gobernantes: en primer lugar, por causa del conflicto, los departamentos líderes están viviendo el decaimiento de su liderazgo. Ese decaimiento se debe exclusivamente a la incapacidad de interactuar con el Estado central, porque el Estado central, a causa de la crisis, es apenas un fantasma de su antiguo esplendor. Hemos llegado a la paradoja de un Estado rabiosamente centralista y terriblemente vulnerable a causa de ese centralismo. El Estado colombiano, en las actuales condiciones, no puede dejar de ser centralista porque aceleraría su fin; pero si continúa siéndolo, cada día perderá más viabilidad. Esta encrucijada solamente podrá resolverse con una paz firme y sostenible. En segundo lugar, la nueva Constitución que data de 1991 y las reformas del régimen municipal y departamental, a pesar de reconocer a los de-

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partamentos como realidades culturales, sociales y económicas, los destituyeron como realidades políticas. He ahí la clave de una de las más graves crisis de la gobernabilidad en Colombia. El derecho francés, que sigue siendo la mayor fortaleza teórica del sistema de "unidad política y descentralización administrativa", ha sido extrañamente abandonado por los seguidores criollos del modelo anglosajón que sustenta la fortaleza teórica de los regímenes federales. La Constitución de 1991 bebe en las fuentes del pensamiento anglosajón, que sirve para el régimen federal pero no para el régimen departamental. La única solución a esta otra encrucijada es que a través del proceso de paz y desde el pensamiento colombiano encontremos el ropaje jurídico y político que sirva para vestir con las medidas exactas la nueva realidad de un nuevo modelo de desarrollo. La insurgencia ha aceptado de manera explícita, unas veces ante el señor Presidente de Colombia y otras ante el Alto Comisionado para la Paz, que está dispuesta a construir con el conjunto de la Nación colombiana, desde los municipios, las regiones y los departamentos, ese tercer escenario de convergencia, que significa en primer lugar, óigase bien, en primer lugar un reconocimiento o expedición sobre el conocimiento del territorio, capaz de estimular la economía promotora adecuada al desarrollo de los departamentos y las regiones. Esa economía promotora tendrá en cuenta ventajas comparativas y realidades locales y regionales frente a las cuales lo político tendrá gran flexibilidad. Por ejemplo: cultivos agroindustriales de gran plantación como sucede con la palma de aceite necesitan espacios territoriales amplios y adecuados; naturalmente en ellos no puede pensarse con una mentalidad parcelaria. En esos enclaves de economía promotora los temas prioritarios del desarrollo local, de la igualdad de oportunidades, de autosuficien-

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cia y de desarrollo del talento humano son los prioritarios, teniendo como eje una mentalidad contemporánea de respeto a la propiedad, pero de ambiciosa redistribución del ingreso de la ganancia y del excedente. Una filosofía que reivindique el valor del trabajo honrado como generador de riqueza. Regiones como la Amazonia y la Orinoquia deben suscitar convenios interdepartamentales. no sólo de departamentos limítrofes para vastos desarrollos de ciencia y tecnología referenciados con el oxígeno, el agua, la fauna, la flora y el bosque. Con las tradiciones culturales, los rituales del respeto y la conservación y el uso austero y democrático de los bienes de la naturaleza. En estos escenarios, como en todos los descritos, la universidad regional, una de nuestras fortalezas como país, tiene que desempeñar un papel protagónico. La reforma agraria campesina, otra de las metas de los diálogos de paz, no puede darse si no está simbióticamente integrada a proyectos empresariales, nacionales e internacionales ubicados con sostenibilidad en áreas geográficas que tengan la infraestructura necesaria y un acceso racional a los mercados realmente mayoristas. La reforma agraria no puede servir para expulsar población campesina de zonas en las cuales el Estado ha hecho inversiones importantes. Como decía un notable empresario antioqueño, no podemos seguir invirtiendo recursos descomunales en carreteras, energía, riego y comunicaciones para ambientar el paisaje de la ganadería extensiva. Aquí se necesita un esfuerzo modernizador, audaz e irreversible, cuya sostenibilidad solamente puede asegurarse mediante los acuerdos de paz. Como ustedes observan, señores gobernadores, el papel de los departamentos y las regiones en los procesos de paz tiene que ir más allá de lo simplemente instrumental, aun cuando en este aspecto instrumentos como los diálogos regionales son importantes. Tiene que ir más allá: tiene

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que ser el gran reencuentro entre la Nación y los departamentos a través de un gran esfuerzo participativo que invite a dialogar bajo elliderazgo de los gobernadores, las fuerzas vivas, las organizaciones sociales, culturales, la comunidad internacional, los comunicadores, la academia, entre otros, con los demás protagonistas del proceso de paz, a partir de sus propuestas y no de sus destacamentos, porque el entendimiento con la insurgencia como fuerza armada es compromiso privativo del Gobierno nacional. Pero el entendimiento con la insurgencia como fuerza política es tarea de toda la sociedad colombiana. Sólo así será posible la reconciliación nacional y será más expedito el camino de la reconstrucción. El Gobierno aspira a que el diálogo político esté ambientado por el silencio de las armas. De no ser posible, por lo menos por el respeto a normas elementales del derecho de gentes. Esta aspiración se ve frustrada por acciones demenciales como las ocurridas recientemente en el departamento de Antioquia, que el Gobierno condena con energía y desilusión. La Oficina del Alto Comisionado está organizándose para interactuar con la Federación Nacional de Departamentos y con cada departamento en particular. Será un esquema de interconsultas permanentes y de intercambios. De esa manera aseguraremos un flujo de información por el señor Presidente de la República.

según lo planteado

Señores gobernadores: al ordenar el despeje, el señor Presidente dijo que nada se haría a espaldas de las Fuerzas Armadas. De igual manera en su nombre y en el mío propio quiero decirles que todos los avances del proceso de paz serán construidos democráticamente con los poderes regionales y departamentales y con los poderes locales para lo que sea pertinente. El proceso de paz es en primer lugar, una garantía de unidad nacional. Como les dije: no es una balcanización que ponga en peligro nuestro destino histórico de Nación unitaria. Es un esfuerzo de reconciliación entre contrarios que buscan una agenda común, de cara al mundo, al siglo XXI, para resolver las contradicciones

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con procedimientos civilizados y no con métodos bárbaros. No es el proceso de paz el encuentro entre banderas de victoria y trapos empolvados de derrota. En él no habrá vencedores ni vencidos. La paz no mira por el cañón de los fusiles; la paz mira por los ojos de la esperanza. No puede estar lejano el día en que el fusil deje de ser un arma para la guerra y se convierta en un instrumento para la paz. El proceso de paz no es un proyecto sectorial, refundido entre muchos programas de una planificación que sea escrita porque la guerra no la deja convertir en realidad. El proyecto de paz es el gran proyecto nacional. Es la síntesis programática de la Gran Alianza para el Cambio, y no un plan de acción periférico de cuatro años de gobierno. Invito a los señores gobernadores a compartir la esperanza de la paz como la meta principal de sus tres años de mandato. Para ello es importante convertir los diálogos de paz en un gran ejercicio en cada entidad territorial. Sé muy bien que la insurgencia comparte este objetivo. Cuando este gobierno ha insistido en una vocería única del proceso de paz, es porque tiene claro que de otra manera nunca podremos llegar a una participación ordenada y masiva en la construcción de la paz. Si cada cual hace lo suyo, y lo hace bien, con seriedad, con discreción y con responsabilidad, el proceso de paz estará protegido del exceso de partituras y del torbellino de los protagonistas. En los próximos días el coordinador de la oficina del Alto Comisionado, doctor Darío Barberena, y el equipo de asesores de mi despacho, trabajará en armonía con el equipo de la Federación Nacional de Departamentos para los correspondientes esquemas de trabajo conjunto hacia la responsabilidad compartida.

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EL PLAN COLOMBIA: UNA GRAN ALIANZA CON EL MUNDO CONTRA EL DELITO INTERNACIONAL, POR LOS DERECHOS HUMANOS, LOS DERECHOS SOCIALES Y POR LA ECOLOGÍA Andrés Pastrana Arango, Presidente de la República. Santa Fe de Bogotá, D.C., 22 de octubre de 1998 Cuando, como Presidente electo de Colombia, cumplí la palabra empeñada de entrevistarme con las principal fuerza guerrillera, estábamos seguros que ese hecho histórico contaría con el apoyo de la Nación colombiana y de la comunidad internacional. Ese encuentro demostró al mundo que en nuestro país se estaba abriendo camino una poderosa alianza contra el delito del narcotráfico, del terrorismo, de los privilegios, de la corrupción, del abuso contra los derechos humanos y del irrespeto a la naturaleza. Con la insurgencia coincidimos en que era necesario construir una agenda compartida de apoyo internacional al proceso de paz, que fuera respetuoso de la iniciativa nacional, que se asumiera como parte del problema y se decidiera por lo tanto a ser parte de la solución. Que tuviera además, la amplitud y la flexibilidad necesarias para ser una contribución eficaz y pertinente. Como es normal en esta época de globalización, ninguno de nuestros problemas es ajeno, por acción o por omisión, al resto de países y particularmente aquellos que más interactúan con nosotros. La comunidad internacional ha expresado generosamente su interés y confianza en los primeros pasos de nuestro proyecto de paz. La reciente cumbre iberoamericana es un ejemplo de sólida convergencia con el plan de gobierno.

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Gracias al entusiasmo del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, iniciamos con buenos auspicios el Plan por la Paz de Colombia, que a semejanza del plan Marshall para la reconstrucción de Europa, devastada por los horrores de la Segunda Guerra Mundial, le dé sostenibilidad y firmeza a la paz que todos anhelamos conseguir. Mi gobierno no permitirá que la paz sea narcotizada ante el mundo, porque está firmemente convencido que la prolongación del conflicto interno en Colombia, beneficia en primer lugar a los capos de la droga. De allí que sean los narcotraficantes los más interesados en extender ese conflicto e impedir por todos los medios la reconciliación. Colombia padece dos guerras nítidamente diferenciables: la guerra del narcotráfico contra el país y contra el mundo y la confrontación de la guerrilla contra un modelo económico, social y político que considera injusto, corrupto y auspiciador de privilegios. Mi gobierno, en nombre de toda la Nación colombiana, sabe muy bien que con el narcotráfico no existe ni debe existir diálogo ni entendimiento alguno. Sabe también mi gobierno, y así lo quiere el país, que con la guerrilla es posible dialogar para construir un tercer escenario de democracia en Colombia que resuelva las principales contradicciones y ponga fin a la violencia política. El Plan Colombia es un conjunto de proyectos de desarrollo alternativo que canalizarán los esfuerzos compartidos de los gobiernos y de los organismos multilaterales con la sociedad colombiana. Sus indicadores de resultados serán la transformación de las zonas donde se cultiva el 80% de la producción mundial de coca y de amapola, en desarrollos agrícolas económicamente rentables para nuestros campesinos, en santuarios ecológicos donde puedan florecer el turismo que respeta la naturaleza y sean protegidos ecosistemas actualmente vulnerados por el flagelo de la narcoproducción como son la Amazonia, la Orinoquia, parte de los Andes y la Sierra Nevada de Santa Marta.

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Esas regiones que son valiosas para el mundo por su diversidad biológica, por el agua, el oxígeno, los bosques, la fauna, la flora y los animales en peligro de extinguirse, deben ser rescatadas y protegidas con un audaz proyecto de erradicación y paz. La guerrilla ha expresado su disposición programática de facilitar esa erradicación, porque tiene claro que la narcoproducción como actividad económica principal en sus zonas de influencia, es un grave riesgo para su proyecto político. En Colombia la paz es una condición ineludible para el triunfo final contra el narcotráfico. Porque con la paz aseguraremos gobernabilidad, justicia eficiente, desarrollo regional y desarrollo del talento humano. Porque con la paz el valor del trabajo honrado que es el trabajo de la inmensa mayoría de los colombianos, alcanzará respeto y prioridad. Con la paz tendremos un Ejército Nacional comprometido con nuestra soberanía, con la defensa, protección y promoción de los derechos humanos, vinculado a la producción y centinela de nuestras fronteras. La comunidad internacional está decidida a apoyar nuestro Plan Colombia porque sabe cuán profundamente ese plan asegurará para nuestro país una democracia plena, cuya expresión jurídica prioritaria sea la reforma agraria integral, cuya expresión política será la descentralización que fomente el liderazgo regional y asegure la unidad nacional y cuya expresión participativa será el desarrollo del talento humano, a partir de formidables transformaciones técnicas y culturales lideradas por las universidades regionales. El Plan Colombia inducirá además transformaciones económicas, sociales y productivas en las zonas periféricas desde donde se desplazan los asalariados de la narcoproducción, porque el Estado, la sociedad y el modelo económico no les permite una alternativa de trabajo ni movilidad social en los sitios donde se asientan sus familias, casi siempre centros demográficos densamente poblados con graves problemas de necesidades básicas insatisfechas.

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En esto tenemos que ser muy precisos y muy focalizados. Mi actividad política y de hombre de Estado me ha llevado por diversas expediciones, a un entrañable conocimiento de mi patria. Ese conocimiento me enseña que la devastadora colonización del narcotráfico no puede sustituirse mecánicamente por una devastadora colonización campesina basada en esquemas productivos incapaces de ser competitivos en el contexto de toda la Nación. El proyecto, narcocultivo,

en la mayor parte de las zonas donde se erradique el tiene que ser un proyecto fundamentalmente ecológico.

Así mismo, el proyecto en las zonas periféricas más densamente pobladas, tiene que ser de una gran imaginación productiva, técnicamente sostenible, rentable y competitivo. Frenar el narcotráfico en la selva y en la llanura debe estimular un compromiso mundial que dé prioridad a la conservación del ecosistema, lo cual exige un esfuerzo cultural, científico, técnico y financiero especialmente de las grandes potencias, las cuales están experimentando con muchas de las iniciativas de la conferencia mundial de Río de Janeiro realizada en 1992. Por eso, el Plan Colombia se orienta hacia el desarrollo regional, el fortalecimiento de los departamentos y la promoción de las iniciativas y las energías de las poblaciones más vulnerables. Se focaliza hacia los miles de desplazados y refugiados internos y procura la defensa, protección y promoción de los derechos humanos, dramáticamente socavados en Colombia por todos los actores del conflicto. El Presidente Misael Pastrana, mi padre, cuya ilustre memoria me autoriza a recordarlo como el estadista que más se preocupó por hacer de la política un ejercicio de reconciliación entre el hombre y la naturaleza, repetía muchas veces que la paz en Colombia era posible y deseable para la comunidad mundial, porque nuestro país era un santuario de la biodiversidad. 78

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Yo quiero afirmar hoy, que la paz está cerca porque la comunidad internacional no economizará esfuerzos para proteger ese santuario de la biodiversidad, que tiene en el conflicto interno y en el narcotráfico dos poderosos enemigos. Las guerras de Colombia nos han obligado a canalizar ingentes recursos para protegernos de la muerte. Si conseguimos la paz, esos recursos podremos destinarlos para construir la vida. Para ofrecerle a la niñez y la juventud un escenario de futuro del cual no tengamos que avergonzarnos. El Plan Colombia será fundamentalmente tud.

un programa

para la juven-

El Plan Colombia será un esfuerzo gigantesco de abrir nuestro corazón al mundo y esperamos de las naciones una respuesta semejante. Las regiones que son hoy principales escenarios de nuestra confrontación se proyectan sobre la geopolítica regional en la actual coyuntura, como una zona crítica de la narcoproducción y el narcotráfico y en el inmediato futuro, como una zona estratégica de las tendencias del desarrollo mundial. Una y otra circunstancias, justifican el esfuerzo multilateral compartido con Colombia. En años muy recientes la comunidad de las principales naciones, con el liderazgo de los Estados Unidos, ha flexibilizado su cooperación para proteger países estratégicos del colapso provocado por el nuevo orden económico internacional. Es innecesario, por ser de todos conocido, reiterar la encrucijada estratégica que implica para el mundo la situación colombiana. El plan que hoy iniciamos con dignidad y autonomía frente al mundo, demanda de los colombianos un esfuerzo proporcionalmente descomunal, dada la crisis de nuestra economía. A través de los bonos de paz, que

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serán suscritos por los cinco mil contribuyentes principales, aseguraremos recursos para el plan en cuantía superior a los ochocientos millones de dólares. De igual manera esperamos contribuciones voluntarias que fortalezcan el fondo por parte de ciudadanos colombianos que en esa forma complementarán económicamente su interés político de participar en la construcción de la paz. La comunidad internacional podrá ser muy creativa en su contribución al plan de paz mediante preferencias arancelarias; acceso a mercados; asistencia técnica; financiamiento focalizado; líneas de crédito con intereses especiales, entre otros. Señoras y señores: el proceso de paz en Colombia avanza firmemente. Pero Colombia necesita del apoyo internacional que sea oportuno, generoso, y sin condicionalidades que afecten nuestra soberanía o no se puedan cumplir. Es imprescindible reiterarle a esa comunidad internacional un hecho absolutamente novedoso en la agenda del proceso de paz. Me refiero a la decisión de la insurgencia de desnarcotizar sus áreas de influencia a condición de no presentarla como un cartel terrorista y de viabilizar la altenatividad productiva que no es necesariamente la sustitución de cultivos, sino que además puede y debe ser la erradicación no contaminante ni destructiva. Esa erradicación debe complementarse con una estrategia consensuada entre la insurgencia, la comunidad internacional y el Estado colombiano. Los planes de sustitución para que sean competitivos no pueden darse en asentamientos poblacionales a cualquier costo, ni mediante propuestas artificiales, porque el daño ecológico puede ser gigantesco. Muchos estudios muestran la coincidencia de mapas de narcocultivo y guerrilla y de allí surge la presunción del inextinguible compromiso de la guerrilla con el narcotráfico, lo cual no está demostrado. Pero puede afirmar-

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se que dicha coincidencia obedece a la inaccesibilidad de las zonas, a la coexistencia de una forma de autoridad subversiva que convive con la narcoproducción sin ser un cartel y a la corrupción pública y privada que favorece esa coincidencia. Señoras y señores: Colombia está en crisis, pero ha frenado frente al abismo y ha iniciado la ruta del diálogo con vocación de escuchar y de tomar en serio las dimensiones internacionales de sus dificultades y de sus fortalezas. Mi gobierno ha comprendido juntamente con el país, que en la rebeldía de la clandestinidad política también existen causas genuinas; que en la economía ilícita existen agricultores que quieren vivir de su trabajo honrado y que en la valorización de ese trabajo honrado, está el punto de partida para la proyección de nuestras importantes contribuciones al nuevo orden internacional de democracia plena; para lo cual, hemos diseñado una vigorosa diplomacia de la paz. Señor doctor Enrique Iglesias, usted ha sido siempre un amigo de Colombia; ha entendido la problemática de nuestra Nación y ha sido pieza fundamental desde la Presidencia del BID en los distintos proyectos que ha desarrollado Colombia. De nuevo muchas gracias. Usted y el Banco Interamericano de Desarrollo han entendido muy especialmente la situación difícil de nuestra economía y nos han tendido la mano en uno de los momentos cruciales de nuestra historia, cuando los colombianos estamos empeñados en apuntalar un proceso de paz sólido y duradero. En las discusiones de Washington conmigo y con mi equipo económico y ahora con el enorme honor que usted me hace de venir personalmente a este sencillo pero importante evento, nos ha demostrado nuevamente, como siempre lo hace, el cariño que guarda por nuestra Patria. Además de la creación del fondo del Plan Colombia, cerramos hoy también con inmensa satisfacción un fructífero capítulo de negociaciones con

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el BID. En total nos han sido aprobados 3.100 millones de dólares para fortalecer los programas prioritarios de mi administración, programas que nos permitirán acercar la paz a través del desarrollo. Y además, hemos logrado asegurar desembolsos por 1.000 millones de dólares para 1999, año crítico en materia económica, en vista de la actual situación de los mercados internacionales. Hoy, renovamos en usted nuestro afecto y reconocimiento porque estamos seguros que su apoyo al Plan Colombia, que ya se inició con la instrumentación del Fondo de Inversiones para la Paz, que será un instrumento para consolidar el Plan Colombia para el cual con gran responsabilidad y dedicación ha prestado su inteligencia y trabajo el doctor Augusto Ramírez Ocampo y el equipo de consultores y funcionarios que participaron en la elaboración del proyecto. Con la ayuda de Dios, la inflexible voluntad de mis compatriotas y la decidida colaboración internacional, el Plan Colombia será un éxito, porque con él estaremos compartiendo responsabilidades y asegurando la paz.

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DISCURSO DEL ALTO COMISIONADO PARA LA PAZ, VÍCTOR G. RICARDO, DURANTE LA CREACIÓN DE LA ZONA DE DISTENSIÓN EN SAN VICENTE DEL CAGUÁN San Vicente del Caguán, Colombia, 7 de noviembre

de 1998

Compatriotas: hemos venido hoya participar en ésta gran fiesta de la cultura, de la inteligencia, de la confraternidad de las gentes que habitan la región, para que seamos protagonistas en éste nuevo escenario que ha de servir en la búsqueda de la reconciliación nacional; es decir, de la paz para todos los colombianos. Ad portas de un nuevo siglo. Hemos venido a esta parte lejana del territorio colombiano, distintas autoridades, para que esté presente el Estado: se encuentran la Rama Legislativa del Poder Público, la Rama Judicial, la Rama Ejecutiva pero, sobre todo, está el pueblo colombiano que somos los que estamos aquí reunidos y estaremos aquí presentes caminando juntos los senderos de la paz, en beneficio de todo el pueblo y del territorio de la Nación colombiana. Eso es lo que estamos haciendo hoy, es lo que estos medios de comunicación han de transmitirle al país y al pueblo entero. Hoy se inicia la creación de la Zona de Distensión, es decir, una área territorial en la cual no debe haber confrontación armada para que, una vez verificada ésta situación, gobierno e insurgencia, vayamos a dialogar sobre lo que ha de ser la agenda de negociación y, por supuesto, las reglas del juego en la búsqueda de la paz. Una paz donde no haya vencedores ni vencidos; una paz que no significa, en ningún momento, derrotar a las Fuerzas Armadas de Colombia, sino construir el equilibrio y la equidad que Colombia necesita para su progreso, para la salud, para la educación, para el desarrollo de la tecnología, para la producción y la justa tenencia de nuestra tierra y para la confirmación de un Estado participativo, don-

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de todos los días veamos a los colombianos progresar y no a los colombianos fracasar y morir. Por eso, cuando escuchaba la poesía del señor Ministro de Educación y decía que hasta hoy había llegado también la poesía a éste territorio, pensaba para mis adentros, que a Colombia también le había llegado la hora de construir la paz, con poesía, con imaginación, con sentimiento patriótico, con amor. La paz no se decreta, la paz no se hace de un día para otro, la paz se construye como se construye la música, como se construye la poesía, como se construye la participación, como se construye la cultura y como se construyen los espacios de paz como el que hoy estamos viviendo. Hoy me siento realmente orgulloso y estoy convencido que yo interpreto a todos los que estamos aquí presentes: no se trata de crear escenarios donde vayamos a promover la desconfianza: no se trata de crear escenarios donde vamos a transmitir hechos confusos que lo único que conducen no - es al beneficio de la paz - sino también a la confusión en el ánimo de las gentes y, por supuesto, a empañar la transparencia del proceso. Aquí, en ésta región, ha de cumplirse la palabra del señor Presidente de la República de Colombia: vamos a construir un escenario donde no haya confrontación armada; se desplaza la fuerza pero queda la autoridad del Estado, de un Estado de Derecho, con él vamos a gobernar todo el territorio nacional, incluidos los cinco municipios de distensión. Los alcaldes municipales han de ser la autoridad que cumpla, en su leal saber y entender, la Constitución y las Leyes de la República; son los alcaldes las autoridades políticas, administrativas y los jefes de policía y en virtud de ello se ha creado una Policía Cívica adulta que los apoye en el ejercicio de esa función que es responsabilidad de la autoridad civil y los Concejos como representación de la democracia; no se trata de reemplazar una autoridad por otra, se trata de crear un escenario en el cual podamos dialogar los colombianos en la búsqueda de la reconciliación, en la búsqueda del sueño que todos tenemos: una Colombia justa, una Colombia en paz, una Colombia equilibrada, una Colombia en la cual hagamos la gran

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alianza contra el delito, el delito de la corrupción, el delito del narcotráfico, el delito de la violación de los Derechos Humanos y nos pongamos a trabajar en la construcción de un escenario más amplio, donde todos tengamos posibilidades de vivir, donde hoy a las gentes que están dedicadas a los narcocultivos les podamos presentar una propuesta de desarrollo alternativo, sostenible, para que las gentes de trabajo, que si bien están en cultivos ilícito s, les demos una propuesta clara para que tenga viabilidad económica y así podamos, también, tener producción en nuestras tierras y en nuestra Nación; se trata de que todos nosotros, sin excepción, trabajemos por la paz de todos los colombianos. No basta sino leer estas vallas que están colocadas en la plaza de San Vicente: "tú eres muy importante para la paz, - la razón divina es Dios, la razón humana es la libertad, - si quieres la paz desarma tú corazón, bienvenido a San Vicente, laboratorio de paz". Estas mismas vallas que en ésta plaza están izadas, lo estarán en todos los territorios del área de distensión. Yo creo que lo que hoy se está viviendo aquí es ejemplarizante para todos los municipios del territorio nacional pero, sobre todo, para la comunidad internacional, de la cual también tenemos que buscar su apoyo. En el proceso del área de distensión hemos designado una comisión de acompañamiento compuesta por dos colombianos, colombianos de bien, que deben estar atentos a las inquietudes que se presenten en ésta región; vendrán a dialogar con ustedes, estarán dialogando con las autoridades. Los doctores Juan Manuel Santos y Juan Gabriel Uribe y en esa misma comisión también hemos pedido colaboración de gentes de otras naciones, de países amigos, que vienen con su propia representación, no de un país, porque en términos de la representación de los países, cuando estemos en diálogo con la insurgencia, los dos decidiremos qué países han de funcionar como facilitadores del proceso, pero en ejercicio de esa colaboración hemos escogido personas que conocen del conflicto en Colombia y que quieren trabajar y ayudar por la paz de los colombianos, un mexicano como el doctor Gustavo Carvajal, el canciller de Costa Rica y también dos personas que han trabajado por la paz del mundo, que nos asesora-

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rán, el doctor James Le Moyne y el doctor Jan Egeland, los dos, uno de nacionalidad americana y otro de nacionalidad noruega, estarán también ayudándonos en este proceso. Se trata entonces, de crear un escenario transparente, donde el valor de la palabra sea la bandera que identifique siempre nuestras relaciones. El Gobierno llega a este proceso, y lo ha dicho el señor presidente Pastrana, reiteradamente, con cartas sin marcar y aspira a que ésa sea la misma actitud de la insurgencia, porque se trata, entre otras cosas, de aprovechar la responsabilidad histórica del momento o de la hora presente, se trata de que los libros no sigan yendo a las bibliotecas con las páginas en blanco o simplemente ensangrentadas, se trata de que en torno a la paz trabajemos todos, en torno a la paz no puede haber protagonismo individual, ni exclusivista, ni partidista; en torno a la paz tenemos que trabajar con seriedad, con responsabilidad y con discreción. A eso estamos convocando éste pueblo de San Vicente, como también a los cuatro municipios del Meta, que hoy viven en desarrollo pleno. Las gentes están recorriendo sus calles, con el rostro alegre, continúan su vida cotidiana, creando y prestando el escenario que ha de estar en estos días visible para Colombia y para el mundo. Ustedes en el fondo están siendo copartícipes del nuevo siglo XXI; ustedes le están ayudando a Colombia a escribir la historia, no con retórica de paz, sino con hechos de paz. Lo que hoy estamos viviendo es un nuevo hecho de paz. Convoco a todos los colombianos a que desarmemos nuestros espíritus, que creemos hechos de paz y que trabajemos por el porvenir de Colombia, dentro de un Estado de Derecho. Vamos a convenir las reglas para crear el tercer escenario donde quepamos todos y allí nos encontraremos orgullosos de decirle a nuestros hijos: hemos cumplido con nuestro deber, le hemos cumplido a la historia, tenemos un país en paz, en justicia social y en desarrollo. Mil gracias al pueblo de San Vicente, mil gracias a sus autoridades, mil gracias al Poder Público aquí representado en sus ramas, mil gracias a la

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representación de la empresa privada, que ayer, entre otras cosas, participó y dio su apoyo a un proyecto de Ley que les da la posibilidad a los colombianos de contar con recursos de los cinco mil primeros contribuyentes creando los bonos de paz para ser invertidos en las zonas de conflicto, ellos también se merecen un aplauso. Aquí no se trata de alabar a unos y olvidamos de otros, se trata de una tribuna donde se haga el reconocimiento justo a quien se lo merece y que se haga realmente la explicación clara de lo que ha de venir. Aquí están las tres ramas del poder, aquí está el Estado y vamos a trabajar por la paz, no a cualquier costo, pero la paz tiene un costo, el costo de que todos los colombianos participemos en su búsqueda, para que todos los que habitemos el territorio tengamos mejores condiciones de vida, para que la tierra esté en buenas manos y sea productiva, para que las necesidades se colmen, para que la corrupción se erradique, para que el narcotráfico se aleje y para que la salud del pueblo colombiano sea la que reine en la mente y el porvenir de nuestra Nación. El presidente Andrés Pastrana debe estar en este momento en otro lugar del territorio colombiano al igual que nosotros, observando, seguramente, cómo nos encontramos alrededor de la zona de distensión; él ha de venir, él prometió venir el día de la inauguración de los diálogos y él cumple su palabra. A Andrés Pastrana lo vamos a rodear y lo vamos a ayudar para que convoque y siga convocando a todos los colombianos a hacer la paz y la reconciliación perdida, a veces lejana, pero por la cual tenemos que trabajar y sobrepasar los obstáculos que nos opongan. Muchas gracias a los señores ministros, al señor Presidente de la Corte Constitucional, señor Gobernador, al señor Alcalde, al padre bre todo, muchas gracias a ustedes, porque paz en Colombia.

Transcripción magnetofónica sionado para la Paz.

señor Procurador General, al a todos los funcionarios, al Leonel y al Vicario. Pero, soustedes son la garantía de la

del discurso improvisado por el Alto Comi-

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DISCURSO DEL PRESIDENTE ANDRÉS PASTRANA ARANGO, EN EL ACTO DE LANZAMIENTO DEL "PROGRAMA DE FOMENTO AL CULTIVO DE LA PALMA PARA LOS HABITANTES DE PUERTO WILCHES" Puerto Wilches, 19 de diciembre de 1998

Aquí, en esta tierra bañada por el sol, de tierras rojas y sembradíos, vive un pueblo que aunque ha llorado, no ha olvidado la importancia de sonreír y de seguir luchando. y ese ejemplo que ustedes nos han dado, reafirma mi convencimiento que el anhelo supremo de los colombianos es la paz.

de

Hoy les quiero decir que la reconciliación nacional es una tarea que nos compromete a todos y que esa debe ser nuestra más importante y solidaria misión. Como Presidente de los colombianos me ha correspondido liderar este cambio, trazar la ruta por la que vamos a llegar a un punto al que llamamos paz. y sólo con la ayuda de cada uno de ustedes, podremos decir en unos años que llegamos a donde queríamos. Para marchar por ese camino debemos estar preparados, aprovisionados, y dispuestos a avanzar a paso firme. Sólo llegaremos a nuestro destino cuando estemos convencidos que todos debemos dirigirnos hacia la misma dirección. La paz que he propuesto es la que va más allá de la solución al enfrentamiento armado. Es la paz con la que podremos construir una nueva Colombia, más justa, más democrática, más desarrollada y más equitativa. Un país en el que quepamos todos.

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Para llegar a esa paz integral por la que tanto trabajamos los colombianos, debemos buscar, mediante un proceso de diálogo con la insurgencia, el escenario en el que se identifiquen y pongan en marcha las transformaciones requeridas para hacer realidad esta paz integral. Como Presidente me he encargado directamente de liderar la solución política del conflicto armado, expresando en hechos concretos la voluntad negociadora del Gobierno, ofreciendo a la insurgencia la disposición de trabajar sobre la base de una agenda amplia, y buscando el más propicio escenano. Quiero que el escenario de la paz sea el punto de encuentro de todos los colombianos, y que allí se propicie con entusiasmo la deliberación, la decisión y ejecución de esta obra colectiva. Esa concepción integral e integradora de la paz, como construcción de todos y para todos, es también la que identifica y gobierna los propósitos del Plan Colombia, que hoy presentamos ante ustedes como una realidad. Debe estar claro para todos que el Plan Colombia no será sólo un programa de inversiones del Gobierno, sino que será el proyecto social y económico que convierta su ejecución en un verdadero contrato social. Su más importante misión es la de atender la rehabilitación de las zonas del país en donde la violencia ha amenazado la preservación de la vida de los hombres, y del ecosistema. Nuestro Plan Colombia es la alianza que hemos hechos con los países del mundo y con el sector privado para luchar por la paz, por los derechos humanos, por los derechos sociales y por la ecología. Lo conforman un conjunto de proyectos de inversiones estratégicas para la paz que canalizarán los esfuerzos compartidos a favor de quienes viven en las zonas más afectadas por la violencia. Cuando asumí la presidencia dije que este proyecto se encargaría de manejar las inversiones para construir la paz sobre bases sólidas, en las regiones donde la violencia ha hecho mayores daños.

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y en estas regiones que se encuentran deprimidas por el lastre que deja la violencia, sólo si los ciudadanos participan y trabajan por el cambio obtendremos resultados. El cimiento al que me refiero no es otra cosa que el derecho a participar que tienen todos los colombianos. Ustedes son un ejemplo para las comunidades que también han sufrido por la violencia. La organización social que hoy tienen nos demuestra que participando se avanza mucho más rápido en la ruta de la paz. Yo quiero insistir en que el ánimo del Plan Colombia es la participación. Que sus programas y proyectos de desarrollo e inversión estarán concebidos y serán ejecutados como resultado del ejercicio de la participación. Los proyectos que hagan parte del Plan deberán ser un espejo de los propósitos de las comunidades. Esto no sólo nos garantiza su utilidad, sino que afianza el entendimiento permanente entre los ciudadanos. Tal como lo he dicho desde que asumí la Presidencia, mi deseo es que también la insurgencia atienda esta iniciativa y se vincule, en un escenario de amplia concertación, al proyecto de reconstrucción y rehabilitación del país. Por eso, en aras de la verdadera reconciliación del pueblo colombiano, invito a los grupos insurgentes para que se hagan presentes en la preparación, conformación y ejecución de los programas y proyectos del Plan Colombia. Esta es una invitación seria y confiable. Mi Gobierno ha demostrado ampliamente la consistencia de sus propósitos, y ha aceptado que tenemos que convenir una agenda sustantiva de paz con la insurgencia, de puertas y ventanas abiertas, y que sólo se puede cumplir si hay compromiso de las partes. En el compromiso de esa agenda nadie puede quedar por fuera. Todos tendremos que optar por ella, y hasta la hora de las definiciones, la insistencia del Gobierno será que se haga por la vía de la construcción, y no por la vía de la destrucción.

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Hoy el Plan Colombia da su primer paso, paso que debemos dar todos para no quedar atrás, como dijo mi padre, Misael Pastrana, para no quedar "con el desasosiego de no haber tomado el tren a tiempo". Más claro no canta un gallo: mi propuesta es evidente, la insurgencia debe participar de manera activa en las decisiones del Plan Colombia. A las puertas de iniciar con ella un proceso de diálogo, quiero aclararles que el Plan Colombia no es "la caja de galletas" de la paz. Si en esta tierra corrió la sangre, hoy en ella se siembra la esperanza, y de ella brotará la paz duradera. Mi Gobierno se asegurará de preservar ese fruto, consciente como es de que nos congrega hoyes un ejemplo que debe enarbolarse y reproducirse a lo largo y lo ancho de la geografía nacional, pues es baluarte y paradigma de la paz. El Plan Colombia es una realidad en marcha. Todas las instituciones del Gobierno se deberán volcar hacia las comunidades más apremiadas, poniendo sus recursos humanos, científicos y financieros al servicio de proyectos como el que hoy se lanza. El proyecto para el fomento al cultivo de palma, que mi Gobierno apoya hoy en Puerto Wilches, es la mejor prueba de las aspiraciones que tiene el Plan. Este proyecto dará trabajo y mejorará la calidad de vida de 150 familias campesinas en 1500 hectáreas de tierra apta para el cultivo de palma. En cuatro años, cuando inicie la producción, cada campesino socio del proyecto tendrá un ingreso de 2 millones 500 mil pesos de hayal mes. Es muestra de una iniciativa solidaria de desarrollo, que se materializó gracias a la capacidad de sus gentes para comprender que el diálogo y la concertación son imprescindibles para el progreso. He entregado la enorme responsabilidad de coordinar las actividades de los proyectos del Plan a nuestro alto comisionado para la paz, Víctor G.

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Ricardo, ya su equipo asesor, seguro de que en ellos, los colombianos tenemos a los mejores garantes del éxito. y a todas las comunidades interesadas en que el Plan apoye sus proyectos de desarrollo, les insisto para que los objetivos que se propongan coincidan con los que el Gobierno presentó en el Plan Nacional de Desarrollo y en los Planes Sectoriales. Los proyectos que mi Gobierno quiere promover deben ser productivos, solidarios y sostenibles. Tenemos que garantizar que todos los proyectos que hagan parte del Plan Colombia encuentren desde su primera instancia condiciones de éxito y sean rentables, promuevan el capital humano que fortalezcan el capital social y aseguren la preservación del medio ambiente. Estoy seguro de que así lograremos una equitativa distribución de la riqueza y una mayor justicia social. Para consolidar el éxito del Plan Colombia vamos a acompañar estos proyectos de programas de capacitación productiva, agropecuaria, agroindustrial y administrativa. Este esfuerzo gubernamental requiere del complemento que le puedan brindar los empresarios colombianos. Nadie mejor que un empresario exitoso para enseñarnos los secretos del negocio, más aún cuando la paz reclama esa actitud solidaria de todos los colombianos. Por eso vamos a fomentar las alianzas estratégicas entre pequeños, medianos y grandes productores, de tal forma que todos tengan la posibilidad de alcanzar las tecnologías modernas. Con esto estaremos optimizando los procedimientos para la producción, el almacenamiento, la comercialización y el mercadeo de los productos. Vamos a incorporar mecanismos de financiación adecuados y compatibles con la alta rentabilidad, que deberán generar los proyectos. La puesta en marcha del Plan permite que los hombres y mujeres campesinos de Colombia se conviertan en nuevos empresarios, generando más

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empleo. Yo estaré satisfecho cuando esos colombianos tengan garantizado un ingreso digno y estable, y hayan recibido la recompensa de un proyecto productivo. El Plan Colombia va a ofrecer programas eficientes de desarrollo alternativo en zonas de cultivos ilícitos. Y confío en que podremos acordar con la insurgencia los mecanismos y procedimientos que hagan posible obtener los mejores resultados en este aspecto. Quiero que los colombianos que viven en esas regiones puedan tener una vida digna, en condiciones de legalidad. Quiero que quienes, movidos por la necesidad o por el afán de lucro y optaron por el cultivo de la coca o la amapola, tengan otra posibilidad de sustento para sus familias. Los miles de colombianos que han sido desterrados por la violencia serán el centro de atención del Plan Colombia: Vamos a garantizar a los desplazados por la violencia todos sus derechos ciudadanos para que recuperen la esperanza perdida. La puesta en marcha de este Plan representa una alternativa de arraigo para los campesinos desplazados, ya que contarán con un programa de titulación de tierras, con zonas adecuadas para la atención temporal y de emergencia, con las estrategias para su adecuado retorno o reubicación voluntaria. El Plan Colombia se ocupará también de construir o reconstruir la infraestructura física que se requiera para hacer realidad los proyectos productivos. No en la perspectiva de pavimentar una calle, construir un puente o alumbrar un billar en los pueblos lejanos y olvidados. No. La infraestructura para la paz deberá integramos. hacernos prósperos, la capacidad y fortaleza de distribuir y comercializar los productos, todo ello en estricto respeto a los ecosistemas y a las culturas y tradiciones que definen nuestro ser nacional, rico y diverso.

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También en el terreno de la infraestructura, la participación, que es la expresión colectiva de la libertad, será el fundamento de las decisiones. Todos los programas y proyectos del Plan Colombia deberán servir al propósito de hacer libres a los colombianos. Libres de la pobreza, libres de la exclusión, libres de la violencia, libres del analfabetismo, libres del desempleo. Para asegurar los recursos financieros del Plan Colombia hemos creado el Fondo de Inversión para la Paz, que se nutrirá de aportes del Estado, del sector productivo y la comunidad internacional. EL manejo de este fondo será absolutamente transparente. Por lo que las deliberaciones, el proceso de toma de decisiones, la administración de recursos y los resultados de la gestión, de sus programas y proyectos serán ampliamente conocidos y estarán abiertos al escrutinio de la sociedad. Vamos a manejar en urna de cristal todos esos recursos con los que construiremos la paz. Invito a todos los colombianos para que hagan parte de la solución, y aporten a este proyecto según su justa capacidad. Me llena de satisfacción que hoy ya haya 5.000 contribuyentes del Estado, que por medio del pago de los Bonos de Paz, van a ser los primeros en colaborar con los propósitos del Plan Colombia y en ayudar a la solución de los problemas de las zonas olvidadas de Colombia. En los próximos días el gobierno anunciará el mecanismo con el que los colombianos sin distingo de condición social o política, podremos contribuir con este propósito. Quiero que todos los colombianos se llenen de entusiasmo y que colaboren con el fondo en la medida de sus capacidades. Si cada uno de nosotros aporta 100 pesos, sólo 100 pesos, esa pequeña cifra multiplicadora servirá de base en la construcción de la paz que que-

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remos. Señoras y señores, este es el momento en el que todos tenemos que escribir esa nueva página en la historia de Colombia. En esa nueva página escribiremos con mayúsculas equidad, justicia social y reconciliación. La responsabilidad que tenemos con nuestros compatriotas exige participación y compromiso. Hoy en Puerto Wilches estamos escribiendo los primeros renglones de esa página. En un año quisiera volver para ver con alegría todo lo que hemos avanzado.

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LOS GOBERNADORES SON UN EXTRAORDINARIO FACTOR AGLUTINADOR y UN VEHÍCULO PROPICIO PARA FACILITAR LA CONVERGENCIA DE LOS ANHELOS DE SUS REGIONES Palabras del alto comisionado para la paz Víctor G. Ricardo, en la reunión de Gobernadores Cartagena de Indias, 10 de febrero 1999 Transcurridos cuatro meses desde nuestro último encuentro en la ciudad de Popayán, he creído oportuno hacer con ustedes unas reflexiones sobre los esfuerzos que el señor Presidente de la República, el Alto Comisionado para la Paz y el equipo de Gobierno, han venido realizando, para la obtención de la paz duradera de Colombia. Quisiera comenzar por reiterarles que todas nuestras acciones para la realización de ese anhelo nacional, tienen como referente esencial y como mapa de navegación la política de paz que el Jefe de Estado dictó en el momento de tomar posesión. Por esa razón, quisiera dirigirme a Ustedes tomando en cuenta los postulados esenciales de esa política, que permanecen inamovibles, por tratarse de convicciones, pero que, a la vez, se conjugan con la necesaria destreza que exige el devenir de los acontecimientos. Desde su campaña el señor Presidente de la República sustentó su política de paz, afirmando que para alcanzar la reconciliación es necesario realizar transformaciones en las estructuras políticas y económicas del país. La negociación para solucionar el conflicto, por lo tanto, no se limita a buscar el fin de la confrontación armada, aunque por supuesto la supone. Ella busca abrir los espacios para que la paz sea una construcción de todos, por todos y para todos. Abiertas en el mundo las compuertas del dique de las libertades, felizmente los tiempos que vivimos no son aquellos del pasado en los que, por la

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fuerza o con la fuerza, se pretendía justificar ser la "voz de los que no tienen voz". Hoy para la paz, cada colombiano quiere hacer sentir su voz- representarse a sí mismo; concurrir a la construcción de un nuevo proyecto de Nación. Así entonces, la paz exige el encuentro de la totalidad de la sociedad colombiana y, como tantas veces lo ha dicho el Primer Mandatario, su agenda definitiva debe ser producto de la deliberación integral e integradora de las regiones de Colombia. Lo dijo con claridad el Presidente cuando afirmó que las exigencias de la comunidad colombiana imponen un nuevo modelo de negociación que no se limita a la consideración de los temarios definidos por las partes, sino que implica la apertura de un espacio amplio, representativo y plural para que la agenda de paz y su negociación sea el resultado del criterio democrático. Todas las decisiones que se han venido adoptando, tanto en materia sustantiva como procedimental, tienen como propósito allanar ese camino, bajo la conducción directa y la orientación permanente del Jefe de Estado. Quisiera destacar, en ese sentido, el respaldo decidido que el Gobierno Nacional ha venido dando al proceso de Convención Nacional de Paz que propuso el Ejército de Liberación Nacional. Con grandeza hemos promovido esa iniciativa, convencidos como estamos, de que el diálogo amplio, abierto y sereno de los múltiples rostros de Colombia, enriquecerá y esclarecerá los rumbos de la reconciliación. Los resultados de ese encuentro de los colombianos deberán servir como levadura para la negociación responsable y constructiva entre el Gobierno Nacional y la insurgencia. y esa misma razón nos alienta para pensar que los grupos

insurgentes respetarán y tomarán en serio los puntos de vista y los clamores de una sociedad que no solamente está hastiada del conflicto, sino también alerta y animosa para participar en las soluciones a los graves problemas del país.

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Los Gobernadores son un extraordinario factor aglutinador y un vehículo propicio para facilitar la convergencia de los anhelos de sus regiones y, por lo tanto, actores indispensables para la preservación y consolidación de la unidad de la República, que es el norte del proceso de paz y de la política del estado en su conjunto. Sé de la preocupación que tiene el conjunto de la sociedad en los resultados de los procesos de paz que hemos iniciado con las Farc y con el Eln. Lo he dicho, antes, es apenas obvio que los colombianos se muestren ambivalentes, conjugando un sentimiento de elevada expectativa por resultados concretos y rápidos del proceso, y a la vez uno de excesiva cautela, como coraza de una nueva frustración. Esa ambivalencia se percibe claramente con ocasión de nuestra decisión de prorrogar la zona de distensión en el sur del país, en el marco del proceso de paz con las Farc y de las dificultades que han venido presentándose. Nuestra decisión de prorrogar la zona de distensión es coherente con la convicción que tiene el Gobierno Nacional de que ella debe ser el espacio para cumplir los propósitos de la paz. Quisiera recordarles las palabras del Primer Mandatario, cuando dijo: "reitero mi convicción en que la zona de distensión tiene una dimensión adjetiva e instrumental de la negociación. Por lo tanto la única condición que estimo fundamental para su realización es la del compromiso claro de la insurgencia para que el territorio señalado sea el espacio para el inicio de un diálogo que conduzca a una negociación que sólo culminará con los acuerdos, sobre la base de que por medio de la negociación se puede lograr la paz, lo que además supone el compromiso de no interrumpir unilateralmente el diálogo". Agregó el Presidente que "sólo de esa manera se tendrá también la certeza de que el despeje no tiene también la intención de sumar a favor de la guerrilla victorias políticas en una lógica de confrontación y no de paz. Ese compromiso debe ser claro y expreso, porque es sano para el proceso que se procuren las bases y los principios de negociación que permitan ir construyendo las condiciones de confianza para llegar a acuerdos".

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Es en ese marco que hemos decidido la prórroga, y es bajo esa perspectiva que esperamos que las Farc lo estén comprendiendo. Ellos saben que el objetivo político y jurídico de la zona de distensión es, y solo es, procurar el escenario para iniciar las negociaciones de paz en condiciones de seguridad para las delegaciones de ambas partes, y que cualquier pretensión adicional no es coherente con su naturaleza de instrumento de paz. Otro de los temas que preocupa al Gobierno, a los colombianos en su conjunto y a la comunidad internacional, es el de la existencia y actividad de los grupos de autodefensa y justicia privada. Con la convicción de que violencia solo trae más violencia, es urgente que todos los colombianos hagan un solo frente a favor de la solución política del conflicto. Se equivocan gravemente quienes creen contribuir a los propósitos nacionales y a los objetivos del Gobierno mediante la usurpación del uso de las armas y la aplicación de la lógica del "ojo por ojo, diente por diente". Frente a la insurgencia, las únicas respuestas válidas las deben dar las autoridades legítimas en el marco del estado de derecho, que no se puede violar con el pretexto de defenderlo. Hay que decirlo claro, la paz jamás se logrará haciendo de cada casa una trinchera y de las plazas de los pueblos, cadalsos. Por eso el Gobierno ha manifestado y reiterado su voluntad de comprometer todos los recursos del Estado para hacer frente a los grupos de autodefensa y justicia privada que operan actualmente en el territorio nacional. Hemos dicho que el combate contra los grupos de autodefensa y justicia privada proviene de una convicción del Gobierno y se libra con total independencia del proceso de paz iniciado con los movimientos insurgentes. Sobre el entendido de que su desmantelamiento es una tarea que corresponde lograr exclusivamente al Estado, esa obligación no está ni estará sujeta al desarrollo y los resultados del proceso de diálogo y negociación con la insurgencia.

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En ese mismo sentido, la insurgencia debe aceptar, con la misma confianza que a ella le ha sido brindada, que la acción del Estado frente a esos grupos hace parte de una política firme e indeclinable para alcanzar la pacificación definitiva del país. Son palpables las demostraciones de seriedad, honestidad y transparencia que el Gobierno ha hecho en la política de paz. Las regiones del país han sido desoladas por la violencia del conflicto armado. Un compromiso con la paz es devolverles su pujanza. Ante todo, ello depende de la capacidad que tengamos para frenar la barbarie y recuperar el patrimonio más sagrado del país, que es el respeto por la vida y la dignidad de sus gentes. Por eso hemos sido siempre partidarios del cese al fuego y hemos dicho que él sería la mejor demostración de la voluntad de paz de las partes. La población colombiana vería en ese acto un elemento esperanzador de optimismo y credibilidad en el proceso. Pero si esta propuesta no encuentra el eco que merece, la que sí tiene que encontrarlo, por el más elemental sentido de humanidad, es la de la celebración de un acuerdo verificable y de ejecución inmediata para que se respete a la población civil y a sus bienes mientras llega el fin de la confrontación. Por eso propusimos como punto inicial y privilegiado, el tema del Derecho Internacional Humanitario. Tenemos confianza en que más pronto que tarde, y atendiendo a las urgencias que no dan más tregua, tengamos ese acuerdo que sin duda será la catapulta del proceso de paz, como está tan amplia y contundentemente demostrado en otras latitudes. Para el Gobierno no es suficiente paliar los rigores del conflicto y brindar condiciones mínimas de supervivencia a la población civil, incluso en el escenario de la confrontación. La obtención de la paz exige también la promoción de la dignidad humana, y por eso hemos propuesto y hemos iniciado ya, en medio del enfrentamiento, el Plan Colombia, para recupe-

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rar y rehabilitar las zonas deprimidas del país y devolver la prosperidad a nuestros campos. Como es sabido, el Plan Colombia privilegia en su primera etapa la realización de programas de desarrollo alternativo que liberen a nuestros campesinos de la condena a la que han sido sometidos por el cultivo de las hierbas malditas. Sabemos que los colombianos prefieren vivir en la legalidad; que el cultivo de la coca y la amapola, de la que ellos son obreros, no proviene de un afán de lucro desmedido; sabemos que esa ha sido su única opción frente a un campo empobrecido por la violencia, la ineficacia del estado y la corrupción. He aquí una primera y formidable coincidencia con las Farc. Porque "obras son amores y no buenas razones", tenemos esperanza en hacer una realidad práctica el propósito que nos hemos trazado con esa organización, para llevar a cabo, hombro a hombro, un primer programa piloto de desarrollo alternativo, así como para la custodia de nuestro patrimonio ecológico. Por primera vez, y en desarrollo de una invitación la República, el Gobierno y las Farc desarrollaremos y corresponsabilidad. Nos compromete demostrarle nosotros mismos, que somos capaces de construir, mos mayores energías, que las que históricamente en destruir.

del señor Presidente de un proyecto en asocio al país, al mundo ya y que para ello tenese han desperdiciado

Este proyecto, enmarcado en el Plan Colombia, no se reduce a la sustitución de los cultivos ilícitos, ni es visto desde la estrecha óptica de brindar a nuestros campesinos alternativas agrícolas de pancoger. Está pensado para iluminar el rumbo de una reforma agraria, que solucione de manera integral los problemas del campo y proyecte a los campesinos hacia la vida digna que merecen, y que estamos en obligación de brindarles. De allí que sea tan importante la acción de los Gobernadores en la determinación de la vocación agrícola de sus departamentos y regiones, en el

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liderazgo y preparación de sus comunidades en la participación activa y propositiva de los proyectos de desarrollo rural, y en constituirse en verdaderos puentes, que permitan superar de una vez y para siempre los abismos que existen entre las percepciones citadinas y las realidades de nuestra despensa natural, que nos han condenado casi a ser ciudadanos de mundos diferentes. No muestra nuestro proceso de paz signos de fatiga prematura, como diría Misael Pastrana, sino la necesidad de aprovisionarse permanentemente de las energías, el coraje, la perseverancia y el sentido de unidad que requiere la más grande de las campañas y faenas que se nos han impuesto en nuestra historia republicana. Quiero invitarlos a continuar liderando y dando ejemplo de estas virtudes, que son las de los luchadores de la paz.

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INTERVENCIÓN DEL ALTO COMISIONADO PARA LA PAZ, VÍCTOR G. RICARDO, DURANTE LA SESIÓN DEL COMITÉ DE PAZ DE SANTANDER Bucaramanga,

3 de marzo de 1999

Al agradecer la cordial invitación que me han formulado para estar hoy con ustedes, vengo consciente de que me corresponde exponerles la forma en que el Gobierno Nacional concibe y viene ejecutando la política de paz. Por obvias razones, presumo que en el centro de sus preocupaciones está la necesidad de conocer de primera mano el estado del proceso de paz, así como el contenido y alcance de la convocatoria efectuada por el señor Presidente de la República a un acuerdo de Unidad Nacional por la paz. Como ustedes saben, el eje gravitacional y el talante propio que caracterizan la actual política de paz, es su concepción como un proceso de construcción de todos, por todos y para todos los colombianos. Con elliderazgo directo del Jefe de Estado, estamos empeñados en llevar por buen rumbo un proceso de diálogo que conduzca a la negociación con los distintos movimientos insurgentes que presenta dos vertientes interdependientes e igualmente esenciales: por un lado, la determinación de las reformas de orden económico, político y social necesarias para asegurar el desarrollo, que como lo sentenció en Bogotá el Papa Pablo VI, es el nuevo nombre de la paz; por el otro, el fin de la confrontación armada, asunto prioritario para el conjunto de la sociedad colombiana, que compromete a fondo la voluntad y la acción de los actores en armas. Todas las acciones que hemos emprendido se tributan por entero al cumplimiento de esos propósitos. Son coherentes, porque son piezas de un

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mismo engranaje, en el cual no hay ruedas sueltas, pues todas funcionan hacia el propósito común que nos ha guiado desde el principio. Debe entonces verse cada árbol con la lente convexa que nos permite divisar a la vez el bosque. El despeje, por ejemplo, se inscribe inequívocamente en el objetivo de realizar un proceso de diálogo que conduzca a una negociación cuyo único resultado aceptable sea la resolución del conflicto social y armado en el que estamos inmersos. No es un fin en sí mismo, sino un medio; un procedimiento que sólo cobra sentido en la medida en que nos acerque al final de esta tragedia de la guerra. El Gobierno así lo ha entendido, así ha sido planteado, así ha sido acordado, así se viene desarrollando, y así estamos seguros que lo entiende la insurgencia. Por estas razones, el Jefe de Estado ha dispuesto su prórroga. Tenemos la esperanza que ella será importante para recuperar la vitalidad del proceso, sin más dilaciones innecesarias y con la conciencia de que estamos en mora de aprovecharlo en su más profunda razón de ser, como escenario para el diálogo de los grandes temas nacionales que hemos convenido tratar y concertar con la guerrilla. Esa esperanza proviene del compromiso público que tanto el Gobierno como las FARC hemos hecho para no desmayar, ni desalentarnos en el propósito de encontrarle una salida política al conflicto colombiano. No estamos quietos, ni tenemos síntomas de fatiga prematura, como mallo han querido vender algunos presurosos formadores de opinión a la sociedad colombiana. Por el contrario, tenemos nuestra imaginación en acción, para seguir creando la atmósfera de la paz definitiva en el país. Tenemos que entrar a trabajar en programas pilotos que confiamos poder desarrollar, hombro a hombro, entre el Gobierno Nacional y las FARC, como también con otras agrupaciones insurgentes. De esa manera, en la coejecución y la corresponsabilidad, probablemente encontraremos desafíos comunes que nos habrán de obligar a utilizar nuestras fuerzas para la construcción, reemplazando así el inútil empeño de ponerlas al servicio de la guerra.

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Ese proyecto se enmarca en la propuesta del señor Presidente de la República para que los programas de inversión social y la reconstrucción y rehabilitación de las zonas del país deprimidas y azotadas por la violencia, surjan de la concertación entre el Gobierno, las comunidades y los movimientos insurgentes. En ese sentido, responde inequívocamente a un elemento sustantivo de la política de paz, según el cual la superación de las condiciones objetivas del conflicto puede constituirse en la empresa común que por fin y para siempre aproxime a los colombianos. y corno la participación es la piedra angular de la política de paz, el Gobierno ha respaldado, y se ha comprometido a fondo, con la iniciativa del ELN de realizar una Convención Nacional de Paz. El Gobierno entiende este certamen como una extraordinaria ocasión para convocar a los colombianos comprometidos con la paz, a un foro amplio, de debate abierto, edificante de consensos, cuyo resultado sea un trascendental aporte que ilumine la discusión, la negociación y los acuerdos de paz con esa organización insurgente. El Gobierno Nacional ha presentado al ELN cuatro alternativas sobre las condiciones del lugar en que puede realizarse la Convención Nacional. En todas ellas la preocupación que prima es la seguridad y las garantías para que las personas que asistan a este certamen puedan presentar y confrontar sus tesis con toda libertad, en un escenario ajeno al conflicto armado. Estoy seguro de que también el ELN privilegia este enfoque, por lo que podremos construir un foro en el que prime, tanto la civilidad como un ambiente sereno y distendido. Permítanme una palabra adicional sobre este tema: el Gobierno Nacional tiene la obligación de garantizar las condiciones de seguridad a los asistentes () la Convención Nacional, ya sea que se trate de los miembros de la Sociedad colombiana, como de los Representantes del Gobierno y del ELN. Para cumplir este deber, el Gobierno solo puede atender criterios ciertos y objetivos. La Convención no excluyente;

acional tendrá éxito en la medida en que sea inclusiva y es decir en la medida en que ella se ponga al servicio del

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encuentro del conjunto de los rostros que definen nuestra diversidad nacional. Así parece entenderlo el ELN cuando acepta que es fundamental la participación del Gobierno Nacional, representante legítimo de la Nación conforme a la democracia, imperfecta si se quiere, pero no por ello menos democracia. Una convención de ausentes sería la reafirmación del abismo profundo que nos separa a los colombianos. Una convención excluyente sería una herida más en las ya hondas divisiones de nuestra estructura social. Una convención sin todos tendría el riesgo de constituirse en una alambrada más que separa a unos colombianos de otros. Ha convocado el Jefe del Estado a un Acuerdo Nacional por la Paz que busca congregar toda la fortaleza de Colombia, para hacer un gran frente común que permita alcanzar el propósito supremo de la reconciliación nacional. Ese acuerdo exige el concurso de todos los estamento s políticos, económicos y sociales de Colombia, así como la participación y respaldo del conjunto de la sociedad. Solo de esa manera el proceso de paz tendrá la solidez y permanencia necesarias, para que cualquiera que sean las dificultades y el tiempo que llegue a demandar, se asegure su coherencia y su firmeza. Ese acuerdo tiene su fundamento en el anhelo común de la Nación para vivir en un país en el que imperen la democracia plena, la libertad, la justicia social, el desarrollo, la equidad y los derechos humanos, que son las bases de la paz genuina y perdurable. Porque estamos persuadidos que el diálogo y la negociación con los movimientos insurgentes son el camino correcto para poner fin al conflicto colombiano, hemos propuesto que ese acuerdo respalde esa vía de solución, cuyas bases, lo reitero, están en la agenda de los grandes temas que preocupan al conjunto de la Nación, incluidos los que han venido siendo reivindicados por los movimientos insurgentes.

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adie duda que es necesario proporcionar los escenarios, mecanismos y procedimientos que permitan el desarrollo eficaz de los diálogos y las negociaciones, por lo que debe asegurarse que el Gobierno Nacional cuente con facultades que le permitan facilitar los entendimientos con la insurgencia, tales como las consagradas en la Ley 418 de 1997, cuya prórroga estimamos indispensable, con el respaldo nacional. Sobra decir que todos los instrumentos de orden procedimental para el proceso de paz, tales como la declaratoria de zonas de distensión, los esquemas de participación de terceros imparciales, o las condiciones de favorabilidad jurídica o política, deben inscribirse en el inequívoco propósito de las partes de poner fin al enfrentamiento armado por la vía política. No hay duda de que uno de los temas que reclama acciones urgentes es el fin a la degradación del conflicto armado, mientras se logra obtener, ojalá muy pronto, el cese definitivo de la confrontación armada. La ejecución de un programa de inversiones para la paz, el Plan Colombia que, como ya he dicho, ponga su acento en la recuperación y rehabilitación de las zonas del país más deprimidas y azotadas por la violencia, y que guarde coherencia con el Plan Nacional de Desarrollo. En la planificación y ejecución de los proyectos para la paz, junto con la participación activa de las comunidades, es necesaria la decidida vinculación del sector productivo nacional y el concurso de la Comunidad Internacional. Estamos convencidos de que la coejecución de los programas de desarrollo alternativo, entre el Estado, las comunidades y la insurgencia, pueden iluminar el rumbo para la exitosa realización de una reforma social agraria integral, que garantice el bienestar, el progreso y las condiciones de una vida digna a que tienen derecho nuestros campesinos. Esa reforma, que ha sido reivindicada insistentemente por la insurgencia, puede comenzar ahora y merece el favorecimiento de la opinión pública nacional. No sobran quienes mal auguran que el proceso de paz puede someternos al riesgo de socavar la unidad de la Nación. No compartimos ese criterio,

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pues todas nuestras acciones se llevan a cabo en ejercicio de la soberanía nacional, con apego al estado de derecho y teniendo como norte la preservación y consolidación de la unidad política, territorial, social y económica de Colombia. Participamos de la necesidad de ir al encuentro de las regiones apartadas y marginadas de la República, del desarrollo y profundización de la descentralización, de un responsable y adecuado reordenamiento territorial y de la preservación y desarrollo de nuestras fronteras. Ha manifestado el señor Presidente de la República que es necesario contar con unas fuerzas militares fuertes para la paz. Ha dicho también que aunque parezca paradójico, la paz estable y duradera depende también del adecuado funcionamiento de la institución castrense. El proceso de paz deberá apoyar su actualización doctrinal, logística y profesional, por lo que estamos impulsando desde ya, la aprobación en el Congreso Nacional de un nuevo Código Penal Militar, tarea en la que esperamos tener el respaldo de nuestros conciudadanos. Hemos propuesto también como norte del proceso de paz el afianzamiento de la Policía Nacional como cuerpo armado de naturaleza civil que tiene por encargo proteger los derechos humanos y velar porque los colombianos convivan en paz. En el marco de la búsqueda de la paz, y conscientes de que ella no se logrará sumándole personas a la guerra, o depositando en ellas responsabilidades que por su naturaleza corresponden exclusivamente al Estado, trabajamos en la disolución de las cooperativas de vigilancia y seguridad privadas Convivir. Estamos convencidos de que la seguridad ciudadana y la defensa nacional deben proporcionarse por las instituciones del Estado, por servidores públicos profesionales y garantizando el estricto apego a los derechos humanos. La paz supone restituir en la mente de los ciudadanos la confianza en la administración de justicia, mediante la superación de la impunidad y el irrestricto respeto a las normas y principios del debido proceso legal. Se

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trata de una tarea de largo aliento, pero que hemos comenzado ya, a través de acciones inmediatas que buscan la derogación de la Justicia Regional, la tipificación penal de las violaciones graves de los derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario, así como la aprobación de la jurisdicción de la Corte Penal Internacional. Conscientes de que los recursos naturales son un patrimonio hipotecado a favor de las generaciones futuras, su custodia y su uso racional no puede estar ajeno de las transformaciones para la paz duradera. Estamos realizando programas y proyectos para la preservación del medio ambiente y la promoción del desarrollo sostenible, y somos especialmente partidarios de las iniciativas cuyo propósito es asociar a la insurgencia en este interés común. Quisiera finalmente referirme a los grupos de autodefensa y justicia privada, que son un grave factor de degradación del conflicto y en que, aun cuando están desposeídos de carácter político, son actores del conflicto que deben considerarse en la política de paz. Estamos empeñados en combatirlos y someterlos, y en obtener el definitivo desmantelamiento de sus estructuras militares, con el propósito de recuperar el monopolio de las armas en poder del Estado. Son estas algunas de las acciones que venimos ejecutando y para las cuales requerimos el generoso y comprometido respaldo de todos ustedes. Colombia es un país de regiones, muchas de ellas diversas en su riqueza y diversas en sus problemas. No obstante, hay soluciones globales, porque hay problemas nacionales. Porque no olvidamos las circunstancias particulares de cada región, proponemos reformas de alcance nacional que pueden y deben abrir los vasos comunicantes mediante soluciones eficaces que al mismo tiempo que ataquen la raíz de los problemas locales y regionales, permitan consolidar una paz para todos, una paz sin parcelas. La paz que queremos y estamos buscando es una paz donde no haya vencedores ni vencidos. Una paz donde está garantizada la Unidad Nacional; una paz que no tenga color político ni sea factor de división, sino que por el contrario se convierta en el punto de unidad de todos los co-

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lombianos mediante la cual rescatemos el concepto de la solidaridad y así derrotemos el individualismo, egoísmo y exclusivismo. Una paz que sea construida por todos nuestros conciudadanos, una paz que sea el producto de una gran alianza contra el delito, la corrupción, el paramilitarismo y la violación de los derechos humanos. No podemos continuar inermes los colombianos frente a un país donde la clase pobre no come, la clase media no vive y la clase rica no duerme. Llegó el momento de unirnos todos en la construcción de una Colombia con la cual soñamos y participemos en la estructuración de un Estado donde reine la equidad y se fundamente en la justicia social como lo ha venido convocando y liderando el señor Presidente de la República, Andrés Pastrana Arango.

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SIN MANEJO RESPONSABLE EN LOS MEDIOS, LA PAZ PUEDE FRACASAR Intervención del alto comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo, en el foro "Periodismo en tiempos de crisis" Santa Fe de Bogotá, D.C., 8 de marzo de 1999

A las puertas del nuevo milenio nadie pone en duda que los medios de comunicación son protagonistas de primera línea en las interrelaciones humanas y que ejercen un poder insospechado. El de hoy, ~s el mundo de CNN, Internet, indidium, palabras todas ellas que cobran' m sentido familiar, que se incorporan a nuestro lenguaje de todos los días. El asombroso avance de la tecnología nos permite ver lo que ocurre en el momento que ocurre, y "simultaneidad", se ha convertido en la palabra que rige la eficiencia de la información pública en nuestros tiempos. El hombre moderno es el hombre informado. Las grandes decisiones en el campo financiero, político, social, científico, y en fin, en todas las actividades humanas se rigen por la información. Desde aquellas que tienen que ver con lo más cotidiano, como la decisión de portar el paraguas según lo aconsejen los reportes matutinos sobre el clima, hasta las más trascendentales, aquellas que incluso afectan nuestra propia existencia individual y colectiva. y si la información

impacta en forma contundente, y penetra en todos los ámbitos de la vida al punto de coparlos, es claro que quienes se encargan de transmitirla, los profesionales de la información, tienen en sus manos una responsabilidad enorme con la sociedad; inciden de manera sustantiva en el juicio y en el actuar de prácticamente todos los individuos, donde quiera que se hallen.

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Por eso no dudo en afirmar que los periodistas y los comunicadores sociales ejercen uno de los más hermosos oficios: son conductores de la sociedad. Estoy convencido además de que las virtudes que requieren son similares a las que debe poseer un político: la prudencia, el amor por la verdad, la justicia y la vocación de servicio a los intereses colectivos. Esas cualidades son irremplazables, incluso por la tecnología, pues felizmente aún en nuestros días el criterio y la libertad humanas prevalecen sobre las máquinas, por sofisticadas que ellas sean. No hay noticia posible sin la intermediación del hombre; ninguna de ellas se aparta por completo de las interpretaciones o las opiniones, divergentes incluso, como divergentes pueden ser los puntos desde los que se miran y por tanto desde los que se ven las realidades. Quisiera, en ese marco de reflexión y sin entrar a hacer consideraciones particulares sobre los avances registrados en el curso de estos ocho meses en el proceso, llamar la atención acerca de la importancia trascendental que tienen los periodistas y los comunicadores sociales para la construcción de la paz de Colombia. No solo porque ella constituye, sin duda alguna, el reto en el que nos jugamos nuestra propia existencia como Nación, sino porque la labor de ustedes, como pocas, es crucial e indispensable para modificar por fin el curso fatídico de nuestra historia reciente. Nuestras gentes de Colombia, ya lo he dicho en otras oportunidades, se debaten en una ambivalencia de sentimientos y pensamientos sobre las posibilidades de la paz. Es apenas natural que después de fracasados intentos en el pasado, y de varios años de ausencia de diálogos de paz, la sociedad colombiana reciba con enormes expectativas el inicio del proceso de diálogo entre el Gobierno Nacional y los grupos insurgentes. Por las mismas razones, es fácil entender que los colombianos tengan dudas, e incluso prevenciones, sobre el éxito de la tarea que hemos emprendido, como resguardo de una eventual frustración, que ningún compatriota quiere ni está dispuesto a soportar.

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La sociedad necesita entonces orientación; requiere saber de manera objetiva lo que pasa con la paz. Pero esa objetividad no depende de la información puntual e inmediatista de los hechos, que de suyo y por la complejidad del proceso no son lineales, sino que por el contrario pueden, en el grueso de los casos, ser fluctuantes e incluso parecer contradictorios. Se requiere mostrar cada árbol, sí, pero también el bosque, a través de una apreciación panorámica del proceso que permita observar que a pesar de las dificultades, los obstáculos y los vericueto s del camino, hay un rumbo a seguir y una bitácora de viaje. Si la valoración del proceso de paz se mide a través del resultado diario, del éxito o fracaso de una gestión observada en sí misma, de la subordinación de los elementos procedimentales a los elementos sustantivos, someteremos a la sociedad a una agobiante y frustrante dinámica de éxitos y fracasos que la fatigarán y la sumirán en el desconcierto o el escepticismo. Por eso lo primero que nuestros compatriotas deben comprender es que la búsqueda de la paz no es un póquer, en el que se juega lo que se tiene en la mano, sino un ajedrez, en el que el triunfo final depende de la previsión, la inteligencia y la perseverancia con la que cada decisión se adopte, pensando en sus efectos sobre el escenario en su conjunto. La información sobre el proceso debe mostrar ese tablero en su integridad, así como la interpretación o el editorial debe contemplarlo para la construcción de la opinión pública. De lo contrario estaremos expuestos a que se piense que se trata de un asunto de corto plazo, o que la paz está a la vuelta de la esquina, o lo que es peor aún, que las dificultades momentáneas son el epitafio del proceso de paz. Hasta ahora estamos comenzando un proceso que será sin duda largo y que estará colmado de altibajos. No podemos acostumbramos a juzgar sus resultados ni por sus altos ni por sus bajos, sino que desde ahora debemos hacer conciencia en el país sobre la necesidad de aprovisionarse de perseverancia y capacidad de resistencia ante los eventuales fracasos coyunturales.

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Pretender que no existan obstáculos o magnificar los problemas son ambas actitudes inconvenientes, pues distorsionan la realidad del proceso de paz e introducen falsos signos de fatiga prematura en la voluntad de negociación. He dicho que en este proceso nadie debe ser ave de mal agüero, como lo son quienes se dedican a sentenciarlo a la muerte con cada tropiezo o resbalo. Quiero invitar a los periodistas y comunicadores sociales para que se cuiden celosamente de no serlo, ya que estamos incomprensiblemente acostumbrados a que las mejores noticias son las malas noticias. El tiempo se desquita de las cosas que se hacen sin su colaboración, así que debemos todos acostumbrarnos desde ahora a no pretender atropellar el curso del proceso de paz, esperando y exigiendo resultados inmediatos o sepultándolo cada vez que éstos carecen de espectacularidad. Lo importante es mantener la voluntad de diálogo y mirar con lente convexa cómo los avances que hemos tenido en los últimos meses son sustancialmente mayores a los registrados durante los últimos cinco lustras. Y no quiero decir con esto que nos debamos declarar satisfechos o conformes, ni que se deban ocultar o desconocer los errores en el desarrollo del proceso. Claro está que la sociedad debe vigilar el proceso y presionar por resultados, y que en ese sentido es fundamental la tarea de los comunicadores y periodistas. Pero también es claro que esa vigilancia y esa presión serán mucho más útiles si cada colombiano percibe con realismo la complejidad del proceso y en especial si se convence que la mejor manera de aportar a la paz es, insisto, con la perseverancia que merece la obtención del más esquivo pero también el más anhelado propósito nacional. El proceso de paz no es simplemente el escenario de los diálogos entre el Gobierno Nacional y la insurgencia. El proceso de paz es la convergencia de todos los colombianos en un proceso de reformas que nos permitan superar toda forma de violencia y proyectamos hacia el desarrollo humano.

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Nadie entonces puede ser un mero espectador, ni las noticias sobre el proceso de paz pueden ser la mera alocuci贸n de lo que ocurre en la distancia. En la paz no hay asientos en tribuna sino un campo com煤n para la idea y la acci贸n colectivas. Los periodistas y comunicado res tienen en sus manos la formidable oportunidad de convocar a todos los colombianos a ese encuentro con la paz.

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PALABRAS DEL ALTO COMISIONADO PARA LA PAZ, VÍCTOR G. RICARDO, EN EL EVENTO VIDA PARA LOS INDÍGENAS Santa Fe de Bogotá, D.C., 10 de marzo de 1999

¡Es necesario hacer primero nuestra propia Paz! Quisiera introducir mis reflexiones de hoy celebrando la posibilidad que tengo de dirigirme a un grupo de colombianos que expresa y representa los valores más profundos de cuantos están impresos y definen el talante de nuestra identidad nacional. Tal vez nadie, como lo pueden hacer nuestros compatriotas indígenas, comprende con tanta profundidad el sentido de la paz, en su connotación más genuina, que la vincula inexorablemente a la armonía de los hombres con Dios, consigo mismos, con sus semejantes y con la naturaleza. Finalmente, son ustedes la expresión viva y pujante del origen mismo de nuestra patria; conocen por tradición los mayores aciertos y también las más grandes desgracias de nuestro acontecer histórico, la mayoría de ellas originadas en la perniciosa costumbre de ver, en las diferencias, puntos de contradicción en vez de oportunidades de progreso y desarrollo. Tengo aquí la tranquilidad de manifestarles, con la confianza sobre el eco de mis palabras, que al referirme a la paz lo hago desde una perspectiva profunda, reverenciando la tradición oral y por lo tanto la grandeza y la fuerza de la palabra y del diálogo como instrumentos vitales para la comprensión entre los seres humanos. Hablo desde la tribuna de un Gobierno que reconoce y privilegia la diversidad nacional y ve en ella el patrimonio más valioso de Colombia. Una

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diversidad que, lejos de constituir una fuente de conflictos, debe ser el cruce de caminos en el que confluya lo mejor de nuestras culturas para configurar el país de nuestros sueños, el país de la justicia, del pluralismo, de la solidaridad, sin duda elementos comunes al momento de definir lo que entendemos por paz. Quisiera, entonces, reiterarles que todas nuestras acciones para la realización del anhelo nacional de paz tienen como norte y como ruta alcanzar las transformaciones en las estructuras sociales, políticas y económicas que hagan de Colombia, no sólo un país en el que quepamos todos, sino aquel en el que el encuentro solidario de sus rostros múltiples, de sus étnias. sus cosmovisiones, sus creencias, sus tradiciones y culturas, sea el motor del desarrollo, la felicidad y el respeto. Suele pensarse que la paz para Colombia se reduce a la negociación política entre el Gobierno Nacional y los movimientos insurgentes para poner fin a la confrontación armada. Por supuesto, esa es una visión que se origina en los evidentes afanes nacionales para detener el baño de sangre al que nos tienen sometidos los violentos. Y claro está que ello es indispensable, pero es el punto de partida y no el de llegada, y así lo entendemos en esta administración. Pero la paz que queremos para Colombia va más allá. Es una paz perenne, duradera y estable. El proceso que hemos propuesto para alcanzarla, y que se inicia en medio de nuestra propia desgracia del conflicto, busca anticiparse y resolver problemas de insospechada hondura, como los que hoy en otros contextos universales representan las amenazas más latentes a la paz; aquellos que, en palabras de Samuel Huntington, son los "conflictos entre civilizaciones", cuya solución se aplazó por cuenta de la perniciosa confrontación ideológica que signó casi todo nuestro siglo. La paz que buscamos trasciende el consenso sobre los temas de las agendas de la insurgencia y del propio Gobierno. Los problemas del mundo contemporáneo son tan complejos, y las fórmulas para su solución definitiva están tan ausentes, que sin arrogancias o vestigios vanguardistas

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insistimos en que el proceso de paz debe ante todo abrir los espacios para que la paz sea una construcción de todos, por todos y para todos los colombianos. Abiertas en el mundo las compuertas del dique de las libertades, felizmente los tiempos que vivimos no son aquellos del pasado en los que por la fuerza o con la fuerza se pretendía justificar ser la "voz de los que no tienen voz". Hoy para la paz cada colombiano quiere hacer sentir su voz, representarse a sí mismo, concurrir a la construcción de un nuevo proyecto de Nación. Así entonces, la paz exige el encuentro de la totalidad de la sociedad colombiana y, como tantas veces lo ha dicho el Primer Mandatario, su agenda definitiva debe ser producto de la deliberación integral e integradora de las cosmovisiones de Colombia, de las cuales ustedes son representantes de primera línea. Lo dijo con claridad el Presidente cuando afirmó que las exigencias de la comunidad colombiana imponen un nuevo modelo de negociación que no se limita a la consideración de los temarios definidos por las partes, sino que implica la apertura de un espacio amplio, representativo y plural, para que la agenda de paz y su negociación sean el resultado del criterio democrático. Todas las decisiones que desde el Gobierno hemos venido adoptando, tanto en materia sustantiva como procedimental, tienen como propósito allanar ese camino, bajo la conducción directa y la orientación permanente del Jefe de Estado. Proponemos una política de paz de Estado, que ponga al servicio de las bienaventuranza s nacionales todo aquello que de bueno hemos logrado los colombianos en el pasado y allane los caminos para un futuro mejor. No dudo en decir que uno de los más importantes avances que ya nos acompañan en el camino hacia la paz es el que nos brinda el hecho de

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haber consagrado una moderna legislación en materia indígena, a partir de la Constitución de 1991, que pretendió ser un pacto de paz para Colombia. Pero aunque ahora podemos afirmar que pocos países en el mundo como el nuestro están tan avanzados en esa materia, tenemos claridad y conciencia sobre los desafíos que nos propone el desarrollo y la traducción en la práctica de nuestras normas de respeto y protección de los pueblos indígenas. Es mucho lo que aún tienen ustedes por decir, por proponer, en el ánimo de estrechar los vínculos de pertenencia a una misma Nación, sustentada y cimentada en nuestra riqueza pluriétnica. La voz de nuestros pueblos indígenas es esencial para la preservación y consolidación de la unidad de la República, que es el norte del proceso de paz y de la política del Estado en su conjunto. Ustedes comparten la preocupación que tiene el conjunto de la sociedad en los resultados de los procesos de paz que hemos iniciado con las FARCy con el ELN. Quisiera decirles que la coyuntura actual del proceso de paz no puede constituirse en el termómetro para valorar el éxito o fracaso de la política que nos hemos empeñado en ejecutar, pues claramente la búsqueda de la reconciliación nacional está y estará llena de altibajos, probablemente en un largo trasegar, así que ni por los altos ni por los bajos deben efectuarse los balances de la gestión, sino más bien por la perseverancia con la que se busquen las soluciones a los de por sí profundos desencuentros que están en el origen y han venido alimentando el conflicto. Lo he dicho antes, es apenas obvio que los colombianos se muestren ambivalentes, conjugando un sentimiento de elevada expectativa por resultados concretos y rápidos del proceso, ya la vez uno de excesiva cautela, como coraza de una nueva frustración. Desafortunadamente, poco ayudan a la paz quienes pretenden forzar el curso de los acontecimientos en cualquiera de esas dos direcciones.

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No faltan quienes, con mezquindad y en contradicción con la grandeza que nos exige la hora presente, usan y abusan del afán nacional de paz para socavar los esfuerzos del Gobierno. Varios de ellos, desde la mullida silla de la oposición por la oposición, librados de responsabilidad por la suerte del tiempo pero no por la de los resultados, quieren hoy en forma irresponsable vcnderle al país la idea de que la paz se logra de la noche a la mañana, en un almuerzo o una jornada de trabajo. Yo repito, como Oscar Wilde, que si los críticos supieran de arte, no serían críticos sino artistas. Hay también los que auguran que cualquier intento de reconciliación no es más que la planificación de una derrota, como si el destino de Colombia estuviese inexorablemente vinculado a la guerra, y que actúan como pregoneros de las desgracias del proceso y se obstinan en hacer de cada dificultad un epitafio de la paz. He llamado la atención de los medios de comunicación para que custodien celosamente la objetividad y adopten las salvaguardas que garanticen la veracidad de las informaciones sobre el proceso de paz. Y lo hago preocupado por el interés colectivo. Bien sé que la propia naturaleza del cargo de Alto Comisionado para la Paz me pone en el ojo de la crítica y en el escrutinio de la sociedad, condición a la cual no pretendo rehuir. He aceptado esas críticas de manera constructiva y me he sobrepuesto a aquellas que son abiertamente injustas, en ocasiones guardando el silencio que aconseja el éxito del proceso. Pero lo que no puedo pasar por alto es que las informaciones que se brinden sobre el proceso de paz no se ciñan a la verdad y suman a los colombianos en un clima de desconcierto, como ha venido ocurriendo debido al desmedido interés de hacer de cada uno de sus pasos un episodio de primera página, así ello signifique introducir en las noticias elementos de ficción y fantasía, más propios de la farándula que de la política de paz. Por eso de nuevo hago un llamado vehemente a los medios de comunicación para que sujeten sus informaciones a los hechos ciertos y no a las

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especulaciones o a las cábalas, como las que se le han vendido al país cuando se dice que la insurgencia se niega a recibir al Alto Comisionado para la Paz, o que el Alto Comisionado fue notificado de un hecho durante una comida, cuando si bien la comida sucedió, la información nunca ocurrió, o cuando se construyen a partir de adivinanzas o conjeturas sus conversaciones con ella, o cuando se espectaculariza la presencia de personas que, como el doctor Santiago Rojas, asisten a las reuniones en la importante condición de asesores del Gobierno Nacional en temas de paz y no por su afamado prestigio en la medicina, queriendo hacer creer a la opinión que el Alto Comisionado necesita la compañía de un médico especializado en bioenergética. Dificultades encontraremos muchas en el curso del proceso. Pero en lo que estamos comprometidos a fondo es en asegurar la solidez, la estabilidad y la permanencia de un camino cierto y seguro hacia la paz. La creación de esa infraestructura de la reconciliación implica la comprensión cabal en cada uno de los colombianos sobre la política de paz y su desarrollo, y en especial acerca de que la paz no se logrará si no sumamos desde ahora, con magnanimidad, los intereses y la fortaleza de todos. Además, sólo así podremos asegurar que sea a quien sea que después le toque el turno, se puedan consolidar los esfuerzos que estamos desarrollando. Muchas de las regiones que ustedes habitan han sido desoladas por la violencia del conflicto armado. Un compromiso con la paz es devolverles su pujanza. Ante todo, ello depende de la capacidad que tengamos para frenar la barbarie y recuperar el patrimonio más sagrado del país, que es el respeto por la vida y la dignidad de sus gentes. No puedo dejar de evocar el amargo sentimiento que nos ha invadido en los últimos días por el asesinato de los tres defensores de los derechos indígenas, hecho que tristemente nos evidencia que la barbarie ronda insolente por nuestros campos, llevándose a su paso a quienes buscan y ayudan a hacer del nuestro un mejor país.

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El sacrificio de esas personas, dos de ellas estrechamente vinculadas a ustedes por su condición de indios americanos, tiene que cobrar sentido en el fortalecimiento de su voluntad inquebrantable de urgir, presionar, exigir e impulsar el fin de la guerra y el respeto por sus derechos, como también la de todos los otros colombianos que han caído en este conflicto, cualquiera que sea su condición económica, social y política. Estoy seguro de que las FARCdarán a conocer el resultado de su investigación, cualquiera que sea la verdad, pero lo importante es la verdad. Hemos sido siempre partidarios del cese al fuego y hemos dicho que él sería la mejor demostración de la voluntad de paz de las partes. La población colombiana vería en ese acto un elemento esperanzador de optimismo y credibilidad en el proceso. Pero si esta propuesta no encuentra el eco que merece, la que sí tiene que encontrarlo, por el más elemental sentido de humanidad, es la de la celebración de un acuerdo verificable y de ejecución inmediata para que se respete a la población civil y a sus bienes mientras llega el fin de la confrontación. Por eso lo propusimos como punto inicial y privilegiado de la agenda con las FARC. Por eso también tenemos complacencia de que sea precisamente ese el tema convenido como punto de partida de los diálogos directos del Gobierno Nacional y el ELN. Tenemos confianza en que más pronto que tarde, y atendiendo a las urgencias que no dan más tregua, tengamos ese acuerdo que sin duda será la catapulta del proceso de paz, como está tan amplia y contundentemente demostrado en otras latitudes. Para el Gobierno no es suficiente paliar los rigores del conflicto y brindar condiciones mínimas de supervivencia a la población civil, incluso en el escenario de la confrontación. La obtención de la paz exige también la promoción de la dignidad humana, y por eso hemos propuesto y hemos iniciado ya, en medio del enfrentamiento, el Plan Colombia, para recuperar y rehabilitar las zonas deprimidas del país y devolver la prosperidad a nuestros campos.

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Como es sabido, el Plan Colombia privilegia en su primera etapa la realización de programas de desarrollo alternativo que liberen a nuestros campesinos de la condena a la que han sido sometidos por el cultivo de las hierbas malditas. Sabemos que los colombianos prefieren vivir en la legalidad; que el cultivo de la coca y la amapola, de las que ellos son obreros, no proviene de un afán de lucro desmedido; sabemos que esa ha sido su única opción frente a un campo empobrecido por la violencia, la ineficacia del Estado y la corrupción. Muchos de ustedes han padecido los males que trae esa siembra maldita y han sufrido los efectos desintegradores en sus familias y resguardos. Tenemos esperanza en hacer una realidad práctica el propósito que nos hemos trazado con la insurgencia, para llevar a cabo un primer programa piloto de desarrollo alternativo, así como para la custodia de nuestro patrimonio ecológico, del que ustedes son los mayores custodios y defensores. Por primera vez, y en desarrollo de una invitación del señor Presidente de la República, el Gobierno y la guerrilla desarrollaremos, para el esclarecimiento de los hechos sucedidos y en conversaciones que sostengamos, un proyecto en asocio y corresponsabilidad. Nos compromete demostrarle al país, al mundo ya nosotros mismos, que somos capaces de construir, y que para ello tenemos mayores energías que las que históricamente se han desperdiciado en destruir. Este proyecto, enmarcado en el Plan Colombia, no se reduce a la sustitución de los cultivos ilícitos, ni es visto desde la estrecha óptica de brindar a nuestros campesinos alternativas agrícolas de pan coger. Está pensado para iluminar el rumbo de una reforma agraria, que solucione de manera integral los problemas del campo y proyecte a los campesinos hacia la vida digna que merecen, y que estamos en obligación de brindarles, respetando por supuesto el entorno y las costumbres que hacen parte de su propia existencia.

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De allí que sea tan importante la acción de ustedes los indígenas en la determinación de la vocación agrícola de sus regiones, en el liderazgo y preparación de sus comunidades en la participación activa y propositiva de los proyectos de desarrollo rural, y en constituirse en verdaderos puentes, que permitan superar de una vez y para siempre los abismos que existen entre las percepciones citadinas y las realidades de nuestra despensa natural, que nos han condenado casi a ser ciudadanos de mundos diferentes. No muestra nuestro proceso de paz signos de agotamiento, sino la necesidad de aprovisionarse permanentemente de las energías, el coraje, la perseverancia y el sentido de unidad que requiere la más grande de las campañas y faenas que se nos han impuesto en nuestra historia. Quiero invitarlos a continuar liderando y dando ejemplo de estas virtudes, que son las de los luchadores de la paz. Quiero además, invitar al país que representa la legitimidad de la Nación, es decir, aquel que no está en armas, que iniciemos el camino de la paz acordando en nuestro propio entorno la paz. Hagamos nuestra propia paz y así lograremos fortalecernos para hacer la paz con los alzados en armas, bajo la convicción de que ella no se logra si no trabajamos unidos en la construcción de un Estado donde impere la equidad y se fundamente en la justicia social. No me cansaré de repetirlo: "Un país donde los pobres no comen, la clase media no vive y los ricos no duermen, necesita de reformas fundamentales para hacerla viable."

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INTERVENCIÓN DEL ALTO COMISIONADO PARA LA PAZ, VÍCTOR G. RICARDO ANTE LA FEDERACIÓN NACIONAL DE MUNICIPIOS 15 de abril de 1999

Quisiera hoy compartir con ustedes algunas reflexiones acerca de las dimensiones y los alcances con que el Gobierno Nacional concibe el proceso de reconciliación nacional. No porque carezcan ustedes de conocimiento acerca de la política de paz que dispuso realizar el Jefe de Estado, sino porque en ocasiones pareciera que la sociedad colombiana confía en que bastan unas cuantas reuniones de delegados del Gobierno y de la insurgencia para alcanzar la pacificación del país, perdiendo de vista la magnitud de los desafíos y el nivel de compromiso que la historia nos reclama en la hora presente, a todos sin excepción. Estamos a las puertas de regresar a la mesa de los diálogos de paz con las FARC,circunstancia que por supuesto nos complace y nos alienta a creer y confiar en las posibilidades de encontrar un rumbo firme para la obtención de la paz. Pero hay que decirlo con claridad, esa paz que queremos y exigimos trasciende la negociación política del conflicto armado, pues debe configurar un proyecto nacional ambicioso y generoso, que penetre en todos los hábitos y costumbres de nuestra sociedad, que modifique instituciones y comportamientos, que destierre para siempre la violencia de nuestros hogares, vecindarios y municipios, que restituya en la idea y la acción de cada colombiano el sentimiento de pertenencia que nos define como Nación. La paz, no nos cansaremos de decirlo, la construimos todos. No sólo en el trascendental pero reducido espacio de la negociación política con los

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movimientos insurgentes, que corresponde de manera directa y exclusiva al Gobierno Nacional. Son muchos y muy diversos los escenarios en los que debemos actuar, gobernados por la convicción de que para la paz verdadera y suficiente es indispensable recomponer las relaciones humanas en lo más cotidiano y en lo más recóndito de nuestro devenir. La primera tarea que nos debe ocupar a fondo es la de rechazar y desterrar el hábito perverso de hacer uso de la violencia para regular las relaciones sociales. No dudo en que la inmensa mayoría nacional repudia la violencia, la reconoce como el mayor obstáculo para el progreso nacional, sabe que sólo conduce a la destrucción y el atraso, y está convencida de que es el camino equivocado para la satisfacción de intereses particulares y colectivos. Por eso debemos hacer un frente común contra la guerra. No desconociendo que son muchas y muy complejas las diferencias y varios los asuntos por tramitar para hacer de Colombia un país más justo, más democrático, más respetuoso de los derechos humanos. Tampoco negando que son graves los conflictos y hondo el deterioro de nuestras relaciones sociales, políticas, económicas y ambientales. Pero sí expresando con la voz en alto que ninguno de esos problemas justifica la devastación de nuestros campos y ciudades, ni la irritante pretensión de doblegar a la Nación con las armas, arguyendo el arrogante pretexto de representarla. Es por lo menos contradictorio que a nombre de la democracia, de la justicia social o de la felicidad de un pueblo, se aniquile a los indefensos, se les secuestre, extorsione, o se les pretenda callar con amenazas o con atentados. Quiero decirlo claro: esos no son actos de fuerza, son muestras de debilidad y de cobardía que la sociedad tiene que rechazar y condenar de la manera más enfática. No por nuestro interés o nuestro querer hemos aceptado negociar con los movimientos insurgentes en medio de la guerra. Hemos expresado nuestra voluntad de realizar el proceso en un ambiente de distensión nacional, sin el estruendo de los cañones, posición que mantenemos. Pero si nos

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toca negociar sin cesar la confrontación militar, exigimos que ella se libre con honor y que se respeten al menos los mínimos de moralidad que han convenido los pueblos del mundo, aún en medio de las más intensas batallas. El terrorismo es inmoral y cobarde. y por inmoral y por cobarde socava severamente el proceso de paz. Hemos dado todas las muestras de nuestro compromiso indeclinable de resolver el conflicto por la vía política y a partir de acciones concretas que mejoren la calidad de vida de todos los colombianos; que hemos actuado y actuaremos con la generosidad que nos reclaman los tiempos que vivimos. No declinaremos en ese propósito y sabemos que la sociedad respalda nuestros esfuerzos, como respalda también los deseos de paz expresados por la insurgencia. La sociedad está dispuesta a concurrir y rodear el proceso de paz y como nunca antes está lista a ofrecer su más constructivo aporte. Pero cada secuestro, cada asalto contra los indefensos, cada "pesca milagrosa", cada "carta bomba" cada extorsión o vacuna, suman al desconcierto, a la confusión y al desánimo. Si es cierto que los estandartes de la insurgencia privilegian la ampliación de la democracia, la consolidación de la unidad nacional, el respeto de los derechos humanos y la justicia social, tiene el deber de actuar en coherencia con esos propósitos, demostrando además que su disposición a respetar el Derecho Internacional Humanitario como ética mínima de la guerra no es un simple panfleto retórico, sino una convicción profunda. No cesaremos en nuestros esfuerzos de sacar adelante y con éxito el proceso de paz, y además confiamos en que es ese el propósito de los movimientos insurgentes. Pero advertimos que la degradación del conflicto, el ataque a los indefensos y el aumento de la insoportable zozobra en la que está sumida la sociedad, edifican progresivamente un muro de incomunicación que impide los entendimientos. Quiero decir con todo énfasis que se equivocan los pocos que piensan que al Gobierno Nacional se le persuade o se le doblega mediante actos de bar-

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barie. El camino que proponemos para la paz es el diálogo, para la construcción colectiva que es el único posible. Es allí donde se requiere la creatividad de todos, incluyendo a la insurgencia, y no en la construcción de nuevas y aterradoras formas de violencia y chantaje. Reitero que no son necesarias más muertes, más secuestros, más desplazamientos forzados, más atentados contra la libertad de expresión, para, que los colombianos comprendan la magnitud de la tragedia que debe cesar. Más bien, el país reclama los caminos del diálogo, la confrontación de las tesis, el desarrollo de las propuestas, la defensa de los argumentos, la creación de espacios para su participación libre en la construcción del futuro, todos ellos anhelos que hoy están sofocados, cuando no frustrados por el paralizante terror de la guerra sucia. El Gobierno Nacional está comprometido con la paz, pero también conque su combate a quienes se encuentran al margen de la ley se haga limpiamente, con honor y con el comportamiento moral que exige la defensa de la democracia. Reconocemos en las Fuerzas Militares de Colombia su abnegación y valentía en el cumplimiento de sus deberes constitucionales, su sujeción a las políticas del Gobierno, y sus esfuerzos encomiable s por desterrar de su seno todo vestigio de indisciplina y de comportamiento irregular. Ellas tienen todo nuestro respaldo. El no a la violencia tiene que ser rotundo; no se le puede jugar el juego a quienes con el terror pretenden robarse la atención de la sociedad y del Estado, ni menos aún hacer de esos actos oportunidades para emerger como protagonistas de la vida nacional. Es desconcertante que haya quienes antes que rechazar con todo énfasis las infracciones graves a los derechos del ser humano, apresurada e irresponsablemente se ofrezcan como redentores y poseedores de fórmulas de solución, sin pensar antes que ello contribuye a que prosperen los chantajes que todos debemos condenar. Y menos explicable es cuando se trata de funcionarios del Estado que, teniendo responsabilidades claras y concretas con el respeto y protección de

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los derechos humanos y del derecho internacional humanitario, traen de ellas para asumir roles que no les corresponden.

se dis-

El respaldo al proceso de paz, el rechazo a la violencia, y la preservación de la unidad nacional y la construcción colectiva de procesos regionales que garanticen el futuro desarrollo y la calidad de vida de las poblaciones locales, deben tomar cuerpo desde las unidades básicas de la organización estatal y desde las bases mismas de nuestra estructura social representadas en las municipalidades. Ustedes, como autoridades municipales, tienen en ello una importancia capital. Pero quiero reiterarles que la paz debe buscarse, construirse y obtenerse en múltiples espacios de la vida de la Nación, lo que implica identificarlos y actuar en ellos en forma armónica y coordinada, conforme al papel y las condiciones de cada cual. Hoy les he propuesto una tarea que compromete por entero a todos los que estamos convencidos de que la violencia sólo trae más violencia. La unidad de nuestras voces y nuestros reclamos debe persuadir a quienes aún creen que con ella se puede construir un país mejor. Existen claras señales que nos permiten confiar en que los movimientos insurgentes transitan por ese sendero, pero aún quedan entre sus filas y fuera de ellas los que se obstinan en hacer uso del terror para allanar el camino de sus pretensiones. Es a ellos a los que hay que hacer sentir, desde todas y cada una de las partes de nuestro territorio nacional ese mensaje clamoroso y exigente. No dudo en la viabilidad que tiene la celebración de acuerdos sobre ellos, más aún si en su análisis, junto con la dialéctica de las ideologías, se privilegia la búsqueda de eficiencia: eficiencia en la consolidación democrática, eficiencia para la obtención de la justicia social, eficiencia para la superación de la pobreza, eficiencia en el respeto y promoción de los derechos humanos, eficiencia en la producción y equitativa distribución de la riqueza, en fin, eficiencia en la consecución de la concordia entre los colombianos.

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Pero lo que realmente queda puesto a prueba frente a esa agenda sustantiva de paz es la generosidad y la grandeza que a todos nos corresponde ofrecer, con el propósito de encontrar verdaderos caminos de paz. La pregunta fundamental es, ¿cuánto estamos dispuestos los colombianos a aportar?, o, en otras palabras, zcuénto estamos dispuestos a invertir en la paz? Lógicamente, la obtención de la respuesta sólo es posible si nos sentimos compelidos por esa pregunta, superando de una vez la estrecha comprensión del proceso de paz como un asunto que compromete exclusivamente al Gobierno Nacional y la insurgencia, o con la simpleza de esperar que como producto de unas cuantas reuniones, el Alto Comisionado para la Paz se presente al país con los acuerdos de paz en una mano y con la dotación de la insurgencia en la otra. Llevar a la práctica un modelo económico más justo del que tenemos, efectuar una reforma agraria económicamente productiva, romper los monopolios que excluyen a grandes segmentos de población de los beneficios del desarrollo, abrir espacios democráticos que garanticen la igualdad de oportunidades de acceso al poder, reformar el Estado para alcanzar su eficacia y la ampliación de la democracia y del Estado de Derecho, garantizar la protección del medio ambiente, son tareas que no se alcanzan mediante la simple construcción de modelos teóricos, sino que implican en esencia la modificación de comportamientos y de formas de pensar en el conjunto de la sociedad y en especial entre quienes han gozado y gozan de poder político o económico. El proceso de paz tiene que entronizarse de tal forma en la mente de los colombianos, que transforme nuestro modo de actuar individual y colectivo. Las prácticas excluyentes en lo político, lo económico y lo social, la corrupción pública y privada, el egoísmo feroz en la acumulación de riqueza, por mencionar sólo unos, son hábitos enraizados en nuestra vida nacional que representan los mayores obstáculos para la paz, tan graves y en ocasiones más graves que la obstinación en la violencia.

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Es hora entonces de que todos los sectores nacionales reflexionen a fondo sobre la magnitud de los aportes que estĂĄn dispuestos a hacerle a la paz; no como concesiones a la guerrilla, ni como actos de filantropĂ­a, ni como sacrificios inevitables, sino como obligaciones patriĂłticas que es necesario asumir para el bienestar de todos los colombianos, que es el de nosotros

mismos.

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INTERVENCIÓN DEL ALTO COMISIONADO PARA LA PAZ EN LA REUNIÓN CON LOS SECRETARIOS DE GOBIERNO MUNICIPALES

Me dirijo hoya ustedes en medio de las nuevas reuniones dentro del proceso de paz con las FARC, de las que, como el resto de mis compatriotas, espero los más eficaces resultados. La que debemos tener es una confianza urgente de resultados, pero no puede ser una confianza ciega que olvide los avatares del camino ni las dificultades que son inherentes a la magnitud de los desafíos. Construir la paz, para decirlo claro, no es lo mismo que soplar y hacer botellas. Nadie que tenga los pies sobre la tierra puede pensar que como resultado de unas cuantas reuniones habremos cumplido la reconciliación nacional. y nadie que tenga los pies sobre la tierra colombiana puede dejar de asumir la responsabilidad concreta de actuar, porque la paz no surgirá como el humo blanco de un cónclave realizado a la distancia y en el encierro, sino que la construimos todos, en el aquí y el ahora de nuestras propias circunstancias, como diría Ortega y Gasset. No veremos una paz de todos, por todos y para todos, como la queremos, si compramos boletas para la tribuna, si nos quedamos a la expectativa de que se nos anuncie por la radio, o si la eludimos desde la mullida silla en la que suelen sentarse los apáticos, los escépticos o los críticos.

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Cada colombiano debe concurrir a la construcción de la paz, entendiendo que ella es mucho más que el silencio de los fusiles o el catálogo de compromisos consignados por las partes en papeles. La paz es un proceso y como tal supone construir el edificio de reformas que requieren nuestro Estado y nuestra sociedad para ser más justos, más democráticos y más solidarios. Para realizar esa obra cada quien debe ubicarse en aquel lugar en el que sea más útil, de acuerdo con sus habilidades y herramientas, bajo la convicción de que hay que armonizar esfuerzos y jalar para el mismo lado. El primer empujón que hoy les propongo hacer como líderes de la sociedad es el de respaldar los diálogos de paz y oponerse radicalmente a la preservación de la violencia. Para el éxito del proceso es indispensable disipar esa idea perversa que ha empezado a navegar por el ambiente, según la cual la intensificación de la guerra es una alternativa de paz. La violencia, hay que recordarlo sin desmayo, sólo trae más violencia. Toda pretensión de imponer con fuego o con terror los términos del proceso de paz debe merecer el más enérgico repudio de la sociedad colombiana. No sólo porque va en contravía con los propósitos y anhelos nacionales que urgen el fin de la confrontación, sino porque no se compadecen con la resuelta y demostrada voluntad de paz del Gobierno Nacional. La verdadera fuerza que hay que probar ahora es la de las ideas y las razones, la de la capacidad para oírse, para disentir, para reflexionar, para ceder, para proponer; en fin, para dialogar. En el marco de estas ret1exiones quisiera dirigirme desde aquí al Ejército de Liberación Nacional. Lo hago para pedirle la sensatez que a todos nos demanda la hora presente. Lo hago para instar a sus comandantes la inmediata restitución de la libertad de los rehenes del avión de Avianca que mantiene en su poder. No es a través del sufrimiento de los indefensos que se pueden obtener beneficios o imponer condiciones; no es con más violencia como puede demostrarse capacidad o fortaleza.

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Saben ellos que el Gobierno Nacional ha respaldado y promovido su iniciativa para que el proceso de paz tome curso a través de la realización de la Convención Nacional. Así lo hemos hecho, porque estamos convencidos de que no hay mejor fortaleza que aquella que proviene de una sociedad dispuesta a concurrir y aportar a la construcción de las propuestas para la reconciliación nacional. La convergencia de diversos estamentos políticos, económicos y sociales en un escenario plural y amplio para el debate de las tesis, para el contraste de las ideas y para la edificación de consensos, significaría un valioso aporte en la preparación y el tratamiento de una agenda bilateral de paz. Sobre este aspecto sustantivo existe entre el Gobierno Nacional y el ELN una aproximación común, y lo que no es menos importante, un respaldo en el seno de la sociedad que no se puede ni debe frustrar. No es entonces el momento de agudizar las diferencias, menos aún cuando ellas tienen que ver con aspectos procedimentales del proceso, tales como los relativos a las condiciones de tiempo, modo y lugar para la Convención Nacional y para la negociación bilateral. Tampoco sociedad, tradicción sometida de forzar

es justo ni comprensible, ni se compadece con los esfuerzos de la que sea la población civil precisamente la que, en abierta concon las normas del Derecho Internacional Humanitario, sea a padecer la violación de sus derechos más elementales con el fin posiciones del Gobierno Nacional.

La sociedad colombiana no se deja llamar a engaños, y sabe que los únicos responsables del secuestro y de la suerte de los secuestrados son sus secuestradores. Es entonces el momento de rectificar, de enmendar y de asumir con valentía el compromiso de restituir incondicionalmente la libertad a los rehenes, en coherencia con el compromiso tantas veces expresado por el ELN para humanizar el conflicto. Sólo así la Nación podrá volver a creer en su voluntad de reconciliación, sólo así se restituirá la lesionada confianza de la sociedad en el proceso de

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Convención Nacional, sólo así se podrá proseguir el diálogo y convenir los rumbos del proceso de paz. El Gobierno Nacional no le cerrará las puertas al diálogo con el ELN; es esa organización la que los está cerrando, no sólo con el Gobierno, sino con la sociedad que generosamente los ha venido escuchando, ha creído en su palabra y ha asumido la tarea de aportar a la construcción del proceso de paz. La sociedad se siente engañada, y si eso es apenas natural después de conocer la inflexible posición del ELN frente al despeje de cuatro municipios del sur de Bolívar, lo es más aún ante el secuestro de una aeronave llena de indefensos. No es por la vía de las imposiciones ni de la arrogancia que los colombianos esperan conocer la voluntad de paz. Es a través del diálogo permanente, franco, continuo, dispuesto a superar las dificultades, y centrado en el inequívoco propósito de poner fin al conflicto, como puede lograrse el desarrollo y el éxito de un proceso de reconciliación. Es cuanto menos contradictorio, lo quiero reiterar, que se proponga un proceso de paz basado en la participación de la sociedad y la humanización del conflicto, como lo ha propuesto el ELN Y lo ha aceptado el Gobierno, y a la vez se ataque a la sociedad y se viole ostensible y premeditadamente el Derecho Internacional Humanitario, so pretexto de imponer los términos del proceso. De liberarse los rehenes, la propuesta del Gobierno Nacional para optar por alguna de las cuatro alternativas que presentó al ELN para el inicio del proceso de paz sigue en pie, así como la de explorar alternativas que guarden coherencia con la necesidad de brindar las condiciones y las garantías necesarias para la asistencia tranquila, espontánea y libre de toda coacción, de los participantes en la Convención Nacional.

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PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, ANDRÉS PAS T RANA, CON OCASIÓN DEL NONAGÉSIMO ANIVERSARIO DE LA ESCUELA SUPERIOR DE GUERRA Santa Fe de Bogotá, D.

c.,

6 de mayo de 1999

Hoy vengo por primera vez al principal centro de formación de los militares colombianos, en mi condición de Presidente de la República y Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas de la Nación. Ante todo quiero, con lo más profundo de mis sentimientos, dejar ante ustedes y a nombre todos nuestros compatriotas nuestra expresión de gratitud por todos los sacrificios y esfuerzos que las fuerzas armadas a diario realizan en todos los rincones de la patria en defensa de nuestra democracia, de nuestras instituciones y de nuestros compatriotas. Estar hoy con ustedes se constituye en un honor que me hace sentir orgulloso de regir en estos momentos los destinos del país. Como Presidente de Colombia quiero aprovechar este privilegio para compartir con los más altos oficiales este, algunos temas que considero vitales para el destino de nuestra nación. Los oficiales que aquí se forman tienen la enorme responsabilidad de liderar nuestras tropas, de conducirlas en todo momento hacia el cumplimiento leal de cada una de las funciones que nuestra constitución les ha dado. La historia no puede mirar solo al pasado sino también debe construir el porvenir. Eso es lo que se ha hecho desde esta Escuela Superior de Guerra. Aquí se han formado los oficiales que han llevado a nuestras Fuerzas a ser unas fuerzas de paz, porque nuestros ejércitos lo que portan son las armas de la paz, de la convivencia y de la reconciliación de los Colombianos y sobre ellas han reposado seguros los cimientos de las normas jurídicas que rigen nuestra República.

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Lo que hoy vaya plantearles, quiero que ustedes lo trasmitan a todos los demás oficiales, a los suboficiales y a los soldados, porque como siempre lo he hecho, vengo ante nuestros oficiales a hablarles con sinceridad, acerca de los temas que más preocupan a nuestra nación y esto debe ser conocido por todos los integrantes de nuestras fuerzas armadas. A las Fuerzas Militares se les reconoce una autonomía en los asuntos especializados y propios del quehacer militar. y ello es así porque la profesión militar requiere de una intensa y particular preparación, la que no está al alcance sino de quienes han escogido desde muy jóvenes ingresar a la carrera militar. Es un conocimiento que requiere la especialización propia de exigentes disciplinas y que se adquiere a lo largo de toda una vida. Por otro lado, en un estado democrático, como el nuestro, lo natural y lo deseable es que los civiles conozcan los temas militares y que por ello discutan los aspectos políticos y estratégicos de la Fuerza Pública, tales como su papel en la sociedad y su relación con los poderes públicos. Incluso es sano para una democracia que civiles discrepen de las visiones originadas en academias militares y que estas opiniones se discutan a plena luz del día. Pero insisto, hay que mantener, dentro del ámbito exclusivamente militar, un grupo de decisiones que corresponden a la autonomía propia de un cuerpo organizado, ya que aquellas se derivan de un conocimiento especializado. Mal harían entonces los políticos, los académicos y los analistas, en pretender entrometerse en decisiones puramente militares. El gobierno civil tiene la obligación, no sólo de respetar esta autonomía especializada, sino también de impedir que haya injerencia de posturas partidistas. En otros países hemos visto el daño que produce en las filas castrenses, y en el respeto hacia estas por parte de los conciudadanos, que las instancias partidistas sean las que determinen por ejemplo estímulos, ascensos, o cuestiones puramente operacionales. Esta autonomía especializada no significa que el estamento militar posea independencia absoluta con respecto a la sociedad o sea una isla dentro de las instituciones del Estado. Al contrario, en una democracia, la política general dentro de la cual se enmarca la acción militar es de responsabili142

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dad del poder político y, en particular, del Jefe del Estado. La fuerza pública ejecuta su tarea dentro de lineamientos de política que traza el gobierno. Es al Presidente a quien corresponde la inmensa responsabilidad del orden público y para ello tiene a su disposición el poder regulado de la fuerza pública y los instrumentos políticos y legales que le da la Constitución. Es también un principio esencial de nuestro ordenamiento democrático que las Fuerzas Militares estén subordinadas en todos los aspectos al poder político materializado en el Presidente de la República y en su Ministro de Defensa. Eso no tiene discusión de ninguna índole. No la ha tenido en el pasado, ni deberá tenerla en el futuro. El Presidente tiene, por lo tanto la atribución directa, o a través de su Ministro de Defensa, de tomar determinaciones sobre la permanencia de mandos militares por los motivos contemplados en el reglamento. Esto no es un capricho de nuestra legislación ni es tampoco una disposición arbitraria. El gobierno tiene que velar por el bien común, por la armonía de las relaciones entre poderes públicos y por la eficacia en el ejercicio del poder. Para ello es soberano al tomar las decisiones discrecionales que mejor convengan al futuro del país. La razón estriba en el concepto de la no deliberancia contemplado en los estatutos y reglamentos militares desde el propio inicio de nuestra fuerza pública republicana. Menciono solamente el Estatuto de la Guardia Colombiana de Tomás Cipriano de Mosquera que establecía que la guardia era obediente y no deliberante. En la Constitución del 91, tal como lo señala el general Alvaro Valencia Tovar, verdadera insignia del pensamiento militar, se mantiene con acierto la previsión consagrada en la Carta del 86 sobre la no deliberancia de los miembros de las instituciones armadas. Incluso se convierte en más exigente con un criterio que el mismo general Valencia Tovar califica de afortunado: se prohibe explícitamente la participación en debates políticos y las actividades en partidos o movimientos. Deliberar es discutir ordenes superiores. El reglamento lo prohibe aún cuando llegue el caso en que no se esté de acuerdo con la orden. La milicia es obediente y así debe serlo. La no deliberancia también se ha interpretado

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como no intervenir en controversias políticas dentro de nuestra dinámica democrática. La neutralidad de la fuerza pública en política es y debe ser rigurosa y rígida. No se puede desviar ni un milímetro pues se perdería, no solo el acatamiento a normas expresas, sino lo que tal vez es peor, conduciría a perder la confianza de los ciudadanos. Quiero ahora referir me al tema de la paz. Para afrontar y tratar de ponerle fin a la alteración del orden público que vive Colombia desde hace décadas he decidido intentar, con decisión y consciente de mi responsabilidad política, una salida negociada con quienes se han alzado en armas contra el Estado. Y mi propósito ha sido claro y transparente. Ya lo he dicho antes. No es el gobierno el que escoge entre una política de guerra y una política de paz. El Gobierno solo tiene la opción de cumplir con la Constitución. La guerrilla es quien tiene abierta la opción del diálogo, pero esta disposición abierta del gobierno y del pueblo Colombiano con la guerrilla no debe olvidar que el objetivo es la superación definitiva del conflicto de tantos años. El solo diálogo como fin en sí mismo o como estrategia ante la prolongada violencia no es aceptable. Desde antes de asumir la jefatura de Estado propuse que el conflicto interno se resolviera por medio de una negociación política. No sólo lo dije sino que, aún antes de asumir la responsabilidad que impone el ser Presidente de la República, abrí personalmente el camino del diálogo con la dirigencia de las FARC. Debo insistir, entonces, en que intentaré la vía de la negociación para buscar la reconciliación nacional, sin renunciar en ningún caso al uso legítimo de la fuerza que me impone el mandato constitucional de respetar la vida, honra y bienes de los ciudadanos. Con base en lo anterior, tomamos decisiones en esa dirección. Estas no deben sorprender cuando abrimos espacios al diálogo. Es más, para ello tengo un mandato popular irrebatible. Hace menos de dos años diez millones de colombianos votaron libremente para definir un mandato categórico que invita al Estado a buscar una salida negociada al conflicto interno. Y más recientemente para las elecciones presidenciales, mi propuesta de paz fue conocida por todos y votada favorablemente por la

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mayoría de los compatriotas. Tengo por lo tanto un mandato expresado en las urnas, que debo respetar.

popular,

He vuelto a dialogar con la dirigencia de las FARC con el propósito de mostrar no solo mi compromiso con la solución negociada, sino para destacar la importancia que tiene el pasar al proceso de negociación. Comprendo que estos encuentros con líderes de la insurgencia armada puedan causar cierto impacto entre quienes luchan por doblegar esos grupos ilegales. Pero siempre he dicho que personalmente lideraré este proceso y por eso ha sido necesario realizar estos contactos personales para lograr un intercambio más franco y directo que haga posible el camino de la paz. En estos casos recuerdo siempre una frase que solía decir mi padre, citando a un gran escritor: " lo único imperdonable es no hacer lo necesario cuando es necesario". Aunque reconozco las dificultades que encontraremos en nuestra travesía, debo decir que hemos avanzado. Estamos pasando de una etapa de diálogo hacia un proceso de negociación, el cual se iniciará a partir de la agenda común acordada. De igual manera, nos hemos comprometido a dar desarrollo al acuerdo suscrito el pasado 28 de Abril entre los representantes de las diferentes fuerzas políticas y el Gobierno Nacional, acuerdo que demuestra la voluntad política de la sociedad colombiana de darle una salida negociada al conflicto interno. Soy consciente de las observaciones y quejas que se han presentado en torno a la zona de distensión que fue establecida de acuerdo con la ley. Al respecto quisiera señalar que se trata de un ejercicio complejo y sin antecedentes pero indispensable para avanzar en el proceso de paz. Con el fin de que cumpla adecuadamente su función, hemos acordado la creación de una comisión internacional de acompañamiento integrada por personalidades que permita servir de verificadora para superar cualquier inconveniente que se pueda presentar. Confío en que este mecanismo de verificación contribuya a crear el clima propicio para la negociación.

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Lo he dicho en varias oportunidades y quiero aquí reiterarlo. En relación con la agenda para el gobierno no existen temas vedados. Pero si dejo en claro que en el tratamiento de todos los temas, sin excepción, el Gobierno se guiará en defensa del Estado de Derecho, de la unidad territorial y de los principios democráticos que rigen nuestra historia, nuestra sociedad actual y nuestras instituciones. La paz implica necesariamente un avance en la consolidación y modernización de nuestra democracia. Porque la democracia no consiste simplemente en que se celebren elecciones o en que haya libertad de prensa. La democracia va más allá. En ella debe existir una profunda capacidad de cada ciudadano para discutir y aportar soluciones a los distintos problemas que son propios de toda sociedad. La democracia es avanzar decididamente hacia la justicia social. La democracia es también seguridad y tranquilidad para que cada ciudadano pueda aportar el máximo de sus virtudes sin que un hecho violento o criminal se le atraviese en el camino. Como decía Winston Churchill, la democracia consiste en que cuando alguien golpee en nuestra puerta a las 6 de la mañana, podamos estar seguros que se trata del lechero. De mi mente y de mis decisiones, óigase bien, nunca se apartará la necesidad de preservar el monopolio legítimo de la fuerza por parte del Estado. La paz de Colombia es incompatible con la existencia de grupos armados llámense como se llamen. Algo distinto iría en contra de nuestra democracia y de nuestra sociedad. Quiero ser claro. La preservación del Estado de Derecho lleva a que, en ningún caso, se pueda concebir la disolución de las instituciones armadas cuya razón de ser es el ejercicio del monopolio legítimo de la fuerza. Muy por el contrario, en la Colombia en paz me imagino una Fuerzas Militares fuertes, dinámicas y comprometidas con la paz, con el desarrollo, el cuidado de nuestras fronteras y de nuestros recursos naturales. A su vez anhelo a una Policía trabajando hombro a hombro con la autoridad civil e involucrada a fondo con la seguridad ciudadana a lo largo y ancho de todo el territorio nacional.

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No voy a olvidar por ningún motivo a soldados y policías que han ofrendado sus vidas durante los últimos años en defensa de nuestras instituciones y de la sociedad colombiana. Es bueno recordar que gracias a su esfuerzo y sacrificio, ha sido posible que Colombia perdure como una nación libre y soberana. La función que cumplen las Fuerzas Armadas ha sido, es y será fundamental para el mantenimiento de nuestra democracia y será pilar para la consecución y consolidación de la paz. Son ustedes los depositarios de las armas que les ha dado la sociedad para su defensa, la salvaguarda del orden y el mantenimiento de la tranquilidad. Es un acto supremo de confianza. Y sepan que, como Presidente, siempre tengo presente el imperdurable agradecimiento que la sociedad les tiene por el servicio que prestan. Dicen los teóricos que la guerra, por su trascendencia, hace fundamental el concurso del estamento civil. En Colombia, en la realidad, creo necesario afirmar, además, que el logro de la paz es un evento cuya trascendencia hace que sea fundamental el concurso del estamento militar y policial. Por eso he tomado la decisión de incluir como miembro de la Comisión Negociadora de Paz aun alto oficial en retiro de las Fuerzas Armadas. Convencido de la necesidad de fortalecer y modernizar las fuerzas militares he puesto en marcha un proceso dirigido a su reestructuración. La institución militar debe estar capacitada y dotada para enfrentar los retos que impone a diario nuestro país. Se busca dar una mejor utilización a los recursos humanos con que se dispone y avanzar en el proceso de profesionalización. Se trata también de mejorar las telecomunicaciones, la capacidad de combate, la estructura de apoyo, la movilidad y la labor administrativa. Quiero compartir con ustedes mi profunda convicción en que el respeto y la promoción de los derechos humanos son para mí elemento insustituible de la democracia. Así mismo, es claro que en la agenda de las naciones este tema ha adquirido lugar preponderante. El sistema internacional de

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protección de los derechos humanos constituye uno de los mayores avances de la sociedad contemporánea. No sobra recordar que han sido los estados quienes de manera soberana han contribuido al fortalecimiento de esta realidad. Colombia no ha estado ausente de estos desarrollos. Lo anterior nos obliga a reflexionar serenamente sobre la importancia que tiene para el Estado y para sus Fuerzas Armadas no quedarnos atrás en el cumplimiento de estos compromisos. He señalado que la paz está vinculada estrechamente a la vigencia de los derechos humanos y estos a la vigencia de la paz. También deseo reiterar que el gobierno reconoce la seriedad de la situación de los derechos humanos. La sociedad colombiana tiene igualmente que aceptar su parte de responsabilidad para lograr adoptar los correctivo s y las decisiones que nos permitan corregir las equivocaciones del pasado. Por ello, trabajamos en la adopción de un nuevo Plan Nacional de Derechos Humanos que comprometa a todas las instituciones de control en hacer de este tema una verdadera política de estado. La vigencia de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario en el curso de un conflicto armado como el que enfrentamos en Colombia es y debe ser el cometido supremo del Estado y la sociedad civil. Por eso rechazamos todas las formas de violencia y terrorismo, el asesinato y el secuestro en sus diversas expresiones y todas las demás manifestaciones de barbarie. Quiero reafirmar que la defensa del Estado de Derecho y el ejercicio de la fuerza solo le compete a las autoridades legítimamente constituidas. Cualquier expresión de justicia privada que pretenda sustituir al Estado en sus deberes constitucionales, será objeto de implacable persecución. Es por ello que la acción criminal de las llamadas autodefensas, no puede ser tolerada por acción u omisión de cualquier agente gubernamental. En particular me abruman las amenazas de que ha sido objeto el periodismo por parte de organizaciones armadas al margen de la ley. La libertad

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de prensa que el gobierno, la sociedad y el Estado respetan y defienden no tiene porque ser víctima del acoso violento y desmedido de actividades terroristas. Es función sagrada de las Fuerzas Militares que se respeten los derechos de cada colombiano. De ahí la trascendencia de realizar esfuerzos para aclimatar al interior de ellas una cultura de los derechos humanos. Es una política que ha dado resultados. La información muestra que hay una disminución significativa en los casos investigados por posibles violaciones a los derechos humanos. Así mismo los informes de organismos internacionales especializados en el tema confirman esta saludable tendencia. Debo hacer este justo reconocimiento a la institución comprometido a fondo en esta materia.

militar que se ha

Hoy celebramos noventa años de fundación de la Escuela Superior de Guerra. Hoy soy testigo que los principios con los cuales se fundó este centro de enseñanza militar se mantienen firmes como guía de las acciones de nuestros valientes militares colombianos. En 1909 la Escuela inició la tarea de darle a la República un ejército fundamentalmente profesional, de carácter nacional, que fuera garantía real de los gobiernos legítimamente constituidos y que estuviera lejos de toda controversia partidista. Era el inicio del siglo, el principio de una nueva época. Las expectativas, las metas y las tareas que enfrentaba, eran propias de una Colombia muy distinta a la que hoy despide el milenio. Noventa años después me encuentro ante una Escuela preparada para capacitar a quienes enfrentan los retos más significativos que impone una sociedad tan compleja como la nuestra. Hoy los oficiales reciben el más alto grado de formación. Soy un convencido de que los generales salen de estas aulas con la capacidad y el criterio necesarios para entender los problemas de nuestra sociedad a partir de una visión de Estado. Mi experiencia hasta el momento con el alto mando ha sido la de trabajar con oficiales altamente profesionales, siempre atentos a entender la pro-

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blemática del gobernante y siempre dispuestos a dar consejos oportunos y sensatos. La Escuela Superior de Guerra tiene clara la visión de cambio que propongo. De aquí que proyecte constituirse en un Instituto de Estudios Superiores con proyección hacia el siglo XXI. Esto lo logrará afianzando valores y principios, para mantener así la capacidad de conducción y liderazgo de los Oficiales Superiores, tanto en el campo militar como en el campo estratégico.

Señores miembros del Alto Mando Militar, exalumnos de esta Escuela. Señores oficiales docentes y alumnos. En otro momento crucial de la historia de Colombia, el expresidente Alberto Lleras señaló que "si al término de mi Gobierno, como lo espero, se puede otra vez recorrer los caminos de Colombia sin riesgo, si en cada casa vuelve a vivirse en sosiego, si nuestros compatriotas dejan de temerse y de odiarse, si donde quiera que se vea un uniforme de un miembro de los Fuerzas Armadas, hay para la institución un voto de agradecimiento y un íntimo aplauso, si los Diez Mandamientos vuelven a regir la conciencia de nuestros compatriotas y no hay más tiros, más muertos, más asaltos, más crímenes impunes, más persecuciones, volveré aquí adonde Ustedes, a decirles sin adulación ni generosidad, sino como un simple acto de justicia que merecen bien de la patria". Comparto con plenitud la visión del ilustre mandatario. Esa es también la patria que anhelo. Me animan los mismos valores que alentaron a nuestros mayores. Me anima el sueño no prohibido y posible de ver a una Colombia en paz dispuesta al progreso, a la tranquilidad y a la concordia. Me anima mi compromiso indeclinable de cambiar a Colombia. Me anima el amor a la Patria que comparto con ustedes. No puedo tener un mejor estímulo.

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