Un tandem para la magia

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UN TANDEM PARA LA MAGIA Presentación de libro El elixir curalotodo De Sandra Franco y Daniel Martín

La fantasía nos coge desprevenidos y nos sorprende, porque vivimos en un mundo tan apegado a lo real, que miramos con recelo todo aquello que se sale de la norma, de lo objetivo, de lo palpable. De ahí que la fantasía despierte cierto temor y, como si quisiéramos librarnos de ella, pretendemos desterrarla al espacio de la niñez o adjudicársela a los que, eufemísticamente hablando, tienen “la cabeza en el aire”. Pero aquí viene nuestra contradicción, pues la mayoría de nosotros, por no decir todos, deseamos recuperar nuestra infancia, aunque muchos insistan en renegar de ella. Por otro lado, necesitamos reconocer nuestro afán por desandar lo andado, aunque sólo sea posible a través del recuerdo. Y es que, mal que nos pese, reconocemos que la infancia es un lugar privilegiado donde encontramos la persistencia de un pasado inocente y libre. Y, para ayudarnos a la recuperación de este paraíso perdido, existen escritores como Sandra Franco y Daniel Martín que, unidos en un tándem creador nos ofrecen El elixir curalotodo, un libro donde la fantasía, la recreación de lugares, ya de por si cercanos a la magia, sirven de escenario para una fábula sobre el amor, la amistad, la naturaleza, los deseos y los sueños. Porque si en la niñez, territorio donde empieza a fraguarse nuestra visión del tiempo y el lugar en los que nos ha tocado vivir, la primera mirada asombrada e inocente sobre las cosas nos da la medida exacta de lo que de ellas pretendemos y así, en esa colección de primeras miradas, vamos construyendo nuestra propia cosmogonía, sabemos que no solo con miradas empezamos a construir nuestro universo. También están las palabras; de nuestro balbuceo constante en el que intentamos poner nombre a todo aquello que nuestros ojos descubren, pasamos a preguntar por las cosas, por cómo se relacionan unas con otras de tal manera que se produzca el mágico acontecer de los días. Y Sandra y Daniel, a través de sus personajes, nos ayudan a encontrar respuestas.

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El elixir curalotodo se desarrolla en dos escenarios conocidos, la Finca de Ossorio y el Pinar de Tamadaba, unidos a través de unas cartas que se envían las protagonistas de esta bella fábula, Lyra, una musaraña,

pintora de mandalas, poeta y música, y

Damilala, una lechuza que tiene que viajar desde Ossorio, lugar en el que viven estas dos amigas, hasta el pinar de Tamadaba para cuidar a una prima suya que se ha roto un ala. Unos espacios en los que los árboles, como las casa, tienen número. Y así Damilala vive en un laurel que tiene el número 50, mientras Lyra, vive en un viejo castaño que tiene el número 100, aunque no los veamos, porque como bien dice el narrador, al principio del libro: “En ocasiones si no ves algo es simplemente porque no sabes mirar”. Y esto no solo vale para los números de los árboles. La correspondencia dura desde el inverno hasta la primavera, aunque el relato de nuestras dos amigas comienza en otoño y en la finca de Ossorio, así como la primera carta cuyo origen es un catarro de la musaraña que la lleva a comunicarse por escrito con su amiga. Las cartas dan mucho juego. Así se incluyen en ellas historias como la de la Araucaria, un árbol que vive gracias a los cuentos que le susurra una niña, Calíope; recetas de cocina, como la ensalada de arándanos, o el licor de castañas, o poemas como el que escribe Lyra cuando se entera de que las musarañas solo viven un año y decide escribir unos versos de despedida que, si bien, al principio nos parecen un guiño al poema de Neruda que empieza con “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”- escribe Lyra: “Quisiera escribir el verso más alegre del mundo”- al terminar de leerlo sentimos una nostalgia que se acerca mucho a la juanrramoniana del El viaje definitivo, a ese “Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando”. Sin olvidar simpáticas anécdotas como el miedo a la profecía de Nostradamus que se creyeron más de uno de los habitantes de Ossorio y que hace afirmar a Lyra: “Mis vecinos por unas horas se volvieron locos de remate”; e incluso el inicio de la partitura musical de la canción “en algún lugar sobre el arcoíris” de la película El mago de Hoz. Tampoco faltan las alusiones a obras literarias que han leído con gusto nuestras protagonistas como El principito o Juan Salvador Gaviota, dos obras que hablan del vuelo y la superación y que las dos amigas recuerdan que comentaban cómo lo importante era “volar alto, bien alto, por encima de la copa de los árboles y cerquita de las nubes”. 2


Pero nuestros autores también saben de la importancia que la imagen tiene para los lectores más pequeños y ahí también había que acertar. Tenían que encontrar a alguien que sintonizara con lo que ellos querían trasmitir en su libro, de tal manera que quien lo leyera encontrara una correspondencia entre lo que leía y la imagen- algo que, por otra parte, siempre buscan quienes se acercan por primera vez a la lectura- y que, al mismo tiempo, además, completara la información que, como quien no quiere la cosa, asoma a los largo de los 17 capítulos de este libro. Y apareció Marina Seoane, una mujer con una larga y fructífera trayectoria como ilustradora de cuentos y novelas infantiles y juveniles y que supo captar, con la sensibilidad y el acierto que la caracteriza, la esencia de este libro. Y de esta conjunción nacen bellísimas páginas en las que podemos admirar todo ese mundo del que nos hablan los personajes de El elixir curalotodo.

A través de la correspondencia entre esa extraña pareja constituida por una lechuza y una musaraña, y ayudados por estos hermosos dibujos se entra en un mundo en el que el asombro y los descubrimientos van a llenar la imaginación de los lectores, atrapándolos de tal manera que les va a ser difícil abandonar la lectura. Y cuando hablo de lectores, no me refiero solo a los niños, porque el adulto, o al menos a mí me sucede, podrá experimentar el placer de volver a leer como lo hacía en su infancia, abriendo sus puertas al asombro y a la emoción.

La espontaneidad con que están escritas estas cartas- Sandra misma me confesó que tanto ella como Daniel, solo se pusieron de acuerdo en lo que respecta a los personajes y a los escenarios y luego se dejaban llevar por las protagonista y, convertidos en trasuntos de ellas, se escribían sus misivas sin un plan preconcebidonos confirma su idea del mundo. Pero esta espontaneidad no significa descuido ni mucho menos. Tanto Sandra Franco como Daniel Martín saben elegir la palabra apropiada, desterrar todas las máscaras con que cubrimos el lenguaje, para ofrecerlo limpio, como el propio lenguaje de la infancia, sin que por ello caigamos en un balbuceo sin significado ni belleza. Por el

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contrario, el libro nos sorprende por esa difícil combinación entre lo sencillo y lo poético. A medida que leemos las cartas que se cruzan entre Damilala y Lyra, nos damos cuenta de que estas nos acercan más que cualquier otra cosa a la realidad del mundo que alguna vez soñamos y de la que no está exenta la tristeza o el temor, incluso la muerte, pero tratados con la delicadeza que conviene a estos importantes temas que el niño ha experimentado ya o lo hará, porque forma parte de la vida. Dos protagonistas, Lyra y Damilala que forman parte de todo un mágico ecosistema, en el que pululan otros personajes que hacen más compleja y atrayente esta historia. Personajes que humanizados, como las protagonistas, nos presentan un mosaico de la naturaleza humana, con sus virtudes y sus defectos, con sus logros y sus frustraciones. Así la escandalosa familia de los ratones, la puercoespín Maruca, una falsa curandera, que como afirma Damilala, “tiene la cabeza llena de espinas y también el cerebro”, las lagartijas chismosas, o el pinzón azul, enamorado de la petirrojo Lolita, la auténtica curandera que conseguirá elaborar el elixir curalotodo; pinzón que, al final del libro nos dará una sorpresa. Incluso los árboles “son capaces de escuchar cualquier rumor, suspiro o bostezo”, y unirse así a los deseos a los miedos del acontecer diario. Otra de las cualidades que tiene El elixir curalotodo es que, a pesar de que, mayoritariamente es un libro epistolar, la recreación de los ambientes, las historias que se cuentan en las cartas, aparte de la confesión de los sentimientos y sensaciones de las protagonistas, hacen que podamos leerlos como una novela en la que cada carta constituye un capítulo. Y lo que pasó siendo un elixir para curar el ala de Gruss, la prima de Damilala, va a ejercer sus propiedades mágicas en Lyra, con solo incluir un ingrediente más que solo Lyra y Damilala poseen: las cartas. Y volvemos aquí a la magia de la palabra, a su poder sanador; la que transmite a Lyra la fuerza suficiente como para seguir componiendo poemas, tocando el clarinete y dibujando mandalas; en definitiva, viviendo y disfrutando del regalo de los días.

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Como no podía ser de otra manera, el reencuentro de las dos amigas se produce en primavera, una época que está muy ligada al renacer de la tierra, a la afirmación de la vida, a la edad primera. Llegamos así al capítulo 17 y último del libro en el que, por sorpresa, se nos presenta el narrador, cuyo nombre es Bentaguayre y que ha estado presente en aquellos capítulos en los que se interrumpe la correspondencia entre las dos amigas para darnos buena cuenta de los avatares de Lyra y Damilala. Inesperado narrador que desea hayamos disfrutado del libro y que aprovecha para darnos algunos detalles que no sabíamos de las protagonistas, como el origen africano de Damilala o, de una manera más desenfadada, de la influencia que tuvo la Constelación de Libra bajo la que nació Lyra en su inclinación hacia la poesía, terminando con una reivindicación de los paisajes que les son tan queridos, que no cambiaría por nada y a los que nos invita a visitar.

Sandra y Daniel han puesto en este libro, no solo su imaginación, su capacidad para fabular, sino también una intención que va más allá del simple entretenimiento, del disfrute de la lectura. Nos dan, con este bello libro, su propia visión del mundo, la que desean y la que contribuyen a hacer invitándonos a seguirlos en ese tándem para la magia.

Cecilia Domínguez Luis Mayo 2014

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