Martes 22 de febrero de 2005 Recibió el premio Cervantes en 1997 Falleció el narrador cubano Guillermo Cabrera Infante
Guillermo Cabrera Infante Londres, 22 de febrero. El escritor cubano Guillermo Cabrera Infante murió en un hospital de Londres a los 75 años, a consecuencia de una septicemia, envenenamiento de la sangre, tras haber sido internado la semana pasada. Cabrera Infante, exiliado en Reino Unido desde hace cuatro décadas, por sus diferencias políticas con el gobierno del presidente de Cuba, Fidel Castro, padecía diabetes y desde el año pasado lo habían intervenido para colocarle un marcapasos. El autor de novelas como La Habana para un infante difunto, Los tres tristes tigres y Vistas del amanecer en el trópico, se encontraba hospitalizado en el nosocomio Chelsea and Westminster, desde el 16 de febrero. De acuerdo con medios de prensa, que citaron a Miriam Gómez, la esposa del escritor, Cabrera Infante fue internado tras haberse caído en el baño de su casa, además de que era tratado de una neumonía. Cabrera Infante, cuyas obras están prohibidas en Cuba, ganó el premio Cervantes de Literatura en 1997.
Muere en el exilio en Londres el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante 1929 - 2005 . Londres (Agencias). En el exilio en el que vivió los últimos 40 años de su vida, tras romper con el régimen de Fidel Castro y abandonar su país natal Cuba, murió ayer aquí el escritor Guillermo Cabrera Infante, "última leyenda de la literatura cubana del siglo XX". Su muerte, a los 75 años de edad, fue atribuida inicialmente a una septicemia (envenenamiento de la sangre), aunque su esposa, la actriz Miriam Gómez, dijo que Cabrera se contagió de estafilococo dorado debido a las malas condiciones de higiene prevalecientes en el centro médico donde fue internado el 16 de febrero tras una caída en el baño de su casa, que le provocó fractura en la cadera. El escritor, además, era tratado de una neumonía y padecía diabetes. El año pasado le fue practicada una operación bypass , que lo obligó a estar convaleciente varias semanas. Autor de medio centenar de libros, Cabrera Infante se opuso frontalmente al régimen de Castro, con el que colaboró en la primera etapa de la Revolución de 1959, y decidió exiliarse en Londres. El cine, el erotismo y La Habana fueron sus tres pasiones en la vida. Nacido en Gibara, provincia del Oriente de Cuba, el 22 de abril de 1929, en 1941 se trasladó con su familia a La Habana para estudiar medicina. A los 18 años empezó a escribir colaboraciones. En 1952, dos años después de haber ingresado a la Escuela de Periodismo, fue detenido y multado a causa de la publicación de un cuento que contenía "profanidades en inglés", según las autoridades cubanas. Fue en esa época en que se reveló como un acérrimo opositor al régimen de Batista, postura que lo llevó a prisión. En 1954 comenzó a escribir crítica de cine bajo el seudónimo de G. Caín, en el semanario Carteles , del que tres años más tarde sería nombrado redactor jefe. La pasión por el séptimo arte lo convirtió en el primer escritor latinoamericano que llegó a Hollywood como profesional. Además de su actividad periodística, participó activamente en la vida intelectual de su país: en 1951 fundó la Cinemateca de Cuba, organismo que dirigió hasta 1956 y poco después fue designado director del magazine cultural cubano Lunes de revolución . Tras el derrocamiento de Batista y la llegada de Castro al poder, en 1959, Cabrera fue nombrado agregado cultural de Cuba en Bruselas, cargo que ocupó desde 1962 hasta 1965, porque "no aguantaba estar en La Habana... No soportaba verme convertido en un apestado". En 1968 criticó abiertamente al gobierno de La Habana en una entrevista concedida a la revista argentina Primera Plana , por lo que fue requerido "a consultas". En respuesta, Cabrera abandonó su cargo diplomático y pidió asilo político en el Reino Unido, donde se nacionalizó británico y fijó su residencia. Actualmente sus libros están prohibidos en Cuba, aunque circulan clandestinamente. Tal es el caso de La Habana para un infante difunto (1979) y Cuerpos divinos (1985), ambos autobiográficos. En 1964, el manuscrito sin publicar de la novela Tres tristes tigres (1967) lo hizo acreedor al Premio Biblioteca Breve. En 1991 publicó el volumen Mea Cuba , en el que recoge todos sus escritos políticos. En 1997 obtuvo el Premio Cervantes, el principal galardón en letras hispanas.
Cabrera Infante será incinerado en Londres Los restos del novelista serán cremados y guardados en la capital londinense donde "serán guardados hasta que pueda volver algún día a una Cuba libre", dijo su esposa. Los restos del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, que falleció anoche a los 75 años, serán incinerados en Londres "lo más rápido posible", confirmó hoy a EFE su esposa, la actriz Miriam Gómez. "Guillermo murió ayer lunes en el hospital a las diez y media de la noche", dijo Gómez, al precisar que su marido, que se había fracturado recientemente la cadera y sufría una neumonía, falleció como consecuencia de una "infección que cogió en el hospital". Los restos del novelista "serán incinerados en Londres", donde "serán guardados hasta que pueda volver algún día a una Cuba libre", señaló su esposa.
Fallece Guillermo Cabrera Infante, autor de Tres tristes tigres y emblemático escritor del exilio cubano ( María Lourdes Pallais ) ( 2005-02-22 )
Guillermo Cabrera Infante, veterano de los escritores cubanos en el exilio y una de las voces más importantes del anticastrismo, falleció la noche del lunes en el hospital Chelsea and Westminster de la capital inglesa, donde se encontraba desde la pasada semana. “Para mí es un día muy triste. No lo esperaba. Creo que hay que asumirlo como un día de luto para la literatura cubana e hispanoamericana,” dijo a Crónica Rafael Rojas, quien estaba preparando un trabajo para la revista Encuentro con el Premio Cervantes 1997. Para Rojas, Cabrera Infante fue “el último clásico vivo de la gran narrativa cubana del siglo XX, porque hay vivos pero ninguno perteneciente a esa gran narrativa de la generación de Severo Sarduy y Lezama Lima”. El autor de Tres Tristes Tigres “también fue el más emblemático escritor e intelectual del exilio cubano provocado por la revolución cubana. Hubo otros, como Heberto Padilla, pero ninguno tan emblemático como Cabrera Infante”, agregó el historiador y ensayista residente en México desde 1991. “Después de José María Heredia y José Martí en el siglo XIX, no hay otro como Cabrera Infante cuya literatura lleva la condición del exilio, el arraigo y la nostalgia. Por eso escribía sobre La Habana que es La Habana de Tres Tristes Tigres”. Rojas concluyó que hay que destacar el hecho que Cabrera convirtió al exilio “en una condición vital que alimenta su literatura, ese mundo perdido que es el horizonte de su literatura...” Pérdida. En La Habana, el poeta Raúl Rivero dijo que la muerte de Cabrera Infante supone una ‘’pérdida fatal’’ no sólo para las letras cubanas sino para la literatura en castellano. El autor de Papel de hombre expresó su ‘’profunda admiración’’ por la obra de Cabrera Infante, con quien mantuvo una relación ‘’amistosa y de respeto’’ durante los últimos años: ‘’Es un momento fatal para la literatura cubana y en lengua castellana, es un vacío enorme’’. Rivero lamentó el desconocimiento de la obra de Cabrera Infante en Cuba y recordó que desde 1963, cuando se publicó en la isla Oficio del Siglo XX, no se ha editado ninguna de sus obras en el país. Cabrera Infante prologó el libro de poesía de Rivero Recuerdos Olvidados, publicado en España durante el cautiverio del escritor. El óbito del escritor, que tenía 75 años, se produjo a consecuencia de una septicemia, derivada de numerosos problemas de salud que aquejaban en los últimos meses al autor de La Habana para un infante difunto. Cabrera Infante había sido ingresado la pasada semana en el centro donde falleció, tras romperse una cadera al caerse accidentalmente en su domicilio de Londres, donde residía desde hace casi 40 años. El pasado mes de agosto, Cabrera Infante fue sometido en Londres a una operación de bypass que le obligó a una convalecencia de varias semanas y le obligó a interrumpir su ritmo de trabajo creativo. LÚDICO. Para el escritor Andrés Jorge, se trata de la muerte de un gran escritor, que inició su carrera literaria a los seis años, de “un “actor importante en los cambios que se generaron después de los años 60 con el boom de la literatura” latinoamericana. “Admiro al primer Cabrera Infante, al de Tres Tristes Tigres, especialmente el carácter lúdico que le dio al lenguaje, pero después se convirtió en una
parodia de sí mismo”, agregó Jorge en plática telefónica con Crónica. Nacido en Gibara, provincia de Oriente, Cabrera Infante emigró a La Habana con sus padres. Comenzó a estudiar medicina, pero abandonó la carrera para trabajar como redactor de la revista Bohemia. En 1949 creó el semanario Nueva Generación y en 1950 ingresó en la Escuela de Periodismo. Dos años después, tras la aparición de un relato en Bohemia, fue encarcelado. En los años sucesivos no pudo firmar sus trabajos con su propio nombre y tuvo que utilizar el seudónimo de G. Caín. Tras el triunfo de la revolución, dirigió el Consejo Nacional de Cuba. En 1965, viajó a Bélgica como agregado cultural. Esta salida de su país, del que no dejará de escribir a pesar de sus 40 años de exilio, le “abrirá los ojos” respecto de la revolución cubana y pasará a convertirse en una de las voces más importantes del anticastrismo. Se mantuvo en ese cargo hasta 1965, cuando rompió con el régimen de Fidel Castro y terminó instalándose en Londres, ciudad en la que residió hasta ayer Muere en el exilio el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, malabarista de la palabra El escritor falleció anoche en el hospital Chelsea and Westminster de Londres a los 75 años a causa de una septicemia derivada de sus problemas de salud. Las letras hispanas están de luto. Cabrera Infante fue ingresado hace una semana en el hospital Chelsea and Westminster de Londres después de romperse la cadera al caerse de forma accidental en su domicilio de la capital londinense. Miriam Gómez, esposa del escritor, manifestó entonces que Cabrera Infante padecía diabetes y que estaba siendo tratado en el hospital de una neumonía, al margen de la fractura de cadera. En agosto, el ganador del Cervantes 1997 fue sometido en Londres a una operación de «bypass» que le obligó a una convalecencia de varias semanas. Ayer fallecía a causa de una septicemia. Guillermo Cabrera Infante nació el 22 de abril de 1929 en la ciudad cubana de Gibara, en el seno de una familia de campesinos adinerados. La destacada actividad política de su padre, fundador del Partido Comunista Cubano, determinó su encarcelamiento y la consiguiente ruina de la familia. En 1941 se trasladó con su familia a La Habana y allí comenzó su pasión por la escritura, abandonando sus estudios de Medicina para empezar a trabajar en diversos oficios. La capital cubana le abre las puertas de un mundo completamente diferente repleto de salas de cine. En 1950 ingresó en la Escuelade Periodismo de Cuba. Desde 1954, y con el pseudónimo de G. Caín, comenzó a dedicarse a la crítica de cine en el semanario «Carteles», del que tres años más tarde, en 1957, alcanzaría el cargo de redactor-jefe. En 1951 fundó la Cinemateca de Cuba, que dirigió hasta 1956. Poco después fue director del magazín cultural cubano «Lunes de revolución», desde su fundación hasta su clausura en 1961. Tras el derrocamiento de Batista y la llegada al poder del dictador Fidel Castro, Cabrera Infante fue agregado cultural de Cuba en Bruselas, desde 1962 hasta 1965. El escritor califica este destino como «una especie de Siberia», que aceptó «porque no aguantaba estar en La Habana, no soportaba verme convertido en un apestado, un no persona». Asilo político en Inglaterra
Sus discordancias con el Gobierno de Castro llegaron a su punto máximo en 1968, cuando concedió una entrevista a la revista argentina «Primera Plana» en la que criticaba el régimen del dictador. Esto provocó una fuerte reacción en Cuba, que le llevó a abandonar su cargo diplomático para pedir asilo político en Inglaterra. Se nacionalizó entonces británico y fijó su residencia en Londres. «Así en la paz como en la guerra» (1960) fue escrito bajo la dictadura de Batista, pero no se publicó en Cuba hasta dos años después de haber triunfado la revolución. Los libros de Cabrera Infante están prohibidos en Cuba, pero circulan clandestinamente. Así ocurre con «La Habana para un infante difunto» o «Cuerpos divinos», ambos netamente autobiográficos. En 1964 escribe «Tres tristes tigres», su obra más polémica, por la que fue finalista del Premio Formentor, y ganador del Biblioteca Breve. Seix-Barral la publica tres años más tarde. En 1974 escribió otra de sus grandes obras, «Vista del amanecer en el Trópico». Eterna presencia del erotismo El erotismo está presente en toda su obra, pero siempre «en función de la parodia y de la risa, cosa que un autor erótico no haría nunca», según afirma él mismo. En «Cuerpos divinos», el narrador principal se salva de la política y, para no caer en el abismo histórico, se agarra a cualquier cuerpo como a un clavo ardiendo. «La Habana para un infante perdido» es la reconstrucción de la ciudad perdida a través de la memoria, así como la búsqueda de la mujer perdida o por encontrar. Su pasión por el cine le llevó a ser el guionista de la película «Punto de fuga». Guillermo Cabrera fue el primer escritor latinoamericano que llegó a Hollywood como profesional. En 1975 publicó «O». Le siguen «Exorcismos de esti(l)o» (1976) o «Arcadia todas las noches» (1978), colección de ensayos sobre cine. Desde 1954 vive prácticamente de su trabajo como guionista y crítico cinematográfico para la prensa británica. Realizó la adaptación de la novela «Bajo el volcán», de Malcom Lowry, para la película que dirigió John Huston. A finales de 1990 trabajó en la realización del guión «La ciudad perdida», en el que se recrea la vida nocturna de La Habana antes de la llegada de Castro, en colaboración con el actor Andy García. El proyecto aún no ha culminado. En 1991 publicó un nuevo libro, «Mea Cuba», en el que recoge todos sus escritos políticos; en 1994 aparece en Inglaterra, traducido por Kenneth Hall. En mayo de 1995 se editó en España un volumen de relatos titulado «Delito por bailar el chachachá», un conjunto de tres relatos enhebrados de recuerdos y secuencias de su memoria con el perfirl femenino como contraste e interlocutor del narrador. En enero de 1996 presentó en Madrid su antología de textos narrativos «Mi música extremada». Este mismo año publicó en España «Ella cantaba boleros», obra compuesta por los textos de «La amazona» y «Metafinal», que hacen referencia a mundos cubanos. Amor y adicción al cine En septiembre de 1997 presentó en Barcelona «Cine o sardina», libro en el que explica su amor y adicción al séptimo arte y comenta las películas que más le han impresionado e influido a lo largo de su vida. Reúne artículos, crónicas y escritos organizados a la manera de un cinéfilo y estructurados bajo epígrafes sugerentes. El título repite una pregunta que su madre le hacía en su infancia, a la que él siempre respondía a favor del cine. Cabrera Infante publicó finalmente en español su libro «Holy Smoke», titulado ahora «Puro humo», en el que relata la historia de una hoja de tabaco desde los primeros fumadores hasta nuestros días. Según el autor, las dificultades de la tradución fueron debidas a las dificultades que presentaban los juegos de palabras. En octubre de 1990 fue homenajeado en Madrid durante una semana en la que se analizó su obra literaria y cinematográfica. La semana-homenaje fue organizada por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez. En noviembre de 1996 se celebraron en la Casa
de América unas jornadas dedicadas a su obra, en las que participó el propio autor. En julio de 1991 visitó España y participó en la Universidad de Salamanca en el Foro de Iberoamérica. Asimismo, intervino en el curso de verano de la Universidad Complutense sobre «La creatividad: encuentro entre las ciencias y las artes», dirigido por Raúl Guerra y Emilio Muñoz. En 1993 volvió a visit ar la Universidad de Verano de El Escorial, donde pronunció una conferencia sobre la presencia hispana en Hollywood. Al año siguiente, fue el encargado de coordinar un ciclo dedicado a la «Novela Rosa». Desde entonces es un habitual de este Foro. En junio de 1995 fue galardonado con el premio del Instituto Italo-Latino Americano (ITLA), creado para distinguir la mejor obra de autores latinoamericanos publicada en lengua italiana en un bienio. El 9 de octubre de 1997 fue galardonado con el premio Cervantes de Literatura, el principal galardón de las letras hispanas. En su discurso dialogó con el autor del Quijote.
EL CINE NO COME SARDINAS Ojalá pudiera ser esto un prólogo, y que lo fuera, incluso, «a lo Belerofonte». No será ni siquiera epílogo. La sola escritura de su nombre anima, de entrada, a su juego preferido de doblar las palabras hasta que chillaran: «Beldad y mentira de Marilyn Monroe», «Sic Transit Gloria Grahame», «El viejo y el mal». Pero hay que escribirlo y sin que empiece el juego. Guillermo Cabrera Infante. El hombre que le hizo sentir al cine el pudor de ser mirado. Leer a Guillermo Cabrera Infante es como saltar en una cama elástica: se va sin control de página en página, se vuelve, otra vuelta, se pierde el equilibrio, se recupera, te cansas, te diviertes. Hay páginas de Guillermo Cabrera Infante que se suben a la cabeza, que parecen hechas para ser tomadas en infusión, que las ha escrito un ambidiestro. Hay páginas de Guillermo Cabrera Infante que se salen por los bordes y que no caben en un solo libro. Hay páginas de Cabrera Infante que sólo las sabe leer Miriam Gómez. Tal y como confesó de palabra y obra, siempre prefirió el cine a la sardina, en lo que era algo así como una metáfora del hambre y de las ganas de comer, y ello lo condujo por el carril más complicado de la literatura: grandes y grandísimas películas encerradas en un par de párrafos y tres regates. Se inventó un oficio del siglo veinte, oficio y siglo en el que aún andamos atascados; se inventó un modo de vivir reflejado en su pantalla; no bajó la guardia ni aún cuando le contaron diez, ni cambió su impresionante expresión de «cachondo malhumorado», de hombre de ceño en ristre, en chiste. Se lo decía Guillermo Cabrera Infante al precipitado Caín en el prólogo de un libro viejo, cuando dudaba de si la muerte de uno llevara implícita la del otro: «Es verdad, nunca se sabe. Y ahora, doble veneno, a tu trabajo». Como tantas veces en él, la cuestión es cuestión de «comas». Lo pone en «Un oficio del siglo veinte», en una desvencijada edición hecha en La Habana en la que él mismo lanceó una dedicatoria: «Para …., que guarda las ediciones momias». En fin, ahora la isla es suya.
TRISTES TRÓPICOS
Parece mentira, pero otro que entierra Castro. Y suma y sigue. Pasará el tiempo y este Premio Cervantes de 1997 llegará a ser otra cosa, será recordado por su prodigiosa habilidad con el lenguaje, por la pirotecnia verbal que compartía con esos otros dos monstruos de su isla, de su «Mea Cuba» (1992), Lezama Lima y Alejo Carpentier. Pero lo primero que se me ha venido a la mente, al saber la noticia, ha sido esto: «Te ganó Castro la partida». Es triste, tan triste como esos «Tres Tristes Tigres» que publicó en 1967, y que le valieron, además del Premio Biblioteca Breve, reconocimiento por doquier. Hay algo de tristeza en estos trópicos irredentos, tenaces en su desidia, como si fuese un mal bolero (o diré mejor: un buen bolero, porque los buenos boleros son aquellos que hablan de lo malo que es morir), en todo caso de esos que cantaba ella, en una obra memorable de 1996. El Malecón de la Habana, ése al que volvió literariamente en «La Habana para un infante difunto» (1979), llamándose él infante y siéndolo ya, hoy, esta noche mismo, como si hubiese sido una premonición, ese malecón ya no lo verán sus ojos, pequeños y como enristrados, por el Mucho Humo de su habano, ese Humo que cantó ya en inglés, en Londres, porque en esa lengua publicó originariamente «Holy Smoke» (1985). Cabrera Infante es esa isla, tan bella, que Castro ha convertido en maldita para la literatura y que se llevó para adelante la amistad de Vargas Llosa y de García Márquez, que formaban con Guillermo Cabrera un trío de cómplices de una revolución, en la Barcelona de los amigos latinoamericanos, que al final han acabado perdiendo los tres, porque Gabo también ha perdido casi todo bajo la bota del general, capaz de encerrarlo en su laberinto de verbos mentirosos, de futuros proclamados. Que la Literatura tendría que ser otra cosa, por ejemplo verbalidad carnosa, por ejemplo juego, mucho de inpiración y unos «Exorcismos de esti(l)o» (1976), esos que conjuraba Guillermo Cabrera Infante, mucho antes de esta mueca, aunque no le salieron las cuentas y el otro le ganó la partida. Pero la la Literatura siempre gana. Eso dicen los que quieren consolarte. Cervantes, mi contemporáneo POR GUILLERMO CABRERA INFANTE In memóriam Octavio Paz
Hay un juego literario que es, como la literatura, un salto mortal sin red. Consiste en preguntarle al otro: ¿con quién famoso te gustaría cenar esta noche? Me propusieron ese árbitro de elegancias que dormía de día y celebraba la noche. Pero yo no sé latín y no creo que pueda aprenderlo para esta noche. Me nombraron a Shakespeare, pero entre su inglés y el mío hay distancia de olvido. Por último me susurraron el nombre de Cervantes. [...] Ahora estamos sentados a la mesa en medio del comedor. La misma mesa y todos los muebles son lo que se vendría a conocer como Renacimiento español: muebles macizos, muebles sólidos. —Para mí —le dije—, todos sus libros son un libro: único, real y maravilloso y el mejor que se ha escrito en nuestro idioma. —Si no fuera por mis años y el sol de estas Castillas que me han curtido, me sonrojaría. —Ya sé que usted no ha padecido nunca de vanidad ni de envidia literaria.
—Nunca —dijo Cervantes. [...] En algún lugar de la casa alguien tañía una vihuela y una voz de mujer cantaba. Reconocí la melodía. Era Guárdame las vacas, la tonada que originó las variaciones de Cabezón. —Me parece que le gusta la música. —Mucho. —A mí también. Cultivo varias melodías en mis escritos. Su nombre me es familiar. Uno de mis personajes del Quijote se llamaba así. —Fue uno que murió de amor al ver morir a su mujer. —Así es. ¿De dónde viene su nombre? —Alemán de origen. —¿Es usted alemán? —Oh, no. Vengo de América. —Allá quise ir varias veces. —Si hubiera ido nunca habría escrito el Quijote. —Pero habría escrito otras aventuras. Realistas unas, mágicas las otras. Como hicieron Bernal Díaz y Cabeza de Vaca. —Pero son memorias, no invenciones. No puedo evitar pensar que si los reaccionarios que ocuparon el lugar de los adelantados le hubieran dado permiso para emigrar a lo que ya se llamaba América, su gran libro hubiera sido escrito no en España, sino en la Nueva España ¿Qué les parece Don Quijote de las Indias? ¿Qué tal Sancho Pampa? No habría habido molinos, pero habría vientos. ¿Es una fantasía americana? Cervantes, en la segunda parte del Quijote, hace elogio y alabanza de Hernán Cortés y lo muestra como un caballero ejemplar. Ni más ni menos su par impar. [...] —¿Es el Quijote una alegoría de su vida? No lo pensó mucho para decir: —Es la parodia de una alegoría. —En todo caso es un libro maravilloso. —Es muy amable con mi libro. [...] Cervantes tendría mi edad exactamente ahora, pero era obvio que estaba en el invierno de nuestro contento: Cervantes por su Don Quijote, yo por mi Cervantes. —Eso es inevitabilidad —dije. —Es una palabra larga —dijo Cervantes. —Es una palabra demasiado larga —dije—, pero inevitable. El mobiliario del comedor se hizo contemporáneo, las bujías se hicieron bombillas, el banquete se vuelve una última cena. Pronto se disolverá el autor, pero antes de que desaparezca el maestro desaparecerá el aprendiz de Cervantes. ¿Qué es morir sino una forma de organizarse? ¿Lo dijo Cervantes? ¿O fue mi otro maestro, Martí mártir? [...]
Cervantes dejaba de ser un mero mortal para pasar a la inmortalidad. Aquí debe acabar mi discurso. Pero permítanme una palabra o dos antes de irme. Por mi casa de Londres han pasado varias generaciones de escritores españoles, algunos bisoños, otros veteranos. Muchos de los jóvenes escritores han devenido una generación que escribe los libros mejores que se escriben en español. Grande ha sido mi contento de que así sea. Quiero destacar a mi agente, la formidable Carmen Balcells, porque fue ella quien me dio la noticia de haber ganado el premio por teléfono. Su alborozo fue más grande que el mío porque a pesar de las voces de Carmen siempre he sido un tanto escéptico. Todavía lo soy ahora. A todos, empezando por Miguel de Cervantes Saavedra, ¡muchas gracias!
LA MUERTE DE UN LITERATO RESISTENTE La inmensa obra literaria de Guillermo Cabrera Infante es la metáfora de un literato resistente. Como la mítica película de John Huston, en «Halcón Maltés», su obra está construida con la materia de la que están hechos los sueños. La melancólica ironía, tan cervantina, el juego verbal, el sereno escepticimismo ante los avatares y el tráfago de las industrias y andanzas de la vida, componen la extraña sinfonía de la vida a favor de la libertad. El humor, y siempre el cine contemporáneo, constituyen ese formidable daguerrotipo del siglo XX que es la obra de Guillermo Cabrera Infante. Y, al fondo, como el escenario de todas la cosas, todos los ambientes, todos los personajes, la ciudad de La Habana, inundándolo todo de luz, de nostalgia, de desasosiego. Se ha escrito que pocos escritores han sido capaces de escribir una mitología de la ciudad con tanta fuerza y color como el cubano Guillermo Cabrera Infante. «Tres tristes tigres» y «La Habana para un infante difunto» representan dos referencias esenciales de esa mitología literaria, de ese viaje y descenso al fin de la noche, de ese viaje para descubrir y describir los ritmos tropicales, la sensualidad, el periodismo, la bohemia, la cinematografía de una ciudad que fue todas las ciudades. Cabrera Infante es el viaje de la melancolía cervantina al humor quevedesco, el escritor que ha recorrido los pasos justos y medidos de una mirada profundamente irónica de la realidad contemporánea, de una mirada profundamente americana. La mirada que pocos supieron aceptar: la mirada de la libertad. No fue su obra ni la chanza ocasional, ni la grosera carcajada, sino una forma de desmontar el mundo tal y como aparece al común de los mortales. Y lo hizo con una lengua literaria que permitía mostrar, al lado del disparate brutal y convulso, el anhelo radicalmente romántico de contar una realidad mítica y vivida. Narró literariamente la vida como si en eso le fuera el empeño de su propia vida. El empeño de la libertad. Como otros no vio la tierra arrebatada y prometida. Pero su obra queda como el testimonio de que la libertad para Cuba no sólo es posible, sino insoslayablemente urgente. Los restos de Cabrera Infante reposarán en Londres hasta que puedan ser trasladados a Cuba
César Antonio Molina lamenta la desaparición del "maestro del calambur y de la magia verbal"
Los restos del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, fallecido anoche a los 75 años en Londres, permanecerán en la capital británica "hasta que puedan volver algún día a una Cuba libre", según ha afirmado su viuda, la actriz Miriam Gómez. Cabrera Infante será incinerado en la ciudad en la que vivió desde 1968 y cuya privacidad le permitió escribir siempre sobre Cuba y La Habana, a las que llevaba en el corazón
Cabrera Infante muere lejos de Cuba
El escritor exiliado falleció en Londres a los 75 años después de ser hospitalizado a causa de una septicemia Autor de, entre otras obras, «Tres tristes tigres» y «La Habana para un infante difunto», era un férreo opositor del régimen castrista. Cabrera Infante falleció anoche en el hospital Chelsea and Westminster de la capital inglesa, donde se encontraba ingresado desde la pasada semana. El óbito del escritor, que tenía 75 años, se produjo a consecuencia de una septicemia, derivada de numerosos problemas de salud que aquejaban en los últimos meses al autor de «Mea Cuba», que, feroz opositor del régimen castrista, vivía exiliado en Londres desde hace casi 40 años.
Londres- Cabrera Infante había sido ingresado en el centro hospitalario londinense tras fracturarse la cadera al caerse en su domicilio de Londres, donde residía desde hacía casi cuatro décadas. Hacia las diez de la noche, hora inglesa, el organismo del autor de «Tres tristes tigres» consumió sus últimas energías, melladas por múltiples problemas de salud sufridos en los últimos meses. Además, el pasado mes de agosto el escritor, premio Cervantes 1997, fue sometido en la capital británica a una operación de «bypass» en su corazón que le forzó a parar su frenética actividad literaria varias semanas. La semana pasada, cuando los rumores sobre el fallecimiento de Cabrera comenzaron a circular, su propia esposa se vio obligada a intervenir. Preocupada tras recibir decenas de llamadas de familiares y amigos, Miriam Gómez se dirigió a la Prensa para desmentir las especulaciones y mostrar su confianza en la pronta recuperación de su marido. Pasión por el cine. Nacido en Gibara (Cuba) el 22 de abril de 1929, a los 12 años de edad se trasladó junto a su familia a La Habana y, años después, comenzó su fértil carrera como escritor, por la que incluso abandonó sus estudios de Medicina. En 1950, ingresó en la Escuela de Periodismo, donde descubrió una de sus dos grandes pasiones vitales. La otra, por
supuesto, fue el cine: en 1951, fundó la «Cinemateca» cubana, que presidió hasta 1956. Tras la llegada al poder de Castro fue nombrado agregado cultural en Bélgica, cargo que ejerció entre 1962 y 1965. Sin embargo, su relación con el dictador se agrió rápidamente y alcanzó su punto más bajo en 1968, cuando Cabrera criticó abiertamente el régimen castrista en declaraciones a la revista argentina «Primera Plana». Se vio entonces obligado a abandonar su amada isla caribeña y pedir asilo político en Londres, donde vivió el resto de su vida tras adquirir la nacionalidad británica. «Así en la paz como en la guerra» (1960) fue su primer volumen de relatos, pero no fue hasta la publicación de la novela «Tres tristes tigres» (1964) cuando se consagró como uno de los principales narradores en castellano del siglo XX. Desde su refugio londinense, el mundo cubano siguió constituyendo su principal obsesión e inspiración literaria, que le persiguió hasta la muerte. En 1997, el Ministerio de Educación y Cultura español le dio el espaldarazo definitivo otorgándole el Premio Cervantes. Cabrera Infante paseaba su humanidad por Londres, Barcelona y Madrid con los lentes empañados por la nostalgia, con el paso lento y toda Cuba en su forma de mover las manos, de hablar, de responder a las miradas de curiosidad. Era la isla letrada y una palabra amable para un periodista curioso e ignorante. Calumniado, perseguido, ninguneado, era el primero de los «gusanos», orgulloso y altivo, con el exilio como bandera de la dignidad, la cultura y la libertad. Valiente, siempre envió el mismo mensaje, duro, sin dobleces: «La única solución para Cuba es la desparición del tirano». Luego recurría a la distancia. «La actual Cuba no me interesa, se ha bombardeado desde dentro, no desde el aire». Sus impresiones dolorosas sobre la dictadura castrista eran de