Un Curso De Milagros TEXTO Capítulo 10 LOS ÍDOLOS DE LA ENFERMEDAD
Introducción Nada externo a ti puede hacerte temer o amar porque no hay nada externo a ti. Tanto el tiempo como la eternidad se encuentran en tu mente, y estarán en conflicto hasta que percibas el tiempo exclusivamente como un medio para recuperar la eternidad. No podrás hacer esto mientras sigas creyendo que la causa de todo lo que te ocurre se encuentra en factores externos a ti. Tienes que aprender que el tiempo sólo existe para que hagas uso de él, y que nada en el mundo puede eximirte de esa responsabilidad. Puedes violar las leyes de Dios en tu imaginación, pero no puedes escaparte de ellas. Fueron promulgadas para tu protección y son tan inviolables como tu seguridad. Dios no creó nada a excepción de ti, y nada a excepción de ti existe, pues tú formas parte de Él. ¿Qué puede existir excepto Él? Nada puede tener lugar aparte de Él porque nada excepto Él es real. Tus creaciones, al igual que tú, representan una aportación para Él, pero ni tú ni ellas le aportan nada que sea diferente porque todo ha existido siempre. ¿Qué otra cosa puede alterarte salvo lo efímero, y cómo puede ser lo efímero real si tú eres la única creación de Dios y Él te creó eterno? Tu santa mente determina todo lo que te ocurre. La respuesta que das a todo lo que percibes depende de ti porque es tu mente la que determina tu percepción de ello. Dios no cambia de parecer con respecto a ti, pues Él no duda de Sí mismo. Y lo que Él conoce se puede conocer porque no se lo reserva sólo para Sí mismo. Te creó para Sí mismo, pero te dio el poder de crear para ti mismo a fin de que fueses como Él. Por eso es por lo que tu mente es santa. ¿Qué podría haber que fuese más grande que el Amor de Dios? ¿Que podría haber, entonces, que fuese más grande que tu voluntad? Nada externo a tu voluntad te puede afectar porque, al estar en Dios, lo abarcas todo.
Cree esto, y te darás cuenta de hasta qué punto todo depende de ti. Cuando tu paz mental se vea amenazada por algo, pregúntate, "¿Ha cambiado Dios de parecer con respecto a mi?" Acepta luego Su decisión, que es ciertamente inmutable, y niégate a cambiar de parecer con respecto a ti mismo. Dios nunca decidirá contra ti, pues si lo hiciese, estaría decidiendo contra Él Mismo.
En Dios estás en tu hogar No conoces tus creaciones simplemente porque mientras tu mente siga estando dividida decidirás contra ellas, y es imposible atacar lo que has creado. Pero recuerda que a Dios le resulta igualmente imposible. La ley de la creación consiste en que ames a tus creaciones como a ti mismo, por ser éstas parte de ti. Todo lo que fue creado se encuentra, por lo tanto, perfectamente a salvo porque las leyes de Dios lo protegen con Su Amor. Cualquier parte de tu mente que no sepa esto se ha desterrado a sí misma del conocimiento, al no haber satisfecho sus condiciones ¿Quién sino tú pudo haber hecho eso? Reconócelo gustosamente, pues en ese reconocimiento radica tu entendimiento de que tu destierro es algo ajeno a Dios, y, por lo tanto, no existe. En Dios estás en tu hogar, soñando con el exilio, pero siendo perfectamente capaz de despertar a la realidad. ¿Deseas realmente hacerlo? Reconoces por experiencia propia que lo que ves en sueños lo consideras real mientras duermes. Mas en el instante en que te despiertas te das cuenta de que todo lo que parecía ocurrir en el sueño en realidad no había ocurrido. Esto no te parece extraño, si bien todas las leyes de aquello a lo que despiertas fueron violadas mientras dormías. ¿No será que simplemente pasaste de un sueño a otro sin haber despertado realmente? ¿Te molestarías en reconciliar lo que ocurrió en dos sueños conflictivos, o simplemente descartarías los dos si descubrieses que la realidad no coincide con ninguno de ellos? No recuerdas estar despierto. Cuando oyes al Espíritu Santo tal vez te sientes mejor porque entonces te parece que es posible amar, pero todavía no recuerdas que una vez fue así. Mas cuando lo recuerdes, sabrás que puede volver a ser así de nuevo. Lo que es posible no se ha logrado todavía. Sin embargo, lo que una vez fue, aún es, si es que es eterno.
Cuando recuerdes, sabrás que lo que recuerdas es eterno, y, por lo tanto, que se encuentra aquí ahora. Recordarás todo en el instante en que lo desees de todo corazón, pues si desear de todo corazón es crear, tu voluntad habrá dispuesto el fin de la separación, y simultáneamente le habrás devuelto tu mente a tu Creador y a tus creaciones. Al conocerlos, ya no tendrás deseos de dormir, sino sólo el deseo de despertar y regocijarte. Soñar será imposible porque sólo desearás la verdad, y al ser ésa por fin tu voluntad, dispondrás de ella.
La decisión de olvidar A menos que primero conozcas algo no puedes disociarte de ello. El conocimiento, entonces, debe preceder a la disociación, de modo que ésta no es otra cosa que la decisión de olvidar. Lo que se ha olvidado parece entonces temible, pero únicamente porque la disociación es un ataque contra la verdad. Sientes miedo porque la has olvidado. Y has reemplazado tu conocimiento por una conciencia de sueños, ya que tienes miedo de la disociación y no de aquello de lo que te disociaste. Cuando aceptas aquello de lo que te disociaste, deja de ser temible. Sin embargo, renunciar a tu disociación de la realidad trae consigo mas que una mera ausencia de miedo. En esa decisión radica la dicha, la paz y la gloria de la creación. Ofrécele al Espíritu Santo únicamente tu voluntad de estar dispuesto a recordar, pues Él ha conservado para ti el conocimiento de Dios y de ti mismo, y sólo espera a que lo aceptes. Abandona gustosamente todo aquello que pueda demorar la llegada de ese recuerdo, pues Dios se encuentra en tu memoria. Su Voz te dirá que eres parte de Él cuando estés dispuesto a recordarle y a conocer de nuevo tu realidad. No permitas que nada en este mundo demore el que recuerdes a Dios, pues en ese recordar radica el conocimiento de ti mismo. Recordar es simplemente restituir en tu mente lo que ya se encuentra allí. Tú no eres el autor de aquello que recuerdas, sino que sencillamente vuelves a aceptar lo que ya se encuentra allí, pero había sido rechazado. La capacidad de aceptar la verdad en este mundo es la contrapartida perceptual de lo que en el Reino es crear. Dios cumplirá con Su cometido si tu cumples con el tuyo, y a cambio del tuyo Su recompensa será el intercambio de la percepción por el conocimiento. Nada está más allá de lo que Su Voluntad dispone para ti. Pero expresa tu deseo de recordarle, y ¡oh maravillas! Él te dará todo sólo con que se lo pidas.
Cuando atacas te estás negando a ti mismo, Te estás enseñando específicamente que no eres lo que eres, Tu negación de la realidad te impide aceptar el regalo de Dios, puesto que has aceptado otra cosa en su lugar. Si entendieses que esto siempre constituye un ataque contra la verdad, y que Dios es la verdad, comprenderías por qué esto siempre da miedo. Si además reconocieses que formas parte de Dios, entenderías por qué razón siempre te atacas a ti mismo primero. Todo ataque es un ataque contra uno mismo. No puede ser otra cosa. Al proceder de tu propia decisión de no ser quien eres, es un ataque contra tu identidad. Atacar es, por lo tanto, la manera en que pierdes conciencia de tu identidad, pues cuando atacas es señal inequívoca de que has olvidado quién eres. Y si tu realidad es la de Dios, cuando atacas no te estás acordando de Él. Esto no se debe a que Él se haya marchado, sino a que tú es eligiendo conscientemente no recordarlo. Si te dieses cuenta de los estragos que esto le ocasiona a tu paz mental no podrías tomar una decisión tan descabellada. La tomas únicamente porque todavía crees que puede proporcionarte algo que deseas. De esto se deduce, por consiguiente, que lo que quieres no es paz mental sino otra cosa, pero no te has detenido a considerar lo que esa otra cosa pueda ser. Aun así, el resultado lógico de tu decisión es perfectamente evidente, sólo con que lo observes. Al decidir contra tu realidad, has decidido mantenerte alerta contra Dios y Su Reino. Y es este estado de alerta lo que hace que tengas miedo de recordarle.
El Dios de la enfermedad No has atacado a Dios, y ciertamente lo amas. ¿Puedes acaso cambiar tu realidad? Nadie puede disponer su propia destrucción. Cuando piensas que te estás atacando a ti mismo, ello es señal evidente de que odias lo que crees ser, Y eso, y sólo eso, es lo único que puedes atacar. Lo que crees ser puede ser muy odioso, y lo que esta extraña imagen te lleva a hacer puede ser muy destructivo. Mas la destrucción no es más real que la imagen, si bien los que inventan ídolos ciertamente los veneran. los ídolos no son nada, pero sus adoradores son los Hijos enfermos de Dios. Dios desea verlos libres de sus enfermedades y devuelta en Su Mente. No limitará en modo alguno el poder que tienes de ayudarlos, puesto que Él te lo dio. No tengas miedo de ese poder porque es tu salvación. ¿Qué otro Consolador puede haber para los Hijos enfermos de Dios, excepto Su poder a través de ti? Recuerda que no importa en qué parte de la Filiación se le acepte Él siempre es aceptado por todos, y cuando tu mente lo recibe, Su recuerdo despierta en toda la Filiación. Sana a tus hermanos aceptando simplemente a Dios por ellos. Vuestras mentes no están separadas, y Dios tiene solamente un canal para sanar porque sólo tiene un Hijo. El único nexo de comunicación que le queda a Dios con Sus Hijos los une a todos ellos entre sí, y a todos ellos con Él. Ser consciente de esto es sanarlos, ya que es la conciencia de que ninguno de ellos está separado y, por ende, ninguno está enfermo. Creer que un Hijo de Dios puede estar enfermo es creer que parte de Dios puede sufrir. El amor no puede sufrir porque no puede atacar. Recordar el amor, por lo tanto, trae consigo invulnerabilidad. No te pongas de parte de la enfermedad en presencia de un Hijo de Dios aunque él crea en ella, pues tu aceptación de que Dios reside en él da testimonio del Amor de Dios que él ha olvidado.
Tu reconocimiento de que él forma parte de Dios le recuerda la verdad acerca de sí mismo, que él está negando. ¿Reforzarías aún más su negación de Dios, perdiéndote de esta manera de vista a ti mismo? ¿O le recordarías su plenitud y te acordarías de tu Creador con él? Creer que un Hijo de Dios está enfermo es adorar al mismo ídolo que él adora. Dios creó el amor, no la idolatría. Todas las formas de idolatría son caricaturas de la creación, y las enseñan mentes que están demasiado divididas como para saber que la creación comparte el poder y nunca lo usurpa. La enfermedad es idolatría porque es la creencia de que se te puede desposeer de tu poder. Esto, no obstante, es imposible porque formas parte de Dios, que es todo poder. Un Dios enfermo no puede por menos que ser un ídolo, hecho a imagen y semejanza de lo que su hacedor cree ser. Y esto es exactamente lo que el ego percibe en un Hijo de Dios: un Dios enfermo, autocreado, autosuficiente, sumamente perverso y extremadamente vulnerable. ¿Es éste el ídolo que quieres adorar? ¿Es ésta la imagen para salvar la cual te mantienes alerta? ¿Tienes realmente miedo de perder esto? Examina con calma la conclusión lógica del sistema de pensamiento del ego y determina si lo que te ofrece es realmente lo que tú deseas, pues eso es lo que te ofrece. Para obtenerlo estás dispuesto a atacar la Divinidad de tus hermanos y así perder de vista la tuya. Y estás dispuesto a mantenerla oculta para proteger un ídolo que crees que te salvará de los peligros que él representa, pero que no existen. En el Reino no hay idólatras, sino un gran aprecio por todo lo que Dios creó, debido al sereno conocimiento de que cada ser forma parte de Él. El Hijo de Dios no sabe de ídolos, pero si sabe Quién es su Padre. En este mundo la salud es el equivalente de lo que en el Cielo es la valía. No es mi mérito lo que te aporto sino mi amor, pues tú no te consideras valioso. Cuando no te consideras valioso enfermas, pero la valía que te adjudico puede curarte porque la valía del Hijo de Dios es una y la misma. Cuando dije: "Mi paz os doy", eso es exactamente lo que quise decir.
La paz te llega de parte de Dios a través de mí. Es para ti aunque tú no la pidas. Cuando un hermano está enfermo es porque no está pidiendo paz, y, por lo tanto, no sabe que ya dispone de ella. Aceptar la paz es negar lo ilusorio, y la enfermedad es una ilusión. Todo Hijo de Dios, no obstante, tiene el poder de negar lo ilusorio en cualquier parte del Reino simplemente negándolo completamente en si mismo. Yo puedo curarte porque te conozco. Conozco tu valía por ti, y esta valía es lo que te hace íntegro. Una mente integra no es idólatra ni sabe de leyes conflictivas. Te curaré simplemente porque sólo tengo un mensaje, y ese mensaje es verdad. Tu fe en él te hará íntegro cuando tengas fe en mí. No recurro a engaños para difundir el mensaje de Dios, y aprenderás esto a medida que aprendas que siempre recibes en la misma medida en que aceptas. Podrías aceptar paz ahora mismo por todo el mundo, y así liberarlos completamente de sus ilusiones, pues has oído Su Voz. Pero no antepongas otros Dioses a Él, o no podrás oír. Dios no tiene celos de los Dioses que inventaste, pero tú sí. Tú quisieras conservarlos y servirles porque crees que ellos te hicieron a ti. Crees que ellos son tu padre porque estás proyectando sobre ellos el pavoroso hecho de que los inventaste para reemplazar a Dios. Mas cuando parezcan hablarte recuerda que nada puede reemplazar a Dios, y que todos los substitutos con los que lo has intentado suplantar no son nada. Dicho llanamente, pues, puede que creas que tienes miedo de la nada, pero en realidad tienes miedo de lo que no es nada. Y al darte cuenta de esto sanas. Oirás al Dios al que prestes atención. Inventaste al Dios de la enfermedad, y al inventarlo te capacitaste para oírle. No obstante, no lo creaste, pues él no es la Voluntad del Padre. Por lo tanto, no es eterno, y quedará deshecho en el instante en que indiques que estás dispuesto a aceptar solamente lo eterno. Si Dios no tiene más que un solo Hijo, no puede haber mas que un solo Dios. Tú compartes la realidad con Él porque la realidad no está dividida.
Anteponer otros Dioses a Él es anteponer otras imágenes a ti mismo. No te das cuenta de cuánto caso les haces a tus dioses y de cuán alerta te mantienes en su favor. No obstante, ellos existen únicamente porque tú los honras. Honra sólo lo que es digno de ser honrado y tendrás paz. La paz es el legado de tu verdadero Padre. Tú no puedes engendrar a tu Padre, y el falso padre que inventaste no te procreó a ti. Las ilusiones no son dignas de ser honradas porque al honrarlas no estás honrando nada. No obstante, tampoco deben temerse, pues lo que no es nada no puede ser temible. Has elegido tener miedo del amor por razón de su perfecta mansedumbre, y debido a ese miedo has estado dispuesto a renunciar a la perfecta capacidad que tienes para ser útil y a la perfecta Ayuda de que dispones. Únicamente en el altar de Dios podrás encontrar paz. Y este altar está en ti porque Dios lo puso allí. Su Voz todavía te llama a retornar, y le oirás cuando dejes de anteponer otros dioses a Él. Puedes renunciar al Dios de la enfermedad por tus hermanos; de hecho, eso es lo que tendrás que hacer si renuncias a él tú mismo. Pues si ves al dios de la enfermedad en alguna parte, lo has aceptado. y si lo has aceptado, te postrarás ante él y lo adorarás porque fue concebido para reemplazar a Dios. Él es la creencia de que puedes elegir qué dios es real. Si bien está claro que esto no tiene nada que ver con la realidad, está igualmente claro que tiene mucho que ver con la realidad tal como tú la percibes.
El fin de la enfermedad Toda magia es un intento de reconciliar lo irreconciliable. Toda religión es el reconocimiento de que lo irreconciliable no puede ser reconciliado. La enfermedad y la perfección son irreconciliables. Si Dios te creó perfecto, eres perfecto. Si crees que puedes estar enfermo, has antepuesto otros dioses a Él. Dios no está en guerra con el dios de la enfermedad que inventaste, pero tú si. Este dios es el símbolo de tu decisión de oponerte a Dios, y tienes miedo de él porque no se le puede reconciliar con la Voluntad de Dios. Si lo atacas, harás que sea real para ti. Pero si te niegas a adorarlo, sea cual sea la forma en que se presente ante ti, o el lugar donde creas verlo, desaparecerá en la nada de donde provino. La realidad sólo puede alborear en una mente despejada. La realidad está siempre ahí, ante ti, lista para ser aceptada, pero para aceptarla tienes que primero estar dispuesto a tenerla. Conocer la realidad requiere que uno esté dispuesto a juzgar la irrealidad tal como es. Pasar por alto lo que no es nada es simplemente juzgarlo acertadamente, y mediante tu capacidad para evaluarlo correctamente, permitir que desaparezca. El conocimiento no puede alborear en una mente llena de ilusiones porque la verdad y las ilusiones son irreconciliables. La verdad es integra y no puede ser conocida sólo por una parte de la mente. No se puede percibir a la Filiación como parcialmente enferma porque percibirla de esa manera es no percibirla en absoluto. Si la Filiación es una, es una desde cualquier punto de vista. La unidad no puede ser dividida. Si percibes otros dioses significa que tu mente está dividida, y no podrás limitar dicha división porque ello es señal de que has separado parte de tu mente de la Voluntad de Dios. Ésto quiere decir que tu mente no tiene ningún control. No tener control significa que se ha perdido la razón, y en ese caso la mente se vuelve irracional. Al definir erróneamente ala mente, la percibes como que funciona erróneamente.
Las leyes de Dios mantendrán a tu mente en paz porque la paz es Su Voluntad, y Sus leyes se promulgaron para apoyarla. Sus leyes son las leyes de la libertad, mas las tuyas son las leyes del cautiverio. Puesto que la libertad y el cautiverio son irreconciliables, sus respectivas leyes no se pueden entender simultáneamente. Las leyes de Dios operan exclusivamente para tu bien, y no hay más leyes que las Suyas. Lo demás no está regido por ninguna ley, y es, por lo tanto, caótico. Dios Mismo, no obstante, ha protegido todo lo que Él creó mediante Sus leyes. No existe nada que no esté regido por ellas. "Las leyes del caos" es una expresión que no tiene sentido. La creación acata sus leyes perfectamente; y lo caótico carece de significado porque Dios no forma parte de ello. Le has "dado" tu paz a los Dioses que inventaste, pero ellos no pueden aceptarla, pues no están ahí, y tú no puedes dársela. No eres libre de renunciar a la libertad, sino sólo de negarla. No puedes hacer lo que Dios no dispuso porque lo que Él no dispuso no puede tener lugar. Tus dioses no son los causantes del caos; tú les adjudicas el caos y luego lo aceptas de ellos. Nada de esto ha tenido lugar jamás. Nada, excepto las leyes de Dios, ha existido jamás; y nada, excepto Su Voluntad, existirá jamás. Fuiste creado mediante Sus leyes y por Su Voluntad, y el modo en que fuiste creado te estableció como creador. Lo que has inventado es tan indigno de ti que lo repudiarías sólo con que estuvieses dispuesto a verlo tal como es. En ese caso no verías nada en absoluto. Y tu visión automáticamente se dirigiría más allá de ello hacia lo que se encuentra en ti y a tu alrededor. La realidad no puede salvar las obstrucciones que pones ante ella, mas te envolverá completamente cuando las abandones. Una vez que se ha experimentado la protección de Dios, inventar ídolos se vuelve inconcebible. En la Mente de Dios no hay imágenes extrañas, y lo que no está en Su Mente no puede estar en la tuya, porque tú tienes una sola mente y esa mente le pertenece a Él.
Es tuya precisamente porque le pertenece a Él, ya que para Él ser propietario de algo es compartirlo. Y si esto es así para Él, también lo es para ti. Sus definiciones son Sus leyes, pues mediante ellas estableció el universo tal como éste es. Los falsos Dioses que tratas de interponer entre tu realidad y tú no afectan a la verdad en absoluto. Tuya es la paz porque Dios te creó. Y Él no creó nada más. Un milagro es el acto de un Hijo de Dios que ha abandonado a todos los dioses falsos y exhorta a sus hermanos a que hagan lo mismo. Es un acto de fe porque es el reconocimiento de que su hermano puede hacerlo también. Es un llamamiento al Espíritu Santo en su mente, que se refuerza mediante la unión. Puesto que el obrador de milagros ha oído la Voz de Dios, la refuerza en sus hermanos enfermos al debilitar su creencia en la enfermedad, que él no comparte. El poder de una mente puede irradiar hasta otra porque todas las lámparas de Dios fueron encendidas por la misma chispa, la cual está en todas partes y es eterna. En muchos lo único que queda es la chispa, pues los Grandes Rayos están velados. Aun así, Dios ha mantenido viva la chispa de manera que los Rayos nunca puedan olvidarse completamente. Sólo con que veas la pequeña chispa podrás conocer la luz mayor, pues los Rayos están ahí aunque sin ser vistos. Al percibir la chispa sanas, mas al conocer la luz creas. En el proceso de retornar, no obstante, la pequeña chispa debe reconocer primero pues la separación fue el descenso desde la grandeza a la pequeñez. La chispa, no obstante, sigue siendo tan pura como la luz mayor porque es lo que queda de la llamada de la creación. Deposita toda tu fe en ella y Dios Mismo te contestará.
La negación de Dios Los ritos del dios de la enfermedad son extraños y muy estrictos. En ellos la alegría está prohibida, pues la depresión es la señal de tu lealtad a él. La depresión significa que has abjurado de Dios. Son muchos los que tienen miedo de la blasfemia, mas no entienden lo que ésta es. No se dan cuenta de que negar a Dios es negar su propia Identidad, y en este sentido el costo del pecado es la muerte. Esto es así en un sentido muy literal: negar la vida hace que se perciba su opuesto, de la misma manera en que toda forma de negación reemplaza lo que existe con lo que no existe. Nadie puede realmente hacer esto, aunque es indudable que tú puedes pensar que puedes y creer que lo has hecho. Mas no te olvides que negar a Dios dará lugar inevitablemente a la proyección, y creerás que son otros y no tú, los que te han hecho esto a ti. Es imposible que no recibas el mensaje que envías, pues ése es el mensaje que quieres. Tal vez creas que juzgas a tus hermanos por los mensajes que ellos te envían a ti, pero por lo que los juzgas es por los mensajes que tú les envías a ellos. No les atribuyas a ellos tu propia negación de tu alegría, o no podrás ver en ellos la chispa que te haría dichoso. Negar la chispa conduce a la depresión, pues siempre que ves a tus hermanos desprovistos de ella, estás negando a Dios. Mantenerse fiel a la negación de Dios es la doctrina del ego. El dios de la enfermedad obviamente exige la negación de la salud, ya que la salud está en clara oposición a su propia supervivencia. Mas considera lo que esto significa para ti. A menos que estés enfermo no puedes conservar los dioses que inventaste, pues sólo estando enfermo podrías desearlos. La blasfemia, por lo tanto, es destructivo para el yo, pero no puede destruir a Dios. Blasfemar significa que estás dispuesto a no conocerte a ti mismo a fin de estar enfermo.
Ésta es la ofrenda que tu dios exige, pues, al ser éste producto de tu demencia, no es más que una idea demente. Ésta se manifiesta de muchas maneras, pero si bien puede parecer ser muchas cosas diferentes no es sino una misma idea: la negación de Dios. Parece como si la enfermedad y la muerte hubiesen entrado en la mente del Hijo en contra de la Voluntad del Padre. El "ataque a Dios" le hizo pensar a Su Hijo que era huérfano, y como resultado de su depresión inventó al Dios de la depresión. Ésa fue su alternativa a la dicha porque no estaba dispuesto a aceptar que, si bien era un creador, él mismo había sido creado. El Hijo, sin embargo, se encuentra desamparado sin el Padre, Quien constituye su única Ayuda. Dije anteriormente que por tu cuenta no puedes hacer nada, pero tú no existes por tu cuenta. Pues si existieses por tu cuenta, lo que has hecho sería verdad y nunca te podrías escapar. Precisamente porque no te creaste a ti mismo es por lo que no tienes que preocuparse por nada. Tus dioses no son nada porque tu Padre no los creó. No puedes crear creadores que no sean como tu Creador, de la misma forma en que Él no habría podido crear un Hijo que no fuese como Él. Si la creación es compartir, no puede crear lo que no es igual a ella misma. Sólo puede compartir lo que ella es. La depresión es aislamiento, y, por lo tanto, no pudo haber sido creada. Hijo de Dios, no has pecado, pero si has estado muy equivocado. No obstante, eso puede corregirse y Dios te ayudará, pues sabe que tú no puedes pecar contra Él. Lo negaste porque lo amabas, pues sabias que de reconocer tu amor por Él, no habrías podido negarle. Negarle significa, por lo tanto, que lo amas y que sabes que Él te ama a ti. Recuerda que tienes que haber conocido previamente lo que niegas. Y si aceptas la negación también puedes aceptar su deshacimiento.
Tu Padre no te ha negado. Él no toma represalias, pero sí te pide que retornes. Cuando piensas que Él no ha respondido a tu llamada es porque tú no has respondido a la Suya. Te llama desde cada parte de la Filiación, debido al Amor que le profesa a Su Hijo. Si oyes Su mensaje Él te habrá respondido, y te harás consciente de Él si escuchas debidamente. El Amor de Dios está en todo lo que Él creó, pues Su Hijo está en todas partes. Contempla a tus hermanos en paz, y Dios no se demorará ni un instante en llegar a tu corazón como muestra de agradecimiento por la ofrenda que le haces. No recurras al dios de la enfermedad para curar, sino sólo al Dios del amor, pues curar significa que Lo has reconocido. Cuando lo reconozcas sabrás que Él nunca ha dejado de reconocerte y que en Su reconocimiento de ti radica tu ser. No estás enfermo ni tampoco puedes morir. Pero te puedes confundir a ti mismo con cosas que mueren. Recuerda, no obstante, que hacer eso es una blasfemia, pues significa que estás contemplando sin amor a Dios y a Su creación, de la cual Él no puede estar separado. Sólo lo eterno puede ser amado, pues el amor no muere. Lo que es de Dios es Suyo para siempre, y tú eres de Dios. ¿Cómo iba Él a permitirse a sí mismo sufrir? ¿Y cómo iba a ofrecerle a Su Hijo algo que no fuese aceptable para Él? Si te aceptases tal como Dios te creó, sería imposible que pudieses sufrir. Sin embargo, para aceptarte tal como Dios te creó tienes que reconocerlo a Él como tu Creador. Esto no se debe a que de negarte a ello se te fuese a castigar. Se debe simplemente a que reconocer a tu Padre es reconocerte a ti mismo tal como eres. Tu Padre te creó completamente libre de pecado, completamente libre de dolor y completamente a salvo de todo sufrimiento. Si niegas a tu Padre estarás invitando al pecado, al dolor y al sufrimiento a tu mente debido al poder que Él le dio. Tu mente es capaz de crear mundos, pero puede también negar lo que crea porque es libre.
No te das cuenta de cuánto te has negado a ti mismo, ni de cuánto Dios, en Su Amor, desea que no sea así. No obstante, Dios no interferiría en tus decisiones porque no podría conocer a Su Hijo si este no fuese libre. Interferir en tus decisiones sería atacarse a sí mismo, y Dios no está loco. Cuando lo niegas a Él eres tú el que está loco. ¿Desearías que Él compartiese tu demencia? Dios nunca dejará de amar a Su Hijo y Su Hijo nunca dejará de amar a su Padre. Ésa fue la condición bajo la que la creación de Su Hijo tuvo lugar, la cual quedó establecida para siempre en Su Mente. Reconocer esto es cordura. Negarlo, demencia. Dios se dio a sí mismo a ti en tu creación, y Sus dones son eternos. ¿Te negarías acaso a entregarte a Él? Como resultado de las ofrendas que Le haces, se le restituirá el Reino a Su Hijo. Su Hijo se excluyó a sí mismo de Su don al negarse a aceptar lo que había sido creado para él y lo que él había creado en el Nombre de su Padre. El Cielo espera su retorno, pues fue creado para ser la morada del Hijo de Dios. Tú no te sientes a gusto en ninguna otra parte ni en ningún otro estado. No te niegues la dicha que fue creada para ti a cambio de la infelicidad que tú mismo te has labrado. Dios te ha proporcionado los medios para deshacer lo que tú has hecho. Escucha y aprenderás a recordar lo que eres. Si Dios sabe que Sus Hijos son completamente impecables*, es una blasfemia percibirlos como culpables. Si Dios sabe que Sus Hijos no pueden sufrir dolor alguno, es una blasfemia percibir sufrimiento en cualquier parte. Si Dios sabe que Sus Hijos son completamente dichosos, es una blasfemia sentirse deprimido. Todas estas ilusiones y las múltiples formas que la blasfemia puede adoptar, son negativas a aceptar la creación tal como es. Si Dios creó a Su Hijo perfecto, así es como debes aprender a considerarlo para que puedas conocer su realidad. Y como parte de la Filiación, así es como tienes que considerarte a ti mismo para que puedas conocer la tuya.
No percibas nada que Dios no haya creado o lo estarás negando a Él. Suya es la única Paternidad que existe, y es tuya solamente porque Él te la dio. Las ofrendas que te haces a ti mismo no tienen sentido, pero las ofrendas que les haces a tus creaciones son como las Suyas porque las haces en Su Nombre. Por eso tus creaciones son tan reales como las Suyas. Con todo, la verdadera Paternidad tiene que ser reconocido si es que se ha de conocer al verdadero Hijo. Crees que las cosas enfermizas que has fabricado son tus verdaderas creaciones porque crees que las imágenes enfermizas que percibes son los Hijos de Dios. Solo aceptando la Paternidad de Dios tendrás algo, porque Su Paternidad te lo dio todo. Por eso es por lo que negarlo a Él es negarte a ti mismo. La arrogancia es la negación del amor porque el amor comparte y la arrogancia no. Mientras ambas cosas te parezcan deseables, el concepto de elección, que no procede de Dios, seguirá contigo. Si bien esto no es verdad en la eternidad, en el tiempo lo es, de modo que mientras el tiempo perdure en tu mente te verás obligado a elegir. El tiempo en sí es algo que tú elegiste. Si quieres recordar la eternidad, debes contemplar sólo lo eterno. Si permites que lo temporal te preocupe, estarás viviendo en el tiempo. Como siempre, tu elección estará determinada por lo que valores. El tiempo y la eternidad no pueden ser ambos reales porque se contradicen entre sí. Sólo con que aceptes lo intemporal como lo único que es real, empezarás a entender lo que es la eternidad y a hacerla tuya.