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Todos sentimos lo mismo por estos magníficos mamíferos: admiración, cariño, son emblemáticos y forman parte de nuestro paisaje. Estos hermosos animales no solo son físicamente hermosos: su comportamiento y forma de conocer y relacionarse con el mundo son también dignas de admiración: toros, vacas y su descendencia disfrutan de la compañía de su manada, y forjan estrechos vínculos entre ellos, con sus hermanos, hermanas e hijos. Las vacas, así como los toros, tienen un sistema nervioso muy desarrollado y sensible, que les hace sentir desde una mosca que se pose sobre su piel hasta cualquier golpe o daño de mayor envergadura. Toros y vacas tienen, también, una excelente vista y un buen oído, por lo que están siempre alerta a los sobresaltos y sombras que les alerten para huir por su sobrevivencia. Las madres son especialmente protectoras de sus hijos, y por supuesto éstos son curiosos y hábiles animalillos que descubren el mundo a su paso. Pero muchos de estos animales están obligados a vivir épocas de terror, en pleno siglo XXI.


En muchos pueblos de España son utilizados como reclamo central de las fiestas mayores: toros, vacas y vaquillas son encerrados, burlados, les propinan golpes y descargas eléctricas para llevarlos al lugar deseado, y allí son acorralados para burlarlos de diferentes maneras: atando teas ardientes a los cuernos de vacas o toros (correbous); atándole los cuernos con sogas para pasearlo por el pueblo (capllaçat); encerrándolos en un semicírculo que da al mar, donde provocan al animal para que caiga al agua (bous a la mar), o simplemente encerrándolos en una plaza portátil para burlarlos, saltarlos y pincharlos con espadas. Estos animales son llevados de feria en feria, de fiesta en fiesta, hasta cuando ya, exhaustos por el estrés físico y psicológico, dejan de ser rentables para el propietario y son desechados y asesinados. Todo esto, financiado con dinero público, aún en tiempos de crisis económica. Mientras los gobiernos locales cortan los aportes a casales de ancianos, de niños o cierran guarderías y centros sanitarios de atención primaria; según la Fundación Altarriba, las administraciones reciben 564 millones de euros en subvenciones para diferentes fiestas y actividades relacionadas con los toros. Esto es el equivalente a un aporte de 47 euros anuales por cada familia española. Esto no es justo, para nadie Si podemos divertirnos y vivir las fiestas mayores de una manera diferente, que no sea maltratando animales, ¿por qué seguimos haciéndolo? Los animales, toros, vacas, vaquillas que sufren tales abusos no pueden oponerse a la permisividad con que se comete: lo sufren sin que sus quejas nos inmuten. ¿Es justo que se continúe haciendo porque es una “tradición? Hace no muchos años, también era permitido golpear a los hijos y la propia mujer “porque siempre se hizo así”. Pero hoy somos capaces, como sociedad, de ponernos en el lugar de la víctima y protegerlos de las agresiones. Es un avance social que podamos incluir, también, a los animales en nuestra protección. Sobre todo porque son las administraciones quienes ofrecen entretenimiento a la población, y mientras más violencia nos divierta, más violenta continuará siendo nuestra sociedad. Si queremos dar un ejemplo de civilidad y paz a nuestros hijos, no maltratemos más animales por diversión ni entretenimiento. Porque los animales no nacieron para satisfacer nuestras carencias: viven su propia historia en la evolución y son nuestros compañeros en el planeta.

www.AnimaNaturalis.org

www.PACMA.es


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